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The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019.
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Cédric Valjean Marvel Universe
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Tema: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019. 22nd Febrero 2018, 00:27
1 de marzo de 2019. Nueva York.
Voy a ser el diablo con tacones, y al final, suplicarás para que te perdone.
Si creía que ayer había sido malo, era porque no tenía ni idea de lo que le esperaba al día siguiente. Ese día. Gabriel estaba tumbado en su cama, mirando el techo. Aunque no era el techo lo que veía en realidad. La… Escena que Cloe había dejado tras de sí se había quedado grabada en sus pupilas, y no podía dejar de darle vueltas. La música, el cuerpo en el suelo, la sangre goteando en la pared. El mensaje. “Nos vemos, ratoncito.”
Por más que pensara en ello… No lograba encontrarle sentido. ¿Por qué morir? ¿Por qué tenía que ser así? ¿Tan importante era el asunto que estaba tratando con los Verdetti? Porque, por lo que él mismo había visto en sus mentes, ellos no la conocían de nada. Se habían sorprendido igual que él o más al verla. Pero eso era algo que se podía investigar, aunque no fuera fácil. Lo que no tenía explicación aparente era su propio comportamiento.
Gabriel había cometido errores, y lo sabía. Tendría que haber esperado a leer la mente de Viggo para poder averiguar qué ponía en esa lista, ya que ahora estaba en paradero desconocido y el mafioso no parecía recordarla con claridad. Y no era, ni de lejos, el fallo más estúpido que había tenido lugar en ese callejón. Se había dejado asustar por un pintalabios. No había sabido darse cuenta de que los estaban siguiendo. Y le había dicho a la cara cuáles eran sus poderes, creyendo que ya se había dado cuenta. No creía que se lo fuera a decir a nadie ahora que estaba muerta, pero… No dejaba de ser humillante.
Casi tan humillante que más de dos personas creyeran que, de alguna forma, “alguien” podría haber manipulado a la francesa para que se silenciara a sí misma. No ayudaba el hecho de que recientemente hubiera descubierto que sus poderes crecían a diario… Llegando al punto de no sólo leer, sino también afectar a los demás sin darse cuenta. Pero por mucho que Cloe le hubiera puesto de los nervios… Nunca obligaría a nadie a morir así.
… ¿No?
”-Definitivamente, tengo que empezar a pensar en otra cosa.”-Rodó sobre su espalda, acercándose a la mesilla sobre la que se cargaba su móvil. Había pasado prácticamente una semana desde que había visto a Alice por segunda y última vez, y desde entonces habían ido hablando a diario. Gabriel estaba cada vez más seguro de que tendría que haberse hecho con su número antes. Buscó la conversación entre las más recientes, y releyó los mensajes que había intercambiado con ella la mañana anterior, antes intervenir en el asunto de los Verdetti. Habían estado hablando de cosas tan cotidianas como sus exámenes, la posibilidad de que él fuera a Tahiti en unos días… Una normalidad que, en aquel momento, le pareció muy lejana. Y, por un momento, dudó. Sabía que, tal y como se sentía, probablemente no sería una buena compañía para nadie. Creía conocerse lo suficiente como para saberlo, y no quería hacer pasar un mal rato a Alice sólo para intentar sentirse un poco mejor. Pero, por otra parte… No podría olvidar ni aunque quisiera la sensación de paz que había sentido al escucharla tocar el piano. Una paz que necesitaba en ese mismo momento.
Respiró hondo, y comenzó a escribir.
¡Hola! Estaba pensando… ¿Te apetecería salir mañana? Tengo el día libre, y quería aprovecharlo para salir un poco. ¿Cuándo te vendría bien? Ah, y si puedes, ven con ropa cómoda, y algo de comer si quieres.
2 de marzo de 2019. Nueva York.
Como había hecho la semana anterior, Gabriel aparcó cerca de la entrada de la Mansión. Pero, en lugar de entrar para intentar hablar con el Profesor y arreglar su descuido, se quedó esperando fuera. Faltaban unos minutos para las diez de la mañana, así que Alice debía de estar a punto de llegar. El mutante se quitó el casco y lo dejó sobre el asiento, entrecerrando los ojos ante tanta luz repentina. Aún faltaba casi un mes para que la primavera empezara oficialmente, pero el sol no parecía haberse dado cuenta.
