What's up? — América del Norte, Nueva York / Mansión X — 22/02/2019 (Gabriel LeBlanc)

Si nunca habéis pasado horas dando vueltas en una habitación intentando decidir qué hacer y si deberías hacerlo, entonces no podéis comprender lo que le pasaba a Alice Delaney.

Llevaba ya unos minutos caminando desde una punta a la otra de la habitación donde se encontraba, con el móvil sujeto cerca del pecho. El teléfono estaba caliente al tacto pese a que estuviera en descanso y sin uso, tanto por la fuerza con la que lo aferraba como el constante desbloquear y bloquear al que lo estaba sometiendo la dueña.

El día anterior había sido uno lleno de sorpresas agradables, tanto por la noticia de que la habían aceptado en la universidad, como el reencontrar un objeto que daba por perdido, como el hecho de que dicho objeto hubiera sido recuperado por mano de un… amigo. Una persona con la que Alice había compartido un día tan inusual como agradable y que había pensado erróneamente que no volvería a verle. Desde luego había sido algo inesperado. Bienvenido, sí… pero inesperado. Pero sin lugar a dudas, la mejor oportunidad que le había brindado la tarde anterior, se encontraba guardado en formato digital dentro de un aparato de escasos diez centímetros de largo y que cabía en un bolsillo. El teléfono móvil que bailaba entre los nerviosos dedos de la británica, debatiéndose todavía entre enviar o no un mensaje.

¿Era demasiado pronto? ¿Demasiado tarde? La segunda parecía improbable si se juzgaba objetivamente que habían pasado escasas 12 horas desde que tuvo los teléfonos. ¿Demasiado pronto? Tal vez, tal vez… Pero los dos habían escrito el número de teléfono en el suyo, pero Alice no había escrito el suyo. Tenía que hacer algo, y decididamente, era demasiado tarde para una llamada perdida, salida de ninguna parte y sin razón de ser. Un mensaje era lo adecuado, a este punto ya había llegado ella sola. Pero… ¿era demasiado pronto?

Suspiró y se dejó caer en la cama, mirando el techo.

No había nada de extraño en un simple mensaje. No daba condición a nada, no les comprometía, y ellos habían aceptado guardar su número en los contactos. Así que… tenía que estar bien. Volvió a suspirar y desbloqueó la pantalla de su teléfono móvil, mirando una vez más el directorio de contactos. Primero Elysia, un mensaje corto.

"Espero que anoche llegaras bien a casa. Gracias por venir a la mansión, me lo pasé muy bien.

Alice Delaney."

Muy formal. Parecía más un correo electrónico que un mensaje de Whatsapp. Pero al fin y al cabo… Se incorporó en la cama, y le dió a enviar. Si se había decidido a intentar tener trato con más gente, tenía que dejar de ponerse tan nerviosa y ser ella misma. Una chica demasiado seria para su edad la mayor parte de las veces, excesivamente formal y educada, pero dulce y agradable. La clase de chica incapaz de alzar la voz a una persona, pero que no duda en entrar en un edificio en llamas para ayudar a una persona en apuros. Así que ese mensaje tenía que valer. Era quien era. Y esperaba encontrar gente como los que había en la mansión, dispuesta a aceptarla con todos sus defectos.

Pasó al siguiente contacto y procedió una vez más a enviar un mensaje.

"Gracias por devolverme la libreta. Me parece surrealista que la hayas tenido todo este tiempo. Soy Alice Delaney."

Una vez enviados los dos, bloqueó el terminal y cerró los ojos, aun sosteniéndolo contra su pecho.


Ya estaba. El mal ya estaba hecho.

Hay muchas maneras de pasar los viernes por la tarde. Hay gente que va a clase, que se prepara para salir de fiesta por la noche, o se queda dando vueltas a su habitación de la Mansión con el móvil en la mano y un montón de dudas en la cabeza. No era el caso de Gabriel, sin embargo. Estaba bastante atareado con un caso de crimen organizado en Nueva York, nada demasiado difícil de no ser porque habían empezado a notar algo raro en los últimos criminales que aún quedaban por atrapar. Pero el rubio no se quejaba: Normalmente, le gustaba mucho su trabajo. Le permitía ayudar a otras personas, además de invitarle a pensar y resolver problemas. Era como si estuviera hecho a medida para él… O viceversa.

