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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
Años de Omega
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Aidan dejó que la puerta de la floristería se cerrara tras él con un tintineo de campanillas e inhaló una bocanada de aire; Por primera vez desde que había perdido a su familia se sentía... no bien, porque eso habría sido imposible, pero por una vez no se sentía como un pedazo de mierda aplastada en el arcén. Era como si un soplo de aire fresco hubiera revitalizado el aire viciado de una habitación que llevaba demasiado tiempo sin orearse, llevándose por un momento el peso de la amargura y el resentimiento. La breve conversación que había mantenido con Dinah le había aliviado de manera insospechada. El hecho (devastador por otra parte) de saber que ella podía entender por lo que estaba pasando, que a su vez acababa de pasar por una experiencia de pérdida similar resultaba reconfortante, dentro de lo terrible que era. La verdad era que tenía muchas ganas de volver a hablar con ella otra vez, con más detenimiento, y emprender el pequeño proyecto que había ideado para ayudarles a los dos a seguir adelante. Era la primera vez que albergaba algo parecido a la ilusión desde la noche del accidente, y era agradable dejar de estar hundido en la miseria más absoluta aunque sólo fuera por unas pocas horas...
Llevaba la caja de bombones vacía que acababa de comprar en la tienda bajo el brazo derecho, y la chupa de cuero colgada de la mano sobre el hombro izquierdo, pues aunque no hacía realmente calor, estaba empezando a hacerse notar la primavera. De pronto, una brisa de aire trajo volando un colorido panfleto que cayó justo ante sus pies. Le pareció ver esqueletos, murciélagos y calabazas dibujadas, así que, llevado por la curiosidad, se inclinó a recogerlo. El cuerpo del mensaje, escrito con elaboradas letras góticas en un marco digno de la mejor invitación de Halloween decía así:
"Se buscan talentos extraordinarios. Si crees que eres lo suficientemente bueno y buscas un reto y una experiencia única, encuentra la puerta roja".
¿La puerta roja? ¿Qué cojones...? Aidan le dio la vuelta al panfleto, pero no figuraba por ninguna parte una dirección. ¿Qué coño...? ¿Sería un resto de alguna elaborada broma por el día de los inocentes que se llevó el viento y llegaba ahora, veinte días más tarde? Porque desde luego para Halloween llegaba con dos estaciones de adelanto. ¿A quién narices se le habría ocurrido una idea tan absur...?
Estaba a punto de tirar el panfleto de nuevo al suelo cuando, al darse la vuelta, se encontró de bruces con la puñetera puerta roja, en mitad de una pared en la que habría jurado que dos segundos antes no había algo tan claramente llamativo.
- Vamos, hombre, no me jodas... -masculló entre dientes.
No podía ser, ¿verdad? Tenía que ser una jodida coincidencia. Claro que, por otra parte, Aidan había vivido suficiente mierda en los últimos meses como para no creer en las casualidades y para estar bastante convencido de que la magia existía.
Volvió a releer el panfleto: "talentos extraordinarios"... Cuando estaba en la carrera no habría podido clasificarse en dicha categoría. Es decir... Era bueno, lo suficiente como para que le escogieran para ser la voz del grupo, pero no lo suficiente como para destacar y labrarse un nombre propio en el atiborrado panorama musical actual. Pero Gob se había asegurado de que eso cambiara desde el momento en el que había firmado el contrato con él. Ahora, el talento de Aidan era excepcional. Y bueno... estaban a punto de terminar la gira, y la puñetera puerta estaba, literalmente, a un metro de distancia. ¿Qué daño podía hacerle ir a echar un vistazo? Lo peor que podía pasar era que allí dentro simplemente viviera algún ancianito o ancianita con mal gusto, y quién sabe... quizá le invitara a galletas caseras.
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El Rey Morgan DC Universe
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Mensajes : 14 Fecha de inscripción : 10/12/2017 Localización : Castillo del Mal Empleo /Ocio : Villano a tiempo completo
Ficha de Personaje Alias: Rey Calabaza Nombre real: Morgan Universo: DC Universe
La idea de que tras aquella puerta viviera un ancianito con galletas recién hechas que esperaban el primer mordisco se esfumó de la cabeza de Aidan en cuando giró el pomo y ésta se abrió. La sensación que sintió el cantante sería algo parecido a estar ante un monstruo aterrador que lentamente abriera sus fauces para devorarlo de un solo bocado, sin prisas, tomándose su preciado tiempo. La oscuridad que albergaba en su interior era absoluta, rota tan solo por el perfil de unas escaleras que bajaban hacia una profundidad sin aparente fin. En aquel momento, una vez que la puerta se abrió, no hubo vuelta atrás: ya fuera por su propio pie o porque una fuerza desconocida lo empujara dentro con la gentileza del desconocimiento.
Se dice... que para llamar la atención de cualquier presa, sólo hace falta usar el cebo adecuado...
La puerta se cerró a sus espaldas. Sus ojos poco a poco se adaptaron a una penumbra latente, y en aquel mar de oscuridad, pudo escuchar el canto de una sirena. Una sirena rota capaz de invocar el infierno en la tierra con la voz más dulce.
Al ritmo del bombo de la batería, una a una se fueron encendiendo las antorchas colgadas en las paredes, indicando que sólo había una dirección posible, y era hacia abajo. Aidan podría contar los escalones y de seguro en algún momento dado durante su bajada trataría de recordar si era el décimo peldaño o si ya había pasado los cien.
Y la sirena seguía cantando. Las cuerdas de la guitarra gritaban. Un grito que agitaba el alma...
El último peldaño lo condujo a lo que parecía ser un bar a simple vista abogando por la barra que había a mano izquierda, los taburetes y las repartidas mesas y sillas que decoraban el local. Pero si Aidan mirase hacia arriba sería incapaz de aceptar lo que estaba viendo: un techo alto como él sólo digno de cualquier castillo europeo, hecho de piedra y con varias lámparas de araña colgando de éste. Una estructura totalmente imposible teniendo en cuenta que arriba había edificios. ¿Pero los había? ¿Cuánto había descendido, y durante cuánto tiempo? Mirara donde mirara no tenía sentido. Aquel local rompía las leyes de la realidad con descaro de lo grande que era, con todas aquellas esquinas escondiendo a alguien observando desde las sombras, con aquellos reservados que brotaban de las paredes cada vez que echaba un nuevo vistazo, y aquel escenario... Oh si señoras y señores, aquel escenario, de rojos bastidores y telón, adornado con los motivos sacados de Halloween como había pensado Aidan, elevado del nivel del suelo por un metro de distancia y con unas luces que daban la sensación de estar vivas.
Delante del proscenio y rodeando el foso un público atento reposaba sentado mientras escuchaban a la mujer que estaba cantando en aquel momento; una chica joven por su aspecto, de pelo rubio y ropas negras y ceñidas, partes de cuero y tela, maquillada como el mismo cisne negro. A su espalda quienes tocaban acompañando a la joven eran tres esqueletos, cada uno con un instrumento distinto. Aidan, si se fijaba, podría ver que no había micros cerca de la batería, ni cables que saliesen de las guitarras. Todo cuanto escuchaba era "en vivo y en directo", incluso la voz de la cantante.
Cuando ésta terminó su actuación con la traca final, uno de los allí presentes se levantó y empezó a aplaudir. No como un hombre entusiasta y eufórico, ni como alguien que claramente está aburrido. Aplaudía de forma pausada pero rítmica, con fuerza, con contundencia. Con presencia. Cada golpe resonaba por todo el local y acallaba cualquier susurro. La figura en cuestión era alta, más que Aidan y seguramente más que cualquier otro en aquel lugar, o esa impresión daba. Vestía de forma elegante, con camisa, guantes, chaleco y pantalones de traje. Sobre su cabeza reposaba un sombrero... espera... su cabeza... de espaldas parecía una calabaza... y sus brazos, con las mangas de la camisa recogidas, tenían la misma textura que las raíces. La figura se acercó a la escena y se agachó para decirle algo a la joven. Ésta sonrío con júbilo, y cuando lo hizo Aidan pudo ver que tenía otra boca dentro de la suya propia. Eso explicaría cómo lo hacía para cantar con varias voces a la vez. La joven se retiró por el foro, dejando al hombre solo en escena.
- Parece que tenemos a otro debutante... - Los espectadores se giraron para echar un vistazo al recién llegado, así como quien parecía ser el dueño de aquel local... Era una calabaza en llamas. Su cabeza era una calabaza llameante, con la sonrisa más afilada que jamás haya visto el cantante. Lo miró, y sintió como si le estuviera devolviendo la mirada a un mal ancestral. Este, le tendió la mano desde el escenario. - Adelante muchacho. Déjanos ver cuál es tu... talento.
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Hear me sing
Aidan Doyle Marvel Universe
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Mensajes : 344 Fecha de inscripción : 10/08/2019 Localización : Santa Mónica Empleo /Ocio : Cantante heavy Humor : Ardiente
Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
¿Sabéis la sensación que tienes cuando estás dentro de una pesadilla de la que no puedes escapar? ¿Esa sensación de vértigo que te oprime el estómago cuando te ves a ti mismo caminando hacia lo inevitable, y tú lo sabes, pero no puedes hacer nada por impedirlo? Pues eso mismo es lo que experimentó Aidan cuando se sintió súbitamente succionado hacia el interior de aquella dimensión extraña.
No quería bajar por esas escaleras que se internaban en la oscuridad, pero no podía hacer otra cosa que no fuera avanzar, aunque todos sus sentidos le gritaban para que no lo hiciera. Y aunque hubiera podido tampoco habría servido de nada, porque la única puerta se acababa de cerrar a su espalda, desapareciendo por completo como si nunca hubiera estado allí.
Empezó a pensar que el día entero había sido un sueño. Que nada de lo ocurrido desde que había puesto el pie fuera de la cama había sucedido realmente, incluyendo la conversación con la agradable florista de la floristería Sherwood, y que acababa de llegar al punto en el que el sueño se distorsionaba hasta convertirse en pesadilla.
Unos súbitos acordes de metal comenzaron a resonar desde las profundidades, trayéndole los poderosos ritmos de la batería y los rasgueos de guitarra con los que tan familiarizado estaba. Como por arte de magia, las antorchas que había colgadas en las paredes se fueron encendiendo a cada golpe del bombo indicándole el camino al tiempo que una voz de mujer, melodiosa al principio, comenzaba a sonar.
Acunado por la hipnótica cadencia, comenzó a bajar lentamente una escalera que se hacía infinita, y, al mismo tiempo, increíblemente corta, poniendo a prueba los límites de su percepción del tiempo y el espacio como en los peores delirios de Lovecraft.
Cuando empezaba a pensar que se trataba de una de éstas pesadillas en las que jamás consigues llegar al final de la escalera, ésta terminó dándole la bienvenida a un amplio bar. No obstante, la inicial sensación de alivio rápidamente quedó abotargada ante la incomprensible visión de aquellos techos eternos tan propios de los castillos de su tierra natal, con estructura de piedra y elaboradas lámparas de araña. Sin embargo, la imposibilidad física de lo que estaba contemplando no era, ni de lejos, lo que más le molestó, sino la sensación aterradora de estar siendo observado desde esquinas y lugares en sombra en los que no encontraba nada cuando miraba a su vez, así como la inexplicable impresión de que surgían nuevos y desconocidos rincones cada vez que repasaba el lugar, como si estuviera continuamente creciendo y retorciéndose; Como si estuviera... ¿vivo?
No fue hasta que sus ojos encontraron el escenario que no comprendió que no estaba soñando.
No señor.
Aquello no era un sueño.
Ni siquiera una pesadilla.
Aidan había muerto finalmente y acababa de dar con sus huesos en el infierno, exactamente igual que le había sucedido a Harry Angel al final de Angel Heart.
Al frente de los tres instrumentos principales, guitarra, bajo y batería, había un esqueleto.
Un jodido esqueleto. Tres en total. Tocando como si tal cosa. Sin cables. Sin micros. Sin mierdas.
Por si fuera poco, un escalofrío de profundo terror le embargó al ver al hombre que se levantaba para felicitar a la cantante del escenario.
Aquél hombre, que podría haber salido perfectamente de una novela de Washington Irving, tenía una calabaza en llamas por cabeza, y la sonrisa más aterradora que Aidan había visto jamás. Y eso que había hecho un pacto con un demonio.
Y la mujer del escenario tenía... Aidan cerró los ojos y movió la cabeza de un lado a otro, como tratando de despertar. Cuando los volvió a abrir, la cantante había desaparecido, pero ahora la atención de toda la jodida sala recaía sobre él.
- Parece que tenemos a otro debutante...
Oh, no, no, joder... Despiértate, Aidan, ¡despierta!
Pero no despertaba, y aquél ser le estaba tendiendo la mano desde el escenario, invitándole a subir.
- Adelante muchacho. Déjanos ver cuál es tu... talento.
Vale, a ver... estoy muerto -pensó, aceptando la mano con un escalofrío. Tenía el mismo tacto rugoso de un árbol-. ¿Cuándo me he muerto? ¿Ha sido durante la noche? ¿Me ha dado un infarto? ¿Ha sido una intoxicación por alcohol? ¿O en una pelea callejera? ¿O me ha caído una maceta en la cabeza mientras andaba por la calle, o...?
Un sudor frío comenzó a extenderse por su frente al ser consciente de que las luces de todos los focos estaban sobre él.
Joder... Había muerto y había llegado al infierno. ¿Éste era su infierno? ¿Obligado a cantar por toda la eternidad? Sería bastante apropiado considerando el trato que había hecho, pero... ¿dónde estaba Gob? Trató de localizarlo entre el público, pero la luz de los focos le deslumbraba impidiéndole ver nada. Visto lo visto, tal vez fuera lo mejor.
Los esqueletos le observaban expectantes, al igual que el hombre calabaza. Tenía que hacer algo. Quién sabía lo que podrían hacerle si no cantaba. ¿Quizá devorarle vivo? Prefería no imaginarlo.
No podía pedir una canción de Deamhan, porque la mayoría requería de una voz femenina para los coros y acompañamiento, ya que habían sido compuestas pensando en Rose, y sus propias canciones, las que había compuesto fuera del grupo, era imposible que las conocieran. O quizá sí, ya que allí todo era de locos y contradecía absolutamente todas las leyes existentes sobre probabilidades, pero Aidan estaba demasiado nervioso (o demasiado asustado) como para pensar con claridad, así que hizo lo que habría hecho de llegar a estar en un estrado normal:
- Disciples of Hell, de Yngwie Malmsteen -pidió, con la ligera incredulidad de quien aún no se cree lo que le está pasando.
¿Por qué su mente había pensado precisamente en esa canción? Suponía que porque no podía quitarse de la cabeza la idea de que se encontraba en el infierno. Lo importante era que la canción era lo suficientemente conocida como para que pudieran tocarla. Después de todo, intuía que lo único que querían era escucharle cantar, sin importar que la autoría fuera suya o no. Además, era su estilo. Aidan se había formado como cantante Power/Death metal. Había sido tras formar Deamhan que habían decidido asumir un estilo más sinfónico, pero aquella era su auténtica salsa. Esperaba fervientemente que se notara, porque no podía saber si su poder lograría o no cautivar a aquellos seres.
En cuanto las guitarras y la batería empezaron sus poderosos acordes, Aidan cerró los ojos y trató de imaginarse que no estaba allí, sino en una sala de espectáculos normal y corriente. La luz cegadora de los focos ayudaba a crear la impresión en su mente. Lo único que tenía que hacer era evitar mirar a los esqueletos...
Nota:
La versión que he puesto de la canción no es la original, sino un cover hecho por el cantante que utilizo de referencia para Aidan. La canción original la encontraréis aquí
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Martha R. Marvel Universe
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Mensajes : 429 Fecha de inscripción : 08/06/2017 Humor : Tan oscuro que absorbe luz
Ficha de Personaje Alias: Dead eyes Nombre real: Martha R. Universo: Marvel
Era la mera imagen de un hombre roto, la de una persona la cual todo por lo que alguna vez sintió estima le fue arrebatado de sus manos como si fueran granos de arena que por el viento can entre sus dedos. Llevaba horas intentando buscar a su sobrina cuando volvió al piso de esta para encontrar que su hermano, aquel hombre tan horrible del cual se separó años atrás cuando vio lo que le hizo a un pobre chico, también había desaparecido. Estaba claro que alguien se lo llevó de ahí forzosamente, no sólo por las pistas que vio si no porque a pesar de el “odio” que sentía hacia él, seguía siendo su hermano y si algo tenía su hermano era amor por su familia; el único amor que sentía. Así que, quitando la posibilidad de que se marchara el mismo por que no le interesase el asunto, quedaba la posibilidad de que alguien lo hubiera raptado y… bueno, ahi dejo de pensar en el asunto ya que en ese instante dejó de ser un hombre para transformarse en una amalgamación de ira, tristeza y arrepentimiento.
