¿Quién conoce a Johnny? [12/Mayo/2018] (Garnet Brooks)

La gala benéfica había sido todo un éxito. Los Cuatro Fantásticos otra vez, hablando en defensade de los niños pobres y concienciando a los habitantes de Nueva York en que no tenía nada que temer por muchos personajes extraños que haya volando los cielos de la ciudad, que nosotros y otros grupos de superheroes estariamos allí para defenderles de cualquier amenza y blablabla... Perdí el ritmo del discurso de Reed cuando empezó a mencionar sus asuntos científicos.

Lo mejor vino después, unas copas y unos canapés para todos los asistentes de la gala. La gente nos rodeó al bajar del escenario, muchos hombres trajeados buscando estrechar la mano a Reed Richards y, por supuesto, mis pasos me llevaron a ir a estrechar la mano de aquella morena del traje rojo llamativo que había fijado desde subir al escenario. Tuve su atención durante un largo tiempo, explicando mis batallitas de cómo salvaba al mundo, pero su marido no tardó en llegar para recogerla del brazo y llevársela lejos de mí. Seguro que era otro científico chiflado como Reed...

A pesar de todo, no fue un problema, la noche acababa de caer y aún quedaba tiempo para divertirse. Un par de horas después el grupo salió del edficio recibiendo decenas de flashes de todos aquellos fotógraos que esperaban fuera para conseguir una entrevista. Reed agarró a mi hermana Susan para ayudarla a llegar a los vehículos mientras yo me quedaba posando en cada una de las fotos que querían hacerme, aunque el feo de Ben pusiera su rostro también en ellas...

- ¡Gracias!¡Gracias a todos! La gala ha sido todo un éxito, lo hemos pasado muy bien. - Me despedí de todo el publico mientras subía en mi deportivo sin escuchar ni la mitad de preguntaas que decían.

Arranqué el motor y conduje carretera arriba pensando en donde podía seguir la fiesta. Paré en un semáforo, bajé las ventanillas mirando todo el movimiento de la Nueva York nocturna pero un cabello rojizo centró mi atención. Toqué el claxon intentando llamar la atención de aquella chica y lanzarle una de mis mejores sonrisas picarescas.

Caminaba dirección al ático, observando el contenido de mi catrtera y calculando el dinero que me quedaba cuando el sonido del cláxon de un coche sonó cerca de mí. La primera vez no le hice caso. Al fin y al cabo, no tengo relación con nadie, ni amigos para que nadie me salude por la calle, pero éste sonó una segunda vez y me giré a comprobar qué o quién era.

Un deportivo se hallaba parado frente a un semáforo, y su conductor, un encantador chico rubio de ojos azules era la perfecta combinación de atractivo y dinero que generalmente podían caracterizar a mis víctimas. Pasar un buen rato, una hermosa velada, y llenarse los bolsillos, era un plan que ella nunca estaba dispuesta a rechazar. Inconscientemente le devolví la sonrisa al joven, y sin pensarlo dos veces crucé la calle. No me di prisa, aun consciente de que el semaforo volvería al verde en cualquier momento. Tenía aquellos ojos azules fijos en mi mirada y estaba disfrutando de sacar provecho a la situación, así que me limité a caminar, lentamente guardando la cartera en el bolsillo trasero de mis pantalones con la misma parsimonia. Para qué negarlo, cualquier mujer es libre de disfrutar un poco de atención.

Cuando llegué al coche, me incliné en la ventanilla abierta del copiloto, el brazo derecho apoyado en la puerta, mientras el izquierdo se alzaba hasta reposar en mi mejilla. No llevaba un escote tremendo, pero inclinarme dejaba a la vista las clavículas y un buen trozo de mi pálida piel, aunque ahora eso no podría importarme menos.

— ¿Puedo ayudarte en algo?

Paseé la mirada por el interior del coche, para finalmente depositarla en el traje de gala que calzaba el rubio y volver a subir hasta sus ojos, donde volví a sonreírle esta vez sin intentar ser seductora pues era pura y genuina curiosidad lo que sentía en ese instante por el hombre que se encontraba frente a mí.

Observé cada paso que daba acortando cada vez más las distancias hasta mi vehículo. Se reclinó sobre la ventanilla y busqué su mirada para poder ver unos preciosos ojos verdes.

No esperaba esa reacción suya, que viniese hasta a mí, normalmente me devuelven la sonrisa o saludan con la mano desde lejos pero pocas veces son las que se acercan hasta el coche preguntando si necesito ayuda, suelen ser ellas las que necesitan ayuda para que las llave a algún sitio, sobre todo si desde lejos me reconocían pero esta chica pareció no hacerlo, así que debía aprovechar la ocasión.

- Si, verás... - Miré a mi alrededor, pensando en alguna excusa, y el semáforo se puso en verde. - Estoy algo perdido, la ciudad es muy grande... - Empecé con mi historia. - ¿Dónde hay un buen lugar para tomar una copa? - Sonreí con picardía.

Los vehículos que se encontraban tras de mí empezaron a pitar. ¿Pero qué prisa tenían? Aunque pensando en la situación...

- Parece que los de atrás se impacientes. - Comenté señalando con el dedo pulgar por encima de mi hombro. - Si quieres sube y me indicas, luego puedo acercarte donde necesites. - Puse la primera marcha a la espera de la respuesta de la chica para continuar el camino, acompañado o no.

Sonreí, sin poder creerme mí suerte. Me retiré la chaqueta de cuero, dejando a la vista la camiseta blanca sin mangas que se ceñía a mí cuerpo y me subí en el asiento del copiloto,  pensando dónde podía llevarle y preguntandome si seria tan caballeroso de invitarme.

— Me llamo Brooks, por cierto. — mirando de nuevo a la carrera intentando recordar los pocos nombres que conozco. — Sigue recto hasta Madison Square y de ahí baja por la octava avenida. A mano izquierda verás un Parking y de ahí podemos llegar a una coctelería increíble. — me giré a sonreírle, sin importarme demasiado si perdía la atención en la carretera. Era guapo, eso debía admitirlo. — ¿Nos hemos visto alguna vez? Me resultas familiar. — Era mentira. Pero siempre era una buena manera de romper el hielo.

Volví a mirar el interior del coche. Si se veía limpio y bien cuidado, iba a general cuidado de no ensuciarlo y no fumar. El primer paso era tener al chico contento si quería que bajara la guardia y se confiara hasta el punto de desplumarle.

— Me encanta el coche, — comenté con sinceridad, acariciando la guantera. — tienes que haber trabajado muchísimo para poder pagarlo, ¿no?

Verdaderamente me gustaba el coche. ¿Habría suficiente espacio en mi garaje, junto a mí Elise?

Fue una alegría que decidiera acompañarme, como mínimo para poder tantear el terreno y pensar en invitarla a una copa o no.

- Encantado Brooks, yo soy Johnny. - Me presenté sin mas cuando ella subió al coche. Por sus indicaciones, sabía donde me quería llevar, conocía la zona como la palma de mi mano pero debía ser disimulado.

- Bueno... - Murmuré cuando me preguntó si me conocía. - Quizás me hayas visto por la tele o algo... Pero nunca de antes seguro que no nos conocíamos, sé que no hubise olvidado esos ojos. - Piropeé mientras seguía conduciendo calle arriba. - Soy mecánico, aunque también participo en carreras, así que entre mis contactos y mis conocimientos... No me ha costado demasiado. - Explique orgulloso de mi deportivo.

- ¿Y tú, Brooks, eres de Nueva York? - Pregunté curioso con la intención de conocer más a la pelirroja.

En pocos minutos llegamos al garage y tras dar un par de vueltas conseguí un lugar amplio para poder aparcar. Revisé que tuviese la cartera y el teléfono y salí del vehículo, esperé a que ella lo hiciera también para cerrarlo con la llave magnética.

- Entonces, ¿me acompañas a una copa? - Decidí invitarla teniendo la esperanza que cedería, aunque no sabía si tenía algún plan y estaba haciéndole perder su tiempo. - Como tu quieras, eh, sinó te acompaño a dónde tengas que ir. - Insistí.

Me acomodé en el asiento, dedicándole una breve sonrisa a Johnny cuando se presentó. Piropeó el color de mis ojos y bajé la mirada a mis rodillas, sonriendo coqueta para luego volver a mirarle directamente a los ojos.

— Así que por la tele... Bueno, si me preocupaba subirme al coche de un desconocido, me quedo tranquila al saber que se trata de una celebridad — Me reí con dulzura — Bromas a parte, igual debería seguir más las carreras. Tal vez ganes una fan al final de esta noche.

Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento y cerré los ojos un instante, disfrutándo momentaneamente del pequeño viaje. ¿De dónde era? Qué iba a contarle, ¿la verdad? No era interesante.

— No la verdad es que no soy de aquí. Crecí en uno de los condados vecinos, pero vine a los quince años para estudiar... A ver si adivinas el qué.

Sonreí mientras salía del coche, cerrando la puerta y dando la vuelta al deportivo para acercarme a Johnny y seguir la conversación. A veces me costaba leer a la gente. Saber si debía caminar a su lado, dejando distancia entre los dos, caminar cerca, tomarle del brazo. Era importante encontrar el punto que fuera cómodo para ellos, hasta que llegara el momento de coger cuanto pudiera e irme. Aunque me sabía mal por él. Alcé la cabeza, buscando su mirada, y sonreí, aceptando su propuesta de ir juntos a por la copa.
No parecía que fuera a molestarle la proximidad, así que caminé justo a su lado, de modo que nuestros brazos a penas se separaban por un par de centímetros. No es la proximidad que llevarías con alguien a quien acabas de conocer, pues el rubio podría fácilmente pasar el brazo por mis hombros con tan solo alzarlo, pero si yo estaba en lo cierto Johnny parecía el tipo de chico lanzado que estaba acostumbrado a tener mujeres a su alrededor.


