Nueva York no es tan grande para los dos (Noah Hayden) [15/01/2019]

¡Qué maldito frío! En esas fechas es cuando más me acordaba de Sasha y su capacidad para no pasar frío. Argh, quién pudiera. Sin embargo, ahí estaba yo, a las... Qué sabía yo, muy pronto, no había nadie en la calle, hacía frío, había niebla, no eran horas... Pero Ifrith quería pasear. Quería salir. Venga a llorar. Maldito amor que le tenía al perro, que si no... Si no, habría salido con él igualmente, es lo que tocaba y, si era sincera conmigo misma, en realidad me encantaba pasar ese tiempo con él.

El caso es, que mientras paseaba, Ifrith se paró a hacer sus necesidades delante de un local nuevo, al que nunca había hecho caso hasta el momento. Era bonito. No lo recordaba bonito, de eso estaba segura. ¿Nuevo dueño? Me quedé pensando en ello durante un par de horas, en el camino de vuelta, en la ducha, preparando el desayuno para Sloan y para mí... ¿Qué podría ser? Me sentía intrigada. Más que de costumbre por esas cosas sin importancia que cambiaban en el barrio. Quizás me estaba asentando. Eso de tener pareja estable y demás, decían que te cambiaba como persona, quizás fuera eso. Y que quería dejar Arkham: me había llenado por un tiempo y más con mis padres allí, pero ahora que no me ataba nada a ese maldito lugar no me sentía tan cómoda, y algo más cercano a casa no estaría mal. En cualquier caso, tras desayunar sola porque Sloan había decidido dormir más tiempo pese a mis insistencias y el rico desayuno que le dejé preparado a base de tortitas, tostadas, café y una gran variedad de zumos para que eligiera, volví al local de esa mañana, para ver quién estaba allí y si podía averiguar algo más de ese lugar.

Cuando llegué había luz dentro, la fachada estaba más limpia, había letreros con el horario... Había gente dentro y parecía estar "abierto", así que entré sin pensármelo mucho y sin saber muy bien qué decir.

-Buenos días... Espero no molestar...- comencé disculpándome al entrar ya que no ví a nadie, y me mordí el labio algo contrariada. -Supongo que volveré más tarde...- susurré hablándome a mí misma en voz alta.

Eché un último vistazo al lugar y me percaté de que encima de una mesa que había a un lado de la habitación había un taco de tarjetas de visita. Me acerqué a ellas y cogí una, leyendo en voz alta lo que tenía escrito sin prestar atención a si venía alguien o no.

Apretaba y masajeaba con metódica paciencia, centrándose especialmente en aquellas zonas donde sentía la presión de una contractura bajo las yemas de los dedos. El olor de los aceites y el incenso llenaba el despacho ténuamente iluminado por una lamparita de sal regulable y el calefactor de la sala eran todo una perfecta amalgama que daba a la oficina un aire de lo más cálido. Y todo eso, le relajaba y le ayudaba a distraerse de sus propias tensiones.

Algunos pacientes eran charlatanes. Bromeaban con él, le hacían preguntas o le contaban historias de su dia a dia con más o menos gracia. Otros pacientes eran como Sally. Sally se relajaba y disfrutaba más las sesiones si estabas en perfecto silencio, escuchando la melodía de fondo que transmitía el ordenador portatil que descansaba sobre una de las mesas. Así que el doctor trabajaba en silencio, sus manos deslizandose por la pálida piel aceitada de la joven mientras su mente se perdía en algún otro lado, lejos de la consulta.

Al terminar se guiaba por la rutina. Despedía a Sally y abandonaba la sala por una pequeña puerta lateral que daba a un cuarto de baño, y se frotaba y limpiaba las manos tres veces, retirando cualquier resto de aceite o crema de entre sus dedos, y luego restaba dos minutos observando su reflejo, dándo tiempo al paciente a vestirse y recoger sus cosas. Cuando escuchaba la puerta de la sala, salía tras su paciente para acompañarlo al recibir, donde estos pagaban sus servicios y abandonaban el local, a menudo con una sonrisa de satisfacción en los labios.

Ese día no fue diferente. Sally le pagó con una sonrisa en los ojos y le dio las gracias, buscando estrechar su mano antes de irse. Fue entonces cuando Noah reparó en la curiosa mujer que esperaba en el mostrador, ojeando una de las tarjetas. Alisándose la bata blanca de fisioterapéuta se acercó a la mujer, colocandose al otro lado del mostrador y sonriéndole con calma, entrecerrando levemente los ojos ante la leve molestia que suponía la clara luz natural que se filtraba entre las ventanas.

— Bienvenida. Es la primera vez que te veo por aquí, ¿puedo ayudarte en algo?

Una voz me sorprendió y me sobresalté, cerrando mi mano en un puño y doblando la tarjeta como consecuencia. Mierda. No tenía planeado llevármela, recordaría todo lo que ponía siempre que quisiera. Alcé la mirada y me encontré con un hombre algo más mayor que yo, pero que tenía buen aspecto. Muy buen aspecto, si era sincera. Era guapo, rubio y con los ojos azules, profundos, barbita, alto, buen cuerpo... ¿Cómo sería su mente? Sonreí ladina y fui hasta él, era una suerte que no fuera mi tipo.

-No me extraña que no te suene mi cara, paso más tiempo en Gotham que por aquí. Vivo cerca y esta mañana mientras paseaba a mi perro pasé por aquí y vi el local, no me sonaba de antes..., así que pensé que pasarme ahora sería una buena forma de saber de qué se trataba y así conocer al nuevo integrante del barrio. Y me encuentro con un compañero de oficio... A medias- le expliqué con una sonrisa amable y un tono de voz tranquilo, incluso sedoso. -Yo no soy fisioterapeuta, no se me dan bien los masajes a conciencia- dije alzando las manos como excusándome de algo, claramente bromeando y dejando caer que también era psiquiatra, esperando que se diera cuenta.

Suspiré un poco y miré a mi alrededor, de nuevo. ¿Y ahora qué? No puede ayudarme en nada, no necesito tratamiento ni un...

-De hecho, quizás te pida cita para un masaje, si tienes hueco. Últimamente me duele más de lo usual la espalda...- era una buena forma de no quedar mal y, además, mataba dos pájaros de un tiro: no quedaba mal y me daba ese masaje que tanto tiempo había estado posponiendo. Vivir con Sloan tenía sus cosas buenas y sus cosas más buenas aún, pero él no se cansaba, era un animal, y a mí me costaba seguirle el ritmo a veces.

Contempló a la mujer mientras esta se acercaba y escuchaba atento su explicación, prestando atención al curioso tono de sus ojos, casi blancos. Ella parecía vivir por la zona y afirmaba haber venido por curiosidad, tras haber descubierto la consulta esa misma mañana, paseando a su animal.

— Suerte la mía, de entre todas las profesiones teníamos que compartir una. Es un placer, me llamo Noah Hayden y como habrás podido deducir, soy el propietario del local. — el rubio sonrió lo cual marcó unas pequeñísimas arrugas entorno a sus ojos. — Mi família y yo nos hemos mudado y hace relativamente poco que he abierto el local, así que no me sorprende que no te fijaras hasta entonces. Es pequeño pero a veces un ambiente acogedor puede hacer mucho por las personas, más que el entorno ajetreado de un hospital. — Señaló con el pulgar por encima del hombro un rincón desprovisto de muebles de la entrada. — Espérate a que coloque la barra de bar, y la gente hará cola para venir a verme. En cuanto a la cita para el masaje, bueno, creo que ya te has hecho con una de mis targetas, y tienes el número apuntado ahí mismo.

