Shadowpact: Overture [Libre] (21 de marzo de 2019)

Bar Oblivion
21 de marzo de 2019
Equinoccio de primavera.

Muchos habían oído hablar del Bar Oblivion. Taberna, bar, refugio; nadie sabía exactamente dónde estaba. Los magos más versados se encogían de hombros y decían que estaba "asentado en la intersección de múltiples Universos", como si tuvieran alguna idea de lo que aquello significaba. Algunos hablaban de "dimensión de bolsillo", un lugar con sus propias reglas, que había servido como refugio a todo tipo de seres basados en la magia durante siglos. Se contaba que tenía muchas puertas, las cuales únicamente eran visibles para aquellos que conocían las artes arcanas, y que, por cierto, tendían a cambiar de lugar sin avisar, obligando a los parroquianos a buscarlas cada cierto tiempo (algo que puede ser molesto si quieres entrar, pero que es indudablemente más molesto si quieres salir, especialmente si has tomado demasiada cerveza).

Claro que, desde hacía al menos cinco años, nadie había vuelto a entrar en el Bar Oblivion. De la noche a la mañana, todas sus entradas habían desaparecido, como por (nunca mejor dicho) arte de magia. La mayoría se lo había tomado a broma (¿de veras, me han cambiado la puerta de Metrópolis otra vez?), al menos hasta que habían tratado de rastrear los umbrales mediante el Arte, algo que siempre había funcionado...

Pero no aquella vez. Aquella vez, el Oblivion se había esfumado. Y, con el tiempo y la Colisión, la gente dejó de buscar, otorgando al nombre del bar un irónico doble sentido.

Pero no fue lo único que olvidaron.

Elissa Stavridis no había oído hablar jamás de Shadowpact. Igual que pasaba con el nombre del bar, la historia de aquel grupo de místicos parecía estar sumida en las mismas sombras a las que su título hacía referencia. De no haber sido por el diario de su padre, la griega nunca hubiera indagado acerca de él.

Tampoco era que ahora supiera demasiado. Muchos habían empleado aquel nombre a lo largo de los siglos. Místicos de todo tipo: médiums, seres celestiales e infernales, animales inteligentes, brujas, magos, hechiceros... Gente con todo o nada en común que, ante una amenaza mágica que los sobrepasaba, se habían unido para hacerle frente... con más o menos fortuna. Se decía que Shadowpact eran "los campeones de las causas perdidas" y, al parecer, era bastante literal. Ninguna de las encarnaciones del grupo había sobrevivido mucho tiempo; el Pacto de las Sombras era tan volátil como el nombre sugería. A veces era porque sus miembros no se comprendían. Otras veces (la mayoría) el final era trágico, violento y prematuro.

¿Había sido aquél el destino del padre de Elissa? ¿Y por qué tampoco había rastro del padre de Lyz? ¿Por qué Patroklos Sarantos había dejado la llave del Oblivion a su hija como único legado? ¿Dónde estaba el resto de miembros del antiguo Shadowpact, si es que los había habido? Ninguna de aquellas preguntas tenía respuesta por el momento, y tal vez nunca las tuviera. En cualquier caso, ni el Bar ni el diario de Patroklos se lo diría.

El mundo mágico había sufrido una crisis recientemente. Arión, el Sumo Mago de Atlantis, se había vuelto loco, y su locura había culminado en un enfrentamiento que había sacado a la luz viejas alianzas, y enemistades aún más antiguas. Y, cuando las aguas al fin se calmaron, corrió el rumor en el mundo mágico. El Bar Oblivion volvía a estar abierto.

Como si fuera una invitación, todo tipo de criaturas se congregaron en el local en la semana de su reapertura, retomando las viejas rutinas como si la taberna nunca hubiera cerrado. Las Stavridis, nuevas propietarias (y por sorpresa) de aquel lugar, descubrieron con alivio que, bajo la capa de polvo que lo cubría todo, quedaban barriles de cerveza y licores suficientes para complacer a la clientela. John Constantine, Jake y N resultaron ser de inestimable ayuda; el primero para identificar todos aquellos brebajes sin etiquetar (y ofreciéndose incluso a probarlos, en aquel alarde de generosidad que sólo mostraba con el alcohol), los segundos para tomar nota y ayudar a servir las mesas.

Y así llegó el Equinoccio de Primavera, y con él la tan esperada reunión para volver a fundar Shadowpact. ¿De dónde había venido la idea? No de Elissa exactamente, aunque ahora tuviera que ser su principal defensora. Cuando Ari'ahn de Atlantis había perdido el norte, muchas voces se alzaron. Había una alianza mágica convocada a raíz de la Colisión, pero no habían sido capaces de detener la caída de Arión. Y ahora, muchos creían necesario que el Pacto de las Sombras resucitara.

Aquella noche, el primero en llegar fue un hombre, vestido con una gabardina y un sombrero que no se molestó en quitar. Bajo la sombra que proyectaba el ala del sombrero, sus ojos pálidos brillaban al contemplar silenciosamente la estancia. Tomó asiento, pidió una copa de vino que apenas probó, y se dispuso, como siempre, a observar el devenir de las cosas. Siempre guiando, pero sin nunca intervenir.

John llegó bastante después. Elissa, aún inquieta por la presencia del cliente del rincón, se limitó a arquear las cejas, tratando de ocultar su sorpresa. Aunque le debía un favor (que la griega le había reclamado), en realidad no esperaba que se presentara allí. No a la reunión, al menos, aunque supuso que no podía mantenerse alejado de su J&B mucho tiempo. Constantine parecía preferir trabajar solo, lo cual tal vez no fuera tanto una elección como un destino ineludible, teniendo en cuenta cuántos de sus amigos acababan en las necrológicas.

Elissa le sirvió el whiskey con hielo antes incluso de que lo pidiera. Tenía mal aspecto aquella noche, aunque no tuvo mucho tiempo de preguntar. Era hora punta, y el Oblivion empezaba a llenarse. Y a las doce en punto empezaría la reunión.


- Gracias por echarme una mano, Lyz - musitó la psicóloga. Ninguna de las dos había llevado un bar antes, y mucho menos un bar mágico. Les iba a costar hacerse a la idea.

John le hizo un gesto. Había llegado la hora. Elissa suspiró. No le gustaba ser el centro de atención. Alzó la voz en dos ocasiones, pero se perdió en la algarabía reinante. Finalmente, cogió una copa y la golpeó, hasta que el sonido tintineante le ganó un instante de silencio.

- Los que hayáis venido con motivo de Shadowpact... pasad por la puerta de la izquierda, por favor. - dijo. Y, tras una pausa, creyó conveniente añadir. - El resto, recordad que la Hora Feliz empieza a la una. No rompáis nada mientras no estoy. - eso último fue acompañado de una mirada significativa a Jake, que lo instaba tanto a mantener el orden en la sala como a no romper nada él mismo.

Y, como no, el tipo que se sentaba en la esquina fue el primero en levantarse y cruzar el umbral señalado.

Lo que iba a suceder aquella noche no se lo podía perder.

NORMAS DEL POST:

Llevaba un rato en la calle a las puertas de un bar del que John nos había hablado tanto a Brooks como a mí. Dijo algo como "Deberíais pasaros por allí, encantos", "Creo que os interesará, nenas"... "Blablabla Shadow no sé qué"... Sí, le estaba haciendo burla, y qué.
El caso es que no me decidía a entrar. Ese bar desprendía una energía extraña, diferente, única. Con las manos en los bolsillos de mi gabardina y pateando un poco el suelo, me mordí el labio y me decidí a abrir la puerta y entrar.

Allí había un ambiente bastante vivo, mucha gente parecía disfrutar cómodamente de la bebida y la música que sonaba de fondo, charlando y riendo, otros escondidos en las sombras de las mesas que hacían esquina y me sorprendió no ver allí ya a Brooks. Di por hecho que vendría ella antes que yo, y reforcé esa idea cuando vi a John sentado en la barra con cara de arrepentirse de estar allí, por lo que fui directa en su dirección quitándome el abrigo por el camino.
Sin embargo, estando a medio camino de mi objetivo, una chica morena con una trenza a un lazo, llamó la atención de todos. Y sólo en ese momento, sólo cuando vi que todos dejaban de hacer lo que estaban haciendo para mirar a la chica, que me di cuenta del aspecto de muchos. Ese bar estaba lleno de... ¿seres? o monstruos, más bien... Eran... raros.

La chica dijo algo de Shadownoséqué y llamó mi atención por completo, más cuando la figura de John se dirigía hacia donde ella había señalado. Fui hacia allí en silencio y sigilosamente hasta colocarme detrás de John y hacerle el gesto de las cosquillas, lo suficiente para que cualquiera diera un pequeño respingo del susto.
Debía hacerme con una fachada seria y venenosa, como cuando no conocía a nadie. Sí, eso es. Pese a fiarme de aquel lugar porque nos lo sugirió John, actuaría como lo hacía normalmente, excepto con el inglés y con Brooks, si la veía en algún momento de la noche.

-No deberías beber tanto...- le dije con una sonrisa. -¿Brooks no ha llegado aún?- me junté un poco más a él sin invadir su espacio personal porque era la única persona a quien conocía allí y que no me parecía un monstruo... ¿Y si alguno de esos bichos podía leer la mente?

Lo siento, lo siento. Nos sois nada de eso..., dije mentalmente.

-Así que este es el bar Oblivion... ¿Dónde está esa biblioteca? ¿Y dónde me van a servir un vodka?- me moría por cazar uno de esos libros y aprender más.

Si hay algo que le gusta a los fantasmas por encima de todo, no es provocar poltergeist de aquí para allá como les gusta a los ejecutivos de Hollywood hacernos creer sino informarse de todo lo que ocurre; los entes son como marujas de pueblo, les encanta conocer los "trapos sucios" del mundo mágico. Si alguna vez, quieres enterarte de lo que se cuece; lo mejor es acercarse a ellos.

¿Y como culparlos? Al fin y al cabo, están encerrados en nuestro mundo sin mucho más que hacer que ver y oír; lo cual, seguro, debe ser un completo aburrimiento.

El caso es que, últimamente, ha habido un tema bastante sonado entre las criaturas ectoplasmicas; un lugar asentado en la intersección de múltiples Universos, el Bar Oblivion. Un refugio de múltiples pero inestables entradas; donde seres basados en la magia se han reunido o, incluso, escondido durante siglos.

Tiempo atrás, desapareció sin más; sin dejar un solo rastro, como si nunca hubiera existido. Y ahora, tal y como se fue, parece haber emergido nuevamente; como si el mismo "momento" lo requiriese.

Todo ello no puede, sino llamar mi atención; por lo que decido rastrear por medio de mi magia una de las entradas, y personarme en el lugar. Este, como era de esperar, se ha llenado de todo tipo de criaturas retomando las viejas rutinas en la taberna; como si el tiempo se hubiese detenido desde el momento en que este insólito lugar se desvaneció hasta el instante en que ha resurgido.

En una de las mesas, conversando con extrañas criaturas provenientes de otros universo, disfruto de una jarra de un extraño brebaje alcohólico; cuando, por fin, algo interesante sucede: una chica morena, con una trenza a un lazo, llama la atención de todos los presentes a través del tintineo de una copa.

La joven habla sobre una supuesta reunión, relacionada con Shadowpact, en la puerta izquierda del local; lo cual suena lo suficiente inquietante e interesante como para ir hasta allí e investigar. Así que me excuso ante mi compañía, y me encamino hasta el lugar indicado por esta; con intención de conocer que es lo que está ocurriendo realmente aquí.

Sabiendo que el lugar era algo especial, ni siquiera me planteé el ocultar mi rostro para asistir. También porque en parte confiaba en que John no nos hubiera llevado a la boca del lobo. Lo que sí procuré fue arreglarme. Al fin y al cabo, no todos los días asistía una a un bar plagado de magos y conocimientos arcanos, y estaba dispuesta a dar una buena primera impresión. Así que bajo la chaqueta de cuero negro, en lugar de vestir una camiseta lisa, busqué una camisa blanca, — esta vez una que no era de John — y un chaleco estilo corsé que remarcara mi esbelto cuerpo. Dejé los dos primeros botones de la camisa abiertos y me maquillé, dedicando todo el esmero que había heredado de Brooks. Finalmente me puse mis mejores tejanos y las botas, tras lo cual, llevándome sólo la cartera y el paquete de tabaco en un bolsillo, y las llaves en el otro, me encaminé al bar Oblivion.

Para cuando había llegado al lugar indicado, ni John ni Anya parecían estar allí. O eso, o estaba siendo totalmente incapaz de encontrarles con tantísima gente en el local.

Así que sola en mitad de un lugar extraño y plagado de gente extraña, pedí una bebida y me acerqué a una de las mesas ocupadas, haciendo halago de mi natural carácter extrovertido para mezclarme con la multitud, charlando amigablemente con quien reaccionaba de un modo positivo, y disculpándome y desapareciendo del mapa si alguien parecía molesto por mi culpa.

Y así terminé sentada una mesa bebiendo con dos monstruos y un tipo rubio la mar de agradable, charlando desenfadadamente sobre cosas insulsas y en su mayoría, escuchando charlas sobre magia que sonaban a chino en mis oídos. Y a medida que la bebida nos afectaba y todos empezábamos a alzar el tono de voz en discusiones cada vez más acaloradas, me iba olvidando del verdadero motivo que me había llevado hacia ahí, hasta que una muchacha de largos cabellos trenzados nos invitó a pasar a una sala a los que habían venido para asistir a la reunión.

— Oops, me llaman. — me alzé de la mesa.

— ¿No te terminas la bebida? — Comentó uno de los hombres sentados en la mesa, que se habían ido añadiendo a medida que avanzaba el día. Me faltó mirarle y entrecerrar los ojos para que ambos tomaramos el vaso entre manos y nos echaramos el contenido garganta abajo casi como si quisieramos ver quién terminaba antes.

Ambos nos reímos y me retiré de la mesa, sintiendo la cabeza ligeramente vacía, y pensé que tal vez no tendría que haber bebido tanto. Pero como me veía capaz de pensar claramente y de ponerme seria si la situación lo requería, sencillamente me despedí de quienes me habían acompañado en mi breve velada en el local, y caminé en dirección a la puerta que nos habían indicado, casi dejándome la chaqueta colgada en el respaldo de la silla.

Y de camino a aquella puerta, reconocí a John con su usual Gabardina y a Anya a su lado. No pude evitar agilizar mis pasos como si trotara en su dirección y me colgué entre ellos, pasando un brazo por el cuello de Anya y el otro por el cuello de John, quedandome entre ellos en un extraño abrazo.

— ¿Me habéis echado de menos, queridos? — comenté animada, inclinandome levemente a besar a Anya, y aunque inicialmente quise apuntar a su mejilla erré levemente la trayectoria, besando la comisura de sus labios, o incluso un poco más en el centro, aunque no me di verdadera cuenta hasta apartarme levemente de ella, momento en que la miré con una sonrisa divertida en los labios, sorprendida ante la propia efusividad de mi saludo. — Eso no ha sido enteramente a drede, aunque no ha sido desagradable tampoco. — Me giré a mirar a John y repetí el gesto con él, besándole la comisura. — ¿Qué tal estáis chicos? He estado bebiendo con unos tíos por ahí la mar de curiosos, creo que deben tener más de un estómago porque beben más rápido que nosotros tres juntos. — Sin romper el abrazo se inclina levemente hacia un lado, intentando mirar atrás. — No es normal lo mucho que tragan.

Como si hubiera una sola persona normal en ese local, nosotros tres incluidos.

De cabeza, en el techo de mi habitación, me encontraba colgando a causa de la magia. Estaba realmente fuera de mi cuerpo, y estaba intentando mantener un hechizo una vez que mi conciencia se fuese. El problema no radicaba en mi cuerpo fisico, si no en el espiritual/sensible, que era invadido lentamente por un dolor similar al que tienes cuando te pican con agujas la piel de una zona a otra y despues, te queman. Era un dolor que no te inmovilizaba, pero que te podia hacer perder la cabeza para que eso parara.

Aguantaba el dolor, tanto como me era posible, mientras la magia recorria toda la habitación, moviendo las cosas por vibracion como si estuviese temblando... Tan solo un poco mas... Un poco mas...

-¡AAAHG! - Abri los ojos y volvi a mi cuerpo terrenal, tocandome el cuerpo mientras limpiaba el sudor de mi frente. Debia seguir practicando el asunto del control extra-sensorial de mi magia... Mire el reloj, y recorde mi compromiso. Habia circulado entre los magos el asunto de que el Oblivion habia sido restaurado y tenia nuevas propietarias. Aparte de que se iba a restaurar el Shadowpact... Donde habia estado mi padre, John Zatara. Tenia que estar ahi obligatoriamente, y quizas me encontraria a algunas personas bastante... interesantes.

Me levante adolorida de la cama, chasquee mis dedos y me meti a bañar. Mi ropa empezo a extenderse, mi maquillaje a prepararse y todos mis artilugios magicos se acomodaron a mi orden. Cuando a los 5 minutos habia terminado de bañarme, me seque con una toalla, sali a mi habitación y volviendo a chasquear los dedos, la ropa empezo a colocarse en su lugar y el maquillaje a actuar. Cuando termine, tenia mis mallas, mi corse y mi chaqueta de gamuza negra colocada para salir a hacer magia. Llevaba mi baraja, mi varita magica y por supuesto, mi sombrero.

Durante el camino al Bar, al que tenia que llegar desde una de las entradas de un bar en los suburbios de Los Angeles, me puse a pensar en las implicaciones de revivir algo como el Shadowpact... Seria que o se acerca una cuestión muy fuerte para el mundo magico o eso ya se desato y solo estan tratando de ver cual sera la mejor forma de pararlo. No queria que esto se volviese como la Liga de la Justicia Oscura, que acabo desmantelada y sus miembros perdidos por todo el mundo sin mas hogar que la Casa del Misterio que volvia a ser de Constantine. Tampoco queria que se volvieran las fuerzas del orden que alguna ves el Dr. Fate habia planteado pero que no sirvieron... Ni siqueria sabia que podia esperar de los aventureros que se atrevieran a formar este grupo, pero no queria hacer ningun pronostico anticipado.

El objetivo de todos los grupos magicos siempre se desvirtuaba a algo que no se acercaba a sus planteamientos originales, ni siquiera, a sus objetivos eticos. Era una maldición que debia estar siglos antes, desde los tiempos de los hechiceros egipcios y griegos que permitieron la formación de Shazam o las desventuras que los mismos soltaron sobre Pandora. ¿Qué mas se podia esperar? 3/4 partes de los magos eramos unos desgraciados y la otra cuarta parte eran criminales como Nick Necro o Felix Faust que se habian dejado llevar por el poder sin limites. Parecia que mi maldición era tener que perder su confianza siempre...

Al llegar, el bar estaba algo atestado de criaturas, hombres, seres... ¿Entes? Dudaria que los conocimientos de ontologia y esoterismo fuesen lo suficiente para clasificarlos. Me movi a una de las esquinas del bar para evitar ser vista, mientras con la mirada, revisaba a los integrantes del bar. Lo que me hizo detenerme fue... ¿No podia ser cierto? ¡Estaba ahi! Me quede viendo al hombre de la gabardina y el sombrero negro con mucha sorpresa y negue. ¿Qué demonios iban a hacer aqui?

Una de las chicas en la barra llamo la atención y dijo que los que iban al Shadowpact, entraran por una de las habitaciones en una de las puertas. El hombre de la gabardina entro primero y tras el, fueron llegando mas... Constantine, entre ellos. Me meti, tome asiento hasta atras lejos de Constantine y sus "amiguitas" (a las cuales mire con enojo durante unos momentos) que estaban a su lado y apareci una copa de mi sombrero a la cual empece a llenar con un vino afrutado que siempre invocaba cuando queria tomarme algo y no confiaba en los baristas del lugar. Aparte de eso, no queria tomar mucho si estaba ese sujeto en la misma habitación que yo.

