Firewall (Bruce Wayne) (4/5/2019)

Torre del Reloj
Gotham
4 de mayo de 2019
3:14 AM

-¿Cómo se encuentra? ¿Lo ha visto ya Leslie...?

-Sí. Está bien. Algunas contusiones... El labio roto. Dos costillas fracturadas. Pero los órganos internos no parecen afectados. Leslie cree que podría haber entrado en contacto con alguna... droga o toxina en algún momento -al otro lado de la línea, Alfred Pennyworth intentaba mantener un tono tranquilizador.

-¿Qué tipo de toxina?

-No lo sabemos. Fuera lo que fuera, ya ha desaparecido de la sangre.

-¿Y por qué piensa Leslie que lo intoxicaron?

-Bueno... Cuando lo encontraron, estaba muy confuso. Y no puede explicarse por las heridas o la pérdida de sangre. La Doctora Thompkins pensaba que podía ser un golpe en la cabeza, pero las pruebas han salido bien, así que...

-...seguramente fuera una sustancia -completé-. ¿Sabemos quién lo atacó?

-No -negó Alfred-. Y él tampoco puede decírnoslo.

Sentí un nudo en el estómago ante lo que implicaban sus palabras.

-¿No recuerda... nada?

-No -dijo el mayordomo, tras una pausa-. Nada. Al parecer, la zona donde lo encontraron mostraba signos de actividad de Poison Ivy... -asentí, aunque Alfred no pudiera verme. Aquello ya lo sabía- Pero quien le hizo esas heridas tuvo que ser alguien más grande y pesado que la señorita Isley. Y, a juzgar por el estado de sus nudillos, el señorito Dick se defendió.

-Y no había nadie más allí cuando llegó el equipo de rescate -me recordé, en voz alta. Yo misma había estado en comunicación con ellos en aquel momento-. Seguramente haya sido algún matón de Ivy -reflexioné-. Y lo que ha afectado la memoria de Dick...

-...podrían haber sido las feromonas -concluyó Alfred-. Es muy probable, y eso explicaría también por qué no quedan trazas en sangre. Si el señorito Dick estuvo controlado durante ese tiempo...

-No recordaría nada de lo que hizo. Pero... ¿por qué lo atacarían entonces? No tiene sentido... -objeté.

Salvo que no lo hubiera atacado un matón de Ivy, claro. Pero entonces, ¿quién? ¿Una banda rival? ¿Uno de los invasores demoníacos?

Me masajeé la frente. Mientras buscaba a Dick había intervenido casi todos los sistemas de vigilancia de Gotham. Había indagado en la base de datos de la GCPD (perdóname, papá); en las grabaciones de varios párkings, centros comerciales y empresas de seguridad; había revisado todas las fotografías de la prensa e incluso las imágenes por satélite. Si dar con Nightwing había requerido tres días... ¿cómo iba a poder averiguar la identidad de su agresor? Las plantas de Ivy habían resultado ser excelentes guardianas de sus secretos. Cables de internet amputados y repetidores destrozados por inmensas raíces; imágenes aéreas bloqueadas por una marea de copas verdes; cobertura interferida en todas partes...

La investigación me llevaría horas, y seguramente sería infructuosa.

Oí un carraspeo educado. Al otro lado de la línea, Alfred aguardaba a que yo hablara. Regresé al presente.

-¿Te ha dicho Leslie cuándo podemos ir a verlo? -pregunté.

El mayordomo pareció detenerse a considerar qué decirme.

-Necesita... uhm. Descansar un poco -dijo. Ante mi silencio, decidió elaborar un poco más su respuesta-. Leslie lo ha sedado, aún tenía algunos síntomas confusionales y no dejaba de moverse... Eso no ayuda mucho a que se suelden las costillas -continuó, con cierto tono de culpabilidad- Quizá pueda venir mañana, si está mejor -ofreció.

-Mañana. Bien. Estaré allí -prometí-. Descansa un poco, Alfred -le dije, aunque sabía que no lo haría.

-Usted también, señorita Gordon -correspondió, aunque también sabía que no lo haría.

Tras el clic, mis ojos regresaron a la pantalla del ordenador, y a todo el trabajo que me aguardaba. Me sentía abrumada. ¿Por dónde empezar?