El incienso, la luz cálida de la sala de terápia y la melodía instrumental se trasportaban levemente a la sala del mostrador, mientras el hombre se rascaba levemente la barba. Sus ojos estaban fijos en Lilith, como si pensara preguntarle algo pero no terminara de decidirse. Finalmente le dedicó otra breve sonrisa y se giró hacia el siguiente paciente que le esperaba.

— Si quiere ir entrando y quitándose la ropa, estaré con usted en un minuto.

Un hombre que no debía ser mucho más joven que Hayden tomó unas muletas que había a su lado y entró renqueando a la sala, cerrando la puerta tras de sí, y el médico se frotó los ojos con la palma de la mano, dedicando una última mirada a la calle, entrecerrando los párpados antes de volver junto a la pelirosa.

— Me olvidé de comprar cortinas. — Musitó. Su tono de voz era divertido y natural. — Me vas a disculpar que sea tan directo, pero la verdad es que me ha venido de perlas conocerte. Resulta que ando algo escaso de manos, y no me vendría mal encontrar alguien que estuviera dispuesto a trabajar aquí conmigo. Así que siendo totalmente libre de hacer lo que te pido o ignorarme, si conocieras a algún otro psiquiatra, psicólogo o fisioterapeuta al que no le importe sacarse un dinero extra... ¿Podrías entregarle mi targeta? Te lo pido como novato en el barrio, no me iría nada mal. Y a cambio cuando tenga el minibar, te invito a que lo inspecciones.

Se presentó simpático y amable, con una sonrisa encantadora. A la cual respondí con otra sonrisa y tendiéndole la mano. No pensaba husmear en su cabeza, pero siempre era divertido conseguir los nombres de la gente sin que ellos supieran que podía suponer una mínima amenaza para ellos, porque, seamos sinceros, cuando alguien cotillea nuestra privacidad nos sentimos amenazados, y más si es cosa de la cabeza.

-Lilith Belmont. Te ha quedado muy bonito, la verdad- estaba siendo sincera con él: el local era bonito, espacioso a su manera y agradable. No parecía que estabas yendo ni a un loquero ni a un masajista. ¿Su mujer le ayudaría con la decoración? Preferí no preguntarle eso, al menos por el momento. -¿Vas a poner barra? Me temo que seré una buena parroquiana, en ese caso- bromeé. Sonreí más tímidamente ante su comentario sobre la cita del masaje y le eché una mirada a su siguiente paciente mientras caminaba como podía hacia la sala de la luz cálida y el incienso. Entonces Hayden hizo algo con los ojos, como si la luz de fuera le hubiera molestado y fue directo conmigo. Así sí. Me estaba gustando cada vez más.  

-Claro, si compras un buen whisky a cambio...- le dije guiñándole el ojo. -¿Buscas secretario/a? ¿Socio/a? Para poder ajustar mejor mi ayuda. Aunque si no es mucho atrevimiento, yo misma estoy buscando cambiar de trabajo. Podría dejarte mi currículo la próxima vez que nos veamos, si te parece bien.

La joven tendió el brazo y el rubio tan sólo vaciló un instante antes de encajarla. El tiempo justo y necesario para contemplar los pálidos dedos de la chica en busca de algún anillo u otro objeto de bisutería que pudiera desencadenar un efecto alérgico. Pero no era el caso. Noah sostuvo la mano de Lilith es su manaza durante un instante, sin perder la sonrisa. No se esperaba tener lo que buscaba tan temprano, ni tan rápido ni tan sencillo, pero tampoco se había planteado el buscar un socio. Su planteamiento inicial giraba entorno a contratar a una persona bajo su servicio, pero la idea de un socio reducía también los gastos por su parte, aunque por la otra reducía levemente sus beneficios... Sopeso la idea durante unos segundos.

— ¿Un socio? ... Inicialmente buscaba empleados. El local se ha llenado más de lo que me esperaba y empiezo a quedarme sin días libres que repartir a los pacientes. De secretaria esta mi hija por las tardes. Pero tu idea de buscar un socio no parece tan descabellada... — el doctor se rasca de nuevo la barba, pensativo y finalmente dedica una mirada a la puerta del consultorio. — Lamento no poder quedarme más rato por aquí, señorita Belmont, pero me pilla trabajando. Me han cancelado una hora mañana, a las doce. Si la quieres, podríamos vernos y al acabar, te muestro el local y terminamos de hablar de cuál sería tu trabajo aquí, si decidieras tomar la oferta de empleo. ¿Le parece bien?

Tras despedirse de la pelirosa y una vez acordado el día de su próxima visita, Hayden le dedicó una última sonrisa tras lo cual entró en la sala donde practicaba la fisioterapia. El ambiente seguía siendo relajado, la música seguía reproduciendose gracias a la extensa lista del ordenador, y aunque el incienso restaba consumido sobre el pequeño platillo donde había ardido, el aroma todavía se mantenía en el aire. Noah se lavó las manos una vez más antes de disculparse con el siguiente paciente y proceder con el tratamiento. Movía los brazos metódicamente, buscando las zonas donde notaba los músculos cargados y trabajando en ellos hasta que se cercionaba de haber deshecho completamente las contracturas y su mente pensaba y viajaba. Esta vez entreteniendo el pensamiento de los beneficios que podía aportarle un socio.

-Tutéame, Hayden. Mañana a las doce estaré aquí- le sonreí y me despedí agitando los dedos de mi mano en movimientos pequeños, para desaparecer por la puerta y dejando la tarjeta en la basura de fuera. No iba a necesitarla de todas formas, lo tenía todo en mi cabeza.

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De nuevo en la puerta de la consulta en el que podía ser el día D para mi vida laboral y, para qué engañarnos, también personal. Dos horas de viaje que me podría ahorrar todos los días, tiempo que podría pasar con Ifrith y Sloan. El caso es que ya estaba allí, así que abrí la puerta y entré, saludando y esperando en el mostrador como lo hice el día anterior, pero esta vez con más confianza, apoyada sobre él. Había llegado unos minutos antes, así que quizás estuviera todavía con un cliente mi compañero de oficio.

-¡Soy Lilith!- grité, anunciando mi llegada y viendo que la consulta seguía sin tener cortinas. ¿Sería Hayden fotosensible? Tampoco era de mi incumbencia, así que lo ignoré mirando por la ventana a la calle.

Aquél día había amanecido tan frío como el anterior.

Hayden despertó, su brazo tendido a un lado, buscando el calor de un cuerpo que ya no estaba. Después de tantos años, sus sueños eran reflejos de aquello que podría haber sido, de lo que una vez tiempo atrás hubiera sido su sueño y anhelo, y ahora era un vacío entre frías sábanas blancas, las persianas completamente sumían la habitación en una completa oscuridad que armonizaba perfectamente con el vacío que le suponían las mañanas. A menudo su primera reacción sería no alzarse de la cama, preguntándose qué motivos le podían llevar a seguir adelante, y siempre correlativo a la pregunta, llegaba la respuesta. Escuchó el sonido del agua correr por las cañerías del pequeño apartamento y sonrió pensando en ella.


El local seguía perfumado con el suave aroma de los inciensos, entremezclado con aceites y la propia colonia del rubio, quien paseaba con calma por la clínica preparando los últimos detalles diarios antes de abrir oficialmente la clínica y recibir los primeros pacientes. A medida que avanzaba la mañana, distintas personas pasaban por sus manos y su mente se amoldaba a cada uno de ellos, conversando y manteniendo el silencio cuando sus pacientes así lo necesitaba y era ante la visita de estos últimos que recordaba a la inesperada mujer que había conocido el día interior. Había tenido mucha suerte al cruzarse con ella y había pensado largo y tendido sobre las opciones que tenía.
Había una sala que todavía podía equiparse y ser utilizada como un consultorio, y puesto a que ya tenía los presupuestos hechos, podía ofrecerle a Lilith la opción de organizar su propia sala como a ella le resultara conveniente. A cambio, podía ofrecerle que ayudara a pagar el mantenimiento del local, la limpieza y las facturas, la mitad para ambos. Podrían repartirse las citas y así él tendría más tiempo libre y no perdería el dinero, simplemente trabajaría menos horas...

