You Know Nothing, Johnny Storm (Garnet Brooks)

[28/Mayo/2018]

Llevaba toda la semana abriendo y cerrando el teléfono como si esperase alguna llamada.

Me encontraba dentro de mi deportivo, aparcado en el garaje. Había quedado como nuevo después de que le hayan roto el cristal y varios cables del panel de mando para poder robarlo dos semanas atrás. Yo me había encargado de gran parte de la reparación, con algo de ayuda de algunos amigos que me debían favores. La cartera de Brooks seguía allí, en el asiento del copiloto con el dinero dentro. No sabía porqué me la había entregado, ¿quizás se sentía responsable? Sin ningún documento, solo un montón de billetes para que pagase la reparación del coche, algo que no necesitaba.

Recordaba cada una de sus palabras, sincerándose de quién era, algo que me dejó en blanco, tan misteriosa... También sabía que no me llamaría pero aún así esperaba a que lo hiciese. Estaba probando mi propia medicina. Decidí arrancar el coche dirección a su garaje, seguramente viviría muy cerca y pasaría por la zona habitualmente, era cuestión de tener suerte en coincidir con ella. ¿Y si no me quería ver? Solo iba a entregarle la cartera...

Salí del edificio conduciendo mi vehículo, me puse las gafas del sol cuando la luz del medio día me dio en la cara. Tardé un buen rato en llegar debido al tráfico y más aún en poder aparcar el coche por las cercanías. Guardé su cartera en mi abrigo y me dirigí hacia dónde tenía ella el garaje, piqué a la puerta esperando que estuviera dentro por cualquier motivo pero no recibí respuesta. Guiñé el rostro en señal de queja y decidí dar una vuelta por las cercanías, si habitaba por allí no sería difícil coincidir con ella... Y así fue, nada mas girar la primera esquina, esa melena pelirroja y ese caminar tan hipnotizador solo podían ser suyos. Me acerqué para alcanzar con paso ligero.

- ¡Ru~...! - Sus palabras volvieron a mi mente y por un instante dudé, pero era ella, la chica que conocí el otro día para mí era Ruby. - ¡Ruby! - Llamé su atención para detenerla y llegar hasta ella.

Caminaba a paso tranquilo, dirigiéndome a ninguna parte.

Últimamente algo me tenía descolocada, aunque no lograba entender qué era. Por una parte, me sentía más patosa, me daba cuenta de que cometía más errores y no estaba siendo tan cuidadosa y precavida como había sido durante toda mi vida. Buena prueba de ello eran una moto nueva que descansaba en mi garaje, robada, accidentalmente a un hombre que me había salvado de una paliza dos semanas atrás y el moratón de mi pómulo derecho, cuya presencia realzaba las cicatrices de mi rostro, y que me había ganado hacía dos noches por una mala partida de cartas. Al ver mi reflejo en un escaparate, sonreí con nostálgia ante el rostro que me devolvía la mirada, más própia de quien había sido en mi niñez que en lo que supuestamente había sucedido durante los últimos años. Bueno... nostálgia no era la palabra, pero ya me entendéis.

Tal vez se debía a la colisión. Vivir entre humanos había sido más fácil que vivir entre gente que podía jugar con tu mente, proyectar imagenes y cosas parecidas, y últimamente me planteaba que tal vez necesitaba entrenar más. Me había dormido en los laureles, me había confiado y cometía errores impropios de mí y de Shade.

- ¡Ruby!

Cerré los ojos al reconocer la voz y me giré para afrontar uno de los errores que había cometido los últimos días, Johnny Storm. Me crucé de brazos y me apoyé en la farola más cercana, sonriendo como si no hubiera sucedido absolutamente nada, como si la última vez que nos hubieramos visto no le hubiera confesado no tener identidad alguna y haberle pedido de no volver a vernos nunca jamás. A punto estuve de mandarlo al cuerno, de responderle con sarcasmo y herirle... Una parte de mí quería desesperadamente alejarse.

— Storm... — En su lugar mis palabras sonaron tan tranquilas y naturales como el día en que nos conocimos. — Qué casualidad encontrarte... a dos calles de mi casa.

Sonreí con calma, agradeciendo el haber apoyado mi cuerpo en la farola. De repente me sentía algo débil y supuse que era porque estaba llegando a mi límite en cuanto a dar vueltas a lo que quería, lo que sentía, lo que hacía y lo que debía hacer, y estaba al borde de mandarlo todo a la mierda. Así que me limite a sonreír y por diez minutos, tomarme la libertad de no pensar y perderme en aquellos ojazos azules que semanas atrás me habían permitido soñar en una noche de lo que podría haber sido mi vida...

La tranquilidad de sus palabras, su inocéncia al dirigirse a mí... No sabía hasta que punto creérmela. Habíamos pasado una larga e intensa noche no hacía mucho, con largas conversacions que terminaron en sinceras confesiones mostrando las mentiras que habían salido entre copas. Ahora mismo no podia estar seguro de nada. Bien era cierto que aquellos increíbles ojos eran hipnóticos y recordar el olor que desprendía aquella noche me hacía estremecer, empezaba a cogerle cariño y me había demostrado que no era buena idea.

Me acerqué a ella sin poder evitar una sonrisa al verla, si algo me caracterizaba era ser un insensato y, por mucho que supiese que algo estaba mal, si quería, lo haria.

- Si, demasiada casualidad... - Respondí con ironía a sus mismas palabras también irónicas. - Te estaba buscando. - Confesé con tranquilidad intentando borrar la sonrisa de estúpido de mi cara para poner más seriedad al asunto. - Esto es tuyo, te lo dejaste en mi coche. - Le entregué la cartera en mano con todo el contenido inicial que había. Recordaba que no se la había olvidado, que me la dió para pagar los desperfectos de mi vehículo pero no lo necesitaba y ella lo sabía.

Me quedé unos segundos callado sin saber qué decir y con la única intención de volver por dónde había venido, pero... Acerqué una mano a su rostro, buscando apartar un mechón de pelo con mis dedos para ver claramente el moratón de su ojo.

- ¿Qué ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto? - Mi estado de ánimo había cambiado radicalmente, sin sonrisas estúpidas ni  miradas tímidas. - Y no me digas que te golpeaste con la puerta, no me voy a creer tus mentiras. - Exclamé enfadado como si ya me hubiese respondido con cualquier excusa para que la dejase tranquila, pero no pensaba hacerlo.

Respondí a su intento de inocencia con una sonrisa tranquila. Por bien que había dicho que no quería trato alguno con él, eso no significaba que iba a darle la espalda e irme. Cinco minutos de charla amistosa no iban a hacerme daño y Johnny me había buscado para devolverme la cartera, que todavía tenía dentro todo mi dinero.

La acepté y me la guardé en el bolsillo trasero de los pantalones sin tan siquiera comprobar su interior. Volví a mirar aquellos ojos azules, preguntándome qué iba a hacer Johnny, si insistiría en repetir una noche pese a mi educado rechazo, o si iba a simplemente darse la vuelta e irse por donde había venido, poniendo así fin a nuestra esporádica y breve relación. Finalmente rompí el contacto visual, aceptando que no iba a encontrar respuesta alguna en su mirada, y bajé la cabeza, dispuesta a dar la vuelta sobre mis talones e irme, cuando vi cómo alzaba una mano en dirección a mi rostro. Cerré los ojos, sintiéndo la suave calidez de sus dedos en mi frente, resiguiendo una ceja hasta... Hasta apartarme el cabello. Me di cuenta entonces de qué había llamado la atención a Johnny y di un paso atrás, precavida, abriendo los ojos de par en par.

Esperaba que preguntara, pero no me esperaba sus formas. Alcé ambas manos en lo que pretendía ser un gesto tranquilizador, y aunque hubiera querido pedirle que bajara el tono de voz, algo me hizo pensar que no era del todo buena idea y a contracorazón, me quedé en silencio. Su voz no hizo más que suavizar la sonrisa de mi rostro. Ver cómo Johnny había dejado caer la fachada de timidez y se había puesto tan serio me hacía hasta grácia.

— Pareces francamente preocupado — Bromeé, sintiéndome incluso halagada por su preocupación, aunque nunca fuera a aceptarlo. Dejé caer los hombros cuando mencionó "mis" mentiras. Vale. ¿Porqué tenía que dolerme cómo lo había dicho? Suspiré. — John. Estoy bien, ¿vale? Hace dos noches me metí en una pelea, en un bar. Pasa más a menudo de lo que crees, tengo tendencia a meterme en problemas — sonreí con calma.— Estoy acostumbrada ¿vale? Sé defenderme y creeme, se arrepintieron más ellos que yo.