El francés había seguido su propio su propio consejo, vistiéndose con una camiseta de algodón negra, vaqueros y una chaqueta de color verde bastante más oscura que sus ojos. Le había costado un poco decidir si se ponía lentillas o no: Por una parte, sabía que no iban a ir a ningún sitio en el que un traseúnte se pudiera extrañar. Pero, por otra parte… No quería parecer “raro”, ya que su mutación se manifestaba de forma física, y recordaba permanentemente a los demás que, si quería, podía meterse en sus cabezas. A poca gente le gusta esa sensación, por supuesto, así que prefería evitarlo si podía. Además, había conocido a Alice así. Pareciendo humano, normal y corriente. No creía que tuviera por qué… Cambiar eso.
Gabriel miró su reloj, y acto seguido, revisó su móvil en busca de mensajes nuevos. Aún no era la hora y sabía que no tenía por qué impacientarse, pero… No podía evitarlo.
Tenía muchas ganas de verla otra vez.
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Última edición por Gabriel Leblanc el 5th Abril 2018, 21:51, editado 2 veces
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Tema: Re: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019. 22nd Febrero 2018, 14:51
Una melodía, acompañada de la leve vibración del aparato móvil rompió el escaso silencio de la habitación. Desde que era pequeña, durante las horas de estudio, Alice escuchaba música instrumental de fondo, a duras penas un arrullo lejano para no desconcentrarse, pero para evitar estar totalmente en silencio. Por eso el teléfono sonó claro y la morena separó la mirada de sus libros, mirando el pequeño aparato con el ceño fruncido. Una de sus manos se desvió al reproductor de música y pulsó la pausa, dejó el bolígrafo con el que estaba tomando apuntes, — pues Alice nunca jamás escribía en sus libros de texto, que estaban impolutos como el primer día — totalmente vertical y simétrico a la libreta, cerrando el libro y se acercó a la cama, junto a la mesilla de noche, que es donde descansaba el teléfono. Se sentó en el borde del colchón y miró la pantalla un segundo antes de cogerlo y mirar.
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March 3 2019
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Gabriel Leblanc +34 652 674 520
¡Hola! Estaba pensando… ¿Te apetecería salir mañana? Tengo el día libre, y quería aprovecharlo para salir un poco. ¿Cuándo te vendría bien? Ah, y si puedes, ven con ropa cómoda, y algo de comer si quieres.
Elysia Stavridis +34 674 134 212
¿Has visto el último cómic de Teen Titans? ¡Me encanta!
Elissa Stavridis +34 674 135 210
Profesor Dragoslav +34 689 698 651
Había un mensaje de Gabriel LeBlanc. Aunque no le sorprendió, considerando que habían intercambiado mensajería a lo largo de los últimos días, sí que sonrió al comprobar la pantalla, sintiendo aquél pequeño pinchacito de emoción que sentía cada vez que hablaba con el francés. Para alguien a quien le costaba trabar relaciones de amistad, las relaciones con Gabriel y con Elysia, se habían formado con una naturalidad y facilidad casi mágicas. Eso hacía que cada vez que inicia conversación con cualquiera de los dos, su estado de ánimo tuviera un subidón considerable. La vida en Nueva York se le hacía mucho más fácil sabiendo que en algún lugar de la gran manzana, había conseguido dos amigos que pensaban en ella y compartían pequeños detalles de sus vidas. Nunca nada extremadamente relevante, pero aun así, era un alivio poder compartir su dia a dia con alguien más a parte de sus padres.
