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| Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] | |
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Raven DC Universe
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Mensajes : 586 Fecha de inscripción : 08/04/2014
Ficha de Personaje Alias: Rachel Roth Nombre real: Raven Universo: DC Universe
| Tema: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 22nd Enero 2017, 18:41 | |
| Raven se materializó ante las puertas del inmenso castillo con su habitual espectáculo de humo negro y olor a azufre, y atravesó el enorme vestíbulo de piedra hasta llegar a la mesa semicircular donde se encontraba la recepción.
- Disculpe -le dijo a la mujer de apariencia agradable que había tras el mostrador, bajándose la capucha de la capa para mostrar su delgado rostro-. Mi nombre es Raven y vengo en representación de la Young Justice. Mi líder, Nightwing, acordó una cita con Solaris. Se suponía que debía encontrarme con un hombre llamado Lorenzo de Borgia...
- Sí, por supuesto, señorita, ahora le aviso. Por favor, tome asiento -dijo, indicando los cómodos sillones de la sala de espera-. ¿Desea tomar algo mientras tanto? ¿Café, agua, zumo, té, refresco?
- Agua mineral, gracias -contestó ella antes de acomodarse en una de las butacas.
Mientras esperaba al que sería su contacto para el tema referente a los asuntos místicos de la MKL rememoró los acontecimientos que la habían conducido hasta allí.
Omega había supuesto una auténtica revolución en todo cuanto conocían o creían conocer. Habían surgido nuevas ciudades de la nada, otras habían desaparecido, cosas que consideraban firme y sólidamente establecidas en sus mundos se habían desvanecido como si no fueran más que espejismos o ilusiones, amigos de toda la vida habían sido reemplazados por otros a los que nunca jamás había visto, y claro, habían surgido nuevas agrupaciones, tanto de héroes como de villanos.
La situación de crisis había obligado a la Young Justice (y en general a todos los grupos de superhéroes) a buscar aliados entre los nuevos grupos desconocidos, obedeciendo al natural instinto humano de buscar, identificar y clasificar todo cuanto le era desconocido.
Según le había contado Richard, el día de la Colisión por la tarde habían recibido desde la Atalaya un mensaje telepático de un tal Charles Xavier, líder de un grupo de súperhéroes conocido como "La Patrulla X". Los azares del destino habían querido que el propio Richard tuviera un encontronazo con ellos en Happy Harbor la misma mañana en que su álter ego se había fusionado con ella misma, permitiéndole despertar del coma inducido por la sobrecarga emocional que la había saturado el mencionado día. Desde entonces eran aliados, y merced a dicha alianza, la Young Justice se había enterado de la existencia de la MKL, que parecía ser una especie de versión europea de la Patrulla, sólo que no se limitaban únicamente a la inclusión de mutantes entre sus filas, abriendo sus puertas a místicos, androides, alienígenas y prácticamente cualquiera que buscara en ella cobijo y se encontrara fuera de los estándares de "normalidad" establecidos por el ser humano.
La Patrulla había fijado un encuentro con Solaris, la líder de la MKL, y ahora Richard deseaba seguir su ejemplo, pero se encontraba demasiado destrozado por lo que le había sucedido a Bárbara como para ir personalmente. A decir verdad, la atmósfera emocional dentro de la base estaba demasiado cargada. Wallace había vuelto, y, como era lógico y normal, se había dedicado en cuerpo y alma a recuperar el tiempo perdido con su novia, Artemis. Sabía que no era su Wallace, y que en realidad nunca había llegado a tener nada real con el de su dimensión, pero eso no lo hacía menos doloroso. Además, tenía a Garfield vagando tras ella como un alma en pena, tratando de conseguir algo que ella no le podía dar, albergando los recuerdos de una mujer que ya no estaba y que por desgracia se parecía demasiado a ella. Su dolor y su nostalgia cada vez que la miraba eran abrumadores. Y, para colmo, Richard. Su dolor por la tragedia experimentada por la mujer a la que amaba (porque la amaba, y por mucho que el moreno intentase ocultarlo ante todos, incluido él mismo, resultaba más que evidente para ella) fluía y rezumaba por todos los rincones de la base. Quizá para los demás estuviera llevándolo en estoico silencio, pero ella podía notar cómo su alma gritaba de rabia y de pena, y resultaba insoportable. Richard no quería que le quitara su dolor, y todo aquello estaba resultando demasiado para ella, así que se había ofrecido para viajar hasta Alemania y tener la reunión con la persona que había designado Solaris como representante de los místicos.
La realidad era que Raven no era la persona más sociable del universo, y no sabía si habría tomado la decisión correcta, aunque, para bien o para mal, estaban a punto de averiguarlo. | |
| | | Lorenzo Borgia Omega Universe
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 20th Abril 2017, 23:47 | |
| - ¿DÓNDE ESTAN? - casi rugió el gigante español mientras andaba a pasos agigantados a través de los pasillos. El Holograma de Woodrow permanecía estático, pero se movía al mismo ritmo que el, siendo atravesado por alumnos y otros individuos de la mansión. Sin embargo no era furia lo que le había hecho tener esa reacción. Era preocupación. Entró en la sala abriendo la puerta y encontró al montón de alumnos que miraban ensimismados la burbuja suspendida sobre el techo. En su interior, una menuda chica apoyaba sus palmas contra la burbuja de un color azul translucido que la mantenía cautiva. Su expresión mostraba un gran agobio, mientras golpeaba el interior, y las dos alas prendidas a sus caderas se desplegaban, dando de vez en cuando aleteos frenéticos. El hombre alzo la cabeza, y contempló la escena, buscando al responsable.
- ¡Ikki! ¡Ikki, ven aquí! -la llamó, autoritario. Una joven morena de pelo negro de unos quince años avanzó entre la multitud con la cabeza gacha y las manos agarradas. Estaba tan hundida que parecía querer desaparecer. El hombre ando hacia ella y se inclinó para poder mirarla a los ojos. - Ikki, cuentame que ha pasado. - le pidió. Ella guardó silencio unos instantes, pero después, se atrevió a mirarle a los ojos.
- Yo estaba en mi mesa. Estaba sentada sin molestar a nadie. Me cogieron el diario, y empezaron a pasárselo y a jugar con él. Les pedí que me lo devolvieran pero...- sollozó. - Solo quería... que me lo devolvieran. - el resto de sus compañeros se quedaron en silencio. Pendientes algunos, avergonzados otros.
- Ya ha aprendido la lección, Ikki. Sueltala. - le pidió.
- No... No se como. - dijo cubriéndose la cara con las manos.
El suspiró por lo bajo, se levantó y los miró a todos.
- Esto es lo que pasa cuando no se respeta el espacio ajeno. Siempre que invadais la intimidad de los demás, acabaréis hiriéndolos. ¿Para eso habéis venido?- preguntó, haciendo que todos los chavales se sintieran incómodos, y se encogieran de hombros. - Salid de aquí. Vais a llegar tarde. Ikki. Quédate. - indicó. En el momento en que el ultimo alumno abandonó la clase, el se giró hacia la muchacha. - Ikki, no pasa nada. ¿Vale?- le indicó, mientras se apoyaba en un escritorio a su lado. - A veces la gente no es capaz de contenerse, y a veces cometen errores. Nos dañan sin querer, y aunque no tengan esa intención duele. Pero no puedes dejar que eso te domine, porque se que tu no quieres hacerle daño a nadie. - miro hacia arriba, donde la joven seguía golpeando la esfera. Ningún sonido salía de ella, pero sus ojos estaban acuosos. - Seguro que tu no querías encerrar a Helitrophe ahí dentro. No sabiendo lo que suponen los espacios pequeños para las arpías. - continuó. Ikki se secó las lágrimas y asintió con la cabeza. - Ya hemos hablado de cómo funcionan los canales de la magia. Si notan en ti hostilidad, no te dejaran acercarte a ellos. Necesitamos que estés relajada y tranquila, para que seas capaz de deshacer el hechizo. ¿vale?- la joven volvió a asentir.
El asintió también y esperó en silencio. Ikki miró hacia el techo, y trató de concentrarse. Pero aún estaba muy nerviosa como para conseguirlo. Miraba intermitentemente a la burbuja, y luego a él, hasta que al final se rindió, bajando los brazos.
- ¡No puedo!- exclamo, asustada.
- Si puedes. Es sólo que estás demasiado preocupada por Helitrophe. - le dijo, levantándose, y acercándose a ella. - ¿Recuerdas los ejercicios que hicimos?¿quieres que lo intentemos? - preguntó, colocándose a su lado, y efectuando los movimientos a medida que los decía, acompañándola. - Vamos a imaginar una pequeña bola en esta mano. - entendió la mano derecha hacia delante. - Una bola muy muy pequeña, ¡que esta viva! y es como si quisiera escaparse de nuestra palma. - explico, poniendo la otra mano delante, y luego la otra de nuevo, como haría un niño que quiere mantener una mariquita muy rápida en sus manos, haciendo un movimiento circular hacia dentro. Ikki le siguió. A la mayoría les ayudaba que se lo explicara con esas tonterías. Les hacía sentir algo menos presionados al hacerlas. - Vamos a cerrar los ojos para notarlo bien entre las manos ¿eh? - cerró los ojos, y luego lo entreabrió para mirar por el rabillo, asegurándose de que ella también lo hacía. - ¡Bien! Pero ¡oh! ¿que esta pasando? La bola se esta haciendo mas grande. Mas y mas y mas grande. También mas pesada. ¿Notas como pesa mas, Ikki?- preguntó mientras suavizaba los movimientos, utilizando sus sentidos para notar el suave fluir de la magia que había renegado de su presencia. Ikki lo imitó, y una pequeña neblina azul comenzó a fluir a través de las yemas de sus dedos. - Mas y mas pesada. ¡Cogela con las dos manos Ikki, no sea que se escape!- exclamó, emocionado, colocando las yemas de sus dedos en contacto, haciendo un círculo. - Bien. Ahora la tenemos. Vamos a notar como respira. Hacia fuera, y hacia dentro. Fuera, dentro. ¿Lo notas? - preguntó, abriendo los ojos. La chiquilla asintió. - Poco a poco va respirando mas y mas hondo. ¿Ves todo el aire que esta cogiendo? Bombéala Ikki. Ayúdale a respirar. - dijo, haciendo que la chica hiciese movimientos de apertura del círculo ímaginario que mantenía entre las manos. - Eso es. Cada vez mas y mas grande. Ahora, contenlo fuerte. ¡Mas fuerte!- la neblina que mantenía la joven entre sus dedos conformó una esfera, y se elevó como partículas envolviendo la que mantenía cautiva a la híbrida de arpía. - ¡Mas fuerte, mas fuerte! ¡Mas! y ahora... ¡SUELTA!- con un sonido de estallido, Ikki abrió las manos, y la burbuja que mantenía a la joven cautiva explosionó. Hizo un suave descenso, y luego sus alas se abrieron ayudándola a aterrizar. Ikki abrió los ojos estupefacta, y luego le miró.
- Estupendo, Ikki. - dijo, apoyando su mano en el hombro de la chica y dando un suave apretón. Luego se dirigió a la joven arpía, que se secaba los ojos. - Sabes que no lo ha hecho con mala intención. No le guardes rencor por esto. - ella asintió, un tanto a regañadientes, pero luego se dispuso a salir de clase. Ikki siguió su ejemplo.
Se quedó solo e medio de la sala, y se tomó un instante para tomar aire. Eso era mucho mas duro de lo que imaginaba. La responsabilidad era un coñazo.
- Enzo. Te reclaman en el hall. - dijo la voz de Woodrow, que había empezado a volverse irritante en sus oídos.
- ¿Qué pasa ahora? - preguntó, con un resoplido.
- Llegas tarde a tu recepción con la representante de la young Justice. Su nombre es Raven y te espera en el Hall. - explicó Woodrow, con esa actitud positiva enervante.
- ¡Mierda puta!- exclamó en su idioma natal. - ¡No me da tiempo a cambiarme! Si Sieglinde se entera de que he hecho una recepción así me mata. - exclamó, mirándose. Negó con la cabeza y tomó la decisión de restarle importancia. Mejor ser puntual, que bien vestido. Eso pensó. Minutos después daba grandes zancadas hasta llegar a la mesa de recepción. Nanny le recibió con una sonrisa, y luego le indicó con la cabeza el lugar en el que esperaba su invitada. A pesar de su aspecto informal esperaba poder causarle una buena impresión. Se acercó a ella y la contempló con calma y curiosidad. Era una joven de rostro anguloso y pose severa. Como una versión flaca de Sieglinde. Su cabello era negro profundo, como el plumaje de un cuervo, y todo su aspecto dejaba entrever una femenina melancolía oscura y misteriosa. ¿Vendría su nombre de algo parecido?
