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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 El hombre quieto. (Jesse Custer)

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Rebecca Logan
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MensajeTema: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime8th Abril 2020, 02:04

[28 de Enero del 2019]

Había sucedido durante la noche. Los dos muchachos que vigilaban las cuadras habían sido reducidos y sus compañeros de relevo se los encontraron inconscientes, atados de pies y manos. Uno de ellos tenía una brecha abierta en la cabeza que tenía la suerte de haberse presionado contra el suelo. De lo contrario quién sabe si no habrían encontrado al pobre muerto. Los dos llevaban sendas mordazas, y el otro había recibido una tremenda paliza. Parece que se resistió a sus captores. La mente de la Sheriff se puso a trabajar en cuanto se había encontrado la escena. Uno de sus trabajadores había llamado a la puerta con tal insistencia que la sacó de la cama, algo que no era habitual a menos que hubiera una emergencia, o alguien estuviera dispuesto a recibir un ejemplar castigo disciplinario. El escenario mas probable es que hubieran tratado de dejar a ambos fuera de combate, pero uno de ellos debió de verlos y trató de defenderse, lo que acabó convirtiéndose en una trifulca narrada por las numerosas heridas que tenía repartidas por el cuerpo. Sin parar ni un segundo, hizo que otro de sus muchachos bajara a esos dos al hospital.

De su cuadra faltaban tres caballos. Dos sementales, y una yegua inseminada a la que estaban vigilando muy de cerca, ya que esperaban a un futuro ganador de su vientre, el resultado de sus pruebas de embarazo era positivo, y el semen agarró bien ese útero. De seguro sería un potrillo precioso. Tenía pocas dudas de que debía tratarse de Cuatreros. Un recuerdo le vino a la mente, donde un viejo colgaba de un árbol desnudo atravesado por una cuerda anudada a sus articulaciones y a través de su mandíbula. El último que había osado cometer una temeridad como esa había muerte, y estos, aunque mucho mejor organizados, iban a correr una suerte aún peor que la que había sufrido el viejo McDonald.

La mirada de la Sheriff se volvió acerada cuando conoció el robo, y un escalofrío les recorrió la espina dorsal cuando prometió a todos seis sueldos a cambio de decir que se había tratado de una trifulca con unos intrusos en su propiedad. Recibieron órdenes de asegurarse de que los heridos se encontraban bien, y de informarla en cuanto volviera en si el muchacho inconsciente. Por lo demás todos sabían como funcionaban las normas bajo su techo. El sheriff era la autoridad, por lo que ella era la que solucionaba cuanto sucedía en su territorio. Al menos así lo habían visto hacer desde siempre. Estudió las huellas, haciendo uso de sus mejores facultades de rastreo. A nadie se le ocurriría ir en dirección al bosque, y no había marcas de señales de vehículos. Habría sido estúpido, les habrían oído llegar. La mejor forma de hacerlo habría sido llevarse a los caballos junto a otros, y cargarlos a una distancia prudencial para poner espacio de por medio. Quizá aún podría localizarlos. Comenzó a mover sus contactos de inmediato. Si había algún animal en las subastas de última hora, si en el mercado negro había algún nombre respetable, si casaba con la descripción de alguno de sus animales... Los encontraría aunque tuviera que llenar de plomo hasta al último bastardo de cada familia ganadera.

Estaba claro que el trabajo lo habían hecho profesionales. Aunque dudaba que las familias se hubieran implicado de manera directa, tras el aviso de McDonald. Era un trabajo mucho mas experto y limpio. Profesionales. Así que en algún momento, en algún lugar, se efectuaría una entrega. Por el momento, llenó sus pistoleras, tanto las de la cadera como las de pecho, sujetó dos lazos a su montura, abrochó su fusta a su cinturón, de calzó las puntas con tacón y puntera metálica y se embutió bajo un poncho y un sombrero, cogiendo las provisiones de emergencia. Siempre preparada, y con todos sus sentidos agudizados por la persecución del bandido.

Montó en carbonero, uno de sus animales más expertos en resistencia y terreno escarpado, y siguió el rastro donde la tierra removida se mezclaba con la de las patas de su ganado, pero un ojo experto podía distinguir su frescura, su forma y su dirección. Podía agradecer que el clima acompañaba, y la tierra estaba húmeda, facilitándole los rastros. Pronto saldría de su terreno y se adentraría en el de pasto. Mas allá, había otras granjas, pertenecientes a otros buenos ciudadanos agotados de respirar los nocivos vapores que despedía la ciudad que había mas abajo.

Estaba preparada para seguir a esos cabrones hasta la extenuación. Un hierro al fuego les esperaba... con la marca de una hermosa quijada.

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Última edición por Rebecca Logan el 2nd Octubre 2021, 01:57, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime25th Abril 2020, 23:58

Recostado en la caja de su pickup, tapado por una manta gruesa para sobrellevar las frías temperaturas de enero, Jesse observaba las estrellas, con un brazo bajo la cabeza y el otro sosteniendo un cigarrillo. Le había pillado la noche a las afueras de Gotham, y por aquella zona lo único que había eran casas adormecidas, granjas idílicas, zonas de pasto y vallas de madera. No había albergues ni moteles, así que había optado por pasar la noche al raso aprovechando la zona de carga de su camioneta. Había dormido algunas horas, pero el frío y la incomodidad le habían hecho desvelarse hacía poco, así que había decidido entrar en calor con un cigarrillo mientras se deleitaba con el grandioso espectáculo nocturno que era imposible distinguir en las ciudades. El sol estaba empezando a salir, y el cielo comenzaba a teñirse con los tonos dorados del amanecer, regalándole una perspectiva mejor de su entorno que la que había tenido la noche anterior.

Aquella parte de Estados Unidos era muy diferente de su Texas natal. Allí, en lugar de desierto todo era bosque y campo, aunque había colinas y montañas en la lejanía. Para Jesse, no había paisaje más glorioso y hermoso en la tierra que el cañón del Colorado en Arizona, pero tenía que admitir que el verdor de aquellas tierras y montañas tenía cierto encanto, también.

Se había desviado con el coche a un lado de la carretera, algo apartado para que no le despertara el ruido de los coches, aunque apenas pasaba un alma por aquella zona a esas horas. Todo lo que tenía a su alrededor eran árboles, y lo único que se escuchaba era el sonido de las aves y demás animales nocturnos... y el sonido súbito de los cascos de un caballo.

Si fuera otra persona quizás le habría costado más reconocer el sonido amortiguado sobre la hierba, pero Jesse se había criado entre caballos, y estaba acostumbrado a montarlos y tratar con ellos. Para el joven sureño, aquél sonido era absolutamente inconfundible, e, intrigado, se incorporó en la caja del pickup. A un lado del camino se acercaba la silueta para él tan familiar de una vaquera: las botas, el poncho, el sombrero... Ágilmente se apoyó en el lateral de la caja para quedar sentado en el borde, con las piernas por fuera. Para dormir se había quitado las ropas de predicador, reemplazándolas por una camiseta blanca, un jersey grueso color caldera y unos vaqueros. Por razones obvias tampoco llevaba sus propias botas de cowboy, pero su acento cuando se dirigió a ella era inconfundiblemente sureño:

- ¡Howdy, compañera! -la saludó, alegremente-. Resulta extraño encontrar una vaquera tan lejos de Texas, ¿qué te trae por éstos lares? ¿Puedo invitarte a un trago? -alargó la mano hacia la caja de la camioneta para sacar una botella de whiskey del bueno y se la ofreció-. Nada mejor para entrar en calor a éstas horas de la mañana.

Su actitud era claramente acogedora y sincera. No había nada que pareciera indicar otra cosa que lo que genuinamente parecía: un gesto de compañerismo de sureño a sureña.
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime14th Mayo 2020, 16:54

Con la llegada del alba el cielo dejó de estar tan encapotado de nubes y la luz cristalina atravesó los campos bañando todo en sus cálidos tonos, los rastros comenzaron a ser mucho mas sencillos de seguir y el ánimo del Sheriff aumentó a medida que avanzaba y continuaba encontrando la pista de esos cuatreros que pronto lamentarían haberse metido con quien no debían. Atravesando por las granjas cercanas encontró que se habían desviado hacia un camino de tierra que luego habían seguido. Entre todas las pisadas del ganado podía parecer difícil encontrarlas, pero no para alguien con ojos experimentados y que hubiera insistido en que todos sus animales llevaran una marca concreta en las herraduras. En la arena gruesa y los guijarros era casi inapreciable, no así en el lodo y la arena fina en la que se podían percibir con claridad. Continuó avanzando incansable, hasta que las huellas volvieron a meterse campo a través llegando a un apartadero a un lado del camino. Por ahí comenzaban a verse las carreteras y bajando un poco más comenzaba la zona más residencial, donde no se escuchaba ya el ruido de los animales ni tampoco se olía el estiércol.

Al aproximarse al único coche que había ahí aparcado encontró a un hombre sentado en el lateral de la caja de la camioneta. Llevaba un atuendo bastante corriente. Podría haber sido cualquiera de sus vecinos. Lo único reseñable de su vestimenta era el parche en el ojo. La saludó con un conocido acento, que le hizo enarcar las cejas. Diantres si ese hombre no estaba tan lejos de casa como ella lo estaba.

-¡Howdy, forastero!- respondió haciendo una pequeña inclinación cogiéndose con la mano derecha la punta del sombrero, y mandando que el caballo se detuviera. El animal se quedo estático frente al vehículo, raspando la tierra con un piafar agradecido por un poco de descanso. - No recuerdo haberte visto por aquí, y por las pistolas de Billy el niño que te recordaría de ser así. - le dirigió la primera sonrisa animada que había echado en todo el día. - Suena fantástico. No dudes que en otra ocasión te lo aceptaría. Pero hoy no. Necesito los sentidos despejados. - su sonrisa se desvaneció poco a poco. - ¿No habrás visto a nadie mas montando a caballo por aquí? - sugirió con lo que le parecía la posibilidad mas probable. Luego se dio cuenta de que estaba faltando a la educación y meneó la cabeza. - Menudos modales los míos. Soy Rebecca Logan, pero todos me llaman Sheriff. - descabalgó y le tendió una mano. Siempre se había caracterizado por tener un fuerte apretón. - Me quedaría a charlar, pero estoy en plena persecución. Unos cuatreros se han llevado a dos de mis sementales, y a una hembra preñada. Estoy siguiendo su rastro, aunque creo que lo perderé en alguna de esas carreteras. - chasqueó la lengua, lamentándose.

Aunque no estaba preocupada. Eran ellos quien debían estarlo. En cuanto los encontrara el alquitran y las plumas quedaría como una broma comparado con lo que pensaba hacerles a esos desgraciados.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime20th Mayo 2020, 01:48

La simpática y despreocupada sonrisa en el rostro del moreno se desvaneció en cuanto ella le explicó los motivos que la habían llevado a cabalgar hasta allí a aquellas horas de la mañana. De hecho, su expresión pasó a hacerse mortalmente seria. Bajó de la caja del vehículo de un salto, pisando la hierba con sus pies desnudos.

- Ladrones de caballos, por el amor de Dios... -musitó, obviamente contrariado, mientras hacía un gesto de negación con la cabeza. Rodeando la caja de la furgoneta recogió las botas de cowboy y comenzó a ponérselas mientras hablaba-: No me extraña que tengas que ocuparte tú misma. Seguro que en ésta maldita ciudad todos los policías estarán demasiado ocupados buscando Ferraris y Lamborghinis robados como para preocuparse por unos caballos. Joder, me importa una mierda que el puto Bruce Wayne se despierte y vea que su maldito deportivo italiano desapareció, pero... ¿caballos robados? Vaya que si voy a hacer lo que esté en mi mano para ayudarte a recuperarlos, vaquera -aseveró, sacándose el jersey por encima de la cabeza. La camiseta blanca de manga corta que llevaba debajo era ajustada, de manera que la Sheriff pudo distinguir sin esfuerzo los músculos prominentes que se marcaban debajo, así como los generosos bíceps. Esto no tendría por qué significar nada más allá de que se trataba de alguien que se mantenía en forma, excepto porque, de la caja de la furgoneta sacó una camisa negra con remaches de metal en el cuello y se la puso después de colocar encima un jodido alzacuellos-. Supongo que hay que ser del sur para entenderlo -añadió mientras se terminaba de cerrar la camisa y se abotonaba las mangas.

Avanzó hacia ella al tiempo que se ponía la chaqueta negra que completaba el inconfundible atuendo de un pastor de la Iglesia bastante deslenguado.

