¿Podrías guardarme el secreto? (Garnet Brooks) [6/2/19]

— Garnet Brooks no existe. Probablemente sea un nombre falso.

Lo sabía, de alguna forma lo intuía. Todo lo que rodeaba a aquella mujer era realmente misterioso.

—Entonces no tienes nada para mi, Barb?

—No tan deprisa, Boywonder. Si que he encontrado algo gracias a la matrícula de su coche. El Lotus Elise pertenece a una tal Evelynn Brooks. Se hizo bastante famosa como maquilladora en la industria del cine, pero murió a los 44 años por culpa de un cáncer.  

— ¿Era su madre?— pregunté intrigado, era la deducción más obvia.

— No exactamente. Evelynn murió sin descendencia, pero sí que intentó adoptar varias veces aunque le denegaron su petición a causa de la enfermedad. Pero aquí viene lo interesante… Brooks denunció haber encontrado a una niña en la calle y al parecer retiró la denuncia poco después. ¿Sospechoso, no?

— Garnet…

— Además, en el testamento, Brooks lo dejó todo a una misma persona de la que no se sabe nada. Es algo muy inusual, pero al parecer es todo legal y figura registrado por el notario. El hermano de la fallecida quiso denunciar la irregularidad, pero al final no llegó a ninguna parte y se desentendió del tema. Su ático sigue en activo así que te mandaré la dirección…

— Ya veo. Coincide con las últimas coordenadas de su coche.

— ¿Era esto lo que andabas buscando, zapatitos?

— Aún hay cosas que no me cuadran, pero al menos tengo algo con lo que empezar. Gracias Babs, eres la mejor.

Escuché su respiración al otro lado del teléfono y deduje por la pausa que estaba sonriendo. No pude evitar imaginármela con su habitual expresión críptica en el rostro, sentada en la silla de ruedas con el pijama de murcielaguitos y llevando la sexta taza de café del día en la mano. Que ganas tenía de verla.

— Me debes una, pajarito.

— Te debo muchas, pero te las compensaré. Te lo prometo.





Inevitablemente, me había quedado preocupado por Garnet Brooks. Ni siquiera pudimos despedirnos con normalidad el día anterior. Quería ayudarla, sabía que no se encontraba bien y estaba haciendo realmente un esfuerzo por mantenerse en pie después de aquella herida de bala. Pero algo hizo que la pelirroja se pensara dos veces mi propuesta, y finalmente se negó a acompañarme al piso franco.

Si tengo que ser sincero, tampoco me esperaba lo que vino después. La mujer se inclinó hacia mí y me robó un beso. ¿Por qué lo había hecho? Aquella actitud juguetona no fue lo que me molestó, sino el hecho de que horas después, me estuviera comiendome la cabeza por lo mismo una y otra vez. No dejaba de darle vueltas al misterio que había dejado tras de sí Garnet Brooks. Y tampoco entendía porque siempre me pasaba lo mismo con las pelirrojas… quizás es que era un adicto a ellas. Y eso hace que me sienta todavía más culpable conmigo mismo. Culpable por tener que omitir algunos detalles en la historia, como ese beso, por si Barbara no se lo tomara bien. Y es que días antes de conocer a Garnet, la ex-Batgirl y yo habíamos tenido un momento muy íntimo. Jamás pensé que algo así ocurriría finalmente entre nosotros. Es decir, llevaba la tira de años colado por ella, pero Babs siempre me veía como un crío. Y con lo que pasó… quizás las cosas estaban empezando a cambiar… No lo sé, pero por eso mismo no podía dejar que nada interfiriera o lo estropeara. No era el momento adecuado para hacer tonterías.

Pero independientemente de aquello, lo que más me preocupaba en esos momentos era que la pelirroja se había llevado una valiosa información consigo.