- Raven. Disculpa la tardanza, he tenido que resolver un asunto, y he sido muy, pero que muy torpe al no darme cuenta de qué hora era. - Enzo, eres genial, evidenciando defectos desde bien pronto. ¡Tienes que causar buena impresión. Carraspeó y continuó.- Espero que la espera no se te halla hecho muy larga. Mi nombre es Lorenzo de Borgia Mancebo, pero llámame Enzo, por favor. - le tendió una mano cortés, para ayudarla a levantarse, y luego en un gesto educado, se la aproximó hacia los labios y depositó en sus nudillos un beso educado. - Vamos hacia mi despacho, si te parece bien. - ofreció con un gesto de la mano. Continuó tras un cómodo silencio. - Es un honor tener a un miembro de la Young Justice aquí. Perdona si no dispongo de demasiados datos sobre vuestros logros, nos está costando ponernos al día de todas las novedades. - dijo, a pesar de que aquello pretendía ser mas una muestra de humildad que la verdad. Habían tratado de hacer un registro exhaustivo de todo grupo nuevo que pudiera resultar aliado. - ¿Te ha resultado tedioso el viaje? Si quieres descansar puedes hacerlo. Dispones de una habitación de invitados preparada para ti. - informó, ofreciéndole la información poco a poco. No quería atosigarla, si no impresionarla. Aunque mas bien, procurar que se sintiera confortable. Era la principal misión al recibir a un invitado o huésped. Que a pesar de las grandes proporciones del castillo, que lo hacían frío y distante, la gente sintiera en él el bullicio de un hogar, y les transmitiera el deseo de quedarse. | |
| | | Raven DC Universe
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 23rd Abril 2017, 12:33 | |
| Para alguien que no podía permitirse el lujo de experimentar emociones de ningún tipo, Raven tenía la mala fortuna de formar parte de un grupo repleto de muchachos jóvenes, guapos y atléticos, y de convivir con ellos en la misma base. Día tras día tenía que verles entrando y saliendo de las duchas, pasando el rato en la piscina o entrenando en el gimnasio, y era duro. Después de todo, Raven seguía siendo medio humana, y ni la sangre demoníaca podía librarla de las hormonas propias de una muchacha de 19 años que nunca había estado con un hombre.
Enzo no lo estaba arreglando. Nada en absoluto.
No sólo era uno de los hombres más guapos que había visto en su vida (y ya era decir, habiendo tenido que convivir con Richard, Conner o Roy), sino que además tenía el encanto y las maneras propias de una época pasada, como demostró al ayudarla a incorporarse o al llevarse (en un gesto totalmente inesperado) su mano a los labios para depositar un beso en el dorso. El hecho de que además fuera bastante más maduro que los chicos de la Young Justice (como mínimo debía sacarles diez años) no hacía sino incrementar el atractivo masculino y viril que desprendía por cada uno de sus poros.
Raven sintió algo agitarse dentro de ella, algo que pugnó de inmediato por reprimir. Intentó mantener su habitual gesto inexpresivo y neutro, pero no pudo evitar que un ligero rubor bañase momentáneamente sus pálidas mejillas. Había algo en él, algo tan... cautivador...
Lamentó haberse bajado la capucha para hablar con la recepcionista. Era lo que las normas y convenciones sociales demandaban, pero Raven prefería, por lo general, no mostrar su rostro. Ayudaba a ocultar los breves rastros de emoción que se le escapaban de vez en cuando y que era preferible que los demás no notaran para poder mantener la impresión de distancia y neutralidad. Le convenía que la gente pensara de ella que era fría y rara, porque así intentaban acercarse menos, y ella no tenía que esforzarse tanto por mantener bajo control emociones tales como afecto, apego... o amor... Con Wallace lo había pasado muy mal y no deseaba repetirlo.
Contrólate, Raven, no es real. No es por ti. Sólo está siendo educado, como lo sería con cualquier otra.
Como azariana que era, y al llevar tan sólo dos años en la Tierra, había muchas cosas que se le escapaban y era fácil confundirla o inducirla a error. La primera vez que había conocido a Roy Harper, éste le había dirigido comentarios picarones que en un principio le habían hecho creer que estaba interesado en ella, cosa que no pudo menos que sorprenderla, pues, ¿cómo iba ningún hombre a pensar que ella era hermosa? ¿Cómo podría ningún hombre interesarse en ella existiendo en el mundo criaturas como Donna o Koriand'r?
Después, Richard le había explicado que no tenía que tomarle en serio, que él era así siempre con todas las chicas y que no eran más que bromas bienintencionadas, y todo había cobrado sentido, especialmente cuando le había visto poco después tontear con Koriand'r.
No, los hombres como Roy o Enzo no se fijaban en cuervos feos como Raven, se fijaban en exóticas aves del paraíso, como Koriand'r, o en esbeltos y delicados colibrís, como Donna, y era mejor así, ya que, aunque hubiera sido de otro modo, ella no podría corresponderles y el sufrimiento sería mayor. No, mejor dejar las cosas como estaban. La naturaleza era sabia: la había hecho fea por una razón.
- No importa... no pasa nada -musitó, cubriéndose el rostro con la capucha del cuervo como una manera simbólica de crear distancia entre los dos antes de iniciar el camino hacia el despacho de Enzo-. Yo soy Raven. El líder de mi equipo, Nightwing, es quien me envía. Espero poder resolver todas sus dudas y preguntas y ayudar a completar la información que le falte. A nosotros también nos gustaría saber más acerca de vuestra organización. Los X-Men son nuestros aliados y, según hemos oído, cumplís una función similar a la suya, solo que a mayor escala...
Su tono de voz era suave y agradable, pero neutro, sin inflexiones; era la clase de voz que podías escuchar hasta quedarte dormido.
Ante su último ofrecimiento, hizo un gesto de negación con la cabeza, sin desviar su mirada del pasillo que recorrían.
- Es usted muy amable pero no lo necesito... En Azarath se me enseñó a fluir entre dimensiones; apenas me ha llevado unos minutos llegar hasta aquí...
El uso del teletransporte a grandes distancias la agotaba, era cierto, pero no tenía intención de permanecer en aquél lugar más tiempo del necesario. | |
| | | Lorenzo Borgia Omega Universe
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 23rd Mayo 2017, 19:45 | |
| A veces, la gente puede ofrecerte pequeños regalos sin saberlo. La honestidad de una mirada furtiva, un gesto afortunado, o incluso, como en ese caso, un sutil sonrojo que dejaba entrever la pureza del carácter de la joven que tenía delante. Es complicado en esta época de libertad y auge sexual encontrar aún mujeres que con un gesto sencillo se sonrojen. La mayoría a causa de una timidez que promete misterio. Eso le hizo remitirle una suave sonrisa, que no impidió sin embargo que ella volviera a cubrirse el rostro. A nadie le gusta que se evidencien ciertas cosas, y quizá era un intento por ocultarlo. Pero como cualquier mujer del universo, sus actos delataban enigmas aún por venir, y eso era lo interesante de todas ellas. Todas guardaban historias en el candado de sus miradas, sus silencios y sus gestos. Y lo mas hermoso, era que ninguna era igual a otra.
- ¿Puedo pedirte un favor?- comentó, con delicadeza, antes de agacharse un poco, como si quisiera compartir con ella un secreto. - No me llames de usted. Me hace sentir increíblemente viejo. - cuchicheó, para después comenzar a caminar. - Ah, así que puedes teleportarte. Ese es un gran don. Lo normal es que te permita meterte en problemas mas rápido que a los demás. - añadió, divertido. - Es una de las cosas que mas añoro. - se le escapó. Y aunque se sorprendió, procuró no alterarse o dar mas importancia a esa mención. No era hombre de hablar de sí mismo. No por esos derroteros, al menos.
- Seguro que Iron Maiden II sabría explicarte todo esto mucho mejor que yo, pero vas a tener que conformarte con que haga el intento, ¿de acuerdo?- propuso, para luego aclararse la garganta. - Las siglas de MKL son "Metahuman Kraft Ligue". Su nombre es alemán, por que es donde se inició el movimiento, pero en tu idioma, sería algo así como "Liga de fuerza metahumana". - a través de los pasillos podían verse varios alumnos asistiendo a clases, pasando el rato, o tratando de poner en práctica algunas de sus habilidades. Dos chicos disfrutaban a lo grande arrojándose pequeñas bolas de energía el uno al otro, y persiguiéndose. Las risas reverberaron en el corredor por el que se dirigían. - Como podrás ver a lo largo de tu visita, toda criatura imaginable tiene cabida bajo este techo. No importa si eres humano, místico, mutante, demoníaco, angelical, feérico, híbrido, e incluso alienígena. Aquí no se expulsa a nadie por su procedencia, su raza o prejuicio. - con una mano hizo un gesto para mostrarle mas allá de las ventanas que daban al patio interior todo un devenir de criaturas. Chicos que parecían normales jugaban un partido de basket, contra uno solo que se desdoblaba en cinco jugadores. Las arpías rapaces cogieron a una de las chicas que descansaba en el patio, y la levantaron en vuelo, entre chillidos y risas. Jugaban a pasársela, mientras la pequeña a la que habían cogido hacía volteretas, volviéndose mas grande y pequeña, hasta que se hizo tan grande como para que solo se pudiera ver la mitad de su cuerpo, persiguiendo ella a las arpías en vuelo. En ese mismo momento, tres criaturas reptilianas que andaban cabeza abajo por el techo como si la gravedad no les afectara lo mas mínimo pasaron sobre sus cabezas, obligando a Lorenzo a ladearse un poco para dejarlas pasar. Las tres llevaban un manual en las manos, y lo iban leyendo con avidez. El español volvió a su posición con una media sonrisa. - Algunos empiezan pronto con los finales. Les tienen muy nerviosos. - se rió con suavidad, de un modo masculino, antes de girar la siguiente esquina. - Pero basta ya de hablar de nosotros. Estamos muy interesados en tu grupo, sobretodo porque hemos sabido que comprende un grupo de edades muy tempranas. Nos sorprende que siendo tan jóvenes hayáis conseguido fundar un grupo al que las noticias ya atribuyen varios logros. Supongo que estaréis muy orgullosos de ello, ¿verdad?- un sonido metálico cortó por un instante la conversación. Giró la cabeza, para ver como los dos chicos que jugaban con las bolas de energía hacía un momento desaparecían de la escena, tras haber tirado una de las armaduras de decoración. - Ay...- suspiró, chasqueando los dedos y señalando al lugar en el que estaba. Durante unos segundos, no ocurrió nada. Lorenzo echó la cabeza hacia atrás, abriendo la boca, con agotamiento. - ¿Por favor?- pidió, con retintín. Las piezas comenzaron a temblar, se levantaron en el aire y se reensamblaron, mientras ellos continuaban andando. -- ¡Gracias!- exclamó en voz alta, negando después con la cabeza, para subir una escalera que se dividía en dos secciones, dirigiéndose a la de la izquierda. - Ya hemos llegado. - dijo abriendo el pomo, y cediendo el paso, para después cerrar detrás de él. Su despacho no era nada demasiado elegante. Una sala de piedra con dos butacones de cuero rojo. También había un Biombo y tras él, un juego de pesas bien encajado para que no se viera demasiado a primera vista. Tenía un escritorio grande en el centro, y sobre el, un juego de plumas, unos cuantos grimorios y libros de hechicería, y una lámpara. Tras el butacón carmesí en la que él se sentaba, bastante grande a causa del tamaño de su dueño, había una pequeña nevera a un lado, y contra la pared, varias estanterías llenas de frascos en cuyo interior se encontraban las cosas mas inverosímiles. Como la estancia era alta, había tapetes en las paredes que mostraban escenas mitolígicas, como san jorge matando al dragón, el enfrentamiento del unicornio y el toro rojo, y el mas grande, que coronaba toda la pared a la que Lorenzo daba la espalda al sentarse en su escritorio, Perséfone y Hades.
- ¿Puedo ofrecerte algo de beber? Tengo agua, zumo y refrescos. También puedo ofrecerte café o infusión. - ofreció, para después retirar con suavidad la butaca, ayudando con un gesto de arrastre a Raven a sentarse. Después de coger un agua mineral, y lo que su invitada dispusiera, fue él quien se sentó. Pero en lugar de hacerlo desde el otro lado de la mesa, donde se supone que debería estar, lo hizo en la silla libre junto a la portavoz de los titanes. No tan cerca como para resultar invasivo, pero si de un modo que permitiera más cordialidad que corrección. - Cuéntame Raven, ¿Cómo un grupo de gente tan joven consigue todas esas proezas que se os atribuyen? | |
| | | Raven DC Universe
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 24th Mayo 2017, 00:48 | |
| Quizá a Lorenzo le sorprendiera que, ante tanta maravilla, el rostro de Raven, o lo que de él se entreveía bajo la capucha, permaneciera imperturbable, sin el más mínimo asomo de sorpresa o admiración. Sólo hubo un momento en que su tranquila serenidad se vio perturbada, cuando, al pasar frente al pasillo que daba a las taquillas, vieron a una adolescente sentada sola en uno de los bancos. Raven entonces se detuvo, y, sin decirle a Enzo una palabra, se desvió para adentrarse en el pasillo y acercarse a la muchacha, que se volvió para mirarla. Tenía la clásica fisonomía germana: cabellos rubios y piel blanca y pecosa. Raven supuso que, como casi todo el mundo en Alemania, sabría hablar inglés.
- Hola... me llamo Raven -se presentó, echando la capucha hacia atrás para transmitir confianza a la adolescente al dejar al descubierto su rostro-. ¿Y tú?
- Yo... me llamo Elizabeth -respondió la niña con aire abatido.
- Elizabeth... Noto una gran tristeza en ti -le dijo sentándose a su lado-. ¿Qué te ocurre? ¿Acaso aquí no eres feliz? ¿No te tratan bien?
La chica no la conocía de nada, pero Raven solía inspirar una sensación de calidez y bienestar en todos cuanto se encontraban a su lado. Su presencia era tranquilizadora y su voz, un remanso de paz y calma. No sabía por qué, pero confiaba en aquella extraña, así que se sinceró, como si no fuera consciente de la presencia de Enzo al fondo.
