El legado de los primeros caídos. (Brunilda) [03/04/2019]

Había tomado una determinación. El dolor no desaparecería, pero incluso con él, tenía que cargar con la responsabilidad de todas las vidas de las personas que vivían en Hohenzollern, trabajaban en el Vaticano, y vigilaban la sede sueca. Todas ellas estaban a nuestro cargo, y aunque mi ayuda no hubiera sido suficiente para suponer una diferencia en Berlín, no podía continuar sumida en el pozo de autocompasión en el que me había metido. Tenía que entender mis propias limitaciones, por mucho que me dolieran, o me hicieran comprender lo insignificante que era en comparación a otros que con un sólo dedo podrían solucionar las mayores tragedias de la humanidad. O cometerlas. No podía centrarme en mis pensamientos derrotistas y consideraciones prejuiciosas. Sumirme en el miedo que había pasado no justificaba que desatendiera a quienes confiaban en mí. A todos aquellos que quería proteger y mantener a salvo. Necesitaba reaccionar. Hacerme cargo de mis responsabilidades.

Dentro de la MKL los alumnos se habían mantenido a salvo de los efectos de la invasión, pero la idea de que ese ataque podría haber sucedido en Hohenzollern en lugar de en Berlín me atormentaba. Las barreras mágicas proporcionaban el efecto de contención, disponíamos de varios protocolos de seguridad, así como métodos de defensa, huida, y para casos excepcionales de vida o muerte, también de ataque. Hacíamos simulacros de manera constante, y todos sabían dónde debían evacuar. Pero había entendido que incluso con todas las medidas que ya habíamos implementado, había cosas que escapaban a nuestro control. Para un ataque imprevisto, podría no resultar suficiente.

Había llegado el momento de despejar los sótanos. Una tarea pendiente que había ido posponiendo, no porque no fuera importante, si no por una cuestión de prioridad. El efecto Omega había puesto todo nuestro mundo patas arriba, y buscar el modo de ampliar la superficie subterránea de Hohenzollern no era tan importante como incrementar los nuevos procedimientos que habían necesitado para registrar a los alumnos, dar la bienvenida a los nuevos, empezar la localización de los que habían desaparecido, comprobar los cambios que habían sucedido en las instalaciones, y un largo etcétera. Pero ahora la circunstancia había cambiado. Quería tener la opción de evacuar de modo más eficiente. Movilicé a Korgal, a las gemelas, a todos aquellos que pudiesen verse afectados por la medida.

Al atardecer, me dirigí a la parte trasera del patio, donde el Troll me esperaba envuelto en su forma humana. Estaba contemplando con fijación una formación un anillo de setas que se había formado en la parte más húmeda. El día parecía acompañar los sucesos de la semana, nublado y con una capota gris que apenas dejaba pasar la poca luz naranja que quedaba antes del anochecer.

- ¿Estas preparado, Korgal*?- pregunté, al aproximarme hasta él. De manera repentina el troll se levantó dando un respingo.

- ¡Sieglinde! ¿Cuánto hace que estás ahí? - la capacidad de distracción de esa criatura era infinita. - Si, si. Claro. He estado estudiando la situación y he conseguido tallar una bonita runa para ella. - carraspeó mientras sacaba un pequeño muñeco de piedra de unos 15 cm en el que había grabado varias runas, rodeando una central de gran tamaño. Me lo tendió, y lo sujeté con las manos.  - Recuérdame el nombre, era Bro...Brum..- dijo acariciándose el mentón.

- Brunilda.- Ese era el nombre que había conseguido tras repasar los archivos de la invasión. Pero la valquiria no debía saber que había estado envuelta en los terribles acontecimientos de Berlín. La coartada no sería difícil de mantener. Brunilda era un nombre muy conocido dentro de la cultura nórdica.

- ¡Estupendo!- dijo emocionado, dando una sonora palmada. Le devolví la figura de piedra, que depositó dentro del círculo de setas. Luego abrí el parasol, inclinandolo para crear una sombra en la que el troll pudiera permanecer sin peligro. - ¡Vamos alla!- sonrió, al tiempo que el hechizo que convertía su cuerpo en humano desaparecía, mostrando su cuerpo de piedra esculpida surcada de extrañas runas, a su vez. - Espero que estés segura de lo que haces. Dicen que son gente muy digna. Espero que no sea de las que además tienen mal carácter. - añadió acuclillándose y hundiendo los dedos en la tierra.

- Es una guerrera feroz e implacable. Pude comprobarlo. Según nuestras informaciones lleva mucho tiempo formando parte de las valquirias. Portaba una espada, una lanza, y un inmenso pegaso de guerra. Estoy convencida de que podrá ayudarnos.- aseguré, con el gesto severo. - Tu compórtate. No quiero que cometas ninguna insensatez. - quizá era pedir demasiado a Cornucopia.

- ¿Por eso vamos a llamarla antes de traerla? - preguntó, ladeando la cabeza, y haciendo que sus colmillos hicieran un ruido silbante al cortar el aire.

- Porque quiero que tenga la opción de rechazar nuestra petición. Sabéis a qué se debe mi reticencia con las invocaciones directas. Nunca sabes de dónde te estás llevando a alguien, o qué está haciendo en ese momento. No quiero que se vuelva a repetir el incidente de Nogara. - incliné el parasol, para impedir que los cuernos salieran del alcance de la sombra. Aunque la luz no tenía la menor intensidad, no sabía hasta qué punto le afectaría, teniendo en cuenta la sensibilidad del troll. Mejor prevenir.

- Uh… Shhh. - puso una mueca y siseó. - Si, lo recuerdo. Entonces, estamos buscando a Brunilda, noble valquiria, gorg gorg - era el sonido que usaban los trolls en su lengua materna para el “bla,bla,bla” - Querríamos que nos ayudara en una noble misión y tal y cual. ¿Si me da el visto bueno, intento traerla?

- A menos que quiera personarse ella por su cuenta.

El troll asintió con la cabeza. Luego, sin dilación, hundió su cara contra el suelo en el círculo de setas. Las runas del cuerpo de piedra se encendieron con una luminiscencia azulada, junto con los sombreros de setas, y las runas del muñeco clavado en el centro.

En el lugar en el que Brunilda estuviera, si había cualquier rastro de roca, madera o metal, una inmensa cara cobró forma. La roca se deformaría, transmitiendo una imagen clara. Sobre la madera, parecería una máscara tribal africana, de formas sencillas. Sobre el metal, se apreciaba un reflejo claro, como si de un espejo se tratara. Korgal, el emisario, trató de fijar la vista en la medida de lo posible tratando de localizar a Brunilda.

- Brunilda, noble valquiria e implacable guerrera. - la voz del mensajero le llegó a Brunilda de un modo claro, cristalino y pomposo. Por suerte, yo no podía escuchar nada de eso, puesto que todo lo que hablaba no era más que un farfullo contra la tierra. - Mi nombre es Korgal, el Troll. Me pongo en contacto con vos desde la Metahuman Kraft Ligue, una institución llena de seres y criaturas de los más diversos orígenes, en Midgard. Desde nuestra humilde posición, pedimos su ayuda para resolver un misterio que no podemos solucionar por nosotros mismos. No se trata de lucha o combate alguno, pero las pistas nos remiten una y otra vez a su sociedad y cultura. ¿Tendría a bien, oh poderosa valquiria, en acompañarnos para tratar de solucionar el enigma?

FDP: Puedes encontrar mas información sobre Korgal* Aquí. en la sección Componentes del equipo, dentro del spoiler Cornucopia.

Era un día como otro cualquiera en la mansión de los vengadores. No había nadie en la gran casa salvo Jarvis, que estaba haciendo sus quehaceres  de mayordomo para procurar que la mansión estuviera siempre en disposición de albergar a los Vengadores y proporcionarles lo que precisasen. Sin ninguna peligro  ni ninguna amenaza pendiente en la ciudad de Nueva York, la asgardiana no tenía mucho que hacer.  Los días eran largos y tediosos cuando no tenías nada de lo que ocuparte. El día anterior también había sido muy relajado también. Pero hubo un cierto matiz que lo hizo especial. Había salido al parque y se había cruzado con una conocida midgariana.Ese encuentro llevó a una interacción más íntima con aquella mujer y otras dos personas. La verdad, es que Brunilda no era de por sí una persona muy sociable, era más tirando a reservada pero la situación propició que pudiera relajarse y mostrar un poco más de sí a aquellos terrestres. Aunque no había habido mucha acción ni el fulgor de la batalla había sido una jornada entretenida. Brunilda que tras realizar sus rutinas de entrenamiento y  sus ejercicios diarios, se había adecentado y se encontraba paseando por los jardines.  Disfrutaba de la bella composición de las flores y los ambientes creados especialmente para entrar en sintonía con la naturaleza.

La asgardiana estaba atraviada con un vestido largo y vaporoso de un tono rosado. El vestido era de un corte y una confección sencilla. Era cómodo a la par que elegante. Brunilda no era un “dama” era  una guerrera por eso, no estaba acostumbrada a llevar ropas con demasiados enlucidos o bellos atavíos. Su indumentaria siempre era muy sencilla aunque no estuviera en el campo de batalla. Ese tipo de vestimenta era muy de ella, no tanto el color. Pero había decidido darle una oportunidad por los consejos sobre moda  midgariana de su compañero vengador, Clint Barton. Él la aconsejó usar más colores en su vestimenta. La guerrera desde pequeña había usado tan sólo blanco, azul marino y negro.  

Sus pies estaban calzados con unas bailarinas de encaje Hangisi en un tono grisáceo. Por practicidad siempre usaba zapato plano o con muy poco tacón. Además, a ella, que medía un metro noventa no le hacía falta ganar centímetros de altura.  Siempre lucía un look muy natural, ya que, no estaba acostumbrada a engalanarse. La dorada cabellera de la guerrera se encontraba suelta. No eran muchas las ocasiones en las que la mujer llevase su pelo libre. Generalmente era en ocasiones como esa, en las que se respiraba paz y tranquilidad. Donde no tenía que emprender ninguna acción bélica. En la guerra era peligroso que el pelo no estuviera recogido. Por eso, siempre antes de salir del hogar se hacía  sus habituales largas trenzas.

