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| Tema: PreOmega: Los años de peregrinación de la asgardiana sin color (parte 1), todo 2016 [Autoconclusivo] 22nd Diciembre 2018, 18:48 | |
| No era la primera vez que se encontraba en aquella sala. Tampoco creía que fuera la última. Como siempre que tenía una misión importante que confiará, El Rey de Asgard la había convocado en ese rincón del palacio. Ese despacho era en el que Odin trataba los asuntos privados. Un lugar seguro donde conversar sobre encargos que eran secretos. Brunilda al ser de su guardia selecta y la líder de sus valquirias era llama muy frecuentemente a esa habitación. Al pasar los años y compartir secretos, la rubia asgardiana se había vuelto muy cercana al monarca. Era su confidente y a veces su consejera.
-Querida Brunilda, como bien intuyes mi llamado a esta salón es porque requiero de tus servicios.-
La valquiria asintió con la cabeza. Conocía perfectamente esas reuniones.
Es una misión tan importante como secreta. De su cumplimiento depende el destino de nuestro pueblo. Pido cautela y discreción.-
El patriarca asgardiano la miró con seriedad. Brunilda hizo un asentimiento con la cabeza.
Mi rey, como siempre realizaré mis quehaceres para con vos y el reino con la mayor entrega, dedicación y lealtad quea mi alma le es posible.-
Salvo algunos tropiezos en el camino y aquel conflicto en que la asgardiana depositó su confianza, lealtad y total entrega en Thor antes que en él, Odín estaba seguro de que la líder de las valquirias ea digna para llevar a cabo cualquier propósito que le encomendase.
- Quizá eres muy joven para conocer la figura de Curl Borson, mi hermano mayor.- Un ligero tono de nostalgia y entre ella un lejano deje de dolor entre las palabras del Rey.
Su hermano mayor que le había cuidado y criado desde que su padre Born entró en su sueño. La traición de un ser querido duele y más cuando es una persona que antes te protegía y cuidaba. Es duro darse cuenta de la desmitificación de alguien al que antes admirabas. Un paralelismo se establecía entre Odin y su vástago Thor, los hermanos de estos les habían traicionado en busca de poder. Paradójicamente tanto Loki como Curl habían sido comparados con serpientes.
El gobernante asgardiano le narró a la valiente valquiria sobre unas armas asgardiana que estaban diseminadas por Midgard. Brunilda asintió dándose cuenta de lo peligrosas que eran aquellas armas en malas manos .
Sabiendo cuál era su cometido y que tenía que ser lo más discreta posible, abandonó su hogar. Partió en la nocturnidad para hacer lo que dictaba su juramento. En completo silencio y sin dedicar ninguna despedida. Como todas las misiones que entrañaban grandes riesgos, la valquiria sabía que era probablemente a casa nunca regresaría. En cada día de su vida existía una alta probabilidad de nunca más regresar.
El martillo de skadi
En un rincón poco iluminado de la enorme casa comunal de adobe en la que vivían una muchacha de apariencia agradable se encontraba arrodillada en el suelo para estar a la altura de un camastro. En el lecho hecho de paja y gruesas pieles se encontraba recostado un infante. El niño estaba semincosciente y sufría. Tenía altas fiebres, estertores y temblores. Una herida en su costado estaba mal curada e infectada y el mal se propagaba rápidamente por todo su cuerpo. Era el fin del muchacho. La doncella que lo acompañaba pacientemente hasta que su última hora llegase. Una de las manos de la mujer estaba entrelazada con las del moribundo. Ella le miraba tiernamente mientras su luz se apagaba con todo el cariño y la resignación de saber que la muerte de un ser querido se acerca y no puedes hacer nada. con ese dolor en el pecho y las entrañas que trae consigo la impotencia. Con esa rabia mojada que te hace ser inútil ante los invencibles de la vida como el tiempo y la muerte.
De pronto alguien se acercó a la doncella y la estuvo mirando un rato. La mirada de aquel hombre pasaba de la muchacha al niño y del niño a la muchacha. Estaba ordenando sus sentimientos, sus ideas y sus palabras. Pues no sabía muy bien cómo tratar el tema en esa delicada situación. Suavemente se inclinó para susurrar algo a la joven y ella se sobresaltó. El gesto de la mujer expresó la aberración que le había parecido la propuesta del hombre.