Los archivos de la policía estaban descartados; la GCPD estaba desbordada y lo más probable era que ni siquiera hubieran podido despejar el terreno del Museo Botánico de Gotham, donde Dick había sido encontrado. Aquella zona era ahora una auténtica jungla, y había sido parcialmente afectada por el fuego. Lo más probable era que, aunque lograran encontrar alguna muestra, ésta estuviera contaminada.

¿Las imágenes de la zona? Ninguna. Sólo tenía visual de un par de lugares, todos ellos demasiado lejos del invernadero. Las había revisado unas cien veces, sin encontrar nada que resultara útil.

A aquellas alturas, lo único que podía hacer era tratar de contactar con la misma Poison Ivy o con alguno de sus confidentes. Tal vez alguien sabría…
La pantalla se iluminó súbitamente con luz roja y parpadeante. La advertencia de seguridad apareció en ambos monitores, reclamando mi atención.

AMENAZA DE SEGURIDAD. CIBERATAQUE DETECTADO.

-¡Mierda! -maldije en voz alta.

Me lancé sobre el teclado de inmediato, con el ceño fruncido. ¿Cómo era posible? Los sistemas de la Torre del Reloj estaban blindados de mil maneras contra todo tipo de intrusiones. Era casi imposible abrir una brecha en la seguridad.

Pero, si ya estaba abierta, aquello significaba que mucha información confidencial pasaba a estar comprometida. No podía permitir que se filtrara.

Había demasiado en juego. La investigación iba a tener que esperar.

Fuese quien fuese, era bueno. Muy bueno.

Bloqueó varios intentos para acceder a los datos de su sistema y su ubicación. Frenó dos contraataques cibernéticos por mi parte. Mantuvimos un duelo digital y, aunque logré que no penetrara las defensas, no tenía nada de él. Al menos, nada concluyente.

No sabía si quién había al otro lado de la pantalla era una sola persona o una corporación, pero era humano. Ni la mejor de las IAs podría adaptarse con tanta rapidez a los cambios en el código. Lo cual me llevaba a la última opción viable. Abrir un canal de comunicación seguro con el atacante, e intentar obtener más información a partir de lo que me dijera. Una especie de... Ciberinterrogatorio. Eso también me daría tiempo para que la instalación del nuevo cortafuegos, que había rediseñado para cubrir la brecha, se completara.

- ¿Quién eres...? -murmuré para mí misma, mientras empezaba a trabajar en el canal.

Mi mente no cesaba de barajar posibilidades. La más coherente, por el modus operandi, era el Calculador. Y, sin embargo, era imposible... Salvo que Amanda Waller se hubiera convertido en una hermanita de la caridad y permitiera el uso de su ordenador personal a los presos de Belle Rêve.

No. No era demasiado probable.

Entonces, ¿quién? ¿Un nuevo enemigo, tal vez? ¿O un antiguo aliado que hubiera decidido darnos la espalda? No sería la primera vez...

- Te tengo -anuncié, con sequedad, mientras pulsaba el intro.

Una ventana negra apareció en en centro de mi pantalla.

Insert ID, pidió el sistema.

El cursor horizontal parpadeaba, esperando mi respuesta.

Al otro lado del canal, mi atacante misterioso estaba leyendo el mismo mensaje.

MarpleMiss99, escribí.


MarpleMiss99: You shall not pass.

Hubo un breve silencio virtual mientras él escogía su pseudónimo.

JonDoe297: Me alegra ver que no has perdido tu chispa

Me quedé paralizada en el asiento, mientras mis ojos recorrían su ID por segunda y tercera vez. No era un nick nuevo para mí.

JonDoe297: Disculpa el artificio. Tenía que asegurarme de que eras tú

Mis dedos se deslizaron por el teclado.

¿Bruce_, empecé a escribir. Y borré antes siquiera de completar el mensaje.

Era absurdo. Era imposible.

[MarpleMiss99 está escribiendo...]

MarpleMiss99: Mensaje borrado

[MarpleMiss99 está escribiendo...]

MarpleMiss99: curiosa elección de pseudónimo.

MarpleMiss99: ¿Nos conocemos?

