Fiesta Pagana (libre)[30 de diciembre de 2018]

El centro de culto asgardiano se encontraba de Mahattan, en el Upper West Side que se hallaba entre Central Park y el río Hudson. Un enclave natural en la moderna ciudad cosmopolita. En aquellos días el templo era un lugar abierto a cualquier  persona que quisiera acompañar a los fieles en la festividad  de las  Doce Noche. La hospitalidad  era una de las virtudes de los cultos asgardianos, en especial en su fiesta más aclamada y devota.

En las comunidades odinistas como aquella, Yule era la festividad  de todas las festividades. Yule encarna los ciclos de muerte y resurrección  que impregnaban toda la experiencia mágico-sagrada; tanto de sus creencias como de sus ritos y sus dioses.  Cada fin y principio de año representan a pequeña escala grandes fenómenos cosmológicos de destrucción  y construcción. Yule es una fiesta  de renovación y transformación. Era una purificación ritual; quemar las faltas y lo malo para renacer libre de elementos  dañinos y nocivos.

Durante las doce noches de Yule, las fronteras entre los nueve reinos se difuminan: Los Dioses, Diosas, los muertos, los trolls, los enanos, los elfos, todas las razas caminan libremente por Midgard. Es una festividad de reencuentro del clan, todos los componentes tanto vivos y muertos se encuentran. También hacen acto de presencia los genios, hadas, y espíritus que cuidan, bendicen y apoyan al grupo o a algún componente de este.

El templo tenía una decoración  vegetal y de un vital verde. Hojas y ramas de muérdago, laurel, acebo rojo y tejo se encontraban por doquier  ornamentos de todo el lugar. También había  coronas de árboles de hoja perenne, manzanas, nueces y frutos enlazadas  con lazos con bendiciones escritas en rico.  Estas coronas se quemarán  en la Duodécima Noche.

Cada año se salía  a un bosque cercano y se escogía un árbol. Ese árbol se plantaba en el centro del templo.  El árbol era decorado con guirnaldas y todo tipo de figuras de madera talladas y pintadas a mano. Manzanas, nueces, arándanos agrios, cerezas, peras, melocotones, figuras de cisnes, caballos, cerdos, bestias sagradas y pequeños navíos, galletas con formas diversas y pequeños dulces colgaban de las ramas del frondoso abeto que había sido elegido ese año. Representaba simbólicamente al Yggdrasil, el árbol sagrado de la mitología Nórdica. Heinrich Niedner (1915) plasmó la realidad del Yggdrasil con estas palabras:

“Sus raíces son roídas por las serpientes y unos potros muerden sus ramas, pero sin embargo el árbol inmortal se mantiene en pie y florece de año en año (…) hunde profundamente sus raíces en el reino de Hela o de la Muerte; su tronco alcanza las alturas del cielo, y extiende sus ramas sobre todo el universo.(…) Sus ramas, con sus florecimientos, y sus caídas de hojas – acontecimientos, sufrimientos, acciones, catástrofes-, se extienden a través de todos los países y de todos los tiempos. ¿Acaso cada una de sus hojas no es una biografía, cada una de sus fibras un acto o palabra? (…)Pero el árbol no es todo el símbolo; está ligado con las grandes aguas, con la transparente fuente (…) y a los ríos turbulentos que circulan en las entrañas de la tierra. Mientras que la calma firmeza del árbol y el ruido monótono del viento a través de sus hojas invitan al espíritu a reposar, la incesante actividad de las diferentes especies de animales que se alimentan de sus ramas nos recuerda la Naturaleza, que jamás reposa y jamás se fatiga. El árbol suspira y muge bajo su peso; los animales se mueven en él y a su alrededor (…) cada especie tiene su sitio y su destino (…) y mientras todas están activamente ocupadas, las gotas de rocío caen para refrescar la tierra y el corazón del hombre. (…) Hay varios que lo vigilan y lo cuidan; unos seres más elevados lo protegen (…) todo lo que posee vida (…) tiene su morada en este árbol y su trabajo para realizar.”

El Yggdrasil articula una visión  de un universo en orden donde todo se equilibra de una forma perfecta. Cada elemento tiene su propia función y actúa coordinadamente con el resto. Yggdrasil es un símbolo que proporciona una imagen de el equilibrio con la que se aprende a centrarse, a profundizar y a crecer, para interactuar de un modo sano, útil, y sabio, con el entorno.

Miles de muñecos de cabras hechas con paja estaban por todo el edificio. Unas eran grandes, otras pequeñas pero todas eran únicas, diferentes, diversas, importantes y especiales. La cabra era el sagrada y más en Yule. A parte de ser las fieles compañeras de Thor, eran animales que tenían una fuerte vinculación con la muerte y la cosecha.

En una gran mesa ataviada con un mantel de un blanco impoluto se encontraban dispuestos la comida y la bebida: vino dulce, hidromiel, vino especiado,  agua, sidra, cerveza, Jabalí  asado, tarta de manzana, pastel de carne, galletas de jengibre,  sacos de manzana y nueces, tortas de castañas, una gran inmensidad de fruta variada, frutos secos, cordero con avellanas, ensalada, cabrito en salsa de zanahoria, empanadillas de manzana y frutos secos y cochinillo al horno con manzanas.

Había un grupo de música que tocaba y cantaba antiguas letanías. Usaban instrumentos de tradición nordeuropea tambores hechos con piel de reno, cuernos de la cabra, tagelharpas (lira de cuatro cuardas) y kraviklyras (una especie de lira protonórdica). El sonido folclórico de los instrumentos musicales se compaginaba de forma majestuosa y envolvente con la voz de un joven pelirrojo que cantaba las hazañas de los grandes dioses y héroes de la mitología nórdica en un antiguo idioma rúnico.

Después de la música, empezaría la tradicional narración de historias. El kindred (grupo de culto) tenía unos espléndidos cuentistas y no habían tenido que invitar a gente ajena al templo para realizar aquella tradicional actividad. Luego se sucederían unas cuantas actividades más competitivas como el lanzamiento de hachas, o lucha cuerpo a cuerpo.

Atractivos muchachos y muchachas repartían a los asistentes manzanas y llenan todos los cuernos o copas de cerveza o sidra. La cerveza que se servía  en aquella gran celebración era muy fuerte y se preparaba durante el tiempo de Yule. Se preparaba lo más tarde y se imbuye de fuerza protectora en un ritual sagrado.