Mientras contemplaba el  intenso color rosa de Black Baccara en el invernadero, sintió en su ser que alguien la estaba invocando. Era una sensación muy habitual y conocida para ella. Uno de sus cometidos era proporcionar ayuda a los desvalidos y por ello, muchas veces era invocada para cumplir con esa labor. En esa ocasión difería mucho de los anteriores llamados. Cuando alguien pedía su protección o su ayuda siempre solían trasladarla al lugar donde requerían que estuviera. sin embargo, esta vez querían contactar primero con ella.

En el centro de la estancia había una fuente en la que se alzaban orgullosas y glamurosas tres figuras femeninas. Sobre la cara de una de las féminas de bronce se perfiló una imagen. La valquiria se acercó para observar mejor aquel fenómeno. La rubia pudo ver como la car de Korgal se reflejaba en la de la joven. Este desconocido comenzó a hablar y la valquiria escuchó su discurso. Le había gustado aquella presentación pomposa de sus atributos. La raza asgardiana, más especialmente, los principales guerreros como Thor o Siff o ella misma gustaban de ser agasajados con sus títulos y sus honores. Pero después del tratamiento estipuladamente protocolario, el emisario se había presentado como un troll, y  aunque difería un poco de la imagen que ella tenía sobre estos seres, se puso en alerta. Los Troll de Roca,  que viven  en las cavernas de Gundersheim,  liderados por Ulik habían tenido múltiples rencillas con los asgardianos. Tras la derrota de su líder, ahora vivían en una relativa paz con Asgard pero nunca se podía dejar de desconfiar de una raza que antaño había sido enemiga. El rostro sereno de la valquiria se contrajo en un gesto levemente irritado. Su ceño se frunció levemente y se perfilaron rastros de enfado. Esa era la reacción natural de la asgardiana cuando se ponía en plan serio.  Su cuerpo se tensaba y salía su actitud aguerrida. Adquirió una posición de combate defensiva, como esperando a que el contrario hiciera su movimiento.

¿Metahuman?  no conocía muy bien el significado de ese término. Por conversaciones anteriores, entendía que se estaba refiriendo a esas personas midgarianas que tenían capacidades y habilidades extras como escupir fuego o curarse de forma instantánea o tener poderes de araña. La valquiria estaba entendiendo que en un sitio donde se encontraban toda clase de criaturas, algo así como un refugio o un tipo colegio de Charles Xavier pero seguramente eso no sería una academia, requerían su presencia para solucionar un misterio asgardiano. La última parte sí que le llamó mucho la atención. Como paladina de Asgard era su deber atender cualquier llamado que se le hiciera en referencia a la cultura asgardiana, especialmente si estaba perturbando la convivencia.

- Señor, Korgal, el Troll. - dijo con su tono de voz pausado y tirando a serio.- será un honor para mí ayudar en tal requerimiento. Es mi deber solucionar cualquier conflicto que tenga que ver tanto con mi mundo como con mis congéneres asgardianos.-

El troll ubicó a la mujer sin dificultad, ya que se encontraba sola en ese momento. Sin embargo no esperaba encontrarla de un modo tan desenfadado. Por lo que él sabía las valquirias eran guerreras, mujeres de batalla siempre preparadas para el entrechocar de los aceros, la sangre y la guerra. En su cabeza, se había imaginado hablando con una inmensa mujer imponente de brazos como troncos embutida en una armadura que amenazaba con quebrarse bajo la poderosa influencia de su musculatura. En lugar de eso, encontró a una dama ataviada con un vaporoso vestido de color coral y unas bailarinas negras, contemplando las flores y disfrutando de su intimidad. A decir verdad le resultó un poco chocante, pero si hubiera hecho alguna afirmación o pregunta poco adecuada, Sieglinde se lo habría hecho pagar con creces, así que se limitó a mantener la compostura. No se le ocurrió ni por un momento que su hechizo pudiera estar errado, por una sola razón. Confiaba mucho en sí mismo y en sus propias capacidades como para valorarlo. Su hechizo estaba bien hecho, así que incluso si no era lo que esperaba, esa tenía por fuerza que ser la valquiria.

Fué cuando se aproximó un poco hasta él, y su expresión y postura cambiaron, que el troll comenzó a ver algo del carácter que tenía asociado a las nobles guerreras. Su cuerpo se había preparado para atacar y tenía un brillo fiero en los ojos, que en cierta manera, le recordaba a los de Sieglinde. Son ojos que solo responden a las personas que están dispuestas a hacer cualquier cosa por su causa.

- ¡Cuanta dicha me causan sus palabras! - la serie de murmullos ininteligibles que yo oía desde el patio de Hohenzollern, que provenían de su cara hundida en la tierra, parecían satisfechos. - Si me da su consentimiento, la trasladaremos a Midgard de inmediato. A menos que prefiera personarse allí por sus propios medios. - procedió tal cual la directora de la MKL se lo había sugerido, esperando la respuesta.

El ritual se llevaba a cabo de una manera muy sencilla. Hacía falta ubicar a la entidad, deidad, o criatura en cuestión que se deseara invocar. Luego, había que tallarle un tótem especial de piedra, que serviría como conexión. Era una magia que se basaba en la fuerza de la representación, de tal manera que cuanto más se conociera y pensara en quién querían invocar mientras tallaban, más poderoso era el contacto y más tiempo podía permanecer enlazado al mundo desde el que le llamaban. Korgal había hecho toda una tarea de investigación, leyendo textos que le aproximaran al ideal que representaba Brunilda en concreto dentro de todo el ejército de valquirias, le había conformado una runa personal que la representaba, pero que en realidad, no tenía validez en ninguna lengua. Significaba que ahora, esa palabra le pertenecía a Brunilda. Por último, sólo tenía que traerla. Todo lo que estaba haciendo ahora, para contactarla, era lo que complicaba la situación.

Sería en cuestión de un parpadeo, en el pecho de la valquiria se dibujaría una silueta de un azul brillante con esa runa. Sobre el jardín de Hohenzollern, Korgal se echó hacia atrás dando un firme tirón y sacó las manos de la tierra. Dos montículos de arena adheridos a ellas construyeron unos brazos, una cabeza, un cuello del que quedó prendida la pequeña figura de piedra como si fuera un colgante, que la rodeaba pendiendo de una trenza de hierba que se había ido haciendo según salía su figura de la tierra. Los restos del terreno se desprendieron sin dejar sobre su vestido rosado ningún tipo de mancha ni marca, y cuando por fin vió la luz del atardecer, un aroma a tierra húmeda y rosas llenó el ambiente, cuando las setas del círculo titilaban con una último destello que se extinguió, dejando sus caperuzas blancas manchadas de motas marrones. Brunilda se encontró estrechando las duras manos del troll cornudo, que le daba la bienvenida con una sonrisa tranquila, pero inquietante. Su silueta estaba cubierta con un paraguas de gran tamaño que yo sostenía. A ojos de la valquiria, nunca me había visto. No me recordaría, puesto que había utilizado una ilusión en el terrible suceso de la invasión de Berlin. Pero yo si me acordaba de ella.

- Sed bienvenida, noble Brunilda, al castillo de Hohenzollern. - saludé, con una suave inclinación de mi cabeza, para luego pasar el paraguas a Korgal, que lo cogió con rapidez. Extendí una mano hacia ella, dispuesta a estrecharla. - Muchas gracias por contestar a nuestra llamada. - añadí. Resultaba agradable poder encontrar a otra mujer a la que podía mirar a los ojos sin bajar la vista.

La causaba curiosidad para que la necesitaban si no era algo de carácter bélico o algo en materia de fe.  Porque estaba claro que aquellas gentes no era fieles de la religión asgardiana que necesitaban guía y consejo de una diosa de la muerte. No obstante, aunque la intriga calase sus huesos, no realizó ningún gesto que denotase ni premura ni anhelo ni agitación. Durante toda la conversación su rostro permaneció con su gesto serio e impasible. No mostraba abiertamente ninguna emoción y menos tratándose de personas ajenas a ella. Lo que más solía mostrar eran que fueran los sentimientos asociados a la batalla. Pero como esa ocasión no requería su frenesí guerrero ni había sentido ninguna amenaza su gesto se quedó tranquilo.

- Permíteme  unos momentos para que de un recado a un fiel sirviente de la casa Star. - La rubia asgardiana le dio el parabién a aquel emisario.

Si que le pidió a Korgal que la diera unos momentos para poder avisar a Jarvis de que iba a salir un rato. Sabía que el mayordomo no necesitaba ser avisado de cada una de las salidas de cada vengador. Más a la valquiria le parecía lo propio porque el encargado del hogar siempre procuraba el bienestar de cada inquilino que se acogía en la mansión de los Vengadores y creía que era justo tener esa deferencia y gesto de cortesía con él.. Una vez hubo anunciado a Jarvis que iba a dejar el hogar de los vengadores, regreso a la fuente del invernadero donde se le había aparecido el troll.

Como el autodenominado troll la había comentado que no era ninguna batalla, ella decidió no cambiar su vestimenta. El vestido y el calzado eran cómodos y le permitían moverse con soltura. En caso de que surgiera cualquier peligro, porque una nunca se puede fiar de los desconocidos, podía invocar a Colmillo de Dragón y su lanza sin ningún problema. Sus armas conjuradas le permitían desplazarse sin preocuparse de ellas y llamarlas para que acudieran en su ayuda si lo necesitaba. Por otro lado, aunque era experta en el combate con armas de corto y largo alcance, también sabía pelear cuerpo a cuerpo y si el peligro que entrañaba no era muy grande podía salvarse simplemente con la lucha física.

La valquiria supuso que ya que el troll la había localizado y ubicado sería más fácil para él trasladarla a donde requerían su presencia.  Además, un caballo alado, su habitual método de transporte, no siempre era muy bien recibido. Brunilda  había notado en su forzada y larga  estancia reciente en Midgard que no en todos los enclaves veían con buenos ojos que un caballo se pasease a sus anchas. no entendía muy bien por qué si Aragorn estaba muy bien educado y se comportaba perfectamente.  

