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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.

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Cédric Valjean
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Ficha de Personaje
Alias: Sparrow o Cerbero.
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Universo: Marvel

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MensajeTema: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime6th Septiembre 2017, 02:09

Los pasos de Coulson resonaban por los pasillos del Helicarrier a medida que se dirigía a los hangares. Habían progresado, aunque estaba aún muy lejos de encontrarse satisfecho. No sólo había logrado que Alice comprendiera la situación en la que se encontraba, sino que además estaba fuera de peligro. O, al menos, todo lo fuera de peligro que podía estar una joven en las inmediaciones de alguien como Elektra, en un lugar en el que no había escapatoria posible. Fuera como fuera, Phil Coulson no había tenido que verla marchar convertida en cebo, y armada únicamente con su determinación y una pistola. En lugar de eso, se había quedado, decidida a permanecer junto a la ninja. De todas formas, usarla para revelar la posición del ex-agente ya no era una prioridad. Y eso conducía a la segunda pequeña victoria de la agencia: Habían descubierto dónde se encontraba Cédric, y no parecía que fuera a moverse de allí en un tiempo. Según la información filtrada, había sido capturado in fraganti en Gotham… Y confinado en una institución psiquiátrica. Sin embargo, el Arkham Asylum era conocido por sufrir fugas de vez en cuando, a menudo con consecuencias desastrosas. No hacía tanto, un criminal conocido como “El Espantapájaros” había liberado a la mayoría de los presos y destruido las instalaciones… No eran unos antecedentes muy tranquilizadores, y por ello, SHIELD se había puesto manos a la obra para recuperar al mutante. Cuanto antes estuviera con ellos, menos posibilidades habría de que hubiera un nuevo incidente que le permitiera escapar otra vez. No podían permitirse volver a perderle la pista.

No era un proceso rápido, sin embargo. Tras la invasión badoon en Europa, la agencia había estado muy ocupada, y los responsables del Asylum no parecían muy dispuestos a dejar la custodia del “paciente 24601”, como ellos lo llamaban, en manos de SHIELD. Y no era el último problema con el que tenía que lidiar el agente. Pronto, llegaría a los hangares del Helicarrier. Allí le esperaba Alice, lista para despegar en uno de los jets con rumbo a Gotham. Su destino no era otro que ese mismo hospital-prisión… Y Coulson no iba a detenerla.

Se lo debía, al fin y al cabo. Mostrarle de buenas a primeras el estado en el que había quedado Elektra había sido un movimiento a traición, a pesar de que su fin fuera beneficioso para la propia Alice. Aprovechar el shock que algo así producía en cualquiera no era el método más ortodoxo para convencer a alguien de que debía cooperar con la organización… Pero no era la primera vez que Phil Coulson actuaría en pos del bien mayor, y no sería la última. Además… La petición de la joven mutante no era descabellada. Por el momento, Cédric Valjean estaba fuera de su alcance, aunque él tampoco podía actuar. Eso convertía la petición de Alice en una visita relativamente segura… Y, en caso de que él escapara, no estaría de más que la muchacha hubiera visto a Cédric con sus propios ojos.

Las compuertas se abrieron, mostrando el inmenso hangar que tan bien conocía el agente. Aún era temprano, pero Alice ya estaba allí, junto a una pareja de agentes listos para partir. Coulson se acercó a ellos con la misma tranquilidad y profesionalidad que Alice recordaba de la última vez que se vieron. Aunque en esa ocasión el ambiente no era tan opresor como el de la sala en la que le había abierto los ojos, había cierta tensión presente. Cierta… Expectación. -Buenos días, señorita Delaney. ¿Cómo se encuentra?-A pesar de todo, el agente no abandonó ese tono de cálida formalidad que lo caracterizaba. Dijera lo que dijera, estuviera en la situación en la que estuviera… Parecía que nada podía alterar esa serenidad tranquilizadora que lo envolvía. -Antes de que despegue, me gustaría hablar un momento con usted. Supongo que ya sabrá que, a pesar de todas las medidas de seguridad que el Arkham Asylum pueda tener, es un lugar peligroso y, en gran medida, desconocido. Procuraremos garantizar su seguridad tal y como hemos hecho hasta ahora, pero usted tendrá que cooperar también, y seguir al pie de la letra todas y cada una de las instrucciones que se le den. ¿Lo ha entendido?-Coulson unió ambas manos detrás de su espalda. -La agente Taylor y el agente Roberts la acompañarán, puede confiar en ellos plenamente.-La primera era una mujer de rasgos adustos y mirada inteligente, con el pelo oscuro recogido en una cola de caballo. Rondaría la cuarentena, y parecía especialmente seria. Quién diría que había sido la supervisora de Gabriel durante toda su existencia, desde el momento en que el departamento médico lo declaró funcional hasta su última misión. El segundo no era mucho más joven, y podría haber sido su hermano. Lo único que los diferenciaba, de hecho, era que Taylor parecía estar tallada en piedra, a diferencia de su compañero.

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime7th Septiembre 2017, 16:21

Su primera idea para salir de aquella gigantesca fortaleza flotante, había sido el poder ir a recoger su ropa. Tal vez el portátil para poder seguir estudiando, algún libro para poder entretenerse, pero sobretodo, ropa. Si iba a quedarse ahí una larga temporada, necesitaba ser capaz de asearse y cambiarse de ropa a diario. Pero desde que supo que Cédric había sido capturado y encerrado, esa visita a la mansión para buscar sus cosas, parecía ser la excusa de algo más. Su amigo “Gabriel” se encontraba encerrado en el hospital mental de Gotham, Arkham Asylum, y a juzgar por las fotos de cómo había tratado a Elektra, estaba fuera de cuestión que mereciera estar ahí. El problema para la británica radicaba en relacionar ambas imágenes. Sus recuerdos de Gabriel y las pruebas de sus actos parecían dos piezas con el mismo nombre pero distinta forma, y en su mente, no había modo de hacerlas encajar. Estaba convencida de que no podía tratarse de la misma persona pero… Le había prometido a Coulson que apretaría el gatillo. Si se encontraban, de frente, que no le dejaría hablar y apretaría el gatillo. Pero cada vez que su imaginación recreaba el reencuentro, veía la sonrisa de Gabriel. Había sido relativamente fácil hacer esa promesa, con Elektra atada a una cama, enloquecida probablemente por el dolor y las fotos de esas imágenes sacadas de pesadilla todavía ardiendo detrás de sus párpados. Y luego, en la soledad de su habitación, cuando cerraba los ojos para dormir, todas las imágenes se entrelazaban, una tras otra. La invasión a Londres, la torre de Babel, la torre Stark, las fotos de Elektra, y el rostro de Gabriel, con su sonrisa afable y sus ojos verdes. Un recuerdo agradable transformado en pesadilla, a causa de su propio miedo, sus dudas, y su incapacidad de estar en paz con la decisión que había tomado. Aquello que había prometido. Matar a Gabriel. Todo aquello comprimido y metido a presión en su pecho, impidiéndole dormir, haciéndole temer de su propia sombra, había terminado por formar el pequeño deseo de ir a verle. Y ese deseo se había vuelto necesidad, en cuanto los minutos se hacían tan largos como horas y sus pensamientos la acosaban a todas horas del día.

Quería ver a Cédric. Como un familiar que insiste en ver el cuerpo de una persona querida en el hospital para terminar de convencerse de que ya no estaba, para que la mente dejara de engañarle y pretender que en cualquier momento volverían a entrar por la puerta. Gabriel se había convertido en un fantasma presente en todo momento, como si en el momento de aceptar acompañar a Coulson al Helitransporte, hubieran cerrado unos grilletes entorno a su tobillo… Y deseaba, desesperadamente, que visitar Arkham le diera el indicio de dónde podía encontrar la llave.

Y así se lo había comunicado a Coulson. Aunque la respuesta inicial hubiera sido una negativa rotunda, Alice había seguido insistiendo, explicando una vez tras otra la importancia que tenía para ella ver con sus propios ojos que su amigo era en realidad quien había demostrado ser. Lo necesitaba, para ser capaz de vivir consigo misma, antes y después, si se daba el caso, de que tuviera que tomar cartas en el asunto. Y finalmente, tal vez porque el agente se sintiera responsable de la inseguridad de Alice o por haberla forzado a colaborar de un modo tan poco ortodoxo, terminó cediendo. Y hoy, era el gran día.