Fuera como fuera, llevaba buena parte del día dándole vueltas al asunto, en una de las salas del Triskelion. Revisando grabaciones, leyendo informes, buscando antecedentes. Realmente, sólo había salido de ahí para ir a hacerle a una visita a Guilio Verdetti, en las celdas de uno de los pisos inferiores. No era un paseo muy largo, precisamente. Así que, cuando cayó la tarde, Gabriel se sentía algo entumecido… Y, para qué negarlo, aburrido. Tenía la sensación de haber llegado a un punto muerto, y no era algo que disfrutara especialmente. Tendría que esperar para completar los últimos huecos del puzzle, se dijo, echándose hacia atrás en su silla. No se le ocurría cómo Viggo y los demás estaban resistiendo, a pesar de encontrarse sin líder y haber perdido la mayor parte de las rutas a través de las cuales compraban y vendían armas. ¿Tendrían a su vez ellos un topo dentro de la policía? El Cuerpo había tenido más de un caso de corrupción, pero investigarlos a todos daría demasiados problemas. A nadie le gusta que una agencia externa cuestione la honestidad de tus agentes… ¿Qué se podía hacer, entonces?

Un sonido breve y agudo hizo que el tren de sus pensamientos metiera el freno de mano. Cambiando de dirección hacia el móvil que había dejado sobre la mesa, enterrado bajo la pequeña montaña de folios que se había formado encima. Gabriel los apartó, ordenándolos un poco, y desbloqueó el pequeño aparato para encontrarse el mensaje de Alice en la pantalla.

"Gracias por devolverme la libreta. Me parece surrealista que la hayas tenido todo este tiempo. Soy Alice Delaney."

Casi parecía que se lo estuviera reprochando, pensó antes de añadir el contacto. Y lo hubiera creído de haber venido de otra persona, porque era cierto. Pero se trataba de Alice, y sólo por eso Gabriel ya miraba toda la conversación con otros ojos.

El suave trillar de un pájaro llenó la habitación de Alice, quien dio un respingo, girándose a tomar su teléfono móvil. Normalmente, los tonos de notificación de su teléfono no la sorprendían tanto, pero considerando el valor que había necesitado para enviar el primer mensaje, era de esperar que parte de ella se sintiera nerviosa e impaciente por ver el mensaje de vuelta. . Como tantas otras veces, sus nervios y su inseguridad demostraban ser infundadas. Si Gabriel y Elysia no quisieran seguir en contacto con ella, directamente no le hubieran dado el teléfono móvil. Desbloqueó la pantalla y deslizó el menú superior, buscando la notificación de Whatsapp. El nombre de la pantalla, rezaba Elysia Stavridis.


"Ey Alice! Gracias por preocuparte. Yo también me lo pasé genial, cuando quieras repetimos. No dejes de tocar el piano "

En la intimidad y soledad de su habitación, Alice esbozó una sonrisa de oreja a oreja, mostrando a su teléfono la blanca sonrisa que siempre ocultaba a la gente. Al fin y al cabo, cuando se encontraba sin público, era cuando mejor podía ser ella misma, sin preocuparse en absoluto de quién la pudiera ver o escuchar. Sus dedos empezaron a bailar por la pantalla, buscando las notas adecuadas para elaborar la respuesta del mensaje.

Para su sorpresa, teniendo el teléfono en la mano, llegó un segundo mensaje, y tras parpadear un par de veces, sorprendida, se le escapó una pequeña risita, que nadie excepto ella pudo oír. Se había planteado que ambos hubieran dado el número por compromiso, tal vez por no hacerle sentir mal. Y aunque hubiera podido pensar que respondieran por la misma razón, Alice era hasta cierto punto ingenua y con tendencia a pensar lo mejor de cada uno, y por ello, dio por supuesto que ambos querían mantener ese pequeño contacto con ella. En la notificación leyó una parte del mensaje "¡De nada! Y a veces la gente hace cosas surreali..., pero no pulsó en ella. En su lugar, terminó de escribir el mensaje para Elysia.

"Me encantaría repetir, ¿tal vez por Nueva York? Es sorprendente que a estas alturas no lo haya visto todo, me da la sensación de que nunca habré terminado de visitar la ciudad entera. La próxima vez que nos veamos, ya no será sólo el piano. ¡Tocaré el violín! "

Pulsó enviar y retrocedió al menú de la aplicación, pulsando esta vez en la conversación con Gabriel. Leyó el mensaje y dudó un instante. Luego tuvo que volver a leer.


¿Habría utilizado alguna palabra incorrecta? Aunque pocas, había algunas palabras que en inglés británico eran distintas al americano, y todavía no las sabía todas. O tal vez era que el mensaje por escrito, la ausencia de tono, era capaz de darle un significado ligeramente distinto.