- No puedo Hjǫrr. Me pides que rompa un tabú.-
- Te pido que hagas justicia, Brunilda. Es sólo un niño y además, nuestro futuro rey. Nos estás arrebatando la esperanza.-
- Pides algo prohibido.-
- Le has visto nacer. Le has tenido en tus brazos cuando dió su primer respiro.-
- Y estaré con él cuando exhale el último. Seguiré con él más allá de la muerte y le guiaré en su camino hacia el Valhalla.-
-¿Cómo puedes dejar que él se vaya?-
- Es su destino.-
-Apenas ha vivido. Sería un gran rey. Siempre he visto como le miras orgullosa cuando entrena. Tiene tu corazón … -hizo una pausa en su discurso-pero le dejarás partir.-
-No puedo evitarlo.-
-Si puedes. Tienes ese poder. Puedes frenarlo, darle un poco más de tiempo.-
-Ese poder es sólo para situaciones críticas.-
-¿Cómo puedes pedir a un padre que entierre a su hijo?-
-No sólo sufres tú.
-Tú estás muy tranquila.-
-El dolor te ciega.-
-¿Cómo puedes decir eso si nunca sabrás lo que es perder a un hijo? No sabes lo que es querer a alguien que tiene tu sangre y que es un fruto tuyo. No compares tu dolor al mío, valquiria.-
Donde antaño se alzaba orgullosa la urbe vikinga, ahora solo quedaba el desolado paso de la tragedia. Las palabras fueron apagadas y el escenario cambió a un campo arrasado. Ruinas, escombros, cadáveres en descomposición de hombres, mujeres y niños. Un cuervo tan negro como la noche se posó en el suelo, emitió un graznido y como burlándose de aquella desgracia se acercó a los restos y arrancó un jirón de carne de una pierna seccionada. Un poderoso grito rasgó el aire. Gritó hasta quedarse sin voz, hasta quedarse sin fuerzas pero su dolor no me mitigó. Una poderosa lección que aprendió a la fuerza: cambiar un designio trae graves consecuencias.
De súbito se despertó, empapada en sudor. Últimamente ese sueño era recurrente. No estaba segura si era un mal augurio o no lo era. Había vivido tantos años que algunos recuerdos se le hacían muy lejanos, casi como si fueran un leyenda de un pasado remoto. Recordaba vagamente aquella etapa de su vida. Era cuando era muy joven aún. Vivía con una de las tribus vikingas midgarianas en el norte de europa. Les guiaba, les enseñaba y acompañaba sus almas hasta el más allá. Eran otros tiempos más rudos y salvajes.
Volver a estar cerca de ese lugar no la hacía nada bien. Cada vez que se adentraba en el corazón de aquella tierra helada el sobrevenían los recuerdos de aquel error. La culpabilidad, la tristeza y la nostalgia hacían mella en su alma como un cuchillo que desgarra la carne y se incrustra haciendo una profunda y sangrante herida. Pero tenía una misión que cumplir así que salió de su lecho. Miró las paredes de la gruta en la que había buscado refugio y avivó las llamas de la hoguera que había ardido durante toda la noche para calentar algo que desayunar. Una vez tenía el estómago lleno, se ajustó su gruesa capa de piel de unicornio y salió al exterior.
La nieve blanca, espesa y fría cubría todo el horizonte. Según las informaciones que tenía, aún le quedaba bastante camino que recorrer. Tenía que adentrarse aún más en las entrañas de aquella tierra ahora baldía. Tenía que ir al lugar donde el frío y el hielo se habían adueñado y convertido en los amos y señores del reino. El frío era más y más intenso. Tenía tanto vigor que aunque fueras muy abrigado o tuvieras muy densa la piel acaba encontrando la manera de dejar su huella helada en tu ser.
Caminar con aquel ambiente helador era duro y pesado. Cada paso era lento y tortuoso. Su andanza y su humor se veían empañados por los recuerdos. La sensación amarga en su paladar no desaparecía y era cada vez más fuerte. Sentía como su confianza iba mermando y no sabía cómo hacerle frente a ese malsano estado. Continuó avanzando. Unas veces más rauda y otras más lenta. Intentando mitigar su pésimo ánimo y sus ganas de rendirle y envolver en el frío abrazo mortal del lugar. Cuando quedaba poco para alcanzar su objetivo, empezó un brutal tormenta de nieve. La valquiria se vio obligada a retroceder y buscar cobijo en un saliente de rocas cercano. No tuvo más opción que sacar su espada y cortar con ella el furor del viento helado que la impedía imperiosamente ponerse a buen recaudo. El tiempo parecía ponerse de mal humor y minar su cometido. Como si estuviera en contra de dejarla alcanzar su meta.