Como sea, vean mi bonita, aunque todavía pequeña  tienda llamada Tianjin.

Todo había pasado demasiado deprisa desde lo de Arión. Hacía apenas una semana que el demonio se había enfrentado a un gran amigo suyo, un aliado que jamás pensó pudiese caer en la corrupción a la que se había visto arrastrado. Fueron varias las razones de su locura, ninguna de las cuales había podido evitar. Tantas pérdidas y tanto dolor, y él no había podido salvar a su amigo. La situación era bastante fea para él, y quería ayudarle, aunque no sabía muy bien cómo. Tras todo lo de Guerra y con la cuenta atrás para Muerte el B.P.R.D estaba a tope de actividad, y él sentía que últimamente había fallado en muchas cosas. Pero esa reunión podía ser una opción de cambiar las tornas, de darle la vuelta a la tortilla. Uniones desesperadas para situaciones desesperadas. Era casi una broma del destino, pero a veces las bromas son la única forma de superar el dolor.

El lugar donde se encontraba ese Bar Oblivion no estaba en el plan físico. Cuando oyó hablar de él y buscó información eran todo leyendas, mitos, nadie sabía realmente si aquel lugar existía de verdad o sólo era un cuento de hadas. Pero el demonio sabía por experiencia que la mayoría de cuentos de hadas eran realidad, y que si un lugar tan mítico estaba envuelto en tantas historias aparentemente inventadas lo más probable es que existiese de verdad. Tal y como había sucedido con el Mercado Troll la primera vez que lo encontraron, era cuestión de paciencia y buscar. Su último encuentro con John Constantine le había causado otro nuevo dolor de cabeza, pero también había conocido a una joven, llamada Elissa Stavridis. También se había visto envuelta en todo lo de Arión, aunque por fortuna también había salido bien parada. Era una joven mística con la que no había podido hablar lo suficiente como para conocer sus poderes, pero en teoría estaría en el bar, así que tal vez tuviese suerte y pudiese saber algo más de ella. Tal y como estaba la situación, cuanto más pudiese aprender mejor. Además, los aliados escaseaban, y más aún después de lo sucedido con el hechicero.

El plan era sencillo. Presentarse en aquella reunión, enterarse un poco de qué iban a hacer y proponerles algo que seguramente causaría aversión y más de una mano en la cabeza, unida a improperios o gritos llamándolo loco. Pero a Hellboy eso le importaba menos que nada. Su sitio estaba en el B.P.R.D, pero ofrecer ayuda a ese tal Shadowpact nunca venía mal. Además, poca gente sabría tanto como él del mundo sobrenatural. Tan solo personas como John habrían podido corregirle con algún tema mágico. Pero no estaba allí para fanfarronear, sino para aprender y proponer, así que cuando llegó por fin al lugar y atravesó la puerta decidió tomárselo con calma (algo bastante insólito en el demonio) y ver cómo evolucionaban las cosas. Hace un año nadie se habría creído que Hellboy se tomase algo con una calma relativa, pero después de todo lo que había vivido no era de extrañar. De hecho, fue un año atrás cuando el primero de los jinetes reveló su cara y sus intenciones al norte de Escocia. Desde entonces había evolucionado, cambiado y crecido, y aunque seguía teniendo la poca paciencia de siempre y el mal carácter cuando le tocabas las narices, Abe había hecho un especial incapié en que mantuviese la compostura en aquel lugar.

La puerta chirrió con un crujido metálico que anunciaba unas bisagras que necesitaban urgentemente un cambio o un poco de lubricante. Lo siguiente que sintió Rojo fue una bocanada de aire caliente unida al olor de humo y alcohol que salía de allí. El bar estaba a reventar. Pocas veces había visto un sitio tan concurrido. Entró lentamente, con la música resonando por encima de las conversaciones cada vez más agitadas. Se dirigió a la barra y cuando llegó a esta se percató de que nadie le miraba con mala cara, ni como si acabase de ver un fantasma. Aunque, a decir verdad, aquel local estaba plagado de seres extraños y bastante más feos que él. Pidió una buena jarra de cerveza, de esas en las que podrías darte un baño y nadar un par de largos. Se la llevó a los labios y sintió aquel néctar dorado bajar por su garganta. Estaba tan fría que un escalofrío le recorrió el cuerpo. Echó un nuevo vistazo por encima a todos los seres que allí se encontraban. Reconoció al inglés con sus cabellos rubios, al otro lado de la barra. Supondría que estaría allí. No reconoció a nadie más. Puede que se hubiesen retrasado. Vio a un ser parecido a él, pero de color azul y con los cuernos amarillos. Al final iba a haber de todo en este universo.

Al cabo de un rato, alguien intentó llamar la atención de todo el bar golpeando un vaso. El sonido titilante era molesto y consiguió que el barullo general se redujese hasta que tan solo quedaron algunos murmullos y la música que sonaba de fondo. Reconoció a la mujer que había provocado el silencio. Era Lissa, con el pelo recogido en una larga trenza, la cual anunció que todos aquellos que hubiesen ido para hablar acerca de Shadowpact se dirigiesen a una puerta que había cerca de ella. Hellboy apuró la cerveza y se dirigió a la puerta. Vio a John delante de él, acompañado por dos chicas que parecían animadas. Seguramente ajenas a la gravedad de la situación. Pero poco le importaba. Tenía cosas más importantes en las que pensar.

Había alguien más poco dispuesto a perderse la reapertura del bar Oblivion. Claro que ese alguien lo había frecuentado mucho, pero siempre en períodos concretos, una rutina que ahora se rompía. De haber sido todo como debiera, en esos momentos habría debido encontrarse a cientos de kilómetros, no del bar extraplanario, sino de cualquiera de sus entradas. Buscando, siempre buscando algo más. No era el caso, como se pudo comprobar. Habían cambiado unas cuantas cosas desde su última visita, bastante antes del improvisado cierre del local.

Con el bastón por delante, el hechicero intentaba abrirse paso procurando en todo momento evitar el contacto físico, tanto daba que fuera con otros magos que con entidades o criaturas de otro mundo. Al final, esto demostró ser imposible. Con un suspiro, el mago miró hacia la puerta. En respuesta a su gesto, una gran figura traspasó el umbral. Iba vestida con un traje que parecía capaz de contener exactamente su cuerpo, una tarea nada desdeñable si se tenía en cuenta su abultada complexión. Sus movimientos eran lentos, aunque la ropa tenía la holgura justa para moverse sin parecer acartonado. El hombre trajeado pasó por delante del mago y empezó a abrir hueco como si fuera el quitanieves de un mercancías. Los que no se apartaban a tiempo al verle, recibían un toquecito en el hombro, sin ningún tipo de explicación o disculpa. Un solo vistazo a las gafas de sol que oscurecían unos ojos en blanco era suficiente.

Ambos se dirigieron hacia una mesa. De los dos, sólo el mago se sentó. El hombretón trajeado permaneció de pie, con las manos enlazadas. Eran tan efectivo manteniendo su puesto como una pared. Tras pedir una copa de vino, que degustó con tranquilidad, el hechicero habló con su compañero.

-Parece que llegamos a tiempo, Stanley. El ambiente está más animado de lo que esperaba - comentó Aureole. Pues era él y no otro el que compartía ahora mesa con un faen y un viejo conjurador divertido con los vaivenes de su familiar felino, que intentaba sin éxito atrapar una diminuta luz mágica desde su regazo. No importaba que pareciera un hombre adulto en la flor de la vida, con una barba pulcramente recortada y la tez bronceada. Su siempre presente bastón de madera lisa, sus manos enguantadas, su ropa a la antigua y la presencia de Stanley le señalaban claramente como quien era. Pocas personas disponían de una creación alquímica de semejante calibre y muchas menos aún lo llevaban consigo a todas partes.

El gran golem no dijo nada, como era de esperar. Sólo asintió con un movimiento de cabeza. El sangromante no se había dejado ver en público desde algo antes del incidente de Arión, y desde entonces ni siquiera sus contactos habituales en las zonas y mercados ocultistas sabían nada sobre su paradero o la causa de su ausencia. De hecho, era raro verle en Oblivion, lugar al que sólo acudía cuando se trataba de atender la rutina que implicaban sus propios asuntos y negocios, muy pocas veces por placer. Quizá más de uno pensara que no era coincidencia que desapareciera cuando lo hizo, aunque seguramente habría opiniones encontradas acerca del motivo. ¿Quizá previó lo que iba a acontecer? ¿Habría tenido algo que ver? ¿Habría estado cerrado el acceso a su Biblioteca Roja del mismo modo que Oblivion, dejando al sangromante encerrado dentro? Difícil saberlo.

En realidad, Aureole era conocido por ir y venir a su antojo, de modo que pronto todas las especulaciones fueron resueltas con un encogimiento de hombros. El que las idas y venidas del longevo hechicero continuaran como lo hacían era como una seña más de que las aguas volvían a su cauce, de que todo se regularizaba. Nada más lejos. Los rumores sobre el Shadowpact hacían honor a su nombre, ensombreciendo muchas de las pretensiones de normalidad recuperada. Más de uno dio un respingo cuando alguien pronunció esa palabra a las claras en medio del bar. Varios personajes se levantaron y se dirigieron a la reunión.

Inesperadamente, Aureole se levantó y fue en la misma dirección, seguido siempre de cerca por Stanley. El mago no tardó en ver a Elysia. Una sonrisa se perfiló en su semblante al tiempo que llevaba una mano enguantada al ala del sombrero.

Cuando me lo explicó Lissa no podía creérmelo. Un mago superpoderoso ido de la olla la secuestró para convertirla en su aprendiz y después casi se carga el mundo. Empezaba a estar bastante harta de que esta clase de cosas sucedieran en mí día a día. Antes lo más raro que me pasaba era que alteraba sin querer la realidad y la probabilidad (otra vez) con mis dibujos, ahora se había puesto de moda dominar el mundo y hacerlo añicos. Bien, esto de que tus poderes fueran cada vez más guays era directamente proporcional a que psicópatas hechiceros la tomaran contigo. 

Bueno, pero esto no era de lo que yo quería hablar. 

- El hombre del sombrero de la mesa 15 quiere un Whisky con cola. – dije pasándole la bebida a N, el novio perfecto. 

- Claro, encanto… ¿pero cuál de todos los hombres con sombrero es?

N no era muy espabilado que digamos. Era un encanto de chico (si podía llamársele así), y era tremendamente guapo, pero aún tenía varios arreglitos que hacerle. N era en realidad un hombre creado a partir del papel y el lápiz. Recuerdo que las primeras semanas fueron bastante infernales, no sabíamos que hacer con él. Parecía pensar por su cuenta y tener sentimientos… pero estaba atrapado en un cuerpo de dos dimensiones. Al final tuve que pedirle ayuda a mi maestro Aureole, que me enseñó a darle volumen y conseguir que N se viera como un chico normal… aunque con ciertas peculiaridades…

El rubiales de ojazos azules pasaba con la bandeja llena de bebidas y yo rezaba para que ninguna de ellas se le cayera encima, porqué su cuerpo (que aunque se viera de carne y hueso) empezaría a absorber el líquido y a arrugarse. Las mujeres del local suspiraban a su alrededor mientras observaban la figura perfecta de mi amigo. Si supieran que no tiene…

- Oye, ¿Sabes que hacer trabajar a un chico de 15 años en un bar se llama esclavitud? Voy a denunciarte. – Jake sobrevoló la barra y cogió otra bandeja de bebidas que había terminado de preparar. El chico tenía el aspecto de siempre; era alto, moreno y con los ojos de un verde reluciente. Me sonrió con esa cara de pillo que siempre llevaba consigo.

- Los dos sabemos que no eres un chico de 15 años, Jake… - dejé escapar un suspiro.- Además, bien que le has dicho a Lissa que te ofrecías a ayudarnos…

- Pero es que Lissa es encantadora y tu no.- dijo ensanchando aún más su sonrisa.

- Y tú eres insoportable.- le contesté con un tono de voz totalmente distante. Ese era el pan día de mi vida. Una casa de locos: viviendo con otra versión de mi misma, un hombre y un perro de papel y un chico inmortal de 15 años. Por no hablar de Fangirl, la sidekick que había conseguido fichar en la Comic Con de Febrero. 

- Lo que no entiendo es porqué el maestro tenía un bar… no me lo dijo nunca… - Jake se marchó volando a seguir sirviendo copas mientras yo me quedé pensativa fregando los platos y con su última frase en mente. Patroklos Sarantos había sido el antiguo propietario de Bar Oblivion, y también era el padre de Lissa y el maestro de Jake. La llave que tenía mi hermana colgada al cuello y el diario que le había entregado a Jake le pertenecían, dejándonos con él una pista de su paradero. Shadowpact. Pero entonces…

Observé como Lissa le llevaba una copa al hombre de la gabardina y lo identifiqué al instante. Era John Constantine, aka el imán de los problemas. Lissa ya me habló en su día de su encuentro con el inglés y después de eso tuve el “honor” de conocerle en persona. Dejé la cubertería y me volví hacia mi hermana.

- No hay de qué… ¿para eso estamos, no? – después miré a John.- Ey, ¿cómo te va?

Había llegado la hora, y acompañé a mi hermana hasta la sala privada mientras nos seguían varios individuos interesados en la reunión de Shadowpact, entre ellos mi maestro Aureole, el cuál me dedicó un leve saludo con el sombrero y una sonrisa al pasar por mi lado. Le correspondí asintiendo con la cabeza y me quedé en la puerta esperando a que pasaran los invitados, uno por uno, y una vez estuvimos todos dentro la cerré. 

- Buenas noches a todos y bienvenidos al Bar Oblivion. Somos Elissa y Elysia Stavridis, propietarias del local.- nos presenté señalándonos con el dedo respectivamente.- Los que estáis aquí supongo que es porqué os preocupáis por el mundo mágico y todo lo que está pasando a causa de la colisión. Lo voy a dejar bien claro: Los que estén aquí para hacerse los héroes ya se pueden marchar. Los que estén aquí porqué creen que esto va a ser divertido, también se pueden largar. No somos héroes, esto no es un juego y las cosas se van a poner muy chungas a partir de ahora. Así pues, Elissa pasará a explicaros los detalles.

Dicho esto, vi como varios de los reunidos decidían marcharse de la habitación con malas caras. Esa era la gente con sentido común.

Danny Cassidy no había querido perderse la reapertura del Bar Oblivion por nada del mundo, por muchísimos problemas que estuviera teniendo en aquellos momentos. Y lo cierto es que tenía problemas bastante gordos.  

- Qué delicia esta cerveza, cómo refresca el gaznate. Si se me sube a la cabeza, vas a tener que arrastrarme. - exclamó, en tono de broma, mientras tomaba un buen sorbo.

Su compañero, Rory Regan, frunció levemente el ceño al oírlo hablar.

- Deja de hacer eso.

- ¿El qué?

- Hablar rimando.

- No lo estoy haciendo - el Diablo Azul apretó la mandíbula, frenando el torrente de palabras que iban a seguir a aquellas cuatro, y que probablemente hubieran construido el pareado correspondiente. Ragman suspiró. Su amigo conseguía, a veces, resistirse a su "ascenso" (ellos lo llamaban "degradación") a las "altas" ("bajas") esferas del infierno; pero le estaba costando lo suyo.

Daniel Cassidy siempre había sido un buen tipo, pero había decidido vender su alma al diablo para ser un actor reconocido, y la historia no había acabado demasiado bien. Es decir, seguía siendo un buen tipo, sólo que azul, con cuernos, y un tridente infernal.

- Eh. Danny. ¿Has visto al tipo rojo de ahí? Os parecéis un montón, ¿seguro que no es tu hermano?

- Mi hermano es de piel roja, pero no tan favorecido... Si similar a mí se antoja, es porque es bien parecid... Ah. ¡¡Joder!! Otra vez...

Rory le puso una mano en el hombro a su amigo, con la intención de reconfortarlo. Acababa de decidir que él invitaba a las cervezas de aquella noche.  


Eran más de los que Elissa había esperado. Gente de todo tipo, de toda clase y (supuso) con una amplia variedad de habilidades. Algunos le resultaban familiares, a otros directamente los conocía, y también había (mucha) gente a la que no había visto en su vida.

Iba a empezar a darles la bienvenida, pero fue Lyz quien tomó la palabra. Lo cierto es que su otro yo no tenía ninguna intención de ser cordial. Elissa se mordió el labio inferior; tampoco era cuestión de que lo vendieran así. De acuerdo, no sabía qué le había ocurrido al anterior Shadowpact (probablemente, nada bueno), pero la idea de que los magos se aliaran y se protegieran las espaldas entre ellos no era tan mala. Y más después de lo sucedido con Arión.

- Lo que mi hermana intenta decir... - tomó la palabra la psicóloga, conciliadora - ... es que jugar con la magia nunca es una idea inteligente. Por eso existía Shadowpact, para hacer frente a amenazas mágicas, para encontrar soluciones a temas místicos y para mediar entre nuestro mundo y el mundo sobrenatural.

Bueno, tenía que reconocer que le había quedado digno de un panfleto.  

- La idea de Shadowpact permaneció abandonada muchos años. Pero no es nueva. Ha existido en otras épocas, y siempre ha ayudado a solucionar conflictos antes de... eh... disolverse. - miró a los presentes - ... por eso, hemos creído... - incluyó a John descaradamente en el ademán; quizá algo forzado, sí, pero era un miembro fundador - que, ante los últimos acontecimientos, el Pacto vuelve a ser necesario.

Abarcó con su mirada a los presentes, evitando al tipo del sombrero. Reconoció a Zatanna, a Hellboy, y a algunos otros. Saber que estaban allí la hizo sentir algo mejor.

- Y me gustaría saber cuántos de vosotros queréis formar parte del renacimiento de Shadowpact...

¿Sabéis cuando vais muy borrachos y de repente pasa algo que te hace centrarte de nuevo, y te sientes de repente más despejado?

Eso me pasó a mi con el beso de John. Sólo que yo tampoco iba muy borracha y tampoco me centré en exceso, pero se me quitó la tontería de encima en un visto y no visto. En mi rostro se pintó una sonrisa pícara y me disponía a dejarle caer una buena provocación cuando le vi girar el rostro y se le congeló la expresión. Seguí la trayectoria de su mirada y vi una silueta de mujer…
Pensé que tal vez Anya y yo no éramos las primeras. Aunque no me figuraba a John como alguien muy dado a tomar aprendices ni responsabilidades, no me sorprendía pensar que no habíamos sido la primera excepción si no otro error. Sólo que esta vez, esperaba no terminar tan mal como el inglés tan a menudo juraba que terminaban las cosas cuando se trataba de él.

— Tú y tu porte inglés. — bromeé.

Aunque no quería bromear. Quería preguntarle quién era, por qué le afectaba, y decirle que sudara de ella y siguiera sonriendo y bromeando. Pero sé mejor que nadie que hay historias que no deseamos compartir, y el instinto me decía que ésta era una de ellas. Y aunque una parte de mi quiso apretar la mano de John, o su hombro, o susurrar un “tío, estamos aquí por tí”, otra parte me de mi mente me mandaba cerrar el pico y meterme en mis asuntos. Y fuera el miedo a relacionarme de más o mi carácter precavido - no jodamos, si la tía está ahí tiene poderes, igual que todos nosotros, o igual no es una mujer y es una Serleena. - así que decidí limitarme a callar y no hacer comentario alguno sobre ella, su ropa o la cara de John que parecía haber visto un fantasma.