- No, no he escuchado nada, pero no irán con los caballos mucho tiempo, llamaría demasiado la atención. Robar tres caballos como los que mencionas no es como robar un jarrón. Está claro que no los van a mantener por la zona. Tendrán previsto venderlos a alguien de fuera, y para poder sacarlos de la ciudad van a necesitar un transporte discreto, posiblemente un camión. Si el rastro te ha llevado hasta aquí mi apuesta es que deben de haberse encerrado en una de estas casas a esperar, o bien al transportista o bien al comprador, pero deben deshacerse rápido de la mercancía, así que no podemos perder tiempo.

Sacó un cigarrillo de un paquete que llevaba en el bolsillo de la chaqueta y se lo metió entre los labios sin encenderlo (aparentemente ajeno a lo insólito que resultaba que un pastor supiera tanto acerca de cómo funcionaban las cosas en los bajos fondos), antes de señalar a la pickup con el pulgar.

- En la furgoneta iremos más rápido. Puedes meter al caballo en la caja. Te ofrezco dar un recorrido por la urbanización hasta encontrar alguna casa susceptible de albergar una banda de traficantes de caballos. Si es lo que sospecho, tendrá que ser una casa bastante grande, porque no creo que se tomen tantas molestias para robar sólo tres ejemplares. Normalmente éste tipo de actividades esconde una organización mayor detrás. Probablemente tengan más caballos allí, y no estarán a la vista -se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros, mirando a la mujer con una expresión de absoluta determinación en la mirada-. Yo no soy de por aquí, pero si conoces la zona quizá puedas guiarnos. Con lo que sea puedes contar conmigo, vaquera. Con los caballos no se juega.
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime1st Junio 2020, 02:34

La vaquera no pudo evitar una suave sonrisa cuando se percató de que el hombre se había tomado el tema en serio. A muchas personas ese tipo de cosas les parecía algo banal, como si la desaparición de los animales no tuviera mas importancia que el robo de una cartera. Entre las personas que más ignoraban ese tipo de acontecimientos estaba la propia policía de Gotham, tan ocupada en llenarse los bolsillos de sobornos y tratar de ocultar de los ojos de sus supervisores la lista de infracciones e ilegalidades que ellos mismos cometían que no les quedaba tiempo para ejercer su supuesta profesión.

El hombre le regaló un buen vistazo de un cuerpo bien torneado por el trabajo. El tipo de físico por el que ella sentía predilección. Masculino, viril, cubierto de vello. No le habría sorprendido encontrar al hombre levantando balas de heno sobre cercas para alimentar caballos, o cargando sacos de treinta kilos de grano para llenar una carretilla y subirla a cuestas hasta un granero. En cierto sentido le tranquilizó saber que comprendía tanto la hospitalidad como las prioridades de los sureños, pues esas inclinaciones eran mucho mas cercanas a su actual modo de vida que las que rodeaban a Gotham y a sus urbanitas, cuya mayor inquietud comprendía llegar a tiempo al metro o pensar en qué champan servir en la próxima gran cena de su empresa. Su atracción por él se vio momentáneamente truncada por la imagen de la pequeña tira de tela blanca que colocó en la parte interior del cuello de su camisa, delatando una disposición de la que ella se había alejado hacía ya mucho tiempo. No es que los curas la pusieran nerviosa, y menos la idea de follarse uno. Durante la escuela parroquial había tenido tiempo de ver como algunos de ellos eran de lo más degenerados, y nunca le había parecido nada que reprochar. Lo que si era cierto es que había renunciado a su fe hacía ya mucho, y cuando hablaba con religiosos a menudo solía salir el tema de porqué había perdido su fe, lo cual le llevaba directa a recuerdos de su familia en los que prefería pensar lo menos posible. Además, el Dios del nuevo testamento era demasiado indulgente para su gusto. El del antiguo testamento por otra parte, tal vez resultaba un poco excesivo, pero el Sheriff hacía tiempo que no se regía por ninguna norma que no fuese la suya. Ni lo divino ni lo humano podían detener a la ley.

- Que me repartan las cartas y me descarte cinco ases, Padre. Si hubiera tenido que elegirle una profesión, me habría arriesgado antes con cabaretera que con la sagrada encomienda. - sonrió de medio lado, divertida ante su descubrimiento.

Continuaba preocupada, pero sus reacciones eran genuinas, propias de la frescura de una juventud que no la abandonaba todavía, por mucho que el sentido del deber la hubiera obligado a madurar. Sus pesquisas no estaban del todo mal fundadas, aunque estaba segura de que los ladrones sólo habrían robado sus tres animales. No los habían robado por mero ganado, se los habían llevado por su valor en producción. La hembra esperaba un ejemplar de gran valor, si los intentos habían dado su fruto. Respecto a los dos sementales, tenía citas programadas durante semanas para posibles compradores de su esperma.

El hombre se ofreció a llevarla en la pickup, pero portar al caballo con ellos sería un problema para el animal, que se encontraría incómodo tan alto. No tenían tiempo para eso. La vaquera desensilló, sacó todo lo necesario de las alforjas del animal, ató las bridas al pomo de la silla y de un silbido lo mandó a casa. Sabía regresar sin problema, y no se acercaría a nadie. Daría aviso a través del Walkie por radio de que le había mandado de vuelta a casa y sus chicos lo recogerían, si no estaban demasiado ocupados juntando los trozos de los dos que habían salido perjudicados en la trifulca. Levantó el sombrero observando el trotar a la briosa criatura, antes de que se perdiera en la senda por la que había venido.

- ¿Va a decirme su nombre o prefiere que le llame padre?- preguntó, mientras se aproximaba a la pickup y abría la puerta del copiloto. Tenía sus armas a mano, y el cuchillo en la bota derecha. Un movimiento raro por parte del "padre" y le abriría la garganta como quien cortaba una rebanada de pan.

Le parecía casual haberse encontrado a alguien de su mismo estado, capaz de comprender el valor de los caballos, justo en la dirección de los ladrones y con tal predisposición a ayudarla. Todo eso, añadiendo que se había presentado como una especie de "figura confiable" pues para la mayoría, los religiosos poseían esa especie de halo que les convertía en "libres de pecado" para aquellos que no eran capaces de ver mas allá del alzacuellos y la sotana.

No era la primera vez que un ofrecimiento que parecía sincero acababa en un "accidente" con ella siendo encañonada. Pero en caso de que, como pensaba, pudiera llegar a estar implicado de algún modo, no había como tener a alguien a quien preguntar las señas de los malechores. Al fin y al cabo, una huella es mejor que nada, pero un testigo se muestra mucho más útil en lo que a indicaciones se refiere...

Sobretodo después de clavarle la primera herradura.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime14th Junio 2020, 02:02

Jesse recibió con una carcajada el comentario de la rubia, guiñándole un ojo.

- No te sientas mal, Sheriff. Si yo mismo hubiera tenido la oportunidad de elegir mi profesión, quizá habría preferido cabaretera antes que predicador.

Su risa era simpática y sincera, incluso amigable. La clase de tipo que solía caer bien, aunque la manera en la que había reaccionado al enterarse de la noticia del robo de los caballos sugería que si le pillabas a malas el panorama podía ser bastante diferente...

Observó con genuina curiosidad cómo se bajaba del animal, recogía sus cosas de las alforjas, ataba las bridas al pomo y le ordenaba regresar.

- Vaya... realmente eres toda una vaquera -comentó, verdaderamente admirado-. Tienes buena mano con los caballos. ¿Qué haces tan lejos de Texas? No me pega que alguien como tú se encuentre a gusto tan cerca de una ciudad como Gotham.

Cuando le preguntó su nombre, se sonrojó, avergonzado al darse cuenta de la falta.

- ¿No lo dije antes? Caray, perdona. Me llamo Jesse. Jesse Custer. Y no, no tengo nada que ver con el Custer en el que estarás pensando. Soy un Custer diferente -bromeó mientras tomaba su asiento, y, tras cerrar la portezuela del coche le ofreció la mano-. Un placer. Perdona por dejarte tirada antes -se disculpó, girando la llave para arrancar el motor y guiando al coche para reconducirlo a la carretera.

El hombre quieto. (Jesse Custer) RCO020-1583400146

- Supongo que fue por lo del robo de los caballos -se justificó mientras avanzaban por el sinuoso camino arbolado-. Pasó rápidamente a ocupar el centro de mi pensamiento y ya no presté atención a nada más. Es... difícil de explicar. Simplemente... no es... correcto. O sea... por supuesto que no es correcto. Es una ilegalidad. Me refiero a que es un crimen particularmente deleznable, supongo que me entiendes -al decir ésto la miró por el rabillo del ojo, inseguro acerca de si estaría pensando que estaba loco o qué-.  O sea... No hace más de cien años, cuando le robabas a alguien el caballo estabas haciendo más que simplemente quitarle su medio de transporte o de vida. Básicamente le estabas condenando a muerte. Le dejabas tirado en mitad del desierto, rodeado de serpientes, escorpiones y todo tipo de alimañas preparadas para comerte, y entonces no había un servicio de emergencias al que llamar. Joder, por no haber no había ni carreteras, y seguro que no había tampoco seguros ni mierdas. Así que, robar caballos se consideraba algo muy serio en aquellos tiempos.

El hombre quieto. (Jesse Custer) RCO032-1583400146

A medida que se adentraban en la Gotham profunda la fronda se iba haciendo cada vez más espesa, hasta llegar a un punto en el que los árboles ya apenas permitían distinguir las casas.

Jesse esbozó una sonrisa melancólica, apoyando el codo izquierdo en la ventanilla de la pickup para reposar la mejilla en su puño mientras la mirada seguía fija en la carretera.

- Perdona... Mi padre era un gran fan de John Wayne. Me crié viendo sus películas, y supongo que se me metieron un poco en la sangre. Mi ex solía decirme que parecía que me había escapado de una película del oeste. En cualquier caso... Parece que estamos yendo en la dirección correcta -añadió, mirando por ventanilla-. Para poder ocultar tres caballos, uno de ellos una yegua embarazada, hace falta un sitio grande, con espacio para atender al potro y terrenos donde poder pastar donde nadie los vea y esconder un camión grande de transporte de animales, así que yo diría que cuanto más escondidos y apartados del resto de las casas y granjas.... Mmmmm....

Detuvo la pickup ante la vista de un camino lateral que se internaba en el bosque, saliéndose de la carretera.

- Me pregunto... Diablos, merece la pena investigar.

Y, sin más, desvió el volante y se salió de la carretera principal para meterse por el camino sin asfaltar.

El hombre quieto. (Jesse Custer) RCO046-1583400146

Después de aproximadamente media de hora de accidentado y traqueteante camino por mitad de la foresta los árboles comenzaron a clarear y pudieron ver a lo lejos un caserón enorme en lo alto de una loma, imposible de divisar desde la carretera. Jesse detuvo el vehículo y se giró para mirar a su compañera.

- ¿Qué te parece? ¿Nos acercamos a echar un vistazo?

Aclaración:
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime31st Octubre 2020, 14:52

El hombre tenía unos modos que agradaron por completo a la vaquera. Era campechano y próximo. Se sentía cómoda hablando con él y parecía compartir sus gustos. Hacía mucho tiempo que no se encontraba con alguien con quien le resultara tan sencillo relacionarse a la primera. Es cierto que en el último año había entrado en contacto con todo tipo de personas y criaturas, que a menudo ella solía mostrarse cercana y hospitalaria a menos que sus intenciones fueran hostiles de primeras, pero en la mayoría de los casos se debía mucho a la educación que había recibido sobre cómo mostrar a todo el mundo una buena ración de la hospitalidad texana. En este caso no sólo era ella la invitada en el vehículo del hombre, sino que además sus modos de dirigirse a ella y hablar le resultaban tan familiares como si estuviese en su Texas natal.

- Puede apostar su Santoral a que sí. - le respondió con una sonrisa limpia y amplia, en cierto modo cargada de gratitud y una alegría que le devolvió un toque juvenil a su rostro. Le gustaba ser una vaquera, y era un modo de vida que no todo el mundo le reconocía. Había llegado a escuchar de miembros de su propia sangre que sólo se trataba de “antojos de niña rica”, pero qué sabría esa gente. No habrían sabido diferenciar a uno de sus trabajadores de una montaña de estiércol. Así de miserables eran.