Tuve la sensación de que no iba a quedarse tranquilo sólo con eso y pensé en qué podía contarle para calmarle y en lugar de elaborar excusas, repasé rápidamente aquella noche. No había nada en ella que pudiera comprometer a Shade y aun así me sentía reacia a hablar con sinceridad. Pincé el puente de mi nariz con el pulgar y el índice, decidiendo finalmente aceptar. Cuando le volví a mirar, recordé la noche que habíamos recuperado su coche, de la pelea en el taller, de cómo mi cuerpo había reaccionado al suyo debido a la cercanía... Y joder, supongo que podía aceptar que el chico estaba de muy buen ver y me gustaba. Antes de darme cuenta de nuevo arqueaba una ceja de manera sugerente y le sonreía coqueta como si no hubiera sucedido nada. Y lo mejor de todo, era un gesto totalmente honesto. Eso, más que cualquier otra cosa, me llevó a aceptar.

— Bien Storm, tu ganas. Vamos a tomar una copa. Esta vez invito yo. Y te prometo intentar no mentir, si a cambio me prometes no insistir cuando yo no quiera contar algo.

Pensé en qué local podía escoger para esa tarde. Iba bastante arreglada, con botines, unos tejanos negros y una camisa blanca debajo de la chaqueta de cuero negra, ya que volvía a casa tras haber conseguido una documentación falsa, y tenía pendiente visitar a un viejo conocido de mis negocios. Esa, era una de las partes que no tenía intención de compartir con el héroe. Volví a pensar en dónde podríamos ir pero había un pequeño problema, ya que la mayoría de los locales que yo conocía eran garitos de mala muerte, a excepción de la coctelería a la que había llevado a Storm en nuestra primera noche juntos. Ese pensamiento me hizo entornar los ojos, especialmente la parte de nuestra y juntos. Por una parte quería que esta segunda noche, fuera también la última noche. Pero otra parte de mí esperaba que, aunque al separarnos volviera a apartarle de mi lado él volviera a... Johnny Storm era un renombrado casanova. Logré calmarme al pensar que tal como podía pasar la noche conmigo lo haría con otras mil mujeres, y el pensar que yo no recibía un trato especial, sentí cómo por mi parte, también dejaba de considerarlo algo especial. Seguro que en estas dos semanas, ya habría tenido a unas cuantas más con las que distraerse. Yo era la única que le daba valor a los encuen-Cambié de tema para no darle más vueltas al asunto, pues no me gustaba el camino que seguía mi linea de pensamiento. Me coloqué ambas manos en los bolsillos del pantalón, empezando a caminar con toda la tranquilidad del mundo.

— ¿Quieres elegir tú el local? Estoy segura de que tienes mejor gusto que yo.

Cinco minutos de charla amistosa no iban a hacerme daño, me recordé a mí misma, como si quisiera remarcarme lo tonta que era. Y sonreí. A veces no importaba cuantas vueltas le daba a un asunto, si llegaba a decidir que era peligroso o que no me quería ver envuelta. A la hora de la verdad, terminaba tomando el camino más divertido, aunque no siempre fuera el correcto, y mandaba a freír esparragos la precaución y a menudo esos días, eran los que al final mejor recordaba y los que realmente habían valido la pena. Arriesgarse, y acercar la mano al fuego aun a riesgo de quemarse, con tal de sentir su calor sobre la piel.

Qué puedo decir. Soy idiota y me gusta vivir al límite.

Claro que me preocupaba, no me hacía nada de gracia lo que me contaba sabiendo lo peligroso que podía ser los lugares dónde frecuentaba. En ese momento me di cuenta de lo poco que sabía de ella... Aunque la culpa era mía, en tan pocas horas, solo una noche no conoces a alguien y esta vez mi ego me había jugado una mala pasada. Total, no me sorprendería que me dijese que es una espía del govierno o algo por el estilo, la había visto en acción y sabía de que era capaz.

Me quedé dubitativo, sin dejar de mirar su rostro marcado pero siendo imposible no poder evitar su mirada. ¿Debía aceptar su invitación? No sabía si lo hacía por compromiso, para darme unos minutos de explicarse y deshacerse de mí... Pero sin llegar a decidir me encontré caminando tras ella hasta ponerme a su lado.

- Está bien, invitas tu. - Acepté aún con aire serio. Miré el reloj, media tarde y apunto de anochecer. - Sígueme. - Le propuse a la chica tomando el control del camino hasta llegar dónde tenía mi deportivo. Saqué las llaves de mi abrigo para lanzárselas esperando que las cogiese al vuelo. - Te lo prometí, conduces tu. - Aún recordaba nuestra primera, y única, noche cuando me ofrecí a dejarle llevar mi vehículo alguna vez si me ayudaba.

En pocos minutos nos encontrabamos camino por la carretera, la dirigía desde el copiloto dándole las direcciones de un lugar en mente sin apenas hablar demasiado, mi preocupación seguía activa. No tardamos en llegar a un centro comercial dónde fue fácil aparcar.

- ¿Tienes hambre? Hay una buena hamburguesería aquí. - Le propuse frotándome la barriga. - Sinó conozco una cervecería en el mismo edificio, algo más tranquilo que la última noche. - Acabé bromeando. Busqué su mirada, esperando una respuesta, para acabar esbozando una ligera sonrisa, seguía algo enfadado, pero no podía evitar el estar contento de volverla a ver.

Pensé en rechazar la oferta de conducir su coche, pero luego no me pareció tan mala idea. Si aun después de saber que yo no tenía carnet seguía ofreciéndome que pudiera conducir aquél deportivo ¿cómo iba a negarme?, así que me limité a seguirle en silencio y dejar que me guiara a los locales que él quería. No pude evitar que mi mirada fuera escapándose de manera fugaz a contemplar el rostro de mi copiloto, insegura de que estuviera tomando la decisión correcta, pero aun así... Una vez había decidido llegar hasta el final, solía cumplir con mi palabra.

Conducir aquella pequeña joya era una maravilla y lo disfruté tanto como pude, pues al fin y al cabo, Johnny había dicho que no era algo que permitiera a cualquiera, aunque ¿quién sabe? Tal vez mentía. Tuve especial cuidado al aparcar el deportivo para asegurarme de no hacerle daño alguno a la carrocería y al bajar, volví a mirar a Johnny. Tanto silencio por su parte empezaba a ser incómodo, y eso que yo había aceptado el plan con la mera intención de aligerar la tensión entre nosotros, así que esperando poder romper un poco el hielo, caminé hasta su lado, e intenté abrazar su brazo con timidez, para caminar junto a él.

— Vale, la hamburguesa me parece una perfecta idea. — Suspiré, pensando en qué podía decirle. — Bien, ¿que tal si empezamos nuestra charla sincera buscándome un nombre? Como ya te mencioné eh... Diría que nací en Cold Spring, pero tampoco lo sé seguro. Hasta donde recuerdo estaba ahí, sóla. — No fui capaz de mencionar a Ruby. A menudo pienso en ella como la única historia que jamás voy a contar. — Todo cuanto rodea mis inicios es un misterio, así que tampoco tengo un 'nombre de verdad'.

No estaba segura de estar haciéndolo bien. Me aparté un mechón de cabello tras las orejas, y suspiré. Por esto odiaba el intentar mantener contacto con gente, cuando este tipo de situaciones te forzaban a mantener una conversación seria y abrirte, se me antojaba muy desagradable. Pensé en qué más tenía que decirle y recordé aquella noche, dos días atrás.

— Hay un local que suelo frecuentar. El camarero me conoce y por lo general suele ayudarme cuando me meto en algún lío. Hace dos días el local estaba lleno, y había un grupo de tíos jugando a las cartas y me vi convenientemente arrastrada a su mesa, lo que se traduce por un, me vieron en cuanto entré al local y no me dejaron negarme ni acercarme a la barra. Supongo que entre toda la gente Josh no llegó ni a verme. — suspiré, y sin poder evitarlo bajé el ritmo al que caminaba y el tono de mi voz. — Pensé que la mejor manera de reaccionar sería seguirles el rollo, y evitarme problemas, así que me senté a jugar con ellos. Y te aseguro, eran malísimos. — me reí, tratando de ocultar la amargura de mi voz. ¿Porqué le estaba contando esto? Tal vez quería sacarlo de mi pecho, de un modo u otro. — Así que seguí jugando. Y cuando se hizo tarde y quise irme a casa, intentaron forzarme a que me quedara, exigiéndome una compensación por haberles desplumado en las cartas. Pero soy bastante orgullosa, y para qué mentirnos, ese dinero ya era mío, si no querían perderlo, no haberlo apostado... Aunque ahora me planteo que desde el principio sólo buscaban una excusa.

Sin darme cuenta, ya nos encontrabamos frente al local de las hamburguesas que había mencionado Johnny y me detuve, soltando su brazo y encarándole. Me sentía tentada a mentirle en tantos puntos... No dejaba de repasar mentalmente todo lo que había hecho y lo que decía, asegurándome de evitar hablar de aquellos puntos que quería guardar para mí misma. Supuse que era una buena idea terminar el relato antes de entrar en el local, así que volví a sonreír, mirando aquellos ojos azules que tanto me habían gustado cuando le conocí y decidí que si bien no tenía porqué mentir tampoco tenía porqué contar toda la verdad, así que intenté minimizar los daños que había sufrido yo para no preocuparle de más.