Estaba en el hangar. Intentó vestirse de un modo que fuera usual para ella. Si se cruzaba con amigos en la mansión no quería que nadie sospechara de nada. Llevaba el cabello suelo, y el gorro de lana de siempre sobre la cabeza. Una camisa blanca que le iba ligeramente grande y una pequeña chaqueta denim tejana. Llevaba los leggins negros, unos calcetines blancos y las botas. Estaba de pie, junto a una de las naves, y cambiaba el peso de un pie a otro con nerviosismo mientra esperaba el momento de despegar. Las dimensiones y la estabilidad del Helicarrier hacían fácil olvidar la gran distancia que la separaba del suelo, pero las naves pequeñas eran un frío y sordo recordatorio de que en unos minutos estaría de nuevo en el aire. Por ello, no había comido. Y ahora estaba segura que de haberlo hecho, estaría encerrada en el baño un buen rato a causa de la indigestión. Escuchó pasos tras de si y se giró a esperar a los agentes de Shield, con el rostro sereno e impassible tan típico de aquellos nacidos en la gran bretaña, hasta que Coulson habló, y el tono cálido de su voz esbozó una pequeña sonrisa en los labios de Alice.

- Buenos días, señorita Delaney. ¿Cómo se encuentra?

- Bien... - en los días que había pasado ahí, Alice se había mostrado de tan pocas palabras como siempre, y si había de pasar ahí más tiempo, no pensaba actuar de otra manera. - Puede llamarme Alice.

- Antes de que despegue, me gustaría hablar un momento con usted. Supongo que ya sabrá que, a pesar de todas las medidas de seguridad que el Arkham Asylum pueda tener, es un lugar peligroso y, en gran medida, desconocido. Procuraremos garantizar su seguridad tal y como hemos hecho hasta ahora, pero usted tendrá que cooperar también, y seguir al pie de la letra todas y cada una de las instrucciones que se le den. ¿Lo ha entendido? - Alice asintió, sin tener que pensarlo demasiado. Ella misma, en un intento de convencer a Coulson de que podían llevarla a Arkham, había prometido seguir todas y cada una de sus instrucciones al pie de la letra y sin rechistar. No iba a cambiar de idea ahora. Y al parecer, el agente de Shield se conformó con esa pequeña respuesta. - La agente Taylor y el agente Roberts la acompañarán, puede confiar en ellos plenamente.

Alice se giró buscando hacer contacto visual con los dos agentes que iban a acompañarla, y les dedicó una leve inclinación de cabeza y la misma sonrisa cordial y efímera que segundos antes había dirigido al propio Coulson. Y en cuanto le indicaron qué transporte les llevaría hasta Gotham siguió a los dos agentes en obediente silencio, que mantuvo durante todo el viaje. Así como los ojos cerrados y una respiración deliberadamente pausada.

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime11th Septiembre 2017, 16:51

Con la conciencia tan sólo un poco más tranquila, Coulson dio las indicaciones necesarias para que las tres personas partieran. Gotham estaba más cerca de la posición actual del Helicarrier que Nueva York, así que ir allí primero sería lo más práctico. No mucho después de que los tres pasajeros se acomodaran en el interior de la cabina, el jet despegó, abandonando la gigantesca nave en la que había permanecido hasta entonces para sumergirse en la inmensidad del cielo. Las sensaciones que tanto temía Alice no tardaron en hacer acto de presencia: El aparato iba muy rápido, y las ventanas no mostraban más que nubes rasgadas sobre un cielo de azul eléctrico. Como si ya no hubiera un suelo en el que posarse. Pronto, el Helicarrier desapareció de su campo de visión gracias al camuflaje que lo protegía de todo aquel que planeara destruirlo. No funcionaba si el que quería derribar aquel monstruo de metal estaba dentro, sin embargo. Era lo que había hecho Elektra en su día, tan sólo armada con sus sais y las habilidades conseguidas tras una vida dedicada a convertirse en una guerrera. Era irónico que ahora el Helicarrier sirviera para salvarla a ella.

El viaje no fue demasiado largo, pero Alice pudo notar cierta inquietud que no tenía nada que ver con su miedo a volar. Los dos agentes que la acompañaban recibieron sendos mensajes de audio en sus comunicadores. No necesitó oírlo para saber que algo no iba nada bien: La mujer apretaba tanto sus labios que estos se convirtieron en una fina línea, una grieta en aquella máscara de piedra que tenía por rostro. Roberts fue algo más expresivo. El agente se llevó la mano derecha al cuello, como buscando una cruz que obviamente no estaba allí. Sus ojos castaños estaban fijos en la ventana de enfrente, cada vez un poco más abiertos a medida que escuchaba el mensaje que había llegado a todos los agentes del mundo.

A miles de kilómetros de distancia, los demonios caminaban entre los humanos. ¿Su intención? Aún no estaba demasiado clara, pero había un dato más que revelador. Jerusalén, Amritsar, La Meca, Roma… En cada una de aquellas ciudades, una criatura había aparecido. Parecían querer atacar a las principales religiones del mundo… Y el hecho de que el Santo Padre hubiera sido secuestrado sólo reforzaba esa teoría. -Tenemos que ir. No podemos perder tiempo aquí, van a necesitar toda la ayuda posible. Voy a decirle ahora mismo al piloto que dé la vuelta.-El más joven de los dos fue el primero en hablar, con una decisión que enmascaraba casi perfectamente la falta de serenidad que se escondía debajo.

-No vamos a ningún lado. Nuestras órdenes son continuar con lo que estábamos haciendo, y eso haremos.-La voz de Taylor sonaba como la de una madre o una profesora especialmente severa, especializada en meter en vereda a quienes no tenían tan claro como ella lo que hacer en cada momento. Roberts había hecho ademán de levantarse, pero ese movimiento fue frenado en seco por las palabras de su compañera. Aún no muy convencido, volvió a su posición original, aunque el color no regresó a sus mejillas. Por su parte, la mujer se dirigió a Alice. No era correcto dejarla al margen, aunque eso no significaba tampoco darle todos los detalles. Si iba a enfrentarse a lo que antes había sido Gabriel, lo último que necesitaba era que alguien le dijera que los demonios de la mitología eran reales, y que habían decidido aparecer para sembrar el caos y masacrar a centenares de personas. Ya tenía suficiente de momento. -No te preocupes. Han ocurrido una serie de incidentes en Asia y en Roma, no es algo que nos afecte inmediatamente.

Al fin y al cabo… Ya lo vería en las noticias, o ya se lo contarían en el Helicarrier. Pero aquel no era el momento, sencillamente. En cuanto acabó de hablar, Taylor notó cómo el jet comenzaba a descender. Si se asomaban a la ventana, sus pasajeros verían la ciudad de Gotham a sus pies, tan inmensa y viva como siempre. Sus rascacielos parecían alzarse como los dedos de una mano que quisiera atrapar el avión, mientras miles de pequeñas hormigas de metal circulaban por las líneas de su palma. Era una lástima que Alice no pudiera verlo.

Pero, muy pronto, la joven mutante podría experimentar la esencia de la ciudad de primera mano. ¿Qué mejor para conocer un lugar, que ver lo peor que tenía que ofrecer? El Arkham Asylum, pese a los esfuerzos de los distintos alcaides por mejorar su imagen, nunca había sido más que eso. Una alfombra bajo la que barrer, una caja olvidada en el sótano llena de recuerdos dolorosos. Decía mucho de Gotham que ese lugar también fuera su segundo corazón, tan sólo superado por el distrito de negocios. El jet aterrizó con suavidad en una explanada de hierba, junto al puente que unía la antigua isla de los Arkham con el resto del continente. Tanto la estructura como el asfalto parecían bastante maltrechos, y en más de un lugar se podían ver señales de que estaba siendo reparado a pesar de que no había trabajadores a la vista.

La puerta de hierro forjado dio la bienvenida a Alice. Sobre ella, las letras del arco rezaban la palabra Asylum, a modo de recordatorio para todo aquel que tuviera que atravesar el umbral. Tan sólo una hoja de la puerta estaba abierta, separada apenas unos centímetros de su gemela. Como si quisiera cerrarse a cal y canto, y sólo se mantuviera abierta a regañadientes. Al otro lado se extendían los dominios del Asilo, accesibles mediante un camino de tierra franqueado por farolas tan antiguas como la propia verja. La i Y, al fondo… El propio hospital. Aunque cualquiera lo diría: Alice tenía cierta experiencia en hospitales, y aquel lugar desde luego no recordaba demasiado a uno. Si bien uno de los edificios parecía más bien una mansión señorial, el más grande era demasiado sórdido y oscuro como para dar la impresión de que estaba allí para curar a quien lo necesitase. Incluso desde allí, Alice podía ver que todas las ventanas estaban cubiertas con rejas y los guardias armados que caminaban a su alrededor.