La mujer de ojos azules como el mismo cielo esperó paciente a que el troll realizase el ritual de teletransporte. Aunque todos los asgardianos tenían una naturaleza mágica, a ella le eran ajenos todos los misticismos de aquellos procedimientos mágicos. por eso, no sabía muy bien qué  cosas estaría haciendo Korgal para llevarla al MKL. Una vez tramitado el procedimiento de invocación, La valquiria se vio transportada a un lugar que era desconocido para ella. Sus manos se encontraban unidas a las del troll y ella le miró con ciertas reticencias. No estaba habituada a contactos físicos a menos que fueran en combates o en el lecho o de personas muy cercanas. Así que le extrañó la conducta de Korgal. Aunque suposo que quizá se debía a parte del ritual para transladarla. No obstante, presurosa cortó el contacto.

Tras el troll, había un figura que la dio la bienvenida. Para su sorpresa se encontraban en un castillo y eso la hizo sentirse de cierta forma cómoda. No la  agradaban mucho esas edificaciones mas modernas, los altos rascacielos y las construcciones modernas no la hacían sentir muy acogida. Brunilda se quedó mirando la mano tendida hacia ella. No entendía que debía hacer. El estrechar las manos no era una costumbre asgardiana. Ellos se presentaban y saludaban con leves inclinaciones corteses. La valquiria que en muchos aspectos era ajena a las formas culturales midgardianas no entendió en gesto y se quedó un tanto extrañada.

- Brunilda de Asgard- se presentó con una leve reverencia- ¿En qué os puedo ayudar, My lady?-

La figura emergió de la tierra, y cuando estuvo completa, observó con rostro neutro cómo el troll la asía por las manos. A pesar de que no hizo ademán alguno de incomodidad, se apresuró para cortar el contacto en la medida de lo posible. No era algo que nos extrañara, de haber podido quizá habría seleccionado a alguien diferente. Pero todos estaban en misiones, o con tareas por delante. Habían barajado la posibilidad de que la Asgardiana confundiera a Korgal con un Jotun, en principio, y habían tenido que leer y explorar mucho de la religión nórdica para comprender que, si bien se consideraban especies distintas, ninguna de las dos tenía buena relación con los nórdicos en su cultura. En la perspectiva de Korgal, la situación era distinta. Ellos habían convivido mucho tiempo con los humanos en las regiones escandinavas, y trataban de evitarlos por su carácter destructivo en la medida de lo posible. Por su parte, los humanos respetaban sus espacios, algunos los rezaban, otros vivían en armonía y otros buscaban su aniquilación. Lo mismo podría decirse de su propia especie. Sabía de ciudades enteras de Trolls aposentadas bajo las humanas, donde vivían, convivían con otras especies e incluso se montaban mercados y matrimonios como el que él esperaba contraer algún día con su pichurrina.

- ¡Que bien ha salido!- exclamó el trol. Alcé una ceja, que no se tradujo en mi ilusión. No sabía que pensar de esa afirmación. - Lo he hecho para ti. ¿Te gusta? - preguntó, señalando con una de sus afiladas garras de piedra la pequeña figura con la runa prendida al collar. - Puedes quedártelo, de recuerdo. - comentó enseñando una sonrisa afilada, e inclinándose hacia delante.

Siempre había tenido la sospecha de que el motivo por el que Korgal andaba siempre con las piernas tan flexionadas e inclinado hacia delante era a causa de la inmensa cornamenta que cargaba sobre sus hombros. Para ser de su especie, su constitución era espigada y enclenque, y sólo se compensaba gracias a que había tenido un desarrollo de los cuernos muy superior al de la media. De no haberlo tenido, con toda seguridad jamás habrían llegado a conocerlo, porque sus congéneres lo habrían considerado demasiado débil para salir adelante, y en una de sus peleas lo habrían destruido dejando su cuerpo de piedra sin vida hecho trizas en cualquier túnel subterráneo. Incluso en su forma humana tenía ese modo de moverse desgarbado. Era muy posible que ya fuera cuestión de costumbre postural.

Cuando observé la reverencia, me maldije en pensamiento. Claro que la guerrera no controlaba ese método moderno para el saludo. Provenía de un tiempo mucho más antiguo en el que los saludos se mostraban a modo de gestos o reverencias, y así lo hizo, haciendo una suave inclinación de cabeza. Retiré la mano, colocando ambas tras mi espalda con los codos doblados, en una postura habitual de los trabajadores de la seguridad, mostrando una expresión solemne e imponente, y un gesto severo, pero tranquilo.

- Mi nombre es Sieglinde, y él es Korgal, el Troll. - nos presenté, haciendo una leve reverencia. Korgal, por el contrario, saludó con la mano con su típica expresión bonachona, en la que siempre mostraba una sonrisa ingenua que en momentos de tensión me resultaba bastante irritante. - En otras circunstancias os mostraría el castillo, y lo que en él hacemos, pero nos ocupa una tarea que va a llevarnos un tiempo. Así que si tiene a bien acompañarme. - ofrecí, invitando con un gesto de la mano a que me alcanzara, para comenzar a andar hacia el corredor interior. La afluencia de alumnos y criaturas era un poco menor ahora, pero la valquiria podría comprobar en su rumbo una inmensa variedad de personas, mutantes y seres de otras razas caminando por su interior.

- Hohenzollern está ubicado en la parte superior de una de las cúspides que componen la cadena montañosa. Pero hemos descubierto que hay una serie de túneles y cámaras ocultas bajo el suelo que pisamos. Hemos ido explorándolas con cuidado, y dándoles un uso apropiado. Algunas resguardan especies subterráneas, otras se utilizan como almacén o búnker de emergencia. Pero existen muchos segmentos inaccesibles e inexplorados. En uno de ellos hemos encontrado un sin número de textos antiguos, extraños jeroglíficos y escenas grabadas en la pared. Nos remiten a la cultura nórdica, pero el texto no se corresponde a las runas que controlamos, y consideramos que quizá se trate de algún tipo de jerga, o una derivación del lenguaje. - le fui explicando a medida que dejábamos atrás el pasillo. Korgal ya había dado orden de que liberaran a la valquiria del telar de tráfalos en cuanto fuera invocada. - Hay un muro de piedra, en ella hay hendidas muchas armas. Espadas, lanzas, hachas de guerra. En sus mangos y empuñaduras aparece grabada la runa de Odín. Nadie ha sido capaz de sacar ninguna de esas armas, a pesar de que hay algunas que parecen pender a punto de caerse. - la circunstancia era extraña y complicada, pero quizá la valquiria podría arrojar algo de luz sobre ella. - Se trata de una situación delicada. En el interior de las cavernas vive una criatura. Una especie de "conciencia" anciana, que quedó adherida a la piedra. Nos da miedo que pueda sucederle algo si tratamos de interceder con ese muro. Por otro lado, nos preocupa lo que eso pueda significar. Podría ser una profecía, un oráculo, una maldición, o cualquier otra cosa que revelara algo importante. Creímos que si alguien debía saber y comprenderlo, debía ser alguien que hubiera empuñado sus armas por la gloria de Odín. procuré que comprendiera que nuestra intención era la de tratar esos restos con respeto. - ¿Ha sabido de algo similar en alguna ocasión? - pregunté, mientras giraba un recodo, dispuesta a salir por otro de los patios laterales. En la esquina plagada de musgo de ese muro estaba una de las entradas a los subsuelos inexplorados. Una que sólo Korgal, por seguridad, podía abrir.

Cada vez le producía más desconfianza el troll. Decía ser un Troll pero ¿lo era realmente? En su mundo natal los trolls eran más corpulentos, tenían un aspecto más fiero, no tenían cuernos y los dos colmillos inferiores eran alargados y sobresalían por encima del labio. La valquiria considero que Korgal podía ser una variedad midgariana de la raza de los trolls y que aquellas diferencias podrían ser las habituales en un variación de la especie por vivir en un mundo diferente. Sin embargo, la invasión por parte de este de lo que ella consideraba su espacio personal la podía nerviosa y no hacía que su nivel de desconfianza decreciera.

La rubia enarcó su ceja derecha. El obsequio del troll le pareció muy extraño. Eran desconocidos no había motivo alguno para él la diera nada. Ni siquiera era razas que fueran amigas, al menos en Asgard. No entendía esas familiaridades, según ella, que se estaba tomando Korgal. - ¿Para mí? ¿Por qué?- Miró desconfiadamente. Ciertamente, la actitud entusiasta y próxima de Korgal contrastaba con la de Brunilda. - ¿Es brujeria?- pronunció cada letra como con asco y repudio. Miró aquella piedra grabada la estuviera quemando. Por sus malas experiencias vitales tanto con magos, hechiceras y fuerzas místicas, la mujer era muy reticente a tener cualquier contacto con lo que ella denominaba brujería. La rubia asgardiana denominaba la brujería o hechicería a la mala praxis de las artes místicas. Es decir, cuando la magia es empleada para fines egoístas o para perjudicar a los demás.  

Sigliende se presentó. Tras presentarse a ella y su troll, realizó una reverencia a semejanza de las costumbres de Asgard. Quizá porque la directora del MKL era midgariana (una raza afín  a la asgardiana) y además, tuviera un semblante que transmitía una sensación de más seriedad, la guerrera se sintió visiblemente más cómoda y tranquila.

La directora de la institución comentó que como era una situación apremiante no podían detenerse a recorrer el lugar. Brunilda simplemente hizo un asentimiento con la cabeza para indicarle que entendía perfectamente que suprimieran la visita y  dejó que Sieglinde siguiera hablando. la mujer alemana invitó a la valquiria a seguirla y puesto que ella estaba allí por un llamado de ella, era lo propio acompañarla hasta donde quisiera llevarla. Mientras caminaban por las instalaciones, la guerrera asgardiana se percató  de la diversidad que existía en los habitantes del lugar. Recordó que en la presentación anterior le habían comentado que era un lugar donde se reunían mutantes. No obstante, como el sistema escolar y educativo de Midgard le era completamente ajeno no pudo relacionar que el castillo era un instituto para metahumanos.

