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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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Eclipse
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Eclipse


Bando : Héroe

Grupo : X-Men

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Fecha de inscripción : 09/07/2014
Localización : Academia de Jóvenes Mutantes
Empleo /Ocio : Profesor de música
Humor : Sombrío

Ficha de Personaje
Alias: Eclipse
Nombre real: Dragoslav Katich
Universo: Marvel

Hellhound (+18) (25/04/2019) [Autoconclusivo] Empty
MensajeTema: Hellhound (+18) (25/04/2019) [Autoconclusivo]   Hellhound (+18) (25/04/2019) [Autoconclusivo] Icon_minitime8th Octubre 2020, 12:10

Hellhound (+18) (25/04/2019) [Autoconclusivo] Estudio-1

El interior del salón de tatuajes parecía ordenado y limpio. Nada más entrar había una mesita baja de caoba y otomanas a juego con asientos forrados en cuero. A la izquierda había un caballete de pintor con un dibujo a carboncillo de una calavera y un elegante sofá de estilo imperio. Las paredes, pintadas con un relajante color crema, estaban atestadas de láminas y cuadros de naturaleza fantástico-gótica. Al fondo había un pasillo, y a la derecha, una puerta que conducía hasta el estudio en sí, donde la elegancia daba paso a un estilo industrial, con acabado de cemento en las paredes decoradas con símbolos extraños, muebles de madera viejos y una peculiar colección de reproducciones de cráneos, cabezas y otras partes del cuerpo, otorgando una impresión general bastante más siniestra.

Hellhound (+18) (25/04/2019) [Autoconclusivo] Estudio-3

Los dos hombres que se encontraban allí de pie observando la decoración eran tan dispares como la noche y el día. Uno de ellos, el más mayor, tenía el larguísimo cabello de color azabache y vestía pantalones negros ajustados y una camisa a juego con adornos de cuero y hebillas en las hombreras. El más joven, en cambio, era rubio, con el pelo más corto, y vestía una camisa también negra con adornos en plata y un escote en V que dejaba ver el nacimiento del pecho por debajo de una chaqueta de cuero teñido de rojo abierta.

- ¿Quién de los dos se va a tatuar? -preguntaba en aquellos momentos el dueño del establecimiento, un tipo de apariencia más bien mundana vestido con una camiseta de tirantes blanca y vaqueros negros, con el corto cabello ensortijado y barba de varios días.

- Mi amigo, Drago -señaló el rubio con un claro acento francés.

- Excelente... ¿Y tenéis una idea concreta de lo que se quiere hacer?

Cédric metió la mano en el bolsillo izquierdo de la chaqueta y sacó una hoja de libreta con un dibujo en apariencia abstracto pero que reflejaba un perro de tres cabezas. La cara del hombre de la barba se iluminó al verlo.

- ¡Oh, Cerbero! Tenéis buen gusto.

- No te haces una idea... Frank, ¿verdad?

El francés sonrió, y algo en la manera en la que pronunció aquellas palabras hizo que el brillo que asomó a su mirada carmesí resultara extrañamente inquietante...

- Hum, sí... Ok... Por favor, quítate la camisa.

Tres mujeres entraron en aquél momento en la habitación. Una de ellas, de largos cabellos rubios, empezó a desinfectar las agujas mientras una castaña despampanante pasaba un paño por la camilla de cuero y la cubría con una sábana limpia. La tercera, una morena ataviada con un top con estampado de leopardo fue hacia él para recogerle la ropa. El hombre se quitó la camisa, dejando al descubierto un torso de hombros anchos, brazos impresionantemente musculados y unos abdominales perfectamente cincelados que no pasaron inadvertidos para ninguno de los presentes en la pequeña sala. Ni siquiera para Frank. Cédric sonrió.

- ¿De qué tamaño lo quiere? -inquirió, escaneando la imagen con la impresora que tenía sobre un pequeño escritorio en una esquina de la habitación.

