Facies et duos totum (Stephen Strange) [04/02/2019]

3 de febrero del año 2018 d.C.
11:45 de la mañana, hora local en Nueva York.
Biblioteca del Sanctum Sanctorum.
177A Bleecker Street en Greenwich Village, Nueva York.


Los rayos de sol entraban a través de las largas y delgadas ventanas en forma de haz de luz, iluminando aquella enorme sala con olor a polvo y libros viejos. Las pequeñas motas flotaban en armonía por todo el lugar, dibujándose contra la luz, bailando al son de una música ininteligible. Los únicos sonidos que llegaban a los oídos del doctor eran los de su propia mente, escrudiñando aquellos gruesos libros tan antiguos como el tiempo. Sus grises y brillantes ojos recorrían las páginas como si estuviesen en una carrera a contra reloj. No disponía de mucho tiempo y le gustaba ir sobre seguro, aventajarse a aquel con quien debía hablar. Ahri'ahn, quien fuese el hechicero supremo de la legendaria ciudad perdida conocida como la Atlántida desde tiempos inmemoriables, había asistido a la reunión de magia en aquel mismo lugar unos días atrás. Empujado por la falta de sueño por las pesadillas y los constantes mareos producidos por la inmensa ola de nuevos magos y seres con poderes que de la noche a la mañana habían aparecido en aquel mundo, Strange distó mucho de su comportamiento habitual en ella. Había sido seco y borde, orgulloso, como antaño lo fuese antes de su accidente. Ahora debía enmendar sus errores y reunirse de nuevo con los principales hechiceros del nuevo universo que se abría como un interminable libro donde cualquiera podría escribir. La reunión con Fate había ido mejor de lo que esperaba, y sabía que contaba con un aliado para los momentos de necesidad. El siguiente de la lista era el atlante. Había otros con vastos poderes mágicos, pero tras una larga meditación valoró que ellos eran los más preparados para realizar una especie de triunvirato de protección. Pero deberían cooperar. Debía entablar bien los términos de aquella unión para evitar algún una catástrofe futura. No había sido capaz de encontrar a sus principales enemigos, como Dormamu y el barón Mordo, lo cual inquietaba al doctor. La falta de noticias en un mundo así eran peor que las malas noticias, pues contra lo que se desconoce nada se puede hacer.

Wong se asomó a la biblioteca, golpeando con suavidad la puerta con los nudillos. Strange aspiró y se giró lentamente. Estaba flotando a un metro del suelo, con el libro del mismo modo frente a él, pasando las páginas mentalmente. Al verle, el doctor sonrió.

- ¿Qué hay, querido Wong? ¿Deseabas algo?- Este asintió y caminó hacia su maestro. Strange miró a su ayudante con los ojos tranquilos, a pesar de que las ojeras teñían ligeramente su pálida cara con un tono oscuro.

- ¿Ha podido encontrar lo que buscaba de Ahri'ahn?- Strange suspiró y giró la cabeza, volviendo la vista al libro que permanecía flotando a apenas medio metro de él.

- He encontrado todo lo que he podido. En cualquier caso mi cita con él es mañana. Aún dispongo de todo el día de hoy para...- Pero Wong negó con la cabeza, pidiéndole de una forma educada que se callase.

- Debe descansar. Lleva muchos días durmiendo mal y eso no le hace bien a su mente ni a su cuerpo. Debería ver su rostro. Más que el Hechicero Supremo parecéis un vidente de tele tienda.- Strange rió y negó con la cabeza. Sabía que su ayudante tenía razón. No dormir le hacía un flaco favor. Le nublaba la vista y entumecía sus sentidos. La cabeza le dolía en la zona frontal, como si una prensa le estuviese apretando desde las sienes. Cerró los ojos y vio miles de pequeñas lucecitas tras frotárselos ligeramente, unidas a muchas letras escritas en otros idiomas. Volvió a mirar a su ayudante y el libro a su espalda se cerró y voló hasta posarse sobre una mesa. El mago estiró las piernas y tocó el suelo. Alargó la mano hasta posarla sobre su ayudante.

