What would happen (Hush) [20/05/2019]

El callejón tenía sólo una luz a la entrada. Un cono amarillento sobre unos cuantos cubos de basura y un tipo que siempre se colocaba allí fumando cigarrillos aderezados, mirando el móvil de vez en cuando y que se iba pavoneando como si las naves industriales que le rodeaban fueran propiedad suya. Pinche pendejo de mierda es lo que era, y se iba a dar cuenta bien pronto. Aparcó la moto unas horas antes por la zona próxima y fue andando al punto al que le habían indicado. Se metió en los garajes de obra justo delante y se limitó a observar. Tenía que comprobar unas cuantas cosas. Las horas comenzaron a reptar entre los callejones llenando todo de una espesa oscuridad turbulenta. Esa en la que nunca sabes que pasa a más de un metro de ti. Se colocó el pasamontañas como si se tratara de un gorro, y lo cubrio con la capucha. Metio las manos en los bolsillos y se acercó a él con paso discreto, pero directo. Cruzó la calle donde no había mas que dos o tres personas que andaban buscando un lugar en el que chingarse a las putas sin que les vieran. Hasta pa ver hay que pagar.

El hombre le miró cuando le vio parado delante suyo a un par de metros. Miró a un lado y a otro, y le dirigió una mirada despectiva llena de superioridad. Notó el hormigueo expandiéndose por su cuerpo, y el calor que se le ponía en el fondo del estomago cuando sabía que estaba a punto de empezar. Como ese pequeño vértigo excitado que siente uno antes de caer en la montaña rusa. Se viene.

- ¿Eres Flint?

- Quien pregunta.

- Eres o no, pendejo. - le enfrentó la mirada.

- Que pasó mi pana.- cambió de pronto al español.

- Me manda Tito. Mierda de la buena o nada guey.

- La mejor de este barrio.

Con un gesto rápido le recogió la cocaína y la guardó en el bolsillo mientras le daba un fajo de billetes. Ya notaba el calor subir hasta las orejas. El tipo le miró.

- Ya lárgate guey. - le amenazó al ver que no se movía.

Aquello eran intercambios rápidos. Visto y no visto. Si te pillaban trapicheando con esas cosas acababas en la trena, o peor, de soplón. Eso era una condena a muerte asegurada en la calle. Se encogió de hombros y se abrió la chaqueta un poco. El tipo vio entonces el mango de la navaja que asomaba del bolsillo del pantalón. Empalideció como si hubiera visto al diablo encarnado.

- Te andas cortando esta wea por tu cuenta. ¿Que pedo? ¿Te crees que El Arepas es pendejo? - la pregunta le hizo reaccionar, al tiempo que me bajaba la capucha dejando ver la enorme X azul que ya muchos habían conocido, pero de la que nadie hablaba casi nunca. El tipo intentó correr, pero no le valió de nada. Un silbido largo y agudo le hizo trastabillar, dándose con la cabeza contra el suelo y abriéndole una ceja. Se dio la vuelta gimiendo y llorando intentando cubrirse con las manos mientras la figura encapuchada se le venía encima. El brillo del cuchillo apenas se veía cuando se adentró en la zona mas oscura. - Ya valiste madre, carnal...


No le apetecía ir a ningún sitio de ambiente. Tendría que maquillarse, colocarse todo, buscar un modelito que le gustara y salir a la calle. Era mucho trabajo y por un día, le apetecía no llevar medio kilo de maquillaje, rímel y pestañas postizas en la cara. Quería tomarse algo por un trabajo bien hecho. Comerse un filetón con papas. Puede que acabar el día con una buena mamada hubiera estado bien.

Acababa de venir de darle la muestra a su cliente. En realidad sólo la habían comprado para asegurarse de sus sospechas, pero no les importaba demasiado porque pagaron por sus servicios antes de comprobar nada. 35.000 por el asesinato mas 20.000 por hacerlo desaparecer. No fue nada difícil. Las obras son un sitio excelente. Pagas a unos tipos del turno de noche, dejas tu paquete en el sitio que te indiquen, y le ponen encima una capa de dos metros de hormigón encima a lo que sea. nadie hace más preguntas. Se alejó de todas las zonas donde alguien pudiera haberle reconocido. Casi siempre procuraba separar su vida personal de la profesional. Acabó dando una vuelta por Brooklin, comiéndose un plato de carne a la tampiqueña con tortillas en uno de los mexicanos más ricos que conocía. Se tomó un par de cervezas con Tekila y pan de maíz. Paseó por la zona, se tomó un par de cervezas más y después entró a uno de esos locales donde a veces tenían actuaciones en vivo.

- ¿Hoy no hay concierto? - preguntó. El camarero negó con la cabeza.

Se apoyó en la barra, sin darse cuenta de que en una de las esquinas había una figura sumida en su propia desesperación, mareándose de mirar al fondo de su propia copa.

- Tekila. - el camarero le miró como si no entendiera. Él puso un billete de 100 sobre la barra, y el barman le sacó una botella nueva de tequila, un plato con rodajas de limón y un salero con tres vasos de chupito. Los colocó boca arriba dejando después la botella sin cerrar, y junto a ella el cambio. Se guardó la vuelta en el bolsillo y cogió la botella llenando los vasos sin importar que algo de tekila cayera entre ellos. Levantó la vista para encontrarse por primera vez con la silueta del tipo que andaba más cerca suyo en la esquina. Tenía pinta de duro, con los tatuajes y la barba desarreglada.

"Ay papi, estos follan bien duro" pensó justo cuando su cerebro le indicó un cierto parecido. De normal no tenía interés ninguno en hablar con nadie, pero el guey estaba bien bueno y él aburrido.

