Desove e hibernación (Rixanne illios) [6/12/2018]

06 de Diciembre del 2018
07.00 De la Mañana
Castillo de Hohenzollern
Sttutgart

Desperté en mi habitación antes de que sonara la alarma programada. Fuí al baño para empezar mi rutina de higiene matutina con una buena ducha caliente ideal para templarme. Hoy me tocaba pesarme y medirme, y memoricé los datos en mi control de seguimiento. Estaba contenta. Esa semana había perdido medio kilo, de todo lo que había ganado en mi viaje a américa. Aunque había procurado ceñirme a mi dieta habitual, era mucho más sencillo comer comida preparada allí, las raciones eran generosas, y me había tolerado más margen para probar cosas diferentes a lo que estaba acostumbrada. Eso se había traducido en un aumento de peso, y era mejor mantenerlo bajo control. Me vestí con uno de mis zentais de incursión ligero, y escogí qué tipo de ilusión iba a fijar sobre mi cuerpo. Había estado repasando nuevos conjuntos, porque en el protocolo era importante vestir de manera adecuada, y eso incluía tener en cuenta la moda actual. Desde la colisión, no me había preocupado de renovar el fondo de armario. Pero había tenido algo de tiempo, y acceso a varias fuentes donde se hablaba de la moda del momento, las últimas tendencias en corte, tejidos, colores y estampados, etc. Imprimiendo varios recortes e invirtiendo media hora cada noche, había conseguido emular muchos de los conjuntos, adaptándolos a mi cuerpo de manera que la ilusión quedara como un guante, sin desatender detalle alguno. Me decanté por un conjunto básico con una falda negra entallada a la cintura y a media pierna, tacones bajos de punta, y una camisa de seda gris, de cuyos brillos estaba en especial bastante orgullosa. El brillo de la seda, cualquier transparencia y los tejidos holográficos eran difíciles de conseguir, pero cuando dedicabas tiempo suficiente a estudiar la tela y su comportamiento, su resultado era indiscutible. Haber llegado a dominar ese tipo de ilusiones delataba lo mucho que me dedicaba a practicar, comprender y entrenar el uso del único poder que sí parecía capaz de controlar. En cuanto estuve vestida y preparada, encendí la terminal portátil del asistente holográfico Woodrow AH. La silueta brillante en miniatura, de unos 15 cm, me saludó desde el dispositivo que llevaba en la palma de mi mano, con su tono cálido, cordial, y respetuoso habitual.

- ¡Buenos días, Sieglinde! Si te parece bien, empezaré por sugerirte un desayuno de fruta cortada, café con leche y una tostada de pan integral con queso fresco.

-Buenos días, Woodrow. Muchas gracias.- Nunca felicitaría lo bastante a Lorenzo, Omar y Björn por el trabajo que habían hecho con Woodrow AH. Era de lo más polivalente. De hecho, se encargaba del mantenimiento del correo, tanto ordinario como digital, de las alarmas, del seguimiento de su dieta, de su agenda, y de muchas otras cosas más.

- Hoy no se han dado situaciones de riesgo reseñables, retrasos de importancia, o visitas no programadas. ¿Prefieres que comience con el correo, o con el repaso a la agenda?- preguntó, mientras dirigía mis pasos a la cafetería.

- Correo, por favor. - pedí, puesto que hacía varios días que estaba esperando resoluciones legislativas que no parecían llegar nunca. En cosa de unos veinte minutos, habíamos terminado con ese asunto. - ¿Respecto a la agenda, qué tengo programado? - pregunté mientras me secaba la comisura de los labios con la servilleta.

- Tus planes de la mañana son actualizar las tareas pendientes: Coordinación de los horarios de tutorías, respuesta de peticiones de ingreso con recomendación, actualización del informe semanal de los quintillizos, y registro oficial de las patentes de los tres últimos diseños de armamento testado. - descargué en mi PDA la lista de asuntos, para no ocupar la línea con constantes recordatorios. - Hoy a las doce se llevará a cabo el reconocimiento del terreno montañoso colindante. La anidación de los dragones debe ser supervisada, y los huevos hueros recogidos. - alcé la vista interesada.

- Muy bien Woodrow. Por el momento eso es todo.

- Que pases una buena mañana.- El holograma titiló, un instante antes de que la luz del dispositivo se apagara.

Deposité la bandeja en los portabandejas de recogida. Lo mejor era que me pusiera a trabajar de inmediato. Iba a ser un día muy largo.




En la enorme puerta de la entrada principal, se agruparon enseguida todos los que iban a realizar las labores de expedición. Profesores asignados, miembros de clubs extraescolares que querían acceder a créditos de libre elección, algunos alumnos que cumplían periodos de castigo que podían acortarse con buen comportamiento, voluntarios o interesados en aprender del tema, así como los emparentados con la especie, que de algún modo, así se sentían más cercanos a su mundo.

Asignó un líder de equipo capacitado cada cuatro personas, repartió los mapas con las zonas segmentadas de cada grupo, y constató la orden de reporte cada hora, ya fuera digital, mágico o analógico a través de los equipos de Walkies que había dispuesto. Se repartieron los orbes de teleportación, con un máximo de cuatro viajes, y una distancia estipulada. Nunca sabías cuándo alguien podía darte una sorpresa, y no estaba dispuesta a dejar depende qué mecanismos a gente irresponsable. Después de la explicación grupal, cada grupo se dirigió a su localización seleccionada.

Ella llegó a la suya en menos de cinco minutos, acompañada de Korgal “el luciérnaga”, y dos de sus alumnos, Vivix, y Gruetel. Gruetel era una mestiza de dragón aún en desarrollo, y a diferencia de sus congéneres, su cuerpo había tendido a un aspecto draconiano.

- ¿Por donde empezamos? - preguntó Korgal*, en su aspecto humano, con las rastas sobresaliendo del estrambótico sombrero.

- Por encontrar la ruta de senderismo principal de la zona.- dije señalando la dirección, antes de que el equipo me siguiera. Una vez ubicados, podríamos tratar de buscar los nidos, comprobar que estaban a salvo, y eliminar las pruebas necesarias para que pudieran continuar viviendo en paz, con la mínima interacción humana de por medio.

No tardaron en localizar la ruta principal de senderismo. A ella acudían todo tipo de personas, desde expertos en supervivencia, deportistas que iban a entrenar, mochileros que iban a acceder a su siguiente destino, guardas forestales, y también extranjeros que preferían el turismo de aventura. Durante el tramo de entrada, Vivix la mujer zorro ayudó a camuflar a su compañera Gruetel para que su presencia no despertara ningún tipo de amenaza o respuesta no deseada. Saludaban con educación con un leve gesto de cabeza y continuaban con su ruta, pasando grupos organizados, familias distraídas y otro tipo de concurrencias que prefirieron evitar. Al avanzar hacia una zona del camino, Gruetel se detuvo en seco. Elevó la cabeza hacia los laterales del camino. Las fosas nasales se dilataron y su lengua acarició el aire, rastreando los olores del ambiente. Ese era el método más fiable de rastreo para ella, puesto que tenía una capacidad de olfato y gusto que transmitía mas información incluso que sus ojos, y eso que estos últimos tenían la calidad visual de cualquier buen rapaz. El equipo al completo se detuvo, esperando.