Leyó el mensaje dos veces. No porque su contenido fuera difícil de comprender, pues Gabriel siempre se expresaba con ella con claridad, pero por la naturaleza de las palabras. No hacía mucho que se habían visto, pero aun así verse no era el problema. Desde que había llegado a Nueva York, todas sus salidas habían sido acompañada de mentores y profesores, o excursiones en solitario. La suerte había querido que estuviera más bien privada de relaciones cercanas con la gente de su edad, si no se tenía en cuenta a Zoey, la amiga a quien estaba enseñando a leer, escribir y hablar correctamente. Y la mayoría de las escapadas en solitario, habían llevado a situaciones inverosímiles y extrañas, desde incendios a robos y asaltos. Un día normal, una salida normal con un amigo… Una sonrisa creció en el rostro de la británica, que respondió sin pensar el mensaje.
¡Claro! Aun no he empezado las clases, así que estoy libre. ¿Te va bien por la mañana a las diez? Y, ¡yo siempre llevo ropa cómoda!
El resto del día, sucedió con normalidad. Estudió y llevó a cabo su rutina como lo hubiera hecho un día cualquiera, con la única excepción de que se llevó algo de comida de la cafetería en unos tuppers. Alice no era demasiado buena cocinando y como pensaba que la comida sólo sería para ella, no le importó llevarse algo de la noche interior. Se sentía optimista y se fue a dormir tranquila y descansada, inconsciente de lo que pasaría al día siguiente…
4 de marzo de 2019. Nueva York.
Se levantó temprano, varios minutos antes de que sonara su despertador, hasta el punto de que tras la ducha, tuvo tiempo de sobras para secarse el cabello y pasar varios minutos sentada al borde de su cama, con la vista puesta en el armario de su habitación. Entonces le vino la primera crisis.
¿Qué ropa tenía que ponerse? Era cierto que en su armario había una clara deficiencia de vestidos y ropa de arreglar, pues en su mayoría tenía pantalones tejanos y camisetas lisas y sencillas. Lo que más destacaba, eran los jerséys. Montones de prendas de lana gruesa y anchos, que tantas veces le habían ayudado a cubrir las carentes curvas de su cuerpo. Así que cumplir con lo dicho, y ponerse cómoda, no era difícil.
Lo que iba a ser difícil era ponerse cómoda y bonita. Se mordió el labio inferior ante ese pensamiento. No es que Alice tuviera un especial interés por destacar y vestir de un modo llamativo, en absoluto. Pero era la primera vez que salía con alguien en absoluto y no tenía claro si debía arreglarse o no, y hasta qué punto. Se llevo las manos al rostro, los fríos débiles contra la cálida piel de sus mejillas, pensando en diferentes conjuntos. Aquellos que la hacían ir demasiado arreglada, eran descartados rápidamente, pero tampoco quería ser demasiado informal. Finalmente decidió que el mejor modo de decidirse por uno u otro, era verlos puestos. Y esa idea fue todavía peor.
Era incapaz de dejar la ropa tirada de cualquier modo, por lo que cada pieza descartada terminaba volviendo a ser doblada y colocada debidamente sobre la cama. Cuando parecía que ya tenía la ropa adecuada, veía en ella un pequeño error que hacía que terminara por cambiar de idea una vez más. Cada pequeño detalle y accesorio que añadía al atuendo, terminaba volviendo a ser guardado debidamente en su cajón, ordenado, y pasaban los minutos y las horas sin que Delaney fuera capaz de decidirse. Entonces se dió cuenta que quedaban veinte minutos para las diez… y entró en pánico.
Los británicos tenían fama de puntuales, y Alice jamás había dado a nadie razón para pensar que fuera un mito. Por norma general, era de aquellas personas que llegaban quince minutos antes y mentían diciendo que acababan de llegar cuando la otra persona llegaba… O es lo que siempre había pensado que diría, si quedara con alguien. Y para una vez que llegaba la oportunidad, iba a llegar tarde.
