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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]

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Kim HwaJae
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MensajeTema: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime30th Noviembre 2020, 01:59

[6 de Abril 2019]

Aquello no podía ser verdad. Tenía que ser de coña. Estaba en un refugio de Nueva York cuando el informativo había interrumpido sin ninguna pausa el programa de cocina que estaban echando para llenar la pantalla de un montón de imágenes que, de no ser porque las estaban sacando los noticieros, habría creído que se trataba de la última película de terror de turno. Por todas partes del mundo, en oriente, en occidente, en todos los lugares religiosos conocidos en la tierra. En templos sagrados, incluso en el Vaticano. Todo estaba siendo tomado por los demonios. La gente se arremolinaba a mi alrededor como siluetas sin cara, solo un muro de personas que se asomaban al viejo televisor colgado del techo con el horror levantándose en una especie de sonido de fondo. Escuchaba ese sonido como un ruido blanco mientras veía las imágenes que se me clavaban en la retina como si alguien me hubiera lanzado un dardo.

Sin estar segura de porqué, en ese momento entré en pánico. Me recorrió la cara un sudor frío y nauseas, y pensé que iba a vomitar lo que había comido. Fui hasta el baño y me vi reflejada en el espejo. Estaba blanca como la nieve, mi cara había perdido el color. Me acerqué al aseo y lo eché todo, pero aún tuve arcadas dos minutos antes de que se me resbalara el estómago. Notaba un calor horrible subirme por la cara y entonces, con un chillido aterrador, el Ghostrider hizo acto de presencia con una sacudida descontrolada y caí inconsciente.

Me desperté horas después sobre uno de los camastros, cubierta por sábanas. La enfermera de allí hablaba a los trabajadores de algo como "Shock" y "Estrés postraumático" y "Hay gente mas impresionable que otra". Al levantarme la cabeza me dolía como si tuviera una estufa encendida detrás de los ojos, y me quedaran los rescoldos de las brasas. Me sujeté con fuerza como si eso fuese a aliviarlo. Miré a mi alrededor. No era la única que estaba en la camilla temblando. De pronto me sentí despejada, al recordar lo que había pasado.

No se debía a mi la reacción. Se debía a Él...

Volví a mirar hacia el televisor, que estaba apagado. Nunca había percibido nada así de su parte. Me envolvió una fuerte oleada de pánico. Había estado obviando lo mucho que dependía de él a la hora de lidiar con esas cosas. Ahora... estaba aterrorizado y sus reacciones me estaban lastrando. Teníamos que irnos. Teníamos que irnos a algún lugar donde nunca hubiéramos estado, y seguir moviéndonos. No parar nunca de movernos.

"Están por todas partes"pensé, y ese pensamiento me ayudó a darle fuerza a las piernas, que me temblaban. De pronto las volvieron rígidas como dos troncos. Me daba la sensación de que podría correr una maratón.

Tengo que encontrarlos. Tengo que avisarlos... TENGO QUE HUIR.

[---]

[7 de Abril 2019]

Ya era de noche, pero no sabía donde ir. Había intentado ver a Sasha, pero no la había encontrado. Hacía tiempo que no tenía noticias del B.P.R.D. Por lo menos había podido hablar con Drago... aunque tal vez fuera la última vez que lo viera.

Contemplé el camino frente a mí. No conocía ese tipo de carreteras secundarias, ni tampoco a nadie allí. Aunque no es que eso fuera una novedad, me había acostumbrado a improvisar, pero hace poco... algo había cambiado. Ahora debía volver a cambiar. Nadie estaba a salvo, todo era peligroso, y todo lo que alguna vez había odiado a la criatura que me poseía de noche ahora andaba por la tierra sin reparo, ni necesidad de ocultarse. Sé como son los demonios. Como una infección. Se expanden en cuanto las situaciones son las apropiadas, y ahora, sin saber cómo, ellos se habían creado esa situación. Ahora nos perseguían a nosotros.

Jadeé sentada en un recodo del camino, introduje la mano en el bolsillo y saqué lo poco que había podido conseguir. La cifra de la calderilla apenas llegaba a tres dólares. Tenía que comer algo, reponer fuerza antes de salir de allí y seguir corriendo hacia el siguiente sitio. Daba igual donde. Sólo teníamos que seguir y no parar. Seguir y no parar.

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Jesse Custer
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime3rd Enero 2021, 01:33

Jesse salió de la Iglesia de la Compañía de la Biblia de Lebanon, a la que había acudido para recoger su asignación mensual y dar el sermón del domingo porque su párroco estaba enfermo, se dirigió al pueblo a almorzar y, después, regresó a la furgoneta y enfiló la 343 en dirección a Nueva York. No tardó mucho en empezar a diluviar, como era habitual en abril, pero el predicador se manejaba con la confianza que brindan años y años de experiencia al volante. Sin embargo, estaba anocheciendo con rapidez, y la dificultad añadida podía llegar a suponerle un problema realmente serio a causa de su visión monocular si no encontraba un sitio decente en el que pasar la noche.

Jesse maldijo la suerte que le había llevado a pasar en el pueblo más tiempo del habitual. El sermón se había alargado más de la cuenta porque hacía tres días se había desatado, literalmente, el infierno en la Tierra y los feligreses estaban asustados de cojones, y con razón. Jesse había tenido que lidiar en el pasado con ángeles y demonios, pero nunca a aquella escala, y, quizá por primera vez en su vida, no tenía la más remota idea de qué hacer. Una cosa era enfrentarse con aquellos bastardos uno a uno, pero a menos que Génesis pudiera multiplicarse hasta el infinito, no podía hacer nada en una invasión a nivel mundial.

Sí, maldita fuera su suerte, que, no contenta con separarle de su hogar y todo cuanto había llegado a conocer y amar, le había ido a arrojar de una patada en el puto universo que estaba destinado a convertirse en el patio de juego de los demonios. Joder... Tendría gracia que, ahora que estaba volviendo a encauzar su vida, terminara empalado por una lanza demoníaca mientras unos cuantos de esos bastardos vaciaban su cráneo para usarlo a modo de copa.

Aunque claro, si palmaba de noche en una carretera lluviosa y resbaladiza no tendría que preocuparse por eso.

Céntrate, Jesse, joder, lo único que hace falta ahora es que...

Un borrón de movimiento delante del coche le sacó de sus pensamientos. Fuera lo que fuese, acababa de meterse en mitad de la carretera, justo en el camino de la pickup.

- ¿¿Qué cojones??

Jesse hundió la bota en el pedal del freno y el coche se detuvo de golpe, pero la lluvia le hizo patinar y resbalar, llevándose por delante a lo que fuera que se le había cruzado con un golpe enfermizo que le puso los pelos de punta. El coche derrapó varios metros hasta que por fin se detuvo de golpe, haciéndole impactar la cabeza contra el airbag, justo al borde de la carretera, y Jesse se quedó temblando varios minutos aferrado al volante con unos dedos que se habían vuelto pálidos como la cera.

Porque había reconocido el bulto que había salido despedido impactando contra su luna delantera cuando lo había golpeado su coche. Y no era precisamente un perro, o un ciervo.

- Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios, no... -musitó cuando fue capaz de recuperarse tanto de la impresión como del golpe, saliendo a trompicones del vehículo y acercándose al cuerpo que yacía en la carretera mientras sus peores sospechas se confirmaban con una dolorosa claridad.

No era un perro, ni un ciervo.

Sino una niña. Una niña pequeña.

No fue consciente de cuándo sus rodillas tocaron el suelo mojado, ni del dolor que se extendía por las partes de su cuerpo que habían acusado el impacto. Sólo supo que, de repente, se encontraba junto a ella, tratando desesperadamente de buscarle el pulso mientras sus dedos temblorosos buscaban torpemente el teléfono móvil en el bolsillo de su chaqueta para llamar a Emergencias.


Última edición por Jesse Custer el 11th Enero 2021, 11:14, editado 1 vez
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Kim HwaJae
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime8th Enero 2021, 03:07

Guardé el dinero en el bolsillo, con la certeza de que habría pocos o ningún sitio en el que pudiera conseguir una comida decente por ese dinero. Si hubiera estado en Nueva York la cosa habría sido distinta. Habría conseguido un perrito caliente. Puede que incluso un pretzel. Cualquier cosa que me calentara un poco el estómago lo suficiente para continuar. En un sitio como aquel no había puestos ambulantes. Todo lo que podría encontrar era algún bar de carretera que estuviera aún abierto y aún así no podría entrar sola por mi cuenta. La cosa se me estaba complicando a medida que la noche se me cerraba sobre la cabeza. Decidí retirarme un poco de la carretera, adentrándome un poco más a las zonas circundantes. Había algunas casas aisladas recortándose contra el paisaje que se volvía cada vez más y más oscuro. Estaba empezando a hacer frío.