- Lo más grande posible. Quiero que le cubra toda la espalda. Me interesa que se vea.

Porque era su marca. Su sello de propiedad. Drago era suyo y quería que todos lo supieran.

Acercándose con lentitud, se asomó por encima del hombro de Frank para mirar la imagen en la pantalla del ordenador. El hombre se estremeció al notar su aliento tan cerca de su cuello, como Cédric sabía que ocurriría. La mano del francés se situó sobre su hombro como si simplemente estuviera buscando un punto de apoyo, pero no había nada en aquél movimiento que no estuviera completamente estudiado. El moreno tragó saliva.

Cuando la impresión estuvo lista, el tatuador sacó la hoja de papel con el dibujo a escala y recortó la figura, sosteniéndola sobre los omóplatos de Drago.

- ¿Así está bien? -le preguntó a Cédric. El rubio avanzó, con las manos en los bolsillos del pantalón, deteniéndose tan cerca del hombre que sus brazos se rozaban, pero, una vez más, el movimiento pareció totalmente casual, como si hubiera sido involuntario mientras toda su atención se mantenía concentrada en el diseño del tatuaje. Frank se agitó, nervioso, y Cédric fingió no darse cuenta.

- Sí, así es perfecto -le sonrió.

- Vale, túmbate aquí, tiarrón -le dijo a Drago la chica del top de leopardo señalando la camilla-. Yo me llamo Dana, y éstas de aquí son Alice y Samantha. ¿Estás nervioso? -le preguntó una vez hubo obedecido, pero el moreno se limitó a mirarla fijamente con sus fríos ojos azules sin decir nada-. Vaya, no es hombre de muchas palabras, ¿eh? -le dijo a Cédric mientras iba a por una cuchilla de afeitar para rasurar y limpiar la zona del tatuaje.

- Bueno... qué le vamos a hacer... Yo soy el divertido de los dos -respondió con una encantadora sonrisa.

Al cabo del rato, Frank volvió con una impresión especial del dibujo que, al presionarlo sobre la espalda de Drago y retirarlo dejó una impronta con tinta en la piel.

- Vale... Ahora relájate -dijo, activando la pistola de tatuaje. Al momento, el persistente zumbido llenó la habitación-. El tatuaje es grande, pero es sencillo; líneas simples, sin relleno ni color. En 40-60 minutos deberíamos haber terminado. Ésto te va a escocer un poco, pero a los diez minutos ya no lo vas a notar, ¿de acuerdo?

La expresión del moreno ni se inmutó. Cédric pasó los dedos en una suave caricia por su antebrazo.

- No te preocupes, Frank, está... acostumbrado al dolor -musitó, sintiendo cómo le embargaba el deseo, especialmente al ver cómo el rostro de Drago se constreñía levemente al sentir los primeros mordiscos de la pistola. Era tan hermoso cuando sufría...

- Normalmente hacemos una pausa cada veinte minutos para...

- No -se apresuró a rechazar Cédric-. No hará falta, ¿verdad, Drago?

Tomó la barbilla del hombre entre sus dedos, obligándole a alzar la mirada para encontrarse con la suya. Drago no contestó, pero sus ojos reflejaban aquella adoración ciega que tanto le había costado implantar. Había tardado casi dos semanas, pero había conseguido enterrar la verdadera personalidad del mutante debajo de capas y capas de manipulación mental. A pesar de la inestabilidad de su frágil psique, una reestructuración tan compleja como la que él pretendía no era tarea fácil, pues implicaba no sólo derribar sus barreras morales, éticas y religiosas, sino incluso las sexuales.  Cuando su mente ya era suya, el mutante aún se le resistía, dejando traslucir recuerdos de vivencias, personas... Como aquella entrometida de Elissa Stavridis, de la que tendría que ocuparse tarde o temprano como había hecho con su última novia, Cassandra Caín. Pero las últimas defensas que le quedaban, los últimos vestigios de quien había sido en realidad habían terminado de desaparecer tras conquistar la fortaleza de su cuerpo. El hombre que le devolvía la mirada ya no era Dragoslav Katich, sino su sombra, cuidadosamente pulida y moldeada. Su mejor trabajo. Aquél hombre haría cualquier cosa que le ordenara, sin pararse a pensar o cuestionar nada, como una perfecta mascota entrenada, pero con bastantes más ventajas...

