Meet me, i'll be happy (Garnet Brooks)

OCC:

9 de Mayo; 2018

Una noche. Era lo único que Bucky pidió, siempre estaba ocupado con todo el tema de encargarse de asuntos privados de SHIELD. Únicamente quiso una noche para poder tomarse el día libre, quería apartarse del Soldado de Invierno, quería ser Bucky Barnes por un día. Tenía muchas cosas que probar, hay cosas de esta época que Bucky no había experimentado y él sabía que las fiestas no son para nada como lo eran en su época. Poca gente lo sabía y bueno, aunque apenas se pasaba por allí, Bucky tenía un pequeño piso franco el cual se mantenía gracias a ingresos de SHIELD. Algo sencillo, no necesitaba gran cosa. Llevaba una camisa blanca lisa y por encima de esta, una chaqueta de cuero marrón, junto a unos jeans desgastados que acompañaba con un calzado informal. No iba demasiado arreglado, pero no lo necesitaba, le daba igual lo que opinasen los demás. Salió a la calle, y se montó en su motocicleta.

Bucky tenía un gusto similar al de Steve Rogers en cuanto a vehículos, pues la moto en la que iba Bucky era una Harley Davidson King, una clásica y hermosa moto. Buscó un lugar de fiesta donde ir, la verdad es que New York estaba repleto de locales donde pasar una buena y divertida noche. Decidió adentrarse en uno al azar—McGee's Pub—dijo leyendo el letrero del local, antes de adentrarse a este. Entró y el ambiente nocturno se hacía notar, gente bailando, bebida, e incluso alguna locura que otra. Decidió acercarse a tomar algo en la barra, quería despejarse un poco—Un Sex On The Beach, por favor—Dijo, aunque le sonaba algo extraño. Desde que probó ese cóctel, es de lo que más pedía para beber, aunque el nombre le parecía algo cómico. Tras la preparación, agarró la copa y bebiendo un poco de este, oteó el lugar. Pudo notar a una hermosa mujer, una chica que llamó su atención. Hacía tiempo que Bucky no conocía gente nueva ¿por qué no hoy? Se aproximó a ella con la copa—Hola, soy James, aunque me llaman Bucky ¿y tú?—Dijo con total tranquilidad esperando respuesta.

Llevaba un buen rato jugando a las cartas y un par de copas cuando decidí sentarme en la barra. Dejé la chaqueta de cuero en el taburete, a mí lado, y busqué el paquete de tabaco entre mis bolsillos,  pero no lograba encontrarlo, miré tras de mí, a la mesa dónde había estado sentada minutos antes, pero tampoco parecía estar por ahí y al final, resignada, volví la mirada a mí copa. Tal vez era una señal de que había llegado el momento de dar por acabada la noche.

Entonces escuché una voz a mí lado y me giré para encontrarme frente a un joven moreno que amablemente se me había presenteó. Le sonreí, ofreciéndole una mano, mientras me inclinaba para que la encajara.

— Un placer, Bucky. ¿Puedo llamarte James? — Sonreí, sin pizca de vergüenza — es un nombre encantador. Más sexy. Puedes llamarme Brooks. — Acto seguido retiré la chaqueta del taburete, dejándola sobre mí regazo. — Siéntate, si quieres. ¿Vienes mucho por aquí?.

— ¿Cincuenta años? — Repasé a James de arriba a abajo, intentando evaluar su físico, su apariencia, su actitud y su voz. No, no parecía tener tantos años. — ¿Y dónde los escondes? Yo también quiero conservarme como tú.

Crucé las piernas en el taburete, y sonreí aliviada en cuanto James se sentó a mi lado y me ofreció el cigarro. Por toda respuesta tomé el cigarrillo y lo sostuve en mi sonrisa, esperando a que me diera fuego. Tras la primera calada cerré los ojos de manera relajada, disfrutando de la agradable sensación que producía saciar el mono de tabaco cuando lo estabas sufriendo. Volví a mirar a James, esta vez directamente a los ojos.

— Francamente, sí, aunque no siempre a este local. Trabajo mucho, pocas horas, cobro bien y no tengo nada más en que perder el tiempo. Así que he terminado siendo una chica terriblemente traviesa y fiestera. — Le guiñé el ojo de la cicatriz, haciendo que mi frase adquiriera cierto tono de broma. De ahí, que Bucky interpretara lo que él quisiera. Da otra calada al cigarro, visiblemente feliz. — Vale, tienes que decirme como te compenso por esto. Me has salvado la noche. — Miré su copa, y terminé la mía, relamiéndome los labios tras dar el último trago. Tal vez podría invitarlo...