The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. 2641378-screen_shot_2012_10_11_at_10-12-05_am

-Vamos.-Mientras Alice miraba, los agentes la alcanzaron por detrás. Habían tardado un poco en salir del jet: Seguramente habían estado hablando con el piloto, o informándose de lo que quiera que estuviera pasando al otro lado del mundo. Esos… “Incidentes” por los que Alice no tenía que preocuparse. La fina gravilla crujía bajo los zapatos de las tres personas a medida que recorrían el camino en dirección al edificio principal, en cuyo portal los esperaban un par de vigilantes. Tras una pequeña conversación con los agentes de SHIELD, abrieron la pesada puerta de roble macizo para dejarles pasar. A pesar de que fue tan sólo un momento, Alice no pudo dejar de notar que las miradas de los dos guardianes se posaban sobre ella, presas de la incredulidad. Se preguntaban cuántas mujeres tenían que ir al Asylum de propio para que el 24601 se diera por satisfecho.

El centro de visitantes era una habitación muy grande, no muy diferente a la sala de espera de un hospital. Si no fuera por la puerta abierta en un lateral que mostraba un cuarto más pequeño, con cabinas para ver a los presos, hubiera parecido un lugar completamente normal. Pero no, ese amargo recordatorio de quiénes eran los pacientes permanecía ahí, imposible de disimular. No permanecieron allí mucho tiempo. La agente de SHIELD dejó caer, molesta, que el alcaide se había negado a guiarlos o enviar a nadie para que lo hiciera, así que tendrían que ir por su cuenta. No era un problema, sabían cómo llegar, y los guardianes les dejarían pasar. Pero era obvio que el alcaide, Quincy Sharp, no estaba demasiado a favor de que la organización se metiera en sus asuntos. Tras unos controles de seguridad propios de un importante aeropuerto internacional, los intrusos se adentraron en las dependencias del Arkham Asylum. -Ahora, tenemos que bajar a uno de los sótanos. No debería estar muy lejos. Se encontraban en un extenso pasillo, con las paredes pintadas de un color verde insalubre y unas escaleras descendentes algo alejadas, en un recodo. De fondo, se oía un ligero revuelo que venía del final del pasillo, y también...

Tic. Tac. Tic. Tac.

-Espera… ¿Habéis oído eso?-Era como… El sonido de un reloj. Salvando el detalle de que no era un sonido. Aquel tictac no se escuchaba con los oídos, sino que parecía resonar dentro de cada uno. Y, aún así, Alice juraría que ese extraño reloj estaba bajo tierra… Enterrado en alguna parte del Asilo.

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime13th Septiembre 2017, 13:57

En situaciones normales Alice no hubiera dejado pasar por alto aquellos comentarios, la evidente tensión del ambiente. Pero las alturas… Tenían toda su mente ocupada, centrada como estaba en no pensar en los cientos de kilómetros que probablemente la separaban del suelo, la presión en la boca del estómago y la sien que tanto se adjudicaba a la altitud. No, su cupo de preocupaciones estaba más que lleno desde hacía unas semanas y tenía suficientes problemas para rellenar cada recoveco de su vida adolescente, más problemas de los que podía solucionar y un carácter demasiado cerrado que los embotellaba todos. Y ese era su punto, con la botella llena a rebosar, y en un pequeño intento de vaciar ligeramente su contenido. Cuando Taylor informó a Alice de que no era nada de lo que preocuparse, Alice dirigió el pálido rostro a la agente de Shield y abrió ligeramente los ojos bicolor para dedicarle una simple y tensa sonrisa. Bien podría atribuirse a la sensación de ansiedad derivada del vuelo o al escepticismo de que todo aquello fuera, efectivamente, algo de lo que no tenía que preocuparse.

Sin embargo, Arkham, distaba mucho de ser el lugar que Alice había imaginado durante el planteamiento y el trayecto de esa visita, y en pisar tierra firme no sintió el alivio que esperaba. En lugar de un hospital, de amplios e iluminados pasillos y un jardín adecuado para visitas y pacientes, Arkham parecía una cárcel. Una efímera ilusión cruzó la mente de Alice, al pensar que si Cédric era lo que decían, Arkham era todavía más seguro y adecuado para él de lo que hubiera sido cualquier hospital convencional, pero era difícil sentirse optimista. Arkham, rejas incluidas, se le antojaba como una mano negra emergente de las entrañas de la tierra que alzaba los dedos al cielo, buscando cerrar en su interior a todo aquél que osara entrar, para dejarlo eternamente bajo su yugo. De repente se sintió menos valiente, y tan joven como realmente era, plenamente consciente del lugar al que se adentraba, y sobretodo, del por qué.

El umbral de la puerta de hierro forjado fue para Alice el punto de no retorno. Aquella puerta ligeramente entreabierta parecía quedarse con parte de ella, como si su cuerpo quedara atrás y sólo el alma cruzara adelante a partir de ese punto, desnuda y frágil, incapaz de esconder los verdaderos sentimientos que se escondían detrás de cada gesto, de cada rostro. En Arkham se desnudaba la etiqueta y no había lugar a formalidades y la cortesía. Y mientras se acercaban a las puertas de madera que les separaba de aquel forzado oasis de locura, sus ojos cambiaron. Primero aparecieron pequeños puntos en su iris, como gotas de lluvia oscureciendo el asfalto al tacto, y poco a poco se propagaron como tinta esparciéndose en agua, hasta que la totalidad de los ojos de Alice era de un verde manzana. Alice odiaba su poder. Siempre lo había hecho. Pero en los últimos días empezaba a darle un ligero uso, por el bien de otras personas, y poco a poco empezaba a verlo como aquello que podía ser. Un arma. Un arma del que no había que abusar, pero que podía aportar un bien, si era usado con moderación. Un arma invisible que Alice podía esgrimir sin que los guardias ni los otros presos fueran conscientes de que portaba. Considerando el carácter y predisposición que Alice sentía con su propio poder, no era mucho. Pero era algo. Y la hacía sentir ligeramente más valiente.

Finalmente se abrieron ante ella las puertas del hospital. Cambiando el sonido de la gravilla bajo sus botas por el suave y sordo pisar de la baldosa, Alice no se sintió más segura en el interior de lo que lo había sido en el jardín, o en el propio trayecto para llegar a Arkham. Al contrario, las miradas incrédulas de los guardias le hicieron sentirse como un cordero siendo arrastrado al matadero, y tuvo que recordarse mil y una veces la razón por la que estaba allí… Cosa no demasiado difícil considerando cómo funcionaba la mente de Alice, como un pajarillo revoloteando desesperado contra los barrotes de su propia jaula, incapaz de salir de ella misma. Así que en lugar de mirar a los guardias, bajó la mirada a sus manos, donde sus pequeños tics se repetían en mecánica sucesión. Sus manos doblaban y desdoblaban el jersey incontables veces, mientras su mente repetía incesante que no tenía que tener miedo, y que ver a Gabriel era un paso necesario a su propia recuperación, a seguir adelante.

El colmo fue que nadie fuera a recibirlos, ni un solo gerente o guardia que fuera a acompañarles hasta la celda del preso. ¿Tanto miedo le tenían? ¿Tenía eso que ver con aquellas cosas de las que Alice no sabía y de las que no tenía que preocuparse? Demasiadas preguntas para una mente ya saturada en busca de respuestas. Necesitaba quitarse algo de peso del pecho si quería ser capaz de seguir cargando con otros problemas más apremiantes… Así que sin esperar a sus guardias, inició el camino hacia el que parecía el lugar más probable para acceder al sótano, por aquellos largos pasillos en cuyo final se adivinaba unas escaleras que descendían…

Y un tic tac. Alice se detuvo a medio camino, con el corazón en la garganta. Miró a su alrededor, intentando ver de dónde venía aquel sonido, si había pasado por alto algún reloj de pared, pero sintió una creciente sensación de ansiedad en cuanto se dio cuenta de que ese áncora de reloj repiqueteaba en su propia cabeza. Alice se giró lentamente a mirar a Taylor a los ojos. Era como si el tiqueteo del reloj fueran los latidos del corazón de un videojuego de terror, anunciando el mal que se encontraba al final de las escaleras, y casi daba la sensación de que su propio órgano se acompasaba al ritmo… O tal vez era que su respiración deliberadamente ralentizada en un intento de calmarse había seguido también aquél sonido como si se tratara de las instrucciones de un director de orquestra. Pensar que pudieran estar bailando al son de la música de otra persona era descorazonador. Pero también las fotos de Elektra habían hecho que el corazón de Alice se estremeciera y su alma pareciera desgarrarse. Su imagen le daba fuerzas… Casi tantas como le inspiraba temor. Alzó ambas manos a su cabeza, retirando el gorro de lana y recogiendo su melena en una coleta en la nuca, antes de volver a dejar el gorro en su sitio y restablecer la marcha.