Caminé a su lado en silencio y nos guió a una zona bastante cercana a las anfitrionas, al sentarnos dejé, o al menos intenté dejar, la mente en blanco.

John no había dejado de repetir que esto era importante, así que en parte, no quería fallarle ahora. Si estar aquí nos daba pista alguna para poder ayudar y salvar a Anya… Necesitaba estar al doscientos por ciento. Escuché con atención las palabras de ambas gemelas y entonces ofrecieron a la gente que abandonaran la sala. Ni me lo planteé como opción, pues al fin y al cabo, John no nos habría traído aquí sólo para irnos a la primera pregunta complicada. Así que mientras el lugar se vaciaba, me giré levemente sobre sí misma para contemplar todos los rostros que decidían quedarse ahí. Las dos gemelas, un… anciano con un guardaespaldas gigante, un muchacho de cabellos blancos, un gigante rojo, el rubio de antes - a quien disimuladamente guiñé el ojo-, la conejita playboy amiga de John, una chica de cabellos cortos y tatuajes y nosotros tres.

Entonces llegó la segunda pregunta, que quién iba a participar en ShadowPact, y a punto estuve de alzar mi mano. ¿Para eso estábamos ahí, no? Pero no llegué a completar el gesto, que John empezó a hablar. Y vaya si habló. De hecho, era de las veces que más le veía hablar por su cuenta, sin tenerme detrás tirándole de la lengua.

Y lo que dijo no me gustó precisamente. Y aunque a veces me cuesta saber qué siento y soy jodidamente indecisa, siempre debatiéndome entre dos o más opciones, esta vez estaba terriblemente centrada.

A ninguna de las dos nos gustaba.

Sin embargo nos guardamos de montarle una escena en plena reunión. Mi mirada hablaba por ambas, y cuando sentí que se me tensaban los labios en una sonrisa, intenté que no fuera fría. Al menos no demasiado. Pero sobretodo me repetía a mi misma que sí nos había avisado. Que habíamos aceptado las condiciones de uso en el momento de aceptar como maestro, y que Anya probablemente moriría de todos modos. Si tenía una opción de encontrar respuestas o una cura para ella… Era aquí y ahora. No es culpa de John, conocíamos los riesgos...
Hablé en voz baja, pero probablemente quienes estuvieran sentados más cerca nos iban a escuchar.

— Bien, nos podemos dar por advertidos. Muy importante será lo que quieras que aprendamos, si tan negro nos lo pones. “Es muy posible que la palmemos todos los de aquí, sin excepción, y los afortunados envidiarán a los muertos.” Si es tu modo de animar a la gente, John, estás despedido.

Repetí sus palabras, con sorna, intentando como siempre escudarme en el humor para no pasarme de la raya y para ayudarme a calmarme. No es culpa de John, conocíamos los riesgos…
Suspiré y busqué en mis bolsillos el paquete de tabaco, y casi sin pensar fui a ofrecerle un cigarro a John y Anya… Y me detuve, mirando a las gemelas y arqueando una ceja, agitando la cajetilla. ¿Se podía fumar en este lugar?

El grupo que entró en la sala era de lo más variopinto. Hellboy reconoció además de a John y a Lissa a Aureole, aquel mago que en su momento se había interesado por su mano de piedra, ofreciéndole una cuantiosa suma si se la vendía. Naturalmente no podía hacerlo, ni tampoco quería. Si se le cortaba el brazo moriría (aunque cercenarle el miembro era algo bastante improbable) y desde luego no iba a darle esa llave a cualquiera. De hecho, no se fiaba de nadie que no fuese él, ni siquiera Abe o Liz. No por nada, sino porque las tentaciones que había sufrido a lo largo de su vida le habían curtido, y en un par de ocasiones había estado a punto de caer. Ahora estaba preparado para cualquier tentación o cualquier cosa que le llegase, o eso esperaba. Desde luego lo que no iba a hacer era abrir el infierno y traer el fin de los tiempos a todo. Pero no estaba allí para divagar acerca de su mano o si debía llevarla él u otro. Estaba para ver de qué iba eso del Shadowpact que se había comentado últimamente.

Cuando todos los presentes estuvieron dentro, comenzó la reunión. Él se quedó atrás del todo, entre las sombras, donde sus ojos brillaban como dos pequeños faros en la noche. La otra chica, que se parecía tremendamente a Lissa hasta que se presentó con el mismo apellido, por lo que suposo que eran hermanas tomó la palabra, explicando que lo que allí se iba a hacer no era un juego de niños ni unas vacaciones pagadas. Fueron varios los que abandonaron la sala, con el gesto torcido pensando que sería algún tipo de juego o propuesta entretenida. No los culpaba. El local se había reabierto hacía bastante poco y seguramente más de uno querría retomar antiguas costumbres. El número se redujo considerablemente, pero todavía quedó un pequeño puñado allí dentro. Explicaron entonces qué era el Shadowpact, y el demonio frunció ligeramente el ceño. ¿Una unión que llevaban a cabo cuando la situación se descontrolaba? ¿Y dónde puñetas habían estado todo ese año metidos? ¿Los jinetes del Apocalipsis, la crisis de Gotham, el robo del cáliz en Asia...? El único que parecía saber algo de todo lo de Arión fue el rubio, pero para lo que dijo más le valía haberse quedado callado. Menudo bocazas que era cuando quería. Y para colmo centró las miradas en él, quien habría permanecido en el anonimato de momento. Una de las chicas que iba con el inglés repitió sus palabras con cierto deje ácido, intentando seguramente calmar los ánimos por la salida de tono de John. Hellboy resopló y dio un paso al frente, con el gesto serio y su voz profunda.

- Bueno, como el querido John ha dicho, el "grandullón rojo de los cuernos limados" sí sabe lo que pasa... Pero me temo que de aquí la mayoría no tenéis ni idea. Si estáis planteandoos hacer esta unión ahora, es que vais bastante retrasados con respecto al mundo... Hace exactamente un año el primero de los cuatro jinetes del Apocalipsis llegó al mundo desatando su destrucción. Desde entonces hemos sido capaces de frenar a Victoria en Marrakesh y a Guerra en Metrópolis, y creemos que Muerte aparecerá en el Himalaya de aquí a diez días, pero ninguno estuvisteis ahí. También hubo un cáliz en Asia que fue robado por un tipo llamado Cráneo Rojo, el cual fue la razón por la que Arión, un buen amigo mío perdió la razón... Y, qué sorpresa, tampoco estuvisteis ahí... No sé qué demonios habéis estado haciendo todo este tiempo, pero os aseguro que encargaros de la magia no ha sido una de ellas...- Puede que las palabras del demonio sonasen duras o injustas, pero poco le importaba. Había perdido amigos en el camino y miles de civiles inocentes habían muerto a causa de que contaron con muy poca gente para poder enfrentarse a los jinetes. ¿Había sabido algo de ellos? De ninguno de los allí presentes. John fue a África pero nunca más se supo, y a los demás no los conocía de nada o de hacía una semana escasa, como era el caso de Lissa.

Fue mirando uno a uno a los presentes mientras hablaba, observando sus caras e intentando memorizarlas para en el futuro saber si podía contar con alguno de ellos.

- ¿Que la situación está jodida? Bastante. ¿Que podías haber montado esto mucho antes? También. Lo que está claro es que si pretendéis proteger el mundo a partir de ahora será mejor que os pongáis las pilas. Yo no pretendo entrar en esto del Shadowpact, ya que pertenezco a mi propia organización que hemos estado defendiendo el mundo desde que tengo memoria. Mi nombre es Hellboy y si estoy aquí es para echaros un cable y que no empecéis totalmente de cero... Lo cierto es... Que hemos encontrado cierta relación con los últimos acontecimientos. Los jinetes del Apocalipsis, la locura de Arión, el cáliz, unos problemas con ciertos demonios en un pequeño barrio de Nueva York...- No iba a hablar de Villa Fábula allí en medio ya que conocía la tensa situación que Lobo y sus compañeros estaban viviendo. El B.P.R.D les había ayudado en lo que podía con los temas gubernamentales, pero sabía que no podrían defenderlos ni encubrirlos para siempre. En algún momento algo iba a estallar. Guardó silencio un instante y luego miró a las chicas.- Creemos que va a haber un ataque a gran escala de carácter demoníaco, mucho mayor del que este mundo haya vivido jamás.-

Junto a un grupo considerable de gente, me adentro en el interior de una pequeña sala; la cual cierra sus puertas una vez todos los "posibles interesados" han entrado en ella. Tras lo cual, decido tomar asiento en el centro de los asientos; rodeado así de multitud de criaturas y seres relacionados con la magia.

Una vez todos parecen haber tomado asiento, las anfitrionas, dos castañas de notable parecido, comienzan un breve discurso para explicar el por qué de tan extraña reunión; haciendo un extraño papel de poli bueno-poli malo. Las duras palabras de la primera de ellas, hacen que la mayor parte de los reunidos se marche; lo que me permite ver, con mayor claridad, a aquellos que forman la primera fila.

Para mi sorpresa, logro vislumbrar a la joven que escasos minutos antes estaba bebiendo junto a mi; la cual, acompañada por un algo desaliñado tipo y otra también hermosa joven, se gira sobre sí misma para echar una leve ojeada al local. Al verme, me guiña disimuladamente un ojo, a lo que correspondo con una amplia sonrisa cómplice; sabía que esto iba a ser interesante, pero no apostaba que lo fuese a ser tanto.

Entonces en ese momento, interrumpiendo las palabras algo conciliadoras de la segunda de las anfitrionas, el tipo antes nombrado interviene con un discurso de lo más pesimista; alegando que, todos los presentes, moriremos de seguir adelante con ello y, de no ser ese el caso, envidiaremos a los que han encontrado tan amargo camino. Dando a entender, que el nuestro como supervivientes será aún peor.

Finalmente, sus palabras acaban refiriéndose a uno de los presentes; un enorme tipo de color rojo, y un aspecto bastante parecido al de un demonio. Lo cual no hace sino que una más que notable mirada de desagrado y odio se dibuje en mi rostro mientras lo observo; quizás puede sonar algo racista, pero no apruebo para nada la presencia de un ser de naturaleza satánica aquí y no creo en absoluto que tenga cabida en cualquiera de las posibles intenciones que puedan surgir de esta reunión.

Por suerte, un comentario más que sarcástico de la hermosa pelirroja, merma un poco mi tensión; relajando notablemente mis facciones, aunque sin varias un ápice mi desconformidad. Es entonces cuando el demonio de cuernos limados interviene; con un discurso, que más que informativo, parece recriminativo.

Aunque todo mi cuerpo me pide que responda de forma más que hostil a las palabras del gigante carmesí, decido morderme la lengua y guardar silencio; a espera de ver lo que sucederá a continuación.

Aureole fue posiblemente de las personas que menos llamó la atención. Entró con el grupo y se sentó, apoyando ambas manos en el puño del bastón, Stanley, fiel a su naturaleza, se quedó de pie, vigilante, pero a un lado de la habitación. El sangromante no miró a nadie ni hizo ademán de reconocer a ninguno de los otros hechiceros o entendidos que le rodeaban. Simplemente, se mantuvo atento y con la mirada al frente, fija en un punto por detrás de las Stavridis. Tras la perorata inicial, algunos asistentes a la reunión se levantaron y se fueron. Otros se manifestaron, del modo que les fue más propio. Tras unas cuantas intervenciones en las que parecía que los ánimos se iban calentando, el veterano mago carraspeó llamando la atención.

-Ruego me disculpen, pero considero que es buen momento para cambiar de tercio. Si se dan cuenta, seguimos aquí. No es la última vez, ni barrunto que sea la última, que el mundo se enfrenta a una crisis y sale más o menos airoso. Dejemos de lado el quién favoreció la proverbial salvación; unas veces han sido unos, otros en otras, y en muchas de esas ocasiones los magos no hemos tenido nada que ver como comunidad, ni tan siquiera como individuos. Lo que ahora interesa, o al menos tal es mi impresión, es que haya cierta coordinación para cuando nos corresponda a nosotros lidiar con el siguiente maremágnum. A poder ser, algo mejor que el intento llevado a cabo por aquel doctor Stephen Strange. Es obvio que incluso a pesar de esa otra y ya distante reunión, las cosas han escapado a todo control como viene siendo habitual.

El sangromante hizo una pausa, esperando a que se calmaran los nervios de algunos de los presentes mientras volvía a apoyar la mano sobre el bastón. A pesar de su actual aspecto joven, su voz seguía sonando pausada y antigua, con toda la presencia de ánimo y flema que había dado fama a los británicos durante siglos. Recordaba a muchos de esa pequeña fiesta privada de Strange, en la que les había pedido que redujeran el uso de sus poderes con el fin de evitar que la inestable situación de los dos universos en fusión se volviera peligrosa. Sospechaba que, como él, también se acordarían y se darían cuenta de que era bien cierto lo que había dicho. Aquella intentona del supuesto Hechicero Supremo había quedado en agua de borrajas. No había más que ver lo ocurrido, si bien Aureole no se volvió hacia Arión ni le echó nada en cara en ningún momento. Le faltaba información, después de todo, por culpa de su improvisada ausencia.

-Algunos de los presentes me conocen y, cómo decirlo... Estoy bien seguro de que saben que no soy lo que se suele llamar un buen camarada. No porque tenga una afiliación previa, como nuestro apreciado agente Hellboy, sino simplemente porque rehúyo las multitudes o, más sencillo aún, desconfío de ellas. En parte precisamente porque suele ser más sencillo ponerse de acuerdo con uno mismo que con muchos. Pero al margen de esto, mi otra gran tendencia es la de perdurar. Y dadas las circunstancias, todos corremos el riesgo de que nos ocurra más bien lo contrario si no somos capaces de estar preparados para el momento clave. Ya se ha hablado mucho de las consecuencias, del dolor, de la muerte y las clásicas torturas peores que ésta. Ahora bien, deberíamos concretar un poco, ¿no les parece? ¿Qué tal empezar por los puntos principales, las mayores amenazas y, no sé, tal vez... una pequeña tormenta de ideas para ver cómo atajarlo del mejor modo posible?

Naturalmente, Aureole no tenía intención de ofrecer soluciones. Al menos no de momento. Primero escucharía los mayores problemas y las posibles formas de tratar con cada uno. Si la congregación reunida se bastaba para ello, excelente. En caso contrario, tal vez sí tuviera que aportar alguna sugerencia. En especial si eso le dejaba fuera de la ecuación. Como acababa de expresar, su principal preocupación era su incolumidad, y estar en primera fila durante un conflicto mágico chocaba frontalmente con esa directriz personal.

Una vez sentada y tomando mi vino, Razor se acerco a mi y se sento a mi lado. Giro la cabeza para verlo y le sonrio amablemente, dando un trago a mi copa... Luego parpadeo un par de veces y asiento. -No tengo una opinion muy clara, voy a esperar a saber que es lo que piensan hacer... Por lo general, estas cosas no suelen terminar nada bien -Mencione como si le hubiese comentado el clima, aunque en un tono mucho mas bajo. Realmente no tenia ningun conocimiento sobre quienes eran las personas que estaban convocando otra vez la organización a la que fue parte mi padre, ni que hacen aqui algunos individuos... Pero sobretodo, ¿Qué hace aqui el tipo del sombrero? ¿Por qué estaba haciendo de expectador directo en este caso?

Le hice a Razor un gesto con la mano para que prestara atención y mire a las mujeres que se presentaron como las Stravridis mientras poco a poco tomaba la copa, escuchando a la primera hablar. Alce ligeramente una ceja, con cierto recelo ante ese tono estoico de alejar a las personas por sus intenciones... Me recordaba de algo a las primeras veces que Constantine intento reclutar a mis amigos a lo que conociamos como la Liga de la Justicia Oscura, y eso no me daba buena espina. Mire a la segunda chica, Elissa que hablaba con un tono muchisimo mas cordial.

¿Asi que renacer el Shadowpact? Mostre una sonrisa ironica e incline la espalda un poco hacia adelante, escuchando atentamente lo que el auditorio tenia qué decir. Tenia que guardar silencio y esperar a que todos los que tenian algo por decir. Cuando acabaron las hermanas (o primas muy parecidas) Stravridis empezo Constantine... El mismo discurso cinico que varias veces ya habia oido de el, el tipico mensaje que siempre queria darle a todo el mundo de que la labor que haciamos no siempre era la mejor y lo ultimo que alguien te podria desear es animarte. ¿Por qué no podian aceptar que habia muchos magos que podian marcar la diferencia en algun momento? Ni Deadman, ni Nick Necro ni Xannadu... Nadie en sus principios era alguien talentoso que no cometiese errores que le pusiesen su vida en peligro, la diferencia radicaba en que unos podian resolverlos y otros no.

La sala se iba vaciando cada vez mas, pero yo seguia con mi sonrisa peligrosa, sentada mientras alternaba la mirada entre los presentes. Hellboy empezo a hablar, reprochando la crisis en las que se vieron involucrados... Mi sonrisa se expandio mas, pero ya no me parecio gracioso, era un insulto a los heroes que habian estado ahi. Oh, claro, es dificil juzgar a los que estan aqui, pero en la Liga de la Justicia se apoyo en todas esas crisis que el mencionaba, y a la par que Arion desato su ira, yo tenia que encargarme del encantamiento del mismo caliz que se robo y que Diana guardo en la Atalaya y le tenia en un estado iracundo que pudo haber desatado una guerra por toda Europa. Clave mi mirada en Hellboy y luego mire a Razor, que empezo a hablar.

Cuando termino, lo mire un momento y luego pase con un hombre elegante que hablaba con cierto tono "arcaico", por no decir que era extraño el lexico que estaba ocupando. Inhale y exhale discretamente, hasta que por fin, concluyo. Estire un poco las piernas, me levante dejando mi copa en mi silla y mire a todos levantando la mano. Aunque no me dieran la palabra, la iba a tomar.

-Es admirable lo que ustedes quieren hacer. - mencione, mirando a las hermanas- Pero no tiene sentido hacer lo mismo una y otra vez cuando las crisis son cada vez mas grandes y mucho mas complicadas que antes. ¿Quieren abrir el Shadowpack cuando tienen gente que empieza a recriminar y a presumir lo que ha hecho o no? -Obviamente, eso iba dirigido a Razor y a Hellboy- Perdon, pero ninguno de lo que menciona importa en este momento, porque solo demostro que ninguna de las instituciones que estan aqui presentes sabe hacer las cosas bien. Ni las que no estan aqui, como la Liga de la Justicia de la cual Arion es parte o los Vengadores. Todos, absolutamente todos, estamos en un momento de crisis como para venir a darse de golpes de pecho sobre lo que estan haciendo. -mire de reojo a Hellboy, con el gesto fruncido- ¿Y quieren hacerlo sin contemplar a todas las autoridades magicas? ¿Sin consultar a nadie?

Mi voz empezaba a ser mas venenosa. Me cabreaba, me molestaba que Constantine se plantase de nuevo a querer mover un grupo de respuesta cuando a la Liga de la Justicia Oscura nos sacrifico varias veces en arriesgados planes para salvarse el culo y me molestaba que estuviera con otras mujeres que sentia iban a ser lastimadas por el sin importarle nada, haciendo lo mismo que hizo conmigo. Me molestaba que las hermanas Stravridis abriesen otra vez esta organizacion cuando todas las posibles configuraciones de magos que hubo en el pasado acabaron mal, y entre ellas, la unica que contenia a mi padre y a sus mas cercanos amigos. Me molestaba que viniesen a presumir las crisis de lo que hacian, cuando se suponia, esas son sus malditas obligaciones.

Bufe, y extendi las manos un poco a mis lados, calmandome.

