[Maxi-Evento] Castillo de Naipes: Los mimos no hablan. (Papa Legba)

El príncipe payaso estaba sentado en su enorme y confortable trono de tela roja, con unas proporciones tan inmensas que sólo podía tratarse de atrezzo hecho a medida. Se mantenía concentrado contemplando la lista que sostenía entre las manos, ladeando la cabeza de un lado a otro, mientras releía una y otra vez en su mente los nombres que sabía que había debajo de los garabatos de tinta que eran ahora el resultado de sus jugadores “fuera de juego”. El pensar en ellos de ese modo le hizo soltar una suave carcajada que se perdió en los recovecos de la estancia bajo la Milla de la Diversión. Sus chicos se habían marchado para traerle algo de cena. Había mandado a Harley a hacer un recado y no sabía cuándo iba a volver. Su dulce, dulce hogar estaba vacío salvo por el dúo cómico de la carroña. Bud y Lou, las dos inmensas hienas de bocas babeantes estaban enfrascadas en una disputa tremenda por un enorme hueso que parecía un fémur con restos de carne pegada. Joker los contempló mientras tiraban del hueso con tanta vehemencia los dos a la misma vez que casi parecían estar haciendo algún tipo de sketch de humor físico en el que alguno saldría volando de un momento a otro. Un clásico que habría sido más propio del Gordo y el Flaco. El toque de color que la arlequina les había añadido jamás habría sido del gusto de Abbott y Costello pero el mundo del espectáculo era así. A veces había que modernizarse para complacer al público.

Mientras veía a las hienas acabar con los últimos pedazos del cuerpo y después quebrar el hueso para poder chupar los restos marrones de tuétano, le rugió el estómago. Estaba deseando hincar el diente a un buen bocata del Marty´s. Hacía los mejores especiales de todo Gotham, los acompañaba de patatas rizadas, las más ridículas de las patatas, y siempre le echaba una barbaridad de salsa a todo. Se recreó en esa perspectiva, olvidando durante un instante la obsesiva compulsión de revisar la lista otra vez, y compararla con las necrológicas del día.

¿Acaso no habían entendido las reglas? ¡Eran bien sencillas!

Ni siquiera el murciélago había dado señales de vida. Tal vez tendría que intensificar sus apariciones, o hacer que fuesen más espectaculares. Al fin y al cabo había mantenido el perfil bajo porque tenía la certeza de que Batman sería capaz de encontrarlo. Puede que tanto viaje entre universos le hubiera dejado sonado y tuviera que ponérselo todo un poco más fácil. Escuchó unos sonidos próximos que fueron ganando intensidad. Pasos que se aproximaban.

- ¡Rocco! ¿ya estáis aquí? ¡Me muero de hambre! - exclamó levantándose de golpe del asiento, impulsado por el deseo de comer. El hombre contempló la figura que emergió de entre las sombras de la entrada principal. Se detuvo, alzando una ceja. Se peinó la verdosa melena hacia atrás con los dedos, se repasó el lazo del cuello y cerró un botón del chaqué que se había abierto al sentarse en el trono. Luego volvió su rostro blanco al recién llegado remitiéndole una gran sonrisa. - Te vas a reír, pero esperaba a otra persona. HAHAHAHA- el tono de su carcajada era maníaca, mientras contemplaba casi sin creerlo la figura desconocida que le devolvía la mirada.

Aunque sus matones solían tener una envergadura considerable, no llegaban a la altura que tenía su invitado inesperado. Era un hombre negro, alto y bien vestido, con un maquillaje que no tenía nada que envidiar al propio salvo que su temática era mas circense que Halloweenesca. Llevaba pintada una calavera blanca que le hizo sonreír, porque leyó en ella una cierta genialidad. Al fin y al cabo, muy en el fondo, todos somos blancos. El sujeto le saludó con un gesto cortés y teatral del sombrero, el tipo de cosas que ya no se veía porque tan sólo unos cuantos seguían adheridos a la antigua costumbre de dicho accesorio, aunque eran fabulosos para hacer malabares. En algún lugar distorsionado y neblinoso de su mente le llegaron unas palabras de alguna obra de teatro clásico absurdo donde el eje central eran tres sombreros de copa. Se replanteó en un instante todo lo que tenía mano para abrir el canal al intruso. Por otro lado iba a ser un trabajo bastante largo teniendo en cuenta su altura.