— Dime, Johnny... ¿Cómo terminaste metido en el mundo de las carreras? ¿Cómo empezaste?

Mi mente e dió vueltas pensando en que podría trabajar la esta chica. Muchas jóvenes se acercaban a la ciudad de Nueva York en busca de un buen futuro como modelo o actriz, las más afortunadas empezando en una academia que cada curso podía costar miles de dolares, las que no se lo podían permitir solían acabar engañadas por algún cabrón. Deplorable... Suerte que Brooks parecía una chica lista.

- ¿Arte dramático? - Respondí curioso. - ¿Querías ser, o eres, actriz? La otra opción que se me ocurre... - Me froté el mentón con los dedos, pensativo. - Periodismo, quizás.

Caminamos al lado uno del otro, a pocos centímetros del contacto accidental, hasta llegar al local. Podría haberle pasado el brazo por el hombro, provocar que su mano agarrase mi brazo, pero no era la ocasión, Brooks parecía más tímida de lo que se mostraba y no quería incomodarla. Ya habría ocasión. Abrí la puerta de la coctelería cediéndole el paso caballerosamente y buscamos un lugar para estar cómodos y con pocas miradas sobre mí.

- Fué todo por afición. - Empecé a explicar mientras esperaba a que viniesen a tomarnos nota. - Como tú, a los quince años empezé a aprender todo el tema de mecánica y motores, fue entonces cuando ahorré para poder comprarme mi primera moto, digamos que... era un niño un poco inquieto así que pasaba muchas horas subido en la moto. - Recordaba con melancolía aquella época, mi hermana siempre asustada por mi insensatez. - Poco a poco di a conocer mis habilidades cómo piloto y aquí estoy ahora. - Resumí evitando comentar el mayor motivo.

- Entonces, señorita Brooks, ¿consiguió sus objetivos en Nueva York?

Sonreí ante todos sus intentos de adivinar mi profesión, en más de una ocasión desviando la mirada al suelo, para finalmente volver a buscar sus ojos. Pobre, una parte de mí se lamentaba de estar jugando con aquél pobre diablo, haciéndole buscar en vano una profesión que no existía. Debía buscar una buena mentira sobre la que basar la historia. Si era demasiado distinto a mi verdadera vida, se haría poco natural y corría el riesgo de olvidar detalles a lo largo de la noche, así que era importante que dejara la família fuera de la equación. No había mentido con el nombre. Pero como tampoco figuraba en ningún registro, no era peligro alguno.

En cuanto al trabajo... Sabía suficiente de Hollywood para poder fingir un intento de entrar en el mundo, ya que Brooks me había contado mil y una historias de su trabajo... Así que actriz iba a ser tan plausible como cualquier otra. Me reí con dulzura y naturalidad, dejando que mi mano reposara unos segundos en su brazo al llegar ante la coctelería.

— ¡A la primera, Johnny! — Me reí con soltura, volviendo a colocar la mano sobre mi chaqueta. — Aunque no he logrado nada todavía. Ya sabes como es esto, vas cásting tras cásting intentando dar la talla, pero siempre hay alguien mejor que tú... Si tan sólo me dieran la oportunidad...

Suspiré dejando el final de la historia al aire, cuando al fin nos sentabamos en la mesa. Johnny entonces contó su parte de la historia y me marqué otro tanto para ser la viva imagen del interés y la curiosidad, los codos sobre la mesa y el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante. Johnny también dejó su historia al aire, y no pude evitar bajar la mirada, riéndome. Eso me pasaba por dejarle yo también sin el final de la historia, o al menos eso me suponía.

Vino finalmente el camarero y miré la carta de cocteles sin tener muy claro lo que quería. Finalmente uno llamo mi atención Vodka, Cointreau, zumo de arándanos y zumo de lima.

— Yo tomaré un Cosmopolitan, por favor. — Dejé que Johnny escogiera su propia bebida y volví a la carga — Ya habrás deducido la respuesta a tu pregunta, por lo que te he contado antes. De momento no lo he logrado, aunque me empiezo a plantear otras salidas. ¿Crees que quedaría bien como periodista? Todos los trabajos que has comentado tienen relación con la televisión — volví a repasar su vestimenta. — Supongo que no has salido a trabajar, a no ser que te guste meterte debajo de un coche en esmóquing. ¿De dónde venías cuando me recogiste? — Apoyé la cabeza en mi mano derecha, el codo reposando en la mesa y la vista fijada en sus ojos azules, esperando atentamente su respuesta.

Repasé la carta de cóctails con una rápida mirada hasta que mis ojos se posaron sobre el Martini, sonreí satisfecho del capricho que me entró, el camarero tomó nota del pedido y volví a centrar mi atención en la muchacha.

- No te rindas, sigue probando que seguro que tu oportunidad llegará. - Intenté animar a la chica. - Tienes un pose muy atractivo y pareces muy carismática, quedarías genial en cualquier trabajo televisivo. - Acabé con un guiño.

Su última pregunta fue interesante y me hizo pensar en mis compañeros, ¿cómo habría empezado la noche? Seguro que ya estaban en cama durmiendo... No pude evitar hacer una leve mueca para empezar a explicar, seguro que al final acababa sabiendo quién era.

- Venía de una fiesta. Estaba con mis compañeros en una gala a favor de la defensa de la humanidad y esas cosas... - Gesticulaba con la mano al tiempo que explicaba. - Es algo que solemos hacer, mi hermana Susan Storm, el científico Reed Richards y nuestra mascota, la Cosa. - Levanté las manos como si quisiera asustar a un niño pequeño cuando mencioné el apodo de Ben. Entonces me di cuenta que había hablado demasiado. - ¿Has oído hablar de ellos? - Disimulé.

Seguí jugando mi papel de joven coqueta, sonriendo cuando me piropeaba y siguiéndole el rollo, y eso lo hizo todavía más difícil en el momento de mantenerse inexpresiva. Por supuesto que los conocía, y parte de mi ser se estremeció ante lo que aquello significaba. Ni yo estaba tan loca como para intentar robar a uno de los cuatro fantásticos.

— Eso deja ante mí a Johnny Storm, la Antorcha humana — sentencié, ensanchando mi sonrisa, mientras negaba levemente con la cabeza — Qué idiota he sido, claro que te he visto en la televisión, no sé como no he podido darme cuenta antes.

Bajé la cabeza, esta vez sin tener que disimular el bochorno. Me había propuesto aprenderme todos aquellos que pudieran, potencialmente, ponerme en riesgo, pero desde la colisión Nueva York rebosaba en heroes y gente con poderes especiales, y la lista cada vez era más extensa y para alguien que no podía "tomar nota" se hacía infinita.
Pero le recordaba a él. O más bien... A su hermana, Susan Storm. Tenía la sospecha de que si esa mujer rubia llegara a crear una barrera a mi alrededor, ni siquiera mi poder... El poder de Ruby, podría sacarme de ese aprieto. Elementos de este mundo, puedo lidiar con ellos. Energía y cosas más... mágicas, eran harina de otro costal.

Suspiré planteándome muy bien cómo debía avanzar la noche. El robo estaba, de momento, completamente descartado. Pasar una noche agradable en compañía y que pagaran por mis copas, seguía siendo un plan tentador.
Si empezaba a actuar distinto ahora que sabía su... identidad, podía llegar a sospechar que yo era algo más de lo que había dicho ser, y debía evitar eso a toda costa. Si cabía alguna posibilidad de que Storm hubiera oído hablar de Shade, si llegara a descubrir que yo poseo su poder, sería como firmar mi propia sentencia. Figurativamente hablando, ya que no sé firmar.

— Menuda cabeza la mía. — Me removí algo incómoda en el asiento. — Tendría que haber sido más cuidadosa. — Me llevé una mano al pecho, riéndome con suavidad. — Me he ido de copas con la Antorcha Humana.

Al final me dejé llevar y terminé riéndome con naturalidad, negando con la cabeza. La situación en sí era surrealista, y la verdad es que todo me estaba pillando demasiado de imprevisto, y no sabía muy bien cómo reaccionar. Y era una lástima, porque su coche de verdad me gustaba. Así que la mejor opción que tenía entre mis manos, mal que me pesara, era la sinceridad. Al menos en parte. Intenté pensar en Ruby. No iba arreglada para un robo, ni siquiera me había maquillado para ocultar la cicatriz de mi rostro y no me pareció una gran idea levantar demasiadas sospechas. No entonces.

— Me vas a perdonar, pero si no lo hago rebiento. — Me alcé de la silla, inclinándome por encima de la mesa para tocarle una mejilla con la punta de mis yemas, queriendo comprobar la temperatura de su piel. Mientras mis dedos le rozaban de la sien a la mandíbula, le susurré, en voz baja. — ¿...sois humanos? Desde la colisión de mundos hay mil cosas raras sueltas por ahí y una ya no puede estar segura. Hay... mutantes y aliens. ¿Y es verdad que naciste envuelto en llamas? — Realicé esta última pregunta alzando una ceja, obviamente bromeando.

La curiosidad de la chica despertó completamente cuando dedujo quién era y yo sonreí ante ello, me alegró que haya demostrado interés, sabía que eso eran puntos a favor para... Para eso. Dejó que se acercara a mí y tocase mi rostro para asegurarse que no estaba ardiendo, fué divertido y, a la vez, curioso, normalmente suelen soltar chistes malos acerca de mis habilidades, sobre todo en sentido más verde y, sinó lo hacían... Yo era el chistoso. Pero esta vez evité la borma fácil pensando que así no me ganaría demasiado su confianza.

