Entrando de Palomita [Omega][Caitlin Fairchild y Karen Starr]

Llevaba unos meses viviendo en ese nuevo mundo. Los primeros días, se había dedicado a buscar a fondo en la ciudad, preguntando a la gente de a pie, pero en todas partes reinaba el mismo caos. Ciudades destrozadas, nuevos lugares apareciendo de la nada, miles de personas desaparecidas y otros miles venidas de otros mundos, otros universos, otras dimensiones paralelas. Caos, era la palabra que definía a perfección todo cuanto estaba sucediendo. El mundo no se estaba volviendo loco, no, estaba sumido en el más puro y perfecto caos. Cuando su cuerpo empezó a exigirle alimento y una ducha, la búsqueda de sus compañeros pasó temporalmente a un segundo plano, si bien no dejaba de ser su prioridad, necesitaba ocuparse también de su propia supervivencia.

Encontró un gimnasio en San Francisco que actuaba las veces de refugio para miles de inmigrantes especiales y sin techo, y aunque no pudo dar datos verdaderos, consiguió algo de alimento y ropa. Dedicó unos días a ayudar, a intentar sacarse un pequeño sueldo con el que poder abandonar ese estado de semi-mendiga en el que se había visto envuelta y, en cuanto pudo permitirse vivir en hoteles y trabajar por horas, retomó su viaje.

¿Por qué Gotham? Tal vez porque el ambiente más oscuro y deprimente de esa ciudad encajaba con su propio carácter y lo que sentía en ese momento, encontrándolo así un lugar de lo más acorde con el sentimiento de vacío que este nuevo mundo había depositado en su pecho. Día a día se encontraba perdida, y no dejaba de buscar desesperadamente a la gente que conocía. ¿Cómo podía ser que sólo ella hubiera llegado ahí? ¿Que no hubiera absolutamente nadie de todas aquellas personas con las que alguna vez había compartido parte de su vida? No podía ser, se negaba a creerlo. ¿Por qué Gotham? Porque para ella y el resto de los Gen13, un lugar tan oscuro que podría ser un escondite perfecto. Porque de algún modo sentía que las sombras de la calle podían protegerla, y a la vez, albergaba la esperanza de que allí los encontraría. Así que pese a todo el riesgo, vestía su traje. Vestía la ropa de I.O, de Tabula Rasa, la ropa que la marcaba como una diana, pero a la vez la hacía reconocible en la distancia, para que sus compañeros pudieran llegar a ella. Llevaba la camisa verde y morada de mangas largas, los guantes sin dedos, los shorts y las botas, y caminaba por las calles a paso firme, con los puños apretados y cada paso marcaba su coraje y su determinación.

Hasta que escuchó la alarma de un coche. Caitlin no era ninguna heroína y aunque a veces sentía esa especie de gancho en el vientre que la arrastraba a ayudar a la gente, pensandolo en frío prefería pasar desapercibida. Vestida en latex, como buen superheroe, pero desapercibida. Claro.

Una parte de ella quería ir a ayudar. Una parte de ella quería utilizar ese poder que había obtenido para marcar una diferencia en el mundo. No quería dejar una huella en la historia, no quería cabeceras en periódicos ni videos en internet. Pero saber que había hecho algo bueno para otra persona, que había marcado una diferencia en lo que podía ser un trauma para alguien, no era algo del todo desagradable. Al fin y al cabo, sólo era la alarma de un coche. Podía ser un simple ladrón intentando robarlo, cosa que no era tan grave como para ocupar un titular, o un accidente de tráfico, en el que la rápida intervención de un ciudadano con dos dedos de frente podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte para una víctima. Podía ser simplemente un coche sonando por la falta de práctica de otro conductor al aparcar. O podría...

Justo cuando se acercaba a la esquina para poder ver qué estaba sucediendo, el coche pasó volando ante ella, tras ir a impactar en una mujer de cabellos cortos negros y vestida del mismo color. Parpadeó, sorprendida, asimilando la escena. Un coche había sido usado a modo de bate de béisbol para mandar por los aires a una mujer, contra una pared, para que después la propia pared fuera usada como arma. Ante sus ojos se desglosaba un combate de dimensiones descomunales, de los que sólo había vivido cuando ella misma formaba parte de la trifulca. Una pequeña voz que hacía las veces de conciencia, le gritaba que diera media vuelta y se alejara del lugar. ¿Qué bien podía traerle dicha pelea? ¡Tal vez eran dos hermanas peleando por la ropa! Porque se parecían. Se parecían mucho. Pero Cat era lo suficientemente lista como para no pensar que algo fuera tan tonto, aunque la curiosa idea hubiera cruzado por un instante su mente. El instinto, sin embargo, la avisaba de que ahí había algo más. Dos personas no se dan semejante paliza por amor al arte. Y si una de esas dos personas era digna de ser salvada, no podía quedarse mirando. No únicamente por la bondad de salvar y proteger a quien lo merecía, si no por la idea de dejar libre a alguien con semejante poder de destrucción y malas intenciones.