-Si Hellboy menciona que vienen demonios, y los que fueron a la reunion con el Dr. Strange escucharon, la magia no va a poder soportar absolutamente ningun embiste. No entiendo, entonces, porque demonios quieren repetir los mismos errores de abrir la misma organizacion que fallo siempre, con los mismos lideres que no tienen el mas minimo aprecio por nadie que no sea ellos -Claro que si Constantine, no iba a olvidar jamas todo lo que nos habias hecho sufrir ni todos los embustes por los que guiaste a nuestro anterior equipo.- ¿Qué les hace tener la ilusion de que esto no va a ser lo mismo? Ni siquiera tienen el animo de externarselo a ningun nuevo, como si esto no fuese la verdadera obligacion que recae en ustedes al habernos citado.

A punto estuvo la morena de abandonar la sala junto con todos aquellos que decidieron hacerlo después de oír las palabras de la chica de pelo corto, y las ganas de salir de ahí aumentaron aun mas después de escuchar el discurso del tipo de pelo rubio. Cualquier persona en su sano juicio habría aceptado ese consejo, y por el bien de su salud, habría cogido la puerta y se habría ido. Por desgracia, ella no podía hacer eso. Y no le entraba en la cabeza cuales podrían ser los motivos que estaban reteniendo ahí a todos los que se habían quedado.

Cerró por un momento los ojos, agitada, recordando qué le esperaba si decidía ignorar las ordenes y marcharse de aquel lugar, y enseguida se recompuso. No, se dijo, no había nada peor que aquello. Desde luego, quedarse parecía un paseito, así que lo hizo. Se tragó su miedo y su inseguridad, y se irguió en la silla que ocupaba.

Cuanta mas gente había salido de allí, mas difícil resultaba pasar desapercibida. Había sentido las miradas de aquellos que habían estado evaluando a todos los presentes, y había tratado de fingir indiferencia ante aquello. Al mismo tiempo, había hecho lo mismo, mirando con disimulo a los demás.

Escuchó con atención todas y cada una de las intervenciones de los presentes. Desde luego, todos parecían saber de qué hablaban, mientras que ella se sentía completamente perdida entre aquella gente. Sabía que no pertenecía a ese lugar, y de hecho, ni siquiera tenía ganas de hacerlo. En aquellos momentos, solo esperaba que no notaran sus nervios, ni lo mucho que le sudaban las manos. Y aun menos cuando... "El grandullón de rojo" habló, y ella se quedó sin aliento.

Nethel no pudo evitar quedarse mirando fijamente al tipo. Había oído mal o realmente era un demonio con los cuernos limados? Tuvo que forzarse en apartar la vista, algo asustada, y volvió a mirar a las chicas que parecían las dueñas del lugar. No tenía nada que decir para intervenir y de hecho, se sentía como si estuviera en una clase de una asignatura muy difícil: No quería que nadie le preguntara.
Se sentía como una rata acorralada, y una vez mas, maldecía su suerte, y los acontecimientos que le habían hecho estar ahí.

Para mí, desde mi punto de vista, todo ocurrió muy rápido. Sin embargo, lo vi todo a cámara lenta. Y no fue por el beso que me dedicó mi amiga pelirroja, no. Ni por el que le dedicó a John después. Ni por el escalofrío que me entró de pronto, como si alguien estuviese taladrando mi nuca.
No. Tampoco fue por lo que dijeron las gemelas. Ni porque fueran gemelas y eso me pareciera extraordinario.

Las palabras de John se repetían en mi cabeza, acompañadas por la voz de Brooks: "“Es muy posible que la palmemos todos los de aquí, sin excepción, y los afortunados envidiarán a los muertos.” ¿Era algún tipo de broma de mal gusto por parte del inglés? Los oídos me zumbaban y comencé a sentir cómo hervía mi sangre.
Cambié de postura a una más defensiva, con los brazos cruzados y ligeramente apartada de mis conocidos en esa sala.

Quizás mi mejor baza era salir por esa puerta y morir de todas formas. Quizás John lo único que había visto en mí era un mero experimento mágico, que la diñaría de todas formas... Suspiré sonoramente y posé mis ojos en el demonio rojo de cuernos limados, después en el hombre del parche en el ojo, después en el joven que parecía tan locuaz, después en una mujer que me provocó más escalofríos...

Comencé a retorcerme los dedos y mis manos, nerviosa. Algo pesarosa. Enfadada. Los que hablaban parecían tener conocimiento de causa, otros parecían haber pertenecido al mismo Shadowpact pero en otra era, otros simplemente... buscaban lo que fuese mejor para ellos.
No podía juzgarles, se suponía que yo estaba allí por eso, por mis manos, mi maldición... Pero tampoco podía abrir la boca. ¿Qué se suponía que podía decir? Esa gente me devoraría viva sólo con mirarme por ser una bocazas y una niña tonta que quiere jugar con la magia.

Lo mejor que podía hacer era mantenerme callada y apartada, observando a los demás. Escuchar sus propuestas y sus quejas, mientras yo valoraba en qué nos había metido John.

-Necesito sentarme...- dije muy bajito en voz alta, sin querer. No pretendía que nadie me escuchase pero ya me daba igual. Busqué un asiento y lo tomé, con las manos algo temblorosas.

No había forma de calcular el tiempo que había pasado en la Inmateria, no desde dentro de ella, donde todo era infinito y el concepto de longevidad no existía. Recorrer las diferentes esferas que la conformaban era un camino arduo y complejo del cual era fácil perderse y no volver nunca. Sobre todo cuando los abismos eran más oscuros que el propio negro. Podía decir que había tenido suerte de volver de sus profundidades, ¿pero realmente había sido así? Su búsqueda no había dado frutos. No tenía respuestas…no la había encontrado. Ella no estaba o realmente no tenía la respuesta. Nunca la había visto, ¿Cómo entonces tener la certeza de que faltaba? Se había ido tras la reunión realizada por Extraño pues quería por sí misma, no… era su deber averiguar que estaba pasando. Y solo había encontrado duda y consternación. Pero fue peor cuando regresó al claro donde sus hermanas habitaban. ¿Era real aquello que las aguas cristalinas del pozo le mostraban? ¿Era cierta la locura de Ahri’ahn? Que la actividad demoniaca hubiera aumentado desde la colisión, que no parara de estar de caza prácticamente a diario desde que llegó aquí, que la magia titubeara como una cuerda mal afinada, nada de eso era buen augurio. Estaba cansada y sus fuerzas eran escasas. Lo notaba ya en ese plano no quería saber cómo se sentiría en cuando volviera al material. Pero debía ir… sus hermanas la avisaron. “Ve al lugar que solo sus puertas abre a quien hijo de la magia es. Allí los han llamado. Ve tu que puedes”. Así que no hubo descanso alguno ni para ella, ni para él.

Estaba en una calle, no sabía de qué ciudad. Su regreso había sido completamente aleatorio pero al menos era un sitio vacío debido a la alta hora de la noche. Parecía que la estaba esperando, la puerta estaba allí y la diosa no tardo en posar su mano sobre ella para empujarla. Pero se frenó por unos momentos al ver como su mano se enturbiaba como si fuera un canal de televisión mal configurado. Ella era magia… y la magia estaba desequilibrándose. Ahora iba a notarlo más ya que había vuelto.

Pasó al lugar, un bar de a los que ella le gustaba frecuentar, clandestino, cerrado y con múltiples tipos de personalidades, en este caso mágicas. Sabía que iba tarde, ¿a quién preguntar? Sus blancas cuencas se posaron en uno de los camareros, un chico hermoso de rubios cabellos. Peor no era por su belleza por lo que lo miraba, era porque sabía que no era real. Como la hija de una de sus hermanas, ese chico era tanto inmaterial como material, fruto de una mente tan creativa que podía hacer semejante hazaña. Iba a preguntarle cuando notó a un grupo de gente salir de un cuarto apartado. Los escucho hablar, desilusionados con lo que ellos habían creído que sería otra cosa. Pero era algo más serio. La palabra Shadowpact salió de sus bocas. Fue directa hacia allí y sin más atravesó la puerta.

La sensación al otro lado le era familiar: una reunión de magos discutiendo por el futuro, por los problemas. Normalmente ella habría entrado de forma espectacular, de esas formas de llamar la atención que tanto le gustaban. Pero no fue así en esa ocasión. Estaba afectada, consternada.

Ya estaban hablando, no sabía con certeza cuanto habían tratado. ¿Llegaba a tiempo? ¿Debía sonreír para fingir que todo estaba bien? Sus caras largas no ayudaban. Ella siempre se esforzaba por ser ese punto de luz que daba la vuelta a la tortilla. Pero no podía, como un globo, sentía que se desinflaba.

El aroma familiar del puro de Rojo la llamó. Sacó entonces fuerzas y sonrió como si todo estuviera bien con ella. Caminó y se puso junto a él.

-Querido, tan guapo como siempre. ¿Me has echado de menos?- luego miró al resto y animadamente movió las manos.- Disculpen que interrumpa por llegar tarde, ha sido descortés por mi parte. No se preocupen, sé cuáles son los tremas a tratar, no hace falta que me pongáis al día.- juntó las manos y ladeó la cabeza. Reconocía a algunos de la última reunión, otros en cambio resultaban nuevos rostros para ella.- Permitidme decir que siento mi ausencia. Sé que muchos no saben quién soy, otros sí. Soy Promethea y quizás algunos me recuerden de aquella reunión que cierto mago llevó con la esperanza de alertarnos sobre algo que empieza a ser notorio. Me fui precisamente para investigarlo… la fluidez de la magia no es la misma, está alterada. No sé si lo han notado…pero yo empiezo a verme afectada por ella. Y creo que la creciente actividad demoniaca tiene que ver… por no hablar de desagradables sucesos acontecidos mientras no me encontraba aquí.

Hizo una pausa. Se sentía incomoda, ¿realmente podría haber frenado a Ahri’ahn teniendo en cuenta su estado, las condiciones que el hizo, si no hubiera estado en la Inmateria? Sintió su corazón compungirse ante la mera idea de ello.

-Pero estoy ahora aquí y mi deber es que todo vuelva a su equilibrio. Mientras siga aquí haré cuanto esté en mi mano.

Tenía la sensación que en cualquier momento se desvanecería…desaparecería. Miró a los presentes. ¿Alguien allí sería capaz de ser un recipiente estable?

Estaba sentado en una silla no demasiado cómoda, observando a todos los hechiceros que había en la sala sin mediar palabra, como un niño bueno. Este mundillo era relativamente nuevo para mi. No conocía a nadie, pero había hecho los deberes. El tipo de la gabardina era Constantine, y era el que me había traído hasta aquí, indirectamente. El grandullón rojo era Hellboy, una especie de demonio, a mi entender. Sus nombres siempre aparecen cuando entras en el mundo de la magia y los demonios. ¿Qué hago yo en este mundo? ¿Un ladrón de guante blanco retirado y espía en paro qué podría hacer en una reunión de hechiceros dónde se quiere formar un escuadrón suicida? Digamos que las cosas se han complicado un poco el último mes.

Desde que el mundo cambió, los pilares se desmoronaron haciendo que distintos planos de la magia que fluían paralelamente convergieran en el mismo plano, cuando nunca debieron hacerlo. ¿Qué significa esto? Ni idea. Tal vez sólo sean los delirios de un viejo al que hicieron que se comiera sus propias extremidades, o tal vez lo dijera para advertirme. Yo sólo tenía que robarle un objeto a un coleccionista. Era dinero fácil. Pero alguien se me adelantó, y hechizó al coleccionista. Cuando llegué el viejo estaba comiendo... Me ahorro los escabrosos detalles mejor. El caso es que no era un simple coleccionista, sino más bien un guardián de objetos mágicos. Aún no sé qué era el objeto por el que murió. Sólo tengo una referencia. Artículo 317.

Hice memoria, en mi año sabático estuve casi aislado de los problemas. En realidad no sabía a ciencia cierta qué estaba ocurriendo. Siempre he sido alguien curioso, así que empecé a buscar. Tras conseguir toda la información que pude, me di cuenta de que nadie sabía nada. O tal vez no había preguntado a las personas correctas. No me preguntes como acabé en aquélla tienda de alfombras, en la que vendían mucho más que alfombras, o cómo conseguí el número de aquélla medium. Acabé hundido en el terreno de lo inmaterial, en el mundo de la magia, y en este terreno pantanoso todo el mundo sabe algo, pero no está dispuesto a decírtelo gratis.

Resumiendo las conversaciones tediosas con fantasmas, las confusas palabras de las videntes y los macabros versos de los brujos, se podría decir que todo se va al infierno. O puede que sea éste el que venga. Y no me gustaría que pasara ninguna de las dos cosas. Tal vez no he sido un héroe nunca. Tal vez no lo seré. Pero me gusta este mundo, y voy a intentar que no se acabe. Aunque tenga que hacer algo más que apuntarme a una ONG para salvar a los pingüinos.

Por eso escuché las emotivas y alegres palabras del inglés. Unas citas llenas de vida y esperanza para todos los presentes. Unos versos que dieron pie al inicio de la tensión en la reunión. Una chica sentada cerca hizo un pequeño chiste en voz baja, pero no llamó la atención. Hellboy tomó el relevo, informando de la situación, no sin antes reprochar que íbamos con retraso. Al parecer él sólo había venido como apoyo, no iba a participar, igual que el siguiente tipo que alzó la voz. Estaba ajustándome los guantes cuando intervino un señor que intentó calmar los nervios, y cuyas palabras decían que él no quería estar allí.

Sin embargo no funcionó, la siguiente voz, una que sonaba enfadada y rencorosa, y que pertenecía a una joven de pelo oscuro y piel clara, estalló en críticas, cuestionando a los organizadores. Pensé en intervenir, no había venido para escuchar a los magos discutir sobre un pasado irrelevante. Si quisiera eso, iría a debates políticos. Sin embargo, una mujer entró a través de la puerta antes de que abriera la boca. Pidió disculpas y mostró una clara intención de darlo todo. Por fin alguien lo hacía, sin premisas ni objeciones.

- Me alegra ver que alguien está dispuesto a hacer lo que esté en su mano por ayudar - dije por primera vez en la reunión, apremiando la actitud de Promethea - Ése es el espíritu que necesitamos. No vamos a arreglar todos los problemas del mundo esta noche, pero discutir y reprocharnos entre nosotros seguro que no ayuda. Creo que hablo en nombre de los que aún siguen en silencio, cuando digo que me gustaría escuchar lo que los que nos han reunido aquí tienen que decir antes de empezar a quejarnos.

Puesto que nadie me detuvo, supuse que no pasaba nada porque me prendiera un cigarro. Y así lo hice. Y mientras fumaba, escuché como el comentario de John había abierto la caja de pandora. Quien más quien menos, todos se alzaron a decir la suya, y todos parecían tan optimistas como había sido el propio John. Qué sorpresa.

Entorné los ojos, escuchando a cada uno, intentando sacar en claro, de entre sus palabras, la experiencia que podía llevarles a decir lo que decían. El demonio rojo les puso al día de todos los eventos que habían sucedido recientemente en los que ShadowPact podría haber ayudado y no lo había hecho. Sólo un necio se queja de no recibir ayuda cuando no la ha pedido, y si ShadowPact no había sido invocado hasta ahora, ¿tenían la culpa de ello las gemelas? Tal vez el gigante rojo podría haber hecho algo para reunir a la gente primero sin tener que esperar a que el resto lo hiciera por él.

Pero yo no entiendo de este mundo, ni las normas por la que el resto de gente de por aquí se rige.

John volvió a nuestro lado, bebió de una copa y le entregó el resto a Anya. Y entonces… Se disculpó con nosotras. Mi cara debía ser un poema de pura incredulidad. Esa manera de hablar era muy impropia de John. De alguien que siempre parecía evadir preguntas y llevar las conversaciones por donde mejor le convenía. Mostrar debilidad, parecer vulnerable… ¿Y en público? Luego llegó la bofetada, y sentí que mi expresión pasaba de la sorpresa a… algo esperaba se pareciera a la compasión.

El siguiente en hablar fue un chico albino con un parche en el ojo, que pensó que la mejor manera de llamar la atención era lanzar una llamarada al aire. Arqueé una ceja, suspiré, di otra calada. Me siguió pareciendo una llamada de atención en toda regla, pero no necesariamente la necesaria en ese momento. Acalló a Hellboy comentando que nadie podía estar en dos veces a la vez… A saber si existe alguien con dicha capacidad. Probablemente. Pero como él mismo dijo, no hizo si no resaltar una obviedad.

Me cubrí los labios con la mano del cigarro para intentar disimular la mueca de incertidumbre que se me pintaba en la cara cuando hablaba el anciano. ¿Barrunto? ¿Qué narices significaba eso? ¿De que siglo se había escapado? Pero dejando de lado el maremágnum que había soltado ese hombre - a saber qué significa esa palabra, también - entendí algo. Parecía más dispuesto a buscar soluciones que en seguir señalando con el dedo a los demás, como si ver los errores ajenos le hiciera a él más sabio o mejor persona. Así que al menos el anciano enciclopédico se llevó una sonrisa de aprobación por mi parte. Además, yo también se usar palabrejas raras. Enciclopédico.

La siguiente fue la conejita playboy. Me giré descaradamente a observarla, casi llevada por la curiosidad y la mirada furiosa que me había dedicado al inicio de la reunión. Y dejando de lado la pequeña crítica a volver a intentar lo mismo que había fallado otras veces… me jodió estar de acuerdo con ella. Relajé el gesto y le sonreí sin vanidad alguna. Pero algo en su voz me hizo pensar que me estaba perdiendo parte del significado de sus palabras. Había demasiada… pasión en su manera de hablar. Algo que dejaba entender una implicación personal.

La que se presentó como Promethea fue la primera en mostrarse verdaderamente dispuesta a implicarse y tomar cartas en el asunto y por ello se ganó una sonrisa genuina por mi parte. Di otra calada del cigarro mientras el último participante daba su opinión… Aunque siendo sincera, yo seguía ojeando a la tal Promethea. Era… extraña a su modo, y no podía evitar que llamara mi atención. Sentí mi propia opinión resumida en palabras ajenas y sólo entonces mis ojos se posaron en el chico nuevo.

Pero no tuve demasiado tiempo para formarme una opinión. John se levantó, aplaudiendo y alcé la mirada para contemplar su rostro mientras se dirigía al resto de la reunión, hablando de nuevo. Me dio la pizca de información que me faltaba sobre Zeta, y sentí que entendía un poco la mirada de la joven para con nosotras. ¿Tenían una historia juntos? No era el momento.
De nuevo algo me escamaba de todo aquello. Cuando John afirmó ser un mal maestro. ¿Porqué dar tanta información? ¿Era necesario? Ser nuestro maestro no tenía nada que ver con la reunión, a no ser que fuera su manera de escudarse ante las acusaciones de la chica playboy. Pero nos instaba a trabajar juntos. Intenté mantener mi expresión neutra, pues es algo que no se me da bien y sinceramente no me esperaba que me lo pidieran. Sus palabras tenían sentido y en cualquier caso, ya no eran tan jodidamente negativas.

Se sentó de nuevo y sentí que susurraba, acercándome a él para escuchar sus palabras, pensando que quería decírmelas a mí. Pero no me miraba directamente y me daba la sensación de que hablaba consigo mismo más que conmigo.

¿Una maldición? ¿John estaba maldito? Mi primer instinto fue sostener el cigarro entre los labios y tomar las manos de John. Miré su piel, alzando la camisa para poder ver sus muñecas, casi como si buscara en ella el tono negro que cubría a Anya. Pero sus manos seguían siendo las suyas, sin manchas. Alcé la mirada buscando sus ojos y tras dar una última calada a mi cigarro, lo coloqué en sus labios.