Sieglinde le fue explicando como el castillo de Hohenzollern había sido construido sobre una cadena montañosa en cuyo interior había ruinas de otras poblaciones anteriores. Bajo el edificio parecía haber un cúmulo de armas de procedencia nórdica-agardiana.Por las referencias que  le estaba dando la mujer alemana, las inscripciones, las armas y las runas en honor a Odín, parecía  ser un cementerio  vikingo. Pero, ¿qué clase de cementerio? Uno donde yacían nobles guerreros o uno donde yacían los malditos. La conciencia de la anciana  y sobre todo que el lugar estuviera tan marcado, porque los asgardianos  no dolían poner grandes leyendas en los lugares mortuorios,  le hacían sospechar que más  que un cementerio benigno, era un lugar de guerreros poco honorables. Los cementerios donde se enterraban los restos de un vikingos o un asgardianos faltos de nobleza y honor estaban profundamente sellados y tenían múltiples  inscripciones de advertencia. Porque los malditos regresaban a la vida como voraces monstruos sedientos de muerte.

La guardia de élite de rey, que eran las valquirias, eran las guerreras más fieles de Odín. Pero cualquier asgardiano tenía el deber de alzar sus armas por el rey en vigor de Asgard.  Porque sino eras considerado un traidor a la patria.- Las armas quedan muy liadas a su propietario y en especial si la persona es de asgard o pertenece a nuestra fe. Son una parte más de su dueño. Los asgardianos y creyentes son enterrados con sus armas. Empero, las largas inscripciones no suelen ser comunes en los enterramientos. Que alguien deje armas selladas junto a una escritura rúnica podría significar una advertencia. La impresión que me da es que es un sacro lugar de restos. Pero podría ser que tras el muro se guarde algo peligro y que no sea un lugar de descanso sino una celda. Esa fémina que mencionas podría ser una völva o wicce, una sacerdotisa de nuestro pueblo. También - el tono de Brunilda se volvió aún más serio- podría ser un lugar maldito donde se hayan desterradas las almas de los caídos en deshonor. Sin duda, eso sería terrible, mi señora Sieglinde.-

El troll recibió una mirada de recriminación cuando tras la afirmación de la asgardiana se echó a reír. Su risa era como guijarros arrastrados por el río, era limpia y agradable, pero con toda seguridad ese era el peor momento para reírse. A pesar de mi mirada, que traspasó su nuca con un ademán asesino, Korgal se inclinó aún mas hacia delante negando con la cabeza y apoyando una de sus manos en tierra para tratar de salvaguardar el equilibrio. De no haberlo hecho el peso de mover su cornamenta le habría obligado a caer de bruces al suelo.

- ¡Que divertida es Brunilda de Asgard!- lo dijo por completo como un cumplido, pero me preocupaba que la asgardiana no lo viera como tal. Lo peor que nos podía pasar era traer a una valquiria a que se sintiera insultada a las puertas de nuestra institución. El honor era importante para los asgardianos, y faltar a él podía provocar rencillas que sólo se solucionaban con la muerte. No era el plan que había definido, y empecé a buscar una excusa para recurrir a la piedad de la valquiria, cuando el Troll continuó hablando. - Ese es el objeto que he utilizado para invocarla. ¿Ve esa runa? La grabé para Brunilda, y sólo para ella. En mi cultura existen mas de 42 millones de runas. Algunas están adaptadas de otros idiomas mas antiguos, y otras, dieron pié a las que conocen los humanos de esta tierra. - explicó, de pronto, de una manera solemne y casi pomposa. - Para que funcione, esa runa debe ser acorde a quien se quiere invocar. Si no, el hechizo no funciona. Así que me informé y resolví que esa se ajustaba a las leyendas de la noble valquiria. Dice: "Cuerpo fuerte, espíritu noble y mente clara para proteger a quien sirve, comanda y necesita. Que su lealtad solo sea superada por sus triunfos a lo largo de la historia."- recitó con una mano sobre el pecho antes de colocarla en el suelo, y aventurarse sin más a cuatro patas hacia la entrada.

Por un instante dudé, pero pareció que la valquiria estaba mucho más tranquila cuando el troll estaba más alejado de ella, y cuando mediaba conmigo. Quizá se sintiera mas cómoda entre alguien con su misma apariencia, o su misma seriedad a la hora de hablar, en lugar de con la criatura extravagante que removía una zona del suelo rascando el verdor, y apilando guijarros sin parar.

- Discúlpele, noble Brunilda. Está haciendo el mejor de sus esfuerzos, puedo asegurárselo. - me disculpé esperando que la mujer tratara de aceptar el raro comportamiento de mi acompañante. - Puede resultar curioso, pero bajo tierra no hay mejor aliado. - añadí, esperando que la curiosidad le llevara a darle una oportunidad para verlo en acción.

Escuché con atención lo que la valquiria me explicó y mi pose de seriedad no varió mas que por un leve fruncir del ceño, que me daba una expresión meditabunda al respecto. Podía tratarse de algún tipo de templo, pero por lo que la valquiria aventuraba, se aproximaba más a algún tipo de resto funerario, y existía la posibilidad de que se tratara de uno terrible, además. Ni aunque hubiera sido un mero cementerio me hubiera gustado, por un motivo sencillo. En la MKL se llevaban a cabo todo tipo de magias, y aunque era un porcentaje muy pequeño, la nigromancia estaba entre ellas. Un hechizo mal canalizado o una mala invocación podría derivar en que esos espectros o restos del subsuelo se vieran afectados. Ni quería empezar a imaginar el invidente diplomático que podría suponer una cosa así entre nosotros y los asgardianos. Me recorrió un escalofrío interno al imaginarlo, pero sólo tragué saliva con lentitud, antes de mirar a la asgardiana a los ojos.

- Y de todo lo que podría ser, acorde a su instinto, noble Brunilda, ¿Qué cree que será? - pregunté deseando que la respuesta fuese otra. Pero estaba convencida de que incluso si se trataba de lo peor, la valquiria no era el tipo de persona que trataba de decir las cosas con tacto. Transmitía una sensación de honestidad que se sobrepondría a todo tipo de delicadeza que cualquier otro hubiese valorado antes de dar una noticia como esa. - Si se tratara del peor de los escenarios. ¿Cómo deberíamos afrontarlo? - volví a preguntar, sin tapujos.

Lo último que nos faltaba era tener un montón de espíritus malditos de guerreros asgardianos correteando por el interior de la hueca montaña. Además, estaba la conciencia de la anciana y no deseaba perderla bajo ningún concepto. A pesar de su lentitud, casi todos teníamos el presentimiento de que albergaba una sabiduría añeja que ninguna otra criatura podría albergar. Sólo que nos la propiciaba poco a poco. Había que ser pacientes con ella, y no deseábamos que sufriera mal alguno. Si algo malo pasaba con esas runas e inscripciones, haríamos lo que hiciera falta para protegerla.

A ella y a nosotros.

El troll se empezó a reír a carcajadas. La rubia no comprendía  cuál era el motivo del ataque de risa de ese ser. Le lanzó una gélida mirada cargada de incomprensión. Brunilda se sintió  insultada. Su ceño se frunció, reflejando su súbita  indignación. No entendía  que su comportamiento  o sus reacciones  pudieran causar gracia o risa. En su concepción mundo si no habías dicho  nada gracioso y se reían de ti, lo más probable  es que se estuvieran riendo de tí.

Cuando iba a proferir un grito de indignación  y unas severas palabras, Korgal había dicho unas palabras que la resultaron impactantes.  Sus ojos azules se abrieron con asombro. Se sintió impactada con el comentario del troll. Divertida repitió mentalmente. Estaba tan sorprendida y shockeados porque alguien dijera eso de ella que no tenía lugar para tel enfado. La tildan de muchas cosas pero divertida no estaba entre los adjetivos  dirigidos a su persona.

Ante la atónita mirada de la asgardiana, el troll siguió  hablando. Su semblante volvió a adquirir  su innata  seriedad. Miró  la runa que le mostraba, con la que la había  invocado. Escuchó  atentamente el relato. La cultura troll tenía infinidad de runas y estas tenían un poder mágico. Eso le hacía recordar A su propia cultura donde el idioma rúnico tenía también un componente místico. Aquellas lisonjas le tocaban su orgullo  asgardiano. A los nórdicos les encantaba que sus gestas fueran alabadas y reconocidas.

-Gracias- susurró amablemente mientras en Troll se alejaba. Una vez que Korgal se hubo ido ella se agachó y recogió la runa. Se engañó pensando que era para evitar ser convocada por equivocación. Que no quería que esa piedra olvidada cayera en malas manos. Pero en el fondo aquel regalo la había agradado. Miró de soslayo la runa en sus manos. Era extraño cómo una criatura como aquella, un desconocido, un usuario de fuerzas místicas había traspasado sus defensas y logrado despertar en ella cierta simpatía. Muy pocas personas lograban sacarla de su bien lograda insensibilidad y apatía.  Había vivido, experimentado y sufrido demasiado en su larga travesía por lo que su corazón se había endurecido. Pero debajo de toda esa dura roca, de ese muro de desconfianza y de su gesto adusto en su núcleo seguía siendo noble, bondadosa e ingenua.

-Mi señora Sieglinde, soy yo quien debe pedir disculpas.- Hizo una inclinación de cabeza. Se sentía un poco avergonzada por pensar mal de alguien que había tenido un gesto bonito con ella. No estaba acostumbrada la amabilidad de los desconocidos o regalos desinteresados. Era fría y era seria entendía que no cayese bien ni despertase simpatías a la primera y tampoco a la segunda y tercera porque tampoco dejaba que se la acercase nadie. - Debido a mi talante, no se me da muy bien comprender las culturas ajenas ni su sentido del humor.-

Con el Troll alejado, las dos mujeres se pusieron a dialogar sobre el problema que tenía en su castillo Sieglinde.

-Los cementerios no son malos en sí mismos.- Meditó en alto la rubia.- Mis temores son que nos encontremos ante un cementerio de desterrados. Los nórdicos que mueren sin honor en el campo de batalla muchas veces quedan atrapados en la tierra. Sus restos se dejan en la tierra y se les sella mediante inscripciones, letanías, plegarias y conjuros. En ocasiones la acción humana ha conseguido romper el sellado y las almas malditas se convierten en unos seres oscuros y llenos de ira denominados Draugrs. También me ronda la cabeza que aún siendo un lugar de buen reposo, los restos pudieran contaminarse. -Suspiró. Estaba hablando mucho de golpe, casi no estaba muy acostumbrada a expresar sus temores.