- ¡Qué casualidad! HAHAHA.- su sonrisa roja se amplió aún más. - Yo también. - permaneció estático tras decir esto, sin siquiera pestañear. En cierto punto casi parecía haberse convertido en un horrendo maniquí como el que se colocaba en los años cincuenta en las puertas de las heladerías.

Escuchó que se presentaba con diversos nombres, algo que solían hacer aquellos que se mezclaban con muchos círculos. Es mas fácil trabajar a dos y tres bandas cuando te conocen por diferentes apodos, por otra parte, también es algo típico de quienes quieren que se les reconozca mas méritos de los que parecen razonables para una sola persona. Fuese cual fuese, era muestra de un ego descomunal que necesitaba ser saciado. La colisión había acabado por traer demasiadas Primma Donnas en un mismo escenario.

- Prefiero Calfun, con diferencia. Tiene la palabra "Fun"* en él. - el payaso  se sacudió una imaginaria pelusa de una de sus hombreras, para devolver una mirada satisfecha a su invitado. Estrechó su mano y la movió de arriba a abajo con tanta efusividad que cualquiera diría que se trataba de un viejo amigo, de alguien que acababa de ganar el coche en un concurso de televisión, o que como poco estaba tratando de desencajarle el hombro. No soltó la mano, si no que efectuó un medio giro que dejó a Joker de espaldas hacia el desconocido, trató de sacarle el guante para asegurarse de que presentaba la marca que todos los jugadores debían tener. No pudo confirmar las pocas sospechas que tenía puesto que de manera repentina su mano se volvió humo, y se quedó allí en aquella extraña postura sujetando la gran nada, al tiempo que Calfun volvía a reformarse a sus espaldas.

- Vaya, un truco muy bueno. - la mirada verde le apuñalaba desde debajo de las cejas. Había intriga nadando en el interior de ese mar de pura demencia.

Entonces el hizo su petición, Joker le devolvió una mirada penetrante, y después estalló en una sonora carcajada. Cuando parecía que iba a parar cogía mas aire y reía aun más alto, hasta que tuvo que agarrarse las entrañas y los ojos le lloraron. Tardo un buen rato en recobrar el aliento para después darle la espalda y dirigirse hacia el gran trono de terciopelo rojo donde se dejó caer, apoyando un codo en el reposabrazos y luego el mentón en el puño, valorando al improvisado adversario.

- El castillo de naipes fue un juego de azar. Los jugadores no los escogí yo, si no la suerte. De lo que recuerdo, me parece que no quiso mandarte una invitación a ti. La carta que tienes en la mano pertenece a... - entrecerró solo un ojo mientras dejaba caer la mandíbula de abajo, haciendo un esfuerzo por recordar lo que se sabía a la perfección de memoria. La obsesión ayuda mucho cuando hace falta. - Nesta Yabi. Y es evidente que tu no eres él. - lo miró varias veces de arriba a abajo, para luego levantarse de nuevo del trono. - No obstante me hace preguntarme porqué has acabado tu con su carta. ¿Es que se ha rajado? - Si no era así, pronto podía serlo.

*Fun: Es como se dice "diversión" en inglés.

Permanecía en pie, expectante. Las enguantadas manos entrelazadas a su espalda, manteniendo la postura erguida con los hombros hacia atrás y el mentón alto, como cabría esperar de un buen anfitrión que estuviese acostumbrado a ser el jefe de ceremonias de su propio circo.

- ¿Has venido a darme el chivatazo de que es una presa fácil?- rió entre dientes, como si tratara de dejar la carcajada contenida vertiéndose garganta abajo.

Fue su siguiente aseveración la que hizo que aquella carcajada se detuviera en seco. Sin embargo, su rostro se deformó con una sonrisa aún mas amplia. Una chispa de demencia encendió sus ojos verdes, cubriéndola por completo como ciegan las cataratas con la única diferencia de que, de un modo extraño y retorcido, el Joker parecía complacido por la osadía del hombre que había aparecido en su guarida de la nada y ahora le exigía entrar en el juego que con tanto esmero y mimo había organizado durante semanas.

- ¡Escucha eso! ¿Jugador de grandes ligas? ¿Muy competitivo, eh? ¡Esa es la actitud! HAHAHAHA - se sonrió. Si de verdad iba a materializar esa amenaza, el payaso desde luego no parecía preocupado en absoluto. Tal vez el desapego por la idea de su propia vida fuese parte inherente de su locura. - Y aún así, no se puede ganar un torneo en el que no estás compitiendo. - sugirió encogiéndose de hombros, flexionando los codos y colocando las palmas de las manos hacia arriba, tratando de transmitir con un gesto teatral propio del teatro que no había nada que pudiera hacer por cambiar esa circunstancia.