Una vez alcanzado su provisional refugio, se sentó al amparo de dos grandes rocas y allí esperó a que la tormenta de hielo y nieve amainase. Desató su atillo y comió un poco de la carne en salazón que llegaba. El clima era muy extremo y casi animales para subsistir con lo cazado. Casi no había terminado de guardar sus cosas cuando sintió un temblor en la tierra. Ese temblor se fue acercando. La asgardiana estaba desconcertada no sabía a qué se debía. Pero tuvo una mala impresión. Sabía que algo se avecinaba y debía estar alerta. Con un veloz saltó con giro salió de su parapeto. Vio desintegrarse su refugio en un instante. Un fuerte y contundente golpe de dos inmensos gigantes de hielo era la causa de que su cobijo fuera desintegrando. Uno de ellos dio un manotazo en el suelo y desestabilizó a la guerrera. Brunilda cayó al suelo. La fría nieve impregnó con su humedad la ropa. Los colosos aprovecharon que la mujer estaba en el suelo para intentar aplastarla. La nórdica desenvainó su espada y lanzó varios mandobles para protegerse. Aunque no consiguió herir a sus oponentes, los gigantes helados se alejaron un poco para esquivar los ataques, conseguir un poco de tiempo y pudo ponerse de pie.
Los movimientos de esas dos enormes moles hacían retumbar el suelo. Los continuos temblores dificultaban a la valquiria en su labor esquivar y atacar a los oponentes. La tormenta de nieve no había pasado. La lluvia en forma de nieve, el viento y el frío eran factores que añadían más complejidad a la batalla. Los hijos del hielo no tenían estas dificultades añadidas. El clima era perfectamente agradable para ellos.
Ante uno de los temblores Brunilda se tambaleó, en ese momento uno de los golpes de uno de los gigantes la impactó de lleno. Se cayó para atrás sacudida por la enorme fuerza del monstruo. Como pudo se puso en pie. Escupió y soltó la sangre que se había producido al morderse con fuerza el labio. De nuevo uno de los gigantes volvió a asestar otro ataque. La mujer rubia saltó y subió en la mano del coloso. La asgardiana ascendió rápidamente por su brazo. El monstruo intentaba quitársela de encima pero la valquiria fue rápida y asestó un preciso y brutal espadazos en el cuello del gigante helado. Antes de que el cuerpo sin vida tocase el suelo, Brunilda lo usó para darse impulso y saltar por encima de otro gigante. calló al suelo y dió una voltereta hacia atrás para tomar un poco de distancia. La atractiva asgardiana tomó un poco de carrerilla y saltó. Asestó al gigante un ataque con la espada, de izquierda a derecha cortando a su enemigo por la mitad. una vez abatidos sus contrincantes se sentó en el suelo un momento, sin importarle que la humedad y el frío se instalaran en ella, para recuperar el aliento.
La subida era escarpada. La montaña no tenía un camino nada accesible. La valquiria escalaba agarrándose con manos y pies a los salientes de las rocas. Más de una vez resbaló por el frío, la nieve y el agua. En su ascenso estuvo varias veces a punto de caer. Firme y constante en su labor la rubia asgardiana se agarraba con uñas y dientes a las indómitas rocas. Cuando estaba casi en la cima un paso en falso provocó que perdiera por completo su equilibrio y soltase una de sus manos y sus pies quedaron colgando al vacío. La caída seguramente no la mataría pero el congelante y helador frío sumado al periodo de inconsciencia y las lesiones en su cuerpo harían imposible que pudiera volver a subir. Finalmente llegó a la cumbre de la empinada montaña. Un camino casi olvidado conducía a una gruta. Brunilda se adentró en las profundidades de aquella gruta. en el interior sintió un descenso de la temperatura glacial. Ese lugar parecía el lugar de nacimiento del más devorador y cruento invierno. En medio de la helada cueva pudo hallar lo que buscaba: El martillo de skadi. El objeto se encontraba sumergido en una densa y espesa masa de hielo.