Cogí su mano suavemente para posarla sobre la mesa junto a la mía que empezó a desprender algo de calor. No tardó en llegar el camarero con las bebidas y provocar que soltase su mano.

- Claro que somos humanos. - Espeté en un tono mucho más elevado que ella, sin preocuparme quién pudiese escucharme. - Yo creo que es el destino, algo divino que nos ha otorgado poderes para hacer el bien y combatir algo muy grande que se está acercando para buscar el fin de la humanidad. - Siempre lo había creído así, aunque Reed intentara convencernos de que todo había sido un accidente y tengamos nuestros poderes por pura casualidad, nunca estuve a favor de eso. Aunque la pelirroja tenía razón, hoy en día había demasiados seres con poderes y muchos de ellos no tenían la mente muy... Clara.

Prendí un dedo en llamas y lo acerqué a mi copa para que el alcohol prendiera, posé mi mano sobre el vaso para apagar la llama. Sabía que el martini no se flameaba, pero mis intenciones solo eran hacerle un pequeña demostración a mi compañera de mesa. - ¿Has visto? - Pregunté.

Reí ante su última pregunta, eso sí que no me lo esperaba, nadie me había preguntado algo semejante.

- ¿Eso dicen de mí? ¿Qué nací envuelto en llamas? - Respondí sorprendido. - No... La verdad es que no, pero cuando gané estos poderes... Si que quedé envuelto en llamas, pensaba que iba a morir y dolió, pero fue entonces cuando ocurrió el milagro y me convertí en la Antorcha Humana.

Le di un tajo a mi copa, saboreando mi martini.

- ¿Alguna vez te has encontrado en problemas frente a alguien así?

Su piel era cálida, pero no más de lo que lo era la mía. Me sorprendió, pero todavía me sorprendió más cuando tomó mi mano, casi con dulzura y la bajó hasta la mesa, junto a su mano. Entonces noté el calor que desprendía su mano y volví a rozar su piel con mis dedos. Sentí como su temperatura aumentaba paulatinamente y me di cuenta de que estaba sonriendo, con la boca entreabierta ante el 'mágico' descubrimiento.

Johnny apartó su mano cuando llegó el camarero y volví a sentarme en mi silla, tocándo mis propias manos para sentir el calor que aun quedaba en ellas, como si hubiera estado sosteniendo un tazón de café recién hecho en lugar de una mano humana.

— Otorgado, — susurré, aunque Johnny ya había dejado claro que no le importaba quién pudiera escucharlo. — Entonces, ¿no naciste con ellos?

Evité usar el plural, pensando que preferiría tener mi atención centrada en él y no en el grupo. Entonces Johnny encendió su dedo y prendió el Martini, para luego apagarlo con su propia mano preguntándome si lo había visto.

— Por supuesto... No pierdo detalle, créeme. Lo cual es un tanto... vergonzoso por mi parte.

Casi me planteé comentarle lo de mis poderes. Una parte de mí quería poder hablar del tema... y para cuando quise darme cuenta había bajado la mirada a mis manos y había perdido la sonrisa. Pensé intentando encontrar un motivo que justificara esa reacción. Podía contarle algo de Ruby, pero era peligroso, puesto que si mencionaba que era un espíritu con el que solía hablar, podría tomarme por loca. Yo lo hacía a menudo.

— Pues... Sí, la verdad es que si. De hecho... — No le cuentes sobre Ruby, no seas idiota. — No debería hablar de ello — recompuse la sonrisa y simplemente me encogí de hombros. — Tenía una hermana gemela. Nos vimos implicadas con gente con poderes y... La perdí.

Lo que dije fué demasiado parecido a la realidad, y mencionar, por primera vez en voz alta la pérdida de Ruby, consiguió hacer que el sentimiento fuera genuino. Con un poco de suerte, eso daría por zanjado el tema de gente con super poderes y podríamos pasar a hablar de temas algo más seguros para Shade, para Ruby y para mí misma.

— Lo siento, de verdad, no es el mejor tema de conversación. Y ahora contaré con la Antorcha Humana para salvarme si tengo problemas con gente con poderes. — Volví a guiñarle un ojo, intentando volver la conversación al inocente coqueteo con el que habíamos empezado la noche. — ¿Cómo lo hace la gente para ponerse en contacto con vosotros? ¿Luces en el cielo, una llamada telefónica...?

Brooks se soltó con relativa facilidad, llevábamos pocos minutos sentados y lo que me acababa de contar no era para decirle a cualquiera. Escuché apenado sus palabras, yo también perdí a alguien en su día, en un accidente de coche, es por ello que a mi hermana nunca le ha gustado que me dedique a conducir.

- Por supuesto, si tienes cualquier problema puedes contar conmigo. - Intenté reconfortarla. - No solo a la Antorcha humana, todo el equipo de los 4 Fantásticos estará allí para ayudarte.

El problema sería ponerse en contacto con nosotros.

- Te dejaré mi teléfono para que me puedas tener siempre a mano, para lo que necesites. - Normalmente solía ser el govierno quién se ponía en contacto con Richards y, a partir de ahí, nosotros movíamos pieza, eramos como el mejor y último recurso del estado... Aunque ahora no estabamos solos, muchos otros grupos de super héroes se habían creado para poder contar con su ayuda. Pero ninguno tenía a alguien tan carismático, elegante, atractivo y poderoso como Johnny Storm.

- Normalemente son llamadas telefónicas o visitas de importantes cargos que recibe Richards. - Expliqué en cómo nos localizan. - Aunque otras... - Quedé pensativo, buscando las palabras para explicarle cómo funcionaban las máquinas de Reed, pero yo y la ciéncia tampoco somos muy amigos y apenas tenía idea. - Verás, Richards dispone de un sistema informático que nos avisa cuando hay algo que va mal. - Finiquité con un gesto de mano. - Cuando hay algo en el sistema terrestre que no debería haber... Bueno, yo no soy el científico, así que tampoco he acabado nunca de entenderlo. - Acabé por confesar.

Busqué entre los bolsillos de mi abrigo para encontrar mi cartera y sacar una targeta.

- Aquí está mi número. - Le cedí la targeta dejándola encima de la mesa para después llevarme otro trago del martini a la boca. - Utilizala con cabeza. - Bromeé con un guiño de ojo.

Escuché sus explicaciones sobre como el Gobierno se ponía en contacto con ellos.

— Me alegro de que no entres en detalles científicos, probablemente no entendería la mitad — le sonreí con calma.

Luego buscó su cartera y me entregó su targeta. Supuse que la serie de dígitos, aunque me detuve mirándola fingiéndo leer lo que me figuraba debía ser su nombre.

— Gracias... — susurré agradecida, para luego guardarla en mí cartera, sonriendo. — Si quiero compañía para tomar otra copa, ¿uso el mismo número?

Tomé un par de sorbos de mí copa, planteándome cómo podía avanzar la noche. Sabía algún que otro juego para beber pero eso era, obviamente si la intención de Johnny era quedarnos ahí bebiendo. Al fin y al cabo, le iba a tocar conducir.

— ¿Que te apetece hacer esta noche? ¿Beber, bailar, jugar...?

No pude evitar soltar una suave risa tras su pregunta al coger la targeta. Esta chica me sorprendía con cada comentario, desprendía mucha curiosidad.

- Claro, para una copa, un café, una cena... Lo que quieras. - Tonteé frotándome el mentón y buscando su mirada. - Hay algo que me apetece... ¿Me acompañarás? - Me levanté de la silla sacando la cartera y soltando un billete encima de la mesa para dejar la ronda pagada. - Quiero ir a un lugar no muy lejos de aquí. - Me puso el abrigo esperando que confirmara y no tardó en hacerlo. Se levantó para acompañarme.

Era lógico que cuando la encontré con el coche había mentido en que no era de la ciudad, pero seguro que hacía rato que se había percatado de ello, parecía mucho más lista de lo que aparentaba. Me acerqué hacia la puerta de la calle y la abrí para cederle el paso. Salí tras suyo y empecé a caminar por la avenida junto a ella, igual que cuando habíamos llegado a la cocktelería. En pocos minutos estabamos dónde quería.

La cola para entrar en la discoteca era larga y tendríamos que esperar un buen rato. Busqué con la mirada hacia la misma entrada para ver a los poteros y chasqueé los dedos cuando vi quién había. Al pobre de mi amigo Allan le había tocado noche de trabajo, lo sentía por él... Pero era bueno para nosotros.

- ¡Allan! - Cogí a Brooks de la mano para estirarla conmigo hasta la entrada. - ¿Qué hay, tío? - Le saludé con un efusivo abrazo. Intercambié unas palabras con él contándole que todos estabamos bien y él hizo lo mismo para luego abrirnos la puerta y colarnos dentro del local.

Miré a mi alrededor el ambiente qué había, hacía meses que no venía a este local. Ponían música variada, servían variedad de copas y conocía a buena gente que lo frecuentaba, en mi opinión, un buen sitio dónde me había divertido cantidad de noches.

- Ahora te pregunto yo... - Me acerqué al oído de la muchacha para que pudiera escucharme bien. - ¿Quieres una copa o prefieres bailar?

Me dejé llevar. En parte porque una vez descartada mi primera intención, no tenía nada que hacer y por otra parte, la que se llevaba lo mejor parte de mí. Pura curiosidad.