Incluso aunque matara a cualquier otro de los participantes, no importaba. No era difícil de entender. Si un espontáneo cruza en medio de un partido y marca un gol para su equipo, el contador no cambia.

Aunque su laxa idea sobre las "normas" si que le producía un satisfactorio cosquilleo en el fondo del cráneo. De algún modo le recordaba la vehemencia del murciélago. Cuando algo se le metía a ese tarugo nocturno entre ceja y ceja ni siquiera una palanca de hierro podía sacárselo de la sesera.

- ¡Faltaría mas! Be my guest. - añadió, volviendo a colocar las manos tras la espalda. Apoyó el peso en la punta de los dedos de sus pies y luego en el talón, ejerciendo un suave bamboleo hacia delante y hacia atrás. Una de sus manos se dirigió con maestría hacia la manga, de la que deslizó el electroshock hacia la palma de su mano, en un disimulado gesto mecánico que era para él más natural que respirar. Comprobó con el dedo meñique la presencia los pulsadores de la flor en su solapa, uno cargado de ácido, y el otro, de gas de la risa.

El hecho de que la muerte pareciera no importarle no significaba que no pudieran pasárselo en grande en el proceso.

La adrenalina se esparció como una corriente eléctrica a través de sus músculos llenándolos de un suave cosquilleo gratificante. Hacía tiempo que no tenía algo de acción. De hecho lamentaba un poco haberse perdido la oportunidad de colaborar en el numerito que habían montado los Swat al entrar en la milla de la diversión. Pero su agenda lo había convertido en algo imposible.

Un golpe de suerte para quien quiera que ahora tuviera una de las cinco listas con los nombres de todos los implicados en el juego. Como solía decirse, una Dama caprichosa.

Y entonces, con el más cutre de los desenlaces jamás escritos por un guionista sin talento drogado y a punto de morir de cirrosis en algún tugurio de mala muerte, hizo el peor giro de guión de la historia y lo echó todo a perder.

Su roja sonrisa se desvaneció, al tiempo que detenía en seco el modo en que se mecía. El inmenso hombre negro rotó sobre sus pies, dándole la espalda, poniendo camino hacia algún sitio indeterminado, pero alejándose de él. Pestañeó incrédulo varias veces, dejando caer los hombros con decepción, haciendo que ambas manos le colgaran inertes a cada lado del cuerpo. Su mandíbula de desencajó hacia un lado, mientras entrecerraba el ojo derecho y sus cejas dibujaban un perfecto arco inclinado propio del escepticismo más genuino que un rostro cubierto de maquillaje como el de Joker pudiera mostrar.



- ¡Espera, espera, espera! Nah, nah, nah, nah, nah, nah, nah, nah, nah. - Exclamó apoyando una mano en la cadera, y andando hacia él, con la diestra alzada con un dedo apuntando hacia el techo y negando con vehemencia, plantándose frente al intruso, aún sin poder creerse lo que oía. - ¿Qué es esto, una inocentada o algo así? - exclamó, con el ceño fruncido y alzando un lado del labio, con un mohín. - ¿Me estás diciendo que te has presentado aquí por la cara, me pides entrar en el juego para poder participar y ni siquiera vas a intentarlo conmigo? - sus ojos brillaban con un destello asesino. - Es, es, es, ¡ES RIDÍCULO!- clamó alzando ambas manos con un exagerado ademán de frustración. - ¡Hasta me había preparado un par de trucos! ¿ves? - le mostró las palmas de las manos, donde reposaba el electroshock, y de su muñeca asomaban los dos pequeños cables que se hundían en el guante, dirigiendo los pulsadores de la flor al anular y el meñique. - ¡Pensé que habías venido a por un buen show! ¿Qué clase de amateur eres tu?

No estaba nada satisfecho con ese desarrollo del número. Se tomó sus molestias para conseguir que aquello tuviera algo de gracia, y Calfun había resultado ser de todo menos divertido. Cuando se detuvo para volver a quedar cara a cara, el payaso aún no se había deshecho de su frustración. Aún mostraba esa expresión llena de descontento que deformaba su eterna sonrisa de un modo muy evidente. Si le quedaba alguna duda de que sus trucos eran buenos, pero un absoluto aburrimiento, esto se disipó cuando tras prender de humo la chaqueta, sacó papeleo de ella.