En su desahogo destrozó parte del apartamento de Martha, dejando la cocina llena de alimentos tirados por el suelo, cristales rotos y botellas medio vacías, antes de sentarse en el suelo mientras las lágrimas inundaban sus mejillas. Ya habían pasado tres días desde estos sucesos y Borja se pasó estos días pasando de droga en droga, de mujer a mujer y de hombre a hombre, ni siquiera tenía ganas de trabajar ya que lo único que le empujaba a hacerlo era conseguir dinero para poder ayudar a su sobrina en todo lo posible, pero ahora que no estaba ¿Qué más daría si se gastaba todo lo que llevaba ahorrado en drogas y en personas de compañía? Lo peor de todo para él era pensar que él y su hermano no eran tan diferentes. Sí, puede que el no torturase a las personas ni traficara con ellas, pero había hecho cosas igual de deleznables incluso después de separarse de él y peor aun; las personas a las que había quitado la vida por su trabajo le eran incontables. Cuando Martha estuvo con él se tranquilizaba pensando que todo ese dinero que ganaba de “manera sucia” le serviría a ella en un futuro… ahora no era más que un montón de papel que se podría en el sótano de una antigua casa de la República Checa.
Su aspecto también dejaba claro el estado patético en el que se encontraba; donde antes llevaria puesta una camisa blanca y un pantalón de traje, ahora llevaba una camiseta negra de manga corta con un estampado en el centro, unos pantalones vaqueros de mala calidad y unas zapatillas de deporte desgastadas. Ese "look" lo completaba con una barba de varios días y un peinado que parecía venirsele hacia abajo, acompañado también de unas ojeras que dejaban claro las pocas, o nulas, horas de sueño que tuvo estos tres días. Ahora mismo, deambulaba por las callejas más recónditas y turbias de Nueva York buscando algo con lo que poder distraerse, si encontraba un vagabundo puede que la tomara con él y le haga desaparecer de la faz de la tierra haciendo uso de su pulsera de teletransporte, sin embargo, lo que encontró no fue una persona sino un panfleto que llamó su atención. Estaba en el suelo y el viento parecía estar intentando llevárselo de ahí, sin embargo, seguía pegado al suelo como si alguna fuerza estuviera sujetándolo. Su curiosidad científica se abrió paso entre toda la lamentación y la rabia haciendo que se agachara a coger el panfleto para cerciorarse de que no tenía un chicle pegado ni que estuviera situado bajo alguna sustancia pegajosa. Negativo, el panfleto estaba tan limpio que parecía imposible que estuviera en el húmedo y repugnante suelo de esa calle, estaba tan impoluto que incluso le resultó fácil leer lo que en él se decía incluso cuando su única iluminación era la de la luna y la de una farola que parpadeaba a lo lejos
Esas frases llamaron su atención, era un reclamo para lo que parecía un concurso de talentos, a lo mejor no estaría de mas demostrar su talento delante de un grupo de gente ya que, según él, era bueno en todo lo que hacía... si no contaba "proteger a mi familia" entre una de esas cosas. Arrugó el panfleto entre sus manos, suponiendo que el evento ya había pasado, y levantó el brazo para lanzarlo lejos de él cuando se percató de la puerta roja que acababa de “aparecer” delante suya. Supo que eso no estaba antes ahí no porque recordase cómo era ese lugar antes, si no porque donde estaba esa puerta roja no había nada, era un descampado lleno de hierbajos sobre el cual tiempo atrás seguramente se erigió una casa. La curiosidad científica le volvió a pinchar con su afilada aguja y no pudo evitar acercarse a la puerta para examinar más detenidamente. Parecía una puerta normal, sin embargo no le era posible determinar su antigüedad; o acababa de ser construida hace menos de un segundo o llevaba tanto tiempo en la tierra que era imposible denotar su antigüedad, al dar una vuelta alrededor de la misma para ver su “parte trasera” se dio cuenta de que ambas eran iguales, la única diferencia era que el pomo estaba un lado en la izquierda y otro en la derecha. Tampoco le fue posible evitar tomar el pomo y abrir la puerta, una parte de el se esperaba que no fuese más que una puerta vieja dejada ahí después de haberse derruido la casa, otra parte de él, la que le empujó en primer lugar a acercarse a la misma puerta, esperaba… algo más.
Y eso obtuvo. Al abrirse la puerta, vio una oscuridad incluso más oscura que la de la noche y unas escaleras que le invitaban a bajar. Cualquier persona con raciocinio hubiera dicho “nope” y salir de ahí cagando leches, más de nuevo la curiosidad científica le empujaba a bajar por esas escaleras que rompían las leyes de la física y ver que se hallaba ahí abajo. Miedo no era una de las sensaciones que le recorrieron su mente, una persona que ya a muerto varias veces no se asusta tan fácilmente, el desasosiego si fue una de ellas, como si cada peldaño que bajaba algo se le clavara en el estómago y se retorciera dentro de él. En su cabeza, ya empezó a hacerse ideas de qué era lo que estaba pasando; muerto no podía estar ya que sabía lo que era eso y esto no lo era, las drogas no podían ser ya que llevaba un día entero sin tomar nada ¿El cansancio? Tampoco, a pesar de su aspecto cansado en el pasado estuvo más días sin dormir, tres no son nada. Llegó a pensar que a lo mejor al final de las escaleras encontraría a su sobrina, una idea poco probable que le hizo bajarlas un poco más rápido. Tan absorbido estaba en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta cuando la puerta se cerró tras de sí.
Tras dar unos pasos mas un sonido llenó sus oídos, el sonido de ¿La música? Y no una cualquiera, parecía como si fuera de un grupo de metal. Esto le llenó la mente de aún más posibilidades de las que tenia antes; todo esto podría ser obra de un mutante poderoso que haciendo uso de sus poderes desafiantes de la física creara ese lugar para que la gente se “divirtiera” escuchando grupos de metal o puede que no fuera obra de un mutante muy poderoso, a lo mejor era obra de… algo fuera de este mundo, un ser cuyos poderes y forma física serian indescriptibles para el pensamiento humano. Algo ajeno a las leyes que hacen de este universo lo que es, algo antiguo, poderoso y… con ganas de divertirse a expensas de los mortales. Tenía estas cosas en la mente y el sentimiento en el estómago que le avisaba de que dejara de bajar por las escaleras y sin embargo, como si se tratara de un hombre desquiciado por la locura, siguió bajando con cada vez más curiosidad por ver que le esperaba ahí abajo. La verdad, al principio se decepciono.
Un bar, eso era lo que había allí abajo. Un simple bar al principio que por un segundo le hizo arrepentirse de bajar por esas escaleras, sin embargo, algo volvió a llamar su atención. A parte del hombre que cantaba, que por su aspecto no parecía ser de ese lugar, el “establecimiento” parecía haber salido de la mente de un perturbado en cuya mente solo cabía los más oscuros pensamientos y los más repugnantes sueños. Todo parecía aparecer cuando echaba la vista y desaparecer cuando dejaba de mirar, el techo, los reservados, todo parecía estar envuelto en una maligna oscuridad que escondía a seres de aspecto inimaginable para la mente humana. Esto, unido a que los músicos y el público eran esqueletos, ya habría hecho enloquecer a cualquier hombre cuerdo que hubiese osado a bajar por esas escaleras, aun asi la palma se la llevaba el ser de cabeza llameante que resaltaba con el resto del penumbroso local. No era un esqueleto y más aún, cuando le miraba la sensación del estomago se hacia aun mas fuerte como si al mirarle unos miedos ancestrales que incluso nuestros antepasados sintieron tomarán control de su mente. Aun asi se quedo en el sitio, quieto como una estatua intentando dar una explicación a lo que estaba pasando; obviamente ya estaba claro que esto, sin lugar a dudas, era obra de algo fuera de este mundo. Se quedó entre las sombras, cerca del escenario, escuchando al hombre que cantaba con los ojos cerrados ¿Para eso estaba allí? ¿Para cantar ante un público de inconcebibles aberraciones cósmicas? Ya no podía irse, no después de bajar las escaleras y llegar hasta ese recóndito lugar que parecía salir del cuadro de un pintor demente. La curiosidad científica se apoderó de él de nuevo, dejando atrás el miedo primigenio que intentaba hacerse con el control, dejandole donde estaba como si esperaba que alguna de esas criaturas se le acercara a hablarle ¿Con qué voz hablarían? ¿Sería una lengua humana o serian unas palabras que con solo escucharlas le hagan sentir arcadas? A la vez quería y no quería averiguarlo nunca, como si el solo pensamiento de escuchar a alguno de esos seres hablar fuera suficiente como para hacerle querer subir las escaleras de nuevo, incluso si tenía que hacerlo arrastrándose por esas sombrías escaleras por las que descendió a este infierno venido de otro mundo. Sus piernas permanecieron inmóviles por una mezcla entre miedo, fascinación y curiosidad.
La copa de cristal se inclinó hasta llevar el líquido carmesí hasta sus labios. La sangre pasó entre sus dientes y acarició su garganta con el cariño de un amante y ella disfrutó de cada gota que aplacaba su sed. Apartó el vidrio de sus labios, y sus ojos dorados se posaron durante un breve instante en la imprenta de sus labios sobre la superficie, antes de volver a dirigirlos hacia el escenario. Le habían procurado un asiento discreto en un rincón de aquél atiborrado bar, y su cuerpo se inclinaba distendido sobre una pared, apoyando el afilado mentón sobre una pálida mano. Suspiró, pese a la ausencia de aire en sus pulmones, fruto de la costumbre más que de la necesidad, escuchando a la mujer que todavía cantaba en la platea… Y de algún modo, entre canto e instrumento, escuchó un sonido tan claro y tan nítido que le hizo erguirse levemente, girando la cabeza hacia las escaleras que conformaban la entrada. Sus parpados se cerraron lentamente, como las alas de una mariposa aleteando en calma al posarse sobre una flor, con la pereza de quien intenta disfrutar de un sonido hermoso y relajante.
El latido de un corazón.
Los labios de la francesa se tensaron en una deleitada sonrisa que mostraba los afilados colmillos, mientras buscaba con la mirada al dueño de ese órgano. Un muchacho tatuado, atractivo para lo que se consideraba la moda de ese nuevo siglo, aunque no era particularmente alto ni musculado, tenía unos intensos ojos azules que cautivaron la mirada de la vampira. Sus dedos se colocaron sobre la copa, los labios volvieron a ocultar los colmillos, y su pecho se balanceó por su innecesaria respiración. Observó a aquél hombre mientras el anfitrión de la calabaza le invitaba a cantar, y siguió sus pasos hasta que llevó consigo la música. Aunque el sonido de su voz cantando y los instrumentos amortiguaran aquél delicioso latido, Debonnaire fue capaz de disfrutar de aquel “concierto”. Sus gustos solían situarla en el pasado, con los grandes compositores del siglo XIX, pero había aprendido a adaptarse a los nuevos tiempos y valorar el crecimiento y la evolución del arte a través de los años.
Ese día no iba a ser distinto. Sus ojos se desviaron una vez más hacia la entrada cuando sus sentidos percibieron otro ratón colándose en la leonera. Otro humano, a juzgar por sus latidos, que junto al primero, parecía compartir ese aleteo desbocado en el pecho de un corazón que parece pugnar contra los barrotes de la jaula que lo mantienen cautivo, desesperado por salir y huir. Una media sonrisa curvó los labios de la francesa, ocultando bajo su belleza la perversión de su deleite, mientras la antigua criatura volvía a alzar la copa con soberbia. ¿Dónde estaba su querido anfitrión? La calabaza por calavera que enmarcaba unas llamas de infierno, no era alguien que fuera fácil pasar por alto. Le buscó y cuando finalmente dio con él, esperó hasta que sus miradas se cruzaron, para únicamente alzar la copa en un mudo brindis y terminar de beberse su contenido.
Una vez más se inclinó, pero esta vez no fue buscando la fría pared junto a la que se encontraba sentada. Esta vez se inclinó hacia adelante, apoyando los pálidos codos en la mesa, fijando sus ojos dorados en el escenario y en aquél que cantaba. Cuando se olvidaba de fingir que respiraba, se quedaba inmóvil como una estatua de marfil cuya piel blanca perfilaba un rostro demasiado vivo para ser artificial. Los cabellos largos y dorados caían a ambos lados de su cuerpo y sobre el suelo como una cascada de argente y hacían estacar el vestido rojo que la caracterizaba.
Puede que Mallory hubiera llegado a aquél lugar por casualidad, y que no hubiera albergado demasiadas esperanzas para esa noche, pero una tras otra, parecía que encontraba razones para quedarse. Desde la calabaza de cuencas vacías y llameantes, hasta los latidos vacilantes de un corazón asustado que buscaba su valor en la música.
Esperando por nada en casa de la maldad. Tragando de bocados las emociones negativas que corrían, había un espacio en la realidad que deslumbraba el resto. Caos descontrolaba de la impaciencia por salir a la superficie de aquel vacío que llamaba casa. Su impaciencia era producto a la densidad de emociones extrañas e irregularidad en la realidad. Su dimensión estaba dentro de otra dimensión y para emergen salió por un túnel que solo iba hacia arriba a la velocidad de la Luz. Mientras se tomaba el tiempo subiendo en contra de su voluntad, escuchaba un susurro que pronunciaba uno de los nombres con que se había presentado en la dimensión de los humanos.
Luego una luz cegadora molesta su visión y se percata que se trata de un foco direccional. Había sido invocado a una especie de escenario donde Aidan cantaba una canción de Heavy Death Metal. Estaba en la parte de atrás de la Banda Asique para nada interviene con la presentación.
- Interesante -
Caos se sentía incómodo pero por la sorpresa que estaba presenciando. Era primera vez que el demonio había sido convocado a otro infierno y le parecía interesante conocer al respecto. Obviamente podría distinguir entre las dimensiones cuáles eran infiernos y cuales no. Esta parecía ser bastante anormal en el sentido de su diminuta capacidad pero constante cambio. Desde los ojos del demonio índigo podía presenciar que se trataba de un castillo mágico.
De repente Caos desaparece del escenario y aparece en el balcón donde habían sombras que lo sujetaban contra la pared, hundiendo su cuerpo en el semento seco en contra de su voluntad.
- ¿Que magia es esta? -
Caos no podía moverse, pero sentía el reguero de emociones negativas corriendo por entre todos los seres que estaban en aquel teatro. Algo tenía que hacer para desenfocar la atención que le abrían dado. Entonces optó por aprovecharse de aquel que más emociones negativas estaba experimentando, Aidan. Caos recuperaba fuerzas mientras se iba compenetrando con el cantante, induciéndole malas intenciones para portarse un poco mal. Quizás con un poco de violencia en el teatro podría escapar o al menos distinguir quien es el culpable de los extraños hechos.