"Estoy bien, buscando excusas para no seguir estudiando "

En realidad, no quedaba nada que debiera estudiar. Una vez hecho el examen, y hasta el inicio del curso, tenía tiempo para descansar y relajarse. Pero aun así, no quería dormirse en los laureles y por poco que pudiera, pensaba seguir estudiando por su cuenta, como había hecho hasta ahora.

"Con surrealista, me refería a que perdí la libreta antes de conocerte, y ha sido mucha suerte. Que quien la encontró fuera alguien que me la pudiera devolver, y encima alguien que me conoce. Yo ya pensaba que no volvería a verla, de hecho, me había comprado una nueva."

Le dio a enviar, tras lo que se quedó mirando la pantalla unos instantes, pensativa. No tenía con Elysia tanta confianza como tenía con el rubio, y recordó aquella tarde en Central Park, patinando en el lago helado. La cafetería a la que habían ido incluso antes de eso. Se había llevado bien con Gabriel desde un primer momento, y aquel intercambio de mensajes parecía poner la primera piedra para un puente metafórico. Una amistad sólida en Nueva York. Puede que con el tiempo, la griega siguiera sus pasos, pero todo a su tiempo.

"También me tendría que informar sobre Harvard. Ver bien los métodos de transporte para ir y volver. No creo que la mansión se encargue de llevar a los alumnos. ¿Es mejor el tren o el metro, aquí?"

No tenía muy claro qué había notado primero. La voz de Coulson, sus pasos acelerados por el pasillo, o el murmullo de sus pensamientos. El caso es que cuando echó un vistazo al interior de la sala por casualidad, encontró a un agente absolutamente concentrado en lo que quiera que estuviera haciendo, comparando archivos con información nueva. Siendo quien era, Gabriel estaba bastante seguro de que no iba a colar. Pero, al menos, tenía la decencia de disimular un poco y no dejarse sorprender perdiendo el tiempo, aunque no tuviera mucho que hacer. Era una cuestión de principios, prácticamente. Cuando el peligro hubo pasado, el rubio se echó hacia atrás, apoyando la cabeza en el respaldo de la silla y mirando por un momento al techo vacío. A veces se sentía como si siguiera en el instituto, escaqueándose en cuanto algo no le interesaba. Lo cual ocurría cerca del 80% de las veces, para frustración de sus profesores y enfado de sus padres. Lo único que en ese momento había tenido claro era que, a diferencia de su hermano, no quería tener nada que ver con los libros. O con la vida adulta, para el caso. Afortunadamente, había cambiado mucho desde entonces, hasta covertirse en lo que era ahora. Había sentado la cabeza (todo lo posible para una persona de 23 años, al menos), hasta el punto de que ya no quedaba nada de aquel chico que se tomaba algo en la azotea de los Inválidos de vez en cuando. O casi nada.

A veces, se preguntaba qué diría su familia si pudiera verlo ahora.

Su móvil volvió a sonar. Alice había respondido muy rápido. Debía de estar sin nada que hacer, como él. "Estoy bien, buscando excusas para no seguir estudiando "

Sonrió al darse cuenta de que había acertado, aunque fuera a medias. La impresión que le había dado Alice, por otra parte, era la de una chica muy estudiosa y responsable. Quizás tendría que acostumbrarse a llevarse sorpresas con ella todo el tiempo. Es decir… Al principio había creído que era totalmente muda, y que nunca más la volvería a ver. Y ahí estaban, tiempo después. Hablando de sus cosas, después de reencontrarse y descubrir que, aparte de poder hablar, era una mutante como él. Aunque quizás lo más importante de todo fuera el hecho de que, realmente, quería hablar con ella, conocerla y sorprenderse cada vez un poco más. Si se lo hubieran dicho antes, no se lo habría creído.

A mí no me gustaba nada estudiar. ¡Mucho ánimo!

Tardó un poco más en pensar cómo explicar ese malentendido. Siempre le había gustado hablar directamente con las personas, cara a cara. Le parecía más sencillo entenderlas si podía ver sus expresiones y el flujo de sus pensamientos. Aunque no los leyera, podía notar que pensaban… Que sentían algo. Y eso, a sus ojos, formaba tan parte de cada persona como el sonido de su voz o los rasgos de su cara. No notar nada le hacía sentir… Extraño. Como si estuviera viendo a alguien en blanco y negro, cuando el resto del mundo seguía tan colorido como siempre. Parecía menos… Real que todo lo demás. Era tan sólo uno de los motivos por los que estaba pensando en volver a quedar con ella. Aunque quizás fuera demasiado pronto, ¿no? No quería presionar, o parecer un pesado.