- ¡Ey! - dio un silbido corto e intenso sin activar su poder. Podía controlarlo con tanta facilidad como comer. - Chst. ¿Te han dicho alguna vez que te pareces un poco a ese tio de... como es que se llama... ¿Deaman? ¿Diabol?- no se acordaba del nombre del grupo.

Pero igual una de sus compañeras se había obsesionado con ellos y su música, y llevaba tres semanas usándolo de fondo en sus actuaciones. Como sea, sus canciones no estaban mal.

El tipo andaba ya bien pedo, pero no como para tener que andar cargando con él a ningún sitio. Así mejor. Si hacía cualquier estupidez le iba a ser difícil recordar la cara de un pinche mejicano cualquiera que se le hubiera acercado en medio del delirio alcohólico. Asumió, seguro que por las pintas, que controlaba mucho de grupos de Heavy. La verdad es que no tanto como su estética pudiera hacerle parecer. La música que escuchaba era bastante variada. Nunca había tenido un estilo musical definido, y solo rayaba la música cuando la necesitaba para alguna de sus actuaciones. El resto, le daba igual pop, que rock que cualquier otra verga. Aún así le hizo gracia que le brindara y le diera en el hombro como si fueran compadres de toda la vida. La gente que está ciega está bien graciosa.

- ¿Vas a darme cerveza amigo? No, pos no dejes que se te seque el gaznate, huevón. No más pérate que la flaca regrese, mientras échate un par de tekilas. - le alargó uno de los vasos lleno del líquido amarillento como la meada clara.

No iba a contarle la historia de la compañera, obvio. Podía arreglarla un poco como para poder hacerle entender el fondo del asunto, que venía a ser que a él todo el tema de la música le valía madres. Tenía que sonar convincente y cercano, eso sí, o se le iba a acabar la diversión momentánea.

- Pues no te voy a mentir mano, ni sé como se llamaba el pinche grupo. Es que hay un pendejo que conozco que no para de poner vuestras canciones, y ya de a todo se le pega a uno. Tiene hasta posters y toda esa madre. No más le falta mamaros la verga para ser mas fan. - los chistes de maricos siempre funcionan. - A mi, pos me gusta todo lo que me entra al oído. Freak Kitchen, Skip de use, Source, Extremo duro. Todo eso está bueno.- se encogió de hombros bebiéndose un tekila con más calma que si hubiera sido un vaso de agua.

No se cortó en arrastrar la banqueta un poco más cerca, procurando quedar a una buena distancia pero no tener que andar gritando muy alto a la hora de hablar. No le gustaban las camareras entrometidas, pero sí cómo el tipo le guiño el ojo.

"Ay, weon. No mames."

Se sentó en la banqueta con rudeza, como si le pesara el cuerpo un quintal. No estaba nada cansado, pero parecía que algo si. Apoyó el codo en la barra, ladeándose para poder encarar al tipo y mirándole directo a los ojos sin reparo ninguno. A la hora de la caza no puedes andar con miedo ni vergüenza.

- ¿Esa verga? ¡Ni es tatuaje! Checa esto. - se rió mientras se lamía el dedo dejando ver el piercing de la lengua, y emborronándose parte de uno de los remates de las tibias cruzadas que tenía su supuesto "tatuaje". - Hago estas vainas si me aburro. Agarro un boli o un marcador y le tiro línea.- volvió a dejar caer la mano en la barra. - Se que parece mucho trabajo, pero es que me aburro mucho. - volvió a reírse. - ¿Y eso? ¿Si es de verdad? - señaló con la cabeza, mientras con la mano apuntaba a su propio cuello, aunque estaba claro que se refería al del cantante.

- Pos claro. "Count me in". - le respondió con una media sonrisa desafiante.

Ese cabrón marico le estaba echando los tejos. Aunque igual sólo era tremendo pedo que llevaba. No podía estar seguro todavía y era algo que le gustaba antes de arriesgarse a cualquier cosa. No es que pudiera ir a cualquier sitio y conseguirse a alguien como si nada. Tampoco negaba una ocasión si se le presentaba envuelta en papel de regalo y con un lazo que decía: "Mete aquí la polla".

Aún era pronto. Lo mejor era dejar avanzar la noche, y hacer que fluyera la tekila.

-- Es el ágave. Una planta, creo. Hace que sepa como a miel. Es como chupar la teta de la Virgen Santa. - dijo después de tragar como si nada su propio vaso de Tekila.

Los tragos americanos eran tan flojos que te tenías que levantar media botella casi para empezar a notar nada. Cuando le dijo que dejara la cerveza para luego, se encogió de hombros y esperó que la camarera les rellenara los chupitos. Esta vez el irlandés pidió Vodka. Menuda mezcla explosiva.

"Hay formas mas fáciles de ponerme a cuatro patas, papi..."

- Ah, no. Pos no sé. Pues tiene posters y discos todos tirados por ahí. Si te pareces un poco al cantante. - se encogió de hombros. La verdad es que le daba bastante igual si era famoso o no. Con esa pinta se lo hubiera chingado aunque hubiera sido un vagabundo que durmiera en los aseos de una estación de servicio. - Quizá te cansaste de la chingadera de ser famoso. Cualquiera merece un trago sin tener que andar mandando a los fans a la verga pa estar tranquilo. - no parecía darle ninguna importancia.

Al tipo le gustaba también la música variada, aunque no se le hacía escuchando Bethoven por más que dijera. Hay mucha gente que intenta caer en gracia a todo el mundo que utiliza respuestas genéricas para congraciarse con la gran mayoría. A la hora de la verdad, una visita a su móvil de cinco minutos te dejaba ver el tipo de persona que eran sin mucho margen de error.