Última edición por Caos el 22nd Noviembre 2019, 02:24, editado 2 veces
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Mensajes : 222 Fecha de inscripción : 19/08/2014 Localización : Con Lobo y Esfera Empleo /Ocio : Mantener apunto mi moto Humor : No quieras encontrarme
Durante todo el tiempo que llevaba en el cuerpo del Kryptoniano Envidia aprecio el arte de volar, sintiendo como que ese cuerpo no estaba acostumbrado a esas sensaciones y quien mejor que el para enseñarle. La libertad de poder ir donde quieras de forma rápida y sin que nadie ni nada se interponga en tu camino era muy gratificante, solo tenía que esquivar algunos pájaros que la mayoría eran lo suficientemente listos para no acercarse a él. Otra de las ventajas de volar era sentir como el viento te acariciaba la piel dándote la sensación de que el mundo estaba en tus manos. Pero como todo en la vida no era perfecto y maravillado; como ahora que un trozo de papel se impactó contra la cara el demonio obligándole a parar y observar que mierdas había sido esta vez. Habría carbonizado el papel de no ser por el eslogan y todo el conjunto que hacia atrayente el anuncio, volteando el panfleto para saber la dirección de ese lugar tan interesante pero se extrañó de no verla por ningún lado. Miro abajo por si encontraba la dichosa puerta roja pero al no dar frutos su reconocimiento la levanto para seguir su camino o eso era lo que tenía planeado antes de encontrarse la misteriosa puerta. Si, efectivamente, había una puerta roja flotando en el aire. Envidia tardo unos segundos en procesar toda la información y dio un par de vueltas a la puerta viendo que era demasiado normal para estar ahí. Como no tenía nada mejor que hacer la abrió viendo unas escaleras que bajaban a un oscuro túnel. Ante tan asombro no pudo evitar volver a voltear la puerta comprobando que por el otro lado era una simple puerta abierta en el cielo pero si volvía a la entrada mostraba dicho túnel. Cansado de intentar comprender lo que pasaba decidió entrar y bajar las espaleras levitando con las manos en los bolsillos de su cómodo pero elegante pantalón deportivo que iba a conjunto con su chaqueta con capucha de color grisáceo. Una vez dentro no se extrañó que la puerta se cerrara detrás de él y siguió su camino sin más importancia hasta llegar al final de las dichosas escaleras, viéndose obligado a poner los pies sobra la tierra para entrar en ese extraño bar. Por su descenso escucho la dulce voz de una mujer cantando pero al llegar a ese bar, más bien palacio europeo, se detuvo y dio paso a unos aplausos provenientes de un hombre ¿calabaza llameante?
Se apartó de la puerta, y como no se cerró detrás de él, andando un par de pasos para apoyarse en la pared observando quien sería el siguiente en cantar. Mientras subía al escenario pudo observar que los músicos eran esqueletos y ahora comenzaba a entender porque tenía esa sensación… tan familiar pero a la vez extraña. Notaba que no era un lugar mortal pero tampoco estaba seguro de que fuera el infierno ¿otra dimensión? Tal vez, pero no estaba seguro del todo. Cuando el humano empezó a cantar el demonio dejo de pensar en suposiciones de donde estaba ese palacio de los cielos. Le miro atentamente porque ese hombre le era familiar pero no recordaba de donde lo conocía hasta que toco la primera estrofa, alegrándole la cara y alejándose de la pared para acercarse a la parte del público que estaba dentado tomando bebidas mientras disfrutaba del espectáculo. No podía creerse que fuera Aidan quien cantara de esa manera, había mejorar mucho desde la última vez que se encontraron. Cuando sus miradas estaban a punto de encontrarse levanto la mano para que viera una cara conocida, a no ser que se hubiera olvidado de él cómo le había pasado minutos atrás.
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Aidan Doyle Marvel Universe
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Mensajes : 344 Fecha de inscripción : 10/08/2019 Localización : Santa Mónica Empleo /Ocio : Cantante heavy Humor : Ardiente
Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
El resplandor de los focos, deslumbrándole, impedía a Aidan distinguir bien los rostros de quienes le estaban observando, y posiblemente fuera para mejor. Antes de subir al escenario le había parecido entrever, aparte de más esqueletos, algunos seres y criaturas de las que te imaginas acechándote desde detrás del armario, o debajo de la cama. De esas que siempre es mejor no mirar nunca directamente porque la mera visión, aunque sólo sea de refilón, ya es suficiente para provocar las más terribles pesadillas.
Sí que pudo, sin embargo, reconocer a Conner cuando éste se adelantó hasta las primeras filas para saludarle. De normal, quizá Aidan no se habría vuelto a acordar de él, pero su recuerdo se le había quedado marcado porque había sido de los últimos momentos felices que había pasado con Muriel. De las últimas veces que habían podido pasar una velada distendida y relajada, sin el estrés de la fama repentina, los viajes, las giras, la presión y todo lo que vino después.
Pensar en Muriel le hizo experimentar la misma sensación de amargura y frustración que experimentaba siempre al recordarla. Al pensar en todo lo que había sacrificado, y todo cuanto había perdido. La ira, una ira intensa, desbocada y ardiente, se apoderó de él como cada vez que pensaba en todo aquello. El Pacto, la fama, el dinero... todo lo había hecho por ella, para poder tener la vida que nunca habían tenido. Y ahora que ella ya no estaba, todo aquello, todo cuanto había perdido, ya no tenía sentido. La fama, el poder, la riqueza, la gloria... No quería nada de eso si no lo podía disfrutar junto a ella. Y el hecho de saber que si jamás hubiera firmado el Pacto aún seguiría a su lado lo volvía aún peor. Era una situación imposible de soportar. Cualquier ser humano se habría vuelto loco. Lo único que le impedía a él perder la cordura era que se refugiaba en la ira en lugar de ceder a la amargura. La ira era lo único que lo sostenía. Y esa misma ira le invadió entonces, de manera repentina y sin avisar. Porque ahora, para colmo de males, había muerto (y todo parecía indicar que así era). Por lo que su sacrificio, ahora más que nunca, había sido en vano. Su alma estaba en el infierno y ya nunca podría volver a ver a su mujer y a su hijo. Porque podía no saber qué había sido de ellos... pero a buen seguro que no estarían en aquél lugar de maldad.
Todo estaba perdido... Había muerto y no quedaba nadie para llorarle. A los pocos amigos que podría haber tenido los había terminado espantando con su conducta autodestructiva y errática de las últimas semanas. Estaba en el infierno, y no podía escapar, así que... ¿por qué someterse? ¿Qué era lo peor que podían hacerle? ¿Matarle?
Una cruel sonrisa se dibujó en sus labios mientras sacaba el micrófono de su soporte para acercarse al borde del escenario.
- Qué recibimiento más frío... -se burló, con el tono de voz inquietante y ronco de Wraith-. Esto está un poco "muerto". Va a haber que subir un poco la temperatura...
El grito del Wraith mandó a volar las mesas y las sillas más cercanas al escenario, incluyendo las personas o criaturas que estuvieran sentadas en ellas y dejando un reguero de fuego infernal a su paso que rápidamente prendió en la madera y las ropas de los que pilló por en medio.
Aidan bajó de un ágil salto del escenario y volvió a gritar, las ondas sónicas sembrando caos, fuego y destrucción a su paso. Se volvió buscando a Conner y dirigió hacia él su grito, deseando poner fin a los recuerdos. Poner fin al dolor...
Explicación sobre los turnos:
El Rey Morgan me ha cedido su turno para mantener la coherencia narrativa, ya que era lo más lógico que él interviniera primero después de lo que Aidan iba a hacer. Los turnos por lo tanto quedan de la siguiente manera:
- El Rey Morgan. - Martha R. - Mallory Debonnaire - Caos - Conner Kent
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147 Dolphin DC Universe
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Mensajes : 85 Fecha de inscripción : 26/11/2017 Localización : Bajo las olas. Humor : ...
Ficha de Personaje Alias: Dolphin Nombre real: Dolphin Universo: DC Universe
“Se buscan talentos extraordinarios. Si crees que eres lo suficientemente bueno y buscas un reto y una experiencia única, encuentra la puerta roja”
La marea llevaba consigo muchas cosas. Gracias a los mortales, la gran mayoría de ellas eran basura. Gracias a ella, cada vez más eran fragmentos de barcos y de sus tripulantes. Pero eso… Eso era diferente. Las joyas que llevaba en torno a sus tobillos tintinearon cuando se acercó, paso a paso, a ese extraño panfleto que había sido arrastrado por las olas hasta sus pies. Estaba intacto, las letras tan claras como el día en que había sido impreso. El mensaje era tan vago que podría haber estado refiriéndose a cualquier cosa. Pero lo que la convenció realmente de que ese trozo de papel no pertenecía a ese mundo fue que, cuando se giró… Había una puerta roja en el acantilado junto al que estaba descansando. No tenía ningún sentido. Pero… ¿Cuándo era eso necesario? Lo único importante era que, fuera el que fuera el lugar más allá… Habría algo interesante que podría reclamar para sí.
...
Avaricia entró en el “local” cuando Aidan ya había empezado a cantar, y el sonido puso rápidamente una sonrisa en su boca. Dada la lamentable carencia que arruinaba ese cuerpo que Raven le había dado, ahora apreciaba algo más las voces de aquellos que la rodeaban. Al fin y al cabo, quería que el próximo cuerpo que tuviera poseyera una digna de ella, para compensar ese tiempo de silencio… Y ese chico tatuado empezaba a parecer una buena opción. La luz de las lámparas se reflejó en todas las joyas doradas que cubrían su cuerpo, cuando se encaminó al interior del local y se sentó sobre una de las mesas. Un gesto y un bajo gruñido bastó para que sus anteriores ocupantes se levantaran como balas de sus asientos y se largaran a otra parte, dejando detrás de sí un lugar perfecto para observar tanto el escenario como al resto de los presentes sin ser visto.
Los ojos de la demonio abisal se pasearon por la sala, viendo con perfecta claridad a pesar de la penumbra. No reconocía a ninguno de los presentes… Salvo a su hermano, Envidia, quien además hizo un gesto hacia el cantante. Casi como si… ¿Lo conociera? Ah, qué divertido sería poseerlo si realmente eran amigos. Especialmente teniendo en cuenta que, de todos los hijos de Trigon, era Envidia el que más fallaba a la hora de mantener a su huésped bajo control… Si el chico tatuado era amigo de Conner, no podía esperar a la próxima vez que recobrara la conciencia, tan sólo para ver a su amigo poseído y a su compañera de equipo muerta. Porque, desde luego, no era como si fuera a dejarla marchar impunemente… No. Nadie escapaba de sus garras con vida.
En eso estaba pensando cuando algo sucedió. La canción finalizó, y ya estaba a punto de levantarse para ir a reclamar su nuevo cuerpo cuando… Este último atacó ciegamente a todos aquellos que estaban delante de él. No era un movimiento muy inteligente, desde luego, pero… ¿Qué otra cosa podría esperarse? Si era amigo de Envidia, era lógico que fuera tan impulsivo como él. Sería imposible aguantarlo si no… ¿Verdad?
Pero, por muy lógico que fuera, no dejaba de ser una estupidez y una invitación directa a que alguien lo matara. Y eso era algo que no podía permitir, ahora que se había encaprichado con la idea de joder a su hermano al mismo tiempo que cumplía el deseo que había albergado desde el día de su reencarnación en ese mundo. Tocaba intervenir y ayudarlo… Aunque no necesariamente de una manera agradable, quizás fuera un poco más delicada que de costumbre. Al fin y al cabo, ese tipo había atacado a su querido hermano, y eso era algo que Avaricia apreciaba con todo su podrido corazón.
Un brillo dorado llenó el campo de visión de Aidan, cegándolo. Algunas cabezas se giraron hacia el lugar desde donde ese rayo de luz había surgido. Y algunas más se les unieron, cuando el tintineo de las joyas al chocar entre sí anunciaron la entrada en escena de la demonio. Vestida tan sólo con algunos retazos de tela blanca y una fortuna en collares, pulseras, broches, arneses, cadenas y anillos, todos ellos de oro y gemas auténticas, “Dolphin” se las arreglaba aún así para mostrar una apariencia asalvajada. Sus rasgos de pez estaban exagerados, con aletas vestigiales surgiendo de sus hombros y escamas que enmascaraban su cara y reforzaban aún más la mirada que en ese momento estaba fijada sobre el cantante. Un barrido con la pierna, junto con la ceguera que tan sólo empezaba a remitir en ese momento, bastó para tirarlo al suelo. Avaricia se giró sobre sus talones, enfrentándose a todas las víctimas del grito. Tan sólo escribió tres letras en el aire, haciendo uso del mismo poder que había frenado en seco al sirviente del demonio.
-MIO.
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El Rey Morgan DC Universe
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Mensajes : 14 Fecha de inscripción : 10/12/2017 Localización : Castillo del Mal Empleo /Ocio : Villano a tiempo completo
Ficha de Personaje Alias: Rey Calabaza Nombre real: Morgan Universo: DC Universe
El rey se sentó el primero en la fila, delante del escenario, en una silla que antes no estaba allí adornada como un trono de huesos, terciopelo y murciélagos que querían alzar el vuelo en cualquier momento. Sus ojos estaban fijos en el recién llegado al igual que la gran mayoría de los allí presentes. Uno de ellos susurró algo a sus espaldas a un compañero cercano, palabras que ponían en duda si era conveniente que un humano se presentara en aquel lugar. Morgan no quiso contestar a la duda de su cliente, pues no era momento de hacer de profesor, sino de mecenas.
Aunque los ojos del chico pedían clemencia por el miedo, su voz gritaba valor y fuego con el rítmico tambor de guerra en medio de la batalla. Rápidamente el soberano se quedó maravillado con semejante talento. Ese chico tenía un don, nadie podía negarlo. Podía no gustarte su estilo de música, pero era imposible quitarle mérito: la fuerza que le daba a su voz, cómo vertía su alma en la música, la forma en la que subía y bajaba de tono... Magnífico.
¿Pero sería el único en aquel lugar que pensaba así? Morgan echó un leve vistazo a sus alrededores, buscando las miradas de sus clientes. Uno de ellos, una mujer de tez clara, cabellos dorados y vestido rojizo le saludó, con cortesía. Con caballerosidad, él hizo lo propio, respondiendo con un cabeceo leve y fijando su mirada en los ojos de aquella mujer. No se le escapó el contenido de su copa del cual estaba bebiendo (lo cual fue muy... interesante, ya que hacía mucho tiempo que no veía ninguno de su especie), como tampoco se le escapó la presencia de aquel visitante inesperado que entró por la "puerta trasera" en lugar de la entrada principal. Morgan dio un toque con el dedo índice sobre el reposabrazos de su trono y unas sombras pegajosas y líquidas se engancharon alrededor del recién llegado imposibilitándole la huida. Dichas sombras tomaron la forma de rostros dolidos y brazos maltrechos que buscaban el contacto del demonio, pidiendo ayuda en silencio. Aquello despistó levemente al anfitrión quien se perdió el final del espectáculo. Iba a levantarse y aplaudir cuando se dio cuenta que tan sólo era un descanso: la función iba a tomar un nuevo arco.
Sin motivo aparente, el cantante proyectó su voz contra los oyentes allí presentes, mandando a volar mesas, sillas y gran parte de los clientes. Morgan se quedó ahí de pie, sujetándose con una mano el sombrero soportando la fuerza destructiva de su voz. ¡Menuda voz! pensó el rey, y su sonrisa se ensanchó. El fuego cubrió el suelo a su alrededor y el cuerpo de unas cuantas víctimas. Daños colaterales permisibles si eran el precio a pagar por ser espectador de semejante espectáculo. Cuando el vocalista se giró para encararse hacia alguien en concreto, una tercera persona ataviada con el escaparate al completo de una joyería tumbó al cantante y se giró hacia el resto de los clientes, quienes se acercaban buscando venganza por el agravio cometido. Ella tan sólo escribió una palabra en el aire, como advertencia y aviso.
Morgan se acercó a la mujer. Se hizo el silencio y tan sólo se escuchaban sus pasos. Sus largos, y pesados pasos. Se plantó delante de la cazadora, con las manos en la espalda y sus cuencas llameantes fijados en los ojos de la mujer. De nuevo, una sonrisa afilada.
- ...No... - Su mano borró los restos que quedaron del "mío" en el aire, y al mismo tiempo del micro que sujetaba Aiden surgió una mano metálica y rugosa que le tapó la boca con fuerza. El suelo bajo él se abrió lo justo para que sólo su cuerpo fuera tragado, y automáticamente después se cerró. Al poco después cayó una jaula del techo, parando en seco a pocos centímetros del escenario con el tintineo de la cadena que la sujetaba. Dentro estaba Aiden, totalmente inmovilizado por más cadenas y con la mano metálica sobre su boca. - Éste chico estaba probando su talento ante mí, y debo añadir que me ha... gustado. Sobretodo la parte final. Así que, a menos que me des un buen motivo... no se toca. - Las últimas palabras del soberano fueron tajantes, y lo demostró cuando con sus últimas sílabas se escuchó el eco de un portón cerrándose o algo muy, muy pesado cayendo y resonando, seguido por un profundo silencio. - Y por cierto... - un nuevo gesto de su mano hizo aparecer una segunda jaula, cuando el suelo del escenario volvió a abrirse en forma de boca afilada, mostrando en su interior la figura escurridiza que se había colado en sus dominios, todavía envuelta en aquellas sombras lamentables - no me gusta que se cuelen en mi casa por la puerta de atrás, pasen por delante de mí mientras estoy disfrutando de un buen espectáculo y traten de marcharse sin siquiera... presentarse.