¿Sinceramente? Gabriel esperaba, o más bien quería que dijera que no, que no se mudaba a Cambridge. Sabía que era una oportunidad increíble para ella, y aunque eso supondría un problema para su apenas empezada amistad, se alegraba mucho por ella. Estaba seguro de que sería una médico fantástica. ”-Y ya van dos.”-Se dijo, dándose cuenta de qué estaba haciendo. Hasta hace unos minutos, estaba bien. Aburrido, desde luego, pero bien. Y, sin darse cuenta, había acabado recordando a su familia; y empezado a contemplar la posibilidad de que Alice también desapareciera. Si no tenía cuidado, volvería a hacer el recuento de las personas que había perdido a lo largo de su vida, y terminaría llegando a la misma conclusión a la que llegaba siempre. Todos habían desaparecido.

No conservaba ningún familiar, amigo o conocido que llevara con él más de unos pocos años. Y aunque sabía que no era culpa suya ni de nadie, no era una sensación del todo agradable. Un escalofrío le recorrió la espalda, a pesar de que la calefacción mantenía aquel cuarto a la temperatura ideal. No quería detenerse a pensar en eso ahora. Sabía que no llevaba a ninguna parte, y solo conseguiría entristecerse innecesariamente. Y con un poco de mala suerte, hasta Alice se daría cuenta.

Su vista vagó un momento por la habitación, en un intento por distraerse con cualquier cosa. Tratándose de un lugar pensado para concentrarse en el trabajo, era una tarea casi imposible. O al menos lo fue, hasta que sus ojos se posaron sobre la fecha que aparecía en la esquina inferior de su ordenador.

Mientras esperaba que Gabriel respondiera a su última pregunta, Alice escribió en su navegador la dirección de la Universidad. Siendo todo lo diligente que solía ser para todas las cosas, y especialmente para sus estudios, la verdad es que Harvard había sido una elección impetuosa. Cuando se planteó estudiar en Nueva York, se había preocupado más por la calidad de la universidad que por la viabilidad que tendría para estudiar allí. De algún modo, el hecho de que Norte América estuviera distribuida por condados en lugar de estar separado únicamente por sus ciudades. Eso hacía que Nueva York fuera, en la teoría, mucho más grande de lo que cabía esperar en un primer momento. Desde un primer momento se había puesto como meta Harvard, y había dado por hecho que estaba muchísimo más cerca de lo que había pensado en un primer momento. Y cuando la pantalla de su teléfono móvil le mostró con claridad el mapa de los condados, sintió como todo su cuerpo se quedaba frío. Era aun más consciente de las manos frías, cuyos dedos siempre parecían estar por debajo que la temperatura del resto del mundo.

Le llegó la respuesta de Gabriel, como un último golpe al clavo que termina de sellar una tumba.

Si quería ir a Harvard, probablemente tendría que dejar de vivir en la mansión. Ya se había planteado buscar un trabajo para poder cubrir los gastos de la Universidad sin tener que hacer que sus padres pagaran las matriculas al completo, pero ¿un piso? Para pagarlo todo, tendría que encontrar un trabajo a tiempo completo. Y eso dejaba fuera de la ecuación los estudios. Tal vez se había precipitado demasiado, tanto en escoger la universidad, como en entrar en ella. Se tendría que haber planteado muchas más cosas antes de hacer los exámenes de ingreso. Se quedó completamente en blanco, con los mensajes de Gabriel en pantalla, sin responder. Sin saber qué podría escribir a continuación, y habiendo perdido el hilo de sus pensamientos.

"Voy a tener que plantearme muchas cosas" respondió al fin. "Tendré que mirar cuando me caduca la carta. Quiero decir, tal vez puedo empezar a estudiar el año que viene sin repetir la prueba de acceso... No creo tener ahora mismo los recursos para mudarme, y viajar cada día me quita demasiadas horas de estudio y trabajo."

Tumbada boca abajo en la cama, Alice dejó caer el rostro contra el cojín, exhalando un suspiro. Estaba tan relajada en la soledad de su habitación, que no tenía por qué preocuparse de si alguien la escuchaba o no, y esos pequeños detalles, los suspiros, la risa, o los gruñidos, cosas que la mayoría de la gente normal y corriente repite a diario, eran un pequeño oasis de relajación para ella. Cuando estaba a solas, era el único momento en que podía bajar realmente la guardia. Realmente, tenía muchas cosas en las que pensar ahora. Pero no sentía que fuera verdaderamente el momento. Gabriel parecía tener aunque fueran unos minutos para dedicar a la conversación y no quería arriesgarse a molestarle en otro momento que pudiera estar más ocupado.