JonDoe297: Eso no es importante ahora. Necesito que reúnas al equipo, Nightwing está en problemas. Hiedra Venenosa ha conseguido atraparlo bajo su influjo y se encuentra ahora mismo con ella en el invernadero.

JonDoe297: Es prioritario rescatarlo a cualquier coste, pero tened cuidado. Esta totalmente controlado y os atacará sin dudar.

No había vacilación en sus mensajes. Era directo, conciso y claro... Sin corregir una sola palabra.

Igual que él.

Pero aquello no lo hacía menos... imposible, ¿cierto?

MarpleMiss99: Nightwing está a salvo.

MarpleMiss99: ¿Sabes quién lo atacó?

Esta vez sí hubo una breve pausa.

JonDoe297: Me confirmas entonces que ha sido recuperado en el transcurso de la última hora? Nightwing está bien? Puedes confirmarlo?

Dios, eso era tan él que dolía.

MarpleMiss99: Sí. Está bien. Pero no has respondido a mi pregunta.

MarpleMiss99: ¿Sabes quién lo atacó?

MarpleMiss99: ¿Cómo has accedido al sistema?

JonDoe297: Barbara, soy yo. Este es un canal seguro. Podemos hablar.

[MarpleMiss99 está escribiendo...]

MarpleMiss99: Eso es imposible.

MarpleMiss99: ¿Estás muerto?

Hubo otra pausa.

JonDoe297: Sé que es difícil de asimilar

JonDoe297: Soy Bruce, pero no el que tú conociste

[MarpleMiss99 está escribiendo...]

MarpleMiss99: No lo entiendo.

JonDoe297: Procedo de un universo diferente. Debería haber llegado aquí con la Colisión pero por algún motivo no he aparecido hasta hace unos días

JonDoe297: Mi teoría es que el universo no permite dos huellas biológicas iguales, así que no se me permitió aparecer hasta la muerte del anterior Bruce Wayne

MarpleMiss99: Comprendo. Sería la segunda vez que ocurre algo parecido

JonDoe297: no lo sabré con seguridad hasta que pueda estudiarlo

JonDoe297: Dick no puede saber nada hasta entonces

JonDoe297: intenté arrancarlo de las garras de Ivy pero no salió bien. No tenía mi armadura y logró destrozar el dispositivo que me permite caminar.

MarpleMiss99: Espera. ¿Dick te atacó?

JonDoe297: No era él mismo. Estaba bajo el control de Ivy

MarpleMiss99: ¿Por qué no decirle que estás vivo?

JonDoe297: No quiero que me vea así, no quiero que se sienta culpable. No debe saber nada hasta que encuentre la manera de reparar el dispositivo.

JonDoe297: Necesito tu ayuda

[MarpleMiss99 está escribiendo...]

MarpleMiss99: Dime cómo.

JonDoe297: Necesito que mandes a Alfred a por mí. No puedo moverme. Te paso mis coordenadas.

MarpleMiss99: Las tengo. Contactaré enseguida con él.

JonDoe297: Cuando estemos juntos analizaremos la estrategia a seguir, pero de momento no le digas nada a Dick ni a ninguno de los otros.

MarpleMiss99: Hablaremos cuando llegues.

FIN DE LA TRANSMISIÓN.

El canal se cerró, pero mis ojos siguieron fijos en la pantalla, el corazón martilleando a toda velocidad en mi pecho. En el monitor de mi izquierda, las líneas de coordenadas iban reduciendo el mapa de Gotham a un área cada vez más pequeña.

¿Qué acababa de ocurrir? ¿Había intercambiado mensajes con un muerto? No, con Bruce Wayne... de otro universo. O eso decía él.

Y lo peor es que una parte de mí lo creía firmemente. La forma de hablar. Toda esa información que no podía tener si no era él, incluyendo su identidad secreta... El hecho de que me pidiera que le guardara secretos. Que le ocultara información a su propio hijo... Era irritante, pero al mismo tiempo una de sus huellas de identidad.

Pero... ¿por qué no podía moverse? Había mencionado un dispositivo. Un aparato que aparentemente Dick, bajo el control mental de Ivy, había roto. Dejé caer las manos sobre el reposabrazos de la silla. Estaban temblando.

Aquello resolvía mi investigación. Sabía quién había atacado a Dick. Y lo peor era que todo encajaba.

