A B C — 23 de Noviembre 2018 — Zoey Wills

Estaba volviendo a la mansión después de haber salido a comprar. Se había ido hasta Nueva York para encontrar una librería con todo lo que le pudiera hacer falta para ayudar a su nueva compañera, Zoey. Tras todo el fiasco del banco, había terminado por llevarse consigo a la hambrienta muchacha y había logrado que le dieran cobijo en la mansión, lo que, cabía decir, tampoco había sido muy difícil, teniendo en consideración que la mansión X siempre ayudaba a aquellos jóvenes con poderes que lo necesitaban. Ahora estaba la segunda problemática en cuestión. Ayudar a la joven a integrarse en sociedad, a hablar, leer y escribir como todos los niños aprendían en su infancia...

Niños. De las pocas cosas que eran capaces de romper el caparazón de educación y buena conducta de la británica. Y Zoey era a veces, terriblemente parecida a una. A veces. Puesto que el resto de las ocasiones, mostraba una madurez a causa de las injusticias que habían vivido que robaban el aliento y eran capaz de hacer que tu corazón se olvidara un latido. Quería ayudarla, y hacerlo suponía en si un reto para sí misma. Superar sus propios prejuicios y enfrentarse a sus problemas para ayudar a otra persona. Eso sí era algo que se adecuaba a su conducta.

Así que había comprado libros de lectura infantil, libretas y un estuche, con lapiceros, bolígrafos, borradores y maquinetas nuevos a estrenar. Había comprado dos libros de caligrafía de los que se usaban para enseñar a niños a escribir y aprenderse las letras. Había dejado algo de su ropa a Zoey para que pudiera ducharse hasta que encontraran un modo de pagarle un armario propio y que pudiera tener sus cosas, y hasta que decidieran donde iba a dormir, la piel-oliva había pasado a ser su compañera de habitación. Algo que para alguien con un orden impoluto y que rozaba la obsesión podía suponer un problema. La gravedad del mismo, iba a depender completamente de su nueva amiga.

Llegó a la habitación y dispuso todos los objetos sobre la mesa, en orden. Dos sillas ante el escritorio, libros, libretas y utensilios de oficina y se sentó con paciencia a esperar que Zoey volviera. Y en cuanto lo hiciera... Empezaría la primera lección.

Dio un respingo cuando su nueva compañera entró en la habitación de un grito. Si hubiera estado la puerta cerrada, el ruido de abrirse la hubiera prevenido del susto. Pero al parecer, lejos de lo que solía hacer, la había dejado abierta, y eso hizo que se levantara de golpe de la silla, en tensión y con los ojos de un intenso color verde manzana. Zoey era un sobresalto constante, y la pobre Alice no terminaba de acostumbrarse a su manera de hacer, tan espontánea y descuidada.

Sin embargo cualquier molestia que pudiera sentir por la interrupción brusca, pasó de largo en cuanto Zoey dijo que estaba sangrando. Alice dió un paso hacia ella, dispuesta a preguntarle si estaba bien, de ir a pedir un botiquín y encargarse como buenamente podía de los primeros auxilios, pero antes de pronunciar palabra, se dio cuenta de la paquetera que llevaba la muchacha. Por un momento se planteó si no habría juzgado mal el sexo de Zoey, pero inmediatamente después, sumó dos y dos. Se llevó una mano a los labios y fue corriendo a su armario a buscar ropa interior limpia.

- Cierra la puerta, Zoey. Tenemos... Tenemos compresas y tampones para cuando viene la regla. - susurró. No le daba especial vergüenza hablar de ello, tal vez gracias a las conversaciones con su madre y la visión del cuerpo humano que tenía gracias a su idea de estudiar medicina. Pero explicarle a alguien desde cero, enseñarle a usarlo... Eso eran dos mundos distintos. Se aseguró que estuviera la puerta cerrada antes de seguir, pero no por ello subió el tono de voz. - Las compresas se colocan directamente en las braguitas y los tampones... Es como poner un tapón. Es mejor empezar con compresas. - Alice sacó de un cajón una compresa y abrió el envoltorio, enseñándole a Zoey a ponerlo en las bragas. - Tienes que cambiarla cada pocas horas... depende de la cantidad de sangre. Yo tengo poca. Guardo las compresas en este cajón. - Mostró donde con un leve suspiro. Alice podría ser especial en muchos sentidos, pero nunca se podría decir de ella que negara la ayuda a quien la necesitara. Tras dejar las braguitas al alcance de la mutante, se fue a buscar la papelera, acercándosela a Zoey y dándo por hecho que se cambiaría de ropa. - Uhm... ¿Prefieres dejar lo de estudiar para otro día?