Había metido la pata hasta el fondo, y si Batman o cualquier otro miembro de la Batfamilia se enteraba, las iba a pasar canutas. Brooks había visto como el impecable agente Dick Grayson se enfundaba en el traje del enmascarado vigilante de la noche, Nightwing. Pero por alguna razón, confiaba en que me guardaría el secreto, al menos de momento. Habían pasado tan solo 24 horas, pero si lo hubiera querido, ya habría vendido mi nombre a cualquiera de los miles de villanos de Gotham y Blüdhaven que querían meter mi cabeza en una pica. O lo que era peor, podrían deducir con él quien era Batman y el resto de enmascarados que me rodeaban para atentar contra sus vidas. Gracias a mi estúpido descuido, estaba poniendo en peligro las vidas de mis seres más queridos. No podía permitirlo, y por eso estaba allí. Estaba dispuesto a comprar su silencio para asegurarme.

Siendo el segundo mejor detective del mundo y teniendo a la mejor hacker de mi parte, no fue difícil averiguar el paradero de la enigmática Garnet Brooks. Eso, y que tuve la genial idea de colocarle un rastreador a su coche durante su estancia en la comisaría, por si acaso la muchacha se daba a la fuga en cualquier momento. No esperaba tener que utilizarlo para esto, pero en fin, dicen que más vale prevenir que curar.

En cuanto la noche cayó sobre las calles de Nueva York, volví a colocarme el traje de Nightwing y observé desde el tejado del edificio de enfrente como, efectivamente, la pelirroja cruzaba el paso de peatones para volver a casa. Me aseguré de que entraba en el portal del bloque de edificios antes de colgarme por la ventana de su piso. La abrí desde afuera fácilmente, y me colé en la cocina. Caminé silenciosamente hasta el comedor, y me senté en el sofá, a la espera de que se diera cuenta de mi presencia en cuanto encendiera las luces…

— Hola preciosa, ¿Me has echado de menos?— mi sonrisa se acentuó aún más cuando le vi la cara de susto. Estaba muy graciosa.

Puede que en diferentes momentos de mi vida, recuerde situaciones y experiencias vividas y me dedique unos segundos a pensar qué había sucedido, que podía hacer diferente y qué cosas no quería cambiar. Pero era un caso que se daba en situaciones puntuales, cuando algo me hacía volver a ese momento, o cuando intentaba recordar un detalle en concreto. Ahora, a penas 24 horas después de separarme de Dick Grayson, no pensaba en él. No pensaba en Bludhäven más allá de cuando el dolor agudo de mi muslo me hacía apretar los dientes y cabrearme conmigo misma por como había ido la situación. Pero más allá de aquello, Nightwing era para mi, agua pasada. No contaba con volver a verle, pues entraba en mis planes nunca jamás poner un pie en aquella ciudad desagradable y corrupta, y tampoco tenia el menor interés en visitar Gotham, que no gozaba de mejor reputación. No, una vez llegué a mi casa y pude dormir en mi cama, la historia del reloj de plata había quedado a mis espaldas, y al dia siguiente había vuelto a mi rutina, y volvía a vivir en el presente.

Así que me desperté, me vestí con mis tejanos ajustados y mis botines de tacón, una camiseta blanca y un jersey de punta carmesí, con cuello alto. Trencé mi cabello a un lado de mi cabeza, me maquillé como hacía siempre, una sombra de ojos negra que resaltara el verde de mis ojos y unos labios intensos de color granate, y esta vez no me molesté en disimular ninguna de mis cicatrices. Al fin y al cabo, sólo quería salir a comprar algo de comer que no tuviera que cocinar, tabaco y alcohol. Jamás tenía suficiente alcohol. Y desde luego, jamás tenía suficiente tabaco.

Nada en la ida o en la vuelta trajo a mi memoria el recuerdo del agente de policía que había conocido la noche anterior, y no le daba valor alguno al beso que habíamos compartido. Para bien o para mal, para mi era uno de tantos y aunque lo había disfrutado gustosamente en el momento, no era la clase de mujer que lo recordaría frente al espejo, pasándose un índice por los labios recordando el carnoso contacto de ensueño que habíamos compartido juntos. Nope. Me fui a comprar, y a la vuelta, tras insertar la llave en la ranura del ascensor que me dejaría directamente en el interior de mi ático, coloqué un cigarrillo en mis labios y esperé a que las puertas metálicas se abrieran antes de prenderlo y dar el paso que me dejaba en mi hogar.