— Buscar modos de hacerte callar… No va a ser fácil. — Intenté bromear, susurrando. — No tengo ni puta idea de maldiciones, John. Vas a tener que buscar el modo por ti mismo…

No sabía cómo podía ayudarle. No sabía que podía aportar yo a este grupo, donde todo eran magos, gente poderosa y con conocimientos, cuando mi mejor habilidad es escabullirme. Y dudaba mucho que necesitaran robar nada.

— Supongo que lo primero será descubrir qué és, ¿no? Quiero decir, te obliga a decir las cosas, y por lo que dices con sinceridad. Tal vez… joder, yo que sé. Tal vez puedas dar respuestas ambiguas, o de un modo un poco más críptico que no sea tan directo y no te deje tan expuesto. Piensa, si todo el mundo sabe que eres un mierdas, no tienes que repetirlo para decir la verdad, ¿no? — Muy sutil el llamarle mierdas, gran modo de animarle. Coloqué la mano en su hombro y apreté con suavidad, aprovechando para darle una suave caricia en su cuello.

Y me levanté. Ahí, para que todos me vieran, rascándome la cicatriz del ángulo de mi mandíbula. ¿Qué podría aportar yo a ese grupo? Nada. Mi experiencia con demonios había dejado claro que no tenía demasiadas armas contra ellos. No todavía. Ni yo, ni Shade. Coloqué mis manos en los bolsillos traseros de los tejanos y sonreí.

— Hey. Bueno, habéis hablado con la voz de la experiencia y ahí dudo que yo pueda aportar nada. Pero a favor de los novatos y de quienes no lo hemos intentado, ¿por qué no me hacéis el jodido favor de dejar de juzgarnos? ¿O es que no merecemos siquiera el beneficio de la duda? Porqué aquí parece que todos lo habéis visto todo y en lugar de aportar soluciones, echáis tierra a quienes lo intentaron antes y a quienes lo van a intentar ahora, les conozcáis o no. Lo que saco de vuestras conversaciones es que Shadow Pact ya ha fallado antes, pero no había nadie con experiencia que los llevara. Así que los que habéis sobrevivido a los anteriores, en lugar de mirarnos por encima de los hombros, tendríais que intentar ayudar un poco más y dejar de lameros las heridas. ¿Y sabéis qué? El mundo sigue girando. Si esta reunión se forma cuando hay problemas, tal vez no lo hicieron tan mal y sirvió de algo, o tal vez no estaríamos aquí discutiendo que hacer a continuación. Soy sangre nueva, no tengo puta idea de que ha pasado anteriormente. — Retiré las manos del pantalón y di una palmada. — Así que sois libres de juzgarme, criticarme o mandarme al cuerno por hablar sin saber de lo que hablo, pero quien lo haga que esté libre de culpa. Que quien señale, que no la haya cagado ni una puta vez en su vida, porque si no, estáis siendo unos putos hipocritas que se mean en los errores ajenos para tapar sus propios fallos. Y cuando estéis cansados de miraros todos el puto ombligo, haced el favor de escuchar a quienes también han hablado — señalé entonces al anciano. — Aportad ideas, utilizad esa experiencia para no cometer los mismos errores, — y finalmente a Promethea y al nuevo. — Y si queréis darlo todo para que esto salga bien, haced el favor de hacerlo genuinamente y sin menospreciar a los demás.

Hice ademán de sentarme, pero me detuve un instante.

— Soy Brooks, por cierto. — una nueva y radiante sonrisa y volví a sentarme junto a John, susurrando. — Si tienes alguna idea de qué hacer con lo tuyo, dímelo. Dudo que pueda ayudarte en mucho pero puedo intentarlo, ¿verdad?

Tras la aportación del gigante rojo, un tipo de cabellos plateados y un parche tapando uno de sus ojos, decide intervenir; recriminando a la criatura sus palabras, y reprochandole que ni él ni su organización están exentos de culpa. Pues al parecer, ellos también han ignorado otro tipo de amenazas; tales como de las que el demonio se queja.
Finalmente, el susodicho concluye sus palabras de una manera algo más conciliadora; agregando que su intención, como la del nombrado Hellboy, es únicamente como asesor.

Acto seguido, interviene un joven de porte inglés y buenos modales; que bien parece tratarse de alguna clase de noble, o algo así. Sus expresiones, más propias de una persona del siglo XIX, le dan un aire casi arcaico.
Por lo que comenta, su intención es informarse del objetivo real para esta reunión y la posterior formación de Shadowpact; así como conocer las posibles ideas pensadas para llevar a cabo este.

Por desgracia, sus palabras se pierden con la posterior intervención de una hechicera de larga melena oscura; cuya apariencia, parece más la de una sexy ayudante de mago que la de uno en sí. La morena, por lo que deduzco en sus palabras, parece tener un basto conocimiento sobre el controvertido equipo; asi como conocer de primera mano al inglés de negativa actitud, al que observa con un más que perceptible odio.

- Guau, eso si que es un golpe bajo - comento en voz baja, con una sonrisa de medio lado

Sin embargo, un nuevo rayo de sol interrumpe la más que latente tensión del ambiente; una joven de tez chocolateada y cabellos negros irrumpe en la sala, aportando por fín una verdadera actitud positiva. Hecho al que se une un joven moreno, bien trajeado; del cual no había tan siquiera reparado hasta este momento.

Ante tan inesperado hecho, el rubio británico decide aplaudir la actitud de los últimos y reprochar la del resto; añadiendo que solo ha bastado que "agitase un poco el palo sobre las moscas" para que se empezaran a hechar la culpa los unos a los otros. La sonrisa de mi rostro se acentúa aún más al escuchar esto; y es que, si lo piensas, es realmente gracioso.

Luego se desarrolla una breve conversación entre la pelirroja y este, a la que decido no prestar atención; al fin y al cabo, si fuera de interés, lo compartirían en voz alta.

Una vez resuelta esta, la joven de melena escarlata decide intervenir en voz alta; sotando un discurso, que de seguro se siente como una patada en los mismos a todos aquellos que han intervenido con actitud reprochativa. Realmente hay gente muy interesante en esta reunión.

- Gracias, Brooks - digo en voz alta, con una marcada sonrisa de complicidad en el rostro, mientras me reincorporo para dirigirme a todos los presentes - Bueno, como bien han dicho las aportaciones más sensatas de esta reunión, este no es el momento ni el lugar para que deis rienda suelta a vuestros "pequeños problemas de pareja" - comento, en un marcado tono de sarcasmo, sin perder la sonrisa; alternando mi mirada entre el albino y la bestia y entre la morena y el inglés, quien ahora parece algo preocupado - Hemos venido aquí porque el mundo mágico, al igual que todos los demás, está más jodido que nunca; y es NUESTRA responsabilidad, el hacer algo al respecto - continúo, golpeando mi pecho con el dedo indice con notable decisión - Y si existe una sola posibilidad, por remota que sea o por suicida que parezca, me aferraré a ella...Y el que no esté dispuesto a ello, puede largarse cuando quiera...La puerta está abierta

Uno a uno, todos los miembros de aquella pequeña reunión fueron aportando sus ideas, recriminando o sintiéndose claramente ofendidos por lo que él había dicho, demostrando que también el B.P.R.D había fallado y no había estado en todo, como dijeron la mujer de las mallas y la chaqueta negra o Arturo, el tipo que le ayudó a rescatar a Muerte en las profundidades del desierto de Umar. Aquella era otra de las cosas que preocupaba al demonio, y no tenía muy claro qué encontraría en el Himalaya dentro de unos días en cuanto preparasen el equipo para viajar en busca del último de los jinetes. La charla que había tenido un mes y medio antes con John fue bastante más productiva de lo que esperaba, y sabía qué él sería de los que seguramente intentarían salvar el mundo, aunque a saber si dejaba a todos tirados llegada la hora de la verdad. Por otro lado, Aureole casi parecía divertirse con la situación que tenían entre manos, como si disfrutase de verlo pasar mal o la tensión que en un momento se había generado con las palabras del inglés y el demonio. Mientras este hablaba, notó un aroma familiar y escuchó una voz que ya había oído antes. A su lado reconoció a Promethea, la mujer con la que había tenido un fatídico encuentro inicial pero que luego habían quedado como aliados. Rojo se alegró de que ella estuviese allí. Había comprobado su fuerza y le había puesto en un serio apuro cuando se enfrentaron, pero tras explicarle lo que él era y a qué se dedicaba, la cazadora de demonios había decidido darle una oportunidad y no matarle... De momento.

Asintió a sus palabras y suspiró.

- Hago lo que puedo... Y supongo que sí... Gracias a que has venido, esto empezaba a darme dolor de cabeza...- Las palabras que la morena pronunció entonces fueron de las más calmadas y prometedoras de todas las que se habían dicho. Seguramente en cualquier otra situación Hellboy habría usado unas parecidas a ella, mas el cansancio y la situación que tenían entre manos le preocupaba demasiado como para andar pensando con claridad o pidiendo por favor a todos que les echasen una súper ayuda. Demasiados meses lidiando con la muerte y la pérdida como para no estar un poco hasta las narices, y quitando a la morena y al rubio tenía la sensación de que nadie allí se enteraba de la peligrosidad de la situación ni de lo jodidos que estaban como no decidiesen empezar a mover el culo de una vez y con alegría, que al mundo le quedaban dos telediarios y no era momento de andarse con tonterías. Y así, pensando en el rey de Roma, John volvió a tomar la palabra. A medida que las palabras salían de su boca, el demonio frunció más el ceño y entreabrió los dientes. ¿Estaba borracho? No lo parecía ya que su tono era bastante normal, carente de balbuceos o incoherencias propias de alguien que está sufriendo los efectos del alcohol, ¿pero una dosis de auto crítica tan real y sincera por su parte? Desde luego eso no era algo que se viese todos los días... Al menos estaba dispuesto a conducir aquella situación hacia el terreno que realmente debía preocuparles y que seguramente fuese la razón por la que Shadowpact debía volver a abrirse, aunque la mujer de las mallas dijese que era una tontería, y la razón principal por la que el demonio rojo había viajado aquella noche a ese bar.

Cuando terminó su discurso, la cara le cambió, como si fuese consciente de todo lo que acababa de soltar y se sentó, confuso, con el ceño fruncido con las últimas palabras de "me han maldecido". Eso puso en alerta a Hellboy, ya que perfectamente podrían haberle usado como un teléfono pinchado con el que alguien interesado en saber de qué iba esa conversación pudiese enterarse de toda ella. La joven pelirroja que estaba con él tomó el relevo, reconociendo que no era más que una joven inexperta y que entendía que la juzgasen por ello, pero que así no era como debían funcionar las cosas, sino que debían buscar una meta, un propósito común, y dejar de comportarse como si aquello fuese un patio de colegio lleno de adolescentes o niños malcriados intentando quitarse las culpas de encima. Razón no le faltaba, aunque al demonio tampoco le importase mucho si había levantado ampollas en aquella reunión o no. Lo que dijo era lo que él opinaba que era verdad, aunque su verdadera intención fuese la de concienciar a la gente de que la situación era tensa y no podían seguir como habían hecho hasta el momento, donde apenas unos pocos eran los que se tenían que ocupar de todos los marrones que había en el mundo, porque la cosa había cambiado y dudaba de que el B.P.R.D con algún que otro aliado pudiesen tomar las riendas del mundo más. Necesitaban a todos los que estuviesen dispuestos a dar la cara y luchar por la libertad y la vida, y librarles de una esclavitud demoníaca eterna.

Iba a tomar la palabra pero se le adelantó un chaval con un extravagante y extraño sombrero, quien dijo una vez más lo que a todos les había quedado más que claro. La unión hace la fuerza. ¿Pero podrían unirse todas las criaturas y seres que había allí y por el mundo? Esa era una de las mayores preguntas y uno de los mayores enigmas de la noche sin duda.

- Bien, gracias a todos por sus aportaciones... Sólo puedo hablar por unos pocos de los que hay aquí que sé que su compromiso es real... A los demás, solo os repito lo que he dicho antes. Se acerca una era o un cambio demasiado oscuro y peligroso como para ignorarlo... Durante todo este año hemos conseguido frenar y matar a toda clase de seres mágicos y sobrenaturales con ganas de destruir el mundo, pero me temo que lo que se avecina no es un simple ataque o una tontería del tres al cuarto. ¿Tenéis ganas de ayudar? Pues prestad atención, porque aquí es donde la cosa se pone interesante...- Esperó a comprobar que la mayoría tenían puesta la atención en él. No pretendía repetir dos veces lo mismo y menos con el poco tiempo del que disponían. Novatos o expertos, poco le importaba a él, lo único que buscaba era concienciar de la situación. Lo que luego decidiese cada uno hacer era cosa suya, pero de algún modo sabía que sus palabras removerían la conciencia de más de uno, y les haría replantearse dos veces si decidían quedarse al margen o intentar ayudar, por poco que creyesen que podían hacer.- A mí me importa una mierda si habéis matado o encarcelado a diez o veinte o ningún demonio. Lo que me importa es que sepáis qué sucede. Esto del Shadowpact ha fallado antes, como dice aquí la amiga de las mallas, pero si por esa regla de tres nos detenemos cada vez que fallamos entonces apagad las luces y vámonos todos al carajo, porque es donde deberíamos estar. Los que sois capaces de sentir fluctuaciones mágicas como mi amiga Promethea o alguno más sabéis que la cosa está más qeu jodida... Y la razón es porque se avecina una tormenta como ninguna hayamos visto antes. Seres lo suficientemente poderosos como para poner todo patas arriba sin haber llegado aún, imaginad cómo estará el mundo cuando por fin se muestren... No tengo ni idea de qué puñetas será lo que venga, pero os aseguro que no es bueno.

>> La última vez que este mundo vivió algo parecido se fusionaron miles de universos, uniendo a personas que jamás habrían podido coexistir antes de ningún modo. No tengo ni idea de si lo que viene ahora es otro "efecto Omega" de esos como algunos entendidos lo han llamado. Pero sea lo que sea viene a mucha velocidad, y si no buscamos una forma de pararlo ya nos podemos dar por jodidos...- Sus palabras fueron más serias y menos atacantes que las iniciales. Si alguien tenía alguna duda debería esperar a que terminase de hablar y decir lo que pretendía. El B.P.R.D ayudaría al Shadowpact a frenar todo esto y como consejeros, del mismo modo en que ellos esperaban que la unión esta les ayudase o les tuviese en cuenta a la hora de luchar. Como una unión entre dos países para enfrentarse a un mal común. Dos superpotencias, una de ellas emergente, dispuestas a frenar el horror y la muerte que se avecinaba.

- Mirad, a mí me importa una mierda si no sabéis hacer nada o si si. Lo único que deberías saber es que este mundo está a punto de irse a la mierda y como protectores o gente que sabe de estos temas nuestro deber es protegerlo o evitar esa catástrofe. ¿Queréis colaborar y buscar una solución? Bienvenidos. ¿Preferís iros a vuestras casas? Nadie os retendrá, al menos no yo. Pero si decidís ir hasta el final y saber qué pasa aquí será mejor que empecemos a valorar qué peligros tenemos entre manos y qué cosas puede hacer cada uno. Yo soy un experto en investigación y defensa de lo paranormal. Me he enfrentado a toda clase de seres sobrenaturales y mágicos y sé qué hacer contra la mayoría de ellos. Promethea tres cuartas partes de lo mismo. John es un experto en ocultismo... Y los que no sepáis nada estáis ante algunos de los mejores, así que aprovechadlo para aportar lo que sea o aprender... Porque ahora el mundo necesita a gente como nosotros, o ya nos podemos ir despidiendo.-

Puede que no me dieran ningún premio a la diplomacia, pero no sería yo misma si no decía siempre las cosas de la forma más clara. No se podía decir lo mismo del inglés, aka el amigo de Elissa. El discurso antimoralista que soltó dejó a todo el mundo en silencio durante varios minutos, hasta que lo interrumpió el demonio rojo de los cuernos limados. Era otro conocido de Lissa. Estaba claro que últimamente mi hermana empezaba a conocer a gente cada vez más rara. Yo incluida.

Hellboy habló, y entonces vino la avalancha de comentarios desagradables. Que si yo hice esto y aquello y tu no… que si sois todos unos inútiles, blablabla. En conclusión: El chico del pelo blanco… ¿Razor? Creo que era, y Hellboy no iban a entrar en Shadowpact, pero si nos echarían un cable.

- Creo que todos los que estamos aquí hemos estado bastante ocupados con nuestros propios problemas. Nosotras protegimos Nueva York cuando fue consumida en la oscuridad por una diosa Asgardiana llamada Nox, señora del miedo. Y hace diez días luché contra el Adversario y su ejército para que no invadieran la ciudad. – Quise decir muchas más cosas pero me mordí la lengua, no estábamos aquí para ver quien la tenía más grande.- Pero ese no es el tema que nos concierne. Hasta ahora no hemos sido conscientes de la existencia de Shadowpact, y es por eso que os proponemos ahora una alianza para combatir los problemas que están por venir. Y que yo sepa, a parte de criticar, nadie más a propuesto soluciones.- dije quedándome de brazos cruzados sin apartar la mirada de los presentes.

Mi maestro Aureole era la voz de la sensatez. Dejó las cosas bien claras en su discurso y orientó al resto a buscar soluciones. Era un hombre poco social, aunque se había abierto un poco más gracias a su aprendiz, y me esperaba aquella respuesta. Todavía me costaba seguirle cuando empezaba a hablar como un hombre del siglo pasado.

Después le tocó el turno a la chica del sombrero de copa… ¡y menudos humos! Tal y cómo hablaba parecía que conocía muy bien a Constantine. Demasiado bien. Sí, es cierto, yo tampoco me fiaba de él, pero teníamos que hacer algo, al menos intentarlo.

- Shadowpact solo es un nombre, lo importante son sus miembros. Eso es lo que nos diferencia del resto, y no vamos a quedarnos de brazos cruzados, vamos a hacer todo lo posible para proteger el mundo de las amenazas mágicas. Si no lo hacemos nosotros, dudo que lo haga nadie más. Por lo que veo, muchos habéis perdido ya la esperanza…

La conversación fue interrumpida cuando entró una mujer con un aura muy débil, pero que auguraba ser poderosa. Aquella sensación me desequilibró por un momento, y miré a Promethea con los ojos bien abiertos. Parecía cansada, abatida. La mujer estaba estrechamente ligada a la magia del mundo y por eso su salud estaba tan afectada. ¿Qué clase de criatura era ella? ¿Por qué su aura mágica me atraía tanto? Su intervención y la del hombre trajeado me animaron un poco a seguir atenta a la reunión.

John empezó a aplaudir, y recé para que no dijera otra vez algo estúpido y entonces… ocurrió. La verdad es que tenía toda la razón del mundo, y esperaba que la gente reaccionara positivamente a ello. A esa… sinceridad inesperada por parte del inglés. Luego dijo algo de que le habían maldecido y volvió a sentarse junto a las otras dos chicas que no habían hablado durante la reunión. La pelirroja de su lado se levantó para tomar la palabra. Bueno, parece que ahora quieren hablar todos. Me sorprendió el atajo de tacos que soltó en tan poco tiempo. ¿Había nacido en el Bronx o qué? Pero a pesar de su manera vulgar de dirigirse a la gente dijo cuatro verdades. Alcé las cejas en dirección a Lissa, esperando que ella pusiera orden en la sala. Shadowpact se nos iba a ir de las manos si no empezábamos a ponernos serios.