Escuchó, manteniendo la cara tan neutra como pudo. Alice se imaginó llevado una compresa que sólo pudiera cambiar una vez al día y al final, no pudo más e hizo una mueca.

- Zoey... ¿No te sientes bien cuando estás limpia? Cuando acabas de salir de la ducha y tienes la piel suave... Es una sensación agradable. Como ponerse ropa limpia o dormir con sábanas limpias... - Se estaba repitiendo demasiado con la limpieza. Los nervios... - Lo que quiero decir, es que es... Agradable. La sangre tiene un olor muy fuerte y tener algo húmedo en contacto constante con la piel la entumece y la hace más débil y sensible. Creo que cuando te acostumbres, verás que es mucho más agradable, y cómodo. - Le quitó el tampón, con cierta vergüenza. - Cuando te hayas acostumbrado a las compresas, ya hablaremos de esto...

Ordenó las cosas y cerró la puerta del armario, volviendo al escritorio. Indicó a Zoey que la siguiera.

- La regla es una manera de llamar a la menstruación... Es cuando una chica sangra, una vez al mes. Cuando es estéril y puede tener hijos, tenemos el óvulo en el útero y pasado un mes, las paredes se desprenden y se lo llevan consigo. Yo quiero estudiar medicina. Es... Es estudiar maneras de quitar el dolor a la gente y curarles cuando están mal. En este mundo se han desarrollado unas cosas llamadas fármacos. Son pastillas... como caramelos. Cada una tiene efectos distintos y para cada enfermedad o dolencia, hay uno distinto. Alivian el dolor, ayudan a dormir, a mantenerse despierto y en general... A estar sano. Así que no hace falta que te aguantes el dolor, en este mundo. Tenemos maneras de aliviarlo. No son drogas, pero tampoco hay que abusar de ellos. También hay medicinas naturales como infusiones... Así que si te duele mucho, se puede aliviar.

Suspiró. Conocía de sobras gente que desconfiaba de la medicina incluso en su mundo. No quería imaginarse para ella, que había vivido casi como una salvaje, permitiendo dentro de su cuerpo algo que podía privarle de sensaciones. Decidió abordar el tema del estudio, tal y como ella le había pedido.

- Creo que la mejor manera es, a parte de que me escuches a mi hablar, y luego enseñarte como a un niño pequeño. Primero aprender las letras y su pronunciación y a partir de ahí, poco a poco, verás como pronunciar adecuadamente cada palabra.

Tal vez el modo de Alice de ver la vida, su pequeña obsesión por el orden y la limpieza, o la educación con la que habían crecido, hacía que muchas de las cosas que hacía Zoey le parecieran fuera de tono y fuera de lugar. Pero había otra cosa más en Zoey en la que no había reparado.

Todavía estaba en silencio, escuchando como Zoey hablaba de su lugar de procedencia. Un lugar donde la ropa interior era un lujo, le hacía pensar en aquellos países donde la pobreza y la hambruna eran tan comunes como ir por la calle y ver a otra persona andando. Que la situación en la que se había criado Zoey, podía ser mucho más cruda y cruel de lo que era capaz de imaginarse, ella que había vivido toda su vida protegida en una especie de burbuja hecha por dos padres que la amaban con locura y la protegían con todo su ahínco. Algo de lo que Zoey, probablemente, también carecía. Todavía estaba en silencio, pensando en todo aquello, cuando la sonrisa tan sincera que parecía sacada desde el fondo del corazón.