No el hizo falta mirar a nadie, sus actos decían todo cuanto necesitaba aclarar: esa era su casa, y él imponía sus normas. Avanzó con paso firme hacia el escenario, acercándose hacia sendas jaulas con los dedos enguantados de cada mano juntos en forma de triángulo frente a él, sopesando las ideas.
- Veamos... ¿qué debería hacer con vosotros dos? ¿Qué debería hacer...? - la segunda pregunta iba dirigida al público en general, pues se giró a la derecha levemente, observando a su clientela, con el cuerpo a medias entre las jaulas y el resto del bar. - Uno se ha colado sin invitación y el otro ha agredido a los aquí presentes. ¿Qué debería... hacer? Vosotros dos también tenéis la palabra... - les dijo a los dos enjaulados.
El rey parecía... divertido. Muy, muy divertido. La sonrisa se convirtió en una afilada mueca así como sus dos cuencas que estaban casi cerradas desprendían un fulgor intenso.
El espectáculo continúa.
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Hear me sing
Martha R. Marvel Universe
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Mensajes : 429 Fecha de inscripción : 08/06/2017 Humor : Tan oscuro que absorbe luz
Ficha de Personaje Alias: Dead eyes Nombre real: Martha R. Universo: Marvel
Mesas, sillas, paredes. Todo eso era normal, demasiado normal, tanto que no le daba ninguna pista de que se trataba ese sitio. Se quito un pelo de la cabeza y lo dejó caer al suelo, la gravedad parecía ser la misma aquí que en la tierra así que, o había entrado en un universo en el que la gravedad tenia el mismo poder o aun seguían en su universo. Puede que estuviera en otra dimensión, más el hecho de ser tan parecido a lo que era la suya propia descartó esa hipótesis también. Solo quedaba una posibilidad; ese lugar era un un punto entre el espacio y el tiempo del universo, pero fuera de él, un lugar conectado a cada parte del universo y del tiempo, pero en ninguna parte de este a la vez. La sorpresa y miedo iniciales se empezaron a transformar en pensamiento científico, pensamiento frió y analítico que miraba con ojos de halcón cada rincón y cada ser que se encontraba en esa sala. Mientras ojeaba a su alrededor, con mucho cuidado de no llamar mucho la atención, cosa que se le daba bastante bien, se sentó en una de las sillas vacías sin hacer mucho ruido y siguió con su “investigación” ahora pasando a observar a los allí presentes, de uno a uno.
Primera observación; el cantante. ¿Que hace ahi? No parecía un monstruo ni nada por el estilo, parecía un simple humano más, no como sus espectadores, o como el anfitrión. Puede que si se hubiera parado a pensar un poco averiguase la razón de que estuviera allí, el cantante y el mismo, sin embargo prefirió seguir investigando a los demás visitantes de ese tenebroso lugar. Una mujer, rubia, de aspecto agradable y con una copa de lo que parecía vino, aunque viéndolo mas detenidamente ese tono de rojo no era el mismo que el del vino, era de algo que él estaba ya muy acostumbrado a ver; el color de la sangre. Negó con la cabeza, los vampiros no eran más que fantasía, cuentos para asustar a los niños, aunque… si eran reales, no se podía permitir desperdiciar la oportunidad de analizarlo. Claro que si iba hacia ella y le pedía, educadamente, que le permitiera diseccionarla seguramente no se lo tomaría muy bien, así que se aguanto las ganas de levantarse hacia ella y siguió oteando el local.
Podría haber seguido analizando, maquinando en su cabeza para encontrar una respuesta lógica, o algo parecido a ello, a todos los allí presentes. Lamentablemente, justo cuando el cantante acababa de cantar, algo, o alguien, produjo un estruendo que le reventó el tímpano casi de inmediato. Se tapo la oreja mientras algo de sangre salia de ella y miró a su alrededor; donde antes había sillas y mesas ahora no había más que fuego y madera destrozada que se quemaba, un vistazo al escenario le dio como resultado darse cuenta de que tan humano no era el cantante. No solo eso, sino que como si estuviera ido, saltó del escenario y propinó otro grito que, como regalo, le reventó el otro tímpano dejándolo sordo del todo. Entre el dolor de perder su sentido del oído, vio que el hombre se dirigió a uno de los allí presentes, un… algo; su cuerpo era antropomorfo pero tenía algunas características que lo separaban de lo humano. Todo era muy confuso y se hizo aún más confuso cuando notó un resplandor por un lado de su campo periférico y vio a… una mujer pez de aspecto horrible, cubierta de joyas, entrar en escena. Si no fuera porque le dolían los oídos, habría pensado que se trataba de un sueño, de una pesadilla causada por el dolor de la pérdida de todo a lo que tenía algo de cariño. Esto era demasiado para el, entre la escena que estaba aconteciendo, con la mujer pez extravagante tirando al suelo al cantante, y el caos que había producido este último no tenía duda alguna de que tendría que… usar su “último recurso”. Se fue a meter la mano en el bolsillo, buscando eso que le ayudaria con su problema del oido, cuando vio al Rey Morgan borrar algo que estaba en el aire, no pudo ver de qué se trataba sin embargo entendió que era algún tipo de mensaje, enviado tal vez por la mujer pez. Todo esto parecía irreal, como si fuera la escena de una película, sin embargo estaba sucediendo realmente, delante de sus ojos y, por extraño que pareciera, cuanto más tiempo permanecía allí sentado, menos miedo le daban esos seres y menos inquieto se encontraba, era casi como si se estuviera acostumbrado a toda la maldad que rezumaba del local, o puede que al no escuchar nada de lo que estaba sucediendo fuese todo como más tranquilo, como si se tratara de un sueño… un sueño demasiado real.
Su entendimiento del universo se puso a prueba cuando, no solo el micro se transformó en una especie de garra, sino que el suelo se abrió y se tragó al hombre para segundos después hacerlo caer desde el techo encerrado en una jaula. Se podría explicar lógicamente y, la única explicación que le venía en ese instante, era que ese ser con la cabeza llameante era capaz de manipular el entorno a su antojo. Su miedo hacia el se torno en algo más parecido a la “admiración”; lo que daría él por tener unos poderes similares, la de veces que se podría haber ahorrado morir en un experimento fallido si simplemente pudiera hacer aparecer aquello que estuviera construyendo de la nada… eso, sobretodo de joven, le habría venido de perlas. Se sorprendió cuando otra jaula apareció al lado de l del cantante ya que, debido a su recién adquirida sordera, no escucho ni el sonido de la puerta ni lo que estaban hablando los seres que tenía delante. En esta, un ser de aspecto extraño, de nuevo antropomorfo pero con grandes diferencias a lo humano, se encontraba encerrado con lo que parecían sombras a su alrededor.
Todo era extraño, casi como si de un sueño lúcido se tratara. Se dio unos golpes en la cabeza con la esperanza de despejarse o de que sus oídos reaccionasen a algo, de encontrar una respuesta lógica a todo esto y, a pesar de sus esfuerzos, no pareció encontrarla. Lo que si halló fue la contestación a porque estaba ahí y es que, entre todo ese caos, la respuesta le golpeó en toda la cara; esos seres estaban allí por su malignidad. Por su aspecto y por la sensación que le estaban produciendo hasta hace unos momentos no cabía duda de que no se trataba de unos seres que iban por el mundo repartiendo amor y alegría, no, eran seres horribles, despreciables y entre los cuales se encontraba el ¿Por qué? Se paró un segundo a pensar y es que en verdad, él no era menos menos monstruoso que cualquiera de los allí presentes; si alguien supiera todos los crímenes que había cometido, todas las personas que mato a lo largo de su vida, no dudaría en encerrarlo en la prisión de más alta seguridad del planeta. Gran parte de su vida se la pasó huyendo de la “maldición” de los Kostka, esa que le hacía sentirse y verse superior al resto de seres que habitaban este planeta, más ¿Alguna vez consiguió escapar de ella? Incluso tras separarse de su hermano, siguió matando, traficando y ayudando a gente perversa, a veces incluso asesinando a aquellos que le contrataban. La única diferencia siendo que esta vez lo hacia solo y con cuidado de que nadie, ni siquiera los gobiernos con sus agencias secretas, averiguara ni su nombre. No existía ninguna maldición, eso no era más que un cuento que les contaba su madre para hacerles dormir por la noche, no, la verdad era mucho peor; ellos eran la maldición. Ahora estaba solo, sin nada en el mundo que le atase a la humanidad o a cualquier otra entidad del vasto universo en el que se encontraba, perdidos estaban ya el cuerpo y el alma, lo único que le quedaba… era la mente.
Su posición en la silla se relajo a lo sumo y su mirada se torno a una mirada… de superioridad. Acepto la maldición de los Kostka; si el era el único que quedaba no huiría de ella, la aceptaría, dejaría de reprimirse. Cruzó las piernas, se echó una mano en el abdomen y la otra la dejo colgando detrás de la silla dándole un aspecto relajado, muy diferente al que tenía cuando entró al local, casi como si hubiera renacido y viera a todos los allí presentes como seres inferiores a su persona, al igual que hizo años atrás, antes de rehuir de la “maldición”. Miró atentamente a la cabeza ardiente del Rey Morgan, con la misma mirada preponderante con la que miraba a los demás, aunque no consiguió escuchar nada de lo que estaba hablando ya que aun seguía sordo por el “accidente” con Aidan y aunque hubiese intentando leerle los labios, ese ser no tenía labios así que difícil lo tenía, sin embargo, llevaba algo en el bolsillo que le podría ayudar en esta situación; pastillas de cianuro. Alguien como él, con su poder, podría suicidarse para escapar de una situación peliaguda, ahora… la utilizaría para repararse los oídos. Con cuidado se metió la mano en el bolsillo, agarro la cajita en la que las guardaba y sacó una, se quedó mirándola unos segundos, siempre que tenía que hacer algo así, siempre que… “moría”, ya sea por accidente o intencionadamente, esperaba que fuese la última vez, que por fin la vida le dejara descansar en paz, no volver a despertarse y encontrarse con su familia en el más allá… lo intento, lo intento muchas veces pero ahí seguía y seguramente esta no seria la ultima vez que moriría aunque en el ambiente en el que estaba puede que su cuerpo no estuviera del todo seguro aunque eso daba igual, si le hacían algo lo unico que haria seria retardar su regeneración, minutos, horas, días, todo depende de cómo se moría o que le pasaba a su cadáver una vez muerto. Respiro profundamente, se echó la pastilla a la boca y se cruzó de brazos con la cabeza agachada, fingiendo que se había quedado dormido, mientras masticaba la pastilla esperando a que surtiera efecto y así fue. El veneno fue rápido, al igual que su muerte, ahora lo que quedaba era… esperar a que su poder empezase a funcionar mientras soportaba el horror y el frío de la muerte no eterna, el horror de ir… y volver.
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Ahri'ahn DC Universe
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Intervengo como moderadora para avisar de que el post de Martha R. ha sido editado, variando de manera notoria su resultado final, por tanto es necesario que respondáis en base al nuevo final y no el anterior. Su personaje está aparentemente dormido, por tanto no responderá el próximo turno. Dejo aquí como queda la ronda de posteo para que no haya confusiones:
En la segunda ronda de posteo de Aidan volveré a poner el nuevo orden incluyendo de nuevo a Martha para que no sea un lío y esté claro para todos y todas.
Pues nada, que continúe el espectáculo, y recordad releer el último post y reaccionar en consecuencia.
Aunque hubiera visto venir el ataque, no hubiera podido hacer mucho por evitarlo. Esos oídos super desarrollados sufrieron más de lo esperado cuando el pequeño humano con el que ella se había encaprichado hizo uso de su voz para agredir de un modo extraño a todos cuantos estaban presentes. Un improperio agudo y en francés escapó de los labios de Mallory quien, en recibir el ataque, se llevó ambas manos al rostro, apretándose la cabeza con tanta fuerza que parecía amenazar con hundirse los oídos en el cráneo. Pero fue alguien más quien se adelantó y detuvo aquél grito infernal, arrancando un jadeo de los labios de la francesa. Había cerrado los ojos con fuerza al sentir el dolor acústico de Aidan, pero ahora sus ojos se acostumbraban otra vez a la iluminación del local… y es que pese a todos esos cambios, su aspecto y su carácter, ella ya conocía a aquella muchacha que ahora reclamaba como propio su capricho.
Y sin embargo, no dijo nada. El anfitrión se alzó y tomó cartas en el asunto, haciendo que todo quedara rápidamente bajo control. Así tenía que ser. Y Debonnaire aprovechó esa ocasión para volver a pasear la mirada por el lugar, tomando nota y buscando todos los cambios que habían precedido a su actuación. Las mesas que habían volado, los diferentes seres que alrededor reaccionaban con distintos grados de disgusto, buscando venganza sobre el humano… Su pecho había dejado de fingir la respiración, agitada como estaba y pendiente de recuperar por completo su oído y visión, tales minucias como fingir su humanidad pasaban a un segundo plano.
Pero no era el momento de distraerse con esas cosas. Su curiosidad y sus intereses personales podían esperar un minuto mientras su atención volvía a centrarse en el escenario, donde se requería de la respuesta del público para decidir qué hacer con los “agresores”.
Normalmente no se hubiera planteado la respuesta. Alguien que sin provocación alguna agredía a la gente a su alrededor, debería ser castigado por su atrevimiento. Sin embargo, puesto que de algún modo Aidan había llamado su atención al inicio – en su mayoría gracias al hermoso latido de su corazón -, se había fijado en que parecía asustado. Tenía que haber alguna razón para que el cantante hubiera virado de un modo tan violento del miedo a la ira, y si cabía alguna posibilidad de que no hubiera sido intencionado, que no hubiera sido el agresor, entonces castigarle era un error. Cuando ella había gobernado, aunque cruel había sido justa. Y si Aidan no era la mano que guiaba esas acciones, era injusto hacerle cargar con las consecuencias. En su lugar… Deberían usarle para llegar a quien verdaderamente orquestaba el ataque.
— Qué peligro supone realmente un ser como él. — contestó con su afectado acento francés, en una voz que era un ronroneo. — Perder semejante talento parece un desperdicio innecesario, cuando hay otros que merecen su castigo.
Pensar en ese humano… le recordó que había otro latido en la sala, que estaba ahora pasando desapercibido. Intentó buscarle, guiándose por el corazón, pero fue incapaz de percibirlo… Cosa que achacó al hecho de que momentos antes, los gritos de Aidan le hubieran dejado un molesto pitido ensordecedor.
Se había desatado el caos, o mejor dicho, Caos se había desatado. Tal como lo había planeado, si no podía escapar al menos daría con el sujeto detrás de las cortinas. Pero, de buenas a primeras el demonio fue absorbido otra vez por el espacio, y cada vez que le pasaba lo mismo comenzaba a entender los orígenes de la magia. Cayendo de las alturas por el impulso de la Fuerza de gravedad, cabe destacar que quedó colgando en el aire dando vueltas dentro de una jaula, junto a él Aidan. Terminó en el suelo de dicha jaula para poder mantener el balance se quedó sentado.
Este sujeto místico comenzó a hablar y ha elevarse con sentidos de grandeza pidiendo opiniones y dándole palabras al público. Un público lleno de emociones, muchos de Venganza, otros de dolor e impotencia, aquello parecía una fiesta para Caos. También, tal parecía que este mágico ser con cráneo de calabaza le molestaba.
- No te conozco, no se donde estoy, tampoco se quien me invoco aquí. - Caos mira a Aidan de reojo. Y vuelve a llamar la atención de cabeza de calabaza. Ahora se pondría de pie sujetando las barras de la jaula que aún se movía, desbalanceando su postura un poco.
- Préstame atención cuando te hablo maldito egendro. ¿Tú crees que la decisión de otro podrá definir mi destino? ¿Tu eres un impostor? - ¿Gritaba? no, más que eso. Caos escupía las palabras para buscar alterar aún más al público mientras inyectaba el caos en Conner, aquel sujeto que fue objetivo principal del ataque de Aidan hace varios minutos, y ahora debería estar muy molesto, angustiado, furioso y por montones de emociones negativas de más ¿Que hará para desprender toda esa violencia por dentro? Mientras Caos trata de llamar la atención del principal, para que lo que sea que esté por pasar le caiga de sorpresa.