La hojarasca se volvía cada vez más densa. Traté de buscar un objetivo inmediato como punto de partida. Perseguía un brillante montón de luces más agrupadas con la esperanza de que fuera un pequeño pueblo. Aunque por la distancia bien podría tratarse de carreras ilegales de coches o alguna otra cosa por el estilo. Estaba cansada, hambrienta y ya me salía vaho de la boca de la rasca que hacía. La combinación perfecta para tenerme de un humor aún mas de perros, en caso de que una invasión demoníaca de escala mundial no fuera suficiente como para hacer que uno quisiera arrancarse la cara y comérsela. Encontré tras un recodo un pequeño puente que volvía hacia la carretera secundaria. Al menos estaba mejor iluminado. A partir de ahora sería mejor quedarme donde al menos hubiera luz. No iba a complicarme la vida para nada. Comencé a acercarme al puente vigilando donde pisaba para no caerme al penoso riacho que pasaba por debajo, lo bastante preocupada por otras cosas como para pasar por alto que el lecho del río era demasiado ancho para la corriente que llevaba. En otras circunstancias, eso me habría indicado algo muy importante.

Algo que obvié hasta acercarme lo suficiente como para ver docenas de ojos brillantes de un rojo tan intenso que parecía carbón. Me quedé paralizada por un instante. La décima de segundo siguiente fue crucial para el desenlace de esta historia que sólo iba a ir de mal en peor. Los sonidos me alcanzaron antes incluso que las ganas de correr, las cuales llegaron a continuación de manera inmediata. Giré sobre mis piernas conteniendo un grito y corrí con toda la rapidez que podía bombear a mis piernas. No me hacía falta quedarme a ver lo que, casi con toda seguridad, me perseguiría de un momento a otro. Sus siluetas de dientes afilados se deslizaron fuera del túnel que estaban taponando provocando una enorme salpicadura. Se restauró la corriente del río tal y como estaba antes, un detalle que ahora no podía importarme menos, mientras corría con los pulmones ardiendo y las piernas hormigueando por el repentino esfuerzo.

Salí de golpe a la carretera, donde me cegó una luz.

El impacto fue brutal. Me sacó volando varios metros y caí en el asfalto presa de la confusión. El dolor era tan intenso que no era capaz de distinguir si era el atropello, la quemadura, las heridas o estar desangrándome los órganos de forma interna. El suelo fue como una horripilante confirmación del acto que acababa de suceder. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y notaba el sabor a hierro en la boca. Sentía como si alguien se hubiera tirado contra mi pecho de rodillas y quisiera aplastarme bajo su peso. Mi ropa estaba cubierta de sangre y orina. Temblaba. Una sensación helada me llenó de un terror como el que hacía tiempo que no sentía...

Me moría...

Una silueta confusa se coló en la neblina de mi mirada. No pude percibir la presión de sus dedos en mi cuello. Mis párpados cayeron...

Todo se volvió negro.

La deflagración fue instantánea y proyectó al cura algunos metros, con un estallido de calor. Jesse había recibido una onda calorífica pero las yemas de sus dedos sí se habían quemado como quien toca una sartén que ha estado en la lumbre. El Ghost Rider se levantó pesadamente, y frente a los ojos del cura sus huesos comenzaron a crujir de un modo escalofriante, recolocándose en su sitio y soldándose en el lugar original que habrían ocupado en cualquier cuerpo normal. Salvo que en ese caso, los músculos, la piel, los órganos y cualquier otra cosa que no fuera la estructura primaria que compartían todos los seres humanos había sido sustituido por lenguas de fuego que parecían lamer de manera incesante el esqueleto. Éste se estiró comprobando que su reconstrucción era efectiva, aunque había ciertas lesiones que no habían curado. Marcas en la cabeza, muescas, pequeños agujeros y también uno de sus paletos permanecía partido. La calavera se fijó entonces en el rostro del individuo que la había atropellado con esas dos negras cuencas llenas de un destino peor que la muerte.

Con un caminar sosegado como una serie de cadenas perpetuas aquella figura espectral venida de las peores pesadillas comenzó a aproximarse en su dirección, dejando pequeñas huellas de fuego a su paso. La distancia se recortaba con la misma indolencia que el tiempo en un reloj, inexorable. Era menuda, y aún así, no necesitaba de su tamaño para resultar imponente. Su sola presencia parecía capaz de poder incomodar al mismísimo ángel caído. Se detuvo justo frente a él, a una distancia en la que le habría bastado alargar la mano para agarrarlo, apretando los puños.

El cura habría jurado que aquel rostro sin músculos le parecía extremadamente cabreado.

- Mira por donde vas, capullo.

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Última edición por Kim HwaJae el 8th Marzo 2021, 13:54, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime8th Marzo 2021, 00:57

La estaba perdiendo, el pulso era tan débil que apenas podía percibirlo, y podía notar el pequeño cuerpo quebrado como si se tratara de una muñeca rota.

- No, no, no... -musitó, desesperado. Los de Emergencias no llegarían a tiempo. Lo único que la mantenía aún sujeta a la vida era tan tenue como un suspiro. El pánico y el sentimiento de culpabilidad le nublaron la mente, haciéndole actuar de manera impulsiva-. No te mueras -dijo, activando Génesis de manera inconsciente-. Si aún puedes escucharme, tienes que vivir, tienes que...

De repente, el mundo estalló entre sus brazos, sumergiéndole en un lago de lava ardiente. No se dio cuenta de que salía despedido hacia atrás hasta que su espalda impactó contra el asfalto, dejándole sin aliento. Inicialmente pensó que el coche había estallado y había muerto, pero el intenso dolor que recorría todos sus huesos le convenció de que seguía vivo. En cuanto pudo incorporarse vio que su ropa despedía un tenue humillo como si se hubiera visto expuesta a una intensa fuente de calor, pero salvo las yemas de sus dedos, que dolían como si las acabara de meter en aceite hirviendo, parecía que seguía entero.

Por el rabillo del ojo le pareció distinguir un movimiento, y la sangre se le heló en las venas cuando se dio cuenta de que procedía del lugar donde estaba el cadáver de la niña. Apoyándose como pudo en un codo y en las palmas se giró para mirar en aquella dirección.


No habría podido decir qué había esperado encontrar; la niña arrastrándose moribunda, o incorporándose como no muerta o cualquier otra cosa horrible, pero, sin lugar a dudas la visión que le recibió fue infinitamente peor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.

Y Jesse Custer había presenciado muchísima mierda en su vida.

Había visto cómo le volaban la tapa de los sesos a su padre con los ojos de un niño. Había escuchado los aullidos de dolor de su perro mientras le clavaban el cráneo a un jodido poste. Tuvo que ver cómo mataban a su madre como castigo por su desobediencia. Había visto cómo degollaban a su único amigo por presenciar cómo un monstruo se follaba una gallina. Había conocido al mismísimo Ángel de la Muerte. Había sido obligado a contemplar cómo mataban a Tulip ante sus ojos. Se había enfrentado contra un asesino psicópata que desollaba viva a la gente. Había sido testigo de las fantasías más perturbadas de un obseso sexual y de un demente que se ponía cachondo con la carne cruda. Había impedido un intento de violación a un niño. Había compartido los recuerdos de una entidad cósmica que le había mostrado la unión prohibida entre un ángel y un demonio. Había estado a punto de ser violado por una nazi chiflada. Había contemplado la degradación de los ángeles. Había presenciado la caminata eterna de las almas condenadas a no encontrar descanso. Había sido el compañero de juergas de un vampiro que al final había resultado ser un maltratador de mujeres. Dios le había arrancado un ojo de un mordisco...

Mucha, mucha mierda.

Y, sin embargo, de todas sus experiencias vitales muy pocas se comparaban con la puta pesadilla que se desarrollaba ante el único ojo que le quedaba. Una escena tan atroz y dantesca que le hizo replantearse una vez más si no habría muerto y se encontraba en el infierno.