Zoey no tenía las barreras culturales y lingüísticas con las que ella había crecido. Aquellas normas de la sociedad que eran como las paredes de una casa, que de pequeño jamás te planteabas que pudieran moverse o cambiarse, como si fueran las raíces de un árbol milenario. Zoey no seguía el mismo recorrido de aprendizaje que todas las personas que ella había conocido hasta ahora. Incluso entre los mutantes de la mansión, la mayoría se habían criado en este mundo y sabían moverse en él.  Eso incluía el modo de agasajar a una persona durante una conversación, el cómo alabar y criticar discretamente ciertos comportamientos... Zoey no tenía esas limitaciones. Podía alegrarse con todo el corazón y podía llamar a las injusticias por su nombre en cuanto las veía, sin preocuparse por ética social y valorando únicamente según su moral...

Y sin darse cuenta, Alice se había sonrojado, encontrandose a sí misma sentada en su habitación, y admirando a alguien que, a todas luces, acarreaba cosas que ella no soportaba. Zoey tenía una faceta de sinceridad brutal y tan desprovista de la contaminación de otros, que le hizo avergonzarse de sus prejuicios previos y bajar la mirada a sus rodillas. "Bien. Ese era tu propósito, ayudar a la gente. Estar por los demás y quienes lo necesitan...." Y aunque no había dado la espalda a Zoey en ningún momento, se sentía culpable por el rechazo que le habían causado inicialmente su falta de modales y de higiene.

Negó con la cabeza, intentando despejar las dudas y los malos pensamientos que tan a menudo la reconcomían. No se dió cuenta, de que al hablar, su tono de voz ya era alto y normal, como el de cualquier otra persona, y su sonrisa se había hecho algo más visible. Señal de que poco a poco, su nueva compañera se ganaba su confianza.

- La gente de esta mansión... Se tratan entre ellos como una gran família. A mi me cuesta encajar, tal vez porque conservo mi familia de verdad. Pero si que son como primos lejanos y primos hermanos. Y daría lo que fuera por ayudarlos. Y ahora, Zoey, formas parte de esa família. Así que si, voy a ayudarte, a enseñarte a escribir y a leer. Pero también te enseñaré la tecnología que hay hoy en día y como usarla. Y si quieres un sistema de premios, también lo podemos intentar. Por ejemplo... Podemos ir a dar una vuelta a Nueva York a comprar ropa cuando te hayas aprendido el abecedario. Es... bueno, todas las símbolos, llamados letras, que hay dentro de la escritura. Supongo que en este mundo, estamos tan acomodados que aquello que tu llamas lujo para nosotros es una necesidad básica, y algo que todos deberían tener.

Alice no esperaba en absoluto la reacción entusiasta de su amiga. Pero ver que la interesada respondía ante sus ideas con tanto ímpetu y una motivación desbordante eran suficientes para arrancarle una sonrisa y animarla también a ella en la aventura que se habían fijado por delante. Alice revisó las cosas que había comprado y le ofreció que se sentara a su lado, diendo un golpecito ligero a la silla de su lado con las yemas de los dedos. Luego colocó frente a donde iba a estar sentada Zoey, una libreta y un lápiz y una goma, todo en orden y simetrico a lo que ya tenía dispuesto en el escritorio.

- ¿Has dibujado alguna vez? Circulos en una arena o cosas parecidas... Esto es un lápiz, para dibujar o escribir en papel. - señaló la libreta. Se quedo un breve instante en silencio, a la par que se le ocurría algo. - No es el mismo tipo de papel que se usa en el baño. Este no se deshace tan rápidamente con el agua, ni es tan suave. Se utiliza para escribir, y en algunos casos de gente que es muy creativa, para hacer figuritas. Pero yo no sé hacer eso... En cualquier caso, este es el papel de escribir. - Arrancó una hoja con cuidado y se la entregó a Zoey para que la tocara y experimentara con ella. Antes de que Zoey lo tocara, sin embargo, le avisó. - Cuidado que aunque no lo parezca, las esquinas cortan. Parece que no, pero es... Bueno, es así. Hay muchos tipos de papel, dependiendo del grosor. El papel de las revistas suele ser más brillante, como la cáscara de una manzana. O puede ser grueso, y que parezca cartón. Que es como otro tipo de papel, pero más resistente y... Bueno, como las cajas. Seguro que has visto alguna caja de cartón desde que estás aquí. - frunció los labios, preocupada de estarle dando demasiada información en un día. - También hay muchos objetos para escribir, pero empezaremos por este. - Le mostró entonces el lápiz. - La mina, que es la parte oscura, mancha. Se puede utilizar una goma para borrar... ¿Sabes que hay algunas piedras que si frotas contra una pared dejan un rastro blanco? Pero luego si frotas con la mano, desaparece. Pues es algo similar, pero tienes que usar este objeto - señaló la goma, - para que desaparezca. La punta del lápiz se puede romper, pero puede volver a sacarse... Como si fuera un palo, y usas un cuchillo para sacarle punta. Es algo similar.