Así que buscó entre los trajes descartados aquél que más le había gustado y volvió a vestirse. Una camiseta sencilla que utilizaba a veces para hacer deporte, blanca y con las mangas grises, unos pantalones cortos tejanos por encima de unas mallas grises y gruesas para proteger del frío, una camisa negra y roja de cuadros por encima, pero que ató a su cintura en ese momento, puesto que se sentía acalorada a causa de los nervios y las prisas. Finalmente, las botas, las fieles botas militares que usaba para absolutamente todo y que eran el único calzado con el que se sentía cómoda. Ató las botas dos, tres veces y casi podía escuchar el tic tac de un reloj en algún lugar de su mente, perpetuo recordatorio de que el tiempo seguía corriendo. Volvió a revisar su atuendo, una segunda vez, y por, tal vez cuarta o quinta, se pasó un cepillo por el cabello, que seguía desenredado gracias a su inagotable insistencia, recogió su mochila de una esquina, volvió a colocar todas las prendas dobladas dentro del armario y lo cerró, salió de la habitación… y volvió a entrar una vez más, para asegurarse otra vez de que el armario estaba cerrado. Comprobó su aspecto por última vez ante el espejo, cogió el gorro de lana del escritorio y volvió a salir, cerrando la puerta tras de sí.
Recorrió los pasillos de la mansión, tramos corriendo, tramos trotando, otros pocos caminando ligera. Para cuando llegó a las puertas que conducían al exterior, la pantalla de su teléfono móvil, rezaban las 09:55. Llegó a los jardines, con el corazón latiendo en su garganta, como un pájaro intentando huir de una jaula y la respiración agitada. Vió a Gabriel en la distancia, y caminó hasta él con calma, intentando recuperar el aliento.
Debería haber empezado con un saludo, tal vez una sonrisa y un cómo estás. Pero los ojos esmeralda de Gabriel llamaron su atención como las luces de un semáforo, dando paso a la primera cosa que le pasó por la cabeza.
- ¿Lentillas? - susurró, su voz en el tono suave y casi susurrado que era usual en ella. Se dió cuenta inmediatamente de lo que había dicho, y sus ojos color miel se desviaron un instante hacia un lado. Pero llevaba días hablando con Gabriel, y no quería empezar ese con silencios incómodos. Aun así titubeó, al empezar a hablar. - Uhm… Quiero decir que… No hace falta que las lleves si te resulta incómodo. Ahora que sabes que soy una mutante y sé que lo eres… No hace falta que te tomes tantas molestias para parecer… humano. - Se llevo una mano al rostro, apartándose el cabello de los ojos. Uno de tantos gestos que dejaban entrever los nervios y la inseguridad. - Sólo si quieres, quiero decir… A mi no me importa. - Su voz se fue apagada, ligeramente convencida de que no estaba diciendo nada adecuado. Suspiró, separando ligeramente los labios para tomar una larga bocanada de aire, intentando relajarse y se forzó a buscar la mirada de él. - Buenos días. Debería haber empezado por aquí. Lo siento y… Hola.
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Tema: Re: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019. 1st Marzo 2018, 11:14
Ah, ahí estaba. Llegaba con tiempo de sobra, pero Gabriel no pudo evitar darse cuenta de su respiración agitada y el leve sonrojo que empezaba a perfilar las pecas en sus mejillas. Debía de haberse dado prisa para llegar a tiempo, y al final había tenido minutos de sobra. Dio unos pasos hacia ella, dispuesto a saludarla y contarle el plan que había pensado. Pero ella habló primero, y lo que dijo dejó al mutante un poco descolocado.
-¿Lentillas?-Gabriel se llevó instintivamente una mano a la cara, aunque no llegó a completar el movimiento. Se mordió el labio: Había tenido sus dudas acerca de eso, y además había creído que Alice no se iba a fijar tanto. Pero parecía que sí que lo había hecho. Desvió la mirada, algo azorado. Por supuesto que le daba igual, ella también era una mutante. ¿Por qué habría pensado lo contrario? Quizás le había dado demasiadas vueltas, intentando acertar con cada detalle. -No pasa nada… Soy yo el que lo siente.-El rubio sonrió, tranquilizador, mirándola a los ojos. No iba a dejar que el día se echara a perder, y menos aún cuando acababa de empezar.
