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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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La calma que precede a la tempestad (Autoconclusivo) 2 de Abril de 2019
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Chloe Arquero Marvel Universe
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Mensajes : 230 Fecha de inscripción : 26/05/2016 Localización : Nueva York
Ficha de Personaje Alias: Huesitos Nombre real: Chloe Arquero Universo: Marvel
Tema: La calma que precede a la tempestad (Autoconclusivo) 2 de Abril de 2019 1st Enero 2017, 13:24
Las condiciones climatológicas no estaban siendo del todo malas pero parecía que retrocedíamos dos pasos por cada uno que avanzábamos, ahora empezaba a entender porque al último tramo hasta el campamento lo llamaban Cuesta Brava. La ventisca era fuerte y la nieve no cesaba, no estaba resultando nada fácil, de hecho lo complicado acababa de empezar. El Aconcagua es el pico más alto de América con 6962 metros de altura, se encuentra al oeste de Argentina, no tiene demasiada dificultad técnica, de hecho es una montaña sencilla pero requiere una gran aclimatación a la altura y el frio. Quizá por ello es un gran reclamo turístico pero un mal de altura aquí se acusa mucho más y pilla desprevenidos a los menos preparados.
Me quedé sorprendida cuando llegamos a Plaza de Mulas, la gente de aquí parecía no verse afectada por el mal tiempo, ni el aislamiento, ni la altitud, si me llego a descuidar acabo de borrachera con los porteadores. Las instalaciones resultaron ser muy buenas y la comida un lujo, teníamos fruta y chuletas, no lloré de felicidad porqué sabía que se me congelarían las lágrimas. Estábamos a 4400 metros de altura y aquí pasaríamos dos días, es necesario que el cuerpo se aclimate a la altitud o corres el riesgo de sufrir un edema cerebral o pulmonar que te puede costar la vida. Para seguir con la aclimatación se sube hasta el campo uno a 5000 metros de altura y después vuelves a dormir en el campamento base. Estos entrenamientos de arriba y abajo hacen que el cuerpo reaccione aumentado la producción de glóbulos rojos para optimizar la circulación de oxígeno. En realidad no puedes estar mucho tiempo quieto, el frío se hace insoportable y es mejor moverse, por lo que decidí dar una vuelta de reconocimiento y aprovechar para ver un fenómeno que sólo se da en Sudamérica. Dejé a los sherpas bailando sevillanas y dando palmas, me aventuré yo sola a descubrir la montaña y no tardé mucho en encontrarme a los Penitentes. Son columnas gigantes de hielo, el viento del oeste viene cargado de arenilla que las lija y da lugar a bosques enteros, es todo un espectáculo. Aproveché que no tardaría en atardecer y, haciendo uso de mis garras, escalé la columna más cercana y me acomodé de la mejor manera posible.
Cuando empecé a escalar con diez años, pude comprobar que la montaña atrapa por la libertad que procura: hay pocos deportes que enganchen así. Cuando estoy agobiada o cansada, me voy a la montaña y pronto me siento como nueva. Si a esto le sumas que es una actividad física intensa, que comporta esfuerzo y una mente fuerte, y si además haces cima, cuando se combinan todos los factores y añades el ingrediente del riesgo y de la adrenalina, todo resulta muy excitante. Hay algo extraño, misterioso y visceral que lleva a escalar montañas e incluso poner nuestra propia vida en riesgo. La montaña es muy importante conocerla, ir con un guía experimentado que sepa llevarte de la mano, ya que en muchas ocasiones es traicionera y la climatología la puede convertir en una trampa.
