El exorcismo de Martha Rey (Edward Johns) [11-09-2018]

Martha se encontraba en una forma física y mental bastante… buena. Salía más a la calle, incluso se preparaba platos que no fueran precocinados, estaba feliz y ya esta, feliz a causa de estar el Ente sellado en la gema sin poder hablarle, sin poder hacerle nada, ya no tenía que aguantar su voz en su cabeza cada vez que a la entidad le diese por “charlar”. Su nueva adquirida felicidad le dio cambios positivos en su vida, mentiría si dijera que no era más feliz ahora, aunque seguía estando sola en su apartamento de la ciudad de Nueva York ya ni eso le parecía algo malo, abrazaba su soledad y se divertía con libros, películas y, claro esta, trabajando en sus novelas.

Y como era el caso de que estaba navegando ese día por Internet que encontró un foro en el que se hablaban sobre temas “oscuros” referidos a cosas como exorcismos y demás, fue así como se encontró con un exorcista llamado Edward Johns. Otro día puede que hubiera pasado del tema, que no pensara que un exorcista le pudiese ayudar de alguna forma, mas al ver como un mago sellaba al Ente dentro de la gema y pensar que eso jamás se le hubiera ocurrido, ir a ver a un mago para algo así, le hizo tener la idea de contratar a ese exorcista para que intentara “exorcizar” al Ente de la gema.

Le llamo y tras una corta conversación determinaron que la cita sería esa misma tarde, sin embargo, a Martha se le olvidó preguntar cuánto le iba a costar esto del exorcismo. Tenía algo de dinero ahorrado, eso de no salir mucho a la calle y no tener vida social hizo sus frutos a cuánto dinero se refiere, pero no tenía en mente dejarse todo su dinero ahorrado en un exorcismo que podría o no podía funcionar. Claro que debido a su “leve” ansiedad social no pensó en llamar de nuevo para preguntar más los detalles, a lo mejor el hombre se hizo a la idea de que si tenia su numero sabía cuánto le costaría.

A la persona a la que no le dijo nada sobre esto era a su tío, Borja. Desde pequeñita siempre vio a su tío como un ateo empedernido que veía las soluciones en la ciencia, no en rezar ni en la “magia” la cual él solía llamar “La ciencia que la gente aún no puede entender” y si se enterara de que contrató a un exorcista… bueno, casi podía escuchar a su tío comiéndole la cabeza y diciéndole que esas cosas eran un engaña bobos. Puede que tuviera razón, que todo eso no sirviera de nada, más su tío se equivoco con la magia ya que fue eso mismo lo que consiguió sellar al Ente en la gema, así que quién sabe, a lo mejor un exorcismo conseguía sacarlo de ahí de una vez por todas. Ademas quedaban pocos días para su cumpleaños, se podía permitir un "capricho"

Como vio que se acercaba la hora de la cita, empezó a limpiar un poco la casa, recogiendo todo y quitando todos los cacharros que tenía por la cocina. Se fue al armario de su habitación y se vistió con unos vaqueros y una camisa blanca, acompañado de unas zapatillas negras con su clásica bandana tapándole la gran herida facial que tenia en el rostro. De esta forma no parecería una pordiosera que vivía más en su apartamento que afuera, así que lo único que le quedó por hacer es sentarse en una de las sillas de la mesita que tenía en el saloncito y esperar a que el hombre llamase a su portero, el cual le indico en la llamada

No era frecuente que a Edward le contactaran para su trabajo, normalmente, era el quien acudía ante alguna visión, un aviso de parte de Samigina o cosas por el estilo, cuando recibió la llamada de aquella chica, casualmente se encontraba en NY por motivos personales, así que acordó con ella que aquella misma tarde se verían en su piso.

Mientras se preparaba en la habitación de hotel donde había estado durmiendo aquellos días (un lugar con bastante lujo, que, como no, había conseguido acceder gracias a engaños y estafas) se miró a si mismo en el espejo, tenía unas ojeras algo marcadas de no haber dormido demasiado bien en unos días, llevaba tiempo desvelándose a media noche, y no sabía muy bien el motivo detrás de todo aquello: - Cuando vuelva a casa, investigaré que demonios está sucediendo. – Se dijo a si mismo a modo de recordatorio, se peinó y se vistió, una cazadora de cuero negra, una camiseta de un viejo grupo punk llamado ‘membrana mucosa’, unos pantalones tejanos y unas deportivas, no quería llamar la atención mientras fuera por esa ciudad.

Caminó hacia el armario y de allí sacó su maletín, lo abrió sobre la cama, en el llevaba su grimorio, un perfecto tomo con tapas de cuero negro algo desgastadas y páginas amarillentas, un frasco de agua bendita y una serie de joyas y abalorios con signos extraños grabados, cerró el maletín y lo cargó, se palpó la cazadora y de ella sacó una caja de cigarrillos, se llevó uno a la boca y salió por la puerta de la habitación mientras lo encendía, un par de clientes le miraron con asco cuando se lo cruzaron en el pasillo del hotel: - Señora, esto es un país libre. – Dijo Edward como respuesta mientras bajaba por las escaleras.

Salió a la calle y paró un taxi, se subió y le dio la dirección, mientras el vehículo avanzaba, Johns miraba por la ventana que tenía un poco bajada para ir sacando el humo del cigarro, si todo aquello era una broma o algo, se lo haría pagar con creces a la persona, por otro lado, si resultaba que se trataba de una fuerza maligna de verdad…Si había sido capaz de escapar de su habilidad para detectar demonios, debía ser un ser bastante poderoso, o desconocido para el…

Bajó del taxi después de pagar al conductor, se pasó la mano por el pantalón para quitarse una mota de polvo y se dirigió al edificio que le habían indicado, hacía una tarde apetecible, el sol, ya casi anaranjado, daba calor, mientras que apenas había brisa, eran esos climas del final del verano que a Edward tanto le gustaban, tiró el cigarrillo al suelo y lo apagó pisándolo.

Picó al timbre y le abrieron sin mediar palabra, el exorcista, pasó al rellano, se disponía a picar al timbre cuando una voz susurró a sus espaldas:

- Vete…Vete…- Edward se giró, no había nadie allí…Frunció el ceño, sospechando que realmente había algo extraño en todo eso, picó a la puerta con los nudillos y esperó paciente a que la puerta se abriera, mientras se llevaba una mano al interior de su chaqueta y sacaba un colgante de un pentagrama y se lo llevaba al cuello, parecía que le esperaba una buena tarde de trabajo…

Dio un respingo cuando escuchó el timbre y eso que se lo estaba esperando. Aún se le hacía raro haber contratado a un exorcista; para ella todas esas cosas eran como de película o de series de televisión que no ve nadie aunque si aquel exorcista conseguía quitarle de encima al Ente de una vez por todas no estaría nada mal. Se peino un poco el pelo con los dedos y abrió la puerta de la calle dándole al botón que tenia al lado del telefonillo, si viviera en un sitio con más clase tendría una cámara con la que ver a sus invitados, lastima que fuera de la clase medio-baja del país.

Mientras el hombre subía por el ascensor, el cual Martha “rezo” para que funcionase; no sería la primera vez que se rompe y se tira semanas sin arreglarse. Tampoco sabía qué pensarían sus vecinos de ella si veían a un exorcista entrar en su piso, aunque la relación que tenía con su comunidad de vecinos era básicamente nula, no sabía nada de ellos y ellos nada de ella, y tampoco es que le molestase esa situación.

Se acercó a la cocina que tenía unida al salón y empezó a mirar las estanterías, a lo mejor al hombre le apetecería un café o algo, entre el azúcar y la sal sacó un paquete de café que tenía guardado cerrado con pinzas de tender la ropa. Alzó la vista y miró un bote de cacao en polvo con la etiqueta ”Colacao” puesto en letras azules, un producto que compraba por Internet desde su casa y le era traído desde su tierra natal; aunque uno se vaya lejos de su hogar nunca se deben perder las buenas costumbres.

Empezó a preparar el café en la maquinilla cuando escuchó los golpes en la puerta avisando de la llegada del exorcista, dejando todo lo que estaba haciendo se apresuró a abrir la puerta. Antes de hacer esto, Martha tenía en mente que el hombre sería de una edad avanzada, a lo mejor con gafas, de pelo blanco y con un traje de predicador típico de las películas, claramente esto último fue la causa de que tuviera esa idea de los exorcista ya que al abrir la puerta se quedó unos segundos sorprendida, muda, viendo que lo que tenía enfrente suya no se parecía nada a lo que tenía en mente.

Era un hombre joven, aunque parecía más mayor que ella, con un colgante de un pentagrama que lucía en su cuello. Tras unos segundos de estupefacto sacudió levemente la cabeza y se apartó de la puerta dejando que pasara el hombre

-Pase, pase, le estaba esperando

Dejó que el hombre entrara en su piso y cerró la puerta tras de sí. Recordó que tenía el café puesto y fue veloz a la cocina a comprobar si estaba todo bien, al ver que así era se dirigió de nuevo a Edward

-Lo… lo siento- titubeo, aun le costaba un poco hablar con gente nueva -Es… estaba haciendo café, por si quiere un poco

De momento estaba siendo una buena anfitriona, claro que aquel hombre no estaba ahí para tomar café ni charlar, ella pidió sus servicios para una cosa y estaría bien que empezase cuanto antes, además seguro que eso era lo que el prefería

-Per… perdone, es que es la primera vez que pido ayuda a un exorcismo… ¿Como… como funciona esto?

