Tiempo de calma, 28 de Marzo 2019 (Natalia Romanova y libre)

Seguía sin tener noticias de Gabriel.

No solamente no había logrado contactar con él para contarle su aventura en Babilonia, también se había visto envuelta en el incidente de la torre Stark. En conjunto sus experiencias empezaban a hacer que se replanteara sus entrenamientos. Tal vez podía hacer algo más que defenderse a ella misma, tal vez pudiera realmente marcar una diferencia, ayudar a proteger a la gente y no únicamente a su propia persona…

Entonces pensó en Natasha. Tenía ocasión de conversar brevemente con ella durante los entrenamientos, pero Alice no era famosa por ser especialmente locuaz, y solía dar más con el perfil de alumna aplicada, especialmente centrada en lo que estaba haciendo. Si había ido a entrenar, daba todos sus esfuerzos en entrenar, y no se despistaba por nada. Tal vez, esa era la ocasión ideal de hablar un poco con su entrenadora, de conocerla un poco más, ver cómo pensaba y estrechar lazos…

En lugar de vestir con la ropa de deporte que utilizaba para entrenar, se había vestido más a su estilo. Unos tejanos ajustados, una camiseta ajustada, sin mangas y de cuello alto negra, y un gran jersey de lana azul celeste por encima. Las botas militares y su mochila, con la libreta, el bolígrafo, su móvil, cartera, llaves y reproductor de música.

Por el camino pensó en comprar algún detalle para Natasha. Al fin y al cabo, nunca había tenido ocasión de agradecerle todo lo que estaba haciendo de un modo tan desinteresado por ella… ¿Pero qué podía ser un buen regalo? No tenía idea. Sabía, por rumores y bromas de internet que a los rusos les gustaba el vodka, pero no sabía si eso podía ser verdad o no. ¿Qué le podía gustar a Natasha…? Tras un buen rato dando vueltas por Nueva York, sin ser capaz de pensar en un regalo digno, se terminó dando por vencida. Tal vez sería mejor idea dejar el detalle para cuando conociera un poco más a Natasha... Así que sin tener programada cita previa con la rusa, Alice recorrió todo el camino hacia la mansión de los Avengers, cruzando los dedos por encontrarse con la pelirroja en su interior.

Una vez ahí, tocó el timbre y esperó con paciencia a que alguien pudiera abrirla, en lugar de anunciarse como Imperatritsa, como si estuviera ahí para entrenarse. Como siempre, tras unos pocos segundos, la verja de metal se abrió y se encontró la puerta de la mansión abierta, con alguien esperando en el umbral para recibirla…

Una semana. Una semana había pasado desde que Ojo de Halcón recupero la memoria por completo y fue liberado del control psicológico el cual Loki lo tenía sometido. Thor le llevo a la mansión de los vengadores para que descansara, ya que él estaba presente en todo lo ocurrido. Al ver estado un año fuera le habían embargado el cuchitril que tenía por casa y la idea de volver a vivir con los vengadores no era un problema, el problema era haber estado un año fuera con el enemigo. ¿Cómo podía mirarles a la cara a sus compañeros? ¿Cómo podía decirles que había sido la amnesia y no la magia el que le tenía cautivo? Daba vuelvas en su cama inmenso en sus pensamientos. Las palabras llenas de veneno lo calaron bien fuerte en su mente ¿Cómo podría estar en igualdades de condiciones que sus compañeros? Él no tenía súper poderes ni nadaba en dinero para crearse armas fantásticas, el solo era un simple hombre que aun sabiendo utilizar armas de fuego prefería las flechas.

“¿soy un asesino?”
“No. No lo eres…”

Ese recuerdo le hizo levantarse de la cama. No entendía la mentira de Loki, sabía que era el Dios de las mentiras pero la verdad le hubiera facilitado las cosas, habría disparado a matar sin dudarlo. ¿Qué planeaba dejándole ser aquel hombre bueno que nunca pudo llegar a ser? Tenía tantas preguntas que no podía dejar de pensar y a veces ni dormir, por eso Tony y Bruce le dieron unas pastillas. Se las quedo mirando, era la hora de tomárselas pero paso, no tenía ganas de ir empastillado. Se quitó el pijama y se metió en la ducha privada de su cuarto a despejarse la mente. Una vez aseado y arreglado a su manera salió de su cuarto a dar una vuelta.

Sus pasos le guiaron a la sala de estar pero se oculto enseguida al ver que había gente ¿Por qué acababa de hacer aquella estupidez, se estaba volviendo tímido? Mas bien inseguro de sí mismo. Primero vio a esa dulce chica, que no sabia porque le parecía familiar, a lo mejor le habría visto por los pasillos de la mansión días atrás. Por ultimo miro a su mejor amiga espía y suspiro ¿Por qué no le fue a buscar si era la mejor espía de SHIELD? Negó con fuerza la cabeza, tenía que alegar esos malos pensamientos de su mente. Respiro profundamente y entro en la sala con una gran sonrisa en sus labios, tenía que mostrar que el optimista Clint Barton seguía ahí.

¡Hola Nat! Vaya ¿tu bebiendo zumo? Pensé que no podías beber otra cosa que no fuera vodka.

Se rio por su estúpida broma y miro a la joven morena, acercando su mano como saludo.