- Ya que llevas más tiempo en esto, Hellboy, estaría bien que nos explicaras eso de los jinetes y los demonios. Cualquier tipo de información y ayuda es bienvenida a Shadowpact aunque no queráis pertenecer a la organización.- Por una vez, intenté sonar de forma amable y cordial como siempre hacía Elissa, pero el ceño fruncido era difícil de suavizar en mi cara. Seguía molesta con los duros comentarios y las críticas de algunos de los presentes. Con el demonio rojo estaba menos enfadada, después de todo era amigo de mi hermana, y sólo por eso ya tenía mi voto de confianza.    

- Vuelvo a repetir, que los que quieran hacer algo para proteger este mundo dejen las broncas en su casa y empiecen a aportar cosas positivas. Quien quiera apuntarse a Shadowpact como miembro oficial, tendrá que ir rellenando este documento con su nombre, profesión y habilidades mágicas. – dicho esto, me dispuse a repartir los papelitos a todos los presentes, dedicándole especialmente una mirada sospechosa a la chica del sombrero de copa.


FDI: La gente que se apunte la incluiré en el post de las organizaciones de Omega como miembro de Shadowpact.

No estaba hecha para esto. Lo sabía incluso antes de empezar.

Y, sin embargo, allí estaba.

Era una reunión con demasiada gente. Gente demasiado diferente. No, imposiblemente distinta. Usuarios de la magia que oscilaban entre lo puramente circense y lo remotamente humano. ¿Qué hacía ella allí? Aquello le iba terriblemente grande.

¿Por qué estás aquí, Elissa Stavridis?, se preguntó, en un arranque de autorreproche. Y, mientras ella hacía aquella reflexión para sí, no pudo evitar escucharlos a todos y cada uno de ellos, aunque en más de una ocasión tuvo la sensación de que sus voces se mezclaban y convergían en una cacofonía. El tono profundo de Hellboy, la voz airada de Zatanna, el ribete de amargura en las palabras de John. El hombre que hablaba con términos arcaicos y olvidados. El muchacho de cabellos albinos, la lengua afilada de Elysia, el joven tranquilo y el joven exaltado. La muchacha silenciosa que miraba todo sin despegar los labios, con el miedo escrito en sus ojos. La pelirroja sin pelos en la lengua, y la pelirroja que se sentó para recuperar fuerzas. La bella Promethea, que hablaba con un hilo de voz.

-Pero ella es distinta - Constantine se dirigía a ella. ¿Era un cumplido? ¿Lo más parecido que tendría al reconocimiento del inglés? Pensaba que la molestaba su intención de hacer las cosas bien - Ella es todo lo contrario a mí así que ya os podéis hacer una idea previa.

Algo iba mal. O John se estaba burlando de ella. O estaba siendo sincero, por una vez.

No fue la única en darse cuenta. Él también.

El sonido de la bofetada pareció sacar a Elissa del trance, y su mirada se enfocó en un punto de la Sala. Los ojos del hombre del sombrero de copa estaban fijos en ella. No se había movido de su rincón. La miraba con aspecto impasible, como si aguardara.

Elysia habló con sensatez, y Lissa fue consciente del terrible esfuerzo que hacía para dominarse. Repartió unas hojas de papel entre los presentes. Ella, sin embargo, fue incapaz de despegar la mirada del hombre del rincón, como si estuviera hipnotizada.

Y entonces, lentamente, el desconocido se levantó.

- Formar o no Shadowpact no es una decisión vuestra, Zatanna Zatara. Igual que no lo fue de tu padre. - la voz del hombre parecía provenir de muy lejos, y reverberaba en ecos tenues por la habitación. Como si gritara desde lo profundo de un valle y susurrara en el oído de los presentes a la vez. - Cuando la magia agoniza... - su mirada vacía se encontró con el aura trémula de Promethea - ... cuando el mundo se enfrenta a horrores que había olvidado... - sus ojos se posaron en Hellboy - Cuando Shadowpact debe resurgir, lo hace. Nunca fracasa. Pero muere... y renace. Igual que la magia, no tiene principio ni final. No se crea, ni se destruye; sólo se transforma.

Cualquier profesor de física podría haber dicho lo mismo de la energía. Y, de pie en aquella sala, Elissa tuvo exactamente aquella sensación: la de ser una alumna con una tiza en la mano a la que habían hecho salir a la pizarra. O tal vez la de ser una marioneta, la máscara de unas fuerzas muy superiores a la suya.

¿Cómo sabía aquel hombre tanto de Shadowpact? ¿Por qué estaba allí?

Y, si tanto sabía, si tan poderoso era, ¿por qué no lo fundaba él? ¿Por qué lo estaba haciendo ella?

Elissa Stavridis, ¿por qué haces esto?

- ... Yo he temido a la magia - dijo, despacio, como si la intervención neutra del desconocido le hubiera dado fuerzas para seguir. Habló bajo pero, en el silencio que habían conjurado las palabras del hombre, su voz sonó lo suficientemente clara como para que todos pudieran oírla - La mitad de mi vida he estado huyendo de ella. La otra mitad, tratando de encerrarla. - un breve silencio. ¿Qué estaba haciendo? Odiaba hablar de ella misma. ¿La habrían maldecido, también, como a John Constantine? No. Aquella súbita corriente de sinceridad provenía de lo más profundo de su ser - Una vieja amiga me dijo que es parte de lo que somos. Lo que altera la magia, nos altera a todos. - no quería que sonara a discurso moralista ni de panfleto. De hecho, apenas era consciente de tener público. Era casi como si ella misma tratara de convencerse de algo.

Ahora recordaba por qué lo hacía. Por Ahri'ahn, de quien decían que había sido un buen hombre, convertido en esclavo de la magia oscura. Por Elysia Stavridis, que siempre trataba de recoger sus pedazos, los de ambas. Por John Constantine y su cabeza hecha añicos tras la Colisión. Por June Moone, que siempre había creído que su magia no merecía pudrirse en el fondo de una celda. Por Dragoslav Katich, a quien había querido proteger, sólo para complicar más las cosas.

Por Patroklos Sarantos, fuera quien fuera en realidad.

Y por Psique, a quien amaba y odiaba como sólo se puede amar y odiar a uno mismo.

- Antes hacía ver que todo eso no iba conmigo. Ahora no puedo. Sé que todo esto me va grande, y por eso os necesito a vosotros. Nadie puede enfrentarse solo a las cosas que están pasando. Si ni siquiera los más poderosos han podido, sería estúpido y pretencioso creer que nosotros sí. - dirigió una breve mirada a Lyz. A John y a sus discípulas. A Rojo. - Aunque no queramos, tarde o temprano todas esas amenazas acabarán llamando a nuestra puerta. Más vale que nos encuentren preparados.

Echó un vistazo a la gente que cogía las hojas de Lyz. ¿Funcionaría? ¿Se quedarían?

- Shadowpact está contigo en esto, Rojo. - los ojos azules de Elissa se clavaron en la mirada sombría de Hellboy y la sostuvieron un instante. Entonces, algo se suavizó en sus rasgos, y esbozó una tímida sonrisa de disculpa - Tan pronto como sepa quiénes somos...

Varias personas empezaron a hablar en la sala. Hellboy, Constantine (de un modo bastante más desaforado de lo habitual), unas cuantas personas que no conocía, posiblemente pertenecientes al otro universo... Pero entre los cambios de humor y de palabras, se mantuvo una constante: Aureole no se había movido ni vuelto a pronunciar desde hacía un rato. Escuchaba, sí, pero por lo demás podría haber sido una estatua sentada agarrando con ambas manos su bastón. El sangromante iba tomando nota, a pesar de su aparente pasividad, de nombres y caras. Pocas veces se giraba para ver, pero recordaba las voces. También se quedaba con las intervenciones de cada uno, y en concreto su expresión se alteró un poco cuando alguien comentó que la forma de existir de Shadowpact era morir y renacer según las necesidades del mundo. Aureole pensó que no era ninguna tontería.

Elysia se dispuso a repartir una especie de formularios. Aureole cogió el suyo esbozando una sonrisa educada. Quién habría pensado, cuando se topó con ella en aquel museo, apenas capaz de controlar sus poderes, que más tarde estaría ayudando a dirigir una reunión de una sociedad mágica de emergencias y regentando el Oblivion. El sangromante se permitió sentir cierto orgullo. Por entonces, la "gemela" de Elysia escogió ese momento para sincerarse, lo que contribuyó a calmar un poco los ánimos. La joven tampoco hablaba mal, a decir verdad, y su integridad era loable sin lugar a dudas. Aureole sonrió de nuevo, en aquel gesto que muchos veían como la mueca cortés de un comerciante astuto, pero que en cambio pretendía transmitir cierta calidez. Con una pluma sacada de su bolsillo interior, empezó a escribir. Poseía un considerable talento arcano, a destacar la sangromancia, el mesmerismo, la alquimia, magia ritual y conjuros defensivos varios. A eso se añadían sus contactos, su colección siempre creciente de artefactos hechizados y la información contenida en la Biblioteca Roja.

Mientras rellenaba el impreso, la voz de un tal Razor comentó otra cosa ciertamente interesante: la Muerte muriendo. En otras circunstancias, el hechicero habría sabido apreciar la ironía. Llevaba mucho tiempo... no engañándola, eso era cosa de brujos y nigromantes, pero sí... aplazando su visita. Cuanto más mejor. Para alguien que buscaba vivir eternamente, un mundo sin muerte podía ser ideal, pero como todos los regalos, a veces el envoltorio podía dejar bastante que desear, o bien ser mejor que el regalo mismo. No le hacía ninguna gracia que ciertas personas a las que debía favores (o que se los debían) pudieran eludirle o acosarle a perpetuidad. Constantine se mostró de acuerdo, añadiendo otra perspectiva no tan egocéntrica, al menos en el sentido de poder afectar indiscriminadamente a todos. Del mismo modo que terminaba la Muerte, podía terminar la vida. Era un asunto serio. La invasión demoníaca también, pero no era lo mismo. Un ejército de demonios era un ataque en toda regla que aún debía producirse, mientras que la desaparición de la muerte podía suponer un jaque mate en tan sólo un movimiento.

-Fascinante... - murmuró, antes de alzar un poco más la voz -. Así que salvasteis a Muerte. Remarcable, ciertamente. ¿Sospecho que no se conocen las causas de su repentina vulnerabilidad? Imagino que en caso contrario, el señor Razor las habría compartido. Por mi experiencia, donde quiera que se den circunstancias inusuales en un reducido período de tiempo y un marco limitado... que en este caso abarca toda la creación, parece ser, dichos sucesos muy posiblemente estén relacionados. ¿Podría ser que la debilidad de Muerte y la invasión tengan puntos en común más allá de suceder a la vez? Si es así, opino que hemos de actuar con rapidez. ¿Dónde está Muerte ahora? No campando a sus anchas para que pueda volver a ser atacada, espero. Si ha habido ya un intento, puede haber más. Quizá sea buena idea buscar un lugar seguro, apartado y secreto donde... custodiarla. Conozco sitios así, y casualmente poseo uno de ellos. No me importaría ofrecerlo para la causa.

Sí, pensaba meter a Muerte en la Biblioteca Roja. ¿Por qué no, si después de todo la entidad podía conseguir acceso a cualquier lugar? Ni siquiera las guardas mágicas más poderosas podían impedírselo si a alguien le llegaba su hora más allá de ellas. Y había una cuestión más. Podía haber una manera de arrojar algo más de luz sobre el tema de Muerte. Aureole golpeó suavemente el suelo con el bastón antes de proseguir, mirando directamente a las gemelas.

-Por cierto, quizá podamos obtener algo más de información contactando con otras entidades. Entiendo que varios de los que estamos aquí podemos llevar a cabo rituales de invocación, ¿me equivoco? Siendo así, bien podríamos intentar obtener algo más de información de alguna criatura que esté particularmente unida al mundo espiritual... ¿Papa Legba, quizá? Con una ofrenda adecuada, podría mostrarse colaborador. Después de todo, que la balanza entre vida y muerte se tambalee le afecta de lleno, me parece.

Las hermanas hablaron, una calmando los nervios como pudo, y la otra sintiéndose más perdida que otra cosa en el mundo que le había tocado vivir. El demonio entendió su punto de vista. Recordó su infancia, el cómo el profesor Broom le había puesto al corriente de lo que se suponía que era ser un héroe y luchar por el lado bueno contra el mal, y aunque su naturaleza era la de causar el fin del mundo, había aprendido gracias al que consideraba un padre a luchar contra cualquier cosa, incluso uno mismo. Le costó su tiempo adaptarse y entender que las cosas no eran blancas o negras, sino que había una gama de grises tan amplia que habría tardado una vida en entenderla, y así había sido. De hecho, a pesar de que luchaba contra el mal y las criaturas peligrosas que cada día intentaban asolar el mundo solía encontrar situaciones o seres que le hacían plantearse aunque fuese de manera momentánea lo que pensaba, creía o incluso defendía. Ver a Lissa en una situación parecida, una situación que ella no había pedido ni elegido, pero en la que estaba metida hasta el cuello. Necesitaba ayuda de otros, y el demonio asintió. El profesor le había ayudado a él en su momento, y sabía que de vez en cuando, para aprender a volar, se necesita a alguien que de el primer empujón.

Lyz por su parte resaltó que en Shadowpact lo importante eran los miembros que lo formaban. Una buena frase que le hizo pensar en el B.P.R.D. Su organización no era simplemente un nombre, eran todos y cada uno de los agentes que la componían, desde Abe o él, los más activos y que llevaban a cabo las misiones más peligrosas, hasta el último becario que hubiese bajado por el ascensor o entrado en el enorme edificio con la boca tan abierta que podría haber aparcado un coche en su interior. Lyz tenía razón. Los nombres de las agrupaciones solo eran eso, nombres. Lo que hacía famoso a un nombre era lo que se hiciese con él, lo que se consiguiese bajo su influencia o su bandera.

La mujer pidió al demonio que les instruyese o les dijese lo que pasaba, pero cuando este se disponía a hablar, Arturo tomó la palabra y cambió totalmente el rumbo de la conversación, hablando de Muerte, o al menos por sus palabras, de la muerte que él y el demonio habían rescatado meses atrás en Asia. Hellboy pasó entonces por un proceso de duda, incredulidad y finalmente casi molestia por lo que el hombre contaba. Parecía que no se hubiese enterado de nada. "La Muerte se está muriendo...". Este tío no se había enterado de nada, pensó Rojo. Y cuando habló de los mediums casi rompe una mesa. Bien era sabido que, para Hellboy, los mediums eran gente que no hacía más que molestar a los muertos y meter sus narices donde no les llamaban. En pocas palabras, como bien había dicho un par de veces, los mediums eran unos "tocapelotas". Naturalmente, una noticia como que la Muerte peligraba hizo saltar las alarmas del local más que si una llamarada del tamaño de un avión hubiese atravesado la puerta y reducido la mitad de aquel establecimiento a cenizas. El demonio suspiró y mostró ligeramente los dientes.

- ¿Alguno habéis visto las noticias últimamente? Ya sabéis, eso de que de repente han aparecido dos reyes de la Atlántida, o que hay más de una Excalibur danzando por el mundo... Con la muerte ha sucedido lo mismo. La Muerte obviamente no se está muriendo, Arturo. Ella misma lo dijo. Sus poderes estaban mermando pero no podía morir. ¿Cómo se supone que la Muerte se muere, eh? Lo que le ha sucedido es lo que todos hemos vivido día a día cuando hemos visto dos o tres cosas de lo mismo. Del mundo del que yo provengo la muerte tenía una forma física que usaba a veces para manifestarse y hablar con uno. Esa manifestación es lo que se conoce como la Parca. Yo la vi un par de veces, pero la que rescatamos en Asia no era la que yo conocía... Ya no hay una sola Muerte... Es posible que haya dos, tres, cuatro... Incluso puede que haya una muerte por cada uno de nosotros. Pero si había una muerte común en un universo y de repente a ese universo se le une otro tan grande como el primero es lógico que pierda sus poderes. Y eso fue lo que pasó. La Muerte no se muere joder, simplemente hay más de una ahora...- Miró a los presentes a los ojos con rostro serio. Esa era la única explicación o razón que el B.P.R.D había encontrado a que la Muerte hubiese perdido parte de sus poderes. Ahora había más de una. Desde luego la Muerte que él vio no era la que rescataron. La suya era un ser con seis alas y ojos en todas ellas, que le habló acerca de su destino y del fin del mundo. Era dulce, igual que la jovencita que habían encontrado y rescatado. Y no debían confundir la manifestación física con la esencia de este ente.- La Muerte no puede morir pues es como decir que la vida deja de existir. Que mueran sus parcas no es tan absurdo. Al fin y al cabo son representaciones, el modo que tiene la muerte de dirigirse a los vivos. Dejad aparcada ya esa idea porque no le pasa nada a la Muerte. Una de sus parcas está débil. Ya se curará o morirá y entonces se creará otra.-

El demonio cogió uno de los papeles que la chica repartía y lo leyó un momento por encima. Lo que pedían era bastante general y supuso que no era mucho más de lo que necesitaban para entrar en la organización. En el B.P.R.D el proceso de selección era mucho más exhaustivo, teniéndose en cuenta no solo los nombres y las habilidades, sino las inquietudes de la persona. Un ateo jamás entraría en la organización, pues ¿de qué serviría alguien que no cree en aquello a lo que se enfrentan o aquello en lo que investigan? Sería como poner de comentarista deportivo a alguien que detesta el fútbol o a construir un edificio a alguien que no sabe calcular. Algunos perfiles eran mejores que otros en el ámbito profesional, otros les superaban en aptitudes físicas... Era un proceso largo y aburrido y se solía escoger a uno de entre cada mil o diez mil. No era algo que se tomase a la ligera. Pero claro, no estaban en una situación como para ser tomada a la ligera ni tenían todo el tiempo del mundo.

Luego dejó el papel ante él y alzó la cabeza.

- La situación es la siguiente. Los que tengáis manera de contactar o sentir la magia o el plano sobrenatural o mágico sabréis que las alteraciones son grandes, muy grandes de hecho. Tras estudiarlo durante un tiempo en mi organización hemos descubierto que la mayoría de estas alteraciones son de algún tipo de magia oscura o poder oculto, muy parecido al que los demonios y seres ancestrales emiten al usar sus poderes. Estas alteraciones provienen de sitios aleatorios del mundo. Un día es el centro de París y a la semana siguiente en mitad del desierto del Gobi. No guardan ningún tipo de patrón, lo que hace que sean más difíciles de seguir. Estas alteraciones no son normales y no sabemos muy bien en qué van a acabar. Puede que no sea nada... Pero nos tememos una invasión demoníaca a gran escala, o en su defecto mágica. ¿Hay alguien que haya notado algo más o que sepa algo?-

Una vez que respondi a mis quejas, me quede con la mirada clavada en Constantine y en las hermanas Stravridis con la misma molestia con la que el campesinado frances se planto frente a la Bastilla y frente a los nobles de Versalles: La misma molestia que tiene una persona cuando otra se cree superior a ella y por ello toma las riendas de las situaciones conduciendo a la mayoria al fracaso. La misma molestia con la que se juzgan a los lideres de los equipos y de los ejercitos a lo largo de la historia. Porque para mi, Constantine representaba muchas cosas, entre ellas, la traición que a la Liga de la Justicia Oscura y a todos sus colaboradores mas de una vez nos jugo, y las hermanas Stravridis me parecian que habian caido inocentemente o no en los embauques del ingles.

Entro en escena una mujer que dejaba un aura de estrellas a su paso. La conocia de la reunión de magos que habia tenido lugar con el Dr. Strange, ciertamente, no habia nunca investigado sobre ella pero me parecia que de ahora en adelante tendria que leer sobre su origen. Sin embargo, este no era el momento, ni el lugar para hacer preguntas hacia los que recien llegaban, sino sobre los que estaban desde antes. Levante los ojos con hastio cuando un sujeto aplaudio las palabras de Promethea... Ay, santo cielo, como si los buenos deseos y la sana voluntad de ayudar le importasen a los que aqui se reuniesen. Si asi fuese, nos podriamos dedicar mas a la meditación y al yoga que a armar equipos beligerantes cuando nosotros mismos nos peleabamos con otros.