Ya se preocuparía de la universidad... Cuando finalmente se hiciera a la idea de la magnitud del error y entrara en pánico una hora más tarde.

"¿Pasaste por lo mismo? Al venir a Nueva York, me refiero. Creo que me dijiste que lo mencionaste al conocernos, pero me pareció inapropiado preguntar más."

La conversación, que hasta ese momento había sido rápida, se encontró con unos minutos de silencio. Gabriel releyó sus últimos mensajes: Quizás, en su intento por compensar lo que estaba pensando, había impreso demasiada alegría en sus palabras, y había quedado raro para la situación. Se mordió el labio, tenso. Definitivamente, hablar con personas a distancia se le daba fatal.

"-Voy a tener que plantearme muchas cosas."-La respuesta llegó un rato después, cuando el francés empezaba a creer que ya no la habría. Y no era mucho más tranquilizadora que el silencio. Darse cuenta de que una parte del futuro que habías planeado entraba en conflicto con la otra debía de ser un golpe duro… Y más cuando ese conflicto te obligaba a tomar una decisión. Hiciera lo que hiciera, no parecía que Alice pudiera salir de la situación sin renunciar a algo antes. Afortunadamente, aún tenía tiempo de sobras para ver qué podía hacer antes de que empezara el curso. Quién sabía… Igual había alguna manera de arreglar las cosas. Sólo había que pensarla… Gabriel se llevó una mano a la barbilla, acomodándose sobre su silla y entrecerrando los ojos. Aunque una parte de él se sentía aliviada de que no fueran a perder el contacto tan pronto, otra (mucho menos egoísta, la verdad sea dicha) no quería que perdiera esa oportunidad. ”-Vamos, hombre. Se supone que te dedicas a resolver problemas, algo se te tiene que ocurrir.”-Ni siquiera leyó la última pregunta, que llegó un poco después. No hasta que cayó en la cuenta de que, pidiendo un poco de ayuda, esas 160 y algo millas se le podían hacer mucho más cortas. Ya había empezado a escribir su idea cuando reparó en que, en lugar de haber dos mensajes, ahora había tres.

"¿Pasaste por lo mismo? Al venir a Nueva York, me refiero. Creo que me dijiste que lo mencionaste al conocernos, pero me pareció inapropiado preguntar más."-Una sonrisa hizo aparición en los labios de Gabriel al recordar esa conversación. Sí, en cierto modo también había tenido sus problemas al llegar a Estados Unidos… Y el más grande de ellos era que, directamente, no quería estar ahí.


El francés se detuvo un instante, preguntándose por dónde empezar. Normalmente, no hablaba mucho de sí mismo o su pasado con otras personas. Y cuando lo hacía, solía ser algo corto, simplemente un comentario o dos antes de volver a la vida de otra persona. Era normal, su historia era bastante… Aburrida, o al menos eso era lo que había pensado siempre. Hasta su entrada en SHIELD, no le había pasado nada que alguien pudiera querer escuchar.


De hecho, estaba bastante seguro de que Alice podría con ello: Aunque todavía no la conocía tanto, tenía la sensación de que era muchísimo más madura que él cuando había llegado a Estados Unidos. No es que fuera muy difícil, la verdad sea dicha… Aunque ella tenía sus propios problemas, que nada tenían que ver con la presencia o ausencia de sensatez. Al final del día, nadie tenía las cosas fáciles del todo.

Se encontró a sí misma leyendo el texto con una sonrisa. No había esperado un mensaje tan largo, pero ver la extensión del mismo le hizo sentir un leve pinchazo de alivio. Tal vez no había sido tan metomentodo como se había sentido en un principio, y si Gabriel había respondido explayándose, podía tomarlo como un gesto de confianza. O al menos, es lo que ella quería pensar. Dar el paso a ponerse en contacto con ellos había requerido mucho valor, y ver que había sido correspondida le aliviaba más de lo que habría esperado. Además, los consejos que le ofrecía Gabriel le parecían de lo más útil. Una de aquellas cosas que resulta terriblemente obvias cuando te las dicen, aunque no pudieras verlas por ti solo.