Llegar al final del descenso dio a Alice la sensación de entrar en las antiguas mazmorras de un castillo, si obviamos claramente la iluminación eléctrica. Tres pares de pasos resonaron en la fría piedra de un largo pasillo tenuemente iluminado. Era como caminar por el torso de un ciempiés, cada pata correspondiendo a una puerta anacrónica a la celda que se adivinaba en su interior. Estaba claro que en Arkham les preocupaba mil veces más la idea de que un preso se escapara que el darle un entorno digno en el que pasar el resto de sus vidas, a juzgar por la evidente reforma e interés de las puertas y el aspecto antiguo de cada cubículo. Pero eso no era lo más inquietante. Lo eran los gritos y los gemidos, los golpes sordos y arañazos más propios de un hospital. Era la primera vez desde su llegada en que sentía que realmente se encontraba en un refugio mental que en una cárcel… E imaginó en ella a Elektra. Imaginó en ella a Gabriel. Se imaginó incluso a sí misma… Intentó ignorar los gritos y los murmullos ininteligibles que procedían de las celdas ocupadas a ambos lados y caminó con fingida decisión, mirando a ambos lados… Hasta que le vió, y su mano se alzó de nuevo a cubrir sus labios. En el fondo, deseaba que se hubieran equivocado. Que el hombre esperando en aquella mazmorra sería otro y habría algún tipo de error.

Se le heló la sangre, una mano se posó en su pecho, casi como si quisiera asegurarse de que ese gesto obligaría a su corazón a seguir latiendo mientras la otra aferraba su propia mandíbula con fuerza, impidiendo que se escapara de entre sus labios una exclamación de sorpresa.

Era Gabriel.

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime16th Septiembre 2017, 01:51

Tic. Tac. Tic. Tac.
Tic. Tac. Tic.
Tic. Tac.
Tic...

Cédric odiaba los relojes. Su sonido le perforaba los tímpanos, siempre tan monótono. Tan repetitivo, inalterable… Tan carente de emoción. Los relojes eran cosas que decían a las personas lo que tenían que hacer, a todas horas, todo el día. Rompían sus sueños en pedazos cada mañana, le indicaban cuándo tenía que comer independientemente de si tenía hambre o no, y lo obligaban a ir al colegio a pesar de que no le gustaba. Convertían todos los días en una sucesión de cosas que hacer antes de dormir de nuevo. Las personas que los escuchaban iban consumiéndose poco a poco en el aburrimiento y la rutina, pero no se daban cuenta. Estaban demasiado ocupadas yendo al trabajo, comprando, o haciendo mil tareas que no les importaban, pero tenían que hacer. Porque era su obligación. Porque sus relojes se lo decían.

Pero, aunque a Cédric no le gustaran, nunca los odiaría tanto como al hombre que los fabricaba. Su padre.

Él no lo llamaba papá desde hacía mucho tiempo, y ni siquiera recordaba una época en la que lo hiciera. Tenía doce años, y el señor Valjean seguía siendo un extraño para él. Un hombre alto y corpulento, de cabello cano en el que aún se podían adivinar unas hebras de dorado desvaído. No lograba recordar el color de sus ojos, pequeños y siempre ocultos tras un par de gafas redondas. Una poblada barba del mismo color que su cabello enmarcaba un rostro rubicundo por el alcohol, siempre enfadado, siempre gritando salvo cuando estaba en su taller. Cuando se atrincheraba en su taller, el señor Valjean cambiaba mucho. Sus manos, lo suficientemente grandes como para agarrar por completo la cabeza de su hijo, se convertían en herramientas de precisión. Dejaba de gritar, respiraba hondo, y se entregaba a su trabajo con todo el cariño que negaba a su familia. De aquel taller salían máquinas hechas de oro, cuero y cuarzo, listas para controlar las vidas de sus dueños. Relojes que no cesaban de susurrar el ritmo que el señor Valjean les había enseñado. Tic. Tac. Tic. Tac.

Pero todo aquello cambiaba cuando su mujer o su hijo mancillaban aquel paraíso metálico con su presencia. Eso enfadaba muchísimo a su padre, que volvía a ser el de siempre hasta que los perdía de vista. Una vez, su esposa había ido a buscarlo para preguntarle algo, y había vuelto despeinada y con el labio sangrando. Dijo que se había caído por las escaleras, pero Cédric no la había creído. A dos manzanas de distancia, los había oído discutir, pero no había dicho nada. Nadie sabía que las voces le contaban esas cosas, y no sería él quien desvelara aquel pequeño secreto.

Estaba delante de la puerta del taller, y no sabía qué hacía ahí. No quería entrar, pero tampoco podía darse la vuelta y marcharse. Había algo ahí dentro algo que necesitaba, incluso aunque eso significara que el señor Valjean le diera una paliza… Pero no sabía el qué. El sonido de los relojes al otro lado no le dejaban pensar; así que cerró los ojos, y dejó de escuchar con los oídos. Una voz ahogada lloraba al otro lado, una voz que conocía demasiado bien. Ya había vivido eso antes. Ya sabía qué encontraría cuando abriera la puerta. Quería correr, volver a su cuarto, fingir que no había oído nada y olvidarlo. Pero sabía demasiado, y no podía dejar a su madre sola con él. Así que extendió una mano temblorosa para aferrar el pomo dorado… Y, para su sorpresa, todo se desvaneció antes de que pudiera verla una vez más.

Tic. Tac. Tic. Tac.
Tic. Tac. Tic.
Tic. Tac.
Tic…

Un estruendo resonó en las mentes de los presentes, como si una valiosa pieza de metal y cristal se acabara de estrellar contra el suelo de sus mentes. El paciente 24601 había abierto los ojos, y todos los demás internos habían enmudecido de golpe. De pronto, la algabaría propia de un hospital mental se había visto desplazada por un silencio más propio de un velatorio. Quizás los difuntos estuvieran allí mismo, y aún no se hubieran dado cuenta de que aquellos eran sus últimos instantes.

Por unos momentos, la expresión del telépata reflejó la más absoluta confusión. Había abierto la puerta, su madre estaba allí… ¿Pero por qué ya no vestía de blanco, por qué estaba sana y salva? ¿Y quiénes...? El ensueño se disolvió con rapidez en el mundo de la vigilia, y Cédric comprendió. Estaba despierto, tenía compañía… Y ella no era Jeanne, por desgracia.

Se incorporó con cierta parsimonia, a sabiendas de que esas tres personas no le quitaban los ojos de encima. Eso era bueno. Siempre le había gustado ser el protagonista, fuera donde fuera. Apartadas las sábanas, los tres visitantes pudieron ver que el mutante vestía un mono de color naranja con el emblema del Asylum sobre el corazón. Faltaban un par de botones por abrochar, que permitían ver la camiseta blanca que el francés llevaba debajo. -Bonjour, Alice...-Sonrió con dulzura, recordando quién era esa chica que tanto le había recordado a su madre. La chica del lago, la que había tocado música para ellos… La amiga de la máquina. De acuerdo, aquello podía ser divertido. Y, además... No se había dado cuenta mientras observaba los recuerdos de Gabriel, pero ahora que la veía en persona, la encontraba... Atractiva, en cierto sentido. No como le podría parecer una mujer cualquiera, con la cara y el cuerpo adecuados. No, se refería a la persona de Alice. Esa mente agrietada, contenida tras un rostro de muñeca, oculta tras capas y más capas de complejos... Y esa inocencia. Sí, definitivamente le gustaba lo que veía. Ahora, sólo restaba conseguirlo.

Su voz sonó más grave y con un acento mucho más pronunciado que el que los presentes recordaban, aunque no por ello se hacía desagradable oírle. Se peinó con los dedos un poco, sin mirarse en los enormes espejos que cubrían tres de las cuatro paredes de su celda. No estaban allí para eso, y menos si tenía otras personas en las que verse reflejado. -Me alegro de que hayas venido a verme, te he echado de menos… Aunque podrías haberte ahorrado la compañía. No los necesitas aquí, y a mí no me apetece mucho verlos. -Cédric se acercó poco a poco, hasta quedarse apoyado en los barrotes que bloqueaban la salida de su celda. Un rápido vistazo bastó para confirmar que ambos agentes tenían los dedos tensados sobre sus armas, listos para disparar. Fantástico. Les dedicó una sonrisa también a ellos, aunque esta vez fue tan ácida que podría haber corroído su piel hasta el hueso. -Pero supongo que no se irán ni aunque se lo pida, así que… Tendremos que ignorarlos.