— No soy muy fan de iniciar peleas en un bar, pero me lo pienso más bien poco cuando se trata de quitarme a algún indeseado de encima. En cuanto empezaron a llover golpes, Josh también acudió al barullo y yo logré escabullirme. Para cuando llegó la policía y las ambulancias, yo ya estaba de camino a mi casa y como puedes ver salí bastante bien parada del encuentro, teniendo en cuenta lo que habría podido llegar a ser. — Alcé la mano izquierda, plana hasta la altura de mi pecho, como quien está compareciendo ante un juzgado. — Y juro que esa es la verdad y nada más que la verdad señoría.

Dejé caer la mano hasta mi otro brazo, frotándolo con algo de incomodidad, mientras intentaba adoptar una posición más relajada, dejando caer los hombros y todavía aguantándole la mirada. Fue entonces cuando sentí algo nuevo. Yo, que siempre mentía, había terminado diciendo algo que era verdad. Si bien no toda la verdad y no al cien por cien honesta con lo que pensaba y sentía con ello, no dejaba de ser la verdad. Bajé la mirada, frunciendo levemente el ceño y por algun motivo... No quería embaucarle. No quería que se lo creyera, como se había creído todas las mentiras del primer día, quería... Joder, nunca sé lo que quiero.

— Sé que no tengo derecho alguno en pedirlo pero... ¿Me crees, verdad?

Dejé que se acercara a mí, aún con las manos en los bolsillos de mi abrigo, contento de que se agarrase de mi brazo para andar a mi lado. Escuché cada palabra de la pelirroja mientras andábamos con tranquilidad por los pasillos del centro comercial ignorando, por mi parte, todo lo que nos rodeaba. Había ido muchas veces a aquella hamburguesería y el camino que tenía que recorrer ya lo podía hacer inconscientemente.

Su relato sobre lo ocurrido con su ojo morado fue, cuanto mas, preocupante. Pocos minutos después de haberla conocido supe que era fuerte y decidida, una mujer guerrera, pero no hasta tal punto. Todo debia derivar por lo que me había contado, su triste pasado. Eso hizo que pensara en el mío, recordando a mis padres, pero tuve suerte de tener a mi hermana para llevarme por el buen camino, como mínimo que lo intentase. No pude evitar una suave sonrisa al recordar las broncas que tenía con mi hermana de pequeño, todo porque se preocupaba demasiado e, incluso, doce años después y lo seguía haciendo.

- ¿Y Ruby? ¿Ese no es tu nombre? - Pregunté curioso, hace unos días me había dicho que su nombre era Ruby Brooks y, aunque no constara en ninguna documentación, podría ser cierto. Alguna verdad tendría que haberme dicho. - Ruby me gusta. - Acabé opinando dejando el tema de sus peleas finiquitado, confiaba en ella y yo tampoco era nadie para meterme en su vida, pero eso no evitaba que me preocupara.

La miré a los ojos cuando me soltó del brazo y se interpuso entre yo y la puerta.

- Yo tampoco tengo derecho a pedirte explicaciones y, en cambio, me las has dado. - No pude evitar una sonrisa mostrando que mi enfado habia pasado. - Te creo. - Concluí pasando mi brazo por su hombro para acompañarla al interior de la hamburguesería.

Un joven nos atendió señalando una mesa libre donde acomodarnos y nos trajo la carta. La dejé en el mismo sitio que estaba, sabía que pedir, mi plato preferido del lugar: una hamburguesa doble estilo BBQ. Esperé a que acabase de decidir su plato para continua con la conversación, ahora era mi turno.

- Mi madre murió en un accidente de coche cuando era pequeño. - Inicié. - Mi padre cayó en la bebida y se metió en problemas, frecuentaba garitos bastante peligrosos, le metieron en prisión y allí murió, desde entonces que mi hermana se encargó de mí, aunque yo le hacía la vida imposible... - Poco a poco me fuí soltando, eran muchos los que conocían mi historia antes de ser la Antorcha Humana, pero apenas lo había hablado con nadie, ni siquiera con Susan. - ¡Deberías conocerla! - Hice una pausa, entornando mis ojos, pensativo. - O... Mejor no, es un poco pija e histérica, siempre está nerviosa y preocupándose de todo, ¡incluso lo que no es importante! Pero es buena chica... - Y paré para respirar un poco, esta vez había sido yo el que soltó todo sin si quiera ella preguntase.

Toda mi musculatura se relajó en cuanto Johnny pasó su brazo por mis hombros. Me sentí aliviada, y tranquila, aunque en el fondo también algo desengañada. Seguía teniendo esa leve dualidad de moral de querer estar con él y a la vez querer alejarlo.

Una vez dentro de la hamburguesería. Pedímos nuestras hamburguesas, él una doble estilo BBQ, yo una Chicken Burguer, y esperamos pacientes a que nos trajeran nuestro pedido, mientras Johnny me contaba su historia. No esperaba que lo hiciera, la verdad, y me pilló de improvisto. Le escuché con atención... Sus dos padres habían fallecido, y se había criado con su hermana.

— Ni hecho a drede... — susurré.

Entre Jack y él, este último mes estaba siendo realmente extraño. Al menos, a Johnny no le había acabado robando el vehículo después de que me ayudara a salir de un apuro... Entrecerré los ojos, pensando en qué hacer y finalmente me incliné sobre la mesa, reposando mi mano sobre la de Johnny durante unos segundos, apretándole con delicadeza en lo que esperaba fuera un gesto para reconfortarle. Me pregunté si, en el caso de Storm, el hecho de que se preocupara tanto por mí sería por haber visto un reflejo de su padre en mi persona, frecuentando garitos de mala muerte, metiéndose en problemas...

— Esto... lamento haberte preocupado, Johnny. No conozco a nadie por aquí, así que francamente, esto es totalmente nuevo para mí. — me dí cuenta de lo que había dicho y rectifiqué — Bueno, ni por aquí ni por ningún lado.

Me aparté de él, y cambié de tema, intentando evitar volver a hablar de mi vida personal, y se me ocurrió algo bastante divertida.

— Dime, Johnny, ¿Hasta qué punto se te puede tentar a hacer cosas malvadas? — Arqueé una ceja, dedicándole una mirada cargada de intenciones. — ¿Tienes permitido hacer alguna travesura de vez en cuando o te lo impide tu condición de super héroe?

Noté el frío de las llevas de sus dedos cuando me cogió de la mano, esos dedos que no tardarían en volverse cálidos al tocarme, no por mis poderes, simplemente mi temperatura corporal solía ser algo más elevada de que la media. Coloqué la mano que quedaba libre encima de la suya con una suave caricia agradeciendo su confortamiento hasta que volvió a apartarse.

- No tienes nada que lamentar. - Tenía razón, como ya le había dicho antes, aunque yo me preocupase tampoco era nadie para haber reaccionado como lo hice, igualmente agradecía sus disculpas. Pero era hora de cambiar de tema, olvidar lo sucedido y pasar un buen rato con buena compañía.

Me incliné hacia atrás cuando el camarero llegó a servir la bebida, un par de jarras de cerveza, y me relamí los labios sabiendo que la hamburguesa no tardarían en llegar. Agarré la fría jarra para llevármela a la boca mientras escuchaba sus palabras, tampoco había hablado demasiado pero ya tenía la garganta seca. Aguanté la risa que me dió al escucharla, mientras saboreaba la cerveza, para no bañar a Brooks, tosí al tiempo que me picaba en el pecho con el puño para poder respirar otra vez.

- ¿Qué maldades me quieres hacer? - Pregunté con una sonrisa sugerente. - Creo que no hay super héroe más travieso que yo. - Confesé diciendo toda la verdad. - Yo salvaré al mundo si está en peligro, detendré ladrones si me encuentro con ellos y colaboraré con las fuerzas del orden si puedo ayudar, pero... Si se trata de hacer "maldades"... - Gesticulé con los dedos las comillas que remarcaban la palabra maldades. - Yo soy el primero en liarla. - Reí, en parte orgulloso de ello, simplemente me gustaba divertirme pero resultaba ser un desastre y, en gran parte, algo irresponsable.

Bien era cierto que había causado bastantes problemas, sobre todo a mí grupo, la mayoría de veces me arrepentía aunque mi orgullo evitaba que aceptase que yo tuviera la culpa, pero siempre estaban los demás, sobre todo Susan, para sacarme las castañas del fuego.

- ¿Quieres convertirme en un diablillo? - Bromeé sabiendo que, en parte, esa eséncia ya la tenía. - No creo que sea difícil conseguirlo y menos si tu te lo propones. - Finiquité con un disimulado piropo.