Nunca en su largo existir había sentido un frío como aquel. Se estaba congelando a pesar de sus características asgardianas. Sin embargo, no dejó de dar espadazos en pos de romper la firme capa de hielo que cubría el martillo de Skadi. El hielo la estaba cortando y arañando las manos. La dolía pero estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, a resultar herida y sufrir con tal de un bien para su pueblo. Estaba cansada pero siguió lanzando golpes y ataques con Colmillo de Dragón. Tardó un tiempo, pero su esfuerzo tuvo recompensa. La bella mujer consiguió sacar el martillo de su prisión de hielo. Conseguido su objetivo, la guerrera emprendió el largo y cruento regreso.
En una zona apartada de las Islas del Norte la esperaba su amigo el enano Tolor. La valquiria entró en una cabaña de madera perdida en las profundidades del monte. Allí, empezó a quitar tablas del suelo con ayuda del enano. Quitado el suelo falso, quedó a la vista un enorme cofre ornamentado tan grande como un ataúd. El cofre estaba realizado en metales preciosos y se notaban los brillantes colores del oro y la plata. En el cofre la valquiria depositó el martillo. Una vez guardado el objeto, Tolor le sirvió una bebida caliente a la asgardiana mientras ella se quitaba sus húmedas y pesadas ropas.
Martillo de Kuurth
Para continuar con su misión acudió a una de las videntes del templo asgardiano. A través de la clarividente Brunilda esperaba encontrar alguna pista para encontrar los siete martillos restantes. La vidente era una joven atractiva, de piel y pelo moreno, ojos canela y curvas generosas. La bella mujer se llamaba Melanie y tenía un fuerte acento húngaro al hablar. A la valquiria le pareció bastante curioso y atractivo. peor no era hora de proclamar las alabanzas de sus fieles, así que tan sólo se dedicó a preguntarle y dejó de lado su afán de flirtear con Melanie. La vidente preparó un mejunje rojizo y denso. se sentó en el centro de la habitación, bebió el mejunje y entró en trance. Brunilda permaneció callada hasta que Melanie despertó.
- El parque de los monstruos comunicó la vidente.-
Brunilda no entendió a lo que se refería. Al llegar a la mansión de los vengadores y preguntar al fiel mayordomo por el significado de aquellas palabras descubrió que era un lugar.
Parque de los monstruos o Bosque sagrado eran los nombres que recibían los jardines del Castillo de los Orsini en Bomarzo, un municipio italiano. A la belleza natural de los jardines se le suma un conjunto monumental de esculturas que crea para los visitantes un ambiente fantástico y de ensueño.
Durante dos semanas la valquiria recorrió cada rincón del parque en busca de un indicador o pista de dónde podía hallarse el martillo de Kuurth. Una y otra vez traspasó el umbral de la entrada encontrándose con las esfinges y leyendo su advertencia: "Vosotros que entráis aquí, considerad lo que véis y luego decirme si tanta maravillas están hechas por el engaño o por el arte". Miró con horror la transformación de Proteo-Glauco y continuó caminando hasta cruzarse con la cruel justicia de Hércules partiendo a Caco en dos. Dejando atrás el castigo, la tortuga con la victoria sobre su concha enseña cómo el triunfo se construye de pasos lentos mientras la ballena emerge para engullir su presa. Se quedó embelesada con la fuente de Pegaso. Las ninfas la invitan a descansar en sus asientos y ver a los delfines. Más adelante, venus la da la bienvenida y la invita a visitar el teatro. Luego, Brunilda recorre atentamente la inclinada casa. Sus pasos la conducen a una tumba, recordándole su posición como enlace con la muerte. Dos hileras de jarrones la conducen hasta Neptuno que la observa cauteloso. la rubia se maravilla ante la tranquilidad de la Ninfa dormida. pero no puede bajar la guardia, a escasos metros hay una lucha entre unos perros y un dragón. También ve con estupefacción cómo un elefante asfixia con su trompa al enemigo. Ceres serena la juzga desde su asiento. El ogro la ruge desafiante y le deja atrás para encontrar el vaso perdido de Baco. Se sienta a descansar en la banqueta etrusca. Cerbero viene corriendo pero es calmado por su dueña Proserpina. Más adelante, están Equidna y la Furia alada en un duelo de miradas. Pasando el templete y la rotonda, el paseo de la guerrera se ha terminado.