- Mi fiel Wong... No sé qué haría sin ti... Incluso el Hechicero Supremo necesita descansar. Menos mal que te tengo a ti para recordarme que también soy humano... ¿Podrías preparar té? ¿Y nos quedan pastas del Central Tart? De lo contrario habrá que ir a comprar. Suerte que la tienda está aquí al lado. Puede incluso que pruebe una de esas tartas que tan buena pinta tienen.-

- En seguida se lo subo. Póngase cómodo.- Wong abandonó la biblioteca camino a la cocina. Strange se estiró y se quitó la capa, colgándola del respaldo de una butaca que descansaba tranquilamente frente a un enorme escritorio de madera. Caminó hasta la ventana, mirando a través de ella. Allí abajo la gente caminaba ajena a las preocupaciones que invadían la mente del doctor. Vivían su vida ajetreada como podían, esclavos del frenesí diario de una ciudad como esa. Se pasó las manos por la cara y luego las estiró frente a él. Temblaban. Era un tembleque que podría pasar desapercibido en una conversación o mientras el doctor caminaba, pero si uno se detenía y lo miraba lo podría ver. Strange suspiró. "Soy humano...". El accidente le había privado de su capacidad de operar como lo hacía antaño, pues por la lesión neuronal el pulso impecable que tenía ahora era un tembleque imposible de evitar. Tan sólo si usaba la magia podía hacerlo. Pero había aprendido una lección mucho más valiosa: había aprendido a vivir con ello. Aceptar sus demonios, superándols cada día y que no era perfecto era la lección más importante que había podido aprender nunca. Dejar a un lado el orgullo y la soberbia en pos de ayudar a los demás, a aquellos que necesitaban a alguien. La manera en que sus manos temblaban le recordaban de dónde venía, por qué era quien era en ese momento, y todo el camino que le había llevado a ser quién era ahora. Y eso... Es ser humano.


Aquella noche, por primera vez desde hacía varias semanas, Strange durmió bien y del tirón. Un sueño reparador que le ayudó a organizarse aquella mañana. Le esperaba un largo y duro día, y no tenía ni idea de cómo se tomaría su visita el Hechicero Supremo de la Atlántida. Tras hablar con su amigo Namor este le expuso la situación de la ciudad sumergida. Desde la colisión había aparecido otro rey, y tras una larga charla habían dividido la ciudad en dos mitades: una para él y la otra para Aquaman, el otro rey atlante. La relación que mantenían era buena, lo cual sorprendió ligeramente a Strange. Al fin y al cabo Namor no destacaba por su tolerancia ni su paciencia, y pensar en que otro ser reclamaba el trono de la Atlántida como suyo por derecho propio sólo podría traer un enfrentamiento directo. Stephen supuso que Namor no le había contado toda la historia y que se guardaba para él el enfado o la frustración que hubiese podido sufrir. Además Namor tenía otra cosa, y era que no pedía ayuda para las cosas de su reino. Según él los humanos no debían pisar aquel santo lugar y debían inmiscuirse en sus asuntos. No sería la primera (ni la última) vez que al mago le tocaría calmar los ánimos de su amigo. Pero aquel no era el día de calmar ánimos, al menos no los del mutante. Aquel era un día para hablar con el tercer hechicero. Desayunó algo y después abrió un portal hasta la orilla del mar donde se reuniría con Namor.

La Atlántida era un lugar mágico, una gigantesca ciudad sumergida en las profundidades del mar Atlántico donde aquella raza conocida como los atlantes vivían en paz y armonía, ajenos a lo que sucedía en la superficie. Miles de peces de distintas especies nadaban entre las torres de aquel lugar, serpenteando como las golondrinas o cigueñas entre las torres de una catedral. Strange pronunció un par de conjuros que le permitirían estar sin problema bajo el agua del mismo modo en que lo hacían los habitantes de aquel lugar. Conocía la parte de su amigo, pero a la que él se dirigía era la otra mitad, una cuyo aspecto era muy distinto. Mientras que la parte de Namor parecía haber sido edificada con corales y otras estructuras marinas, la de Aquaman era muy semejante a las antiguas ciudades griegas y romanas, con enormes columnas blancas y grandes cúpulas. Los atlantes de aquella mitad le escoltaron hasta la sala del trono, donde un orgulloso rey sentado en su trono le esperaba. Stephen se arrodilló, conocedor del protocolo que debía mostrar ante aquel hombre que le había aceptado en su casa.

- Saludos mi gran rey. Mi nombre es Stephen Strange, Hechicero Supremo y protector de la tierra de las amenazas mágicas que la asolan.- Este le devolvió el saludo e introdujo a su mujer Mera, quien se llevó otra reverencia por parte del mago. El rey le habló acerca de lo que Namor le había dicho de él y de que conocía la razón por la que estaba allí. No le interrumpió en ningún momento y se limitó a asentir cuando parecía que Arthur le hacía alguna pregunta o requería de alguna aclaración. Las palabras del rey golpearon al mago como un mazo. No tenía constancia de que el mago hubiese sido herido, y eso entorpecía las cosas. Los médicos le habían diagnosticado reposo de hasta tres semanas, de manera que debía haber sido alguna herida o contusión traumatológica. Strange se planteó ofrecerle su ayuda como médico con el pretexto de poder así hablar con el mago, pero no hizo falta. El propio Ahri'ahn en persona se presentó en la sala del trono, con el cuerpo vendado y apoyado contra una columna. Este, a pesar de su estado parecía insistir en hablar con el mago, quien se volvió al rey.