- Los asgardianos somos muy sensibles a la magia, también sus descendientes humanos. La magia es parte esencial de nuestra raza.- Era curioso como Brunilda tenía nulidad en el campo de la magia, siendo su raza una de las que más fuertemente estaban unidad a las fuerzas mística. - En la presentación que hizo el Señor Korgal de este sitio habló de Metahumanos, personas que tienen diferentes dones. Entre ellas puede haber dotadas para la magia. También en nuestra andadura he visto una inmensidad de razas que podrían estar dotadas de esos poderes. Ante prácticas y descargas graduales de poder místico los restos podrían corromperse  -

Con los datos que tenía sin haber adentrado al lugar, se puso a pensar en lo que podría ser más perjudicial. El mejor escenario era que las hallazgos se encontrasen al aire libre, un campo de batalla abierto les era más ventajoso que uno cerrado. Sin embargo, se encontraban bajo el edificio, lo que podría traer complicaciones tanto si tenían que lidiar con restos sensibles de ser alterados como si tenían que hacer frente a zombies vikingos.

- Esto es un colegio por lo que he podido observar. El peor escenario que se me ocurre es que los  Draugr salgan a la superficie y ataquen a los estudiantes. - Como le había pedido, la valquiria habló de forma clara y contundente. - Para combatir estos males hay que o quemar el terreno o matar a los Draugr y luego purificar tanto el lugar como los restos.  Por otro lado, si el cementerio es benigno y los restos están intactos, lo mejor sería trasladarlos a uno de nuestros templos, donde serán debidamente enterrados y purificados.-

Recordó que la mujer ante la que se encontraba tenía miedo de perjudicar a una noble conciencia de una anciana que estaba adherida al muro.

-No debéis preocuparos por la anciana. Como emisaria de la muerte, tengo el don de poder custodiar almas, portarlas y si ellas quieren llevarlas al más allá.- Intentó dar consuelo a su anfitriona. a pesar de que sabía que su seriedad, su tono de voz y su poca expresión no resultaban muy alentadoras para nadie.

Miró a Solaris de forma intensa mientras emitía unas palabras de comprensión  y entendimiento. A la valquiria  le pareció  una mujer agradable. Con formas asustas y una seriedad en las maneras que la resultaba reconfortante. Brunilda  había pasado todo su existir bajo la estructura precisa y ordenada de la milicia. Por eso, llegaba a apreciar los caracteres más  rígidos y estrictos, los que se aferran a las normas y al deber.

La vida asgardiana  es muy diferente a la midgariana. Quizá muy diferente a cualquiera de las otras poblaciones  de los nueve reinos. -comentó sin más. No era mucho de comentar ni su vida ni sus sentimientos.

Estaba anclada el Midgard. Aunque llevaba tiempo yendo y viniendo de Asgard a la Tierra durante milenios. Había habitado allí durante temporadas.  Seguramente cualquier otro, se había aclimatado ya a la nueva cultura. No obstante, la ojiceleste con quien se sentía a gusto era  con sus congéneres asgardianos, con ellos compartía muchas afinidad.   Su vida y sus aspiraciones  eran casi las mismas. De manera muy singular eran todos los asgardianos  muy parecidos. Raramente se sentía bien con personas de un mundo ajeno.  Las demás  culturas se le atraganta van.  Ella no tenía una personalidad que fuera adaptable o que tuviera facilidad para desenvolverse en nuevas situaciones.

Es un muerto que vuelve a la vida. No como una reencarnación. En una reencarnación tu cuerpo vuelve a nacer y tu alma regresa más limpia. En un Draugs  el alma está viciada y unida a tu cuerpo muerto. Son fuertes, rápidos y huelen a putrefacción. Cuando la perturbación es fuerte cuentan con cierta habilidades mágicas: control del clima, se pueden meter en tus sueños y en tus recuerdos causando visiones de pesadilla, pueden maldecir y traer enfermedades crueles y mortales. Dolor físico  no, su mera existencia  causa sufrimiento  a su alma.- Hizo un breve pausa - - Se les corta la cabeza, se quema el cuerpo y las cenizas se arrojan al mar.-

Al escuchar de Solaris que las fuentes  de magia eran muchas y diversas, un gesto de preocupación atravesó su cara. No era buen augurio que un cementerio  de creyentes nórdicos  estuviera en un lugar donde las fuerzas místicas confluyen tan fuertemente.

Siguieron caminando por el castillo hasta encontrarse de nuevo con el troll.  Brunilda hizo un asentimiento con la cabeza a modo de saludo para Korgal. Solaris decidió ir por el camino más largo. Así  que se adentraron en las entrañas de la tierra y empezaron la travesía hasta las ruinas. La temperatura  descendía a medida que avanzaban pero la asgardiana apenas notó el frío. Los cuerpos de los asgardianos estaban preparados para aguantar las situaciones y los climas más extremos.

Eso es difícil.- Más   en los tiempos y en el mundo que se encontraban. -Existe más  de una muerte. Además, de dioses y emisarios relacionados  con dicho fin. Yo tan sólo  puedo abrirle un camino a nuestro paraíso. No puedo comunicarme ni con otros dioses mortuorios ni con sus emisarios. Puedo proteger su alma y anclarla en el lugar hasta que llegue el pertinente encargado. Pero nada más.-

Korgal la impeló y ella acudió  a su llamado.  El troll la mostró una inscripción  rúnica en la pared. Los logogramas en la piedra contaban un historia. Un concepción  del mundo. Un cuento de antaño que las nanas y los cuerpos ración tos contaban a los infantes. Era un leyenda conocida por la Valquiria. Porque formaba parte de la historia de su pueblo.


En los primeros tiempos había una enorme vacío,  Ginnungagap, entre el intenso frío del Niflheim y  el insufrible calor del Muspelheim. Un día, una ráfaga inmensa de aire caliente proveniente del reino de fuego de Muspelheim  llegó hasta el Pozo de la Vida. El hielo y la nieve del reino de Niffelheim anidaban en torno al Pozo. Cuando el calor Muspelheim entró en contacto con el frío de Niffelheim, saltaron chispas y danzaron una extraña danza hasta que ambas sustancias se unieron y se transformaron, formando a Ymir.  Unas gotas de eitr, el líquido del origen, bañaron la cabeza de aquel ser dándole consciencia y vida. Ymir, el gigante de escarcha fruto de dos mundos.  Otro ser apareció del hielo, la vaca Audumia. Audumia se alimentó del hielo, y Ymir se alimentó de la leche de Audumia producía. Ymir engendró a los gigantes del hielo  mientras Audumia al lamer el hielo desenterró a Buri, padre de Bor. Bor, y su mujer Bestla tuvieron tres hijos, Odín, Vili y Va. Los hijos de Bor mataron a Ymir. En el centro de Ginnungagap, Odín y sus hermanos crearon Midgard a partir del cuerpo de Ymir. De la carne surgió la tierra.La sangre formó los mares y los lagos. De los huesos se erigieron las montañas. Con sus dientes y fragmentos de huesos se hicieron las piedras. De su pelo crecieron árboles y los gusanos de su carne formaron la raza de los enanos. Los dioses pusieron su cráneo sobre el Ginnungagap y crearon el cielo sostenido por cuatro enanos llamados Norðri, Suðri, Austri y Vestri. A estos enanos les fueron dados los nombres de Este, Oeste, Norte y Sur. Luego Odín colocó a uno de los hijos de Bergelmir bajo la forma de un águila, al final de la tierra para crear los vientos. Más tarde,  arrojó el cerebro de Ymir al viento, convirtiéndose en las nubes. A continuación, los hijos de Bor tomaron chispas del Muspelheim y las dispersaron a través del Ginnungagap, creando  las estrellas y la luz. Con trozos de madera devueltos por el mar hijos de Bor hicieron a los hombres; un hombre llamado Ask y una mujer llamada Embla. por último, con las cejas de Ymir, crearon una fortaleza para proteger la raza de los hombres de los gigantes.-

Negó  fuertemente con la cabeza. No comprendía cómo aquella historia de la tierra podía relacionarse con aquel castillo. No sabía el por qué estaba ahí. ¿Era un antiguo campamento de los suyos?¿Qué relación  tenía con el edificio  de arriba? Sabía que a través de los siglos las historias cambian y que estas no son las mismas que en el origen. más cuando se trataba de Midgard, donde la memoria se perdía más rápidamente y los hechos se transformaron casi de forma mágica en mitos. -Es un mito Midgariano.- En la historia asgardiana Ymir no había llegado a morir y reaparecerá miles de años después para iniciar una guerra contra sus enemigos.-Ymir se sobrepuso a esa derrota y  se vengó a Asgard. Fue una lucha cruenta pero Odín le arrojó a Muspelheim, encerrandole en un circulo mistico para contener su furia y su destrucción. En tiempos más recientes, unos midgardianos, los Hijos de Satannish trajeron artefacto a Ymir y a Surtur a la Tierra para provocar el caos. Pero Stephen.- porque para Brunilda era entre un amigo y un padre, le llamaba siempre de forma afectuosa por su nombre.-y los vengadores les hicieron frente y les devolvieron a su prisión. Allí permaneció encerrado en Niffelheim durante años hasta que  de un mago derramando sangre de inocentes infantes abrió un portal Ymir llegó a Asgard. Ymir atacó Asgard. El gigante tenía ventaja porque Thor no se encontraba y Odín estaba sumido en un sueño por haber encerrado dentro de sí a Surtur, nuestro mayor enemigo. Para vencerle, Odín liberó a Surtur, que se enfrentó a Ymir en medio de Asgard. Al poco tiempo llegó Thor, lograron atraparlos en una dimensión en la que ambos quedaron en un estado de animación suspendida. Desde entonces Ymir ha permanecido dormido.-

La idea de tener un montón de criaturas no muertas mas allá del muro que nunca traspasábamos me ponía nerviosa en extremo, aunque no dejé que eso se transmitiera en modo alguno a mi lenguaje corporal o mis gestos. Se escapaba a mi entendimiento ese tipo de artificios que casi siempre tenían que ver con una interrupción o alteración del curso natural del ciclo vital. Algunos lo llamaban Keinleben, revivición o nigromancia. Cualquiera de esas cosas no me hacía sentir cómoda. Como cristiana, siempre había creído que el lugar natural del alma inmortal era el indicado por Dios Nuestro Señor una vez llevado a cabo el juicio en el día de nuestra marcha. Aunque algunos aseguraban que esas prácticas tenían poco de inhumanas, yo no estaba convencida de ello. Lorenzo me lo había explicado muchas veces, si bien solía dar respuestas evasivas cuando profundizaba hacia detalles sobre su disciplina que ni él mismo parecía conocer del todo.