Sonreí cuando Johnny aceptó y mi propuesta y no pude evitar que la sonrisa picarona se extendiera por mis labios...

— No sabes lo que has aceptado, encanto.

Si hay algo capaz de hacer que me suelte completamente, eso es divertirme. Y a menudo las cosas que no debían hacerse eran las más divertidas. Ahora todavía tenía más ganas de comerme la hamburguesa, y hasta la cerveza parecía tener mejor sabor.

— Eso sí, esta vez conduces tú.

Llegó la hamburguesa, y entonces me dí cuenta del hambre que tenía. Comí con avidez, disfrutando de su perfecto sabor, y hubo otro pequeño elemento que captó mi atención, y fue el cómo hablabamos entre nosotros. Me recordó a la primera noche, el intercambio de anécdotas, la pequeña e insustancial charla con la que nos habíamos entretenido en un local días atrás. Johnny no parecía guardarme rencor alguno por todas las mentiras que le había contado, y ese pensamiento me hizo sonreír.

Cuando nos terminamos tanto la hamburguesa como la cerveza me levanté y fiel a mi palabra pagué por ambos, y al volver a su lado tuve que contenerme para no volver a coger su brazo y tirar de él arrastrándole en dirección al coche. A mi modo, estaba felizmente emocionada de tener un compañero de travesuras, mientras una parte más precavida de mi intentaba a gritos hacerme ver que no era una buena idea.
Al subir al deportivo, me quité la chaqueta, quedándome únicamente con la elegante camisa blanca, y empecé a trastear con la radio, dedicándole a Johnny una única sonrisa de disculpa por no haber pedido permiso. Toqueteé la emisora hasta que escuche algo suficientemente animado como para que nos acompañara en nuestra velada.


— Si no te gusta, cámbialo.

Empecé a indicarle a Johnny el camino que quería que siguiera, y como había hecho otras veces al escuchar música, me dejé llevar, a veces bailando en mi silla pero mayormente haciendo el idiota para hacer reír a Johnny, molestándole mientras conducía, pero siempre sin llegar al límite de desconcentrarle de la carretera. Nueva York pasaba a través de las ventanas, pero pensé que esa vez no se parecía en nada a la anterior. Mi actitud y mi carácter era muestra de ello y miré a Johnny, sonriendo y también... Para que negarlo, una parte de mí tenía miedo, de que Johnny viera quién y cómo soy realmente y no le gustara.

Cuando finalmente le hice detener el coche, estabamos delante de un alto edificio en construcción. Estaba completamente vallado y un cartel en la entrada rezaba que el acceso estaba vedado a civiles.

El tiempo pasó volando igual que la primera vez en aquella discoteca, la sabrosa hamburguesa era un buen elemento pero la compañía de la pelirroja era lo que hacía el momento perfecto, y la cerveza fresca era gloria cuando la garganta se secaba de tanto hablar. Me relamí los dedos de manera poco delicada para después limpiarme con una servilleta. No tardamos en levantarnos y, mientras yo me ponía mi abrigo de cuero negro, ella se acercó a pagar como había prometido.

En pocos minutos estabamos en mi coche otra vez, esta vez conducía yo siguiendo sus indicaciones, impaciente por ver dónde me llevaba. El sol ya se había puesto pero las luces de la ciudad reflejaban el interior del coche a la perfección, pudiendo observar como Brooks disfrutaba del viaje, de la situación y, esperaba, que de la compaía. Puso la radio dejando sonar el rock de Van Hallen, sonreí ante su comentario, no tenía ninguna intención de cambiarlo... Es mas, subí el volumen hasta que nuestras palabras apenas se escuchaban. Siguieron sonando más canciones del estilo mientras iba mirando de reojo, y sin perder la sonrisa, como Brooks bailaba y yo, teniendo cuidado con la carretera pero conduciendo algo temerario, también.



Cruzamos varias calles hasta llegar a una zona alejada donde me hizo parar y dirigirnos ante un edificio en obras con un gran cartel de prohibido el paso. Miré a la pelirroja varias veces alternando con la vista con el cartel. Sabía parte de lo que quería hacer así que tomé la iniciativa.

- ¿Vamos? - Le propuse estirando el brazo en modo de invitación. No esperé a que me respondiera, pues sabía que me seguiría. Miré que la puerta estuviese cerrada y, efectivamente, lo estaba así que no me quedó más remedio que buscar un buen punto de la valla para poder saltar sin problema. Una vez dentro busqué aquellos ojos esmeralda.

- Adelante señorita rebelde, la zona está despejada, ¿O me dirá que puede darle una paliza a un hombre más grande que usted pero un pequeño salto se le resiste? - Le provoqué.

No me esperaba que Johnny fuera el primero en colarse en el edificio, pero fue una sorpresa más que agradable. Yo ya había estado ahí antes y tenía la ventaja de conocerme el lugar y de saber dónde estaban los guardias nocturnos. Así que tomé la mano de Johnny, sonriéndole y guiñándole un ojo con complicidad mientras le guiaba por el oscuro edificio.

No tardamos en pasar junto a una caseta del primer piso en el que descansaba un guarda, acomodado en una butaca y mirando algo en su móvil. Me tapé los labios un instante con el dedo índice antes de hacerle una seña y pasar de largo hasta que logramos entrar dentro de la estructura del edificio.

En ninguno momento solté su mano, y empecé a subir una planta tras otra. Era una locura, puesto que estabamos subiendo un rascacielos, pero sabía que si subíamos hasta la sexta planta podríamos usar un ascensor sin arriesgarnos a que los guardias de las primeras plantas pudieran advertir nuestra presencia... Al menos eso había sucedido las primeras veces.  Así que tuvimos un buen rato de ir escalando pisos, buscando guardias y escondiéndonos entre las sombras cuando alcanzabamos a dislumbrar la luz de una linterna.

Cuando al fin llegamos al ascensor, vi mi reflejo en uno de los cristales, cómo la sonrisa de cría destacaba en la piel morena, las cicatrices y el moratón de mi rostro. Pero me daba igual. Le di la espalda al espejo y miré a Johnny.

— Puedes llevarte a mil mujeres de fiesta por discotecas, Johnny. Pero sólo una te enredará a hacer cosas ilegales. — bromeé y pulsé el botón de la última planta y luego me encogí de hombros. — O no, puedes encontrar otras, pero yo tengo más estilo.

Sentía el pecho a rebosar de emoción, y me moría de ganas de llegar al piso de arriba del todo y mostrarle a Johnny lo que meses antes había logrado robarme el aliento.

Como esperaba, la pelirroja no tardó en colarse. Me ofreció una mano mostrando una mirada pícara  y atrayente a lo que no pude rechazarla. Volví a notar el tacto de sus dedos en mi mano, me apretó fuerte y me obligó a seguirla, yo ni rechisté. Esquivamos zonas con varios guardas, muchos de ellos seguramente aburridos por no tener mucho que hacer en aquel silencioso edificio. Tras subir varios pisos, completamente en silencio y siguiendo en todo momento a aquella pelirroja que estaba provocando mi rebeldía, llegamos al ascensor.

Observé el botón que pulsaba para saber dónde me llevaba y, entonces, lo deduje: ¿Al último piso para ver desde las alturas toda la ciudad? Habría sido más fácil utilizar mis poderes, pero nada más llegar al edificio había prometido no utilizarlos, por el momento, además, la emoción de esa rebeldía y comportarnos como críos era como dinamita a punto de explotar.

- Todas suelen ser unas interesadas. - Dije sin pensarlo, como si pensara en alto. - Y muy aburridas. - Añadí. - Además de estilo, te sobra genio para repartir, eso me gusta. - E inconscintemente y con un movimiento completamente inocente acerqué mi mano sobre su rostro para apartarle los mechones rojizos que le podían molestar en la cara.

Su mano buscó apartar mi pelo y intenté no moverme, cerrando los ojos al contacto. Al abrirlos de nuevo, dejé la mirada perdida en alguna parte del suelo, mi mirada inescrutable por un instante. Esto había sido distinto. No miraba algo que hubiera en mi rostro, o no lo pareció. No flirteaba ni jugaba. Por un instante había parecido...

Las puertas del ascensor se abrieron y salí, de nuevo mostrando el camino hacia el lugar al que me dirigía. Finalmente vi unas escaleras que subían a la terraza, subí hasta arriba y abrí la puerta, dejándola ajustada para que no se viera lo que había al otro lado y me giré esperando a Johnny. Cuando llegó a mi altura, me coloqué detrás de él y cubrí sus rostro con mis manos.

— Supongo que te imaginas por donde van los tiros, pero sé un caballero y finge sorpresa, ¿Quieres? — bromeé al usar una mano para abrir la puerta y volver a taparle el rostro, guiándole muy lentamente al exterior del edificio.

