[Maxi- Evento] Castillo de Naipes: El día de las invitaciones. (Harley)

Todo estaba lleno. ¡Lleno a rebosar! No había modo de moverse por la guarida sin engancharse los pies en una caja plagada de papeles, recortes de periódico, pilas de lístines telefónicos, censos, listas de personal. Les había llevado meses recabar todo lo que había considerado necesario para que la fiesta tuviera los invitados adecuados. La charla con esa psicóloga había resultado mas productiva de lo que habría podido imaginar. De hecho ni siquiera había querido matarla al acabar, algo que era poco usual. Esa gente era aburrida, pero de vez en cuando, se les olvidaba. Mientras caminaba sobre un montón de carpetas con expedientes policiales abiertos y pisoteados, sus chicos volvieron arrastrando la máquina que había pedido.

- ¡Un aplauso para nuestra invitada especial, Betsi!- rió con ganas aplaudiendo, mientras arrastraban sobre los papeles las ruedas de la enorme trituradora- ¡Pesa no se cuantos kilos y es capaz de convertirte en relleno para empanada en ocho segundos! ¡BRAVO! ¡BRAVISIMO!- siguió palmeando sus manos.

Los gorilas la colocaron en el centro de la enorme sala. Las hienas rieron, asomándose tras las cajas, rascando con las patas las montañas de papeles, jugando con ellos como cachorros. Acercándose hasta la máquina, dió una patada con sus zapatos de charol bien abrillantados a uno de los manuales que estaban tirados por el suelo, el cual salió volando y se estrelló contra uno de los focos, reventándolo en mil pedacitos. Su expresión demenciada hizo tragar saliva a sus esbirros, que se alejaron de la máquina.

- ¡HARLEY! ¿QUE HACES? ¡VEN AQUÍ!- la llamó, sin apartar la vista de los mandos.

Por fin iba a empezar. Mejor que el bingo, los sorteos o la lotería. ¡La selección de los ganadores!

¡Menuda papelería tiene montada el señor J! pensó Harley tras tropezarse con una de las montañas de expedientes que había en el pasillo. La pila de hojas se desmontó y se esparramó por el suelo repartiéndose y mezclándose con el resto de los documentos. Harley no sabía si aquello tenía algún sentido, algún orden que seguir, una lógica incomprensible por parte del Joker. ¡Quien sabe! Pero lo último que quería era hacerle enfadar, así que cogió unos cuantos papeles del montón que había en el suelo y volvió a apilarlos. Con suerte nadie se daría cuenta si algo se había traspapelado.

Continuó caminando por el pasillo hasta la habitación grande de la máquina trituradora mientras silbaba animadamente una de esas canciones pegadizas que ponían en la radio. Al ver a su dueña, las hienas llamaron la atención de Harley y la novia del payaso se acercó trotando para acariciarlas y recibir a cambio un par de lametones en la cara.

- ¡Mis bebés! ¿Tenéis hambre? Mamá Harley os dará algo de comer… -  dijo la Arlequina con los morritos bien juntos y con voz de niña. Ese típico tono estúpido que se te pone cuando le hablas a algo que consideras mono y que no puede contestarte. Harley rascó y acarició a Bud y Lou, que reían y jugaban con las pilas de papeles de su alrededor.

Harley soltó una carcajada y uno de los focos de luz del techo se rompió de golpe. Se hizo un silencio aterrador en la sala, y todos los mantones miraron en silencio a su jefe. El Joker volvía a requerir su atención. Harley puso una expresión apenada y les dio las últimas caricias a sus hienas.

- Tendrá que ser luego, mis babyboos… - les susurró, y después se acercó trotando alegremente hasta su amado Joker y le cogió del antebrazo, arrimándose a él como siempre hacía cuando su novio no estaba de buen humor.

- ¡Ya estoy aquí, Mr. J! – sonrió delicadamente mientras observaba el espectáculo desde la visión del payaso. – Y…. ¿para qué es todo esto, Pudding?

Aunque le hubiera encantado tener la oportunidad de ser el seleccionador de los ganadores del espléndido juego que había estado construyendo las últimas semanas, no era posible sin romper las reglas. Parte de la gracia era que él no intercediera, ya que tendría el honor de ser el papel primordial. Así que había que buscarse otra mano inocente, y aunque cualquiera le hubiera valido, lo mejor era poner a Harley a trabajar. Había comprobado que la única manera de mantener a esa haragana activa, evitando así su constante sobeteo, era ponerla a trabajar. Así que eso haría.