-Las lentillas no me molestan… De hecho, las llevo casi siempre. Sé que algunas personas se sienten incómodas al mirarme sin ellas. Los ojos rojos no suelen ser una buena señal, y menos cuando significan que… Puedo ver a través de casi cualquier persona. Por eso me las pongo, para que nadie tenga que recordarlo.-Su voz se apagó un poco. La propia naturaleza de sus poderes implicaba que podía oír cualquier cosa que pensaran de él, cualquier comentario negativo aunque no se llegara a pronunciar. Llegaba un punto en el que ignorarlos resultaba realmente difícil, dejando eso como la solución obvia, aunque no siempre funcionara. Tranquilizar a los demás para no tener que oír sus sospechas, sus dudas… En el fondo, era algo bastante egoísta, o eso pensaba Gabriel. Ni siquiera alcanzaba a imaginar lo que iba a pensar la gente de él en los próximos meses, y con toda la razón del mundo.
-No quería incomodarte, pero si realmente no te molesta… Me las quitaré cuando lleguemos.-Porque sí, había un sitio muy concreto al que llegar. No estaba cerca, ni siquiera se encontraba en la Gran Manzana. Pero Gabriel había venido preparado: Extrajo de debajo del asiento un casco blanco parecido al suyo propio, y se lo tendió a su acompañante con una sonrisa. -Buenos días a tí también. Y… Me estoy planteando volver un momento a casa a cambiarme. Si lo hubiera sabido, me habría puesto algo un poco más decente.-Obviamente, no lo decía en serio. Simplemente… Estaba intentando de verdad quitarle hierro al asunto. No era la primera vez que veía a Alice, y, aunque aún estaba aprendiéndose el intrincado lenguaje corporal de la británica, no le había costado reconocer el nerviosismo en sus gestos.
-Es broma, es broma… Al menos, la parte de volver a cambiarme. Esa ropa te sienta muy bien, de verdad.-La verdad, resultaba un cambio refrescante respecto a los jerséis enormes y mullidos que había visto hasta entonces. No es que tuviera ningún problema con ellos, por supuesto. -Puedes dejar la bolsa ahí mismo, por cierto...-Añadió, aparentemente despreocupado, mientras hacía un gesto hacia el lugar en el que hacía un momento había reposado el casco de Alice.
No le importaba quedarse un rato hablando ahí mismo, por supuesto. A plena luz del día, en una calle prácticamente vacía… Las preocupaciones que le habían atormentado el día anterior parecían ahora algo más lejanas, eclipsadas por el ambiente de normalidad que los rodeaba.
O, al menos, hasta que una mujer decidió pasar por detrás de ellos. El resonar de sus tacones contra el pavimento hizo que Gabriel girara rápidamente la cabeza, con el corazón acelerado. Pero Cloe no estaba allí, como era evidente. La mujer pasó de largo, apresurada, sin ni siquiera dedicar una mirada a la pareja que estaba de pie en la acera. El mutante suspiró, intentando relajarse. ¿Qué le estaba pasando?
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Última edición por Gabriel Leblanc el 10th Marzo 2018, 13:10, editado 1 vez
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Tema: Re: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019. 4th Marzo 2018, 17:05
Escuchó en silencio la explicación de Gabriel al por qué tenía que usar las lentillas. De hecho, tenía mucho sentido. Para Alice, su poder era relativamente fácil de ocultar. Siempre y cuando tuviera calma había pocas probabilidades de que nadie pudiera intuir que lo tenia. Siempre había considerado que había salido ganando dentro de su propio infortunio, y puestos a tener una mutación, que esta no fuera en absoluto física le había hecho la vida considerablemente más fácil. No se imaginaba cómo debía ser tener alguna marca corporal que fuera un recordatorio constante para la gente de su alrededor, de que era capaz de modificar y manipular a su alrededor.
- No te las tienes que poner por mi. - repuso la británica, con su usual voz baja y su calma perenne. - Sólo que... Esto es la mansión mutante. Nadie va a juzgarte por ello.