- Huelo un rastro. Es muy débil. - avanzó, tratando de captar mas partículas, metiendo y sacando la lengua como si de una serpiente se tratara. En el mismo instante en que Roxanne se transformó en el claro, el aire llevó el aroma de sus plumas hasta Gruetel. Sus pupilas se dilataron, y las verdosas escamas que cubrían su cuerpo se erizaron. - ¡Hay uno, está muy cerca! Es como si acabara de salir de la nada. - parecía bastante excitada y nerviosa, teniendo en cuenta que el resto del trayecto había transcurrido en silencio, y la joven mestiza se había mantenido cabizbaja. - Se trata de una hembra joven. No huelo celo, así que es posible que ya haya pasado el desove, o no tenga edad aún.- especificó, analizando las feromonas en el ambiente. Los dragones tienen fuertes olores, marcas, etc. que a los de su propia especie les afecta mucho. Un macho tranquilo puede volverse un animal chalado si hay demasiadas hembras en celo marcando a su alrededor.

- Deberíamos acercarnos. - sugirió sin alterarse Korgal.

- Es una temeridad.- afirmé. Lo ideal era hacer esas labores desde la distancia, e influyendo a la comunidad de dragones lo menos posible con su presencia e influencia.

- Tenemos un sensor excepcional, y este año no hemos visto apenas dragones. Lo que significa que o bien están emigrando, o que ha sido año de gestación. ¿No quieres ver cuáles se han quedado? - preguntó, con las manos en los bolsillos, y ese tonillo insufrible.

Le miré con severidad. Me preocupaba el número de crías que pudiera haber este año. En general, había peleas por el territorio, aunque la mayoría se solventaban con los fuertes quedándose en la zona, y los mas débiles emigrando a otros sitios colindantes. Pero en la época de cría, empezaba a escasear el alimento, y para mantener la fauna de la zona y un equilibrio ambiental sostenible, los magos de la MKL recreaban la caza con métodos poco ortodoxos pero funcionales. Los dragones eran seres valiosos, y sacarlos adelante era muy complicado. El mundo moderno no era para ellos, y resultaba sorprendente lo mucho que les afectaban los cambios de clima, la contaminación, la falta de alimento, los ruidos, la ocupación de su zona aérea o la deforestación. Como sucedía con cualquier otra especie animal, el humano estaba o bien avasallando sus espacios, o bien relegándolos a funciones de productividad  y a diferencia de las vacas, los cerdos o los pollos, los dragones eran consumidos en pocas partes del mundo. Se resumía en que los dragones no eran rentables, y se habían salvado de la extinción de milagro, pero la predisposición a eliminarlos parecía más que obvia, cuando la mayoría de sociedades afirmaban sin recato que se trataba de criaturas de fantasía. Nada mas lejos de la realidad.

- Bien. Nos aproximaremos todos juntos, contra el sentido del viento para que no sea capaz de localizarnos por el olfato. Os quiero a todos unidos por la cuerda de seguridad. Vivix, en caso de emergencia, necesitaremos cobertura para confundir a la dragona. Pero si nos encontramos en el más mínimo peligro, utilizaremos el dispositivo de traslado y nos marcharemos de inmediato. - esperé un afirmativo, que claro, no llegó. Sólo asintieron y se mostraron de acuerdo. A veces olvidaba que no todo era una misión.

Hicimos el recorrido sin mucha dificultad, avanzando a través de la nieve y cubriendo nuestros pasos con un básico hechizo borra-huellas de Korgal. Cuando andabas, la presión generada por tu cuerpo y tu peso se transmitía a la tierra y el entorno, y lo único que ella hacía era remitirlo hacia afuera. Era más complejo de lo que parecía, pero el troll tenía tendencia a simplificar toda explicación y a hacer continuas alusiones al concepto de Karma, al intercambio equivalente y a algo llamado "La paparrucha de la paradoja de la fuerza irresistible."

Por mucho que el color fuese adecuado, parecía complicado no ver el enorme bulto en medio del claro. Desde lejos podría aparentar ser una enorme colina de nieve, pero era imposible que pasara desapercibido su aroma para la híbrida. Sobretodo por que al ir contra el viento, el olor de la dragona era arrastrado directo a sus fosas nasales.

- Está ahi...- susurró de manera casi imperceptible. Yo había silenciado los Walkies. No quería que cualquier interferencia delatara nuestra posición. La mujer zorro eliminó todo rastro de sonido a nuestro alrededor, impidiendo que nuestros pasos fueran escuchados. Cubiertos con los árboles y matorrales, observamos la imponente silueta cubierta de plumas blancas. La delataba cierto rastro de plumaje azul y dorado, que se podía ver una vez te acercabas. Era algo muy atípico de ver. Tanto que de no ser porque Gruetel la había catalogado como tal, habría pensado antes en algún tipo de esfinge o harpía, antes que en un dragón. La híbrida sacó la lengua frenética, analizando el aire sin parar, mientras los demás contemplaban fascinados.

- Es extraño que esté aquí fuera echada. A estas alturas debería estar finiquitando su nido, o cerrando su cueva para prepararse para la hibernación.

- Puede que esté herida, o que su nido se haya roto.

- O está enferma. Los dragones somos seres orgullosos. Cuando la muerte nos alcanza no la esperamos. Salimos a buscarla. - objetó Gruetel con un tono sereno y vanidoso.

- ¿Queréis que me acerque un poco, para asegurarnos?- preguntó la mujer zorro, con la picardía brillando en el interior de sus ojos oscuros.

En general un dragón no suele atacar a otros depredadores, a menos que sufra hambre excesiva. Son difíciles de encontrar, tienen un instinto superior para evadirlos, su carne es más correosa y son mucho mas pequeños que los herbívoros.

- No hagas tonterías. Acércate salvaguardando las distancias de huida. Mantente siempre donde podamos verte. - era un riesgo necesario. Nos parapetamos tras un arbusto, y aguardamos, mirando a través de la hojarasca. Vivix se transformó en un pequeño zorro con el pelaje de un intenso anaranjado tostado, que se veía con cierta claridad sobre la nieve. Trotó hacia un lateral, y se puso a la vista de la cabeza del dragón. Lo peor que podías hacer era aparecer por la espalda. Cualquiera que pasara desapercibido a sus sentidos sería de manera inmediata considerado una amenaza. El zorro trotó fuera de la hojarasca, alzando las orejas y su marcha pasó a ser una marcha precavida. Olfateó el aire, e hizo una leve llamada. A menudo los dragones tenían capacidades para comunicarse con otras criaturas del mundo animal. El zorro se aproximó despacio, bajando la cabeza, y colocando la cola baja, mostrando una posición sumisa, pero defensiva.

Yo estaba atenta a cualquier gesto que el dragón pudiera hacer. No podías dar nada por sentado. Había dragones racionales, otros animales, algunos con una sabiduría inaccesible al ser humano, otros que en una vida entera apenas eran capaces de parpadear, pues su mundo transcurría a una velocidad diferente al nuestro. Siendo una especie tan dispar, en la que cualquier cosa era posible, toda precaución era poca.