-¡BLUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAARGGGGHHHHHH! - respondió sacando la lengua, y llevando los iris hasta la parte superior de sus cuencas, fingiendo una arcada con tanta dedicación que casi le dió de verdad. La evidente repulsa el Principe Payaso del crimen cuando su intruso se declaró experto en burocracia quedó patente en ese exagerado gesto que podría haberse tildado incluso de infantil. Le habría deshecho la cara de no ser porque ya no tenía gracia alguna. Comenzó a recolocar los aparatos, mientras el africano continuaba hablando para si, perdiendo cada vez más la intriga que hasta hacía unos momentos había causado en él.

-¿Qué puede gustar o interesar al Joker? - seguía rumiando.

El payaso le dió la espalda, dispuesto a dar por terminada la conversación. Con ese final cochoso había herido su alma de estrella del espectáculo. Esa si que era una manera de conseguir que decayera el ánimo. Dio unas penosas zancadas hasta una de las columnas formadas con plataformas de entrenamiento apiladas unas sobre otras, y con una violenta patada las lanzó por los aires, dejando tan sólo una que estaba decorada con su marca personal en el suelo. Después soltó un sonoro suspiro lleno de un lamento tan falso como el de la protagonista despechada de una telenovela mexicana. Se sentó, apoyando los codos en el interior de sus piernas, y sujetando su rostro blanco entre sus manos enguantadas, esperando que el falso Calfun llegara a una conclusión. Aún mantenía aquel mohín que poco a poco se estaba convirtiendo en una expresión de aburrimiento.

Al clavar su mirada en él, se dió cuenta de que estaba mirando la guarida. Estaba llena de atrezzo, trampas, utensilios, cachivaches, el laboratorio de química, etc. La realidad era que Joker no resultaba una persona sencilla a la que tentar. Su modo de vivir dejaba muy claro que si quería algo, no tenía más que tomarlo. Que si necesitaba algo, encontraba la manera de conseguirlo, y que de hecho, había poca o ninguna persona o cosa a la que pudiera sentir un apego del que poder aprovecharse.
Sin embargo, Legba supo ver mucho más allá de todo eso.

En concreto, hacia aquel mural lleno de mapas, planos, cartas, fotografías, y sobretodo, una colección extensa de obras pictóricas en las que Joker se había dedicado a dibujar inmensas sonrisas rojas sobre las borrosas fotografías de Batman, o los retratos robot que el departamento de policía había dejado circular por la calle para que detuvieran al justiciero de la noche.

-Quiero participar. Tú me dejas jugar…- el principe payaso levantó la vista hacia el africano con hastío, tan largo como era. - Y yo te traigo el traje de Batman.

El silencio sepulcral que se sucedió en la cavernosa guarida de Joker se extendió a través de los segundos como un manto escalofriante. Sus ojos se abrieron hasta un límite que casi parecía imposible para un humano, mientras su mandíbula se dejaba caer incapaz de contener su asombro. Legba fué capaz de ver cómo las pupilas del hombre palpitaban de la pura emoción que le recorría en ese momento, haciendo que su cuerpo entero comenzara a temblar.

Como siempre, la inspiración es una dama esquiva y caprichosa que sólo sonríe a unos pocos afortunados…y en ese momento, iluminó a Legba con una idea capaz de devolverle a Joker algo más que su buen humor.

Su sonrisa comenzó a expandirse en su rostro, más y más y más… y hasta a Calfun le daría la impresión de que de alguna manera, Joker conseguía hacer pensar a quienes lo veían que de verdad en su rostro ese gesto no tendría jamás un final. Luego, una risa tímida reverberó, como el gorgoteo de un pajarillo al principio.

-a…aha….haha…hahahahaha…- ganando una fuerza que pronto empezó a ser asfixiante, casi de manera literal. Como si cada bocanada de aire que respiraba el payaso fuese puro gas de la risa concentrado, y estuviese dispuesto a ahogarse antes que parar. -Hahaha…HAHAHAHAHA...HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAAAAAAAAAAA - se levantó como un resorte, presa de renovadas energías y de un zarpazo visceral, arrebató la hoja de papel de las manos del africano.