Nunca le había visto ejercer un uso desmedido de su poder y siempre cuidaba con mucha cautela de lo que hacía. Solía darle muchas vueltas, comentarlo con nosotros e incluso buscar alguna alternativa, eso teniendo en cuenta que para él la canalización era muy fácil. Cuando le había relatado mis inquietudes había tratado de tranquilizarme y me había invitado a leer algunos textos, incluyendo algunos que explicaban que la nigromancia era un método para rescatar almas atormentadas. Por ejemplo, sacando del infierno a alguien que hubiera sido condenado por los pecados de otro. Durante la inquisición muchas mujeres inocentes fueron quemadas por brujas, y otros inocentes por delitos relacionados. Algunos estudiosos afirmaban que no era tan importante el juicio de Dios como el de los semejantes, y que si la fe general te creía una bruja, te esperaban las llamas del infierno. Aquello chocaba diametralmente con mi idea de un Dios justo, omnipotente y compasivo.

Pero me ayudó a comprender la inmensidad de lo que aquello podía empezar a significar.

En nada se parecía a lo que Brunilda le había contado. Almas enviciadas, rotas, ancladas en un cuerpo que se descomponía. Había visto cosas horribles en la vida, pero pocas torturas se me antojaban peores que esa. Sólo imaginarme el vivir en uno de esos cuerpos era suficiente para que se me erizara hasta el cabello de la nuca.

Después, Brunilda nos contó la historia del origen del mundo acorde a las creencias Asgardianas. Desde luego, Odín tenía un papel protagonista, nada sorprendente dado que era el pilar esencial en el que se sustentaban, y ahora que se había descubierto que su reino era real, con más motivo el Dios de todos se había convertido en una figura a investigar, y si bien no era posible ganar sus favores, por lo menos si su indiferencia. Eso era mejor que tener un incidente que pudiera provocar sus desaires. Según la leyenda Una especie de criatura se originó del fuego y el agua, cobró vida gracias al éter, y cuando Odín y sus hermanos lo derrotaron, se creó el mundo. El mundo que poblábamos y sobre el que vivimos. La idea se me antojó belicosa, y sin embargo bella a su modo. Parecía otorgarle cierto honor y dignidad al origen del mundo, a diferencia de la humildad con que lo narraba el cristianismo.

- Dormido...- murmuré para mí.

No es que hubiera creído de verdad que una deidad de esa magnitud conformase las entrañas de la tierra, y mucho menos que estuviéramos frente a algo de tales dimensiones. No habríamos podido enfrentar algo como eso aunque quisiéramos, sin perder la vida de muchos alumnos y aún más profesores. Si Odín había dejado que otra criatura luchase por él, aquello estaba mucho mas lejos de nuestro entendimiento de lo que creíamos.

- Supongamos... - sugirió el troll de repente. Las luminiscencias le otorgaban un extraño aspecto fantasmagórico, y convertían las amables aunque terroríficas facciones del troll en una expresión maquiavélica. - que en realidad el mundo está formado por Ymir. Que lo que pisamos no es mas que el cadáver de una criatura mitológica mas vieja que el tiempo mismo. Siendo así, ¿No es fascinante cómo se abre paso la vida a través de su putrefacción? - sonrió con verdadero asombro. - Viviríamos como meros parásitos. Es milagroso. - sugirió antes de darse la vuelta y comenzar a andar a través de los túneles, un poco mas adelante.

Por las paredes aparecía narrada la historia de Ymir, con más detalles de los que había contado la asgardiana, haciendo hincapié en los tres héroes que habían ayudado a despiezar al padre de los gigantes. Poco a poco fueron avanzando y las runas se volvieron mas borrosas. Algunas parecían atravesadas por arañazos profundos, mientras que otras habían sido arrancadas como en un trabajo meticuloso a base de rozaduras con herramientas y grietas. Al llegar a un punto frenaron y encontraron una escena antinatural. Como si todos esos estragos no hubieran sido capaces de dañar esa parte. Visto en conjunto parecía hecho a propósito, sin embargo, como todo en esa cueva, tenía un aspecto mas bien caótico, como los fortuitos daños de un campo de batalla. Podías tirar bomba tras bomba, que siempre encontrabas algún espacio lleno de verdor, y en algunos, incluso florecía algo de vegetación. Aquel era el punto en ese túnel subterráneo.

- Aquí hay una parte muy interesante.- sugirió el troll, y con un carraspeo, aumentó su iridiscencia, iluminándola como si fuera una linterna azulada.

Muro:

Había un dibujo de una especie de runa muy primigenia. No recordaban mucho a las nórdicas de la actualidad, si es que podían denominarse así, pero bebían de ellas. O tal vez las nórdicas lo hicieran. Puede que se tratara de una especie de lenguaje primigenio, sin embargo, había ciertas cosas que la valquiria podría interpretar. Como si el fondo de ese idioma estuviera en su mente, o formara parte de sí misma. No podía esclarecer todo, mas bien sentía que podía intentar interpretar el mensaje. Mezcladas con esas runas había algunos segmentos con lenguaje tradicional, que si podía leer a pesar de lo metafórico de estas.

"Donde hay chispa siempre quedará luz. Cuando luce para otros germina sobre el fuego de los tiempos un misterio de las estaciones pasadas, inconsciente de la guerra, de la carne desgarrada, de sí mismo. Lo vela la fría brillantez de la luna y lo atenaza de hielo, en los otros mundos sus testigos, en el suelo yerto de sus antecesores su único sustento. Último vástago de la madre si la vida se abre paso sobre sus fronteras."

Los dos midgardianos esperaban la posible interpretación de la Asgardiana. ¿Qué podía significar todo aquello?

Tras la explicación de lo que ponía en  la pared, esperó la reacción de sus acompañantes. Esperaba alguna clase de conexión con algún tipo de historia del lugar. Después de todo, ella no podía más que leer la información y relatar lo que ella sabía desde la perspectiva histórica y cultural asgardiana. Esta perspectiva estaba ciertamente muy alejada de la midgariana. No siempre habían tenido un contacto constante con la tierra y sus habitantes. Las tribus junto a sus culturas, historias y mitos habían evolucionado cambiando el mensaje o el hecho original. La valquiria no podía dar sentido a muchas cosas pues carecía de una inmersión en la cultura de Midgard.

- Sí, dormido.- aserveró firmemente.

A la rubia le parecían muy excéntricas las conjeturas del troll. Una especie de lógica-ilógica. Sin embargo, contestó sus hipótesis con lo que creía y sabía. Intentando dar la mejor respuesta que le era posible.

- Todas las partes del animal se aprovechan. Es la primera regla de la supervivencia. Somos parte de todo, todo es parte nuestra. Si el mundo está formado por la sangre, las entrañas, la carne y los huesos de Ymir, sería como volver al ciclo. Cuando te entierran formas parte de la tierra. Cuando te queman parte de ti se va con el humo y se queda en el aire. Cuando tu cuerpo es arrojado al mar te transformas en parte de él. Si tu carne y entraña se las come un animal, formas parte de él. Si tus huesos y grasa se usan para hacer velas, eres parte del mundo y de la comunidad tras la muerte. - Brunilda no sabía que el ser humano presenta una imagen muy similar a los descrito por Korgal; miles de microorganismos viven en nuestro interior. Somos un completo y complejo ecosistema viviente.

Fueron avanzando y adentrándose más y más en las profundidades. Después de caminar un poco, Korgal  les iluminó una nueva inscripción.

- Es un lenguaje antiguo. Arcaico. De cuando las civilizaciones no usaban palabras y los gruñidos y ruidos formaban parte del habla.- tocó las inscripciones poco a poco. Todo fue llenándose de sentido en su mente.

Uno de los poderes con los que contaba la valquiria era el de conocer todo los lenguajes existentes en los nueve reinos. Desde los más simples hasta los más complejos. Su raza eran dioses desde tiempos inmemoriales y las de su casta tenían la obligación de acudir en llamado de cualquier fiel o persona que tuviera algún problema derivado de las creencias nórdicas, objetos asgardianos o altercados con sus dioses. Por ello, se les brindaba el poder de comprender y hablar cualquier lenguaje, incluso lenguas extraterrestres. Nunca sabías de donde podía surgir un fiel o donde podrían arraigar tus creencias y erigir un templo. Debido a esto, la rubia era capaz de leer y comprender el mensaje escrito en el muro. Aunque estuviera en un dialecto primitivo y arcaico. A pesar de ser un idioma distante del rúnico y el nórdico ella lo entendía perfectamente.

- Dice- comentó sin mucho preámbulo- "Donde hay chispa siempre quedará luz. Cuando luce para otros germina sobre el fuego de los tiempos un misterio de las estaciones pasadas, inconsciente de la guerra, de la carne desgarrada, de sí mismo. Lo vela la fría brillantez de la luna y lo atenaza de hielo, en los otros mundos sus testigos, en el suelo yerto de sus antecesores su único sustento. Último vástago de la madre si la vida se abre paso sobre sus fronteras."

Miró fijamente a los midgarianos. Para ella, sin contexto parecía un poco fuera de sentido. Quizá ellos pudieran darle un valor que ella no podía encontrar, pues no tençia ni idea de la historia de ese lugar. Quizá si supiera sobre las leyendas, cuentos de pueblo o folklore de esa población podían enlazar. Pero no teniendo un contexto donde sembrar las raíces y poder enlazar los conocimientos se la hacía casi imposible sacar una significación.