Como fuera, el caso era que la respuesta del francés había logrado aliviar uno de los pequeños nudos que anidaban en su estómago. Una de sus manos soltó el aparato y su índice se enredó en un mechón de pelo oscuro, rizándolo una y otra vez sobre sí mismo, pensativa. La realidad es que no se le ocurría mucho más para seguir adelante con la conversación, pero tampoco se sentía inclinada a dejarlo todavía. Y había un último tema de conversación que podía sacar. Algo que también le resultaba interesante.

"¿Puedo preguntar sobre tus poderes?" Dudó un instante antes de darle al botón enviar. Y finalmente decidió escribir una última línea. "Eres libre de decir que no, entiendo que puede ser un tema de conversación sensible."

A estas alturas, Alice todavía dudaba de cómo se lo iba a decir a sus padres. Se había planteado en alguna ocasión llevarse el secreto consigo y no dejar que supieran que en realidad era una mutante, con la esperanza de que con el tiempo pudiera controlar totalmente su poder y llevar una vida normal y corriente. Pero a veces pensaba que eso era injusto para ellos. Realmente, nunca les había ocultado nada. Pero desde su llegada a Nueva York, parecía que se había vuelto todo un círculo vicioso de mentiras piadosas y medias verdades. Y era una situación que no le producía placer alguno. Quería poder contarles la verdad, explicarles las cosas que hacía, los entrenamientos que estaba llevando a cabo, los amigos que estaba haciendo. Pero la mitad de las anécdotas quedaban en nada cuando tenías que ocultar la particularidad de la mayoría de la gente a la que conoces. Esperó con paciencia unos segundos, para que Gabriel tuviera la oportunidad de contestar.

"¿Tus padres saben que eres un mutante? Yo todavía no he tenido el valor de decírselo a los míos. No sé si lo deben sospechar ya, pero tengo mucho miedo a su reacción. Y al no saber nada, tampoco les puedo contar lo que hago aquí, y en parte eso me carcome por dentro. ¿Tu pudiste entrenar los tuyos en alguna escuela como la mía? " Releyó las líneas que había escrito varias veces, antes de darle al botón de enviar.

No podía negar que sentía mucha curiosidad por ver su respuesta.

Sí, eso serviría. Esperaba que Nightcrawler, Magik, o cualquier otro de los teleportadores con los que la Mansión X contaba pudieran dedicar unos minutos cada día para llevar y traer a Alice de la universidad. Así, no tendría que renunciar a la seguridad de la escuela de Xavier, ni a la oportunidad de estudiar en una de las mejores universidades que Estados Unidos tenía que ofrecer. Ni… A las amistades que hubiera hecho allí. ¿Él se incluiría entre ellas? No podía saberlo con certeza, ya que la mente de Delaney estaba muy lejos de su alcance. Y, aunque la tuviera delante… No era justo indagar en los pensamientos de otras personas así, invadir su privacidad para algo tan trivial. Ya se sentía lo suficientemente mal cuando lo hacía sin querer. Además, no conocía a muchos mutantes fuera de SHIELD (ni a mucha gente, en general), y no quería estropear esa oportunidad.

"¿Puedo preguntar sobre tus poderes? Eres libre de decir que no, entiendo que puede ser un tema de conversación sensible."

Justo lo que estaba pensando. Era curioso como, a veces, tenía la sensación de que eran… Parecidos. No lo parecían, a primera vista: Alice solía mantenerse en silencio siempre que podía, siempre educada y comedida mientras que a él no le importaba hablar en voz alta si lo necesitaba. Era algo un poco más profundo, más sutil. Había veces en las que Gabriel podía verse reflejado en esas decisiones tomadas con prisa, en esas sonrisas al colarse por la ventana de una habitación cerrada. Pero, también, en la inseguridad que acompaña a unos poderes que no has pedido, y con los que tienes que aprender a vivir poco a poco.

Cuando el día anterior Planaria le había preguntado, había dicho que no era nada de importancia, que ya había pasado por ello. Lo cual era cierto, a medias. Si bien era verdad que ya había aceptado quién era y lo que podía hacer, los malos recuerdos y la inquietud de saber que su particular don se estaba expandiendo lo hacían sentir intranquilo. Y, además… Se sentía mucho más cómodo hablando de eso con Alice, y no delante de una mesa llena de desconocidos. Aunque siempre prefiriera las conversaciones cara a cara, eso ya era una mejora.