Comenzó a andar por todo el lugar a grandes zancadas, mientras desplegaba el papel, y comenzaba una lectura frenética que su cerebro buyente de nuevas ideas era incapaz de asimilar del todo. A su mente llegaban frases sueltas, inconexas, palabras que flotaban sobre un mar de rúbricas que no importaban en absoluto. Cuando se detuvo en seco, alzó la mano hacia el imponente hombre negro a la espera de que le entregara la pluma. La aferró con virulencia, y sin esperar un sólo segundo, extendió el papel sobre el pecho de Legba, utilizándolo como soporte para poder firmar. En ese punto ya no era capaz de enfocar nada más que el ajado papiro de papel. Agarrando la pluma en un puño, como un asesino sujeta el cuchillo con el que asesta la puñalada, su temblorosa mano comenzó a deslizarse por el papel, presa de una euforia desgarradora.

Durante todo ese tiempo, su carcajada no disminuyó ni un solo instante.

Cuando acabó, dejó caer la pluma sin ser consciente y agarró el papel con las dos manos, hipnotizado en su superficie, atrapado en un demencial frenesí.

Si Calfun de verdad cumplía, aquel sería uno de los días más felices de su vida.

No se planteó que jugar con tramposos podría ser un problema.

Al fin y al cabo, el propio Principe Payaso del Crimen era conocido por mantener al menos un par de ases  bajo la manga.

El paso del tiempo no le preocupaba, pero si le impacientaba. Preguntaba a menudo, como un niño atrapado en un monovolúmen en un viaje mas largo de dos horas cuánto faltaba para que Calfun volviera, cumpliendo la morbosa contraparte de su trato. El traje de Batman que le había prometido estaría en su guarida de un momento a otro, y esos segundos agónicos parecían esmerarse en pasar más lento segun se espaciaban del instante en que la idea de tenerlo se había implantado en su creativa cabeza. Mandaba revisar las cámaras cada poco y si sentía que todo empezaba a complicarse, repasaba el diario que había llenado con todas las fantasías que quería cumplir en cuanto lo tuviera en su poder.

Tenía tantas ganas. Tantas ideas.

Y una noche, ahí estaba...

Como un punchline sin fuerza en un monólogo sin gracia.

Sus manos enguantadas agarraron con frenética fuerza el tejido del interior de aquella bolsa que se le antojó tan mortuoria como las que usaban en las funerarias para envolver los cadáveres. Se vió a sí mismo a punto de destrozarlo en mil pedazos, pero una ocurrencia fugaz le atraveso con claridad el barullo de su mente segmentada y llena de gritos.

- No se admiten devoluciones...- rumió para si, mientras invertía cada carga de sus estímulos nerviosos en sujetar sus propias fibras musculares impidiendo el arrebato. No le daría a ese tramposo el gusto.

En lugar de eso, hizo lo que todo cliente desencantado con el servicio hubiera hecho.

-¡CALFUUUUUUN!- gritó, en medio de la guarida, haciendo que donde quiera que estuvieran sus muchachos descansando la vista dieran un respingo. - ¡¡CALFUUUUUUUUUUUUUUN!!

El payaso sacó el traje del interior de la bolsa y lo esgrimió al aire, como si de la nada fuese a aparecer para cogérselo de su enguantada mano de nudillos blanquecinos, a causa de la presión.

-¡¡SUCIO TRAMPOSO SÉ QUE ESTÁS AQUÍ!!

Cuando su silueta se materializó, se lanzó hacia ella con los imponentes pasos que sólo una Karen con un cupón caducado sin validar habría podido replicar. Alzó el traje hasta colocarlo tan cerca de su nariz que hasta las fibras se volvieron borrosas. Cualquier ser humano normal habría sentido el instinto de reclinarse hacia atrás, pero el saber estar de Rebecca la hizo permanecer clavada en el sitio, ayudando al Dios a transmitir esa sensación de tranquilidad que le caracterizaba.

- ¿PROBLEMA? - exclamó el payaso, meciendo de nuevo el traje de forma amenazadora frente a sus ojos. - ¡PROBLEMA EL QUE TIENES TU, AMIGO! ¿ACASO TIENES IDEA DE LO INSULTANTE QUE ES ESTO? ¡TENÍAMOS UN TRATO! ¡ME SALTE LAS REGLAS POR TI Y TU NI SIQUIERA...!- bajó el traje de golpe, encontrando sus ojos verdes inyectados en sangre con los rojos del Dios, y en ese momento, su diatriba se cortó. Su ceño se frunció, y con un gesto nada disimulado, repasó a Calfún de arriba a abajo. La mirada mas rápida, inquisitiva, y privada de sentimiento que a ese Dúo combinado le hubieran echado jamás. El Joker arrugó la nariz, elevando un lado del labio, antes de soltar un resoplido por la nariz. - Mmmm - - acto seguido volvió a elevar el traje. - ¿¡TIENES IDEA DE LO ESTÚPIDO Y SIN GRACIA QUE RESULTA QUE TRATES DE SALIR DE ESTA CON UNA COSA ASÍ?! ¡ME PROMETISTE UN TRAJE DE BATMAN! Y EN CAMBIO ME TRAES ESTE...ESTE... - el joker arrojó el esmoquin contra el pecho del Dios, que Rebecca sujetó por inercia, observándolo con una ceja alzada, como si analizar aquella prenda no supusiera mas que una mera formalidad. Un indice delgado y afilado como una daga se clavó en el pecho del Dios, presionándolo como un puntero.- ¡QUIERO MI TRAJE DE BATMAN! ¡AHORA!- Su voz no se alzaba... se agravaba con cada palabra.