La mujer zorro observó el ronroneo pacífico que salía del interior del dragón. No era muy buena idea aproximarse cuando una criatura de esas características estaba durmiendo. Se planteó una retirada estratégica, justo en el momento en que ese suave sonido se volvía más fuerte, y la enorme canica de su ojo dorado se abría. Su cabeza se alzó, y eso produjo un pequeño sprint en la otra dirección por parte del zorro. Aunque Vivix no tenía miedo, pues confiaba a veces en exceso de sus propias capacidades, había tenido que aprender a comportarse como el animal, y a emular sus instintos para que su engaño resultara mucho más realista. Así que ante el movimiento, realizó una suave carrera, pero la enlazó con un carácter de juego, volviendo a su lugar, alzando ambas orejas en una actitud atenta, y llamando de nuevo, abriendo las fauces con pequeños chillidos, que denotaban un carácter afable. Lo que no esperaba es que un dragón tan grande hablara con una voz tan juvenil y aguda. Aún menos que lo hiciera en inglés.

Se sentó sobre la nieve, ladeando la cabeza, y meneando la cola con suavidad, mientras atendía todo lo que le decía la joven dragona. Sus palabras tampoco pasaron desapercibidas para el grupo, que se sorprendió al oírla hablar con tal claridad.

- Es otra hibrida.- resolvió Gruetel, confiada. En su tono había un punto iracundo y en sus ojos dorados brilló un sutil manto de amargura, cuando contempló cómo su cuerpo blanco y plumífero comenzó a cambiar hasta convertirse en una pequeña niña que sacó de su mochila un pollo cocinado, y lo engulló a grandes mordiscos, sin importarle si era carne, piel o hueso. Ofreció un poco al zorro, que corrió de nuevo acercándose un poco más a su alrededor, oliendo sus aromas, y percibiendo en ellos los matices y especias de la comida.

- Hola, dragona. - susurró con una voz delicada y sugerente, que quizá pasase desapercibida al principio, pero de lo más evidente después. - Topper. Es un nombre muy curioso para un zorro. - sugirió estirando su cuerpo hacia delante, y sacudiendo su cola con un toque majestuoso. De pronto ese que hasta hace un instante tenía una apariencia salvaje y animal demostraba ademanes medidos y entrenados, más propios de un perro de concurso. - Dime, dragona voraz, y contesta la verdad. ¿Qué haces aquí tirada en la nieve? ¿Dónde está tu nido? ¿Donde piensas hibernar? - dijo haciendo la serie de tres preguntas que permitía el suave hechizo que ahora flotaba en el aire. Poca gente sabía que los Kitsunes tenían tanta habilidad para encubrir la verdad, como para descubrirla. Esa pequeña treta impulsaba la verdad. Si se respondía con honestidad, no se vería afectada. Si trataba de mentir, tendría la sensación de que lo hacía pero de todos modos respondería la verdad. Era un simple traspiés de la lengua, pero era útil. Aunque nunca lo había probado con dragones, consideró que era lo bastante joven para no conocer todavía la complejidad de la magia, y que su hechizo pasaría desapercibido. El grupo emergió de entre los arbustos con mucha lentitud, procurando no exaltarlas.

- ¡Mira que marca tan maravillosa ha dejado en la nieve! ¡Parece el lago subterráneo de Konkartug!- no era una frase de presentación muy adecuada, pero Korgal era un espíritu libre y tenía una percepción del mundo que le rodeaba bastante peculiar.

- Estás en terreno peligroso, jovencita.- procuré en la medida de lo posible resultar firme a imponente, mientras andaba con rectitud saliendo al claro y deteniéndome a una buena distancia. La mujer zorro acudió a nuestro encuentro tras una pequeña carrera. - ¿De donde vienes, y qué estás haciendo en medio de la nieve? - pregunté con corrección, manteniendo la calma y procurando controlar el entorno, por si fuera necesario encontrar un modo de huir. La ilusión que cubría mi cuerpo mostraba una equipación adecuada para las temperaturas frías, con un gorro con piel en el interior, a juego con la gabardina que llevaba y me cubría hasta las rodillas. Debajo había un pantalón térmico y unas botas especializadas.

Si era de nuestros dragones, estaba contraviniendo el acuerdo de convivencia, quedándose tan cerca del camino. Si era una recién llegada tendrían que tenerla en cuenta en el futuro, y ponerla sobre aviso del período que estaban viviendo. Una dragona tan joven corría peligro de ser atacada o desterrada, pues estaba en una zona llena de dragones adultos y ya experimentados en las luchas por el territorio. Salvo Korgal, que parecía muy centrado en contemplar la huella en la nieve, el resto aguardaron la explicación de la joven dragona.

Vivix meció su cola, ladina, divertida por la situación. La joven demostraba una actitud temeraria y descuidada. Ni siquiera se había sorprendido de que el hablara. Luego se dió cuenta de que su percepción había estado equivocada. No se trataba de eso, si no que ni siquiera la había escuchado, con todo el crujir de los huesos de pollo en el interior de su boca. Se preguntó como una niña pequeña que aún parecía tener algún que otro diente de leche, era capaz de masticar los duros y peligrosos huesos del ave asada, que podían quedarse clavados en la garganta. A ella no parecía importarle en absoluto, fuera carne, piel o hueso, lo masticaba con avidez y tragaba a grandes bocados hasta que sólo quedo el envoltorio. Desde los arbustos, el resto de sus compañeros la contemplaban con curiosidad.

- Todos hablan, pero saben que es mas inteligente no charlar con los humanos. - bostezó, dejando ver una hilera de dientes afilados como agujas. - Nuna han sido buenos conversadores.

Las respuestas de la dragona dejaron a la mujer zorro insatisfecha. No sabía si se trataba de verdad de una atolondrada que no sabía ni lo que estaba haciendo allí, o había sabido de su hechizo, lo había resistido y estaba tratando de tomarle el pelo y jugar con ella, contestando con respuestas vagas y ambiguas. Entrecerró sus inteligentes ojos oscuros y trató de oler el ambiente, buscando analizar la mentira en ella, pero no la encontró. Esa era una de las maneras que pocos conocían de burlar los hechizos básicos de los kitsunes. No ocultar la verdad, si no compartir una parte. En ese momento, el resto de los componentes salió de detrás de los arbustos y la Kitsune caminó hacia ellos, con la cabeza alta y el orgullo herido en su interior.

Cuando la dragona se puso a divagar, las respuestas fueron de lo más variopintas. Vivix ladeó la cabeza, Korgal se inclinó hacia delante, como si estuviera muy interesado en las palabras de la joven, Gruetel se mantenía estoica, en cierto modo parecía casi enfadada con ella, y Yo no llegaba a comprender como unos padres podían llegar a ser tan irresponsables de dejar a una adolescente sola, por muy dragona que fuera, en un terreno en medio del bosque donde podía haber peligros desconocidos, podía haberse perdido y congelarse o haber tenido algún accidente grave que le impidiera volver. Estaba sola por completo, en una zona de montaña, y ni siquiera llevaba el equipo oportuno. Negué con la cabeza, incrédula.