Apoyó uno de sus codos en un barrote horizontal, y posó un lateral de su cabeza sobre la palma de su mano. No dejaba de mirar a Alice, prestándole toda su atención. -Y dime, Alice… ¿En qué puedo ayudarte? ¿Qué has venido a hacer aquí?-La mutante pudo notar cómo esos ojos antinaturales se posaban sobre ella, poniendo un peso sobre su pecho que nunca había sentido cuando eran verdes. Definitivamente, lo que tenía delante no era el chico que había recuperado su mochila de manos de aquel ladrón… Pero tampoco parecía el monstruo que llevaba atormentándola desde que vio aquellas radiografías en el Helitransporte. Era algo… Diferente. Algo que tenía muchas, muchas ganas de jugar.

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime28th Septiembre 2017, 13:35

Corre, huye. No te quedes donde estás, da media vuelta y abandona este lugar. Ya tienes tu respuesta, Gabriel ya no está. Su inconsciente parecía pedir a gritos que se lo llevaran lejos de ahí, y el vello de la nuca de Alice se había erizado en cuanto escuchó la voz de Gabriel, carente de la dulzura propia de su amigo, sustituido ahora por el marcado acento francés y una cadencia impropia del lugar donde se encontraban. Esa calma y serenidad discordante que tan bien acompañaba el silencio repentino que se había impuesto en el hospital, como una gran losa que se cernía sobre ellos cubriendo la luz del sol… Si quedara luz alguna, claro está. Fue esa sonrisa. Alice jamás hubiera sospechado que pudiera esconderse tanta maldad tras una comisura, y pese a las lámparas del lugar, Alice sintió como si el lugar oscureciera levemente, pero era solamente la sensación de frío que le producía aquel hombre rubio que se apoyaba con distendido sobre las rejas de su prisión, con el mismo descaro, sospechó Alice, con el que se apoyaría en el alféizar de la ventana de un hotel.

Había acudido a Arkham con la esperanza de ver otra versión de la historia. Algo, por poco plausible que fuera, que explicara la crueldad inhumana que se había cometido contra Elektra. Un pequeño atisbo de que Gabriel merecía ser salvado, una pequeña indicación de su inocencia. Pero no había nada de inocente en el rubio desgarbado que se alzaba ante ella, con la altanería de quien no tiene nada que perder y a quien todo le parecía un juego. Y para colmo, ese pensamiento parecía ser muy acertado para con la actitud que mostraba Cédric. Esa soberbia la llenó de ira, y en respuesta al comentario solícito del francés, Alice frunció los labios hasta que estos formaron una pálida línea, y sus ojos verdes parecían prender en fuego esmeralda. Si a Cédric tanto le gustaba tener el control, estaba a punto de encontrarse con una desagradable sorpresa. Con una temeridad propia de la adolescencia, Alice se acercó a la reja, encarándose a él. Cometiendo el error de pensar, que ese lugar la protegería lo suficiente. Creyendo, por culpa de la actitud desenfadada de Cédric, que la única razón por la que había podido con Elektra había sido porque ella estaba demasiado confiada gracias a Gabriel, error que Alice no iba a cometer, porque ya sabía quién era él en realidad.

- Quiero que me cuentes… Por qué le hiciste eso a Elektra. Quiero saber tus razones, tu motivación. Y quiero que me digas si te arrepientes de ello. - Su voz era grave, severa, como el tono que utilizaría un oficial con un crío cometiendo bandalismo. - Y no intentes tocarme. En el mismo instante en que intentes hacerme daño, vas a volver a tu cama, vas a sentarte y te vas a quedar callado. ¿Comprendes?

Podía contar con los dedos de una mano las veces que había intentado utilizar, voluntariamente, su poder contra otra persona. Con una sola mano. Pero la imagen de Elektra borraba todo rastro de cautela. La reacción de Coulson, el cómo la habían tratado en el helicarrier, la confundía a veces pero también le había inspirado cierto coraje. Como si estar allí con ellos le hubiera dado un propósito y la falsa idea de que haber nacido diferente la podía hacer alguna especie de heroe.

Pero todo eso no tenía nada que ver ahora. No había ninguna noble intención tras la amenaza velada para Cédric. Estaba furiosa. Enfadada como nunca se había sentido, y por una vez, se sentía capaz de hacer daño a otra persona. Por que si alguien lo había merecido alguna vez, ese era Cédric. Todos aquellos sentimientos que parecía haber albergado por Gabriel se habían vuelto un puño anegado en su pecho, combustible que se prendía y se transformaba en odio. Odio por el francés, por haber herido a Elektra, por haberla dejado en el estado en que estaba en esos momentos y por lo que significaba su existencia. La anulación de Gabriel.

Si los agentes de Shield intentaban detenerla, también a ellos les haría quedarse quietos y en silencio. Por un instante, sentía que el tatuaje en su antebrazo ardía. “Habla sólo cuando tus palabras sean mejores que el silencio”. Y en su pequeña y efímera locura, parecía que el hospital entero había enmudecido para escuchar sus palabras. Y por una vez, Alice tenía mucho que decir.

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime2nd Octubre 2017, 19:36

Ah, Alice… Con lo pacífica y agradable que aparecía siempre en los recuerdos de Gabriel. Siempre sonriendo con timidez, siempre moviendo las manos con nerviosismo en un intento de ordenar el caos que la rodeaba. Tan educada, tan servicial… Tan dulce. No le extrañaba que el programa se hubiera acercado a ella en un intento inconsciente de contagiarse de un poco de su humanidad. ¿O quizás había querido alejarse de la órbita asfixiante de SHIELD, buscando vínculos fuera de la sombra que Furia había extendido sobre él? A decir verdad, Cédric no lo sabía, y ya era demasiado tarde para preguntarle. Estaba muerto, y por mucho que pudiera comunicarse con casi cualquier ser vivo, Gabriel estaba fuera de su alcance. Muchos de sus recuerdos habían desaparecido, incluso… Pero lo importante seguía ahí, listo para que Cédric lo usara a su favor. Como había hecho con Elektra, podría haber fingido ser su amigo. Hacerse el inocente, explicarle que había caído en una trampa tendida por alguien más. Algo así no sonaba tan descabellado, tratándose de un agente de SHIELD, alguien que se había hecho más de un enemigo cumpliendo con su deber. Si lo hubiera planteado así, Alice le habría creído. Él la habría obligado a creer, manipulándola de ser necesario con sus poderes. ¿Como le sentaría saber que su amigo, Gabriel, estaba acusado de un crimen que no había cometido? Seguramente, no muy bien.

Pero Cédric no quería hacerla sufrir, aún no. No quería repetir la misma actuación que había llevado a la ninja a sus garras. Y, además, Alice le interesaba… No quería devorarla con la precipitación que había sufrido la griega, víctima del hambre acumulada durante cuatro años.

Al ver que Alice se acercaba al enrejado que los separaba del criminal, Taylor se adelantó y posó una mano sobre su hombro. -No te acerques más, y no le hagas caso. Es así como...-Los labios de la mujer morena quedaron sellados tan pronto como Alice pronunció su orden, evitando que aquel fragmento de sensatez acabara de salir de su boca. Con gestos mecánicos, la agente y su compañero se retiraron, dejando a la joven sola frente a Cédric. Eso hizo sonreír al mutante. Debía de ser tan frustrante para ellos quedarse paralizados justo ahora… Saber que, pasara lo que pasara, no podrían mover ni un dedo para rescatar a Alice de ser necesario. Tan sólo podían observar, convertidos en mudos espectadores no muy diferentes a los internos cuya mente había sido anulada por el rubio. Sin embargo, la sonrisa de Cédric no duraría mucho. Él fue el siguiente blanco de la voluntad de Alice, que ahora lo interrogaba con una severidad que nada tenía que envidiar a los “polis malos” de cualquier película de misterio. El francés había conocido a varios, y ninguno había llegado a impresionarlo demasiado, en parte porque ninguno había vivido demasiado después de conocerle. Pero tratándose de ella… Era una sensación extraña, diferente. Era demasiado difícil tomárselo en serio, en lugar de percibirlo como una de las reprimendas plagadas de amenazas que su madre jamás había cumplido. Por muy enfadada que estuviera, por muchos castigos que prometieran sus palabras, al caer la noche todo volvía a estar en orden. No pasaba nada.