- Si me permitís, su majestad, antes de ser mago era médico, neurocirujano para ser exactos. Mis conocimientos de medicina son amplios, y podría acompañar a Arión a un lugar más tranquilo donde charlar. Le aseguro que si veo que no puede continuar con la conversación y es necesario aplazarla yo mismo lo haré bajo mi juramento hipocrático. Puede que no ejerza la profesión, pero sigo considerándome médico.- Las palabras del Hechicero Supremo eran sinceras, y si él mismo comprobaba que la salud del otro mago peligraba retrasaría aquella reunión sin dudarlo. Los enfermos necesitan reposo y tranquilidad, y desgraciadamente el tema que debían tratar no era tranquilo.

Strange siguió a su anfitrión a través del agua, nadando por ella pero siendo capaz de respirar. No quería usar un hechizo de teleportación sin saber exactamente dónde estaba el lugar al que Arión le llevaba. El problema de esa clase de conjuros es que si no conoces a la perfección con todo lujo de detalles el lugar al que quieres llegar puedes aparecer en otro sitio totalmente distinto, o peor, quedar atrapado entre medias, con la mitad de tu cuerpo en un sitio y la otra mitad en otro. Algo bastante más desagradable de lo malo que ya sonaba de por sí. De manera que fueron por la vía más larga. Tuvieron que parar un par de veces para esperar al sumo mago de Atlantis, quien debido a sus heridas necesitó reposo para recuperar el aliento e intentar paliar el dolor que de ellas emanaba. Strange pensó en el enorme esfuerzo que estaba realizando el mago y se sintió culpable por ello. Al fin y al cabo, si se hubiese comportado como dios mandaba en la reunión de magos aquel encuentro no habría sido necesario, y Arión podría estar descansando tranquilamente, recuperándose. Pero ya no tenía sentido lamentarse sobre la leche derramada. Tenía otra oportunidad de arreglar aquella situación y pretendía aferrarse a ella como un clavo ardiendo. El destino del mundo podía depender de ellos.

A pesar de los pensamientos de culpabilidad que rondaban la cabeza del doctor pudo deleitarse con las vistas que aquel mágico lugar ofrecían. Sin duda se trataba de un mundo nuevo, secretos que jamás serían descubiertos por los hombres, y se sintió afortunado por poder estar disfrutando de ello. La construcción se asemejaba a las antiguas pirámides y templos aztecas de la zona de centro América, con aquellos dibujos de serpientes plumadas o esquinas redondeadas. En comparación a su Sanctum Sanctorum aquello era mucho más impresionante. El suyo era una bonita mansión del siglo pasado situada en mitad de Nueva York. Tampoco tenía demasiado que envidiarle, pero sin duda el estilo arquitectónico de ese lugar dejaba a uno extasiado.

Finalmente llegaron a unas escaleras y Arión indicó al doctor que ese era el camino. Salieron del agua y esta resbaló por sus ropas hasta llegar a los pies. Aquel lugar olía a húmedo y estaba fresco, pero eso no impidió que Strange abriese mucho los ojos. Cuando se volvió a su anfitrión le vio apoyado en una columna, recuperando el aliento y con las vendas teñidas de un carmesí brillante. Y encima se disculpó por su estado y el estado de aquel lugar. Strange se acercó a él hasta estar justo delante.

- No os disculpéis. Este lugar es más que perfecto. Es una auténtica obra de arte de la arquitectura. Si vieseis mi Sanctum Sanctorum sentiríais lástima por mí. Y os aseguro que si mi casa tuviese 45000 años estaría bastante más desordenada que esto. Yo llevo muchísimo menos tiempo ahí y algunas veces no soy capaz de encontrar la puerta... ¿Me permitís que os ayude con esa herida? Si queréis puedo echarle un vistazo o intentar sanarla un poco. No puedo sanaros del todo ya que desconozco esa clase de magias pero sí puedo cambiaros las vendas o limpiarlas.- A Strange lo le gustaban las magias que cambiaban el organismo o que podían sanar heridas. Pensaba que ese tipo de alteraciones en el cuerpo podían tener un resultado desastroso y que por algo la medicina existía. Él podía mejorar su condición física a través de la magia, gracias a lo cual podía paliar los efectos del accidente que tuvo y usar las manos casi a la perfección, pero prefería no hacerlo demasiado pues temía que en algún momento le pudiese pasar factura todo aquello.