Al salir nos recibió el fresco aire del anochecer, y de nuevo suspiré ante las vistas. Obligué a Johnny a caminar lentamente hasta colocarnos en el bello centro del edificio y luego destapé lentamente, para luego caminar y ponerme a su lado. Le miré un instante y sonreí, para luego seguir caminando hasta el borde del edificio y sentarme con las piernas cruzadas.


Cerré los ojos y respiré con calma, sintiéndo el rumor de la ciudad a lo lejos. Cuando hablé, abri los ojos mirando el atardecer y no me giré a observarle. Simplemente di por hecho que me escucharía. Aunque si no lo hacía, tampoco pasaba nada.

— Sé que para alguien que puede volar, no debe ser tan impresionante.

Hice tal cual lo que me dijo sin perder la sonrisa de bobo de mi rostro. Si sabía lo que quería, hacía un rato que lo había deducido y, aunque por ello no fuese una sorpresa, tenía igual de ganas de verlo. Noté como me tapaba los ojos con la palma de su mano mientras que, con la otra, abría la puerta para luego arrastrarme hacia el exterior.

Observé todo a mi alrededor, como la ciudad de Nueva York que desde las calles parecía ya de noche, estaba a punto de oscurecer del todo. Era cierto que había observado muchas veces ese paisaje y que me había parado cientos de veces a disfrutarlo, pero la gran mayoría de veces solo. No pude evitar alternar mi vista entre la ciudad y Brooks, sinceramente, había conseguido sorprenderme.

- Estoy impresionado, de verdad. - No solo por el lugar y todo lo que la vista podía disfrutar, también por ella. Observé como se acercaba decidida al borde para sentarse dejando caer las piernas al vacío, una cruzando la otra. Me acerqué hacia ella con las manos en los bolsillos y paso ligero, la mirada perdida en el horizonte.

- ¿Vienes mucho aquí? - Pregunté curioso mientas me sentaba a su lado. - ¿Te gustaría volar? - Volví a preguntar después de escuchar su respuesta a la primera pregunta. Tenía una idea en mente, no era peligrosa pero... Esperaba que pudiese salir bien.

— Menos de lo que quisiera, la verdad.

Cuando formuló la segunda pregunta, me quedé mirando sus ojos azules, evaluando hasta qué punto bromeaba. Hasta donde yo sabia, la antorcha se prendía en llamas cuando surcaba el cielo, incluso yo había visto los dibujos de su llameante estela. No podía evitar planteárme qué situación podia haber llevado a Johnny a arrisgarse a quemar viva a otra persona por comprobar si podia o no tocarla cuando tenía activo su poder. Pero esos ojos azules...

— Me encantaría... Pero, ¿podríamos? ¿No sería peligroso?

No había rastro de temor en mis palabras, sino mera curiosidad. Sonreí a la par que me alzaba de nuevo sin parpadear siquiera a la proximidad del vacío que se extendía a mis pies, y paseé la mirada por el sinfín de edificios que brillaban en un vano intento de hacer palidecer las estrellas. Sentí nostalgia al recordar un cielo estrellado que no contemplaba des de mi llegada a la Gran ciudad, doce años atrás. ¿Había pasado ya tanto tiempo...? Ocho años desde que falleció Brooks.

— Perfecto, Antorcha. Muéstrame cómo se ve el cielo cuando caminas entre las estrellas — camuflé un inocente piropo entre mis palabras, tendiéndo mi mano hacia Johnny, esperando su respuesta.

Ella estaba decidida, así que no había nada más que decir. Me levanté al tiempo que ella lo hacía, quedándonos en el borde del edificio solo a un paso de precipitarnos a las calles de Nueva York. Había llevado varias personas en brazos, nunca por placer, solo cuando era necesario, en muchos incendios, accidentes y caídas peligrosas, incluso para alejar inocentes lejos del peligro. Era muy bueno controlando mis poderes y, si yo quería, podía tocar a las personas estando en llamas sin que ellas acabasen abrasadas. Si, era genial.

Miré su mano, cómo la tendía hacia mí ofreciéndome cogerla y llevarla conmigo. Puse mi mano encima de la suya pero sin llegar a cogerla, solo notando el roce de su piel. Aparté, entonces, la mano fijando mi mirada sobre la suya, sonriendo, y me dejé caer hacia un lado para que la fuerza de la gravedad me atrayese hacia los bajos de la ciudad, seguí su mirada varias metros mientras caía, hasta...

- ¡LLAMAS A MÍ! - Grité para prenderme entero en llamas y sobrevolar con una parábola el gris de la carretera. Deshice, volando, el camino que acababa de descender para pasar más allá de la altura del rascacielos dónde se encontraba Brooks. Di una vuelta por encima suyo para encararme a sus espaldas y me dirigí a toda velocidad hacia ella.

- ¡Agárrate fuerte! - Grité mientas iba recortando las distancias entre los dos hasta recogerla sin si quiera frenar. La abracé bien fuerte para llevarla conmigo y ascendí a los cielos de la ciudad para mostrarle una parte de lo que era ser la Antorcha Humana.

- No tengas miedo, no permitiré que caigas ni te quemes. - Animé.

Cuando vi a Johnny saltar, me encaramé al borde riéndo y miré abajo, gritándole mientras caía.

— ¡Pero quitate la ropa, que la vas a quemar!

Tal vez yo había dado por hecho que su ropa también se calcinaba. Pero... La otra vez se había desnudado antes de echarse a volar. ¿Había sido simplemente para presumir de cuerpo? Negué con la cabeza cuando vi como las llamas le rodeaban, y de nuevo sentí la risa brotando desde lo más profundo de mi pecho. Observé cómo daba vueltas volando y me alcé de nuevo al verle volver al edificio. Le miré sonriendo mientras se acercaba y escuché sus palabras, aunque realmente me daba igual agarrarme fuerte o no. Por un lado dudaba que él fuera a soltarme o a dejarme caer si se daba el caso, y por otro... Bueno, tampoco iba a morirme si eso sucedía. Segundos antes de que Johnny llegara a alcanzarme, corrí hasta saltar y dejarme caer el vacío, dejando que el me recogiera.

Volar con mi poder no tenía nada que ver a esto. Sentí la brisa contra mi rostro, y aunque no podía dejar de reír, el viento dejaba el sonido tras nosotros. Seguí abrazando a Johnny con fuerza, aunque no podía dejar de mirar todo a mi alrededor. Vale, ahora estaba francamente impresionada. Miré a Johnny, o más bien sus brazos, prendidos en llamas, y contemplé anonadada cómo el fuego se sentía cálido en mi piel, pero no hasta un punto que fuera desagradable o doloroso, y finalmente miré su cara. Entre las llamas podía reconocer sus facciones y no pude evitar alzar las manos para tocar sus mejillas, confiando en que me sujetaba con suficiente fuerza. No lograba ver sus ojos azules... Y era una situación de lo más extraña.

Tras acariciarle el rostro un par de minutos, me acerqué más a él, rozándo su mejilla con la mía, sonriendo divertida ante el cálido y curioso tacto de su piel y busqué su oido, pensando que si gritaba no iba a oirme igual de bien.

— Esto de tu poder es muy interesante Johnny.

Sin saber muy bien porqué, al apartarme le di un suave beso en la mejilla y al darme cuenta miré a otro lado, intentando disimular... y me quedé absorta viendo el cielo y el paisaje, dejando que fuera él quien decidiera cuando era el momento de terminar el paseo.

Su susurro en mi oído me demostó que le gustaba. Sonreía ante ello mientas intentaba buscar su mirada tan cerca mío.

- Agárrate bien, nena, esto no se acaba aquí. - El paseo iba a parecer corto y más cuando apreté el acelerador pero la distancia que habíamos recorrido podía igualarse a Nueva York de punta a punta, estaba seguro que decenas de personas habían visto la estela de la Antorcha Humana y habían levantado el dedo para avisar a su alrededor de que observaran. Volteé sobre mi mismo junto con varios loopings para hacer el viaje más interesante y emocionante. Hasta que llegó la hora de parar. Frené el ritmo para que mi copiloto pudiese acabar de disfrutar de las vistas mientras a mí se me ocurría la genial idea de dónde aterrizar.

Descendí a lo alto de un edificio, casi tan alto como el de nuestro despegue, dónde ya había estado varias veces, tomando como punto de aterrizaje una gran piscina que se encontraba en lo alto. Viviendas de ricos. No sabía si ella querría mojarse pero me pareció divertido, aunque acababa de oscurecer y empezaba a refrescar... Esperaba que no cogiese un buen resfriado.

Me sumergí en el agua sin soltarla mientras mi rostro se iluminaba con una sonrisa, impaciente por ver la reacción de la pelirroja, y, nada más tocar los pies con la superficie de la piscina empezó a evaporarse cómo cuando apagas un incendio con agua, hasta quedar, en breves segundos, completamente cubierto de agua y dejando de ser la Antorcha Humana. Ahí el viaje se acabó y dejé ir a la chica.