- Oh, para nada, son fantásticos, estar aquí es genial, pero... echo de menos mi casa. Mi padre... no sabes cómo se puso cuando se enteró de que era una mutante... Estaba tan furioso como no le había visto en mi vida. Tuve miedo... Pensé que me pegaría, pero sólo me echó de casa.
Una lágrima se deslizó por su pálida mejilla, y la muchacha se la limpió con la mano, pero pronto siguieron más.
- Quiero volver, pero tengo miedo -sollozó.
- A tu edad, Elizabeth, no deberías tener éstas preocupaciones -musitó la émpata, cogiendo su mano entre las suyas y mirándola a los ojos-. Sin embargo, aquí estás, y has podido superar todas estas adversidades porque eres fuerte... Siente tu fuerza -las manos de Raven ascendieron hasta tomar el rostro de la joven entre ellas, y se concentró en absorber toda su tristeza, todo su dolor-. Nunca dudes, nunca vaciles, nunca creas a los que traten de hacerte daño. Nunca dejes que nadie te prive de tus derechos sólo por ser diferente. Habla con firmeza y tus palabras podrán mover montañas.
Una reconfortante sensación de calor se extendió por el cuerpo de la mutante, que ya no sabía por qué se había sentido tan triste hacía tan sólo un momento. Se sentía viva, optimista, fuerte.
- Gracias... gracias, señora -dijo tras levantarse, regalándole a Raven una amplia sonrisa antes de pasar junto a Enzo a la carrera, de vuelta a sus quehaceres.
A menudo la empatía era una maldición pero, en momentos como aquél, Raven la sentía como una bendición, y se permitió una débil sonrisa, poco habitual en ella, antes de volver a cubrirse con la capucha y regresar junto a Enzo.
- Lo lamento... El dolor me llama y me lleva siempre hasta su origen... como un foco de luz. No puedo no acudir a la llamada ni ignorarla... pues me causaría un dolor aún mayor. Prosigamos...
- Estamos muy interesados en tu grupo, sobretodo porque hemos sabido que comprende un grupo de edades muy tempranas. Nos sorprende que siendo tan jóvenes hayáis conseguido fundar un grupo al que las noticias ya atribuyen varios logros. Supongo que estaréis muy orgullosos de ello, ¿verdad?
- El orgullo es una emoción que desconozco -fue cuanto dijo, en el mismo tono apático y carente de entonaciones, la misma actitud que mantuvo cuando la armadura cayó al suelo y se recompuso por sí sola. A decir verdad, no quedaba claro si era falta de interés, aburrimiento o cualquier otra cosa, ya que no era posible distinguir emoción alguna bajo aquella capucha.
Salvo cuando por fin llegaron al despacho de Enzo. Raven se acercó de inmediato a las estanterías y comenzó a examinar los frascos que contenían con lo que no podía ser otra cosa más que interés, ignorando por completo el biombo y las pesas. A continuación fue hacia el escritorio y cogió uno de los pesados grimorios entre sus manos, con la devoción con la que una niña sostendría su más ansiado regalo de navidad, aunque su rostro continuaba siendo impasible, y sus maneras, tranquilas.
Por último su atención recayó en los tapices, cautivándola hasta tal punto que no escuchó el ofrecimiento de bebida de Enzo.
- San Jorge y el Dragón -musitó acariciando la tela-. La interpretación cristiana de la leyenda de Andrómeda, Perseo y la Medusa... -avanzó hacia la siguiente escena, extraída de la película "El último unicornio", que, casualmente, había visto con Conner y Bart hacía unos días. Finalmente se detuvo, fascinada, ante el último mural, que cubría toda la pared frontal del despacho-. El mito de Perséfone... raptada por Hades, dios del Inframundo, para hacerla su esposa. Después, compadecida por el lamento de Orfeo, le permitió bajar al reino de los muertos para llevarse a su mujer, Eurídice, de vuelta al mundo de los vivos... -se volvió a mirar a Enzo, como si acabara de recordar el lugar en el que se encontraba-. Los tres hablan de secuestros, amor, muerte y rescates... Es una curiosa elección decorativa. Y he... percibido una gran carga emocional latente en ellos... residuos de emociones tan intensas que han impregnado las telas... Especialmente en éste -dijo, refiriéndose al que presidía la sala.
No dijo nada más y no hizo preguntas. Raven no era dada a entrometerse en las vidas de los demás y respetaba la privacidad de su anfitrión, así que aceptó el asiento que el español le ofrecía justo antes de, contra todo pronóstico, tomar asiento a su lado. De nuevo el rubor tiñó sus mejillas, aunque la azariana confiaba en que la capucha lo hubiera disimulado esta vez.
Paradójicamente, podía mantener su perfecto control emocional ante la vista de arpías mitológicas, chicos lagarto y armaduras dotadas de vida, pero la cercanía de un hombre tan arrebatadoramente atractivo y varonil como Enzo era capaz de hacer tambalear su autocontrol, como se mostró en su repentina inseguridad que se reflejaba en la leve vacilación a la hora de responder a su pregunta, así como en la manera en la que procuró mantener la vista baja y al frente, evitando mirar al profesor a los ojos.
- Mis compañeros son... sin duda... increíbles -musitó, olvidando incluirse a sí misma en la descripción, o quizá omitiéndose de manera intencional-. No me equivoqué al escogerlos. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 24th Mayo 2017, 18:53 | |
| Mientras caminaban a buen ritmo, la joven interrumpió la ruta a su despacho para aproximarse a una de las alumnas que había visto rondando el despacho de Omar durante los últimos días. Os sorprendería saber lo difícil que se les hace hablar con los profesores y profesionales, y lo fácil que son capaces de sincerarse con otro tipo de seres. Había llegado a ver a varios alumnos invocando a Woodrow en las esquinas del castillo, y hablando con él durante mas de media hora. Tampoco sabía qué tipo de interés podían tener en expresar sus sentimientos con él, ya que al ser uno de sus primeros proyectos, tenía una emocionalidad muy limitada. También estaba Huwei, que daba algo de consuelo en el tema espiritual, y una vez superados los niveles, Mapp se convertía en un soporte tremendo para ellos. Pero no dejaba de extrañarle que les pareciera mas sencillo compartir sus sentimientos con criaturas que habían vuelto del paso, que con los que residían en su mismo plano. Pero sus consideraciones no le duraron mucho rato, ya que la joven hizo descender su capucha de nuevo, ofreciéndole otra vez la posibilidad de ver su rostro de gestos finos, casi felinos, rasgos que en una mujer segura de su feminidad habrían podido conquistar al hombre que quisiera. Pero por el contrario de lo que cabía esperar en un rostro afilado, estaba dotado de una dulzura especial. Distinta. Pudo percibirla en ella cuando sus ojos oscuros como de noche cerrada se posaron en la pequeña, y colocando sus manos sobre su rostro, hicieron que dejase de llorar, para dibujar una sonrisa. En ese instante, sacó varias lecturas de la joven titán llamada Raven. Era una émpata poderosa, capaz de variar y paliar el mal ajeno, y mas importante, con disposición a hacerlo. Podía afirmar con bastante seguridad que no necesitaba usar el tacto, pues había ido directa a por la pequeña, que no había mostrado mas rasgo de su tristeza de forma externa que un aislamiento que podría llegar a no interpretarse como tal. Las palabras que intercambió con ella no pudo oírlas, sin embargo, el tono de voz con el que hablaba tenía algo de comedido que le hacía pensar que tenía la predisposición de procurar que todos se encontrasen bien en su entorno, siempre que eso fuera posible. Cuando volvió a su altura, la frase le dejó aún mas claro algo. Estaba dispuesta a sacrificarse, sin que se lo pidieran. Su naturaleza era pura, despegada. Mostraba una total entrega que, aunque quisiera encubrir con un gesto egoísta de autoprotección, no era si no la excusa que la mayoría de émpatas encontraban a justificar el padecimiento que ellos sufrían por el resto. Cuando eres capaz de sentir el dolor ajeno, había tenido el placer de comprobar que en la mayoría de los casos, ese aumento del dolor que todos los émpatas decían padecer se trataba nada mas y nada menos que al dolor que ya presentían, añadido a su propia conciencia. Esa que les decía: "Si tienes posibilidad, ayuda". No todos sentían del mismo modo, desde luego, y sin embargo, cuando había enfrentado émpatas crueles o desalmados, la mayoría se habían desligado de sus propios sentimientos, o tenían graves problemas de psicopatía, paranoia, y otros problemas mentales que hacían que su percepción de la realidad estuviera alterada. Podía sonar descabellado, pero por su experiencia vital, la naturaleza de los émpatas siempre les inclinaba hacia el bien. A veces demasiado. Ser despegados consigo mismos, y valorar otras vidas sobre la suya propia siempre era su perdición. Era algo con lo que había tenido que lidiar en sus años de profesor, y su respuesta siempre era la misma: "Si eres incapaz de ver lo maravilloso que hay en ti, deja que yo lo haga... Siéntelo a través de mi."
Al cubrirse con la capucha, sus labios volvieron a mostrar ese rictus inalterable. A menudo las personas hacían preguntas al visitar la MKL. Ella no. La gente solía frenarse para contemplar algunas de las maravillas que ofrecía, tan disparatadas en algunos casos que parecían provenir del libro de mitología y fantasía mas alocado que hubiera podido imaginarse. Pero ella no. La mayoría proyectaban sus deseos, de una manera un tanto morbosa, mitad ansia y mitad curiosidad infantil, por saber y poder ver aquello con lo que de niños habían soñado, y al visitar ese lugar, se hacía posible. Eso no era para ella. Sólo hizo una cosa. Una sola. Detenerse a ayudar a una joven mutante que buscaba consuelo, para regalarle después una sonrisa que el resto del tiempo no parecía estar al alcance de los mortales.
Así, durante un par de segundos, envidió la suerte de la niña que había producido eso en el rostro de la joven titán.
Sus modos rivalizaban en maneras con quienes se habían ganado el título de Iron Maidens dentro de la institución. Se mostraba fría, distante, siempre controlada. Quizá fuese la única manera de mantener su poder a salvo. Extralimitarlo podría volverla loca, sobretodo en un lugar en el que había tantos pensamientos dispares, y en gran número. O puede que en realidad, sólo al usar su poder fuese capaz de mostrar emociones. Fuese lo que fuese, estaba deseando averiguarlo.
Cuando entraron al despacho, vio por fin un ápice de interés en ella. Curioseó entre los frascos, y se sintió con libertad de examinar algunos de sus grimorios, lo cual hizo que el hombre sonriera, complacido de verla algo mas confiada como para mostrar algo genuino, sin necesidad de pasarlo por el filtro de esa expresión de mármol.
El hombre se puso a su lado y contempló con ella los tapices. Era habitual que uno de ellos pudiera confundirse con la ficción, aunque en realidad esa batalla se había sucedido, aunque para nada como ellos pensaban. El unicornio y el toro rojo eran una alegoría de las eternas fuerzas del mal contra el bien, de lo inmortal contra lo caduco, de lo inalterable y lo corrosivo. De la belleza y la degradación. Aunque es cierto que no sólo era algo simbólico. En tiempos antiguos, muy oscuros, se efectuaban combates entre bestias, y el del unicornio y el toro de fuego fue el que dio fin a esa tradición. El toro mató al unicornio, y tras hacerlo, los presentes quedaron sumidos en una terrible maldición. Al morir el unicornio, la luz de su mundo se extinguió, y tuvieron que permanecer sumidos en un mundo de tinieblas, en el que la única llama encendida era la del toro rojo, obligado a vivir eternamente sumido en la pena de haber matado a tal bello animal. Era también una muestra de la crueldad, y de que al final, a todos nos llegaba la hora de dar el paso. O eso decían, al menos.