Arión preguntó al cabo de un rato la razón por la que estaba allí, pidiéndole perdón de nuevo por sus modales y haberle contado todo aquello. Hasta pensaba que estaba aburriendo al doctor. Este negó con la cabeza.

- Os disculpáis de nuevo sin tener motivos para hacerlo. De hecho el que os debe una buena disculpa soy yo. Este lugar es perfecto y os agradezco infinitamente que me hayáis invitado a vuestro lugar de meditación y recogimiento. Y no me aburrís. De hecho me fascina la historia de este lugar. Es interesante y profunda, además de personal. Esas historias siempre son las más valiosas. Desgraciadamente no he venido aquí para tratar de esos temas. Ojalá fuese solo eso. Me encantaría conocer todo sobre este lugar. Pero me temo que tenemos poco tiempo.- El hechicero se pasó la mano por los ojos, terminando con los dedos cerrados en un punto sobre su frente.- Quería disculparme por mi comportamiento en la reunión mágica. Estaba cansado y llevaba varios días sin dormir bien, lo cual no justifica mi actitud arrogante. Estaba asustado, y aún lo sigo estando. Desde el choque de universos no he sido el mismo y siento que mi magia no es tan poderosa como antes. En mi universo yo era el hechicero supremo, encargado de proteger la tierra de ataques desde otras dimensiones o que amenazasen su integridad física a través de la magia. Era la máxima autoridad de magia. Pero desde el choque siento como ese poder ha disminuido, consecuencia lógica por la unión de varios universos. Tras meses investigando vuestro universo llegué a esa conclusión, y la intención de la reunión mágica era advertir de que debíamos tener cuidado con ella, pues todo este efecto dominó ha causado una enorme inestabilidad en el plano mágico. Temo de hecho que pueda estallarnos en cualquier momento, y yo ya no dispongo del poder suficiente para frenarlo o arreglarlo... Por eso estoy aquí.-

Strange se tomó unos segundos para que Arión pudiese asimilar toda la información que le había soltado. Era bastante y sabía que tendría varias dudas, pero prefería terminar con todo antes de pasar a las preguntas.

- Vos, un hombre llamado Dr Fate y yo somos los seres mágicos más poderosos e importantes del mundo, los que en nuestro universo nos encargábamos de protegerlo y mantener a salvo de amenazas externas... Y la razón por la que me hallo aquí es para proponeros una unión. Un triunvirato mágico capaz de frenar conjuntamente cualquier amenaza, tal y como lo hacíamos en el pasado. He observado vuestros movimientos y he leído vuestra historia, y creo que sois justo y veláis por el bien. Siento si esto suena como si me estuviese inmiscuyendo en su vida, ruego me perdonéis si os sentís así, pero necesitaba saber en quienes podía confiar y a quiénes les podía contar esta horrible verdad. Fate ha accedido a colaborar, pero creo que un pacto de tres sería más provechoso y tendríamos más oportunidades de reaccionar llegado el momento de la verdad. Por ello estoy aquí. Necesitaba hablar con vos, explicaros el por qué de la reunión de magia y disculparme por mi lamentable actuación. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan avergonzado.- Strange bajó ligeramente la cabeza pensando en ese último comentario. Era verdad. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan estúpido ni tan arrogante, no al menos desde hacía muchos años, desde que se convirtió en hechicero y miró a su pasado, viendo todas aquellas salidas de tono y esa actitud déspota que promulgaba siendo cirujano. Se creía el mejor y el único capaz de llevar a cabo su trabajo correctamente. Un miserable estúpido, un creído que necesitaba una lección por parte de la vida... Y vaya si se la había dado. Pero lo agradecía. Ahora luchaba por los demás y no sólo por él. Ahora su vida tenía un significado mucho más valioso y grande. Ahora él era un protector.

El doctor acompañó a su anfitrión a través de aquel gigantesco lugar hasta su habitación. Atravesaron un pequeño portal que aumentó su tamaño hasta ser lo suficientemente amplio como para que ambos hombres lo cruzasen sin problemas. Era una sala mucho más pequeña y acogedora, carente de ese olor a húmedo ni del frío que acompañaba al agua o los lugares mojados. El suelo estaba hecho de losas blancas y negras en un patrón cuadriculado, semejante a un tablero de ajedrez. Un pequeño diván con algunos cojines y el ojo de la esfinge haciendo las veces de ventanal al océano que vivía al otro lado ajeno a la importante reunión que estaba teniendo lugar en el interior de la cabeza de esta. El atlante se acercó a una pequeña mesa donde unas limpias vendas y agua fresca le esperaban, y comenzó a asearse. El proceso era largo y molesto para el mago ya que debía ir quitando las viejas y sucias vendas adheridas a sus heridas. Los movimientos eran complicados para él debido a la cantidad de cortes que decoraban su cuerpo. Arión le lanzó una pequeña puya al hechicero por su comportamiento en la reunión mágica en la que ambos habían estado. Strange asintió y bajó la cabeza, sabedor de su comportamiento y consciente de que el atlante estuviese disgustado.