- Si, no esta bien obsesionarse con una cosa nomás. Te queda el cerebro hecho una papa. - se rió de la perspectiva. - Nah, acabaría tatuándole pendejadas a la persona equivocada. Me encontrarían en cualquier cuneta con una paliza y un carnal dando vueltas por ahí con un coño tatuado en la parte de atrás de la calva. Es peligroso, wey. - se rió de la perspectiva.

El tipo de pronto se puso personal. Si aún le hubiera quedado alguna duda de que iba bien pedo, ese comentario las hubiera terminado. Nadie se deja ir de la lengua así si no tiene al alcohol empujando por detrás de la cabeza.

- Ah, hijo de la gran chingada. - intentó sonar un poco afectado. Era un tema serio, y lo que se esperaba de un comentario así. Aunque a él no le importaría ver al pinche renegrido de su padrastro tirado en una cama mientras se lo carcomía algo así. La imagen de su madre le cruzó por la cabeza y el pensamiento se desvaneció enseguida. Si eso le pasara a ella ni Dios iba a salvarse de lo que se iba a armar. Llenó los vasos de nuevo de Tekila. - Por tu Santísima Madre, cabrón, y porque se joda el hijueputa de cáncer se que la llevó. - levantó el vaso, esperando que lo chocara con el suyo.

Todas las memorias se merecen un trago.

Le dirigió una mirada relajada mientras le enseñaba un poco más de esa piel apetitosa, llena de tinta. El podría haberse hecho unos buenos nudos alrededor de esos tatuajes.

- ¿Y cómo es?- preguntó alargando la mano, y quedando a medio camino. - ¿Puedo tocar?- porqué no. - ¿Cuánto tardaron en hacerte esto? Está por todo el brazo. No sería todo de una vez ¿o si?. ¿Cómo es el dolor? - preguntó mientras agarraba unos cacahuetes que había en un pequeño cuenco en la barra, para poder limpiarse la boca. A ver qué tal estaba la pinche cerveza.

[FDP: Post escrito entre Wraith, Hush y Solaris.]

El alcohol estaba empezando a hacerle arder las mejillas, pero al Irish estaba por dejarle para el arrastre. Tenía que bajar el ritmo si quería que estuviera lo bastante borracho para plantearse que una boca era una boca en cualquier cabeza, pero no lo suficiente como para evitar que se le pusiera dura. Es un punto complicado de alcanzar, porque a menudo la diferencia suele ser de media copa, o un chupito tomado cinco minutos antes o después. Esta bien cabrón calcular eso. El tipo se puso a rumiar ni se qué cosas sobre cómo la gente sólo quería verga. Dibujó una media sonrisa y le hizo un descarado repaso de arriba a abajo. Con lo ebrio que iba ni modo que fuese a notarlo.

"¿Y porque las culpas, pendejo? No hubieras ido de chingón"

No era difícil imaginarse a un tio como aquel subido a un escenario, gritándole al aire iluminado por los focos y el torso cubierto en sudor. Cientos de fans calientes como perras gritando su nombre para llevarse ese recuerdo a la cama en compañía de un satisfier. Si, podía imaginarlo.

- Ay no, pos que feo. Pinche perra culera, ¡Deberías hacerle pagar, cabrón!- le dió un suave codazo, buscando animarle. Un poco de esa clásica compenetración de hombres que a veces acaba con una ducha para dos en un vestuario deportivo. Aunque para eso aún faltaban un par de chupitos, y puede que lanzarse en el momento oportuno. Ya vería.

Ambos estaban por levantarse, y él ya estaba deseando tener que ayudarle a llegar hasta una silla para aprovechar el momento de agarrar ese cuerpo suyo. Seguro que podía cargar con él. Casi medían lo mismo, y cuando uno quiere saca fuerzas de donde sea. Según se levantaron, un extraño reflejo captó su atención.

Cuando la vió, se quedó boquiabierto. No por sus curvas, o su bonita cara. Lo que le atrajo de inmediato fué el pelo. Relucía como lo suelen hacer las gotas de aceite de motor al sol, solo que no tenía ese fondo negruzco negro. Sólo una intensidad de color sobre lo que parecía platino brillante. Sassy Caramel se revolvió en su interior como un gato al que despierta el pequeño cascabel de su juguete favorito.

"No mames cabrón... ¿Cómo consigo una peluca como esa para mi?

Mmmmm.... Hacerle pagar.... Lo cierto era que no se lo había planteado hasta el momento, pero en su cerebro enturbiado por el alcohol resultaba de lo más apetecible....

- Si, ¿verdad? Después de todo, yo le conseguí el trabajo que tiene ahora, y ella me pagó mandándome a la mierda. Si ya no quiere saber nada de mí, quizá debería de quitarle lo que le di, ¿no? Nada demasiado serio... No le haría daño a ella, pero creo que sería justo quitarle lo que le di después de cómo se portó. No fue nada cool por su parte, no...

Al mexicano se le ocurrían un par de buenas ideas para que esa perra pagara. Si hubiera sido él no se conformaría con joderle el empleo. Le habría arruinado hasta el alquiler del piso. La habría dejado sin trabajo, después sin novio, y para acabar sin casa. A ver qué tal llevaba lo de portarse como pinche cerda con los que le hacían favores. No habría descansado hasta que la viera volver arrastrándose y suplicando, para luego echarle un "Me vale vergas" en su sucia cara. Claro que no era cosa suya, si no de él decidirlo.

- No mano, pos si no te quiere de amigo, tampoco como ángel guardián pa que le andes buscando de dónde sacar la plata ¿no?

Aidan estaba empezando a darle vueltas a la idea en su cabeza cuando notó que su nuevo amigo se quedaba petrificado de repente mirando por encima de su hombro hacia la puerta. Se volvió en aquella dirección y reparo en la mujer. Caray, no le extrañaba nada que Juan se hubiese quedado absorto; la nueva clienta era un bellezon. No es que a él le importara, claro. Cuando murió su mujer pensó que no volvería a sentirse atraído por otra en la vida, y después del viaje a Washington tenía suficiente confusión encima para varios meses. No, gracias, no quería volver a saber nada de mujeres, pero quizás podría ayudar a su nuevo amigo...