El séptimo día sería el momento en que sus esfuerzos darían esfuerzo. como siempre su recorrido fue normal hasta el asiento de Proserpina. La valquiria se sentó dando otra busqueda y otro día por perdidos. No supo muy bien si guiada por una fuerza cósmica o estando en aquel estado en el que se agudizan nuestros sentidos y vemos lo que está oculto, miró la trayectoria de la mano que le faltaba a la diosa y descubrió un piedra peculiar en el suelo. Se levantó del asiento y se agachó en el suelo para observar la peculiar piedra hexagonal. Brunilda la tocó y el hexágono se hundió en el suelo. Sonó como cuando se pulsa un resorte y un poco más a su izquierda la tierra se abrió mostrando la entrada a un pasaje secreto.
La rubia se adentró en la cámara secreta y al estar dentro la tierra volvió a su lugar, ocultando ese escondido lugar. Emprendió su andadura sin saber cúal era el final del recorrido. en el horizonte no se perfilaba el final de la senda. Tras unas cuantas horas caminando, el serpenteante camino empezó a descender. En el subterráneo la asgardiana no podía saber cuándo era de día ni de noche. Caminaba hasta que sus fuerzas se agotaban y entonces, se sentaba apoyada en la fría pared de piedra; Comía y bebía un poco. A veces, sí lo necesitaba dormía unas cuantas horas. Después de esos forzosos descansos volvía emprender su misión.
Sin calor ni luz natural durante días, la asgardiana empezaba a sentirse un tanto agobiada y enclaustrada. Aún le quedaba un largo camino de descenso y serían otros largos e interminables días en el interior de la tierra. Intentaba como podía calmar su sensación de claustrofobia y la sensación de ansiedad que pugnaba por hacerse muy presente en esa situación. Hubo un momento en que el cansancio psicológico venció al físico y no pudo seguir caminando. Se hizo un ovillo en una esquina, se desabrochó la túnica y se cubrió totalmente con ella. Cerró los ojos intentando calmar sus desgarradoras emociones y sensaciones asfixiantes. Se sentía fuera de sí, como si no fuera dueña ni de sí misma ni de sus emociones. La hería profundamente no poder mantenerse fuerte, tener esa crisis. Apretó fuertemente sus manos, clavándose las uñas en la palma. Notó como su carne se hería al hacer demasiada presión con las uñas. Dolía pero aún así no la importaba. El dolor minimizaba un poco su angustia, la hacía centrarse en otra cosa ajena a sus angustiosos pensamientos. Agazapada en el suelo permaneció durante horas intentando desesperadamente tranquilizarse. Al final el sueño consiguió atraparla entre sus manos y dar un descanso a su agitada mente.
El sueño había sido reparador y la hermosa valquiria se encontraba más tranquila y relajada que momentos antes de dormirse.De forma u poco perezosa, se quitó la túnica que la cubría, haciendo de manta. Se fue incorporando poco a poco. El lugar era completamente de tierra, por lo que no tenía cómo hacer una hoguera para calentar el desayuno. Brunilda comió un poco de su carne en salazón y algunas frutas escarchadas. Tras beber una jarra de hidromiel, comenzó de nuevo a caminar. Esperaba que quedase poco para llegar al final de aquel camino. Todo ese viaje adentrándose en las profundidades de la tierra italiana había sido muy silencioso. Por eso, un sonido como una especie de deslizamiento de piedras no pasó desapercibido por la rubia.
La hábil guerrera se puso en guardia. Un gigantesco golem de piedra con una cara poco amigable apareció frente a ella. La criatura de piedra fue rápida y la embistió con brutalidad, tirándola al suelo. Una vez que su enemigo hubo caído, el golem empezó a pegarle puñetazos a lo largo de su zona torácica. Los golpes eran fuertes, rápidos y dolían. La guerrera rubia resistió el ataque. Intentó, a pesar del dolor que la producían los puños de tierra, no dejarse avasallar por la situación de desventaja. Tomó fuerzas. Empezó a mover frenéticamente las piernas, ganando cada vez más movilidad. Luego, comenzó a pegarle patadas a su adversario hasta que consiguió. Flexionar las piernas sobre su estómago, ponerlas sobre el golen y empujar con fuerza para apartarle de ella. Brunilda dió un fuerte empujón con las piernas y tiró a la masa de tierra vida hacia atrás. Mientras el otro se recomponía, ella se puso de pie y sacó su poderosa espada. estaban los dos frente a frente. Dispuestos a atacar con todo lo que tenían. La valquiria puso en ristre la espada para con gran presteza descargar un demoledor golpe sobre el golem. Colmillo de dragón le cortó con facilidad y el ser quedó reducido a una inmensa masa de tierra y piedras.