Dejé caer las llaves a mi derecha, que repicaron en el plato de cristal de la repisa de la entrada y no me molesté en abrir la luz del recibidor, entrando directamente en el comedor. La sombra de la presencia inesperada me pasó inadvertida en un primer momento, pero no lo hizo así una ventana abierta. Ese piso era mi refugio, mi bunker, y solía tenerlo controlado al milímetro y no recordaba tener esa ventana abierta. Fruncí el ceño. Pero uno de los problemas de beber alcohol a todas horas, es que las lagunas en los recuerdos eran algo bastante común, así que me encogí de hombros, giré sobre mis talones y crucé la barra americana que separaba la cocina del comedor. Vacié las bolsas de la compra, me serví un vaso bajo con hielo y una cantidad nada deplorable de whiskey, antes de dirigirme al comedor.

Entonces sí me pareció ver algo, y alargué un brazo a la pared donde había el interruptor. Prendí las luces y vi como efectivamente, no estaba sola. Sentado en mi sofá con una actitud de lo más distendida y una sonrisa que casi podría interpretarse como traviesa, estaba Nightwing, enfundado en su segunda piel, aquel traje negro y ajustado que dejaba muy poco a la imaginación. Era como si pudiera ver mi mente intentando funcionar a marchas forzadas, tratando de sumar dos y dos. Una persona en mi ático. Sin ser invitada. Era algo tan impensable que las ruedas dentadas de mi mente estaban pasando un mal rato al intentar seguir girando.

Yo, que solía ser impulsiva y actuar según conviniera en cada situación. Que me consideraba a mi misma alguien difícil de quebrar y sorprender. Estaba siendo incapaz de procesar que alguien se hubiera colado en mi apartamento. No sólo eso. Un ladrón podría haber entrado a intentar robar. Casualidad. Azar. Pero Nightwing conocía mi identidad, había sabido relacionar a Garnet Brooks, alguien sin identidad ni papeles con el apartamento de la verdadera Brooks. Un apellido tan común… ¿Cómo me había encontrado?

Aquello era lo que verdaderamente me había dejado de piedra. No contesté a su provocación. De hecho, no fui capaz ni de sonreír. Apagué el cigarrillo apretando la punta incandente contra el mármol de la barra americana, sin molestarme en encontrar un cenicero, y aunque inicialmente iba a sentarme y disfrutar de cada trago de ese whiskey, me lo llevé al rostro y dejé caer su dorado líquido por mi garganta, sin prisa pero sin pausa hasta terminar todo su contenido. Al apartarlo, mis ojos se posaron en la marca de mis labios carmesís contra el cristal, y me quité los botines apretando la punta contra el talón, sin usar las manos.

Necesitaba las manos libres, los pies cómodos y la mente despejada si tenía intención de pelearme con uno de los Bats.

— ¿Cómo has logrado encontrarme? — susurré sin pizca de jovialidad en mi tono de voz ni mi mirada, a la par que empezaba a caminar lentamente hacia él. — ¿Cómo has logrado dar con este piso…?

Garnet respondió con un silencio tan frío como la expresión de su rostro. Apagó el cigarrillo sin apenas haberlo terminado y se llevó el vaso de whiskey a los labios, tragando todo el contenido de una sentada. Por la actitud y sus gestos corporales, diría que se estaba preparando para algo.

—¿Necesitas ahogar alguna pena con todo ese alcohol? ¿O es la anestesia natural para la herida de tu muslo? — me levanté del sofá con total naturalidad mientras la pelirroja aprovechaba para quitarse los botines y ponerse más cómoda. No aparté la mirada de Brooks en ningún momento, no quería perderme ni uno sólo de sus movimientos. Sabía de lo que era capaz de hacer con sus poderes y no había venido con intención de pelearme con ella.