Saqué la cabeza del agua para buscarla.

- Bienvenida a su destino, esperamos que el vuelo haya sido de su agrado. Esperemos disfrutar de su compañía en el siguiente vuelo con aerolineas Storm. - Bromeé pusiendo la misma voz artificial que se escucha hablando por un interfono.

Me abracé con fuerza a Johnny mientras él seguía nuestro recorrido aéreo a una velocidad de vértigo, dando tirabuzones, luego loopings como si se tratara de una montaña rusa y no podía parar de reírme... Hasta que eligió lugar de aterrizaje. No. No iba a ser tan cabrón.

— Hey, ¡Hey Hey! ¡Johnny! ¡Espera!

Y Johnny no esperó. Sentí como las botas se calaban lentamente a medida que nos hundimos en la superficie del agua y luego los tejanos... Suspiré y me abracé a Johnny con más fuerza, maldiciendo por lo bajo. Cuando finalmente me dejó ir, nadé hasta la superficie de la piscina, sintiéndome terriblemente torpe, mientras él parecía tan cómodo en su ajustado traje de buzo. Suspiré y empecé a descalzarme, lanzándo las botas, junto a los calcetines a la orilla de la piscina.

Pero lo peor era la chaqueta de cuero. Me la quité y observé con una mueca como el agua se deslizaba por la superficie y goteaba de nuevo a la piscina. Dejé caer los brazos, sumergiendo de nuevo mi chaqueta y busqué con la mirada a Johnny, para sonreírle. No estaba enfadada, aunque consideraba lo de mi chaqueta una verdadera pérdida de cara a mi armario. Esta vez si que nade hasta la suave piedra que formaba los límites de la piscina y dejé mi chaqueta con cuidado. Y contemplé, no sin cierto horror mi camisa.

Las camisas blancas y el agua no se llevan bien.

— Empiezo a pensar que lo has hecho a drede, Storm.

Comenté alzando una ceja mientras contemplaba mis brazos empapados y la transparencia de la camisa que mostraba abiertamente la pieza de ropa interior 'oculta' debajo. Sin esperar escuchar su respuesta empecé a desabotonar la camisa, pues total, en ese momento no ocultaba nada más que las cicatrices y preferí dejarla fuera en un vano intento de que se secara un poco, miré a Johnny de soslayo mientras retorcía la tela en mis manos intentando escurrirla antes de lanzarla fuera de la piscina como había hecho con el resto de mi ropa. El paquete de tabaco... Lo tiré. Lo di por irrecuperable, junto con el mechero. Finalmente dejé la cartera, también en un rincón, tendiendo todos los billetes en fila en un intento de recuperarlos.

Los tejanos, decidí conservarlos. Eso no transparentaba, aunque seguía siendo incómodo para nadar.

— Anotare llevar menos equipaje en mi siguiente viaje — Bromeé, mientras volvía a nadar hasta su lado, dejando que el agua me cubriera hasta la nuez. Sonreí. — De todos modos… No ha estado mal. ¿Sueles colarte a menudo en esta piscina? — Pregunté, mirando alrededor hasta detener la mirada en un jacuzzi y sonriendo con aprecio. No había elegido un mal lugar, el chico Storm.

Parecía algo mosqueada por haberla empapado toda, la observé mientras se dirigía a la orilla pensando en que saldría del agua y me echaría un buen rapapolvo, pero no fue así, se quitó parte de la ropa empapada para dejarla fuera, supuse que por comodidad. Sonreí ante su comentario, en verdad no era mi intención mojarla para obligar a que se quitase la camisa ni tampoco que transparentase, era algo que no había pensado pero si sucedía... Las vistas mejoraban y yo feliz que era.

- Pues... - Me froté el mentón pensativo intentando recordar, pero ver su presencia que se acercaba a mí no me dejaba pensar con claridad. - Alguna que otra vez. - Acabé respondiendo sin importancia. - Tengo una amiga que vivía en estos pisos y me invitó a venir alguna vez, pero nuestra amistad se rompió así que ahora no tengo más remedio que colarme. - Expliqué mientras la pelirroja observaba a su alrededor.

- Si, ese también es mi favorito. - Susurré al ver que su mirada verde se posaba sobre el jacuzzi. - El agua debe estar fría pero... Tienes la suerte de que te acompaña la Antorcha Humana. - Y solté una de mis sonrisas más pícaras mientras gesticulaba la muñeca para acabar señalándola con el dedo.

Me acerqué a la pared más cercana de la piscina para apoyarme en ella y estirando los codos hacia atrás para que el suave movimiento del agua no me desplazase del lugar. La miré durante unos segundos sin ningún tipo de timidez, en silencio, pensando en cómo había pasado la tarde, ahora mismo me sentía orgulloso de haber tomado la decisión de ir a buscarla.

- Y bien, ¿te gusta? - No tenía ninguna prisa, quería disfrutar del momento y que viese que no solo ella era la chica mala, yo no robaba bancos, ni amenaza a la gente, ni intentaba destruir el mundo, pero era joven y algo rebelde, así que colarse a lugares dónde me apetecía ir, estaba a la orden del día.

Por un momento sentí que mi cuerpo llamaba la atención de Johnny y no pude evitar dedicarle una sonrisa traviesa, aunque en mi fuero intento me sorprendió que no mencionara nada sobre las cicatrices que surcaban mi piel y... Lo agradecí. Se me hizo extraño, pero agradable. No porque las  hubiera ignorado, si no porque normalmente cuando una de ellas quedaba expuesta, la persona que la veía se quedaba absorta mirandola fíjamente. Si Johnny se había fijado en ellas, había tenido la delicadeza de no reaccionar descaradamente.

Johnny me sonrió. Volví a recordar aquél primer día, el juego de miradas, el inocente flirteo con el que ambos nos habíamos conocido, todas las mentiras... Y ahi seguía él, pese a saber que tal vez le seguía mintiendo, seguía sonriendome de aquella manera arrebatadoramente encantadora.
Ahí entré de nuevo en el conflicto. Con esa sonrisa, que tanto me había gustado, una parte de mí se había alarmado. "Es un héroe. Si descubre quien soy...". Tenía que ser más consciente de mis actos, de cómo estaba constantemente caminando al filo de la perdición.

Ya era arriesgado dejar que una persona normal y corriente supiera demasiado de mí, pero que encima fuera un superhéroe... Pero Johnny estaba ahí. Habíamos traspasado una propiedad privada y ahora mismo estabamos cometiendo un allanamiento de morada. No pude evitar que la duda se reflejara en mi mirada, y me acerqué lentamente a él. Johnny seguía observándome, apoyado en el borde de la piscina sin pizca alguna de duda o timidez en el rostro y pese a tener el ceño levemente fruncido, me descubrí sonriendo mientras me acercaba a él.

— Qué clase de super héroe se lleva a una chica a entrar ilegalmente en propiedades privadas en su segunda cita — bromeé, retirando los mechones de cabello que tenía pegados a las mejillas. Pero necesitaba saberlo. Sólo había un motivo por el cual podía estar pasando aquello. — ¿Porqué sigues portándote así conmigo? Te mentí y lo sabes. Y aun así te preocupas. Aun así, salimos a cenar, y nos divertimos como si todo fuera perfecto.

Me coloqué a su lado y crucé los brazos sobre la piedra que rodeaba la piscina, apoyándo en ella mi cabeza, pensativa. ¿Qué quería de mí? ¿Porqué había vuelto? Sentí cómo mi lado más desconfiado afloraba. Tenía claro que quería algo de mí, así había sido siempre, fuera información, utilizarme o sacar provecho de mi físico. Y fuera cual fuera su intención tal vez me convenía más quitarmelo de encima cuanto antes. Y aunque me dolía pensar así, eso era lo que me había mantenido con vida todos estos años.

— No hace falta que te lo curres tanto, ¿sabes? — le miré, esperando que mi sonrisa no fuera demasiado amarga. — Puedes directamente decirme qué és lo que quieres. No eres idiota, de eso estoy segura. Por narices tienes que sospechar que hay algo en mí que falla y que aun así quieras... Tiene que haber un porqué y la verdad es que muero por descubrirlo.

Y con las cartas sobre la mesa, sostuve su mirada en la mía, decidida a sacar en claro lo que sucedía ahí. Yo ya sabía que la filantropía y el altruismo no existen y que la gente se movía por intereses y al fin y al cabo, yo no tenía nada que perder. Entonces... ¿Porqué me dolió decirselo? ¿Porqué una parte de mí pensaba que había metido la pata? Pero sobretodo... ¿Porqué deseaba equivocarme?