Utilizando la libreta que ella tenía delante, Alice dibujó una flor sencilla. Un círculo lleno de pétalos a su alrededor.

- Prueba tú. Cuando te acostumbres a cómo funciona el lápiz, empezaremos con las letras.

Paciencia. Paciencia era cuanto necesitaba Zoey. Para Alice, quien tenía una tolerancia relativamente baja para los niños pequeños, era todo un reto tratar con Zoey, cuya nula educación y falta de cultura a menudo la llevaban a actuar de un modo aniñado e infantil. Paciencia, para que alguien tuviera el cuidado de dedicarle las horas de atención necesarias para encaminarla a adaptarse a esta nueva sociedad a la que se había visto lanzada de cabeza. Aunque le costaba su esfuerzo, Alice se repitió que Zoey era mucho más madura de lo que le daba crédito. Era consciente, de que Zoey era muchísimo más madura y experimentada de lo que podía parecer en un primer lugar. Lo había demostrado al salir del banco, al expresar cómo era el mundo en su universo. Alice intentaba recordarlo cada vez que la mutante cometía una de sus excentricidades, como lo había hecho con la menstruación, o al hablar de limpiarse con piedras. Y algo en el fondo de su cabeza le afirmaba con certeza que podía aprender mucho de su nueva amiga.

Sólo necesitaba paciencia, y darle una oportunidad.

El problema ahora le venía con la mejor manera de abordar el camino que todavía tenían por delante en ese momento. No estaba del todo segura de que Zoey hubiera entendido los tipos y diferencias del papel, ¿cómo podía enseñarle todo un alfabeto? ¿Y un vocabulario? ¿Y corregir la manera que tenía la mutante de expresarse verbalmente? Intentó sacudir la cabeza con discreción, intentando que sus pensamientos no la disuadieran antes de haber empezado la enseñanza.

- Está bien… Empezaremos con las vocales, y es todo lo que haremos hoy. - Alice se acercó al escritorio y dibujó en el papel las cinco vocales, a medida que las pronunciaba en voz alta. - Esta es la letra A. Se pronuncia así, ei. La siguiente es la letra E. Se pronuncia i. La letra I, que se pronuncia ai. La letra O, que se pronuncia ou. Y la última es la U, iu. - Las escribió de tal manera que quedara una columna debajo de cada una. - Cópialas debajo, pronunciandolas como yo lo he dicho. Si lo pronuncias mal, lo repetiré. Hasta que hayas aprendido las cinco. Y buscaremos por las tiendas una cosa con cada letra. Algo que empiece con A, cuando la hayas aprendido. Algo que empiece con e, con i, con o y con u. Creo que puede ser divertido.

Empezar... con las vocales... Qué eran las vocales fue la primera pregunta que quiso hacerle a Alice, hasta que vio a lo que se refería: cinco figuras, cinco dibujos que tenían una pronunciación, un simbolismo que Alice le enseñó a pronunciar de forma verbal. Eso la dejó un poco traspuesta porque... ¿no le iba a enseñar a escribir, leer y hablar bien? No entendía a qué se debían esos cinco símbolos los cuales tenía que reproducir con el lápiz, repitiendo lo que dijo Alice. Les echó un vistazo y le pareció reconocer alguno de los símbolos en algunas palabras escritas de rótulos y en paredes. ¿Esos símbolos formaban parte de las palabras? No lo entendía, no podía entenderlo. Le parecía muy raro empezar con esos símbolos para aprender las palabras escritas. ¿Y pronunciarlas? Parecía que Alice se hiciera daño, se sorprendiera o tuviera un momento íntimo. ¿Tenía que imitarla?