Seguía con estos pensamientos en mente cuando escuchó la voz de Lilith al otro lado de la puerta, y sonrió. Fue casi la señal que indicó el inicio de su rutina. Le dijo a su paciente que la sesión se daba por terminada, retiró los objetos que había utilizado a un estante y se retiró al cuarto de baño, donde se lavó tres veces las manos y esperó con paciencia a que el paciente se hubiera vestido y hubiera abandonado la sala de consulta. Una vez escuchó la puerta, salió a la sala y retiró las toallas y sábanas de la camilla y colocó un juego nuevo, tras lo cual siguió al paciente hasta el mostrador, le cobró por su trabajo y saludó a Lilith con una sonrisa, entrecerrando de nuevo los ojos por la molesta luz que se filtraba desde la calle, formando minúsculas arrugas en el rabillo de los ojos.

Se habían quedado solos. Noah entró en la sala, haciendole un leve gesto a Lilith para que le siguiera y una vez dentro, se apoyó levemente sobre la mesa.

— Bienvenida, Lilith. Como es la primera vez que vienes, te explico la rutina, por si alguna vez vuelves como paciente. Normalmente me espero fuera mientras el paciente se desviste y se espera en la camilla. Obviamente esto depende de la zona que vienen a tratar. En el caso de las mujeres, suelen dejarse el sujetador puesto y simplemente lo desabrochan mientras reciben el masaje. Al terminar — señala el pequeño cuarto de baño anexado — mientras me acabo de retirar el aceite, ellos se visten y me esperan en el mostrador, donde salgo a cobrar y les despido, lapso en el que el siguiente paciente aprovecha para colarse y prepararse. Es un poco de ir por casa, pero funciona para una pequeña consulta como esta. Bien — El doctor Hayden dio una sonora palmada, alzándose de nuevo mientras se dirigía una vez más al mostrador. — Voy a darte algo de intimidad para que te cambies.

Pronto dejó a Lilith sola en la sala, la dulce melodía instrumental del portatil no dejaba de ambientar el lugar. La lámpara era regulable y en un lateral de la sala había un gran armario con todo tipo de instrumentos, tanto para masajes como para practicar termoterapia, así como varios libros de diferente temática, aunque todos estaban o bien relacionados con la fisio o con la mente. Y entre todos ellos, un simple cuadro, una hermosa mujer rubia sentada en un sofá, con una niña pequeña, de iguales cabellos rubios sentada en su falda. La niña miraba al fotógrafo con una sonrisa confiada, como si estuviera segura de lo que hacía ahí y fuera consciente de todas y cada una de las personas que más adelante iban a verla ahí y sonreía como si pudiera verles.

-Me parece bien, Hayden. ¿Por allí?- pregunté señalando a la habitación a la que me dirigía, la de las velas, el incienso, la melodía tranquila y, sobre todo, a la que vi que todos los pacientes iban. Entré y cerré la puerta detrás de mí, quitándome la chaqueta y colgándola en el colgador de la puerta. Después hice lo propio con el jersey, la camiseta, y el sujetador. ¿Por qué? Porque no me parecía extraño e iba a ser más cómodo para los dos a efectos prácticos. Si le suponía algún conflicto interno seguro que me lo hacía saber, así que seguí a lo mío, quitándome el resto de ropa y tumbándome en la camilla para recibir el masaje. Si Sloan me hubiera visto... El pobre Hayden se quedaba sin consulta, y sin algo más.

Finalmente, Hayden entró y tras sus preparativos comenzó el masaje. Debía reconocer que había sido estúpida por posponer tanto el masaje: qué maravilla. Tenía que enseñar a Sloan a dar masajes porque dioses...

-Definitivamente, esto se te da bien. ¿Qué tal el otro oficio?- cerré los ojos y me acomodé un poco más, relajandome, rindiéndome a las manos de aquel rubio de ojos azules que podría ser mi próximo jefe. Qué forma de conocerse, ¿eh? Dejé que hiciese su magia y que terminara, a regañadientes por mi parte.

-Casi me duermo...- le reconocí a Hayden. Eso sí, me sentía como nueva, la espalda no me pesaba y no sentía ningún dolor que antes desde luego sí sentía. Salió de la sala y yo me vestí y le esperé fuera, en el mostrador, buscando en el bolsillo de la chupa el móvil para decirle al moreno que "Todo OK." y para sacar el dinero para pagar a Noah por sus servicios.

El hecho de que Lilith se hubiera desnudado del todo no le suponía en absoluto un problema. También había gente que lo prefería así, y durante al menos hora y media las manos del rubio apretaron y relajaron la espalda de Lilith, moviendose con suavidad y delicadeza, pero a la vez presionando y haciendo fuerza en los momentos necesarios. La pelirosa era el equilibrio entre los pacientes que pasaban por la camilla del profesor. No sentía la necesidad de rellenar cada uno de los silencios que se formaban entre ellos, pero tampoco dejaba que se hicieron demasiado lagos, no permitiendo que se sumiera en sus pensamientos. Del todo.

— Agradezco el cumplido, Lil. Puedo llamarte Lil, ¿verdad? Mi otro trabajo... No sabría decirte. — pensó entonces en Elaine, aunque su rostro fuera cruzado un instante por la sombra del dolor sus manos seguían moviendose confiadas por la cálida piel de la mujer. — Creo que prefiero este, la verdad. Al menos en este el resultado no depende tanto del paciente. Un músculo se puede descontracturar. No dependo de lo que piense quien lo tiene, aunque el estrés y el sobreesfuerzo lo pueden hacer reaparecer, sin importar mis esfuerzos por deshacerlo. Lo cual no quita que durante al menos dos semanas tras mi visita, esa persona esta bien... Pero la mente es mucho más compleja. Los pensamientos toman giros inesperados, y dependen de demasiadas cosas. Es todo más complejo y a veces no podemos hacer mucho por ayudarles si se han adentrado demasiado en las puertas de la locura. Una persona que viene forzada a fisioterapia, dejará de sentir dolor lo quiera o no, en mayor o menor medida. Una persona que acude a terapia forzada... — dejó el resto de la frase al aire, convencido de que la pelirosa le entendería sin necesidad de palabras.

El tiempo pasaba y finalmente llegaron al final de la terapia. Lilith parecía satisfecha y Noah no podía si no devolverle la sonrisa. Fiel a su rutina se retiró para que ella pudiera vestirse y esperó, y siendo la última visita del día, apagó la lámpara de sal, la música y apagó el incienso, recogió las toallas y las puso a limpiar, y guardó el resto de productos, dejando la puerta abierta para no aislar a Lilith. Ella le confió que casi se había quedado dormida y Noah se rió discretamente, mientras se colocaba la alianza, los guantes, las gafas de sol y se cambiaba la bata por una americana de dos botones que llevaba abierta y desabrochada.

— Bien, vamos a empezar el tour por la que puede ser tu nueva empresa. Y guárdate la cartera, primero hay que hablar de negocios. Si al final vas a ser socia, supongo que hablaremos de un descuento. — Le sonrió una vez más, indicándole que le siguiera. — Vamos a ver ahora lo que hay en la puerta número dos.