Observé cada movimiento de la pelirroja, como se acercaba y se acomodaba al borde de la piscina junto a mí. En su rostro cambiaba una tímida sonrisa por un gesto de dudas, supe en ese momento que empezarían a caer varias peguntas a las que tenía que estar preparado.

Desvié la mirada de ella para perderla en el cielo oscuro, esperaba cualquier cosa pero eso me extrañó que lo preguntase, pensaba que ella ya sabía la respuesta. Me limité a sonreir y ladear la cabeza mientras la seguía escuchando para luego volver mi mirada hacia la suya. Suspiré.

- Simplemente, me gustas. - Tan sencillo como eso, pero sabía que no se iba a conformar con tan pocas palabras. Me solté del borde de la piscina pero manteniendo mi posición para poder encararme a ella. Acerqué mi mano sobre su mejilla con cuidado, esperando que no se apartase. - Me gustan tus ojos, tu cabello rojizo, tus labios rosados, tu suave piel y también estas cicatrices tan misteriosas que tienes. - Acaricié con el pulgar la cicatriz que le recorría por el ojo de arriba a abajo para luego apartar la mano y volver a acomodarme apoyándo mis brazos sobre el borde como estaba ella.

- ¿Te sorprende mi respuesta o ya lo esperabas? - Pregunté sin darle importancia al asunto pero curioso de saber como reaccionaría, qué diría. - No quiero solamente llevarte a la cama. - Aclarí. - Me atrae tu misterio, la historia de cada cicatriz, además, eres una mujer fuerte y valiente, luchadora, eso me gusta. - Hice una breve pausa, por si la chica necesitaba asimilar mis palabras que, a mi parecer, no era el tono al que estaba acostumbrada a que se dirigieran a ella. - Brooks, no confías en nadie, ¿verdad? A mí me gustaría conseguir eso por el simple hecho de conocerte, así que dame tiempo, yo ya he empezado a no mentirte. - Me mantuve pensativo unos instantes, quizás no era lo que ella quería, quizás lo hacía por compromiso y desde que empezó la noche sus intenciones eran deshacerse de mi, una noche más y hasta nunca, y tenía que aceptarlo. - Pero si quieres... Puedo irme y no volver a buscarte. - Le di esa opción, tampoco quería ser un incordio, aunque he de reconocer que era propio de mí.

Me quedé en silencio, observando los ojos de Johnny mientras él hablaba, mirando el cielo, y no me moví cuando su pulgar acarició mi cicatriz, aunque en el fondo estuviera aterrada. Entrecerré los ojos mientras le escuchaba enumerar las cosas que le llamaban la atención de mí y a medida que lo hacía, sentía como me tensaba y tuve que esforzarme para no dejar ver lo que realmente pensaba.

— Me sorprende... — susurré.

Johnny se había situado a mi lado, imitando mi gesto y estuve a punto de preguntar algo más, cuando él mismo aclaró que su interés iba más allá del carnal. Pero, ¿Qué podía responderle? ¿Era mi confianza lo que buscaba? Eso para mí era como escuchar a alguien pidiendo beberse la Luna y no pude evitar reírme, intentando luego suavizar mi expresión para que Johnny no sintiera que me reía de él.

Por supuesto que no confiaba en nadie. ¿Cómo podría hacerlo? Había alzado toda mi vida entorno a mi privacidad, a que nadie llegara a acercarse a mí, era la única protección que nunca me había fallado. Porque si supiera quien soy en realidad, probablemente me tratara distinto. Probablemente se convertiría en mi enemigo, y en el mejor de los casos, podría gustarle lo suficiente como para que decidiera no entregarme a la policía. Pero parecía no importarle, pese a haberle sugerido de un modo algo más directo que podía no estar totalmente en su bando, no le había dado valor alguno. Así que de nuevo me encontraba en la encrucijada, sintiéndo que quería dar a Storm la oportunidad de seguirnos viendo, pese a ser consciente de que podía ser un error y por otro lado... No debía, no podía, era una verdadera locura y para colmo, él mismo se ofrecía a abandonar mi vida, para no volver a buscarme, lo cual... no dejaba de ser lo que yo buscaba desde un principio.

Aun así dudaba en aceptar. Nos quedamos largo rato aguantándonos la mirada y supe que si tomaba la decisión entonces, sería porque estaba perdida en sus ojos y no pensaba con claridad. Así que me propuse otra cosa.

— No puedo prometerte ser sincera, ni darte un número con el que localizarme. Voy y vengo, no estoy atada a nada ni nadie, y podría tranquilamente desaparecer por largos períodos de tiempo y sin avisar, y no puedo evitar meterme constantemente en problemas. Mucho más a menudo de lo que quisiera y probablemente te verías arrastrado a ellos. ¿Qué harías entonces, Johnny? ¿Si te vieras obligado a escoger entre lo que es moralmente correcto o nuestra amistad? — estuve a punto de tender un brazo para acariciarle el mentón, asegurándome así de que me miraba a los ojos mientras le hablaba, pero me detuve a medio camino. — Cuando nos conocimos me dijiste que creías que tus poderes venían por algo divino, que te habían sido otorgados para hacer el bien. ¿Qué sucede si yo me encuentro al otro lado? — le sonreí, apartándome del borde de la piscina y caminando de espaldas, alejándome lentamente de él. — Esto, más que ninguna otra cosa, es la que me hace pensar que puede ser una mala idea. Vivimos en mundos demasiado distintos, y yo jamás seré aceptada en el tuyo.

En ese momento entendí muchas cosas. El por qué de sus mentiras, tanto secretismo de su pasado o quién es ella en realidad, cómo consiguió entrar en el taller sin ser vista y la paliza burlona que le otorgó a aquellos hombres el triple de corpulentos que ella. Si yo era un super héroe y ella estaba en el otro lado... No, no podia creerlo, la había visto reir y disfrutar de muchos momentos que habíamos pasado juntos y me negaba a creer que pudiese ser el enemigo.

- No estás en el otro lado. - Seguí negando, más para mi que para ella. Algo dentro de mí decía que mis deducciones eran ciertas pero no quería admitirlo, decía lo que quería escuchar. "Joder Johnny, siempre te pillas de las más problemáticas" me repetí para mí, en parte, de manera inconsciente.

Apoyé mis manos sobre el bordillo, viendo como ella se alejaba hasta el centro de la piscina, y con los brazos me ayudé a sacar medio cuerpo del agua para acabar sentado en el mismo lugar donde estaba.

- Y si te encontrases en el otro lado si que sería un problema. - Tanteé. - ¿Pero qué es la vida sin problemas? Además, yo soy el mejor metiéndome en ellos. - Me encogí de hombros acompañando mis últimas palabras. Bajé la mirada hacia la oscuridad de la piscina, viendo cómo el agua se movía mientras balanceaba mis piernas de un lado a otro. - Dicen que es de sabios rectificar, solo hay que saltar una valla para encontrarte al otro lado, está todo tan cercano... - Intenté animar, pero en verdad no sabía si aquellas palabras las decía más por mi que por ella. Seguí con la cabeza agachada pero mis ojos se movieron para poder ver su rostro. - Además, da igual mi mundo, da igual que no te acepte si yo si lo hago. - Mi tono de voz fue aumentando poco a poco. - Eres una buena persona, lo sé, puede que hayas hecho cosas malas o, tal vez, mucho peores, pero siempre hay una razón, algo o alguien que nos conduce por un camino u otro y, sea el correcto o no, siempre podemos dar marcha atrás para cambiar de dirección y, si eso no es posible, cruzar campo a través para encontrar el otro camino.

- No estás en el otro lado.

Bajé la mirada a la superficie de la piscina, conteniendo un suspiro. No podía dar crédito a lo que escuchaba, no quería hacerlo. Un vínculo emocional no haría más que complicarme las cosas, era consciente de ello y tendría que haberlo detenido en su momento. Volví a caminar hacia él cuando se impulsó con el borde de la piscina y se sentó en el bordillo.

- Y si te encontrases en el otro lado si que sería un problema. - Detuve mi avance y cerré los ojos, sonriendo con calma. Era lo mejor para ambos... - ¿Pero qué es la vida sin problemas? Además, yo soy el mejor metiéndome en ellos. - Volví a abrir los ojos, clavando en él mi mirada. No sabía qué hacer, si reír, si llorar, si huir, o simplemente quedarme en silencio, escuchando lo que él tenía que decir y dejándo que sus palabras siguieran alterando lo que sentía. - Dicen que es de sabios rectificar, solo hay que saltar una valla para encontrarte al otro lado, está todo tan cercano...

Normalmente no hubiera dejado que llegaramos a este punto. Había notado que Johnny se interesaba por mí y había sido incapaz de negarme a disfrutar un poco más de su compañía, aunque sabía que fuera a lamentarlo. Y dolía.
No puedo dejar que nadie se acerque tanto. Me lo repito una y otra vez, como una cantinela, como el hecho de que soy Shade. Soy un fantasma. En el único sentido de que viviré y moriré sin ser recordada, sin dejar una sola persona que pueda echarme en falta, sin haber dejado marca en este mundo y siempre he sido consciente de ello. Desde que tengo uso de razón que mi vida se había visto reducida a utilizar a quien tuviera a mi alrededor, eso es lo que soy.