163ConnerKent DC Universe
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El primer grito le pareció hasta divertido si apartamos la molestia de sus oídos, había sido una manera muy original de acabar con la canción. En los recuerdos del joven kryptoniano no había nada de semejante poder, se suponía que era un cantante mediocre con su penosa vida y eso fue lo que alerto a Envidia. El segundo grito ya lo encaro con más determinación, esquivando pudo las olas de fuego pero el sonido ya fue más difícil. Cayó al suelo de rodillas al perder el sentido del equilibrio llevándose las manos a las orejas en un vano intento de curación. Una ver recuperado el sentido de la vista, que también se vio algo dañado, pudo observar a su hermana de pie delante de ella. Se levantó lentamente al notarse como se recuperaba de tremendo golpe. Se froto los ojos y al abrirlos vio a los tres personajes encima del escenario; dos en jaulas y el tercero mostrándolas como si se tratara de un vendedor de esclavos. Miro con desdén esa mujer que hablaba de forma tan tranquila, claro, como ella no recibió de lleno los gritos de lleno viene con el cuento de lo moral y justo. Buscar el culpable ¿de qué va esta franchuta? Su acento le ponía nervioso. Envidia sentía la necesidad de matarla… de matarlos a todos por haberle molestado en su tranquilo vuelo por la ciudad. Dio un par de pasos para acercarse a Dolphin.
¡MataaestosDESGRACIADOS!
Sin darle tiempo a reaccionar a la atlante le bofeteo con tanta fuerza que la envió a volar contra la glamurosa estanterías de licores que había tras la barra, utilizando sus rayos de calor para derretir la puerta de la celda de Aidan. Con un salto se paró frente a ella y la arranco con tremenda facilidad, al igual que hizo con su hermana, hizo volar la puerta hacia atrás impactando contra una lámpara de araña.
¡EMPEZANDOPORESTE!
Alzo la mano dentro de la celda con intención de arrancarle la nariz, porque sin nariz no podría respirar mientras gritaba ya que su boca estaba protegida. La garganta la dejaría para el final.
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Había llegado antes de lo previsto, pero aquello no le impidió aprovechar los escasos momentos de calma que precedían a la tormenta, y disfrutar del recién construido bar de su nuevo e inesperado aliado, el Rey Morgan.
La última vez que pisó su salón, había sido a principios del mismo mes de Abril, cuando fue testigo de la construcción de aquella brillante idea. Un refugio interdimensional en el reino de Morgan, donde podías tomar algo tranquilamente mientras disfrutabas de la música y de una agradable compañía. Un lugar seguro donde encontrar momentos de tranquilidad para los que eran como ellos, donde conocer gente nueva y compartir planes malignos, siempre lejos de las miradas de los que se autoproclamaban héroes.
Loki le estaba empezando a pillar el gusto a los bares. Antes de encontrar este lugar, solía frecuentar el nightclub de papa Midnite, donde había conocido a la reina Tala. Un lugar neutral donde héroes y villanos podían coexistir sin tratar de apuñalarse los unos a los otros. Pero sin duda alguna, el bar de Morgan se había convertido en su favorito hasta la fecha. No sólo por el hecho de que la presencia de sus enemigos en aquel lugar estaba vetada, sino porqué allí dentro cualquier cosa era posible, incluso que le sirvieran su batido de fresa favorito.
El dios embaucador se sentó con su bebida en un pequeño rincón iluminado bajo una de las lámparas de araña, alejado del escenario y de la muchedumbre. Trató de pasar desapercibido, y no le costó demasiado. Habían seres de aspecto mucho más estrambótico que llamaban inevitablemente la atención; esqueletos bailarines, amalgamas de ojos y dientes, masas verdes y viscosas de tres metros, la calabaza encendida de Morgan… además jugaba con la ventaja de que en aquel nuevo universo, los que habían conocido al antiguo dios de las mentiras le recordaban como un retorcido y siniestro viejo con un casco de oro y cuernos de toro. Otros, sin embargo, relacionaban su nombre con la imagen de un travieso duendecillo de cabello pelirrojo. Así que era poco probable que los allí presentes le reconocieran a primera vista.
De todas formas, esperaba no encontrarse a nadie conocido que le amargara la fiesta. El dios de las mentiras se había ganado una buena pila de enemigos, y a pesar de que la mayoría eran héroes, Loki había engañado también a poderosos demonios y entidades del calibre de Mephisto. Y ahora mismo no tenía tiempo para lidiar con ellos.
Así que cuando el joven Aidan entró en escena, los ojos avizores del dios de las mentiras se despegaron del vaso, y no perdieron detalle de lo que estaba a punto de ocurrir. Analizó en silencio al Midgardiano, que de buenas a primeras parecía atemorizado, y actuaba como si acabara de meterse en la boca del lobo. Fue cuando cogió el micro que Loki se dio cuenta del potencial que había en su voz. Ese maldito hechicero de cara de póker tenía razón.
Una repentina seguridad invadió al cantante, y de buenas a primeras, usó su voz para mandar volando a las primeras filas de fans. Mesas, sillas y llamas infernales incluidas. El inesperado ataque hizo que Loki se echara hacia atrás en su respaldo a la vez que se llevaba las manos a la cabeza en un esfuerzo inútil por detener el sonido, pero para cuando el asgardiano empezó a recitar un hechizo de protección, la intervención del Rey Morgan detuvo inmediatamente la pelea. Y no sólo eso, sino que inmovilizó a Aidan y lo enjauló al lado de otro tipo que parecía haber entrado sin ser invitado...
Respiró aliviado, estaba claro que el dueño del local no iba a permitir que se destrozara su recién acabado proyecto. El cabeza de calabaza irradiaba un aura de maldad que nadie pudo ignorar, ni siquiera él. Todavía no se acostumbraba a la figura inquietante de Morgan, pero su presencia le infundía un enorme respeto. No era una criatura que quisiera hacer enfadar, o al menos de momento.
El dios de las mentiras se llevó la mano a la cabeza tras el ataque ensordecedor y luego se dio cuenta de que con el barullo, su batido de fresa había acabado hecho añicos en el suelo. Automáticamente frunció el ceño. Estaba tan molesto que se acercó al escenario para escuchar la discusión desde la primera fila. Los clientes del bar estaban molestos con el destrozo y el caos que había ocasionado el cantante y algunos exigían que se le diera un castigo.
Pero entonces, de entre el público, surgió la melodiosa voz de una mujer con acento francés y esbelta figura. La rubia llamó la atención de todos los presentes, y en su discurso llevaba la razón. Gracias a su influencia, estaba seguro de que ayudaría a evitar un castigo innecesario al lío en el que se había metido Aidan.
El otro individuo enjaulado, en cambio, no estaba demasiado contento con su situación y quiso reanudar la disputa.
— Oh, no… yo que tú no le hablaría así a Morgan… — susurró, más bien para sí mismo, viendo la alta temeridad del sujeto enjaulado.
De pronto, las cosas volvieron a estallar. Uno de los espectadores, el que parecía un adolescente culturista, mandó volando de un puñetazo a la mujer de joyas ostentosas, que aterrizó de lleno en la licorería. Con una velocidad vertiginosa y una fuerza sobrenatural, arrancó la puerta de la jaula donde se encontraba su objetivo.
— Mierda...— Estaba pasando todo tan deprisa que si no espabilaba, Aidan acabaría convertido en pedacitos, como su batido de fresa.
El hechicero entonó una melodía en el idioma rúnico de los asgardianos, y rápidamente se formó un escudo de fuerza alrededor de la jaula, que en cuanto colisionara con el cuerpo de Conner, éste le impulsaría fuera del escenario. Con esto, se aseguraba de que Aidan estuviera temporalmente protegido de cualquiera que pretendiera hacerle daño.
Fue entonces cuando Loki sintió la ira crecer en su interior, y se giró para encararse al demonio de la envidia. De las manos del hechicero asgardiano, empezaron a brotar chispas de energía negativa. Estaba dispuesto a liberar el conjuro en el caso de que alguien se acercara para retarle. Aquella reacción impulsiva no era nada habitual en él. El dios de las mentiras solía ser frío y calculador, y en pocas ocasiones se dejaba llevar por las emociones primarias. Él mismo se dio cuenta de que algo no encajaba en todo esto, y decidió bajar la guardia por un instante.
— Hay alguien… hay alguien entre nosotros que nos está manipulando…- los ojos esmeralda se estrecharon, y rápidamente empezó a buscar al causante de semejante alboroto entre los extraños y poderosos seres de su alrededor.
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Aidan nunca sabría por qué lo hacía. Por qué tenía esa tendencia autodestructiva que le llevaba a decir y a hacer lo menos adecuado en las peores situaciones posibles, y que le había costado más de una paliza. Lo único que sabía con certeza era que aquella vorágine demoledora había empezado tras morir su familia. Incluso había compuesto una canción sobre ello:
Eros and Thanatos are brances on the same old tree Rooted in the soil of shadow and light If God was separated from the dark twin, the Devil Could he ever know the soul of mankind?
Creía que era porque una parte de él había muerto el día del accidente, y sentía que ya no le quedaba nada por lo que vivir. Esa era la pulsión de muerte, Thanatos. Pero, por otro lado, sabía que, si moría, iría al infierno y ya nunca jamás podría volver a ver a su familia, así que se esforzaba por seguir adelante, continuar y abrazar la vida por dolorosa que fuera. Éso era lo que le desgarraba por dentro, y lo que le hizo empezar a reír irracionalmente después del golpe que su espalda dio contra el suelo. A duras penas consiguió medio incorporarse sobre las rodillas, recuperando la visión justo a tiempo para ver lo que la demonio que le acababa de atacar dibujaba en el aire.
- No te ofendas, amor* -para variar, su boca actuó antes que su cerebro-, pero yo ya pertenezco a otro. No es por desmerecer lo presente, que seguro que alguien habrá a quien le ponga el rollo ese de las escamas, las garras y demás, y si fuera por mí, créeme que me iría contigo encantado, pero no creo que...
En aquél momento, del micrófono que aún sostenía entre sus dedos emergió una mano metálica que, al más puro estilo de las películas de terror de serie B que tanto le gustaba ver con Múriel, se lanzó sobre su boca, sellándosela con fuerza e impidiendo (gracias al cielo) que continuara hablando. Aidan abrió mucho los ojos, asustado e impactado a partes iguales. Lleno de angustia ante la súbita presencia extraña que se le había pegado a los labios trató de arrancársela con las manos, pero un montón de cadenas surgidas de la nada se enroscaron en torno a su cuerpo como si tuvieran vida propia, inmovilizándole por completo un segundo antes de que el suelo se abriera bajo sus pies para engullirle como las ávidas fauces de una criatura abisal. Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, su caída se detuvo en seco y se encontró dentro de una jaula, colgando en la misma habitación que acababa de abandonar cual extra involuntario de la película Hellraiser. Un súbito estruendo anticipó la caída de una segunda jaula con otro tipo encerrado en su interior, alguien quien, al parecer y según las palabras del "anfitrión" se había presentado allí sin haber sido invitado.
Lleno de terror observó como la calabaza ardiente se acercaba con paso solemne a ellos, reservando su sino al capricho de los monstruos y demonios que se encontraban en el local, a los cuales, además, acababa de atacar por razones incomprensibles hasta para él. Desesperado, pugnó por incorporarse, pero las cadenas inmovilizaban sus brazos, volviéndolo muy complicado, especialmente por el hecho de estar suspendido en el aire, sin una base firme sobre la que apoyarse y sin poder sujetarse a ningún lado.
Aún se debatía con sus ataduras para tratar al menos de conseguir una postura un poco más digna cuando una melodiosa voz femenina, con un marcado acento francés, se pronunció en primer lugar:
— Qué peligro supone realmente un ser como él -dijo en tono afectado-. Perder semejante talento parece un desperdicio innecesario, cuando hay otros que merecen su castigo.
Gracias a Dios, pensó aliviado, sintiendo las gotas de sudor frío recorriéndole la frente. Torció como pudo el cuello para tratar de ver mejor a la mujer. Era preciosa, tanto que resultaba irreal en aquél lugar repleto de monstruos. Como cuando estás soñando y aparecen cosas totalmente absurdas que una parte de tu cerebro sabe que están fuera de lugar pero las integra dentro de la historia aún así.
Eso era... un sueño. Tenía que estar soñando. Seguramente estaba durmiendo la mona con el pedo de los siglos tirado en algún callejón en la parte trasera de algún bar. Sí... Sin duda. En cualquier momento despertaría con un dolor de cabeza inmenso y notaría que le habían robado la cartera. Por favor, por favor, pensó, apretando los ojos como cuando era pequeño y tenía pesadillas, esperando que desaparecieran al abrirlos de nuevo.
Pero no lo hicieron. Aún seguía allí. No debería de sorprenderle. Después de todo, su vida entera era una pesadilla desde el accidente.
El tipo de la otra jaula habló en su defensa, alegando haber sido "invocado". Aidan alzó la cabeza para mirarlo. Si había sido invocado, quería decir que era un demonio, como probablemente lo fueran la mayoría de los seres que estaban allí. Le dio la impresión de que le devolvía la mirada con reconocimiento... ¿Acaso tenía alguna clase de relación con Gob? ¿O es que los demonios tenían la capacidad de reconocer a quien había entregado su alma? ¿O, lo más probable, se lo estaba imaginando todo por puro y simple desespero? Desde luego los tenía bien puestos, a juzgar por cómo se estaba dirigiendo al ser de la calabaza llameante. A Aidan le habría gustado poder gozar de semejante entereza, pero por desgracia no era ningún héroe. Hasta hacía poco más de un mes, era un simple humano normal y corriente, hijo de un pescador y una pescadera, criado en un barrio humilde en la zona portuaria de un pueblecito irlandés, casado con una camarera y que, hasta aquél mismo instante, no había visto una criatura mágica o sobrenatural en toda su vida. Encontrarse de repente encadenado, amordazado y colgando de una jaula en un lugar repleto de muertos vivientes y monstruos aterradores no era precisamente fácil de asimilar para alguien como él.
Y hablando de monstruos aterradores...
¡MataaestosDESGRACIADOS!
Un súbito estrépito anunció que la mujer que antes había tratado de reclamarlo para sí acababa de estrellarse contra la licorería segundos antes de que el causante del ataque derritiera con su visión de rayos láser la puerta de su jaula.
Y, en aquél momento, Aidan tuvo claro que no podía haber en el universo nada más aterrador que la visión de un kriptoniano enfurecido. Nada podía compararse con el brillo ominoso de esos ojos rojos resplandeciendo en un cuerpo indestructible y poderoso que se movía a la velocidad de la luz. Aquella visión quedaría grabada en sus retinas para siempre... si es que sobrevivía.
Superboy arrancó la puerta de la jaula como si se tratara de papel, y él se las ingenió para rodar sobre sí mismo y recular por puro instinto hasta que su espalda chocó contra los barrotes de metal, indicándole que no había salida posible... Sus ojos azules se agrandaron ante la realización de su propia muerte, mientras sentía el corazón palpitando con tanta fuerza que parecía a punto de salírsele del pecho.
Otros héroes en películas y novelas habrían tenido la presencia de ánimo para un último pensamiento bonito y poético para sus seres queridos, pero hey, seamos realistas, ¿vale? Si cualquiera de vosotros se hubiera encontrado en esa situación habría hecho lo mismo que él... cerrar los ojos y esperar una muerte que nunca llegó a ocurrir.
En su lugar escuchó un fuerte impacto y, cuando abrió los ojos, encontró que Superboy había salido despedido como si acabara de rebotar contra un muro invisible. Abajo, frente a la jaula, había un hombre esbelto y moreno que se interponía entre el kriptoniano y él, con rayos de alguna clase de energía extraña saliendo de sus manos.