No hice comentario alguno durante el trayecto. Era obvio que Johnny me había mentido, me había quedado claro de buen principio, pero soy la primera que nunca es del todo sincera, así que no tenía absolutamente nada que hecharle en cara. El local donde quería llevarme no estaba muy lejos de ahí y en pocos minutos nos plantamos en una larga cola para entrar a una concurrida discoteca.

Me estaba acomodando ya en la cola cuando Johnny tomó mi mano y me llevó hacia la entrada, saludando efusivamente al segurata. De seguro era un viejo conocido y supuse que Johnny debía visitar a menudo este local. Apunté mentalmente no intentar robar nunca por la zona, teniendo ahora plena conciencia de que un superhéroe rondaba la zona y una vez terminaron de saludarse y ponerse al día nos abrieron la puerta. Hasta entonces no me había dado cuenta de en qué punto Johnny me había soltado la mano pero tampoco me importó. Observe su espalda mientras entraba al local y me preparaba para quitarme la chaqueta cuando vi algo en la mirada del portero.

Sé lo que debía pensar de mí. Otra de tantas mujeres que el joven Storm se llevaba para pasar una noche divertida. Me había imaginado que podía ser así, típico hombre que se entretenía con una mujer y una vez había terminado de hacer lo que quería con ella nunca volvía a llamarla. Había pensado eso desde que le vi en su deportivo, parado ante el semáforo, saludando a una completa desconocida y por ese motivo le había elegido. Pero me había dado su número de teléfono y no parecía bromear al decirme que podía llamarle para vernos o tomar un café. Inconscientemente fijé mis ojos en los del segurata, desafiante y dedicándole una sonrisa que rebosaba confianza y la seguridad de quien no está indefensa, una pequeña parte de mí queriendo demostrar que no era como las demás.

Cuando volví mi mirada al interior del local, Johnny parecía buscar algo a su alrededor. Seguí su mirada evaluando a la gente que nos rodeaba cuando Johnny se acercó a hablarme al oído. Se me escapó un breve suspiro, sorprendida ante la inesperada proximidad, e intenté no ponerme nerviosa. Normalmente hubiera preferido beber a bailar con un desconocido, pero prefería no beber. No me sentaba bien el alcohol y me gustaba demasiado.
Y por encima de todo me conocía. Beber y desinhibirme traía consigo el riesgo de que todo me importara menos de lo que ya me importaba normalmente, y eso era peligroso. Tres veces peligroso, para Shade, para Ruby y para mí.

Me aparté de él lentamente, buscando su mirada, planteandome seriamente la pregunta, aunque en el fondo tenía clara la respuesta.

— Beber. — Me reí nerviosa, insegura de si eso era realmente lo que quería decir. Estaba convencida de que iba a optar por bailar, pero en el último momento la palabra me había salido si sola.

Me quité la chaqueta y la deje colgada en mi propio brazo mientras caminaba hacia la barra. Pasé al lado de una pareja y casi de manera inconsciente me llevé una cartera por el camino. Cuando me dí cuenta, me encontraba guardándola en el bolsillo de la chaqueta, y di gracias que el local tuviera tan alta la música para que nadie me escuchara insultarme a mí misma. Me giré de golpe, queriéndo volver la cartera a su dueño disimuladamente antes de que Johnny pudiera percatarse, y casi me choco con él al girarme bruscamente. Posé una mano en su pecho, en parte para no perder el equilibrio, en parte para evitar el contacto. ¿Cómo le iba a explicar que quería volver atrás sin que se diera cuenta?

— Creo que prefiero bailar.

Se lo solté sin pensar, y me reí, intentando disimular lo extraño de toda la situación. Le cogí de la mano e intenté arrastrarle a una zona más abierta para tener espacio, "chocándome" sin querer con el joven de la cartera mientras la dejaba caer al suelo. Me giré a disculparme, todo sonrisas, intentando simular estar bajo los efectos del alcohol más de lo que realmente estaba. Al terminar de disculparme, miré al suelo fingiéndo estar abochornada, apartandome el cabello tras la oreja y "encontrándome casualmente" la cartera del joven para devolversela. El joven me lo agradeció y proseguí el camino hasta la zona de baile, donde me quedé un instante en blanco.

— Vale, no te rías, pero no sé bailar. Así que Johnny, esta es tu última oportunidad de huir de mí antes de que mis increíbles habilidades artísticas nos dejen a ambos en ridículo. — Bromeé, a la par que empezaba a moverme al son de la música. No intentaba en absoluto provocarle, simplemente intentaba encajar en el papel de chica insegura, aunque no pude evitar dedicarle una par de sonrísas.

Seguí a la pelirroja camino hacia la barra pensando en qué podía pedir, yo también era alguien de beber, charlar y reír más que de bailar pero podía adaptarme perfectamente a lo que ella desease. Poco antes de llegar cambió de opinión, girándose bruscamente para topar conmigo. Cambió de opinión de manera radical, con gesto y paso nervioso. Me agarró de la mano para arrastrarme a la pista de baile.

- Claro, como prefieras. - Respondí tras ella. Chocó con un chico con el que intercambió alguna palabra, algo que yo no llegué a escuchar, pero tampoco me extrañé, simplemente se debió disculpar.

Al tenerla delante sonreí. Empezó a bailar moviendo el cuerpo de un lado a otro con suavidad, pero no acababa de verla segura. Así qué cogí una de sus manos para hacerla bailar dando una vuelta sobre si misma y acabar acercándola a mi para que me pudiera escuchar.

- Lo siento por tí, pero yo nunca huyo. - Le respondí al oído, aún sin apartarme. - Pero te veo algo nerviosa, ¿estás bien? Si estás incómoda nos podemos ir, no tenemos por qué quedarnos...

No quería tampoco que se sintiese incómoda. Sería una lástima irse después de que nos hayan podido colar y aunque no supiera el motivo, entendía que quizás no era su estilo o el ambiente le agoviaba, prefería marcharse a otro lugar o, a mi mal pesar, a su casa.

Me aparté unos centímetros de ella para poder mirarla a los ojos sin dejar ir su mano. Quería ver su reacción por no llegar a fiarme de sus palabras, que no dijera por compromiso que prefería quedarse cuando no era cierto.

Llevaba poco rato bailando cuando Johnny tomó mi mano haciéndome girar sobre mi misma y me acercó a él. Reí con naturalidad ante su gesto, disfrutando del momento y sentí el bello de mi nuca erizándose cuando me susurró al oído. Me había visto nerviosa y no pude evitar preguntarme si había sido durante mi instante de pánico al intentar devolver la cartera, o al intentar disimularlo bailando. Nos separamos lentamente y nos miramos fijamente a los ojos, a la distancia en que las películas parecen anunciar el preludio a un beso.

Normalmente habría tomado ventaja de esa situación, y casi no me dí cuenta de cómo mi cuerpo se inclinaba hacia adelante para cerrar el espacio entre nosotros. Pero es que normalmente estaría metida ahí con la mente y todos mis sentidos centrados únicamente en afanar tanto cómo pudiera antes de huir y no verle nunca más. Pero estar ahí en esa situación únicamente para pasarlo bien era una experiéncia nueva. Me aparté de él, lentamente, sin perder de vista sus ojos, esperando que no se hubiera ofendido ni por el gesto de haber hecho el ademán a besarle, ni por apartarme sin haber llegado a hacerlo.

— Estoy bien, de verdad, podemos quedarnos aquí — respondí con sinceridad, para luego mentir. — Es sólo que todavía me ando recuperando de la impresión de saber quién eres.

Intenté poner otro par de centímetros entre nosotros antes de volver a intentar bailar, esta vez dejándome llevar del todo, sin preocuparme tanto en lo que hacía o lo que parecía, aunque la noción de intentar ser yo misma y limitarme a disfrutar se me anojaba extraña y distante, miré esos ojos azules y sonreí. No íbamos a poder ser amigos, todas las mentiras que acostumbraba a tejer a mi alrededor siempre mantenían la distancia necesaria para que nadie se acercara a mí. Pero poder fingir que lo tenía... Sentir que tenía alguien, aunque al caer la noche volviera a quedarme sóla, era en cierto modo esperanzador.

Me mordí el labio aguantando por no besarla, estando tan cerca, esos ojos verdes mirándome fijamente y seduciéndome. ¿Estaba jugando conmigo? Eso me gustaba.

No acabé de creerme todas sus palabras pero la veía convencida, más tranquila y dispuesta a pasarlo bien. Seguí en la pista de baile moviéndome junto a ella sin quitarle mi mirada de la suya, buscando su mano para llevarla con alguno de mis movimientos, acercándola y alejándola de mí, dando vueltas, jugando en llevarla por la cintura y volviendo a apartarla. Durante varias canciones disfruté, hasta que empecé a estar sediento, volví a acercarme a su oído como minutos antes.

- ¿Vamos a la barra a pedir una copa? - Le propuse señalando el lugar con un gesto de cabeza. - Así nos tomamos un descanso. - Estiré a la pelirroja de la mano, tras afirmar con un gesto, abriéndome paso entre la multitud hasta llegar a la barra.

Pregunté que quería tomar y pedí lo mismo para los dos, no tardaron en servirlas y pagué. Miré a mi alrededor, buscando un lugar más íntimo para poder estar tranquilos y tuve la suerte de ver un grupo de chicos que se marchaban, aproveché para acercarme con ella y ocupar la zona.

- Aquí estaremos más tranquilos. - No sería la primera vez que me tomase una copa entre tanta multitud y recibir un codazo para acabar todo empapado. - ¿Te lo estás pasando bien? - Solté esperando recibir una respuesta afirmativa.

