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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Tema: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 3rd Enero 2021, 18:45
Fecha:19/08/2018 Hora: 00.46 de la noche. Infusiones:2 valerianas
Había vuelto a casa hacía casi media hora. Mis bebés dormían en sus respectivos cojines cuando entré haciendo que ambos levantaran la cabeza con las orejas en alto. Sus grandes patas hicieron un ruidito encantador cuando vinieron directos a saludar aún torpones a causa del sueño. Me acuclillé, notando la tensión en cada músculo del cuerpo mientras les acariciaba sus enormes cabezas. Me miraban con el rostro iluminado moviendo sus pequeños rabos y siguiéndome por el ático. Cerré tras de mí y pulsé el botón de la alarma de interior, dejando el maletín y el abrigo sobre el sofá. Fui a la cocina a por una botella de agua mineral que bebí tratando de volver a centrar mis pensamientos en el día de mañana. Tenía que levantarme en unas seis horas y media, aún tenía que ducharme, elegir mi traje para mañana y repasar la agenda. Unos carnosos labios en un rostro aceitunado enmarcado en una melena negra se cruzaron de nuevo en mis pensamientos haciendo que me recorriera un escalofrío.
Elektra.
Desde que había iniciado el camino de regreso no era capaz de sacármela de la cabeza. En lo que duró el trayecto en taxi apunté en el móvil todo lo que recordaba haber hablado con ella. La fecha de una cita en la que sólo podía apelar a mi propia capacidad de memorización. La idea de levantarme al día siguiente y que desapareciera de un plumazo el dato relevante del que dependía volver a verme con esa mujer me producía casi náuseas. No solía estar acostumbrado a que me ligara una mujer. Me produjo una extraña mezcla de sorpresa, excitación, lascivia y algo de reparo. Tal vez era su sensualidad desbordante y su papel activo durante los flirteos de la noche los que me hacían sentir que la situación no estaba bajo mi control, algo a lo que solía ser reacio. Sin embargo, con ella, parecía una extraña guerrilla en la que habría sido capaz de continuar perseverando toda la noche, de no ser por el maldito cansancio y las noches sin dormir.
Tomé una ducha rápida, poniéndome los pantalones del pijama, repasé mi afeitado, hice mi rutina de cuidado personal y bajé a la cocina a tomarme una infusión que terminara el trabajo. Despedí a mis pequeños, que volvieron a dormir después de recibir una chuchería cada uno, y subí a mi cama.
Y entonces me di cuenta de que era incapaz de dormir.
Era algo que me sucedía en ocasiones. El cansancio es tan inmenso que no te deja conciliar el sueño. Suspiré, lamentándome, y volviendo de nuevo en pie. Me preparé una segunda infusión y encendí el televisor tratando de encontrar algo lo bastante soporífero como para ayudarme a dormir. Repaso de las noticias, programas repetidos de la teletienda, una reposición de antiguas películas de vaqueros, Fox News, un debate político, un documental sobre la criminalidad en américa... Apenas fui capaz de entender que echaban en el siguiente canal a causa del violento corte informativo. Frené el dedo del mando y contemplé al presentador informar sobre unos cruentos asesinatos de mafiosos que se habían llevado a cabo en uno de los callejones próximos al restaurante en el que había estado pocas horas antes.
- ¿Qué...- me senté en el borde del sofá, aún mas despierto que unos momentos atrás.
Habían pronunciado el nombre de esa familia, Fortunato. ¿De qué me sonaba a mí ese nombre? No solía implicarme en temas de mafias si podía evitarlo, aunque no había que desdeñar su ayuda y mucho menos implicarse con sus enemigos. Eso era lo que me hacía conocedor del tema. Podían llegar a ser muy útiles. A veces la mejor manera de hacer servicio para esa gente es que tengan la confianza de una firme lealtad. Seguí mascando el maldito nombre para mi. Por fin me vino a la mente. Volví a tratar de relajarme en el sofá y bebí un trago de mi segunda Tisana.
- Ah, ya recuerdo. Son esos cabronazos que montaron el atentado contra el hijo de los Lassorda.- sonreí sin poder evitarlo al ver la evocadora pintada con sangre en la pared -Ruggiero va a dormir como un bendito esta noche.
[--------]
Fecha: 28/08/2018 Hora: 18.55 de la tarde. Trajes:Probados 4. En uso 1.
Había estado investigando durante toda la semana. Al principio había pensado que se trataba de una fecha señalada para algún acontecimiento en algún lugar, pero no encontré nada que me pareciera relevante en relación con mi cita. Entonces me decidí por buscar restaurantes en los que se hiciera algún evento especial. Tampoco hubo suerte. Después vinieron los cines, después los espectáculos, obras de teatro y óperas. Ahí es donde encontré algo lo bastante relevante como para tener una oportunidad. El 28 a las 19.30 había dicho ella. Entre toda la cartelera apareció como una señal iluminadora un título que destacaba sobre todo lo demás que podía haber despertado en mí la más mínima sospecha. Tenía que tratarse de eso. No había lugar a dudas.
Reservé dos butacas en uno de los palcos semiprivados del Vivian Beaumont, en pleno Broadway. En esa ocasión llevé mi Tesla, y fui con tiempo de sobra para poder recoger lo que había preparado para mi una artesana estupenda a la que había conocido en una fiesta de fin de año de la empresa. Su talento con las manos era asombroso a muchos niveles, su atención al detalle y su delicadeza, espectaculares. Aguardé en la entrada, en un punto visible, envuelto en un traje negro con chaleco gris y camisa blanca de algodón. Era bastante transpirable, pero aún así estaba deseando poder meterme en el interior del teatro donde sin duda la temperatura sería bastante mejor. Llevaba un bonito alfiler dorado coronado con una rosa roja de seda a juego con el pequeño presente que había seleccionado para Elektra. Se trataba de un pequeño ramillete que podía ponerse a modo de alfiler o en la muñeca, con dos pequeñas hojas de orfebrería dorada hechas a mano, unas cuantas perlas y cuya figura central era una rosa de terciopelo cosida pétalo a pétalo. Sostenía mi regalo con cierto nerviosismo. Estaba en una pequeña caja transparente. Mi mirada recorrió a los presentes, a esperas de que ella llegara y confirmara por fin que había sido capaz de sortear ese desafío que me había mantenido en una agridulce sensación de anticipación que estaba, por fin, a punto de dar paso a un segundo encuentro para el que, ahora sí, estaba más que preparado.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 1st Febrero 2021, 01:19
Elektra aguardaba sentada en un banco de la plaza que estaba al otro lado de la enorme fuente que flanqueaba la entrada al teatro, un lugar privilegiado desde el que podría observar a todos los que iban llegando para disfrutar la función. No sabía muy bien qué esperar, ya que por lo general, en lo que a su vida amorosa se refería, no solía haber cabida para segundas citas, y las veces que lo había intentado había terminado desastrosamente mal. A decir verdad, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. ¿Qué era lo que pretendía conseguir aquella velada? ¿Una simple noche de sexo como tantas otras? Entonces... ¿por qué se había molestado en organizar una cita formal como aquella? Podría haberse limitado a deslizarle en el bolsillo la dirección de su hotel y el número de su habitación. ¿O es que Silvaine era diferente? ¿Por qué? ¿Porque le había recordado todas las cosas buenas de Mack combinadas con la elegancia de Matt? Si ése era el caso haría bien en recordarse a sí misma que uno de esos dos hombres había terminado muerto y el segundo odiándola. Y en ambos casos por culpa suya.
Después del asesinato de Mack se había prometido a sí misma que no habría más citas "románticas". Con Mack había intentado negarse, pero él había insistido tanto, había sido tan persistente, y tan tierno, que se había permitido a sí misma la indulgencia de ceder cuando no debería haberlo hecho. Con Silvaine había empezado como siempre lo hacía: como un juego. Para ella siempre empezaba igual, con la excitación de la caza. Le gustaba plantear retos a sus conquistas, comprobar si les interesaba lo suficiente como para verlos arriesgarse en el juego. Eso siempre le demostraba quién merecía la pena y quién no, y era cierto que había despertado su interés aquella noche en el restaurante, pero no sabía por qué se le había ocurrido invitarle al teatro. Eso siempre daba una mayor sensación de... intimidad.
Cruzó las piernas, incómoda ante el pensamiento, provocando que la abertura de su vestido de noche dejara al descubierto su bien torneada y musculada extremidad, que finalizaba en unos elegantes tacones negros de pedrería. Sus codos enfundados en largos guantes negros se apoyaron en el respaldo del banco. Se había moldeado el cabello en suaves ondas que caían por su espalda revelando apenas unos pendientes rectangulares de cristal de Murano, a rayas blancas y negras. Completaba el conjunto un sencillo collar de cuentas negras diseñado únicamente para hacer resaltar el generoso escote. Elektra siempre había sido de gustos simples, a pesar de proceder de una familia adinerada. Cuando se arreglaba no le gustaba la ostentación innecesaria. En su experiencia, la mayoría de las veces menos era más. Además, estaba acostumbrada, por su línea de trabajo, a llamar poco la atención, aunque por desgracia en aquél momento, sola en el banco, destacaba demasiado, a juzgar por el imbécil que se le acercó con la mirada prendida en su pierna descubierta. El tipo se plantó ante ella y fue a abrir la boca para decir algo, pero la mirada fulminante que le dirigió la griega fue suficiente para hacer que se atragantara con las palabras.
- Largo -le dijo. Una simple palabra, pronunciada en un tono de voz bajo pero amenazante fueron todo cuanto bastó para hacer que el baboso se marchara con el rabo entre las piernas sin que ella le dirigiera una segunda mirada.
¿Acudiría Silvaine a la cita?. Sabía que podía llegar a causar un fuerte impacto en los hombres, pero... ¿tanto como para merecer el esfuerzo de resolver su enigma? No podía estar segura, y quizás sería mejor si no...
Se detuvo cuando la imponente e inconfundible figura del hombre de metro noventa que había conocido en el restaurante se bajó del moderno coche eléctrico. Incluso a aquella distancia no pudo menos que contener el aliento. Ya cuando le había conocido le había parecido un hombre atractivo, pero aquél traje realzaba todos sus encantos naturales, haciéndole parecer aún más varonil y apuesto. No se levantó de inmediato, sino que se permitió unos minutos para disfrutar de aquella vista y del hecho de saber que, posiblemente, se estaría poniendo nervioso al no saber si había acertado la adivinanza o no. Una maliciosa sonrisa se dibujó en sus labios, perfilados de un intenso carmín, ante el pensamiento.
Cuando consideró que ya le había hecho sufrir suficiente, se levantó del asiento y caminó despacio hacia él. En un momento, dado, el francés acertó a mirar en su dirección, y fue en ese instante cuando la vio.
Una rosa. Una rosa de terciopelo.
Él le había ofrecido una rosa. Pero a ella no le gustaban las flores cortadas.
Aquella rosa no moriría nunca. No se descompondría lentamente, perdiendo sus pétalos uno a uno hasta terminar convirtiéndose en un tallo mustio y seco. Aquella rosa permanecería siempre igual de bella y fresca. Inmutable.