Desde el mostrador, la clínica fisioterapeuta quedaba en una puerta a mano izquierda y a la derecha había una segunda puerta que era a dónde se dirigía Noah. Tras esta había un pasillo iluminado por un gran ventanal al fondo, cubierto entonces por una persiana regulable. Había sillones bajos, negros sin respaldo repartidos a lo largo de todo el pasillo. A mano derecha había dos puertas más, y sólamente una a la izquierda, al fondo. Noah le mostró a Lilith las dos salas de la derecha. Eran amplias y bien iluminadas, aunque no tenían entonces mueble alguno. La diferencia radicaba en la iluminación. Mientras la más cercana a la entrada tenía una ventana a media pared, la más lejana tenía un enorme ventanal con vistas al jardín. Noah le explicó que en el primero sólo daba la luz del sol durante las tardes, mientras en la segunda, debido a las cristaleras, recibía luz solar durante casi todas las horas del día.

Finalmente le llevó a su propio estudio. Las mismas cortinas cubrían un ventanal idéntico al que le había mostrado en el despacho más lejano. Sin embargo este sí estaba amueblado, una pared cubierta en su totalidad por una estantería similar a la que había en la sala de fisioterápia, aunque en esta había más variedad de libros, y había también otros objetos, como pequeños bustos, y cuadros, algunos de ellos mostrando las titulaciones y diplomas del profesor. Había dos sofás tipo Chaise Longue, en tonos negros y marfil, a juego con el armario y las cortinas. Había un escritorio de aspecto bastante antiguo, aunque bien cuidado y el suelo estaba cubierto con una alfombra de moqueta cuyos bordados armonizaban con el resto de colores de la sala.

— Bien, vamos a hablar de negocios, señorita Belmont. — Noah se dirigió al escritorio y rebuscó entre sus cajones hasta retirar una pequeña carpeta y colocó los papeles sobre la mesa, de modo que Lilith pudiera verlos. Eran presupuestos para amueblar las dos salas vacías.  — Esto es lo que le propongo, y de no aceptar, podemos negociar un acuerdo distinto. Te ofrezco cualquiera de las dos salas disponibles en el edificio, y el dinero para que puedas colocar los muebles que tu quieras, como quieras. Tu nombre en la empresa, y tu propio espacio para trabajar. Puedes traer aquí a tus pacientes, organizar tus horarios como te plazca. Pero a cambio pagaremos las facturas y cualquier mantenimiento o reparación del local a medias, así como pagaremos a medias el cambio de titular de la empresa para llevarlo todo a medias, incluido el sueldo de mi hija, nuestra secretaria. O en el caso de querer tener un secretario propio, lo pagarás tu misma. Te ofrezco ser socios. O eso, o decoro yo las dos salas a mi gusto y te contrato por horas. Tendrás menos libertad y podré asignarte los pacientes a mi disposición. ¿Qué me dices, Lil?

Noah se quedó en silencio, observando las reacciones de Lilith a través de las gafas tintadas. No era un mal trato, pensaba, pero estaba dispuesto a aceptar cualquiera de las dos opciones que escogiera ella.

Primero sonreí, guardando la cartera en el bolsillo de mi chupa. Después, alce las cejas sorprendida por su proposición. ¿Si al final voy a ser socia? ¿Cómo? Volví pronto a la sonrisa de antes, intentando mantenerme indiferente. Las ilusiones y las expectativas nunca eran buena compañía, era algo que había aprendido hace tiempo.

Seguí a Noah en obediente silencio, como una niña en una excursión, con esa sensación de nerviosismo en el estómago... Vale, sí, tenía expectativas. No es como si se lo fuese a demostrar al rubio que tenía delante. Entramos en un pasillo con sofás negros que parecían bastante cómodos, pero muy modernos para mi gusto; desde ahí entramos a dos habitaciones igualmente vacías, con la diferencia de que una esta iluminada el día entero y la otra sólo por la tarde. Bueno, era material suficiente sobre el que trabajar. Después me llevó a su oficina, era amplia, con las ventanas cubiertas por cortinas.

-¿Eres fotosensible?- no pude evitar que esa pregunta saliera de mi boca. Me mordí el labio observando el resto de la oficina: los Chaise Longue, el armario lleno de libros, la alfombra... El conjunto resultaba armonioso, cálido y profesional. Si lo había decorado él solo era un buen partido para su mujer. Después, Noah fue hasta su mesa y sacó unos papeles que dejó sobre el escritorio para que yo pudiera verlos. Me acerqué y los cogí, hojeándolos, leyendo los números, las cuentas, los presupuestos... Todo.

-Primero: ¿me estás ofreciendo que sea tu socia? No nos conocemos de nada, Hayden. Podría ser una loca. Segundo: tus condiciones me parecen más que respetables a la par que apetecibles. Pero, ¿por qué este cambio? Pensé que buscabas una empleada- podía parecer que estaba a la defensiva, pero no estaba en ese plan con él. Me sentía halagada, me sentía incluso valorada profesionalmente, pero ese era el principal problema: no sabía nada de mi vida profesional. Le tendí mi currículo mientras continuaba hablando. -Aún ni siquiera has visto mi currículo, Hayden. No me malinterpretes, por favor, tú oferta es más que jugosa y tengo ganas de empezar ya, de conocerte más, de decorar mi despacho, de pagar a tu hija, pero... No sé. ¿Dónde está el truco?

No dudaba de Hayden, como no dudaba de sus intenciones. Por favor, de los dos el que tenía más posibilidades de ser el malo era yo. A él se le veía a kilómetros que era un cacho de pan recién horneado, calentito y blandito. Además, estaba casado y tenía una hija, de las que se sentía muy orgulloso colgando una foto suya en la sala de fisioterapia. Lo único que me daba mala espina de él era que pudiera decorar así de bien él solo, y no era motivo suficiente para desconfiar de alguien. Así que ya veis, por no tener expectativas Hayden superó las que había imaginado y me medio bloqueé.

En el fondo me moría por firmar ya lo que tuviera que firmar y celebrarlo con unas cervezas... O lo que él bebiera.

— Correcto, soy fotosensible. También tengo migraña crónica.

El rubio esbozó una sonrisa de disculpa a la par que recogía los papeles de encima de la mesa. La desconfianza de Lilith estaba justificada y entendía que pudiera mostrarse reticiente a aceptar su oferta, puesto que con los puntos que exponía la pelirosa, ¿quién iba a aceptar?
Hayden respiró lentamente, mientras buscaba en su chaqueta su cartera y la retiraba, abriéndola para contemplar su contenido. Retiró una de las fotos y la contempló en silencio durante un par de segundos antes de alcanzársela a Lilith, convencido de que lo que en ella se mostraba sería suficiente para que la doctora encajara las piezas del puzzle por si solas.

— Porque en realidad, doctora, yo ya sé quién és. — Le entregó la foto, su rostro de nuevo surcado por un par de finas arrugas que le hacían parecer más mayor y cansado — Y el porqué cambié de idea, es porque para mí hay más beneficios. Siendo sincero, no tener que pagarte un sueldo fijo y que ganes de tus propios pacientes hace que yo no pierda dinero. Y a parte dejaré de pagar la mitad de las facturas y los gastos del edificio. Buscaba una empleada porque dudaba encontrar a nadie a quien ya conociera o de quien ya tuviera referéncias como para fiarme lo suficiente. Pero tu...

Dejo las palabras al aire, permitiéndole comprobar la imagen reflejada en la foto. Hayden quería ver su reacción, puesto que desde que habían venido a Nueva York meses atrás, no había tenido ocasión de reunirse con la doctora para hablar del tema. No había tenido tiempo para nada ni para nadie que no fuera establecerse y buscar las comodidades para su família, y las reuniones y parte de la burocrácia del proceso habían sido saltados para dejar prioridad a cosas más importantes.