Alice nunca se había arrepentido de su procedencia. Eso era otro aspecto en el que había tenido suerte. Sus padres la amaban y habían respetado sus dificultades desde un primer momento, sin juzgarla jamás. Les adoraba por ello, tanto o más como Regina y Keith adoraban a su única hija. Con un amor y apoyo incondicional que no había menguado en absoluto al irse ella a vivir a otro país. Seguían en contacto, hablaban a menudo, y se enorgullecían de llamarse família. Y ahora, la mansión X, formaba parte de ella como lo habían sido sus padres, y del mismo modo, había pasado a ser una fuente de orgullo para ella. Algo de lo que hablar con la cabeza bien alta, y el pecho henchido. La mansión no discriminaba y trataba a todos los mutantes por igual, ofreciendo toda la ayuda posible.
Alice no pudo evitar prestar más atención a la ropa que vestía el rubio cuando este expresó su idea de pasar por casa a cambiarse de ropa. Alice frunció levemente el ceño, sin terminar de entender la motivación tras el pensamiento. Estaba a punto de responder, pero muy probablemente, ante la cara de incertidumbre que había puesto, Gabriel corrigió sobre la marcha, declarando que era una broma y halagar la ropa que llevaba ella. Un ligero rubor cubrió sus pómulos y nariz. Incluso la pequeña parte de oreja que se adivinaba bajo el sombrero de lana, parecía haberse sonrojado. Alice miró la punta de sus botas, sin decir nada. Y probablemente hubiera estado un buen rato sin decir una palabra, frotando con nerviosismo la camisa de cuadros que llevaba anudada a la cintura, si Gabriel no hubiera hecho un gesto repentino. Alice alzó la mirada, buscando ver los ojos del rubio, pero éste le daba la espalda. Siguió con la mirada la mujer que se alejaba en la distancia y de nuevo a Gabriel. Parecía nervioso, casi incluso asustado.
- ¿Va todo bien?
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Tema: Re: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019. 11th Marzo 2018, 18:09
A pesar de que Gabriel sólo siguió con la mirada a la mujer durante unos segundos, le pareció que había pasado una eternidad cuando la voz de Alice le devolvió súbitamente a esa realidad en la que no tenía que preocuparse de casi nada. Al menos, de momento. Como una nube pasando delante del Sol, la sensación de amenaza se fue por donde había venido, aunque no sin antes dejar un escalofrío a su paso.
-¿Va todo bien?-Gabriel se volvió con cierta lentitud, devolviéndole la mirada a su amiga. Aunque no acostumbraba a exteriorizar su nerviosismo tanto como ella, había algo en sus ojos que permitió a Alice ver el desasosiego que había agazapado al otro lado. Fuera lo que fuera, algo no estaba del todo bien… -Sí, no es nada… La había confundido con… Alguien del trabajo.-… Pero eso no significaba que Gabriel fuera a contárselo, necesariamente. Es decir… ¿Cómo explicas que es posible que hayas obligado telepáticamente a una persona a suicidarse? ¿Cómo hacer entender que, de ser así, había sido sin querer? Por mucho que a Alice no le importaran sus poderes, había líneas que no se podían cruzar. Valoraba demasiado su amistad con ella como para mostrarle algo que fácilmente podía arruinarla, y con toda la razón del mundo. Por mucho que le incomodara mantener secretos ante personas a las que apreciaba, la opción contraria se le antojaba mucho peor. Y, además, también estaban las normas de SHIELD. No es como si pudiera airear esa clase de cosas a la ligera, aunque fuera a una de sus pocas amigas y estuviera seguro de que no se lo diría a nadie. Nada más llegar a la organización, había aprendido que el mero hecho de saber podía ser peligroso… Y no tenía ganas de complicar todavía más las cosas para ellos.
En lugar de eso, se fijó en el efecto inesperado que había tenido su broma. Las mejillas de Alice se habían teñido de un suave color rosado, destacando sus pecas. Las comisuras de sus labios se alzaron, formando una sonrisa tan tenue y frágil como la luz de una vela. -Empiezo a pensar que tendría que tomarme vacaciones de verdad. No es muy cómodo estar pensando todo el rato en trabajo.-Mitad broma, mitad en serio, Gabriel retomó rápidamente la conversación que estaban teniendo antes. -Bueno... Por mí, podemos ir yendo ya. No está lejos, pero tendremos que andar un poco después, y lo ideal sería no llegar muy tarde.