Sin pensar, cubrió los últimos pasos que le separaban del francés y, sin previo aviso, le agarró bruscamente por la nuca y le atrajo hacia sus labios, regalándole un profundo, intenso y apasionado beso que pareció durar una eternidad. Cuando por fin terminó, se separó de él, le miró a los ojos y esbozó una sonrisa juguetona.
- Te dije que te recompensaría si conseguías adivinar el nombre de mi perro... -musitó, pasando levemente el dedo índice sobre los labios que acababa de saborear-. ¿Entramos?
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 13th Febrero 2021, 23:04
Estaba empezando a ponerme nervioso. Miré la hora por decimoquinta vez. Seguían siendo las 18.58, como las últimas quince veces que lo había mirado ya ese minuto. Traté de serenarme con un único objetivo: Que no se me viera desesperado por completo. Tenía que intentar mantener la calma. Había comprobado mi apariencia, mi aseo, la hora y las entradas mas de diez veces antes de salir. Me había preocupado de darle cuerda al reloj y cuadrarla con sumo cuidado, había guardado las entradas en el sobre que llevaba en el interior de la chaqueta. Volvía mirar la rosa que reposaba dentro de la caja y empecé a pensar si todo aquello no había sido lo más estúpido que había hecho en mi vida. Podía haber esperado a conocerla un poco más para hacerle un regalo, sobretodo cuando no sabía qué opinión tendría de un arreglo así. ¿Parecería demasiado formal, o por el contrario le parecería un detalle infantil más propio de un baile de promoción que algo que regalar a una mujer tan atrevida? Noté como se me empezaba a secar la boca a medida que el segundero pasaba con una lentitud que me parecía irreal por completo. Después llegó una inquietud que en nada tenía que ver con cada detalle, si no que recaía sobre lo más primordial de todo aquel asunto. ¿Sería esa la respuesta de su enigma? ¿Y si había perdido el objetivo? ¿Y si había errado en sus deducciones? Incluso aunque hubiera acertado, podría darse el caso de que ella lo hubiera repensado mejor y hubiera decidido no ir. Por mucho que le doliera el ego admitirlo, el día en que se conocieron era probable que no le hubiera causado la mejor impresión a causa del hambre, el cansancio, y la presión que socializar podía ejercer en su temperamento cuando no lo esperaba. Si a eso se le sumaba el hecho de que jamás ninguna mujer se había tomado los atrevimientos de los que Elektra había alardeado con tal naturalidad que habrían dejado sin palabras a cualquiera habían complicado aún más la situación para él.
Por primera vez sentía que algo estaba a punto de escapárseme de las manos, algo a lo que no estaba habituado en absoluto. Había pasado la vida dejando que mis padres me impusieran la necesidad de control. Había aprendido a llevarlo a cabo en cada faceta de la vida. Lo que hacía, donde estaba, qué estudiaba, qué optativas cogía. Todo tenía que estar enfocado a unos objetivos que eran los que me habían convertido en quien era ahora. Una persona capaz de obtener lo que deseaba.
Sólo recordaba haberme sentido así una vez. Observé la rosa de terciopelo dentro de la pequeña caja transparente. Mis recuerdos retrocedieron hacia un momento en el que sentía un vértigo similar, mientras mi novia de juventud corría sobre algunos de los momentos mas agridulces que permanecían dentro de mi memoria, en algún lugar al que nunca llegaba cuando estaba inmerso en las cifras y las estadísticas. De la dulce agonía de nuestras fantasías y el aterrador miedo que me llenaba de emoción cuando nos planteamos huir juntos sin mirar atrás.
No había funcionado. Cierto.
Pero nada podía quitar que, a pesar de la presión, del miedo al fracaso, de no corresponder a las expectativas que había puestas en mi y de la responsabilidades que tenía, la idea de que algo pudiese escapar de mi control y arrastrarme hacia algún lugar plagado de emociones, deseos y apetitos en los que de nada me sirviese la planificación, la atención al entorno o estar pendiente de cada detalle... era tan excitante que mantenía mi expectación a flor de piel.
Mis ojos se pasearon de nuevo por el entorno, cargados de una nueva energía. Seguridad. Ella vendría, porque no podía dejarme deseando más de aquella montaña rusa que me había hecho sentir. Justo cuando esas palabras resonaban en mi mente, mis ojos se cruzaron con los de aquella visión de seda negra y labios carmín. Respiré de nuevo, notando como el oxígeno me llenaba el cuerpo de una sensación de fuerza que aceleró con suavidad mis pulsaciones. No pude evitar una genuina sonrisa cuando la vi venir hacia mí. La traviesa sensación de mi mirada escapándose durante un instante a la larga travesía de su piel dorada, que podía ver aparecer y desaparecer por la elegante abertura de su vestido. Su pelo negro ondeaba como las olas de un mar negro chocando con el acantilado de unos hombros torneados. Con la misma elegancia mística con que las sirenas envolvían a los marinos en sus cantos, antes de arrastrarlos hasta el mar... Así es como sentí que una de sus manos se alargaba hacia mi cuello, y me atraía con una fuerza imparable.
Me arrastraba en aquella vorágine maravillosa para la que creía haberme preparado durante toda la semana. Un tremendo error.
El tacto de sus labios, que no había fantaseado poder acariciar hasta el final de la noche si era afortunado, me impactó con la voracidad de su sensualidad desatada. Cálidos, húmedos y llenos de un anhelo satisfecho que me regalaba en aquel atrevimiento que no dejaba de sorprenderme. Mi sorpresa duró apenas un par de segundos, antes de cerrar los ojos de inmediato y elevar mi mano libre hacia su mejilla con una suave caricia que me permitió ladear mi rostro para profundizar en ese delicioso contacto.
Mi barco entero podía irse a pique si con eso conseguía que aquella indómita criatura siguiera besándome. Podía arrastrarme al mar, o ahogarme y habría seguido valiendo la pena cada segundo.
Al separarnos se hizo aún más evidente para mí el matiz de su sabor. Tragué saliva y la contemplé con el rostro lleno de un suave sonrojo, no a causa de la vergüenza, si no se la fogosidad. Sus labios habían dejado un delator rastro rojizo sobre los míos, algo que no me hubiera importado aunque hubiera sido capaz de notarlo. Respiré con agitación mientras ella iniciaba una conversación con tono distendido y juguetón, paseando uno de sus dedos sobre mis labios retirando de paso los restos del carmín.
Cuando me preguntó, le ofrecí de inmediato mi brazo, en un gesto mecanizado que había aprendido en todas esas reuniones en las que el protocolo era tan importante, haciendo una pequeña invitación con la otra y dándome cuenta entonces de que mi regalo continuaba allí. Después de aquello, lo vi como si fuera algo ajeno a mi brazo. Seguía inmerso en el cosquilleo que ese beso me había dejado por todo el cuerpo.
- Ah, te he traído un detalle. - avanzamos sin prisa hacia la puerta, mientras le mostraba la pequeña cajita. - Es sólo una chuchería. ¿Me permites?- me detuve y la abrí para que lo viera. Utilicé la palma de mi mano para elevar su izquierda y colocar con delicadeza el corsage en torno a la silueta de su muñeca envuelta en el guante negro. Lucía maravilloso en ella. - ¿Es tarde para decirte que estas deslumbrante?- Habría deseado poder decírselo antes.
Aunque debía admitir que no tenía queja alguna de que ella hubiera comenzado aquella cita con algo más que un "hola" o un "Bonito traje".
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 4th Abril 2021, 01:07
Elektra esbozó una sonrisa ante el delicado presente.
- A menudo los mejores regalos son los que menos importante parecen -musitó, acariciando los suaves pétalos de terciopelo mientras recordaba la expresión de felicidad de su padre cuando le había regalado aquél torpe collar infantil que Stavros le había enseñado a hacer por el día del padre. Cuando alzó la mirada hacia Silvaine, había fragilidad en sus hermosos ojos grises, una vulnerabilidad honesta y sincera que rara vez se mostraba ante los demás-. Gracias, Silvaine... Es precioso -dijo, llevándose la mano con el adorno al pecho, como si quisiera sentirlo contra su corazón-. Has acertado completamente. Puede parecer una tontería... pero el jardinero de mi padre me enseñó cuando era pequeña a respetar y proteger los seres vivos que están bajo nuestro cuidado, y, desde entonces, nunca he vuelto a cortar ninguna flor. Sin embargo, siempre me han gustado las rosas...
Stavros aún seguía vivo, y aún trabajaba los jardines de la mansión de sus padres. Elektra se había preguntado muchas veces qué diría si supiera a qué se dedicaba.
Sin embargo, aquella momentánea vulnerabilidad que había permitido al francés vislumbrar un atisbo de su verdadero ser no tardó en desaparecer, como cuando el viento aleja la nube que había estado ocultando el sol y éste vuelve a reaparecer en toda su gloria, siendo reemplazada una vez más por aquella expresión decidida, resuelta y un tanto descarada que la caracterizaba. Cuando él elogió su aspecto, ella se permitió recorrer lenta y sugerentemente con un dedo la seda de su corbata.
- Tú no estás nada mal tampoco -contestó, antes de ponerse de puntillas para susurrarle al oído-: No sé si seré capaz de aguantar hasta el final...
Y, sin más, se apartó de él para adentrarse en el teatro con la seguridad de quien no necesita mirar atrás para saber con certeza que su acompañante iría detrás. Una vez en el palco, se sentó junto al francés cruzando las piernas de una manera calculada que dejaba la suficiente cantidad de piel a la vista para resultar elegante y no escandaloso, y tomó los pequeños binoculares que les ofrecían para distinguir bien la representación desde la distancia.
La obra comenzaba con un centinela del palacio real, en Argos, que avistaba la señal de la caída de Troya y el retorno de Agamenón, que llevaba fuera diez años, batallando en la guerra contra Troya. A continuación, entró en escena un coro formado por ancianos que comenzó a relatar las desgracias acaecidas a Agamenón durante la guerra, y de cómo habiéndose encontrado varado en un mar en calma tuvo que sacrificar a su hija Ifigenia a Artemisa para conseguir vientos favorables que le permitieran continuar su viaje mientras su esposa, Clitemnestra, ajena a todo, iniciaba una relación con el primo de su marido, Egisto.
A su regreso, Agamenón trae consigo a una esclava como concubina, lo cual no hace sino encender aún más la ira de Clitemnestra, furiosa ante la noticia del sacrificio de su hija. Elektra siempre se había preguntado cuál era la razón de la fascinación que sentía su padre hacia la figura de Agamenón, hasta el punto de nombrar a sus hijos como dos de los descendientes del monarca espartano, que era claramente un capullo, con una mujer que le había estado siendo infiel durante los diez años que había estado fuera. ¿Quizá era por las infidelidades de su propia esposa? ¿Se había visto representado de alguna manera en la figura trágica del monarca? Su padre siempre había sido un apasionado de los mitos griegos. Había algo en el hecho de que terminaran siempre en tragedia que Hugo Natchios encontraba... atrayente. Quizás encontraba la catarsis a través del "consuelo" que le otorgaba la contemplación de situaciones más trágicas que la suya, aunque al final, su vida había terminado pareciéndose demasiado a la del antiguo gobernante...