James encendió mi cigarro y me reí, para luego darle una larga calada.

— ¿Porqué iba nadie a huir al verte, James?

Sin embargo no llegué a escuchar la respuesta a mi pregunta. Un hombre se acercó a él, y sin mediar palabra le había propinado tal golpe con la cabeza que James había salido disparado por encima de la barra del local. Instintivamente me aparté de la barra, agazapada levemente por si me veía arrastrada a la pelea, aunque era la última cosa que quería. ¿Qué narices había pasado?

Vi cómo el hombre con el traje, alguien con una desproporcionada frente se giraba hasta verme y tensé los labios en una sonrisa, preguntándome qué podía querer de nosotros aquél hombre. Di por hecho que conocía a Bucky, porque eso era más sencillo que pensar que fuera un broncas que hubiera decidido buscar pelea irracionalmente. Porque la primera opción me daba más margen para huir y poner pies en polvorosa, y la segunda implicaba meterme en problemas, cosa a la que por desgracia estaba bastante acostumbrada, por bien que lo daba todo para intentar evitarlo. Aun así no pude evitar mirar el cuerpo de Bucky, que se había llevado un buen golpe, y por alguna razón me sentí reacia a huir y dejarle ahí tirado.

Así que me aparté a una distancia prudencial del hombre que le había golpeado, pero no abandoné el local, intentando descubrir qué sucedía.

Vale, no entendía lo que estaba sucediendo y tenía la sensación de que no debería meterse. Le salía más rentable dar media vuelta, huir y dejarle tirado, pero el pobre desgraciado no hacía más que volver a mi lado a intentar darme explicaciones.

— No... si conmigo no te disculpes, estoy más preocupada por tí...

Tensé los labios, insegura de qué hacer. No iba a meterme, eso lo tenía claro, pero todavía era pronto para irse a casa. ¿Valía la pena probar en otro bar? ¿O me quedaba, confiando en no recibir daños colaterales por el simple motivo de estar ahí. Últimamente estaba constantemente poniendo a prueba mi suerte, tal vez porque desde el choque de los mundos, y con tanta gente especial suelta... Podía ser que existiera alguien como yo, ¿no?

— ¿Quieres que espere a que acabes con él? — Arqueé una ceja, mientras dirigía mi mirada al matón derribado de un uppercut, intentando valorar si volvería a levantarse. — No soy partidaria de la lucha libre, pero puedo intentar remolonear por aquí y así te invito a una copa cuando acabes y me cuentes de que va todo esto.

Cuando uno de los matones me apuntó con su arma, le miré con expresión serena, esforzándome en controlar mis emociones para no lanzarme mi mejor mirada de desafío. No me convenía meterme en más problemas, suficiente estaba arriesgándome quedándome tan cerca, como para encima verme disparada. Hasta entonces nunca antes había sufrido un disparo y no tenía intención de que esa fuera la primera vez, así que me mantuve inexpresiva y deliberadamente quieta, por si tenía que emplear mi propio poder para deshacerme de ellos.

Sin embargo no fue necesario, puesto que James se deshizo de ambos en un rápido y ágil ademán. Quien quiera que fuera aquél hombre había demostrado con creces ser hábil en el combate, y tener unos reflejos increíbles. ¿Quién debía ser? Desde luego alguien a quien no quería tener de enemigo. Y luego me ofreció su mano. Me quedé mirando en silencio los dedos que extendía hacia mi, valorando la posibilidad de aceptar su oferta. Dediqué una última mirada a los mafiosos, y cuando di por sentado que no iban a seguirnos, tendí la mano a James, envolviendo la suya con mis dedos, sonriéndole.

— ¿Qué es la vida sin las malas experiencias? Nos hacen vivir, madurar y valorar lo bueno que podamos sacar de ellas.

Le guiñé un ojo, acercándome a él, aceptando su oferta mientras me tomaba las confianzas de entrelazar mi brazo con el suyo y guiándole al exterior del local. Me apreté contra él, importándome poco que fuera metálico, o si dábamos la impresión de dos jovenes en pleno noviazgo. Y hablando de jovenes.

