[WWD] Poison (Tala) [10-04-2019]

Las largas escaleras que conducían al interior de la Ciudadela de Arión estaban salpicadas de amantes que retozaban desnudos haciendo el amor o de atlantes que yacían borrachos en equilibrio precario entre los escalones.

Garn Daanuth dio una patada a una botella vacía que se elevó flotando por encima de su cabeza y sonrió. Era muy satisfactorio ver cómo su influencia demoníaca había causado mella en los débiles ciudadanos de aquella ciudad, haciéndoles olvidar sus deberes y responsabilidades para inducirles al deleite de los placeres carnales, especialmente en la que era la entrada al Sancta Sanctórum del mojigato de su hermano.

No hacía ni una semana que habían conquistado Atlantis y su perversidad había llegado ya a todos los rincones de la ciudad que tanto había amado su hermano.

Tuvo que sortear a las parejas de amantes y a los borrachos para poder llegar al interior de la ciudadela, donde aún se mantenía el poderoso hechizo que su hermano había lanzado para mantener el agua fuera y poder respirar aire normal, como en la superficie, y se dirigió con paso seguro y firme hasta la antigua habitación de Arión en la cabeza de la estatua.

La habitación, antaño parca y sobria, digna de un asceta, había sufrido un cambio evidente. Había velas e incenciarios por doquier, llenándolo todo con un humo dulzón y embriagador, el diván ahora era una enorme cama con cojines y un dosel, y la mesa del escritorio estaba atiborrada de pociones y cachivaches.

- Aaah... ¡Me encanta cómo han cambiado las cosas! -exclamó dejándose caer cuan largo era sobre el mullido colchón de la cama, hundiéndose entre los cojines. Hacía una semana aún estaba prisionero en el Mundo Oscuro, y ahora...-. Ahora todos me aman -completó en voz alta, regodeándose en palabras con la situación.

- No deberías confiarte tanto, Garn... -dijo la voz de su padre, materializándose entre una nube de humo y azufre en el centro de la habitación.

- ¡Bah! ¿Acaso no ves lo que hemos conseguido? ¡Arión está en el infierno, las hordas infernales dominan la Tierra y la ciudad es nuestra!

- Veo, Garn... Veo, escucho y observo... He tenido una eternidad para hacerlo, y he aprendido que nunca hay que confiarse.

- Madre estaría orgullosa de mí -musitó el albino volviendo a incorporarse sobre la cama-. He conseguido lo que ella nunca pudo. Lo único que lamento es no poder tener a mi hermano en mi poder. Pero ésto es sólo el principio, quizás... ¿eh?

El mago giró la cabeza en dirección a la ventana que daba al exterior, repentinamente en alerta.

- ¿Qué ocurre, Garn?

- Algo o alguien ha atravesado nuestras defensas. Vamos a ver qué sucede -dijo antes de salir volando por la ventana.

La hechicera (porque a Garn no le cabía duda de que lo era) se encontraba en la explanada que se abría ante la Ciudadela sumergida, sentada sobre una piedra con las piernas cruzadas e inclinada hacia delante con descaro.

- Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? -comentó con una media sonrisa mientras descendía, tomándose su tiempo para contemplar la generosa vista que se le ofrecía desde arriba con la misma falta de pudor que ella. La maga era una Señora del Caos, podía percibirlo a través de su segunda vista. La cuestión era qué estaba haciendo allí-. Creo que no nos conocíamos de antes, ¿me equivoco? -inquirió mesándose la barbilla con gesto malicioso-. No, definitivamente no habría olvidado esas piernas... o ese escote.

Llegando ante ella, apoyó las manos sobre la fría roca a ambos lados del cuerpo de la mujer, acorralándola sin ninguna clase de miedo o vacilación, y la observó desde arriba, disfrutando las vistas.

- ¿Quién o qué eres, criatura? ¿Eres una de los doce Maestros Magos del mundo? Llevo demasiado tiempo encerrado y no conozco a los jugadores actuales, aunque... sin lugar a dudas no me importaría ponerme al día contigo -añadió en tono sugerente.

- Así que una entidad demoníaca, eso explica cómo has conseguido atravesar tan fácilmente la ciudad. La guardia de mi padre no debe haberte visto como una amenaza.

En cuanto mencionó su nombre, el demonio del Mundo Oscuro se materializó a su lado y se quedó contemplando a Tala.

- La conozco, posee su propia sección en el infierno. Quizás ella sepa en dónde han encerrado a Arión, Garn...

- Sí... es cierto -Garn volvió a centrar su atención en ella y se relamió con aire perverso al observar el movimiento de sus dedos en torno a su escote-. Sabes quién soy, preciosidad, y si lo sabes, sabes también quién es mi hermano. Lo último que hemos sabido de él es que fue encerrado en el infierno de los devas por una entidad hindú como castigo por algún acto sacrílego que cometió el mes pasado, cuando volvió el mundo del revés.