Por eso había sido una suerte que Lilith Belmont entrara en su consulta el día anterior. Una suerte que tal vez tenía algo más que puro azar, una oportunidad que Noah estaba intentando aprovechar. Y si Lilith rechazaba... Tal vez colgaría una oferta en uno de los ventanales de la consulta, anunciando que buscaba un psiquiatra, o un fisioterapeuta. O ambos.

Ante mis preguntas Hayden empezó a buscar algo en su chaqueta y, lamentablemente, lo primero que pensé fue que iba a sacarme un arma por motivos que desconozco a día de hoy, aunque seguramente se debiera a que estábamos en el país de la "libertad". Sí. Libertad para pegarle un tiro al primero que se te cruce. Pero bueno, esas eran otras historias que no ocurrían tan asiduamente en mi vida, por lo que lo descarte y con razón, pues Hayden sacó su cartera. Y me mostró la fotografía de una mujer mientras decía que me conocía, que sabía cómo trabajaba.

Busqué una silla para sentarme y me dejé caer en ella. Cómo había sido tan tonta. La había visto en el apellido de Noah, la había visto en la fotografía de la sala de fisioterapia, la había visto en Arkham, la había tratado ella misma. Recordaba sus movimientos, cómo se apartaba el cabello del rostro y sobre el hombro con un grácil gesto de su muñeca, cómo la encontraba perdida sonriendo, hablando locuras sobre su marido...  Con la mirada algo vacía perdida en la fotografía y los recuerdos que me evadían pronuncié su nombre.

-Hayden, Elaine. Mujer, treinta y siete años. Número de identificación: H563...- clavé mi mirada en Hayden, puede que algo mosqueada, temiéndome que esta fortuita situación haya sido planeada, y puede que sintiendo algo de lástima. Esa mujer sólo deliraba, decía cosas sin sentido incluso para este mundo lleno de mutantes, héroes, villanos y dioses. Alargué mi brazo y cogí de la mano a Hayden, mostrando empatía hacia él. -Siento lo que le pasó a Elaine, Hayden... No relacioné los apellidos, no pensé que... Lo lamento- fruncí los labios y devolví mi mirada a la fotografía. Era preciosa.

Solté su mano y me levanté sin previo aviso, con la intención de largarme, lo cual podría provocar en el rubio confusión y algo de sobresalto.

-¿Vas a quedarte ahí? ¿O vas a venir a celebrar conmigo que somos socios? Necesitamos una cerveza- le guiñé el ojo y le sonreí comprensiva y sin rastro de pena. No iba a tratarle de forma diferente ahora que sabía quién era su mujer.

Lilith acabó relacionando los nombres y las fotos, tal y como Hayden esperaba que hiciera. Eso le facilitaba a él el no tener que dar explicaciones que pudieran crear momentos de tensión mientras ellos estaban felizmente celebrando las buenas nuevas. Así era más fácil que Lilith evadiera los temas que pudieran llevar a Elaine. Así Hayden podía evitar, dar evasivas, sin que la pelirosa intentara indagar por curiosidad, en busca de una respuesta.

Lilith colocó la mano sobre el brazo de Noah, apretando con delicadeza en un gesto reconfortante, y Hayden bajó la mirada, apoyando suavemente su mano en la de la doctora, agradeciendo su cercanía y su tacto para con el tema.

Bruscamente Lilith rompió el contacto, se alzó y se dirigió a la puerta de la consulta, Hayden contemplando su figura algo sobresaltado por la reacción súbita de la mujer al, aparentemente, abandonar la consulta. Pero entonces se detuvo, y se giró a contemplarle con una sonrisa. Sonrisa que Hayden devolvió sin pensarlo y aunque de nuevo apareciera alguna arruga en el rabillo de sus ojos, volvía a parecer más joven.

— Una cerveza suena de maravilla, Lilith. Aunque casi es hora de comer. ¿Te pongo en un compromiso si te invito a comer con nuestra hija Eileen? Así también la conoces, puesto que vais a trabajar juntas. Y puedes elegir tú el restaurante...

-¿Bromeas? ¡Yo tengo que conocer a nuestra secretaria! No me pones en ningún compromiso, Hayden. Es más, quizás conozcas a mi chico, quiero contarle las buenas nuevas... Si no os pongo en ningún compromiso a vosotros, claro- le dije, dejando la frase a medias y saliendo por la puerta hacia el mostrador y la salida de la consulta.

-¿Os gusta la pizza? Nosotros solemos tomarla en casa, pero allí en el local te dan unos aperitivos mientras preparan las masas que...- terminé la frase con el gesto de llevarse los dedos a la boca y besarlos, dando a entender que algo estaba tremendo. Le dije a Noah la dirección de la pizzería para que Eileen pudiera llegar hasta allí.

Cuando Hayden aceptó que viniera Sloan, le mandé un mensaje a este diciéndole que nos veíamos en la pizzería de al lado de casa en diez minutos. Hecho eso, le eché un vistazo a la consulta, pensando que la próxima vez que entrara sería medio mía. El asunto del dinero no era problema, logré ganar mucho dinero gracias a mis poderes cuando era un poco más joven y ahora tampoco gastaba mucho: la gasolina, la comida y el piso. No era muy caprichosa salvo por la marca del whisky.

Sonreí contenta a Hayden y salimos del allí cuando hubo cerrado todo, apagado las luces y todo eso que se hace cuando cierras tu local. Llegamos en cinco minutos al restaurante y le llevé dentro para esperar sentados y tomar algo mientras llegaban los demás, por si quería comentarme algo antes de que llegaran su hija y Sloan.

Noah sonrió, y sacó el teléfono móvil de su bolsillo, tecleando el número de Eileen en la pantalla y esperó paciente a que el tono conectara los dos telefonos. Una voz joven respondió al otro lado de la linea y Hayden sonrió al escucharla.

— Hey Leen, soy yo. ¿Qué me dirías si te invito a comer pizza? — La voz al otro dado sonó dubitativa, y Hayden se rió, llevándose una mano a la cintura. — No, no voy a hacerte trabajar horas extra, ni cambiar citas. He encontrado una nueva empleada para la empresa. — Esta vez la voz se hizo más aguda al final, una pregunta. — Correcto. Seremos socios. Consideralo una comida de empresa. — Otra pregunta, y Noah frunció el ceño. — No, no deberías. Si vienen que esperen fuera y se apañen. Estoy seguro de que Black lo entiende. — La joven intentó protestar y Hayden la cortó en seco. — Eileen, no. Sabéis las normas. Si vienen esperan en la calle. — El doctor tapó el teléfono, mirando a Lilith con una sonrisa cansada. — Se quiere traer a los gatos. Espero que no seas alérgica, los malditos bichos la siguen a donde vaya y a veces alguno se cuela por la clínica, aunque se quedan en el jardín. No, no hablaba contigo, Lynn — respondió de nuevo al telefono. — Si, está aquí. Va, no te enrolles, hablamos ahora en el local, apunta la dirección...


Minutos más tarde, los dos se encontraban sentados en una mesa para cuatro en el local que Lilith había escogido. Al entrar Hayden se había mostrado curioso, contemplando todo a su alrededor con una sonrisa liviana danzando en el rostro, como si nada ni nadie pudiera molestarle. Había pedido una cerveza para él mismo mientras esperaba y tras un par de comentarios insulsos y un buen par de tragos, miró a Lilith, quien por la tensión en la comisura de los labios podía adivinar que el tema era algo serio, pese a no poderle ver los ojos.

