La iglesia estaba en la zona verde del pueblo, dejando atrás la carretera principal, jalonada por edificaciones comerciales de techo bajo y porche, muy al estilo del antiguo oeste. Y es que Texas era el mejor lugar para visitar si deseabas experimentar de primera mano las raíces de América.
Tras pasar una serie de casitas de aspecto búcolico, un colegio y algún que otro edificio público, se llegaba a la iglesia baptista de Jasper, un edificio grande y cuidado. En la zona ajardinada que rodeaba la entrada había un vagabundo al que le faltaba una pierna cantando el "Have You Ever Seen The Rain?" de Creedence Clearwater Revival acompañado de una guitarra.
No había mucha gente en la calle a aquellas horas, con el sol tan próximo a ponerse en el horizonte. Unas botas marrones pasaron junto al músico tullido, y un billete de cinco dólares revoloteó cayendo dócilmente en el interior del sombrero de las limosnas. El músico alzó la mirada para agradecer el gesto al forastero, un hombre alto, en torno al metro ochenta, esbelto, de cabellos negros desordenados, con una edad que rondaría entre los veintimuchos y los treinta y pocos, que vestía pantalones blancos, chaqueta y camisa negras y alzacuellos que le identificaban como pastor de la Iglesia. Lo que más llamaba la atención era el parche que le cubría el ojo izquierdo. Eso y que estaba fumando ante las puertas de una iglesia.
-
Gracias, padre -le agradeció entre estrofas.
El aludido asintió y subió los escalones que conducían a la puerta del edificio santo.
-
Oh -dijo un sacerdote al verle, invitándole a pasar-
. Estaba a punto de cerrar, pero la casa de Dios siempre está abierta para un hermano.El hombre no dijo nada; sólo miraba a su alrededor en silencio.
-
Ehm... No está permitido fumar en la casa de Dios... -titubeó. El hombre entonces le miró directamente a los ojos, con expresión segura y confiada.
-
Créame, reverendo, a Dios no le importa.La voz pareció resonar en cada rincón de la Iglesia, y el otro sacerdote simplemente sonrió, plenamente convencido de sus palabras.
-
¿Me permite? -preguntó, señalando el paquete de tabaco del predicador. Éste se lo alargó para que sacara otro cigarrillo y le ofreció fuego.
Aquella iglesia no tenía bancales largos, sino sillas negras de plástico unidas una con otra. Los dos religiosos se sentaron a fumar uno junto al otro.
-
Y dígame... ¿es de por aquí? -preguntó el responsable del lugar.
-
Podría decirse que sí -contestó el recién llegado-
. Nací y me crié en Texas. -
¿En qué parroquia oficia?-
Hasta hace poco era el responsable en Annville.El otro sacerdote se quedó pensativo un momento.
-
Annville... No me suena. ¿Está muy lejos de aquí?-
En cierto modo -el hombre suspiró y alzó la mirada hacia la enorme estrella que decoraba la pared de enfrente-
. Escuche, padre... Me gustaría tener unas palabras a solas con Dios, si no le importa...-
Por supuesto, hermano -solícito, el sacerdote se puso en pie y desapareció por una de las puertas laterales.
El moreno se tomó un tiempo para dar una larga calada al cigarrillo, y, tras exhalar el humo, volvió a mirar a la estrella.
-
Ah, mamonazo... Realmente eres un hijo de puta, ¿verdad? Sí señor... un auténtico hijo de la gran puta...Recostándose en el asiento levantó las botas hasta apoyarlas en el respaldo de la silla que tenía delante.
-
Cuando comprendí que había sido transportado a otro universo, una parte de mí albergaba la esperanza de que las "buenas personas" -estas últimas palabras las pronunció con sarcasmo-
de Annville aún estuvieran vivas, así que robé una furgoneta en algún lado y me dirigí al este de Texas. Me he recorrido todo el puto triángulo entre Corsicana, Marshall y Huntsville solo para descubrir que, en ésta mierda de universo, Annville no ha existido jamás. De hecho, debería haber estado situada en el mismo puto punto en donde se levanta éste pueblo. Antes de venir a la iglesia hice una pequeña búsqueda en la biblioteca municipal y en Internet, y no he encontrado tampoco el menor rastro de los L'Angelle ni de Angelville. Supongo que el hecho de que esa panda de degenerados y aberraciones no exista en éste universo ya hace que sea un poquito mejor, y te lo podría haber pasado, salvo por un pequeño detalle -alzó un dedo acusador hacia la estrella y su mirada se volvió dura y llena de odio-
. Los L'Angelle no son los únicos que nunca han existido en éste universo. Tampoco los O'Hare. Volvió a dejarse caer con desgana sobre el asiento, permitiendo que el brazo colgara por la parte trasera del respaldo.
-
Sí, lo has adivinado. Ella fue lo primero que busqué cuando descubrí lo que me había pasado. Y eso no puedo perdonártelo, joder. Y te preguntarás qué cojones me importa, si ella posiblemente ya no querría volver a verme. Pues joder, importa. El mundo es un poquito peor si no está Tulip en él. Se inclinó hacia adelante, bajando los pies de nuevo al suelo y apoyando ambos brazos en el respaldo de la silla que tenía delante.