Sin embargo, seguia en mi atención. Algo estaba llamando la atención sobre Constantine, normalmente el ser y su actuar era el del cinismo y el de la mentira, pero esta vez solo tenia un cinismo rampamente que se confundia con una desesperada necesidad de hablar con la verdad. ¿De alguna manera queria persuadirnos de algo mas alla del evidente hecho de que esta misión necesitaba mas escepticismo de lo normal para la simple idea de aceptarla? Frunci ligeramente el ceño, mientras escuchaba el apoyo a la mujer que se habia presentado como Lissa.

Preste atención, afilando la mirada hacia la pelirroja cuando se le acerco. John no podria estar maldito, no mas de lo que ya lo estaba, parecia estar obligado a priori por algun tipo de presencia, o quizas, una luz de moral por fin ilumino su conciencia. El que se acercase a el y vieses sus manos me llamo la atención, ¿Quienes eran esas dos mujeres y de donde las habia sacado Constantine? Entre celos, cierto desencanto por lo que yo ya sabia acerca de lo mujeriego que era Constantine, entre esa ira protectora de decidir sobre lo que siempre habia sido para mi que era Constantine, se me formaba una bilis amarga en el estomago. Este lugar no tenia mas que hipocresia tratando de excusarse ante la hipocresia, porque para eso eran los magos: Para seguir mintiendose los unos a los otros hasta que alguien con una mentira mas peligrosa llega a atentar contra el status quo. No habia aqui ninguna intención de aprender de los errores, no habia mas que una intensa patologia que teniamos todos por creer que un equipo nos ayudaria cuando los mismos equipos han demostrado ser lo opuesto a ese mismo deseo.

Miro al rubio con un sombrero de copa. Su sarcasmo no me gustaba, pero antes de ponderar la violencia fisica, preferia esperar. Tome aire, estirando mis piernas y soltando una pequeña carcajada cuando dijese que es nuestra responsabilidad. Oh, yo tambien habia dicho eso hacia algunos años, y lo seguia siendo... Claro, lo era cuando podias confiar en que las responsabilidades se deslindaban con la suficiente eficiencia que no habia ni traidores, ni egocentricos, ni maniacos detras de lo que haces. Pocos podian decir aqui que habian hecho algo sin esperar nada a cambio, y aun asi, pecabamos todos de los mismos errores sin la mas minima necesidad de corregirlos. Era totalmente hipocrita decir que de pronto todos asumian la responsabilidad etica que deberia tener el mago hacia el mundo cuando los mismos magos en menor o mayor medida hemos provocado las mismas situaciones de las que nos quejamos.

Preste atención a Hellboy. Algo me llamaba la atención sobre lo que decia, pues, si se sentia una fluctuación de energia similar a cuando ocurrio el fenomeno Omega donde las dimensiones se colisionaron, podria haber una linea de pensamiento que llevase a sospechar que, de algun modo, ¿alguien aqui podria haber sabido lo que paso cuando hace un año estabamos todos cayendo del cielo en portales morados mientras ciudades se aplastaban entre si? *Mire de reojo al hombre del sombrero. Su voz me sono como un reproche, y ciertamente podia acusarme de querer determinar los cursos y la formación del Shadowpact. Pero sobre el deje caer tambien mi mirada de reproche, porque el como autoridad divina, sabia muy bien todo lo que habiamos sufrido por culpa de lo que yo me estaba quejando. El sabia los riesgos que nosotros mismos eramos para el mundo.

Y con ella, llego Elissa, quien parecia ser la chica prometida para llevar esto acabo. Sus palabras me dejaron sentir cierta... ¿lastima? No podia asegurarlo, pero parecia que ella no marcaba un comun denominador. Tenia mis reservas, y no podria decir que creia que lo que estaba haciendo era correcto. Estaba, en esencia misma, volviendose aliada de sus propios sepultureros.

Tome con cierto desden el papelito que la chica me dio, como una especie de formulario. Lo mire, me frote un poco la mejilla y solo pude sonreir mas. La misma sonrisa falsa que se tenia que presentar al publico, independientemente de que no te agradace la ciudad, que no te agradace el clima ni las miradas de la audiencia. Porque este ya era el colmo de los colmos, como una ironia burla de afiliación que ningun equipo magico mas alla de la palabra se hubiese atrevido a crear. Me daba nauseas, aun sintiendome egoista, aun sintiendome que les estaba minando todas sus "buenas intenciones".

Tome mi sombrero de copa, saque una pluma de ave blanca con la punta manchada y antes de anotar, me quede escuchando de nuevo a Hellboy... Suspire, dejando mi sonrisa falsa por un gesto de cansancio.

-¿No se sienten mal de hacer esto? -Mencione, en un tono de voz cansada acorde a mi gesticulación. - Creyendo que sus buenas intenciones van a minar lo hipocritas que somos cada uno de nosotros, creyendo que realmente hacen bien cuando todos aqui sin excepcion hemos actuado por mero egoismo y hemos sido participes de los mismos problemas que queremos enfrentar. No le tienen fe a los humanos mas elementales y primordiales que no tienen mas que sus manos y su cabeza para enfrentarse a un mundo de dioses, siempre nos sentamos a creer que el otro nos hara algo y verlos por encima del hombro. Creen que todas estas buenas intenciones serviran para algo, cuando todos antes de esto han sido los mismos que se han alimentado de conspiraciones sobre lo que los otros le pueden hacer y jamas han velado por hacer de este un mundo mejor. ¿Se sienten ahora los dueños de la moral y la etica para librarnos de su juicio y creer que de alguna manera toda la mierda que hemos hecho se compensa?

Doble con suma elegancia el papelito, dejandolo en mi pierna derecha junto con la pluma que habia sacado.

-Han llevado la filosofia de los renegados, de estar siempre por encima de la ley, mas alla del bien y del mal. ¿Y ahora vienen a darme el mismo discurso de oportunidad que me podria dar el jodido Superman? -Me rei por la nariz, realmente complacida por el espectaculo que aqui se habian montado- ¿Creen que por sentarse aqui y mostrar un apice de "disposicion" van a curarse de todos los caprichos que hemos causado? -Mire al hombre del sombrero y la capa. A diferencia de Constantine, el habia sido una especie de tio lejano que sabia, solo se consultaba en ocasiones unicas. Pero estaba aqui, y su presencia me recordaba el dolor que habia sido para mi el Shadowpact por la perdida de mi padre y el error que Constantine causo para desaparecerlo- ¿Creen que acoplandonos al concepto del Uroboros ciclico que era la magia se justifica todo lo que hemos hecho? ¿El vender a quien fue nuestro salvador? -Sabia que mis palabras podian provocar la ira del mensajero, pero estaba cansada de estos falsos heroes y sus buenas intenciones que solo alguien mas iluso se habria podido creer.-

-Salvo Hellboy y su organización, la mayoria de aqui jamas ha dado un centavo por la salvación de este mundo. Los magos, a fin de cuentas, hemos vivido como una aristocracia del poder elemental para vivir a expensas y sacrificando a todos a nuestro alrededor. Hemos sido los mismos causantes de lo que aqui nos quejamos, pero la mayor diferencia radica en que la gente siempre ha tenido claro eso. ¿Qué paso aqui? ¿De pronto, en un bar que no conocemos, ante gente que no conocemos nos tenemos que portar como adalides de la justicia y la salvación? ¿De la nada todos van a apostar por la salvación del mundo cuando siempre han sido los mismos que no les ha importado?

Me levante, chasqueando los dedos para luego tomar mi pluma y guardarla en mi sombrero.

-Si este mundo esta como esta, ha sido por la misma falta de decencia que los magos a lo largo de la historia hemos gozado. Si ustedes van a seguir creyendo en estas organizaciones, adelante. La fe ciega ya dejo de ser lo mio.

Camine hacia la puerta y sali de la habitación para dirigirme al bar a tomar una copa. Me hacia sentir mal no darles la mano, pero ya no podia creer en ninguna organización que repitiese el mismo discurso que la Liga Oscura, que repitiese el mismo discurso con el que el Shadowpact habia hecho sufrir a mi papa. No podia simplemente.

Off:

Tomé el papel entre mis manos, y durante unos minutos que se hicieron terriblemente largos, contemplé lo que había escrito en ellos. O tal vez debería decir que contemplé los dibujos que formaban las letras, los trazos de las palabras entrelazadas entre sí formando…

A saber qué estaban formando. Ahora reconocía algunas letras, pero aun así me costaba horrores darles un significado o un sonido. A mi alrededor la gente proseguía discutiendo, ShadowPact esto, la muerte lo otro, los magos mimimi, los hipócritas momomo. Y yo a lo mío intentando sacar agua en claro de qué se suponía que tenía que escribir en ese papel. Finalmente me cansé, y se lo tendía a John con cierto hastío. Y por un instante sentí como si la sangre quisiera subir a mis mejillas y mostrarse ante el mundo, y casi me sonrojé. Casi, porque soy Garnet, y sonrojarse no va conmigo y es impropio de mi carácter. Así que carraspeé muy levemente, aunque era consciente de que John estaba ocupado con cosas mucho más importantes, como todo aquello de la muerte muriéndose.

— Hey, Jota… — volví a mirar. No me gustaba pedir ayuda, de por si no me gustaba. Y normalmente me hubiera hecho la dura y la desinteresada, hubiera arrugado el papel en una bola y lo hubiera tirado por encima del hombro mientras me retiraba de escena moviendo bien el culo para que supieran lo que se habían perdido. Pero esto me interesaba, necesitaba quedarme, y por una vez, sentía que necesitaba hacer las cosas bien. Al menos hoy, y luego ya resolvería los problemas a mí manera. Volví a carraspear, como si aquello tuviera que sacar las palabras de mi garganta. — Igual podrías…

Le miré, mis labios rojos presionados en una fina y tensa línea. Mis ojos se posaron de nuevo en el papel, parte de mí lamentándose de no haberlo intentado lo suficiente, o de no haber aprendido lo suficiente. Pero no me sentía preparada para leer, mucho menos para escribir. Y en ese momento pensé que ni siquiera tengo una firma propia. Suspiré, pensando que tal vez no hacía falta buscar un modo divertido de pedirle ayuda. Tal vez, por una vez, podía simplemente pedirla. Y al fin y al cabo, él acababa de mostrarme un quiebre de fragilidad en su propio carácter. ¿Qué daño podía hacer pagar con la misma moneda? Suspiré, una vez más, y hablé solemne y digna, por una vez sin ápice de broma en mis palabras.

— ¿Te importaría escribir por mí? Creo que es lo suficientemente importante para no querer meter la pata, y francamente no me veo preparada. — Finalmente sonreí, muy brevemente. No puedo evitar ser yo misma. — Ya te compensaré de algún modo.

Fue entonces cuando la realidad de toda la situación llegó a mí, clara y nítida. Lo que significaba incluir mi nombre en la lista, participar en todo aquello. Incluirme en aquél grupo. Nunca más iba a ser únicamente yo. Gente que me conocía, gente que podía, y seguramente llegaría a contar conmigo cuando hiciera falta. No iban a contratar a Shade. Mi alter ego, si es que podía llamarla así, había sido fuente de sustento y mi personalidad de cara al mundo mágico y sobrenatural, y cada vez más ambas vidas se iban entrelazando en una de ellas. No, esta vez me tocaba hacer las cosas siendo yo misma, con mi rostro al frente.

Me sentí como una joven tímida, desnudándose por primera vez delante de su primer amante, mostrando por primera vez lo que había verdaderamente tras capas y capas de ropa celadas y acumuladas durante años de sobrevivir. Llegaba la voz de aquél hombre que hablaba sobre invocar entidades en busca de ayuda, y sus palabras significaban nada en mi mente. Hellboy desmintió de nuevo todo aquello sobre la muerte y una parte de mí pensaba que tendría que alegrarse por la noticia. El concepto de las parcas me pareció fascinante, y lamentaba no prestarle más atención…

Fue la voz de la chica Playboy quien finalmente me hizo alzar de nuevo la cabeza, y no pude evitar bufar. Era como que nada de lo que allí se hablara pudiera entrarle en la sesera, metida como estaba en su afán de tirarse la tierra encima. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Porqué había venido? No aportaba nada, pero aun así hacía acta de presencia, sin dejar de señalar a la gente con el dedo como si les culpara a todos de su propia amargura. Era como la típica pija de grupo que criticaba a todo el mundo alegando que ella podría hacerlo mil veces mejor, pero no se molestaba en decir el cómo ni en mostrar nada, por miedo a romperse una uña, eso sí, sin dejar de apuntarse al plan y seguir adelante para poder seguir criticando el trabajo de otros.

¿Y desde cuando me importaba? Zatanna tiene razón. Nunca me ha importado una puñetera mierda el mundo, ni me he preocupado de ayudar a nadie verdaderamente si eso no me aportaba algo a cambio. De hecho, más de una vez me he dedicado a hacer precisamente lo contrario, en malograr vidas ajenas en beneficio propio. ¿Qué más me daba si Zatanna se dedicaba a lanzar verdades como puños que golpeaban a todos los aquí presentes, con más o menos razón?

Yo siempre he sido una hipócrita. Soy mentirosa, una aprovechada, una ladrona, soy la escoria de la sociedad a la que ahora pretendo jugar a proteger. Toda mi vida me he dedicado a ayudarme únicamente a mí misma. No he tenido a nadie a quien quisiera proteger de verdad…

Porque Brooks estaba muerta.

Porque Ruby estaba muerta.

Y Anya iba a seguir sus pasos. Y la perspectiva de mandar el secretismo de toda una vida para devolver a Ruby a la vida, y salvar la de Anya… Sentí que todo cuanto había bebido antes de entrar en el local, buscaba deshacer sus pasos para ir a besar el suelo. Me forcé de nuevo a mantener el rostro inexpresivo, aunque empezaba a nacer en mí la creciente necesidad de abandonar el local, salir a la calle y volver a mi ático. Sóla. Necesitaba un día sola. O eso creía en ese momento.

Miré a Lissa. La joven que había confesado tener miedo a su propio poder, que había animado a los demás a trabajar juntos, que había ofrecido su mano a Hellboy. Mi voz ya no era tan desafiante, pero agradecí que volviera a ser firme.

— Yo no puedo ayudaros en ese sentido. No tengo contactos que puedan ayudarnos, ni entiendo sobre conjuros, ni puedo contactar entes o espíritus… todavía. — dilo, dilo, dilo — Pero por poco que sirva… — dilo, dilo, dilo — Supongo que podéis contar conmigo.

Y ya está, ya lo he dicho. Ahora me toca tragar saliva y apechugar con las consecuencias.

El demonio volvió a tomar la palabra, remarcando un poco como está "el asunto"; y, a pesar de mi evidente desconfianza ante la endemoniada criatura, he de decir que no le falta razón a una sola de sus palabras. Ahora más que nunca, es el momento de dejar de lado los intereses propios y pensar en mancharse un poco las manos.

Seguidamente, una de las "anfitrionas" vuelve a dirigirse a los presentes; interesada por las palabras del gigante rojo, y repitiendo su invitación a que nos unamos a su causa. Momento en que el hombre del sombrero, imbuido por una más que visible aura de magia, interrumpe con unas palabras en cierto modo proféticas: El grupo se llevará a cabo con o sin la aprobación de los presentes

Luego, la misma vuelve a tomar entonces la palabra; siendo secundada por la otra mujer de aspecto casi idéntico. Ambas, comienzan a repartir una especie de formulario de ingreso; en el que indicar nombre, profesión, y habilidades.

Agarro el trozo de papel con decisión, echándole un vistazo mientras el peliblanco uni-ojo toma la palabra ¿Que La Muerte se muere? Uff, eso sí que puede ser un problema; y no lo digo solo porque me puedo quedar sin "informantes" en el mundo espiritual, claro.

Tras estas preocupantes palabras, el "rubito" y el hombre que parece salido del siglo pasado (O quizás, de hace dos) muestran su evidente inquietud ante las palabras del albino; agregando el inglés que, al perecer, la magia está prohibida en este lugar. Dejando entender que no es que no esté permitida, sino que es imposible llevarla a cabo; quizás por alguna especie de hechizo protector, que envuelva este extraño universo.

Acto seguido, la criatura del averno vuelve a tomar la palabra; aclarando que más que que La Muerte se esté muriendo, solo es una disminución de su poder debido al choque de universos. Añadiendo que al parecer, en este nuevo universo en el que nos toca vivir, hay numerosas parcas; osea, más de una representación de la propia Muerte.

- Sea cual sea el caso, la muerte de un representante de tan importante y a la vez poderosa entidad siempre es algo a tener en cuenta...Y algo de lo que deberíamos preocuparnos - comento en voz alta, en respuesta a las palabras del piel escarlata - Ahora más que nunca, la creencia de que el universo vaya a sustituir sus "pérdidas"...Es, cuanto menos, cuestionable - concluí, con un tono tranquilo y calmado; más como una puntualización que como un reproche

Finalmente, la hechicera de atuendo provocativo vuelve a tomar la palabra; esbozando palabras más propias de una joven reprochando su actitud a su pareja, antes de dejarla, que de una persona con sus evidentes capacidades mágicas.

- Una menos - digo, con una sonrisa divertida en mis labios, tras marcharse la indignada señorita

Una vez acabadas todas las aparentes participaciones, me dispongo a centrarme en rellenar el "formulario"; percatándome entonces de que no dispongo de forma alguna con la que escribir, pues bien se ha dicho que no está permitido el uso de habilidades mágicas.

- Perdona, el cantante de police - me dirijo al de la gabardina, intentando llamar su atención - ¿Me prestas tu boli?

Elissa sonrió suavemente a la pelirroja sentada junto a John, y a la muchacha de pelo oscuro que anunció, no sin temor en la voz, que estaba dispuesta a intentarlo. "Garnet Brooks", leyó, del puño y letra de Constantine. "Saoirse Edgeley", ponía en el formulario de la morena. Se preguntó si ella también daría esa impresión de inseguridad, de temor, porque así era como se sentía. ¿De veras era una buena idea introducir de nuevo un soplo de aliento en aquella organización desaparecida? ¿Por qué había desaparecido, de todos modos?

¿Sabías lo que hacías, πατέρα?, pensó, hablando con el interlocutor invisible en que se había convertido su padre, después de tantos años de preguntas sin responder.

Suspiró y continuó recogiendo las hojas, una a una. No podía evitar dirigir vistazos llenos de curiosidad a nombres, nacionalidades, apodos. Vio que Lyz se incorporaba y empezaba a recuperar formularios al otro lado de la sala.

No eran tantos. Pero bastaría.

- Una última precaución. Antes de marcharos, y por la seguridad de todos los presentes, todos nos someteremos a un hechizo - miró a John, aquello sería cosa suya - ... por el cual, nadie de los aquí presentes podrá revelar la identidad de otros miembros de Shadowpact, ni la localización de nuestros lugares de reunión. Si alguien os pregunta acerca de ello, el conjuro evitará que respondáis. Si alguien indaga en vuestra mente, el hechizo ocultará esa información. Vosotros seguiréis disponiendo de ella en todo momento.

Sí, si alguien los traicionaba, sería desde dentro.

Elissa buscó con la mirada al desconocido del sombrero de copa, pero había desaparecido. ¿Cuándo?, se preguntó. Ni siquiera se había dado cuenta de ello. Al otro lado de la sala, Lyz regresaba con los últimos formularios.