- Es cierto. Les tengo un gran y especial cariño. - dijo, acariciando el rostro de Perséfone en la tela, dejando que le embriagara una nostalgia agridulce, que es posible que leyeran los poderes de la joven émpata. Tras tomar asiento, el español abrió la botella de agua, y bebió un trago largo, para después cerrarla y dejarla sobre el escritorio. Seguía comportándose de esa manera distante, sin mirarle. Tenía la impresión de que la intimidaba. Con los hombres era algo normal, pero siempre había creído que sus formas con las mujeres eran muy buenas, y se sentía un poco contrariado el comprobar que Raven continuaba intentando mantenerse al margen, casi como si supusiera una amenaza. Sabía que no todo eran caramelos, cuando se hablaba de la MKL, pero se preguntaba qué habría oído por ahí respecto a ellos para mantenerse tan en guardia. - No lo dudo. - sonrió de nuevo. - Raven se que es pedir demasiado, pero... - trató de buscarla con los ojos, intentando que le mirara. Aunque era difícil saberlo, teniendo en cuenta que llevaba la capucha. - No te excluyas de tus propios cumplidos por humildad. Entiendo que para criaturas tan excepcionales como vosotros es complicado intentar hablar de todo lo que hacéis, sin sonar como si tuvierais poder absoluto. Conmigo, no tienes ninguna necesidad de hacerlo. Lo cierto es que tenéis un gran poder, grandes metas, e ideales muy nobles. Y querría poder oírte hablar de ello con la libertad de incluirte en esos logros. - sonrió, tratando de ser aún mas suave que de costumbre, procurando no intimidarla. - Así que ¿Tu fundaste el grupo de los Titans? Una iniciativa muy ambiciosa. Pero no puedo cuestionar que fueron grandes elecciones. Tu equipo es muy equilibrado y funcional. Una labor bien hecha. Enhorabuena. - la felicito. Le permitió una pausa, para que las palabras que le había ofrecido calaran en ella, y desvió la mirada hacia el mural. Quizá se sentía incómoda manteniendo la mirada. Así le daba esos instantes de libertad de movimiento, para que no se sintiera en la obligación de desviar la vista. - ¿Sabes porqué me encanta el mito de Hades y Perséfone?- preguntó, con la vista aún fijada en el tapiz. - Hades era el dios mas incomprendido. Al ser el señor de los muertos se le consideraba triste, retorcido y oscuro. Sin embargo, fue el único de todo el panteón griego que no se dedicaba a hacer correrías, a cortejar damas, a atosigar a los mortales, o a castigarlos. Nunca dejó que nadie diera el paso de la muerte solo. Siempre cumplió con su cometido, y a pesar de vivir aislado, se enamoró de Perséfone. Ese amor le transformó. Tanto que hasta abandonó el infierno para llevársela. Ella no tenía un sitio fijo en el panteón, y a pesar de que muchos otros dioses la cortejaron, nunca se dejó comprar por regalos u ofrecimientos. No era poderosa, si no humilde. Hades la raptó. Su amor le volvió loco. Pero al final, tuvo que dejarla ir. Su única condición fue que tras su marcha, no comiera nada. Pero ella comió las seis semillas de granada, obligándose así a volver seis meses al año. Así que incluso a pesar de que tuvieran que separarse, él tenía la seguridad de que ella volvería. De que al final, siempre estarían juntos. - mientras narraba la historia, no puedo evitar sus sentimientos. La historia de un comienzo con dolor, de noches enteras limpiando su frente de sudor, mientras ella se acostumbraba a los implantes. De la primera vez que consiguió hacerla sonreír. De todo lo que habían vivido. De la pérdida, que estuvo a punto de volverse loco. De volver a ver sus ojos abiertos, mientras acariciaba su rostro lleno de lágrimas, tras haberlo perdido todo por ella... sintiendo que merecía hasta su último aliento, si eso la mantenía unida a él.
Pasó en apenas unos instantes. Sentimientos fuertes, tórridos, todos retorcidos en una media sonrisa nostálgica. Pero de entre todos ellos sobresalía uno, puro y esencial, como el pilar maestro que mantenía en pie todos esos recuerdos. Como el tronco de un árbol que lo alimentaba todo. Amor. incondicional hasta un punto que era enfermizo. De indiscutible, tan bello que casi dolía.
- Es un recordatorio de lo humanos que llegamos a ser. Con nuestros errores, nuestras pasiones, y nuestros defectos. Pero también estamos llenos de buenas intenciones, valentía y amor. - sonrió, volviendo a mirar a la joven. - ¿Pero qué podría contarle yo de emociones a una émpata? - negó con la cabeza, con una suave risa.
Volvió a alzar la mano aproximando a sus labios la botella, no había sido del todo consciente de todo lo que había sentido, pero si notaba la boca seca, y los ojos ligéramente húmedos, y era mejor pararlo, por si acaso.
- Así que...- volvió a dejar la botella en la mesa, recuperando la voz tras carraspear. - Tu equipo. ¿Qué puedes contarme de ellos?- si se parecía en algo a él, le sería mas fácil hablar del resto que de si misma. Eso seguro. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 3rd Junio 2017, 23:28 | |
| Raven negó pesarosamente con la cabeza.
- No es humildad. Para ser humilde tendría que haber conseguido algún logro, pero no es el caso. Soy la hija de un demonio -como tantas otras costumbres y emociones humanas, la mentira le era ajena, pues se trataba de algo contrario a la filosofía y modos de vida en Azarath. Podía ocultar información en un momento dado, pero no era capaz de mentir y tampoco lo deseaba-. Cuando nací, los hermosos cielos color esmeralda de Azarath se volvieron negros como la muerte, y el dulce aroma a jazmín que llenaba sus calles fue reemplazado por el olor del azufre; la azotaron los terremotos quebrando el mármol de las aceras y sus columnas doradas, y los relámpagos iluminan desde entonces sus cielos en una tormenta sin fin. Eso es lo que he traido al mundo, Lorenzo: Promesas de muerte y destrucción. La mitad de mi alma es demoníaca; la otra humana, y ambas se enfrentan en una eterna batalla para conseguir la supremacía. Por ello me veo obligada a reprimir continuamente mis emociones, pues el demonio que habita en mí se nutre de ellas, y si llegara a vencer, un terrible mal se abatiría sobre la Tierra, ya que es lo único que mi padre, Trigón, necesitaría para invadir ésta dimensión. Vine a la Tierra buscando ayuda, pues yo sola no era capaz de enfrentarme a él. La Liga de la Justicia no quiso creerme, pues su hechicera, Zatanna, percibía la maldad que habitaba dentro de mí, así que tuve que reunir a los Titanes. Uno a uno los busqué para que se unieran a mí, y a los que no me fue posible convencer, los manipulé para que lo hicieran utilizando mis poderes. A pesar de todo, mi madre tuvo que sacrificarse para que pudiéramos detener a Trigón.
Había un gran dolor dentro de ella, un dolor desgarrado. Su madre, que siempre buscó la paz, tendría que estar para siempre en guerra porque ella no había sido capaz de encontrar la manera de vencer a su padre, y Wallace... No introdujo en él sus sentimientos hacia ella; aquellos sentimientos ya estaban latentes en su interior, pero ella los había intensificado, aprovechándose de ellos para alcanzar sus fines. Había estado mal, y siempre se sentiría mal por lo que hizo, pero en aquél momento se encontraba desesperada y había hecho lo que consideró necesario para conseguir la ayuda que la Liga de la Justicia le negaba. El fin justifica los medios... o eso se decía.
Si, Raven sufría. Sufría por todo cuanto había tenido que hacer, todo por lo que había tenido que pasar, y no se le permitía exteriorizarlo.
- Así que no, no soy humilde, pues no es humilde quien no tiene logros de los que presumir. Creo que en toda mi vida no he hecho nada de lo que pueda sentirme orgullosa -musitó al fin con un hilo de voz-. Sólo he traido desgracia y destrucción desde el mismo momento de mi nacimiento, y mi propia existencia supone una amenaza enorme para el mundo -volvió a negar con la cabeza-. No soy como mis compañeros, Lorenzo. Ellos viven de manera desprendida y noble con el único fin de ayudar a los demás. Se arriesgan día tras día para lograrlo. Ellos son los verdaderos héroes, no yo.
Algunas emociones son como una sinfonía, y cuando Lorenzo comenzó a narrar la historia de Hades y Perséfone Raven sintió cómo las notas comenzaban a fluir hacia ella; los bailarines cobraban vida y empezaban a danzar al ritmo de una música maravillosa, con sus corazones latiendo al ritmo desenfrenado de las pasiones desbordadas. Raven lo vivió todo con la misma intensidad con la que lo recordaba Lorenzo; escuchó la risa de su esposa, escuchó su llanto, experimentó la alegría del español, y experimentó también su desgarradora tristeza. Su alma se estremeció con el calor ardiente del deseo en los momentos íntimos que la pareja había compartido, haciendo que el rubor subiera hasta sus mejillas y que un leve jadeo escapara de entre sus labios, como si ella misma estuviera experimentando en su propia piel el roce de aquellos dedos morenos. Y, por encima de todo, un sentimiento prevalecía, puro, fuerte, hermoso y sin mácula: amor. Un amor como no había experimentado nunca antes. Un amor como posiblemente nunca llegaría a experimentar.
Apenas duró unos breves instantes, pero para ella fue como una eternidad. Se tambaleó en la silla, jadeante, como si se estuviera recuperando de una fuerte impresión, o de un golpe.
- Tú... la amabas. La amabas mucho -musitó-. Con toda tu alma y todo tu ser. A tu Perséfone -vaciló y se mordió el labio interior. No estaba segura de querer saber la respuesta a la siguiente pregunta, o de experimentar las emociones que podía llegar a desencadenar-. ¿Qué le pasó? Ella... ¿está muerta? | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 12th Julio 2017, 18:22 | |
| Escuchó la historia de Raven sin interrumpirla lo mas mínimo, a pesar de lo mucho que deseaba hacerlo. Pero el tiempo y la experiencia le habían enseñado que, por irracional, superficial, o doloroso que pareciera algo que se compartía con otros, en el terreno emocional todo era válido de base. Podrías tratar de enseñarle a la otra persona los motivos por los que se equivocada, porqué aquello que sentía no tenía razón o base para sustentarse, y por mucho que la otra persona lo comprendiera, podría seguir sin ser capaz de alterar sus sentimientos. Él mismo sabía lo que era sentirse miserable, solo, desesperado por una sensación de pérdida tan grande como para haberle enloquecido. Por la que merecía la pena abandonar el calor de la seguridad, sólo por una posibilidad tan remota que casi podría decirse que era un mito. Y contra toda explicación, razón o argumento, que apoyaban que su decisión era la errónea, lo había hecho.
Y aún a día de hoy, todavía dudaba... al menos hasta ver su sonrisa. La única certeza que para él valía la pena, y despejaba de un plumazo el peso de haber perdido todo.
Enzo no era un émpata, pero sólo bastaba ver qué tipo de afirmaciones compartía Raven para darse cuenta del profundo lamento que resguardaba tras esa expresión de mármol, grave y solemne. Llegaba un punto a medida que abrías tu mente a lo que el mundo era en realidad, y no a la cómoda burbuja en la que todos parecían aposentados sobre sus prejuicios y miedos, que te hacía desear que ojalá no hubieras escuchado nada como eso antes. Pero no era así. Para la mayoría de híbridos, ese era el pan de cada día. Repudiados por ambas razas, en el mejor de los casos, condenados a la muerte o a la destrucción. Criaturas cuyos destinos ya se habían sellado por los anhelos y deseos de otros, arrebatándoles su identidad individual, esclavizándolos bajo un objetivo que ellos ni habían elegido, ni en la mayoría de los casos querían cumplir. Educándolos en un lavado de cerebro en el que sólo servían para sus cometidos, u obligándolos a enfrentarse a todo lo que conocían para revelarse contra lo que les había sido impuesto. Era tan triste pensar que a base de verlo tanto, Enzo ya tenía varias herramientas para enfrentarse a ello, que no quería centrarse en ese sentimiento, y que Raven se sintiera incómoda al presentirlo a través de él. Lo más desgarrador es que el número de criaturas que vivían así se elevaba cada día que pasaba. Cada amanecer, había una criatura mas en el mundo a la que se le había educado para creer que acabaría con el mundo. Que extinguiría a su raza. Que cometería los actos mas deleznables que se les pudiera ocurrir, y que aquello estaba grabado en piedra. Aplastados bajo una losa de remordimientos que les inculcaban simplemente por haber nacido.
- Hay una pequeña niña, que estoy seguro, no estaría nada de acuerdo contigo. - dijo, después de que por un momento guardara silencio, sabiendo que no por que no tuviera cosas que decir, si no porque su voz estaba amenazando con quebrarse, al hablar de ello. La inalterable expresión de la titán podría aparentar contradecir la carga emocional de su mensaje. Pero una vez Enzo supo el motivo que la llevaba a aislar sus sentimientos, comprendió que se debía a un mecanismo de defensa. Esa joven estaba desnudando su corazón, y el debía recibirlo con manos suaves y cálidas, si quería ser capaz de entender todo lo que era un misterio de ella. Obviar el contacto físico le resulto terriblemente difícil. Deseaba darle la mano, o apoyarla en su hombro. Ser de algún consuelo. Pero quizá eso complicara la situación a la hora de contener sus emociones, al fin y al cabo, el contacto físico era muy poderoso. - Que un acto sea pequeño, no significa que sus implicaciones no puedan ser muy, muy grandes. Y tu tienes esa capacidad, Raven. Acabo de verlo. Incluso si quieres escudarte en cualquier explicación que te arrebata los méritos, son tus actos, y no tus motivos quienes hablan por ti. - tomo aire profundamente en silencio durante unos segundos antes de continuar. - Cargar el peso de hacer peligrar el mundo sobre tus hombros es un lastre compartido entre todos, Raven. Tú mejor que nadie debes saber lo que un simple humano puede hacer, sentir y lograr con las emociones adecuadas. Y también del daño que es capaz de causar con las equivocadas. Contigo aquí, el mundo no peligra mas que con cualquiera de los otros muchos condenados por su raza, su educación o sus leyendas. Esta institución esta llena de ellos. Semidemonio, Demi dioses, entidades durmientes, todas ellas destinadas a grandes cosas, tanto creativas como destructivas. Y si embargo, es su presencia aquí lo que vuelve el mundo menos cruel, y más mágico. Lo que nos alienta, y nos ofrece la fantasía de una realidad en la que no todo es lo que vemos. Es su lucha contra lo que decidieron por ellos la que nos inspira, y sus fuerzas para combatir cada día por ser quienes ellos quieren ser, y no quienes les impusieron que fueran, las que nos insuflan. - explicó, sin poder evitar dibujar una media sonrisa. Sus ojos parecían nostálgicos por un instante, hasta que volvió a mirar a la joven de nuevo, buscando su rostro bajo la negrura de la capucha. - Contigo aquí, Raven, el mundo no corre mas peligro que sin ti. Y sin embargo, sí es mas amable cuando tu estás, para hacer que las jovencitas como la de ahí fuera recuperen su sonrisa. - finalizó.