Frente a él, el cadáver de la niña, con toda la carne consumida, se puso en pie con una aterradora lentitud, comenzando a recolocar y regenerar los huesos con una serie de crujidos escalofriantes que se le metieron en el cerebro como los chirridos de un tenedor sobre una pizarra. Las llamas que habían devorado la carne continuaban ardiendo de manera incombustible, lamiendo las extremidades y bailando su danza macabra. Pero lo peor de todo eran sus ojos, esos pozos repletos de ascuas ardientes que resplandecían de manera sobrenatural en la oscuridad, enfocados en él...

Cuando comenzó a caminar con aquellos andares lentos y pesados en su dirección, Jesse casi pudo percibir cómo temblaba la carretera a cada paso. Completamente aterrorizado se arrastró con los codos hacia atrás tratando de escapar de él, pero el miedo le tenía paralizado hasta tal punto que ni siquiera se acordó de usar la Voz.  

La criatura se detuvo ante el asustado predicador y pronunció una simple frase:

- Mira por donde vas, capullo.

- ¿Q...qué...? -acertó a decir, atónito, pero antes de que pudiera asimilar bien lo que estaba ocurriendo, un súbito sonido de ramas y hojas aplastadas proveniente del bosque llamó la atención del Ghost Rider.

Jesse miró en la misma dirección en la que miraba la calavera y reparó en un montón de puntos rojos iluminándose en la espesura. Los escalofriantes rugidos llegaron justo después, confirmándole que aquello no eran lobos, ni ninguna otra clase de animal conocido. Fueran lo que fueran, el espectro en llamas parecía haber perdido todo interés en él, porque había dejado de prestarle atención. Uno tras otro, los monstruos de pesadilla comenzaron a salir de entre los árboles, dejándole claro a Jesse que estaba bien jodido. Estaba demasiado lejos del coche como para tratar de escapar sin saber siquiera si podría hacerlo arrancar después del choque, y no parecía que la vieja tartana pudiera soportar el ataque de semejante cantidad de esas bestias. Lo más probable es que lo terminaran sacando como si se tratara de una sardina enlatada. Y si algo tenía claro, es que la Voz no funcionaba con animales.

Sí... parecía que estaba jodido y bien jodido, rodeado de monstruos que lo querían muerto. Pero el ser de las llamas hablaba su idioma, y si hablaba su idioma era probable que la Voz le afectase si seguía tratando de hacerse un cenicero con su cráneo cuando hubiera terminado de enfrentarse a aquellos bichos, así que lo más sensato era encontrar la manera de defenderse de la amenaza más inminente.

El predicador se puso rápidamente en pie y corrió hacia los árboles del lado opuesto de la carretera, aferrando una de las ramas y tratando de ignorar el dolor de sus dedos mientras hacía palanca con la pierna para arrancarla. A su espalda, escuchó el sonido de un trote rápido y un jadeo dirigiéndose en su dirección

- Joder... Joder... puta rama de mierda... ¡PÁR-TE-TE! -exclamó, redoblando sus esfuerzos.

Con un satisfactorio crujido, la madera se separó del tronco del árbol cuando ya prácticamente podía notar el fétido aliento del monstruo a su espalda, y sin pararse a apuntar, se dio directamente la vuelta golpeando con la rama como si se tratara de un bate de béisbol, acertándole justo en el feo hocico.
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime26th Junio 2021, 03:15


El hombre nos miraba con la misma expresión que habíamos visto cientos de veces en las caras de quien tenía la desgracia de cruzarse en nuestro camino. Su rostro estaba desencajado, el único ojo que parecía quedarle estaba a punto de salir disparado de su órbita. Se arrastró lejos de nosotros con los codos sin apartar la mirada de horror, como si fuéramos una abominación. Tardamos unos instantes en darnos cuenta de que así era. Ghostrider se había manifestado. Como otra de tantas, su aparición nos había salvado de la muerte. Salvo que en esta ocasión no había parecido ser una decisión tan instintiva como en las otras situaciones en las que se había visto forzado a salvar a su portador. No.

Algo le había hecho salir con mas rapidez, casi como si hubiera en él alguna necesidad de satisfacer la orden que había dado aquel hombre cuando, sin saberlo, había rogado entre dientes que la vida de la pequeña no se extinguiera.

No tuvimos mas tiempo para pensar en lo que acababa de suceder. Unos crujidos seguidos de un grave ronroneo perturbador nos hicieron fijar nuestra vista en los ojos encendidos, rojos como las llamas del infierno del que habían salido. Nos habían alcanzado. Chasqueamos la mandíbula, mientras entornábamos la mirada tratando de localizarlos. Se deslizaron fuera del refugio de las sombras. Una manada entera nos acechaba, llena de anticipación. No permitimos que atacaran primero. Lo peor que se podía hacer era esperar. Si eran experimentados, unos minutos de juego eran capaces de hacer perder la cordura. Levantamos los talones, haciendo que dos brillantes cuchillas de fuego se dibujaran bajo las suelas de nuestras botas. El tutú carbonizado se envolvió de una estela densa de humo al tiempo que nos inclinábamos hacia delante un poco, a punto para el impulso. Nos lanzamos contra ellos sin éxito. A pesar de su apariencia felina, la carne de sus huesos era capaz de moverse con la sinuosidad de una serpiente, deformándose y ganando después fuerza, resistencia y potencia, una vez recuperada la forma. Se escabulleron de nuestra primera carga saltando, encogiéndose, y cambiando con depredadora rapidez.

Escuchamos un golpe seco al detenernos. Una de esas criaturas se había aproximado al cura con una carrera juguetona, y había recibido un golpe en el morro con una rama seca que acababa de arrancar. Aquello nos sorprendió.


Aunque el cura no tardaría en estarlo cuando, a continuación, aquella criatura dilató sus pupilas, dio un suave salto hacia atrás y alargó una de las zarpas hacia su arma tratando de darle suaves toquecitos con la pata, en un comportamiento mas propio de un cachorro de gato doméstico que de un depredador. Tal vez habría cabido mas duda de no ser porque tenían el tamaño de un oso pardo. Con un sonido aterrador, la copa del árbol de la que había sacado la rama tembló. Otro de aquellos demonios le observaba desde allí, tras haber trepado, escondido en el follaje. Ladeó la cabeza sin pestañear, penetrándole con la mirada encendida entre el follaje. El que tenía delante consiguió golpear el arma, aunque no se la arrebató de la mano. Era extrañamente inquietante, porque la sensación de peligro no desaparecía a pesar de que, por el momento, no le estaban agrediendo. Tal vez era eso mismo lo que resultaba terrorífico.

La incertidumbre.

Una de las criaturas apareció de la nada por uno de nuestros laterales. Nos embistió con fuerza, incrustando con sus dos patas delanteras nuestra silueta en el suelo. Desapareció con la misma velocidad, perdiéndose en la zona arbolada. Nos levantamos de inmediato, impidiendo el avance de otro de ellos que parecía dispuesto a tomar el relevo del primero. Si no actuábamos rápido, ese tipo de comportamiento se eternizaría. Miré a mi alrededor, tratando de contarlos. El cura tenía dos próximos, que pudiéramos ver. Era probable que hubiera más. Había uno perdido, dos delante nuestra. Tres que pudimos ver disgregados a nuestro alrededor mientras comenzaban a andar en diferentes direcciones, tratando de dibujar círculos a nuestro alrededor, cada criatura en una dirección y frecuencia distinta. Listos. Esos cabrones eran listos. Estaban tratando de confundirnos. Mientras prestábamos atención a su movimiento no podíamos centrarnos en ver mas allá. Así que era imposible estar seguros de que no hubiera más donde no nos alcanzara la visión. Tampoco podíamos confiar en el olfato. Todos ellos cargaban un repugnante olor a azufre y sangre que lo impregnaba todo. Algo entró entonces en la periferia de nuestra visión.

Eso podía servir de algo.

- ¡EH!- exclamamos con fuerza, tratando de llamar la atención del cura que nos había embestido con la camioneta. El vehículo continuaba ahí, con la puerta del conductor abierta, el morro un poco deformado a causa del golpe, y uno de los faros titilando todo el tiempo.

Cuando atrajimos la atención del cura le hicimos un gesto con la cabeza, ladeándola hacia la furgoneta. Que él entrara no sería difícil y tal vez hasta le dejaran. Lo disfrutarían como uno de esos pequeños puzzles para mascotas, que una vez descubierto el sistema, sueltan un premio. El problema sería tratar de llegar a ella por mi cuenta. El círculo de se cerró sobre nosotros a medida que trataban de obligarnos a cargar de nuevo. La parte que más disfrutaban era el juego psicológico.