La escena de la muerte de Agamenón se mantuvo fuera de escena, escuchándose únicamente el sonido de las puñaladas que Clitemnestra le asesta durante el baño. Fueron tres veces las que le apuñaló. Tres. El mismo número de golpes que se usaba para sacrificar a un animal en la antigua Grecia. El mismo número de balas que atravesaron el cristal de la ventana de la universidad para alojarse en el cuerpo de su propio padre. Tres. Y Elektra cerró los ojos y se estremeció ante cada una de ellas.
Finalmente, la escena se movía a un lateral del escenario, que se iluminaba revelando los cadáveres de Agamenón y su concubina junto con Clitemnestra, quien, con la túnica espantosamente cubierta de sangre, declamaba cómo se había hecho justicia por la muerte de su hija y el ultraje de su marido al traer su amante a casa. La obra finalizaba con el coro recordando la existencia de Orestez, el hijo de Agamenón, vaticinando un nuevo derramamiento de sangre en un ciclo sin fin alentado por las Furias, personificación de la venganza y el antiguo concepto del castigo.
La historia de cómo Orestez mataba a Clitemnestra para vengar a su padre se contaba en la segunda parte de la trilogía de la Orestíada, las Coéforas, que era la obra que ella había representado cuando trabajaba de bailarina clásica, sólo que en su versión de la historia, era Elektra y no Orestez la que vengaba a su padre y era perseguida por las Furias.
A la salida del teatro caminaron en silencio unos minutos, asimilando la obra que acababan de ver. En un momento dado, la mujer entrelazó sus dedos con los del francés mientras caminaban, mirándole de soslayo.
- Bueno... ahora me conoces un poco mejor... ¿qué te ha parecido la obra? Puedes ser sincero, no a todo el mundo le gustan las tragedias griegas. Sé que pueden llegar a ser un tanto... densas. Imagino que muy diferentes al teatro francés...
El argumento de la obra les proporcionó conversación durante todo el camino que tardaron en llegar hasta el centro de Midtown Manhattan, no muy lejos del lugar de la representación. Elektra se detuvo a la entrada de un sofisticado restaurante donde se podía leer: Fournos Theophilos, Greek Food Culture.
- Como la última vez estuvimos en un restaurante francés, me pareció apropiado enseñarte hoy un poco de mi cultura de origen. El Fournos Theophilos es un lugar especializado en platos tradicionales griegos elaborados de manera casera, y el menú es muy extenso. Y lo mejor de todo: Preparan comida para llevar -le susurró acercándose más hasta pegar sugerentemente su cuerpo al del moreno-. No sé tú... pero yo estoy deseando llegar al hotel... -confesó con un brillo pícaro en la mirada-. Espero que no te importe que haya pagado la habitación por adelantado... Me pareció justo considerando que tú habías pagado las entradas al teatro. Ven... -le invitó, tirando de su mano para hacerle entrar al establecimiento.
Dentro, la decoración les transportó de inmediato al Egeo con sus azulejos blancos, las mesas de madera natural y sus acabados de metal negro, así como las muestras de arte griego decorando las paredes. Elektra se adelantó para hablar en su idioma natal con un hombre mayor que estaba moviendo sacos de harina tras el mostrador y regresó con un extenso menú que le entregó a Silvaine.
- ¿Qué te gustaría probar? -inquirió, en un tono lo suficientemente ambiguo como para provocarle palpitaciones.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 27th Diciembre 2021, 19:37
Había algo en el modo en que se movía. En la manera en que hacía inflexión con la muñeca para comprobar la chuchería que le había regalado a modo de detalle. Apreciándola a la vista, acariciándola al tacto con cuidado. El modo en que lo trataba logró hacerme envidiar cada uno de los pliegues que formaban esa rosa bajo el delicado roce de sus dedos. Entonces me asomé a ese rostro que parecía lleno de una serena honestidad. Por un instante fui capaz de ver en ella la mayor de las bellezas con que una mujer podía obsequiar a un hombre. Natural franqueza. Porque nada se volvía más frágil que un ser al desnudo, apresado por la realidad de su propia naturaleza. Eso hizo que mi sonrisa se desvaneciera de manera fugaz por unos pocos segundos, consciente del milagro que presenciaba. En ese instante no era esa mujer desbordante de pasión, lujuria e ingenio, en la que en cierto modo veía un reflejo de mí mismo. En ese preciso momento, la vi a ella. A Elektra.
Y aquello significó más para mí de lo que me habría gustado admitir incluso para mis adentros.
Había pasado tanto tiempo rodeado por la cortesía, educación y protocolo, que olvidaba que aún existían personas capaces de dejarse llevar sin miedo a que eso arruinara sus nombres, sus empresas, o las opiniones que el resto de sus “iguales” pudieran tener de ellos. La envidia me restalló como un fuego artificial, fugaz, haciéndome retomar mi sonrisa cuando me di cuenta de que era otra cosa que podía admirar y temer de aquella indómita mujer.
Retomó su evocador modo de ser unos instantes después, y eso me colocó en una posición más cómoda en la que estar. En esta ocasión, a pesar de que la iniciativa tenía una marcada líder por el momento, estaba preparado y dispuesto a pelear por esa dominancia. No era como la anterior vez, en la que mi cansancio sólo me había permitido rezar a cualquier deidad dispuesta a escuchar la posibilidad de un segundo encuentro. Debía marcar la diferencia en ese segundo encuentro, y haría lo posible por conseguirlo.
De nuevo quedé atrapado en el modo en que se movía. Lo hice de tal modo que ni siquiera me dio tiempo a percatarme de las miradas curiosas o reprobadoras que pudieran lanzarme aquellos que tal vez me reconocían del trabajo. Dejé que me atrapara mientras avanzaba guiándonos hasta uno de los palcos principales. Era como si la vida misma llevara su propio ritmo y solo ella fuese capaz de danzar de manera natural, mientras los demás nos esforzábamos de manera salvaje por mantener la idea de que éramos capaces de bailar, por un rato al menos. Nos sentamos y disfrutamos de la obra, pero mi mirada se escapaba de vez en cuando hasta ella. El modo en que dejaba caer sus párpados cuando se asomaba a través de los pequeños binoculares. La preciosa curvatura que encontraba su mandíbula con su cuello, o el modo en que se estremecía con sutilidad durante los momentos más dramáticos. Sentí una auténtica conmoción cuando Agamenón fue acuchillado tres veces y observé como ella cerraba los ojos como si rindiera por un segundo significativo un reverente luto silencioso. Incluso sin quererlo parecía querer decirme algo que no estaba seguro de ser capaz de comprender. Como si no parara de darme pistas para resolver el enigma que era para mí.
Ambos caminaron en silencio, dejando que el peso de los sucesos en la obra llenaran el aire les envolviera con solemne armonía. Los dedos de ella de deslizaron entre los suyos como los sugerentes anillos de la serpiente que tentó a Eva.
- Es... complejo. - levanté la mirada, dejando que se perdiera entre la borrosa luz de los edificios que se acercaban a nosotros paso a paso. - Hay algo en la tragedia griega que nos hace ser conscientes de nuestra vulnerabilidad como seres humanos. Remueven sentimientos muy arraigados y todas poseen un fondo turbio en el que se esconde un terror primigenio que todos nosotros compartimos. -mis ojos se contrajeron un segundo, en un sutil tick pensativo. - Lo lamentable de la mayoría de tragedias griegas es que son inevitables. No importa lo que suceda, el destino te alcanzará, tal y como lo dictan los Dioses. Para mí, es más que eso. Es el terror que provoca la idea de estar atrapado en ese bucle sin fin en el que todo está ya fijado. Donde no existe la elección. Cuando a uno le mueve el espíritu de mejorar, de luchar, de cambiar... esa idea es terrorífica. - sugerí, dándome cuenta de que había convertido la conversación en una discusión filosófica que podría llegar a resultar aburrida.
Para mi sorpresa, nada más lejos de la realidad. Ambos intercambiamos una enriquecedora visión de la obra, y de la libertad personal, hasta llegar a un restaurante griego. Se me antojó como una elección cuidadosa y planificada, algo que a su vez sugirió que Elektra tenía el mismo interés que yo en prestar atención a los detalles. La idea de que ella pudiera estar haciendo esfuerzo alguno por agradarme y demostrar que le importaba me resultó encantadora y adorable en el sentido paternal. Como si sólo pensar que tuviera que hacer más para fascinarme resultara ridículo, porque siendo honesto, el primer encuentro había bastado para mantenerme despierto gran parte de la noche.
- Suena delicioso.- le murmuré, trayéndola suavemente en un ademán hacia mí, dispuesto a compartir con ella un suave y fugaz beso en los labios. Sin embargo, la acción quedó inacabada en un abrazo. - ¿Para llevar?- pregunté entonces, un poco desconcertado.
La situación aceleró de cero a cien cuando ella sugirió que pidieran comida para llevar. Notaba incluso a través de la tela la calidez que desprendía su cuerpo. Recalculé todo lo rápido que pude el estado del piso antes de salir. ¿Le tocaba ir a la señora de la limpieza, y de ser así, qué habría limpiado? ¿Tenía el piso lo bastante presentable para invitarla? Y en un nuevo giro vertiginoso de los acontecimientos, ella declaró su intención de ir juntos a un hotel. El hormigueo de la anticipación me recorrió desde la punta de los dedos hasta la espina dorsal. La líbido me bombardeó el cerebro llenándolo de fantasías y tuve que hacer el mejor de mis esfuerzos por centrarme en la carta, si quería ser capaz de llegar andando hasta allí. Tenía que procurar mantener la calma. Disfrutar el momento. Sus provocaciones estaban haciendo de eso una tarea titánica.
-¿Qué tal spanakopita? Suena apetecible y divertido de decir. - sugerí tratando de centrarme de nuevo en la comida, intentando eclipsar la imagen de sus labios recorriéndome el cuerpo. - Aunque estoy abierto a cualquier sugerencia. - añadí dejando mi carta, y abrazándola desde atrás para asomarme a la suya, mis brazos agarrando con delicadeza su cintura, uniendo mi mejilla con la suya. Aproveché mi cercanía para besar con ternura su cuello, respirar su aroma...
Y volví de un salto a mi adolescencia, cuando la dulzura y picardía del enamoramiento prematuro era lo único que importaba.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 26th Enero 2022, 01:20
El destino... El peso de las palabras de Silvaine se abatió sobre ella con una profundidad mucho mayor de lo que el francés habría imaginado, pero no parecía aburrida ni disgustada, sólo... pensativa.
La muerte había sido siempre la única constante en su vida. Incluso había nacido de ella. Su madre había muerto antes de que pudiera conocerla, tiroteada por los sicarios contratados por un hermano vengativo. Su padre hizo lo que pudo para salvarla, y la trajeron a la vida de una cáscara vacía. Aún seguía sin saber si debía estar agradecida.
"Elektra", había dicho su tía Alexia una vez, cuando pensaba que ella no la escuchaba. "¿Qué, un nombre cristiano no era suficientemente bueno para ella? ¿Y elige un mito feliz? No. Lo he mirado. La historia de Elektra es una tragedia, y así será su historia. El nombre dicta el destino".
No tendría más de cinco o seis años entonces, pero ya era mucho más despierta de lo que su tía pensaba. No sólo escuchó la conversación con su tío, sino que la entendió, y se le quedó grabada para siempre.
Hizo todo lo posible por demostrarle a su tía que no tenía razón, que podía escapar del destino. Fracasó.