— Veo que tu edad no era la única sorpresa que escondes, James. ¿Quién eres y porqué te buscaban? No considero que conmigo la hayas cagado, pero sí es cierto que agradecería una explicación.

No fue demasiado difícil ver que mis palabras habían hecho mella en James. Su rostro se vio vacío de toda expresión durante varios mintuos y amenazaba con seguir así, perdido en sus propias memorias hasta que volví a recuperar su atención al sostener su brazo. No interrumpí su explicación sobre su juventud y su alistamiento en el ejercito, pero cuando pensé que ya había terminado de hablar no pude evitar pinchar un poco más en el tema.

— De nuevo con la edad... Me sorprendes James. Te conservas la mar de bien y sin embargo pareces no dejar de afirmar tu edad, y hablas como un anciano. ¿Cuántos años tienes, James? ¿70? ¿80?

Entonces, contraria a mi naturaleza, me planteé mi propia moralidad. Si realmente James era tan mayor, yo que a duras penas contaba los treinta, si llegaba... Estaba teniendo una actitud bastante coqueta y cercana con una persona que podía llegar a sacarme cincuenta años de edad. Aunque ese dato era extraño intenté que no se mostrara en mi rostro. Tampoco quería asustarle, y llegados este punto, quería ver cuánto podía sacar de aquella noche. El siguiente punto de nuestra conversación, la época oscura... Preferí dejarla en la oscuridad, en un segundo plano donde no pudiera amargarme la fiesta. Al fin y al cabo su primera reacción no había sido especialmente positiva, y mi intención no era pasar la noche animando a alguien con problemas. No soy tan buena samaritana... ¿Verdad?

...

Empezó a llover, y James se ofreció a llevarme a su casa, con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando alguien sonríe de este modo, sólo se puede hacer una cosa. Devolver la sonrisa y bromear.

— ¿No soy un poco joven para tí, James? — Bromeé, arqueando una ceja y empujándole levemente con un hombre, dejando clara la provocación escondida tras la broma. — Sí, acepto la oferta. Me he quedado con las ganas de tomar una copa con calmar y tener una noche agradable.

Esbocé mi sonrisa más pícara, dejandome llevar por el joven moreno. Todavía podía sacar algo en positivo de aquella noche, y no hay manera más fácil de lograrlo que aprovechandose de alguien que te abre las puertas de su hogar voluntariamente.

No esperé a que me lo dijera dos veces y en cuanto entramos a su apartamento empecé a despojarme de la chaqueta y la camisa que estaban ligeramente húmedas a causa de la fresca llovizna que pronto se había vuelto tormenta. A cubierto en su hogar, escuchaba la rítmica melodía de la llúvia repiqueteando los cristales y me regozijaba en la protección de las cuatro paredes del edificio.

En breve la música interrumpió el 'silencio'.


Contemplé a Bucky ir a la cocina mientras colgaba la ropa que me había quitado en una silla cercana. Me había quedado con los tejanos, las botas, y una camiseta negra de tirantes que dejaba un sugerente tramo de piel entre ropa y ropa, y en el cual se adivinaban varias cicatrices, así como en mis brazos y espalda.

— No soy demasiado fina en cuanto a la música, James. Y el simple hecho de que la hayas puesto ya me parece perfecto.

Le sonreí, caminando lentamente y curioseando la casa. Era bastante bonita, tenía que reconocerlo. Pero James había evadido mi pregunta. ¿Qué edad tenía este hombre? Busqué con la mirada entre sus objetos, buscando algo que pudiera revelarme un poco más sobre la naturaleza de mi anfitrión. Pero James no tardó en recordarme el motivo por el cual habíamos subido a su apartamento. ¡Beber! Heché toda mi melena a mi espalda, y caminé hacia la obertura del salón que daba paso a la cocina, apoyándome con languidez en la barra y mirandole con media sonrisa cargada de intenciones.

— Depende. ¿Vamos a beber mucho? Porque no aguanto lo que se dice poco y me gusta sentir que estoy bebiendo cuando lo hago. Pero eso es también porque estoy en mis años mozos. — Le sonreí con cierta malicia, en un obvio intento de picarle a que bebiera conmigo. — De momento, sírveme un Long Island Iced Tea. Veremos si puedes seguirme el ritmo, encanto.