Cuando la arlequina apareció entre la pila de papeles, seguida por las dos hienas que mantenían la cabeza gacha, el Joker la recibió con los brazos abiertos, con las palmas enguantadas hacia arriba, como haría cualquier presentador ante su estrella invitada. Lo único que debía recordar Harley era que el programa seguía siendo suyo, y sólo suyo.

- Harley, mi dulce, ingenua y encantadora ayudante. - lisonjeó a la arlequina con una amplia sonrisa en cuanto ella se aferró a su brazo. - Te he preparado un juego genial. Necesito de una mano inocente que tenga buenos reflejos. Y tu vas a jugar. ¿a que si?- preguntó el payaso, de excelente humor ahora que había encontrado por fin al motivo de su frustración. Ella nunca le negaría nada. - ¡ESTUPENDO!- Dio una palmada, animado, para después poner a sus gorilas a trabajar.

Las pilas de papeles empezaron a ser trasladadas en torno a la inmensa trituradora, ahora apagada, mientras el payaso se sacaba de la chaqueta una caja de naipes, que abrió y contó, jugueteando después con ellos.

- Lo que vas a hacer, pastelito, es ponerte justo en tu marca. - dijo mientras señalaba la X en el suelo. - Y cuando empiece a lloverte papel encima, cogerás el que mas te guste, y si hay algún nombre en él, me lo leerás en voz alta. ¿Lo has entendido?- preguntó mientras localizaba en el bolsillo contrario de su chaqueta un rotulador.

- Harley, mi dulce, ingenua y encantadora ayudante. –

¡Oooiiiish! Harley se estremeció ante la dulzura que desprendía el Joker con aquellas amables palabras. El payaso del crimen tenía los brazos bien abiertos, mostrándose honrado con la presencia de su amada. Harley pensó que aquello era una invitación clara a darle un fuerte abrazo, así que no tardó ni un segundo en lanzarse sobre el Joker y estrechar su delgada cintura contra ella. La arlequina dejó escapar un leve suspiro y después se separó de su querido, parpadeando los ojos como las alas una mariposa.

Te he preparado un juego genial. Necesito de una mano inocente que tenga buenos reflejos. Y tu vas a jugar. ¿a que si?- preguntó el payaso

- ¡Me encantan los juegos! – dijo la rubia pegando un pequeño saltito de alegría. El Joker había pensado en un trabajo exclusivo para ella. No se lo había pedido a nadie más; ni a sus gorilas, ni a los Jokerzs, ni a ningún otro subordinado. ¡Solo a ella! ¡No podía estar más contenta de la atención que le estaba dedicando su amado!

- ¡ESTUPENDO!- dijo el Joker sin más dilación. - Lo que vas a hacer, pastelito, es ponerte justo en tu marca. – señalo una X en el suelo y Harley se posicionó allí rápidamente. - Y cuando empiece a lloverte papel encima, cogerás el que mas te guste, y si hay algún nombre en él, me lo leerás en voz alta. ¿Lo has entendido?-

-¡Más que entendido! – exclamó motivada. Estaba emocionada por participar en ese divertido juego. Los gorilas empezaron a colocar las pilas de papeles en la trituradora y el Joker se sacó de mientras una baraja de cartas y un rotulador. La rubia miró extrañada a su pastelito y movió la cabeza, haciendo que los pompones de su traje tintinearan.

-¿Para qué son las cartas, Jefe? ¿Qué harás con los nombres de personas que salgan? – preguntó la chica con mucha curiosidad. El Joker no le había contado el plan con detalle, de momento solo tenía que coger papelitos con nombres de personas al azar.

La gente, por norma, no era irremplazable. Eso lo sabía bien el payaso, que desde siempre había controlado la gente que había en sus filas en función de su productividad, lo divertidos que fueran, lo bien que trabajaran con él, o el estado de ánimo que tuviera el día de la "contratación". La gente iba y venía, pero siempre hay alguien que acaba metiendo la pata. El mundo del espectáculo, y sobretodo del directo, era parte del encanto que tenía. Pero había una personilla de entre todas esas que nunca le fallaba. Él mismo. Notó como esos brazos delgados le oprimían las costillas, y entonces dió unos suaves golpecitos en su cabeza, haciendo tintinear las borlas del traje de la arlequina.

