Periculosum Pactum [Libre | Diciembre de 2018]

A penas parpadeantes faros iluminaban con su desgastada luz los suelos de madera del muelle semi-abandonado, enormes contenedores metálicos yacían vacíos cerca del edificio abandonado más alto del lugar. De un automóvil negro bajaron seis personas, una de ellas eran Zeena Morthur quien fue recibida por un encapuchado alto en estatura, cubierto de pies a cabeza un haz de luz reveló su rostro... Gror.
—Llegan tarde, pero bueno, al menos traen a las chicas con ustedes— opinó el anfibio virando la mirada a las dos jóvenes secuestradas, amarradas de manos y pies eran cargadas por los otros cuatro, miembros activos de El Culto.
—Espero que tú hayas hecho tu parte hermanito— contestó ella posando su mano en el escamoso pecho de la criatura; adentro, en el segundo piso el fornido individuo había preparado todo el escenario para el ritual. Todos le siguieron los pasos a Gror observando con atención el edificio abandonado, húmedo y apenas iluminado...

Ilustración del lugar en horario diurno:

Las prisioneras eran un par de adolescentes de las cuales al menos una era virgen según Zeena, las habían capturado en la calle trasladándose solas, a pie, en el trayecto ellos no denotaron haber sido descubiertos o seguidos por nadie, o eso creían.
—Rápido, rápido, ya pronto serán las 3:33am, ubiquen a las mocosas frente a esa ventana, la luna debe bañar sus cuerpos con sus radiantes destellos ahora que está refulgente— presionó la rubia, Gror tuvo que intervenir ya que percibió un tanto incompetentes a los cuatro neófitos de El Culto.
—Odio cuando el cielo nocturno está despejado, así que no me hagan enojar más ustedes— añadió gruñiendo con su característica cacofonía gutural.

A pesar de que era de noche, aquel varon no tenia ni idea que tan bella era la luna o si las nubes cubrian su esplendor, no, para el la noche o el dia eran practicamente lo mismo, porque vivia en una oscuridad eterna causado por unos quimicos radioactivos que le cegaron, pero a cambio hicieron que sus otros sentidos aumentasen tanto que incluso parecia una pesima broma de la vida; Matthew Michael Murdock, un hombre tomado como "ejemplo" de vida de las madres de Hell's Kitchen, por no decir de New York, abogado de Dia y Vigilante por la noche, de las nueve de la mañana a las siete de la tarde era ese simpatico hombre, abogado, buen catolico, pero a partir de las ocho era Daredevil, aquel bravucon ninja que hace justicia.

La duda esa noche era, ¿que demonios pasaba ahi abajo?, con su tipico traje rojo y baston en su funda en la pierna izquierda captaba con atencion siete latidos en total, de los cuales uno de ellos tenia una peste a pescado y otros dos eran intensos, freneticos similares al miedo, el frio en aquella parte de los muelles era poco intensa eso no evitaba que de vez en cuando el hombre sin miedo soltade algun escalofrio debido a la temperatura; El aire llevaba las fragancias de los invitados a su nariz, junto con la brisa marina causandole la conocida irritacion en laringe y garganta, aun a pesar de esto no podia evitar saborear la sal del aire, era algo que le encantaba sentir, su mano izquierda fue encaminandose cuidadosamente a su baston para sacarlo del lugar donde reposaba -¿quebtenemos aqui?, dos objetivos y cinco posibles.... cinco amenazas, uno de ellos mujer y otro apesta a pescado, el cual parece pesar al rededor de los noventa y algo de kilos ademas de medir dos metros... uf, no me sorprenderia que sea un hombre mitad algo... la mujer en cambio la mujer mide un metro setenta y tres, es algo delgada, deduzco que pesa entre los sesenta y un kilos y los sesenta y seis, el problema sera el grandulon.... bueno, tampoco es Hulk pero puede ser peligroso- todo aquello solto en un muy bajo susurro uno el cual solo escuchase el, no queria saber por las malas que aquel hombre tambien poseia super oido.

El círculo no tenía un pentagrama sino que en rojo se podían ver nueve puntas, seis velas, tres rojas y tres negras, faltaban dos minutos para las 3:33am y cada elemento del ritual estaba en su sitio; las chicas habían sido colocadas en el centro y Zeena ya había iniciado hacía cinco minutos las palabras que el conjuro señalaba para esa ocasión, sosteniendo la piedra que le prestó su padre para probarse en un hechizo de alto nivel, la apretó en su mano derecha a lo que su mano izquierda empuñaba la daga de su fallecida madre, todo iba acorde a lo planificado. Las féminas sollozaban y gemían, sus bocas amordazadas no permitían gritos muy audibles y por ello no se opacaban las palabras de la bruja; las adolescentes no podían contener sus lágrimas rogando entre sacudones y pataleos.
Se profería el conjuro y faltaba un minuto para el gran final, Gror permanecía en un rincón de cuclillas, aguardando a ver a su hermana lograr algo digno de portar la sangre de Lucius. Los cuatro vasallos entonaban en coro los versos finales sincronizándose con Zeena Morthur, y cuando la piedra comenzó a brillar, los símbolos que rodeaban el centro empezaron a liberar un denso vapor escarlata. Los ojos de Zeena se tornaban completamente negros como su atuendo esa noche.
—¡Kthugha, Pwigh'mnli Ftaghrri Zeena Grdant Kälrz xorthum...!— continuaba ella ante los últimos veinte segundos en medio de los quejidos de agonía y aflicción que las chicas emitían previendo el afilado momento que se acercaba a sus cuerpos, tiritando de pánico.