Mientras por su cuenta, una tercera figura se sumaba al séquito de Jesse, apareciendo desde las mismas sombras meneando el follaje a su paso, y pisando ramas. Arañó el asfalto cuando entró en el camino, levantándolo con las inmensas zarpas dando una idea del poder destructivo que se repartía como cuchillas letales en cada una de sus extremidades. Lo acechaban, pero no parecía preocuparles el ruido que hacían. Si no hubiera parecido una locura, podría llegar a pensarse que incluso lo hacían a propósito.

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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime14th Julio 2021, 13:08


La primera vez que los había visto aparecer, surgiendo de la espesura, los había comparado con lobos monstruosos, pero ahora que tenía a uno de ellos prácticamente encima se dio cuenta de que su primera suposición había sido errada. Aquellas bestias tenían más que ver con felinos que con cánidos, y parecían también compartir la misma afición a jugar con las presas antes de devorarlas, lo cual no hacía más que volverlo aún más aterrador.

- Joder... -masculló, quedándose helado al escuchar el crujido de las ramas procedentes de la parte alta del árbol, sobre su cabeza-. Siempre he odiado los gatos...

El que tenía delante le dio un golpecito juguetón al arma improvisada que sirvió para devolverle a la realidad, la adrenalina bombeando fuertemente y preparándole para la acción. Sin pararse a pensar, rodó sobre sí mismo para salir de debajo del árbol y crear distancia entre sus perseguidores y él, aunque bien sabía que no serviría de nada en cuanto la persecución comenzara. Si de verdad se parecían a los felinos jugarían con él hasta agotarle y después lo destrozarían. ¿De verdad había pasado por todo lo que había pasado para terminar así, destripado y descuartizado en una carretera de mala muerte en mitad de la nada? Y junto a... junto a... Dios... ¿qué era aquél ser? ¿El Ángel de la Muerte de aquella dimensión?

- ¡EH! -la imperativa voz le sacó de su frenético tren de pensamientos, atrayendo su atención prácticamente por instinto. Miró en la dirección de la pesadilla ardiente y ella le señaló hacia la furgoneta.

Inicialmente, con el cerebro aturdido por el miedo, no entendió por qué quería que fuera hacia allí. Lo único que conseguiría sería ganar unos cuantos segundos antes de que esas bestias arrancaran las puertas o el techo de la cabina, y entonces... Entonces se acordó. Joder, ¿cómo podía ser tan estúpido? El depósito... el depósito auxiliar de gasolina que llevaba en la caja de la pickup para los trayectos largos por las interminables carreteras de los Estados Unidos... Aún estaba lloviendo, pero ya apenas era una llovizna ligera,  y si les empapaba lo suficiente...

Ya está, era ahora o nunca. Tratando de quitarse de la cabeza el pensamiento de las mil formas en las que podían destrozarlo, echó a correr hacia la pickup, pero, justo en el instante en el que la alcanzaba, la maleza del borde del camino se apartó, dejando pasar a otra de esas bestias, sobresaltándole y dándole el susto de su vida.

- ¡¡Aaaaahhhh!! -Jesse pegó un respingo, cayendo al suelo de culo mientras veía aquellos ojos infernales fijos sobre él.

Vale, cálmate... Si es como los otros no te matará directamente...

Rápidamente se arrastró hasta el lateral de la caja de la pickup y se levantó, extendiendo una mano temblorosa para agarrar la manguera del depósito, volviéndose hacia la criatura y accionando la palanca para derramar un surtidor de gasolina sobre ella. Aprovechando la sorpresa del ser, trepó por el lateral del vehículo hasta la caja, y de ahí se encaramó a lo alto del techo, encarando a las otras dos bestias que le habían estado persiguiendo.

- ¡Tomad esto, hijos de puta! -exclamó, rociando la gasolina abundantemente sobre ellas y procurando crear un reguero del líquido inflamable que las conectara con la primera, empapándolas hasta que hubo vaciado por completo el contenido del tanque. Sólo entonces, con el corazón martilléandole fuertemente en el pecho por la ansiedad y el miedo, echó mano al encendedor de su padre, activó la llama y lo lanzó contra las bestias, rogando en su fuero interno porque funcionase.
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime16th Julio 2021, 21:24


El hombre pareció captar nuestra indicación.

Se retiró del árbol con un movimiento de esquiva que lo posicionó entre las dos bestias que le miraban con sus encendidos ojos rojos de carbón. En sus bocas mantenían una pérfida sonrisa relajada, y de sus hocicos salían de vez en cuando los excitados vapores de una respiración caliente  que se deshacía entre la lluvia con un vapor rojizo. El hombre entonces echó a correr, causando que los que tenía cerca alzaran sus cuerpos y sus orejas en una actitud tan sorprendida como excitada. Parecía a punto de alcanzar el vehículo cuando otro salió de entre la maleza lateral, haciéndole reaccionar frenando en seco y cayendo de culo.

La criatura se aproximó hasta él y lanzó un zarpazo juguetón como si quisiera alcanzar uno de sus pies. Cuando los buenos reflejos del cura le hicieron actuar por instinto encogiendo la pierna, esas zarpas como garfios se clavaron en el asfalto con facilidad, arrancando restos de alquitrán y piedra. El miedo que querían provocarle estaba empezando a implantarse en el interior de su cerebro. Le reptaba bajo la piel como un hormigueo. Si su pie hubiese permanecido en ese lugar, lo habría no sólo perforado, si no aplastado sin ningún miramiento convirtiendo sus huesos en polvo. La gigantesca cabeza se ladeó entreabriendo el hocico, mostrando unas encías que parecían vacías. La bestia paseó una lengua pegajosa y llena de un profundo hedor sobre ellas y como si eso le estuviese haciendo alguna reacción química, dientes afilados como trozos de cristal comenzaron a sobresalir de ellas entre la carne, brotando como se despliegan los colmillos de una serpiente que lanza un bocado al sentirse amenazada. Si sus garras cortaban como el cristal... ¿Qué serían capaces de hacer esos dientes?.

Por suerte sólo le persiguieron hasta la cabina, contemplando con más interés que malicia su siguiente movimiento. El hombre arrancó la manguera y bombeó la gasolina sobre las bestias. Alcanzó a la primera de lleno. Su pelaje se erizó antes de quedar planchado por el peso del líquido sobre su enorme cuerpo musculoso. Desvió el chorro buscando atinar a las demás, pero le costó mucho más hacerlo con las dos restantes. Cuando el líquido impactó a las criaturas estas se encogieron, atacaron al aire y saltaron, se movieron con rapidez tratando de esquivar el chorro, pero acabó por conseguirlo con las tres que tenía más próximas. Estas profirieron amenazadores rugidos guturales, cargados de disgusto y enfado. Sus ojos parecían mas brillantes, y ahora todas sus bocas estaban cargadas de dientes.

Por nuestra parte, nos era imposible prestarle atención. Una de las bestias arremetió contra nosotros obligándonos a esquivarla haciéndonos retroceder. Dos embites más nos ayudaron a darnos cuenta de lo que pretendían en realidad. Nos alejaban del hombre, y sobre todo, del transporte. De entre la maleza volvió a aparecer la perdida, pero esta vez se encontró de cara con un enjambre de cadenas que le golpeó en pleno morro, haciéndole retroceder y proferir bufidos enseñando los dientes. Cada vez que abrían la boca parecían más y más grandes. nuestra mano se alargó, dejando expulsar una correa de cadena de al menos cuatro metros de largo, que se prendió fuego enseguida. En sus ojos rojos como una llama incandescente pudimos ver un brillo exaltado. Les estábamos forzando a acelerar el juego, pero no parecían más disgustados por ello. Con un movimiento envolvente soltamos un latigazo horizontal. Dos de ellos se impulsaron hacia atrás con las patas delanteras. mientras el resto se dedicaba a ladearse lo justo para que no les alcanzara. Dimos un paso hacia delante, y corroboramos nuestra teoría. Tres de ellos se apoyaron sobre las patas delanteras alzando sus cuartos traseros, en una inclinación propia de la amenaza y el salto, dejando claro que estaban dispuestos a pelear cada micra de terreno que les ganáramos.