- Como ya os he dicho, os pido disculpas. En ese momento mi mente estaba en otro lugar, y no pude observar con la tranquilidad que me habría gustado a todos los miembros de la reunión. Fate y Promethea fueron los más activos también, y con respecto a ella... No es lo que esperaba. Su magia se relaciona con algo conocido como la inmateria, algo totalmente desconocido para mí, y a pesar de mis esfuerzos ella se negó a compartir dicha información conmigo. El carácter de Fate es complicado, más aún que el mío si eso es posible, y sentí que eran las personas a las que más me costaría convencer de la situación en la que nos hemos visto arrastrados inevitablemente. No me enorgullezco de lo que hice, y tras meditar tranquilamente me di cuenta de con quien debería haber hablado era con vos y no con ella. Mas ya es tarde para lamentaciones, pero no para remedios. De lo contrario no estaría aquí, ante vos, dispuesto a enmendar mis errores como ya le he dicho.- Caminó hasta el ojo de la estatua, observando la flora y fauna que había al otro lado. Miles de peces de todos los colores nadaban entre las algas o alrededor de las rocas. Aquello era relajante, desde luego más que los coches y las calles de Nueva York que era lo que veía el hechicero al asomarse por las ventanas de su hogar. Allí la naturaleza fluía con vida y sin seguir un patrón en concreto, alejándose de lo lineal y monótono en un espectáculo que tan solo podía ser apreciado en los documentales o los programas hechos para acercar al ser humano a los rincones más recónditos del planeta, el inexplorado gran azul.

Arión reconoció que se sintió honrado por la invitación del hechicero, y le contó el origen de sus poderes y de lo que había sido capaz en el pasado. Al igual que él fue el guardián mágico de la Atlántida, de su tierra, protegiéndola de cualquier amenaza mágica o sobrenatural que la sitiase. Mas ahora todo había cambiado. Había perdido todo el poder que antaño recorría su cuerpo. Tuvo que sacrificarlo para evitar que el mundo se sumiese en un invierno eterno y acabase con la vida de todo cuanto lo habitaba. Strange acarició su perilla mientras el mago le hablaba de todo esto, aparentemente apenado por no disponer del poder que antes tenía, y entonces le llamó. Este se dio la vuelta y pudo ver las heridas que había por todo su cuerpo. Salvo su cara todo eran cortes que habían empezado a cerrar. El doctor sabía perfectamente que esas heridas habían sido obra de alguien que deseaba hacerle daño. Eran heridas de un látigo, heridas de una tortura. Estudió ese tipo de heridas y marcas en la carrera, mutilaciones que algunas personas llevaban a cabo con otras por diversión o manipulación para obtener información. Frunció el ceño e hizo un movimiento con las manos, haciendo aparecer algunas medicinas y desinfectantes que tenía en su casa. Se acercó al mago y se las ofreció.

- Si me permitís, esto os ayudará más que el simple agua. Lo he traído de mi hogar. Espero me perdonéis por ello. Desinfectarán las heridas y cicatrizarán antes. Si lo deseáis puedo curaros yo las heridas.- Durante un rato permaneció en silencio, asimilando todo lo que el mago le había dicho. Un metal capaz de superar las defensas mágicas. No había oído hablar de nada parecido. Sabía que había hechizos que se imbuían en armas para poder penetrar protecciones o muros, pero un metal que fuese capaz de hacerlo sin más... Aquello debía ser algún tipo de magia oscura o algo por el estilo. También digirió sus palabras cuando dijo que lamentaba que aquel viaje hubiese sido en vano, ante lo cual Strange se permitió una pequeña sonrisa, mirando al castaño.- En realidad es una lástima, sí... Pero la lástima no es que mi viaje haya sido en vano, sino que lo penséis por vuestra situación actual. ¿Creéis que mis poderes no se han visto mermados? ¿Que sigo siendo tan fuerte como antes del choque? De hecho, os contaré una historia, si me lo permitís.