A lo mejor a Edward le vendría mejor que Martha le explicase algo ella primero, como que era lo que quería exorcizar o algo así, más al ser esto todo muy nuevo para ella decidió que lo mejor sería que el hombre le explicase más o menos como funcionaba todo antes de hacer nada. Se sentó en una de las sillas y le ofreció la otra a Edward, al menos que estuviese cómodo mientras le explicaba que haría

Se abrió la puerta y lo primero que Johns vio fue una mujer, vestía de forma común, a excepción de una bandana que le cubría gran parte de la cara, el exorcista se preguntó si era por algún tipo de alergia o por algo peor, no escuchó muy bien lo que le decía, pero intuyó que le daba paso para entrar, estaba observando el lugar, fijando la vista en los pequeños detalles, habían arreglado el piso a toda prisa, sin embargo, habían pequeños detalles que denotaban que no había sido con especial esmero, así que, habitualmente, ese no era el aspecto del lugar:

- Un café estará bien, muchas gracias. - Dijo de forma seca mientras continuaba mirando alrededor, no sabía muy bien que era, pero algo de aquel lugar le incomodaba, ella le preguntó entonces que como funcionaría aquello, el no respondió, cogió una silla que había en el comedor, la colocó en medio de la estancia e indico a la chica que tomara asiento, luego, el hizo lo mismo, colocándose enfrente de ella:

- Lo primero, es presentarme, me llamo Edward Johns. - Dijo mientras dejaba su maletín en el suelo, a su lado, lo abría y empezaba a buscar en el: - Me gustaría que, para empezar, me dijeras tu nombre, tu edad, el tipo de experiencias paranormales que crees que te acechan y desde cuando...A partir de ahí, iremos indagando… - Sacó su grimorio del maletín y lo cerró: -...Necesito averiguar todo lo posible, saber a que nos enfrentamos, una vez lo sepamos, podré comunicarme con ello y entender por qué te suceden esas cosas… -

El exorcista miraba a los ojos a la chica mientras daba la explicación, no quería perderse ningún detalle, un desvío de mirada, un cambio en la dilatación de las pupilas, cualquier cosa podía ser un síntoma relevante de una presencia demoníaca:

- También necesito que me traigas estas cosas, sal de cocina, tres velas, el color es indiferente y dos huevos. - El hombre tenía un semblante serio, a pesar de que sabía que podía ser algo ridículo: - Estoy casi seguro de que hay algo extraño que te rodea, lo he notado nada más pisar este sitio… Es como una especie de intuición, por eso necesito acercarme a la verdad lo máximo posible. - Miró a su alrededor, como esperando que de golpe algo saltara sobre ellos dos: -Se ha derramado sangre cerca tuyo ¿Verdad? - Entonces, se acomodó en la silla y dijo: - Cuéntame todo lo que puedas. -

Como el hombre aceptó su ofrecimiento de un café, antes de sentarse en la mesa le preparo lo que le quedaba en la cafetera con un poco de leche y una cucharada de azúcar, a ella le gustaba más el café solo sin embargo era conocedora de que no a todo el mundo le gustaba así y era más común de la manera que se lo preparo a Edward. Una vez termino de prepararlo, que solo fueron unos segundos, se lo entregó al hombre en la mano con una cucharita metida dentro del vaso para que lo removiera si quería

-Tome, tenga cuidado que está algo caliente

Miro como el hombre cogió las dos sillas y le ofrecía una a ella, con  mucho gusto se sentó en la suya a fin de escuchar lo que le decía. Casi se sonrojó de vergüenza al darse cuenta de que ni siquiera se presentó ni le pregunto su nombre, de hecho si lo pensaba ni siquiera le preguntó si él era el exorcista o no, capaz sería de dejar entrar a cualquiera en su apartamento, menos mal que aquel hombre sí que parecía ser el exorcista, que le pidió varios datos sobre ella para poder empezar

-Bu… bueno, me llamo Martha Rey- como ya estaba acostumbrada a solo decir su nombre y segundo nombre obvio sus apellidos -Tengo 25 años y, bueno, no es que crea que me acechan, se que lo hacen y se que lo hace

Entrelazo los dedos y agacho la mirada, se giró la mano derecha dejando ver la gema que se encontraba incrustada en ella. Se pasó el dedo de su mano izquierda por ella, dándole a entender a Edward que esa era la causa de que le hubiera llamado

-Hace 11 años que me encontré con esta gema que se me incrusto en la mano y desde entonces tengo esta… entidad dentro de mi cabeza- dio un sorbo a su café y siguió hablando -el Ente me habla, me dice… cosas, horribles, me produce pesadillas y a veces toma posesión de mi cuerpo para llevar a cabo actos que… no quiero ni imaginar... tiene poderes, puede manipular la energía, yo también soy capaz de hacerlo pero... a una escala mucho menor, no soy capaz ni de levantar una silla

Le hizo un resumen más que suficiente de su situación. Una persona que llevaba once años sufriendo actos asi deberia tener una pinta física y mental deplorables, sin embargo, en ese justo momento, Martha parecía estar medianamente bien a parte de la reacción que tuvo cuando se vio obligada a explicarle su situación que daban a notar un pasado algo trágico. Asintió cuando Edward le explico que necesitaba ciertas cosas de la cocina, asi que le dio un gran sorbo a su café, terminandoselo, y se dirigió a la cocina trayendo todo lo que el hombre pidió; las velas le costó un poco encontrarlas, mas siempre tenía unas por si acaso se producía un apagón.

Una vez consiguió todos los objetos, se los dejo en la mesa preguntándose para si misma que haría con todo eso. Cuando escucho lo de la sangre derramada se congeló, tenía la mano apoyada en la silla para sentarse y ni siquiera pudo hacerlo, sus ojos temblaron llenos de melancolía y arrepentimiento, tardó unos segundos en volver a la normalidad y sentarse

-Puede… puede que el Ente, cuando toma posesión de mi cuerpo haya… matado a alguien, no lo se y no quiero saberlo, pero…- suspiro, volviendo a entrelazar los dedos como preparándose para lo que estaba a punto de decir -Cuando encontré la gema, el Ente tomó posesión de mi cuerpo y… asesinó a mi familia, a mis padres y a mi hermana… ahora solo me queda mi tío, que me ha estado cuidando desde entonces

Desentrelazo los dedos y se abrazó a sí misma, se sentía vulnerable contando a Edward todas esas cosas de su pasado que la mantenían en vilo las noches que se ponía a recordarlas, curiosamente ella no sabia si el Ente mato a su familia en realidad o solo se aprovecho de un incendio que ay estaba de antes para darles muertes, lo único que tenia en cierto era que ella misma se culpaba de no haber podido hacer nada y, bueno, de haber encontrado la gema. Su brazo derecho empezó a temblar y tuvo que sujetarlo con el izquierdo a fin de cesar el temblor. Cerró los ojos y suspiró, intentando calmarse permitiendo así que su brazo derecho volviera a la normalidad, alzó la mirada y miró al hombre a los ojos

-Hace unos meses un mago que se llamaba… Strange, si no recuerdo mal, consiguió sellar al Ente dentro de la gema, así que de momento no puede hablarme ni tomar posesiones de mi cuerpo

Se sentó de forma más relajada; una vez terminó de hablar de los temas que tanto daño le hacían lo que ahora le contaba a Edward la hacía “feliz” o todo lo feliz que se podia estar en su situación

-Yo siempre he sido muy “atea” y nunca he creído en la magia ni en nada de eso, me viene de familia- su padre venía de una larga casta de comunistas así que la religión no dio ni un solo paso en su casa -Sin embargo, nunca me imagine que un mago sería capaz de sellar al ente y… bueno, por eso le he llamado a usted, para ver si seria capaz de… librarme de el de una vez por todas

Edward escuchaba con suma atención lo que ella le decía mientras hacia girar la cucharilla dentro del vaso, dejando que la leche y el azúcar que aún no se había disuelto se fueran mezclando poco a poco con el negror del café, como en una danza de luz y oscuridad que acababa en un hermoso abrazo.