Rebecca no solía tener interés en interactuar demasiado con la ciudad, más allá de visitar a sus amistades, efectuar algunas transacciones o negocios, o asistir a algún acontecimiento puntual. Su día a día era su rancho, quizá porque el mundo estaba derivando a un lugar tecnológico del que se sentía totalmente desconectada. Para ella, la vida de su criadero era todo lo que podía desear. Tenía a sus animales, a sus trabajadores, sacaba un buen dinero, disfrutaba su trabajo y sobretodo le hacía sentir una plenitud que dudaba que pudiera compartir alguien que se pasaba ocho horas al día cuarenta horas a la semana dentro de un cubículo de dos metros cuadrados delante de una de esas condenadas máquinas.


- Es una larga historia padre, aunque le puedo asegurar que me crié allí. A veces lo echo de menos. - el lugar, no todo lo vivido durante su infancia y su adolescencia. Repudiaba cada instante en aquella casa que había sido como una marcha por el desierto sin comida ni agua. Todo salvo unas pocas cosas. El viejo combi de televisor y vhs donde veía sus películas de vaqueros. La casa de invitados en la que había aprendido todo lo que supone ser un sheriff. Los establos donde había herrado, cepillado y montado su primer caballo... y a trenza, la bellísima criatura que la había querido sobre todas las cosas. - La verdad es que pasé por momentos muy duros. Fue bastante sonado en Texas. Tuve que recibir asistencia psiquiátrica, y decidieron derivarme a un especialista. Se supone que Arkham Asylum tiene los mejores en sus especialidades, así que por eso acabé aquí. - la vaquera lo contó sin un ápice de miedo a su reacción. Todo formaba parte de su historia y salvo en las altas esferas donde hasta estornudar se veía con reprobación, ella sabía quién era y porqué hacía lo que hacía. Lo que pensaran los demás parecía incapaz de afectarla. También influía en cierto modo que había sido criada como cristiana a pesar de que ella ya no se consideraba una practicante de la fe ni creyente. Tal vez en su subconsciente aún quedara cierto atisbo de respeto hacia los representantes de la iglesia motivo por el cual se sentía más inclinada a contar la verdad. - Padre Custer. Es un verdadero placer. - le estrechó la mano con la firmeza que da trabajar con ellas a diario.

- Habla como un vaquero, padre. Por todos los pañuelos de Bill Pickett si creo que es usted el primero capaz de entenderme.- aunque era una frase desenfadada, su gesto se mostraba lleno de tenacidad. Había un brillo acerado en esos ojos azules que mostraba una determinación severa. La de de cumplir con el deber. La que mostraban los sheriffs de todas las películas cuando estaban a punto de enfrentarse a la mismísima muerte, con la ley en una mano y el arma desenfundada en la otra.

Después se aposentó entre ambos un silencio denso y solemne. La camioneta traqueteaba por los caminos de las afueras mientras la vaquera trataba de ubicar alguna señal o marca que pudiera darles alguna pista acerca del paradero de sus animales. Pidió parar en un par de ocasiones para ver algunos cruces, pero no pudieron obtener nada relevante. Después de un buen rato de atravesar foresta cada vez más densa, volvió a clarear. Jesse detuvo el vehículo en la parte baja de un camino que se desviaba hacia un promontorio imposible de divisar desde la carretera principal. Entrecerró los ojos al encontrarse con la propiedad que culminaba el desnivel de terreno. La mujer respondió a la sugerencia con un asentimiento y se bajó de la camioneta. Cerraron las puertas con un par de golpes secos y comenzaron a mirar los alrededores del camino. Rebecca se aproximó a la parte interior de la desviación del camino, donde había unas cuantas huellas de neumáticos. Al estar más cerca de lugares con árboles la humedad solía ser más elevada, lo que facilitaba la impronta en el terreno.  Para cualquiera poco acostumbrado a seguir rastros aquello solo era un follón de líneas sobre tierra.

- Padre Custer. Mire. - le indicó pidiéndole que se aproximara a un punto. Había diversas marcas. Dos de ellas repetidas varias veces que dejaban ver n vehículo de cuatro ruedas, y otras tantas, tal vez tres diferentes, que pertenecían a dos vehículos de dos ruedas y a una bicicleta, por el espesor de la rueda. Pero había un pequeño matiz en algunas de ellas, y eso fue lo que indicó la vaquera. - ¿Ve esto? Son ruedas de neumáticos. Deben pertenecer a un vehículo pesado de gran tamaño. Se repiten varias veces. Ahora vea estas. - se dio la vuelta para señalar otra marca cercana, e indicó un extraño hundimiento. Sobre la marca de las ruedas que se repetía sin cesar en el camino había una extraña línea interior, como si algo hubiera pisado sobre las huellas dejando a su vez un rastro. Sólo sucedía en las marcas que se dirigían del camino al edificio, no en las que parecían salir de él. - Este tipo de marcas son características de los remolques de vehículos. Algunos tienen un eje de menor tamaño que los de los coches a los que van sujetos, o ruedas de menor o mayor calibre y por eso dejan una marca que dibuja una línea sobre la del vehículo. Ahora contemple qué curioso. - volvió a la anterior, donde era prácticamente inapreciable. - Aquí apenas se aprecia. ¿Sabe lo que quiere decir eso? - preguntó con sencillez. No parecía tener intención de impresionarle o de mostrar sus habilidades. Estaba razonando en voz alta. - Significa que de aquí salió un vehículo con algún tipo de remolque sin carga, pero que al volver, estaba cargado. El peso es lo que ha hecho que al volver las huellas quedaran marcadas con nitidez. - se levantó el sombrero mirando hacia el inmenso caserón a lo alto del promontorio, se enjugó el sudor de la frente y volvió a colocárselo con decisión. - ¿Lleva armas, padre Custer? - preguntó directa como la flecha de un indio al corazón de su enemigo. Quería asegurarse de que el hombre no iba desarmado. Había pocas cosas peores que la gente urbanita, pero tenía que reconocer que algunas de las personas de las afueras tenían predilección por llenarte la cabeza de plomo antes de dar siquiera los buenos días.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime18th Diciembre 2020, 01:33

- Puf -Jesse frunció el ceño al escuchar la historia de la sheriff-. ¿Y realmente pudieron ayudarte? Porque, no te ofendas, pero en mi opinión, lo único que hacen los loqueros es cobrar una maldita fortuna para escuchar a la gente escupir mierdas que deberían ser capaces de resolver por sí mismos o convencerlos de que su abuelo se los folló por el culo  -dejó escapar un sonido despectivo-. Que me aspen si no puedo yo hacer su trabajo mil veces mejor durante el sacramento de la confesión. Y yo lo hago gratis.

Cuando la mujer le dio la mano se la estrechó con una fuerza y firmeza que semejaban mucho a la de ella.

- ¡Wowowowowow! -exclamó, encantado-. ¡Mira quién habla! ¡Bill Pickett! ¡Ni más ni menos que el Demonio Oscuro! No me extraña que seas fan del rodeo siendo ranchera. Conocerás también a Lucille Mulhall, ¿no? Yo me crié en una granja y teníamos establos, por lo que tengo bastante buena mano con los caballos, pero nunca he hecho rodeo, ¿y tú?

Cuando llegaron junto a la loma, la mujer se bajó de la camioneta y comenzó a inspeccionar el terreno mientras Jesse la observaba con curiosidad. El tejano tenía muchas habilidades, pero el rastreo no era una de ellas. Cuando le indicó que se acercara a mirar, se agachó a su lado, pero apenas pudo distinguir nada en aquél galimatías de líneas. La escuchó mientras le explicaba con sincero interés. Jesse tenía bastantes conocimientos en mecánica, pero no tenía tanta experiencia práctica real como para poder discernir todo eso él solo. Al menos no de un único vistazo.

Al llegar a la conclusión, se puso en pie, sacudiéndose la tierra que se le había quedado pegada a los pantalones.

- Bueno, para mí está ya bastante claro -negó con la cabeza ante la pregunta de la mujer y se señaló los puños-. Éstas son las únicas armas que necesito, Sheriff, y, si nos metemos en líos, confío en que me cubrirás. Vamos.

Treparon con cuidado hasta lo alto de la loma. El viento les llevaba el característico olor de los caballos, y, siguiéndolo, llegaron hasta un establo vallado en el que había decenas de caballos hacinados, entre ellos, los que le habían sido sustraídos a la Sheriff. Un tipo rubio con corte de pelo a lo cepillo vigilaba por fuera con una escopeta en la mano. Más allá se encontraba la casa, que, vista más de cerca, parecía más bien una especie de nave rectangular de la que emergían relinchos y sonidos desgarradores. Custodiando éstas puertas había cuatro hombres; dos llevaban pistola, uno una ametralladora ligera y el cuarto un pistolón.

- ¿Puedes crear una maniobra de distracción con las pistolas? Matar a alguno, iniciar un tiroteo... De éste modo podría tratar de encontrar la manera de entrar -propuso Jesse.
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime13th Enero 2021, 00:42

La vaquera le devolvió una sonrisa que se fue ampliando más y más a medida que el cura continuaba con su perspectiva sobre los "loqueros" como los había llamado. No podía decir que su propia opinión difiriera mucho de la de él, pero ver a un tipo con alzacuellos soltar semejante retahíla a la Sheriff le resultó hilarante hasta el extremo. Llenó la camioneta con una cálida y franca carcajada que amenazó con hacerle llorar los ojos. De hecho se echó una mano al vientre tratando de contener los calambres que tanto reír habían empezado a darle. Aquello le devolvió una juventud que le pertenecía al rostro, como si no hubiera problema en el mundo que pudiera alterar esa preciosa sonrisa vivaracha. Suspiró tomando aire en cuanto pudo calmarse.

- Padre, si hubiera sido usted mi confesor creo que hasta habría sido capaz de confirmarme. - negó con la cabeza, sobrepasada por lo cómico de la situación. - No puedo decir que me ayudaran. Tampoco lo contrario. El único motivo que me evita la cárcel es que creyeron que podría reinsertarme. Aunque si tengo que jurar que hubo cosas buenas que saqué de allí. De no haber ido jamás habría conocido a mi inseparable Hiedra Venenosa, ni habría podido hacerme con mi pequeño rancho. Así que no me quejo. - se encogió de hombros con una actitud entrañable. - Aunque si quiere jugar a las confesiones, podemos hacerlo a la vuelta. - le devolvió una sonrisa pícara.

Tal vez aquello había generado un doble sentido, un instante que podría confundirse con un flirteo inocente. Nada mas lejos de lo que la vaquera quería decir, pero le sucedía a menudo que no era capaz de comprender del todo como su lenguaje corporal afectaba al mensaje que quería transmitir. En cierto modo sentía una curiosidad morbosa sobre lo que un "hombre de Dios" como él opinaría acerca de cierta habitación escondida bajo el terreno del granero. Claro que no era tan temeraria como para arriesgar una cosa como esa por mera diversión. Uno no llega a Sheriff haciendo tonterías como esa.

- Ah, Lucille. Tenía el flequillo mas salvaje que una manada de Quarter Horses. - se sonrió.

Por primera vez sintió una calidez que no había podido experimentar desde que había iniciado su relación con Hiedra. Una capacidad de encajar instantánea, en la que se sentía comprendida sin tener que dar contexto a cada referencia, cada creencia o cada frase. Llevaba menos de un día con aquel cura y ya podía verse comiendo hamburguesas a la parrilla e invitándolo a disfrutar de sus fiestas del cuatro de julio. Era curioso. Jamás habría esperado tener esa sensación de hermandad con alguien dedicado a la religión, por mucho que no se dejara llevar por los prejuicios.

De nuevo una sorpresa para bien, el cura subió con ella sin dudarlo ni un instante. Ella acarició las culatas de sus revólveres disfrutando de su tacto y su peso, haciendo que sus músculos se preparan para desenfundar si era necesario. Nunca se refrescaba la memoria muscular lo bastante. Al llegar a lo alto de la colina, observaron la situación. Cinco personas, una de ellas próxima, las otras cuatro vigilando la nave principal. Reconoció a sus animales de inmediato. Sabría que serían capaces de reconocerla de un silbido característico, pero era poco prudente.

Además, ya no era cuestión de que se los entregaran. Iniciaría una investigación en toda regla. Sólo así se encarcela a los verdaderos culpables y la justicia es capaz de vencer cualquier dificultad.