Pero... no podía decirle nada. Independientemente de que Bruce lo hubiera pedido, era absurdo compartir con el equipo una información así sin antes haberla confirmado. Sabía que aquello era una bomba de relojería... Pero no podía decírselo hasta que estuviera segura.

"No más secretos", habíamos prometido todos.

Y yo no había tardado ni un mes en incumplir mi promesa.

-Alfred- ordené a la pantalla.

Llamando.

Llamando..

Llamando...

-Mansión Wayne. Al habla Alfred Pennyworth, ¿en qué puedo ayudarle?

-Alfred, soy yo. Tengo que pedirte una cosa.

Aunque lo intentara, no sería capaz de poner en pie cómo conseguimos llegar hasta el distrito industrial después de abandonar el invernadero. El dolor era como un aguijón candente que comenzaba en la base de mi columna y se extendía por toda la espina dorsal hasta taladrarme el cerebro. No podía caminar, y sólo puedo suponer que habré sido poco más que un fardo para Selina. ¿Cómo ha sido capaz de transportar mi peso todo el camino? No puedo adivinarlo, aunque supongo que, de haber llevado la armadura, habría sido del todo imposible.

Imagino que debió pasar bastante tiempo hasta que, al fin, nos encontramos ante la mugrienta fachada del negocio de fumigaciones abandonado que el anterior Bruce utilizaba como uno de sus pisos seguros. Agradezco a mi necesidad de control y previsión que la localización de los diferentes refugios que Batman tenía distribuidos por la ciudad fuera una de las primeras cosas que miré en el ordenador de la Atalaya, justo después de la situación de los diferentes miembros de la Liga y la Batfamilia para comprobar quiénes seguían vivos. Supongo que, a pesar del intenso dolor que me invadía, fui capaz de decirle a Selina la dirección, aunque apenas recuerdo nada del trayecto. He debido realizarlo en una suerte de semiinconsciencia. De no ser por Selina, ahora estaría muerto.

El avanzado mecanismo de seguridad de la puerta desmiente el estado de abandono del edificio, aunque a buen seguro ninguno de los atareados transeúntes que pasaban por allí a diario se molestaría en dirigir un segundo vistazo al destartalado local. En situación normal, engañar al sistema habría tomado bastante tiempo, mas, por fortuna, soy capaz de hackear algo que yo mismo he hecho, aunque haya sido una versión diferente de mí mismo. Para ese momento ya estaba lo suficientemente consciente como para utilizar el ordenador que aún conservaba del antebrazo de mi armadura, y, tras algunos minutos (bastantes más de los que deberían haber sido) logramos entrar en el reducido espacio y Selina me ayudó a tenderme en un camastro que había en una esquina.

- En algún lugar debe de haber un botiquín -musité, con la garganta reseca-. Por favor, búscalo y tráeme el analgésico más potente que encuentres.

Apreté los párpados y los labios en un intento vano de contener el dolor.  

- De acuerdo -accedió ella-. Quédate quieto hasta que vuelva.

Tampoco es que tuviera muchas opciones. En la situación en la que me encontraba no tenía más remedio que confiar en ella. De todos modos, tenía bastante claro que, de no ser por su ayuda, no habría sido capaz de llegar hasta allí, así que era poco probable que buscara traicionarme de alguna forma.

La máscara me asfixia; el látex diseñado para amoldarse a la perfección a mis facciones resulta ahora sofocante. Dedos rígidos se traban torpemente y con desesperación en los diferentes enganches consiguiendo arrancar de mi rostro mi segunda piel, y dejándola caer al suelo en el momento en el que Selina regresa con el botiquín.

- Déjame echarte un vistazo -me pide, y sé que sus intenciones son buenas, pero el dolor me impide pensar con claridad, y, ante su cercanía, reacciono de manera instintiva apartándola con rudeza. No tardo mucho, no obstante, en reparar en lo que acabo de hacer, y le dirijo lo más parecido a una mirada de disculpa que soy capaz de componer.

- No hay nada que puedas hacer -musito entre dientes-. Déjalo.

- ¿Cómo puedes ser tan tozudo? -me replica ella, pero no parece sorprendida en lo más mínimo. Suspiro.

- Sólo... Sólo dame los analgésicos. No hay tiempo para más.