Brunilda  estaba ataviada con con los típicos  vestidos vikingos. Un vestido blanco largo hasta el suelo de mangas largas y encima de este un sobrevestido de color azul marino. Su cabello como siempre  iba recogido en los largas y simétricas trenzas. Era tiempo de festejo, por eso, llevaba la ropa tradicional de su cultura en lugar de su traje de batalla o algo más  midgariano. Como no estaba ni prometida ni casada no llevaba las típicos ornamentos de una mujer enlazada (no llevaba ni collares de cuencas, ni cadenas de oro y plata ni recargados broches ornamentados).

Estaba nerviosa aunque en su impertérrito rostro no se dibujas ningún atisbo de su exaltación. La tocaba ofrecer el brindis. Cualquiera de los otros días  podría haberse librado pero no en la noche dedicada a las valquirias  y los guerreros. Esa noche en que se homenajea a su casta. Era una de las últimas valquiria y temía que la única que quedaba en Midgard. Puesto que el sello de Asgard había apresado a sus compañeras en la ciudad dorada. No era emotiva mi la gustaba hacer arengas. No era buena  con las palabras. Apuró  su bebida y enseguida fue servida con más cerveza.

Elektra nunca hubiera podido imaginar que pudiera existir un templo asgardiano en una zona tan concurrida de Nueva York sin que ella se hubiera enterado hasta ahora. Claro que hasta que había conocido a Brunilda, un par de meses atrás, tampoco se había interesado mucho por aquella cultura. Era gracioso las vueltas que daba la vida. Inicialmente, cuando Furia le había dicho que tendría que compartir misión con un miembro de los Vengadores había pensado lo peor. Estaba cansada de santurrones en mallas que lo único que sabían hacer era juzgar y juzgar sin saber nada. Sin embargo, conocer a Brunilda había supuesto una grata sorpresa. No sólo no encajaba con el típico estereotipo de superhéroe, sino que además había descubierto en ella una forma de ser y de pensar con la que podía congeniar bastante bien. Quién sabe... quizá hasta podrían ser amigas.

- Disculpa, ¿no tendréis por casualidad algo más fuerte? -inquirió a una camarera morena que pasaba llevando una bandeja con jarras de hidromiel-. Hoy no tengo que trabajar y me apetecería relajarme.

Especialmente ahora que al fin tenía la oportunidad de disfrutar de un momento a solas sin Gaghiel. La pelirroja era bienintencionada pero a veces podía llegar a ser un tanto... intensa. Y tenerla todo el tiempo en la base no ayudaba, especialmente desde la última misión conjunta en Michigan, que al parecer le había dado la falsa impresión a la hechicera de que ahora ya eran amigas íntimas.  

La camarera la miró de arriba abajo con una expresión de sorpresa en el rostro.

- Uuuh... ¿A qué ha venido, señorita? ¿Puedo ayudarla con algo?

La manera en la que la miraba, como si no perteneciera a aquél lugar, resultaba ciertamente irritante... pero tampoco es como si pudiera culparla por ello. Mientras que todos los allí presentes portaban ropas y atuendos nórdicos, ella llevaba un elegante vestido de corte inconfundiblemente griego, sencillo pero sin perder el toque provocativo y sexy que le gustaba para vestir. El vestido era blanco, con escote cuello de barco decorado con una cenefa griega en negro que también decoraba el cinturón, y, aunque era largo, lucía dos cortes a la altura de la cadera que dejaban al descubierto la parte superior de los muslos. Para completar el atuendo lucía un brazalete de plata con rubíes en la muñeca derecha, pendientes largos a juego y unas cómodas y abrigadas botas altas de invierno. El vestido en sí, como casi todos los trajes de fiesta, era de verano, pero dentro del edificio hacía buena temperatura y para fuera llevaba abrigo.

Elektra se la quedó mirando largamente, preguntándose si había sido un error acudir allí. Desde luego ella no era asgardiana, y no pensaba vestirse de lo que no era. Sin embargo se encontraba tan orgullosa de su país como lo estaban los norteños, ergo... ¿por qué disimularlo? Cada día por su trabajo tenía que disfrazarse y fingir, pero aquella noche no tenía por qué hacerlo. Aquella noche podía ser ella misma, tal y como le había demostrado Brunilda la última vez que habían hablado. ¿Por qué no podía festejar Yule siendo, por una vez, Elektra Natchios, la hija del embajador de Grecia, en lugar de Elektra Natchios, la asesina ninja?

Pero bueno, ¿qué estupidez estaba pensando? Nunca podría ser ni la una ni la otra en público, y era toda la maldita razón de que se hubiera puesto una peluca rubia, lentillas azules y aquella estúpida sombra de ojos rosa, porque Elektra Natchios no usaba máscara, y si alguien la reconocía no tardarían en llamar a la policía, y la fiesta de su amiga se arruinaría. Y aún así, y a pesar de todas las precauciones, quizá habría a quien le chocaría que tuviera los músculos de los brazos tan bien definidos, pero esperaba que precisamente eso no resaltara demasiado allí... En verdad... ¿qué estaba haciendo allí?

- ¿A qué he venido? -repitió la pregunta antes de recoger una de las jarras de hidromiel de la bandeja-. La verdad, no lo sé. Todavía estoy tratando de averiguarlo.

Apuró otra cerveza y luego se tomó un vado de la cerveza especial de Yule. Cuando tu destino está marcado quizá ni toda la protección mágica pueda ayudarte. No obstante, la valquiria  siempre se tomaba aquel brebaje por la tradición  aunque no creyera que realmente fuera a brindarle ni suerte ni protección. Al menos el fuerte y aromático sabor de aquel alcohol podía encauzar los nervios que le producía tener que dar un discurso.   Brunilda  se paseó  por la fiesta,  saludando y felicitando a todos  los que se acercaban a ella. La asgardiana no era muy sociable  y no conocía  a todos los miembros del Kindred. Además, como esas festividades eran abiertas, debido al concepto  de hospitalidad nórdico, había  bastantes  personas que no eran habituales: familiares, amigos e invitados de los fieles. Junto  con cualquiera  que quisiera disfrutar de la celebración que era aquel tiempo.