- ¡Freddy, Rocco! A los mandos, caballeros. - hizo una reverencia como si presentara a sus compañeros de escena en algún espectáculo televisivo. Harley se colocó en su marca. - Eso no te incumbe de momento, tartita de calabaza. Pero puedo asegurarte que esos suertudos se lo van a pasar de muerte.- el tono grave en que lo dijo, y la carcajada subsiguiente que pareció a punto de asfixiarlo de la risa, no dejaron duda a ninguno de los presentes de que quien sea que recibiera esas cartas no iba a estar tan contento como el Joker.

Con paso danzarín se acercó a una pila de papeles que tiró por el suelo. Se quedó pensativo, mesándose la barbilla, y después se dirigió a otra pila tras la que, esta vez sí, apareció la mitad de un diván en el que se sentó, cruzando la pierna y sacando unas gafas de media luna con correa de perlas que se colocó sobre el puente de la nariz, y que sin duda habrían pertenecido a una bibliotecaria. No llevaban cristal, pero resultaba difícil imaginar el modo en que podría haber hecho de notario sin un poco de atrezzo que le ayudara a meterse en materia. Quien es profesional, lo es por los detalles.

- ¡Bueno muchachos, parece que va a llover!- su sonrisa se amplió, mientras la máquina efectuaba un rugido ensordecedor, y la maquinaria interna se ponía en marcha. - ¡Luces!- gritó, mientras se apagaba la guarida y cuatro focos iluminaban a Harley, cegándola. Entonces, una nube de papeles cortados se le vino encima, haciéndola sentir como si estuviera dentro del ojo de un huracán de recortes de periódico, que empezaron a volar a su alrededor. - ¡Leemelo bien alto, Harley!- sonrió, mientras barajaba las cartas con sus famosos juegos de manos. La Arlequina cogió el primer papel y lo leyó a medias, sin encontrar nombre alguno. Cogió otro, y otro, y otro más, y por fin a la quinta fue la vencida. El payaso dejó de barajar y sacó la primera carta, destapando el rotulador. - ¡Y nuestra primera afortunada es Emma Talley, Damas y caballeros!- aplaudió, mientras guardaba esa primera carta, después de soplarla para que se secara la tinta, dentro de la caja de los naipes. La baraja volvió a removerse entre sus dedos, mientras con un gesto de la cabeza daba paso a continuar. Iba a ser agotador, pero merecería la pena. Al fin y al cabo, como jugador, ¿Qué gracia habría tenido que escogiera él?

Harley se preparó bien en su sitio y esperó a que el Joker le diera la orden de empezar. Le había molestado que su pastelito todavía no le contara sus nuevos y maquiavélicos planes, así que como protesta hinchó los carillos pero no dijo nada más. La sutil frase del Joker revelaba ligeramente sus intenciones. Las cartas formaban parte de un juego, y los archivos triturados eran para escoger unas personas al azar… personas que sufrirían algo terrible, seguramente.
 
La Arlequina se encogió de hombros sin preocuparse demasiado por el trabajo y de pronto dio comienzo el espectáculo. Con todos los focos apuntándole exclusivamente a ella, Harley no pudo evitar sentirse como una estrella del cine y posó elegantemente ante la mirada del Joker y la de sus súbditos.
 
- A tus órdenes, pastelito… - la rubia se llevó la mano a los labios y le lanzó un beso al Joker mientras le susurraba de forma sensual.
 
Los papeles revoloteaban alrededor de Harley como confeti de colores y la muchacha estiró los brazos para alcanzar el primero de todos, el cual… no pudo leer nada. Confusa, agarró otro papel triturado que hablaba sobre la reconversión industrial coreana. No, ese tampoco. Cogió un tercero, y un cuarto y un quinto…
 
-¡Emma Talley! – sonrió radiantemente mientras miraba con ojitos brillantes al Joker. Quería que su pastelito no perdiera detalle de sus gráciles movimientos y de sus curvas. El mono rojo y negro le sentaba de maravilla, pero el sudor que le provocaban los focos le estaba arruinando el maquillaje. La Arlequina se quitó la capucha y liberó sus cabellos rubios como si fuera un anuncio de Loreal, dejando embobados a algunos de sus matones que suspiraron ante el grácil movimiento. Pero ella sólo quería la atención de un hombre.
 