— Aunque suene un tanto duro, espero que no te moleste que evite tus apellidos en lo posible. Por Lilith dudo que ella pueda atar cabos, aunque es una chica lista. En cambio Doctora Belmont le haría entender inmeditamente quién eres, y al menos de momento quiero mantener eso en secreto. Elaine ha olvidado por completo cualquier clase de relación con su hija, no la reconoce como suya, y Eileen... Antes de venir a América se veían a menudo y simplemente Eileen fingía no conocerla para no hacerle más daño del que se hacía a sí misma. Has sido muy amable de no mencionar nada más del tema, aunque creo que no me importaría hablar de ello más adelante, pero no sé cual podría ser la relación de Eileen, así que humildemente te pido que sigamos siendo igual de discretos. Ella nunca ha hablado conmigo del tema, así que imagino que piensa que para mí fue peor e intenta evitarlo y hacerse la dura, pero eso me preocupa todavía más... Así que extraoficialmente, te pediré ayuda con este tema más adelante, si no es molestia. Y pasando a temas más alegres, ¿qué? ¿con ganas de estrenar consulta?

Minutos más tarde, entró al local quien a distancia cantaba ser la hija de Hayden. Tenía el mismo color de pelo, corto y desigual con las puntas alzadas y los ojos del mismo color azul intenso. Iba vestida sencilla, con unos vaqueros, unas zapatillas deportivas y una camiseta con un estampado abstracto bajo un hoodie de esos típicos de Oxford. Llevaba una mochila bastante grande y en cuanto localizó los cabellos rubios de su padre, caminó con paso decidido hasta la mesa donde estaban los dos doctores, esgrimiendo la misma sonrisa ligera que llevaba su padre minutos antes.

— Hola papá — comentó mientras se inclinaba ligeramente a besar la mejilla de su padre, quien a su vez la besó y le despeinó el cabello, a lo que la joven respondió con un mohín y sacándole la lengua un instante, mientras Noah se reía.

— ¡Bien! Lilith, ella es Eileen. Eileen, tu nueva jefa. — la joven rubia se giró a contemplar a Lilith con una educada sonrisa.

— Es un placer, Lilith. — Le tendió una mano, esperando encajarla. — Bienvenida al negocio familiar. Espero que mi padre no te enredara y sepas donde te estás metiendo. — bromeó la joven. Eileen fue a sentarse junto a su padre, y depositó la mochila en el suelo, con sumo cuidado.

— ¿Y los gatos? — Preguntó Noah con cierta desconfianza, a lo que Eileen respondió con deliberada indiferencia.

— Fuera. — Tras lo cual padre e hija se observaron en silencio, casi casi como si se retaran a ver quién apartaba la mirada antes.

Escuché con atención lo que Noah quería decirme, y fue lo que me esperaba. Normalmente en un caso como el de Elaine, una parte de los familiares directos asume el control y una fortaleza que no corresponden, pensando que así ayudan a los demás y a sí mismos. En el caso de Hayden fue su hija, Eileen. Sonreí a su petición y asentí en silencio, con seguridad.

-¡Muchas! Es más de lo que esperaba, por no decir que no me lo esperaba lo más mínimo. Pensaba que hasta que pudiera encontrar trabajo pasarían meses... Pero no, así que, debo darte las gracias por ello. Y no hay problema con los gatos.- le guiñé un ojo y levanté mi jarra para brindar con él.

Acto seguido apareció su hija. Porque tenía que ser su hija. Ya no porque se saludaran, ni porque se sentara a nuestra mesa, ni porque hablaran de los gatos que me mencionó Hayden antes... No. Es que era su viva imagen. Igualita. E igual de preciosa. Era como su madre. Era como su padre. Era igualita a ambos... Me reí pensando que habían hecho bien su trabajo en la cama.

-Encantada, cielo. Me parece que es tu padre el que no sabe dónde se ha metido...- reí con algo de complicidad femenina. Después, presencié una pequeña batalla de poder entre los dos, intercambiaron un par de palabras sobre los gatos y que estaban fuera y se quedaron mirándose, en una situación algo incómoda para cualquiera, pero que a mí me daba igual. Cada cual vería lo que hacía, con quién lo hacía, por qué lo hacía, y dónde lo hacía. Le di un sorbo a mi cerveza cuando un moreno me llamó la atención haciendo aparición.

-Hola, cariño. No te preocupes, vas mejorando, ya te lo he dicho. Os presento: Sloan, te presento a Hayden, mi nuevo socio, y a su hija, la secretaria- le devolví el beso y le sonreí con el pecho henchido de orgullo, esperando que compartiera mi alegría. -Voy a trabajar al lado de casa, ya no tendremos que colarnos en... ningún sitio, y podrás venir a buscarme- le saqué la lengua porque no esperaba que lo hiciera si no le apetecía a él y volví la mirada a la familia que teníamos delante, esperando que no se dieran cuenta de cómo evité decir Arkham.

Para cuando Sloan hubo llegado, Hayden y su hija seguían mirandose fijamente. Con la llegada del moreno, Noah se alzó de la mesa, para saludarle, tendiéndole la mano.

— Es un placer, Sloan. Lilith me ha hablado mucho de tí. — Tras lo cual señalo a Eileen con una mano instándola a alzarse y saludar por ella misma.

— Un placer. — coreó la joven rubia, aunque sus manos restaron en sus bolsillos.

Bajo la mesa, la mochila de Eileen se movía imperceptiblemente. Los dos gatos metidos dentro intentaban abrir levemente la cremallera para poder salir a respirar. El primero en asomar la cabeza fue un Russian Blue, cuya mirada inteligente escudriñaba el local moviendose agazapado y lentamente, como si estuviera preparado para cazar. El segundo era un American Short Hair, de grandes ojos grises con aspecto algo bobalicon y que a veces se dejaba la lengua afuera.
Fue este último quien, lejos de estar tranquilo y ser precavido, se acerco a las piernas de Lilith y empezó a olfatearlas.

El ruso golpeó el hocico de su compañero, para luego alzarse sobre sus patas traseras y apoyar una delantera en una de las patas de la mesa, observandolo todo con curiosidad, hasta que finalmente sus ojos verdes se posaron en el moreno, quedándose entrecerrados y contemplandole con viva atención.

Eileen volvió a sentarse y dirigió una rápida mirada a su mochila, con lo que se llevó una mano a los labios y desvió la mirada deliberadamente buscando un menu para ver qué pizzas podía elegir. Hayden por su parte, seguía con la mirada fija en Sloan, sin percatarse de nada.

— Imagino que Lilith podrá darte más detalles con más calma. De momento vamos a celebrar que la he contratado. O más bien que vamos a asociarnos. Así que la mitad de la consulta va a ser suya propia, sus horarios y sus normas.

La reacción de Sloan no fue la que me esperaba, no me apoyó como pensé que haría, no reaccionó como solía hacerlo... No estaba siendo él, sin más. Fruncí el ceño preocupada. ¿Qué ocurría? Pensaba que estaba contento, que le gustaba la idea de tenerme más cerca de casa... O eso me dijo. Bajé la mirada y cogí mi jarra de cerveza para darle un trago cuando algo me rozó la pierna. Me asomé con cuidado y me encontré con un... gato. Mejor que Hayden no se enterara. Hice como que no pasaba nada y proseguí para beberme la cerveza. Y cuando estaba a punto de beber...

No me lo podía creer. ¿Estaba celoso? ¿Él? ¿De Hayden? Tragué con esfuerzo la cerveza medio atragantándome, dándome un pequeño golpe en el pecho y tosiendo, por la sorpresa.

-¿EH? Sloan, cariño, ¿qué dices?- le pregunté nerviosa, con una voz controlada para no matarle allí mismo. Al menos me quedaba el consuelo de saber que no era de mí de quién desconfiaba, pero aún así... Planteárselo si quiera... Miré intercaladamente a los presentes en la mesa dedicándoles una sonrisa nerviosa y, finalmente, me acerqué a Sloan y le cogí del hombro para que me mirara a los ojos.

-¿Qué estás haciendo?- le hablé en un susurro.