Dio un sorbo mientras ella le explicaba lo de la gema, su encuentro con ella, el trágico accidente, etc...El gusto era demasiado dulce para el, sin embargo, disimuló la mueca por simpatía hacia su anfitriona, dio otro sorbo largo, acabando el contenido mientras ella le explicaba que un mago había sellado la gema, Strange, había oído hablar de el, muchos demonios conocían su nombre y el propio Samigina le había dicho más de una vez que jamás se le ocurriera enfrentarse al mago:

- Bien...Con esto que me has explicado...- Se puso en pie y dejó el vaso de café en el suelo, bajo el asiento de su silla: - ...Creo que tengo bastante para empezar...- Cogió la sal que ella le había entregado y empezó a trazar un circulo alrededor de la mujer: -...Según lo que me has explicado, ese Ente podría ser un demonio, tal vez un parásito, es difícil de decir, el plano espiritual es mas grande de lo que solemos pensar… - Acabó de hacer el círculo y dobló el paquete, dejándolo en un rincón: - ...No te culpo por no creer en estas cosas, es terrible saber la verdad, que estamos a merced de seres terribles y sin ninguna p*** moral, yo, por ejemplo, me caí de culo en estas cosas. - Le dedicó una sonrisa mientras cogía las velas y las empezaba a encender, las colocó sobre el círculo de sal, formando un triángulo con la punta apuntando hacia la silla en la que el ocupaba sitio:

- Voy a explicarte lo que haremos, el ser que habita en esa gema vive en otro plano diferente al nuestro, el esta aquí ahora, con nosotros, pero no podemos verlo, tocarlo u oírlo, la gema, me supongo, actúa como una especie de canal entre este plano y en el que habita ese ser, todo esto son suposiciones, claro...- cogió los huevos y se sentó en la silla, frente a la chica: - ...Para avanzar en este tema, necesito hablar con el, por lo que, vamos a trasladarnos a ese plano, con el, y intentaremos sacar toda la información que podamos...- La miró a los ojos: -...No te preocupes, todo estará bien, podremos irnos de allí cuando nosotros queramos. - Abrió su grimorio y empezó a pasar las páginas con calma: -...Nuestros cuerpos seguirán en este plano, digamos que vamos a hacer un viaje astral, por tanto, y es muy importante, debes ser consciente, no puede dañarnos allí si no se lo permitimos ¿Si? Yo hablaré con el...Ahora… - Hizo una mueca de una sonrisa cuando encontró la página del libro que estaba buscando: -...Necesito que cierres los ojos y te concentres...Quiero que dibujes en tu mente el primer momento en que te cruzaste con la gema, vuelve a ese momento…Y quiero que confíes en mi, Martha… - Cuando se cercioró de que ella estaba preparada, empezó a leer la página del libro. Era un cántico en latín:

- Et torto naso parum… - Una antigua llamada para seres espirituales, un conjuro desarrollado por un viejo hechicero de la antigua Roma, un tipo que intentó llegar hasta los muertos para comunicarse con ellos, sin saber que dio con la clave para viajar a otros planos astrales, el tipo se perdió en su propio conjuro: - Parum domus… - Señaló con la palma de la mano derecha a la chica, que seguía con los ojos cerrados, mientras el cerraba los suyos, concentrando su pensamiento, buscando un hilo del que tirar, un camino que seguir: -…In via curvis… - Empezó a dibujar en su mente una serie de hilos, hacia falta mucho instinto para no perderse en todo aquel mar de inconscientes, planos, ideas...Era como navegar en una noche tormentosa: - Escucha mi voz Martha...- Sus inconscientes estaban ahora muy cerca, casi podrían haberse acariciado, como el roce de un amante: -...Adentra tu mente en la negrura, dejala caer….Navega...- Empezó a vislumbrar unas sombras, sonidos...Ya estaban.

Cogió uno de los huevos y lo abrió, dejando que el contenido se desparramara hacia el suelo, abrió los ojos, el contenido del huevo caía muy lentamente, casi como si la gravedad no existiera, el piso era aparentemente igual, las llamas de las velas parecían como paradas en el tiempo, no se movían:

- Ya estamos cielo… - El ambiente se notaba diferente, más tenebroso, la luz estaba como diluida, apagada, era un plano, francamente, tétrico, pero era muy similar al mundo real: - ...Abre los ojos poco a poco, y tranquila, confía en mi. -

Le costaba hablar de su pasado y era normal; cualquier persona que hubiera sufrido  algo similar a ella sufriría ese recelo al rememorarlo, puede que si supiera de antes que tendría que hablar de su pasado con el exorcista ni le habría llamado, más ahora que estaba ahí con ella no podía hacer otra cosa que hablar con él sobre el tema, además si esto le ayudaba a librarse del Ente mucho mejor.  A parte, tras estar tanto tiempo sin tener al Ente hablándole a cada rato, que aunque solo eran unos meses a ella se le hizo eterno al encontrarse más, mucho más, feliz y enérgica que antes.

Miró con atención, y algo estupefacta, como Edward vertía la sal a su alrededor en forma de círculo, siendo incapaz de pensar el coñazo que sería limpiar todo eso una vez esto hubiera terminado ¿Le ayudara el hombre? la verdad es que estaría bien, mas no sabía si eso entraba entre las cosas que hacía como exorcista. Ciertamente no era agradable saber que existían seres cuyas capacidades, aspectos e intenciones los simples mortales eran incapaces siquiera de imaginar, como en los libros de Lovecraft, una existencia desconociendo todas esas cosas era una existencia feliz. La sonrisa del hombre, aunque parecía sincera, le recordaba a la típica sonrisa que te ponía un dentista antes de sacarte una muela “No te va a doler nada”, aunque puede que solo fuera su imaginación.

Atendió a la explicación del exorcista sobre lo que iban a hacer a continuación y su cuerpo sintió un grave escalofrío de pies a cabeza cuando este le dijo que iban a entrar en la gema. Negó con la cabeza, dando un paso hacia atrás dejándose notar su repulsión y miedo hacia la idea de Edward,  empezando a tener incluso sudores fríos, sin embargo, el exorcista supo tranquilizarla diciéndole que el Ente no podría dañarlos. Tampoco le entusiasmó cuando le dijo que debía dibujar en su mente cuando se encontró con la gema por primera vez, suspiró y empezó a recordar, el bosque, el cráter, el collar de su perro al lado de la gema. Empezó a temblar cuando recordó cómo su mano se acercó a la gema poco a poco, pero antes de llegar a tocarla por completo sintio una sensacion fria por todo el cuerpo y seguido escuchó a Edward decirle que ya habian llegado.

Se sonrojó cuando la llamó “cielo”, no estaba nada acostumbrada a que la gente fuese tan amable con ella, al menos no gente de fuera de su familia y, aunque solo fue una palabra para ayudarla a estar calmada ante todo lo que estaba pasando, no pudo evitar tener un leve sonrojo. Más no duró mucho cuando miro a su alrededor y vio en donde se hallaban; en el mismo bosque en el que empezó todo y, lo más curioso, es que seguía igual que cuando ella se encontró con la gema, de hecho seguía allí incrustada en su cráter. Fue entonces cuando recordó lo que le dijo Edward, que estaban dentro de la gema y no se habían teletransportado al bosque de al lado de su casa ni viajado en el tiempo.

Cuando fue a mirar a la gema de nuevo, se percató de que ahora parecía palpitar y vibrar como un horripilante corazón venido de otro mundo, sus movimientos eran inhumanos y producían una gran repulsión al mirarlos. No solo era la gema lo que cambió sino todo a su alrededor; los árboles dieron pasos a tocones de árboles hace milenios muertos, el suelo se convirtió en arena y polvo grisáceo y una neblina azul les envolvió. Se escucharon unos pasos, un ruido de cadenas moverse y Martha se puso detrás del hombre, a pesar de sus intentos por tranquilizarla, ella seguía asustada. Fue entonces cuando escucharon… su voz

-Me… impresiona, señor Edward

Parecía venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo, una voz que les envolvió y que le llegaba hasta los huesos haciéndolos estremecer. Martha no pudo evitar agarrarse al brazo de Edward mientras miraba de lado a lado, esperando en cualquier momento lo peor

-Pero lamento decirle que sus capacidades no le… serán de mucha utilidad, aquí- la niebla se empezó a despejar poco a poco delante de ellos y el Ente apareció delante de sus ojos -solo hay muerte

Un ser azulado, con lo que parecían estrellas en su cuerpo, se les apareció, no tenía rostro ni facciones humanas a parte de los ojos y su aspecto antropomórfico, su cuerpo parecía estar disolviéndose y volviéndose a armar a cada segundo. En su cuello, muñecas y tobillos tenía unas cadenas de un naranja brillante de aspecto arcano, claramente obra del sello que Strange puso sobre la mesa, que se extendía hasta más allá de la niebla impidiendo que se acercara aún más hacia ellos. Martha ahora sintió el terror más absoluto y, a pesar de su altura, se intentó esconder detrás de Edward ni siquiera teniendo el valor de mirar al Ente

-¿Por qué habéis… venido? Aquí, a mi prisión- con lo que debían de ser sus ojos miró directamente a Edward a los suyos -Soy… algo diferente a los espíritus y demonios con los que suele… trabajar, señor exorcista

Esas pausas que hacía eran como si le costase hablar, como si no estuviera acostumbrado a tener una boca o a usar el lenguaje humano. Estaba claro que esa no era su verdadera forma y ni siquiera un loco perturbado sería capaz de imaginarse su aspecto real

-Yo soy, algo… más, algo diferente a-aspiró la a, dándole más sentido a la teoría de que no estaba acostumbrado a hablar en esa forma sin hacer uso del cuerpo de una persona como Martha -todo eso… ¿Lo averiguara usted, Mr. Johns? ¿Que... soy... yo?