-¿No estarás pensando en volver ahí? -cuestiona con sequedad mientras rebusca en el botiquín-. No tienes ninguna posibilidad. Casi te matan.


Está de espaldas a mí, pero soy capaz de percibir por el sonido y sus movimientos que está cargando dos jeringuillas. En una, el analgésico que le he pedido, y, si la conozco bien, apostaría a que en la otra lleva un sedante.

- No puedo volver, no en este estado -me veo en la obligación de aclarar-. No puedo moverme, ni mucho menos caminar, pero tengo que hacer algo, tengo que avisar a los demás. No puedo... No puedo dejarle allí, en sus manos...

La idea de que pueda ocurrirle algo a Dick cuando nos acabamos de reencontrar me resulta incluso más dolorosa que el garfio de acero candente que se retuerce en la parte baja de mi espalda.

- Ahora mismo sólo conseguirás que te maten -me dice mientras me inyecta el contenido de lo que espero sea la primera jeringa-. ¿Quieres que el chico se dé cuenta de que te ha matado cuando vuelva en sí? Pamela no le hará daño. Tú la conoces. Sabes que cuida bien de sus juguetes. Nightwing está fuera de peligro -sus palabras suenan convincentes, pero no me sorprende. Selina siempre fue una buena actriz-. Tú, en cambio... necesitas que te vea un médico.

- No, el chico no puede darse cuenta de nada -coincido, mirándola con una seriedad más calmada. El analgésico está empezando a hacer efecto y puedo notar cómo la bruma que enturbiaba mi cerebro se despeja poco a poco-. Selina... de nada -repito con énfasis, sujetándola suavemente de la muñeca para hacerle entender que estaba hablando en serio-. Tengo la espalda rota -dictamino de forma clara-. Un médico no podría hacer nada. Lo único que puede ayudarme es el aparato que está destrozado en el suelo de esta habitación, y hasta que no consiga que lo reparen no podremos hacer nada. El chico no puede saberlo. No puede saber que me ha dejado lisiado. No ha sido culpa suya y no quiero que se culpe por ello, ¿lo entiendes? Necesito que me prometas que no le diras nada. Prométemelo -insisto, aumentando levemente la presión en su muñeca para hacerle ver la gravedad de la situación.

- ¿Crees que ésa es la forma de protegerle? ¿Esconderle lo que ha pasado? Se acabará enterando tarde o temprano -me responde entrecerrando sus preciosos ojos verdes-.  Pero... -contempla la mano que aprisiona su muñeca sin tratar de liberarse-. No se enterará por mí. Con una condición: Pamela. ¿Qué diablos le pasa? ¿Por qué el truquito del fuego y las dos voces?

- Me ha pillado tan de sorpresa como a ti -admito, recostándome nuevamente sin poder contener el dolor que me provoca el movimiento-. Mi mejor suposición es que tiene que ver con la infestación demoníaca, pero acabo de llegar a este universo y no he tenido ocasión de estudiar debidamente éste fenómeno. Selina... -suspiro, sabiendo la respuesta a mi pregunta antes de formularla-. Realmente no me recuerdas, ¿verdad? No sabes quién soy.

- Claro que sé quién eres -me responde, a la defensiva-. Eres Bruce Wayne. En todos los universos, asumo. Ni siquiera en otras realidades dejarías que fuera otro el que lo hiciera por ti -añadió, pero parecía más un pensamiento en voz alta para sí misma que para mí, así que no me molesto en responder, y ella continúa-: ¿Qué es lo que se supone que debo recordar?

La miro fijamente, pensando en el anillo que sé que sustrajo de entre mis pertenencias. Si hubiera recordado, si fuera mi Selina, sé que me lo diría. Pero, si no lo es, si no alberga recuerdo alguno, entonces el anillo no tiene el menor significado para ella más allá de su valor económico. Y, por tanto, tampoco me importa a mí. Puede quedárselo. Después de todo, es suyo. Aparto la mirada, poniendo especial cuidado en no permitir que trasluzca rastro alguno de emoción.

- Nada -respondo sucintamente-. No importa. ¿Puedes hacerme un último favor antes de irte? Necesito ropa de recambio. Si puedes buscarme algo y dejármelo aquí te lo agradezco.