”-... Espera un momento.”-Ya le había dado al botón de enviar cuando una idea terrible se le pasó por la cabeza. El día de su reencuentro, él mismo había explicado que podía hacer cambios en las mentes de los demás. ¿Y si… Y si creía que le había hecho algo a ella? Lo cual era en parte cierto, le había leído la mente para ayudarla a recuperar su mochila cuando se habían conocido. ¡Pero eso había sido por necesidad, no porque quisiera! Si hubiera dependido únicamente de los gestos que le hacía la chica, no se habría enterado de nada en absoluto, y seguramente el ladrón se hubiera largado con sus cosas. No tenía intención de hacerle nada más. Aunque, por mucho que se lo prometiera, la posibilidad seguía estando ahí, ya que la mayoría de las personas ni siquiera detectan las intrusiones psíquicas. Sabía de sobras la desconfianza que podía llegar a causar, y por eso, solía preferir ser sincero en cuanto a sus poderes cuando era posible. Porque, si hay algo peor que saber que te pueden estar vigilando… Es saber que te han podido estar observando, sin que tú supieras que existía esa posibilidad.


Estaba pensando cómo seguir cuando Alice volvió a escribir, mandando esta vez un mensaje que le hizo borrar el suyo. "¿Tus padres saben que eres un mutante?”-De pronto, la conversación había tomado un giro que no le gustaba en absoluto. No era culpa de Delaney, por supuesto. Ella no tenía por qué saber nada, se acababan de conocer.

Respiró hondo, preguntándose por dónde podía empezar.

-No, mis padres murieron...-Borró. No quería arruinar el tono de la situación así. Porque, aunque hoy en día el tema de su familia ya no le resultaba doloroso… Seguía sin ser algo cómodo para tratar. Y más si la otra persona podía sentirse mal por haberlo sacado, sin saber hasta qué punto Gabriel se había distanciado de ello. Era extraño, pero… Nunca se había planteado de verdad cómo lo había superado tan rápido.

Pasaron varios minutos, durante los cuales Alice pudo ver cómo Gabriel escribía, paraba y volvía a escribir. Buscando cómo explicarse de la mejor forma posible, hasta que finalmente se rindió.

Realmente… No supe qué me pasaba hasta que entré en SHIELD, hace algo más de tres años. Fueron ellos los que me enseñaron a desactivarlo.
Hasta entonces, no dejaba de oír los pensamientos de la gente a mi alrededor… No era muy agradable a veces, aunque tenía sus ventajas.
Los exámenes son muy fáciles si escuchas a las personas que sí que han estudiado en tu cabeza.

No pudo evitar sonreír con algo de melancolía, preguntándose dónde estarían sus antiguos compañeros de clase. La última vez que había estado en Francia, había sido un viaje muy corto, tan sólo para asistir al funeral de sus padres y su hermano. No los veía desde que tenía 16, y ya había olvidado casi por completo sus nombres y sus caras.

En cuanto al tema de los padres, los míos murieron hace tiempo, cuando todavía no sabía que era un mutante, y eso es algo que lamento mucho.
Si tienes una buena relación con ellos, y crees que se lo van a tomar bien…
Díselo.

No sabía si era buena idea del todo, ya que no conocía a los padres de Alice. Pero la mayoría de las personas no dejarían de lado a su propia hija por algo que no podía controlar. Gabriel entendía que los mutantes podían dar miedo a los humanos, cualquiera estaría asustado si descubriera que hay personas capaces de cambiar el mundo con un mínimo de esfuerzo. Pero ese miedo no podía justificar el odio que recibían de algunas personas, quienes no dudaban en proponer una extinción acelerada de la especie. “Para proteger a la humanidad”, decían. No creía que el señor y la señora Delaney fueran así. Y si lo eran… Se alegraba de que Alice no tuviera que decírselo a la cara, al menos.

A Dios sabía cuantos kilómetros de distante, la reacción que segundos antes había tenido Gabriel se producía nuevamente en ella, como si fuera un Eco de sus sentimientos. Ahora le llegaba el turno a la británica para hacerse una idea equivocada del turno que podía tomar la conversación. Alice se dejó caer de espaldas, quedando tumbada en la misma pero con las piernas colgando de un lateral. Se planteó por un segundo lo que habría sido vivir en la mente de Gabriel, escuchar de un modo constante todo lo que la gente pensaba a tu alrededor, y como aquello podía incluir pensamientos desagradables y juiciosos hacia si mismo. Era una idea descorazonadora, especialmente para ella, que de un modo inconsciente daba tantísimo valor a la opinión ajena. Pero el problema vino al plantearse cómo sería vivir dentro de su propia cabeza. Tenerla al lado y que todo el mundo pudiera escuchar sus pensamientos, aquellas ideas compulsivas que tan a menudo eran incapaz de abandonarla, arraigando ideas erróneas en lo más profundo de su psique, el constante choque entre saber que es ilógico y el irrefrenable sentimiento que causaban y que la obligaban a escucharlos.