>> Hace muchos años, había un cirujano, posiblemente el mejor o uno de los mejores del mundo. Era un hombre vanidoso, egocéntrico, soberbio, que se creía lo suficientemente bueno como para decidir a quiénes curaba y a quienes no. Un día, ese hombre sufrió un terrible accidente de coche. En este accidente su sistema nervioso fue dañado, y a partir de ese momento el impecable pulso que tenía en sus manos se convirtió en un tembleque imposible de evitar. Buscó mil maneras de arreglar eso, en vano. Nadie era capaz de arreglar el daño. Imaginaos la situación. De la noche a la mañana aquel hombre había pasado de ser una persona importante y reconocida a un don nadie, un paria al que nadie quería acercarse. Fue entonces cuando escuchó que había un monje tibetano con un poder suficiente como para sanar cualquier herida. El doctor viajo en busca de ese monje, y lo encontró. Pero encontró mucho más que un simple hombre. Encontró un mago. Naturalmente no se creyó nada al principio. Magia decía. Eso sólo existe en los cuentos de hadas. Pero el monje era sabio, y sabía que aquel arrogante doctor sólo necesitaba un pequeño empujón... Cuando este vio que la magia era real, que no era un cuento chino, quiso aprender sus caminos. El monje vio lo podrida y repulsiva que era su alma, pero sabía que con la motivación necesaria podría cambiar, así que accedió a mostrarle los caminos de la magia.

>> El tiempo pasó y el doctor aprendió humildad, caridad y a aceptar que había cosas mayores que él y su enfermedad. Aprendió que los demonios de cada uno viven en nuestro interior y la única manera de sobrevivir a ellos es aceptándolos, consciente de que siempre vivirá con ellos. Lo único que hay que hacer es no dejar que te controlen... Ese hombre había cambiado, había crecido, ya no era el mismo que llegó por primera vez al Tibet. Un simple hombre, quien tiempo después se convertiría en el Hechicero Supremo, tras la muerte del monje conocido como "El Anciano", su mentor. Desde entonces ese hombre ha intentado dar lo mejor de si y proteger a aquellos que no pueden...- Se tomó unos segundos para que el mago atlante digiriese toda aquella historia y la entendiese. Tras suspirar le miró a los ojos.- Seguramente os preguntéis en qué os puede ayudar esta historia, cuál es el significado detrás de toda ella. Al igual que ese doctor, ahora mismo vos creéis que habéis perdido vuestro poder, que habéis perdido lo más importante de vos. Mas lo que yo veo es una oportunidad para explotar vuestro verdadero poder, vuestro verdadero potencial. Y al igual que el Anciano me ayudó a mí a entender eso, estoy dispuesto a guiaros para que os reencontréis con vuestra vieja amiga. Puede que el camino no sea sencillo, y seguramente en determinados momentos donde nos cueste a ambos... Pero yo estoy dispuesto a ayudaros. Y si un estúpido arrogante como yo se ha convertido en lo que soy hoy, estoy seguro de que vos podréis hacer cualquier cosa...-

El hechicero ayudó al atlante a sanar sus heridas valiéndose de las medicinas que había traído con un sencillo conjuro. En parte le sorprendió que aquel mago no conociese los caminos de la medicina moderna. Entendía que habiendo vivido en el pasado durante toda su vida le fuesen ajenas en esa época, pero ahora que estaba en pleno siglo XXI y habiendo salido de este, su hogar, le chocó en cierto modo, aunque tampoco sería él quien se lo dijese. Se alegró de poder ser de utilidad a su anfitrión, y sintió cierta nostalgia al hacerlo a través de lo que él había estudiado durante su vida. Tardarían un tiempo en cerrar esos horribles cortes, pero desde luego sería más rápido que con simple agua caliente y un paño. El hechicero notaría una fuerte quemazón cuando le aplicase el ungüento, pero necesitaba aguantar. Como solía decir durante su vida de doctor, "si escuece es que está curando".

Su historia pareció servirle en cierto modo al atlante a pesar de que estaba convencido de que no sería capaz de recuperar sus antiguos poderes. Strange meditó acerca de estas palabras, y una parte de sí mismo pensó en su nueva situación. ¿Sería él capaz de recuperar toda su antigua magia? Durante casi un año había estado practicando los caminos que antes le eran tan familiares y sencillos como la vuelta a casa desde el trabajo, y aunque había recuperado gran parte de su poder seguía sintiendo que le faltaban cosas, que su magia había mermado, o simplemente no lo había hecho, pero el espectro mágico de ese nuevo universo era mucho más grande que el anterior. Ahora había mucho más terreno que abarcar pero tenía las mismas capacidades que antes, razón por la que todo se le antojaba inabarcable.