Al caminar por el evento se fijó en un rostro familiar. Brunilda podía ver a través del elegante y sofisticado atuendo que encubría la verdadera identidad de la griega. Se alegraba que Elektra hubiera acudido al festejo. Decidió  acercarse a la sensual morena. Pero tardó  más tiempo en llegar al  lado de la ninja. Mucha gente la parada,  la saludaba y quería  concertar con ella.

El grupo terminó  de cantar y tocar. El gentío  aplaudió ingentemente. Hubo un rato de murmullos y charla. A continuación  uno de los cuentistas tomó  el micro y empezó  a narrar, cuando los invitados le dieron un momento  de silencio, una de las gestas vikingas. Era una historia  sobre el amor, la guerra y la divinidad. En ella se ensalzaban los conceptos de honor, nobleza y lealtad. Todo muy relacionado con el concepto  de guerrero de su cultura.

Vi en la distancia como la morena le preguntaba algo a una de las camareras y este se encogió de hombros y negaba. Al pasar junto a la joven,  le preguntó  sobre lo que había hablado con Elektra.

Un placer tan magnífica presencia en nuestra casa- Brunilda sonrió galante- Usualmente  solo bebemos las bebidas de nuestra cultura. Pero puedo mandar que te traigan otra cosa. Tenemos algo para los invitados. Aunque yo te recomendaría beber la Cerveza de Yule. Solamente la fabricamos una vez al año. - Tomó  una copa de un camarero cercano.-Trae buena suerte y protección. -

Sin nada mejor que hacer, y como todavía no había encontrado a Brunilda, la asesina escuchó con interés la narración de la gesta. Los temas eran, también, muy populares en la cultura griega. El amor, la guerra, la divinidad... ¿cuántos mitos griegos no empezaban con un enamoramiento (correspondido o no) de mortales o dioses y de las consecuencias que se derivaban? El rapto de Perséfone, la Guerra de Troya, la Manzana de la Discordia, Apolo y Dafne... Cuando había sido bailarina de ballet había representado varias de éstas tragedias en el teatro de danza de Konrad Weiss. Acordarse de aquellos tiempos suscitó en ella una sensación de nostalgia; Aquella era la época en la que había intentado redimirse, renunciar a su trabajo como asesina y llevar una vida normal, con una ocupación perfectamente pacífica y legal... Habían sido buenos tiempos. Tenía una pareja estable, y hasta una compañera de piso. Pero, al final, y como siempre, todo había terminado igual que en las tragedias griegas que tanto la representaban, con la mitad de sus compañeros y compañeras del teatro asesinados por el Arquitecto cuando había ido a buscarla, su compañera de piso con el corazón arrancado ante sus ojos por Kuroyama, uno de los asesinos más letales de La Mano, y su novio, que terminaría falleciendo a causa de la brutal paliza que le propinaron los ninjas que la perseguían. Por no hablar de la destrucción de su dojo y el incendio de su apartamento. Todo lo que tanto le había costado construir, erradicado en cuestión de minutos... Las lágrimas comenzaron a humedecer sus ojos, pero, justo entonces, escuchó las palabras de Brunilda a su espalda:

- Un placer tan magnífica presencia en nuestra casa.

Elektra parpadeó rápidamente para que no notara nada y se volvió con una amplia y sincera sonrisa. Brunilda le agradaba, y sentía que habían conectado (de una manera bastante sorprendente para lo que era ella) durante su última misión conjunta.

- El placer es mío -dijo, indecisa sobre la manera de saludarla. En su tierra natal era normal dar dos besos en las mejillas, y aunque sabía perfectamente que en Estados Unidos no era así, Brunilda era norteña, asgardiana para ser más exactos, y no tenía ni idea de qué dictarían las normas de cortesía en su cultura, por lo que pensó que lo mejor sería imitar lo que su compañera hiciera. Como la valquiria no inició acercamiento ni gesto ninguno, ella hizo lo propio, permaneciendo en su sitio-. En ese caso habrá que probarla -dijo, cogiendo otra copa de cerveza de la bandeja del camarero-. Siempre estoy abierta a probar cosas nuevas.

Dio un trago a la cerveza y asintió, apreciativa.

- Es potente y fuerte, poderosa, pero dulce a la vez -sonrió amigablemente a Brunilda-. Creo que te pega. Y sienta muy bien con el frío -echó un vistazo alrededor de la atestada sala-. ¿Ha venido alguien más de...? Bueno, ya sabes, "de los tuyos" -dijo, refiriéndose a los Vengadores y demás agrupaciones superheroicas. Las cosas nunca terminaban bien cuando ella y otros héroes se encontraban, y prefería ahorrarle los problemas a su reciente amiga. Si había más héroes allí tendría que marcharse-. ¿Por qué no me cuentas más de éstas festividades? Lamento decir que es muy poco lo que conozco de tu cultura, y, la verdad, lo que he visto hasta ahora me gusta, y desearía conocer más.

Un último vistazo a las abrigadas prendas de la vikinga, en consonancia con la época del año, la hizo sonreír al compararlas con las suyas propias.

- La cultura del frío y la nieve y la cultura del sol. A priori nunca habría pensado que podríamos tener tantas cosas en común, pero me encanta. Saber de otros países y pueblos siempre es enriquecedor.

El narrador siguió contando las gestas del héroe. Como un hombre noble y justo fue elegido por los dioses y tras caer en un sin fin de penalidades  conoce al amor de su vida, se alza como paladín de los dioses y consigue recuperar el honor perdido. Narró con especial énfasis la ayuda que le prestaron esas gloriosas y magníficas elegidas de Odin, que son las valquirias. Era el día de la guardia de honor de Odín pero nunca se perdía oportunidad para contar las virtudes que poseía el actual Rey de Asgard y Padre de Todos. La sabiduría y grandeza del monarca era siempre exaltada. Si esas mujeres eran tan preciadas y valiosas era porque en su infinita virtud, él las había seleccionado minuciosamente.

Brunilda se sintió identificada en ciertas partes de la historia. Ella misma había ayudado, a veces hasta entrenado y durante un corto tiempo a hasta criado a guerreros  que se convertirían en grandes guerreros y caudillos nórdicos. Las más dignas, honorables y mejores guerreras. Brunilda había  transmitido mucha cultura y fe en los antiguos tiempos. Había  ayudado a crear ciudades y a los pueblos que se encomendaron a ellos. Siempre  había  sido la labor de los dioses de Asgard ayudar a los Midgarianos. el suave murmullo de las conversaciones de los invitados la trajo un nombre: Vaultrata. Vaultrata fue una de las más preciadas líderes de las valquirias. ella formó y entrenó a Brunilda. Un sentimiento cálido la recorrió al pensar en su predecesora. Una mentora fuerte y honorable. Fue muy digna y la guerrera de élite asgardiana esperaba poder llegar algún día a su altura.