Y una risa tenebrosa, horripilante y escalofriante retumbó entre la niebla metiéndose en sus oídos y haciéndose eco en sus mentes. A Martha, que seguía escondiéndose detrás de Edward, le recorrió un escalofrió por todo el cuerpo que le hizo sujetarse con más fuerza al hombre, la verdad es que estaba resultando patética y espero que Edward fuese comprensivo al respecto.

Aquel plano cognitivo cambiaba con brusca rapidez, de la habitación pasaron rápidamente a un bosque, no corría brisa alguna, los árboles no se movían, todo estaba en absoluto silencio, era como moverse a través de una fotografía...La gema que la chica tenía en su mano palpitaba con fuerza, era la primera vez que Johns veía algo así, sin embargo, las cosas raras eran el pan de cada día, de nuevo, la percepción del lugar cambió, los árboles estaban cortados y muertos, el suelo, se volvió arena...Y empezó a envolverles una niebla azul:

- Tranquila Martha...Nada puede dañarnos aqu...- Quedó interrumpido por una voz que surgió de repente, sonaba como si viniera de todas partes y de ningún lugar a la vez, extendiéndose por el páramo muerto en el que se encontraban, por primera vez en mucho tiempo, el exorcista sintió aquella sensación en el estómago, aquel cosquilleo de no saber lo que sucederá ni lo que estaría por venir...La voz retumbó de nuevo y la niebla empezó a retirarse, dejando una figura al descubierto, era un ser totalmente diferente a lo que él había visto jamás.

La chica estaba aterrada, se escondió detrás de Edward, temblando de miedo mientras el analizaba aquella criatura, tenía cadenas sujetas a los pies y las muñecas, un hechizo de contención, muy poderoso por lo que parecía, también daba la sensación de que le costaba hablar: - ¿Que...soy...yo? - Le retó la criatura, y luego rompió a reír, aquel sonido se metió en su cabeza como un taladro, claramente se trataba de un ser que escapaba de sus capacidades mágicas, no le convenía enfrentarlo, sin embargo, ahora que estaba allí, tenía pensado descubrir todo lo que pudiera sobre la criatura: - Tranquila Martha...Míralo, está encadenado, no puede hacerte nada… - Dio un paso al frente hacia la criatura y sonrió de forma burlona mientras miraba a los ojos a aquel ser: - ¿Que eres…? Lo cierto es que no te pareces demasiado a las cosas a las que me suelo enfrentar...Sin embargo, te equivocas en una cosa… - Se acercó otro paso a la criatura, estaban a un par de metros el uno del otro: -...Eres un parásito más, mírate, apenas puedes mantenerte entero o hablar sin un huésped humano, lo que no entiendo es ¿Por qué ella? -

Tenía la mirada fija en la criatura, lanzando un reto con la mirada, aquella situación le recordaba a cuando pactó con Samigina para salvar su propia vida, un atisbo de duda, un resquicio de miedo y todo habría acabado, debía demostrar que tenía el control de la situación: - Eres muy poderoso, sería estúpido negar ese hecho, pero también sería un acto idiota por tu parte negar que, si no has intentando acabar con nosotros desde el primer momento en que hemos pisado este lugar, es por un buen motivo… - Se puso las manos en los bolsillos y dio otro paso más hacia la criatura, estaban bastante cerca, apenas les separaba un metro y medio: -¿Puedes hacer algo más que gimotear sin un cuerpo humano? Me apuesto diez dólares a que no. - El hombre sonrió mientras miraba a aquel ser a los ojos fijamente, con confianza.

El rostro sin facciones del Ente era difícil de descifrar, por no decir imposible; viéndole no podrías saber si está sonriendo o enfadado, mirándote o no y eso era algo que en los humanos produce una respuesta negativa, algo que parece humano pero no del todo, que no sabemos si nos va a atacar o es inofensivo, esa era la razón de que los alienígenas en las películas de ciencia ficción fuesen siempre hombrecillos grises de gran cabeza y ojos negros sin pupilas. Martha se tranquilizo un poco al ver que, en efecto, estaba encadenado así que se separó del hombre, aunque seguía con algo de miedo al estar en una situación tan extraña como en la que estaba.

El Ente, que escucho lo que le dijo Edward, soltó una silenciosa risa e intento mover las cadena de los brazos, que temblaron con un desagradable sonido que retumbó por todo aquel extraño y desconocido lugar. Sabía que no se podía quitar esas cadenas, más también sabía que no siempre estaría encadenado y que en algún momento, puede que no hoy ni mañana, volverá a ser libre. Estuvo callado mientras escuchaba al exorcista hablar, con esos ojos y cara inexpresivos que no dejaban ver que estaba pensado ni cuáles eran sus intenciones

-Discul… pen mi habla- la disculpa fue lo más sarcástica posible -llevo… años sin hablar en esta forma- cuanto más conversaba más se podía notar que empezaba a controlar mejor el habla -Es difícil hablar sin… una boca

¿Cuanto llevaba encerrado en esa gema? Era una historia muy antigua, más antigua incluso que el mismo universo que ni las estrellas querían reconocer y no solo ellas, el mismo Ente prefería no recordar cómo llegó a estar encerrado ahí, sin futuro y sin pasado, incapaz de salir sin la ayuda de un cuerpo que utilizar.

-Parásito… no, un “parasito” quiere estar con su huésped lo… necesita… yo no necesito esto, yo no quiero esto

Su tono se volvió más agresivo en esa última parte de su frase, dejando ver que el de alguna forma también se veía obligado a estar ahí, sin forma de escapar obligado entre cadenas a permanecer encerrado dentro de la gema. Las cadenas temblaron mientras el “apretaba sus puños” o lo que tenía como manos, más unos segundo después las cadenas parecieron relajarse al igual que el Ente. Martha, que seguía con un poco de miedo, se colocó un poco detrás de Edward, las reacciones del Ente y lo que hacía le producían pavor

-He visto un mar de soles explotar en un espectáculo cósmico de colores, como agujeros negros consumían galaxias enteras, cielos infinitos sin estrellas… y ahora, aquí encerrado, encadenado dentro de mi propia prisión- hizo una pausa y giró la cabeza hacia una de las cadenas -¿Que… soy? Soy aquello de lo que todos huyen, lo que mortales, demonios, dioses y todo lo demás comparten; soy el final

Al decir esto clavó sus “ojos” en Edward y se movió hacia él, al menos todo lo que le permitieron las cadenas antes de tensarse y no dejarle avanzar más. Se quedó en silencio, quieto, mirándole, antes de que volviera a hablar

-Soy… como tu, un “exorcista”, salvo que tu trabajas con… demonios y espíritus que no se quieren ir, que se aferran a la "vida", yo hago lo mismo con el universo… le ha llegado la hora, todo lo que ha sido, es y sera va a terminar y yo seré el detonante

Tras decir eso hizo otra pausa, si antes sonaba enfadado y frustrado, ahora sonó derrotado, como si no le quedará otra que hacer lo que tenía que hacer. Era difícil saber si lo que decía era verdad o mentira, si su tono era sincero o falso, al no tener forma de descifrarle, lo único que podía Martha entender de todo esto era que el Ente era un ser perturbado que quería acabar con toda la vida en el universo  y a pesar del miedo, consiguió ahorrar el valor suficiente como para hablar con el Ente

-E… eso- musito Martha -¿Por qué yo? No soy nadie, no soy especial… ¿Por que tengo que pasar por esto?

El Ente giro su “rostro” hacia ella, volviendo a hacer una pausa mientras se quedaba ahí, observándola

-¿Por que… tu? ¿Por que yo? Puede que… el destino, puede que sea una broma cruel que unos seres alejados de todo entendimiento humano, o superior, nos están gastando o… puede que estemos… conectados, quién sabe...

Martha se estremeció ante esa respuesta ¿Ella, conectada a un ser tan despreciable como el Ente? No, no podía ser, tenia que ser una coincidencia, la causalidad de que ella se encontrará con la gema años atrás. Solo era eso, un suceso aleatorio que le había podido tocar a cualquiera… y le tocó a ella, costandole la vida tal y como la conocía

-Yo que usted me… guardaría esa apuesta, señor Edward- volvió a mirar al hombre, a pesar de no tener rostro ni pupilas aún seguía siendo muy intimidante, incluso con las cadenas parecía un ser poderoso capaz de hacer cualquier cosa que se propusiera -No siempre estaré encerrado y, cuando salga… bueno, todo habrá acabado

“Todo habrá acabado” esa fue una frase que hizo recorrerle un escalofrío a Martha por todo el cuerpo, era la misma sensación que te sucedía cuando te das cuenta de que todo es finito, que a pesar de lo mucho que no es esforcemos todo tiene su fin, como su tío siempre le decía, y el Ente parecía estar seguro de que… él será el que lo traiga al universo. Miró a Edward, ella no sabia que hacer ni decir y esperaba que el hombre tuviera la respuesta

A pesar de estar encadenada, aquella criatura ejercía una presión increíble sobre ellos, a pesar de que intentaba mantener la compostura, el exorcista luchaba con todas sus fuerzas por no caer de rodillas al suelo, ese ser solo era muerte y destrucción, parecía no tener más propósito que la propia aniquilación, incluso el peor de los demonios tenía algo, un motivo que le empujaba a ser lo que era, aunque fuese un motivo de mierda, aquella cosa, sin embargo…

Se apartó unos pasos del Ente mientras buscaba en sus bolsillos, sacó un cigarro y lo encendió: - Aquí no va a matarme fumar...- Murmuró entre dientes mientras lo encendía y escuchaba a aquel ser hablar, ni el mismo parecía saber por qué estaba ligado a la chica ni como había llegado hasta allí, solo murmuraba una y otra vez que el mundo se iba a acabar y el sería el detonante.