La reacción fue inmediata. Eileen se llevó ambas manos a los labios, los ojos desobritados por la sorpresa ante lo que acababa de decir Sloan. Lilith parecía tensa, midiendo sus palabras como si intentara retener las riendas bajo su control y Sloan…

Sloan tenía los ojos fijos en los de Hayden, quien a su vez no apartaba la mirada. Sus labios estaban tensados en una sonrisa que luchaba por no convertirse en una carcajada inapropiada. Lenta y deliberadamente, Noah se retiró las gafas tintadas, enfrentándose a los rayos de sol con tal de poder dirigir una mirada sincera y profunda a Sloan, cada gesto de Noah mostrando un control y una seguridad dignos, probablemente, de quien no tenía idea de las capacidades sobrenaturales de los presentes.

— Acepto las disculpas, Sloan y te ofrezco las mías si la situación ha podido ser malinterpretada. No tengo intención alguna, en lo más mínimo, de beneficiarme a tu mujer. Mi relación con ella será meramente profesional, y me aventuro a arriesgarme de que tal vez, por la proximidad del trabajo, podamos llegar a ser amigos.  

El American Short Hair, ni corto ni perezoso, se alzó en sus dos patas traseras al ver que Lilith le miraba y cuando esta giró el rostro, se llevo una pata delantera a los ojos y señaló a Lilith en un descarado gesto de “te vigilo.” Por su parte el Russian Blue bufó suavemente a su compañero, con lo que consiguió que el pequeño gato tigrado volviera a la mochila de su dueña de un salto, tras lo cual él se quedó a los pies de Sloan, mirándole ladeando con suavidad su pequeña cabeza peluda.

Eileen parecía más relajada al ver que su padre había respondido con naturalidad y Hayden le acarició la cabeza con una sonrisa. Había esperado poder evitar la mención a su familia, pero sabía que al menos en ese caso, podía ser un mal necesario.

— Tengo a mi hija y a mi mujer. — le mostró el dorso de la mano, la alianza plateada que brillaba en el dedo anular. — No pienso hacer nada que pueda malmeter tu relación con Lilith. Tienes mi palabra.

Alcé ambas cejas y esbocé una medio sonrisa cuando me dijo que creía que estaba celoso. ¿Celoso, Sloan? ¿Sloan? ¿El Sloan que yo conocía? ¿Ese que no sentía ni casi padecía? Era cierto que desde que tuvo esas sesiones con Lissa había mejorado, ya no era tan frío y lógico, se dejaba llevar más, sentía más. Pero... Realmente creía que jamás le vería celoso. Es más, ¿por qué tendría que estarlo? Que desconfíe de Hayden pase, pero si realmente se sentía amenazado era porque me creía capaz de hacerle eso y... Ni en broma.

Escuchar a Hayden me calmó mucho, no porque él me calmara. No. Sino porque si hubiera saltado a la defensiva la cosa se podía haber puesto muy fea para todos. Suspiré y miré a Sloan de nuevo, con una sonrisa un poco de boba. Estaba celoso. En el fondo no era algo bueno, pero me gustaba verle así, preocupado por nuestra relación de manera comedida y educada... Me hacía pensar que me quería de veras. Dejé que me abrazara y me besara en la frente cerrando los ojos y le devolví el beso que me dio acto seguido, con una sonrisa constante dibujada en la cara.

Me quedé pensando en que quizás algún día tendría que hablar con él sobre eso. Eso de la familia y sus celos. Hasta donde yo sabía de primerísima mano Sloan ya tuvo una familia, una mujer, y un hijo. Y no salió bien. No negaba que no querría una familia en un futuro, una hija y alguien que me caliente la cama por las noches pero... No era algo que quisiera en ese momento, y consideraba que Sloan tampoco. Quizás sólo fuera su instinto básico haciendo saltar la alarma, al fin y al cabo, no hace mucho su comportamiento hacia nuestra relación era muy animal, muy primario. Yo era su "compañera" y él mi "compañero", y no había cabida para nadie más. Ahora se había relajado un poco, por así decirlo. No sé, tenía que hablarlo con él de todas formas; seguía sin saber qué le había hecho Lissa durante las sesiones que tuvieron.

-Gracias, cariño...- le susurré y le miré a los ojos, para después mirar a Eileen cuando Sloan dijo que no le habíamos presentado a la hija de Hayden. Me reí soltando el aire por la nariz y asentí.

-Es cierto, lo siento. Eileen, este es Sloan, mi pareja. Sloan, Eileen aka "la secretaria e hija del jefe"- me reí y le pasé mi cerveza casi intacta al moreno. Cuando vino el camarero y le indiqué que ya estábamos todos pedimos las pizzas y una cerveza más para mí, porque necesitaba beber un poco antes de procesar el hecho de que un gato me había señalado con su almohadilla a lo "te vigilo". ¿Qué tenían esos gatos? Me quedé mirando a Eileen fijamente pensando en las posibilidades. ¿Sería mutante también? ¿O alguien con habilidades especiales? Cuando su mirada se cruzó con la mía le alcé una ceja y le sonreí con educación.

Noah se sentó, recolocándose las gafas a la par que sonreía a su hija, pasando el brazo por sus hombros y acercándola para besarle la sien. Eileen se dejaba hacer, mirando a Lilith fijamente a los ojos, curiosa ante el gesto y desvió la mirada al suelo.

Hayden de nuevo pasó el gesto por alto, aunque parecía más bien que estuviera intentando no mirar de manera deliberada. Les sirvieron las pizzas y la bebida, y Hayden intentó de nuevo encauzar la conversación. Pero no podía evitar darle vueltas a las cosas que había mencionado Sloan... Y no pudo evitar que su curiosidad profesional le llevara a preguntar de más.

— Pues... La verdad es que la clínica está muy cerca, por mi no sería problema si quieres pasarte, Sloan. Pero tengo que preguntar, ¿A qué te refieres con lo de que todo esto es nuevo para tí? Me parece difícil de creer que alguien como tu esté ahora con su primera pareja, así que imagino que no es eso.

Hayden sonrió con timidez y Eileen intentó dejar caer un pedazo de su pizza bajo la mesa, y esta vez Noah no pudo fingir que no la veía. Así que la miró de soslayo y le tiró suavemente de una oreja.

— ¿Podríais por lo menos intentar disimular? Y va por ti también, Black.

El Russian Blue giró la cabeza hacia Hayden y se acercó a él, enroscándose entre sus zapatos sin dejar de dedicar miradas a Sloan y Lilith, como si verdaderamente quisieran tenerles controlados.

Sonreí satisfecha al ver que todo empezaba a ir sobre ruedas, hasta que Hayden hizo su pregunta. No era una mala pregunta, ni estaba fuera de lugar, pero quizás era muy pronto. O no. Eso dependía de Sloan, no de mí. Por ello, cuando me miró antes de responder, le sonreí y asentí, dándole ánimos. Él no se ocultaba del mundo salvo de SHIELD, y yo no tenía por qué retenerle de contar nada.

Mientras le explicaba a Hayden lo que le sucedió de manera resumida, yo le di por fin un trago a mi cerveza y sonreí al moreno cuando me guiñó el ojo y me gruñó. Ay... Qué pena que estuviéramos delante de mi socio y no en casa... Le di un repaso con la mirada y devolví mi atención a la mesa y los comensales. Y las pizzas. Y los gatos.

-Menos mal, pensé que me lo había imaginado también- reconocí a la familia rubia que teníamos delante con una medio sonrisa y llevándome una mano al pecho. -Esos gatos... No son gatos corrientes, ¿verdad?- miré a padre e hija y cogí un pedazo de pizza. Esperaba no incomodarles con la pregunta, pero uno de esos gatos me había amenazado con su suave y mullida pata.