Ella hace una pausa breve, tal vez a punto de decir algo, pero lo único que sale de sus labios es un simple "claro", antes de desplazarse hacia el armario, sus movimientos súbitamente ralentizados como si caminara a través de agua. Ojalá estuviera seguro de por qué.

Observo los pantalones y la camisa que deposita a mi lado. Sé que estoy cubierto de barro, sangre, sudor y suciedad, pero carece de la menor importancia ahora mismo. Ya habrá tiempo para trivialidades cuando Dick esté a salvo.

- No vas a... Poder ponerte esto tú solo.

Las palabras de Selina no hacen más que enunciar lo que yo mismo me estaba planteando en éste instante. No puedo evitar torcer el gesto ante la humillación de mi propia impotencia. Odio profundamente el sentimiento de tener que depender de otras personas.

- No puedo pedirte esto -musito.

- Podrías pedirlo, pero no será necesario. Te ayudaré de todas formas.

Estoy seguro de que agradece la falta de réplica. Apuesto a que no tiene ganas de argumentar después de todo lo que hemos pasado. Casi puedo ver su cara cuando se coloca detrás de mí para enfrentarse a la crudeza de la herida. Ella nunca llegó a verme así. Los que me atendieron la primera vez fueron Alfred, Zatanna y Fate. Nunca tuvo que ver la parte más desagradable, pero aún así le afectó y yo no supe ver hasta qué punto. Estaba demasiado concentrado en los efectos más tangibles de la guerra como para comprender que hay cicatrices que no son visibles. Si hubiera tenido más empatía quizá habría podido prevenir su traición y las cosas habrían resultado diferentes.

¿La culpo por ello? Al principio sí, pero eventualmente comprendí las razones que la llevaron a tomar aquella decisión. Los dos somos criaturas imperfectas, gata y murciélago. He cometido demasiados errores a lo largo de mi vida como para juzgar los suyos.

- Tengo que limpiar esto -murmura, y la escucho preparar los elementos que va a necesitar para hacerlo. El sonido del envoltorio que envuelve las gasas esterilizadas al romperse, el olor acre del antiséptico llenando la habitación-. ¿Listo?

Sé que su intención es darme tiempo para hacerme a la idea, pero no lo necesito. Son innumerables las ocasiones en las que me he encontrado en una situación similar, y de hecho no es ni siquiera la primera vez que me enfrento a aquella herida en concreto. Simplemente asiento, y ella procede. El contacto escuece como era de esperar, aunque sus movimientos son particularmente cuidadosos. Durante todo el tiempo soy más consciente de la suave presión que ejerce su otra mano sobre mi hombro que del proceso en sí, y tengo que reprimir el impulso urgente de colocar la mía sobre la suya. A pesar de su evidente renuencia a hacerme daño realiza un trabajo meticuloso y concienzudo, prestando atención incluso a las heridas más superficiales. Yo la observo hacer sin decir nada, contemplando el movimiento de aquellos dedos esbeltos y ágiles que tantas veces se han usado para quebrantar la ley y tratando de establecer contacto con su mirada esquiva las ocasiones en las que su empeño la lleva a situarse en mi rango de visión.

Qué no daría por saber qué está pensando. Por lo general no se me da mal hacer suposiciones, pero con ella siempre me ha resultado particularmente complejo. Su mente es un enigma que escapa incluso a mis facultades.

- ¿Podrás reparar eso? -pregunta inesperadamente, rompiendo el pesado silencio. Acompaño su mirada hacia el dispositivo de LexCorp que se encuentra en el suelo.

- No lo sé. Quizás. Voy a necesitar mover unos cuantos hilos -guardo silencio, inseguro sobre si preguntar o no la cuestión que lleva días rondándome por la mente-. Selina... ¿Por qué me ayudas? ¿Por qué traicionar a Ivy?