- Realmente eres una sorpresa encantadora.- Se rió. Había muy pocas cosas o personas que la hicieran reír. - Nunca me habían descrito como una bebida y mucho menos alguien había  dicho de mí que era dulce. -

La asgardiana entendió la sutilidad de las palabras de Elektra. En el encuentro en el que se conocieron se había referido a sus desavenencias con los héroes. Era bien sabido que Brunilda era una vengadora, vivía en la mansión de los vengadores y que un ingente grupo de sus amistades provenía de grupos heroicos.- Hace mucho que nuestro caminos no coinciden. - En omega ella sólo se había encontrado a Clint Barton y con su queridísimo amigo Thor.- Pero si llegasen a venir; este es un lugar seguro. No se puede provocar ningún altercado en este tiempo de celebración ni en el templo. De los amigos que más probablemente acudirían  a esta fiesta no os tenéis que preocupar. Uno es Stephen, amigo de ambas y otro Thor. Thor sabe bien las normas de hospitalidad que rigen en el templo  en nuestras festividades. -

Aunque no era buena ni narrando ni explicando las cosas. Había muchas personas más elocuentes que ella en su raza. Si hubiera estado allí presente el rubio, atractivo y venerado hijo de Odín le hubiera llevado ante la griega para que él le explicara las cosas relevantes a aquella celebración.

- Yule es nuestra festividad principal. Dura doce noches. Representa  los ciclos de muerte y resurrección  que impregnan todo. Cada cosa en el universo tiene un fin y un principio, es la destrucción  y la construcción. Es deshacerse de nuestras faltas y renacer libre de elementos  dañinos y nocivos.  Es una festividad de reencuentro del clan, todos los componentes tanto vivos y muertos se encuentran porque las fronteras entre los Reinos se difuminan. Cada noche se rinde homenaje a un alguien importante en nuestra cultura. Hoy es el día de las valquirias.-

Conocía un poco de la cultura griega por Hércules. El bonachón y batallador heleno tenía ganada la simpatía de los nórdicos. Brunilda pensaba que era porque compartí muchas similitudes con Thor.

- Nosotros también veneramos al sol pero de una manera diferente. Es escaso en algunas de nuestras regiones pero su brillo siempre nos trae fuerza, esperanza y renovación.-

Se acercó al micrófono una joven morena con sendas trenzas. Tenía pecas en la nariz y en las mejillas. Su cara era regordita y afable. Con su voz gozosa recitó un canto de la  Helgakviða Hundingsbana, poema escrito en nórdico antiguo. Era un cántico que se centraba en la llegada de las valquirias.

Si Brunilda se sentía identificada con el héroe de la gesta, entonces Elektra debería de ser como su reflejo en el espejo. Ella también había vivido innumerables desgracias y había conocido el amor de su vida, pero, en lugar de erigirse en paladín de los dioses, había sido desterrada por su mentor, desplomándose por el abismo de la montaña que no había sido capaz de escalar, su honor perdido para siempre. Brunilda era la encarnación de la heroína dorada y resplandeciente mientras que ella se revolcaba en la sangre y el barro. No era de extrañar que su montura fuera un caballo alado capaz de elevarla tanto literal como figuradamente por encima del resto de la humanidad. Eran como las dos caras de una moneda. Lo que aún Elektra no comprendía era que alguien como Brunilda estuviera dispuesta a relacionarse con alguien como ella, y, más aún, a reírse con ella. No era algo que muchos héroes estarían dispuestos a hacer. Elektra también sonrió, visiblemente más relajada.

- ¿Y eso por qué? El veneno más peligroso del mundo, el cianuro, tiene un sabor dulce -dijo con un guiño cómplice-. Y a buen seguro sabréis que algunas de las bebidas más fuertes son también las más dulces. ¿O acaso es menos letal la pantera por ser hermosa?

Brunilda le explicó que se encontraban en un terreno neutral en donde no debía de temer nada por parte de otros héroes si llegaran a reconocerla y ella asintió.

- Discúlpame aún así si no ardo en deseos de conocerle -dijo cuando le habló de Thor.

Había oído hablar de él (y quién no) y tenía fama de ser muy recto y moral, características que no solían casar bien con ella. A veces en la vida tenías que estar dispuesto a hacer cosas cuestionables en aras del bien mayor, y la experiencia le había enseñado que tendía a llevarse mejor con las personas que eran capaces de entender éste concepto, como Peter Quill. Una sonrisa curvó ligeramente los labios de la griega al recordar la noche que habían pasado juntos entre las estrellas.

Escuchó con verdadero interés lo que le explicó sobre las festividades de Yule. Muerte y resurrección... Parecía ser la fiesta idónea para ella, caviló con amargura.

- ¿Los componentes vivos y muertos se encuentran? ¿Quieres decir que podemos... sentirlos en ésta noche? -inquirió, súbitamente esperanzada, pensando en su padre-. ¿Qué habría que hacer para eso?

Una joven morena comenzó a cantar un poema nórdico, dejando a Elektra pensativa. Todo aquello le estaba recordando a cuando había intentado ser bailarina de danza clásica.

- ¿Sabes? Una vez llevé conjuntamente con un socio un teatro de danza clásica donde nos ocupábamos de representar mediante música y baile las grandes tragedias de la mitología griega. Se llamaba Greek. Original, ¿eh? -bromeó con una media sonrisa amarga-. Pero no acabó bien. Nunca termina bien -concluyó, con la mirada perdida en el interior de su vaso.

- Ese es un buen planteamiento. Pero mi personalidad no es precisamente lo más dulce o esa es la opinión  general.- bebió de su copa. Sentía una especie de comprensión y sintonía con Elektra. Le gustaría poder cortejarla pero en su anterior encuentro le había quedado claro que le iban los hombres. la morena había rechazado con sutilidad y elegancia sus intentos de acercamiento en ese sentido.