Cédric se inclinó para besarle profundamente mientras los tentáculos de su mente se apoderaban una vez más de la suya para sentir su dolor. Era una lástima que el nivel de sufrimiento fuera tan bajo... Quizá podrían... remediarlo más tarde... Aunque... si no tenía cuidado... si se le iba de las manos... podía terminar matándole... Y sería una lástima, ¿verdad? Todo el tiempo que había invertido en él... para perderlo en un arrebato momentáneo...

Afortunadamente no sería un problema... Lo notó en cuanto se separó de él y percibió la lujuria en los ojos de Frank y las tres mujeres... El pequeño espectáculo también les había excitado a ellos. Frank era gay... o bisexual. Ya lo había deducido al notar la manera en la que había mirado a Drago cuando se había quitado la camisa, pero ahora ya tenía la confirmación que necesitaba. Las cosas iban a ser aún más sencillas de lo que había imaginado... Si conseguía reunir la paciencia suficiente para esperar a que terminara el tatuaje.

- Entonces... ¿también sois aficionados a los mitos griegos? -inquirió, apoyándose relajadamente sobre la estantería con los brazos cruzados.

El hombre no alzó la mirada de su trabajo, pero inicialmente pareció confundido.

- ¿Aficionados? ¡Ah, lo dices por el cerbero! No, no... Simplemente nos gusta todo lo que rodea el mito de los perros infernales. ¿Sabías que se habla de ellos en prácticamente todas las mitologías?

La mirada de Cédric se desvió hacia la entrada al salón de tatuaje, donde había un pilar confeccionado con cráneos de lo que parecían ser perros y que inicialmente había considerado como decorativos.

- Hmmmm... Los guardianes del Inframundo. Se supone que fueron creados por demonios antiguos y poderosos para actuar como sus heraldos de la muerte, trayéndoles a sus víctimas designadas. Personas que han hecho pactos con el demonio y los han quebrantado... víctimas ofrecidas en sacrificio...

La mano que sujetaba la pistola sufrió una ligera vacilación. Cédric vio en ese momento en la cabeza del hombre todo lo que quería saber, de manera tan vívida que ni siquiera tuvo que esforzarse.

Desde el comienzo de la invasión demoníaca habían estado apareciendo cadáveres de personas medio devoradas por lo que parecían ser las fauces de algún animal extremadamente grande que no podría haber pasado desapercibido en una ciudad como Gotham; sin embargo, nadie había visto nada. Lo único que tenían en común las víctimas era que todas tenían tatuajes recientes que se habían hecho en aquél lugar. Eso y que todas mostraban quemaduras de diversos grados de consideración, tanto en sus cuerpos como en las zonas que rodeaban los lugares donde se habían encontrado los cadáveres.

- Disculpad si mis recuerdos no son exactos, pero se suponía que eran invisibles, ¿verdad? Que sólo las presas podían verlos. Y dejan un rastro de tierra quemada a su paso.

Frank no dijo nada, pero la mujer del pelo castaño pareció ponerse a la defensiva.

- Oiga... Si vienen por lo de los clientes que aparecieron muertos... La policía ya estuvo aquí interrogándonos y registrando el local. No encontraron nada.

Cédric la miró con una expresión de inocencia y preocupación tan bien trabajada que parecía genuina.

- ¿Clientes muertos? ¡Oh, por todos los santos! Quizá deberíamos marcharnos...