—Digamos que tengo mis contactos, y no ha sido difícil sumar dos más dos. — respondí al interrogatorio, y di varios pasos hacia atrás al ver que ella empezaba a acercarse. — ¿Estás enfadada? Supongo que a todos nos sienta mal que descubran nuestros pequeños secretos… — comenté con ironía. Si era lo suficientemente lista, sabría a lo que me estaba refiriendo.— De todos modos, he venido a informarte de que el caso del reloj ha sido resuelto. Han acusado a Alexander Giovanni del asesinato de Craig Donnovan, y parece ser que las mafias de Blüdhaven han empezado a pelearse entre ellas después de los sucedido. Algo que al BCPD nos ha venido muy bien, la verdad. Yo mismo me encargué de atrapar a ese mutante. Ahora está en la cárcel, y ya no podrá hacerse pasar por nadie más ni usar tu imagen. — esperaba ver alguna reacción en el rostro de Garnet Brooks que me indicara por qué le había afectado tanto encontrarse a otra persona igual que ella. ¿De qué había tenido miedo?

— Por lo demás, ando bien y esas cosas. Gracias por preguntar.— comenté con ironía, tras comprobar la bienvenida no había sido como yo me esperaba— ¿Tú cómo has estado?

— ¿Crees que me importa el puñetero reloj? Estaba bien feliz de dejar toda aquella mierda tras de mí, Dick — pronuncié su nombre con un leve deje de molestia. Lo cierto era que sí, en parte. No me había gustado nada que tomara mi aspecto, y desde luego que el héroe había tomado nota de aquél apunte, a juzgar por lo que había dicho. ¿Era por eso que se había tomado las molestias de localizarme y venir a verme. Esa idea hizo que poco a poco relajara mi gesto, dejando caer levemente los hombros y suspirando. ¿De verdad? — Bueno, un poco. Pero aun así no es excusa para presentarte aquí de este modo.

Hundí una mano en mi cuero cabelludo y la apreté en un puño, frustrada e intentando retomar un poco el control de la situación. Esa era una de mis debilidades, aquello que me hacía a veces portarme como una imbécil. No tener el control. Irónico, viniendo de alguien que tan a menudo recurría a vicios y drogas para, precisamente, perderlo. La mano se deslizó de mi cabellera a mi rostro, frotando con molestia en un intento de espabilarme.

— Me alegro de que estés bien. — musité al fin, haciendo un gesto vago con mi brazo. — ¿Quieres tomar algo?

Me aparté de él, esta vez mi lenguaje corporal dando algo parecido a una “bienvenida” al apartamento, dejando a la vista la cocina a modo de permiso para estar ahí y moverse con libertad. Si quería descubrir cómo me había encontrado, qué maneras había de dar conmigo para poder evitar que nadie más hiciera uso de ellas, más me valía ser un poco amable. Dick, al fin y al cabo, no me había hecho ningún mal…

…todavía.

— Perdón por recibirte de este modo. No estoy acostumbrada a tener visitas. Se supone que nadie sabe que vivo aquí, y ha sido… inesperado. — Ese piso no era mi único “pequeño secreto”. Y ahora mismo tener a un héroe en el mismo hogar donde había escondido millones de dólares en robos y la identidad secreta de una de las mayores ladronas de Nueva York, era como subirte al coche y darte cuenta de que han plantado en él una bomba. No sabes a qué botón darle ni si es seguro salir. Cualquier movimiento en falso podía ser la espoleta que desencadenara la explosión. Necesitaba tener mucho cuidado con lo que dijera a partir de ahora. — ¿Te vas a quedar a comer? Te ofrecería ir de restaurante, pero dudo que quieras salir así. — hice un gesto a su traje. — Te puedo dejar algo de ropa. Es ajustada, pero no es nada a lo que no estés acostumbrado, ¿verdad?