Me dejé llevar, intentando divertirme tanto como pudiera. En cierto punto Johnny se unió a mí, tomándome de los brazos, haciéndome girar, acercándome a su cuerpo para sostenerme por la cintura, y todo sin que ninguno de los dos perdiera de vista los ojos del otro. Antes de que pudiera verdaderamente plantearme lo que estaba sucediendo, Johnny propuso de ir a beber, y entonces me di cuenta de que yo también estaba sedienta.

— Me parece perfecto.

Johnny tomó mi mano y me llevó por el local, y con una mano ocupada, mantuve la otra dentro del bolsillo de mi tejano centrándome en no meterla en bolsillo ajeno. Cuando llegamos a la barra, me ofreció que eligiera yo la copa y si la noche iba fuerte, tenía muy claro qué bebida era la adecuada.

— Un Long Island Iced Tea, por favor.

Y de nuevo, Johnny pagó por mi copa, lo cual agradecí dedicándole una encantadora sonrisa y luego nos fuimos a una zona más amplia donde podíamos movernos con más calma y no había tanto riesgo de que alguien nos tirara nuestras copas. Entonces me preguntó si me lo estaba pasando bien y antes de pensar en lo que hacía ya le estaba sonriendo.

— Muchísimo. La verdad es que nunca había salido con nadie, normalmente me iba yo sóla a tomar algo y si tenía suerte alguien me acompañaba, aunque no siempre terminaban siendo las mejores compañías... — No, de hecho yo era la mala compañía, pero no iba a decirle eso.

Nos quedamos ahí un buen rato, charlando largo y tendido. Johnny me contó anécdotas de su vida como héroe y porque yo le provoqué a contarlas, anécdotas de alguna que otra conquista. Por mi parte le conté... Cosas. Algunas más ciertas que otras. Ya que había dado la imagen de ser algo más recatada y preocupada por mi propia integridad, fingí ser más tímida en ese tema, y le conté anécdotas que había escuchado por boca de Brooks. Ciertas, aunque no las había vivido yo en primera persona.
En algún punto de la noche nos habíamos acercado y para cuando quise darme cuenta, estabamos muy cerca, rozándonos suavemente cuando uno de los dos se inclinaba a decir algo. Al darme cuenta de lo cerca que estábamos, intenté apartarme un par de centímetros y me disculpé con una sonrisa.

— Perdón... Creo que me iría bien tomar algo de aire ahora, ni siquiera sé cuanto rato llevamos aquí...

La distancia entre los dos era mínima, su aroma me rodeaba y sus ojos verdes estaban clavados en mi mirada, estaba cómodo y parecía que ella también. Me gustaba. Pero al darse cuenta de la poca distancia que nos separaba se echó a un lado pareciendo algo incómoda.

Miré el reloj cuando propuso salir fuera a tomar el aire. El tiempo había volado, hacía casi dos horas que habíamos pedido la primera copa pero ya había suficiente.

- Claro. - Acepté salir al exterior, quizás movernos a otro lugar, o quizás prefería irse a casa. Así que me puse rumbo a la salida tras ella. Al salir me despedí rápidamente de Allan y me acerqué a Brooks para preguntarle que quería hacer. Lo mejor sería dirigirse hacia el coche y allí ya veríamos. Le pasé el brazo por los hombros con suavidad, esperando no incomodarla para caminar dirección al garaje.

El camino se hizo corto, apenas pudimos comentar gran cosa. Busqué con la mirada mi deportivo, pero no lo localicé, entre la oscuridad y los otros vehículos... Así que me fui acercando a la zona donde había aparcado pero tampoco estaba. Miré a Brooks, extañado, como si esperara a que me de una respuesta a mi obvia pregunta. No había bebido tanto como para no recordar dónde había aparcado mi coche, entonces, un escalofrío recorrió mi espalda, no podía ser que me lo hubiesen robado...

Miré en la zona donde debería estar aparcado para encontrar varios cristales por el suelo, no necesitaba saber más.

- ¡MENUDOS HIJOS DE P***! - Así que estallé. - ¡Algún cabrón se ha llevado mi maldito coche! - Exclamé cabreado. Saqué el teléfono móvil para llamar de inmediato a la policía, pero recordé que no estaba solo. Miré a Brooks, pensativo.

- Perdón. - Me disculpé por mi reacción. - Creo que me acaban de joder la fiesta... - Añadí. No era plan de dejarla allí plantada. Sabía qué tenía que hacer, denunciaría a la policía y hablaría con Richards, él podría rastrear mi vehículo de alguna manera. - ¿Vives muy lejos? Si quieres te puedo acompañar... O pillamos un taxi. - Le había prometido que la acompañaría.

Johnny aceptó mi propuesta de salir a la calle, y una vez fuera pasó su brazo alrededor de mis hombros. Normalmente mi primera opción hubiera sido rechazarlo y apartarme de él, pero la noche había ido bien, él estaba siendo de lo más agradable y no tuve que forzarme para pasar mi brazo alrededor de su cintura y acercarme más a él.

Caminamos unos pocos minutos, charlando de cosas insustanciales de camino al coche, y entretuve en mi mente el pensamiento de pasar la noche con él durante unos minutos. Sin embargo... Ya deberíamos haber llegado al coche. Empecé a mirar alrededor, buscando el precioso deportivo con la mirada, pero al igual que Johnny no lograba encontrarlo. Sentí cómo su cuerpo se tensaba y nos separamos lentamente cuando vimos los cristales en el suelo. Me llevé ambas manos a los labios, sorprendida, molesta, y enfadada. ¡Habían roto una ventana al robarlo! Malditos inéptos, yo me hubiera llevado el coche sin desperdiciar el cristal.

Johnny gritó a mi lado, y me quedé en silencio, la mirada fija en los pedazos de cristal que reposaban a nuestros pies. Negué con la cabeza.

— No, no vivo por aquí. Y si me acompañaras a mi casa sería para que yo te lleve a la tuya en coche. — Me giré a mirarle, frunciendo el ceño. — ¿Qué quieres hacer tú? Ahora no es el momento para ser caballeroso, deberías preocuparte un poco más por tí. — Y yo por mí. Nunca sabré de dónde saco este carácter de buena persona. — Tal vez no hace mucho que se lo hayan llevado, igual podrías... No sé, ¿echarte a volar y encontrarlo?

Se me ocurrieron al menos dos talleres en las cercanías donde se vendían vehículos robados, pero no me pareció prudente mencionarlo. Me mordí el labio, volviendo mi atención a los cristales rotos del suelo, pensándo en qué podíamos hacer para intentar recuperar su coche. Negué con la cabeza e insté a Johnny a que caminaramos.

— Desde luego quietos no vamos a solucionar nada. Y me niego a que algún gilipollas nos joda la noche, para un buen recuerdo que podría tener...

Me froté la cabeza con la mano quedando todo despeinado, pensativo. Brooks tenía razón, no solucionabamos nada quedándonos allí plantados. Por un momento pensé en echar a volar, como propuso ella, y dar un rodeo rápido a la zona, teniendo en cuenta que el lugar estaba vacío y no había aparcado ningún otro vehículo... Tuve la esperanza que no andaran lejos. Así que, sin ganas de vocear mi grito de guerra, me desvestí el traje que llevaba para dejar ver mi traje azul de superhéroe, me envolví en llamas y enlairé varios metros arriba para tener una panorámica de las calles cercanas. Volteé durante unos segundos por la zona en busca de mi deportivo rojo pero fue un fracaso, seguro que se habían largado ya del lugar.

Volví junto a la pelirroja.

- No he visto nada, debe hacer un buen rato que se han ido. - Comenté al tiempo que volvía a vestirme. - Llamaré a Richards, seguro que él puede rastrearlo. - Comenté más tranquilo mientras sacaba el teléfono móvil de uno de mis bolsillos.

La llamada dio tono pero nadie respondía. Por la hora que era debía estar durmiendo, otra idea que tuve fue llamar a Susan, pero seguro que si la despertaba a estas horas por lo ocurrido... ¡Me quedaba sin coche y sin pelotas! Mañana será otro día...

- Nada. - Comenté referente a la llamada que estaba haciendo. - Mañana buscaré... De momento iré a denunciar a la policía, quizás lo encuentren esta misma noche. - Expliqué a mi compañera. - Pero no quiero hacerte perder más el tiempo, si quieres otro día podemos volver a salir. - Le propuse con una sonrisa buscando su mirada.

Por un instante se me cortó la respiración al ver cómo Storm se desnudaba ante mí. Aparté la mirada, sintiéndo el rubor que subía por mis mejillas hasta que me di cuenta que bajo su ropa había un... Un... Traje. Me recordó los monos de los buceadores y aunque quisiera poder decir que no me impresionó... Mentiría.

Fui afortunada pues Johnny, pendiente de su coche no se dió cuenta de mi turbación. Cuando se prendió en llamas y alzó el vuelo me quedé unos instantes observándole. El movimiento del fuego siempre me ha parecido hipnotizante y para que mentir, que un hombre se prenda al completo a voluntad, era impresionante.

Recogí su ropa del suelo, sacudí el polvo y alisé las arrugas, esperando y confiando en que volvería. Y así lo hizo. Vi las lenguas de fuego extinguirse para dar paso a la piel del rubio y le tendí su ropa.

Se vistió, llamó y se frustró al no ser capaz de localizar su deportivo, y entonces me ofreció acompañarme a casa.
Me sentí tentada a rechazar su oferta, irme sóla a casa, pasar el resto de la noche por mi cuenta. Suspiré.

— De eso nada. — Tomé la mano de Johnny y esta vez fui yo quien le arrastré tras de mí — La noche es joven, y vamos a encontrar tu coche.