Tras la historia de los tapetes, pudo comprobar que incluso a pesar de la sombra que cubría su rostro, este había adquirido un color rojizo. El sonrojo era un regalo, una pincelada de anhelo sutil. Algo que siempre era bello ver en el rostro de cualquier mujer, pero por algún motivo, con ella, que tanto inhibía toda reacción, era como el fruto prohibido, tentando con su aparición los deseos de quebrar esa cubierta impertérrita que esgrimía, ya a tan corta edad. Jadeaba como si acabara de recorrer la institución entera a la carrera, a pesar de no haberse movido del sitio.
Ante su afirmación, no pudo si no contener apretando la mandíbula la repentina necesidad de humedecer sus ojos. Porque si bien jamás había sido partidario de que los hombres no debían llorar, si lo era de que no debían hacerlo para incomodar a los demás y menos en una circunstancia como aquella. Asintió con la cabeza de un modo calmado y pesaroso, sus ojos húmedos a causa del mar de sentimientos que le inundaban. La amaba. La amaba tanto como para haber perdido todo, salvo a ella. La amaba lo bastante como para saber de forma inequívoca que volvería a tomar esa decisión de nuevo, y el resultado no cambiaría. Que no habría ni un instante de duda. Porque no merecía menos que absolutamente todo lo que de él quisiera.
- Si...- suspendió ese breve monosílabo en una sonrisa que se desvanecía en un poso de recuerdos aún mas potente. Su risa, que era como un trino. Cómo convertía el hecho mas cotidiano en una aventura a su lado. Cómo vivir era tan emocionante desde que la había encontrado, que no había modo de pensar en el tiempo pasado. Pensó en el terror que producía en él sentir que la necesitaba de ese modo. La vehemencia con que la había encerrado sus sentimientos, en secreto, mientras cuidaba de ella cada día, hasta que se hizo insostenible. Cómo un joven mas bien retraído respecto a las mujeres encontró la fuerza para confesar el devastador incendio que sentía dentro del pecho. El primer beso, en una noche silenciosa, bajo una luna menguante y tímida, en la puerta de la tienda. La belleza que residía en cada milímetro de su cuerpo, que a ella le horrorizaba. El modo en que se le anegaban los ojos de lágrimas, cuando él insistió en besar cada centímetro de sus laceraciones.... Y con la pregunta de Raven, llegó el terrible vacío de un recuerdo encarcelado bajo preocupaciones frívolas, que ahora no podían ocultarlo. Una sensación de pérdida tan grande, que si la titán la sentía por igual, se sentiría consumida por la necesidad de hacer cualquier cosa por cambiarla. Que le permitía sentir de manera genuina esa neutralidad que ella se imponía, esta vez de forma real. Todo lo que le hacía minimamente capaz de sentir, se desvanecía. lo que producía su alegría, su pena, su nostalgia, su deseo... todo caía en la nada, y ahí se desvanecía. A la nada donde iba, ya no la recuperaría.
Enzo no pudo evitarlo en esta ocasión. Alargó la mano hacia la pequeña de Raven, la tomó bajo su propia mano, mucho mas grande, y la estrechó con tal delicadeza que parecía estar cogiendo algo frágil y precioso. Buscó sus ojos de nuevo, antes de ser capaz de volver a hablar.
- Ahora ya no.- respondió, para volver a quedar en silencio. Y quizá entonces Raven lo sintió. Su mano inerte, su cuerpo sangrando, mirándole con los ojos vidriosos. Peor que la mayor de las tragedias. Peor que el fin mismo del mundo, al menos, para él así lo era. La desesperación que le había hecho tomar la mayor decisión de su vida. La magia arremolinándose a su alrededor, para luego retirarle su favor cruelmente, mientras un sólo camino, hasta entonces oscuro, se iluminaba con una neblina difusa. El tercer ojo sobre su frente. Y el alivio incomparable de volver a escucharla respirar... De verla sonreír, de nuevo. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 19th Julio 2017, 11:30 | |
| Las palabras de Enzo le recordaron las que le había dedicado Roy algunos meses atrás. Era cierto que, agobiada por la inmensa carga de su herencia olvidaba a menudo el valor de sus propias contribuciones. ¿Cuántas veces había salvado la vida a algún miembro de su equipo? Richard, Kory, Víctor, Roy, Wallace... Había perdido la cuenta. También le hizo pensar en la cantidad de veces que ella y sus compañeros habían fustrado planes de personas, con o sin poderes, que habían pretendido causar una gran destrucción a través de actos terroristas, o de seres como Trigón que habían intentado devastar el mundo. Nunca se había detenido a considerarlo, pero era cierto que hasta un niño tenía la capacidad de apretar el botón de una bomba. Toda criatura racional tenía la potencialidad para causar el bien o el mal, y la destrucción podía venir desde cualquier origen inesperado. Percatarse de que esa responsabilidad no descansaba únicamente sobre sus hombros le produjo una cierta sensación de alivio, como si parte de ese peso hubiera desaparecido. Se dio cuenta de que Lorenzo y Roy eran las dos únicas personas que había conocido que la trataban con completa normalidad, como si fuera una más, sin que pareciera afectarles en lo más mínimo su naturaleza demoníaca, y comprendió que quizás eso era lo que había determinado su manera de ser y de pensar. Los monjes de Azarath se habían dedicado durante toda su vida a dejarle muy claro la clase de peligro y amenaza que era. Le habían puesto de nombre Raven, cuando el águila era el símbolo del Templo, porque el cuervo era un ave que desde siempre había estado vinculada con el mal, el demonio y la oscuridad. La mayoría de los monjes le tenían miedo, y le habían puesto aquél nombre como un recordatorio constante de la amenaza que ella suponía por el hecho de ser la hija del diablo. Uno de los azarianos, un magistrado llamado Juris, incluso había intentado matarla arrojándola al vacío del espacio en el momento de nacer. Después, en la Tierra, la Liga de la Justicia la había rechazado por lo que era, Zatanna le había dicho a los Titanes que no podían confiar en ella porque era malvada, Wallace la había despreciado abiertamente por su naturaleza demoníaca e incluso le había recomendado a sus compañeros que la abandonaran cuando la Hermandad del Mal la había capturado. Los demás se habían portado siempre bastante mejor con ella, sobretodo Koriand'r, Donna y Richard, pero incluso a ellos les marcaba la sombra de lo que ella era, y el recordatorio constante de la amenaza que podía llegar a suponer asomaba a veces en forma de cierto recelo cuando actuaba de manera inusual o extraña. Intentaban aparentar normalidad cuando estaban con ella pero no podían evitar el desasosiego de verla como una espada de Damocles. Prácticamente nadie la había tratado con auténtica despreocupación hasta que había conocido a Roy, y ahora también Lorenzo actuaba como si no le importara en lo más mínimo, sin dejar que ese conocimiento afectara la buena impresión que se había formado de ella. Y, al igual que le había pasado con Roy, notó algo que se agitaba en su interior, un sentimiento extraño que no era capaz de definir pero que resultaba... agradable y cálido. Lorenzo de Borgia no pensaba que fuera una amenaza, y le decía que el mundo era más amable gracias a ella. ¡A ella! Roy le había dicho algo parecido, pero no tan hermoso, ni con tanta intensidad. Por primera vez en su vida se sintió realmente especial y el color afloró de nuevo a sus mejillas. Pero entonces el dolor le golpeó de nuevo; un dolor fuerte, intenso, terrible. Raven notó su terrible tristeza, su soledad, con la misma magnitud con la que antes había percibido la fuerza de su pasión, y un sentimiento de amor desgarrado y arrollador la embistió con la potencia de una crecida. Raven se llevó una mano al pecho al notar un agudo dolor en el corazón, como si se lo arrancaran. Ella... había muerto, se la habían arrebatado, y el terror de su pérdida era opresivo, asfixiante. Raven sentía que le faltaba el aliento; era demasiado... Ya le había costado asimilar el torrente de ardientes sentimientos que destilaba el amor de Lorenzo sin perder el control, pero el dolor... su dolor... Las emociones negativas siempre eran mucho peor, y ahora Raven chapoteaba en el mar de los sentimientos que siempre se había visto obligada a rechazar, pugnando por no ahogarse. Lorenzo cogió su mano, pero Raven no le veía a él, sino a su esposa. Vio su cuerpo sangrando y aquellos ojos que la miraban sin vida mientras la carne se iba descomponiendo a su alrededor hasta formar la viva imagen de la muerte. Pronto sólo quedó el hueso, el rostro sonriente de una calavera que se desintegró ante sus ojos dejando únicamente desolación y angustia tras de sí mientras ella caía y caía retorciéndose en el infierno más infinito. ¿El infierno? No... no era el infierno, sino el purgatorio. Miraba a través de los ojos de Lorenzo y se veía atrapado en el purgatorio, una pesadilla por la que ya había caminado antes, y... ¿qué haría? ¿Qué estaba dispuesto a hacer, a sacrificar, con tal de tenerla de vuelta? Un grito, terrible, rompió la intimidad del momento; el suelo tembló, el azufre la rodeó y una explosión de energía empujó a Lorenzo hacia atrás con un poder devastador, derribando por el camino la silla, el escritorio y una de las estanterías. Raven, la otra Raven, se puso en pie, despojada de la capucha bajo la que su otro yo se había mantenido oculta como una cervatilla asustada. Pero ahora ya no se ocultaba, no... porque ésta nueva Raven no temía a nada ni a nadie y se erguía con confianza y seguridad. Al fin controlaba todo su poder, sin cortapisas ni restricciones, y sabía... que era imbatible. Ésta nueva Raven miró al mago abatido en el suelo y su mirada era fría, gélida y distante, muy diferente a la de la chica que había conocido un minuto antes. Y quizás fuera la tensión del momento, pero juraría... que durante una fracción de segundo le vio dos pares de ojos en la frente. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 27th Septiembre 2017, 02:43 | |
| No tuvo comedimiento, era incapaz de tenerlo respecto a sus sentimientos. Porque mantener la calma sobre sus sentimientos era sencillo, siempre y cuando no leyeran a través de él. Olvidaba con facilidad lo complicado que resultaba para un empata adquirir ese nivel de intimidad con gente ajena, la dificultad de afrontar problemas que no formaban parte de sus vidas con la mirada en primera persona que adquirían a través de la profundidad de comunicación y entendimiento que su poder les permitía. Con los años había aprendido trucos, métodos, y formas de entablar comunicación y contacto con ellos sin ahondar en sí mismo, algo que conservaba de forma exclusiva para sus mas allegados, y en la mayoría de los casos de forma sesgada. Soslayada por la frivolidad con que trataba su propia emocionalidad, lo que era incapaz de cubrir era su potente intensidad. Su sangre latina era la que alimentaba su corazón, y lo que le convertía en indómito y salvaje, en tierno y considerado, era también lo que le hacía tener dificultades para intentar atenuar todo lo que, supuestamente, sólo el tiempo era capaz de curar. Habían pasado años, y seguía siendo irrelevante todo lo que había tratado de hacer para encararlo. Ni toda la magia del mundo podría curar los sentimientos heridos y desgarrados que de vez en cuando aún le atenazaban, vívidos como si fueran constantes, como un recordatorio a diario. De todas formas ¿Alguien tendría el valor de culparlo? ¿Cómo olvidar algo semejante?
Pudo comprobar que algo iba mal cuando la joven se echó la mano al pecho, y comenzó a respirar como si todo el aire del mundo no fuese suficiente para satisfacer la frenética demanda de su pequeño torso. Jadeaba de manera alarmante, y todo sucedió lo bastante rápido como para no tener tiempo de reacción. Aquello no era como esquivar una bala. Era tan complejo como para haberle pasado desapercibido hasta que fué demasiado tarde para evitarlo en modo alguno. Así que sobrepasó el límite de Raven.
Y la desbordó.
La honda expansiva cargada del apestoso aroma del azufre, precedida de ese grito desolador que fué capaz de helar su sangre caliente, hizo que abriera la boca un instante antes de salir despedido hacia el suelo por la violencia contenida en esa repentina explosión. Cayó de la silla sobre su lateral,golpeándose el codo y la cadera. No era lo bastante fuerte como para romper sus huesos, pero la caída si le produjo bastante dolor. Tosió al respirar la atmósfera cargada de ese vapor ardiente que era la firma misma del infierno. Su aparición no se demoró, como siempre que necesitaba ayuda o consuelo en ese tipo de asuntos.
- ¡Lorenzo! ¿Qué ha pasado?- su silueta retorcida apareció con una suave humareda negra que se desvaneció, dejando tan solo una pequeña figura, que recordaba a algún tipo de animal peludo sin determinar. Como una mezcla entre felino, carnero y ser humano, los hilos de humo que salían despedidos de sus extremidades no eran lo que más destacaba del Diablillo Cojuelo. Aparte de los dos enormes cuernos retorcidos, que recordaban a los de sus congéneres demoníacos, solo que mal formados, y la pata que constantemente mantenía recompuesta por los vendajes y sobre la que apenas se apoyaba, si algo destacaba de él por completo eran los ojos de un color anaranjado tan intenso, y con unas vetas tan variadas, que parecían pura lava ardiendo en el interior de su cráneo. Cogió el rostro de Lorenzo, levantándolo, y absorbiendo parte del Azufre del ambiente, mientras desviaba sus dos ojos hacia la mujer. Los entrecerró y rumió algo con un tono gutural imposible en una criatura con el tórax de ese tamaño. Lengua de demonios. - Trigon.- gruñó después entre dientes.