De un rápido vistazo comprobó que la puerta de su jaula seguía abierta... pero descartó la idea de tratar de huir con la misma rapidez con la que se había presentado. ¿Qué iba a hacer, encadenado como estaba, si ni siquiera era capaz de sentarse en condiciones? Lo más probable era que se cayera de bruces al tratar de bajar y después no sería capaz de volver a levantarse. Mientras siguiera amordazado no tenía ninguna manera de defenderse, y allí abajo estaba repleto de criaturas de pesadilla que deseaban su muerte, entre ellas una mujer demonio extraña y un kriptoniano. Hasta donde veía, la única persona que había realizado un esfuerzo activo por proteger su vida se interponía ahora mismo entre él y todos los demás.
Parecía que estaba más seguro dentro de la jaula que fuera, y desde luego no pensaba ponerlo a prueba...
*Del original "Love", expresión típica británica que no implica sentimientos de afecto reales ni pretensión alguna de ligar. El equivalente en castellano sería "guapa".
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Los demonios se habían vuelto locos, eso a pesar de novedad carecía de sorpresa. El cristianismo era de las religiones más incoherentes y peligrantes de nuestro tiempo. No apostaba porque durase mucho más y si bien los fieles ahora creían en el infierno con más intensidad que en el cielo, las otras mitologías aprovecharon para reforzarse. La desesperación hizo que nuevos talismanes con el nombre de Zeus, Othala, Olofi y otros dioses olvidados tomasen de nuevo la luz del sol y se cargaban con la fe y la necesidad de aquellos que los hacían con sus propias manos. En ese proceso, el dios vio la agenda mucho más apretada de lo que la había tenido últimamente y no dudó en proteger a quienes entregasen su devoción y su fe. Terminando así, un ritual de protección en la casa de un fiel nigeriano solitario, el dios bajó la vista y le sonrió con cariño. Las pinturas tribales aún bailaban en tonos rojos por su piel, sobre la calavera blanca - Tú y tu animal descansaréis tranquilos por el momento. Al tiempo que necesitéis reforzarlo o tengáis novedades, deberéis avisarme cuanto antes.- Por supuesto, por supuesto… ¿Qué podemos ofrecerte a cambio de tus favores?- El dios le miró de arriba a abajo, su energía se emanaba constante y sin duda hacia los Orishas y no cabía duda de que este hombre era casi incorruptible. El dios agachó la cabeza hacia la mesa y pudo ver el descanso de un panfleto que hacía de llamamiento a los excepcionales talentos. Señaló ese papel y el hombre lo tomó entre sus oscuros dedos como si fuera la primera vez que lo viera y se lo extendió. Ojeando con su sangriento iris, sonrió y giró a la puerta de salida de la casa, que ahora era roja y con el pomo cambiado de lugar. -Con esto será suficiente. Cuida lo que amas y protégete- pinzó el ala de su sombrero y se dejó caer intangible hacia abajo, atravesando las escaleras. La puerta se cerró tras de sí recuperando su forma habitual.
Descendió durante un largo camino, viendo cómo los escalones y la oscuridad se iban abriendo paso, hasta que un grito desgarrador le hizo frenar en seco. Las espirales de humo se enturbiaron y se arremolinaban en el centro de la nube oscura. ¿La guarida de un banshee? Siguió descendiendo hasta llegar a ese local antiguo con una batalla campal desarrollándose como espectáculo principal. El gran cuerpo del dios se materializó en el preciso instante en que las jaulas aparecieron ordenadas por el humanoide calabaza. Si eso había sido un hombre en otra vida, definitivamente era blanco. Aparentemente mantenía pleno control del entorno y de la situación. Observó desde la relativa distancia a cada uno de los presentes obviando a los derribados que luchaban por incorporarse. O bien estaban enzarzados o enjaulados, desconocía lo que había acontecido pero en primera instancia no parecía ser la típica caza de talentos suburbana.
El dios señalando una botella esperó a que le sirvieran su copa ámbar y dio un sorbo en cuanto la tuvo entre los dedos. Agradeció no tener que agacharse con las lámparas y se adentró más cerca del conflicto. -¿Qué debería... hacer?- Legba sonrió en sus adentros viendo cómo el Banshee de forma física y figurada carecía de esa palabra.
Entonces escuchó una voz que sí reconocía en medio de la entropía . Uno de los mejores rivales de mercado y competencia. Loki Laufeyson, aunque algo cambiado desde la última vez que el dios investigó sobre él. Tenía esa presencia y el carisma de la que tanto hablan en los Eddas y sin duda sabía reconocer una manipulación cuando alguien la ejecutaba, por lo que sus palabras, a pesar de ser quien era, había que ponerlas en la mesa como una condición real a tener en cuenta. Él acababa de llegar, pero si algo estaba manipulando a seres tan poderosos, debía mantenerse alerta para evitar que los Orishas tuviesen que romper el vínculo de control.
Carraspeó desde el pecho, haciéndose oir ahora que parecían haberse callado un instante -Permitidme la interrupción- señaló al hombre enmudecido- Yo le daría la ocasión de explicarse- afirmó con una potente voz grave y mirando a todos aquellos que estaban a punto de atacarse entre sí, terminó afirmando clavando la mirada en la calabaza- Y a los que sean de mecha corta, hay que contenerlos si no saben comportarse de otro modo que como potenciales asesinos sin móvil- Dio otro largo sorbo y esperó respuesta. Notaba el eco de las voces de los grandes aún en su cabeza y sabía que así las cosas no tendrían futuro alguno. Había potencial, en esa sala había gente útil y almas suficientemente valiosas para que perdieran la vida de cualquier modo estúpido.
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Mensajes : 344 Fecha de inscripción : 10/08/2019 Localización : Santa Mónica Empleo /Ocio : Cantante heavy Humor : Ardiente
Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
De las siguientes personas a las que les hubiera tocado responder, los users que llevan a Dolphin y al Rey Morgan están inactivos, y la user de Mallory ha abandonado el personaje. Dada la situación, y el tiempo que lleva parado éste tema, y a que no tiene ningún sentido continuar con el juicio sin el Rey Morgan, desde la administración hemos decidido darle un cierre rápido a éste tema. Lo que voy a narrar a continuación, así como las acciones del Rey Morgan, han sido acordadas desde administración. Desde ya pido disculpas por haber tenido que usar su pj a modo de pnj (que sin lugar a dudas lo habré llevado muchísimo peor a como lo habría hecho su user), pero el tema lleva parado demasiado tiempo y es necesario avanzar.
Al intentar atacar a Aidan, Superboy salió despedido, como si acabara de chocar contra un muro invisible, yendo a dar con sus huesos en el suelo, muy cerca de la puerta de metal que había arrancado de la celda y la lámpara de araña que había derribado en el proceso. Al momento, los brazos de la lámpara se tornaron flexibles y empezaron a moverse como si tuvieran vida propia, reptando por el suelo hasta arrojarse directamente contra la cara del súper chico, fijándose a su rostro como si de un bozal monstruoso se tratase, un bozal que, por mucho que Envidia lo intentó, no fue capaz de arrancar. La cadena que había unido la lámpara al techo se tensó cuando el demonio trató de moverse, arrastrándole por el suelo hasta ir a fijarse a una argolla en la pared, como si se tratara de un perro sujeto por su correa.
- Tsk...
El rey calabaza pasó por su lado, ignorándole por completo mientras se acercaba a la jaula de Caos. Hizo una mueca, divertido ante las palabras del demonio, pero, al final, su enorme sonrisa se torció en un gesto de desdén.
- Me aburro -anunció, y, con un chasquido de dedos, Caos desapareció de su jaula para ser devuelto al lugar en el que estaba antes de aparecer allí.
Inicialmente se había planteado alguna clase de castigo más... divertido e instructivo ante su atrevimiento, pero si tal como había dicho había sido invocado allí sin pretenderlo, entonces la falta de la que se le acusaba no era tal, y de todas formas se sentía generoso. No todos los días se descubría un talento como el que tenía su otro prisionero...
Pasó por delante de la barra destrozada, tras la que Avaricia yacía inconsciente entre una pila de botellas y vidrios rotos, completamente empapada por la mezcla de diferentes licores y esbozó una de sus perturbadoras sonrisas:
- Vaya, vaya... algunos no aguantan nada bien el alcohol -comentó con sorna antes de detenerse ante la jaula rota del músico.
A un gesto suyo, las manos que le cubrían la boca se retiraron, permitiéndole hablar, y Aidan se incorporó hasta quedar sentado sobre sus rodillas.
- He dejado tu destino en manos de la audiencia, y todos parecen coincidir en que debería tener clemencia. ¿Tú qué dices? ¿Qué tienes que decir en tu defensa?
Aidan titubeó. Todavía estaba bastante asustado, pero parecía que tenía una oportunidad de salir de allí con vida. Su mirada fue desde la chica del pelo blanco que lo había reclamado para sí, y que ahora yacía inconsciente, hasta el superchico que se levantaba del suelo con un aspecto más confundido que enfadado, sujeto por la improvisada correa mágica. De hecho, ahora que Caos se había ido, todo el mundo estaba recuperando el control sobre sus emociones, aunque quizás no hicieran la asociación de manera inmediata.
- ¿Qué tengo que decir en mi defensa? -repitió, inseguro-. No lo sé. Ni siquiera sé aún si todo ésto es real, o es una pesadilla, o qué. No estoy seguro de cómo he ido a parar a donde quiera que esté éste lugar, o donde demonios estoy. Pensé que había muerto y había terminado en el infierno, y me invadió una súbita sensación de ira que no pude controlar. No sé nada más.
- No sabes -repitió Morgan, llevándose uno de sus esqueléticos dedos a la hendidura sin labios que conformaba la boca en su cabeza-. Me parece una excusa un tanto pobre... No sé. ¿Qué opináis? -inquirió, dirigiéndose una vez más a su audiencia-. ¿Deberíamos perdonarle?
Parecía que aquél ser nunca perdía la ocasión de crear espectáculo.
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Ficha de Personaje Alias: Loki Nombre real: Loki Laufeyson Universo: Marvel
Aquella sensación de descontrol le desagradaba. Su sangre asgardiana corría rápidamente por sus venas, calentando su cuerpo, haciéndole arder por dentro… deseaba deshacerse del abrazo de las llamas que lo asfixiaba y dar rienda suelta a su magia, libre de ataduras. Si quisiera, podría convertir aquel bar en caos y terror. Sería divertido, sí, muy divertido… si ese fuera realmente su propio deseo.
Loki era el dios del caos, el rey del engaño, el príncipe de las mentiras… no podía consentir haber caído en la misma trampa que él solía colocar al resto de mortales. Qué irónico que detestara que alguien entrara en su mente, toqueteara lo indebido y jugueteara con sus sentidos.
Mientras rastreaba con su magia al culpable, esbozó una divertida sonrisa al ver a Superboy con un bozal y colgado del techo como un perro rastrero. Era lo más adecuado para los las criaturas rabiosas como él. Aunque ahora dudaba de que fuera totalmente culpable de su ira. Quizás el mago, hechicero, o entidad que se estaba divirtiendo a costa de los clientes de aquel peculiar bareto, hubo manipulado también al Kryptoniano, y a la Atlante de garras afiladas. Incluso a su presa de voz feroz y encantadora.
Morgan tomó el control de su bar, y rápidamente realizó lo pertinente. Caos desapareció de su jaula, desterrado, y ante su ausencia, Loki empezó a sentir que volvía a tomar el control de sus emociones poco a poco. Finalmente habían encontrado al culpable de que se sintiera tan desbordado, pero aún así seguía sintiéndose inquieto, y con la sensación de querer destrozarlo todo.
Bajó las manos, y las bolas de energía negativa se desvanecieron al cerrar los puños con fuerza. Observó entonces el caos de su alrededor, el perro colgado de la lámpara del techo, la mujer rubia desmayada a su lado. Ni siquiera se sintió lo suficientemente caballeroso como para ayudarla. Los demás no le importaban. Él había venido con un objetivo claro en mente, y lo tenía delante. Esta vez no pensaba dejarlo escapar.
— Claro que no sabe. Es un ignorante, un simple mortal… ¿Qué sabrán ellos sobre la magia? — dijo, avanzando elegantemente hasta la posición de Morgan, mientras levantaba los brazos a modo de burla. Sus serpentinos ojos se clavaron en los de Aidan, con afán de hipnotizarlo con la mirada. — Es evidente que ya has desterrado al culpable, a la criatura que ha revolucionado tu bar. Y aunque éste muchacho haya participado en este pequeño…”caos”… su música y su voz son un agradable entretenimiento que es mejor no desperdiciar...
Su lengua, igual de viperina que siempre, trataba de embaucar a la criatura que gobernaba en aquel pequeño reino del mal. Loki utilizó la familiaridad y la amistad que había entre ambas entidades, para tratar de persuadir al rey de cabeza de calabaza.
— Aunque claro, si aún así consideras que merece un castigo… ¿Por qué no me dejas que yo le enseñe cuál es su lugar…? Al fin y al cabo, tu debes de estar muy ocupado regentando este lugar…
Loki había tejido en silencio una invisible telaraña. Sin saberlo, Aidan estaba a punto de quedar atrapado en ella. Sin salida, sin que nadie más pudiera rescatarle. El príncipe de las mentiras le guiñó un ojo, esperando que el cantante le siguiera el rollo. El rockero había visto como Loki empleaba su magia para salvarlo… ¿Qué sentido tendría ahora que quisiera castigarle? ¿Se podría decir que estaba tratando de ayudarle de nuevo?
Aquella era tan solo una mera distracción para tener a Morgan ocupado, mientras Loki conseguía acercarse finalmente a su verdadera presa...
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Ficha de Personaje Alias: Wraith Nombre real: Aidan Doyle Universo: Marvel
Una presencia se alzó por encima de todas las demás, repleta de fuerza y dignidad. Se trataba del mismo hombre que había intercedido por él antes, salvándole de una muerte segura a manos de Superboy. Sus palabras eran hirientes y humillantes, dando a entender que no era humano, ni tan siquiera mortal, y que, seguramente como la mayoría de clientes de aquél lugar, se encontraba muy por encima de los simples humanos como él.
Pero, a pesar de su discurso de arrogancia y superioridad, había algo en él que invitaba realmente a respetarle. Era hermoso, a su manera, irradiando un halo de presencia y majestad tan difícil de ignorar como el magnetismo de su mirada. Sólo con verle y escucharle se hacía evidente que se trataba de alguien acostumbrado a mandar y a ser obedecido.
Su última frase, no obstante, le hizo apretar los puños con furia por debajo de las cadenas de metal. Desde que había firmado el maldito contrato su vida se había llenado de entidades deseosas de enseñarle cuál era su lugar; los señores demoníacos le habían obligado a cantar cuando aún lloraba la muerte de su familia, el Ente había jugado con él como si se tratara de un insecto, Morgan le enjaulaba como si fuera un canario y ahora ésto... ¿qué nuevo juego retorcido se traía aquél tipo entre manos? ¿Esa iba a ser su vida a partir de ahora? ¿Iba a tener que ser un esclavo eternamente? Aquello no era lo que se había imaginado cuando había firmado aquél maldito trozo de papel, y, sin pretenderlo, se acordó de Edward. "Cuando me necesites, sabré encontrarte", le había dicho el mago. Quizás iba siendo hora de buscar la condenada tarjeta.
Su ánimo se relajó no obstante cuando vio que el hechicero de ropajes esmeralda le guiñaba el ojo. Así que se trataba de eso... No era más que una añagaza para liberarle, pero aún así Aidan no sabía hasta qué punto podía considerarse seguro estando rodeado de seres tan poderosos como para hacerle desaparecer con un chasquear de dedos.
Morgan hizo un gesto y tanto la jaula como las cadenas que le inmovilizaban desaparecieron, haciéndole caer bruscamente al suelo. El Rey Calabaza cruzó los brazos a la espalda y miró a Loki, su mirada llameante enfrentando directamente los pozos esmeralda de su interlocutor.
- ¿Quién mejor que el Señor de las Travesuras para enseñarle cuál es su lugar? -inquirió, retóricamente-. Por ésta noche es tuyo, pero no lo mates... Me gusta su voz.
Tras aquél último matiz de amenaza, una bruma verdosa envolvió al señor de aquél castillo hasta que sólo quedaron a la vista las llamas que conformaban su inquietante mirada y su siniestra sonrisa. La entidad se llevó la mano a su sombrero púrpura y, tras una burlona inclinación de cabeza, desapareció por completo.