- ¿Te gusta? -dijo pasándole el brazo por los hombros-. ¿Quieres que te ayude a intentar entrarle? Ya sabes, puedo ser tu wingman...

Las palabras del irlandés le sacaron de su ensimismamiento. Meneó la cabeza, tratando de quitarle importancia. Podría parecer timidez, pero era más una cuestión de no querer explicar el porqué tanto interés. ¿Qué iba a decirle? Na, si lo que quiero saber es de dónde se sacó ese pelo. Meterse en sus bragas no era problema, pero preguntar por algo así sin parecer medio marica era bien difícil. Aunque cuando el tipo le dijo a la oreja lo de ser su wingman tuvo que tragarse su pérfida lengua para no soltarle una buena grosería que acabara por arruinarle la estrategia.

- No, mano. Está bien chida, pero esas no más persiguen que les pagues la copa. - dijo de guasa, mientras él mismo levantaba la otra mano para colocársela en el otro hombro, afianzando el agarre. Le habría costado poco más que un poco de presión haberle acercado lo bastante para pegarle tremendo mordisco en ese cuello rasposo de la barba de tres dias.

"Ay si papi. Ráscame como boleto de lotería."

El ejercicio de autocontrol que estaba haciendo sólo lo podía entender un cura malparido en una guardería. La mujer entonces se inclinó hacia ellos, y les preguntó. Era una buena oportunidad para tomar la iniciativa. Demostrar a Aidan que podía ser bien dominante.

- Pos si, lo estamos pasando de miedo. Mi colega y yo estamos de celebración. ¿verdad? - le dió un suave palmoteo en el hombro, mirando de nuevo a la mujer. Le hizo un repaso menos invasivo que el que le había hecho a él. Pero debía reconocer que rebosaba estilo.

- ¿De celebración? Vaya...- asintió, mientras dejaba caer los párpados en una expresión felina. - ¿Y que celebráis?

La pregunta le pillo fuera de juego durante un instante. ¿De celebración? ¿De verdad? Si la razón de que estuviera en aquel bar era que no podía más con toda la mierda que tenia en su vida ahora mismo. Lo de Gob, lo de Nueva York, lo de la jodida diosa Kali, Metrópolis, la WWD, Loki, Legba, Valerie, su ridículo televisivo, la demanda de las MJ's, y encima lo de Washington.... Joder... ¿Qué puñetas tenía que celebrar? Si lo raro era que no estuviera pegándose un tiro ahora mismo. Aunque  claro, si lo hacía iría al infierno, otra de las preciosidades de su vida. Estuvo a punto de echarse a reír ante la absurda ironía de querer pegarse un tiro y no poder. Ni siquiera le dejaban morirse, así de jodido estaba.

- Bueno, pues, no sé.... Estar vivo, supongo -fue lo único que fue capaz de responder, en un tono que daba a entender que en realidad le daba un poco igual estarlo.

Hubo una dramática pausa tras esas palabras. El fácil identificar dónde está el límite cuando uno sólo es capaz de celebrar que tiene capacidad suficiente para continuar respirando. El joven tatuado parecía más borracho que el latino, y desde luego su apariencia le había tener un aspecto más abatido. Eran los individuos perfectos. Un borracho eufórico, y otro deprimido. Así tendría oportunidad de baremar los efectos en ambos. Comprobar si por fin habían conseguido la sustancia óptima para que llamara la atención a los grandes capos.

- ¡Estamos pa celebrar que se acabaron las pendejadas en tu vida, cabrón! Todo se va a arreglar, ya lo vas a ver. No te puede ir peor, así que no más queda ir arriba, carnal. - le dijo el mexicano, tratando sin duda de sonar alentador.

Bueno... Algo de razón podía tener, pero Aidan no podía evitar pensar que eso era lo que llevaba pensando desde el principio y siempre, siempre, la vida había encontrado la manera de joderle aún más y enterrarle aún más en el fango, por imposible que pudiera parecer. A estas alturas ya no se atrevía a pensar que no podía ir a peor. Siempre se podía ir a peor. Siempre. La última barrera era la muerte y si te parabas a pensar en el infierno realmente ni siquiera eso.

- Es un buen motivo... al fin y al cabo, estar vivo te permite experimentar un montón de cosas.  - sugirió la mujer, levantándose del taburete. Se aproximó a ellos con un sutil contoneo de caderas y se apoyó mas cerca de ellos en la barra depositando la copa con un elegante movimiento de muñeca. - ¿Os apetecería probar? - dejó flotar la pregunta cargándola de enigmatismo, con una expresión misteriosa en la mirada.

La pregunta de la mujer le intrigó, a su pesar.

- Eso depende de lo que estemos hablando, guapa. Si se trata de sexo en cualquiera de sus variantes te digo desde ya que no me interesa.

La mujer dejó escapar una suave carcajada, como si le resultara hilarante esa salida por parte del hombre tatuado. Luego su rostro adquirió una extraña expresión. Seguía siendo cálida y misteriosa, pero en sus ojos refulgió un acerado tono frío como el hielo. - ¿Crees que eso es lo máximo que una mujer te puede ofrecer en términos de placer? - alzó una ceja. Casi parecía complacida por la simplicidad del estamento. - Qué exquisita vulgaridad. - negó con la cabeza, haciendo que su bella y llamativa melena se meciera arrancando coloridos destellos. Envolvió la copa con ambas manos y acarició con tierna delicadeza el borde en el que posaba los labios con las yemas de ambos pulgares, como si se tratara de un confidente, mas que de un contenedor de bebidas. - No... lo que yo os ofrezco sobrepasa con creces esa experiencia.