Recordaba a la perfección el momento en el que su hermano se había enfrentado a los hombres que la habían secuestrado cuando tenía diez años. Recordaba el resplandor de su hoja al atrapar la luz del sol hasta que la sangre opacó su brillo. Sabía que debería haber apartado la mirada, pero no pudo. Ya entonces la muerte la fascinaba.
Y después, la propia muerte la había acogido en su seno, cumpliendo así el destino trágico que le había sido profetizado. Pero ni siquiera aquello le había traído paz.
- Sí... inevitable -asintió, mirando a su cita con expresión indescifrable-. No se puede escapar de las Furias.
De alguna manera parecía como si el francés estuviera describiendo su vida. El ciclo eterno de muerte, el bucle sin fin que la obligaba a recaer cada vez que intentaba salir del pozo de sangre en el que terminaba ahogándose una y otra vez.
- Para mí no es terror -musitó, apartándose un mechón de cabello rebelde de la cara-. Cuando ya sabes que lo inevitable va a ocurrir llega un momento en que lo asumes y ya no te importa nada. Es más la sensación de amargura... el pesar -concluyó, agachando la mirada.
Y una vez más se encontraba a punto de repetir otro de los bucles de su vida, el del sexo sin significado. Sabía que nunca podría volver a sentir por ninguno lo que había sentido por Matt, y sin embargo allí estaba, compartiendo un pedacito de su identidad con un hombre maravilloso que se merecía algo mejor.
Quizá fue ese pensamiento repentino lo que impidió que el acercamiento terminara en un beso, pero Elektra lo descartó de inmediato. Aquella noche no era para pensar en Matt. Aquella noche era para desconectar de todo y reconectar con otro ser humano, para encontrar algo de calidez en el cuerpo de un ser vivo y olvidarse por un rato de la montaña de cadáveres que la seguía allá donde iba. Realmente lo necesitaba después de su reciente enfrentamiento con La Mano y del descubrimiento que había hecho a finales de julio de que su hermano perdido se había convertido en un traficante de armas y terrorista a nivel internacional. Se trataba de algo que aún no había llegado a asimilar del todo.
- Para llevar... -le confirmó, pasando sugerentemente el dedo por sus labios antes de clavar una mirada intensa en la suya-. A menos que creas que no vas a ser capaz de manejarlo...
Él dejó entonces su carta para abrazarla desde atrás y depositar un suave beso en su cuello que ella recibió con un ronroneo de placer.
- Mmmmm... Pastel de espinacas... Es una excelente elección para el primer plato... -dijo, cubriendo con la mano izquierda la que envolvía su cintura y utilizando la derecha para unir más el rostro del hombre contra el suyo-. Para el segundo deberíamos optar por algo que no sea demasiado pesado, como un souvlaki acompañado con pan de pita y tzaziki. Creo que te va a encantar... Y tengo otras sugerencias... pero esas te las revelaré en el hotel...
Se liberó de su abrazo para hacer el pedido, al que añadió una botella de Retsina y unos cuantos Baklava para el postre. Mientras esperaban a que estuviera el pedido, el dueño les indicó que podían sentarse a esperar en una de las pequeñas mesas del establecimiento. Destacaban bastante vestidos de aquella guisa en un lugar tan humilde, pero, por fortuna, aquella noche el local estaba prácticamente vacío. Uno de los camareros les trajo unas aceitunas para picar mientras esperaban, y Elektra tomó uno de los palillos y se introdujo el preciado fruto en la boca.
- Dime... ¿cuáles son los platos típicos de Francia? -le preguntó, pero antes de que el hombre tuviera ocasión de responder, notó algo inconfundible... el roce de un pie desnudo contra su pierna por debajo del pantalón...
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 13th Mayo 2022, 16:24
Había muchos modos de sacar lectura a las palabras de mi acompañante, pero lo que me transmitió fue una tremenda pena. Como si de alguna manera, durante su vida, hubiera tenido que afrontar una serie de situaciones tan complejas y dolorosas que suprimían en su mente la posibilidad de escapar a la figura que era el destino. En mi caso, nunca había creído en tal cosa. Si pensaba que uno era capaz de ganarse lo que se merecía, si lo peleaba con uñas y dientes. El esfuerzo debía dar recompensa. El trabajo dar sus frutos. No es que fuera lo bastante estúpido para pensar que todas las personas que trabajaban duro iban a triunfar. No era tan inocente. Eso estaba reservado para los que tenían la combinación perfecta de atributos que se necesitaba cuando la ocasión era oportuna. Si no tienes una buena idea, el trabajo que pongas en una mediocridad no te ayudará a alcanzar la excelencia. El ingenio, los contactos, la educación, la gente con la que te cruzabas. Todo ello tenía que tener un equilibrio que te permitiera, en la proporción adecuada, abrir las puertas hacia el siguiente piso. Era un experto en eso, aunque también era cierto que no daba mi brazo a torcer jamás. Aunque la situación se complicara hasta límites por los que otros no eran capaces de pasar, no me rendía.
- Eso sólo sirve para quienes están dispuestos a dejar que los demás decidan sobre ellos. Dejar la vida ser. - dije eso con una sutil nota de disgusto, pero recobré las formas a tiempo de darle un suave caricia con el pulgar en los suaves nudillos de la mano que estaba abrazada a la mía. - Tu no pareces una mujer capaz de dejar la vida pasar. Más bien alguien capaz de agarrarla del pescuezo y convencerla de rendirse a tu voluntad. - susurré, con tono sugerente.
Al menos conmigo habría podido hacerlo, si lo quisiera. Lo había demostrado de sobra en el primer encuentro, y de hecho, si estaba allí era por el creciente deseo que había hecho germinar en mí. Le habían bastado unas palabras para sentarse a la mesa. Si lo hubiera pedido, habría sido capaz de cederle mi cena. Sólo habría tenido que pedirla con la energía natural que desprendía, con que parecía hacer cada cosa. Como si fuese la dueña de todo lo que alcanzaran sus almendrados ojos de divinidad.
Creí que aguantaría sus provocaciones mientras esperábamos nuestra orden. Nunca había tenido más ganas de que un grupo hostelero se ganara una propina por eficiencia. Les pasaron a una pequeña y discreta mesa, con unos manteles acabados en figuras geométricas tradicionales. Todo desprendía autenticidad por los cuatro costados. Todo salvo nosotros, que parecíamos arrancados de la portada de alguna revista de moda, como un mal colagge en el que un niño pudiera poner a trabajar su imaginación uniendo elementos diferentes sin importar nada más que el puro y divertido eclecticismo de una mirada infantil.
Estaba a punto de iniciar una conversación casual. Algo que le salvara de ahondar en los pensamientos que tener su cuerpo tan cerca eran capaces de provocar. Hablar de la comida francesa, una de las más grandes gastronomías del mundo, era algo lo bastante inocuo. No tuve oportunidad de responder, porque en cuanto quise hacerlo, noté el inconfundible tantear de una suave caricia en torno a mi tobillo. Di un respingo leve en mi silla, tratando de mantener las formas en todo momento, pero aquel atrevimiento fue por completo inesperado. Parecía un gesto inocuo, pero Elektra no era el tipo de mujer que trataba de comedir sus gestos para dar lugar a posibles interpretaciones. Ella mantenía la voz cantante en todo momento. Justo cuando pensabas que podría limitarse a juguetear y permitirte dudar de sus intenciones, encontraba un modo nuevo de, con un encantador equilibrio entre sutileza y acciones directas, expresar con claridad qué es lo que deseaba.
Carraspeé, tratando de calentar mis cuerdas vocales, decidido a responder a pesar de las traviesas atenciones que aquel pie estaban brindando a mi pierna, y que me enturbiaban el cerebro con más imágenes de qué más se atrevería a hacer sin importarle si estaban en público o no.
Por un instante recordé su provocación y el intrusivo pensamiento de no ser capaz de estar a la altura sólo encendió mi espíritu competitivo, dispuesto a demostrarle lo mucho que se equivocaba.
- Hay...- tragué saliva, controlando el tono sereno que quería mantener. No dejaba de mirarla a los ojos, mientras un sutil sonrojo se apoderaba de mis mejillas. Hasta verla masticar era un espectáculo. - Una gran variedad de platos en la cocina francesa que son famosos en el mundo. Foie, Scargots, Quische. Todos exquisitos, pero si en algo destacamos, es en panadería. El pan francés es el mejor del mundo, sin discusión. - Cuando ella agarró una segunda oliva con el palillo, vi mi oportunidad. Alargué mi mano hacia la suya, con delicadeza, capturándola a medio movimiento. La atraje hacia mis labios, cogiendo la aceituna con cuidado, y luego ladeé mi rostro con suavidad, acariciando con mis labios sus nudillos, y depositando luego un beso en el reverso de su mano. - Mercí.- le susurré en mi idioma natal, antes de dejar ir su mano.
En ese momento ciertas ideas cruzaron mi mente. No querría tener que sacar todos mis ases de la manga en ese primer encuentro, pero como la cosa fuese así de seria desde el principio, no me quedaría más remedio que hacer uso de cada uno de mis recursos, que eran muchos y diversos. Puede que mi estilo de vida fuese más tradicional, pero a la hora de la verdad, a imaginación no me ganaba nadie.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 12th Junio 2022, 01:44
Sus enormes ojos grises se le quedaron mirando fijamente mientras hablaba de plegar la vida a su voluntad, sin sacar de la boca el palillo con la oliva, como si se le hubiera olvidado hasta masticar, de tan concentrada como estaba en sus palabras.
- Claro -asintió con tranquilidad, extrayendo finalmente el palillo vacío para dejarlo en el plato destinado a tal efecto, acompañando el recorrido con su mirada bajo aquellas largas pestañas-. Cuando estamos hablando de personas, así es. Mi padre decidía sobre todos los aspectos de mi vida cuando era pequeña. Decidió hasta qué carrera debía escoger, cuando yo siempre había deseado ser bailarina. Me decía a qué hora tenía que volver a casa, con quién debía salir, con quién no...
Su memoria regresó hasta aquellos maravillosos encuentros furtivos con Matt, teniendo que darle esquinazo a sus guardaespaldas para que su padre no se enterara.
- Pero me cansé. Me acabé cansando de todo eso. Incluso... acabé con una compañía de baile que también quería controlar mi vida y terminé marchándome para probar suerte por mi cuenta -añadió, refiriéndose al tiempo que pasó con La Mano-. No... efectivamente no dejo que nada ni nadie me controle más que yo misma. Yo elijo quién soy y lo que hago. Pero... hay determinados aspectos que no podemos controlar.
Entrecerró levemente los ojos, mirando a Silvaine con genuino interés. Ella era creyente, aunque fuese en un sistema de creencias pagano, y las dos relaciones estables que había tenido había sido con personas que también tenían fe. En cuanto a los encuentros sexuales ocasionales que mantenía, por lo general no duraban tanto como para hablar, y mucho menos sobre cuestiones religiosas, por lo que no estaba acostumbrada a tratar con personas que, claramente, no profesaban más creencia que en sí mismos. Aquella clase de personas solían concebir el mundo de una manera muy diferente, y ella no era nadie para juzgarlo, pero no se podía pedir de ella que no creyera en criaturas por encima del hombre cuando se había enfrentado cuerpo a cuerpo con la Bestia.