Exhaló el humo del cigarro con suavidad, mirando al Ente a los ojos, observó el lugar y luego a la criatura de nuevo, retiró la mano del cigarro, tirando la ceniza al suelo, desde luego sabía distinguir a alguien peligroso cuando lo veía, y aquel ser era de todo menos un oso de peluche amigable: - Yo que usted...Me guardaría esa apuesta, señor Edward. - Johns sonrió ante la amenaza, sabía perfectamente que podía cumplirla, desde luego, lo cierto era que le había mentido a la chica, si algo les sucedía en aquel lugar, su mente podía quedar terriblemente dañada, pero si le hubiera dicho la verdad, ella nunca habría accedido a venir, y el necesitaba ver aquella cosa con sus propios ojos para saber a que se enfrentaban:

- No eres el primero, ni serás el último que habla sobre acabar con el universo, la raza humana y todas esas mierdas...Cada cierto tiempo hay un capullo que quiere poner en jaque el mundo...- Volvió a dar una calada al cigarro, disfrutando el momento, luego lo tiró al suelo y lo pisó: -...Cuando salgas, si es que sales, estaremos preparados. - Sin decir nada más, sacó el otro huevo que había cogido para el ritual y lo lanzó hacia la nada, en dirección opuesta a donde estaban él y el Ente: -Ya he oído todo lo que tenía que oír. - El huevo se rompió en el aire, liberando la sustancia que había en su interior, que se dispersó dibujando un círculo de unos dos metros de diámetro, luego, empezó a girar rápidamente, produciendo un brillo dorado.

Edward caminó hacia el portal, sin llegar a entrar, dando la espalda al Ente: - Nos vamos ya cielo. - Le dijo a Martha, mirando a la chica ladeando la cabeza ligeramente para mirarla de reojo, levantó el brazo izquierda ofreciéndole la mano: - Solo necesitas cogerme de la mano, cruzaremos el portal y nos iremos. -

Su risa volvió a retumbar entre la niebla cuando Edward le “amenazo” diciéndole que estarían preparados. Las cadenas temblaron mientras el Ente parecía reírse descontroladamente

-¿Preparados? ¿Preparados para que? ¿El fin del universo? El universo ya ha muerto, todos los universos han muerto pero aun no os habéis dado cuenta

La risa terminó, dando paso a un tono lleno de rabia y ansiedad al igual que el movimiento de las cadenas dejando paso a un silencio frío y sobrecogedor, cortado solo por el sonido que Edward emitía al fumar. El Ente pareció agachar la cabeza para luego alzarla de nuevo y mirar fijamente al hombre a los ojos

-Yo solo soy el… último clavo en el ataúd, como vosotros… yo no tengo futuro

El Ente hablaba de forma críptica, nunca decía las cosas directamente lo que podía llevar a confusión, que era lo que Martha sentía en ese momento. Si no fuera porque Edward estaba allí con ella, ya había salido corriendo a fin de escapar del ser que la atormentaba y sintió una gran alegría cuando el exorcista dijo que ya escuchó todo lo que tenia que oír, dando a entender que ya iban a salir de ese horrible lugar

-Lamento decirle que, al igual que todos... no ha escuchado nada.

En esa ultima frase el Ente sonó derrotista, la voz de alguien cansado de intentarlo. Martha miró sorprendida al ver lo que hacia Edward con el huevo, pensando para sí misma “Anda, así que para eso era el huevo”. Cuando la volvió a llamar cielo de nuevo se sonrojo por la vergüenza, le quería decir que si podía no llamarla así mejor, más la vergüenza evitó que se lo dijera. Le cogió de la mano con fuerza, señalando así las gana que tenía de salir de ese sitio y, mientras el Ente les miraba en silencio, manteniendo su presencia intimidante.

Cuando salieron de la gema, Martha pego un brinco que casi le hace caerse de la silla mientras, con los ojos temblorosos, miraba a su alrededor para cerciorarse de que, en efecto, estaba de vuelta en su apartamento. Miró a Edward que parecía haber llevado mejor la “vuelta a casa” que ella, que estaba un poco sudada y confundida

-¿Ya ha… acabado?- dijo con algo de miedo en su voz, casi como si se esperase que el Ente apareciera delante de ellos de alguna forma -¿No ha podido… “exorcizarlo”?

Martha esperaba que el hombre fuera capaz de deshacerse del Ente, de traerle la paz al fin después de tantos años de sufrimiento… pero si lo que acababa de vivir era real, el hombre no pudo hacer mucho para cumplir el sueño de Martha de volver a ser una persona normal sin una entidad dentro de ella. Se pasó la mano por la frente, echándose el cabello hacia atrás y suspiró, intentando relajarse ante lo que acababa de vivir, más unas lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas mientras sus brazos le empezaban a temblar y se derrumbaba delante de Edward, llorando y gimiendo con los codos apoyados en sus piernas mientras se tapaba la cara con las manos a fin de evitar que Edward la viera llorar, secándose los ojos con sus temblorosos dedos

-Lo… lo siento- se disculpó ante el lamentable espectáculo que estaba demostrando -Es que… ha sido demasiado para mi

Cruzaron un mar de oscuridad infinita, aquel viaje se hizo eterno para el mago, la experiencia era como ser succionado por un aspirador industrial gigante a toda velocidad, notaba como si su cuerpo se estirase y se deformara, y al segundo siguiente abrió los ojos de golpe, con sobresalto, volvían a estar en la habitación, todo volvía a la normalidad, no había rastro de aquel extraño bosque, ni de aquel ser…A Edward se le erizaron los pelos de la nuca al recordar todo lo que había sucedido.

Al principio creía que la chica estaba simplemente chalada y que después de un viaje al inconsciente de la misma, descubrirían un trauma oculto que le hacía tener aquella personalidad del ‘Ente’, sin embargo, lo que había visto allí dentro no se parecía en nada a lo que había visto hasta ahora, y, para un tipo que podía cruzar al reino de los muertos, era decir mucho…Abrió y cerró el puño derecho, estaba entumecido, a veces viajar en aquella forma podía tener consecuencias temporales para el cuerpo…Dio un vistazo a la chica, que miraba asustada a todas partes, tal vez, para ella no hubiera consecuencias físicas, sin embargo…

Ella se derrumbó cuando intentó hablar sobre lo que había sucedido, el resultado de toda la experiencia era obvio, no habían logrado nada en absoluto, el se acercó a la chica sin decirle nada y la envolvió entre sus brazos: - Tranquila Martha…- La cubrió en un abrazo, intentando que se tranquilizara: - Respira conmigo… - Murmuró mientras se separaba un poco de ella, inhalando y exhalando profundamente mientras la miraba a los ojos, como indicando que le imitara, cuando se hubieron calmado, el exorcista se puso en pie: - …Lo siento, llevarte allí ha sido inconsciente…Y no hemos conseguido nada, debería haberte dicho desde un principio que no estaba seguro de poder hacer algo, yo…- Se pasó la mano por la cara para tranquilizarse y continuó: -…La he cagado, creía que lo tenía bajo control…Lo siento…- Caminó nervioso por la habitación recogiendo sus objetos personales, luego le dio una mirada de reojo y sentenció: - Me voy, no voy a darte más que problemas. –

Se acercó a la puerta sin mediar palabra y sin mirar atrás, abrió y cerró sin mirar a la mujer, el estado en que ella estaba ahora era un reflejo de su fracaso, un recordatorio (otro más) de que era un listillo y se había tropezado, apoyó su espalda en la puerta del piso, notaba un nudo en el estómago, aquel ser, el Ente, no era un demonio, no tenía nada que ver, a pesar de que el exorcista había mantenido la compostura ante la chica, estaba aterrado, no quería volver a enfrentarse a algo así…Toda la ansiedad que había retenido minutos antes se convirtió en presión, que fue subiendo por el estómago, la garganta y inundó su boca, no pudo contenerse, dio un par de pasos alejándose de la puerta y despegó los labios, dejando que un vómito marrón claro saliera de su boca y se precipitara hacia el suelo, dejando un charco de un tamaño medio y salpicando en parte sus propios pantalones y zapatos:

- Mierda…- Murmuró mientras se limpiaba la comisura de los labios con el reverso de la mano y buscaba una pared en la que apoyarse, la magia a veces tenía consecuencias, normalmente un hechizo de aquel tipo no podía causar esos daños, sin embargo, aquel caso era excepcional, no habían entrado en un simple inconsciente, habían penetrado una prisión de un ser que trascendía las barreras de la lógica, algo que se escapaba totalmente de los conocimientos de Johns.