La asgardiana sabía que daba la impresión de ser seria y brusca. Demasiado moralista y estricta. Mucha gente pensaba de ella que era altiva, amargada y resentida.  Además, como no era nada sociable y no le gustaba hablar  parecía creída y arrogante. No tenía la facilidad de otros de su raza de entablar fácilmente conversación y amistad. Brunilda tanto por su labor como por sus vivencias era reservada y la costaba mucho confiar y abrirse. Seguir un camino honorable no trae consigo la mayor de las facilidades. No había sido fácil y en todas sus vidas había padecido mucho. El dolor y las lágrimas junto con las decisiones duras nunca habían faltado en su existir. Son este tipo de dilemas tanto morales como personales lo que forjan al paladín o le destrozan. Una y otra vez. Mil, dos mil y tres mil veces. Quizá un millón había escuchado en una forma u otra esas enseñanzas. Es tortuoso llegar a ser un héroe. Sufrirás, lucharás, lloraras, sangrarás y tras eso te alzarás. Pero ella estaba sumida en una circulo infinito en el que su destino era siempre servir con dignidad a su Rey, a Asgard y sobre todo a las fuerzas cósmicas del destino.  Ser ella no era fácil y muchas veces como compartía sus pesares y trataba siempre de guardarse su sufrimiento, parecía que todo la iba bien y era muy fácil. Esa era la carcasa superficial que habitualmente veían los demás. No les culpaba. Pero en ocasiones sentaba mal ser juzgada tan duramente por personas que ni siquiera se molestaban en ver cómo era ella realmente. Personas que juzgaban por efímeras y falsas impresiones. A veces le gustaría poder tener la conexión inmediata que tenían algunas personas con sus congéneres. Otras veces simplemente les rehuía.

- Thor es el héroe  más honorable y compasivo que he conocido.- Se notaba el afecto que la rubia profesaba al dios de trueno. Cada palabra hacia él era pronunciada con un sutil y ligero cariño. Él siempre había sido bueno, justo y noble. Aunque tenía defectos comos su arrogancia, algo que era común en la raza proveniente de Asgard, portaba un digno blasón de compasión, amabilidad y nobleza.

La moralidad asgardiana  difería de la midgardiana. En la tierra había leyes que castigaban severamente el asesinato. Aunque  había variantes en las condenas según  las circunstancias pero en todos los casos se penas y culpabilizaba. En Asgard  las cosas eran diferentes. Era una civilización  que vivía  sus días en guerra. Sabían lo que era matar a alguien por el bien común  o por tu propia supervivencia.

Asintió con la cabeza a las preguntas formuladas por su amiga. - Sí, las fronteras de los reinos se disipan y los espíritus vienen a visitarnos. Comparten con nosotros. A veces la conexión es más tenue y otras podemos sentir vívidamente cómo nos acompañan. Ponemos protección para que sólo las fuerzas benévolas y bondadosas. -

Las mitologías  nórdica y griega coincidían en múltiples  aspectos.  Ambas  tenían un panteón de cuantiosos dioses y una extensa  red de historias, folclore  y tradiciones  milenarias. También  había de mencionar  que las tres deidades cósmicas que regían  y conocían el pasado, presente  y futuro eran las mismas. En el universo  de Marvel las tres parcas y las tres nornas, aunque con diferentes nombres, eran las mismas. Quizá por eso la griega recordó su cultura natal. Elektra relató a Brunilda un proyecto pasado sobre un teatro en el que se ofrecían contenidos culturales helénicos.

- Hace mucho que no bailo. Generalmente no tengo tiempo y me da un poco de vergüenza.- Se rió.- Temo estar un poco desentrenada.- La valquiria podía ser demasiado exigente consigo misma y no brindarse tiempos de ocio y descanso por estar inmersa en su labor de protectora de su fe y el templo.- Conozco algunas hazañas del panteón griego. Hércules e Hipólita me han contado algunas anécdotas  de tiempos de antaño. -  Le dio un suave golpe en el hombro, a modo de consuelo. Dio un trago corto a su bebida.- La fortuna a menudo es caprichosa.-

- Que le den a la opinión general -replicó Elektra tomando otro trago de su copa-. Está sobrevalorada.

Honorable y compasivo... ¿Conocía ella a alguien tan admirable? Hmm... Matt era honorable, pero no había tenido compasión con ella. ¿Stick? Mejor ni hablemos. Piedra inicialmente se había negado a que la aceptaran en la Casta por considerarla indigna, pero también fue el mismo que, viendo que su alma había sido purificada por el amor de Matt tras su muerte, la llevó de vuelta a La Montaña para completar la ceremonia de resurrección. Un tipo particular, pero no creía que fuera merecedor de la mitad del respeto y la admiración que Brunilda profesaba a su amigo. Lobezno... Honorable, pero decididamente no compasivo. Locke no había sido ni lo uno ni lo otro, y Arturo no tenía pinta de serlo tampoco. Carson era honorable, pero no había vacilado a la hora de someterla al régimen de torturas de Locke en aras del bien mayor.

¿Mac? Mac... Mac había sido bueno, honorable y compasivo. La mejor persona que había conocido. Y estaba muerto por su culpa.

Suspiró.

- Tienes buenos amigos, entonces. Decía Darwin que las medidas de lo que vale un hombre, o una mujer, se mide por sus amigos. Supongo que dice mucho de ti -dijo con sinceridad. La asgardiana le caía bien, dentro de lo poco que se habían tratado hasta el momento. Tenían muchas cosas en común y le parecía que era de las pocas personas sobre la Tierra que realmente podía llegar a entenderla-. Ojalá pudiera yo decir lo mismo de los míos.

Dedicó un pensamiento fugaz a sus actuales amigos: Deadpool, el general Ross, Gaghiel, Starlord, Smith... Buf... Mejor dejarlo.

- ¿Hércules e Hipólita? -inquirió, los ojos desmesuradamente abiertos por la sorpresa-. ¿Quieres decir que realmente existen? ¿Que son algo más que mitos?

Considerando que había muerto y resucitado, que había luchado contra un dragón y que se encontraba en la compañía de una auténtica valquiria, no debería sorprenderse, pero siempre impresiona que te digan que los protagonistas de los cuentos de tu infancia existían en carne y hueso. Para otras niñas, sus héroes y heroínas serían el Príncipe Encantador, Cenicienta, Peter Pan o Blancanieves, pero los cuentos que su padre le contaba a ella cuando era pequeña eran versiones infantilizadas de los mitos griegos.

Observó de manera apreciativa a la valquiria cuando le habló de sus aptitudes para el baile.