Lorenzo se recompuso como pudo mientras observaba el despacho destrozado. Su atención se centró sin poder evitarlo en la nueva figura que se había levantado, privada de la capucha que había mantenido su rostro oculto bajo una sombra protectora. Incluso en ese delicado momento, tuvo la lectura de que no eran tan distintos. Donde él usaba frivolidad, ella una capucha. Pero el objetivo de sus máscaras, por diferentes que fueran, era el mismo. Mantener sus emociones alejadas del resto. Algo que al parecer, en ese momento, no les estaba dando resultado. Dos brillos extraños, como ojos avizores, se desvanecieron de su rostro, como si se hubiera tratado de algo que él había imaginado. Aunque tenía la certeza de que no era así. La mujer que tenía delante en nada se parecía a la que había tenido el placer de besar la mano unos momentos antes. El misterio que le había cautivado ahora se había vuelto una seguridad heladora, firmada con el vivo ejemplo de la impasibilidad. Como si sus ojos fueran capaces de condenarte al olvido con un solo pensamiento.
- Quizá te has pasado de efusiva. - comentó, tratando de conservar su carácter desenfadado y educado, recomponiéndose tras levantarse del suelo, y colocar la silla en el sitio anterior.
- Trátala con cuidado, joven Mancebo. Se trata de la hija de Trigón. - le advirtió el diablillo, deslizándose detrás de él, sin perder ojo en la joven.
- Tranquilo, Cojuelo. Déjanos solos. - le pidió en castellano. El diablillo no pareció nada contento ante esa petición.
- En sus poderes reside una fuerza poderosa e imparable. No debe ser tomada a la ligera. - le advirtió, antes de entrar en combustión espontánea y consumirse. El modo que tenía de desaparecer y aparecer.
Cuando volvieron a quedarse solos, salvo por los enemiguillos, que por su cuenta habían comenzado a recomponer el despacho, recogiendo como por arte de magia las botellas, frascos, grimorios y artefactos a su lugar, y tornando los muebles en su estado original, el hombre miró largamente a la Titán. Una cuyos ojos abúlicos eran capaces de engendrar un desasosiego que jamás habría creído posible en un rostro que instantes antes había destilado tal piedad.
- Creo que me he excedido. Por ello, te pido que me perdones. - dijo tendiéndole la palma de la mano entendida, buscando depositar un beso en el reverso. - Pero antes de hacerlo, ¿Podrías ofrecerme de nuevo el regalo de tu nombre? - le preguntó, procurando mirarla a los ojos en todo el proceso, buscando valorar el menor cambio en su rostro. Cualquier indicio de que la joven estaba aún allí. No sabía si su naturaleza demoníaca funcionaba exaltándola, o si se trataba de una personalidad anexa que salía a la luz. Si era un cambio, una transformación, una doble identidad. O una mezcla de todas ellas. O quizá ninguna. A pesar de lo cual, se forzó a mantener la calma, e ir sosegando sus emociones, con el propósito de ayudarla. Eso era lo primordial en ese momento. Había tratado con muchas criaturas a lo largo de su vida, así que tenía la ventaja de la experiencia. Pero por otro lado, había comprobado de sobra cómo lo que funcionaba con un ser era contraproducente para otro. Ahora debía tantear con sumo cuidado, y proceder con aquellas estrategias que le dieran mejor resultado, teniendo en cuenta las respuestas que recibiera por parte de la mujer. Se decantó por un contacto emocional, libre de palabras. Algunas razas consideraban el habla un método de engaño, y si tus pensamientos distaban un mínimo de lo que transmitías por tus labios, montaban en cólera.
Dio un par de pasos hacia ella, decidido a respetar su espacio personal en la medida de lo posible, y buscó el contacto visual. El misterio de sus ojos le permitió centrarse en ello, para liberar su mente de la tensión que acababa de vivir, mientras su corazón aún latía con fuerza, y trataba de estabilizarse despacio. Alzó una mano, y retiró un mechón de pelo de un negro tan profundo que casi era azul a la luz, con extrema delicadeza, colocándolo tras su oreja desnuda. Aguardó durante algunos segundos mas, respirando cada vez mas despacio sin alterar su expresión, a pesar de que los posos del desagradable aroma a Azufre aún estaban impregnados en el ambiente. Tragó saliva, y con suavidad, posó las manos sobre sus hombros, mirándola en silencio, con un contacto paternal y tranquilizador. Sus manos descendieron, dibujando el borde de sus brazos delgados hasta sus manos, que estrechó con suavidad. Lo bastante como para que ella las retirara si lo consideraba necesario. No perdió contacto visual en ningún momento durante el proceso. Mientras él recuperaba el control de sí mismo, también procuraba transmitirle a ella ese sosiego. Muchos híbridos de demonio se sentían tranquilizados cuando recibían un contacto sensitivo que les distrajera de su propias tribulaciones. Les hacía sentir menos solos, con certeza de las limitaciones de su cuerpo, y tratados con un cariño del que a menudo carecían. No sabía mucho de la muchacha, pero quizá eso la distrajera lo bastante como para abandonar ese estado de apatía inmensa que percibía en ella. No dejó que esas inquietudes afloraran en el, a pesar de que su preocupación por ella era palpable aún en la nube cada vez mas neblinosa de sus emociones. Procuró enfocarse en aquellas que eran mas productivas para conseguir lo que pretendía. El diálogo silencioso.
Cuando estuvo preparada, el hombre desvió solo un instante su mirada hacia la silla que había levantado, y dando pasos calmados de espaldas, sin soltar sus manos ni un sólo momento, se sentó en ella despacio, con las piernas entreabiertas. La miró desde esa nueva perspectiva, con la cual se entregaba a su merced. Ella mas alta que él, quería transmitirle esa sensación de menudencia por su parte. De otro modo, lo sabía, resultaba bastante imponente. Barajaba la opción de que ella se hubiera puesto a la defensiva. Aunque creía haberla tratado con la suavidad que merecía, le había costado conectar con Raven, y sentía que ese extraño cambio quizá procediera no sólo de los sentimientos que impregnaban la sala, si no también de alguna reticencia que ella albergara para con él. Se mantuvo así durante un par de minutos, mirándola en completo silencio desde esa posición, antes de atreverse a dar el siguiente paso. Elevó la mano derecha de la joven con la palma hacia su rostro, y besó con dulzura cada una de las yemas de sus dedos. Con eso, tradujo un sentimiento que no tenía nombre para ella. Para que tuviera la certeza de que, a pesar de lo que acababa de suceder, el continuaría aceptándola como lo que era, que no veía peligro en su compañía, y que nada había cambiado la ternura que sus misterios habían despertado en el espíritu del Español. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 2nd Octubre 2017, 01:22 | |
| Ella le observó sin inmutarse, altiva, serena, sin miedo, con la seguridad de quien se cree a sí mismo en posesión del control. Para la hija de Trigón, aquél simple mortal no suponía amenaza alguna, así que le dejó hablar, sin dejar de observarle en todo momento como quien observa un curioso experimento, o una nueva especie nunca antes vista.
- Yo soy... todas tus esperanzas y sueños, Enzo -aquella era la primera vez que se dirigía a él por la abreviatura en lugar de por el nombre completo. Raven siempre evitaba las familiaridades por la misma razón por la que rehuía el contacto físico: porque de ésta forma mantenía las distancias y hacía más difícil el surgimiento de emociones. Pero aquella nueva Raven no tenía ese problema, no... Ella no rechazaba las emociones, sino que se deleitaba en ellas-. Soy... tus más profundos deseos... -mientras hablaba, un zarcillo de anaranjado humo sulfuroso trepó por la pierna de Enzo, envolviéndola como la caricia de una amante-. Puedo hacerte sentir tan, tan bien...
Su aspecto parecía el mismo... pero a la vez, no lo era. Sus labios parecían más carnosos y habían adquirido, de repente, una tonalidad carmesí mucho más intensa y apetecible, como el color de una manzana roja madura, y, cuando el nigromante le apartó el mechón del rostro y le acarició los brazos, se entreabrieron para dejar escapar el aire con un sonido sugerente. Su tono de voz también había cambiado, tornándose suave, ronco, seductor. Pero, tal vez, lo que más había cambiado era la expresión de sus ojos, derrochando una seguridad y una determinación que hubieran parecido impensables en la jovencita tímida y apocada que acababa de conocer. En ningún momento trató de apartarse, y tampoco rompió el contacto visual que él había procurado establecer. Sus acciones parecieron complacerla cuando se sentó en la silla, y ronroneó como un gatito cuando procedió a besar las yemas de sus dedos, sin poder contener una sonrisa malévola y juguetona. Cuando él hubo terminado desplazó la mano hasta situarla en su mejilla, acariciándole con dulzura.
- Oh, Enzo... Has visto mi verdadera cara. Has visto a mi padre, Trigón... Pero no te has asustado ni has intentado atacarme como tantos otros antes que tú... -con la inocencia intencionadamente fingida de una colegiala se sentó sobre sus piernas al lado de su asiento y apoyó las manos sobre sus rodillas. No dejaba de mirarle a los ojos y, de repente, Enzo podría sentir una súbita y agradable sensación de calor que ascendía por su cuerpo-. En lugar de eso, me has tratado bien. Has intentado ayudarme... Qué... dulce, Enzo...
La muchacha se incoporó y comenzó a trepar por su cuerpo ascendiendo desde abajo, apoyándose sobre sus muslos con una mano y una pierna mientras la otra mano le levantaba lentamente la camiseta, acariciando su firme y musculoso torso, entrelazando los dedos por entre el oscuro vello que lo recubría.
- Has tenido que renunciar a tantas cosas, Enzo... Yo puedo leer tus emociones, esas que siempre ocultas ante los demás... Puedo ver el dolor que se oculta tras esa apariencia desenfadada... -cuando su rostro estuvo, al fin, a la misma altura que el suyo, le rodeó el cuello con los brazos, acercándole a su boca, tentadoramente abierta-. Estás al borde de un precipicio, Enzo... Necesitas algo a lo que sostenerte. Me necesitas a mí...
El azufre los envolvía por completo, aturdiendo sus sentidos con su embriagador aroma dulzón. Su boca estaba cada vez más cerca de la suya...
- Ella... te desea -musitó acariciándole la nuca-. No es difícil imaginar por qué... Vas a ser un aperitivo delicioso...
En cuanto sus labios se unieron a los suyos, Lorenzo pudo sentir como todas las emociones cálidas y agradables que le habían embargado hasta el momento se desvanecían de golpe para ser sustituidas por una sensación de frío extremo, como la misma muerte. La gelidez pareció atravesarle con la desgarradora precisión de un arpón hasta clavarse en el mismo centro de su ser... Y no andaría errado, porque, mientras que la Raven humana se nutría con las emociones, su contrapartida demoníaca se alimentaba de almas. Y estaba succionando lentamente la suya. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 7th Marzo 2018, 00:26 | |
| Era peligroso, y arriesgado. Pero Lorenzo ignoraba el tipo de cambio que experimentaba Raven al entrar en ese estado, fuese cual fuese. Sólo cuando empezabas a invertir tiempo en conocer a las criaturas, las examinabas y comprendías, era posible que empezaras a interactuar con ellas de una manera productiva. Su mentor y maestro, Lesmes de Rocamora, había insistido mucho en ese aspecto. Le había obligado a pasar varias semanas de documentación y observación, en especial a los bovilinuos. Eran una especie de oruga monstruosa, que no parecía variar en absoluto. Podías pasar horas mirándolas y no hacían nada, ni siquiera parecían respirar. Lorenzo llegó a pensar que se trataba de un engaño, que no eran más que piedras pintadas y que su maestro le tomaba el pelo. Se sintió muy ofendido. Y entonces, en su segunda luna llena, su maestro le hizo salir fuera de su carromato, lo sentó en la mesa, y le obligó a mirar el frasco, mientras lo bañaba la luz blanquecina. Sucedió todo en un instante, las orugas temblaron, colapsaron hacia dentro con un estallido de color brillante, y se convirtieron en pequeños fuegos fatuos elementales. Su belleza era hipnótica, difícil de describir, como lo fué el instante de magia efímero que dió lugar a su nacimiento. Lo que su maestro le dijo entonces quedó grabado a fuego en la cabeza del español: “Nunca subestimes algo sólo por no ser lo que esperas. Mejor, aprende a ver las cualidades de cada criatura, por pequeñas que sean o desapercibidas que puedan pasar. A veces, un ser es hermoso simplemente por ser. Otras, brilla con fuerza cuando es necesario. Algunos nacen con maravilla, culminan el cenit de su vida con majestad, y se extinguen con complacencia. Cualquiera de esas criaturas es bella a su manera, pero sólo si tienes paciencia descubrirás sus misterios. Recuerda bien esto, joven Lorenzo: Deja a los seres ser lo que son, y no lo que tu quieres que sean.”
Nunca había sido un mal consejo. Ni cuando había corrido peligro, cometido temeridades o acabado en el hospital a causa de enfrentarse a criaturas que le superaban. Siempre había sido capaz de aprender algo que, en un siguiente encuentro, le permitía actuar mejor. Cuando es tu pellejo el que está en juego, tu cerebro acaba registrando de modo muy concreto todo lo que puede ayudarte. Tanto si quieres como si no.