- No es mala idea padre. Sólo hay un problema. No quiero alertar a los animales. No son responsables de lo que han hecho estos patanes cuatreros, y además, la yegua está a punto de parir. No quiero alterarla y que eso pueda dañar al potro. - La expresión de la vaquera había vuelto a cambiar. Parecía mucho más madura, y en sus ojos había un brillo acerado y frío como el de los mejores vaqueros de la generación televisiva. Observó un pequeño cubo a un lateral de la cerca de entrada. Había diversos matojos distribuidos por allí donde alguien podría cubrirse sin muchos problemas - ¿Cree que podría atraer a ese hasta aquí?- señaló al rubio de la escopeta. - Basta con que me lo acerque hasta aquí. No lo conocen, y la mayoría de estos mentecatos estarían encantados de echarle una mano a un predicador. Dígale que se le ha estropeado el coche, o lo que sea. Yo me encargo del resto. - le indicó mientras en el cerebro de la Sheriff iba cobrando fuerza una idea que pensaba ejecutar con la misma decisión con la que había estrechado la mano a su inesperado compañero de aventuras.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime22nd Marzo 2021, 01:23

Jesse se rió de buena gana.

- Chica... si hubiera sido yo tu confesor, no te habrías confirmado, créeme...

¿Así que cárcel? La miró de reojo mientras sostenía el volante con una mano y apoyaba la sien en la otra, con el codo reposando en el marco de la ventanilla bajada. La vaquera había dicho que había tenido que recibir asistencia psiquiátrica por algo que le había ocurrido en Texas, pero esta era la primera vez que mencionaba la cárcel. Y eso quería decir que no la habían metido en el psiquiátrico simplemente por tener una crisis nerviosa o alguna mierda similar, sino que había cometido algún delito. No es que Jesse fuese precisamente prejuicioso con esos temas... Él había robado y matado en numerosas ocasiones, y el que fue durante mucho tiempo su mejor amigo era un vampiro aficionado a abrir gargantas ajenas como quien descorcha una botella de champán. Pero claro, tenía curiosidad. Su padre le había dicho antes de morir que tenía que ser uno de los buenos... y para eso tenía que asegurarse de que la mujer que se sentaba a su lado no era una de los malos.

- ¿Puedo preguntar qué hiciste para que estuvieran a punto de meterte en chirona, muchacha? Tuvo que ser jodido para que saliera la palabra "reinserción", ¿no? Y por favor, deja de llamarme de usted, me hace sentirme como veinte o treinta años más viejo... Si te escuchara una amiga mía de Nueva York llamarme así se partiría de risa. Siempre está haciendo bromas acerca de mi edad -sin poder evitarlo, afloró una sonrisa a sus labios al pensar en Sasha. Tenía muchas ganas de volver a verla-. ¿Y qué es eso de Hiedra Venenosa? ¡No me digas que eres amiga de las plantas! Aunque eso explicaría que decidieran meterte en el psiquiátrico en primer lugar -bromeó, en un tono afable y simpático, para quitarle hierro al asunto y hacerle ver que podía confiar en que no la juzgaría-. Hey, lo que me cuentes no saldrá de aquí. Puedes considerarlo como si fuera secreto de confesión.

- Si quiere jugar a las confesiones, podemos hacerlo a la vuelta -le replicó ella con una sonrisa pícara.

¿Acababa de insinuar...? Pero... ¿qué edad tenía? Aunque tenía un cuerpo de infarto completamente desarrollado, había algo en su rostro, en sus gestos y expresiones que le hacían pensar que era más joven de lo que aparentaba a simple vista, y Jesse se tomaba muy en serio esos temas.

- ¡Oh, no, no! -exclamó, apurado-. No, no, me has malinterpretado, creo... Yo me refería... -su rostro se tornó rápidamente del color de la grana-. Lo decía en serio, lo de la confesión. Sé que se piensa que sólo los sacerdotes católicos lo hacen, pero no es cierto; los predicadores también lo hacemos. Es un error común...

Estaba diciendo un montón de tonterías, ¿verdad? Joder... Menos mal que no estaba ahí John Wayne para verle hacer el ridículo de aquella forma tan lamentable.

- En fin, lo que quiero decir es que mi interés era genuino, no pretendía dar a entender, o que pudieras pensar que sólo estaba buscando... En fin...

Vale... ¿cómo salgo de ésta?

La respuesta le llegó casi sin pensarla.

- La verdad es que hay una chica... -el rostro se le iluminó al pensar en Sasha-. Es una mujer increíble, aunque, si he de ser sincero, no creo que nunca llegue a nada... Ella tiene novio y yo soy sólo su confesor. Bueno... también soy su amigo, pero no creo que nunca pueda verme como nada más aparte de eso -carraspeó, sintiendo que acababa de irse por las ramas-. El caso es que he llegado a darme cuenta de que siento algo por ella, y aunque hecho de menos el sexo... y no te imaginas cuánto, joder... Pero... actualmente no lo haría a menos que fuera con alguien con quien realmente fuera a significar algo, no sé... -se encogió de hombros-. Supongo que ya no me atrae la idea de follar por follar. Soy demasiado viejo para eso.

Después de la pintoresca conversación, cuando finalmente hubieron llegado a su destino y Rebecca hubo reconocido a sus animales, Jesse escuchó su argumentación y asintió.

- Me parece bien.

El párroco era un hombre impulsivo y pasional, y rara vez se detenía a pensar aquella clase de cosas antes de meterse de cabeza en un altercado, pero Rebecca tenía razón. Sería mejor hacer las cosas a su modo. Así que se alisó las ropas y salió al encuentro del hombre de la escopeta, que le apuntó de inmediato al verle.

- Hey, hey, calma... No hay necesidad de ponerse nerviosos -les dijo alzando las manos al cielo para indicar que no iba armado. Apartó la mirada cuando un segundo sicario que no había visto le alumbró desde más atrás con una linterna.

- Es un jodido predicador -le dijo al compañero-. ¿Qué se le ha perdido por aquí, padre? Estamos muy lejos de cualquier iglesia.

- Soy un predicador ambulante -les explicó sin perder la sonrisa-. Viajo en una vieja tartana que compré de segunda mano y me acaba de dejar tirado justo debajo de la colina. Me preguntaba si alguno de vosotros tendría conocimientos de mecánica y sería tan amable de ir a echarle un vistazo para que pudiera proseguir mi camino...

Los hombres se miraron entre ellos con clara desconfianza.

- ¿Qué estaba haciendo por ésta carretera, padre? Éste lugar está muy perdido de cualquier punto.

- Sí, lo siento... Es la primera vez que vengo a Gotham y tengo que admitir que me perdí. En la oscuridad me metí por un camino lateral que llevaba a un bosquecillo y terminé aquí, y mi móvil no tiene cobertura.

Los sicarios volvieron a mirarse, y finalmente uno de ellos le hizo una seña al otro para que le acompañase.

- Ve tú y revísale el coche a ver qué diablos pasa.

El rubio asintió y siguió a Jesse hacia donde aguardaba Rebecca.


Última edición por Jesse Custer el 14th Octubre 2021, 12:09, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime8th Octubre 2021, 18:18

El hombre se atosigó en el momento en que creyó que trataba de ligar con él. Algo que no pretendía en absoluto. El hombre tenía su atractivo y el encanto que sólo los entendidos del oeste podían llegar a alcanzar, pero estaba demasiado turbada con el tema del robo como para que su mentalidad de Sheriff le permitiera pensar en cualquier otra cosa. Si bien es cierto que de haber sabido que esa sería la respuesta desde luego que lo habría hecho. No sólo se sonrojó de una manera tan evidente que pudo verla hasta en la limitada luz que les envolvía, sino que se apoderó de él esa verborrea característica de quien está pasando un mal trago debido a la vergüenza. Le resultaba algo adorable cuando eso les sucedía a hombres que ya tenían edad suficiente como para empezar a pintar canas.

- Nunca se es demasiado viejo para los vicios, pero llega un día que el cuerpo dice basta y hay que obedecerlo cuando eso pasa. - sonrió la vaquera, sin quitar ojo de la carretera. - Respecto a la chica, es duro tener que dejar a alguien marchar, pero quien sabe que vueltas te da la vida o cuando vuestros caminos volverán a cruzarse. La próxima vez que la encuentres podría tener una caravana llena de criaturas o ir trotando sola a la deriva por el desierto. De todas formas, mujeres hay más que balas. Alguna acabará por encajar en tu revolver, si es lo que el destino tiene reservado para ti. - dijo levantando su sombrero con un dedo, dedicándole una enigmática media sonrisa, para después volver a fijar sus ojos azul acerado en el lado del camino.

El hombre no tuvo problema alguno en aceptar su plan, lo cual también le agradó. Le gustaba la gente que era capaz de acatar las decisiones y las órdenes, con disposición y buena actitud. Estaba comprometido con la causa, al fin y al cabo, no tendría porqué estar arriesgando el pellejo por la yegua y los dos caballos de una desconocida. Se le ocurrió que aquel hombre debía tener una actitud bondadosa por naturaleza. No quedaban muchos como él en el mundo, dispuestos a sumarse a una causa que no era propia.

No dejó que ese pensamiento la distrajera de su objetivo. En cuestión de pocos minutos, en los que estuvo vigilando la silueta de Jesse todo el rato bien escondida entre los matorrales al lado de la cerca,  vio como otra silueta se sumaba a la del hombre. Con la luz a sus espaldas era complicado distinguirles, de no ser porque uno de los individuos seguía portando la escopeta. El haz de luz se desvió, de tal manera que dejó de apuntarles. Apretó los dientes en silencio. La oscuridad era un complicado matiz que si bien les daba cierta ventaja también jugaba en su contra. De no haberle visto y haber planteado un ataque frontal, podría haberles dejado secos. A partir de ahora obrarían con mucha más cautela. Permitió que salieran y comenzaran a bajar. Para entonces, ya había tomado la precaución de sacar las espuelas de sus botas. Se aproximó a ellos acechándolos en la oscuridad. Parecían mantener algún tipo de charla intrascendente sobre qué podía o no pasarle al vehículo del cura. Era una buena estratagema. Cuando estaba lo bastante lejos para que no hubiera una reacción inmediata sin que la vieran desde su posición, dió unos cuantos pasos rápidos. Los justos que le alejaban de donde estaban los dos hombres.

Los movimientos de la vaquera fueron estudiados y veloces. De hecho el hombre estaba al acecho, pues cuando ya estaba sobre él amagó con darse la vuelta. No llegó a hacerlo. Pronto notó la presión helada en plena columna y se detuvo. Posiblemente el cura se detuviera también a su vez. El hombre tragó con dificultad. Su saliva se había vuelto densa, pastosa y desagradable como la brea. Notó como sujetaba el arma, haciéndola crujir bajo los dedos. Emitió un siseo pidiendo un silencio que parecía implícito en la situación. Aún mantenía la escopeta sujeta, pero tenía a la Sheriff a su espalda encañonándolo con uno de sus revólveres. El riesgo era mucho más elevado para él que para los otros dos.

- Levanta las manos, y sujeta la escopeta por el cañón. - ordenó, sin que el pulso le temblara lo mas mínimo. Es lo que suele suceder cuando en realidad no existen dudas sobre si eres o no capaz de hacer lo que estas haciendo. El hombre estaba paralizado, y desde donde estaba no podía atisbar si se trataba de miedo, o duda. La mano izquierda se posó sobe su hombro izquierdo, y la presión del cañón se volvió dolorosa.- Con el calibre que llevo en la mano puedo volarte las pelotas desde aquí. No lo repetiré. - el hombre gruñó pero comenzó a moverse.

Levantó ambas manos, sujetando la escopeta por el cañón de manera que maniobrar con ella tanto para disparar como para intentar golpear a Jesse sería bastante difícil. La vaquera se asomó tras la cabeza del hombre para hacerle una señal al cura, indicándole que le cogiera el arma de las manos. Ahora estaban bastante mejor.

- ¿Sabes quien soy?

El hombre mantuvo las manos en alto. En ellas pudo percibirse un ligero temblor.

- ¿Sabes lo que he venido a buscar? - de nuevo hubo un silencio. El revolver chasqueó cuando el tambor rotó haciendo que el arma estuviese lista para disparar en cualquier momento. Aquel sonido tan sutil marcó un antes y un después en la conversación.

-Oiga... no...no... p-por favor. Yo no se nada. yo...

- Joder, espero que sea mentira, por tu bien. - en ese punto sus ojos azules brillaban con un fulgor que casi parecía rozar la vehemencia.

- Le digo que no lo se... no se quien es... ni qué es lo que quiere...

El revolver paseó a través de su espalda. El hombre se puso a temblar. Se colocó en un punto muy concreto en la parte trasera de su tórax. Un punto en el que sería fácil perforar el único fuelle capaz de regar sus venas.

- ¿Estás seguro? Por lo que tengo entendido, mentir es pecado. - le dijo mientras cambiaba una breve mirada con Jesse, buscando la respuesta del cura a una pregunta que no se había formulado en voz alta, pero que no era difícil de adivinar. Quería su sincera opinión al respecto.