Hola preciosa, soy Clint ¿y tú?

Intentaba que la sonrisa no se le apagara de su rostro, tenía que obligarse a volver a ser el hombre que era, estar encerrado en su cuarto lamentando sus errores no iba a solucionarlos; tenía que enfrentarlos.

¡Hola!:

Aunque su aspecto siempre era sosegado, la mente de la británica trabajaba constantemente y sin parar. A menudo el nerviosismo velado de su carácter se veía liberado en forma de pequeños tics y manías que la acompañaban allí donde fuera. Esto no era diferente en la mansión de los Avengers. Incluso en todas sus visitas para ver a su maestra. Era de esas cosas que tal vez pasaban desapercibidas, hasta que te percatabas de ellas, y entonces, no podías dejar de verlas. Cómo sus ojos se paraban en todo aquello que parecía fuera de lugar y luchaba consigo misma para no tender el brazo y recolocarlo, lucha que, a menudo, ella perdía, haciendo que luego siempre bajara la mirada con tristeza por su propia desconsideración.

Ese día no era una excepción. Alice recibió el abrazo de Natasha agradeciendo internamente el contacto dulce y protector de su mentora. Tenía un problema, algo que reconcomía su conciencia desde hacía unos días y la dejaba todavía más intranquila, todavía más nerviosa. Y de algún modo la proximidad de Natasha, aunque todavía no habían podido hablarlo, ya le hacía sentir que compartían parte de la carga.

- No... No Imperatritsa hoy. - Respondió con una cálida sonrisa y su usual y tímida voz baja. Nat la guió por el interior de la mansión, como tantas otras veces en los pasados meses. Se pararon en la cocina y, como siempre, Alice se sentó en el mismo taburete, donde pudiera observa todos los movimientos de Natasha. - En la mansión todo bien... Aunque no, no les enseñé nada. No tuve ocasión... - Tenía mucho por contarle. Pero Alice, era ritualista. Natasha lo sabía. No hablarían de nada importante hasta haber bebido zumo juntas, y una vez hubieran dejado claro que ambas estaban bien y charlado de cosas algo más normales, no pasarían a temas serios. Natasha le mostró la camiseta y Alice sonrió de buena gana. - Yo también quiero una... Aunque supongo que no me quedaría igual de bien. - aceptó el zumo, esta vez de naranja y bebió sin responder al brindis de la pelirroja, no por falta de educación, si no el contrario. Alice llevaba días intentando memorizar la correcta pronunciación de la fórmula que su mentora utilizaba para ello.

Finalmente, le preguntó porqué estaba allí. Alice dejó el vaso lentamente sobre la encimera, intentando poner en orden sus propios pensamientos. Su viaje a Babilonia, su aventura en la torre Stark, la invasión en Inglaterra. Le había comentado a Romanov de tomarse unas vacaciones, y no se habían visto muy a menudo durante el último mes, que había resultado ser caótico en la agenda de la morena. Y para colmo...

- Me han pasado muchas cosas, - confesó al fin. - Muchas de ellas sin solución. Han sido... pruebas de campo, donde he tenido la oportunidad de poner en práctica todo lo aprendido. Pero entre todo lo que me ha sucedido he perdido a alguien. Un amigo... de quien ya no sé nada. Hace tiempo que no logro ponerme en contacto con él y me preocupa. Han pasado muchas cosas... - repitió. - Así que... me gustaría poder contártelas. Y después, beber jugo, y jugar a juegos de mesa y ver películas hasta quedarnos dormidas. - reafirmó el plan de ella, añadiendo las películas y una dulce sonrisa de cosecha propia. El plan sonaba bien, muy bien, y no iba a negarse...

Una voz irrumpió la pequeña reunión, saludando de manera entusiasta a Natalia. Como era habitual en Alice cuando encontraba a alguien a quien no conocía, sintió como su voz se escondía tras su garganta, bajando hasta el pecho, agazapada en su corazón. Se miró las manos sin perder aquella sonrisa cordial, absorta en sus propios pensamientos, hasta que aquél hombre reparó en ella. Alice alzó la mirada, sonrojándose ante el inesperado piropo y parpadeó, sin saber muy bien donde meterse, miró a Natasha en busca de su apoyo, pero no podía dejar al hombre sin responder... Y sin embargo, la voz ya no acudiría a su llamada, escondida como lo estaba en la madriguera de su propio miedo. Así que con timidez, sin poder evitar que los gestos de sus manos fueran levemente torpes, formó su nombre en el aire... En el lenguaje de los sordomudos.

Después de que Natasha le presentara a Clint su alumna, Alice, empezaron a entrenar con ella. Como se trataba del mejor tirador de los vengadores era natural de que naturaleza iría el entrenamiento: puntería e utilización de armas de fuego. Clint al evaluar el cuerpo de la chica decidió que practicara con un arma pequeña y manejable para familiarizarse. Entrenar con Alicia le recordaba a su alumna, esperando que todo le fuera fenomenal a Kate. Estuvieron practicando toda la mañana y pararon para comer y luego siguieron con más entrenamiento, esta vez de cuerpo a cuerpo y como desarmar a un enemigo y poner las cartas a su favor. Fue un día bastante completo pero bien satisfactorio para Clint, que le hacía sentir que aún era útil en el equipo