- Nadie decide sobre mí, y siempre he vivido la vida al máximo, pero hay cosas que no puedes rendir a tu voluntad. Cosas que van más allá del control humano. Me temo que cuando hablé de las Furias no estaba siendo metafórica -dijo, con una leve risa-. En mi familia nos hemos tomado siempre las antiguas tradiciones muy en serio, como ya habrás podido deducir de todo lo que te he mostrado de mí misma hasta ahora. Sé que no es un tema muy habitual para una segunda cita, y la verdad es que no suelo hablar de ésto, pero... soy creyente. Yo sí creo que hay algo... o alguien ahí arriba decidiendo nuestro destino, como las antiguas Moiras. Pero no te preocupes, no soy practicante. No tengo por costumbre acudir a los templos ni realizar ofrendas a los dioses. Grecia me pilla un poco lejos para eso -aclaró con una carcajada-. Tampoco me importan mucho las creencias de los demás. Pienso que este tipo de cosas deben de ser algo personal de cada uno, y que nadie más debe meterse.
Al ver cómo reaccionaba ante sus "atenciones", disimuló una risa divertida y descansó el codo sobre la mesa, apoyando la barbilla sobre su palma para poder disfrutar mejor del espectáculo. Resultaba adorable; quedaban muy pocos hombres hoy en día que aún se ruborizaran ante aquella clase de gestos. Le hacía pensar en Matt aunque se parecieran tan poco.
- Hay... -empezó él, y ella le animó con un asentimiento de cabeza.
- Ahá... -asintió, entre divertida y realmente interesada-. He estado alguna vez en Francia, durante alguna gira... Pero algo me dice que probaría los mejores platos franceses en tu casa... -añadió, jugando una vez más con los dobles sentidos, y el francés pudo notar como el travieso intruso que le acariciaba el tobillo comenzaba a ascender en su camino, llevándose consigo la pernera del pantalón.
De repente, pareció que el moreno se había cansado de simplemente reaccionar a sus avances y decidió tomar finalmente la iniciativa capturando su mano cuando estaba a punto de llevarse otra de las olivas a la boca, secuestrándola a medio camino. La griega se rio de buen grado, mirándole con un brillo renovado en los ojos, y se mordió el labio inferior mientras le veía masticar el codiciado entrante europeo.
- Hey... -bromeó-. Eso ha sido extremadamente... maleducado... -inclinándose adelante sobre la mesa, le cogió por la corbata, obligándole a acercarse a su vez a ella sin dejar de mirarle a los ojos-. Lo mínimo que podrías hacer sería compartir, ¿no te parece?
Y, sin mediar aviso alguno, le besó, demorándose en su interior como si realmente esperara captar algún vestigio de aquél sabor mediterráneo.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 30th Junio 2022, 03:16
Era curioso como las palabras de la griega causaban en mí diferentes efectos a medida que le daba a sus palabras una entonación u otra. Parecía capaz de convertir su voz en miel, endulzando cada uno de mis pensamiento si así lo deseaba, para luego transformarla en una brisa fría cargada de una triste nostalgia capaz de erizarme hasta el último cabello de la nuca. Tenía un poder hipnotizante. A través de esas enigmáticas historias dejaba entrever, mas allá de las veladuras, matices de su pasado que me descubrí ávido por compartir. Lo hacía porque a medida que ella hablaba, me arrastraba hacia una versión antigua y más joven de mí mismo. La imagen de un chiquillo lamentable que había resultado ser tan educado como estúpido y tan complaciente como intrépido.
Un joven que había hecho todo lo que se esperaba de él incluso cuando el hastío se convirtió en norma. Incapaz de discutir con sus progenitores por lo que quería. Aplastado bajo las espectativas, preparado para cumplir los objetivos que le iban marcando para sí costara lo que costara. Un impetuoso enamorado que estuvo dispuesto a renunciar a todo, por una sola cosa.
Amor.
Pero como bien había dicho Elektra, no todas las variables se pueden controlar. Como no pude controlar en su momento que la persona a la que más amaba fuese a abandonarme. La emborronada silueta de Colette se me vertió entre los picantes pensamientos que la griega inducía en mí sin el menor esfuerzo. Puede que no fuese si no una imagen idealizada, ahora conservada bajo una película protectora de morriña. Tras el primer amor hubo otros. Era capaz de recordarlas a todas con la titilante brasa de un cariño templado, resquicio de un ardor que en su día había experimentado con abrasadora intensidad.
No volver a perder contra lo incontrolable. Enfrentarse a esa idea cada día y alzarse vencedor. Ser capaz de renunciar, pero no tener que hacerlo.
Aquella era la perspectiva con la que Silvaine Blanc Dobois afrontaba la vida cada día que se despertaba.
- La lucha es cada dia. ¿Ne çest pa? - susurré, de manera cómplice.
Encontrar tal cantidad de similitudes entre ambos me hizo sentir arropado, casi protegido por la idea de que la magnífica mujer que tenía frente a mi sin duda se trataba de una persona única en muchos más sentidos de los que al principio había sido capaz de aventurar. Mentiría si no dijera que lo primero que llamó mi atención fué aquel físico escultural, que parecía querer replicar la belleza salvaje de la creación con la que Dios dotó a Eva. Después resultó que su carácter estaba lleno de desparpajo y sensualidad desbordante, mas próximas a las de una Lilith libre, que a la de la sumisa Eva. Lo mejor de cada primera mujer. Como si fuese capaz de alcanzar ese perfecto equilibrio, probando así que efectivamente, a la tercera es cuando va la vencida. Aquellas ideas habían dejado de hacer justicia a la griega, mucho mas compleja, interesante y misteriosa ahora que había empezado a asomarme mas allá, a las experiencias bordadas en su cuerpo, su sensibilidad y su mente.
- Tranquila. Lo entiendo. Yo fui educado en la religión católica. Recibí bautismo, comunión, incluso confirmación. Aunque no se puede decir que sea practicante tampoco.- admití, encogiéndome de hombros con suavidad. - Tengo un concepto de Dios menos idílico que la mayoría. Lo utilizan para encontrar consuelo. Paz. En mi caso, lo que me proporciona es la certeza de que siempre habrá fuerzas inexplicables que, sin importar si las entiendo o no, deberé afrontar. Cosa que pienso hacer, sin importar lo grandes, poderosas, o divinas que puedan llegar a ser. - compartí, a sabiendas de que en ese momento estaba dejando entrever una parte de mí bastante más personal de lo que acostumbraba en una segunda cita.
Elektra me había confiado ciertas cosas que parecían muy importantes para ella, y eso me permitía hablar con más libertad de la que acostumbraba. Pronto el objeto de la conversación pasó a otro plano más intrascendente, pero igual de difícil de manejar.
Continuaba haciendo alarde de esa descocada coquetería bien medida a modo de caricias y dobles sentidos de lo más picantes. De continuar de ese modo, acabaría por cometer una temeridad o una estupidez llevada por la lujuria que estaba empezando a acumularse, como mi sangre, en mi bajo vientre. El modo en que selló nuestros labios de nuevo, dejando que esta vez su lengua se paseara a través de mi boca, donde no encontró resistencia, si no sed, delató la vulnerable posición en la que estaba empezando a encontrarme.
Agradecí que la oliva fuese deshuesada, o seguro que habría dado lugar a una lucha por la posesión de su precioso y duro corazón. Antes de que se separara, mi mano derecha buscó su rostro, para acariciar con las yemas de mis dedos su mejilla, mientras el pulgar dibujaba la sinuosa línea de su barbilla, y cuando por fin me permitió la clemencia de recuperar el aliento, no permití que se alejara antes de acariciar su nariz con la mía, ladeando el rostro, permitiendo de manera premeditada que mis labios aún rozaran los suyos.
- Elektra...- susurré su nombre, recorriendo con mi índice el controno de su delicada oreja, descendiendo después a través de su estilizado cuello, donde permití que mi meñique asomara recorriendo el suave carril que su clavícula delimitaba bajo esa piel sedosa oculta tras el fino tirante triangular. - Ten piedad. - le pedí con una sonrisa antes de inclinarme de nuevo para acariciar sus labios con los mios, midiendo la distancia, de manera que si ella pretendía profundizar no le fuese posible, retirando el rostro en el último momento, buscando que aquella ligera demora un jugueteo provocador. Me levanté un poco haciendo fuerza con las piernas para poder inclinarme hacia ella. Así conseguiría que el riego se dispersara hacia otras direcciones. Acaricié con mis labios su barbilla, la línea de su mandíbula, hasta llegar al lóbulo de su oreja. Mis labios se separaron, dejando que lo apresaran durante un instante tan fugaz que casi parecería accidental para luego dejar que mi aliento cálido chocara contra su cuello al susurrarle al oído. - Ha sido imperdonable.- concedí, pues aquel beso había sido su forma de castigar mi insolencia.- Je te prie de me pardonner- le pedí, mientras comenzaba a posar una serie de cálidos besos en los que me demoré cuanto quise, permitiendo que el aroma de su perfume me embriagara hasta grabarse junto a su nombre en mi mente.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 26th Julio 2022, 02:13
- La lucha es cada dia. ¿Ne çest pa?
Elektra le miró a los ojos, sorprendida por aquella afirmación que tan bien reflejaba su día a día y que le evocó noches de persecuciones nocturas, de sangre y muerte. Repentina e inexplicablemente nerviosa, se ajustó un mechón rebelde detrás de la oreja, sin saber qué contestar. Pero contrariamente a lo que pudiera parecer, no se trataba de algo negativo; más bien Silvaine había conectado con ella a través de esa frase. Con la Elektra real, no con la actriz que fingía sentada en el restaurante griego frente a él.
Le escuchó hablar sobre su concepto de Dios con un interés renovado, asintiendo cuando llegó al final.
- Eso es... exactamente igual que lo que yo siento -admitió, de nuevo sorprendida.
Aquél concepto era mucho más parecido al que ella tenía acerca de cómo había que afrontar la religión que, por ejemplo, el de Matt. El buen cristiano practicante. El mártir. Un idiota. Sí... Matt era un idiota. Pero era su idiota. Y por los dioses, cuánto le había necesitado. ¿Le necesitaba aún? ¿Dejaría de necesitarle algún día?
Volvió a alzar la mirada hacia el hombre que tenía ante sí, como si le estuviera viendo por vez primera. Y, en cierto modo, así era. Se había fijado en él por casualidad, simplemente por estar en el lugar indicado en el momento indicado. Necesitaba una tapadera para poder acercarse a su víctima y él estaba allí. Le había parecido atractivo, y había decidido verle de nuevo para aplacar aquél ardor que le quemaba a veces, cuando se sentía sola, pero la noche había resultado ser demasiado perfecta. Todo estaba yendo demasiado bien, y eso no le gustaba, porque lo que ella había iniciado para ser el divertimento de una noche estaba corriendo demasiados riesgos de convertirse en algo más serio. Y ella no hacía aquella clase de cosas. La única vez que lo había intentado, había terminado con un buen hombre muerto.