El mexicano dirigió una mirada a su compañero, y de nuevo a ella. Eso si que estaba llamando su atención.

- Mmmm.... Adelante, siga hablando -dijo él, con cierto interés. No sabía dónde se estaba metiendo, pero... ¿acaso importaba? El alcohol había demostrado no ser suficiente para acallar las voces que aullaban en su cabeza, y tampoco lo había sido la maría. Necesitaba algo, otra cosa... Algo que le hiciera olvidar.

- Dicen que sólo hay una cosa mejor que el clímax que produce el sexo. Y es el fugaz instante exacto de después. - sugirió la mujer volviendo a estirarse, mirándoles a ambos a los ojos con actitud invitadora - Ese instante de plena paz, de infinita lucidez. Cuando la mente se ha desconectado a causa del placer y cuando el cuerpo se convence a sí mismo de que ya no necesita nada.- al pronunciarlo, hizo que la idea sonara deliciosa. - Lo que yo os traigo... es la promesa de esa plenitud...- susurró acercándose a ellos. Con un fluido movimiento de manos, extrajo de la raja de su falda uno de los adornos metálicos en punta de flecha. Jugueteó con él entre sus dedos a la altura de sus ojos, como un prestidigitador atrae la atención de su público con sus elaborados juegos de manos.

- ¿Qué me decís, pareja? ¿Os apetece darle una probadita?

Oh, Dios, paz... ¿Podía ser verdad? ¿Podía conseguir ese silencio? ¿Esa calma que tanto ansiaba? ¿Esa desconexión total del mundo y los problemas terrenales? La mujer ofrecía vida; sin embargo, paradójicamente la descripción que había dado a él se le antojaba más como el dulce descanso de la muerte... Y no había nada en el mundo que ansiara más en aquel momento. Podía ser que funcionara, podía ser que no... Pero no perdía nada por probar.

Se mojó los labios repentinamente resecos con la lengua

- ¿Exactamente qué es lo que tendríamos que hacer?

No preguntó por el coste. Lo que pudiera costar le daba bastante igual. Con su fortuna actual podría pagarlo, y, si no, lo que hiciera falta podría robarlo.

El mexicano estaba en uno de esos momentos de encrucijada. Que había tonteado con las drogas no era un misterio, pero la idea de quedarse como uno de esos penosos yonkis que no se hacían ni para no mearse encima... eso si le cagaba la madre. Por otro lado, era una cuestión de principios. Si su ligue estaba dispuesto, él no podía ser menos. Además, tal vez la droga le ayudara a soltarse lo justo para luego echarle la bronca del polvo salvaje que echaran después. A todos los maricos les encanta decir que fué el alcohol. o la droga. Aidan pronto iba a estar hasta arriba de las dos.

- Sólo ir a algún sitio un poco mas discreto. A esta os invito yo, si al acabar, sois capaces de decirme qué os ha parecido.

Antes de darse cuenta, habían apurado las copas y se encontraban andando hacia Hell´s Kitchen. Mejor para él. Ella no sabría que vivía allí. La pararía en cualquier callejón conocido del barrio, se tomarían lo que fuera, y pasarían el pedo en su casa. Tal vez sudando el uno contra el otro. Ya casi podía saborearlo.

No le dió miedo ninguno de que se tratara de una policía. Los polis siempre intentan parecer uno de los camellos. Ella llevaba ropa demasiado cara, y llamaba demasiado la atención para ser poli. Era como si llevara luces de neon. Ningún buen poli es tan estúpido como para eso. También podría recurrir al silbido, y llevaba escondido en uno de los bolsillos una pequeña navaja. La emoción de una noche de sexo se entremezcló con la posibilidad de abrirle a esa mujer un respiradero nuevo entre cada costilla. El alcohol le hacía estar eufórico. Con el detonante adecuado eso podía convertirse en violencia como si nada.

- Aquí está bien. - señaló el mexicano un pequeño recodo.

La mujer se detuvo y observó el ambiente. Esa calle no tenía mucha gente, y la mayoría estaban de paso. Lo haría rápido. Aún podría ir a dos o tres locales más, antes de asignarlos a una zona. Dejar correr la voz. Atraer clientela nueva. Pensar en ello como se pensaría en cualquier otro negocio casi le levantó la náusea, pero se contuvo. Se había preparado para eso, pero era mas fácil sobre el papel que en directo.

- Y bien chicos, ¿Quien va primero? - preguntó, extendiendo la mano y mostrando el abalorio. Con un suave chasquido, lo abrió dejando ver un pequeño compartimiento en el que, a pesar de la escasa luz, refulgía un polvo negro con microscópicos brillos dorados.

“Ah, chingados”

Durante un momento de lucidez se preguntó que vergas estaba haciendo allí. Lo último que habría esperado para acabar la noche era meterse alguna mierda rara con un desconocido, por chingón que estuviera el pendejo. Había visto lo que la mierda les hacía a unos cuantos compañeros que ahora vendían los servicios baratos pa poder pagarse el jaco, y no le apetecía acabar siendo uno de esos esqueletos cubiertos en pellejo y sus propios meados, apuñalando a quien fuera por un pico y escupiendo los dientes como si fueran palomitas en el microondas. El peso del tipo le hizo consciente de que avanzaban por la calle hasta ir acercándose cada vez más y más a su casa. La detuvo a unas pocas calles, donde podrían perderse lo bastante para asegurarse de que no les siguiera.

No quería tener líos con ningún cártel, a menos que fuera por unos buenos billetes.