¿Había visto Gabriel esa parte de ella? ¿Había visto lo nerviosa que le ponía cuando en la cafetería la gente no colocaba debidamente la servilleta, cuando veía una camiseta con un botón mal abrochado, los nervios que le causaban sus propias botas cuando las cuerdas no se habían mantenido perfectamente simétricas, ejercicio prácticamente imposible por que... bueno. Por que eran botas. Pero Gabriel estaba respondiendo a sus mensajes. No podía ser que no quisiera saber nada de ella si estaba respondiendo. ¿O tal vez lo hacía por compasión? ¿Por lástima? Habría leído lo sola que se sentía, lo mucho que le costaba sentir que había hecho amigos o las pocas personas que sentía cercanas.

Sentía que de repente le pesaba el pecho. Como si hubieran enganchado un peso con un gancho y la gravedad estuviera tirando de ello, lenta pero incansablemente, hacia el suelo. Y dejó de responder a Gabriel. Con los ojos cerrados, el móvil enterrado entre su pecho y sus manos cruzadas, Alice intentaba calmar todas aquellas ideas. Era difícil imprimir un tono de voz a una conversación escrita. No era descabellado que se llevaran ideas erróneas. Así que tendría que expresarse de la mejor manera posible si quería asegurarse de que todo... acabara bien. Aunque no quería que acabara, no todavía, tal vez era lo más sano. Podía decirle que tenía que estudiar o que quería ir a entrenar un poco. Ninguna de las dos opciones era del todo cierta, pero no eran del todo mentira.

Cuando alzó de nuevo el dispositivo y se iluminó la pantalla, se dio cuenta de que no había escuchado el bipido de las notificaciones a causa de tener la aplicación en primer plano. Gabriel había seguido hablando. Alice miró la estampa de tiempo de su último mensaje... Hacía 20 minutos. Se mordió el labio inferior, dándose cuenta de que era bastante tiempo, sobretodo cuando estabas teniendo una conversación fluida y esa sensación se hizo todavía peor cuando empezó a leer los mensajes de Gabriel.

El peor momento posible para quedarse callada.

Se llevó la mano izquierda a los labios... La parte positiva, es que se le olvidó parcialmente los problemas que la habían hecho no responder en primer lugar. La parte negativa... Es que tampoco sabía como responder a eso.

"Lo intentaré" escribió sin pensar, dándole por inercia a la tecla de enviar. Sus labios repitieron esas mismas palabras, sin pronunciar sonido alguno. Suspiró y la mano que cubría su boca subió a cubrir su rostro. Se sentía idiota. No podía simplemente ignorar el resto de la frase y responder a lo último, era demasiado grande. Sin mirar a la pantalla, tecleó un lugar cualquiera de la pantalla, esperando que las letras aleatorias sin enviar, mostraran el mensaje de "esta escribiendo" en el teléfono de Gabriel. Al menos así, podía intentar ganar unos segundos para pensar en su respuesta.

"Lamento lo de tus padres." Y borró el mensaje. Claro que lo lamentaba, pero eso no era todo. Eran muchas cosas. Lamentaba incluso pensar que Gabriel podía haber visto lo que había dentro de su cabeza. Pero eso no parecía adecuado para ser escrito, no como inicio del mensaje. Tardó un rato en poder escribir todo lo que pensaba. Se planteó incluso bromear. Gabriel parecía haberlo hecho, para quitarle hierro al asunto. Pero había una gran diferencia entre alguien haciendo una broma sobre si mismo y hacerle una broma a alguien sobre él mismo. Para cuando al fin pulsó enviar, no sabía si estaba mejor o peor que al empezar a escribir el mensaje.

"Siento leer por todo lo que has pasado. No puedo imaginar lo duro que debió ser, pero me alegro de que finalmente encontraras alguien que pudiera ayudarte.

Perdón por haberme quejado de mis padres... Tiene que sonar muy infantil y injusto que yo me queje de no poder contarles un secreto, cuando tiene que ser mucho peor no poder hablar con ellos en absoluto. Intentaré hablar con ellos.

Desactivar tu poder suena interesante. Tiene que apestar que estés leyendo un libro y escuches por error el final, porque a alguien se le ocurra pensarlo al leer la portada."