El hombre se sentía mareado, todo giraba a su alrededor, se sentó en el suelo para estabilizarse, la imagen era ahora ciertamente patética, empezaba a oler bastante mal del vómito, apoyó la cabeza en la pared y cerró los ojos: - Joder…- Lo siguiente fue oscuridad, el exorcista cayó inconsciente, en aquella posición, en un rellano con olor a vómito, manchado y débil por una situación que no había podido controlar.

Tras el viaje que sufrieron para salir de la gema, una experiencia que Martha no podía describir en ese momento pero que sin lugar a dudas le serviría de inspiración en el futuro, se derrumbo delante de Edward, mostrándole todas las debilidades que tenía en su interior; su miedo, su fragilidad. Las lágrimas llenaron su rostro y sus manos que uso para taparse la cara y que el hombre no la viera llorar, el espectáculo ya era suficientemente lamentable como para añadir eso. Sin embargo el hombre que parecía estar más acostumbrado a que la gente se derrumbe delante de él, puede que por su profesión o por experiencias fuera de ella,  supo consolarla dándole un abrazo que, en un principio, pilló por sorpresa a Martha.

No estaba nada acostumbrada al contacto humano, ni siquiera a los abrazos; la única persona con la que se podía abrazar era su tío, a parte de el nadie más. A pesar de que la pilló desprevenida se acostumbro al abrazo, encontrado relajada y segura en los brazos de Edward, siguiendo la respiración de este cuando se lo indico al fin relajándose un poco más, seguía alterada por la experiencia que acababa de vivir, más sentía que con Edward a su lado todo fue mejor; si no hubiera estado a su lado al salir de la gema, su derrumbe podría haber llegado a ser mucho mayor y llegar a tener repercusiones mucho más serias.

El hombre se disculpó, sintiéndose culpable por lo sucedido y por no haber podido hacer nada a fin de librar a Martha del Ente. La mujer no pensaba lo mismo; aunque sí que prefería no haber pasado por esto, sentía que Edward hizo más que cualquier persona; consiguió hablar con el Ente cara a cara sin tenerle miedo y sin la seguridad de estar la entidad en un cuerpo frágil como el de Martha, que era fácilmente puesto fuera de combate.

Tenia la intención de decirle todo eso a Edward, mas este salió corriendo a la puerta antes de que pudiera decirle nada. A Martha le costó tiempo reaccionar, sin embargo segundos después acudió a la puerta, preocupada al ver la forma tan precipitada con la que se marchó de su apartamento. Al llegar a la puerta y abrirla vio la escena en la que se encontraba el pobre hombre, con su ropa manchada de vómito e inconsciente en el suelo. Le miro por unos segundos, sus genes maternos le decían por un lado que le dejara ahí, que no era su problema, sin embargo también le decían que debía de ayudarle y meterlo en su casa para que pueda descansar, algo que sin lugar a dudas haría su madre.

Le agarro de las axilas y tiró de él hacia su apartamento, cerrando la puerta tras de sí. El hombre no es que fuese excesivamente pesado, sin embargo la baja forma física de Martha le dificulto el proceso de llevarlo a la cama a fin de dejarle descansar en un lugar más cómodo que en el frío suelo del edificio; ya se ocuparía de limpiar el vómito de afuera. Una vez llegó a su cuarto, le apoyó la cabeza en la cama y, con algo de vergüenza e intentando no quedarsele mirando, le quitó los zapatos y pantalones manchados de vomito y le puso uno de los suyos, era la ventaja de ser tan alta; que algunos de sus pantalones eran de hombre.

Por último le quitó la parte de arriba con la intención de reemplazarla por una de sus camisetas. Sin embargo, antes de ponérsela, se quedó mirando el pecho desnudo del hombre, pasandole su mano derecha con suavidad por este; pocas veces había visto el cuerpo desnudo de un hombre, o de una mujer, delante suya. Sacudió la cabeza de lado a lado y le puso la camiseta, acostándole por fin en la cama con la ropa limpia y guardando la sucia en una bolsa la cual llevaría a la lavandería una vez se despertase el hombre. Suspiro, todo eso era un esfuerzo al que no estaba acostumbrada; ocuparse de alguien, asegurarse de que está bien… curiosamente era su tío el que se preocupaba sobre esas cosas, al menos con ella no tenía del todo claro si era igual con los demás o solo era asi con ella.

Antes de levantarse le pasó la mano por el rostro del hombre, mirándole para darse cuenta de que el también sufrió el viaje por el que pasaron. Cuando ella se encontraba mal, su madre siempre le ponía un paño húmedo en la cabeza, con agua fría, para enfriarle la cabeza, así que hizo lo mismo para Edward, con un paño de la cocina que mojo con agua del grifo y se lo puso en la frente. Le miró por última vez antes de dejarle en su habitación e irse ella al baño, su herida ya le empezaba a picar y era hora de que se echara la crema.

Se quitó la banda y se quedo ahi, delante del espejo, quieta y sin decir nada, mirando su rostro deforme acompañada por sus ojos que mostraban señales de los llantos. Otro suspiro más, uno de resignación, antes de sacar la crema y empezar a untarsela poco a poco por su herida, deseando que si Edward se despierta no se despertara justo en ese momento, para encontrársela sin la bandana puesta dejando ver su horrible herida facial… si ya había vomitado, con esa imagen seguramente lo volvería a hacer.

- H-h-h-hasssss ssssid-d-do un estúpi-pi-pi….Estúpido. Edward Johns… - La voz de Samigina retumbaba en la oscuridad en la que el exorcista había caído, no notaba el cuerpo, no notaba nada de hecho, simplemente estaba suspendido en un mar negrura infinita: - N-n-no me ssssssirvesssss m-muerto….- Al final de aquella oscuridad empezaba a verse una luz, un brillo dorado que al principio, se intuía tímido, pero que poco a poco inundó el lugar, cegando al exorcista ¿Había ido demasiado lejos con su magia? ¿Le había sucedido lo mismo que a todos esos capullos arrogantes que jugaban a ser Dios? No, ese no podía ser su final, se negaba a ello…

La luz, poco a poco, se fue amoldando, hasta formar una escena, era él mismo, tirado en un suelo negruzco, el lugar dónde su vida cambió para siempre, cerró los ojos, no quería revivir aquello, se concentró, sabía que aquello estaba en su cabeza. Abrió los ojos de nuevo, estaba en una habitación diferente, una chica estaba atada a una cama, estaba desnuda, ella gritaba de dolor mientras en su estómago, asomaba un extraño bulto, cómo una cabeza que intentaba atravesar la carne y la piel de la mujer y salir al exterior, se veía a si mismo, delante de la chica, sujetando una daga en su mano izquierda y gritando algo en un idioma extraño, se veía a si mismo asestando un golpe mortal en el corazón de aquella mujer con el arma blanca, volvió a cerrar los ojos.

Un ruido a su espalda le hizo girarse, se veía a si mismo, muerto en el suelo, tenía el estómago desgarrado y se le salían las tripas, una criatura rebuscaba entre las mismas alimentándose, de pronto la mujer se giró, era Martha, pero en un estado extraño, cómo poseída, tenía los ojos de la criatura y empezó a reír como una posesa mientras le miraba.

Despertó de repente, precipitado, se incorporó de la cama asustado, tenía los ojos muy abiertos, el corazón le palpitaba a mil por hora y estaba sudando, estuvo unos segundos así mientras se calmaba, miró a su alrededor, no reconocía el cuarto en el que estaba ¿Que había sucedido? Se movió en la cama, la luz del atardecer se filtraba a través de la ventana, reconocía las vistas, debía estar en el apartamento de Martha: - Oh, joder...- La cabeza le dolía a horrores, ahora lo recordaba, se había desmayado después de vomitar en su puerta, menudo espectáculo lamentable, ella debía haberlo metido allí, suspiró y fue entonces cuando se dio cuenta de que llevaba otra ropa diferente puesta, miró debajo de los pantalones para comprobar que llevaba la ropa interior.

Se puso en pie y observó la habitación unos instantes, luego oyó un ruido cerca, debía ser ella, caminó hasta allí, quería saber exactamente que había sucedido, entró en el baño y encontró a la chica, no llevaba la cara tapada y se estaba aplicando una especie de crema o ungüento, Edward no pudo evitar verse sorprendido al verle el rostro, debía ser terrible haber crecido así, no sintió miedo o asco, él mismo había hecho y visto cosas muy extrañas, se podría decir que su tolerancia era bastante más alta que la de la media, se apoyó en el marco de la puerta observándola y finalmente dijo:

- Así que por eso llevas media cara tapada, ahora entiendo algunas cosas...- Antes de que ella dijera o hiciera nada, continuó: - ...No tienes que taparte conmigo, está bien, oye...Gracias por no dejarme allí tirado. -

La bolsa que contenía la ropa de Edward la dejó en la pequeña ducha en la esquina de su baño, cerrando la puerta de plástico a fin de evitar que el olor se metiera por toda la casa. La crema que se echaba le ayudaba a evitar dolores y picores que venían por culpa de la herida, lo malo del ungüento era que no se podía volver a poner la bandana, no sin haber pasado al menos tres o cinco minutos para que la crema no se le quedara en la bandana, esperaba que Edward estuviese ko durante el tiempo que tardaba la crema en secarse… mas el ruido que vino de su izquierda le demostró que no iba a ser así.