Escuchamos un grito... y luego el fogonazo nos cegó a todos.

Sus rugidos distorsionados llenaron la noche con su angustia, mientras sus compañeros contemplaban a las tres criaturas que ardían envueltas en el fuego, creando una intensa humareda. El olor lo llenó todo. Se retorcían sobre el suelo, frotaban sus cabezas contra el asfalto, derritiéndolo y arañándolo, pero no parecía que su cuerpo se consumiera. Era como ver a un animal tratando de luchar contra un enjambre de insectos que le mordían por todas partes. El resto de sus compañeros contemplaron la pila de fuego y centraron sus ardientes ojos en el hombre que aún sostenía la manguera. Se giraron hacia él en perfecta sincronía y con una rapidez asombrosa cambiaron su objetivo, profiriendo bufidos agresivos, antes de comenzar a correr hacia la Pick up.

- ¡JODER!

Alargamos la mano hacia la furgoneta, y varias cadenas salieron proyectadas hacia ella. Su oído fue lo bastante fino para oírlas silbar y esquivarlas, incluso aunque no desviaran la cabeza para mirar en qué dirección iban.

Ese tipo no sabía lo que acababa de hacer.

Acababa de cabrear a una manada de los mejores torturadores del infierno.


Saltaron hacia la Pick up en el momento exacto en que las cadenas se clavaban en la parte delantera del vehículo. Tiramos de él con fuerza bruta, buscando mover su objetivo de sitio. Dos de las criaturas fueron golpeadas en el proceso, saliendo despedidas a ambos lados de la carretera. Aquello pasó tan rápido que era probable que el cura perdiera el equilibrio y se cayera en la caja. Tenía suerte de que la puerta trasera estuviera cerrada o tal vez saldría despedido por los aires. El hecho de que el accidente le hubiese hecho olvidar pequeñas cosas como poner el freno de mano facilitó que la carga se deslizara hacia delante, aproximándose hacia nosotros con velocidad. Los felinos cayeron en el sitio que antes había ocupado la camioneta. Los tres que aún rugían de dolor estaban empezando a comprobar que se acababa el efecto combustible de la gasolina encendida. Los demás se reagruparon y comenzaron a seguir el vehículo al trote. Las mandíbulas cerradas y hacia el suelo, la cabeza paralizada, el cuerpo acondicionado para iniciar la persecución mostrando el único objetivo de su evolución. La caza. Aquella extraña expresión de concentración les dotaba de una aterradora conciencia de la que podían haber dudado antes. Ya no. Sabían lo que hacían, y ahora, habían decidido acortar los preámbulos.

El camión se dirigió a nosotros a gran velocidad, con el tiempo justo para dar un par de pasos hacia él antes de saltar. La chapa frontal nos impactó el pecho rompiéndonos el esternón y seis costillas, pero conseguimos hacer cuatro agujeros en la chapa con nuestras falanges para no caernos. En el mismo momento en que tocamos el vehículo, nuestras llamas comenzaron a lamerlo, extendiéndose desde el morro a la cabina del conductor, y de ahí a la zona de carga en apenas un segundo. El motor despertó con un rugido atronador que hizo sisear a las criaturas, y el camión aceleró creando un margen de unos metros entre nuestros perseguidores y nosotros. Miré sobre mi espalda, tratando de permitir que eso me diera margen de maniobra. Es difícil conducir un camión desde el capó. Los crujidos de mis propios huesos me avisaron de que mi regeneración estaba empezando a surtir efecto, y cuando pude volver a hacer fuerza, me deslicé por un lateral sin dejar de mirar al frente, tratando de llegar hasta la puerta del asiento del conductor.


- ¿Aún estás ahí, Capullo?

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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime30th Julio 2021, 01:01

Vale, parecía que había funcionado, el fuego estaba haciéndoles daño, pero la sensación inicial de satisfacción mórbida se desvaneció en cuanto notó cómo le estaban mirando las demás bestias.

- ¡Joder, joder, joder!

Buscó desesperado una vía de escape, pero no encontró ninguna; por un lado estaban las criaturas a las que acababa de prender fuego, lanzando zarpazos rabiosos hacia el vehículo en su empeño por alcanzarle, y, por el otro, las restantes bestias cargando hacia él. Saltara por donde saltara terminaría invariablemente convertido en comida para gatos.

En ese momento, y sin previo aviso, la pickup salió violentamente propulsada hacia adelante, haciéndole caer a plomo en el compartimento de carga, justo al lado del depósito de gasolina portátil, ahora vacío, que se tambaleó y se volcó sobre él. Jesse reaccionó por puro instinto, alzando el brazo izquierdo y la pierna para evitar que le cayese encima, dándose un doloroso golpe en el antebrazo.

Entre maldiciones e imprecaciones logró volver a poner el contenedor de pie y asomarse por encima de la portezuela de la caja para mirar hacia sus perseguidores. Las tres a las que había atacado con la gasolina estaban consiguiendo apagar el fuego, y las demás se habían reagrupado y les perseguían a la carrera, conformando una imagen tan aterradora que estaba seguro que le atormentaría en sus pesadillas durante mucho tiempo.

Antes de que su confundido cerebro pudiera preguntarse cómo era que la pickup se estaba moviendo, un nuevo impacto le hizo golpearse la barbilla contra la puerta de la caja, amenazando una vez más con volcar la caja vacía del contenedor sobre él. Jesse se volvió, a tiempo ésta vez para frenar la caída con el brazo extendido, mientras, con temor, comprobaba cómo la momentánea ralentización experimentada por el vehículo a raíz del golpe hacía que las bestias acortaran distancias en el mismo instante en que una súbita llamarada se extendía por la pickup, alcanzando la zona de carga en cuestión de segundos.

Lo primero que le pasó por la cabeza fue una absurda sensación de alivio por el hecho de haber vaciado el depósito auxiliar de gasolina, pues, de lo contrario, aquello se habría convertido rápidamente en una reproducción a pequeña escala del 5 de noviembre. Su siguiente pensamiento, de haber tenido tiempo, habría sido que realmente era indiferente, porque iba a morir igualmente, bien a manos del fuego o de las bestias, sólo que de una manera mucho más lenta y, a todas luces, increíblemente dolorosa, pero en ese momento el motor de la furgoneta se arrancó sólo como por arte de magia y pegó un acelerón tan bestial que el corazón se le subió a la garganta y el vértigo repentino anuló todos sus posibles pensamientos hasta que escuchó de nuevo aquella voz de ultratumba. El predicador cerró los ojos, intentando tranquilizar sus agitados latidos. Bien... esa parte aún era real, y no un producto del estrés postraumático de haber atropellado a una cría... Y ahora tenía que mentalizarse de que tenía a una niña cadáver envuelta en llamas conduciendo la pickup, pero no estaba completamente seguro de si era algo malo o bueno. El ser podría haberle matado pero no lo había hecho... ¿no? Estaba aún en shock cuando se había transformado ante sus narices, pero no parecía que tuviera intención de matarle en aquél momento. En cambio, de las intenciones asesinas de sus perseguidores sí que estaba bastante seguro, así que, trepando por encima del contenedor de gasolina se aferró al lateral del vehículo y maniobró como pudo para alcanzar el manillar de la puerta del copiloto y abrirla, esquivando las llamas. La manilla estaba ardiendo, y estaba seguro de que cuando se le pasaran los efectos de la adrenalina encontraría nuevas quemaduras en la mano, y, sin embargo, aquella fue la parte sencilla... Con la puerta oscilando salvajemente mientras avanzaban por la carretera a toda velocidad, tenía que conseguir entrar dentro de la cabina evitando quemarse y perder el equilibrio o el agarre. Por fortuna, Jody había dedicado un considerable esfuerzo a su preparación física, y aunque hacía tiempo que no entrenaba no era la primera vez que tenía que hacer locuras como aquella sobre vehículos en movimiento, fruto de sus días de ladrón de coches. Al final, no sin cierto esfuerzo, logró dejarse caer en el asiento, cerrando la portezuela tras él. Sólo entonces se permitió dejar salir todo el aire que había estado reteniendo, aunque aún necesitó unos segundos para reunir el coraje que necesitaba para mirar a la espantosa criatura que se sentaba a su lado. Un ser aberrante que, sin embargo, parecía haberle salvado la vida...

Dios... necesitaba un cigarrillo...