Después de tantos años huyendo y sobreviviendo en las calles, que me hubieran capturado me ponía de los nervios. Estaba desesperada, lloraba y pataleaba. No quería ese destino, después de todos los esfuerzos por permanecer oculta y que la gente no supiera que llevaba la sangre de los Románov... Había otra chica conmigo, estaba igual que yo, pero parecía más joven e ingenua. ¿Tendría yo el mismo aspecto? Desde luego no me consideraba tal cosa. Nos llevaban a algún sitio, pero, ¿a dónde? Y, ¿para qué? ¿Quiénes eran? Espera... Si había otra chica... No debía ser por mi sangre. Solté el aire como pude a través de la mordaza que nos habían puesto, aliviada. Si no tenía nada que ver con mi sangre y mi familia podría con ellos, aunque tenía los nervios a flor de piel y no sabía muy bien en qué podría acabar eso.

Al llegar al lugar, éste parecía abandonado, de no ser por la gente que nos esperaba. Dijeron que nos pusieran bajo la ventana para que la luz de la luna nos bañara mientras... ¿Estaban conjurando? Alguien hablaba en un idioma que no conocía, había velas, una estrella en el suelo, cánticos a coro... No... ¿Estaba en un ritual? ¿Magia? ¡Mierda! ¡John! ¡John sabría ayudarme! Pero John no estaba... Vale... Tenía que pensar en algo y rápido. Empecé a temblar de los nervios, a llorar sin quererlo y a quejarme bajo la mordaza, si bien no se me escuchaba mucho y a mi compañera tampoco.

-¡Nnngh...!- me quejé mirando a un lado y a otro, sin estarme quieta. Eso estaba mal, muy mal... Cerré los ojos e invoqué  a dos fantasmas a mi alrededor, uno que moviera las velas y el otro que me protegiera apartándome de los gorilas que me sujetaban y soltándome las manos. La luz de la luna ya no me bañaba, las velas no estaban en su sitio... Y eso era lo básico para que un ritual funcionase, ¿no? Esperaba que sí, y esperaba que las cosas no fueran a peor. Me solté la mordaza con rapidez y grité por auxilio sin muchas esperanzas, ese lugar estaba desolado.

-Vaya suerte con esta chica- mientras bajaba con sumo cuidado y sigilo donde anteriormente se encontraba analizando superficialmente los detalles de aquel lugar, no podía evitar sentirse algo mal con la vida de una de las mujeres que se encontraban secuestradas, incluso días antes ella conoció a Daredevil debido a un caso sobre trata de blancas, claro, el caso era una manera formal de llamarle a la persecución de pestes sociales, como le gustaba llamarlo a menudo -Mal, mal, mal, mi vida como Matt es muy desastroza como ahora haber contratado a una chica que parece estar involucrada en cada secuestro en el que le hecho el ojo, sin duda alguna darle seguro de gastos médicos será una muy pésima inversión- bromeó tocando aquella madera de los muelles con sumo cuidado de no hacer ruido alguno.

Las palabras que brotaban de la garganta de la flacucha mujer (que ahora mantenía una daga, que original), le sonaron a una lengua que está por demás decir extremadamente rara, incluso parecía que hablaba un pésimo chino mandarín, claro que el no era el mejor, pero no rompía tímpanos como ella; volteó con cuidado quedando al lado de lo que sentía era un alambrado que cerraba los costados del lugar donde estaban las chica y los chicos malos -Dios, cada vez hay mas locos asi...- sin pensárselo dos veces, lanzó una pieza de su bastón al cuello de la mujer, con la intención de lastimarle el mismo y asustarla ante la sensación de ahogamiento, mientras el revuelto se hacia, el, como vigilante experimentado buscó un hueco por donde colarse, pero sin perderse la dicha de aturdir a los secuestradores -Suelten a esa chica muchachos... no quiero lastimaros- su radar le daba una "imagen" de un hueco algo apartado de donde estaban, la ventaja de que ellos eligiesen ese lugar, es que estaba por demás saber que las sombras podrían cubrirle con suma facilidad -No son los primeros con los que tengo que lidiar con cosas asi, por lo que, les daré exactamente tres minutos para que se lleven sus juguetitos y liberen a las chicas o si no...- el bastón que segundos antes había lanzado, rodó hasta su ubicación y lo tomó para unirlo con la segunda pieza -Haré que cada hueso roto les recuerde porque no deben jugar con el diablo- completó quieto en una esquina.