- Wally West… - dijo leyendo medias palabras de un trozo de lo que probablemente era una revista científica de estudiantes universitarios. Quien quiera que sea no iba a gustarle la noticia.
 
- Y el siguiente es… - dijo cogiendo otro trozo de papelito. Se podía apreciar un poco el sello recortado de los informes psiquiátricos de Arkham. Pero la chica se detuvo antes de decir el nombre en voz alta: Harley Quinzel.
 
La rubia sonrió maliciosamente cuando le llegó un malvado pensamiento a su alocada cabeza. La imagen clara de una chica de pelo rosa claro y ojos grises que había estado intimando con su pastelito hacía unos ocho meses atrás… Harley no había olvidado las palabras de los matones que le acompañaban aquel día, de como el Joker había salido tan contento de su consulta psiquiátrica, con una idea renovada del crimen. 
 
- Maldita zorra engreída - pensó.- yo soy la única psiquiatra que puede acercarse al Joker. Soy la única mujer de su vida… - pensó, mientras apretaba con fuerza el papelito donde salía su propio nombre.-  Y vas a desear no haberle conocido jamás…
 
- ¡Lilith Belmont! -Exclamó, esbozando una sonrisa vengativa en sus labios rojos.

Trozos y trozos llovían sobre la arlequina convirtiendo su guarida en un improvisado paisaje nevado de posibles jugadores. Con un gesto se deshizo de la capucha, pero Joker no lo vio, ocupado como estaba en barajar las cartas. Como era una baraja nueva, siempre estaban por orden. Era tan aburrido empezar por los corazones, las picas, los rombos y por último los tréboles. Meneó esos dedos plagados de experiencia haciendo con movimientos rápidos y estudiados que la baraja se mezclara. Comoe staba tan habituado a los trucos de cartas, a veces hasta se hacía complicado no trampear para que salieran las cosas tal cual las quería. Pero eso sería como hacer trampa, y no iba a hacerlo en su propio juego. ¿Qué clase de ejemplo habría dado si no? HAHAHAHAHAHAHA

Primero Emma, después de unos cuantos papeles, Wally West. Qué curioso nombre.

- ¡Wally West! Que nombre tan divertido, con tanta uve doble, ¿Podríamos considerarlo redoble de uves?- Se carcajeó de su propio juego de palabras, mientras su rotulador se deslizaba sobre la superficie de la carta, dejando con su hermosa caligrafía escrito el nombre del segundo jugador.

Las hebras de papel continuaron volando, y después de un instante en que la arlequina pareció quedarse helada, su sonrisa se volvió aún mas encantadora, cuando leyó el siguiente nombre.

- ¡Lilith belmont! Que feliz coincidencia. HAHAHAHA. - rió, mientras sacaba la carta correspondiente. Como si el universo le mandara señales de éxito, el uno de picas boca abajo le saludó recordándole su encuentro con la musa que le había devuelto la inspiración.

Papeles continuaron volando, nombre tras nombre, mientras los muchachos de su banda lanzaban brazadas y brazadas de documentos en el interior de la trituradora. Una alegría tan pura e infantil hizo presa del Joker, que continuó apuntando, hasta que decidió unirse a la fiesta de confeti. Entró a la carrera en el punto que mantenía a Harley centrada en toda la atención y la abrazó por detrás, levantándola por su delgada cintura de avispa, dándole vueltas al ritmo de sus maníacas carcajadas. La soltó en el suelo dándole la vuelta, de manera que sus manos se entrelazaron, colocando la otra en la cintura, y durante un rato, se limitaron a bailotear bajo la densa capa de recortes al ritmo de sus respectivas risas. Giraron, y giraron tanto que al final cayeron al suelo, que ya cubierto de una capa tan densa como para llegarles por los tobillos amortiguó su caída. El rostro del Payaso y el de ella se salpicaron de restos de papel. Con renovadas energías, hizo un ángel en el suelo, moviendo brazos y piernas. Después, se levantó, ayudando a Harley a hacerlo. Con un estudiado paso de baile, la hizo girar hacia el centro de nuevo, y desde el suelo agarró un montón de retazos y los arrojó contra la arlequina, como si se tratara de una guerra de bolas de nieve.