En cuanto la tipa empezó a trapichear, notó como cualquier rastro de duda se le disipaba, dejando paso a una emoción abrupta y vertiginosa, mientras veía como su compañero se cargaba uno de los dedos de ese polvo negruzco. El trató de hacer lo mismo de inmediato. No quería que el tipo pensara que era un marico cobarde. Imitó al compadre, tragando el polvo y restregando los restos. Su sabor era extraño, una mezcla rara entre algo azucarado con un punto picante que no supo identificar. Lo más raro es que no sabía a químicos, ni le produjo la comezón que podían dejarte otras cosas que también había probado. La mano de la mujer se dirigió a su pecho, obligándole a apoyarse en la pared.

- ¡Ya no empujes, perra!- gruñó tratando de hacer un ademán que le obligara a retirar la mano. Le ignoró por completo, algo que le dolió en el orgullo. Aunque le duró muy poco. En cuanto pudo comprobar como su compañero comenzaba a poner una expresión que había visto muchas veces antes. Observó su rostro extasiado mientras su propia mirada se llenó de extraños colores. Notó el calor al escuchar el eco que hacían los sonidos sugerentes que dejaba escapar durante el clímax. Esos sonidos le marcaron el ritmo con que su sangre bombeaba directo a la ingle. - Que... Qué wea...- gruñó en español sin darse cuenta de que la mujer deslizaba su mano desnuda contra la suya.


Gimió echando la cabeza hacia atrás, mientras notaba la descarga de placer concentrándose desde la misma punta de la polla, reptándole como una culebrilla gustosa que continuaba extendiéndose hasta las piernas, se anudaba en su torso, y siseaba hacia los brazos y la cabeza. Se recreó en el recuerdo de los gemidos de su compañero y a su mente calenturienta apenas le dio tiempo a dibujar un par de imágenes inconexas llenas de piel, lenguas y sudor, regadas de esperma. Tan denso como el que ahora le empapaba el interior de su entrepierna, caliente y pegajosa.

- Ay... la puta madre...- susurró cuando el placer comenzó a desvanecerse dejando una sensación de plenitud desconocida para él.

Lo último que percibió fueron aquellos colores iridiscentes desapareciendo como un hermoso borrón desvaído. La mujer se marchó con el mismo misterio con el que había aparecido y los dejó a los dos jadeantes, relajados y satisfechos en muchos sentidos. Les costó recuperar el aliento, después del aliento, la fuerza del cuerpo. La suficiente para ser capaces de moverse al menos. Se ladeó sobre la pared, dispuesto a largarse y disfrutar el colocón bien tranquilo en la casa. Un sonido le hizo mirar a sus espaldas. El compadre se había caído al suelo. Ah, mierda, estaba bien pedo. Y colocado. De seguro acabaría siendo robado por cualquier espabilado del barrio.

“No manches, que se joda”

Chasqueó la lengua de disgusto, antes de darse la vuelta. Igual y si le trataba bien podría sacarle aunque fuera una mamada cuando estuviera mejor. Se inclinó con todo el esfuerzo del mundo, apoyado en la pared.

- Ya levanta, cabrón. No pienso arrastrarte. - le increpó, mientras trataba de agarrarlo, y ayudarlo a levantarse. Entre los dos, la pared, y el suelo que parecía inestable como una nube cada vez que daban un paso, consiguieron hacer una especie de equilibrismo medido para llegar a su casa. El trayecto se le hizo a la vez inacabable, hasta el portal. Cuando lo identificó se le antojó que se acababan de drogar a poco más de cuatro metros. Era difícil medir el tiempo o el espacio en ese estado. El ascensor fue otra espera eterna, aunque salir de él tratando de no golpearse contra los pasillos, ni despertar a los otros vecinos fue hilarante. Por su parte los vecinos se preguntaron a qué vendrían las carcajadas y los “sssh” a las tantas de la noche, pero decidieron ahorrarse el salir a preguntar. Cuando vivías en pisos, era la forma más inteligente de evitar los problemas.

Entraron a trompicones, y entre risas en la casa, que se trataba de un apartamento bastante reducido. Nada más entrar había un minúsculo hall en el que se abría una sala. La cocina con una barra americana estaba a la izquierda, al fondo había un sofá con televisor y una videoconsola, y la salida a una pequeña terraza descubierta. Dos puertas se abrían en el lateral izquierdo, una de ellas tenía cerradura, algo típico en los pisos compartidos. Más allá de la televisión se abría otra puerta que daba a la suite principal, que era donde estaba el único baño que había. Era un piso pequeño, pero para que una persona viviera con relativa comodidad. Incluso para dos habría estado decente, pero no se parecía en nada a los lujos que Aidan podría darse. Avanzaron tirando una de las banquetas en el proceso, y riéndose de ello. Acabó arrojando al tipo en uno de los lados de la cama, donde cayó ladeado.

- Desvístete cabrón. No manches. - se dejó caer en el otro lado de la cama, y el cuerpo comenzó a pesarle un quintal. Era como si estuviese buceando, y cada segundo que pasaba fuese más y más profundo, sintiendo la presión del agua en su contra. Consiguió quitarse un zapato, y se bajó los pantalones arrastrando los calzoncillos. Se giró para ver como el tatuado continuaba tirado en la forma en que él lo había dejado. - ¡Ya, pendejo!- tiró de él, casi arrastrándolo hasta que quedó boca arriba. Se arrodilló sobre la cama y le sacó las botas, notando como el alcohol empezaba a golpearle entonces, en combinación con la serenidad que le había dejado la droga. Su cuerpo se sentía como la crema de mantequilla cuando la esparcían sobre el bizcocho. Sólo quería dejarse caer. Le levantó un poco la camiseta, para poder ver bien el cierre del pantalón que deshizo con mucho esfuerzo. Luego trató de jalar hacia abajo, pero sólo consiguió retirarle el pantalón a medio muslo antes de que el cuerpo le pesara demasiado. - Ay, ya fue. - gruño dejándose caer al lado del tipo tatuado, jadeando por el esfuerzo, mientras notaba los posos del placer como un pequeño latido en su cerebro, mientras las respiraciones del hombre a su lado parecían cada vez más una melodía armoniosa a la que tenía que unirse con su propia respiración.