- Oh, no, no... No le eche cuenta a Samantha... Estamos todos muy nerviosos -se disculpó Frank-. Ya sabe cómo es Gotham... Como si necesitáramos más mierdas con todo lo que está cayendo ahora mismo...

El hombre tenía razón. No tenían nada de lo que preocuparse. Cédric lo había visto todo... Imágenes de él y las tres mujeres llevando túnicas rojas... Adorando la imagen de un demonio cornudo y con astas que aparecía representada en un tapiz que desenrollaban en la medianoche cuando cerraba el estudio... La palabra Belcebú apareció claramente marcada en sus mentes. Y las runas... las runas satánicas que ocultaban en los tatuajes de las víctimas que ofrendaban al dios demonio y que servían de baliza para que las rastrearan los sabuesos del infierno... Las runas se disimulaban mejor en tatuajes con color, así que, inicialmente no parecía que estuviera previsto marcar a Drago, pero se aseguraría de mantener el control sobre la mente del infernalista para evitarse sorpresas.

El resto de la sesión transcurrió sin incidentes. Una vez acabado, la mujer rubia, Alice, esparció una loción de aloe vera sobre la zona dañada y después procedió a envolverle el torso en film transparente hasta que se secara.

- ¿Qué tal? ¿Cómo lo veis? -inquirió el hombre.

- Me parece... que tienes unas manos verdaderamente talentosas... -musitó Cédric acariciando los hombros del tatuador y mirándole directamente a los ojos, estableciendo contacto. Su voluntad era débil, así que no le costó trabajo echar por tierra sus escasas defensas-. ¿Por qué no me muestras qué más puedes hacer con ellas...?

La mirada de Drago, que se había mantenido tan fría durante todo el tiempo, era ahora fuego mientras veía cómo Cédric se sentaba en la silla del ordenador arrastrando consigo al tatuador. El hombre se inclinó para besarle en el cuello, y Cédric le sostuvo por la nuca mientras su mirada hacía contacto con la de Drago, haciéndole una silenciosa señal. El mutante se volvió hacia las tres mujeres, que habían empezado a acercarse a él como tiburones al acecho de su presa.

- Así que... bueno... -Alice le observó de arriba abajo con muy poca sutileza-. Parece que tu amigo está un poco ocupado... ¿Por qué no te tumbas en la camilla y nos dejas que nos ocupemos de ti?

Su diminuto vestido dejaba poco a la imaginación, y, mientras le conducía de vuelta a la camilla se inclinó sobre él, permitiéndole una panorámica incluso mejor. Dana fue a cerrar la puerta exterior del estudio, colocando el cartelito de cerrado.

- Entonces, vosotros sois... ¿pareja? -inquirió Samantha.

- -respondió Cédric, con una sonrisa que dejó al descubierto sus incisivos-. Pero nos gusta mantener la relación... abierta.

- Eso es tan... erótico -musitó Alice, mordiéndose el labio. Su mano comenzó a deslizarse por la garganta de Drago mientras depositaba un beso en su cuello. Samantha empezó a desabotonar sus pantalones.

- Te llamas Drago, ¿verdad? ¡Suena tan exótico! ¿De dónde eres? -preguntó Dana mientras se inclinaba para morderle el lóbulo de la oreja.

En la silla del escritorio, Cédric y Frank se besaban apasionadamente y Samantha estaba empezando a bajarle la cremallera del pantalón a Drago. La mano de Frank comenzó a ascender lentamente por el muslo del francés mientras los besos de Alice descendían por la garganta del mutante. El Drago de hacía dos semanas habría interrumpido todo aquello antes de que llegara siquiera a empezar, pero el que acababa de tatuarse la marca de Cédric en la espalda sujetó el rostro de la mujer cuando llegó a su pecho y, levantándolo, la besó ferozmente en los labios. Frank se arrodilló entonces entre las piernas abiertas de Cédric, pero la mirada del francés estaba fija en Drago, en la mujer que le besaba y en la que tenía su mano dentro de sus pantalones. El mutante le devolvió la mirada, y entonces lo supo. Supo que Cédric acababa de invadir en aquellos momentos sus mentes para sentir lo que ellas estaban sintiendo. Que no le importaban nada los esfuerzos de aquél pobre infeliz por procurarle placer. Su mente estaba allí, con él, devolviéndole los besos de Alice y las atenciones de Samantha. Drago se relajó, dejándose hacer, sabiendo que era a su amante a quien se estaba entregando.