- No somos los malos. Pero si lo fuéramos podrías tener problemas. Hay muchos cazadores de dragones sueltos. Podrían haberte hecho daño. - me parecía mas que obvio que alguien debía haberla educado para tener cuidado de dónde y cómo se transformaba. No podía hacerse a la ligera. Aunque también era cierto que lo había hecho en un sitio apartado, y que éramos nosotros quienes habíamos forzado el encuentro con ella. - Deberías volver al sendero con tus padres, y no salir del camino. Una adolescente no debería andar sola por estos terrenos. Son escarpados y peligrosos cuando no se conocen las rutas. - mi tono era serio y recriminatorio. Korgal estuvo a punto de interrumpirme alzando un dedo, pero le bastó una mirada para que se le atragantaran las palabras en la garganta. Las intercambió por un carraspeo muy bajo, como si tratara de hacer el menor ruido posible. Sabía que en ese aspecto, no admitía discusión. En esas circunstancias era el último sitio en el que la joven debería estar, teniendo en cuenta que era dragona y que los machos podían ser capaces de detectar una hembra a varios kilómetros, aún menos.

- ¿¡Cómo que porqué es peligroso?!- espetó la joven híbrida, sobresaltándonos a todos. El tono parecía furioso, acusatorio. - ¡¿ES QUE NO SABES NADA O QUE?! - le salía humo de la nariz. No era una forma de hablar. Era literal. Sus pupilas estaban contraídas en una fina línea negra. - ¡Es época de celo! ¡Los machos estarán buscándote, y las otras hembras ya estarán poniendo huevos! ¿Es que no tienes un nido? ¿No piensas continuar con tu especie? - no lo dudé ni un instante, agarré a la dragona del hombro y tiré de ella hacia atrás. Había empezado a aproximarse a Roxanne con intención hostil, algo que podía verse en la forma en que movía la cola, y el resto de signos que ya he mencionado. Ella soltó un enorme bramido.

- ¡Gruetel, al seto!- levanté la mano y le señalé el lugar del que veníamos. La dragona trató de revolverse de mi agarre. Me acerqué a menos de un palmo de su rostro, clavando mis ojos de acero frío en los suyos. - Ya. - fué una orden en voz baja, concisa y firme. Gruñó entre dientes, miró con reencor a Roxanne y luego desapareció tras los arbustos, donde se sentó contra uno de los árboles, con los ojos reptilianos cubiertos de una capa acuosa.

Entendía las dificultades por las que estaba pasando. Su hibridación había evolucionado hasta un punto muy complejo. Tenía edad suficiente para que su cuerpo se interesara por la reproducción pero era obvio que no podía mantenerla con un dragón. Así que su instinto le pedía algo que su cuerpo hacía imposible. Por otro lado, el resto de criaturas no le resultaban atractivas, no poseían las feromonas adecuadas, y aunque lo hubiese hecho, tenía el impedimento de su apariencia, que hacía complicado que los jóvenes obsesionados por el físico pasaran por alto. Por mucho que en la MKL educaran en la igualdad, era difícil que se escaparan al constante bombardeo de información y la imposición del canon de belleza a través de la imagen. Hace poco había sabido incluso que los jóvenes estaban haciendo ranquins de belleza según las razas, lo que iba a costarles a todos un seminario de educación sexual y la objetificación, y otro contra el bulling y el acoso.

- Esto es una zona de actividad dracónica. Tenemos varias especies que anidan aquí, ponen sus huevos, cazan y emigran. Si te encuentran en uno de sus territorios no dudarán en atacarte, o incluso matarte. Al menos si permaneces en forma de dragón. - aseveré, acercándome a ella. - Has cometido una temeridad que podías haber pagado con tu vida. - parecían palabras duras, pero necesitaba que lo entendiera.

Un dragón no iba a dudar porque fuera una cría, ya fuera para matarla y echarla de su zona, o por que le apeteciera montarla, no iba a andarse con miramientos. Puede que ella tuviera conciencia humana, pero no todos los dragones la tenían. Algunos habían preferido escuchar a su instinto y vivir sus inmortales existencias de un modo feral y visceral. Al final, daba igual. Siempre que tratabas con dragones tenías que tener extremo cuidado, y ella se había expuesto como si no le importara. Ahí, en medio del claro, se había convertido en un blanco fácil.

Empecé a preguntarme de dónde habría salido esa chica. Actuaba con temeridad y no parecía importarle, ignoraba las nociones mas básicas de su condición, no le preocupaba nada que la encontraran en su forma original a pesar de los inmensos problemas que habría podido pasar de ser descubierta. Aunque la gente tenía especial manía a los mutantes de la manera mas irracional y estúpida, muchos de ellos tampoco eran amigos de la idea de que criaturas con tanto poder destructivo estuvieran andando entre sus calles, envueltas en una forma humana normal. En cierto modo les hacía sentir engañados e inseguros, como si el hecho de que esas criaturas vivieran entre ellos fuese una estafa de la naturaleza. A veces me aterrorizaba pensando que las marcas que Hitler les había hecho a los mutantes que había esclavizado tenían todo el sentido del mundo. Para entender al enemigo hay que pensar como él, pero da miedo descubrir que entiendes esos pensamientos. Lo que les impulsó a explotar vidas humanas o acabar con ellas, separar a niños de sus familias, exterminarlas para que no les quedara nada por lo que vivir o luchar, sólo por anhelos de poder, cuestiones políticas, ideológicas o religiosas, supremacías absurdas y cosas peores.

Esa niña parecía ignorar el peligro potencial al que se exponía sólo con mostrar su forma de dragón. De hecho, proclamó que el tema de los cazadores de dragones era absurdo. Aquello me resulto chocante por completo, aunque como siempre, mi ilusión mostraba un aspecto serio y estricto. No entendía cómo podía opinar semejante tontería de un problema así. Era como quitarle importancia a la existencia de los cazadores furtivos habiendo tantísimas especies amenazadas sobre el globo. Era de todo menos un absurdo. El hecho de que fuera joven no la eximía de conocer los peligros que la amenazaban, mucho menos de tomárselos a la ligera como si no importaran.

Con el estallido que había sufrido Gruetel, la joven pareció alterarse por primera vez. Parecía asombrada por la respuesta de la híbrida de dragón. La chica pareció sentirse incómoda por primera vez, como si estuviera tratando de solucionar algún dilema interno, que luego exteriorizó.

- No he visto dragones de tu especie, pero con ese tamaño, creo que estás en la adolescencia, y es en esa etapa cuando se desarrollan las feromonas. Si no tienes cuidado atraerás a los machos, y a ellos no les importa si eres adulta o adolescente. - mis ojos azules la perforaban con insistencia. - Si te huelen y creen que eres fértil, ya habrán decidido por ti. - Era una situación indeseable. No podía tomárselo a broma.

- ¡Eso es habitual entre los trolls también! - exclamó de pronto Korgal, desde donde estaba.

Negué con la cabeza, resignada. Si hubiera dejado que el troll y esa dragona tuvieran una conversación podría ir a buscarles al final de la estación y seguirían hablando de tonterías. Cuando preguntó, estaba dispuesta a responder, pero él se adelantó.

- Hay de todo. Grandes, pequeños, alados, serpientes, escupidores de fuego, y con corazas de piedra. - dió pequeños pasos en torno al grupo, con un aire distraído, mirando hacia el cielo. - Algunos son tan grandes como montañas y otros, tan pequeños como un gorrión. Algunos son verdaderos genios, y otros sólo saben gruñir. ¿Y tu, Roxanne? ¿De qué tipo eres tu? - preguntó con un brillo curioso en los ojos.

Creada con magia. ¿Que querría decir eso? ¿Se trataría de un conjuro, o algún encantamiento? Conocía hechizos capaces de hacer verdaderas locuras, pero no cambiar la raza de una criatura así como así, y menos en una raza ancestral y mágica como la dracónica.