El atardecer tiñó todo de rojo, las columnas parecían arder y había tanto silencio… Mientras observaba aquel regalo, un destello morado rompía con el manto de fuego. Bajé para evitar que la oscuridad me alcanzase y traté de localizar aquel punto de luz que desentonaba con el paisaje. La temperatura comenzó a bajar a medida que el Sol se ocultaba y cuando estuve a punto de regresar y abandonar mi búsqueda, di con aquello. Miré a mi alrededor antes de acercarme más, un gesto algo absurdo en realidad. No sé cuanto tiempo permanecí embobada mirando esa especie de bola, irradiaba luz, estaba cubierta por una capa de hielo perfectamente redonda y transparente, parecía latir y moverse. El frío me sacó de mi abstracción y finalmente me acerqué y me arrodillé, acaricié la superficie con suavidad quitándome los guantes y justo antes de levantarlo me acordé de que ese color me traía recuerdos de mis veranos en la Provenza francesa, recorrie...
Visto y no visto, ante mi se extendía un campo de lavanda casi infinito, lo reconocía por el olor porque estaba totalmente oscuro, había luna nueva y era incapaz de verme los pies. Toqué el suelo antes de darme cuenta, el cambio de altitud al que se vio sometido mi cuerpo me hizo perder el equilibrio de golpe, el olor a lavanda ya no me parecía tan agradable, todo me daba vueltas. Me puse boca arriba y respiré hondo con los ojos cerrados antes de moverme, mi cabeza bullía. ¿Qué cojones había pasado? ¿Habría habido otro efecto Omega y me había mandado a otro universo paralelo? Abrí los ojos, mi familia. Me senté y me quité el anorak, mucho mejor, según me fui encontrando algo mejor traté de ponerme en pie. Joder estaba en medio del campo en la más absoluta oscuridad y no tenía nada con lo que comunicarme, ¿Qué mierdas se supone que hago ahora? La pelota morada había rodado lejos de mi pero su luz delataba su posición, me acerqué y la cogí para examinarla de cerca. Era preciosa, su interior parecía liquido, el hielo que la rodeaba no parecía derretirse, estaba intacto. ¿Cómo había llegado hasta aquí? Me estaba poniendo nerviosa por momentos, no llevaba nada encima… Tenía todo en el Aconcagua y…
Frio, mucho frio. Caí de rodillas, tenía la vista nublada, todo era morado y el aire me cortaba la piel. Si no fuese por mi capacidad regenerativa, ahora mismo tendría un edema pulmonar ó cerebral, estaría al borde de la muerte. Me puse el anorak a tientas y me cubrí con la capucha, busqué los guantes en mis bolsillos pero sentía que me iba a estallar la cabeza. Puse ambas manos en mis sienes, como si eso fuese a ser de ayuda, miré al cielo y noté como la nieve que caía en mi cara me acariciaba la piel. Respiré despacio, estaba a punto de perder el conocimiento, cogí mi pelota morada y la abrace, necesitaba consuelo. Cuando pude ponerme en pie me fui a la tienda, mi guía se levantó como si tuviese un resorte en el culo, habían avisado a la policía de montaña y me estaban buscando, le dije que sólo tenía sueño que estaba bien y me metí en el saco de dormir, quería que me dejara sola, tenía que hacer una prueba. Me tapé todo lo que pude y esperé a calentarme, iba a intentar algo, tenía una idea y quería ver qué pasaba. Cogí la pelota y la metí en el saco…. Cerré los ojos y mientras la tocaba pensé en estar fuera de la tienda. En efecto. Noté el viento azotar y el frio nocturno que se filtraba hasta los huesos, me concentré y pensé en el interior de la tienda. Enseguida me encontré resguardada del temporal. Mire la bola dentro del saco, no haría más pruebas hasta llegar a la base de Mendoza, el comienzo de la ascensión del Aconcagua, si me emocionaba demasiado mi cuerpo se resentiría y no había que abusar. Tenía un dolor de cabeza tonto, cuando despertase para hacer cima me encontraría cien por cien recuperada y tendría la mente más despejada para pensar que hacer con mi nuevo descubrimiento. Iba a hacer la vuelta al mundo como una señora, a todo trapo.
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"No tienes los huesos rotos, así que levántate"
La calma que precede a la tempestad (Autoconclusivo) 2 de Abril de 2019