Pensemos con lógica. Si el ladrón quería quedarse el deportivo lo primero era arreglar la ventana, cambiar la matrícula, darle una mano de pintura... Por lo que tendría que buscar un taller donde trabajaran sin hacer preguntas. Yo personalmente hubiera ido al mas cercano para no arriesgar que un agente reconociera el coche de la antorcha. Eso encendió alguna bombilla.

— Deberías llamar a la policía. Yo no reconocí quién eras, pero puede que otras personas sí y hayan denunciado el robo. Al fin y al cabo, dudo que dejes tu coche a otras personas, ¿verdad? Lo segundo será mirar talleres. No deberían estar abiertos a estas horas y si lo estan... O atienden emergencias o atienden a dueños... Dudables

Esperaba no dar más información de la que debía y miré a Johnny, esta vez sin intentar parecer inocente, era inteligente aunque fuera analfabeta y realmente... ¿Quería ayudarle? Me pregunté si salía de mí o de Ruby, y descarté la idea. Tampoco importaba demasiado en ese momento. Finalmente dejé la mano de Johnny e intenté pasar mi brazo por su cintura, como habíamos estado momentos antes, sonriéndole con dulzura.

— Vamos a recuperar a tu niño. Y si no lo consigo... Al menos intentaré hacerte la noche menos amarga.

En parte me gustaba saber que contaba con su compañía, era cierto que entendía que, con todo lo sucedido, quisiese volver para casa y yo estaría dispuesto a acompañarla como le había prometido. Pero hacer escuchado que se negaba a volver y que se quedaba conmigo me alegraba. Pasé mi brazo por su hombro cuando ella hizo lo mismo con mi cintura para empezar a caminar, no sabía donde dirigirme, la verdad que no conocía ningún taller por la zona, clandestino o no, aunque... Quizás aquel tipo, el que organizaba las carreras...

Primero de todo saqué el teléfono para llamar a la policía, fue fácil avisar del robo y poner la denuncia con solo decir el número de matrícula y una breve descripción del vehículo, con un poco de suerte esa misma noche podrían encontrarlo.

- Bien, la policía está avisada. ¿Qué se te ocurre hacer? - Pregunté a mi compañera, no sabía si tendría ella alguna idea pero había demostrar ser una chica lista, aunque dudaba que supiese de algún taller o algo como ella había descrito minutos antes.

- Por cierto... - Paré de caminar de golpe, miré a la chica pensativo, sin llegar a soltarla. - Me dijiste que te llamabas Brooks, ¿pero tu nombre de pila? Así... Podré dirigirme a ti de una manera más cercana... - Acabé preguntando con un tono de picardía.

— Ruby.

Respondí sin pensar. Cuando me di cuenta de que lo había dicho, traté de mantenerme inexpresiva. Bueno, tampoco era una mentira. Soy Ruby y Garnet, y Shade. Son nombres que nos dimos, es decir que nos dí a mi misma. Intenté no darle más vueltas. Uso nombres falsos a menudo, y Ruby es... Más cercano, así que dudaba no reaccionar a él.

La policía estaba avisada. Cavilé unos segundos sobre qué podia ser lo mejor en ese instante. Caminar muy directa hacia los talleres podía ser un riesgo para desvelar mi identidad, pero Garnet y Shade eran distintas. Donde Shade buscaría el coche para ella, ahora mismo, me interesaba más devolverselo. Amén de que plantarme en uno de los sitios donde yo misma vendía artículos robados era peligroso, aunque normalmente las transacciones fueran, como siempre, mientras yo iba disfrazada y contaba y deseaba que no me reconocieran.

La otra opción era intentar dirigirle hacia los talleres, y encontrarlos "por casualidad", pero dudaba poder atribuirlo a mi instinto femenino. Johnny seguía esperando una respuesta así que me llevé una mano a la barbilla, pensativa.

— Bueno... La verdad es que así a bote pronto no se me ocurre demasiado. Así que podríamos ir a mi casa, coger mi coche y dar una vuelta por la ciudad a ver qué encontramos. Podríamos parar en los talleres que vieramos abiertos y preguntar, aunque sea algo descarado. Estoy segura que cualquier lugar de estos que sepan que tienen el coche de la Antorcha Humana estarán encantados de quitárselo de encima e incluso podríamos rastrear a quien lo robó.

Lo cual me llevaba a otra de mis mentiras. Le dije a Johnny que no vivía por la zona y vivía relativamente cerca... Podía simplemente excusarme. O podía compensarle. Busqué en mis bolsillos hasta que encontré las llaves del coche, que estaban junto a las llaves de mi ático y se lo mostré.

— Bien, Johnny — le dije con aire solemne y una sonrisa de disculpa. — Confieso que te he mentido en algo. Puede que de hecho sí viva por la zona pero dijera que no para retenerte un rato a mi lado — o porque me negaba a que vieras dónde vivo - pensé. Le entregué las llaves — Así que a cambio y para redimirme te dejaré que conduzcas tú. No es tu deportivo, es un coche algo más pequeño, pero tampoco te haré ir en un 600.

Cuando llegamos a mi ático pasé de largo sin mencionar que era ahí dónde vivía, y seguí caminando hasta pararme en la puerta del garaje. Abrí y encendí las luces mostrando un garaje lo suficientemente grande para acoger tres coches, aunque un tercio del espacio estaba ocupado por cajas y trastos. Había una tela blanca cubriendo un pequeño coche y me acerqué a retirar las lonas, dejando ver el reluciente capó del coche.

— Te aviso, es un coche muy ligero. — comenté con ternura, acariciando el capó de mi Elise.

Lotus Elise:

Había demostrado ser astuta con las mentrias, no sabía hasta que punto me engañaba con otras cosas pero confiaba en ella, al menos es lo que decidí. Caminamos el uno junto al otro hasta llegar a su garaje, un lugar espacioso para almacenar más de un coche. Se separó de mi para apartar una tela y dejar a la vista una pequeña joya. Mis ojos se abrieron como platos al ver su vehículo, y más aún cuando me ofreció las llaves para que yo lo condujera. Ahora si que la pelirroja me había sorprendido, estaba sin palabras.

- Oh.. - Fue lo único que salió de mi boca cuando me acercó las llaves. Monté en el asiento del piloto y acaricié el volante, eché un ojo a los mandos. - ¿De verdad quieres que conduzca yo? - No sabia si también era una aficionada a los coches o, simplemente, cuando se compró un coche decidió que este le gustaba. - Pocas veces dejo yo el mío... Pero prometo tratarlo bien. - Sonreí a la chica.

Por un momento había olvidado el por qué estabamos ahí pero volvió a mi mente, quizás dar una vuelta por las cercanías podía ser buena opción para pensar. Volví mi atención a la joven.

- Si encontramos el mío, te dejaré conducirlo también. - Le propuse, contento.

Observé a Johnny enamorándose de mi coche y me reí.

— ¿Queréis que os deje a solas?

Mientras el chico antorcha acariciaba el volante y se familiarizaba con el coche, me di un paseo por el garaje, buscando entre las cajas. Saqué un pequeño neceser lleno de pinturas. Y jugueteé con él entre mis manos haciendo balanza entre lo que quería mostrarle a Johnny y lo que me convenía hacer por mi misma y es que no quería plantarme en según qué sitios mostrándome tal y como era. Este juego de no dejar que nadie supiera quien soy terminaba a veces por ser más una obsesión que algo necesario, y al final dejé el neceser donde estaba, con un suspiro y rogando interiormente por que nada de eso terminara repercutiendo en mi vida diaria.

Cuando volví al coche y me senté a su lado, me comentó que él nunca había dejado el suyo, y sonreí, haciendo un esfuerzo por no suspirar. Me preocupaba no haber pensado realmente en lo que estabamos haciendo. Siempre podía guiarle por donde no tocaba y evitar cruzarnos con los talleres. Miré el perfil de su rostro, mientras me planteaba si engañarle, otra vez. Me estaba involucrando demasiado con el joven Storm... Entonces me ofreció conducir su deportivo. Desvié la mirada, mirando de nuevo por mi ventana mientras Johnny encendía el motor que ronroneaba suavemente bajo el capó.

— Créeme, no quieres ver tu coche en mis manos. — Bromeé sin darme cuenta de lo irónico de mi frase.

Johnny lo sacó del garaje y salí del coche para ir a cerrar la puerta y al saltar para agarrar la persiana metálica, fui más consciente que nunca del hecho de que llevaba unas preciosas botas de tacón.  Miré mi calzado y volví un instante al garaje, buscando si había algo distinto que ponerme entre los trastos, hasta que encontré unas zapatillas. Me quité las botas, dejándolas tiradas de cualquier modo, cerré las luces y tras cerrar la puerta, volví al coche todavía descalza.

— Si vamos a tener que meternos en algún lio o vamos a tener que salir huyendo, que sea en esto. — Comenté alegremente mientras me calzaba las zapatillas. Luego me puse el cinturón.

Desde luego que él sabía conducir perfectamente, y el camino fue tan agradable como lo había sido en su auto rojo. Esperé que estuviera suficientemente distraído con el coche como para no darse cuenta del silencio en que me había sumido y mientras tanto seguía pensando en qué debía hacer. Cuanto más le ayudara, más riesgos para mí de caerle bien a Johnny, pero dudaba que si ese fuera el caso la Antorcha fuera a ignorar mis robos, pues no conocía de super héroe alguno que ignorara un villano porque "habían tenido una divertida noche de copas".

Aunque una parte de mí estuviera disfrutando de jugar a ser la chica buena, sabía que ese no era un mundo para mí. Si había un lugar al que pertenece, era la red de mentiras con la que había tejido mi propio hogar. Soy Ruby. Soy Garnet. Soy Shade... ¿Qué hago ayudando al héroe? Soy una ladrona. Casi una mercenaria, cuando robo por encargos y me pagan por ello. Quería ayudar a Johnny, pero no quería arriesgar quien soy.
Una luz particular en la calle me devolvió al mundo donde nos encontrábamos.