Se fundió en ese sonido, dejando escapar la conciencia con cada expiración, hasta que su cerebro decidió apagarse por completo. Ninguno de los dos estaría muy seguro de cómo llegaron o cuándo se durmieron.

Pero que al despertar la escena les brindaría toda una variedad de posibles sobre los que especular, eso era seguro.

Aquel petardazo le había venido genial para ser capaz de conciliar el sueño. Las últimas noches no había podido dormir si no era con una botella en la mano y no es que eso se pudiera llamar descansar, en verdad. Cuando escuchó la ducha le valió verga. El cuerpo le pesaba una tonelada y estaba bien gustoso sobre las sábanas. El hecho de notar la tela de las sábanas contra la entrepierna para él era una constante. Llevaba durmiendo desnudo toda su pinche vida. Después de unos minutos de duermevela, alargó la mano hacia su lado, sólo para darse cuenta de que se había ido.

“Pérate, tantito.”

¿Quién se había ido?

Todo estaba nuboso en su mente, pero se acordaba de una media melena negra, y unos tatuajes chidos bien colocados sobre unos brazos musculosos. La imagen del tipo volvió en esa marejada de efluvios alcohólicos que se le fueron esclareciendo. Al fin y al cabo, tampoco había bebido tanto. Se dió cuenta de que llevaba puesta la mitad de la ropa, pero la otra no.

“¿Qué pedo?”

Se levantó de golpe, con una sensación acostumbrada agarrándosele al pecho. Su cuerpo se atoró en el modo supervivencia, mientras el corazón desbocado le latía en los oídos. Por mucho que se repitiera que tenía que calmarse, eso sólo lo hacía peor.

-Ya basta, cabron.- se gruñó a sí mismo, antes de ponerse a buscar por toda la habitación.

Miró alrededor de la cama, sobre las mesillas, en el suelo. Después de localizar su ropa tirada, y el resto de cosas que había, se tranquilizó al darse cuenta de que era imposible que hubiera pasado nada entre ellos, aunque seguro que no porque él no hubiese querido. La caja de condones de la mesilla seguía estando nueva, y él jamás lo hacía a pelo. No quería arriesgarse a que alguno de esos maricos le pegara algo.

Se sentó en la cama, quitándose la parte superior, y frotándose la parte trasera de la cabeza con tanta energía que se hizo daño. Se acarició la cara, intentando encontrar el modo de despejarse más rápido que el tipo que estaba en su ducha. Ya, a corto, no le apetecía el chingo, aunque nunca se sabía cómo iba a prender una mecha. No estaba convencido de descartar la opción aún. Lo que estaba claro es que no iba a esperar desnudo a que saliera. Se colocó unos boxers limpios negros, sacó una camiseta básica negra y unos vaqueros desgastados, y comenzó a vestirse. Justo cuando terminaba de subirse el pantalón, el otro salió de la ducha.

“Ay, diablos.”

El tipo estaba bien chingón. Tenía musculatura y el agua le resbalaba por el pelo, mojándole los hombros. Sólo la toalla le separaba del premio. Cuando empezó a hablar, fue cuando se dio cuenta de que todo se iba a la chingada.

- No se, wey. - le miró alzando una ceja, mientras se ponía los calcetines, sin dejar de vigilarle por el rabillo del ojo. Su cuerpo entero empezaba a hormiguearle. Cuando le preguntó por su nombre, sólo recibió una mirada helada. Le repasó de arriba a abajo, con una expresión neutra. No le respondió. Continuó vistiéndose en silencio. Una mirada que volvió a repetirse cuando le pidió algo de ropa interior. Eso podría tener alguna ventaja. Tal vez llegaría a ver lo que se había perdido. Sólo tenía que disimularlo, hacer que su desnudez pareciera que le valía madres. Alargó la mano hacia el cajón, que dejó a medio cerrar y le tiró para que los cogiera unos boxers grises, con goma negra.

Sus últimas palabras le hirieron el orgullo. Arrugó la nariz y entornó los ojos sin prestarle atención, mientras terminaba de bajar la camiseta por su torso. Rodeó la cama para ponerse delante de él, y recortó las distancias buscando de manera activa intimidarle con su proximidad.

-Ya escuchame bien, pendejo. - su voz sonaba grave, y sus ojos se le clavaron de un modo directo, llenos de tensión. - No sé qué clase de pinche joto serás tú, pero puedo asegurarte que aquí no pasó nada. ¿Oíste bien? - le dejó un momento, para que las palabras se le metieran bien en esa cabeza abotargada de la borrachera. - Nos agarramos una buena peda y ya fué. - Sintió una punzada de adrenalina. Estaba dispuesto a terminar con cualquier posible discusión de un derechazo. No le apetecía tener esa discusión de buena mañana. Después de unos segundos, se separó lento del tipo, le miró de nuevo de arriba a abajo, y salió al salón.

Al menos podría tener un buen recuerdo que le valiera para paja.

Cuando llegó a la cocina, las manos le temblaban. Se dirigió a la nevera y sacó un paquete de cerveza fría y unos restos de enchiladas envueltos en papel foil. Los metió al microondas y se sentó en una de las banquetas de la barra, colocando uno de los pies en el soporte, y moviéndolo con nerviosismo de arriba a abajo, tratando de canalizar la tensión hacia otra cosa que le distrajera.

Era demasiado temprano para todo ese pedo.