Eileen pareció hinchar el pecho de orgullo al ver que la conversación se desviaba hacia los felinos, con una sonrisa que mostraba la falsa seguridad de quien cree saberlo todo tan típico de la edad adolescente. Noah por su parte mantenía los labios en una fina linea tensa mientras miraba a los gatos y a su hija.

— Son gatos que deberían quedarse en casa y no intentar ser otra cosa que eso, gatos. Pero son inseparables con mi hija y parece que no pueden evitar seguirla a todas partes, ni siquiera dentro de los locales donde la gente come y saben que no pueden entrar. Ni siquiera en esos sitios donde yo le pido explícitamente que no entren y donde ella miente para poder colarles.

Esa última frase cargaba una nota de autoridad, un deje de cansancio que demostraba que no era la primera vez que discutían ese tema. Eileen se deshinchó como un globo que estuviera perdiendo el aire, bajando la mirada al suelo. El gato que quedaba fuera de la mochila subió a la falda de Eileen de un elegante salto y metió el hocico bajo su brazo, llamando así la atención de su dueña. Eileen miró fijamente los ojos del gato y ambos sostuvieron la mirada de un instante. El rostro de Eileen pasó de la sorpresa a una tímida sonrisa y finalmente a parecer mucho más relajada. Acarició la cabeza del felino con la punta de los dedos y el animal cerró los ojos disfrutando del contacto para luego volver a mirar a Sloan por encima de la mesa, un leve y suave maullido vibrando en la garganta del felino sin llegar a maullar del todo. Un maullido sordo

— ¿Ves? No pasa nada. Él tampoco es normal. Tenías razón en Nueva York hay más respuestas y más libertad para nosotros. No tenemos que escondernos.

Hayden hizo callar a su hija con una sola mirada, y Eileen bajó la cabeza, pero en sus ojos se seguía contemplando cómo en silencio intentaba desafiar la obediencia que le imponía su padre.

— No es cuestión de que pueda o no contarse, Eileen. Es el saber cuando y como, y tu en concreto estás siendo de lo más inoportuna. Que tú quieras encontrar gente con quien hablar del tema no te da derecho a decir en voz alta quién puede parecerse a tí, y mucho menos sin su permiso. Me esperaba que fueras un poco más considerada. — Al fin la rubia bajó la cabeza, sintiéndose arrepentida y el gato en su falda se quedó inmóvil, como si también hubiera recibido él parte de la regañina. Hayden se volvió a la pareja, suspirando pesadamente. ¿Y si Lilith no tenía conocimiento de que su pareja podía ser un mutante, o alguien con poderes? Eileen podría haber metido la pata muy hasta el fondo. — Os debo una disculpa a los dos. Por la indiscreción de mi hija y por la indiscreción de sus pequeños guardaespaldas. Mi hija nació con un don, que parece ser atrae a estos dos y otros felinos a acercarse a ella y pueden comunicarse. En Inglaterra esto no es tan típico y éramos más precavidos, pero la noticia de la colisión y la afluencia de estos eventos sobrenaturales hacen que alguien esté demasiado impaciente por gritar a los cuatro vientos que és especial.

Hayden volvió a mirar a Eileen, y ésta abrazó al pequeño felino, susurrando una disculpa.

Observé la reprimenda en silencio, con una sonrisa dedicada a Eileen. Era bonita e inocente, pero se moría por ser ella misma y, apostaba lo que fuera por que ella no era inocente en absoluto. Sin embargo, yo tampoco iba a meterme en la relación que llevaban, al menos no de momento, acababa de conocerles. Di un trago a mi cerveza y miré a Sloan con diversión. Se le notaba nervioso, no se controlaba, no se callaba. No es que fuese callado por norma general, para nada, pero sabía que no estaba siendo el Sloan de siempre.

-Coincido con Sloan: las disculpas no son necesarias. Me encanta que se sienta tan libre con sus habilidades y que las tenga tan interiorizadas. Muchos jovenes no superan esa fase de aceptación de "no soy un humano normal y corriente"- dije enfatizando mi frase con unas comillas. -Aunque no quiero decir que ser humano sea malo, claro...- fruncí el ceño. -Mejor dejamos ese debate para otro momento- sonreí a padre e hija y bebí más cerveza.

Ante el chiste de Sloan, no pude sino negar con la cabeza y efectuar un gran facepalm bien merecido, mordiéndome el labio inferior.

-Quizás la próxima vez que nos veamos. Por hoy hemos tenido suficientes aventuras...- me reí, aunque me incliné sobre la mesa para hablarle a la familia que teníamos delante. -Eso sí, os puedo adelantar que es un lugar encantador... a su manera. Yo podría cuidar de Eileen- le guiñé un ojo con complicidad a la chica y después posé una de mis manos sobre la rodilla de Sloan, la cual apreté en señal de cariño. Ya hablaría con él en casa sobre sus celos, era algo que merecía la pena hablar.

Eileen parecía a punto de saltar de la silla de emoción, mientras el gato en su falda tensaba el hocico formando una graciosa sonrisa. El American Short Hair salió de nuevo de la bolsa, y se sentó en el banco entre los dos rubios, dejando mostrar los bigotes por encima de la mesa, mirando a Lilith y hablando. La voz del animal era suave como un ronroneo y el idioma que hablaba se asemejaba en su pronunciación al alemán aunque no hubiera palabra alguna que coincidiera con el susodicho idioma, y alzó una pata peluda y movió los dedos, en algo que parecía curiosamente un saludo. El Russian Blue posó una pata sobre el ‘hombro’ de su compañero y susurró en el mismo idioma. Su voz era más profunda, y mucho más suave, e hizo un ademán con la cabeza señalando a la pareja de Lilith y Sloan, tras lo cual bajó la cabeza hacia ellos a modo de despedida y volvió a la mochila. El gato gris y bobalicón, dedicó una última sonrisa a Lilith acompañado de un suave maullido antes de correr a esconderse junto a su

— Puedo abrir portales a otros mundos — Comentó Eileen con calma y visiblemente orgullosa de los gatos. — Así les encontré a ellos. Son nuestra familia. Se llaman Belerithes y son muy inteligentes.

Noah se removió incómodo en la silla, visiblemente contrario a tratar el tema de Eileen con alguien a quien acababa de conocer. Pero los gatos habían juzgado que la pareja no era peligrosa y con su juicio ya no había vuelta atrás para la adolescente. Hayden odiaba la confianza ciega que su hija depositaba en los felinos y temía que algún día ellos se equivocaran y pusieran en peligro a la niña.

Ahora, sólo podía rezar que hoy no fuera ese día.

— Perdonad la descortesía de Black y Denim. Denim ha dicho que tienes una mirada interesante y que le gustaría charlar contigo. Black le ha instado a abandonar la mesa y dejarnos en paz para que podamos hablar de nuestros asuntos. Como bien ha dicho Eileen... Son un tanto especiales, pero quisiera poder dejar esa conversación para otra ocasión. Al fin y al cabo, nos habíamos reunido para conocernos, aunque no esperaba que mi hija forzara tanto el asunto.

Eileen bajó la mirada, aunque esta vez sonreía. Al parecer, tener la oportunidad de explicar lo que le sucedía sin ser considerada un engendro era suficiente como para no poder borrar la sonrisa, ni siquiera bajo la molestia de su padre.

Durante el resto de la comida, Eileen se mostró inefablemente educada, nunca interrumpiendo ni hablando cuando no tocaba, siendo terriblemente cortés y con una sonrisa permanente danzando en su rostro.

Hayden por su parte, trataba de llevar la conversación a un cauce más normal, hablando sobre horarios para la consulta y pidiendo ayuda y consejos sobre cómo publicitarla, intentando dejar atrás el incidente de los gatos, como si jamás hubiera sucedido.