El local aún estaba lleno de gente, pero, al ver que el espectáculo había terminado y que al menos por el momento no se iba a derramar más sangre, todos retomaron las conversaciones y actividades que habían estado manteniendo antes de que estallara el caos. Las llamas se habían apagado mágicamente y las sillas y mesas volvían a estar en su sitio, como si no hubiera sucedido absolutamente nada.
Aidan, de rodillas en el suelo, miró a su salvador. La cabeza le daba vueltas mientras las últimas palabras del Rey Morgan se repetían sin cesar en su mente: "Señor de las Travesuras". En toda la mitología sólo había una entidad que adoptara aquél sobrenombre. Sólo una, sin posibilidad de confusión.
Primero, demonios. Después, mutantes y magos. Después, entidades. Después, esqueletos, monstruos y alienígenas. ¿Y ahora... un... Dios?
Mierda... creo que voy a vomitar...
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Loki esbozó una sonrisa de plena satisfacción cuando los grilletes se deslizaron suavemente por las muñecas de su presa y repiquetearon en el suelo con un chasquido metálico. La Jaula y las cadenas desaparecieron como si nunca hubiesen existido, una mera ilusión de esclavitud que golpeó a Aidan contra el suelo, por fin libre de sus ataduras.
— No te preocupes, querido amigo, le daré una lección que no olvidará jamás… — la sonrisa traviesa del hechicero se acentuó. Probablemente sus palabras tuvieran más razón de las que pretendía en un principio, y es que Aidan no tenía ni idea del lío en el que acababa de meterse.
Los ojos del embaucador, fijos en Morgan, observaron sin perder detalle cómo el dueño del bar utilizaba su magia para convertir el caos en orden, y después desaparecer en sus ondeantes llamas verdosas.
Excelente, al fin solos…
— Creo que no sabes bien dónde te has metido… ¿Verdad, chaval? — el príncipe del engaño le ofreció su mano y le ayudó a levantarse del suelo. — Ven… ¿Quieres tomar algo? Yo invito…
Señaló con el mentón una mesa algo alejada del barullo habitual del local, y lanzó una orden al camarero esquelético para que le renovara el batido de fresa que se había estrellado contra el suelo minutos antes y lo que quisiera para su nuevo amigo. Le pasó el brazo por encima de los hombros a Aidan y con actitud familiar le acompañó a sentarse en la solitaria mesa.
— ¿Eres Aidan Doyle, verdad?— dijo cuando el esqueleto les trajo las bebidas. — creo que no me he presentado todavía...— sus labios rozaron divertidos el borde del batido de fresa y tomó un delicioso sorbo. — Soy Loki, hijo de Laufey y señor de las travesuras… — clavó su mirada en Aidan y dejó la copa sobre la mesa. Sus largos y estilizados dedos empezaron a juguetear con el borde del cristal por donde había bebido.
— Te hablaré con franqueza, chico…— empezó, como si realmente creyera en la propia honestidad de sus palabras, algo harto probable teniendo en cuenta su verdadera naturaleza. — Quería tener una charla contigo antes de que ocurriera este pequeño incidente… verás… he oído por ahí que cierto señor demoníaco usó a un simple mortal para sus planes de invasión. Nada más y nada menos que un cantante de Heavy Metal… y ya ves como estamos ahora por culpa de lo que ocurrió en el Madison Square Garden. Demonios, masacres y caos por todas partes... — comentó sin apartar la mirada de su interlocutor, analizando sutilmente su expresión facial. — Por cierto, muy bonita la música esa que haces.
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Aidan estaba en estado de shock. Rememorando su noche, desde que había salido de la floristería de Dinah había terminado en una especie de dimensión de pesadilla plagada de criaturas monstruosas y abominaciones, había pensado que estaba muerto y había terminado en el infierno antes incluso de haber podido vivir la vida por la que había vendido su alma, se había visto invadido por una sensación de rabia difícil de describir, había atacado a aquellos seres, había terminado enjaulado, maniatado y amordazado mientras un ser aterrador con cabeza de calabaza preguntaba a la horda de monstruos qué hacer con él, un kriptoniano había intentado arrancarle la garganta y ahora el jodido dios nórdico Loki acababa de salvarle el pellejo.
La última hora de su vida había sido, literalmente, como un paseo en bucle en el Kingda Ka de Nueva Jersey sin posibilidad de detener la atracción. Cada vez que creía que estaba momentáneamente a salvo, un nuevo suceso terrorífico amenazaba con hacerle salir el corazón por la boca.
Escuchó las palabras de Loki sin pestañear y sin mostrar ninguna clase de reacción. Una parte de él, la parte que aún era capaz de procesar la información, se preguntaba por qué no estaba gritando en plan mind-blowing o algo. Después de todo, no todos los días descubres que los dioses existen, y no cualquier dios, sino uno perteneciente a la mitología con la que llevas obsesionado prácticamente desde que aprendiste a leer.
Pero... sencillamente... Aidan era humano, y después de haberse creído muerto o a punto de morir tantas veces seguidas en un espacio tan reducido de tiempo, su cerebro necesitaba un tiempo para recuperarse y serenarse, así que, cuando aceptó su mano y le ayudó a levantarse, simplemente se sentía como si se estuviera moviendo en un sueño. Todas sus emociones estaban abotargadas, como la hinchazón que acontece justo después de haberte hecho una herida. La herida en sí dolía horrores, pero lo que venía después era... una bendita sensación de entumecimiento que era lo único que impedía que sufriera una crisis nerviosa en aquél jodido instante.
Loki le guió hacia una mesa algo más alejada y él se dejó llevar tan mansamente como un corderito, toda su rebeldía y agresividad neutralizadas después de la intensa sesión de experiencias cercanas a la muerte a la que había sido sometido. Durante todo el tiempo fue incapaz de apartar la mirada del dios nórdico, como si todavía fuese incapaz de creer que todo aquello estaba sucediendo realmente. Como si una parte de él aún pensara que estaba experimentando el peor viaje fruto de las drogas de la historia. En lo más profundo de su ser estaba convencido de que en realidad se encontraba tirado en algún callejón con alguna sobredosis o experimentando el resultado de algún alucinógeno que le habían vendido en mal estado, como lo que le había pasado al desgraciado de Jordan Belfort cuando se había tomado el Lemmon 714 caducado en El Lobo de Wall Street.
Tan alucinado estaba por lo surrealista de la situación que ni siquiera se sorprendió cuando el puto dios del engaño y la traición le pidió un jodido batido de fresa al esqueleto que atendía las comandas. Si algo le faltaba para convencerse de que nada de aquello era real y que simplemente estaba alucinando, era eso. Y, al fin, tuvo su primera reacción desde que Loki le había sacado de la jaula.
Empezó a reír. Una risa loca y desquiciada.
- Ya. El puto Loki Laufeyson escucha mi música y bebe batidos de fresa. ¿Qué será lo siguiente? ¿El poderoso Dios del Trueno vestido con un tutú rosa? Dios mío, estoy delirando -se puso de pie, mirando a su alrededor-. Vale, ya está, ya he tenido bastante de éste sueño -dijo, dirigiéndose a nadie en particular-. ¿Cómo se sale de aquí? -gritó-. ¡Quiero despertar!
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Loki Laufeyson no había perdido detalle del lenguaje corporal de su interlocutor. Aidan estaba demasiado tranquilo para todo lo que acababa de pasarle en tan poco tiempo. Quizás algo confuso, pero bastante más calmado de lo que cabría esperar.
Hasta que el cantante no se puso a reír como un desquiciado, Loki no se dio cuenta de que en realidad, su discurso previo había caído en saco roto.
— Ya. El puto Loki Laufeyson escucha mi música y bebe batidos de fresa. ¿Qué será lo siguiente? ¿El poderoso Dios del Trueno vestido con un tutú rosa? Dios mío, estoy delirando.
¿Por qué siempre, SIEMPRE, terminaban mencionando a su estúpido hermano cada vez que revelaba su naturaleza Asgardiana? El príncipe de las mentiras frunció el ceño, molesto de escuchar el nombre de Thor, como si fuera el dios más importante de la mitología nórdica. Aunque eso del tutú rosa le hizo esbozar una mueca que casi pareció una sonrisa. Sería una deliciosa venganza, sin duda, pero quizás para otro día...
El embaucador no tuvo tiempo de protestar, puesto que Aidan ya se había levantado de la mesa, alzando la voz y llamando la atención de todo el bar. La multitud les devolvió la mirada con extrañeza.
— Vale, ya está, ya he tenido bastante de éste sueño ¿Cómo se sale de aquí? — y después gritó, como si quisiera hacer perder la paciencia de su compañero de copas— ¡Quiero despertar!
Loki alzó una mano y se cubrió el rostro con ella, sin poder creerse lo que estaba sucediendo. Aidan había perdido la cabeza.
— Estás haciendo el ridículo… — susurró con voz casi envenenada, tras sentir la vergüenza ajena que le caía encima por culpa de la inesperada reacción de Aidan. — Siéntate de una vez, y no malgastes mi valioso tiempo…
Con un suave movimiento de mano, Loki usó su magia para obligar a su compañero a volver a poner su trasero en el asiento. El príncipe del engaño se inclinó en su dirección, y apoyó la barbilla en sus entrelazadas manos, mirándole con gran severidad.
— Creo que lo que te está distrayendo son los estímulos exteriores… — comentó con tranquilidad. El moreno era un simple humano mortal, en mitad de un bar de alienígenas, entidades, esqueletos y otras criaturas que se escapaban a su simple conocimiento. Era normal que se sintiera abrumado por el ambiente, pero no iba a permitir que su aliado se disociara tan pronto…
— Si convertimos este lugar en algo más reconocible...— dijo, escudriñando en los recuerdos del cantante —Quizás me prestes más atención…
Con tan solo un parpadeo, el bar de Morgan desapareció. Ahora se encontraban en un tranquilo y acogedor pub irlandés. Los camareros ya no eran esqueletos, y las mesas de su alrededor, estaban ocupadas por gente casi tan normal como ellos, que tomaban algo tranquilamente mientras se reían con sus cosas. Incluso el aspecto de Loki también hubo cambiado. No quedaba nada de su estrafalaria gabardina verde y dorada. Ahora llevaba puesto un traje de chaqueta negro, con corbata, y su batido de fresa había quedado sustituido por una copa de vino tinto.
En realidad, el hechicero asgardiano no hizo nada especial, tan solo jugó con el poder de las ilusiones para que Aidan creyera que estaba en un sitio tranquilo y cómodo. Un lugar familiar que él pudiera reconocer al instante. Pero lo cierto era, que seguían exactamente en el mismo lugar que antes, en el bar de Morgan, sólo que había quedado oculto bajo un pequeño disfraz.
— ¿Así mejor? — preguntó, con una sonrisa casi felina, analizando nuevamente el comportamiento de su compañero. Esperaba que aquel pequeño truco le tranquilizara. — Puedes llamarme “Serrure”, si es más cómodo para ti… — no le importaba que utilizara el nombre de aquel niño francés en el que se reencarnó, cuando su alma pereció en el vacío tras el último Ragnarok.
— Oh, y antes de que sigas creyendo que esto es tan solo un mal sueño... — empezó, como si se hubiera acordado de repente de las tonterías que acababa de gritar el cantante delante de todo el bar — Los sueños no te pueden hacer daño... ¿verdad? — el mentiroso esbozó una divertida sonrisa, y su mano se movió hasta acariciar el antebrazo desnudo de Aidan. De pronto, clavó sus uñas negras en la piel del musculado moreno para activarle los receptores del dolor.
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Normalmente, cuando te das cuenta de que estás en un sueño, te despiertas. Sin embargo, después de su súbito exabrupto lo único que se sucedió fue un increíblemente incómodo silencio en el que casi todas las miradas se dirigieron hacia él. Aquello resultó desagradablemente real, y la manera en la que Loki se cubrió el rostro en respuesta (por surrealista que pudiera parecer aquél gesto viniendo de un Dios), también. Y, desde luego, la expresión de bochorno cuando le dijo que estaba haciendo el ridículo no parecía algo fruto de una alucinación.
Pero... si no era un sueño... si todo era real... Los esqueletos... los monstruos... el ser capaz de manipular la realidad con un chasquear de dedos... La jaula, las cadenas... El kriptoniano que había estado a punto de arrancarle la garganta... Loki... Todo había sido... ¿real?
Tragando saliva se llevó la mano al cuello como si quisiera comprobar que todo estaba en su sitio. Una cosa era enterarse de que los demonios existían, pero aquello...
No supo en qué momento exacto se sentó. Su mente estaba todavía procesando todo lo que acababa de ocurrir, y aún no había salido del estado de Shock, así que no fue ni siquiera consciente de haber obedecido las indicaciones del moreno. ¿O quizás no lo había hecho de manera voluntaria? No habría sabido decirlo. Lo único que sabía era que tenía delante suyo a un Dios, y no precisamente uno de los más magnánimos. Aunque según la mitología no era exactamente malvado, pero tenía una moral ambigua que tan pronto le llevaba a ayudar a los dioses como a ponerles en grandes aprietos. En cualquier caso, no era alguien a quien conviniera contrariar, y su sincero respeto resultó evidente en la manera en la que le miró cuando empezó de nuevo a hablar, sin apartar los ojos de los suyos.
— Creo que lo que te está distrayendo son los estímulos exteriores… Si convertimos este lugar en algo más reconocible... Quizás me prestes más atención…
Y, entonces, para sorpresa del cantante, todo el local y sus monstruosos parroquianos desapareció para convertirse en el familiar y reconocible pub del puerto en el que había trabajado su mujer antes de emigrar a Estados Unidos. Aquél lugar le traía recuerdos agradables y cálidos de su hogar y de la mujer a la que había amado con todo su corazón. La tensión y la ansiedad, al desaparecer de súbito, le dejaron con unas irrefrenables ganas de llorar al sentirse otra vez a salvo y en un entorno seguro y familiar, pero se contuvo.
Una parte de él (aunque mucho más mitigada) se sentía tentada a pensar que aquello seguía siendo un sueño, pero el asgardiano rápidamente le quitó aquella ilusión al clavar dolorosamente las uñas en la piel desnuda de su brazo. Por instinto, Aidan retiró la extremidad dañada y se cubrió las heridas con la otra mano, mirando a su interlocutor con renovada atención y alarma.
- Oiga... Loki, Serrure o como quiera que le llame... -musitó en un tono de voz mucho más respetuoso y humilde-. Yo sólo había salido a comprar bombones... Y de repente me encontré en ése lugar de locos y todos querían mi cabeza. Por favor... sólo... dígame qué quiere de mí. Yo no soy nadie... Soy sólo un músico, nadie importante. No me haga daño, por favor...
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— Oiga... Loki, Serrure o como quiera que le llame... —respondió el joven cantante, acariciándose el brazo donde el embaucador le había clavado sus uñas —. Yo sólo había salido a comprar bombones... Y de repente me encontré en ése lugar de locos y todos querían mi cabeza. Por favor... sólo... dígame qué quiere de mí. Yo no soy nadie... Soy sólo un músico, nadie importante. No me haga daño, por favor...
Eso estuvo mejor. Mucho mejor.
Aidan parecía haber despertado de su ensimismamiento y empezaba a tratar a Loki de usted, con respeto y renovada cordialidad.
— Se llama magia. ¿Sabes lo que es la magia, no? Pues eso es lo que te ha traído hasta el Bar de Morgan. — concluyó, dándole un sorbo a su batido de fresa, que ahora estaba camuflado como una sensual copa de vino tinto. — Y no puedes entrar al bar de Morgan a menos de que seas invitado… y tu, querido Aidan, lo encontraste por qué no eres lo que dices ser.
Llegados a ese punto, la mirada del embaucador se tensó, observando la expresión de Aidan sin perder detalle de su reacción.
— Presta atención porque no volveré a repetírtelo dos veces… —hizo una breve pausa y al ver que el cantante le escuchaba, prosiguió— Sé lo que hiciste en el Madison Square Garden. Puede que en aquel momento no lo entendieras por ti mismo, pero tu concierto le abrió las puertas al mundo demoníaco en el cual estamos todos atrapados ahora mismo…
Las palabras de Loki sonaron con más crudeza de la que deseaba mostrar en aquel momento. Y es que la invasión demoníaca había traído consigo sumas desgracias que impedían al hijo adoptado de Odín llevar a cabo su tan ansiada venganza. El padre de todos les había negado la entrada a sus hijos y a su desesperado pueblo a pesar de las atrocidades que le estaba haciendo Karnilla al planeta de Asgard. La muerte de Brunilda le recordaba continuamente su fracaso, y en parte, eso le había alterado más de lo normal en esa situación. Sin contar, que ya había perdido la cuenta de las veces que los demonios habían arruinado sus planes anteriormente, empezando por Surtur y terminando por el desgraciado de Mephisto. Así pues, Loki detestaba a los demonios y no le hacia ninguna gracia que siguieran campando a sus anchas por Midgard ni el resto de los nueve reinos.