Le dio la vuelta lentamente a la roca, quedando a espaldas de la mujer, y se aproximó más a ella, hablando cálidamente junto a su cuello:

- ¿Por casualidad no sabrás... dónde se encuentra o cómo podemos llegar hasta él...? No puedo decir que me queje del lugar donde está, pero me sentiría mucho más feliz si pudiera torturarlo personalmente. Mi padre le prometió a mi madre, a la que él asesinó, que le arrancaría los ojos...

Terminó de rodear la piedra y quedó de nuevo frente a Tala, llevándose la mano a la cicatriz que tenía en la mejilla izquierda.

- Y, por supuesto, está la cuestión de la marca que me dejó. Disfrutaría bastante desfigurando su hermoso rostro para devolverle el "regalo"...

- Así que apoyarme y ponerme al día, ¿mmm? -se mesó la barbilla evaluándola con la mirada y esbozó una media sonrisa-. Bueno, preciosa, llevo 45.000 años encerrado en una prisión mágica, así que hay algo en lo que tengo muy claro que necesito ponerme al día -afirmó atrapando la mano que ella había posado en su pecho para impulsarla en el agua hacia él-. Y en todo lo demás también, por supuesto -añadió después, dejando claro lo que había querido decir, por si aún pudiera quedar alguna duda. Desde luego no se podía decir que Garn Daanuth se andara con rodeos-. Resulta que conozco el lugar ideal para eso... acompáñame.

El atlante guió a Tala hasta la ventana que conducía a la habitación de Arión en la Ciudadela. Dentro, un poderoso hechizo mantenía el agua fuera y la atmósfera respirable, así que pudieron andar y moverse de manera normal. Garn fue hasta la mesa y cogió una botella rellena de un líquido oscuro y llenó dos copas.

- Resulta que los atlantes no conocen el vino porque, claro, no tienen uvas. Tienen bebidas alcohólicas que obtienen destilando algas y no sé qué mas, pero, personalmente, prefiero el buen vino. ¿Tú no?  

Se acercó hasta ella para ofrecerle una de las copas y le dio un sorbo a la suya. El vino estaba dulce, aunque no tanto como el aroma que se desprendía de los incenciarios. Era... embriagador.

- El mundo ha cambiado mucho en 45.000 años. No me esperaba encontrar la Atlántida sumergida, se ve que mi hermano fue negligente en su labor. Ésta era su habitación, ¿sabes? La Ciudadela que le legó su padre. La he... digamos... "adaptado" a mis necesidades. Me gusta arrebatarle cosas, me proporciona satisfacción -dijo recordando cuando había hecho suya a su esposa. ¡Ah, cómo lo había disfrutado! Era una lástima que no hubiera podido poseer también a Dalae. Habría sido divertido hacer gritar de placer a la mujer de hielo-. Y ahora dime, Tala... ¿de qué manera puedes apoyarme... o ponerme al día? -inquirió pasando las yemas de sus dedos por su garganta.

- Ah, es cierto, la magia ha cambiado, puedo sentirlo. He oído rumores de que es a causa de la Colisión, ¿sabes algo de eso? ¿Qué sabes de la Colisión, para empezar? Y... en efecto, lo que quiero, lo tomo. Me conoces bien. ¿Acaso los libros actuales guardan recuerdo de mis logros en el pasado?

Observó con lascivia cómo recogía las gotas de vino con su lengua y, retirándole la copa vacía de entre las manos, la condujo hacia la cama, sentándose a su lado. Suavemente, apartó la tela que cubría parcialmente los hombros de la mujer y comenzó a masajear lentamente la piel que había quedado al descubierto.

- Pues empieza a informarme, preciosa -susurró junto a su cuello-. Seguro que me he perdido mucho en estos 45.000 años, pero tenemos tooodo el tiempo del mundo...

Garn la empujó suavemente hasta que la espalda de la hechicera entró en contacto con la mullida superficie de la cama, quedando de ésta forma sobre ella, con los brazos apoyados a ambos lados de su cuerpo.

- No soy un siervo del Caos, mi dulce reina -le susurró-. Sólo soy un simple acólito de la oscuridad y practicante de la magia negra, como lo era mi madre. Pero no negaré que me gusta el rumbo que va tomando ésta conversación -añadió, apartando el largo cabello violeta de la mujer de su cara y su cuerpo-. No me extraña que los Homo Magi escaseen, en mi época ya éramos pocos y han transcurrido 45.000 años desde entonces -dijo besándola en su pálido cuello-. En cuanto a esas organizaciones y grupos, en un principio no tendría nada contra ellos... en un principio. Mi principal motivación en la vida fue siempre vengar a mi madre, y para ello únicamente buscaba hacerle daño a Arión. Por eso persistía en mi empeño por arrebatarle ésta ciudad que tanto amaba. Sin embargo, ahora que la tengo, la idea de conquistar el resto del mundo empieza a resultar atrayente... Supongo que es lo que nos define como seres humanos, el ansiar siempre más de lo que tenemos... -mientras hablaba, fue apartando con las manos la tela del vestido, bajándola hasta dejar a la mujer desnuda de cintura para arriba. Recorrió con la mirada lo que la generosa madre naturaleza había tenido a bien ofrecerle a la reina demonio antes de dedicarle una sonrisa lasciva-. ¿Eso imagináis? Tenéis una imaginación muy vívida, hermosa mía. Decidme pues... -musitó mientras empezaba a besar y a recorrer lentamente con los labios aquello que había quedado al descubierto-, ¿por qué no me habláis de esas organizaciones y grupos y de esos seres y razas que podríamos utilizar en nuestros planes de conquista?...