- ¿Naciste en una cueva aquí cerca? - eso sí resultaba de interés. Entre otras cosas porque nunca había visto un dragón como ella, y si existieran los restos de algún nido de los de su raza, quizá podían sacar información sobre la especie. También era interesante saber porqué nunca habíamos tenido registros sobre ese acontecimiento, algo que resultaba raro porque mis padres y ahora nosotros invertíamos un gran número de recursos en conseguir, recabar y catalogar la información que recibíamos de las diferentes especies, seres mitológicos e híbridos, con la idea de crear un fichero que ayudara en el futuro con las diferentes situaciones y amenazas que dificultaban la vida de los faéricos. - ¿Puedes llevarnos hasta ella? - no descartaba que se tratara de una trampa. La dragona podría intentar meternos en la cueva, y utilizarnos como alimento. Pero contábamos con el hechizo de salida, y procuraríamos quedarnos en la entrada, manteniendo siempre una opción de huida. Cuando la pequeña se dirigió a Gruetel, la joven híbrida se revolvió, poniéndose de espaldas.

Suspiré. Me aproximé al seto a grandes pasos y la encontré con los brazos cruzados, humo saliendo de las hendiduras de su hocico, y un ruido como de piedras entrechocando, que se debía sin duda se debía al apretar sus dientes. La joven trató de retirarme la mirada, pero luego se sintió incómoda y me encaró. En general, los dragones llevan muy mal la sumisión.

- La niña desconocía que hubiera mas dragones. No es culpa suya. - ella sabía que no me refería a la situación. Su pupila amarilla se contrajo, con furia, pero volvió a dilatarse. Gruetel sabía que yo llevaba razón.

- Pues no me lo creo. Es una mentirosa. ¿Cómo puede no saber nada de esto? Que nos cazan, y nos quieren como trofeos. ¿Se piensa que es la única dragona del mundo?  ¡Venga ya! - gruño, negando con la cabeza.

- Quizá proceda de un universo en el que se hayan extinguido, o en el que sólo existía ella. - la chica me remitió una mirada poco convencida, pero pareció que el argumento la tocaba un poco. La duda se asomó a sus ojos dorados. Pero era terca, y aún seguía molesta. - Acepta sus disculpas, al menos. - la joven salió dando grandes zancadas del seto, y se plantó frente a la joven. La miró de arriba a abajo, y luego, se encogió de hombros. Eso era todo lo que podríamos conseguir por el momento. - ¿Puedes guiarnos a la cueva? - pregunté permitiendo que ella fuese delante, mostrándonos el camino. Me preguntaba si otros dragones estarían anidando allí en ese momento.

- Entonces podría tratarse de una cambiaformas, o de una dragona, o quizá sea una hechizada. ¿Alguna vez has cabreado a un chamán? Creo que hay otros tipos que pueden hacer cosas así. ¿Cómo se llaman? Lis...pchis...pisl...¿Lipchis? - preguntó Korgal para si mismo en voz alta exteriorizando todos sus pensamientos sin ni pizca de reparo. Solía restringirle mucho hacer ese tipo de cosas, porque no era demasiado consciente de la cantidad de sensibilidades que hería cuando hacía esas reflexiones en voz alta. En general, no se preocupaba lo mas mínimo por pensar cómo afectaba lo que decía a los demás, porque lo decía sin maldad. Eso no lo hacía excusable, sólo difícil para mi. Porque tenía que pedir perdón en su nombre a los afectados, y luego explicarle el motivo. En definitiva, era agotador.  

- Te refieres a los liches, y dudo que se tratara de algo similar. No parece que ella sufra cuando se transforma, así que dudo que se trate de un maleficio. En cualquier caso, y por mucho que no lo entendamos, ella ha dicho que nació en una cueva cercana. Quizá si la acompañamos podríamos sacar alguna otra cosa en claro. - afirmé para mi.

Fue mas una cuestión práctica, de sentido del deber, que ganas reales. Teníamos nuestra propia misión entre manos y estaba claro que encontrarnos con esa muchacha sólo iba a retrasarnos. Por otro lado, parecía tener algún tipo de incapacidad para percibir el peligro que la rodeaba. O bien era demasiado inocente, o bien demasiado inmadura. Aunque también podía ser que se debiera al ego. Había escuchado y experimentado por mi misma el orgullo de los dragones, y no descarté que se tratara de algo así. Quizá se sentía demasiado poderosa para que le pasara nada, pero una cosa estaba clara. En caso de peligro nos replegaríamos de inmediato. No podía poner en peligro a mis chicos por una temeridad que llevara a cabo alguien, sólo porque creyera que su poder o estatus era superior al de cualquier cosa.

Vivix se aproximó a Gruetel, tratando de animar a la híbrida y procurando tranquilizarla mientras Korgal y yo intentábamos llegar al fondo del asunto. Esa chica actuaba de un modo que se me antojaba extraño. Su modo de explicar las cosas era escueto y errático, y eso era propio de las personas que están tratando de construir una coartada, o que hacen un intento desesperado por suprimir toda la información posible. El motivo podía estar relacionado con muchas cosas, que estuviera mintiendo, que quisiera sonsacarnos información, que procurara darnos una historia apenas creíble para que no continuáramos indagando sobre los motivos que la habían llevado allí en realidad. No podía descartar que lo de la cueva no fuese una encerrona. En general la gente tiende a prejuzgar por el aspecto, y yo sabía de sobra que había gobiernos que a día de hoy aún estaban tratando de generar niños soldado, mujeres matahari, e incluso ancianos potenciados. Tuve eso muy presente en el momento en que tomé la decisión de acompañarla a la cueva. Al menor indicio de cualquier cosa rara, haría lo que fuera pertinente para asegurar nuestra supervivencia.

- ¿Qué quieres decir con que estaba muerta? ¿Hablaste con ella en su lecho de muerte? ¿A eso te refieres? - pregunté tratando de comprender lo que me explicaba. Pero todo lo que contaba, lo hacía de un modo superficial y difuso. Quizá no quería dar demasiadas explicaciones, o puede que no tuviera idea de lo que estaba hablando en realidad. No sabía hasta qué punto confiar en esa joven, teniendo en cuenta que apenas parecía capaz de centrarse en nada. - Si. Tráelos aquí, y que ellos nos guíen. - dije, severa, pero con una idea en mente. Si la habían adoptado, era posible que conocieran algo más acerca de sus orígenes, incluso era posible que pudieran esclarecer algo acerca de la historia tan inconexa que había presentado la muchacha sobre su "nacimiento mágico" y cómo había tenido lugar.

Quizá ellos pudieran explicarme algo mejor el misterio de esa chica.

Aquello estaba resultando demasiado complicado como para desentrañarlo con meras preguntas. Entre que la joven era muy dispersa, que las respuestas que daba eran en su mayoría bastante vagas, y que no estaba segura de poder confiar en ella del todo la situación al completo me estaba poniendo bastante nerviosa. No era algo que dejara ver en absoluto claro, pero bajo mi ilusión de completa calma y comedimiento, mantenía el ceño fruncido. El único que parecía dispuesto a fiarse de la joven sin dudarlo era Korgal, y el troll se fiaba de casi cualquier cosa que tuviera materia. Era gracioso como sin embargo no se sentía nada cómodo con la invisibilidad, los fantasmas o todo lo relevante a ese extraño plano paranormal de lo intangible. El caso es que decidí dar a la joven una oportunidad para explicarse y no sólo eso, si no también para que nos presentara a sus padres tal y como había dicho.