Tras la pugna, Brunilda se sentó en el suelo para descansar y que su pulso volviera a la normalidad. Aunque rápida la batalla había sido fuerte e intensa. El viaje no estaba resultando tampoco muy favorable para su psique por lo que se sentía agotada tanto física como mentalmente. La asgardiana permaneció un rato sentada abrazando sus rodillas, intentando recuperar su estado de ánimo y su aliento para continuar. Era un guerrero, era una líder y no podía permitir que ningún tipo de fatiga la quebrase. Era orgullosa y por ello, daba gracias de encontrarse sola en aquel lugar. No la gustaba que nadie viera ni se percatase ni de sus emociones ni de sus puntos de quiebre. Pasados unos minutos interminables, la mujer se levantó para continuar con su empresa. No estaba al cien por cien pero al menos podía seguir. Con más pesadez que antes de la batalla, comenzó de nuevo a caminar por aquel farragoso laberinto oscuro de tierra.
Después de caminar numerosas horas, el camino la condujo a una sala hexagonal. en el centro de este recinto se encontraba el martillo de Kuurth. Una gran satisfacción y un fuerte sentimiento de alivio invadieron su ser. Aunque aún la quedaba el camino de retorno, había logrado encontrar lo que estaba buscando. Tan sólo le faltaba el camino de vuelta. A pesar de ser la parte más cansada del viaje, era la que producía mayor alegría. Pues era la parte que concluía la búsqueda.
Tomó el martillo y emprendió la vuelta a la superficie. La tomó más de un par de días volver a la superficie. Descansó mucho más que en camino de ida y se sentía más cansada pero estaba mucho más fortalecida de ánimos. Al salir a la superficie vió las monstruosas figuras del Bosque sagrado iluminadas por la luz de la luna de medianoche. Con aquella semipenumbra, las esculturas parecían mucho más amables y menos terroríficas.
De nuevo en la superficie, volvió con cautela a su hospedaje. Caminó hasta alejarse del parque y llamó a su “pegado”. Aragorn apareció en el cielo al cabo de un rato y descendió para encontrarse con su dueña. Juntos emprendieron el viaje hasta la cabaña. Una vez en su refugio de las Islas del Norte, Brunilda abrió el sarcófago oculto en el suelo y depositó el martillo.
Se sentó en un sillón y Tolor le entregó un plato de comida caliente. Era un suculento estofado. La rubia asgardiana lo devoró con ferocidad. Terminada la cena se metió en la cama e inmediatamente se quedó dormida. La aguerrida rubia durmió durante unos tres días.
Martillo de Nul
El destructor de los mundos se encontraba en los dominios de alguien muy peculiar; Lord Drácula. El martillo de Nul había caído Transilvania. Como los antiguos caudillos y grandes señores Drácula se regía en base a los conceptos de una jerarquía dominante nacida para regir el mundo. Aunque se basaba en preceptos de honor y lealtad a los suyos, sus aliados y voluntades eran cambiantes. Por lo que nunca se podía estar al cien por cien seguro al realizar un pacto con él. Durante la Segunda Guerra Mundial Drácula había realizado pactos con Red Skull para conseguir poder y liberarse de batallas en su territorio. Pero cuando en 1942, el ejército Nazi llegó a su castillo y empezó a asesinar por ideología y prejuicios a sus sirvientes gitanos, el noble se opuso a los nazis. Contactó con la unidad estadounidense, los Comandos Aulladores y les prestó su ayuda en la batalla contra los Nazis.
Había sido un aliado peor nunca un amigo. No podías confiar en él porque daba su favor a quien más le conviniera en el momento. Valquiria partió hasta tierras transilvanas no sabiendo muy bien a qué hacerle frente. Aunque pensaba en la fulgor de la batalla. Pues de quien no puedes fiarte y para quien es fácil la traición no debes albergar ninguna esperanza en tu corazón. Más al entrar con cautela y violencia al castillo, la respuesta de su anfitrión no fue la esperada. Había neutralizado a los guardas de Drácula más él no se mostraba ante ella beligerante.