Trató de probarse a sí misma que se equivocaba, que aquello no era más que sexo intrascendente, iniciando un acercamiento juguetón cuyo único objetivo era despertar el lado más animal del hombre, dejar claro que aquello no era más que una cuestión de lujuria, mas no fue así. Sí, Silvaine correspondió a su beso con una pasión que rivalizaba con la suya, pero la manera en que acarició su mejilla a continuación, siguiendo el contorno de su barbilla mientras acercaba su nariz a la suya para después rozar levemente sus labios no tenía nada de lujurioso. La manera en la que dibujó su perfil con sus dedos, descendiendo por su cuello hasta los hombros con la levedad del aleteo de una mariposa mientras veneraba su nombre con sus labios fue la de un hombre que mostraba un interés que iba más allá de una simple noche de sexo.
Y la culpa era suya. ¡Hasta le había revelado su auténtico nombre, por todos los dioses! ¿En qué estaba pensando? No entendía en qué momento había bajado tanto la guardia con él. No sabía si había sido cuando le había regalado la rosa en la ópera, o cuando había descubierto que era boxeador. Lo único que sabía era que había empezado aquella noche con la única intención de pasar un buen rato y se estaba convirtiendo de manera inexplicable en algo mucho más peligroso. ¿Pero cómo había podido pasar? ¡Si sólo era la segunda vez que se veían! ¿Quizá ése había sido el fallo? No debería de haber vuelto a quedar con él después de cenar juntos en el restaurante la noche del asesinato. Organizando aquello había contradecido sus propias normas. Nunca quedaba dos veces con el mismo hombre, porque, cuando lo hacía, terminaban como Mac. Siempre los veía la misma noche que se acostaba con ellos y después desaparecía para no volver más. Con Silvaine había cometido el error de cenar primero, conocerse, y después citarle para una segunda noche donde pudieran completar lo que no pudieron la noche del asesinato, y empezaba a pensar que no debería haberlo hecho. Empezaba a pensar que Silvaine se estaba implicando más de la cuenta, y el juego íntimo y cómplice que inició con ella justo después no hizo más que corroborarlo.
- Ten piedad -le había pedido acariciando de nuevo sus labios con los suyos. Y era justo lo que pensaba hacer.
Sus labios realizaron el mismo camino que habían recorrido con anterioridad pero en sentido inverso, acabando en su oreja, mordisqueándole ligeramente el lóbulo de una manera que volvió a encender la pasión en sus entrañas.
- Ha sido imperdonable -musitó, mientras la regaba a besos-. Je te prie de me pardonner.
El pulso se le aceleró sin poder evitarlo, la respiración entrecortándose al tiempo que aquél fuego comenzaba a extenderse más y más por su cuerpo, hasta que, al final, le apartó de sí con brusquedad, falta de aliento y con la mirada velada por una neblina de deseo puro. Después de mirarle durante varios segundos, jadeante, se puso en pie, y, sin mediar palabra, le arrastró tras de sí sin molestarse en recoger el pedido que ya empezaban a traer a la barra.
- ¡Hotel Royalton, City View Alcove Suite! -le gritó al sorprendido anciano mientras salían por la puerta-. ¡Pagaré extra por el envío!
El hotel estaba a tan sólo 4 minutos del restaurante, y, sin embargo, paró al primer taxi que pasó y se subió a horcajadas de Silvaine en cuanto se cerraron las puertas, besándole con tal intensidad que, de llegar a durar más de lo que duró aquél viaje, podrían perfectamente haber prendido fuego al interior del habitáculo. Una vez en el lujoso hotel, Elektra le arrastró hasta los ascensores y continuó besándole durante toda la subida hasta la planta en la que se encontraba la habitación.
Salieron a trompicones del ascensor y tanteó a ciegas con la tarjeta hasta que consiguió abrir la puerta, empujándole sin miramientos hacia la cama, donde el francés cayó, completamente despeinado, con la chaqueta medio quitada, el chaleco abierto y la camisa a medio abrir. Si no fuera por su apariencia sofocada, cualquiera podría pensar al verlo que acababan de asaltarle. El aspecto de la propia Elektra no era mucho mejor. Toda apariencia de civilización había desaparecido por completo para dejar paso a una fuerza de la naturaleza, con el cabello desordenado cubriéndole parcialmente la cara y una tiranta medio bajada. Se había quitado los tacones nada más entrar, así que estaba descalza. Se quedó mirando a Silvaine como si fuese un depredador a punto de devorar a su presa, pero se obligó a tranquilizarse con un par de profundas inspiraciones.
- Silvaine... Antes de hacer nada hay algo que debes saber... Algo que debería haberte dicho antes. Supongo que no imaginé que la cosa llegaría tan lejos. Yo no hago segundas citas, no soy así. Ésto... ha sido una excepción, pero, independientemente de lo que suceda ésta noche, no habrá una tercera. Necesito estar segura de que lo entiendes y estás de acuerdo antes de seguir adelante. Te deseo... y quiero seguir, pero si prefieres marcharte ahora lo entenderé perfectamente.
La mayoría de hombres firmaría sin dudar a cambio de una noche de pasión con aquella diosa, pero algo le decía a la morena que aquél hombre no era como la mayoría.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 6th Septiembre 2022, 23:48
Aunque me hiriera el orgullo reconocerlo, sentí un instante de pavor cuando Elektra me separó con aquel empellón. No por el alejamiento repentino, si no por la mirada posterior. Penetró en mi de un modo que me paralizó. Parecía deseosa de un modo que, de pronto, no sabría si sería capaz de manejar. No sólo había creado un ambiente que invitaba a los malentendidos, los dobles sentidos y tener la sensibilidad a flor de piel. También había creado en su mente unas expectativas que como fuera, debía ser capaz de corresponder. La duda me apresó durante un instante mientras me perdía en sus ojos ávidos de deseo. Como si aquel deliberado juego de sensualidad hubiese alcanzado un límite que ya estaba lejos de poder alcanzar.
Sin embargo, Elektra atajó aquel instante de un plumazo, cuando de manera repentina se levantó y agarrándome del brazo, me arrastró con ella fuera del local. No se podía negar que era una mujer fuerte y no sólo en su carácter.
- ¡Sacre bleu!- exclamé sin poder evitarlo al darme cuenta de lo fácil que le era tirar de mí, a pesar de la clara diferencia de peso y altura entre los dos.
Con una escueta indicación al encargado de que enviaran las cosas a la suit de un hotel que no estaba lejos de allí, abandonamos el sitio con prisa. Conocía el Royalton de haber estado en alguna ocasión y era un lugar lo bastante lujoso como para considerar una suit algo a reservar en ocasiones especiales. En mi fuero interno, me sentí halagado.
Pero no tuve tiempo de disfrutar del inconsciente piropo. Detuvo un taxi a un gesto de la mano y por inercia aprendida, accioné la manija de la puerta para permitirle pasar. Cuando estaba a punto de entrar noté dos manos que tiraban de mí y me obliaron a sentarme en el asiento de manera casi accidentada. La puerta se cerró mientras aún trataba de acomodarme, pero entonces la sensación de peso se clavó sobre mi cadera y sin que pudiera comprender nada más, Elektra me abrasó con la repentina pasión ardiente de la lava del monte Vesubio. Se vertió sobre mi, llenándome por entero de su aroma, su calidez y su sabor. Y yo no pude hacer más que dejarme arder, mientras echaba en falta tener más piel que ella pudiera recorrer y más manos que pudieran abarcarla por completo.
Tener que salir del taxi fué una tortura, recorrer toda la distancia hasta la recepción del hotel con mi palpitante excitación a la clara vista de todos, un delicioso suplicio que habría sufrido una y mil veces por ella. Ya en el exclusivo ascensor de subida hacia la suit, no podía pensar en nada más que en desfogar el deseo que se había generado entre los dos. Recorrí la curvatura de su espalda, mi mano se perdió en el sugerente recoveco de su vestido recorriendo la parte trasera de su muslo, mientras ella comenzaba a desabrochar todo botón que se interponía en el camino de sus hábiles dedos.
Si hubiera habido alguien más en aquel ascensor, no me habría importado. Me hizo olvidar que el resto del mundo continuaba allí. Para mí, había desaparecido. Luego podría avergonzarme al pensar en que un hombre hecho y derecho, con una reputación y una fama intachable había sido incapaz de hacerse con el autocontrol que necesitaba para no comportarse como un primerizo calenturiento.
Elektra se giró un instante para poder abrir la puerta. La visión de su espalda con aquel tirante perdido me enloqueció. Noté como mi cuerpo hacia contacto por completo, mientras la presionaba con suavidad hacia la puerta. Mi mano izquierda se dirigió hasta su cuello y la suave línea de su mandíbula, invitándola a inclinar la cabeza, mientras la derecha se perdía de nuevo en el pedazo de paraíso que era el corte lateral de su vestido. En esta ocasión llené mi mano con el suave roce del interior de su muslo, ascendiendo por él con delicadeza.
- Qu'est-ce que tu me fais, Elektra?- jadeé en su oído justo después de lamer su cuello, mientras alcanzaba a recorrer con la yema de los dedos la tela interior que cubría la fruta del pecado, por la que estaba dispuesto a renunciar a mil Edenes. - Tu vas me rendre folle...- hasta el inglés se me nublaba.
El suave pitido que la tarjeta produjo al abrir la puerta fué como la señal de salida de una carrera. Nos precipitamos al interior de la sala, mientras ella se manejaba para darle la vuelta a la situación arrojándome sobre la cama, donde caí a peso muerto, haciendo que crujiera con suavidad. Jadeaba como si acabara de correr una maratón y entre la iluminación cálida pude ver de nuevo aquella mirada que había sido capaz de dejarme helado. Solo que esta vez, hizo que un escalofrío me recorriera cada poro del cuerpo.
La contemplé con veneración, mientras se aproximaba hacia mí. La anticipación hizo que el pulso me temblara. El deseo me aturdía.
y entonces... Ella soltó aquella bomba.
Sonreí por un momento, seguro de que las palabras no habían llegado de forma correcta a mis oídos. A medida que pasaban los segundos y el mensaje se construía en mi cerebro volviendo a dotar al idioma de sentido, una vez sobrepasada la barrera del frenesí erótico, comprendí lo que me estaba diciendo y mi sonrisa comenzó a esfumarse, para tornar mi rostro en una máscara de absoluta incomprensión.
La sangre comenzó a fluir hacia mi cabeza con la misma virulencia con que lo había hecho antes en la dirección opuesta. Pestañeé, incrédulo y observé a la mujer en silencio, que trataba de respirar con calma, para encubrir el estado de excitación en el que se encontraba.
- ¿Qué quieres decir?- Fué lo único que acerté a responder. - ¿Que esto será cosa de una noche y no volveremos a vernos después? - pregunté aún confuso por el estamento. El desconcierto se convirtió en un enfado interno que por desgracia ya estaba habituado a manejar. No me gustaba nada el rechazo, pero peor que eso, era no tener ni idea del motivo que lo había originado.
Habría jurado que la chispa entre nosotros era evidente y que habíamos descubierto que teníamos bastantes cosas en común. Las suficientes como para merecer la pena continuar averiguando mas sobre el otro. Entonces ¿Qué había fallado?
- ¿Es por mi, o por ti? - el tono de la pregunta no era acusatorio, si no mas bien pragmático. El mismo que habría utilizado en una reunión de negocios. Había hecho eso otras veces. Si no podía permitirme ser emocional, sólo me quedaba ser práctico.