- ¡Sigue leyendo, pastelito! HAHAHAHAHAHA - su carcajada produjo un escalofrío a los presentes. - ¡SIGUE LEYENDO!- Su rostro parecía tan deformado por su roja sonrisa que casi amenazaba con partirse en dos. Estaba... Eufórico.

Por primera vez desde que todo eso sucediera podía decirse que Joker había vuelto.

El Joker rió a carcajadas, y Harley Quinn no supo distinguir si la razón de su sonrisa escondía un plan malvado y travieso, o más bien era una risa verdadera y de inocente alegría. Acababa de sentenciar a Lilith Belmont a un juego del que quizás no saldría viva, ¿o quién sabe? El payaso todavía no le había explicado los términos de su nuevo plan. No saber a qué estaban jugando también la desconcertaba, pero prefería salvar el pellejo y sustituir su nombre por el de aquella bruja de cabello rosa mal teñido que había intentado seducir a su pastelito.
 
Y para que nadie pudiera comprobar el nombre, Harley destrozó el papelito que rebelaba la identidad del verdadero propietario de la siguiente carta. Nadie más que ella sabría de su pequeña mentirijilla. Los ojos azules de la chica brillaban vivaces mientras destrozaba y rasgaba, y los retales de papel cayeron lentamente al suelo, mezclándose con lo que parecía ser una capa de nieve hecha de papel a sus pies. La Arlequín se mordió el labio, y con una mirada traviesa siguió buscando y agarrando con mayor entusiasmo los papelitos que flotaban como cisnes blancos por la habitación. Que bonitos eran los cisnes, quería unos para su cuarto.  
 
En aquel instante, Harley estaba desprevenida y se sorprendió al notar las manos enguantadas del Joker acariciando su pequeña cintura. Al ver que su pastelito la elevaba en el aire mientras reía hizo que se sintiera muy feliz, alzó sus manos hacia el techo y las movió con gracia, como si fueran las alas de la princesa cisne, y el resto de matones sus bailarinas. Cuando sus pies tocaron el suelo, las manos de la pareja se entrelazaron con cariño y el Joker la atrajo hacia él. Harley pensó que iba a morir de la felicidad que sentía en aquel momento, llevaba mucho tiempo sin estar tan cariñosamente cerca de su pareja que pensaba que iba a desmayarse allí mismo. Pero no podía permitirse caer desfallecida, no ahora que el Joker sólo tenía ojos para ella. Bailaron, brincaron, rodaron, rieron, jugaron. Aquello parecía un sueño hecho realidad, un deseo cumplido. El payaso llevaba meses triste y lo que más le apenaba a la Arlequín era no poder ayudarle, no poder levantarle el ánimo y devolverle la sonrisa. Pero aquella noche el Joker reía como nunca antes.

- ¡Sigue leyendo, pastelito! HAHAHAHAHAHA ¡SIGUE LEYENDO!- El Joker devolvió a Harley a su posición original con un grácil paso de baile, y la rubia dejó escapar un gran suspiro de enamorada. Deseó que aquel momento hubiera durado para siempre.

- Lo que desees, mi amor- La mujer siguió cogiendo y leyendo los nombres de los papelitos en voz alta, hasta que al Joker se le terminaron las cartas. Ahora que todas tenían un dueño… ¿Cuál sería el siguiente paso?

Mientras seguía lloviendo papel sobre la Arlequina, el payaso garabateaba sin parar en las cartas, dejando los nombres escritos con excelente caligrafía sobre la superficie esmaltada. Entre sus dedos fueron danzando los corazones, las picas, los rómbos y los tréboles. No en orden claro, ¿qué gracia habría tenido?. Contemplo las cartas al completo, cada una con el nombre del afortunado jugador. Las barajó y volvió a meterlas en su estuche, guardándolo en el bolsillo interior de la chaqueta. Después tapó la pluma con mimo, y la arrojó por ahí sin mirar dónde.

- Bueno, ahora que ya tenemos a nuestros afortunados ganadores, tengo que hacer unas cuantas comprobaciones. - se alisó la camisa acercándose a sus esbirros. - ¡Apagad la maquina!- Los trocitos de papel a modo de confeti dejaron de caer del cielo y la guarida volvió a quedar en silencio, lo cual resultaba un alivio. Aquella cosa hacía un ruido de mil demonios, pero hasta que no la habían apagado no habían llegado a darse cuenta de hasta que punto era estruendosa. - Vamos, tenemos que celebrarlo. - con un gesto de sus manos, animó a los dos hombres a bajar de la máquina y a reencontrarse con ellos.