Con mano temblorosa agarró el paquete que siempre llevaba en el bolsillo de la destrozada chaqueta y se metió uno de los pitillos entre los labios. Sólo cuando fue a echar mano al encendedor se acordó...

- Oh, mierda...

El encendedor... el encendedor de su padre... Se había quedado atrás...

Asomándose por la ventanilla echó un vistazo hacia las criaturas que les perseguían antes de volverse una vez más hacia el esqueleto en llamas.

- ¿Qué son esas cosas? ¿Qué... qué eres tú?
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime29th Septiembre 2021, 23:43

En cuanto nos posicionamos frente al volante el fuego comenzó a lamer la Pick-up con aún más intensidad. Las llamas llegaron hasta las gomas de las ruedas y en lugar de quemarlas y explotar como habría pasado en un vehículo normal, comenzaron a restallar generando un sonido de derrape que las cubrió por completo de llamas. El radiador, el motor, todo expelía el mismo fuego intenso que dejaba a su paso una estela brillante evaporando el denso humo negro que flotaba en el aire antes de desaparecer dejando tan sólo la marca de las ruedas como muestra de su paso. La pick-up se convirtió en una bola de fuego en el mismo instante en el que el cura tomó asiento. El acelerón posterior cerró la puerta al instante de una manera tan perfecta que casi parecía antinatural. Porque lo era. Una vez que el fuego demoníaco se adueñaba de un vehículo, era capaz de transmutarlo, cambiarse, repararse o modificarse según lo necesitara el GhostRider.

La criatura se mantenía de rodillas sobre el asiento, para poderse permitir ver la carretera. De no haberlo hecho y a causa de su tamaño apenas conseguiría ver mas allá de la parte superior del volante. Cuando el cura recobró el aliento fue capaz hasta de articular frases enteras.

- Demonios. - nuestra escueta explicación aún hacía reverberar ese tono de ultra tumba. Hasta nosotros nos dimos cuenta de que dadas las circunstancias estábamos simplificando demasiado. - Torturadores del primer giro, séptimo círculo del infierno. Cualquiera que tenga esperanza de escapar se encontrará con ellos. Jugarán con su alma, la enloquecerán, y cuando se aburran de su locura, la harán pedazos. - El Ghostrider observó el retrovisor. Sus ojos aún refulgían en la oscuridad mientras les perseguían. Emitió un chasquido escalofriante con los dientes, antes de dar una curva tan cerrada que el vehículo debió volcar.

Tal vez Jesse se deslizaría por el asiento, pero el fantasma de la venganza no se movió ni un centímetro.

- Son de las criaturas mas peligrosas que hay, capaces de sobrevivir el fuego demoníaco. De donde vienen hay lluvias que jamás dejan de caer.- El motor retumbó con fuerza, casi como si rugiera. - Lo peor es que cuando te hacen pedazos no te matan. Cada pedazo de ti sigue sintiendo el resto. Incluso cuando te devoran, eres capaz de sentir como te digieren.

Pensábamos que les habíamos sacado algo de ventaja, pero estábamos siguiendo la carretera, y aquellos cabrones eran tan listos como retorcidos. Una enorme figura saltó con un rugido sobre el capó, como caído del cielo. Aunque no era de ahí de donde procedía, precisamente. La camioneta dio un bandazo, obligando al Ghostrider a pasar bosque a través. Debían haberse quedado clavados en el primer árbol, pero fueron capaces de partir tres de cuajo hasta retomar de nuevo la carretera con un volantazo abrupto.

- Soy GhostRider. Espíritu de la venganza. - nuestra vista se desvió de la carretera, dejando que percibiera el oscuro vacío de nuestra mirada, tan sólo atezada por dos extraños brillos que recordaban a puntas de aguja incandescentes capaces de perforar lo que fuera que alcanzáramos a observar. Nuestra expresión, la sempiterna que todos los seres humanos llevaban bajo la carne.

La deferencia no era algo que caracterizara al Jinete Fantasma. Se mantuvo en silencio durante unos segundos, tratando de valorar la situación. Conocía los pecados del cura. Los veía tan claros como los de cualquiera, pero debía reconocerle una cosa. Mandar a un tipo a follarse su propio culo poseía cierto nivel karmático de genialidad que él, como impulsor de la venganza, podía apreciar.

Tenía que reconocerle que el camión se lo había puesto más fácil para lo que pretendía hacer. Le habría resultado mucho mas complicado sin disponer de un vehículo.

- Agárrate capullo. - era una orden. No una sugerencia. Cuando parecía que por fin teníamos margen de huida, giramos el volante con violencia, haciendo que el vehículo derrapara dando media vuelta, pero sin necesidad de detenerse, con la misma velocidad. En pocos segundos alcanzamos a las criaturas, que se sorprendieron como cualquier otro animal cuando en la noche cerrada les dan las largas. Nuestra intención no era otra que arrollar a los que pudiéramos en cuanto nos dieran oportunidad.- Si tienes armas en este trasto úsalas.

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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime9th Octubre 2021, 00:34

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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime9th Octubre 2021, 00:34

El miembro 'Jesse Custer' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados


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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime9th Octubre 2021, 00:56

Si a Jesse le hubieran dicho alguna vez que iba a escoger de manera voluntaria meterse en la cabina de un coche en llamas al lado de una criatura de pesadilla, posiblemente no se lo habría creído, pero cuando estás acostumbrado a pasarte la vida jugándote el pescuezo sumergido hasta las cejas en pozos repletos de mierdas místicas, aprendes a relativizar, y, curiosamente, en aquél momento concreto, la posibilidad de volar en mil pedazos, morir calcinado vivo o ser destrozado miembro a miembro por la criatura más aterradora que había visto jamás, resultaba la más apetecible en comparación con lo que le esperaba fuera.

Aún así, cuando la súbita sacudida de la camioneta al acelerar le arrojó directamente el asiento un segundo antes de encajar la puerta y convertirse en una puta bola de fuego rodante, no pudo evitar cubrirse la cabeza con las manos por instinto.

- ¡Joder, joder, joder! Ostiaputavamosamorir -farfulló, sólo para constatar que todas las partes de su cuerpo aún continuaban en su sitio-. ¿Qué son esas cosas? -exclamó, mirando por la ventanilla de la Pick-up. La respuesta le dejó atónito-. Joder... He conocido demonios antes, pero no eran... así... -completó con un gesto del dedo.

Los demonios que había conocido se asemejaban bastante al arquetipo que se reflejaba en la Biblia: piel roja, alas de murciélago, patas de cabra, cuernos... Pero tenían forma indiscutiblemente humanoide, y eran capaces de hablar y actuar de manera racional, no como... bestias. Aunque según las palabras del esqueleto flameante parecían ser lo suficientemente inteligentes como para saber exactamente de qué manera torturarte. Aún así, Jesse no tenía la menor certeza de que Génesis funcionara, ya que nunca lo había hecho con animales.

El vehículo realizó una curva tan cerrada que, en condiciones normales, Jesse estaba seguro de que habrían volcado, pero no lo hizo. Aún así, el movimiento fue tan violento que tuvo que sujetarse con fuerza a la agarradera del coche para no caerse encima de la pequeña criatura, que, sin embargo, no se movió ni un ápice.

- Ok, ok, lo pillo -le interrumpió, asomándose una vez más por la ventanilla para ver si habían conseguido dejar a sus perseguidores atrás-. Y no tengo ninguna intención de dejar que me digieran.

Sus palabras quedaron ahogadas por el súbito impacto contra el capó. Jesse profirió una maldición automática que se perdió entre el estrépito de las hojas y ramas aplastadas cuando el improvisado conductor se desvió hacia el bosque, llevándose por delante tres putos árboles antes de regresar a la carretera.

- ¡¡La madre de...!! -exclamó el predicador, agarrándose al asiento del coche con el corazón en la garganta-. Joder, he participado en algunas persecuciones muy locas, pero ésta se lleva la palma, amigo... Te habrías podido labrar un buen futuro como ladrón de coches, ¿sabes?

La broma le salió sola, y se arrepintió casi al momento. Maldita fuera su estúpida bocaza que era incapaz de quedarse calladita en situaciones tensas. Con todo, estuvo a punto de cagarse encima cuando sintió aquellos aterradores pozos insondables clavarse en su alma, como si supieran exactamente todo lo que había hecho en su vida.