Justo entonces, llamaron de recepción en el teléfono. La cena había sido entregada y el botones estaba a punto de subirla. Aquello me permitía unos instantes para pensar.
- ¿Te importa? Necesito un momento. - le indiqué al tiempo que me dirigía al baño de la suit, y me encerraba en el interior. Me miré en el espejo, y el reflejo me devolvió una expresión dolida que odiaba desde lo mas hondo de mis entrañas. Era un gesto que relataba emociones tormentosas y ambiciones rotas. Andé por el lujoso espacio mientras me mesaba la barbilla, tratando de pensar.
El cuerpo me hablaba a gritos de dejarnos llevar, mientras mi mente me pedía que obrara con cautela. En cuanto a mis emociones... en ese momento no podía contar con ellas. Eran una vorágine de contradicciones que chocaban de forma diametral entre sí. No conseguiría sacar nada en claro.
Abrí el grifo, me lavé las manos, esas manos que aún estaban llenas de su calor y su aroma. Me eché agua helada en el rostro, como si eso fuese a ayudarme a despejar la encrucijada en la que estaba. Como si pudiese arrastrar la sobrecarga de mi mente atribulada. Me sequé con la toalla y apoyé las manos contra el mármol de la encimera, haciendo una presión que me ayudara a descargar la tensión física que amenazaba con desbordarse. Autocontrol.
La deseaba, estaba furioso con ella, quería protegerla, huir, me turbaba que me hiciera daño, hacérmelo yo tomando la decisión incorrecta... y sin embargo, también me aterraba la idea de dejarla ir.
Dejar que se me escapara entre los dedos sin pelearlo.
Me devolví una mirada severa de ojos grises, al darme cuenta de aquello. Eso era peor que todo lo demás. Peor que la posibilidad de perderla. El asumir la derrota antes siquiera de intentarlo.
La solución era tan simple, como compleja su ejecución.
Pero era la única alternativa.
Salí del baño con paso calmo, pero decidido. Mi lenguaje corporal me hizo dueño de la habitación, como si ese fuera el tipo de sitios a los que pertenecía. Cosa que así era. Reuní todo mi saber estar y el valor que tenía, para afrontar las posibles respuestas a las siguientes preguntas que eran obligatorias.
- Me planteas un terrible dilema, lo reconozco. - caminé hasta detenerme frente a la chimenea, y permití que las llamas bailotearan en mis ojos grises durante un breve silencio, mientras mantenía las manos en los bolsillos del pantalón. - La pregunta es ¿Querrías probar la más exquisita comida, si supieras que no volverás a saborearla nunca más? - lancé la pregunta a la habitación, pero luego volví a devolverle la mirada. Mi expresión era franca y sincera. - Es la renuncia la que lo hace sonar deprimente. Eso y la idea de saber que ninguna comida volverá a ser igual después de esa. Todo eso a menos...- le sonreí con calidez. - que esa vaya a ser tu última comida. - la enigmática frase abandonó mis labios y me permití perderme un instante más en las llamas, antes de ser yo, en esta ocasión, quien se aproximara a Elektra.
Me detuve frente a ella, alargué la mano hacia la que tenía el pequeño arreglo de terciopelo rojo y dorado alzándola con suavidad, y acariciando sus nudillos con el dedo pulgar. Un gesto cargado de calida complicidad.
- Soy un hombre de negocios, Elektra. Así que te haré una contrapropuesta. - no podía negar que aquello era de lo mas raro que había hecho en mi vida. Aún así, estaba seguro de que si había una forma, debía ser esa. - Si tal como has dicho sólo me concedes una noche, no quiero medias tintas. - nuestros ojos se encontraron, de forma intensa y profunda. - Si la pasamos juntos, no la pasaré acostándome contigo. - aseveré. - La pasaré amándote.- hice aquel estamento con un rictus severo que no dejaba cabida a la broma propia del romanticismo barato. Tal como ella había sido sincera conmigo, yo lo fuí con ella. - No quiero sólo una noche llena de sudor, mordiscos y gritos. Quiero todo lo que lo acompaña. Quiero tus palabras, tus indicaciones y tus silencios. Quiero estrechar tus manos, disfrutar de la comida, que me expliqués cómo y porqué la estoy comiendo mal, cubrir tu cuerpo con la sábana cuando duermas, prepararte el café al despertar y al marcharme, besarte como si fuese a verte mañana. - expliqué sin que el pulso me temblara un ápice. - Te amaré una sola noche. Eso es todo lo que puedo ofrecerte. - en mis palabras quedaba patente que no buscaba reciprocidad alguna, y que me comprometía a mi propuesta con la fidelidad de un pacto inquebrantable. Lo que pasara después, dependía enteramente de ella.
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 25th Septiembre 2022, 18:10
La mayoría de los hombres, cuando Elektra les planteaba aquella disyuntiva, por lo general aceptaban sin darle muchas más vueltas, salvo una o dos excepciones, como Mack, Stanley... y ahora Silvaine. También resultaban ser los únicos hombres, además de Matt, por los que había llegado a desarrollar algo que iba más allá de lo puramente sexual. Con una sensación de amargura creciente notó cómo mutaba la expresión del francés, pasando de la euforia a la incomprensión, y, después, al enfado.
Enfado, no porque se estuviera negando a tener sexo con él, sino por ser lo único que le estaba ofreciendo, y, paradójicamente, aquél rechazo a la parte más intranscendente (aunque placentera) de una relación fue lo que más avivó su deseo de tumbarlo sobre la cama y cabalgarle hasta hacerle perder el sentido. Pero evidentemente no podía hacer nada que él no deseara, y su propia expresión se ensombreció al comprender que, una vez más, había encontrado a alguien que era demasiado bueno para ella. Alguien a quien no merecía. Y eran sus propias limitaciones auto impuestas las que la obligaban a renunciar de manera continua a todas las oportunidades que se le ofrecían de ser feliz. Pero no podía arriesgarse a repetir lo que había pasado con Mack, o Locke. Ninguno de ellos se merecía terminar como acabaron.
Ante su rechazo, no contestó a su pregunta inicial, dejando que él mismo se respondiera con algo que había quedado bastante claro en su declaración inicial, retrocediendo lo justo para que su rostro quedara en sombras y no pudiera percibir su dolor. Era preferible que pensara que no le importaba. Se había vuelto toda una experta a la hora de ocultar sus emociones y fingir una frialdad que estaba lejos de sentir. No te quedaba más remedio cuando el hombre al que amabas era un detector de mentiras andante y necesitabas hacerle creer que no sentías ya nada por él para que pudiera rehacer su vida y ser feliz. Pese a todo, no pudo evitar un suspiro exasperado cuando le hizo la pregunta del millón:
- ¿Es por mi, o por ti?
Negó con la cabeza, sabiendo que no tenía el tiempo necesario para explicarle toda la historia. No, era mejor cortar por lo sano y que él mismo se montara en su cabeza la película que quisiera. No sería la primera vez que quedaba como alguna especie de loca sin sentimientos.
- Mira, déjalo. Todo ésto ha sido un error... será mejor que me vaya -musitó, dirigiéndose hacia la puerta para recoger sus zapatos.
Sí, un error. Nunca debería haber tenido una segunda cita con él. Al hacerlo, había roto su código, y por eso había salido mal. Le había permitido hacerse unas ilusiones que jamás debería haber alentado en primer lugar. El teléfono sonó mientras ella recogía sus cosas y se volvía a arreglar el pelo y la ropa, así que fue Silvaine quien lo cogió. Le escuchó decir un par de monosílabos sin entusiasmo, y, tras colgar, se volvió de nuevo hacia ella:
- ¿Te importa? Necesito un momento.
Antes de que pudiera darle una respuesta, el francés ya se había levantado para encerrarse en el baño, dejándola ahora a ella en una situación incómoda. No tenía el menor sentido quedarse allí. Lo lógico, lo que debería haber hecho, lo que habría hecho en cualquier otra ocasión, sería simplemente marcharse sin esperar a despedirse. Cada fibra de su ser se rebelaba ante la idea de quedarse allí a esperar, pero por alguna razón, tardó algo más de la cuenta en decidirse a abrir la puerta, y, para cuando lo hizo, el botones estaba fuera con el carrito de la comida.
- Traigo la cena para la City View Alcove Suite -la informó con una resplandeciente sonrisa.
- Ah... Claro... pase...
Se vio obligada a apartarse para dejarle pasar, y permaneció al lado en un incómodo silencio viendo cómo el hombre preparaba la mesa para la cena de manera romántica, incorporando un pequeño jarrón con flores y dos velas.
Estaba despidiendo al botones cuando Silvaine salió del baño, viéndose obligada a afrontar una situación que no deseaba afrontar, pero ante la que no le quedaba más remedio.
- Me planteas un terrible dilema, lo reconozco -musitó, parado ante la chimenea. Elektra le observó ladeando ligeramente la cabeza, con curiosidad. Sólo se habían visto dos veces... ¿cómo podía suponer algo tan terrible para él? Sin embargo, lo siguiente que dijo no contribuyó a resolver sus dudas, sino únicamente a incrementar su confusión:-. La pregunta es ¿Querrías probar la más exquisita comida, si supieras que no volverás a saborearla nunca más? Es la renuncia la que lo hace sonar deprimente. Eso y la idea de saber que ninguna comida volverá a ser igual después de esa.
Elektra se quedó sin palabras, y, por primera vez en años, se encontró con que no sabía qué responder, así que no dijo nada, pero sus enormes ojos grises se quedaron fijos en Silvaine, la incredulidad e incomprensión que sentía pudiendo leerse con claridad en ellos.
- Todo eso a menos... que esa vaya a ser tu última comida.
- ¿Qué? ¿Qué quieres...? -inquirió, tensándose de manera automática al escuchar aquella palabra, que evocaba demasiadas respuestas de alarma en una mujer acostumbrada a pelear por su vida.
Cuando avanzó hacia ella retrocedió por instinto, preguntándose si no sería en realidad un agente encubierto de La Mano o de cualquiera otra de las incontables personas que buscaban su muerte que se las habría ingeniado para engañarla hasta el momento, pero el ataque que esperaba no llegó. En lugar de eso, tomó su mano entre las suyas y comenzó a acariciarle los nudillos en un gesto cálido que distaba mucho de cómo había empezado aquella conversación, y que lo único que hizo fue confundirla aún más.
Apiadándose de ella, Silvaine se explicó al fin, pero la confusión en sus ojos no hizo más que crecer, y, al terminar, había en ellos una furtiva lágrima que se apresuró a hacer desaparecer con el dorso de la mano libre.
- No eres real -musitó, soltando su mano para dirigirse hacia la mesa-. Eres un sueño... -lentamente, apartó la silla de él, invitándole a sentarse-. ¿Y cómo podría nadie decirle que no a un sueño?
Una vez estuvieron los dos sentados a la cálida luz de las pequeñas velas, Elektra suspiró, entendiendo que había llegado su turno de hablar.