Ese era su primer encuentro con Raven, y no quería presuponer nada. Debía actuar del modo que le permitiera conocer lo máximo posible. Desde abajo pudo contemplar con claridad cada mínimo cambio en ella. De manera instantánea, había sido destacable. No tanto a nivel físico, tal vez, como de naturaleza.
Animales, personas, seres mágicos. Todos tenían una cosa en común, y es que en la mayoría de los casos, ninguno de ellos puede ir en contra de su naturaleza. De su verdadera naturaleza.
Él no era capaz de adivinar si la actitud anterior se trataba de algún tipo de treta, y esta era ella en su estado más puro, si en realidad esto no era más que el resultado de someterse a una situación adversa, o si más bien se trataba de algún tipo de entidad dormida que bajo las condiciones adecuadas despertaba, utilizando a la verdadera Raven a voluntad. Ella le había dicho que era un demonio, pero no era la primera persona que se consideraba como tal cuando no era más que la víctima de una desgraciada posesión. Fué cuando habló que Lorenzo pudo empezar a hacerse una idea de la repercusión de lo que acababa de suceder. Su mensaje inundó sus oídos con la fuerza de la corriente generada por una presa abierta, pero su voz deliciosa, convertida en mieles, templó la sensación de alarma que su cerebro trataba de transmitir, amansando los pensamientos que le recordaban los peligros pasados. En su labios se deslizó un nombre mancillado, que le hizo consciente del estigma heredado.
La caricia de sus dedos le hizo arder el rostro, llenándolo de un rubor evidente incluso a pesar del bronceado. Raven se arrodilló y se apoyó sobre sus rodillas, con expresión dulce, y le hizo sentir miserable de permitir que su bella piel blanca tocase el suelo. Su silencio era una agonía lenta, sus palabras un regalo. Al apoyarse sobre él y deslizar la mano bajo su camiseta deseó que jamás se alejara de su piel morena. Jadeó como si se viera envuelto en una atmósfera asfixiante, que en realidad provenía de debajo de su propia piel. Cada uno de sus dedos... Como si sembrara en él fuego. La observó con reverencia, creyendo cada una de las palabras que formaban su canto de sirena. En esos labios reposaba un alivio imposible de alcanzar si no era por la misericordiosa intervención de ella. Sus ojos de color oliva se llenaron de súplicas, mientras entreabría la boca, su aliento impactando contra el suave rostro de Raven a medida que se aproximaba con premeditada lentitud, tanta como para hacerle sentir que un abismo les separaba y que jamás podría tenerla, a pesar de estar a sólo unos centímetros. Sus brazos se cerraron en torno a su cuello, como se aprieta una tela de araña, mientras las propias buscaban temblorosas su figura como si jamás hubiese tocado un cuerpo de mujer. Su derecha retiró el pelo de la Azariana tras su oreja, dibujó la línea de su cuello y su clavícula, y descendió para acariciar la sección de la espalda entre sus omóplatos; mientras su izquierda se posaba sobre su cadera, profundizaba en su espalda y volvía al lateral de su cintura. Dispuesto a comprobar que todo cuanto deseaba estaba presente, y no se trataba de un espejismo irreal.
- Ayudame, Raven… - rogó con la voz grave quebrándose. - Ayúdame. - Elevó el mentón para aproximarse a ella. Para recibir la bendición que le prometía todo aquello de lo que ahora carecía.
La sequedad de sus labios no pareció importar a la Azariana, cuando sus bocas hicieron contacto. Durante un instante fugaz y ensoñador, aquel contacto pareció capaz de curar todos sus males. El calor que había sentido se resquebrajó, y le atenazó el cuerpo, de tal manera que incluso si no era su intención, atrajo el cuerpo de Raven contra el suyo, procurando hacer el mayor contacto posible entre los dos. Un jadeo ronco tembló en su garganta, mientras la demonio se delectaba con el sabor de su alma. Su piel perdió la vida, cuando su corazón bombeó la sangre helada de sus venas. Un susurro de peligro volvió a su mente, quizá tarde, para recriminarle haberlo desoído. Algunos llaman a esos instantes la lucidez de la muerte. Abrió sus ojos, y encontró el rostro de la joven titán, unido al suyo. Como la punzada de culpa regresa siempre al pecador, Ángela se dibujó en su mente…
Ángela…
La nitidez con que Raven detectaría el estallido de apertura quizá sería capaz de conseguir por sí sola que el beso se interrumpiera, pero si no fuera así, el sentimiento que inundó a Lorenzo convirtió su ágape en un bocado agridulce. El hombre, cargado de sentimientos, emociones, y vida se había convertido en un cascarón vacío. Su alma aún estaba allí, pero era como tragar bocados de arena. Las delicias que hasta hace un instante saboreaba. ¿Qué había sucedido con ellas? ¿Dónde estaban? Como si una fuerza hubiera impulsado su manjar lejos de allí, y ya apenas llegara a vislumbrarlo, Raven experimentó en sus carnes lo más doloroso que puede acontecerle a un émpata. Vacío eterno. Gris, y absoluto.
El tercer ojo abierto sobre su frente había lanzado a Lorenzo derecho al purgatorio. En él, había numerosas presencias, confusas, apenadas, dulces, cargadas de miseria. Pero no eran visibles. Ninguna de ellas afectaba. Porque en la mente del místico sólo había un rostro, y el camino de su busca estaba siempre plagado de una gran nada. Cómo se le había ocurrido podría atribuirse a la suerte o a la fatalidad, pero siempre que deseaba a otra mujer, aunque fuese durante un instante, siempre, siempre recordaba a Ángela. Aún la buscaba, siempre sin resultado. Cuando buscaba un alma concreta, el resto de las miles de millones que allí permanecían ancladas desaparecían. Eran como ecos inaudibles, sin significado ni forma. Sólo un camino de neblina, en el que no quedaba nada.
Y había comprobado tiempo atrás, que no había un sólo émpata en el mundo que soportara tal cosa. Quizá Raven sería la primera. Por mucho que odiaran su poder, que se detestaran a sí mismos, que desearan desprenderse de sus dones. Cuando un émpata dejaba de sentir, no sólo al resto, si no a sí mismo a través de ese horror vacui...
Era lo que para un ser humano quedar ciego, sordo, mudo, incapacitado para el tacto y olfato...
Pero sin el alivio de la muerte. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 18th Marzo 2018, 23:49 | |
| Si Lorenzo hubiera sido un hombre normal, posiblemente no habría sido capaz de resistirse al influjo de aquellos tentadores labios, pero no lo era; se trataba de un hombre versado en la magia con experiencia en el trato con lo sobrenatural. Y por eso, en el momento en el que en su aletargada mente se descorrió el velo que había mantenido oculto el horror, supo perfectamente lo que tenía que hacer.
Hasta aquél momento, nadie había sido capaz de contrarrestar los poderes demoníacos de Raven; ni Wallace, ni Andrew, ni Starfire, ni Changelling ni ninguna de las pobres víctimas que alguna vez habían caído entre sus garras, en aquella o en alguna otra dimensión.
Y, entonces, llegó el silencio.
La mitad demoníaca que se albergaba en su alma se nutría de emociones poderosas, independientemente de su naturaleza. Ya fuera odio, amor, rabia, pasión o tristeza desgarradora, cualquier emoción intensa le brindaba poder, y era la razón por la que ocupaba la mayor parte de su tiempo sumida en meditación y aislamiento constante.
Los seres humanos, por lo general, eran esclavos de sus emociones. ¡Era tan sencillo provocar en ellos algún sentimiento! Ni el más pío de ellos resultaba inmune al miedo.
Por eso, la repentina ausencia de emociones que se instauró en la habitación donde tan sólo un segundo antes la pasión ardía como un caldero en ebullición la golpeó con la potencia estruendosa de un rayo.
Era como si todo hubiese desaparecido, engullido por alguna especie de sumidero emocional, y ella, que hacía un instante se había sentido encumbrada y poderosa, se sintió vacilar, empujada de vuelta a donde su otro yo, aquél que se alimentaba precisamente del mismo vacío que a ella la anulaba, pudo volver a aprisionarla y tomar de nuevo las riendas.
La joven se apartó del moreno, con los grandes ojos muy abiertos en muda expresión de arrepentimiento y horror.
- Oh, Azar, no... ¿Qué he hecho? -gimió, observando los destrozos en la habitación y a Lorenzo, sentado bajo ella con las ropas desordenadas y el cabello despeinado-. Oh, no, no, Azar... Podría haberte matado...
Retrocedió apartándose lo más posible de él y se cubrió rápidamente el rostro con la capucha. Un rostro que volvía, de nuevo, a ser tan anodino como antes de la transformación. Estaba temblando por la impresión y la verguenza, y sólo su gran autocontrol impedía que se echara a llorar allí mismo.
- Lorenzo, no... no era yo... No he podido contener mi lado oscuro. No era yo...
Parecía un cervatillo asustado a punto de echar a correr, y, en cierto modo, así era. Todo dependía de cómo respondiera el español. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 16th Abril 2018, 21:11 | |
| Del gris, pasó a una especie de limo blanquecino, que no era otra cosa que la luz que se vertía a través de sus pestañas en sus ojos entreabiertos. Pestañeó un par de veces, sus ojos acuosos dejaron caer una lágrima de su ojo izquierdo, siendo todo una neblina que poco a poco ganó silueta, luego color y después contextura. Cuando sintió sus labios liberados del helado beso de muerte que Raven le había dado, inspiró en profundidad, para dejar escapar una exhalación que acabó con hasta la última gota de aire de su pecho. Como si respirar se acabara de convertir en un privilegio en el que no había reparado hasta entonces. Trató de levantar la mano para aclarar sus ojos, al tiempo que la morena se separaba de él. En ese instante no pudo percatarse de su angustia o su aflicción. Todo su cuerpo pesaba como si estuviese hecho de roca. Dejó caer la mano sobre su rostro, dándose una palmada mas fuerte de lo que le gustaría, pero cuyo dolor y hormigueo posterior le ayudó a reactivarse. Acarició con las yemas de su dedo índice y pulgar sus ojos, aclarando las lágrimas que se habían acumulado en ellos. Con esfuerzo, tragó saliva y paseó la lengua en el interior de su cavidad bucal, tratando de encontrar algo de saliva que le ayudara en el proceso. Pero le costó. Cuando su vista dejó de ser un montón de formas, encontró por fin a Raven.
La joven estaba frente a él. Volvía a parecer pequeña y frágil. Parecía increíble lo mucho que había llegado a cambiar en un instante. De llenar la habitación a pasar desapercibida. De dominar la situación a que se le escapara de las manos. De parecer capaz de lograr cuanto sus palabras prometían, a temblar como la última hoja de otoño pendiendo de un único hilo para dar paso a un invierno que aventuraba cerrar todas las puertas entre ambos.
"Reponte. No dejes que esto le haga mas daño" Le gritaba un eco dentro de su mente, que poco a poco insufló fuerzas en su cuerpo, para al menos erguirse en la silla. Pero no demasiado rápido. Se sentía debilitado y no era para menos. No sabía si era la suerte, una reacción afortunada, la intervención de ella o un milagro el que había hecho que continuara con vida. Ese beso no era diferente del de una súcubo. Sin duda, podría haberle matado. Muchas dudas se aferraban con fuerza a sus sentidos. ¿Había sido algo accidental? ¿De verdad no tenía conocimiento, o control de esa otra parte de ella? De no haber sabido todo lo que sabía, habría empezado a desconfiar de ella. Los demonios podían ser tramposos, pretender lo que no eran. Pero para una émpata, mentir no era fácil. No era imposible, claro. Pero sí difícil. Porque veía los efectos que sus mentiras tenían en el resto de los seres. Veían como se forjaba una confianza inmerecida. A la larga, para quien tenía un mínimo de conciencia, la culpa se hacía difícil de cargar.
A pesar de lo grande que era, de lo fuerte que parecía, sus manos temblaron cuando levantaron todo su peso de la silla en la que se había rendido a ella. Jadeó al conseguirlo, como si fuera un anciano incapaz de hacerse con su cuerpo que acababa de hacer toda una proeza, tan sólo por cargar consigo mismo. Trató de recuperar el aliento, y comenzó a caminar, recortando las distancias con la joven.
- Ra... Raven...- gruñó, justo en el momento en que estaba a medio camino, cuando una de sus piernas falló al sostenerle. Tropezó hacia delante, y sacando fuerzas de flaqueza, se sujetó en la mesa, y apoyó su peso, para utilizarla como punto de apoyo. Prácticamente se lanzó contra ella para no caer al suelo, chocando un poco en el proceso con el cuerpo de Raven. Quedando justo enfrente de la azorada y temerosa titán. Tomó aire con esfuerzo, tratando de localizar su rostro, escondido bajo la negrura que la capucha producía en sus facciones. - Raven... mírame. - le pidió, mientras su torso subía y bajaba, tratando de recobrar el aliento. - Por favor. Deja que te mire a los ojos. - ahora si era capaz de percibir, incluso en su estado, el temblor que había embargado a la joven. - Por favor. - pidió una última vez, esperando que eso motivara a Raven a devolverle una mirada de sus ojos, de esos limpios y claros que había tenido el honor de ver a la entrada.
La mirada oliva del Español buceó en sus ojos llenos de arrepentimiento y miedo, durante un instante eterno de silencio, en el que sólo pestañearon. La respiración de él se fué normalizando, y la fuerza de sus miembros volvió poco a poco.