Incluso el Dios podría sentir la creciente sensación de amenaza que destilaba por los poros el imprevisible Payaso...

Si había algo peor que el propio Joker, era verle perder la sonrisa.

Dos tiros no le habrían perforado de una manera mas desgarradora que los ojos de Joker, clavados en los suyos rojos, en el momento en que realizó todo aquel teatro de revisar el traje, como si no se tratara de un estúpido smoking de fiesta a medida y gusto de un niñato rico que solía encabezar todas las líneas en la sección de corazón y economía de periódicos y revistas de sociedad de Gotham. Sólo pensar en lo que estaba insinuando resultaba mareante hasta la náusea. Sus ojos verdes se inyectaron en sangre a medida que pasaban los segundos y se mantenía de manera inconsciente sin pestañear. El ardor comenzó a ser una emocionante manera de mantener la atención en aquel rostro hallowinesco sin perder detalle. El malestar físico formaba una parte tan esencial de su cotidianidad que era común que ese tipo de cosas le sucedieran sin percatarse siquiera.

El silencio se extendió entre los dos cuando volvió a insistir en sus desvaríos. El payaso casi se lamentó de no llevar encima alguno de los variados botes de plástico con tapa a prueba de niños cargados con los cócteles de medicación que insistían en darle cada vez que asomaba por Arkham Asylum. Quizá una buena combinación de barbitúricos serían capaces de relajarle ese cerebro disfuncional que escondía detrás de dos cráneos. Se vió a sí mismo, tan claro como le veía a él, arrollar aquella figura que le sacaba al menos un par de cabezas, agarrándole la faringe bajo la mano enguantada mientras sus rodillas hacían presión sobre el tórax al apoyarse sobre él con todo su peso, suficiente para partir sus costillas como si estuvieran hechas de bastón de caramelo. Se hundirían en sus blandos pulmones como un dedo sobre el algodón de azúcar y unas dos docenas de pastillas desaparecerían a la fuerza tras esos dientes. Su propia sangre le ayudaría a tragárselas todas. La idea le tranquilizó lo bastante para sentirse desconcertado cuando su voz volvió a retraerle al punto anterior.

¿Le había hecho tragar las pastillas, o no?

Las palabras captaron lo bastante su atención para hacerle pestañear un par de veces, desconcertado de aquel instante en blanco que acababa de ocurrirle. Acababa de olvidar en qué estaba pensando. Intentaba traer la imagen, pero ni siquiera recibía ruido blanco. Decidió dejar ir el pensamiento esquivo. No podía ser importante si no podía recordarlo. Siempre recordaba lo importante.

Lo único.

Batman.

Por eso estaba él aquí. Por eso estaba Calfún aquí.

Batman.

- Será un placer demostrarte lo equivocado que estas. - sonrió de nuevo el Joker con una sonrisa macabra, su mirada ensombrecida por la absoluta demencia. - Y cuando eso suceda, me deberás más que un traje de Batman. - el payaso alargó la mano hacia Legba, pero no la que habría sido adecuada para un apretón de manos. Tendió la contraria y se entretejió con la enorme mano del Dios, agarrándose entre cada dedo con una íntima lentitud que de pronto hizo a Legba consciente de que aquellos dedos si eran de carne y hueso.

Por alguna desconocida razón aquel contacto físico intrusivo le hizo sentirse un poco mejor. Mientras notaba una agradable y volátil sensación de vértigo sus cuerpos se convirtieron en un rastro de humo que se disipó en el aire dejando tras ellos nada más que un antinatural silencio.

[FDP: Tema finalizado. Continúa en Firewall. ¡Muchas gracias por la participación, y a ver dónde termina este juego! HAHAHAHAHA]