- El manejo de la espada es también muy importante para los magos. No siempre nos enfrentaremos a amenazas directamente mágicas. Vos mismo lo habéis comprobado al sufrir esas heridas. De vez en cuando nos toca valernos de nuestras capacidades físicas, de manera que todos esos conocimientos que ya posee no caen en saco roto.- Muerto y resucitado. Tal vez era una especie de requerimiento para los sumos magos, el tener que morir al menos una vez para poder alcanzar el poder absoluto o comprender el mundo de un modo más espiritual. Fuera como fuese, ahí estaba el atlante, alicaído por haber perdido sus poderes. Sus ojos se iluminaron con lo que parecía una idea que se le acababa de ocurrir. Apoyó la mano sobre el hombro del doctor y le agradeció la ayuda. Este asintió con una leve sonrisa. Estaba allí para ayudar también, de manera que cualquier cosa con la que le pudiese ayudar sería más que bienvenida.

Arión obtenía sus poderes a través del uso de pergaminos y antiguos objetos mágicos. No distaba de su forma de obtener la magia. Él aprendía los hechizos a través de libros y pergaminos y pedía a los dioses y seres ancestrales el uso de esta magia para llevarla a cabo. Los Vishanti eran su principal fuente de poder y su libro la biblia personal. El más importante manuscrito de la magia blanca escrito jamás. El atlante le pidió disculpas por su comportamiento anterior y que le quería explicar la razón por la que había pedido reunirse con él.

- No debéis disculparos. Fue mi culpa y entiendo vuestro enfado y frustración. Yo habría actuado del mismo modo.- Arión le narró toda la historia de su padre, su madre y su hermano, la cual escuchó con atención y silencio, asintiendo de vez en cuando con alguna aclaración o algún recuerdo, haciendo ver al atlante que tenía toda su atención puesta en él. Era sin duda una historia turbia y complicada, enrevesada como una tela de araña. Tantas variables, tantos peligros y tantos enemigos potenciales. Entendió mejor la posición del mago y el por qué actuaba de un modo u otro. No debió ser sencillo para él. Le habló del Mundo Oscuro y de que era el lugar de donde los atlantes obtenían su magia. Le recordó en parte a la Dimensión Oscura, hogar de Dormamu y su hermana donde vivían toda clase de seres horribles y peligrosos, y lugar del que muchos otros magos y brujos habían obtenido poder. No era su caso, ya que él se negaba a tratar con la magia negra, pero fue capaz de ver la similitud que existía.

La conversación avanzó hacia la mujer llamada Viper, autora de todas las heridas que cubrían su cuerpo. Al parecer ella conocía cosas que habían preocupado al atlante, ya que conocía sus puntos flacos y debilidades. Él había sufrido algo parecido en el pasado, y sabía lo desagradable y preocupante que era verse envuelto en algo así, sobre todo por la incertidumbre de no saber cómo ha sido capaz alguien de reunir toda esa información. Pero después de haber visto el enorme desequilibrio mágico y la locura que había montada en todo el universo tampoco le sorprendió demasiado. Todo estaba patas arriba y que alguien se hubiese colado desde otra dimensión era una posibilidad más que válida. Además le sorprendía el modo en que había actuado su enemigo, de una manera mucho más concisa que las llevadas a cabo en el pasado. Sin duda se estaba fraguando algo gordo detrás de todo eso y el mago era incapaz de ver de qué se trataba.

Cuando finalizó toda su explicación e historia, Strange tardó unos segundos en responder, meditando acerca de todo lo que le acababa de decir el atalante. La situación era cuanto menos complicada.

- Si lo que decís es cierto mis temores cada vez son más infundados. Antaño era capaz de ver y preveer un ataque gracias a la clarividencia, mas ahora no soy capaz. Ese poder me ha sido arrebatado y no he conseguido recuperarlo. Yo también he notado esa perturbación y me temo que hay algo muy grande detrás de todo esto, algo peligroso que puede acabar con todos nosotros. Y con respecto a esa dimensión, por supuesto podéis contar con mi ayuda, pero tal vez no sea el momento apropiado. Creo que deberíais curaros primero, descansar y recuperar fuerzas. Yo puedo usar mi magia para ayudaros, pero incluso yo tengo mis límites, y entrar en una dimensión así es algo peligroso y que no debe ser tomado a la ligera... Sé que vuestros anhelos para con ese ser son grandes, pero también sabréis que en estos casos siempre hay que actuar con cautela y paciencia. Si es necesario visitar ese lugar lo haremos, pero ahora mismo debéis pensar en recuperaros. Vuestro estado no es el apropiado para un enfrentamiento, y yo no puedo cargar con ambos. No en una dimensión que no es la mía... Si queréis ir ahora mismo os acompañaré, sólo os pido que lo penséis detenidamente... Mi ayuda la tendréis en cualquier momento, pero también somos humanos, y nuestro cuerpo necesita descanso del mismo modo...-