De ser un dibujo animado, la cabeza de Zoey pasaría del verde oliva al morado uva, después al rojo pimiento y finalmente estallaría en una seta nuclear. O bien podría salirle humo por las orejas y que los ojos les dieran vueltas. Por más que tratara de pensar en una lógica con aquellos cinco símbolos, tan sólo conseguía que aumentara su dolor de cabeza.
Lápiz en mano se acercó a las vocales y dibujó la primera.

- Ei... - hizo el dibujo lentamente. No era muy complicado. - Iiii... - Algo diferente pero era una E. - Aaaii... - Un palo. Era un palo. Un palo. - Ooo... - Un círculo otra vez. - Iuuu... - Parecía más una V, pero eso Zoey no lo sabía.

De repente Zoey se paró, de golpe. Quieta como si fuera piedra. Un pensamiento entró en su cabeza como una flecha. Más bien una idea, una imagen. Soltó el lápiz como si éste le fuera a quemar. Seguía quieta, con los ojos en la nada. Apartó la hoja y se subió completamente sobre la cama, hacia la parte de la cabecera. Dobló las rodillas y las abrazó, escondiendo la cabeza.

De repente se sintió estúpida.

Como pequeños mini-flashbacks Zoey vio esos pequeños fragmentos de sus días desde que entró en el nuevo universo donde de alguna forma hacía algo que no debía hacer por desconocimiento. Se vio a si misma en tercera persona, recordando esos breves momentos donde ella parecía no importarle errar o equivocarse mientras por dentro se daba un puñetazo en la cara. Qué estúpida parecía. Que horriblemente estúpida debía parecer a ojos de los demás. Zoey no era estúpida. En Hueco había llegado a ser líder de grupo, ganándose la confianza de los más viejos y los mayores, obteniendo responsabilidades, haciendo de guía de los más pequeños y enseñando a éstos los fundamentos primordiales de su sociedad, del terreno, de los peligros... Y allí, en ese nuevo mundo, parecía tan estúpida.
Se planteó en esos breves momentos de silencio su futuro. ¿Qué futuro le esperaba? Es decir, ¿qué buscaba ella? Obviamente, a su familia, a su gente. ¿Y cuando los encontrara? ¿Se abriría un portal que los llevaría de vuelta a su hogar? ¿O tendría que quedarse en aquel universo donde todo el mundo sabía escribir bien, leer bien y hablar bien, mientras que ella y los suyos se les tacharía como estúpidos salvajes? La simple idea de ver a los suyos tan avergonzados como ella le hacía temblar. Eran problemas de su yo futura, si, pero su yo de ahora padecía los miedos del "y qué será". Y qué será pues, si sigue así...

- Alis... - la llamó Zoey aún escondida tras sus rodillas. - Zoey no sabe sies mejó capenda a escribí, capenda a leé... Zoey tié quencontrá a los suios poque no sabe ande tan, no sabe cómo etán. Zoey ta peocupá po eyos y Zoey quié encontarlos... Y paeso Zoey crée que mejó apendé a comunicase mejó con il nuevo mundo que apendé como escribí y leé. Zoey nisisita ablá pa quelantiendan y que puean respondé sus peguntas. Zoey es líer de gupo... Tié responsabilidaes... - Echó una mirada a la británica y luego volvió a apartar la mirada. - Zoey no e etúpia.... - susurró, para si...

Zoey estaba teniendo una muy buena mejora. Alice miraba por encima de su hombro las letras que poco a poco empezaban a tomar forma y aunque su trazo se asemejara a aquel de los niños pequeños, era fácil discernir una vocal de la otra. Con un poco de suerte, el hecho de que la mutante fuera ya adolescente facilitaría la curva de aprendizaje y pronto sabría expresarse de un modo más fluido y entendedor.

Lo que Alice no esperaba de ningún modo, era el pozo de dudas que podía destapar el conocimiento. Sobresaltada, Zoey dejó caer el lápiz sobre la mesa, reptó a la cama de Alice, y se abrazó las rodillas. La mano de la británica paró el utensilio que rodaba sobre la mesa amenazando con caerse y lo colocó simétricamente junto a al hoja. Luego miró a su compañera. No las tenía todas. No se le ocurría ninguna razón por la que las vocales pudieran inspirar tal reacción en otra persona, y rápidamente asumió que eso no tenía que ver con ella. Tal vez tenía más que ver con Zoey, y podía buscar alguna manera de ayudarla. Al menos animarla. Se alzó y colocó la silla durante segundos antes se sentaba frente al escritorio, de la mejor manera posible. Se alzó y caminó despacio hasta la cama, y del modo más delicado y discreto que pudo, alisó las sábanas y la colcha que habían quedado completamente onduladas al paso de la piel-oliva.