Y, entonces, de manera brusca, Alice dejó de moverse.

Fue tan silencioso y tan rápido que inicialmente nadie notó nada. Fue Dana la primera que, al levantar la mirada del cuello de Drago, vio la cabeza de su amiga empalada en una pica de luz láser que la había atravesado por abajo desde la mandíbula hasta sobresalir por el cráneo. Drago hizo desaparecer de nuevo la luz en su puño y el cádaver se desplomó pesadamente sobre su cuerpo. El láser había cauterizado la herida, impidiendo que sangrara y otorgándole un aspecto extraño al cadáver, con sus ojos abiertos y su expresión de asombro, como una muñeca rota. Dana tardó un par de segundos en empezar a gritar. Drago cogió entonces su cabeza y, de un giro brusco, le partió el cuello. Los gritos alertaron tanto a Frank como a Samantha. El primero empezó a volverse, pero Cédric le inmovilizó la cabeza con ambas manos y empezó a apretar los pulgares contra sus órbitas. Samantha se incorporó, aterrorizada, y abrió la boca con la intención de gritar, pero lo único que fue capaz de exhalar fue un desagradable sonido de barboteo cuando la cuchilla láser del mutante le sesgó la garganta. La mujer cayó al suelo, retorciéndose y desangrándose mientras Frank aullaba, tratando de separar las manos de Cédric de su cabeza, de retirar los pulgares que se clavaban lentamente en sus órbitas. Una expresión de absoluto placer se dibujó en el rostro del rubio cuando la sangre le salpicó la cara. De una patada se deshizo del cádaver y Drago, de pie entre las mujeres que acababa de asesinar, pronunció sus primeras palabras desde que habían entrado en el local:

- Que la sagrada luz os purifique y limpie la oscuridad de vuestras almas...

Reuniéndose con él, Cédric le agarró por el pelo y le besó con un anhelo salvaje, arrancándole con los dedos el film transparente con el que habían envuelto su torso para clavar las uñas en el tatuaje recién hecho, ahogando en su boca el sorprendido gemido de Drago. Era fácil imaginárselo atado a aquella camilla mientras le despellejaba vivo, bebiendo el dulce néctar de su sufrimiento...

Llegaría el día en el que se les acabarían las víctimas culpables en las que canalizar su sed de sangre, pero después de más de veinte días de invasión demoníaca, los efectos de su influencia, que inicialmente se habían concentrado en los principales núcleos de los ataques, habían empezado a extenderse como un cáncer, corrompiendo y destruyendo todo cuanto tocaban, especialmente en Gotham, ciudad que, por la razón que fuera, se había comportado siempre como un catalizador para la locura. Los recientes ataques de Raven y sus aliados en Happy Harbor, Star City, Nueva York y Gateway City junto con la desaparición de Batman, Batwoman y la mitad de la Liga de la Justicia no habían hecho más que actuar como un acelerante. Los cultos satánicos proliferaban por todas partes, ladrones, asesinos y violadores medraban en la oscuridad, y era extremadamente sencillo encontrar con sus habilidades psíquicas verdaderos culpables sobre los que volcar sus violentas pasiones.