- ¿Tienes capacidades de medium? ¿Puedes comunicarte con los muertos? - pregunté serena, pero muy atenta. Aquello podía significar algo por completo desconocido hasta la fecha. Un dragón que no sólo tenía las inmensas capacidades físicas, que además conservaba el raciocinio suficiente para utilizarlas a voluntad, y sumado a eso, capaz de comunicarse con otros planos supraterrenales podía constituir una terrible amenaza que era mejor tener presente. Mi principal objetivo era aprender todo cuando pudiera de ella y luego, transmitirlo en un informe que tendría que comparar con Lorenzo y enviar a todo especialista capaz de esclarecer algo del asunto, si es que alguna vez habían oído algo igual. Dudaba incluso de que el maestro del propio Lorenzo, un hombre especializado en criaturas mágicas, hubiera escuchado alguna vez hablar de tal fenómeno.

Cuando la chica se marchó, hice una seña al equipo para que se aproximaran a mi dirección. Todos lo hicieron a buen paso, salvo Korgall que se tomó su tiempo. No importaba la prisa que tuvieras, él siempre hacía todo a su ritmo. En ocasiones esa actitud llegaba a ser del todo exasperante.

- Quiero que todos vosotros estéis atentos, por si se tratara de una trampa o una emboscada. De ser así, no dudéis en utilizar vuestras capacidades o dispositivos de transportación para poneros a salvo. - indiqué con seguridad, tratando de que el equipo se tomara esa posible amenaza tan en serio como yo lo hacía.

- Yo no creo que sea peligrosa. - dijo el troll con una sonrisa, encogiéndose de hombros.

- ¿Una cría de dragón racional, desconocida y con un origen mágico y capacidades de las que no hemos oído hablar no te parece lo bastante peligrosa en sí misma? - pregunté alzando una ceja.

La mujer zorro miró hacia otro lado, como distraída en sus propias conjeturas. La híbrida de dragón hizo lo posible por controlar su genio, pero no omitió un bufido muy claro a modo de opinión.

- Es instinto. - se defendió el, como si hubiera ofrecido una verdad irrefutable.

- El instinto no puede asegurarme que esa criatura no va a arrancarte la cabeza de un bocado. - respondí con severidad, mientras el alzaba ambas cejas y se encogía de hombros.

Cuando los dos padres volvieron me sentí mas relajada. No parecían personas muy fuera de lo normal, y reaccionaron como cabía esperar al ver a la híbrida de dragón. con la sorpresa pintando sus rostros. A pesar de todo, parecieron encajarlo bastante bien. Teniendo en cuenta que su hija era un dragón era posible que estuvieran acostumbrados a estar rodeados de seres diferentes. Al llegar a la zona, inspeccioné la entrada, la pared con musgo, etc. Tal cual lo habían descrito.

- Bien, entremos. - dije, encaminándome a boca de la cueva, y pasando la primera. - Yo iré junto a Korgal, su familia en el centro, y por detrás, Vivix y Gruetel. - indiqué mientras avanzaba poco a poco. - No se pierdan de vista unos a otros, y cuando lleguemos a la zona, avíseme para que pueda analizar todo lo que pueda ser de interés. - indicó, mientras un miembro de la pareja señaba todo a su compañero. De no haber estado más centrada en mi misión, podría haber tenido el pensamiento de que resultaban una pareja entrañable.

Aquello era un misterio demasiado complejo para resolverlo sólo con la ayuda de una joven adolescente dispersa y de unos padres que parecían más distraídos con el turismo que con el hecho de que su hija se tratara de alguien con un poder tan inmenso. Aunque después de el tiempo que llevaba viviendo en Hohenzollern había sido capaz de comprender esos comportamientos. La mente humana era fabulosa, y con el refuerzo suficiente podía llegar a experimentar una capacidad para la adaptación asombrosa. Los padres de mutantes muy poderosos, o las personas que convivían con hibridaciones y seres sobrenaturales a diario eran un ejemplo perfecto de como el escepticismo y el miedo a lo diferente podía diluirse con un poco de respeto y convivencia.

Si bien es cierto que no podía evitar sentirme un poco insultada por haber permitido que algo así pasara cerca de Hohenzollern sin ser consciente. ¿Qué otras cosas estarían pasando que habían pasado desapercibidas a nuestros ojos? Por otro lado, quizá aquello no sucediera en nuestro mismo universo. Quizá esa cueva ni siquiera existía del lugar del que venía. Puede que hubiera brotado allí como habían aparecido ciudades de las que jamás habíamos oído hablar.

Me gustaba tener todo controlado y eso era algo que no iba a cambiar.

Aspiraba a estar preparada para cualquier situación. Pero sabía que no era posible, de manera que lo que entrenada con más dedicación era la resolución de problemas, mis reflejos y cómo impedir los posibles bloqueos que surgieran en las situaciones mas inesperadas.

Cuantas más variables tenías en cuenta más posibilidades había de que algo se escapara a tu control. Como por ejemplo, que una dragona naciera en una montaña vecina y hubiera acabado en manos de una pareja que la cuidó bien, en lugar de utilizarla para sus deseos egoístas o fines peligrosos.

Lo que sucedió en esa cueva fue difícil de digerir. Cuando la joven se aproximó a leer las runas que Korgal estaba intentando descifrar, la muchacha comenzó a leerlas y luego perdió el conocimiento. Una silueta apareció frente a nosotros y con una señal que todos comprendían indiqué que prepararan sus dispositivos de traslación, por si era necesario hacer uso de ellos. La madre de la joven dragona la acompañó en su inconsciencia, y Vivix tuvo la amabilidad de cogerlas y depositarlas en el suelo antes de que cayeran. Podían estar agradecidas de sus increíbles reflejos. La silueta habló en voz clara como una campanilla y se presentó:

-¡Quién eres y qué les has hecho! - pregunté sin miramientos, mirando el rostro de la figura que se mostraba pacífica. No era la primera vez que veía una aparición que resultaba encantadora y acababa siendo peligrosa. - ¿Porqué te has presentado ante nosotros?

Cuando pensaba que la situación no podía resultar mas estrafalaria, todo se complicó aún mas cuando la aparición se dirigió hasta las dos mujeres sin mediar palabra, comprobó que estaban bien, y luego comenzó un soliloquio que nadie fue capaz de interrumpir. Mientras todas esas indicaciones abandonaban la boca de la mujer espectral las alumnas se mantenían pendientes de ella con gran expectación, aunque de modos distintos. Gruetel entrecerraba los ojos y trataba de controlar el estremecimiento de sus pupilas, algo que pasaba cuando estaba excitada y nerviosa, por su parte Vivix se mantenía con una suave sonrisa y una mirada ladina que ocultaba sus verdaderas intenciones. No había que obviar sus instintos, habría seguido sonriendo aunque hubiera estado a punto de degollarte la garganta. Por su parte Korgal había desviado la mirada hacia la mujer tan sólo unos instantes, antes de volver a prestar atención completa a las runas como si el hecho de que un muerto hubiera adoptado una forma casi corpórea fuese algo tan común como que las plantas floreciesen en verano. Yo... no daba crédito.