- Es una pregunta difícil de responder -replica, luego de una pausa en la que se concentra en ayudarme a desprenderme de unos pantalones demasiado ceñidos como para que fuese posible para mí hacerlo solo. La pregunta permanece sin respuesta durante minutos interminables mientras me ayuda a colocarme el traje. No puedo sentir nada, pero me resulta difícil desprenderme de cualquier vinculación emocional al verla abotonar el cierre de los pantalones. Años de convivencia y momentos compartidos pasan ante mis ojos como un torbellino y debo recurrir a toda mi fuerza de voluntad para que no se traduzca en la expresión de mi rostro. Su mano asciende sobre mi abdomen expuesto para cerrar la camisa y puedo notar como ante el ligerísimo roce que ni siquiera llega a definirse me recorre un escalofrío que hace que se me erice el vello del estómago. Me digo a mí mismo que no es ni remotamente el momento, pero el cuerpo alberga memorias y reacciones difíciles de controlar, especialmente cuando has amado a alguien de manera tan intensa durante tantísimo tiempo. Durante un instante me pregunto si se habrá dado cuenta del efecto que provoca en mí, el poder que alberga sobre mí prácticamente desde el principio, y, a juzgar por la mirada que me dirige mientras termina de cerrar los últimos botones, me atrevería a apostar a que sí. Creo que siempre lo ha sabido-. Siendo el mejor Detective del mundo, deberías saberlo.


- Contigo todo es un misterio -replico, enfrentando su mirada-. Nada obedece a los criterios de la razón o la lógica.

Ella sonríe, casi a su pesar. Una sonrisa lánguida, felina.

- Quizá me guste confundirte -susurra.

- Tú eres la única que consigue que me guste sentirme confundido -replico sin pensar.

Ella me mira, con el fantasma de esa sonrisa aleteando aún en las comisuras de sus labios. Su mano se demora más tiempo del necesario en el último botón de la camisa.

- Bien. No voy a disculparme por ello -murmura, y ladea ligeramente el rostro para aproximarlo al mío.

Una vez más, actúo sin pensar, alzando lentamente una mano para rozar con sutileza un mechón de su cabello, acariciando el oscuro zarcillo, tanteando, inseguro de cuál será su reaccion. Sé que tengo que tener cuidado y no asumir respuestas que no tendrían por qué suceder de la manera que espero. La Selina a la que yo conocía era mi compañera y amante desde hace años, pero ésta Selina no ha tenido nunca ésa clase de relación con el Bruce Wayne de su universo. No puedo asumir nada ni saltar a conclusiones en base a mis experiencias previas. No sé siquiera si se siente físicamente atraída hacia mí, aunque la manera en que responde a mi intento de acercamiento, entrecerrando los ojos y apoyando la mejilla en la palma que se ha alzado para acariciarla resulta esperanzadora. Parece, a todas luces, un gesto inconsciente, instintivo, y su lenguaje corporal me indica que no se encuentra a disgusto.

Sé que debería parar en éste momento, pero no puedo evitarlo. Mi cerebro se desconectó desde el momento en que acercó su rostro al mío. El tiempo se detiene mientras, con delicadeza, deslizo la mano en la que ella se ha reclinado por detrás de su cuello y la atraigo hacia mí para extinguir por completo los escasos centímetros que nos separan. Se trata de un contacto fugaz, apenas un aleteo como el roce de las alas de una mariposa sobre sus encarnados labios. No se trata del gesto intenso y desesperado de un amante ávido de pasión y lujuria carnal, no. Es algo mucho más profundo que eso. Es el beso de un amigo, un compañero. De alguien que te adora y te respeta en lo más profundo de su alma. Es un beso que habla de amor puro y reverente. Un beso en el que transmito todo cuanto no me está permitido decirle con palabras, y ella me corresponde, con la misma suavidad. Noto tensión en su cuerpo, una tensión que sirve como un doloroso recordatorio de que no es la compañera que perdí, pero aún así, pudiendo escapar en cualquier momento, deshacerse de un agarre que no es tal, decide permanecer allí, prolongando el contacto como si una parte de ella no deseara romperlo. No sé por qué lo hace, pero supongo que debo interpretarlo como un destello de confianza.  