Lady Brunilda. ¿ A qué se debe el placer de este encuentro? Aunque supongo más bien el motivo de vuestra agreste visita.- Dijo con un tono sereno como quien es dueño totalmente del mundo o como quien habla en confianza de su más fiel amigo. no se mostraba temeroso, enfadado o impresionado. Sus gestos eran cuidados y su tono poderoso y dominante. Se mostraba imponente, elegante y majestuoso. se captaba un cierto egocentrismo en él, como si fuera lo más bello e admirable de aquel lugar.
- Ha caído en vuestras tierras algo que pertenece a mi señor Odín.- habló la rubia con un gesto y una actitud defensivas. Como quien no se fía de quien está ante sí.
Tomad, asiento en mi mesa, querida. - Hizo un ademán con la mano, indicando que entrasen dentro de su hogar. Drácula invitó a la asgardiana a un lugar más agradable para conversar que la entrada de palacio. Brunilda no parecía querer moverse. El vampiro sabía muy bien lo que ella quería. Era un objeto peligroso, que sólo traía desgracia y caos. No lo quería en Transilvania.
- No arrugues el rostro, que no ambiciono nada de lo que es vuestro. Os daré gratamente la información que necesitáis para que esa cosa desaparezca de mis tierras.-
Brunilda hizo un aspaviento y siguió a aquel señor feudal. Drácula condujo a la bella y fuerte asgardiana a una magnífica sala decorada con las más hermosas y exquisitas obras de arte. El lord ordenó a sus criados que trajeran vino y pastas para brindarle algo de sofisticación y decoro a esa visita.
Siento no tener ese néctar que tanto amáis los hijos de odín. peor el vino es el mejor de esta región y del mundo.- bebió de su copa en cuanto fue servida.
No os preocupéis tanto por la hospitalidad, Drácula. Decidme lo que necesito y me iré inmediatamente de aquí.-
¡Oh, asgardianos! Realmente son una agreste compañía.- comentó de forma petulante con bastante arrogancia.
Brunilda le miró con rudeza. Estaba en una misión, no tenía tiempo para ese tipo de artificios o formas sociales. Para ella eran tanto una pérdida de tiempo como una molestia. Quería que su anfitrión fuera directamente al grano. Él sonrió complacido en parte por causarle un poco de frustración a la vengadora.
Buscas el martillo de Nul … ¿verdad?-comentó de forma lenta y suave como si tuvieran todo el tiempo del mundo y la rubia se exasperaba con la actitud del caballero.
En efecto, eso busco.- Comentó cortante cruzándose de brazos en su asiento.
Drácula miró su copa de cristal con decoraciones de oro y gemas. Miró con parsimonia el vino tan rojo como la sangre. Delineó con el dedo el borde de la copa, se la llevó a sus labios y dio un largo trago. Una gota de vino resbaló por sus labios y fue capturada por la lengua del vampiro. Brunilda gruñó ligeramente. y Drácula se congratuló por ello.
No tenemos todo el tiempo del mundo pero si un instante para disfrutar de la compañía mutua.-
Yo sólo disfruto con la compañía de quien confío y tú no dispones de ese privilegio. Dio un manotazo a la copa que le habían servido.
¿A los héroes siempre es tan difícil complacerlos o sólo a tí, querida dama?- A Brunilda se le acababa la paciencia y hizo un movimiento tocando su espada que Drácula captó en seguida. Si no podía sacar la información por las buenas, la obtendría por las malas. Después de todo ese había sido su plan desde el principio.
Oh, necesitas lo que yo sé. Así que no seas descortés en mi casa, adorable valquiria.-Se rió.
Dime lo que sabes, vampiro. No estoy para tus cortesías.-
Puesto que no sirves para nada más que servir a tu señor sin descanso y no entiendes el placer de disfrutar de una conversación cortés, te diré que envié una de mis huestes al Este para que alejas en el martillo de mi reino.-
Brunilda hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y se dispuso a levantarse. La pelidorada llamó a su fiel corcel. Aragorn descendió de los cielo y al tocar la tierra su dueña se subió en su lomo.