No entendía, si todo se debía a la magia, cómo había podido pasar desapercibido para nosotros. Teníamos hechiceros, magos, brujas, invocadores, alquimistas, y todo lo ligado a las disciplinas mágicas que se pudiera imaginar. Incluso si algunos sólo estaban allí de paso sus detectores debían haber hecho algún tipo de señal. Sobretodo si la magia era tan poderosa como para hacer lo que el fantasma de la madre muerta de la dragona estaba explicándonos en esos instantes.

Pude percibir como el padre adoptivo de la pequeña empezaba a perder color y un sudor frío le empapaba la cara. Estuve tentada de acercarme a él un par de veces, pero sólo empeoraría las cosas. Al final decidió sentarse, y yo hice un pequeño amago apenas perceptible, porque me di cuenta de que lo había hecho por propia voluntad y no porque le hubiera dado un síncope o fuese a desmayarse del mismo modo que lo habían hecho su mujer y su hija. Teníamos bastante con cargar con dos pesos muertos, como para tener que arrastrar a toda la familia hacia un lugar seguro, dado que ese resultaba obvio que no lo era en absoluto. Con tiempo y planificación haría mandar a algunos de los místicos a mi cargo para que investigaran todo lo que pudieran sobre ese lugar, incluidas todas las historias, leyendas o cuentos que pudieran contener el nombre de Fomesse.

Cuando la mujer terminó de hablar un silencio sepulcral se instauró en la cueva. Por mucho que hubiera intentado suavizar el ambiente no lo había conseguido en absoluto. Es mas, Vivix tuvo que acercarse a Gruetel un par de veces porque a medida que había hablado de lo "especial" que era su raza de dragón, y había hablado sobre los atributos de la híbrida, más se había enfurecido esta, hasta el límite de sacar pequeños hilillos de humo a través de las fosas nasales que se dilataban y constreñían al ritmo de una respiración afanosa a causa de la rabia contenida. Su compañera, la Kitsune, se había aproximado a ella y había pasado una manos sobre los hombros de la reptiliana.

Intenté memorizar todo lo posible de ese encuentro, incluido lo inapropiado de la forma de concepción de esa raza de dragones. Morir en el proceso de dar a luz a una criatura era un modo poco práctico de sobrevivir. Incluso aunque sólo las hembras fallecieran, tendrían problemas, porque algunas de esas crías saldrían macho, alterando así el equilibrio. No era de extrañar el motivo por el que no habían visto muchos. Con toda probabilidad estarían en vías de extinción.

Llegado el momento, el espectro ofreció la oportunidad de hacer preguntas, y para sorpresa de todos fue Korgal quien la hizo.

- Ese gesto...- dijo el troll, que seguía obnubilado en la pared, pero de algún modo parecía haber percibido el aspaviendo, ya que lo repitió de vuelta hacia la dragona. - ¿Dónde lo has aprendido? Porque a juzgar por las marcas, o han envejecido mucho, o es un tanto anacrónico para la época de la que parecen. - preguntó, sin más.

Aquello rompió el ambiente solemne por completo. Teníamos la oportunidad de preguntar un sin fín de cosas. Como la raza de la dragona, su origen, su procedencia, las peculiaridades de su magia, o lo que a mí me habría interesado mas saber, sus puntos débiles. Algo que era evidente que no podría sacar a colación así como así. Sin embargo, el troll se dedicaba a esas nimiedades. De verdad que no le entendía en absoluto y cuando más tiempo pasaba, menos comprendía su proceso mental.

- Es que si hubieras hecho esto...- comentó haciendo como que sujetaba un arco y colocaba una flecha para luego soltarla.- me hubiera parecido mas apropiado.

Hice lo que pude para recomponerme mientras ahogaba mis deseos de saltar sobre el troll y pegarle contra la pared hasta que sus inmensos cuernos no parecieran mas que dos pequeños clavos sobresaliendo en esa frente suya que parecía no servir para nada más que para que le patinaran los guijarros que tenía por neuronas.

- No le hagas ningún caso. ¿Cuál es la raza de dragón a la que pertenecéis, y qué tipo de magia es la que mantiene este poderoso hechizo que liga la mente de la dragona a este lugar? ¿Se trata de magia de sangre?- conocía poco al respecto, pero sí lo suficiente como para saber que era peligroso.

Mientras tanto, la distracción había servido para calmar el ánimo de Gruetel, que seguía observando a Korgal como si fuese lo mas raro que había visto en su vida, y hacía que Vivix enseñara sus colmillos riendo entre dientes de sus ocurrencias.

Aquello era demasiado. Había un quintal de información para procesar, y aunque mi retentiva era buena por un instante casi deseé que Björn nos hubiera acompañado par haber puesto su cerebro a trabajar. Él habría sido capaz no sólo de no sorprenderse lo más mínimo, si no de haber creado en esa enrevesada cabeza suya una carpeta en la que asociaría cada micra de todo lo que fuera necesario retener. Hasta el último de los detalles. Yo sólo podía pensar que tenía una aparición delante de mi, que me había contado una historia sobre una raza genocida que había optado por la extinción que por la de otras especies, sacrificándose. No tenía idea de cómo funcionaba la magia que les daba vida, ni tampoco de cómo es que la que se proclamaba madre de la dragona que ahora estaba desfallecida continuaba pudiendo contactar con ella. Lo que si sabía es que tendría que investigarlo. Lorenzo habría sido mucho mas útil que yo en esa situación. De entre todos los miembros del equipo se me ocurrían una docena que habrían hecho una mejor labor en esa circunstancia que yo, pero la casualidad había querido que me tocara a mi afrontarlo, y dadas las circunstancias, lo mejor que podía hacer era no sobrecargar la situación.

A pesar del virulento estado de ánimo de Gruetel, el escrutinio del fantasma sólo se llevó un gruñido desaprobatorio enseñando su afilada dentadura, y una nube de humo que la habría hecho toser, dirigida directa a su cara. Uno de los pocos beneficios que se me podían ocurrir de ser un fantasma.

- Entenderás que es mucha información que procesar, y no hay necesidad de disculparse por ello, pero tengo otras preguntas que hacerte. No nos importa invertir nuestro tiempo en escuchar si con ello podemos aprender algo nuevo que pueda ayudarnos a comprender el mundo desde otras perspectivas y experiencias. - el troll abrió la boca, a punto de decir algo, pero una mirada prudente bastó para que la cerrara en el acto.

Tenía que pensarlo bien. Tenía que sacar determinadas conclusiones de todo aquello. Ahora mismo el legado de la dragona estaba imbuído en esas paredes. Podía dar por hecho que no lo conocía, por la frase que había utilizado la aparición: "Ya es hora de que se lo cuente a alguien". Esas habían sido sus palabras exactas. Así que su propia cría no sabía todo aquello. Contemplé a la joven tendida en el suelo, desfallecida.

- Has dicho que ella y tu estáis conectadas, que el objetivo de ello es que aprenda de su legado. Que eres la conciencia del pasado que sirve para educarla en su origen e impedir que cometa los mismos errores. ¿Crees que quizá el que te hayas manifestado requiere de su energía? ¿Que tal vez se ha desmayado por eso? Si no sabes porqué se ha desmayado puede que la estés drenando ahora mismo. - no había nada de culpabilizador en mi tono. Solo exponía una teoría. - Si el hechizo que os mantenía se ha roto, ¿Cómo es posible que ella siga con vida, o que tú te manifiestes aquí? - Mi cabeza comenzaba a funcionar como una locomotora. - En cualquier caso, ¿Qué quieres que hagamos con esta información? ¿quieres que se la transmitamos a ella? - estábamos adquiriendo un compromiso muy grande de ser así.