No tardaron mucho en recoger todo para, finalmente, ponerse en camino. Su destino era una sorpresa, al menos para Alice, y no tenía muchas pistas para averiguarlo de antemano. No tardó en hacerse claro, sin embargo, que se estaban alejando de la ciudad. Los alrededores de la Mansión se vieron sustituidos pronto por un paisaje arbolado y llano, bañado por el sol. Gabriel se encontró a sí mismo conduciendo algo más despacio de lo normal, disfrutando de la caricia de la brisa... Y la presencia a su espalda, una novedad respecto a todas las otras veces que había recorrido ese camino.
Hasta ese día, siempre había ido solo. Es decir, esa era precisamente la razón por la que solía ir allí en primer lugar: Tener un sitio en el que poder estar alejado de la gente y sus pensamientos, en el que poder escucharse a sí mismo, se había convertido en una prioridad desde que sus poderes habían empezado a aumentar. Pero, a la vez… Sentía que necesitaba compañía, alguien con quien hablar de sus cosas. Era un poco… Contradictorio, ¿no? Intentar evitar a las personas, pero a la vez sentirse solo.
A veces, ni siquiera Gabriel se entendía a sí mismo.
Fuera como fuera, los tres cuartos de hora del viaje se le hicieron algo más cortos de lo normal. -Es aquí.-El casco amortiguaba el sonido de sus palabras, así que se lo quitó tan pronto puso un pie en el suelo. Aparcó la moto en la sombra de un árbol para después descender de ella. Estaban en las lindes de un pequeño bosque, al que habían llegado a través de un camino de grava después de dejar atrás la carretera. Las ramas de los árboles aún tenían pocas hojas, pero la hierba llena de flores parecía prácticamente intacta. Entre los árboles, sin embargo, se adivinaba el inicio de un sendero que parecía internarse directamente en la espesura.-A partir de ahora, tenemos que andar. ¿Qué tal el viaje? Espero que no se te haya hecho muy largo...
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Tema: Re: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019. 17th Abril 2018, 01:53
Los ojos son el espejo del alma. En ellos puedes leer las intenciones de una persona, sus aspiraciones, sus sueños...
Puedes engañar a alguien con tus gestos y tus acciones. Puedes decir innumerables cosas, con el tono que sea, pero nunca podras ocultarle tu esencia a alguien que te mire fijmente a los ojos.
Los hay llenos de sabiduría. Están los que arden y refulgen llameantes, llenos de pasión. Están también aquellos que no miras, sino que te observan ellos a ti, analizándote. Las miradas pícaras, las miradas dulces llenas de inocencia... Miles de cosas pueden ser vistas en un órgano tan pequeño y aparentemente simple.
Tras ese pequeño y breve instante de tensión, Gabriel dijo que no sucedía nada y que había confundido a alguien... Alice siguió con la mirada a la mujer que se alejaba de ellos y quien había suscitado dicha reacción en el francés. Cuando finalmente volvió a mirarle a él, sus ojos expresivos dejaban ver con total claridad que no se había terminado de creer sus palabras. Porque había visto sus ojos, y en ellos se había reflejado, durante un instante breve como un suspiro, el miedo.
Pero tal vez ella mejor que nadie podía comprender el peso que tenía un secreto. El guardar algo cerca de tu corazón con temor a que se escape y que aquella responsabilidad, bien a menudo hiciera el simple hecho de compartir ese secreto algo prácticamente imposible. Y por aquella pequeña razón, Alice aceptó la excusa del rubio con una sonrisa, y se la dejó pasar. Respetando su decisión de no contarlo, sin hacer preguntas, simplemente escuchando. Y en silencio escuchó que el rubio se planteaba tomarse unas vacaciones, cubriéndose los labios con una mano para sofocar levemente una risita comedida que le daba discretamente la razón, y escuchó, asintiendo brevemente con la cabeza y exhalando un pequeño suspiro causado por los nervios, cuando la invitó a...