Al escuchar la voz del hombre su rostro se volvió de un tono rojizo y se giró, poniéndose las manos sobre la cara, sin llegar a tocársela, a fin de ocultar su rostro deforme del hombre. Puede que hubiese avanzado mucho en cuanto a lo social se refería; salir más, intentar no quedarse trabada cuando hablaba con alguien extraño, cocinar su propia comida en vez de comprarla prefabricada, sin embargo en cuanto a enseñarle su rostro a los demás… en eso no avanzó lo más mínimo.

Incluso cuando Edward le dijo que con él no tenía que taparse, siguió sin darse la vuelta, aunque si que bajo las manos apartándolas del rostro, rascándose un brazo con la mano del otro dando señales de estar en una situación que le incomodaba, sin darse la vuelta giro un poco la cabeza mirando de reojo a Edward que le agradeció haberle metido en su casa y no dejarle en el rellano de su apartamento, inconsciente entre vómitos

-De… de nada, no... no podía dejarte ahí tirado, hice lo... lo que debia

La confianza que tenía, que le permitía hablar sin trabarse y sin tartamudear desapareció en cuanto Edward le vio el rostro. El intento hacerle sentir mejor diciéndole que a él no le importaba verla así, pero no era tan fácil como decir eso y ya está todo bien, pocas personas aparte de su tío le vieron el rostro desde que el accidente a los catorce años la dejo asi. Dejó de rascarse el brazo para pasar a juguetear con su pelo, pasando las manos por uno de sus mechones cuando recordó que el hombre a lo mejor no sabía porque su ropa era diferente

-Com… como tenias la ropa manch… manchada te la he dejado en… en una bolsa, en la ducha-  le señalo el lugar donde tenía la ropa, aunque para recogerla tendría que entrar algo que Martha intentó evitar poniéndose más cerca de la puerta de manera que poder llegar hasta la ducha tendría que atraversala -An… antes de irte te la puedo bajar a la lavandería de abajo y lavártela

Estaba siendo bastante amable con Edward, más de lo que era normalmente. Puede que al haber pasado por lo del Ente y ahora que él viera su rostro herido la hubiese dejado en un estado de fragilidad, claro que eso tampoco ayudó que ahora recordará que vio al hombre semi-desnudo minutos atrás y que, como se había dado cuenta de que tenía ropa nueva, Edward tenía pleno conocimiento de ello, poniéndose aun más roja que antes

-No… no he visto nada si eso... si eso te preocupa

Si aparecía un agujero en el suelo y se la tragaba no estaría del todo mal, sería una buena forma de escapar de esta situación tan vergonzosa en la que se encontraba. No culpaba Edward, el no tenia la culpa de nada, era suya, culpa de su rostro y culpa de su incapacidad para mostrárselo a los demás. Al menos l golpe fue un poco aliviado gracias a la reacción de Edward, que no sintió “asco” o “miedo”, que sería lo más normal, si no que comprendió lo que ella tendría que está pasando con una cara como la que tenía

-Gra.. gracias por- Se giró un poco más hacia el, dándole algo más de visión de su rostro aunque no del todo, dejando su pelo quieto para pasar a entrelazar los dedos entre sí, nerviosa -no… no asustarte, te lo… te lo agradezco

Se apoyó en el marco de la puerta mientras observaba a la chica, se moría de vergüenza ¿Podía culparla? ¿Qué clase de vida debía haber tenido? Por si no fuera suficiente tener una entidad dentro de tu cuerpo que lucha por el control, aquel rostro complicaba aún más las cosas, lo raro era que hubiera reunido el valor para llamarle por teléfono para que fuera a su casa a tratar de ayudarla, dio un paso y se adentró en el lavabo cuando ella le dejó entrever la cara y le dio las gracias por no asustarse, el dibujó una cálida sonrisa en los labios, se detuvo a medio metro de la chica y dijo:

- Créeme, he llegado a ver cosas terribles…- Se pasó la mano por el pelo, la cabeza le dolía horrores, cómo si tuviera una resaca después de varios días de fiesta, suspiró y dio otro paso hacia ella: -…Cuando llevas tanto tiempo en este oficio, ves ciertas cosas que…Jamás se van ¿Sabes? He visto a una madre devorar a su hijo pequeño…Personas arrancarse la piel de la cara a tiras…- Dibujó una sonrisa amarga en el rostro, luego se dio cuenta de que tal vez estaba asustando a la chica.

- …Vamos, no es lo normal, pero a lo que me venía a referir, es que no me da ningún tipo de apuro Martha… - Dio otro paso hacia ella, ya estaban bastante cerca el uno del otro, apenas les debía separar unos 20 centímetros.

Edward estiró la mano y la sujetó del brazo con suavidad, tiró de ella con cuidado, para que le mostrara la cara y le miró fijamente a los ojos: - Lo que has vivido, te convierte en la persona que eres, no tienes que avergonzarte ni tener miedo, esa cosa que vive dentro tuyo…- Edward miró hacia la gema: -…No es tan diferente de las cosas que yo persigo ¿Sabes? Se aprovecha de tu miedo, de tu soledad, se hace fuerte con tus dudas…Cuanto más débil eres tú, más fuerte se hace él, pero tienes que recordar…- Johns tomó la mano de Martha y con una insospechada delicadeza la llevó hacia el propio pecho de la chica, sobre su corazón: - …Que esto, es tuyo. –

Ahora mismo Johns se daba asco a si mismo, sonaba como un coach barato de Youtube, sin embargo, no le faltaba razón, los seres que necesitan un huésped humano a menudo aíslan a esa persona y la hacen sentir infeliz y sola, eso refuerza su poder sobre ellas, les da influencia sobre sus decisiones, el paso más difícil era empezar a tomar consciencia de ello y plantarse, luchar contra la soledad y el aislamiento como un primer escalón para negarles la entrada al cuerpo, el retiró su mano de la de Martha y continuó:

- Eres tú quien tiene le poder y el control, no al revés, no lo olvides nunca…- Le dedicó una sonrisa mientras se sentaba en el suelo, estaba bastante cansado y aún no se le habían pasado los efectos del hechizo, por suerte, no sentía nauseas, no se pondría a vomitar en medio del baño, después de todo aquel discurso habría sido bastante poco agradable.

Cuando Edward entro al baño no fue capaz de mirarle a la cara, ocultando su mirada en el frío suelo del baño. No quería que nadie le viese así, con su verdadero aspecto, pero ahora tenía un hombre delante suya que le estaba mirando y ella, no tenía nada con lo que taparse. Miro un segundo hacia arriba y vio la cálida sonrisa del hombre, una reacción más que extraña ante lo que tenía delante de sus ojos y fue entonces cuando le empezó a contar las cosas que había visto en sus años de trabajo… unas experiencias que parecían sacadas de una película de terror.

Esta vez sí que pudo mirar a la cara al hombre mientras le escuchaba, sorprendida pero no tanto; sorprendida por el hecho de que el hombre viera todo eso pero no por lo que le estaba contando; en sus pesadillas, provocadas por el Ente, había visto cosas horribles algunas incluso peores de las que le contó Edward. Cuando terminó y dio un paso hacia ella, Martha se echó un poco contra el lavabo, moviendo sus ojos de lado a lado y bajando un poco la cabeza para evitar la mirada de nuevo, aun avergonzada por su aspecto.

Levantó la mano y se la coloco en frente de la boca, quitándole a Edward la visión de su rostro herido, sin embargo, este no quiso dejar de verla como era en realidad y la sujetó del brazo con suavidad, quitándole la mano de la cara siguiendo con un discurso que, aunque pudiera parecer de una revista de autoayuda, para alguien como Martha esas palabras significaban mucho y eran mejor para ella que si se las decía un psicólogo o cualquier otro especialista, porque Edward las decía con aparente sinceridad.

Cuando puso el brazo de Martha en el pecho de esta, ella no pudo evitar sonrojarse un poco, afectándole las palabras del hombre y los gestos que tenía hacia ella. Puede que el se diera asco a sí mismo, pero la mujer frágil que era Martha, al menos en ese momento ya que pesar de haber mejorado algo estos últimos meses la situación en la que se encontraba le rompía todos los esquemas, no sentía asco en absoluto, de hecho en ese instante sentía varias cosas y ninguna era asco.