¿Mentía o decía la verdad?

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime14th Octubre 2021, 11:42

Jesse iba a abrir la boca para obligar al tipo a responder de manera sincera a las preguntas de la rubia, pero no tuvo la ocasión de hacerlo, porque, de repente, un haz de luz les alumbró procedente de una linterna.

- Ya sabía yo que el cura no era trigo limpio -dijo el pelirrojo que había visto antes en compañía del rubio. Detrás de él se encontraban los cuatro hombres armados que habían estado guardando el caserón, todos ellos apuntándoles-. Más os vale soltar las armas si no queréis que os abramos un agujero nuevo en la sesera.

Jesse apretó entre los labios el cigarrillo que nunca había llegado a encender, haciendo un rápido análisis de la situación. Miró a Rebecca y le hizo un gesto para que obedeciera a los hombres, tratando de indicarle con un guiño disimulado que estaba todo controlado. Si la cosa se ponía fea siempre podía ordenarles que se dispararan entre ellos, así que estaba tranquilo. Por su parte, dejó caer el rifle y alzó las manos para indicar que se rendía.

- ¿Qué querían, Rusty? -preguntó el pelirrojo sin dejar de apuntar a los dos vaqueros.

- No lo sé, creo que es la loca a la que le robamos los caballos -contestó el rubio recogiendo el arma del suelo para ir a reunirse de nuevo con sus colegas.

-  ¿De veras? Bueno, pues habrá que darles lo que han ido a buscar, ¿no? ¡Andando!

Con un gesto de la recortada les indicó que se movieran hacia el caserón, metiéndoles por una puerta que daba a una pequeña oficina donde había, sentado tras un escritorio, un facineroso macilento y pálido vestido por completo de negro, sombrero de cowboy y camisa incluida, como un mal estereotipo de villano de dibujo animado.

- ¡Vaya, pero si es, nada más y nada menos que Rebecca Logan! -exclamó el hombre al verles pasar-. ¡Y un cura! ¡Que me aspen! ¿A qué debo el honor?

- Ha venido buscando sus caballos, jefe -dijo el pelirrojo.

- ¿De veras? Bueno, si ha llegado hasta aquí habrá que complacerla. Acompáñeme, señorita Logan, por favor...

A través de una puerta lateral accedieron hasta la nave principal del caserío, donde una truculenta escena se desarrollaba ante ellos.


Varios hombres metían a los caballos que estaban fuera en el cercado y los llevaban hasta un punto en el que eran sacrificados con una especie de taladradoras automáticas. Después, los sujetaban de la pata a cadenas que colgaban del techo y que se iban desplazando hasta transportarlos a otra habitación donde los desangraban, les cortaban la cabeza y las patas y colocaban los cuerpos en unas cintas transportadoras que los llevaban hasta unas sierras automáticas que los cortaban por la mitad.


- Si tus caballos no están ya en la pila de preparado y envasado, pronto lo estarán, señorita Logan -dijo el hombre con una desagradable sonrisa-. Os sorprendería saber lo que pagan en algunos países por éste tipo de carne. ¿Creéis que notarán la diferencia con la vuestra? -la macabra sonrisa se ensanchó-. Verá, señorita Logan... Es lo suficientemente conocida en Gotham como para que no pueda permitirme el riesgo de dejar cabos sueltos -se giró hacia sus hombres-. Atadlos y ponedlos en la cinta transportadora.

- Yo tengo una idea mejor -replicó repentinamente Jesse, que había estado mortalmente callado hasta entonces. Su rostro estaba lívido, y tenía una expresión que era casi tan aterradora como la escena que se desarrollaba ante ellos. De repente, la pupila de su único ojo se volvió de un color rojo intenso como la sangre cuando se volvió para mirar a los sicarios que les apuntaban con sus armas-. Saltad vosotros ahí abajo, subid a la cinta transportadora y no os mováis -ordenó.

Y, así tal cual, los hombres dejaron caer las armas al suelo, descendieron hasta la zona del matadero y se dirigieron dócilmente hasta las cintas transportadoras, donde, para espanto y pavor de todos los trabajadores, se subieron encima y no se movieron ni siquiera cuando las sierras comenzaron a destrozarlos de la manera más desagradable posible. La escena fue tan chocante e inesperada que ninguno de los presentes acertó a hacer nada para impedirlo, hasta que empezaron los gritos de horror. Finalmente, cuando por fin pudo reaccionar, el líder de aquella pequeña banda de desalmados los miró, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas.

- ¿Qué...? ¿Qué sois vosotros? -inquirió, aterrorizado.
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime22nd Marzo 2022, 14:19

Tirada para comprobar cuántos animales sobreviven al ataque:

1- Matan a todos los caballos.
2/3- matan a uno.
4/5- matan a dos.
6- matan a la hembra preñada.
7/8/9- Están en la línea, pero pueden salvarse.
10- A salvo aun en los establos.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime22nd Marzo 2022, 14:19

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime14th Mayo 2022, 00:49

La intromisión no deseada hizo que la cabeza de la Sheriff se pusiera a trabajar a toda velocidad. Cuatro hombres, cinco si contaban a su propio cautivo, contra dos. Todos ellos bien armados, aprovechando la superioridad numérica y el conocimiento que tenían sobre el entorno. Estaban en clara desventaja en ese momento y lo único que podía jugar a su favor era una rápida reacción. Su cuerpo se tensó bajo los deseos de presionar el gatillo, girar sobre sus suelas y tratar de atacar al resto de la escolta que había llegado en ayuda del muchacho. Sólo una cosa la retuvo y fue el hecho de que el cura le enviara una señal. No conocía al hombre de nada, más allá de la ayuda que le había prestado. Por un momento llegó a pensar que todo formaba parte del plan de los cuatreros, pero lo descartó enseguida, porque se dirigían a él con la misma socarronería y desprecio con que lo hacían con ella. El cura parecía estar muy tranquilo, y le remitió un guiño cómplice que tuvo un efecto tranquilizador. Ella le dirigió una mirada fría como el cañón del arma que había apuntado directa a la columna del muchacho.

La situación podía ponerse muy fea en cualquier momento, y de ser así, no pensaba contenerse.

Comprenderían de inmediato qué le había hecho ganarse el sobrenombre de “horror tejano”.

Avanzaron hacia el caserón, apenas iluminado por unos faroles metálicos cuyas bombillas estaban tan cubiertas de porquería que llenaban la luz de un aspecto graso amarillento y desagradable. Pasaron a través de un despacho, donde encontraron al que sin duda debía tratarse del jefe de los cuatreros. Su aspecto desaliñado y vil causó inmediata repugnancia en la Sheriff. Cuando pronunció su nombre, ella entornó los ojos elevó el labio con evidente desdén.

Cuando les hicieron pasar a la siguiente habitación, le bastó con percibir la oleada del aroma peculiar de la sangre que se coagulaba contra los desagües. No era la primera vez que estaba en un matadero, ni sería la última, pero si una de las más desagradables. Los animales se agolpaban en un establo del que los sacaban casi arrastras. Los matarifes atravesaban sus cráneos con taladradoras neumáticas eléctricas, frente al resto, y luego los arrastraban hasta las cintas donde los despedazaban. Habría respetado a cualquiera de esos hombres si hubieran llevado a cabo bien su trabajo. Ser matarife era una profesión tan legítima como otra cualquiera, pero no cuando no se respetaban ni los procedimientos, ni los tratados etológicos que permitían el sacrificio de animales de una manera saludable y correcta.

Aquello ni siquiera podría considerarse una carnicería del más bajo calibre.

El hombre que estaba tratando de dar su discurso demoledor había perdido la atención de la Sheriff por completo. Desvió la mirada hacia la masa asustada de animales cuyos ronquidos desesperados resonaban en cada pared. Relinchaban recreando una suerte de coro a gritos cuando alguno de los hombres les ataban la brida contra el madero, antes de colocar el martillo neumático contra su sien y disparar. Algunos lo hacían tan mal que necesitaban hasta dos disparos. Los animales aún vivos, agonizando con medio cerebro expuesto mientras ellos recargaban aquellas percutoras. Sus ojos sabios de iris palpitantes al descubierto, llenos de horror. Sus morros dilatados, babeando espuma blanca.

Carne incomible, paralizada por el terror.

Su voz le llegó desde muy lejos, trayéndola de vuelta. Podía notar el hormigueo descendiendo a través de cada músculo, desenroscándose como un látigo a punto de abrir la carne.

-¿Crees que notarán alguna diferencia con la vuestra?- Los iris de la mujer se contrajeron hasta que no eran más que un punto.

Su cuerpo estaba listo antes que ella. El primer hombre que le pusiera una mano encima la perdería. Aún le quedaba el cuchillo en el interior de la bota. Notó como se secaba la saliva en el interior de sus labios, dispuesta para la pelea. Una pelea que tenía que ganar o no quedaría justicia en el mundo.
No se vió en necesidad de hacerlo. Cuando los hombres se arremolinaron en torno a la Sheriff y al cura, al que había olvidado por completo, su voz adquirió un extraño tono magnético. Una reverberación que revolvió lo más profundo de su ser, igual que hizo con el resto de los presentes. La fuerza primigenia que acalló sus instintos más primarios.

Una llamada capaz de anteponerse a la propia supervivencia.


El atronador sonido metálico de las armas al caer hizo que la mujer volviera al presente inmediato y contempló con estupefacción absoluta, como no recordaba en su vida, cómo los hombres se dirigían hacia las cintas transportadoras, donde las sierras los atravesaron bajo la mirada horrorizada de los trabajadores, tan paralizados por el miedo que fueron incapaces de hacer nada mas allá de gritar. La vaquera, por su parte, escuchaba los latidos de su corazón en el interior de sus oídos. Sus manos temblaban, aunque desconocía el motivo. La idea fue momentánea, apenas duró un instante.

Una bala atravesando la cabeza del cura, de sien a sien, salpicando sus sesos a través de los restos pesados del polvo, el estiércol, los orines y la sangre del suelo de aquel matadero. Su mano sujetando el humeante cañón de la pistola, tras accionar el gatillo. La imagen se desvaneció en una neblina, con tanta rapidez como había venido.

Sus ojos azules se clavaron en el hombre que había secuestrado a sus caballos. Su mente no podía tolerar aquello. A punto de quebrarse, su único método de sobrevivir convirtió a ese cuatrero en la diana perfecta sobre la que volcar su incomprensión, y aquella terrible sensación que no había experimentado jamás. Esa neblina horrenda sin nombre, que amenazaba con distorsionar su comprensión misma del mundo.

Avanzó hacia él, haciendo sonar las espuelas a cada paso, con la pesada intensidad con que los truenos notifican el mortal paso de los rayos tras de sí. Recortó el espacio entre ambos, con un mortificante ritmo lento que le dio tiempo de sobra para perder el control de sus esfínteres, y olvidar que aún quedaba un arma en su cinto. La vaquera se inclinó hacia él y la arrancó de su funda sin que el hombre fuese capaz de moverse, presa del pánico.

-Somos la justicia. La palabra de Dios.- su voz era tan cálida y dulce en aquel momento que hizo que a todos se les pusiera la piel de gallina. Como si algo estuviera increíble y rematadamente mal con aquel tono de voz. Como un psicópata que canta una canción infantil mientras provoca un genocidio desde la torre de un campanario. - Somos la LEY.

Golpeó la cara del hombre con el arma en tres ocasiones, abriéndole la ceja, reventándole el labio, y partiéndole la nariz. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras musitaba. La mujer se irguió de nuevo. Su cuerpo tan firme como el de un contendiente a punto para el duelo bajo el sol del viejo oeste.

- No te muevas.- sugirió mientras avanzaba. Las personas que aún quedaban vivas en la sala continuaban paralizadas. No importaba si su atención se centraba en el monstruoso sacerdote que acababa de obrar el más horrendo y desmedido de los milagros frente a sus ojos. Por ella, podía recitar y replicar cada desgracia del antiguo testamento a todos y cada uno de los presentes. - ¿Cuántos de vosotros lo sabíais?- el silencio fue asfixiante. La mujer se aproximó hasta uno de los matarifes, arrebatando de sus manos el martillo neumático. Haciéndose a su peso. Cogiéndolo con la delicadeza con que una maternal primeriza sujetaría a su recién nacido. El hombre desvió la vista hacia el cura, y de nuevo, a la vaquera. Esta colocó la punta del taladro en la parte frontal de la cresta iliaca, dejándole sentir la presión y el peso. - ¿Cuántos de vosotros estabais dispuestos a dejarnos pasar por esa cinta? - No lo accionó de inmediato, esperaría durante unos segundos, si es que eran capaces de articular una respuesta.