Pero, por mucho que se parecieran, Alice no era exactamente igual que Jeanne. Cédric había reparado en la reacción de Taylor, y sus pensamientos decían a voz en grito que no había sido intencionado. Que ella no quería quedarse ahí detrás, que alguien la había forzado. Y eso solo podía significar una cosa: Que él también estaba sometido a su mandato, y esa era una idea que lo enfurecía. No soportaba la idea de acabar convertido en una simple marioneta, como ellos. -¿Por qué querría hacerte daño yo, Alice? No me has hecho nada, que yo sepa. Aparte de lo de ahora, claro está. -Su expresión seguía tan distendida como en el primer momento, aunque hubiera decidido ser algo más cauteloso en su juego. Le gustaba demasiado la sensación que provocaba en Alice como para dejar esa apariencia de lado. -Antes de que empiece a hablar, me gustaría saber si quieres escuchar la verdad, o lo que necesitas oír. Es importante saberlo cuando se hace una pregunta, ¿sabes? Aunque la respuesta sea la misma, no te lo tomas de igual manera.

Cédric detestaba las mentiras, le daban dolor de cabeza. Era tan incómodo escuchar cómo una persona decía una cosa y pensaba la contraria… Y lo peor era cuando las palabras acababan cambiando los pensamientos, cuando los hipócritas creían sus propios embustes. Era tan ridículo que más de una vez había tenido que contener una carcajada cuando hablaba con alguien. Pero él no necesitaba mentir. No cuando podía modelar el mundo a su alrededor, deformándolo para que se ajustara a sus deseos. -Supongo que sabes quién es Elektra: Una asesina, que mataría a cualquiera si la recompensa es suficiente. Y no estoy hablando de dinero, ya sé que nunca aceptaría un contrato sobre, pongamos… Un niño, o una mujer embarazada. Es demasiado “buena” para eso.-Poco a poco, la voz de Cédric se fue desnudando de ese tono socarrón que tanto enervaba a Alice. Mantenerla en tensión era divertido, sí… Pero tomarse a broma el asesinato de bebés no natos probablemente fuera demasiado para ella. No quería que su paciencia se acabara nada más empezar. -No, yo hablo de sangre. Es una persona que mata por placer, que lo necesita como tú o yo necesitamos respirar. Pregúntales a ellos si no me crees, hace no tanto, hizo caer el Helicarrier. Aún no me ha quedado claro cuántas personas murieron aquel día.-Hizo un gesto con la cabeza a sus inmovilizados ex-compañeros, que tragaron saliva al saberse mencionados. No era un incidente que se quisiera recordar a menudo… Pero era cierto. -Bien, ahora que tenemos bien claro quién es Elektra y qué hace… Imagina que la hubieran enviado a perseguirte, atraparte, y llevarte a SHIELD para ser eliminado. Y eso, en caso de que estuvieran de buen humor, claro… Es posible que hubieran decidido reprogramarme. No te haces a la idea de lo que duele eso, de verdad. Aún no me he recuperado de la última vez, y fue hace cuatro años.-Esbozó una sonrisa triste, casi nostálgica, mientras sus ojos se deslizaban por los suaves rasgos de Alice. Desde luego, involucrarla en aquel asunto era una idea tan mala que sólo podría habérsele ocurrido a alguien de SHIELD.

-No quería morir otra vez, Alice, y menos cuando había empezado a disfrutar de la vida otra vez. Creo que es algo normal. Pero no te confundas, no me estoy intentando justificar, y no me arrepiento de lo que he hecho. Elektra se lo merecía, y yo hice lo que quise. Me he quedado con la conciencia tranquila.-La verdad, pura y absoluta, cayó sobre Alice como un jarro de aceite hirviendo. Era lo que había venido a buscar con la esperanza de no encontrarlo jamás, y allí estaba. Sin embargo, Cédric quería asegurarse de que ella no se fuera, a pesar de que seguramente era lo que más deseaba en el mundo en ese momento. Si intentaba caminar, sus pasos se detendrían súbitamente, atrapados por una cadena invisible que la ataba a esa celda. -Por cierto… ¿Cuándo pensabas decirle a Gabriel que podías controlarlo en cualquier momento? Sé que no me incumbe más allá de que él usaba mi cuerpo, pero… Siento cierta curiosidad.

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Última edición por Gabriel Leblanc el 24th Octubre 2017, 18:58, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime10th Octubre 2017, 12:32

- Silencio... - Susurró, lentamente, imprimiendo cada letra de su orden. Miró a Taylor, alzando levemente la mirada, sus ojos eran ahora de un vivo color verde manzana. - Por favor... Le he hecho una pregunta y quiero escuchar su respuesta. Eso es lo que hemos venido a buscar, y me quedaré hasta escucharla.

Le dolió el corazón. Cada paso que dio la agente para alejarse de ella era una pequeña punzada que más tarde le pesaría en la consciencia. Pero Alice se sentía realmente como en un torbellino. O más bien, de vuelta al pozo de Babilonia, succionada hacia la profundidad, sin más remedio que ver el final para poder seguir adelante. Por qué tenía que seguir adelante, pese a todo, si quería tener el valor para ayudar a Elektra. La primera respuesta de Cédric le hizo entrecerrar los ojos, esceptismo y tensión. ¿Por qué iba a querer hacerle daño? Lo primero que pensó Alice, fue su poder. Como siempre que algo parecía fuera de lugar o tenía que señalar un defecto de si misma, la respuesta inmediata de Alice era señalar a su poder. ¿Por qué iba nadie a querer hacerle daño? Por su poder. Esa fue la primera respuesta que llegó a su mente. La segunda, obvia y cristalina, fue que buscaba la verdad. Por dura que fuera, por mucho que doliera.

Y dolieron. Cada palabra de Cédric parecía perforar su alma, primero pequeños orificios, como si fuera una aguja. Pero cuántos más había, más grande se hacía el desgarro. Escuchar la palabra asesina en boca del francés era ligeramente irónico, pero a la vez cargaba todavía más peso por ello. Cédric no había matado a Elektra. Y no tenía modo de saber del cierto si había matado a alguien más… aunque el instinto le dijera claramente que sí.

Y llegó la verdad. Como cuando tenía aquellos pensamientos compulsivos, por fuera, Alice era una estatua y por dentro, temblaba. Temblaba todo su ser, de miedo, de terror. Mantenía la compostura por pura fuerza de voluntad. No quería que Cédric la viera flaquear, y estaba decidida a no derramar una sola lágrima, no en su presencia. Pero era demasiado. Para Alice, cuando se trataba de la justicia y la ley, era todo blanco o negro. Hay cosas que no se deben hacer, no se pueden. Las leyes son creadas para convivir en sociedad y saltarlas es poner en riesgo a otras personas, así que es algo que, simplemente, no se hace. No se debe. Y si decides saltarlas, hay consecuencias. Por eso estaba Cédric ahí. Entonces… ¿Por qué no lo estaba Elektra, si también era una asesina como afirmaba el francés? Por mucho que según él no matara mujeres ni niños, aunque tuviera un código de conducta, aunque les seleccionara, ¿Porque tantos esfuerzos por alguien que también merecía la cárcel? Gris. ¿Era por que mataba a quien se lo merecía? ¿Eso justificaba el asesinato por dinero? Por el gris.

Eso era lo que verdaderamente desconcertaba a Alice. Su orden, su blanco y su negro tan marcado antes, su obsesión por mantener las cosas en su lugar, se mezclaba en gris. Gris su poder para doblegar la voluntad, gris la sangre que manchaba las manos de Elektra, gris su adicción, gris… Cédric. Era muy probable que no lo hiciera adrede. Poco podia saber el francés el efecto que sus palabras tenían en Alice. Tal vez ahora, teniendola de frente, con la capacidad de leer sus pensamientos, fuera capaz de atisbar la semilla que iba a germinar en su mente. Una idea, alimentada poco a poco por sus propias dudas, por su sentido de la justicia. Shield, también era gris. Hace cuatro años habían hecho pasar a Cédric, a Gabriel, por algo que según el primero, era muy doloroso. ¿Se lo merecía? ¿Tenía Shield potestad para decidir que así era? Y sobretodo, ¿Había sido justo el castigo?

Tenía que saberlo. Tal vez, aprovechando esos días a bordo del helicarrier, podría indagar. Descubrir algo más, algo que demostrara que Cédric merecía que Elektra fuera a por él, algo que pudiera salvar la imagen de la griega que tenía Alice. Algo que pudiera justificar todo lo que había sucedido entre ellos dos. Algo que pudiera salvar el alma de Gabriel. Pero no a Cédric. La poca duda o compasión que quedaba en ella se desvaneció, evaporada en la ira que hervía en su sangre en cuanto Cédric confesó lo que menos quería escuchar. Le tembló el labio inferior.


- Pero no te confundas, no me estoy intentando justificar, y no me arrepiento de lo que he hecho. Elektra se lo merecía, y yo hice lo que quise. Me he quedado con la conciencia tranquila.