El atlante cedió en su empeño de viajar en ese momento a enfrentarse a su hermano tras un fuerte dolor en el costado. Strange le ayudó, apoyando su mano en el hombro del otro mago. Sabía cómo se sentía. Él mismo había pasado por un auténtico calvario cuando sucedió todo el choque de dimensiones. Durante semanas no sólo no había podido realizar la mayoría de sus hechizos, sino que además las lesiones físicas que había sufrido por el impacto de los cascotes le obligaron a permanecer en cama durante la mayor parte de ese tiempo, guardando reposo mientras su cuerpo sanaba lentamente. Ahora, casi un año después había recuperado gran parte del control sobre la magia, pero como él mismo se había percatado ya no era tan grande como antes. Tras muchas noches sin comer ni dormir, meditando, llegó a la conclusión de que esa suerte en la que se había visto envuelto era una ironía del destino, como si le estuviese dando una lección, obligándole a volver a empezar casi de cero. Por suerte para él ya no era el joven arrogante que un día se convirtió en hechicero supremo. Ahora la soberbia y el orgullo jugaban un papel muy secundario en la vida del doctor, a pesar de lo cual no los había perdido, e incluso él, sabio como era, no dejaba de ser humano, y aunque no lo reconocería ante si amado Wong, él sabía que muchas de las noches en vela habían sido por pura cabezonería y por querer encontrar respuestas rápidas a lo que había pasado, en vano la mayor parte del tiempo.

Las siguientes semanas Strange las pasó allí, junto al atlante, investigando en los libros de la enorme biblioteca y antiguos manuscritos pistas o información que les sirviese de ayuda para enfrentarse a su hermano. Fue mucho lo que el doctor aprendió, y al mismo tiempo iba poco a poco cuidando del atlante, sanando sus heridas y ayudándole con sus poderes en la medida de lo posible. A través de su magia también probaron métodos de canalización para que Arión pudiese usar la magia que Strange le proporcionaba, al principio en pequeñas dosis y poco a poco valiéndose de hechizos más elaborados y poderosos. Trabajaron codo con codo, esforzándose por entenderse el uno al otro y así saber cuáles era las flaquezas y puntos fuertes de cada uno para saber a qué atenerse en el futuro. Era innegable que cuando por fin decidiesen viajar a esa oscura y peligrosa dimensión lo que les esperaría solo el propio tiempo lo diría, y puede que los peligros les superasen o no estuviesen a la altura de las circunstancias. Por eso fue tan importante no sólo la recuperación del atlante, sino la preparación mental de ambos. Strange pasó largas noches meditando, concentrándose en sus poderes de bloqueo mental y en los escudos que era capaz de proyectar. A veces el mejor ataque es una buena defensa.

Y así, por fin, llegó el día en que debían enfrentarse a lo desconocido y viajar a la penumbra en busca de respuestas. Los preparativos fueron breves, pues el atlante quería viajar allí cuanto antes. Strange se encomendó a los Vishanti y se adentró en el portal que Arión había creado. Al otro lado se encontraron en un extraño mundo donde piedras flotaban sobre el suelo. El doctor había estado en cientos de dimensiones y pudo comprobar que esta tenía cierto parecido con la Dimensión Oscura, hogar del terrible Dormamu. El aire pesaba y casi costaba respirarlo. Strange tenía todos los sentidos en alerta, a la espera de cualquier movimiento o...

Fue visto y no visto. Apenas hubieron tocado el suelo una enorme criatura emergió de este dispuesta a atacarles sin piedad ni miramientos.

- ¡Por los tres grandes! ¡Esto sí que es un recibimiento!- Arión sacó su espada y comenzó a pelearse con aquel extraño ser, dándole un tiempo valiosísimo que no pensaba desaprovechar. Juntó las yemas de sus dedos frente a sus ojos, creando una especie de cúpula con las manos. Una luz verdosa comenzó a formarse en el interior de estas y los grises ojos de Strange brillaron con ella.- ¡Por las Bandas Escarlatas de Cyttorak,
yo os invoco, para que atéis y frenéis a esta bestia por los ojos!-

Unas lianas rojas como la sangre emergieron de las manos del hechicero, quien abrió las palmas en dirección a la criatura. Estas enroscaron algunos de los tentáculos de la bestia, frenando su furia y ataque. Giró la palma de la mano izquierda hacia arriba mientras la derecha seguía estirada y enfocada a la criatura. Esta vez el brillo fue de un tenue naranja.

- ¡Llamas de los Faltine, escuchad mi ruego! ¡Golpead los brazos que apresan a mi valiente compañero!- Unas lenguas de fuego salieron de su mano, impactando con los tentáculos que retenían a Arión, provocando que la bestia gritase con un rugido gutural y liberase al atlante.- ¡Ahora Arión! ¡Acabad con esa criatura avernal!-