El desasosiego era parte fundamental de la agonía.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime19th Junio 2022, 00:28

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime19th Junio 2022, 00:28

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime19th Junio 2022, 01:25

El hombre, espantado por la presión del taladro, no acertó más que a balbucear de manera ininteligible mientras miraba a la vaquera con ojos desorbitados. Era evidente que no admitiría algo que podría costarle la vida, y Jesse empezaba a perder la paciencia.

- Que los que hubieran estado dispuestos a dejarnos pasar por la cinta se coloquen todos en el centro de la habitación sin moverse hasta que yo lo diga -ordenó, usando de nuevo aquél tono imperioso.

De nuevo, los hombres parecieron poner los ojos en blanco, y la inmensa mayoría de los que estaban en el matadero, incluyendo el que Rebecca sostenía, avanzaron hasta colocarse en el lugar especificado. Tan sólo quedaron seis trabajadores que temblaban aterrorizados en sus puestos. Jesse se dirigió hacia ellos.

- Habéis tomado caminos equivocados en la vida y habéis terminado donde no debíais, pero voy a presuponer que vuestra alma no está podrida del todo, así que os daré una oportunidad de hacer las cosas bien. Os vais a marchar de aquí y, a partir de ahora, trataréis de hacer lo correcto. Buscaréis un trabajo honrado y no volveréis a quebrantar la ley. Tampoco diréis nunca nada de lo que ha pasado hoy aquí. Ahora, marcháos.

Los hombres se apresuraron a hacer lo que se les había indicado, y Jesse se volvió a la vaquera.

- ¿Puedo? -inquirió, refiriéndose al revólver que le había arrebatado al gimoteante hombre del suelo.

En cuanto se lo dio, se dirigió hacia donde tenían a los caballos que habían estado aguardando su turno para pasar por el matadero, encaramándose con agilidad al murete bajo que los apresaba.

- Tranquilos... -musitó, con voz apaciguadora-. No os asustéis, no voy a haceros daño.

Se fijó en un brioso corcel joven de color marrón que no parecía asustado y se dirigió hacia él, acariciándole las crines con suavidad.

- Hola, me llamo Jesse, encantado de conocerte. ¿Me dejarías subirme a tu grupa? ¿Sí? Bueeen chico -susurró, subiéndose al lomo con facilidad a pesar de no estar ensillado. Aprender a montar desde temprana edad era tan propio del sur como hablarle a los caballos. Luego trotó hacia la verja que mantenía a los caballos apresados y la abrió, inclinándose sobre el animal. Después, alzó la pistola al cielo y se dirigió a Rebecca-. Más te vale apartarte, cariño. No querrás estar en el camino de éstos animales cuando dispare...

Una vez la vaquera se hubo puesto en lugar seguro, Jesse disparó varios tiros al aire, gritando y jaleando a los cuadrúpedos para que salieran al trote, espantados ante el súbito ruido, directamente en la dirección donde aguardaban los hombres que habrían estado dispuestos a dejarles morir, sin poderse mover, presenciando cómo la muerte se les venía encima con el bramido de mil truenos, galopando sobre cascos de venganza.

Los animales no tardaron en llegar hasta los condenados, arrollándolos, pateándolos, aplastándolos, hundiéndoles cráneos, columna, huesos y órganos bajo los poderosos cascos en su camino a la libertad, uno, tras otro, tras otro, hasta dejarlos reducidos a una pulpa machacada e informe a medida que cruzaban el matadero para llegar afuera. Jesse confiaba en que sabrían regresar a sus hogares por sus propios medios, y, de todos modos, llamarían a la policía de manera anónima para que se encargaran de recogerlos. Los de la vaquera se encontraban sanos y salvos en el cercado de fuera, donde no habían sido alterados por el estrépito del interior. De haber estado la yegua embarazada dentro no habría podido permitirse una justicia tan catártica.

- ¿Necesitas ayuda para regresar a tu rancho, Sheriff? -dijo cuando todo hubo acabado, acercándose a ella a lomos de su caballo-. ¿O aquí es donde se separan nuestros caminos?
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime30th Agosto 2022, 21:53

Aquella sensación volvió a propagarse cuando el cura dió una nueva orden con esa especie de voz tormentosa, haciendo que todos obedecieran a cualquier mandado que hiciera. No entendía de dónde procedía, cómo frenarla, ni lo que era. Sabía lo que era el miedo sólo de vista, pues era en los ojos de otros donde se reflejaba. Nunca lo había experimentado.

Ni habría una primera vez.

Su cuerpo trataba de responder a algo que ni su mente ni su trastorno podían asimilar, así que lo encubrieron con una neblina de incomprensión. Era mas fácil de sobrellevar de ese modo, que tratando de romper el complejo delirio que su psique destrozada había construido sólo como medio para poder sobrevivir. Sintió como si el cuerpo le hormigueara. Así es como imaginaba que era caer rendido en la arena, reseco bajo el crepitante calor del desierto. El único alivio a la mordida del sol abrasador, la que proporcionaba el instante en que los buitres sobrevolaban con su calmado vuelo en círculos antes de descender y atenazar con sus garras unas tiernas visceras que separar de los huesos.

Tuvo que contener una arcada.

Fuera lo que fuera esa sensación, le repugnaba hasta las mismas entrañas.

Se distanció del cura, alejándose mientras él comenzaba una elaborada muestra de sangrienta venganza que habría inflamado el espíritu del Dios del antiguo testamento. El hombre contra el que había sujetado el taladro andó hacia el centro de la sala, junto con el resto. Cuando la Sheriff se dió al vuelta, contempló como una pequeña cabeza se alzaba desde el lugar en el que le había instado a que no se moviera. El facineroso estaba dispuesto, como el resto, a cumplir los mandatos de Jesse. Sus ojos estaban perdidos y su rostro desencajado.

No podía permitirlo.

- Oh no. Tu no te vas. - gruñó, mientras se interponía en su camino. Le golpeó con la pistola neumática para tumbarlo en el suelo, de donde para su sorpresa, volvió a levantarse, mientras el resto de los individuos se agrupaban en el lugar indicado. Un nuevo golpe, esta vez acompañado de un tiro. El soplido de la pistola al accionar con aire a presion el percutor le atravesó el muslo. El hombre gritó de dolor cuando la varilla de acero le atravesó la carne. Su rostro volvió en si un momento y sus ojos se cubrieron de un manto de lágrimas, mientras la sangre le salía a borbotones de la herida. Aún así, volvió a hacer el amago de levantarse.

La Sheriff sintió como se le erizaba el vello del cuerpo.  

Ya había comprendido que lo que fuera que era capaz de hacer el cura estaba muy por encima de toda comprensión. Sin embargo, estaba jugando con algo mucho mas duro que la voluntad humana. De alguna manera, sus órdenes se sobreponían incluso al mas básico instinto de supervivencia.

¿Qué clase de criatura podría imponerse así sobre la más poderosa y básica fuerza natural?

Vió en aquello una oportunidad. Hundió el rostro de aquel bastardo de una patada, haciendo que volviera a tenderse contra el suelo con un gruñido gutural.

- No te levantes. - le ordenó. Tal y como esperaba su orden fué desoída. Así que hundió de nuevo el percutor del aparato neumático. Pisó la pierna sana del villano con la bota, hundiendo la varilla en la parte posterior de la corva. El hombre volvió a gritar, y aun así, volvió a intentar levantarse para dirigirse al lugar que Jesse había indicado. La hundió una tercera vez en su bajo viente, justo bajo su ombligo. Atravesó la carne como un cuchillo caliente la mantequilla. El hombre vomitó bilis sanguinolenta violentamente a un lado. La Sheriff lo pateó de nuevo, y su cuerpo rodó hasta quedar boca abajo. Sus dos brazos se alzaron, soportando el cuerpo de su torso, y sus piernas inservibles. Su corazón estaría ya frenético, tratando de llenar de sangre su sistema. A pesar de todo y bajo la helada mirada asesina de la vaquera, comenzó a gatear a cuatro patas, de un modo penoso. Como si su único objetivo, por todos los medios, fuera alcanzar el punto que Jesse había dictado. Su columna se llevó la siguiente perforación. Sus gritos ininteligibles atrajeron por un instante la atención de los trabajadores que presenciaron todo, llenos de horror. Los que tuvieron la suerte de ser perdonados por la caritativa alma de Jesse, corrieron ese momento como alma que lleva el diablo. No miraron atrás. No cuestionaron nada. Sólo corrieron, salvando con ello su vida.

La Sheriff aún se permitió asestar dos perforaciones más al hombre privándole de uno de sus brazos. Para cuando Jesse le pidió el revólver, no era mas que una masa sanguinolenta y aún así, sus últimos instantes los pasó tratando de cumplir con el mandato de Jesse. Cuando le cedió el revólver al cura, lo agarró de la muñeca, con una firmeza que hizo que sus nudillos se pusieran blancos.

- Dale tiempo. - miró al despojo desde su posición. - Deja que llegue. - pidió, mientras el hombre se arrastraba con su único brazo sano, a un grupo de hombres que estaban ya desencajados por el terror de ver aquella silueta que amenazaba con quedarse sin vida de un momento a otro reptar hacia ellos sin descanso. Rogaron por su vida, suplicaron. De haber podido, hasta se habrían arrodillado. Sólo la fuerza de las palabras de Jesse lo impidió. Había sido muy claro en su petición. Aquel cuerpo desmadejaro chocó contra sus piernas antes de ceder, rendido en sus últimos estertores.

Justo a tiempo de que Jesse abriera las puertas del establo, y se dispuesiera a disparar. Cuando la manada comenzó a trotar fuera del cautiverio arrasando a su paso a todos los cuatreros y asesinos, la mujer sintió que sus músculos se destensaban. La escena le proporcionaba la satisfacción inigualable de saberse ejecutora de la justicia. Cada sonido de huesos quebrándose bajo los cascos, cada salpicadura de sangre vertida por la que ellos habían arrebatado, cada músculo convirtiéndose en pulpa bajo el poderío de las hermosas bestias liberadas la llenó realización personal.

No se movió, hasta que no quedó mas que el eco del cabalgar en la lejanía.

Jesse se aproximó a ella, montado en el animal, que parecía agradecido de poder tener la oportunidad de cargar a alguien sobre su lomo. Su mirada azul cristalina, llena de calidez que contrarrestaba la sangre que salpicaba su rostro aniñado, estaba llena de gratitud.

- Eso sólo depende de lo que quieras en tu camino. - respondió con una media sonrisa, acariciando con naturalidad el morro del animal, que pareció corresponder al contacto. - En el mío, hay unos animales de vuelta en su hogar. Una hoguera nocturna y una buena botella de Whisky bajo las estrellas. ¿Qué tal te suena eso, vaquero?

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime16th Septiembre 2022, 17:09

La justicia en el antiguo oeste era salvaje y cruda como sus áridas estepas, una justicia amparada por plomo que había permeado muy dentro de Jesse Custer. Pero no se consideraba un sanguinario, ni un asesino. Como todo buen cowboy, buscaba la justicia, y tenía un sentido moral que le hacía reaccionar de manera violenta y visceral cada vez que sentía que había sido profanada. Pero cuando alguien mata de manera pasional, las muertes suelen ser rápidas. Dolorosas, sucias y descarnadas, pero rápidas. Jesse nunca había torturado de manera consciente a nadie, y, aunque la violencia había formado parte de su vida desde aquella aciaga mañana en el maizal, y sabiendo, por descontado, que el bandido merecía todo el dolor que pudieran causarle por sus crímenes, no pudo evitar preguntarse los motivos que habrían llevado a Rebecca a ser internada en el psiquiátrico, recordándose a sí mismo que la vaquera había evitado responderle cuando le había planteado la cuestión.

Pero no dijo nada. Simplemente asintió con expresión seria cuando le hizo su desesperada petición, enfrentando con calma aquella mirada casi desquiciada, con el objetivo de transmitirle seguridad y hacerle ver que no pensaba juzgarla.

- Que me aspen si eso no suena completamente como justicia para mí, señora.

La muerte de los asesinos fue rápida, pero aquel miserable tuvo que sufrir un infierno de agonía antes de que un piadoso casco le aplastara el cráneo, y Jesse se obligó a presenciar estoicamente cada angustioso segundo de su patético arrastrar hasta su lugar de ejecución.

No sintió la más mínima compasión hacia él.