Las antiguas leyendas hablaban de un tiempo, hace medio millón de años, en el que los Sumos Magos alzaron la mirada hacia el cielo y desearon alcanzar las estrellas. Se trataba de una época de descubrimiento y aventura en donde muchos estaban dispuestos a aceptar el reto que el cosmos planteaba.

Así, se construyeron grandes naves, tan enormes y majestuosas como las montañas de las tierras del este, transportando a miles dispuestos a colonizar las estrellas, y dichos aventureros se adentraron en lo desconocido, con la magia que alimentaba sus motores dejando un rastro brillante visible durante semanas.

En el transcurso de los siguientes siglos estuvieron enviando señales de regreso a la tierra, frecuentemente al principio, y más esporádicamente después, hasta que, al final, dejaron de transmitir. Todos asumieron que habían perecido en el vacío del cosmos, hasta que, miles y miles de años después, regresaron, y fueron en parte responsables del hundimiento del continente (aunque ese logro había de atribuírsele a Chaon principalmente).

Garn estaba, por tanto, enterado de la existencia de extraterrestres, pero no sabía nada acerca de esos supuestos portadores del "gen X". Los Homo Magi eran una evolución de los Homo Sapiens que habían sido expuestos a las energías salvajes desatadas existentes en la Atlántida; tenía que averiguar más acerca de esos nuevos evolucionados y si suponían un peligro para sus ambiciones, pero no ahora...

En aquél momento el Sumo Mago tenía la cabeza en otras cuestiones mucho más placenteras, y las atenciones que dedicaba a la hechicera, junto con la manera en la que ella se agitaba y ronroneaba en respuesta al roce de sus labios hacían imposible que pudiera contenerse por más tiempo, no después de la eternidad que había pasado encerrado.

Sin más dilación ni prolegómenos, terminó de desgarrar el vestido de la mujer, dejándola completamente expuesta al tiempo que se despojaba de la única pieza de ropa que aún le separaba de ella y, cogiéndola de la mano, la incorporó de la cama para subirla en su regazo, sujetándola con firmeza por la cintura mientras la unión se completaba.

Sus dedos se enredaron entre sus largos cabellos violáceos mientras tiraba de su nuca hacia atrás dejando su garganta expuesta a sus besos, de manera ruda, pero sin llegar nunca a hacerle daño.

Cuando todo acabó, Garn se permitió unos segundos para recuperar el aliento antes de incorporarse para recoger las copas de vino y volver a rellenarlas junto a la mesa del escritorio. Después, regresó junto a Tala, que reposaba desnuda sobre la cama, y le ofreció una de las copas antes de sentarse a su lado.

- Conozco de la existencia de extraterrestres, aunque en mi época eran más una leyenda que algo real. Deduzco por tus palabras que ahora hay muchos más... Háblame de esa evolución del ser humano a la que aludes. ¿Cuáles son sus características? -inquirió, acariciándole la pierna con la mano que tenía libre.

- Querida mía, los humanos desprecian cuanto temen, no es ninguna novedad -contestó el atlante-. Por otra parte, hacen bien. Los humanos son criaturas débiles y balbuceantes, es normal que cualquiera que se sepa superior trate de dominarlos. Es el ciclo natural de las cosas; el pez grande se come al pequeño, y el lobo más poderoso es el que gobierna en la manada -sonrió con malicia ante su última afirmación-. Y me imagino que tú sabes dónde presionar, ¿me equivoco? -comentó, deslizando su mano hacia la cara interior de sus muslos con un objetivo muy definido, aunque aparentara que lo hacía de forma casual. Su sonrisa se ensanchó al escuchar sus gemidos y soltó la copa sobre la mesita de noche antes de volver a situarse sobre ella-. Bueno, querida, creo que me vas a resultar muy útil para completar mis planes de conquista... entre otras cosas -añadió repasándola una vez más con la mirada-. Cuando llegue el día me ayudarás a decidir dónde y cómo golpear, pero... por el momento... -se inclinó para besarla y morderle levemente el labio inferior, disfrutando de las reacciones de su cuerpo-, tenemos cosas más interesantes a las que dedicarnos, mi voluptuosa e insaciable diosa...

Y se inclinó de nuevo, dispuesto a profundizar en aquella inesperada y provechosa alianza durante lo que quedara de noche.