Una vez completado el hechizo de John, Elissa volvió a alzar la voz.

- Damos por concluida la reunión - dijo - Sois parte de Shadowpact. Si alguno se entera de una amenaza mágica, al margen de las que hemos discutido aquí, todo el mundo debe ser puesto al corriente. Tenéis libre acceso al Bar Oblivion. También avisaremos a todo el mundo si tiene lugar una reunión, o si son necesarias nuestras habilidades para alguna misión. - con una sonrisa vacilante, despidió a todos los presentes - Buena suerte a todos.

Los asistentes empezaron a dispersarse, regresando al bar en busca de bebida, o buscando la salida más cercana que los condujera a sus casas. Elissa se quedó algo rezagada, mientras reflexionaba acerca de la marcha de Zatanna, el hombre del sombrero, la maldición de John y las noticias de Arturo y Rojo.

Fue éste último el que se aproximó a John y Elissa antes de que se retiraran. La psicóloga lo miró, recordando la promesa que le había hecho acerca de los Jinetes.

Parecía que el recién fundado Shadowpact tenía su primera misión.

Apenas el demonio hubo terminado de hablar Zatanna dejó su hoja sin responder y rió con sarcasmo. No hacía falta ser una lumbrera para darse cuenta de ello, y comenzó a soltar una perla detrás de otra, mofándose del vano intento que según ella estaban intentando llevar a cabo al resucitar aquella organización o grupo para luchar contra seres mágicos o demoníacos que podían o no haber causado los allí presentes u otros que no se habían dignado a aparecer. Acusaba a los magos de la situación en la que el mundo estaba envuelto, y el demonio resopló cansado. Esa no era la forma de dirigirse a un grupo que intenta ayudar. Él mismo había sido duro al principio, pero había decidido recular al ver que esa actitud no llevaba a ningún lado. También fue porque debido a su humor y forma de expresarse casi parecía una bronca lo que les había soltado, como si fuese a romperle la nariz al primero que se atreviese a hablar, pero no era lo que buscaba. Simplemente estaba asustado y preocupado como la mayoría, pero pensaba que Zatanna se estaba empezando a pasar, así que decidió intervenir.

- Zatanna, basta ya.- Pero la mujer parecía haber cogido carrerilla. Exculpó a él y al B.P.R.D explicando que habían sido los únicos que habían luchado por el bien del mundo. ¿Qué importaba eso ahora? Por mucho que hubiesen hecho no había sido suficiente, y él mismo sabía que lo que estaba pasando escapaba a su control y comprensión, de lo contrario nunca habría ido a aquella reunión. Siempre trabajaba solo. Le gustaba, pero no era tonto. Sabía que en ocasiones hace falta ayuda externa para conseguir algo, y ese era un claro ejemplo. Con Peste tuvieron suerte, Victoria casi mató a Rebecca, Guerra asoló por completo una ciudad matando a miles de personas... Y aún quedaba Muerte, el más despiadado de todos los jinetes. De algún modo sabía que ni todo el poder del B.P.R.D sería suficiente para frenar algo así aunque de momento lo habían conseguido. Gracias a su condición era capaz de pelear y sobrevivir a cosas contra las que otros no tendrían ni la más mínima oportunidad. Pero no era momento de andar midiendo lo que podía o no podía hacer. Era momento de actuar, y Zatanna no parecía estar muy por la labor. Apretó los dientes y frunció el ceño sobre aquellos brillantes ojos amarillos.- ¿Y qué deberíamos hacer entonces Zatanna? ¿Quedarnos de brazos cruzados esperando nuestro final? Yo no pienso hacer eso, no sé que hará el resto, por una sencilla razón: porque este maldito mundo es mi hogar, y no pienso rendirme si está en peligro. Oh, sí, podríamos haber evitado esto, pero ya no se puede hacer nada. Es la cabronada del pasado. Se queda ahí grabado para siempre sin que se pueda cambiar. Pero podemos cambiar el mañana para que cuando miremos al pasado no tengamos que arrepentirnos de lo que pudimos o no hacer... Y por eso sí que se puede luchar.-

Pero Z ya había decidido, y tras hacer chasquear sus dedos se dirigió a la puerta que comunicaba esa habitación con el bar.

- No seas estúpida...- Pero desoyó cualquier llamada que se le hizo. Hellboy negó con la cabeza y se volvió al resto. John y Robert tuvieron un momento íntimo entre ellos que no sabía a cuento de qué venía... Y entonces una pequeña luz en medio de aquella oscuridad. Tanto la chica pelirroja que acompañaba a John como la morena con la piel pálida hablaron. Ambas parecían preocupadas o asustadas por lo que se les venía encima, pero al menos estaba dispuestas a ayudar, a ofrecer su fuerza y conocimientos siempre que les hiciese falta. El demonio asintió mirándolas.- Bueno, desde luego ya es más de lo que Zatanna pueda ofrecer, y aunque no lo creáis es mucho. Muchos de los agentes que trabajan en el B.P.R.D son personas normales y corrientes. ¿Es peligroso? Siempre lo és, incluso para gente como yo. Si no lo fuese no estaría aquí. Sólo necesitáis saber a qué os enfrentáis. Lo demás viene solo al final...-

Las gemelas recogieron las hojas de todos los que habían decidido apuntarse a aquel pequeño grupo. Puede que no fuesen tantos como habría cabido esperar, pero era mejor que nada desde luego. Sabía que John tenía experiencia en el campo demoníaco y sobrenatural, y Lissa por lo que había podido comprobar tenía poderes que podían ser de utilidad. No sabía si su hermana tendría algo parecido. Tal vez sí. Si estaba allí es que algo podía hacer. Lissa advirtió entonces que antes de dar por finalizada aquella reunión se les sometería a todos a un encantamiento para evitar responder a preguntas indiscretas sobre la organización. Al demonio no le hacía gracia que le echasen un conjuro por encima, pero accedió en el momento en que lo dijeron. Una despedida menos calurosa de lo que se habría podido esperar y poco a poco la gente comenzó a abandonar aquella sala en dirección a sus hogares o al bar.

Hellboy se quedó pensativo unos minutos y después se dirigió hacia John y las hermanas. Cuando estuvo a su altura asintió y sonrió ligeramente.

- Bueno, no ha ido tan mal. Ha venido gente y ya tenéis vuestro Shadowpact formado... Y ya que os tengo aquí a los tres voy a aprovecharlo. Hemos descubierto dónde está Muerte. Se encierra en las profundidades del Himalaya, en una gruta de hielo. Creémos que está preparando su ataque o próximo movimiento desde allí, así que vamos a viajar para evitar que lo lleve a cabo. Saldremos desde la base del B.P.R.D este martes. Si queréis venir a echarnos una mano lo agradeceríamos, y así comprobaríais cómo estáis de preparados en vuestra primera misión oficial. No estamos seguros de lo que encontraremos pero preferimos estar preparados para cualquier cosa...- No era un tema que quisiese tratar así a la ligera, y aunque el B.P.R.D ahora era conocido prefería seguir manteniendo todos los secretos que pudiese de la organización. De los que allí habían ido esa tarde confiaba en muy pocos, y prefirió hablar con los que habían organizado todo aquello y que decidiesen qué miembros se apuntaban y cuales no. Cualquier duda que tuviesen con respecto al viaje o el jinete él mismo se las resolvería sin problema. Todo era cuestión de dejar todo bien atado y preparado.

La gente hablaba sin pedir permiso, pisando continuamente las palabras del los demás como si tuvieran menos razón que las suyas. Algunos alzaban la voz, como Zatanna, que indignada con la reunión no hizo más que lanzar mensajes desesperanzadores al aire. Era ofensiva, escandalosa y maleducada. Parecía sentirse superior a los demás miembros de la sala, como si ella fuera la voz de la razón cuando lo único que admitían sus palabras era que ella era un fracaso. Una persona frívola y egoísta que sólo sabía poner sus intereses por delante de los demás.

¿Sabéis a que me recordaba todo esto? A mis horas del patio cuando iba al instituto de Los Ángeles. Y Zatanna era una de esas personas tóxicas que hacían abusaban de los más débiles. Eran personas despreciables que no sabían comer ni dejar comer a los demás. Y no estaba dispuesta a volver a pasar por eso, a dejar que el pez grande se coma al pequeño, a permitir que esa cretina siga asustando a los que han venido aquí a pedir ayuda porqué no tienen otro lugar al que acudir. Incluso Hellboy y el misterioso hombre del sombrero le había metido un zasca en toda la boca para que dejara de decir tonterías. Pero no, la tía seguía y seguía, y…

Espera… ¿Nos estaba llamando egoístas? ¿Una persona que no sabe ni un ápice de cómo soy en realidad? ¿Lo que he sufrido para llegar hasta aquí? Lo único que estaba consiguiendo Zatanna era que apretara más los dientes y la mirara con profundo desprecio.

Se acabó, a esta tía la echo yo a patadas.  

Pero cuando fui a acercarme a ella para invitarla “amablemente” a que se fuera a la puta calle, Zatanna ya había decidido irse por su propio pie. Así que la acompañé hasta la puerta mientras miraba con la nariz arrugada su tanga y sus medias de rejilla. ¿Espera a que alguien vestido así vaya a caerme bien de buenas a primeras?

- Venga, si, no vuelvas nunca, gracias- dije pegando un portazo cuando salió de la habitación.- En serio… ¿quién ha invitado a esta payasa?

Empecé a recoger los formularios mientras seguía dándole vueltas a las cosas que se habían dicho. Además del arranque de sinceridad de Constantine, Lissa también nos dedicó unas palabras. Me dolía ver lo abatida que estaba, la entendía perfectamente… pero su discurso fue algo bueno después del machaque de Zatanna, consiguió que los demás pudieran empatizar con ella y sentirnos identificados con el mensaje. Al principio yo también le había temido a mi propia magia, y había tratado de ignorarla y reprimirla. No en vano éramos la misma persona de universos diferentes… algo así como lo que acaban de explicar Razor y Hellboy sobre La Muerte.

- Muchas gracias por vuestra confianza.- Le dije a Garnet, Anya, Robert y Saoirse cuando recogí sus formularios.- Sois bienvenidos a Shadowpact. – Les mostré una de mis mejores sonrisas, que era casi como ver un milagro para aquellos que me conocían bien. Pero por una vez, quería mostrarme amable. Ellos habían decidido confiar en nosotras y no quería decepcionarles.

Por último, recogí el escrito de Aureole. Estaba terminando de rellenar el papel y parecía esbozar una sonrisa sutil pero divertida. Le había notado mirarme durante la calurosa charla, e inevitablemente estaba más tímida de lo normal en su presencia. Apreciaba al sangromante casi como se quería a un padre, aunque él había conseguido más de una vez que mi corazón se saltara un latido con su presencia. Sobretodo cuando tomaba la forma de Brad Cunningham y hacía algo encantador. No se como explicarlo, nunca había tenido ese tipo de sentimientos con nadie… era como un amor platónico sacado de las novelas cursis que se leía mamá. Quería gustarle, y que se sintiera orgulloso de mí.  

- Gracias por todo, maestro… -dije con un ligero rubor en las mejillas.- Es una buena idea lo que propones… ¿Pero quién es ese Papa Legba?

Al concluir la reunión, quedamos tan solo los miembros fundadores y Hellboy.

- Bueno, no ha ido tan mal. Ha venido gente y ya tenéis vuestro Shadowpact formado... Y ya que os tengo aquí a los tres voy a aprovecharlo. Hemos descubierto dónde está Muerte. Se encierra en las profundidades del Himalaya, en una gruta de hielo. Creémos que está preparando su ataque o próximo movimiento desde allí, así que vamos a viajar para evitar que lo lleve a cabo. Saldremos desde la base del B.P.R.D este martes. Si queréis venir a echarnos una mano lo agradeceríamos, y así comprobaríais cómo estáis de preparados en vuestra primera misión oficial. No estamos seguros de lo que encontraremos pero preferimos estar preparados para cualquier cosa...

Genial, una excursión para ir a saludar a la famosa Muerte. Sería la monda que nos muriéramos en la primera misión.

No, no lo sería.

Tras una respuesta tan burlona como el tono de mi pregunta, el británico me alcanza un bolígrafo de entre sus bolsillos; con el cual comienzo a rellenar cada uno de los puntos del "formulario".


Una vez todo rellenado, se lo extiendo a la más cercana de las asistentes a la reunión; quien nos agradece a los que hemos decidido aceptar la proposición con una preciosa sonrisa. La verdad es que es bastante mona.

- Bueno, un placer; es tarea de todos ayudar en esto - comento con una amplia sonrisa en el rostro

Acabadas estas amistosas palabras, me acerco nuevamente al llamado Constantine y su sexy acompañante de cabellos rojizos.

- Gracias, inglés - le digo tras entregarle el susodicho - Nos veremos pronto, encanto - continúo, dirigiéndome ahora a la hermosa pelirroja; a quien le dedico un guiño cómplice

Finalmente, me someto al conjuro reglamentario del que habla la portavoz principal de la pequeña asamblea que se ha montado en el lugar; y me marcho por la puerta tranquilamente. Solo el tiempo dirá la importancia del día de hoy.

OFF: Un placer rolear con todos ustedes. Nos vemos pronto en algún tema de la organización

El final de la reunión se precipitó con la salida de Zatanna. Cuando las cosas se calmaron, algunos de los magos empezaron a hablar entre ellos. Unos cuantos se fueron, otros entregaron su ficha a las flamantes nuevas dueñas del bar Oblivion y se dispusieron a recibir el sortilegio que evitaría filtraciones de información. A Aureole no le hacía demasiada gracia. Le parecía demasiado a ciertos conjuros de vínculo que se empleaban en determinadas sociedades, algo que él rehuía como si de un apretón de manos sin guantes con un mendigo harapiento se tratase. No obstante, dado que el efecto únicamente suprimía que se pudiera enunciar la información acerca de Shadowpact, decidió asumirlo. Se levantó con parsimonia, alisando su traje y acercó su ficha cumplimentada a Elysia. Cuánto había crecido la joven aprendiz. Al menos lo suficiente como para poner mala cara a Zatanna y organizar con relativo éxito a una cierta cantidad de magos independientes. Ahora se encontraba flanqueada por su gemela alterna, Hellboy y Constantine y compañía.

-Aquí tienes, querida. Todo debidamente rellenado, espero. Me gustaría añadir, agente Hellboy, que tal como ha afirmado, el hecho de investigar empleando seres de otras esferas puede ser de ayuda. Es ahí donde entra Papá Legba, joven aprendiz. Legba es un loa, una deidad vudú, y una muy relacionada con la muerte y las almas además. Si se trata de alteraciones en ese aspecto, es muy posible que esté al corriente de qué ocurre o, al menos, que pueda ponernos en el buen camino. Considero que darse prisa para ahorrarnos un ataque precipitado por parte de Muerte es importante en este momento, pero me gustaría sugerir un pequeño ritual para despejar cuantas más incógnitas mejor. En cuanto al orden de ambas tareas, es algo que dejo a su elección, agente Hellboy, pues no soy funcionario de campo y mis conocimientos distan bastante de las prioridades que uno adopta en un campo de batalla.

Dicho esto, extrajo una tarjeta blanca con su nombre e iniciales en una tipografía algo recargada, que encajaba perfectamente con su ampulosa forma de hablar. En ella venía su teléfono, pero carecía de dirección. No era de extrañar, tratándose de alguien que no solía permanecer demasiado tiempo en el mismo sitio salvo que su tutela lo requiriera.

-Llámeme si me necesita. También puede utilizar la tarjeta para comunicación directa vía telepática aplicándole el calor de una pequeña llama, pero eso sólo servirá una vez, pues luego se destruirá - indicó -. Bien, damas y caballeros; si no queda nada más, me retiro. Nos veremos pronto, querida Elysia. En cuanto al resto, espero también verles de nuevo, a no tardar y en mejores circunstancias... si puede ser.

Y así fue que colocándose bien la chistera con un toque de su bastón, el sangromante dejó la reunión. El golem, que había estado completamente inmóvil en el mismo lugar donde se colocara al entrar, descruzó los inmensos brazos, se giró y empezó a caminar en pos de su amo.

Para mí, aquella hoja avanzaba a cámara lenta hasta llegar a las manos de la griega. Era como ver un ataúd bajando para quedar quieto sobre el foso, consciente de que una vez lo tuvieran, no había vuelta atrás. Me quedé muy quieta, en tensión, contemplando cómo ese pequeño contrato que no había salido de mi puño y letra quedaba finalmente sentenciado, inamovible. Hasta que la muerte me lo impida. Estaba convencida de que mi doble naturaleza me recordaría esa decisión durante mucho tiempo, siempre poniendo en duda que hubiera sido una buena idea, y para luchar esa incertidumbre, alzaba el pensamiento de Ruby como una antorcha, deseando que disipara la inseguridad. Al fin y al cabo… no tenía nada que perder.

Cuando la reunión se dio por finalizada, y anunciaron que nos íbamos a someter a un conjuro por parte de Jota, no me molesté en alzarme de la silla. Me crucé de brazos y piernas y lentamente alcé de nuevo mi mecanismo de defensa, mostrándome tan segura de mi misma que casi llegué a convencerme creermelo. El rubio con el que había estado bebiendo se acercó a pedirle un bolígrafo a John y no me pasó por alto que su atención a veces se volvía hacia mí. Al despedirse para abandonar la sala, me guiñó un ojo expresando disimuladamente su intención de volver a vernos y le sonreí divertida, más por costumbre que por ninguna otra cosa.

Finalmente el coloso con aspecto de demonio se acercó a hablar con nosotros, de nuevo, sobre la muerte, y esta vez sí que me centré a prestarle más atención. Sólo por si acaso. El anciano ‘enciclopédico’ se acercó de nuevo utilizando este vocabulario que me recordaba a las películas en blanco y negro, y sólo de intentar seguir el hilo de su conversación, me encontré pensando en las cosas más inverosímiles. Papa Legba. ¿Sería el nombre de Papá algún tipo de broma o alusión sexual? ¿O había realmente gente con ese nombre? Me perdí en mis propios delirios mientras aquél hombre también abandonaba la sala, y siguiendo sus pasos, mi mirada quedó fija en la puerta.

— Oye Eli-... — miré a las mellizas. ¿Elysia y Elissa? ¿Quién era quién? Fruncí el ceño. ¿A cuál de las dos debería dirigirme? —Antes he visto que teníais a un crío sirviendo en la barra. Si necesitáis una mano para llevar el bar, no me importaría pasarme de vez en cuando.

Intenté evitar mirar a John consciente de que tal vez este ofrecimiento a trabajar venía de la nada y probablemente no pintaba conmigo. Pero me gusta la coctelería, me encanta servir bebidas, y francamente, trabajar en un bar no me parecía una mala idea para alguien como yo. Pero, trabajar en un bar mágico, repleto de criaturas extrañas y gente con grandes conocimientos de este tipo, era una idea todavía más atractiva, y una fuente indirecta de información que se me antojaba de lo más seductora.

— Tengo tiempo libre, — me encogí de hombros, restándole importancia al tema, dejando claramente que no necesitaba el trabajo de por sí, aunque no me molestaba ofrecerme. — Y por descontado que esto va a parte de… ayudar con todo esto. — Miré a la mole roja, y le sonreí. Por inercia, aunque por alguna extraña razón tenía la impresión de que nuestro titánico compañero era inmune a los encantos que yo pudiera tener. — Aunque de nuevo pongo en duda hasta qué punto os puedo servir de ayuda. Al menos, se supone que soy divertida de tener alrededor y soy agradable a la vista.

Y por supuesto, tuve que luchar el factor intimidatorio de aquél ser mostrándome estúpidamente agradable y sonriendo.