- Bueno... tienes la musculatura adecuada, estás en buena forma física, tonificada... Quizá seas un poco demasiado alta, pero creo que podrías hacerlo bien. Yo lo que hago para no oxidarme es incluir movimientos de ballet en mis ejercicios diarios de entrenamiento de combate. Eso ayuda. También hace falta equilibrio. Alguna vez me he planteado dejar ésta vida y volver a abrir el teatro, pero... no es más que una fantasía imposible. Mis enemigos nunca dejarán de perseguirme.

Se incorporó de repente, con una expresión decidida en el rostro.

- Quiero participar de esa experiencia, esa... conexión. Hace mucho tiempo perdí a alguien que era muy importante para mí. ¿Se le podría invocar de alguna manera, aunque no sea asgardiano? ¿Me enseñarías cómo hacerlo? -inquirió al fin, mirándola a los ojos.

Se rió con energía y levantó su copa pronunciando el “Salud” vikingo - Skol- dijo alegre la asgardiana a modo de asentimiento y conformidad con las palabras de la atractiva griega. Los comensales que estaban próximos a las dos bellas mujeres, respondieron también a la proclamación de brindis de la afamada guerrera. Skol no sólo era un término que se utilizase en las celebraciones y en los brindis para desear salud, también se usaba en otros ámbitos para levantar el ánimo. En las batallas se solía utilizar como manera de motivar a tus guerreros. Una clara alusión al banquete y celebración que tendría lugar tras la sangrienta y fiera batalla.

Brunilda no era un persona muy entendida en la culturas midgariana, ni siquiera sabía lo básico. No se había adaptado muy bien a su prolongada estancia en la tierra. Tampoco eran conocimientos que la hicieran falta en su día a día. Siempre estaba rodeada por los suyos y gente afín. Así que cuando la griega mencionó la cita del famoso y reputado científico, la valquiria no sabía quién era el hombre mentado.

- Supongo que tu amigo Darwin es un hombre ingenioso y sabio.- Alzó su copa y dio un generoso trago.

Elektra había alabado a sus amigos. Brunilda pensó en ellos. Tenía muy pocas personas que pudiera considerar amigos; Thor, Balder, Siff, Janet, Jeniffer, Stephen, Steve, Patsy, Clint y algunos pocos elegidos más. la rubia era particularmente selectiva. Su vida y el azar la había acabado convirtiendo en alguien sumamente desconfiada, meticulosa y rigurosa. Pocas personas pasaban su criba y el alto perfil que había determinado. Además, solía ser directa, fría, severa y bastante moralista cosas que pocas personas podían aguantar. Su alto sentido del deber y del honor también hacían una barrera impenetrable. Eran como un muro que muy poca gente quería traspasar.  

-¿Cómo son tus amigos?- preguntó intrigada por la frase con la que cerró la morena su diálogo sobre la amistad. Conocía poco a la griega y no podía saber si aquellas palabras se debían a que la habían traicionado, a que no eran buenas personas o a que casi no tenía amigos. Tan sólo podía hacer especulaciones. Sabía por la misión en la que trabajaron juntas que múltiples héroes la habían repudiado por no tener el mismo código de honor y virtud. Pero no puedes llamar amigos a alguien que no te acepta como eres.

- Los cantares heróicos se basan en figuras reales. Todos los héroes y heroínas de las antiguas culturas son de carne y hueso. -  Recordó cómo ella era representada en la famosa ópera de Wagner.- Las leyendas e historias sufren modificaciones. tal vez la persona en la que se basan no es como la persona. Con el paso del tiempo se van haciendo añadidos para que la historia complazca a los que la escuchan.-

Cuando Elektra alabó sus cualidades físicas Brunilda se sintió orgullosa y feliz ante el reconocimiento de su esfuerzo. Había dedicado la mayor parte de su vida a entrenar y destacar en el enfrentamiento. Su atlético y musculado cuerpo se debía en parte a la buena genética de los asgardianos y en parte a su intensa rutina de entrenamiento diario. Todos los días dedicaba sus buenas horas a realizar ejercicio físico y a ejercicios de batalla.

Miró con sus hermosos  ojos azules a su nueva amiga y la sonrió dichosa. En pocas ocasiones la rubia ponía en su semblante aquella cálida sonrisa.

- Tal vez un día puedas enseñarme esos bailes que tanto amas.- Le vino a la mente una idea cuando la ninja comentó lo de usar el ballet en el entrenamiento con la rutina de ejercicios para no perder la forma física. - Quizá no puedas abrir una escuela de baile y teatro. Pero podrías enseñar tus técnicas a guerreras y guerreros. Aquí en el templo yo imparto en ocasiones técnicas de combate  y en mi tierra, antes de todo este cósmico misterio de Omega lo cambiase todo, había escuelas que enseñaban a los jóvenes héroes sobre todo lo que es útil en la vida y en el oficio de héroe. Una de esas escuelas las regentaba mi amigo Hank Pym junto con Tigra. No creo que los enemigos fueran tan tontos para atacar una casa llena de justicieros.-  

Al hablar sobre cómo en estos festivos días los muertos también podían acudir a la celebración si así lo deseaban, la valquiria vio emoción en el rostro de la ninja. Elektra comentó que quería contactar con un ser querido que había partido al más allá hacía mucho tiempo. A la rubia le dolía tener que defraudarla pero en su fe no trataban de contactar con las almas de los muertos a menos que estas fueran

- No funciona de esa manera. Dejamos entrar a los muertos, no les invocamos. Ellos vienen si nos quieren honrar con su presencia. Si no tenemos que aceptar su decisión de permanecer  descansando en su paraíso.-

- Ah, no -sonrió la griega-. Darwin es un tipo que vivió hace doscientos años, no le conocí personalmente, pero dejó aportaciones muy relevantes en el campo de la biología y de la ciencia, así que sí, era inteligente y sabio.

Definitivamente le caía bien Brunilda. Tenía un cierto toque de ingenuidad a pesar de ser tan aguerrida que hacía que resultara agradable estar en su compañía, porque no era presta a juzgar. Para Brunilda, como buena guerrera, valían los hechos, no los prejuicios, y el hecho de ser de otro mundo y no estar al tanto de su reputación era como un soplo de aire fresco para la griega. Posiblemente se relacionaría más con la gente si no estuviera tan harta de ser juzgada por todo y por todos.