- Además, da igual mi mundo, da igual que no te acepte si yo si lo hago. Eres una buena persona, lo sé, puede que hayas hecho cosas malas o, tal vez, mucho peores, pero siempre hay una razón, algo o alguien que nos conduce por un camino u otro y, sea el correcto o no, siempre podemos dar marcha atrás para cambiar de dirección y, si eso no es posible, cruzar campo a través para encontrar el otro camino.

Que Johnny dijera que soy una buena persona me dolió.  Tal vez hubiera podido serlo si la situación de mi vida hubiera sido distinta, pero no lo era. Que afirmara que aunque el mundo no me aceptaba, él lo haría, dolió más todavía. Y lo peor era que no sabía cómo decírselo. Porque en el fondo... No quería. No quería romper la imagen que se había hecho de mí, no quería perder lo poco que había logrado, el leve sentimiento de que podíamos llegar a... ser amigos.

— No.

Mi voz sonó extraña en mis propios oídos, y me alarmó lo débil y frágil que había sonado. Le miré directamente a los ojos, con miedo de lo que pudiera leer en su expresión, por miedo a verle tan perdido como yo me sentía.

— No... — repetí en voz más firme, mi tono todavía dolido, aunque no terminara de entender el porqué. — No lo entiendes Johnny. No es tan sencillo como saltar una valla o atajar por un camino que no existe. Y qué me lleve a ser quién soy poco importa de cara a juzgar mis actos, no me hace menos responsable, buscar motivos es tan sólo buscar excusas.

Me estaba pasando de la ralla. Estaba diciendo algo que no debía. Al darme cuenta parpadeé, sintiendome repentinamente desorientada, como si no pudiera terminar de entender qué hacía arriba en el tejado mediodesnuda en mitad de una piscina de vete tu a saber quién. Y odiaba sentirme perdida, en ese momento más que nunca. Caminé hasta el borde y me alcé, recogiendo toda mi ropa y mis objetos, sintiéndome repentinamente avergonzada de mi propio físico y sintiéndome de algún modo insignificante. No tendría que haber perdido la calma, no de ese modo. Ya me costaba perder los estribos cuando estaba sola, aborrecía que me hubiera pasado delante de alguien más. Busqué entre mis cosas el paquete de tabaco y me llevé un cigarro a los labios con la vana esperanza de que me ayudara a calmar los nervios. Pero no únicamente me temblaba la mano si no que el mechero, todavía humedo no lograba prender. Me di cuenta entonces que tenía los ojos negados de lágrimas y parpadeé furiosa en un intento de deshacerme de ellas, aunque sólo logré mandar dos a la carrera, huyendo por mi rostro hasta perderse en la comisura de mis labios. Me froté las mejillas con rábia, haciéndome daño al presionar sobre las contusiones de mi pómulo y lancé el mechero con todas mis fuerzas, partiéndose en un efímero fogonazo azul, esparciendo pedazos de plástico por toda la terraza, mis brazos todavía temblando de impotencia.

Mi actitud era mi máscara, las mentiras mi armadura. Y casi las había dejado caer ambas. ¿Porqué? ¿Para que alguien supiera cómo soy? Siempre era lo mismo conmigo. Una lucha continua entre lo que quería, lo que sentía y lo que finalmente hacía. Era un misterio para mí misma, un puzzle al que le faltaban piezas. Y Johnny no era el primero que intentaba conseguir más de lo que yo estaba dispuesta a entregar. No era el primero que intentaba entenderme, pero...

Al cuerno quien quisiera fingir que me entiende ¿En que me ayuda a mí eso? No alivia la angustia en mí pecho ni me siento más acompañada, sigo teniendo la misma sombra ahorcando mí sonrisa, y no busco que me entiendan. Que alguien me diga que sabe lo que siento no me hace sentir feliz, no me hace sentir mejor, ¡No me ayuda! No quiero ser fuente de lástima ni que sientan compasión, no quiero compartirlo, no quiero ayuda, ¡Quiero saber quién soy! Quiero que alguien me diga que estoy aquí y que lo que he vivido importa, que alguien vea a través de mí sonrisa que estoy rota y en lugar de sentir tristeza valore la fuerza que me ha llevado a seguir adelante y que he sido capaz de vivir. Que pese a mis defectos me acepte y no trate de embellecerme.
Quiero seguir fingiendo que no pasa nada. No quiero que nadie me fuerce a quitarme la máscara cuando es lo único que mantiene entera, porque tengo demasiado miedo a que se derrumbe y se pierda lo poco que me mantiene cuerda.


Soy yo, soy mí hermana, no somos nadie. No existe persona en el mundo que nos conozca, ni nos quiera, ni quien vaya a notar nuestra ausencia. No existimos, somos un fantasma, soy Shade. Estoy aquí y estoy viva.


Pero cómo puedo anhelar que alguien me vea si ni yo misma entiendo quién o qué soy... Mí propia existencia carece de fundamento. No tengo nada. No soy nadie. No tengo un porqué, ni un quién, ni un cuando. Tejí mí red de mentiras para llenar un vacío que crece a medida que miento.

— Basta. — Murmuré, apretándo una mano contra mi sien. ¿Basta de qué? ¿Qué me molestaba, a qué tenía miedo? A todo. Cobarde.

Alejo a la gente por miedo. Miento por miedo. Huyo por miedo. Por eso temo encontrar a quien me entienda. Porqué si existe alguien en el mundo capaz de sentir lo que yo siento y vivir sin la vida que yo vivo, significa que no tengo porqué estar sola. Y ese maravilloso pensamiento, me acojona.

Me sentía superada por todo lo que sentía, por lo que pensaba y lo que luchaba por mantener callado aunque anhelara gritar, y viéndome al borde de un ataque de histeria y de hacer algo más de lo que arrepentirme, opté por hacer lo que siempre había hecho en esas situaciones. Fingir. Mentir. Huir. Así que giré sobre mis talones, encarando de nuevo a Johnny mientras ajustaba la todavía húmeda camisa entorno a mi cintura, con una sonrisa perfecta, aunque sabía que Johnny no se la iba a creer, habiendo visto lo que había visto hasta ese momento. Pero no me importaba. Ya no.

— No puedo, Johnny. Simplemente, no puedo.

Ni yo sé lo que quiero...

Seguí con la mirada el mechero que lanzó la pelirroja con rabia, caiendo cerca de mí y quedando hecho añicos, sin llegar a inmutarme lo más mínimo. Volví mi mirada hacia el agua que seguía moviendose al haber sido abandonada por la chica.

Decidí levantarme para acercarme a ella, levantar un brazo, chasquear los dedos y que pudiese prenderse el cigarro, no me molestaba que fumase, pero a los dos pasos me detuve. Su basta apenas se escuchó pero sonó rotundo, decidido, aunque pareciese que se dirigía a ella misma más que a mí, sabía que mis palabras le habán llegado, seguramente dolido, pero sus lágrimas me daban parte de razón, ¿No era feliz?¿No le gustaba lo qué hacía, cómo vivía? Moví los brazos, indeciso en levantarlos para darle un abrazo, limpiarle las lágrimas del rostro o, simplemente, no hacer nada.

- Lo siento. - Me sabía mal haberla hecho llorar pero, siendo un poco egoísta, no lo sentía. Me había preguntado y yo respondí. No lo sentía porque estaba consiguiendo lo que quería, nada malo, pero si que se abriera y confiara en mí, ver que también es una persona con sentimientos y muy agudos. ¿Mis palabras habían dolido? Claro, una hostia de realidad duele más que una buena colleja y, aunque muy ingenuo de mí hablaba sin saber ni la mitad, sabía que había tocado una fibra bastante grande.

- De verdad, lo siento, no debería haber dicho nada. - Finalmente decidí acercarme hasta ella, coloqué mis manos en sus brazos y froté suavemente para darle calor. Quizás era hora de irse. - Déjame tu ropa, la secaré en un momento y luego te llevo a casa, si quieres. - Intenté buscar su mirada con una sonrisa en el rostro para intentar animarla un mínimo. - No me odies por ello. - No pude contener mis últimas palabras, era típico de mi cagarla en estos asuntos, pero esta vez no, tenía la sensación de no haberlo hecho. Y sin darle tiempo a responder, cogí las vestimentas de sus manos para ponerme a ello y fue entonces cuando vi aún el cigarro entre sus dedos. Alterné mi mirada entre sus ojos y su mano hasta que decidí crear una pequeña llama y que pudiese dar unas caladas mientras sus ropas quedaban secas y pudiesemos volver a casa.

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