Se sentó a su lado, y durante unos segundos, nadie dijo nada. Zoey parecía estar procesando lo que estaba sucediendo y Alice temía que el más mínimo contacto pudiera hacerla sobresaltar. Así que esperó, y no fue hasta que escuchó su nombre que colocó una mano sobre la rodilla ajena, intentando mostrar su presencia sin invadir el espacio de la otra mutante. Pero cuando al fin Zoey dio voz a sus miedos, se dio cuenta de que una sola mano amiga no serviría de mucho...

Respiró profundamente, asegurandose de que sus sentimientos seguían completamente bajo su control. Esta vez, se sentó junto a su amiga sin preocuparse tanto por el espacio que guardaba entre ellas. Pasó un brazo por sus hombros y la acunó a su lado, dandole un abrazo, sin forzarla a abandonar aquella postura que, esperaba, le brindara un mínimo de seguridad.

- Zoey... Si pensara que eres estúpida, no intentaría enseñarte. - Se mordió el labio. Eso no era lo que quería decir y desde luego había sonado mejor en su cabeza. Tampoco es que fuera algo malo, pero no quería arriesgarse a ofenderla todavía más. - Entiendo que estás preocupada... Por eso estamos haciendo esto. Y no sólo escribiendo. Ya te dije que te ayudaría con todo. Y eso incluye a buscar a tu grupo. Voy a hacer cuanto pueda para encontrarlos... ¿vale? Pero quedarnos en la calle buscando sin parar tampoco... me parece una buena idea. Creo que es más sensato hacer las cosas poco a poco, pero bien. Asegurarnos de que podemos buscar durante más tiempo, con más resultados, aunque signifique empezar más tarde. Pero voy a ayudarte, ¿vale? No eres estúpida. Pero tampoco estás sola, ahora ya no.

No había lugar a dudas de que ese jersey iba a ir directo a la lavadora e iba a pasar tres veces por el programa de manchas especiales antes de que la británica se planteara siquiera el volver a ponérsela. Verse cubierta de aquellos pegajosos mocos, era de lo más desagradable para la siempre impoluta y ordenada británica. Así que en cuanto se separó de la otra mutante, con cuidado de mantener la tela lo más alejada posible de su piel y reprimiendo el escalofrío que recorría todaa su espalda, Delaney se quitó el jersey, mostrando la sencilla camiseta sin estampado que llevaba debajo y estirando el brazo para mantener la ropa sucia tan alejada de ella como su delgado cuerpo le permitía, apartó la prenda para ponerla a lavar.

Por suerte, Zoey parecía lo suficientemente motivada como para volver a la carga, lo cual le permitiría dejar el incidente de la prenda de ropa echada a perder atrás, y centrarse de nuevo en aquello que se llevaban entre manos. El estudio de las letras y la correcta manera de hablar y comunicarse para la piel-oliva. Tras unos tediosos minutos de repetición parecía que habían logrado superar la muralla de las vocales. La alegría de Zoey se contagiaba a su maestra, quien se permitió una sonrisa que mostró la hilera de dientes blancos que tan a menudo ocultaba tras una mano, o una sonrisa más comedida.

Pero no tuvo valor de decirle que le quedaban otras 21 letras por aprender cuando había sufrido tanto por las primeras cinco. Tal vez era mejor hacer una pequeña pausa y buscar un pequeño premio para hacer de refuerzo positivo.

- Ahora, un descanso. Podríamos ir a dar una vuelta por los jardines, que nos de un poco el sol. ¿Te apetece? – había tenido una pequeña idea. Durante esa pausa, ese paseo, si es que Zoey accedía a él, Alice iba a tararear la canción del abecedario para que Zoey se hiciera al ritmo y a la musicalidad. Si conseguía que se quedara con la melodía, tal vez le podría enseñar después la canción y eso le daría unas bases para aprender el abecedario de un modo mucho más rápido y ameno.