— Pareces una buena persona, Aidan, y no sé si los remordimientos de conciencia te han dejado vivir hasta ahora… pero este problemilla se podría solucionar fácilmente de la misma manera…
Con un chasquido de dedos, el hechicero hizo aparecer un pergamino con un breve texto escrito en sánscrito, la antigua lengua de los textos sagrados hindúes. Solo que, al mirarlo por segunda vez, Aidan vio como las letras empezaban a adaptarse a su lengua materna, hasta que finalmente, el mortal consiguió entender lo que había escrito en el papel descolorido por el tiempo. Si lo había interpretado bien, aquello parecía una especie de invocación a Kali, la diosa destructora de la maldad y de los demonios...
— Cantarás para mi… como lo hiciste la ultima vez. Reuniendo a 20.000 fieles que te escucharán y repetirán la invocación. Si lo consigues, alejaras a la diosa hindú del lugar que no quiero que vea, para sacar de su infierno a la única persona de este planeta que podrá ayudarnos a deshacer la que liaste… ¿Qué me dices?
Loki se sorprendió de sí mismo al darse cuenta de que, por primera vez en su vida, no había contado ni una sola mentira durante todo el rato que llevaba hablando con Aidan.
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Magia... Por supuesto que sabía lo que era la magia. Aidan era un gran aficionado a la mitología, y las canciones de Deamhan trataban a menudo sobre temas místicos. Hubo una época en la que había pensado que la magia no existía más que en los mitos y las leyendas, pero desde que se había dado cuenta de que los demonios eran reales (y especialmente después de derribar involuntariamente las barreras entre la dimensión demoníaca y la terrenal y convertirse en un esclavo de las huestes infernales) se había dedicado a estudiar en bibliotecas esotéricas y libros de ocultismo, y tras conocer a Edward había buscado incluso la protección que le podían ofrecer algunas corrientes místicas, como la magia wiccana.
La noche había sido una completa locura, especialmente por lo inesperado de la situación, pero ahora que Loki se lo explicaba el cantante le escuchaba con gesto mortalmente serio.
- Lo encontraste porque no eres lo que dices ser...
Aidan cerró los ojos, consciente de lo que vendría a continuación: Sé lo que hiciste en el Madison Square Garden.
No quería escucharlo, no quería escuchar las jodidas palabras del mago. Se apretó las sienes con los puños como si de ésta manera pudiera evitar que penetraran en su mente, pero no fue así.
Su pecado, pronunciado en voz alta por primera vez, en toda su magnitud.
Aidan sabía lo que había hecho, o más bien lo había sospechado desde el primer momento. La insistencia de Gob por incluir aquella canción que no estaba prevista... La extraña sensación que le había invadido al entonar las palabras escritas en un idioma incomprensible para él... Lo que le había ocurrido al mundo justo después...
Aidan lo sabía, claro que lo sabía... Habría que ser muy idiota para no verlo. Pero hasta ahora no había tenido el valor ni las agallas para admitírselo a sí mismo en voz alta. Porque era un cobarde, un maldito cobarde, y los remordimientos eran menores si continuaba engañándose a sí mismo, evitando la realidad como una linterna que alumbra sólo el camino a seguir en la noche, manteniendo ocultos los monstruos que acechaban en las sombras... Pero eso no hacía que desaparecieran los monstruos...
Apretó los labios hasta formar una fina línea, haciendo todo el esfuerzo del que fue capaz para impedir que se derramaran las lágrimas que pugnaban por escapar de sus ojos.
- No se puede engañar a un mentiroso, ¿verdad? -musitó, enfrentando la mirada de Loki con fingida compostura. Se echó a reír con amargura ante las siguientes palabras del Embaucador, reclinándose hacia atrás en la silla-. No. No soy una buena persona -afirmó, tajante-. Hice un pacto con un demonio a cambio de fama, dinero y poder. Engañé a mi esposa acostándome con otra mujer y provoqué que tanto ella como nuestro hijo de dos años murieran en un accidente.
Aquellas eran verdades que jamás había pronunciado en voz alta. Parecía apropiado que fuera el Señor de las Mentiras el escogido para revelarlas. Después de todo... ¿qué sentido tenía pretender engañarle a él?
Le echó un breve vistazo al texto escrito en un idioma desconocido que apareció ante él, experimentando una sensación de déjà vu al verlo. Aquello se parecía mucho a lo que le había pedido Gob... Pero había una diferencia, una muy importante: Aidan era esclavo del demonio y estaba obligado a servirle por contrato, pero no era el esclavo de Loki.
Ante él había un vaso de Whisky que no recordaba haber pedido, pero lo agarró y se lo bebió de un trago. Iba a necesitar el valor que sólo el alcohol podía darle para lo que tenía que decir a continuación.
- "Cantarás para mí" -repitió, intentando camuflar el leve temblor de sus dedos que traicionaba el temor que sentía al negarse a obedecer los designios de un dios-. Es lo único que sabéis hacer las entidades todopoderosas como vosotros, ¿verdad? -vale, quizás iba a ser más difícil de lo que imaginaba disimular el temblor-. Utilizáis a los humanos como si fuéramos marionetas en algún perverso juego, moviéndonos de aquí para allá en vuestro tablero de ajedrez. Os creéis por encima de todos nosotros -tragó saliva, pero ya no podía callar. No le quedaba más remedio que llegar hasta el final-. Desde que obtuve estos malditos poderes he sido inmovilizado como una mariposa disecada en la colección de un entomólogo, me han encadenado, amordazado y encerrado en una jaula mientras un hijo de puta con cabeza de calabaza le preguntaba a otros hijos de puta inmortales qué debían hacer conmigo.
Estaba sorprendentemente pálido cuando se puso de pie y se apartó de la mesa, alejándose de Loki. Estaba claramente asustado, pero aún así estaba consiguiendo mantener el tipo y su posición en todo aquello. Cuando volvió a hablar tenía un nudo en la garganta, pero lo consiguió de todos modos.
- Y de repente aparece usted, surgido de la nada, y parece que me va a ayudar, pero no... Lo único que le interesa es utilizarme también, y para invocar ni más ni menos que a la diosa Kali -volvió a retroceder-. Estoy harto. Harto de que me utilicéis todos. Harto de jugarme el cuello por seres que me consideran poco menos que un puto insecto. No lo haré, porque, ¿sabe qué? Usted me da tanto miedo como la jodida Kali, pero a diferencia de ella, usted me necesita... Así que no va a matarme, ¿verdad? En cambio ella podría aplastarme como si fuera un mosquito. No puedo. No puedo hacerlo. Búsquese a otro loco, señor Serrure, porque yo he llegado a mi límite de locura por ésta noche.
Figúrate... A pesar del evidente temor que le inspiraba Loki, había sido capaz de decirle todo aquello a la cara...
Quizá no era tan cobarde como él pensaba. Sólo el tiempo lo diría.
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Loki observó con especial atención a su acompañante. No parecía demasiado contento con escuchar la verdad salir de sus labios viperinos. Y es que, como buen mentiroso, sabía todo el daño que podía causar la verdad en una alma desdichada. Y llevaba una espada al cinto que lo demostraba.
— No. No soy una buena persona —admitió el cantante—. Hice un pacto con un demonio a cambio de fama, dinero y poder. Engañé a mi esposa acostándome con otra mujer y provoqué que tanto ella como nuestro hijo de dos años murieran en un accidente.
— Y por eso estás aquí… las buenas personas no pueden encontrar este bar...— le aseguró el embaucador.
Aidan estaba cada vez más roto, su voz se quebraba por momentos y las lágrimas empezaron a asomarse por sus ojos, cristalinos ante la verdad revelada. El embaucador se dio cuenta de cuán amarga era su media sonrisa y la falsa seguridad en la que se refugiaba. Había terror y miedo en su mirada, el espejo del alma, aunque valor en sus palabras. Quizás fuera el alcohol el que empezaba a hablar por él, retorciéndose y regodeándose en su propia miseria.
Viendo que todavía no habían conseguido llegar a un acuerdo, Loki cambió de estrategia. No le iba a servir de nada presionarlo en aquel estado. No quería convertirse en su enemigo, al menos no por el momento. Y necesitaba que accediera al contrato, o no podría ir a rescatar al bueno de Arión al infierno hindú. No debía volver con Strange con las manos vacías…
— ¿Utilizarte…? Pensaba que los dos queríamos lo mismo: terminar con esta locura demoníaca...— respondió Loki, como si aquella acusación le ofendiera. Entonces, dejó escapar un suspiro bien calculado, y por primera vez, se mostró vulnerable ante la alterada conversación. — Mira... es normal que estés cabreado. Lo entiendo. No es agradable lo que te han hecho… a nadie le gusta que le traten como a una marioneta. Pero tu y yo no somos más que peones de otra partida mucho más grande… ¿Crees que porque sea un dios nórdico no he pasado por lo mismo...? — y entonces se llevó la mano a la sien, como si realmente le doliera revelar aquella información — Los dioses de dioses existen, son seres muy superiores a nosotros, que se escapan de nuestro entendimiento y conocimiento… No podemos luchar contra esa verdad, ni contra el destino que nos han estipulado… — Loki estaba jugando la carta de la compasión, esperando que Aidan se sintiera identificado con aquella historia— Yo llevo siglos tratando de escapar del círculo vicioso del Ragnarok, en el que estoy obligado a ser el “malo de la historia”, el causante de todas las desgracias que le ocurren a los dioses de mi panteón… y créeme… no es agradable que te cuelguen de un árbol y te echen veneno a la cara durante siglos...
Aidan se apartó de pronto de la mesa y se puso de pie, alejándose del dios de las mentiras, mientras continuaba desahogándose con desesperación. El embaucador siguió mostrándose comprensivo y amigable, era lo mejor que podía hacer en aquellos momentos.
— Claro que no voy a matarte, eso sería una estupidez.— protestó, como si Aidan acabara de decir una barbaridad.— Y la diosa Kali tampoco va a matarte. No tienes nada de lo que temer, no voy a dejar que te pase nada malo… Además, odio a los demonios igual o más que tu. Incluso podríamos hacer un trato… Tú me ayudas a invocar a Kali y yo te ayudo con cualquier otra cosa que necesites… así ganamos los dos. ¿Qué me dices? — propuso, mirándole a los ojos, tratando de ser lo más convincente posible.— Piénsatelo. No tienes por qué decidirlo ahora mismo. Pero cuanto más tiempo pase, más vidas mortales perecerán a manos de los demonios… Es tu decisión si quieres salvar este planeta de su destrucción… — En realidad, no le importaba para nada Midgard, ni sus estúpidos habitantes. Pero la amenaza había llegado hasta sus tierras y el hogar que le vio nacer. Y no iba a permitir que Karnilla, Odín, o cualquier dios demonio se interpusiera en sus planes…
El príncipe del engaño se levantó de su asiento y se estiró la chaqueta para eliminar cualquier arruga que tuviera en el traje. Se acercó con cautela a donde se encontraba el cantante y le extendió la mano. En su palma, reposaba un orbe de color esmeralda que reflejaba un brillo dorado y misterioso.
— Cuando quieras hablar conmigo, sólo tienes que sostener esta gema y repetir mi nombre tres veces. — explicó el embaucador, y esperó a que Aidan recogiera su regalo. — Hasta entonces… Buena suerte.
Y entonces, el lugar cambió de pronto en el instante en el que el moreno acarició la piedra preciosa. Aidan ya no se encontraba en la ilusión del pub irlandés que tan bien conocía, ni en el bar de esqueletos y monstruos. Había vuelto a las calles de Seattle, donde había empezado toda aquella locura. La caja de bombones había caído al suelo, aplastada y pisoteada por los transeúntes que trataban de refugiarse debajo de los balcones por la repentina lluvia.
La única certeza que tenía de que todo lo que había vivido en el Bar de Morgan era real… fue el frío contacto de la gema esmeralda contra la yema de sus dedos...
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Cómo no. Descubres un local que tiene buena bebida a un precio interesante con un ambiente entrañable y tiene que ser la guarida-espejo de las voluntades de algún tarado que de vez en cuando tiene que demostrar su superioridad. Los castigos creativos, los aires de aburrimiento, el control ambiental.. Es algo con lo que estaba acostumbrado a jugar y aun así le resultó correoso, demasiado clásico, aceitoso por todas partes. Obviamente no iba a abrir la boca, dadas las circunstancias, sino que deslizó el vaso de nuevo hacia sus labios. No estaba dispuesto a meter baza en esa conversación y esa especie de circo de la atención que se había montado ese espantapájaros de poca monta, pero si ya estaba convencido, la intrusión del dios de las mentiras le hizo perder aún más el interés. No pretendía ser la atracción de feria de nadie y mucho menos ser parte de la audiencia.
Hasta que el discurso del cabrón de Laufeyson abandonó la desidia para transformarse en un bello y genuino interés. Loki no hacía favores gratis y mucho menos si él no obtenía nada a cambio. ¿Quién era ese muchacho y por qué debía salvarlo…? Súbitamente esa noche acababa de convertirse en una incursión interesante.
La inmensa figura corpórea del dios se desvaneció de un plumazo, deslizándose a ras del suelo aprovechando el ambiente cargado para aparecer en el pasillo que había junto a la mesa lejana, aprovechando la sombra que la propia esquina proyectaba para permanecer ahí, oculto en media forma de neblina túrbida con el oído especialmente agudo.
Alcanzó a esuchar una presentación demasiado genuina, una ligera pincelada de lo que podría haber terminado en un ataque de histeria de los gordos por parte del humano…
Echó hacia atrás la distancia equivalente a un paso cuando vio que el Europeo se levantaba, harto de tanto estímulo paranormal. Sin embargo, hizo todos sus esfuerzos para no escurrir una risa contenida entre sus dientes. La vergüenza ajena del asgardiano en ese instante era tangible… Legba volvió a avanzar ese paso retrocedido cuando vio que el cuerpo del cantante retomaba su asiento.
El dios tomaba nota de cada nombre, incluso de la calabaza parlante, ese tal Morgan. Escuchaba atentamente la interacción sin que se le pasase por alto, por la reacción del muchacho recorriendo el local de esquina a esquina, que debía estar ofreciéndole algún tipo de ilusión. Hijo de la gran puta… le estaba llevando a su terreno. ¿Qué quieres de él y por qué se merece tantas molestias?
Y simplemente aguardando en silencio sin mayor complicación, las respuestas habían llegado solas… Osea que toda aquella iniciación había sido fruto de este chaval… No era cualquier cosa, no… Desde luego que había potencial. Había llegado al local de forma accidental buscando entretenerse y había encontrado una increíble oferta de mercado con importantes opciones. Lo único que no le gustaba de la ecuación era que Loki se le hubiese adelantado…
Ese muchacho era valioso, joder si lo era. Lo tenía todo, era guapo, inteligente, pasional, tenía fuerza, gancho… Era magnético… puro... y ahora no tenía nada que perder. Era una cría de gacela herida frente a las fauces de la leona más rápida. El problema era que la leona más rápida vestía de verde, tenía la lengua venenosa y estaba tomándose un batido de fresa delante de mi presa. Oh, vamos… ¿Acudir al destino? Laufeyson...eres mejor que eso.
Observó cómo le entregaba la piedra de invocación, cómo le devolvía amablemente a su hogar y se despedía de él cordialmente. Para su gusto había sido un trato llevado con prisas, más fruto del miedo, la presión y el tiempo a contrarreloj que una cena ligera de degustación como prefería vivirlas el dios Yoruba. Sin embargo, aunque no se hubiesen conocido aún y esa charla hubiese parecido una pérdida de tiempo, había conseguido recolectar toda la información necesaria para obtener un nuevo súbdito, putear al dios nórdico y resolver el tema de la escapada cristiana… No se conocían, cierto, pero lo harían muy pronto… Y allí estaría él para tenderle una mano amiga a nuestro pobre y desgraciado pico de oro.