-
He estado pensando mucho sobre lo que ocurrió, ¿sabes? Mientras estuve en el hospital tuve tiempo de sobras. Se produjo un fenómeno al que han dado en llamar Omega que provocó la fusión de diferentes universos. Pero no afectó al mío -volvió a mirar a la estrella gigante-
. En éste universo no existen los O'Hare, ni los L'Angelle, y nunca hubo un John Custer. Tampoco existen Annville, ni Salvation ni Ratwater. No puedo más que pensar... que ésto no debería de haberme ocurrido a mí. Yo no debería haber quedado atrapado en medio. Fuiste tú, ¿verdad, cabronazo? Intentaste advertirme de que me alejara metiéndole una bala en la sesera a mi novia, y después amenazando a mi colega. Como no te funcionó me confrontaste directamente y me arrancaste el jodido ojo. Y como tampoco aún así te funcionó gastaste tu última broma: me metiste directo en el avión con rumbo a Omega y encontraste la manera de librarte definitivamente de mí. Aguardó durante varios segundos, pero no hubo respuesta. Finalmente volvió a echarse hacia atrás, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta.
-
Ni siquiera sé si sigues vivo... Por lo que sé, a éstas alturas el Pistolero podría haberte dado tu justo merecido, y la verdad, espero que así haya sido.El plan original había contemplado su muerte para que, una vez Génesis estuviera de nuevo bajo control, Dios se confiara y regresara al Cielo, donde le estaría esperando el Pistolero. Aunque él seguía vivo, si Dios pensaba que se había librado de él y de Génesis para siempre podía haber vuelto igualmente a reclamar su trono, y el plan habría funcionado, pero suponía que ya nunca lo sabría, ¿no?
-
Joder... Al menos podrías haberme dejado conservar al perro, cabrón -musitó poniéndose en pie y saliendo de la iglesia, cabizbajo-
. Me caía bien ese perro...Fuera, el vagabundo había terminado de cantar su última canción. El forastero se sentó a su lado en la hierba, con la espalda apoyada en la pared de la iglesia.
-
¿Conoces "Time of the Preacher", de Willie Nelson? Cántala, por favor. Siempre me gustó esa canción.Los lentos acordes de la guitarra comenzaron a sonar, y el hombre se relajó, con la cabeza apoyada en la pared y la mirada perdida en el cielo. En un momento dado se metió la mano que no sostenía el cigarrillo en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó una petaca con whiskey, llevándosela a los labios.
Permaneció en silencio los dos minutos largos que duraba la canción, disfrutando de los conocidos acordes. Cuando el cantante terminó, devolvió la guitarra a su funda y se apoyó en la pared a su lado.
-
Marvin -se presentó ofreciéndole la mano.
-
Jesse -respondió el desconocido estrechándosela.
El cigarrillo se había consumido ya, así que lo aplastó en el suelo, sacó otro y le ofreció al cantante, que lo rechazó. Sin decir nada, volvió a guardarse el paquete de cigarrillos en el bolsillo de la chaqueta y le dio otro trago a la petaca.
-
Así que, Marv, ¿cuál es tu historia? ¿Por qué estás aquí, cantando en la calle por limosna?-
Bueno, solía trabajar en la fábrica de coches del pueblo, pero un día en el taller hubo un accidente; una de las máquinas que se suponía que debían de levantar las piezas falló y el motor de un coche me aplastó una pierna. No tuvieron más remedio que amputarla.-
Pero eso debió suponer una fortuna en compensación -alegó el forastero dejando escapar el humo entre sus labios.
-
Ah, no. El señor Rao tiene buenos abogados, ¿sabe? Es un ricachón venido de la India que supo emplear bien su dinero. Todo Jasper le pertenece. Se las ingenió para acusarme a mí de negligencia en el trabajo y de no haber respetado las medidas ni las distancias de seguridad. Repentinamente mi nombre no aparecía en las listas de empleados que habían asistido a la formación en Prevención de Riesgos Laborales y en mi correo electrónico el mail con las instrucciones de uso de la maquinaria nueva aparecía como no leído. Así que no obtuve prácticamente nada.-
Así de duro, ¿eh? -se inclinó para apagar el cigarrillo contra el suelo y se puso en pie.
-
¿Ya se va?-
Sí, resulta que tengo cosas que hacer, y se ha hecho bastante tarde... Un placer conocerte, Marvin. Ya se alejaba cuando el hombre le llamó.
-
Espere, padre... ¿no va a darme su bendición? Una extraña sonrisa se dibujó en los labios del hombre, dándole un aire inquietante a su rostro.
-
Oh, la recibirás pronto, Marvin. Muy pronto.Una semana después, Marvin entró en el bar del pueblo apoyándose en su muleta sólo para encontrar que todos los parroquianos se le quedaban mirando de repente. La confusión se pintó en su semblante, mas antes de que pudiera preguntar nada, Joaquín, su amigo mexicano, le señaló la pantalla de la tele, donde en aquellos momentos se enfocaba al hospital que estaba más cerca del pueblo.
-
Ésta mañana el conocido empresario y multimillonario Shri Rao ha sido ingresado con traumatismos múltiples y varias fracturas en la zona de la mano. Según las últimas declaraciones parece que el señor Rao tuvo un accidente dentro de la fábrica, quedando aplastados todos los huesos de la mano. El empresario ha confirmado en unas declaraciones el mal estado de algunas de las maquinarias, y se ha referido en concreto a uno de sus antiguos trabajadores, Marvin Donson, que recibirá pronto una compensación por los daños recibidos en el transcurso de una de las actividades rutinarias de la fábrica de coches de Jasper, que... Jesse Custer apagó las noticias de la radio y pasó al CD de Willie Nelson, sonriendo mientras conducía con la ventanilla bajada y el brazo apoyado en el marco.
Now the preachin' is over
And the lesson's begun.