Alice se quedó un instante de piedra, pero lo disimuló tan bien como pudo. Tendrían que andar, luego. ¿No iban a andar ahora? ¿Gabriel había pedido un taxi? Su corazón aleteó como un gorrión en cuanto él se paró frente a la moto y se dio cuenta de que no. Por un momento se planteó dar media vuelta y buscar en la mansión una bicicleta. Pero si él ya se había planteado todo lo que iban a hacer aquél día, podía ser muy descortés, incluso maleducado, decirle ahora que no quería ir. Mientras Gabriel se ponía su casco y preparaba la moto, Alice deslizó los dedos de su teclado a toda velocidad, enviando un mensaje de texto a un contacto con el que se había comunicado mucho estos últimos días... Elysia Stravidis.
"Lyz! He quedado con Gabriel hoy y me quiere llevar en su moto. Si no vuelves a saber de mí por la tarde / noche, ¡llama a la policía!"
Dudó un breve instante antes de darle al botón de enviar. Se sentía culpable por dudar de Gabriel pero... Su padre, Keith Delaney, era policía. Y había escuchado suficientes historias de secuestros como para saber cuán peligroso era irse sin decir a dónde ni con quién. Aunque era consciente, de algún modo, que Xavier la podría localizar si sucediera cualquier cosa, no podía contar con que el telépata estuviera pendiente de ella 24-7. Así que se dijo a si misma que el mensaje, aunque informativo, era en gran parte inocente, e hizo el amago de esconder de nuevo el teléfono, pero antes de que lo hubiera deslizado completamente dentro del bolsillo de sus pantalones, decidió guardarlo en un pequeño bolsillo con cremallera de la mochila, lugar mucho más seguro para sobrevivir un viaje en moto.
El susodicho viaje fue agradable, si no se tenía en cuenta que Alice se agarraba a Gabriel de su ropa, en lugar de su cuerpo, y que procuraba dejar tanto espacio como le fuera posible entre ella y el francés. Estaba sentada erguida, con la espalda recta, y disfrutaba del paisaje y de la brisa que acariciaba el casco. Y cuando al fin empezaba a olvidarse de lo nerviosa que estaba y lo disfrutaba de verdad, dejando de controlar que sus cuerpos no se rozaran, terminó. Gabriel aparcó la moto y Alice se bajó con cierta rapidez, quitándose el casco y tendiéndoselo a su amigo. Miró a su alrededor, tratándo de ubicarse, pero estaba bastante segura de que era la primera vez que visitaba esa parte del reino unido.
Y entonces Gabriel preguntó por el viaje.
Se tensó levemente, mirando al rubio de soslayo y sintió como la cara se le drenaba de color. ¿Se había dado cuenta de lo tensa que había ido? ¿De que había intentado proactivamente no tocarle? Si así era... ¿Qué iba a pensar de ella? "Eres idiota, Delaney". Se dijo a si misma. Probablemente, podría hablar sin problemas, pues su control con el poder había mejorado notablemente en el casi año que llevaba en la mansión. Pero la costumbre era más difícil de vencer, y como siempre que se sentía ligeramente nerviosa o fuera de su zona de comfort, decidió descolgarse la mochila de los hombros y recuperar el teléfono móvil de uno de sus bolsillos.
"Siento si he hecho algo raro durante el viaje. Es la primera vez que me llevan en moto... Y por lo "poco" que llevo en América, he descubierto que aquí no tienen tanto reparo al contacto físico y estoy poco acostumbrada... No ha sido demasiado largo, y este lugar es hermoso. ¿A dónde vamos?"
Alice le mostró la pantalla del teléfono a Gabriel y la sostuvo a la altura de su rostro. Sin darse cuenta, mientras esperaba a que él leyera, se quedó mirando fijamente los ojos verdes que se movían de un lado a otro leyendo las líneas escritas en el pequeño aparato. A esa distancia, era fácil discernir las lentillas, y le pareció una lástima que Gabriel tuviera que fingir ser distinto a como era en realidad.
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Tema: Re: The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019.
The slow regard of silent things. (Alice Delaney.) 2/3/2019.