Se quedó en silencio, controlando sus emociones. Necesitaba, un segundo, para poner en orden sus pensamientos. Le llegó la siguiente pregunta, pero tampoco entonces respondió. Giró sobre sus tobillos, decidida a irse y no volver… Pero en cuanto dio dos pasos, sus piernas dejaron de responder. No podía avanzar… Su cuerpo no le respondía. Por un instante, no lograba comprender qué estaba sucediendo. Por qué había decidido quedarse quieta… ¿era el poder de Cédric? ¿A parte de telépata podía controlar su cuerpo? Dio un paso atrás, con duda… Y cuando vio que podía volver a él, sus pasos marcaron el acercamiento con rabia. Las manos de Alice, todavía enguantadas se cerraron entorno a los barrotes. Perdía el control.

- Voy a hacer que te arrepientas. - susurró, cada palabra abandonando su cuerpo como veneno, expulsado con ira. Su pecho se elevaba y hundía con rapidez, su respiración agitada. Se concentró en imprimir en su voz cada ápice de arrepentimiento. Utilizó su propio sentimiento, esa responsabilidad y culpabilidad que a menudo le atenazaba, e hizo que su voz la transportaba hasta Cédric. Algo tan contrario al carácter que mostraba ahora el francés, de bien seguro no duraría mucho en el cuerpo del francés, pero aunque fuera unos pequeños instantes de ansiedad… quería que lo sintiera. - Nada de lo que has hecho está justificado. Aunque hubiera ido a matarte… Tenías el poder de detenerla, como has hecho conmigo. Podías evadirla. Nada justifica lo que has hecho con ella… Y, ¿Por qué querría controlarle yo, Cédric? Gabriel no me ha hecho nada…

Dejó que sus palabras empaparan a Cédric, y miró de soslayo a los agentes. Ya había escuchado la respuesta de Cédric… Ahora deberían ser capaces de moverse. Y con un poco de suerte, el preso estaría demasiado ocupado sintiendo lo que era el remordimiento como para detenerlos también a ellos. Ese inquietante pensamiento hacía más clara la realidad… de que en cierto modo, estaba a su merced. Por bien que les separaban aquellas férreas puertas, no podía alejarse de allí. Se sentía encadenada a Cédric. Y se esforzó por dejar ese pensamiento bien apartado de su mente.

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Ficha de Personaje
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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime24th Octubre 2017, 20:31

Por mucho que hablara, por mucho que se recreara en el sonido de su propia voz, Cédric nunca dejaba de escuchar. Quizás pareciera ignorar a todo el mundo, absorbido en la inmensidad de su propio ego. Y, en parte, era así. Pero, por otro lado... Cédric disfrutaba sinceramente del sufrimiento ajeno. Y, por tanto, le resultaba imposible no apreciar la tormenta que él mismo había creado en el interior de Alice. Tanto dolor, tanto miedo... Y tan sólo usando palabras. Tan sólo arrancando la venda que, hasta ahora, había cegado esos ojos que cambiaban para complementar los suyos. Había cierto placer retorcido en torturarla de aquella manera, en hacer su magia a pesar de estar prisionero y en principio derrotado. Mirar a los ojos a aquellos dos agentes, sonriendo... Recordándoles que era su culpa. Que ellos habían lanzado a una chica inocente a la boca del lobo, y luego no habían podido hacer nada para salvarla. Le hacía sentir... Poderoso. Aunque eso era algo que siempre había sabido, de una manera u otra. Siempre se había salido con la suya.

Y luego estaba la propia Alice. Había llegado ahí por su propia voluntad, buscando una respuesta que la dejara descansar en paz. Y, en lugar de eso, se había visto obligada a ver cómo su mundo se tambaleaba, consumido por las dudas, por la ira. Cédric tan sólo tenía que observar desde arriba cómo se derrumbaba, antes de agacharse para recoger los restos y seguir jugando. No había hecho más que empezar con ella, y no pararía hasta cansarse… O hasta que no quedara una Alice con la que entretenerse, y necesitara reemplazarla.

No retrocedió cuando ella se acercó para aferrar los barrotes que los separaban, llena de ira. Es más, por un momento apreció su cercanía, como si ese caos desatado en su mente fuera un sol de cuyos rayos quisiera nutrirse para crecer aún más. O eso era lo que creía, antes de que la mutante que tanto le había recordado a su madre se salió del papel. -Voy a hacer que te arrepientas.-¿Cómo?, quiso preguntarle, sonriendo con ironía. ¿Cómo iba a derrotarle ella, una mujer que tan rápido había llamado su atención como juguete? ¿Qué podría hacer ella, la frágil, dulce Alice, contra quien se había mantenido invicto durante tantos años? Quizás se hubiera reído internamente ante su amenaza, para después extender una mano y acariciar su mejilla. Quizás la hubiera besado, incluso, después de hacerla entrar en la celda. No era la primera vez que una mujer le odiaba… Y tampoco sería la primera vez que Cédric transformaba ese odio en algo más agradable para él.

Pero nada de aquello ocurrió. Cegado por su propio orgullo, Cédric había bajado la guardia, confiando demasiado en un control que apenas se había afianzado sobre la situación… Y que había terminado por explotarle en las manos. Sabía que, si quería, la palabra de Alice era ley. Una ley que ni siquiera él podía violar, por mucho que quisiera. Lo que no sabía… Era que ella tendría el valor suficiente para usar ese poder una segunda vez. Y, a diferencia de la primera, en aquella ocasión sus efectos fueron devastadores.

Los años y la experiencia habían moldeado al mutante que en aquel momento estaba encarcelado en Arkham. Algunos de sus sentimientos se habían visto potenciados hasta límites monstruosos, y eran las fuerzas que lo impulsaban para conseguir hasta el más ínfimo de sus propios caprichos. Pero eso había hecho perecer a otros, olvidados para siempre en los sombríos callejones de la Ciudad de la Luz. Y, entre aquellos caídos, quizás el peor era el arrepentimiento. No porque fuera el más importante, desde luego… Sino porque Cédric nunca había llegado a sentirlo en sus propias carnes. Acostumbrado a doblegar al resto para cumplir su voluntad desde que era un niño, nadie le había hecho sentir el peso de sus acciones. Nunca, hasta ese día.

La pregunta de Alice quedó sin respuesta, al menos por el momento. El francés se había quedado sin aliento, golpeado por una sensación que tan sólo había visto reflejada en otros, pero que jamás había llegado a comprender. Retrocedió unos pasos, mirando a Alice con ojos confundidos, y se llevó una mano ligeramente temblorosa al pecho, los dedos crispados sobre la tela naranja. Notaba un peso inmenso bajo la piel, algo que parecía querer destrozarlo desde dentro y salir al exterior… Algo que le dolía, a pesar de que sus sentidos no notaban nada en absoluto. No lo entendía. No comprendía qué le estaba haciendo Jeanne, Alice; cómo lo torturaba de esa forma… Solo quería que parase, fuera lo que fuera.

Su espalda chocó contra una de las paredes espejadas de la celda, pero apenas lo notó. En ese momento estaba recordando a Elektra, a Marco, a Angie, a Jeanne, a sus amigos… A Ámelie. A todas las personas que habían sufrido y muerto para su diversión. Únicamente para que él pudiera mancharse las manos con su sangre. ¿Cuántos habían sido? No lo recordaba ya. ¿Cuándo había dejado de contar, entonces? Tampoco podría decirlo en aquel momento. No podía pensar con claridad, su visión se enturbiaba… Se ahogaba. Su cuerpo quería llorar, como si aquello pudiera purgar el veneno que había invadido su mente. Pero Cédric, fuera como fuera, era demasiado orgulloso como para permitirlo. No iba a volver a pasar, no como aquella vez…

...

Lo primero que notó fue un eco distante, viniendo desde algún punto de la negrura que se extendía sobre su cabeza. Él levantó la cabeza, esperando cualquier cosa. Pero nada sucedió: El paisaje que lo rodeaba seguía inalterable, o, por lo menos, todo lo inalterable que podía ser un lugar como aquel. No tenía muy claro cuánto tiempo llevaba ahí, pero lo que sí sabía era que, de vez en cuando, las cosas se movían de sitio. Era difícil de decir, dado a que parecía encontrarse en una especie de desván lleno de objetos extraños (y, a menudo, imposibles en sí mismos); pero estaba bastante seguro de que era así. Saltó de la jaula de varios pisos de altura sobre la que estaba sentado, convencido de que, fuera lo que fuera, ya había pasado. Le pareció que tardaba una eternidad en llegar al suelo. No se hizo daño al aterrizar, sin embargo. En aquel lugar, no podía sentir nada salvo miedo. El suelo era rugoso, y era del mismo color negro vivo que el cielo. Hasta donde alcanzaba la vista, aquel lugar estaba anegado: El agua siempre le llegaba hasta los tobillos, pero al salir de ella no estaba mojado. Era un detalle que le llamaría la atención si no fuera por… Todo lo demás. Suspiró, y cogió el tarro lleno de luciérnagas que usaba para iluminar su camino. No quería quedarse quieto… En algún lugar debía haber una salida.