No era que Cédric tuviera el menor problema en torturar a un inocente, claro... pero no quería correr riesgos con Drago. Sólo hacía cinco días desde que le había sometido, moldeándolo a su imagen y semejanza, y aunque había sido capaz de hacerle traicionar incluso su fe, determinados conceptos estaban demasiado arraigados en su psique. Conceptos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Drago se había pasado la práctica totalidad de su vida como héroe obsesionado con el concepto un tanto pueril de que había que proteger la luz de los inocentes y extinguir la oscuridad de los malvados y bla, bla, bla... Las cosas tienden a volverse muy simples cuando te crees un enviado de Dios con el derecho a juzgar y castigar. Por tanto, convertirle en un asesino de criminales había sido relativamente sencillo puesto que la semilla ya estaba ahí. Drago ya cazaba criminales de guerra antes. La única diferencia era que nunca se había ensuciado las manos directamente con ellos; les enloquecía con sus ilusiones o provocaba que se suicidaran con visiones que alimentaban sus remordimientos, pero, salvo cuando estuvo en la guerra, nunca había quitado directamente una vida. Y en la guerra tampoco era igual. Era frío, impersonal. Algo que hacías por pura inercia, sin disfrutarlo realmente.

Había sido fácil empezar por alguien a quien Drago odiaba de verdad, el responsable directo de una parte importante de sus traumas: el hombre que le había torturado y cegado en Colombia, y aún así, le había costado conseguir que disfrutara realmente con la tortura, incluso a pesar de inducirle estímulos físicos placenteros. Una vez conseguido eso, lo único que había tenido que hacer era alimentar esa oscuridad que ya existía dentro de él y hacerla crecer hasta volverla más aterradora y monstruosa. Pero obligarle a matar inocentes... Eso sería arriesgarse demasiado. El condicionamiento podría entrar en conflicto con sus valores más enraizados y desmoronarse por completo. Y total... ¿para qué? A Cédric no le importaba si eran inocentes o culpables. Para él no eran más que carne y sangre que le servían para estar con el hombre con quien realmente quería estar sin hacerle daño. No tenía necesidad ninguna de arriesgar el perfecto control que ya tenía sobre él. Quizá más adelante, si en algún momento los criminales comenzaban a escasear, se lo podría plantear, pero, de momento, tenían material de sobra para follar durante años... O hasta que se aburriera de Drago. Si eso llegaba a ocurrir, podría replantearse la fantasía que había tenido hacía unos minutos de desollarle vivo. Pero, por el momento...

Su mirada descendió hacia abajo... hacía el botón aún desabrochado de los pantalones de Drago. El mutante estaba claramente excitado; el cabello despeinado cayendo sobre sus hombros le confería una apariencia salvaje. Cédric le empujó hasta obligarle a tumbarse en el suelo, junto a los cadáveres de las tres mujeres. Si miraba hacia su izquierda podría encontrar la mirada vacía y sorprendida de Alice.

- ¿Sabes? Antes... deseaba ser ella. Tener mi mano donde ella tenía la suya...

Drago tragó saliva, sintiendo que se ahogaba en la oscuridad de aquellos ojos.

- Y lo hiciste, ¿verdad? Sabía que estabas allí...

Cédric sonrió.

- Por supuesto que estaba... ¿Acaso yo permitiría que te tocara nadie más? -su mano recorrió la marcada línea de sus pectorales-. Eres mío, Drago... Y ahora tienes mi marca contigo para que nunca, nunca lo olvides...

Había algo extraño en su tono. Algo inquietante y perturbador que le hizo estremecer sin saber por qué.

- ¿Y tú, Drago? ¿Sentías lo mismo? ¿Querías estar en el lugar del pobre Frank mientras se arrodillaba ante mí?

Una nueva ola de excitación le embargó por completo, anulando cualquier otro estímulo, cualquier pensamiento racional.

- Sabes que sí -musitó con la voz ronca.

- ¿Sí? -Cédric se inclinó para besarle en el cuello-. No podías apartar la mirada, ¿eh? En ese caso... habrá que solucionarlo...

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