— Taller — mencioné, dejando el índice reposar sobre el cristal en dirección a un local, parecido a un concesionario que seguía abierto a esas horas de la noche. Noté que mi voz había temblado levemente. Suspiré. — Mi primera acción heróica. Protégeme, ¿eh Johnny? — Bromeé, sin tener que forzar el nerviosismo en mi voz. Aunque en el fondo fuera por una cosa distinta.

Tomé una decisión. Iba a recuperar el coche de Johnny. Le ayudaría, y una vez él tuviera su deportivo, yo me iría a mi casa y él a la suya. Sin dirección, sin número de teléfono, y mantendría un perfil bajo. Lo que hiciera falta con tal de que cada uno siguiera su camino, con un poco de suerte sin que volvieran a cruzarse. Pues era el único modo que se me ocurría para ayudarle sin poner en riesgo mi propio modo de vida.

Conduje el coche para sacarlo del garaje y esperé fuera observando a Ruby, viendo como se cambiaba el calzado y su paso decidido e hipnotizador hacia volver al vehículo. Volví a mirar esos ojos verdes antes de ponerme en camino.

Conduje por los alrededores atento a la carretera, pero observando entre las calles, alguna pista que pudiese ver, algo que me diese una idea de donde buscar. Mantuve el silencio, concentrado en lo que hacíamos, no sabía si estaba más enfadado por que me hayan robado el deportivo o por fastidiarme una buena noche. La primera pista llegó a los ojos de mi compañera, cuando empecé a moverme por calles más estrechas y oscuras, que me señaló una dirección, miré para confirmar lo que era y, efectivamente, podíamos acercarnos a preguntar.

Aparqué justo delante del local.

- Tranquila, la Antorcha no permitirá que te ocurra nada, pero quizás sea mejor que te quedes en el coche. - Podía ser peligroso, si me hacían enfadar... Esperaba no acabar metido en una pelea. Sonreí a la pelirroja, si estaba aquí conmigo, sabía que ahora no se conformaría con quedarse...

Entré tranquilamente en el lugar con un "buenas noches" para dirigirme a los dos tipos que estaban allí. Sus miradas fueron amenazantes.

-Eh, colega, está cerrado. - Espetaron con cara de pocos amigos.

- Verás... - Levanté las manos para no mostrar agresividad. - Tengo un pequeño problema... - Aquellos dos seguían con la misma mirada amenazante. - He perdido mi coche apostando en una carrera y un amigo me ha dicho que aquí podía conseguir otro aquí.

- Pues tu amigo se equivoca, ahora lárgate. - Uno de ellos agarró una llave inglesa, pero no me asustaba. Debía convencerles.

- Veréis... - Improvisé lo que pude. - Mi novia está fuera, muy enfadada, y como no consiga un vehículo ahora probablemente pierda su coche también. - Demasiado rebuscado pero podía funcionar. - Además, tengo dinero. - Puse la mano en el bolsillo con calma para no alterarlos y acabar sacando la cartera.

Johnny me sonrió y le ví alejarse. Suspiré otra vez. Le vi alejarse mientras pinzaba el puente de mi nariz entre el índice y el pulgar. Me había propuesto ayudarle y no iba a dejarle tirado ahora.
Comprobé que mi pequeño Elise estuviera bien aparacado, retiré las llaves del contacto y bajé del vehículo, cerrándolo tras de mí. El coche contaba con alarma antirobos y estabamos al lado así que confié en que no correría la misma suerte que el deportivo de Johnny.

Me asomé con sigilo a la puerta del taller y vi a los dos tipos "hablando" con Johnny, y parecía que se habían puesto rápidamente a la defensiva. Di un pequeño paso atrás antes de salir corriendo en dirección a la casa contigua al taller, cuyas luces estaban apagadas. Miré un instante el reloj, contando el tiempo, y confiando con que no hubiera nadie en la casa, salté contra el muro atravesándolo y quedándome suspendida en medio del comedor vacío de una casa. Miré a mi alrededor asegurándome de que estaba totalmente sola y seguí flotando hasta el otro extremo del comedor, para luego llegar a una cocina. Ahí cambié de dirección hacia mi derecha para cruzar otra pared y llegar así a la parte posterior del taller. Una vez dentro me planteé desactivar mi poder, pero estaba a oscuras y no tenía muy claro si había alguien por ahí, así que me acerqué al suelo e intentando no alzar la cabeza, caminé entre los coches, hasta que reconocí el de Johnny.

— Bingo — susurré, a la par que desactivaba mi poder y reposaba la palma de mi mano en el capó. — Te encontré, precioso.

Ahora sólo me faltaba avisar a Johnny. Miré el reloj y conté los minutos que había mantenido activo mi poder. No podía volver por donde había venido ni activar mi poder nuevamente, así que tenía que buscar otro modo, y se me ocurrió una manera mil veces más divertida que caminar hacia la parte delantera. Aun a gatas me coloqué ante la puerta del conductor donde comprobé el destrozo del cristal con desaprobación. Intenté abrir la puerta y para mi sorpresa lo logré. Debían prepararse para repararlo.

Me senté en el asiento del conductor, acariciando los asientos y el volante, repitiendo el gesto que Johnny había tenido con mi Elise, y comprobé el cutre-puente que le habían hecho al pobre para llevárselo del párking. Chasqueé la lengua, molesta por el pobre trabajo que habían efectuado al robarlo, y puse el coche en marcha, haciendo rugir el motor con toda la mala hostia.

— Reconoce a tu hijo, Johnny. ¡Está vivo! — Bromeé conmigo misma, al darle más gas y finalmente hacer sonar la bocina.

Entonces lo apagué y comprobé como se encendían las luces del taller dónde me encontraba, y miré a mi alrededor sorprendida. ¿Había un tercero en el local? Seguí buscando, a la espera de encontrar al hombre que faltaba.

No hubo manera de convencer a ninguno de los dos paletos. En cuanto saqué la cartera uno de ellos, el que tenía la herramienta en la mano, pareció interesarse pero no fué así, se acercó hacia a mí levantando la mano para señalarme la puerta por donde acababa de entrar mientras con la otra levantaba la llave inglesa con intenciones amenazantes. No hacía falta que dijera nada, sabía que quiería que me esfumara de ahí... Lo haría, pero aún no.

- Está bien, voy al grano. - Ahora era yo el que empezaba con las amenazas. - Me han robado el coche y sé que vuestra fama no es buena. - Mentí en lo último, no tenía ni idea. - Así que o hablais o llama a la policía para que vengan a hacer una inspección. - No quería revelar quién era, aunque estaba seguro que eso les intimidaría más y ppodría hacerles hablar rápidamente... Pero he de admitirlo, era un poco cabrón y no me importaba llegar a los puños.

- Mira, niñito de papá... - Empezó uno pero no tuvo tiempo de serguir.

De otro garaje más al interior empezó a sonar un pitido de coche que reconocí rápidamente, era el pequeño Johnny. Entorné los ojos pero admitiendo una sonrisa de alegría, más les valía que no lo hubiesen dejado muy destrozado. Giré para mirar hacia la puerta de salida dónde, supuestamente, debía estar Ruby, pero no la avisté y una idea alocada me vino en mente: ¿Había sido ella la del claxon? No podía ser... Volví a encarar a aquellos dos hombres para ver como uno iba corriendo hacia el interior y el otro cargaba contra mí intentando golpearme con la llave inglesa, por poco me pilló desprevenido, pero tuve tiempo a dar un paso hacia atrás y esquivar su golpe. Antes de que pudiese atacarme por segunda vez me abalancé a por él agarrando su cuello con mi mano izquierda y, con la derecha, agarrando la llave que estaba utilizando como arma. Mi mano derecha se prendió en llamas calentando el hierro en pocos segundos y obligando a que el buen señor soltara su arma. Lo siguiente fué mi puño impactando varias veces en su rostro para luego soltarle y que se quedara tendido en el suelo y desorientado.

Corrí tan rápido como pude hacia la puerta por dónde había ido el otro, no me importaba que escapase, pero quería recuperar mi coche ahora mismo.

Le dediqué una sonrisa de disculpa al hombre que se acercaba, pero vi que sus intenciones no eran únicamente lograr que me disculpara, así que me alejé del coche de Johnny para evitarle otro golpe. El problema es que había ahí muchos coches.

El hombre se avalanzó sobre mí y tuve que agacharme para evitar que me diera un puñetazo que golpeó la ventana del coche negro que había tras de mí, resquebrajándola aunque no llegara a romperla.

— Venga, ¿no podemos hablarlo? — Le insté, alzando ambas manos en señal de indefensión. El hombre volvió a cargar contra mí. — Supongo que no...

Esperé a que lanzara el golpe y me incliné a un lado para evitarlo, pasando mi brazo por encima del suyo y apretando para ejercer presión sobre el codo, aunque no la suficiente como para partirle la articulación. No soy tan bruta. Cuando el hombre se acercó a mí para aliviar el dolor de su brazo, aproveché para recibirle con un codazo en la nariz, y entonces sí le solté y vi como se tambaleaba de espaldas. Intenté buscar un espacio más abierto en lugar de pelear entre dos coches y entonces vi como un segundo hombre entraba en escena. Suspiré y me arremangé la chaqueta y haciendo rodar los hombros.