- Parece como que un antiguo mal va a despertar. Fruto de una guerra o quizá un antiguo armamento. Si sabeis de las historias. Como en mi pueblo, la sabiduría ancestral. Conocéis pues, alguna de esas historias que cuentan las madres cuando tienen que entretener a los chiquillos o cuando las abuelas bordan en el juego o de un peregrino que pide limosna por un cuento. Esas historias sobre los lugares guardan verdades ocultas y nos podrían ser de mucha luz si supierais alguna o conoceis a alguien que pudiera contarnos el folklore del lugar. Ya que, no parece estar relacionado directamente con los asgardianos. No puedo dar una lectura más profunda que la traducción. -

Recibí las noticias con mi estoicismo habitual, pero la realidad es que la inquietud se me estaba atenazando en la boca del estómago. Aquello no era nada, nada bueno. Pensaba que se tratarían de algo como leyendas antiguas, puede que algún tipo de inscripción que consistiera en un epitafio o alguna leyenda acerca de personas que habían combatido bajo las montañas. Hasta se contempló en una reunión que todo lo que había mas adelante podía consistir en una especie de "monumento" para recordar a los caídos. Los más optimistas habían pensado que podía tratarse de una especie de trato entre tribus, que habían decidido grabarlo en piedra para darle un aspecto sagrado e inmutable. Ahora tenía que asumir que se trataba de algo que se acercaba mas a un mal augurio, o un presagio de muerte. No me consideraba una persona supersticiosa, pero a fuerza de ver cosas sabía que no podía minusvalorar ninguna de las creencias que los demás pudieran tener. Sus dogmas eran distintos, sus costumbres extrañas para mi, pero todo parecía tener un sentido dentro de la fe que profesaban, y eso significaba ser respetuosa con lo que para mi era inexplicable y a veces, hasta opuesto.

Korgal era un buen ejemplo de eso. Me costaba entender la mitad de sus elucubraciones y siempre me parecían poco apropiadas la otra mitad. Por algún motivo la Asgardiana continuaba siendo educada con él, contestándole cosas que sí podía comprender gracias a mi inteligencia. Cosas que parecían razonables y con las que podía estar de acuerdo. Al fin y al cabo la naturaleza había compuesto un sistema cíclico para facilitar su renovación. Un sistema que nosotros los humanos no acabábamos de comprender bien, ya que sólo había que mirar el agujero de la capa de ozono, la crecida de los mares, las islas de basura, los microplásticos y las innumerables especies que estaban amenazadas o en peligro de extinción. Estaba más que claro qué especie era la que estaba tomando ventaja de esto.

- Son malas noticias. Nosotros no teníamos información sobre este sistema de cuevas mas allá de haberlas investigado. Por eso necesitábamos su ayuda, noble brunilda. Lo único que puedo ofrecerle como ayuda es que expertos geólogos y especialistas topógrafos han estudiado los planos que hemos realizado del territorio subterráneo conocido. Fue presentado como un concepto de excavación. Es decir, no se les explico que estas cuevas ya existen, si no que deseábamos efectuarlas nosotros mismos con excavaciones controladas. La respuesta fue unánime, y todos los consultados coincidían en que eso era una temeridad. De acuerdo a sus informes, afirman que en caso de efectuarlas, la montaña entera se vendría abajo. - era algo que me aterrorizaba. Pasé una semana entera teniendo esas horribles pesadillas en las que Hohenzollern se hundía, convirtiendo el sueño de tres generaciones en escombros. - A pesar de eso, hemos vigilado desde que nos enteramos y no ha habido movimientos sísmicos preocupantes o errores arquitectónicos de ningún tipo. No hay fallas o grietas. Así que nuestra teoría más aceptada es que debe mantenerse mediante algún tipo de fuerza sobrenatural o magia.

Realicé un elegante movimiento con la mano para continuar. Korgal giró sobre sus pies y comenzó a caminar aún mas encorvado hacia delante. Por mucho que se esforzara, se oían pequeños golpes que respondían a sus cuernos dando a las pequeñas formaciones del techo de algunos de los túneles. Después de deslizarse hasta una zona en la que la oscuridad era prácticamente cerrada, la humedad se volvió asfixiante y fría, hasta el punto de expulsar vaho. Una temperatura que tal vez a la asgardiana le resultara reconfortante. Siempre había pensado que en Asgard hacía más frío que aquí.

Ante nosotros se abrió por fin el gran muro. La caverna se expandió gloriosa, con sus estalagtitas y estalagmitas. En la inmensa pared que tenían delante, iluminada por las iridiscencias del troll encontraron la inscripción. Sobre ella había toda una serie de reliquias que a Brunilda no le costaría identificar. Eran armas nórdicas sin duda. Hachas, lanzas, espadas, e incluso flechas. Habían arañado la pared como si fuese queso, y se habían hundido en ella haciendo que las muestras de fuerza de los guerreros que lo hubieran llevado a cabo fuesen colosales, y dignas de admirar.

Inscripción:

Muchas de las inscripciones se trataban de nombres, y títulos. Guerreros populares y admirados de Asgard. Culminando esa extraña armería improvisada, había otra leyenda. En ella lo que parecía una bestia con tres dedos en cada mano y pie, y tres ojos situados en el centro del cuerpo rompía o destruía una superficie. Tal vez emergía de ella. No era seguro.

"Con la fuerza de Odín te damos muerte. Aurgelmir del que descienden todos. Con la fuerza de Odín te damos muerte. La caza de todos los tuyos será siempre en su nombre. Con la fuerza de Odín te damos muerte. La vida apresada quedará en tu carne. Con la fuerza de Odín te damos muerte. Atrapamos a Ymir Sokkva para siempre. Con la fuerza de Odín os dimos muerte."

Ymir Sokkva... para la asgardiana sería una manera muy absurda de utilizar el lenguaje. Sokkva significaba "hundir", como cuando se hunde un barco. ¿Que querría decir en ese contexto? ¿Ymir el hundido? ¿habrían querido describirlo así? o tal vez ¿El hundido en Ymir?...

De lo que podía estar segura era de dos cosas. Aquello debía tratarse de uno de los pocos lugares que quedaban en el mundo que probaban la existencia de la batalla contra Ymir. Lo segundo, y menos halagüeño, era que la silueta allí representada se trataba, sin lugar a dudas, de un Jotun.

La capacidad de la Valkiria para interpretar ese lenguaje me resultó tan sorprendente como digna de admirar. No sólo porque fuese una facultad envidiable el hecho de poder comprender tantas lenguas con esa fluidez que ella demostraba, si no porque había llevado a cabo la tarea para nosotros de la manera más eficiente. La realidad es que por muchos intentos que habíamos hecho, ni siquiera uno de nuestros eruditos mas brillantes había podido desvelar el galimatías oculto en esa extraña mezcla de runas. Se parecían demasiado entre ellas. Cierto que el componente nórdico era bastante clave para empezar a comprender sobre qué podían tratar, pero en muchos casos las derivaciones eran tan amplias que ninguno de los mensajes que nosotros habíamos desvelado se acercaba ni en lo más remoto a lo que sin ningún esfuerzo aparente, Brunilda había descifrado para nosotros. Las frases estaban dotadas de cierto enigmatismo, pero eran completas, lógicas y bien conjugadas. Lo más lejos que habían llegado hasta entonces era a asignar valores determinados a las runas y tratar de componer con ellas algo que tuviera el mas mínimo sentido, sin ningún éxito.

- Gigantes de hielo.- rumié, pensativa. Había unas cuantas cosas en nuestra biblioteca referentes a ese tipo de raza de gigante, si bien dudaba mucho que se correspondieran con el término que comprendíamos en Midgard. Cuando se trataba de mitología, no se podía dar nada por sentado. . ¿Vos habéis peleado contra alguno de esos Jotun en alguna ocasión? - estaba muy interesada en todo lo que pudiera contarme sobre ellos. Tal vez sabiendo cómo era ese tipo de enemigo podríamos elaborar algún tipo de defensa o plan de ataque que nos fuera de ayuda, en caso de encontrarnos con ellos. - ¿Creéis que supondría un problema arrancar esas reliquias de la pared, o estaríamos incurriendo en algún tipo de falta de respeto? Pensamos que tal vez debieran ser conservadas para su estudio, pero al no saber si se trataba de algún tipo de ritual no quisimos alterar su colocación. ¿Creéis que sería seguro retirarlas?. Tendrán un gran valor histórico, pero si los guerreros las dejaron ahí, no queremos faltar a su memoria. - siempre había considerado que la voluntad de todo ser vivo debían ser respetadas en tanto en cuanto no hirieran a nadie en el proceso. De cualquier modo, ninguno de los que lo había intentado había sido capaz de moverlas ni un milímetro. Tal vez sería necesario llamar a alguno de los alumnos. Aún así, esperé que la valquiria me diera el visto bueno.

Aún no sabíamos mucho de todas aquellas armas, pero la historia de Ymir sí era conocida. Formaba parte de una de las tantas historias de los orígenes del mundo, y si aquello era un testimonio de tal cosa no podíamos darlo por sentado. Aún estaba el tema de la magia que sostenía las cavernas, pero la valkiria no podía ayudarnos en ese aspecto ya que se declaró una clara disconformidad con esa fuerza natural. Tendríamos que encontrar las respuestas para eso en otra ocasión.

- Nos habéis sido de inestimable ayuda, noble Brunilda. Nosotros no hemos podido resolver las inscripciones, y vos lo habéis hecho con presteza y claridad. Ahora, nos indicáis dónde podemos encontrar aún mas ayuda para desentrañar este misterio. Es algo que la MKL siempre os deberá. - mi mirada azulada y severa se posó en el rostro de ella, mientras las dos compartíamos un momento de serena dignidad.

- Necesitaremos las señas para llegar a vuestro templo. Millie, habéis dicho. ¿Existe algún modo de ponernos en contacto con ella? ¿Convendría presentarse con previo aviso? ¿Existe alguna regla que debamos seguir a la hora de presentarnos ante la sacerdotisa del templo? - muchas preguntas, pero debía cerciorarme de que comprendía la importancia que tenía para mí el protocolo. Tener equívocos resultaba más fácil cuanto menos se conocía la cultura contraria, y cuanto más se daba por sentado que el hecho de no conocerla eximía de su aplicación. No se podía estar mas equivocado que pensando de ese modo.