- Mis amigos... -miró el interior de su copa, pensativa-. No los llamaría así, realmente. Son el grupo del que formo parte; un mercenario chiflado con un dudoso sentido de lo moral, una maga bastante loca que dedica su tiempo libre a aserrarse los colmillos, un viejo general que se convierte en un hulk enorme, rojo y muy cabreado y un tipo con una enfermiza obsesión por las armas de todo tipo, calibre y color. Posiblemente no seamos el grupito más sano de los que hay por ahí -dijo con una sonrisa irónica-. Pero estoy con ellos porque me dan lo que necesito. Tengo una especie de... compulsión hacia la violencia -explicó-. La utilizo para quitar de en medio a asesinos, violadores y demás criminales, pero la justicia me persigue por ello. En cambio, en el grupo actuamos dentro de los márgenes de la legalidad. El viejo forma parte del ejército de los Estados Unidos de América, y, por así decirlo, tenemos carta blanca a la hora de usar fuerza letal contra enemigos del país. Estar entre ellos me ofrece cobertura legal, protección, refugio, equipamiento y hasta un salario. No podría pedir nada mejor ahora mismo, la verdad -dio un nuevo trago a su bebida, paladeando el regusto dulzón de la cerveza-. He tenido otros amigos, pero o bien están muertos o bien han decidido que no les convenía continuar relacionándose conmigo.

Volvió a pensar en Noah, en su expresión de desaprobación cuando descubrió que le había mentido, y eso le llevó a pensar en todos los demás a quienes había fallado: Matt, Mac, Nina, Locke, Carson, Drake... Hizo un gesto, como tratando de eliminar un mal pensamiento, y suspiró.

- Pero bueno, ahora estamos aquí las dos y me gustaría pensar que he hecho una amiga.

Una por cuya seguridad además nunca tendría que temer, después de ver cómo se las gastaba en batalla. No como Roy... Roy era un buen luchador, pero también lo había sido Mac y no había llegado a sobrevivir a su encuentro con La Mano. Aquél había sido un error que se juró que no volvería a cometer. De no haber sido por eso, quizás se habría arriesgado a una segunda cita con él... Aunque, ¿a quién pretendía engañar? Eran de dos mundos muy diferentes. El chico era un héroe, y en cuanto descubriera su particular adicción seguramente habría reaccionado igual que Matt, o Locke. No estaba dispuesta a pasar por eso otra vez. Creyó que podría mantenerlo oculto de Noah, pero tampoco había funcionado...

Escuchó lo que le decía acerca de las figuras mitológicas y negó con la cabeza.

- Si conociera a los dioses griegos no sé qué les diría, la verdad.

"Gracias por hacer de mi vida una puta mierda" era una posibilidad bastante fuerte.

- Cuando quieras -dijo ante la sugerencia de la valquiria. Habría añadido la posibilidad de entrenar juntas, pero sus estilos en combate eran muy diferentes, y no estaba segura siquiera de si podría ser una rival a considerar para la rubia. En cambio, escuchó su siguiente propuesta con una expresión de verdadero interés-. Hum... Ya lo hice una vez, hace mucho -dijo mesándose la barbilla, pensativa-. Un amigo mío, King Lau, tenía un dojo en el Lower East Side. Me llevaba allí a chiquillos que sacaba de la calle, jóvenes que habían aprendido a delinquir para sobrevivir, y les hacía ganarse el pan mediante trabajo honrado, fregando suelos y haciendo tareas menores. También les enseñaba artes marciales como una manera de purificar sus espíritus corrompidos por la vileza de las calles. No funcionaba con todos... pero conseguí salvar a algunos -musitó, perdiéndose en el recuerdo de aquellos días-. Quizá lo lograba con uno de cada tres, pero era una vida salvada. Una vida puede cambiar el mundo entero...

Había sido una buena época, pero como todas sus buenas épocas, había tenido un final abrupto y violento cuando La Mano había destruido el dojo, matando a Mac y a uno de los chicos que había conseguido redimir, Rata. Pero lo que decía Brunilda tenía sentido. Si se hacía de una manera más estructurada, con el apoyo de una organización grande y con recursos, como S.H.I.E.L.D., podía funcionar. La Mano no podría destruirlo. Pero para eso le hacía falta ganar muchos puntos con Furia...

- Es una buena idea en realidad, gracias -le dijo con sinceridad-. Quizá me lo plantee de aquí a unos meses.

Si conseguía solventar antes el pequeño detalle de su adicción al asesinato, claro...

El final de la conversación resultó amargo, sin embargo. Aquella celebración no consistía en invocar a los muertos, sino en abrir sus puertas para aquellos que decidieran acudir. Elektra no necesitaba ser una entendida en mitología nórdica para saber que era harto improbable que un alma griega acudiera a una celebración asgardiana de la muerte y el renacimiento.

- En ese caso... creo que ya va siendo hora de irme a casa -dijo atusándose el pelo falso de la peluca rubia que llevaba. Empezaba a ser incómodo y estaba deseando quitársela-. Espero que no te ofenda, pero... creo que no podría soportar ver cómo todo el mundo se reencuentra con sus seres queridos mientras yo... -un halo de tristeza se abatió sobre sus ojos grises, oscureciéndolos-, mientras yo me quedo mirando.

Sola, en un rincón, como cuando tenía dieciséis años y acompañaba a su padre a las reuniones diplomáticas en Atenas sin que nadie reparara en su presencia.

Se rió. - No lo sabía. Hay algunas cosas que no conozco sobre la forma de vida y cultura midgariana.- La rubia no tenía  mucha idea de ciencia ni siquiera de las nociones  más conocidas. La historia y por ello, la educación en Asgard era muy diferente a la de la tierra. Los conocimientos que se impartían en los dos reinos eran muy diferentes. Era por eso que a los asgardianos les costaba aclimatarse. Necesitaban un esfuerzo extra; primero para entender las diferencias entre las dos culturas y luego una asimilación de los nuevos conceptos y formas culturales.