El hombre se colocó para lanzar un puñetazo y me aparté para que golpeara al aire. Heché un rápido vistazo al hombre que estaba entre los coches, tapándose la nariz. Ése es quien normalmente me atendía las pocas veces que me había acercado al negocio, así que más o menos le tenía visto y conocía su complexión. Este no, y no iba a arriesgarme a aguantar un golpe suyo sin saber seguro si iba a ser capaz de ello, así que seguí apartándome de sus golpes tanteando la situación, hasta que vi un momento para atacar, cuando el hombre alzaba el brazo para pegarme y le di una patada en la boca del estómago que le hizo retroceder medio paso.
El tío era fornido y supuse que demasiado fuerte para mí, así que tenía que cambiar de táctica.
Volvió a intentar golpearme, me agaché e intenté girar a su alrededor, buscando un nuevo ángulo donde golpearle, cuando escuché ruido tras de mí. El primer hombre había tomado una pequeña herramienta cuyo nombre no conozco e intentaba atacarme por la espalda, me lancé a un lado, lo cual significaba tirarme contra los coches y de un salto me subí al capó. El hombre de la herramienta vino a golpearme y salté, el arma impactó en el coche negro dejando una tremenda abolladura y me tomé la libertad de llevarme las manos a los labios riéndome.

— Uy que mala pata ¡Lo siento!

Y antes de que pudiera atacarme de nuevo, pisé su mano y utilicé el otro pié para propinarle una patada en la sien. Uno menos, quedaba sólamente uno. Se lanzó contra el coche y una vez más me eché a un lado, bajando del capó y alejándome de él, cuando vi una cabellera rubia no muy lejos de mí. Le reconocí al instante, y sentí que se me drenaba toda la sangre de la cara.
Me acerqué a él, pensando una excusa mientras alzaba mis dos índices, preparándome para soltarle una trola, cuando vi movimiento detrás de él. Sin mediar palabra le cogí de los hombros y le aparté de la trayectoria de otra llave inglesa que habían lanzado a su espalda.

Y ahí me quedé, mi espalda plana contra uno de los coches, apretando a Johnny Storm contra mi cuerpo, en silencio y sin saber qué coño había visto y qué iba a explicarle, mientras dos hombres intentaban abrirnos la crisma con herramientas de un taller.

La escena que vieron mis ojos al cruzar la puerta fue alucinante. Brooks esquivó cada uno de los golpes que le lanzaban burlándose de ellos, su técnica era buena y sus golpes también. Dejó KO a uno de ellos con facilidad y un segundo se lanzó a por ella, me quedé atónito mirando sus movimientos, quizás debía lanzarme a ayudarla, pero estaba en blanco, esperando quedar más sorprendido si llegaba a acabar con el segundo. Pero no fue así, la pelirroja pasó de él para acercarse a mí con palabras en la lengua que no llegaban a salir.

Cuando me tuvo cerca, me cogió de los hombros para empujarme junto a ella y la llave que antes había calentado voló cerca de mi cabeza llegando a peinarme. Miré a la chica que me tenía aún agarrado, cuerpo con cuerpo y a pocos centímetros de su rostro, para acabar calentando mi cuerpo pero no precisamente por mis poderes. Sonreí divertido.

- ¿Tan rápido quieres que te compense por tu ayuda? - Bromeé para acabar levantando los brazos, cada uno en la dirección de dónde venían los dos ladrones. - ¡Quietos! - Exclamé con cara de enfado prendiendo mis dos manos en fuego. - No me gustaría quemar nada.

En ese momento se dieron cuenta que era uno de esos personajes con poderes que se hacían llamar super héroes. Se pararon en seco pero sin perder una posición defensiva. Aunque no me gustó hacerlo, acabé apartándome de mi compañera sin parar de amenazar a los otros dos. Observé su mirada de odio hacia a mí durante unos segundos, hasta apagar mis llamas.

- Voy a llevarme mi coche de aquí ahora mismo y nos iremos, teneis tiempo para huir lo que la policía tarde en llegar. - No podía retenerles demasiado y unos ladronzuelos como ellos no podrían huir muy lejos, seguro que tenían el taller con información suficiente para detenerlos rápidamente.

Abrí la puerta del copiloto para invitar a Ruby a entrar y mientras lo hacía abrí la puerta grande para poder sacar el coche de ahí. Los otros dos obedecieron cual cachorritos y se quedaron quietos, sin molestar. Conduje para llegar otra vez al coche de ella sin mencionar palabra pero contento de haber recuperado mi deportivo.

Sabía que ella tenía algo especial, algo me ocultaba y sospechaba por las pequeñas mentiras que me había dicho durante toda la noche y que poco a poco fue confesando, pero yo no estaba libre de pecado así que entendí que quisiese ocultar cosas, hacía pocas horas que me conocía y, a pesar de todo lo que estaba pasando en esa larga noche, era normal que no llegase a confiar en mí. Así que, simplemente, no pregunté.

- Bien, inspectora Brooks. - Bromeé. - ¿Cuál es el pago de sus servicios qué, tan satisfactoriamente, a cumplido? - Estaba contento, no solo por recuperar mi vehículo, sino por las sorpresas que aquella chica me había dado.

Conseguí apartarle a tiempo y suspiré aliviada, dejando caer la cabeza hacia adelante, apoyándola en su pecho. Entonces me di cuenta de que su cuerpo ardía, casi literalmente y también de lo cerca que estábamos. Alcé la mirada para ver su rostro a escasos centímetros del mío mientras podía sentir su cuerpo en cada centímetro de mi piel y se me cortó la respiración.

- ¿Tan rápido quieres que te compense por tu ayuda?

Se me escapó la risa nerviosa y negué con la cabeza, y entonces Johnny exclamó con voz autoritaria que nadie se moviera y casi instintivamente me tensé quedándome inmóvil como una estatua. Alcé la cabeza, observando los dos matones del taller y sus reacciones ante las palabras de Johnny. Vi sus rostros y casi sentí pena por ellos al darme cuenta de que sentían lo mismo que yo horas antes. Johnny, su coche, su poder. Acababan de reconocer ante ellos a la Antorcha Humana y se les había pasado todas las ganas de 'robarle'. Podríamos haber empezado gritando su nombre y hubieramos terminado antes...

Johnny me abrió la puerta del copiloto y me escabullí, como una niña pequeña a la que habían pillado haciendo una travesura. No se me ocurría que podía contarle y ya no sabía si podía seguir mintiéndo o si valía la pena. Tras abrir la puerta del taller, volvió al coche y condució en silencio, hasta que finalmente detuvo el deportivo junto a mi Elise. Me quedé en silencio sin bajar del coche y esperando a que él me echara la bronca o me dijera algo... Pero no lo hizo. En su lugar, bromeó.

¿Qué se suponía que podía hacer en estos casos?

Ladeé la cabeza, encarando al fin sus ojos azules, intentando entender su reacción o los motivos que podían llevarle a no sumar dos más dos y pensar que yo también era algún tipo de ladrón. Así deben ser los héroes, bondadosos hasta el final.

— Peor no he podido hacerlo, ¿verdad?

Yo ya había tomado mi decisión. No iba a volver a verle. Así que... ¿Qué mal iba a hacerme contar parte de la verdad? Tal vez así lo entendería y tal vez así Johnny aceptaría no volver a vernos. Busqué mi cartera entre mis bolsillos y se la ofrecí, para que pudiera comprobar su contenido. Había billetes y monedas, pero no había ninguna identificiación de ningún tipo, ni siquiera el carnet de conducir. Había una única y solitaria targeta, la que él mismo me había entregado horas antes y que fue la única cosa que retiré de la misma antes de dársela.
Aun así me quedé en silencio. No sabía por donde empezar, no sabía qué decir. ¿Disculparme?

— Brooks fue sólo la mujer que me acogió cuando vine aquí intentando sobrevivir. No cuento en ningún registro civil, ni familiar, ni siquiera en hospitales ni orfanatos. Así que Ruby es tan buen nombre como cualquier otro aunque ni siquiera sé si tengo un nombre de verdad. No tengo recuerdos de mi infancia y hasta donde sé siempre viví en la calle hasta que Brooks se cuidó de mí. Así que me vi obligada a aprender a defenderme sola. De verdad que no quería mentirte pero... Es el único modo que tengo de sobrevivir.

Me encogí de hombros, pues no pensaba que tuviera que añadir nada más. Había contado más de lo necesario y jugar la carta de chica que habia tenido que jugársela para sobrevivir, esperaba que me diera el margen suficiente para que Johnny pasara por alto mis jugarretas. No mencioné a Ruby. Hay partes de mi vida que únicamente me pertenecen a mí, y no estaba dispuesta a compartirlas. No ahora. No a él. Suspiré y abrí la puerta del coopiloto, desmontando de su coche y dándo la vuelta hasta su ventana, que obviamente seguía rota. Me quedé un instante ahí, de pie, sin saber qué más decir, o si es que hacía falta decir algo más. Al final sonreí con descaro, inclinándome para tener mis ojos a la altura de los suyos.

— Ha sido divertido poder jugar a ser una chica normal y corriente por una noche. Te lo agradezco Storm, de verdad. — Me retiré un par de pasos saludándole con la mano. — Creo que no me moriré por añadir una incógnita más a mi vida planteándome si nos saldría bien otra noche como esta. Repárate el cristal y el puente. — Señalé mi cartera, antes de girar sobre mis talones e ir a mi coche.

Una vez dentro ajusté el asiento para tenerlo a mi gusto y miré una última vez por el retrovisor, buscando aquellos ojos azules y sonríendo con tristeza. Así tenía que ser y era lo mejor para ambos. Arranqué el suave motor de mi Elise y me dirigí a mi casa, sacando el brazo por la ventana en un último gesto de despedida.