En ese momento la imagen de Lorenzo me rondaba como una constante. Si ella se había enlazado a la cueva por un hechizo...¿No sería posible cambiar ese enlace, y hacer que encontrara la energía de otro lugar? Por lo que había dicho, ella estaba muerta. Pero en ese último intento de sobrevivir unos pocos años más había utilizado su energía para enlazarse allí. Una cosa es que existiera la capacidad de hacer algo, y otra que estuviera dispuesta a hacerlo. No era una cuestión de medios, si no de riesgo. No parecía alguien peligroso, pero había aprendido que la mayoría de criaturas que asesinaban a otros nunca lo parecían. Es esa sensación de superioridad la que te lleva derecha a una muerte inesperada. Cuando uno imagina a un asesino, por ejemplo, siempre ve una especie de gángster feo y enorme, envuelto en una gabardina, con aspecto sospechoso. La mayoría eran justo lo contrario, personas tan grises y anodinas que era imposible diferenciarla entre la multitud. Ni guapos, ni feos. Ni altos ni bajos. Seres grises de perfil bajo, la última persona a la que habrías señalado y que en el momento de la verdad, era quien te hundiría el puñal en la espalda.

- ¿Cuánto tiempo más crees que te queda en este lugar? ¿Serías capaz de manifestarte en otra ocasión? Hay alguien que conozco a quien le encantaría conocerte, si estuvieras dispuesta a ello. - si no era algo que fuese incapaz de repetirse, su encuentro terminaría pronto. El frío comenzaba a hacernos mella, y tampoco podía dejar el resto de mis deberes sólo por una interrupción, por interesante que fuera. Para todo debía haber un tiempo y un lugar idóneo, y ese desde luego no lo era. No para mí, al menos.

Estaba claro que se trataba de una acción desesperada. Todo aquello sólo tenía sentido desde el punto de vista del espectro, solo ella sabía porqué había compartido con nosotros su última herencia. Para el resto, aunque podíamos hacer nuestras elucubraciones, no era si no otro misterio que tal vez no pudiéramos resolver. Había salido hoy con unas intenciones muy determinadas y en cierto modo, verlas truncadas me colocaba en una posición desagradable para mí. Era alguien muy apegada a mi deber y mis tareas, por mucho que deseara entregarme a otras cosas, eso no significaba que pudiera cometer la temeridad de posponer mis obligaciones cuando me viniese en gana. Era una irresponsabilidad, y yo no podía permitírmelas. Sólo podía compensarse por el hecho fehaciente de que estábamos ante un fenómeno que, por lo que el espectro pasaría a relatar contestando la última de mis preguntas, no volvería a repetirse nunca más.

Eso no hacía que yo no siguiera albergando determinadas inquietudes hacia ella. Para empezar no sabía nada sobre nosotros. Por lo que a Fommesse respectaba podríamos tratarnos de una mafia que había arrastrado hasta allí a su hija y su familia adoptiva con el único propósito de matarlos, o enterrarlos vivos. Es cierto que no se habrían mostrado tan calmados como lo habían estado en nuestra presencia, pero había arriesgado mucho. La casualidad nos había llevado allí, pero ahora nos había encomendado una tarea relevante y habíamos pasado a formar una conexión irremediable con Roxanne, tanto si la queríamos como si no. A diferencia de ella, sabíamos su origen, y estaba convencida de que tarde o temprano, tanto ella como sus padres adoptivos acabarían retornando a la MKL en busca de respuestas, lo cual incluiría investigar la tumba del padre de la que en su última aparición había dejado las señas la madre biológica de la dragona.

Su conexión debió debilitarse al final, con un extraña despedida que incluía un deseo de felicidad. La niña retomó el conocimiento de inmediato, corroborando mi teoría sobre que la energía que mantenía la aparición provenía de ella. Así mismo, su madre adoptiva fue recobrando también el conocimiento. No parecía presentar síntomas de confusión, de abotargamiento ni cansancio. Sólo se levanto, se sacudió omnubilada y continuó leyendo las letras que había dejado a medio leer en la inscripción de la pared. Yo las había olvidado por completo, pero por suerte el troll no, y pasaría a transcribirlas mas tarde con ayuda de nuestro amable bibliotecario en un nuevo tomo de Draconia.

Los allí presentes sufrimos un instante de silencio helador, al darnos cuenta de que esa experiencia requería una especie de pacto de silencio, al menos hasta que los padres decidieran relatarle todo eso a la imprudente dragona. Dejé escapar un sonido largo para expulsar la tensión que había acumulado durante toda la experiencia en el interior de mis pulmones. Luego observé a Roxanne con una mirada severa y calmada.

- Si. Gracias. Ha sido de mucha ayuda. - ni siquiera Gruetel se atrevió a acompañar aquello con uno de sus ya clásicos gruñidos. Ayudé a la mujer a levantarse, uniéndome a los esfuerzos de su marido. - Lo mejor que podemos hacer es salir de esta cueva. Podríamos quedarnos atrapados si alguna criatura viniera a ocuparla. - debíamos marcharnos de allí y asegurarnos de que dejábamos a la familia en el camino adecuado. Comenzamos a caminar a través de la nieve y me atrasé un poco para hablar con los dos padres de la joven. - Investigaremos todo el asunto. Si en algún momento necesitaran algo de nosotros, pónganse en contacto. En cuanto les dejemos en el camino transitado, en la buena dirección, continuaremos con nuestros deberes. Espero que lo comprendan. No abandonen el camino bajo ninguna circunstancia, ni permitan que su hija cambie de forma hasta no haber abandonado esta zona. Podría ser peligroso para ella. ¿Me han comprendido con claridad?- saqué de uno de los pequeños bolsillos una tarjeta con nuestro símbolo y un teléfono de contacto que incluía la secretaría de la dirección y el teléfono del despacho de la "Magie Kraft". Aquel era un tema que acabaría directo en las manos de Lorenzo.

No nos llevó mucho tiempo encontrar un lugar seguro en el que pudieran orientarse con facilidad. Nos despedimos con cortesía, y sin intercambiar demasiadas palabras. Sin embargo el troll aún le dedicó a Roxanne una mirada intensa y una sonrisa enigmática, antes de dejarles marchar. Saludó con una pesada mano y esperó a que las tres siluetas se convirtieran en puntos en el pasaje invernal antes de alcanzar a sus compañeros de equipo. Se puso a mi lado y avanzó, con esa expresión gustosa que solía dibujar en la cara cuando pasaba algo atípico y emocionante. A veces me preguntaba si su calma no se debería a la valentía que le otorgaba su propia inconsciencia.

- Otro recuerdo en piedra para la posteridad. - murmuró inclinándose con suavidad hacia mi. No creas todo lo que está grabado en la piedra. Esa cueva seguirá viva mucho después de que esa chiquilla muera.- me susurró, como si fuese un secreto entre ambos.

A menudo no entendía la mitad de las cosas que decía Korgal, pero creo que sí fui capaz de comprender a qué se refería con esa frase.