El sonido se volvió a repetir, esta vez con más fuerza. Dibujó ondas en la superficie del agua, que se expandieron hasta perderse en el infinito. Algo estaba pasando… Y no creía que fuera bueno para él. Últimamente, la suerte no estaba precisamente de su parte. Fue entonces cuando empezó el terremoto. De pronto, el suelo comenzó a temblar, tirándolo al suelo y derrumbando algunas de las montañas de objetos que lo rodeaban. Los golpes, seguidos de sonoros chapoteos, se sucedieron hasta que todo quedó de nuevo en silencio. A él no le preocupaba que algo le cayera encima, desde luego: Lo único que tenía que evitar a toda costa eran los espejos. Nada más podía hacerle daño allí.

O eso creía, hasta que se levantó y miró de nuevo al cielo. Estaba roto. Como si de una tela se tratase, el temblor la había… Rasgado. A través de la rotura, él pudo ver luz. Era algo que faltaba en su reino de sombras, que sólo se podía encontrar gracias a las luciérnagas que mantenía siempre a su lado. Pero no fue la luz lo que hizo que estuviera a punto de gritar. Al otro lado del velo, había un rostro conocido… Y que, en aquel momento, le pareció lo más hermoso que jamás había visto.

-… ¿Alice?

...

Poco a poco, la mente de Cédric se fue serenando, aunque no antes de que la voz de Gabriel llegara a la mente de su amiga sin que él se diera cuenta. Estaba demasiado ocupado recomponiéndose, sellando la herida que había recibido hacía tan sólo unos minutos. Le estaba costando más de lo que le habría gustado, pero finalmente pudo recuperar ese delicioso desequilibrio en el que tan cómodo se encontraba. Sacudió ligeramente la cabeza, despejándose, y volvió a fijar su mirada en lo que tenía entre manos. O, más bien, lo que se le acababa de ir de las manos. Los agentes de SHIELD habían sacado sus armas y habían empujado a Alice atrás tan pronto como se habían liberado. El agente Roberts, siempre tan simpático, le estaba apuntando directamente a la cabeza… Mientras Taylor, con una mirada tan grave que podría arruinar la Navidad, se ponía tapones en los oídos. -Esperaba no tener que llegar a esto, jovencita…-Constató, mirando a la inglesa. No era la única que no esperaba lo que acababa de ocurrir, desde luego...

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MensajeTema: Re: The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019.   The loud and the quiet. (Alice Delaney.) 4/4/2019. Icon_minitime31st Octubre 2017, 11:16

Hay un juego llamado Jenga. El juego no tiene misterio alguno, sus mecánicas son simples y jugarlo lo és más todavía. Es una torre de piezas colocadas en sucesión, tres en horizontal, tres encima en vertical, y repites el proceso hasta formar la torre completa. Los jugadores, por turnos, deben retirar una pieza de Jenga y colocarla en lo alto de la torre, de manera que ésta sea cada vez más alta, pero con exactamente las mismas piezas. Por lo que se hace inestable, y cada turno es más peligroso que el anterior, amenazando con derrumbarse…

Alice no había jugado nunca a Jenga. Pero de haberlo hecho, probablemente se hubiera sentido como una jugadora temeraria en ese mismo instante. Pues con cada tira y afloja con el francés, se arriesgaba a desmoronarse, el odio cegándola a algo tan evidente, como que estaban a punto de dejar caer la torre. Así que retiro la pieza y la colocó en el punto más alto. Sin pensar, sin darse cuenta de las consecuencias. No sintió placer al ver a Cédric retroceder hasta la pared, con una mano en el pecho y el remordimiento descomponiendo su rostro, pero hizo que ella le viera, al fin, como un humano. Con sus debilidades, e inseguridad. Forzó a Cédric a ser una persona normal y corriente, rompiendo el molde del ego y la seguridad. No, no sintió placer al verle sometido. Pero tampoco se sintió un monstruo. Y eso… en el fondo, la asustaba. Si veía su poder como algo que podía utilizar sin límite ni consecuencia, nada impedia que con el tiempo se acostumbrara a él y empezara a hacer uso del mismo. Pensando que la pieza que había retirado de la torre haría el siguiente turno más complicado para el rival, se había dificultado el camino a sí misma. Y ese pensamiento la aterraba. Así que se forzó a si misma a ver a Cédric. A ver en él a Gabriel, la confusión en su mirada, el dolor en la cripsación de su cuerpo… Y de nuevo la invadió la culpa.

Cerró los ojos, asimilando poco a poco lo que había hecho, y lo que ello significaba. A diferencia de Cédric, ella estaba familiarizada con la angustia de su pecho, el peso de la culpa y abrazó esa sensación en silencio, aceptándola como propia, dispuesta a cargar con ella. Más que nunca, se la merecía. Dio media vuelta, dispuesta a caminar de vuelta a las escaleras que la conducirían de nuevo al exterior, aprovechando que Cédric parecía ahora demasiado ocupado lidiando con sus propios sentimientos para volver a detenerla.


-… ¿Alice?

Todos los pacientes del hospital podrían estar gritando al mismo tiempo, que esa única palabra había resonado clara y nítida dentro de Alice. Como una campana de cristal en mitad de una noche en silencio, parecía resonar en eco eterno dentro de su propia cabeza. Incluso las voces de su mente parecían callar para escucharlo, memorizarlo, atrapar el sonido con las manos y encerrarlo encadenado a su pecho.

Gabriel, nítido en mitad de toda aquella locura. Alice sintió como si todo aquél rato hubiera estado dando vueltas y se detuviera de golpe, el suelo en su sitio y las paredes todavía girando mientras el cerebro trataba de ponerse a la par con el mundo terrenal. Gabriel estaba muerto. O Cédric le había mentido, o tal vez él tampoco sabía que en realidad, su amigo todavía vivía.

Sintió que algo húmedo acariciaba la comisura de sus labios, y alzó la mano para atrapar con el índice una lágrima. Pero en cuanto se dio cuenta de que estaba llorando ya no hubo modo alguno de no hacerlo. Una tras otra, las perlas de líquido cristal se agolpaban en sus ojos verdes y caían a perderse entre sus mejillas y el cabello bajo su cuello, y aunque Alice frotara una y otra vez sus párpados, no cesaban la carrera.

Era todo y a la vez no era nada. Era la culpa y la esperanza, la alegría y el desasosiego. Se sentía confundida y a la vez, tenía la sensación de tener la cabeza más despejada que nunca. Porque Cédric era una incógnita, un rompecabeza al que le faltan piezas y que no sabes por dónde empezar, o si deberías intentarlo siquiera. Pero Gabriel… Gabriel no tenía nada que ver con Cédric. Esa visita lo había demostrado, eran dos personas completamente distintas, y sin importar el tiempo que hubiera pasado, esa era su voz. Alice la había reconocido al instante, y sin que la mente pudiera llegar a procesarlo, el cuerpo había reaccionado por sí solo. Y lloraba. Lloraba por él.

Estaba equivocada. No era la culpa. No era el desasosiego. Era esperanza. Era la idea de que en alguna parte pudiera seguir con vida. Era el pensamiento de tener la oportunidad de salvarle.

Cuando Taylor habló a Alice, colocandose los tapones, la británica no pudo oírla. En su mente se reproducían recuerdos de un momento que ahora parecía extrañamente lejano. De cómo conoció al rubio, arriesgándose a ser arrollada por un vehículo para salvar un niño, cómo le había dejado ese mismo niño en brazos para huir de su llanto, la mochila robada y recuperada, la cafetería, el lago, el reencuentro… y la música.

Lloraba la esperanza al darse cuenta de que había encontrado un motivo para no matarle. Para, tal y como sospechaba desde un principio, ser incapaz de apretar el gatillo si se veía forzada en la situación de tener que hacerlo. Ahora, tenía una razón. Otro motivo para indagar en su historia, aprender y buscar un modo de salvarle… No a Cédric. A Gabriel.

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Y siguió llorando, en silencio, sonriendo pese a la tristeza. Cuando se dio cuenta, de que tal vez, y pese al poco tiempo que habían coincidido… Se había enamorado, de alguien que aceptó su silencio y convirtió una tarde en Nueva York en música.

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