- ¿Espíritu de la venganza? -repitió, tragando saliva-. Espero que eso signifique que ayudas a los que quieren vengarse, porque si no, estaría bien jodido -contestó, recordando la catártica manera en la que se había vengado de Jody, T.C. y la abuela.

- Agárrate capullo -fue la seca réplica, a lo que Jesse respondió con una sonrisa irónica.

- Oh, créeme, no he dejado de hacerlo desde que me he subido al coche...

Entendió lo que pensaba hacer el Ghost Rider desde el momento en el que inició el giro, y, cuando se dirigieron a toda velocidad al encuentro de las criaturas deseó con todas sus fuerzas haber tenido alguien a quien rezar. Aún así, el gesto pilló completamente desprevenidas a las bestias satánicas, que consiguieron apartarse en el último momento, todas excepto una que estalló en una lluvia de sangre y tripas cuando el vehículo endemoniado le pasó por encima. Otra logró saltar para evitar el atropello, aterrizando de nuevo sobre el bollo del capó mientras las demás se dispersaban a ambos lados de la carretera.

- ¿Armas? -repitió, abriendo la guantera del copiloto para sacar unos puños americanos y colocárselos-. Mis únicas armas son los puños, amigo. La Biblia prohíbe derramar la sangre del prójimo pero es bastante menos específica sobre el uso de armas contundentes...

Tras ésto, abrió la portezuela del vehículo y, sin el menor rastro de vacilación, trepó hasta el capó agarrándose como podía para mantener el equilibrio con la velocidad y el viento golpeándole de frente en la cara. La bestia que se había subido al vehículo se giró para encararle, sólo para recibir un brutal puñetazo en toda la cara. El golpe la hizo recular un poco, acercándola al borde, aunque lo más probable era que se debiera más a la sorpresa que a la potencia del impacto. Jesse habría podido jurar que había podido distinguir una expresión de absoluta perplejidad en aquél rostro no humano... un instante antes de que se lanzara a por él.
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime13th Mayo 2022, 16:27

El cura habría jurado que cuando hizo aquel comentario sobre lo que Dios permitía y prohibía, la calavera había efectuado una especie de sonido ronco que, de no ser por la situación, habría podido interpretarse como una escalofriante risa seca. El hombre abrió la puertezuela del vehículo y trató de trepar hacia el capó. La dificultad se vió alterada porque el Fantasma de la venganza calculó el modo de asegurarle los movimientos con la conducción. Tener que obviar los movimientos bruscos y las esquivas era más fácil cuando atarse a las limitaciones físicas y gravitacionales era algo opcional. De hecho, en el momento en que el cura se disponía a descargar el golpe, el fantasma hizo un sutil gesto violento del volante, haciendo que aquel impacto ganara un extra de energía cinética, que como era previsible, aquel monstruo recibió de la peor manera.

Liarse a puñetazos con esas cosas era la peor idea del mundo sólo por debajo de hacerles cosquillas mientras dormían, pero no tenía tiempo para explicaciones. Tenía que sacarlo de en medio como fuera.

Nos hubiera bastado con que hubiera conseguido echar a esa cosa del capó, pero se asió con las patas traseras a la chapa, incrustando las uñas como cuchillas en el metal caliente como si fuese mantequilla.

- Eres listo, cabronazo. - gruñimos cuando vimos que utilizaba ese agarre para tomar impulso, lanzándose de pleno a por el cura.

Esta vez nuestra manera de abordar la inminente muerte de aquel atípico hombre de fe no provino de la planificación. Fue una reacción automática, algo completamente visceral. Un puro instinto que obedecía a la experiencia.

Algo que no estaba capacitada para entender hasta que había empezado a escucharle. A permitir que me afectara lo que el Ghost Rider pensara. La situación cambió entre nosotros en el mismo momento en que me percaté de que se rendía. Los dos estábamos cansados de pelear. Lo único que nos quedaba a partir de entonces era aprender a escuchar... y eso me abrió los ojos de un modo que todavía estaba aprendiendo a experimentar.

Por eso cuando nuestra mano de hueso envolvió el freno de mano y tiró de el de cuajo, dejamos que pasara lo que él quería. Nos encogió justo a tiempo de impactar a través del cristal de la luna, que se hizo añicos. Jesse y la criatura salieron volando por los aires. Giramos el cuerpo ladeándonos, buscando el punto de impacto en la cabeza del demonio, que parecía igual de desconcertado que con aquel primer puñetazo que el cura le había propinado. Nuestros pies se hundieron en su cráneo con un desagradable sonido húmedo y crujiente, al tiempo que invocábamos las cuchillas. Nuestras rodillas se flexionaron para amortiguar el impacto, y a la vez, ejercer una fuerza opuesta para ganar impulso. Empujamos  con fuerza suficiente para variar nuestra trayectoria, extendimos las piernas lanzándonos en dirección al cura, y tratamos de agarrarlo entre nuestros brazos. Lo abrazamos como si se tratara de un placaje y con una deflagración volvimos a localizar el suelo sin frenar el avance ni un solo segundo. Con nuestra diferencia de tamaño, cargar con él de ese modo resultaba de lo más incómodo.

- ¡Encógete!- Bramamos, intentando que reaccionara y procurara hacerse un ovillo contra nosotros, para que eso nos ayudara a ganar aerodinamismo.

Podíamos oírlos a nuestro alrededor. Más ojos rojos en aquella oscuridad.

Aceleramos sin freno, pasando entre los árboles. Cargando con aquel hombre no podíamos avanzar sin importar nada. Chocarnos para nosotros podía significar un problema incomodo, para él, despedirse de la vida. Una de las criaturas saltó a apenas unos tres metros de nosotros, obligándonos a efectuar un medio giro para fintarlo. Patinamos de espaldas, para valorar la situación. Ahora Jesse podría comprobar porqué le había advertido sobre esos demonios el GhostRider. Continuaban al trote tras ellos. De verdad parecían incansables. Sus inmensas fauces se abrían dejando sacar las lenguas en aquella viciosa expresión. Casi parecían sonreír enseñando todos y cada uno de sus afilados colmillos, que prometían ser una pesadilla para la carne y el hueso. Encontró la carretera, y volvió a seguirla durante varios kilómetros de persecución. Cuando empezamos a creer que podríamos sostenerles en la distancia, algo entró en la periferia de nuestra visión.

- ¡JODER!- Fue un gruñido gutural desde ultratumba.

Desde la cuneta, se impulsaron dos de las criaturas, directas hacia nosotros. De manera instintiva, nos lanzamos hacia el quitamiedos, que se fundió antes siquiera de que lo alcanzáramos, dejando rastros de metal fundido. Teníamos la esperanza de encontrar un terraplén o suelo, pocos metros más abajo.

Nos equivocamos.

Esa sección de la carretera daba directa a un inmenso despeñadero. Esta vez fue el automatismo el que nos jugó una mala pasada, pero nos dimos cuenta demasiado tarde. Nuestra silueta recortada contra el aire caía, caía y caía, cargando al cura en nuestros brazos. Dos de las criaturas tomaron impulso al borde del precipicio, tratando de seguirnos en esa caída sin remedio. No teníamos nada donde apoyarnos. No había donde asirnos.

Un escalofrío nos recorrió el cuerpo.

No podíamos impulsarnos en el aire. No podíamos...

Un nuevo instinto, desconocido para el Jinete, nuevo para la portadora, pero rutinario para aquel que se siente en peligro de muerte. Sus sensaciones se entremezclaron, permitiendo que esta vez fuera la respuesta visceral de Kim la que tomara dominio de la situación. De entre los dientes de la calavera salió un denso vapor cuando el intenso silbido resonó en la noche oscura, esperando una respuesta.

Lo que estaba sucediendo en ese preciso instante era lo más próximo a un salto de Fe que ninguno experimentaría jamás.

[FDP: ¡Este es un buen momento para que Jake haga su entrada Wink )

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Viviendo un infierno en la tierra

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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime9th Mayo 2023, 22:15

Hacía tiempo que Jake tenía la sensación de que algo malo estaba a punto de ocurrir.

El pupilo de Patroklos estaba directamente conectado a lo arcano. Su esencia como inmortal se lo decía, se lo transmitía mediante las vibraciones mágicas de su propia naturaleza, como si fuera un rugido inquieto proveniente de sus entrañas. Pronto… muy pronto… algo iba a estallar... algo grande…

De alguna forma, había tratado de advertir a su amiga Kim, a las hermanas Stavridis, pero aunque no lo supiera con certeza, seguía siendo una suposición. Nada era fijo y continuo en este nuevo mundo.