Nuestros labios se separan, pero mi mano aún sujeta su nuca, renuente a dejarla marchar, y apoyo suavemente mi frente contra la suya en un gesto repleto de intimidad que habla más que mil palabras. No es la actitud de alguien a quien acabas de conocer hace unos pocos días, y aún así ella no posee los recuerdos que poseo yo. Sé que, si accediera a iniciar una relación, tendría que empezar desde cero. Selina era una persona difícil para eso. Tenía un casi permanente miedo al compromiso que la hacía siempre querer escapar cuando la situación dejaba de ser un juego para volverse más seria, y yo ya no tengo edad para seguir jugando. Me costó años lograr que aceptara aquél anillo. Años. Tengo que ser pragmático y aceptar que se me ha acabado el tiempo. He de dejarla ir, aunque sea la única a la que he llegado a amar de verdad. La única capaz de entenderme. La única con la que me siento yo mismo... completo. Incluso aunque aceptara que se trata de la misma persona, nunca podría estar seguro de si estoy enamorado de ella... o de su recuerdo.

Finalmente la dejo ir, en un gesto que resulta casi simbólico, y me encierro en mí mismo sin decir nada más hasta que noto por el casi imperceptible sonido de sus pasos que está cerca de la puerta. Sólo entonces vuelvo a girar la cabeza para mirarla por última vez.

- Selina... Gracias. Te debo la vida -simple y conciso. Dolorosamente ascéptico.

- Estamos en paz -responde crípticamente ella antes de salir, pero no le doy más vueltas porque sé que no puedo perder ni un segundo más con ésto mientras Dick continúe estando en peligro.

Selina me ha dejado recostado en la cama, así que me arrastro hasta llegar a la silla con ruedas del escritorio, incorporándome como buenamente puedo y dando gracias a los analgésicos. Por lo general no me gusta abusar de ellos, prefiero tener la mente lúcida, despierta, pero con éste nivel de dolor me habría resultado imposible pensar con claridad, y voy a necesitar estar despejado para lo que necesito hacer...


Cierro la tapadera del portátil y reflexiono sobre lo que he hablado con Bárbara. No lamento haber realizado un "ataque" a sus sistemas. Tenía que hacerlo así, era la única manera de hacerle ver que soy realmente yo. Bárbara me conoce desde hace muchos años, sabe cómo opero, conoce mis técnicas. Necesitaba que me viera actuar para que reconociera mis procedimientos. No hay muchos capaces de hackear Oráculo.

Su afirmación acerca de Dick me tranquiliza. Ahora sólo necesito hablar con ella sobre el dispositivo de LexCorp y encontrar la manera de repararlo y, con tiempo, conseguir otro para ella. Alfred no tardará en llegar, y Dick está a salvo. Desde que he llegado a Omega no he tenido ni un sólo momento de paz; primero, la invasión demoníaca. Después, Ivy. La pelea con Dick, la rotura del dispositivo que me permite caminar... No me puedo creer que de verdad las cosas estén empezando a arreglarse. Pronto veré a Alfred, a Bárbara, y si todo va bien, Dick, Timothy y los otros...

El sonido del timbre de la puerta me saca de mis pensamientos. El bueno y confiable de Alfred, tan diligente como siempre. Activo la cámara por simple precaución rutinaria, ya que nadie sabe que me encuentro allí aparte de Bárbara y él, y allí está, con sus ropas habituales y la gorra que se suele poner para conducir la limusina, sujetando una silla de ruedas. Sin vacilar, activo el interruptor que abrirá la verja y le permitirá acceder al ascensor que sube hasta mi ubicación, conteniendo apenas la emoción que hace estragos en mi pecho. La última vez que vi al que ha sido siempre como un segundo padre para mí, fue cuando se marchaba de la mansión a vivir su propia vida y a reencontrarse a sí mismo después de haber sido resucitado en la fosa de Lázaro. Al haber pasado tantos meses muerto había perdido gran parte de lo que le hacía ser él; su personalidad, recuerdos e identidad. Se sentía como un extraño sin vinculación con la familia, y había preferido marcharse para empezar de cero en otro lugar. Había sido particularmente doloroso para mí verlo ir por segunda vez cuando estaba empezando a superar su pérdida, así que la idea de volver a encontrarme con él, aunque fuese un Alfred de otro universo, colma mi corazón de una manera que no sería capaz de describir.

El viejo y chirriante ascensor alcanza finalmente la planta y las puertas correderas se abren.

- ¡Alfred! -exclamo girándome hacia él-. ¡Qué...!

Y es en ese momento cuando la sonrisa muere en mis labios, ante la visión de otra sonrisa, una que hace años que no veía más que en mis pesadillas y que había deseado en lo más profundo de mi ser no volver a ver...