Agradezco mucho tu gentileza. - Habló con ese tono educado y un tanto severo que se usa para expresar gratitud a un enemigo. Se levantó y emprendió su camino. Estaba a punto de atravesar la puerta de la estancia cuando el vampiro la tocó el hombro con delicadeza.
Para el camino.- Drácula le entregó un copa con el delicioso y rojo néctar proveniente de la uvas. Esta vez la valquiria si que tomó la fina copa y salió del salón. Se bebió el contenido del vaso y lo tiró en el patio del castillo.La valquiria se dispuso a seguir el camino de los compatriotas del Lord Vampiro.
El noble miró a la valquiria emprender su camino. Quien ha vivido una larga existencia en el mundo y quien ha experimentado en sus carnes el poder de las fuerzas místicas y de los artilugios de los dioses aprende que hay cosas de las que debe alejarse para no caer ni en la ruina ni en la desgracia. Si bien era cierto que había sido más tiempo enemigo que aliado de los vengadores, el inmortal sabía que la guerrera de Odín le estaba haciendo un enorme favor al alejar el Martillo destructor de mundos de sus tierras.
Los Martillos de los Dignos eran objetos malditos que conferían a sus poseedores un poder devastador. Por lo que, en manos inadecuadas podrían traer caos, muerte y destrucción por doquier. Cualquiera era una mano inadecuada cuando tu alma se veía poseída y sometida a un espíritu malvado servidor de la serpiente. Muy pocas personas podían levantar los martillos sin ser despojados de su voluntad y convertirse en siervos.
Drácula encomendado a Raizo Kodo y a sus aliados la misión de poner el martillo en un lugar que no fuera peligroso ni para las gentes al amparo de Drácula ni para ninguna otra persona. Raizo era un vampiro de un voluntad férrea, criado en una cultura que da más prioridad al honor, a la deuda y sobre todo al bienestar colectivo que al individual era el hombre indicado para llevarse el mal de transilvania. Como Drácula intuía, Raizo no calló ante el embrujo del martillo.
Las huestes de Drácula le llevaban bastantes días de ventaja a la bravía y honorable valquiria. No obstante, como la asgardiana contaba con su fiel rocín, cuya velocidad en el vuelo era de 225 kilómetros por hora pudo alcanzar a los viajeros. Descendió pero los vampiros por sus rápidos reflejos y percepciones la habían visto llegar.
De inmediato los vampiros atacaron a la asgardiana. Ellos no sabían quién era ella ni por qué les buscaba. Para Raizo y sus camaradas era sospechoso que alguien se cruzase en su camino. Por ello, la valquiria ni pudo pronunciar ni una palabra, los hijos de la noche se lanzaron directos a su cuello. La valquiria sacó su espada e hizo frente a sus adversarios. Ejecutó técnicas de defensa y ataque de un forma rápida y efectiva. La valerosa Brunilda se libró de sus atacantes con sus movimientos ágiles y precisos.
El líder de la tropa, Raizo, se presentó ante la guerrera cuando está despachó a los otros vampiros. En sus ojos se perfilaba la fuerza, el honor y la determinación que le habían acompañado toda su vida. Miró a la rubia desafiante y seguro de sí mismo. Ambos se sumieron en un encarnizada lucha. Los dos eran hábiles en la contienda. Ninguno desfallecimiento en su empeño. Los dos evitaban ataques, daban certeros golpes y resistían formidablemente. Uno uno de los estoque que lanzó Brunilda fue frenado por Raizo con el martillo. Colmillo de Dragón en un voraz hambre cortó sin misericordia el objeto. El martillo había sido roto en múltiples fragmentos. Casi a la par de este ducado un águila descendió y se posó en el hombro de Raizo. El ave traía un mensaje de Drácula. En el papel el Señor de los vampiros le explicaba quién era Brunilda y que tenía su beneplácito para llevarse con ella el martillo.
Raizo se había dado cuenta de la honorabilidad de la atractiva y exuberante mujer que tenía delante nada más cruzar sus puños. Pero el desconocimiento de quién era y cuáles eran sus propósitos le instaron a proteger el martillo ante cualquier otra cosa. Ahora teniendo el consentimiento de Drácula, pudo libremente entregarle el objeto y partir con su séquito. Brunilda recogió cada fragmento del martillo de Nul y partió. La asgardiana se dirigió al lugar donde le sellará junto a los demás martillos de la serpiente.[/color][/color] |
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