No quería decirle lo que habría oído mil veces. Sus amigos le dirían que no pasaba nada, pero ella sabía que no era verdad. Sabía que eran sólo palabras de aliento, que intentaban subsanar lo que para ella era un pecado y un error. Comprendía perfectamente cómo se sentía, porque lo veía en cada criatura que, como ella, compartía un destino o una naturaleza aciaga. El pavor que producía ser amado, porque eso suponía tener seres queridos a los que dañar. El terror de no ser capaz de controlar una parte de ti que vivía a la espera, a veces sin ser consciente de la diferencia entre ellas. La duda de no ser tu quien tomara tus decisiones. El pánico de despertar sin saber quién eras, o si habías hecho algo horrible. Ambos lo sabían. Terminase aquello como terminase, el modo de afrontar esa situación dejaría en ella una herida, o una cicatriz. Nada arreglaría lo que acababa de suceder, no para ella. La diferencia era crucial. A veces, las heridas no se cierran, pero las cicatrices nos recuerdan errores de los que aprendemos, pero que es mejor no volver a cometer.
- Por aquello de lo que te arrepientas.... te perdono. - susurró, mirándola a los ojos. Había lidiado con ese tipo de sucesos muchas veces. Su manera de ver la vida, para otros destructiva, sólo se basaba en realidad en el conocimiento de que él no era mas que un hombre en un mundo mucho, mucho mas grande, poderoso y misterioso que él. Si había aprendido con el tiempo de su experiencia, era porque se había percatado de que no tenía sentido recriminar a un escorpión por picar. En lugar de eso, más valía llevar guantes, o contar con un buen antídoto. Así le había formado Lesmes. Así había aprendido a tratar y confiar en los instintos y naturalezas de los seres. Dejándoles ser lo que eran, sin recriminar, sin exigir. Generando relaciones, simbiosis y métodos de convivencia que se basaban en la comodidad de todos los que formaban parte de ese núcleo. Y dentro de los suyos, había sitio de sobra para Raven. Su mano ascendió con torpeza hacia su rostro, acariciando su mejilla. - Por todo lo que has compartido, por todo lo que hoy me has enseñado... En ti confío. - aseveró acariciando la joya roja que reposaba en el centro de su frente con sus labios, depositando en ella un beso. Después de separar su rostro de el de ella, su mano pasó por detrás de sus hombros, y la apretó levemente contra si, en un abrazo de agradecimiento.
Ahora ya sabía quién era. Porqué mantener sus sentimientos controlados. Porqué debía llevar su capucha. Porqué su frialdad. Lo que él había considerado gestos despegados, eran pura protección. La sombra de su rostro, su seguro. Ahora conocía sus límites, y las consecuencias de sus actos. Ahora, las puertas para entenderla estaban abiertas, y aún conociendo el peligro que anidaba al otro lado, podrían compartirlo. | |
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 22nd Abril 2018, 01:09 | |
| Cuando Lorenzo se levantó de la silla y trató de alcanzarla su primera reacción fue retroceder, asustada. Le aterrorizaba no sólo lo que había hecho, lo que había estado a punto de suceder, sino las consecuencias emocionales que podría percibir en él.
No era la primera vez que cedía al embate de su lado más oscuro, y por lo general las reacciones de aquellos que tenían la desgracia de sufrirlo solían incluir resentimiento, ira, odio o temor. Cualquiera de esas emociones podía ser potencialmente destructiva para ella cuando se encontraba en el frágil estado que sucedía a la recuperación del control, después del tremendo esfuerzo que le suponía volver a encerrar a la Bestia, especialmente considerando la propia tormenta emocional que la inundaba en esas ocasiones, en las que tenía que luchar entre la culpa, el arrepentimiento y el horror por las acciones de su álter ego.
Sabía que no podría soportar una reacción así en Lorenzo, de la misma manera que no había podido aguantarlo en Wallace y se había visto obligada a huir para no verse abrumada por su odio, pero nada de eso ocurrió.
El hombre avanzó hacia ella con torpeza, tropezando a causa de la debilidad que le aquejaba, provocando que cayera por la fuerza de la gravedad hasta rozar su cuerpo. Quizá, si no hubiera estado tan asustada habría tratado de sostenerle o mitigar su caída en la medida en la que su escasa fuerza se lo hubiera permitido, pero en lugar de eso volvió a retroceder por instinto, mirándole sin ser capaz de reaccionar, con todos sus sentidos a flor de piel.
Mas, contrariamente a lo que esperaba, no fueron reproches lo que emergió de sus labios.
- Raven... mírame -rogó-. Por favor. Deja que te mire a los ojos. Por favor.
¿Cómo podía negarse ante aquella simple petición después de lo que le había hecho? Sujetando los extremos de la capucha, la Titán la dejó caer hacia atrás revelando su rostro, un rostro que en nada se parecía al del demonio que la había poseído minutos antes. Estaba aún más pálida que de costumbre, con los ojos grises muy abiertos y un leve temblor en el labio inferior.
Durante un instante eterno, ninguno de los dos pronunció palabra. Ella esperaba el reproche que nunca llegó, y él... Sólo Azar podía saber lo que pensaba. La natural intuición que le permitía tener una idea orientativa de lo que estaban pensando las personas a su alrededor en base a las emociones que percibía en ellas estaba como embotada, de resultas de su propia agitación interna y confusión.
Y, entonces, habló. Y fue lo último que ella habría esperado oír.
- Por aquello de lo que te arrepientas.... te perdono -la frase la tomó tan de sorpresa que no se dio cuenta de que él elevaba la mano hacia su mejilla hasta que sintió el contacto, áspero pero suave a la vez, provocándole un respingo de sobresalto-. Por todo lo que has compartido, por todo lo que hoy me has enseñado... En ti confío -dijo, y sus labios se posaron sobre la gema de su frente, aquella que le servía para canalizar y controlar la energía mágica que utilizaba en sus conjuros.
Su brazo pasó por detrás de sus paralizados hombros para acercarla hacia sí, pero ella estaba demasiado sorprendida y en shock como para tratar de resistirse. La parálisis le duró varios segundos, con su rostro contra su hombro hasta que, finalmente, la tensión acumulada terminó por salir provocando que su cuerpo se estremeciera con violencia. Quería llorar, pero sabía que no podía permitirse ese lujo, así que simplemente apretó sus dedos contra el fuerte brazo de él, permitiéndose durante un breve instante el solaz de un consuelo que no merecía.
Sus palabras, las palabras de perdón que había pronunciado, eran como música para su alma. Una exquisita y sagrada sinfonía que no parecía haber sido compuesta para sus pobres oídos profanos. La profundidad de los sentimientos y emociones que percibía en él eran de lo más bello que había tenido nunca ocasión de experimentar, pues procedían directamente de su corazón. Raven pudo sentir la soledad real en la que vivía, a pesar del amor y la pasión que bullían en su interior y la piedad la embargó. La piedad... y algo más, algo hermoso y desconocido que encendió una luz en su interior que jamás pensó que podría brillar para ella.
- No merezco tu perdón ni tu confianza -dijo cuando pudo al fin recuperarse de la impresión, apartándose de él con delicadeza y manteniendo baja la mirada-. Eres demasiado bueno, y tu alma demasiado noble -musitó, atreviéndose a mirarle desde abajo por un instante antes de volver a cubrirse con la capucha, dando así por terminado el momento de conexión física y espiritual que habían mantenido, volviendo a definir las distancias entre los dos. Cuando volvió a hablar, su voz había recuperado de nuevo el matiz de neutralidad frío y distante con el que siempre se revestía-. Dado lo ocurrido, no considero prudente que sigamos actuando como los correspondientes enlaces entre nuestras dos organizaciones. Espero que entiendas... que la neutralidad se ha visto comprometida -bajó la mirada y un leve temblor se dejó traslucir en su voz, desmintiendo así la aparente desvinculación emocional de sus palabras-. Procuraré comunicarle a mi líder, Nightwing, lo sucedido, y haré que sea él, o algún otro de mis compañeros, quien en adelante se ocupe de acudir a las reuniones. Os dejaré un medio de contacto. Ahora, por favor... Necesito marcharme -rogó con un hilo de voz-. Por favor.
Antes de que ya no tuviera fuerzas para hacerlo. | |
| | | Lorenzo Borgia Omega Universe
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| Tema: Re: Mystical Bonds (Lorenzo de Borgia) [15-11-2018] 26th Abril 2018, 12:31 | |
| Notó como Raven se echó a temblar, y tuvo que contener el deseo de utilizar su otro brazo para estrecharla aún mas. Sentía que estaba a punto de escaparse entre sus manos, como si estuviera hecha de arena, y no fuese capaz de mantenerla de una pieza. El cansancio también ayudó, ya que aunque la fuerza estaba regresando a sus extremidades, lo hacía muy poco a poco. Si hubiera tratado de abrazarla, no habría sido capaz de mantenerse en pie. A pesar de que el rostro de la joven Azariana estaba enterrada en su hombro, le sirvió la pequeña pista de su mano que se elevó hasta sujetar su brazo. Pudo sentir la presión que hacían sus dedos en él, produciendo una sensación espontánea de alivio, al darse cuenta de que no estaba siendo de nuevo un componente de tensión y presión para ella. Quizá incluso podría ayudarla a estabilizarse al transmitirle su recién recobrada calma. Ahora que él había ganado la confianza y el consuelo de saber que lo que habían pasado al menos había tenido el propósito de conocerla mejor, se instauró un sentimiento de respeto mutuo que daba la confianza de haber visto a alguien en sus horas mas bajas. Ahora podía hacerse una idea de la personalidad oscura que vivía bajo esa piel pura e imaginarse de lo que era capaz, y aceptaba todos y cada uno de los riesgos que conllevaba relacionarse con ella. - Aún así, cuentas con los dos. - objetó él, con voz grave, mientras dejaba colgar el brazo que hasta entonces había envuelto a Raven, incapaz de controlarlo bien todavía. - Me estas sobrestimando. No lo hagas. Nadie es demasiado bueno o noble por hacer lo correcto. - sonrió mientras sus ojos oliva se cubrían de nostalgia sabiendo que esa mirada gris perla que le contemplaba de vuelta, en un alarde de valentía por parte de la Titán, se estaba despidiendo de él, preparada para quedar engullida por la oscura sombra que le proporcionaba el refugio de su capucha. Giró sobre sus pies, para poder apoyar las caderas y ambas manos en el límite de la mesa, quedando medio sentado sobre ella recibiendo algo de estabilidad mientras luchaba con el deseo irrefrenable de tumbarse que se estaba adueñando de su cuerpo. Lorenzo le remitió una mirada llena de leve sorpresa, cuando evidenció las intenciones de relevar su cometido a un tercero. - Si crees que es lo mejor... - admitió, dejando la frase en el aire, como un mero modo de permitir que se afianzara en su postura. No podía imponerle que continuara asumiendo un papel en el que estaba más que claro que no estaba cómoda. - Entendido. Muchas gracias. - fué la necesidad de su marcha la que dejó un poso agridulce en el Jefe de Estudios. No había previsto que la reunión fuese así, pero siendo honesto, tampoco se arrepentía de ello. Había conseguido desentrañar algunos de los misterios de la joven, había sido capaz de comprender sus miedos, el porqué de su aislamiento y también la inmensa carga que mantenía sobre unos hombros de apariencia tan frágil, pero que le había quedado mas que claro que eran capaces de mucho más de lo que pudiera parecer a simple vista. - Claro. Dame un momento. - con esfuerzo, pulsó el botón del comunicador, del que salió un brillo azulado. - Woodrow, comunica al telar de que liberen a Raven a la mayor brevedad, por favor. - Soltó el botón del comunicador. Sus ojos se pasearon de manera momentánea por el estropicio de frascos, grimorios y otras cosas que habían acabado en el suelo. Acababa de percatarse de la magnitud de todo eso. - Raven...- decidió aprovechar esos instantes, mientras corregían la dirección del artefacto. Unos momentos preciosos que podrían ser los últimos. - Si no podemos trabajar juntos, podrías barajar la opción de considerarme un amigo. - le ofreció. Su voz había recuperado un tono cálido, acostumbrado en él. - Digo, para que lo tengas en cuenta. - añadió, de un modo casi distendido, y con una suave sonrisa enigmática. Sólo cuando la titán abandonó su despacho, y él estuvo seguro, se arrastró quejumbroso hasta la silla donde se dejó caer. Antes de aterrizar del todo ya se había quedado dormido [---] Alguien le hizo llegar el recado a Raven a través de una nota, que apareció pegada en la puerta de su habitación. Alguien había dejado algo para ella en una de las oficinas de correo, en un apartado postal público preparado para por ejemplo, compras y ventas que se llevaban a cabo sin que el destinatario quisiera dar a conocer al comprador su dirección personal. Pero en ese caso, sirvió para lo que el jefe de estudios pretendía. Si recibía de vuelta aquello que había enviado, sabría con claridad el resultado. Si por el contrario tenía algún interés en remitirle respuesta, bastaría con acudir a ese apartado de correos, que dirigiría la respuesta al destinatario. Recibió una pequeña caja alargada sin apenas peso, y con un sello superior con el símbolo de la MKL en él. Cuando lo abrió, descubrió un pergamino, escrito a mano en tinta negra, en un papel que parecía bastante antiguo y que desprendía un suave aroma a libro antiguo. - Contenido del pergamino:
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