Esparcidos sobre el suelo había restos de lo mas variado. Recortes de periódicos, listas electorales, censos, historiales médicos, listas de concursos, los más buscados, reportes carcelarios. Cualquier cosa que pudiera llevar nombre seguro qeu se encontraba esparcida hecha pedazos sobre el suelo de la guarida del payaso en ese momento.

- ¡Estoy muy orgulloso de vosotros! Ha sido una noche productiva y estoy muy satisfecho. Habéis hecho muy feliz a este payaso. - hizo una suave reverencia, y luego se levanto. - Es algo muy grande lo que vamos a conseguir con esto, todo un gag que va a hacer estremecerse la nación entera, y del que vosotros habéis formado parte. Lo que me recuerda... - con un repentino golpe de muñeca, sacó de su chaqueta una pistola, y antes siquiera de poder reaccionar, los dos hombres estaban tendidos boca arriba empapando del rojo de su sangre la pila de papeles cortados que habían ayudado a crear. - que el guión exige confidencialidad absoluta. Espero que lo entendáis. - sonrió asomándose hacia el rostro de los dos hombres, que dejaron de moverse un par de segundos después. La carcajada posterior, acompañada por una mirada desquiciada que se clavó directa en Harley habría hecho estremecer a cualquiera, loco o no. - Respecto a ti, pastelito...- dando un paso tras otro se aproximó a la arlequina, su expresión una definición perfecta de la locura absoluta.

Depositó el revolver en sus manos y besó su pequeña nariz cogiéndola por el mentón.

- Limpia todo esto. ¡Está hecho un desastre!- sus pasos le alejaron del escenario, mientras se disponía a hacer las únicas copias de la lista de jugadores que habría disponibles. - ¡Y hazme algo de cenar, me muero de hambre!- su carcajada alegre y jovial se oyó incluso después de atravesar y cerrar la puerta de su despacho.

La actuación terminó y el Joker bajó el telón. A Harley le pareció que su tiempo de gloria había sido muy breve. Le hubiera gustado seguir siendo la princesa cisne por unos minutos más, pero había vuelto a ser la chica Arlequín de cada noche y las papeletas blancas dejaron de llover del techo. Se sentía igual de mal que cuando terminaba su película favorita, aunque eso tenía fácil solución, podía volverla a poner una y otra vez hasta que se cansara. Pero el romántico baile que había tenido con el Joker… eso seguramente no volvería a repetirse en mucho tiempo.

Harley miró con expresión triste los papelitos que yacían en el suelo y les dio una patada para hacerlos volar. El Joker estaba la mar de entusiasmado con lo que habían logrado aquella noche, y aún sin entender bien lo que estaba pasando, Harley le devolvió la sonrisa a su pastelito. Ella era feliz si el Joker era feliz.

Pero el sonido de los disparos la ensordeció, y la Arlequina perdió de golpe la sonrisa. Los cuerpos de los dos matones descansaban sobre la pila de papeles blancos que empezaban a impregnarse de tinta roja. Harley se llevó las manos al rostro tras observar el giro inesperado de la situación, y ahogó un grito de histeria. Ahora sólo quedaban ellos dos… y el Joker caminaba peligrosamente en su dirección con una expresión de locura en el rostro.

- Señor J… yo… ya sabes que no se lo contaré a nadie… que yo… Hiiii. –lanzó un pequeño gritito cuando el payaso se colocó a un palmo de distancia y besó su blanca nariz. Harley se desinfló en medio segundo y respiró aliviada al ver que iba a vivir un día más.

Se quedó de pie como una estatua entre dos cadáveres y las manos aferrando la pistola. Observó como el Joker se encerraba en su despacho y su alegre carcajada resonó por toda la guarida.

- Y ahora me dejan a mí con todo el marrón… ¡será posible!.- y con resignación, Harley se dispuso a recoger los cadáveres y los papelitos y meterlos en una bolsa de basura para después tirarlos al container. Una vez terminara de limpiar, pensaba prepararle a su pastelito la más deliciosa de las cenas.