La tele pasó de un reportaje de un tiroteo masivo en un instituto de algún lugar que no importaba ni una mieda, a hablar de las celebrities y el mundo del corazón de un momento a otro. ¿Qué wea le pasa a los gringos con enlazar ese tipo de cosas como si fuera lo más normal del mundo?

"En la ciudad de Derry 14 adolescentes estan heridos y 3 han perdido la vida en un tiroteo masivo. Que penosa noticia. Que triste. Ahora hablemos de lo que interesa, la nueva novia de 23 años de Ceonardo Lee Daprio"

Pinches gringos culeros.

Justo cuando el microondas timbraba para avisar que por fin estaban listas sus enchiladas, la televisión mostró a un tipo bien familiar en pantalla, acompañado de una rubia explosiva. Los flashes no le hacían justicia a esa carita preciosa. Ella tampoco salía muy favorecida. Les acosaron con preguntas en el momento álgido en el que, de seguro, estaba por comerle la boca. Vaya una manera de cortar el rollo. Arrugó la nariz mientras veía el reportaje, y cómo las cámaras se movían a la carrera tratando de seguirles y sacarles, si podían, un primer plano de las muelas del juicio. Cualquier cosa para satisfacer a esos pinches carroñeros morbosos.

Hundió los dedos en las enchiladas, que estaban calientes por fuera y apenas templadas por dentro, arrancó un trozo con un hilo de queso fundido y se lo llevó a la boca, notando una náusea repentina que ignoró y que se pasaría en cuanto bajara la comida con un poco de cerveza. La primera batalla de la mañana de resaca siempre era la misma. Conseguir que todo lo que echaras se quedara dentro del estómago.

El tipo salió de la habitación, cabizbajo y meditabundo, justo cuando se le veía en plena pantalla diciendo "sin comentarios" con cara de que todo aquel pedo ya valía madres. Se acercó corriendo a por el mando de la televisión para apagarla. Wey, que pedo. Ya te vi.

Dió otro bocado más sin decir nada, con cara de pocos amigos, mientras el tipo sacaba la banqueta la otra banqueta. El desafortunado comentario aún le pinchaba como un eco sordo en el ego, así que cuando vió que pretendía sentarse, se echó a un lado para que hubiera espacio entre los dos. Le clavó una mirada que se parecía mucho a la de un perro callejero al que han tratado a patadas y al que de pronto, algún iluminado ofrece comida como si el bicho no supiera que detrás de ese trozo de carne viene un bozal y una correa.

Analizó cada palabra, y su comportamiento. No tenía necesidad de inventarse toda esa morralla para nada. No le debía nada mas que una noche de borrachera y haber podido caerse muerto en algún sitio. Podría estar mintiendo, pero parecía demasiado elaborado para tratar de dar pena a alguien a quien no le importaba en absoluto su vida. Además, las noticias habían dejado claro que al menos un ligue sí tenía. Al final, trató de hacerse el gracioso, como si eso pudiera quitarle peso al asunto.

Una conducta defensiva típica para quienes no quieren entrar en el tema que acaban de hablar. El humor como evasibo era mucho más común de lo que se podía pensar. El cabrón acabó por darle curiosidad, así que en lugar de responder relajado, le miró fijo durante un minuto entero, mientras masticaba y luego, se levantó de golpe de la mesa, empujando las enchiladas hacia él.

- Anda, come, cabrón. - fué hasta uno de los cajones y sacó un abrechapas picado de óxido que había robado de algún bar. Aún tenía el llavero del local que asomaba del bolsillo de todos los camareros que lo llevaban encima. Abrió una de las botellas de cerveza y se la puso delante, para después volver a ocupar su espacio en la banqueta.

Un pensamiento fugaz de Ben le hizo suspirar por la nariz. Arrugó su recuerdo en una bola de rabia y la arrojó en el rincón mas oscuro y pútrido de sus emociones. Hacía años que nadie se sentaba es ese piso y le contaba nada que le importara. Casi todos los hombres que habían subido alguna vez hablaban de mierda que no valía verga. Dónde habían comprado sus motos, en qué locales les dejaban pasar por ser amigos del dueño, o el dineral que ganaban invirtiendo en Starkoin. Tampoco solía permitir que la conversación se convirtiera en algo privado. No convenían esas cosas.

A pesar de lo cual, se preguntó cómo debía ser. Perder a su madre y sus hermanos había sido jodido para él. Aunque en su adolescencia le hubieran molestado un chingo. Ya no los tenía como antes, pero siempre podía volver a escondidas del Hijueputa de Anuar. Era su pinche dinero el que mantenía a sus hermanos, así que le valía vergas que no le quisiera en su casa. Iba igual. Algo se le revolvió dentro cuando pensó en cómo debía ser volver a esa casa un día y que ya no quedara nada mas que aquel renegrido pendejo.

A él le había valido vergas perder a uno de sus hijos.

- Bueno, wey. Pos eres una mierda. Y qué. - se vió respondiendo de pronto. Vió la incomprensión en la cara del tipo, que trataba de comer haciendo el mismo esfuerzo que él. Volvió a hundir los dedos en la enchilada, mascando un trozo y bajándolo con cerveza.- ¿Y qué, wey? Sigues saliendo en las noticias. Los ejecutivos siguen tomando su cafe. Los morenos siguen limpiando jardines. No pasa nada. El mundo sigue aunque seas un mierda wey. - bebió otro trago de cerveza. Sus palabras, aunque animosas, tenían un regusto amargo. - Es lo bueno que tiene este mundo de mierda. Que funciona con gente de mierda, y a nadie le importa. - guardó silencio después de eso.

Para algunos sería un poco deprimente, pero se vivía mejor así.

- Perdiste a tu mujer y a tu hijo, cabrón. Eso sí es una mierda. Todo lo demás...- puso una mueca, encogiéndose de hombros, como si no importara en absoluto. - no mas es la vida, wey.