Al igual que Rebecca, permaneció inmóvil hasta que todo hubo terminado antes de acercarse a la Sheriff para preguntarle lo que pensaba hacer a continuación. Ante su respuesta asintió, colocándose en la cabeza un sombrero de cowboy que había cogido de uno de los cuatreros.

- Bueno, si aún no te has cansado de mí, conozco un sitio donde podríamos tomar algo, encender un fuego y relajarnos. Pero vamos primero a tu rancho. Tú guías, vaquera.

Los dos inesperados aliados descendieron la colina, recogieron la pick-up y llevaron los caballos de Rebecca de regreso al rancho. Después, caminaron a través del prado hacia una arboleda cercana, abriéndose camino a través de los árboles hacia una elevación rocosa.

- Allí, en lo alto de ese pico, creo que será el lugar perfecto si quieres acompañarme.

La Sheriff asintió, y, juntos, comenzaron la caminata hasta la cima. La vaquera se detuvo un momento a contemplar la gran extensión de estrellas mientras Jesse colocaba en el suelo una manta que habían sacado del rancho antes de ponerse a encender el fuego. Una vez tuvieron el campamento preparado, sacó la botella de whiskey que había estado reservando para una ocasión especial, dio un largo trago y se la pasó a la mujer.

- Ten cuidado, ésta mierda es jodidamente buena pero pega fuerte -le advirtió torciendo muy levemente el gesto mientras se secaba los labios.

Se quedó mirando a la vaquera con cautela mientras ésta bebía, pensando una y otra vez en lo que había sucedido y en la manera en la que había evitado responderle cuando le había preguntado por el motivo de su encierro en el psiquiátrico.

- Bueno... supongo que ha llegado el momento de hacer esas confesiones de las que habíamos hablado -suspiró al fin-. Háblame de tu infancia. ¿Cómo fue crecer en Texas? -inquirió, tratando de retomar el tema por donde lo habían dejado.
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime23rd Abril 2023, 19:02

En el camino de vuelta, no hubo más que un agradable y plácido silencio. La sangre se secó sobre su ropa a medida que se alejaban de aquella carnicería, revitalizándola con el aire limpio y fresco que al anochecer circulaba por la zona mas alejada de Gotham. En la mente de la vaquera no quedaba hueco para la culpa, el remordimiento o las lamentaciones. La sheriff no podía dejarse llevar por emociones cuando la justicia estaba en juego. Nunca se planteaba qué había mas allá de las vidas de aquellos que habían sido tan temerarios como para violar las leyes que mantenían el equilibrio. Un hombre marca su ganado, para conocer qué animal le pertenece. Lo que se gana con el sudor de la frente y el esfuerzo no puede ser arrebatado por el oportunismo.

Sin embargo, si que tenía muy presente que tras el mordisco de su acero se sobrevenían rencores, dolor, viudedad y orfandad. Hace mucho tiempo había oído a un hombre expresar un concepto sobre la muerte que para el sheriff no podía ser mas separado de la realidad. "No hay que pensar a quien vas a disparar, si no a las personas a las que vas a permitir vivir".

Si cada desgraciado con familia mereciera el perdón, su propio padre entraría a través de las puertas del cielo sobre una alfombra de terciopelo y el mismísimo San Pedro le cedería las llaves.

Su pérdida no la causaban sus balas, si no las decisiones que habían tomado los ajusticiados.

Tras guardar a los animales de vuelta en el hogar, aprovechó para cambiarse la camisa manchada por una limpia, se lavó la cara y las manos, y se cubrió con un poncho antes de volver al abrazo de la noche cerrada. Empacó un par de cosas en una bolsa de cuero que se echó a la espalda y pusieron rumbo hacia Riscoalto. Un lugar desde el que había contemplado el ganado muchas veces, desde el que era capaz de ver incluso mas allá de todos los campos que la propia Hiedra había preparado para que sus animales pudieran pacer. Se asomó al cielo estrellado, imposible de ver desde la ciudad. Curioso como una tétrica ciudad como Gotham era capaz de seguir eclipsando las estrellas. Tal vez la podredumbre de sus gentes era tan densa como para intoxicar también el cielo.

Dibujó una media sonrisa avanzando hacia la manta, donde ambos se sentaron y el Padre le tendió una botella de Whisky que aceptó sin reservas. Dió un fuerte primer trago llenándose ambos carrillos, disfrutando del ardor del alcohol en el interior de las mejillas. Lo paladeó, mientras el sabor intenso subía hasta impactar sus fosas nasales con un aroma robusto. Tragó, dejando salir después una mezcla de suspiro satisfecho y gruñido visceral, devolviendo la botella tras secarse los labios con el reverso de la mano.

Durante un momento más, se hizo el silencio. Los ojos de la vaquera dejaron reflejar la anaranjada luz titilante del fuego, como un violento escenario sucediendose sobre esas cristalinas aguas que eran sus ojos. Al menos hasta que ella volvió a mirar al cura, cara a cara.

En su mirada, una enigmática combinación de comodidad y amenaza.

Era difícil para la vaquera. Había experimentado algo espantoso al lado de aquel hombre, y sin embargo, sentía también una profunda sensación de gratitud. Incluso respeto.

Algo que no era sencillo de ganar para la Sheriff.

- Supongo que igual que para todos. Muchos curas con misas interminables los domingos, pocos maricones consagrados, grandes fiestas el cuatro de julio y un calor de mil demonios. - no evitó una breve risa nasal sarcástica. Habría matado por otro trago de ese whisky, pero sabía que tenía que obrar con cautela. Aún notaba el hormigueo en la lengua y quedaba mucha noche por delante. Algo la convenció de que ese tipo de respuesta ya no satisfaría la curiosidad de Jesse, así que hizo el esfuerzo de profundizar un poco más. - En Texas mi apellido es conocido. Mis padres quedaban estupendos en las fotos, no se si me comprendes. Martha Stuart habría estado celosa de los pasteles de manzana de mi madre, y mi padre es el sueño americano hecho verdadera y obesa realidad, pero como todo lo que queda en las portadas de revistas y periódicos, es sólo eso. Pura fachada. No puedo decir que mi infancia fuera desgraciada, en realidad. Tenía mis animales, mis películas del oéste, un pony.- A Jesse no le pasaría desapercibida esa leve modulación en la voz. Como se enturbió su mirada, al entrecerrarse sus párpados, sólo un segundo. Al mentar a su pony podría haber tratado de hacerlo sonar casual, pero le resultaba imposible. -¿Qué más puede querer una criatura? - Al diablo.

Alargó la mano, pidiendo de nuevo la botella, concediéndose otro trago. Esta vez más controlado. Poca cantidad, que hizo durar todo el tiempo que pudo en la boca.

- ¿Y tu, vaquero? ¿Qué infancia terrible te ha empujado a los brazos de la santa cruzada? - sonrió, devolviéndole la botella, esperando que comprendiera que no era más que una broma.

Había algo que deseaba preguntarle más que nada, pero no quería apresurarse todavía. Tal vez porque sólo estaría dispuesta a oír la respuesta bañada en mucho mas whisky.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime28th Abril 2023, 17:06

El predicador esbozó algo parecido a una sonrisa triste, bajando la mirada al suelo.

- Me temo que yo fui uno de esos curas con misas interminables los domingos -bromeó alzando la botella en un brindis imaginario sin mirar a ningún sitio en específico. Sus labios se fruncieron en un rictus tenso-. Día tras día tenía que aguantar a auténticos hijos de puta que venían a confesarme las aberraciones más inimaginables... Desde el vecino que violaba a su hija, el bastardo borracho que le daba palizas a su hijo o el pastor enfermo que sodomizaba a sus cabras -se detuvo un momento para darle un sorbo a la botella-. Pasando por supuesto por el que continuamente le era infiel a su mujer, o el que birlaba el dinero de la caja registradora del negocio de su padre. Y yo tenía que... sistemáticamente... otorgar el perdón de sus pecados y darles la absolución... Porque así funciona la puta religión católica, a pesar de saber que su arrepentimiento no era sincero y que o bien aquella misma noche o bien al día siguiente, volverían a empezar otra vez.

La mano apretaba la botella con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos.

- Pero lo hacía igualmente porque era lo que tenía que hacer... Y cada día me sentía morir un poquito más por dentro. Y cada noche me iba al bar del pueblo y me emborrachaba rodeado de los mismos hijos de puta cuyos pecados sólo yo conocía, bebiendo y pasándoselo bien como si no fueran auténtica basura humana. Como si tuvieran derecho a divertirse. Los pueblos pequeños no tienen muchos secretos, pero si había alguien que los conocía todos, ése era yo. El buen y viejo reverendo, del que todos se reían los domingos. Lo escuchaba todo, o bien alguien me lo contaba en la más estricta confidencialidad, o simplemente observaba desde arriba y sumaba dos más dos. Cosas terribles que todo el mundo sabía pero nadie se atrevía a decir en voz alta. Y se presentaban allí el domingo, los que se molestaban en hacerlo, y cantaban un par de himnos y rezaban un par de oraciones y pensaban que eso les daba derecho a comportarse como salvajes por el resto de la semana.

Dejó la botella en el suelo, entre los dos, rodeó las piernas con los brazos y cerró los ojos, tratando de hacer desaparecer los recuerdos de aquellas noches.

- Por lo general despertaba en un charco de mi propio vómito a las afueras de la iglesia, pero había noches en las que alguno de esos bastardos cometía el error de dirigirse a mí, y entonces soltaba algún comentario inapropiado porque no podía contenerme, y terminaban dándome una paliza. Qué le vamos a hacer -bromeó encogiéndose de hombros-. Siempre me pongo sensible cuando bebo. Pero eso estaba bien. El dolor físico lo volvía todo más llevadero. Y cuando recuperaba la consciencia eran las seis de la mañana y la primera misa era a las nueve y te juro que, viéndoles las caras a todos esos malnacidos podía estar seguro de que Dios estaba usando mis plegarias para limpiarse el culo.

No le sonaban los nombres que la vaquera mencionaba, pero no era raro considerando que él venía de otro universo y no había conocido hasta ahora a nadie más. Porque su universo no había formado parte de la Colisión y el único motivo de que él estuviera ahí era que Dios había querido hacerle un último corte de mangas y deshacerse de él de una vez por todas, ya que no podía luchar contra Génesis.

Aún así, le estaba prestando la suficiente atención como para notar el cambio en la modulación de su voz al mencionar al pony. Lo normal debería haber sido que se le iluminaran los ojos al mencionar el sueño de cualquier niño. Jesse podía no ser ningún premio nobel, pero era lo suficientemente inteligente como para intuir que había algo oscuro en las profundidades del plácido lago que la vaquera le había dibujado. Después de todo, él era un jodido experto en horrores escondidos en el fondo de un pantano, ¿verdad? Como putos ataúdes para torturar niños.

Se sacó un cigarrillo del bolsillo de la chaqueta, ofreciéndole el paquete a la vaquera por si ella también quería, intuyendo que iban a meterse en terrenos pantanosos en breve.

- Yo me crié en una plantación en Louisiana -comentó introduciéndose el canuto en la boca y sujetándolo con los labios para prenderle fuego-. Teníamos caballos, claro, pero lo que yo más quería en el mundo era un perrito pequeño que se llamaba Duke, ya sabes... por EL Duque. Mi único amigo además de Billy-Bob.

La única razón por la que había sacado a colación el tema del perro había sido simplemente para ver si le sonsacaba a Rebecca lo que le había ocurrido con el pony. Se suponía que ya debía haberlo superado y no esperaba vomitar lo que vino a continuación, con la voz temblorosa:

- Un día le montó la pierna al capataz, así que éste cogió su pistola de clavos y le clavó el cráneo a un poste.

Mierda. ¿Por qué le había contado eso? No era algo para confesarle a alguien a quien acababa de conocer. No era lo que se dice la clase de tema que favorece una conversación entretenida, y solía espantar a la gente. Aunque, pensándolo bien, si Rebecca no había escapado aún después de lo que había ocurrido en la fábrica... Quizá sólo quería decir que estaba tan dañada y rota como él mismo.

- Perdón -dijo, dando un par de golpecitos al cigarrillo para dejar caer la ceniza en el suelo, todavía algo alterado-. No sé por qué te he contado eso. No es un recuerdo agradable, aunque la verdad es que no tengo apenas recuerdos agradables de mi infancia. ¿Qué le pasó a tu pony? -inquirió para cambiar de tema.

A la vista de lo que le había contado, la siguiente pregunta por parte de la vaquera era obvia, pero no por ello dejó de resultarle estremecedor que calificara su infancia como "terrible". La Sheriff no podría llegar a imaginar cuánta verdad se ocultaba detrás de aquella inocente broma. Trató de no darle demasiada importancia; no deseaba profundizar en eso. Suspiró.