Edward le soltó la mano y se sentó con sus últimas palabras, para Martha fue casi como librarse de un hechizo, impactada por lo que acababa de pasar. Miró a Edward, aun algo sonrojada y estupefacta por lo sucedido

-Gra… gracias- musito sonrojada -Eso a… a sido muy bonito

Fue entonces cuando se dio cuenta de que Edward estaba en el suelo porque no se encontraba bien, ella tuvo problemas psíquicos al salir de la gema, el los tuvo físicos. No podía dejarle descansando en el suelo de su baño, ese espacio estaba reservado para cuando su tío viene a visitarla y quiere quedarse unos días a dormir. Con algo de reparo se acercó al hombre y le ayudó a levantarle

-No… no puedes quedarte aquí, no estarás cómodo

Lo cogió de la mano, mientras miraba para otro lado intentando fingir que no le resultaba ningún problema hacer lo que estaba haciendo y le acompañó a su cuarto donde minutos antes le dejo descansar, como ella al vivir en un apartamento más chico que grande no tenia sofá ni ningún sitio en el que el hombre pudiera sentarse y estar cómodo, las sillas de antes no eran una opción que eran más rígidas que un adolescente al leer una revista de Victoria Secret. Aun con su mano sujetando la del hombre se sentaron en la cama, Martha seguía un poco roja y con algo de reparo, más no podía dejar a Edward tirado en su baño

-T… tu descansa yo iré a… lavarte la ropa

Esa era una buena excusa para salir de ahí, la verdad era que tenia el corazón a punto de estallar; este tipo de situaciones para una persona así eran mucho más “impactantes” que para alguien que ha llevado una vida social normal, o mejor dicho, una vida normal. Se quedó mirando a los ojos a Edward, aun sintiéndose muy agradecida por lo que le había dicho y por lo que le hizo sentir; le hizo sentir bien consigo misma cuando más imposible era, cuando más frágil se encontraba  eso era algo que no le podía pagar jamás

-Si… si necesitas algo, dímelo

Dejó que la chica le ayudase a ponerse en pie, aún se encontraba bastante debilitado, el hechizo le había dejado bastante agotado, tal vez el Ente si hubiera logrado afectarle de alguna forma sin que el se hubiera dado cuenta, o puede que adentrarse en sus dominios sin preparación previa le hubiera hecho más daño de lo normal.

Caminaron hasta la habitación y ella le ayudó a tumbarse en la cama, le dijo que iría a limpiar la ropa, que si necesitaba algo no dudase en pedírselo, el la sujetó con firmeza por la mano, impidiendo que se marchara, la miró fijamente a los ojos y murmuró: - Quédate conmigo… -

El sol empezaba a apagarse y empezaba a hacerse de noche, las sombras que los muebles de la estancia proyectaban en las paredes y en el suelo se fueron alargando hasta cubrirlo todo, ahora solo les envolvía la oscuridad, pero a pesar de eso, el podía captar el rubor de la chica.

¿Tal vez le había pedido mucho? Se sentía tranquilo cerca de ella, y, por esa noche, necesitaba sentirse seguro y sin preocupaciones, hacia mucho que no dormía tranquilo, necesitaba descansar por un día: - Duerme conmigo… -

Él se acomodó en la cama, dejando espacio para que ella se estirase y tiró con suavidad de la mano de la chica para que se estirase a su lado, cuando se tumbó en la cama la abrazó desde detrás, su aliento acariciaba suavemente el oído de la chica.

La cabeza le giraba a Edward violentamente, estaba bastante cansado: - Martha…- Le susurró a la chica su nombre al oído, estaba a punto de decir algo, pero el cansancio le venció, sus parpados se hicieron muy pesados, su cuerpo cedió y cayó dormido en aquella posición, abrazando a la chica y con los labios muy cerca de su oído ¿Cuánto hacia que no dormía con alguien en una misma cama? Simplemente dormir, apenas se acordaba ya.

Casi le dio un vuelco el corazón cuando Edward la sujetó de la mano evitando así su “huida”, haciendo que le mirase a los ojos mientras el hombre le murmuraba que se quedara con el. Todo esto era nuevo para Martha y muy… extraño, puede que para alguien con una vida normal no lo fuera pero para ella las cosas así solo sucedían en las películas… o en las novelas que ella escribía. Estaba algo incomoda, claro no iba a estarlo si esta situación era muy superior a ella, una vivencia por la que jamas habia pasado y la estaba viviendo con un hombre que apenas conocía de una hora.

Balbuceo un poco, intentando buscar las palabras con las que responder a Edward, sin embargo su mano seguía sujetando la suya y eso le imposibilitaba decir ni la más mísera palabra, parecía una adolescente y eso le ponía en un aprieto. Menos mal que el hombre aclaró que solo quería… dormir, nada más… eso sí que le resultó raro aunque también, claro, quién iba a querer “dormir” con ella, con ese rostro deforme que tenía… y ahí estaba de nuevo, auto atacandose.

El hombre volvió a tirar de su mano para que se acostara a su lado, dejándole un espacio para poder hacerlo y, quitándose los zapatos antes, eso hizo, total solo iban a dormir ¿No? Eso podría aguantarlo, claro que no esperaba que el hombre se abrazara a ella por la espalda y le susurrase su nombre al oído mientras sentía la respiración de Edward en su oído. Menos mal que estaba de espalda y no podía verle la cara, porque ahora misma estaba tan roja y nerviosa que parecía un tomate a punto de estallar… esa noche le iba a costar pillar el sueño.

~~~~~~

El sonido de las calles que ya empezaban a llenarse de vida y la luz que se filtraba por sus ventanas le despertó, levantando la cabeza algo confusa al no recordar, no en ese instante, lo que hizo la noche anterior. Al menos no hasta que vio a Edward que aun dormía a su lado y los recuerdos le volvieron a su cabeza, sonrojándose incluso si no hicieron nada de nada, era la situación la que la ponía nerviosa, nada más.

Se levantó con cuidado de no despertar al hombre y se dirigió a la cocina a prepararse un café, recordando que aún tenía que llevar la ropa del hombre, que seguía en el baño, a la lavandería. Se pasó la mano por la frente, pensando en como habría sido su noche y, por ende, su mañana si no hubiera llamado a Edward, si no hubiera solicitado sus servicios… menos interesante, eso seguro.

Después de hacerse su café le hizo otro a Edward, para cuando se despertara. Miro en su nevera y vio la botella de Whisky que tenia guardada, ella no aguantaba mucho el alcohol pero si no fuera así ahora mismo se estaría haciendo un café irlandés... a lo mejor así se le pasaba toda la vergüenza que estaba sintiendo, o puede que acabara vomitando como hizo el hombre la tarde anterior. Con la taza en la mano se dirigió hacia su habitación y desde la esquina se quedo mirando al hombre en la cama mientras dormía, pensando en cuanto tardaría en levantarse y que le diría al hacerlo, aun no sabia si encontraría palabras a fin de hablar con el

La luz que se filtraba por la ventana empezó a molestar a Edward, abrió sus ojos lentamente, al principio no reconoció el lugar en el que estaba, al segundo, el dolor de cabeza y el entumecimiento en el cuerpo le recordaron lo que había pasado, estaba en casa de Martha, habían intentado comunicarse con el Ente y no había ido del todo bien...Miró a su lado, la chica no estaba...Puso una mano sobre su propio rostro ¿Se había comportado egoístamente al pedirle a la chica que durmiera con él? Podía ser…

Estuvo un par de minutos en aquella posición, hasta que el aroma a café inundó sus fosas nasales, se incorporó en la cama y vio que la chica estaba en una esquina de la habitación: - Vaya...Lo mínimo que te debía era levantarme yo y traerte el desayuno… - Bromeó y le dedicó una sonrisa a la chica, la situación era algo tensa, no había que ser un genio para darse cuenta: -...Perdona, ayer tal vez no me comporté de forma apropiada y...Siento lo del rellano... - Suspiró y se sentó en el borde de la cama, con las manos apoyadas en el colchón: - ...A veces, la magia...Tiene estas cosas ¿Sabes? Me temo que a veces intento morder más de lo que puedo tragar, estos son los daños colaterales de la magia… - Se puso en pie, evitaba mirar a la chica a los ojos directamente.

Empezó a buscar por la habitación, vio que su maletín estaba en el suelo: - Yo...Debería irme…- No pensaba con demasiada claridad, sin embargo, no podía permitirse aquellas cosas, cada persona que ponía en su vida era un blanco para sus enemigos y herramientas para hacerle daño: - Te haré llegar la ropa limpia, la que tienes, eh… - Cogió el maletín: -...Tírala, no importa. - Salió de la habitación a toda prisa, iba descalzo, pero no le importaba, cuando bajase a la calle se acercaría a cualquier tienda y compraría unos zapatos, se detuvo en la puerta del cuarto:

- Siento las molestias que te haya podido causar Martha...Yo...- Bajó la mirada y luego la miró a los ojos: - ...Yo no soy bueno para ti, solo traigo dolor y miseria a la gente de mi vida, verás, todos los que me conocen están metidos en estos asuntos de mierda, tu eres inocente, no tienes que pasar por esto. - No tenía fuerzas para hacer una confesión de una vida marcada por el desastre y el dolor, no en aquellos instantes, se dio la vuelta y se dirigió a la puerta de entrada del apartamento, abrió la puerta y dio un ultimo vistazo antes de salir por la misma sin mediar palabra.