Escuchó atentamente la respuesta de la griega a su pregunta sobre los amigos. Brunilda frunció  un poco el entrecejo. Para ella lo que estaba describiendo  la morena no era nada su concepto sobre la camaradería y la amistad. Las descripciones que hacía Elektra sobre su equipo le sonaban familiares. Un mercenario chiflado con dudosa moralidad. ¿Sería Deadpool? La maga sí que no le resultaba conocida. Definitivamente sí que conocía al no tan amigable gigante rojo y a su anfitrión Ross. Ese tipo tan apegado al armamento podía ser el punisher con quien tantas desavenencias tuvo Steve Rogers. Desde luego, ese equipo  era muy diferente  a los que solía frecuentar la valquiria. Los defensores y los vengadores no sólo eran un grupo de héroes. Compartían  no sólo una amistad sino una visión del mundo. Es verdad, que como todo grupo de gente tenían encontronazos.  

Elektra pasó a hablar sobre su adicción  a la sangre. Brunilda sabía  lo perjudicial que podía  ser esa necesidad  de violencia. Los asgardianos padecían  la fiebre del guerrero que les volvía sedientos de muerte y sangre y también el estado Berserker, que les remitía a un estado desagradable mente irracional y violento.

- Lo entiendo. A mí también  me resulta difícil  esas restricciones midgarianas. Mi pueblo es un público guerrero. No tenemos esa criminalización de un asesinato en pos de la justicia. -  Asintió  con la cabeza. Entendía que ciertos grupos controlados por el gobierno  tuvieran un permiso más  amplio para matar que el resto de la población  y los otros equipos. Comprendía  que quien está  en el poder sabe mejor que los demás quien merece ser eliminado de la ecuación y quien no.

Brunilda contestó con una sonrisa a lo de ser amiga de Elektra. - Por supuesto. Tienes mi amistad y también eres gratamente bienvenida al templo de mi kindred. - Se sentía comprendida y aceptada en presencia de la griega.  Para la valquiria era difícil encajar. Frecuentemente por sus “rarezas asgardianas” y otras peculiaridades de su serio carácter no lograba hacer con facilidad amistades.

Posteriormente, el tema de la amistad llegó hasta el tema de los dioses.

- Los dioses no son tan diferentes de los humanos. Incluso los dioses están sometidos a las leyes superiores del cosmos y el destino. Tendemos a engrandecer a esas figuras pero tienen un poder limitado hay cosas a las que no pueden llevar. -

Incluido ella. Era categorizada como una diosa asgardiana y un diosa de la muerte. Pero a parte de sus labores de complir con eficiencia misiones para las Norns, acompañar a aquellos guerreros y guerreras digno al Valhalla y cumplir como emisaria de la muerte no podía realizar otras cosas como sanar o crear vida. Sus poderes como los de muchas divinidades era limitados. Ningún dios podía jugar y ganar contra las fuerzas del destino.

- Cualquier día que tengas libre. Aquí en el templo tenemos un gimnasio  donde practicamos varios tipos de lucha y actividad física.-

A Brunilda le agradó el interés que mostró Elektra en su propuesta. Le gustaba poder ayudar, aunque  fuera un poco, a su nueva amiga.

- Yo he enseñado varias veces. En mi tierra natal, en Asgard, en ocasiones me pidieron que instruyera a las nuevas valquirias. Aquí en Midgard, Tigra me pidió que le hablara a las juventudes que tenía la Academia de Hank Pym.- sonrió. Habían sido momentos  bastante gratos. Aunque mucha gente la tildada de estricta y dura cuando tenía que enseñar a guerreras.

- Es un trabajo loable encaminar a los jóvenes que han sufrido  y se encuentran  perdidos. Yo siempre  pienso que el entrenamiento y la disciplina arreglan muchas cosas en la vida. Aprendes a ser constante y a esforzarte. Además, es liberador. El ejercicio hace descargar esa ira que los que han sufrido tienen hacia el mundo.-

Brunilda notó cómo el rostro de la morena se apagó al tratar con el tema de las visitas de los difuntos. Por las palabras de Elektra supo que de alguna manera se había explicado mal. No era como la griega pensaba una visita. Era algo más como una sensación.

- No funciona de esa manera. La sensación del sol sobre la piel en un día  de primavera o cuando el viento te sopla. Es eso. No hay reencuentros emotivos como encontrarse en un mismo plano. Además, como profesional de la muerte no considero que sea bueno que los difuntos vuelvan. No ayuda a progresar ni al vivo ni al muerto. -

- Suena como que quizás debería trasladarme a vivir a Asgard -bromeó la morena ante las palabras de la rubia- . Bueno, quizás no sea tan buena idea, pero sí que me pasaré de vez en cuando por el templo para verte y entrenar.

En silencio escuchó la explicación que la daba la valquiria acerca de aquella parte de los festejos.

- Ya... -musitó, con el rostro ensombrecido por la naturaleza de los sentimientos evocados-. Seguramente no sea bueno, pero... aquella noche, frente a la tumba de mi padre, hace tantos años recuerdo que pensé: "si tan sólo pudiera decir las cosas que nunca pude decir... Si tan sólo alguien pudiera devolverlo a la vida...". Tan sólo por una hora, ¿sabes? -explicó, con la mirada perdida en la oscuridad reinante en el exterior. Cerró los ojos, tratando de conectar con las sensaciones que Brunilda había descrito. El viento sobre su rostro, la humedad propia de aquella estación del año, los sonidos de la noche...- . Le diría: "Hey... te he echado de menos. Había cosas que necesitaba decirte".

Se pasó la mano por la mejilla izquierda para limpiar una lágrima esquiva y se volvió hacia Brunilda una última vez, dejando su vaso vacío en el pretil de la terraza.

- En fin, lo dicho, muchas gracias por invitarme, lo he pasado muy bien -le tendió la mano inicialmente para, después, atraerla hacia sí y despedirse con dos besos, al estilo griego-. Volveremos a vernos pronto -prometió con una sonrisa antes de ir a recoger su abrigo.

Pobre Brunilda, y pobre Elektra.

Las personificaciones del destino eran las mismas en las dos culturas. En una se hacían llamar Moiras, y en la otra Nornas, pero en los dos casos eran tres hermanas que tejían el destino de todos los seres vivos, y no estaba previsto que los hilos de la rubia y la morena se volvieran a cruzar. En concreto, Láquesis estaba midiendo con su vara la longitud del hilo de Elektra, como decidiendo si llegaría a romperse o no en la "mesa de operaciones" de Cédric tres meses después, y Skuld preparaba su espada y su caballo para la cabalgata gloriosa que tendría lugar en abril, donde tendría el honor de llevarse el alma de una de las mejores guerreras que había conocido el campo de batalla.

Quizá podrían volver a reencontrarse... En otra vida.