- Mi madre provenía de una familia puritana francesa que se estableció en los Estados Unidos allá por la época de Napoleón. Convirtieron a los indios locales en cadáveres (infinitamente más barato que cristianizarlos), y se dedicaron a propagar la palabra de Cristo a cualquier colono lo suficientemente tonto como para aparecer por sus tierras. Todos los hombres de la familia se convertían en predicadores y las mujeres sólo valían para criar a la siguiente generación. La familia es lo más importante, la sangre es todo, y blablabla -volvió a suspirar, tratando de obviar los detalles escabrosos de la historia-. Así que, en cuanto cumplí siete años, la abuela empezó a hablarme de Dios. Tenía que memorizar una página de la Biblia cada día, y mi madre me enseñaba otra cosas, como inglés, matemáticas, historia... Así fue como terminé de predicador en Annville. No hay mucho más que contar -mintió-. ¿Y tú que, vaquera? ¿Cómo terminaste en el psiquiátrico?

Y ahí estaban una vez más. No era la primera vez que se lo preguntaba, pero sí era la más directa. Esperaba que la respuesta fuera, ésta vez, igual de clara.
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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime29th Abril 2023, 19:24

Cuando el hombre comenzó a hablar, algo dentro de Rebecca supo que había encontrado a un espíritu afín. la perspectiva llegó a paralizarla por un instante, poco acostumbrada a un suceso como ese. Solía llevarse bien con la gente, tenía facilidad para ello. Puede que la hospitalidad que había aprendido se hubiera convertido en costumbre, o que simplemente, su carácter la hiciera amigable. Aquello estaba lejos de ser un mero encuentro cordial. Hablando con Jesse, a pesar de que no dejaba de mencionar horrores insoportables, encontraba una familiaridad que sobrepasaba todo a lo que estaba acostumbrada. Sintió una extraña paz, a pesar de lo turbulento de su historia, llena de desgraciados enfermizos, iguales que su padre. Iguales que todos los que la conocían por un sobrenombre que atormentaba a los malvados cuando se quedaban a solas, y les llegaba el momento de intentar conciliar el sueño. Sintió que conectaba con él de un modo visceral y sincero, se sintió hermanada al dolor que reflejaban sus palabras y sus gestos. Aquella sensación de comprensión profunda la hizo sentir como si formara parte de su hogar.

Sus palabras estaban llenas de frustración, de rabia y de impotencia. Habría deseado hacer más. Habría deseado darles a todos y cada uno de ellos lo que verdaderamente merecían. Ella lo comprendía perfectamente. Detrás de aquel alzacuellos los dos tenían un cometido que era similar. La justicia. Pura y libre, sin suavizar ni edulcorar. Lo doloroso que había sido para él vivir esa perspectiva como cura de aquel pueblo donde sólo se cambiaba de palabra, y tener que contenerse, a los ojos de la Sheriff eran una tortura en vida.

Se vio forzada a escupir a un lado cuando el hombre mencionó el incidente con la cabra, llenándose su cabeza de recuerdos por los que tuvo que contener una arcada que le subió el sabor a bilis a la boca.

- Es un gran nombre para un compañero fiel. - le dirigió una media sonrisa, comprendiendo la referencia al gran Jhon Wayne. Después se hizo un silencio absoluto. Pesado, durante unos segundos. No porque la vaquera estuviera impresionada, si no porque ante esas situaciones no había luto suficientemente largo. Aún dolía. Rechazó con una suave negativa de la cabeza el cigarrillo, y fijó su vista en las llamas, mientras Jesse continuaba.

Así que cuando hizo la pregunta, no pudo evitar contestarla desde la parte mas descarnada y sincera de su corazón, que ahora estaba inmersa en una conversación que no recordaba haber tenido con nadie antes. No a ese nivel, al menos. Jesse no era un psiquiatra que trataba de verificar si el nivel de sus medicaciones era correcto, o si la terapia surtía efecto. No era una compañera con la que había ido intimando durante meses, hasta convertirse en una hermana para ella. No era un morboso que disfrutara con los pormenores del origen del Sheriff. Era un hombre al que la vida había vapuleado injustamente, y un reflejo de lo que le había llevado a ser quien era ahora. Igual que ella.

- Mi padre le pegó un tiro con una escopeta, después de que le coceara por intentar fornicar con ella. - los ojos de la vaquera se ensombrecieron, y para sorpresa del hombre, a pesar de que se cubrieron con una fina película acuosa, ninguna lágrima salió de ellos. Una verdadera muestra de autocontrol a la que Rebecca había tenido que acostumbrarse. Fuera, en la naturaleza, envueltos en la noche cerrada, seguía siendo Sheriff.

y los Sheriff no lloran.

- Así que tu familia te empujó al sacerdocio, podríamos decir. - Cuanto menos, resultaba atípico. Aunque en las zonas más conservadoras de los bellos Estados Unidos de América para muchos era una manera de dirigirse sin freno hacia el éxito. Sólo necesitabas feligreses dispuestos a seguirte a donde fuera. Con el tiempo, con que fuesen capaces de escribir tu nombre en las urnas era más que suficiente. - Supongo que en eso nos parecemos, vaquero. Unos los llaman lazos de sangre, otros familia, otros apellido. Tanto da. Es sólo una manera de decirnos que, pase lo que pase, tendremos a esas personas incrustadas en nuestra vida tanto si lo queremos como si no. - A veces pensaba que eran como una cicatriz, pero la realidad es que esa herida nunca había sanado lo suficiente para considerarse tal. De vez en cuando aún se abría y supuraba. Normalmente cuando uno había empezado a olvidarse de ella.

Antes de responder a su siguiente pregunta, la vaquera tomó aire y lo dejó escapar profundamente. Urgó en la bolsa que había preparado, sacando una de las cecinas de ternera y ofreciéndolas a Jesse antes de contestar por fin.

- Maté al muchacho que causó la muerte de mi madre. - respondí, antes de dar un bocado a la cecina, que me quitó el mal sabor a bilis que aún me amargaba el gusto desde el fondo de la garganta. - Mi madre iba drogada hasta las cejas cuando él le preparó el caballo. Apuesto a que tuvo que ayudarla a subirse, pero le dio igual. Cuando el caballo la lanzó y la pisoteó, no hizo absolutamente nada. - a veces no podía evitar imaginarlo en su cabeza. Veía con claridad a su madre hecha una masa contra el suelo, con el cráneo hundido y los huesos rotos, mientras él perdía el tiempo fumando o haciendo el estúpido mientras ella moría. - Una noche le busqué. Hice que me acompañara, le hundí la cabeza y até su cuerpo a la silla del caballo para poder arrastrarlo. Y luego cabalgué, y cabalgué, y cabalgué sin parar hasta que esa bestia se negó a andar ni un sólo paso más. Lo hice hasta que no le quedó ni un jirón de su negligente pellejo. - entornó los ojos, su mente muy lejos de allí. - Me hicieron un montón de informes psiquiátricos después de eso. Me declararon mentalmente desequilibrada, y cuando mi padre se trasladó a Gotham para sacar provecho de sus influencias decidió llevarme con él, para que me hicieran el seguimiento en Arkham. Supongo que así es como se mata dos pájaros de un tiro. - en ese momento se detuvo.

Dió otro bocado a la cecina y en esta ocasión desvió la mirada hacia Jesse. Su instinto le decía que no se mostraría espantado por lo que acababa de contarle.

Comparado con lo que ambos habían hecho aquella noche, no era si no una mera anécdota.

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MensajeTema: Re: El hombre quieto. (Jesse Custer)   El hombre quieto. (Jesse Custer) Icon_minitime22nd Mayo 2023, 00:44

El predicador escuchó su confesión con una tranquilidad escalofriante considerando la naturaleza de lo que la vaquera estaba describiendo. No era la clase de cosas que uno podía escuchar y quedarse tan tranquilo... a menos, por supuesto, que tus experiencias de vida te hubieran conducido por caminos tan aterradores que aquella clase de cosas casi quedaban como simples anécdotas de travesía.

Y había efectivamente algo en la manera en la que el fuego de su cigarrillo se reflejaba en su pupila oscura mientras sacudía la ceniza sin que su pulso se estremeciera un ápice que resultaba, en cierto modo, aterrador.

- Así que tu familia te empujó al sacerdocio, podríamos decir.

Jesse no contestó, aún mirando la ceniza.

- Supongo que en eso nos parecemos, vaquero. Unos los llaman lazos de sangre, otros familia, otros apellido. Tanto da. Es sólo una manera de decirnos que, pase lo que pase, tendremos a esas personas incrustadas en nuestra vida tanto si lo queremos como si no.

- Lo único en lo que está incrustrada mi abuela es en la hierba del porche de su finca, donde prendí fuego al hijo de puta que me arrebató a mis padres y a mi perro junto con todos sus trabajadores.

Lo dejó caer como si fuera un comentario de lo más casual, al tiempo que se estiraba y se recostaba utilizando su chaqueta como almohada sobre la manta para mirar mejor a las estrellas. Sin embargo, a pesar de la naturalidad con la que lo había dejado caer, su tono se había endurecido hasta hacer juego con su mirada, y su boca ahora formaba una línea recta sobre su rostro.

Jesse no hablaba nunca de su vida con nadie, y habían tenido que transcurrir años para que lo confesara ante Tulip, pero, por alguna razón, aquello se sentía bien. Se sentía adecuado. La razón por la que nunca quería sacar el tema con nadie era porque la mayoría de la gente, las personas normales, huirían aterradas si tuvieran la menor noción de la clase de horrores que había tenido que soportar. Probablemente le tomarían por loco, o no le creerían en absoluto. Pero Rebecca había demostrado no ser una persona al uso, precisamente. Había presenciado la carnicería que había tenido lugar en el matadero sin amedrentarse en lo más mínimo. Cualquier otra persona en su lugar habría salido corriendo aterrorizada y no se habría detenido hasta estar a varios estados de distancia de él. Pero ella, no sólo se había quedado, sino que había participado de su retorcida visión de la justicia, y ahora estaba allí, con él, conversando bajo las estrellas. No... Rebecca Logan no era una persona corriente, y las pesadillas que había vivido de niña le habían hecho evocar sombras oscuras y retorcidas que acechaban en algún lugar perdido de su memoria. Sombras que no quería recordar pero que ahora danzaban ante él como los demonios de Músorgski en el Monte Pelado.

- Es impresionante los niveles a los que puede llegar la depravación humana -comentó después, tras un rato de meditación silenciosa para asimilar la terrible historia que la mujer le había contado-. Mi mejor amigo cuando era niño, Billy-Bob, pilló a otro de los trabajadores de mi abuela follándose a una gallina en el granero. El hijo de puta le mató por eso. Le cortó el cuello con una navaja.

Dejó escapar una bocanada de humo directa a las estrellas antes de girar la cabeza levemente para mirar a Rebecca.

- No pensaba que escucharía hablar de otro trastornado similar. Éste tipo de aberraciones deberían ser algo prácticamente inexistente, y, sin embargo, a cada día que pasa me maravillo más y más de las cotas de bajeza que el ser humano es capaz de alcanzar.

Volvió a golpear el lateral del cigarrillo para dejar caer la ceniza a su lado.

- A aquél hijo de puta no lo maté yo... Lo hizo la que por entonces era mi novia, Tulip. De un tiro en la cabeza. Una muerte demasiado clemente, a mi parecer. En cambio, al que asesinó a mis padres... Es cierto que le prendí fuego, pero no murió por eso. Consiguió apagarse en la alberca. ¿Y, sabes? Podría haberle ordenado con mi poder que se metiera la pistola por el culo y apretara el gatillo... pero no lo hice. Habría sido demasiado rápido. No... le maté con mis propios puños. A golpes. Cada... puto... golpe... para devolverle las palizas sufridas durante años. Lo que pasó con mis padres... con mi perro... Hasta que le partí la espalda... Y por último, le estrangulé.

Se sacó del bolsillo el mechero que había recuperado del cadáver de Jody, el que había pertenecido a su padre, y pasó el pulgar por las letras en relieve, recordando la escena. Finalmente lo volvió a guardar en su sitio, murmurando entre dientes:

- Mentalmente desequilibrada... Y un cuerno. Putos loqueros... Si tú estás mentalmente desequilibrada yo soy el jodido Jeffrey Goines. Hiciste lo que tenías que hacer, Sheriff... Yo en tu lugar habría hecho lo mismo. Amén.
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