- Pesa sobre mí una maldición, Silvaine. Y no estoy hablando de manera figurada. No puedo decirte más para no poner en peligro tu vida, pero... siempre que alguien permanece demasiado tiempo a mi lado, la desgracia termina por abatirse sobre él o ella. Al principio, hace algunos años, era inconsciente y temeraria, y, quizás, también algo egoísta, pues terminaba siempre cediendo ante mis deseos e impulsos sin tener en cuenta nada más. Pero ahora veo las cosas de manera diferente. Ahora entiendo que hay consecuencias. Y entiendo que todo cuanto hago, mis acciones, mis decisiones... tienen repercusiones. Consecuencias que no sólo me afectan a mí, sino a las personas que deciden involucrarse conmigo. Ya no puedo seguir siendo egoista.
El delicioso olor de la comida flotaba tentadoramente entre los dos, pero Elektra había perdido por completo el apetito.
- Por lo general nunca tengo más de una cita con nadie, pero en tu caso... -vacilante, alzó la mirada para encontrar sus ojos oscuros-. Digamos que me has... recordado a alguien. Alguien a quien solía... a quien aún... amo. Alguien con quien me es imposible estar. Y he sido débil, pero decirte cualquier otra cosa... permitirte abrigar cualquier clase de esperanza... sería cruel. Porque ni siquiera yo estoy segura... de que la atracción que siento por ti sea realmente por ti... o porque me recuerdas a ésta otra persona. Aún así... si aún estás dispuesto a regalarme ésta noche... te aseguro que haré lo posible por convertirla en algo que ninguno de los dos podrá olvidar jamás...
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 4th Septiembre 2023, 00:15
El instante en que ella se separó de mi contacto fué el más largo de mi vida. Noté un hormigueo en la mano, tal vez a causa de su ausencia, como si el calor residual de su piel bajo los guantes hubiera dejado suaves chispas de bengala bailoteando sobre mis dedos. Se dirigió a la mesa y me maldije a mí mismo por mi exceso de galantería. Pensé que tal vez había sido demasiado para ella. Que pasaría de largo, se dirigiría a la puerta y esos hermosos dedos que había sostenido entre los míos sujetarían el frío pomo dejando atrás nada más que el vacío de su presencia.
En lugar de eso, sus delicadas manos me ofrecieron con un sutil movimiento uno de los asientos, tal vez dando por sellado aquel silencioso trato en el que aceptaba la única oferta que yo había sido capaz de sostener en esas circunstancias.
Sentí un alivio atroz expandiéndose por mi pecho hasta mis extremidades, dejando que relajara mi erguida postura por un instante, antes de aproximarme hasta ella y tomar el lugar que me había dedicado. La danzarina luz de las velas sobre su rostro, la calidez del reflejo del fuego de la chimenea bañaban su tez oliva de un reflejo dorado, como si una deidad de oro puro se hubiera hecho carne sólo para mí. Mi mirada recorrió cada una de esas facciones, atesorándola. El funesto eco de su propuesta seguía demasiado reciente en mi consciencia y no fui capaz de resistir la impetuosa necesidad nostálgica de tratar de estar presente en lo absoluto. Sabiendo que mi tiempo en su compañía era limitado, quería grabarla en lo más profundo de mí la excitación y el júbilo que me hacía sentir.
Ante su cruel confesión, no pude sino escuchar. A pesar de que Elektra respondía mis preguntas lo único que sus respuestas me ofrecían era aún más incógnitas. Qué se escondía en el misterio de sus silencios, de un pesar que parecía acongojarla lo suficiente para no querer ni arriesgarse a asomarse a la posibilidad de amar a nadie más. Un dolor en su pasado que aún hoy removía hasta el último rincón de su ser. Y cuando se llamó a sí misma egoísta, no pude resistir el impulso de aproximar mi silla, tomar asiento junto a ella, mi mano rodeándo la suya.
- No digas una cosa así de tí. - mi mirada se vertió en los reflejos flamígeros que danzaban en el interior de su mirada felina, ahora llena de una claridad sincera. - Estar dispuesta a renunciar al amor es algo que sólo haría un loco o un mártir. Es imposible que ahí haya egoísmo alguno... - mis dedos presionaron con suavidad, haciéndome presente. - No creo que haya sacrificio último mayor que estar dispuesto a hacer una cosa así.
Lo siguiente que dijo, sin embargo, noté que abría una herida sangrante en la parte más profunda de mí. Puede que prendiera mi competitividad, mi ambición o que fueran celos. O tal vez una cuestión de ego. Fuera como fuere, no pude evitar constreñir el gesto cuando introdujo a un tercer indeseable en nuestra más que ya de por sí compleja ecuación. Retiré la mano con suavidad, pero sin poder evitar percibir aquello como un rechazo. Podía disfrutar el desafío. La fugacidad.
Pero convertirme en el espectro reflejo de un contrincante a batir del que nada conocía, mas allá de que había sido capaz de ganar el corazón de una mujer cuyo afecto insistía en escapar entre mis dedos como volutas de humo...
No. Para mí era impensable permitir que el espejismo de un amor pasado tuviera más peso que mi presente. Una parte de mí quería comprobarlo. Necesitaba hacerlo. Ese era mi objetivo. Incluso si tan sólo era un instante, igual de fugaz que aquel encuentro.
Durante esa noche, borraría a ese hombre de su mente.
- Me gustaría poder corresponderte. Decir que te comprendo. Que comparto contigo el sentimiento. - le devolví la mirada, con una suave sonrisa en el rostro. - Pero estaría mintiendo. Porque tu no me recuerdas a ninguna otra mujer que yo haya conocido. - alargué la mano de nuevo hacia la suya, y alcanzando la muñeca con delicadeza, invité a que la alzara. Con extrema suavidad, acaricié con los dedos el límite del guante que portaba y con estudiada sugerencia, lo hice descender por su estilizado brazo, permitiéndome acariciar su piel en el proceso.-Tal vez sea por eso que consiguieras que un hombre que sólo vive para el trabajo pasara las noches revolviéndose en sueños, tratando de desentrañar el enigma de Agamenón. De encontrar el modo de volver a encontrarme contigo. Incluso si lo único a lo que puedo aspirar es a robarte esta noche. - Utilicé la mano con que había hecho descender la prenda para cambiar la postura de su mano, volteándola hacia arriba. La que había utilizado para sostenerla hasta entonces se dedicó a recorrer sus dedos, para ir desenfundando cada uno de ellos de la elegante y fina tela.
Dirigí su mano desnuda a mis labios, donde acaricié cada uno de sus nudillos. Deposité un suave beso en cada uno, y luego repetí aquellos movimientos en cada una de las articulaciones, dejándome llevar por su calidez y el suave aroma que desprendía.
En algún lugar de mi mente, resonó una frase que creía haber oído tal vez en alguna obra de teatro, o en el estreno de alguna película.
- Es tan breve el placer, tan fugaz el pecado, que sólo nos deja un consuelo: que por lo menos la culpa dure para siempre.- Después recordaría que pertenecía a "Tout es Pardonné". - ¿Puedes hacer eso por mí? - le pregunté, alejando su mano de mis labios, entrelazando mis dedos con los suyos. - Être incapable de te retenir... - aproximé mi rostro al suyo, deseoso de nuevo de cicatrizar aquel abismo que las nuevas condiciones habían establecido entre nosotros. - C'est une culpabilité que je pourrais certainement porter pour toujours.*
[Traducción: Ser incapaz de retenerte... Esa es una culpa que sin duda podría cargar para siempre. *]
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Tema: Re: Ágamenón. (28/08/2018) [Elektra] 24th Septiembre 2023, 00:22
Le escuchó hablar sin interrumpirle, haciéndose un sinfín de preguntas en su mente. ¿Debería romper su regla de una sola noche? ¿Convertir aquella relación en algo ocasional? No estaba nada segura. Solía tener encuentros sexuales con relativa frecuencia, pero nunca repetía dos veces con la misma persona, por su propia seguridad. Silvaine estaba haciendo un alegato más que convincente, y no iba a negar la punzada que experimentaba en el pecho cada vez que se cruzaba con una pareja en actitud acaramelada. Claro que le gustaría poder llevar una vida normal, ¿a quién no? El problema era que todas las veces que lo había intentado, la cosa había terminado muy, muy mal... Cada vez que algún pobre desgraciado se había enamorado de ella había terminado muerto. Mac, Jeremy, Stanley... Además, ella sabía que jamás podría amar a nadie después de Matt. Prolongar relaciones de ése tipo suponía exponerse a que la otra persona se encariñara demasiado... Y eso sólo podía acabar mal. Por eso siempre rechazaba los avances de Logan, porque sabía que el mutante estaba enamorado de ella y no quería hacerle daño. Y, a juzgar por lo que le estaba diciendo el francés mientras la despojaba sugerentemente de su guante, ya había causado en él una impresión enorme y tan sólo era la segunda vez que se veían...
Al menos había aceptado lo que le había dicho de una única noche, sin tratar de forzarla u obligarla a cambiar de opinión, lo cual habría terminado muy mal para él.
Definitivamente, si terminaba haciendo aquello, estaría rompiendo todas sus reglas y embarcándose en una dirección potencialmente muy peligrosa... y posiblemente también muy estúpida.
Cerró los ojos cuando sus labios se dedicaron a besar aquella parte de su cuerpo que sólo utilizaba para la violencia, regalándole suavidad y dulzura donde por lo general sólo podía esperar dolor y sangre. Aquella inesperada gentileza hizo que le recorriera un estremecimiento. Por lo general sus relaciones consistían en puro sexo primitivo y salvaje. No estaba acostumbrada a que la trataran así. No desde Matthew...
- Es tan breve el placer, tan fugaz el pecado, que sólo nos deja un consuelo: que por lo menos la culpa dure para siempre.
Oh, ella cargaba con muchas culpas. Culpas que la perseguirían hasta el día de su muerte definitiva. Pero ninguno de sus remordimientos estaba asociado con el placer.
- ¿Puedes hacer eso por mí?
Volvió a abrir los ojos, enfrentando su mirada, intensa e implacable. Estaba claro que quería una respuesta.
- Être incapable de te retenir... C'est une culpabilité que je pourrais certainement porter pour toujours.
Su mirada se volvió aún más intensa que la del hombre. Extendió la mano que no estaba entrelazada con la del francés para acariciar con dulzura el rostro tan cercano al suyo.
- Entiendo lo que quieres. Yo no quería tener nada demasiado complicado... pero soy sólo humana.
Inclinándose hacia adelante en la mesa, unió sus labios con los del moreno para darle un beso lento y suave, recreándose en el tacto de sus labios, en su sabor.
Cuando Silvaine quiso volver a hablar, le sujetó por las solapas de la chaqueta para forzarle a levantarse de la mesa, atrayéndole hacia ella y dirigiéndole de nuevo hacia la cama.
- No, basta de palabras. No digas nada más -dijo con suavidad, haciendo descender las manos desde su rostro hasta sus hombros y bajando por su pecho al tiempo que le presionaba ligeramente para ayudarle a descender hasta quedar sentado en el lecho-. La respuesta es sí, Silvaine... Acepto tus condiciones... Siempre que tú aceptes las mías. Podemos continuar viéndonos de vez en cuando, para acostarnos, ir a cenar, o lo que quieras, siempre y cuando lo mantengamos como algo sencillo, algo casual que cualquiera de los dos podrá interrumpir en cualquier momento. Sin exigencias ni reproches. ¿Estás de acuerdo con eso?