Con una señal, Korgal se movió hacia el túnel por el que habíamos entrado, y comenzamos a andar hacia la salida. El aire dejó de estar tan cargado de humedad y frío en cuanto avanzamos unos pocos metros. la Luz de Korgal mantenía esa imagen fantasmagórica a medida que avanzábamos por los estrechos túneles rocosos.

- Me gustaría pedirle que nos contara más acerca de los Jotun. No creo que sean iguales que los gigantes que nosotros conocemos.

La asgardiana lamentaba no poder ser de más ayuda. En ocasiones, las misiones llegaban a atolladeros que te dejan sin ninguna opción ni ninguna salida. No tenía ningún camino para seguir adelante y tenías que conformarte con lo que habías logrado, aunque no fuera el final ni el resultado ni el objetivo que te marcaste. Por más que le gustase responder a las preguntas de Solaris y encontrar que estaba manteniendo en pie la extraña fortaleza, no podía. Sus conocimientos se veían limitados. Ella provenía del universo Marvel 616 íntegramente. No tenía ningún recuerdo o conocimiento de otros universos ni de sus cambios en historia, cultura o psicoformicos-emocionales.

- Sí, he peleado con las criaturas correspondientes en mi mundo.- desde que Asgard era Asgard, los asgardianos habían tenido luchas, peleas y guerras con el reino de Jotunheim y con sus habitantes. - Pero no conozco muy a fondo su cultura. Así que tan sólo puedo suponer. No somo razas afines aunque se puedan dar hibridaciones. - con eso Brunilda se refería a que no guardaban mucha semejanza en la cultura. Pero sí que habían ocurrido casamientos y concepciones entre Jotuns y asgardianos.- Lo que puedo decir por mi cultura y raza asgardiana y con mi conocimiento sobre los rituales y la muerte es que perpetrar cualquier cambio en reliquias ajenas de las que no se tiene completo entendimiento puede acarrear muchos problemas. Yo no le aconsejaría retirarlas, mi señora. Quizá puede que no pase nada pero cuando una reliquia es retirada conlleva un ritual puede causar ingentes daños. Cuando un cementerio nórdico es asaltado, cuandoes desposeído de sus enseres y sus reliquias queda en el aire un ambiente de profanación y ofensa que no deja descansar a los muertos. Entonces ellos se levantan a cobrar una justa venganza. Pero a su paso pueden cargar contra inocentes. Sé que los gigantes no son asgardianos pero esas cosas pueden ocurrir en cualquier cultura que tenga componentes de origen mágico-místico con cualquier expolio de objetos religiosos.-

La valquiria creía firmemente que había que tener mucho cuidado con los objetos de los muertos. Más aún, se si trataba de un enterramiento o un campo de batalla en el que habían muertos los guerreros. Los lugares donde habían perecido muchas almas que no habían recibido rituales eran muy peligrosos. El rabia, la fiereza y el rencor podían emerger con una forma muy física. Con la falta de descanso y la corrupción de las almas se podían generar un monstruo abominable que cobrase venganza con todo aquel que se encontrase.

- Es mi cometido ayudar a cualquiera que tenga algún problema con el mundo asgardiano. Aunque siento no haber podido ser de más ayuda.-

Millie vivía en el templo asgardiana de Nueva York. Ese edificio de culto asgardiano se ubicaba en el Upper West Side neoyorquino. En una zona de Mahattan que se hallaba entre Central Park y el río Hudson. Brunilda le dijo a Solaris y a Korgal la dirección exacta del templo.

- Uno de esos aparatos midgarianos … umm … el teléfono. Habitualmente Millie hace labores de guía y orientación, así como sus tareas de casta. Así que creo que convendría avisarla para no encontrarla en alguno de estos menesteres. -

Millie era una joven del siglo XXI no era muy protocolaria. Ella recibía a las personas que acudían en su busca para pedir guía y consejo. No tenía ningún sistema de citado o orden. Simplemente se dejaba llevar por lo que trajera el día.

Los tres comenzaron a caminar hacia la salida.

- Según lo que sé de mi Asgard. - La teoría de evolución diferencial de la misma cultura en universos diferentes. Pero Brunilda no sabía sobre cómo se llamaba eso a nivel científico. Lo que sí sabía es que no se desarrolla igual el mismo pueblo en dos universos diferentes. A veces hay cambios sustanciales y en otras ocasiones mínimos pero nunca se puede especificar sin saber. Por la historia que contaban las inscripciones podía saber que no era la misma historia que sabía y que había vivido. Ymir que estaba confinado en su mundo y ese Ymir que era enterrado allí. Todo era muy diferente para poder concluir algo relevante.

- Jotun es la tierra de los gigantes. Hay varias razas de estos: los de hielo, los de la tormenta, los de tierra y los de fuego. En mi universo Ymir era un gigante de hielo. Puede que aquí sea de otra de los subgéneros. Miden entre seis y nueve metros de altura, tienen un fuerza descomunal, son muy resistentes al dolor y las heridas. Algunos pueden usar la hechicería. - hizo un pausa pensando en las limitaciones de sus enemigos naturales.- Tienen una naturaleza elemental y esta es débil ante su contrario; por ejemplo los de hielo son débiles ante el calor. -

La valquiria era todo un ejemplo de entereza y dedicación. Ya había pedido disculpas dos veces por no ser capaz de darles más ayuda, a pesar de que ésta había sido inestimable para empezar a comprender con lo que se estaban enfrentando. Ahora sabían con certeza que se trataba de algún tipo de templo Asgardiano, una posible tumba o los restos de alguna batalla que se hubiera llevado a cabo en el lugar en eras pasadas. Había sido capaz de leer las inscripciones a pesar de que nosotros lo habíamos intentado con ferviente dedicación, sin que le supusiera esfuerzo alguno. Además nos había puesto en contacto no solo con la posible situación, ni con las criaturas que se habían visto envueltas en la batalla, si no con alguien que tal vez podría ofrecer aún más luz sobre un problema que había sido insondable para todos nosotros. Cuanto le había dicho era verdad, la MKL siempre le estaría agradecida por sus servicios y ayuda.

Cuando Brunilda nos dio las señas e indicaciones de la situación de la joven y su templo, accioné el dispositivo que me ponía en contacto con Woodrow AH. El dispositivo iluminó la cueva con un suave resplandor azul. Después de comprobar que no era funcional efectuar la proyección del holograma en movimiento, casi todos habíamos configurado el dispositivo para que se limitara a resplandecer durante las comunicaciones con el Asistente Holográfico. La agradable voz cálida de la base de datos respondió con la misma diligencia que mostraba siempre.

- Woodrow, por favor. Apunta la dirección, y guárdala con el nombre de Millie en el directorio general. Configura un aviso en mi agenda para ponerme en contacto con ella a la mayor brevedad posible.

- ¡Dicho y hecho, señora directora!- cerró con un suave sonido de reposo.

Tendríamos que tener en cuenta todo lo que nos estaba contando, y hacer esfuerzos por actualizar nuestra base aún con mayor velocidad. Había muchas criaturas ahí fuera de las que aún desconocíamos todo y con las que sería difícil interactuar si seguíamos ignorando su existencia. También estaba el complejo asunto de las versiones alternativas. Teníamos información sobre personas, mutantes, magos y criaturas que a la hora de efectuar la comprobación no se correspondían con la realidad. Ni siquiera entre nuestros propios alumnos. Fue chocante contemplar cómo algunos de los jóvenes que conocíamos no tenían idea de que antes habían tenido capacidades sobrehumanas. Habían abandonado la escuela y habían dado paso a otros que, en este nuevo mundo, sí necesitaban la asistencia y la guía que proporcionaba la MKL.

Así que la información de los gigantes que nos proporcionó la Asgardiana era, de nuevo, valiosísima para nosotros. Un sonido chirriante me sacó por un momento de mis pensamientos. De camino a la salida, los cuernos de Korgal arañaron la parte superior del estrechamiento del túnel, sin que a él pareciera importarle lo más mínimo el desagradable sonido que estaba produciendo. Apreté la mandíbula en la semioscuridad para soportar la grima. De verdad que el troll tenía un don para ponerme de los nervios. Nada de eso se reflejó en el exterior, donde mantenía una expresión de serena firmeza.

- De manera que podríamos decir que se trata de fuerzas elementales, y que pueden anularse con su contraparte natural. Las criaturas de gran tamaño suelen tender a realizas movimientos algo más lentos a causa de su peso. Su fuerza debe ser colosal. La hibridación de dos razas tan diferentes debe dar como resultado criaturas de lo más fascinantes.

Poco a poco dejamos atrás la humedad y las escrituras antiguas. El fondo de la cueva se aproximó como un faro intenso a causa de la luz perimetral artificial. Me escocieron los ojos a medida que se volvió más intensa al salir por fin al aire libre. El aire era menos frío que en el interior, pero traía una frescura como era imposible que circulara en las cavernas que conformaban el subsuelo de la MKL. Un misterio geológico aún irresoluto.

- Tenga por seguro que seguiremos su consejo, Noble Brunilda. Por el momento, las cámaras permanecerán cerradas y sólo serán supervisadas por otros posibles expertos que vayan a dignificar el santuario del modo que se merece. No querríamos desatar fuerzas ocultas, ni que se nos considere expoliadores o saqueadores de tumbas. Lo último que querríamos es ofender a una cultura tan digna y antigua como la Asgardiana. - le aseguré mirándola a los ojos cuando por fin se adaptaron de nuevo a la luz exterior.

Korgal tenía una extraña sonrisa en el rostro, mientras se resguardaba todavía en la boca de la cueva. Nunca lo había expresado en voz alta, pero tener que adoptar su forma original parecía gustarle sobremanera. Estaba convencida de que lo que intentaba era apurar el mayor tiempo posible en su estado natural.

- De nuevo, le agradezco todo el esfuerzo y la ayuda que nos ha brindado. Si alguna vez necesita de nuestra ayuda, apoyo o refugio, en la MKL encontrará un aliado. - le aseguré, y esas palabras llevaban la carga de toda mi sinceridad. - No sé si habremos interrumpido alguno de sus deberes, pero si me lo permite, me gustaría mostrarle algo de nuestra hospitalidad. Me encantaría invitarla a cenar con nosotros y conocer un poco mejor a una guerrera de su talla. Me temo que no todos los días tenemos la oportunidad de conocer a una leyenda viva.