Ojalá hubiera estado equivocado.

Cuando todo ocurrió, Jake se encontraba solo en casa. Elysia y Elissa llevaban un tiempo fuera y no serían conscientes de la amenaza hasta que no fuera demasiado tarde. Pero para Nikandros y Lycos era diferente. Ambas eran creaciones de papel y tinta, por lo que el fuego demoníaco las consumiría por completo. Cuando surgieron los primeros ataques, lo primero que hicieron fue refugiarse en el Bar Oblivion. De momento, un lugar mucho más seguro que el piso de las Stavridis. Al menos, los demonios no serían lo suficientemente inteligentes como para encontrar un bar olvidado entre el espacio y el tiempo.

El bondadoso y noble corazón del hombre de papel le instó a ayudar a los más afectados, y a convertir el bar en una especie de refugio para los más necesitados.

Fue entonces cuando Jake cayó en la cuenta de algo: el viento le había hecho llegar un mensaje.

En un parpadeo, Nikandros vio desaparecer a su compañero.

Como el protagonista de un cuento infantil en el que James Barrie se inspiró, Jake se posó suavemente en el marco de la ventana del cuarto de una chica pelirroja y con el rostro marcado por las pecas.

Tienes que venir conmigo, ahora… — le dijo, sin darle ni una sola explicación. Tan pronto como pudo, cogió a Erin de la cintura sin esperar a que le diera su consentimiento, y salió volando con ella en brazos. Instantes después a su encuentro, los demonios paseaban a sus anchas por las calles de Nueva York, mientras el fuego lo devoraba todo a su paso.

Antes de que pudiera dejar a la chica en un lugar seguro, el viento volvió a susurrarle. Esta vez, era algo mucho más urgente… y para colmo, estaba en la otra punta de la ciudad…

Mierda…— chasqueó la lengua y se arremangó la sudadera hasta revelar el brazalete que aprisionaba como una cadena su muñeca derecha desde tiempos inmemoriales. Le pidió a Erin que se cambiara de posición para poder cargarla a caballito y tener así más libertad con las manos— Cierra los ojos y agárrate fuerte…

El rubí del espacio-tiempo lanzó un fulgor escarlata y en un parpadeo ambos jóvenes se teletransportaron a las afueras de la ciudad de Nueva York, cerca de un precipicio donde giraba una sinuosa carretera. El tiempo parecía haberse detenido, porqué lo que Erin vio, fueron los cuerpos suspendidos de un hombre y una niña calavera que se precipitaban al vacío irremediablemente.

Cuando las manecillas del reloj del brazalete de Jake empezaron a moverse, los cuerpos de los suicidas empezaron a moverse también, primero con lentitud, hasta que el tiempo retomó su ritmo habitual. Para entonces, Jake ya había realizado su magia.

Viento del Norte… ven a ayudarme…—  susurró, y unos pequeños tornados aparecieron de la nada para atrapar consigo los cuerpos del hombre y la niña y arrastrarlos hasta tierra firme.

El castaño aterrizó junto a ellos y dejó de cargar a Erin también, mientras trataba de asimilar todo lo que estaba sucediendo.

Siempre que te veo estás metida en un lío, ¿Eh, Tortita? — bromeó el chico, saludando así a su amiga. En aquel momento, todavía no se había dado cuenta de quién era el adulto que acompañaba a Kim…
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MensajeTema: Re: Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer]   Perdóneme, padre, porque le he dado. [Jesse Custer] Icon_minitime23rd Mayo 2023, 20:50

La explosión de la bomba nuclear había sido devastadora, convirtiendo todo Monument Valley en un páramo irradiado y destruyendo toda forma de vida en kilómetros a la redonda. La onda expansiva había golpeado el avión en el que él y sus amigos trataban de huir, volcando el aparato y haciéndole caer a través de la portezuela arrancada de cuajo de sus goznes.

Cassidy se había lanzado de inmediato a por él, actuando por instinto, y gracias a sus reflejos sobrenaturales había logrado atrapar su mano. Pero Cassidy era un vampiro, y la luz del sol empezó a calcinarle.

Jesse colgaba en el vacío, a centenares de metros de altitud sobre el valle, y lo único que lo mantenía sujeto a la vida era una figura cadavérica en llamas.

Igual que ahora.

Había sentido el calor de las llamas sobre su piel.

Igual que ahora.

Había sentido el embite del viento sobre su pelo y su rostro.

Igual que ahora.

Y el vértigo. El vértigo espantoso y la sensación de vacío en el estómago. Y el frío escalofriante que se apoderaba de él a pesar de las llamas al comprender lo que tenía que suceder.

El alarido agónico de Cass retumbó en sus oídos por encima del zumbido del viento.

- ¡Suéltame, gilipollas! ¡Te vas a quemar! -gritó. El aullido del viento ahogaba sus palabras, pero Jesse sabía que los sentidos sobrenaturales del vampiro le permitirían escucharle.

- No -su voz era un quejido estrangulado y doliente que se clavó en su ser como un cuchillo.

- Maldito idiota -musitó él. Las lágrimas le ardían en los ojos pero no sabía si era por el roce del viento, por el hecho de ver cómo su mejor amigo estaba dispuesto a sufrir de aquella manera con tal de salvarle o por el terrible dolor de comprender que iba a perderla cuando recién acababa de encontrarla-. No tenemos por qué morir los dos! ¡Suéltame! ¡Suéltame!

- ¡No puedo! ¡No después de lo que hice! ¡Tú no! -respondió él, su voz elevándose como una súplica que Jesse sabía que nadie escucharía. Y de nuevo sintió aquél dolor punzante en las entrañas.

- ¡Cass! -gritó, para hacerle callar-. ¡Dile que la amo! Y ahora, suéltame.

Y así fue como tuvo que usar Génesis sobre quien le había hecho jurar que nunca lo usaría con él, rompiendo el sagrado vínculo entre dos amigos para salvar su vida.

Caía. Estaba cayendo, precipitándose hacia una muerte segura. Jesse lo recordaba. Lo recordaba muy bien.

Porque era lo mismo que estaba sintiendo ahora.

Y, mientras caía al encuentro de las aceradas fauces de los picos del despeñadero podía ver de nuevo la expresión de absoluta incredulidad y devastación en el rostro de Cass mientras le veía alejarse más y más hasta que fue por completo indistinguible. Entonces había cerrado los ojos (tal como los estaba cerrando ahora), preparándose para el golpe final.

Era todo igual, todo igual... Salvo porque el rostro que ahora ocupaba su mente y su corazón en sus últimos momentos no era el de Tulip... sino el de la mujer que justo acababa de dejarle para viajar a Europa y que nunca sabría que había muerto aplastado en aquél despeñadero. Jesse se maldijo por no haber sido lo suficientemente valiente como para decirle lo que sentía la noche del karaoke. Era otra cosa que tampoco llegaría nunca a saber.

- Sasha...

El nombre, apenas un suspiro, se mezcló con el viento que zarandeaba su cuerpo en el aire...

Pero era un zarandeo extraño, un zarandeo... controlado. Ya no parecía que estuviera desplomándose en caída libre, más bien parecía como si el viento estuviera... acunándole...

Tenía que ser la sangre acumulándose en su cerebro por la posición en la caída...

Excepto porque la caída parecía estar ralentizándose... Más que caer... parecía flotar... Y cuando su cuerpo se encontró con el suelo lo hizo con suavidad, y de pie. Salvo porque estaba temblando tanto por la impresión y la adrenalina que las piernas le fallaron y terminó igualmente cayendo de culo.

Y allí se quedó, sentado en el suelo sin poder hacer más que temblar violentamente, sin asimilar nada, sin comprender nada y sin tratar de hacerlo igualmente. Una parte de él no podía aceptar que seguía vivo y sólo seguía rememorando una y otra vez en su cabeza lo que había sentido aquella vez cuando su cuerpo había impactado contra el suelo. El indescriptible y agónico dolor de sentir cómo estallaban todos los huesos de su cuerpo y la oscuridad justo antes de que Dios le resucitara.

¿Era eso lo que había pasado? ¿Dios le había vuelto a salvar? ¿El mismo Dios que le había enviado a Omega para librarse de él?

No podía escuchar nada, ni ver nada.

En su mente estaba atrapado en una caída que no terminaba nunca.

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