Se acercó corriendo a la pareja, justo en el momento que una de ellas - la morena - inmovilizaba a la otra, - la rubia - ahogándola y preparándose para terminar la pelea. No podía juzgar quién de las dos era la que merecía la paliza, o quién no merecía acabar en el hospital, y su única base para hipotetizar lo que estaba sucediendo era la última pieza de diálogo que habían intercambiado. La de negro había sido creada para matar a la Rubia. Su experiencia, entonces, la inclinaba a creer en la segunda como parte inocente de la batalla. Además, una iba vestida de blanco y la otra de negro. Los malos siempre se suelen vestir de negro, es un cliché. Así que decidió llevarse una vez más por su instinto. Caitlin saltó sobre la espalda de la morena, pasando ambos brazos por su pecho, y colocando sus manos en la nuca, de manera que los brazos de la agresora quedaran envueltos por los suyos propios y tensó para que soltara el agarre.

- Lamento interrumpir, pero el pronóstico meteorológico no avisó de lluvias de hormigón, así que por el bien de los ciudadanos... ya sabéis, nada de peleas en el patio. - La mujer de cabello oscuro era demasiado fuerte, y Caitlin entrecerró los ojos y la soltó. Si no podía hacerlos por las buenas... Cerró ambas manos en puño, entrelazando los dedos y los descargó con fuerza en la espalda de la morena, a la altura de los pulmones, cortándole la respiración el tiempo justo como para poder alzarla por encima de la cabeza y lanzarla contra otro coche, que se unió a la cacofonía de sirenas que por minutos se descargaba en esa calle. Por supuesto, que ambas estuvieran ya agotadas jugaba en favor de la pelirroja, quien aunque podía mantener su ritmo y pelear como una igual en físico, a la larga, tenías la de perder. Le tendió una mano a la rubia, con una sonrisa de disculpa. - Dime que no le he atizado al héroe, por favor.

El primer paso siempre es el más difícil. Ya se trate de dar un salto al vacío, de meterse en la playa o una piscina, o bien de tomar la decisión de iniciar un viaje, el primer paso, la iniciativa y la voluntad del cambio, eran siempre el peor de todos. Una vez en el agua, aire o en el camino, la única opción que te queda es seguir adelante. Y esa, era la situación en la que se sentía Cailtin Allen Fairchild.

Intervenir, salir al encuentro de las dos mujeres, había sido el paso dificil, la decisión complicada. Una vez allí… No le quedaba otra que verlo hasta el final. Cuando la muchacha rubia se alzó y se presento entre jadeos, sintió una curiosa sensación de alivio propagándose por su pecho. Efectivamente, había logrado salvar a la ‘heroína’ en lugar de ponerle las cosas más fáciles al clon malvado… Aunque una parte de Cat, sintiera lástima y empatía por Divine. Si alguien podía entender el desasosiego de saberse formada de una probeta, tal vez, podía ser ella. La sensación de que no eras dueño de tu vida, de que pertenecías a otra persona que había pagado por tu cuerpo, de querer poder encontrar un lugar, y decir, ‘este es el mío’... Caitlin conocía bien esa sensación, sí, y por ende, podía empatizar con la villana. Pero de ahí a conseguirlo matando a otra persona para ocupar su lugar… “No, gracias. Seré un experimento de probeta, pero estoy por encima de eso.” Caitlin colocó sus manos en jarra mientras escuchaba atentamente las instrucciones sobre qué podían hacer. O más bien, según la rubia, qué tenían que hacer.

El aire silbó y Caitlin giró sobre su propio eje para recibir el golpe que de seguro iba a recibir de Divine. Sin embargo, la morena pasó volando - literalmente - por su lado y agarró a PowerGirl de la cintura, llevándose la heroína a las estrellas. Tomó impulso flexionando las rodillas y saltó tan alto como se lo permitían sus poderosas piernas, y sin embargo, no fue suficiente. Dos, tres, cuatro metros y su mano pasó rozando el tobillo de Divine. Cat cayó al suelo, posando una mano y una rodilla en el mismo y alzó la mirada. Alcanzarlas haciendo uso de los edificios parecía improbable, Miró a su alrededor, sin saber muy bien qué buscaba. Por un instante se imaginó a si misma utilizando un poste eléctrico a modo de pértiga para saltar, pero la idea fue descartada rápidamente. Por interesante que pudiera parecer como experimento, llevarlo a la práctica en una situación como esa… “Aun no estoy tan desesperada” se dijo a sí misma con convicción. Sus ojos esmeralda volvieron al cielo, donde le pareció que cambiaban las tornas. Power Girl era ahora quien sujetaba a Divine, y parecían perder altura. Caitlin se permitió observarlas durante unos segundos, asegurándose así de que, en efecto, ambas mujeres habían iniciado el descenso. “Ya no tengo que preocuparme por eso… Si Mahoma no va a la montaña…”

La pelirroja se cubrió los ojos con una mueca de dolor cuando las dos supermujeres impactaron contra el suelo. La rubia se alzó victoriosa y se acercó a ella, con una sonrisa cansada que Caitlin devolvió de modo inmediato y sin pensar.

He, ya sabes lo que dicen, “Birds of a feather flock together”. Si había una fiesta de super fuerza, no me la podía perder, aunque está claro que volar no es lo mío.

De nuevo una interrupción. Un extraño rayo impactó en la espalda de la rubia y acto seguido fue barrida una vez más contra un coche. Caitlin alzó ambas manos, preparada para recibir otro golpe, que nunca llegó. Divine se alzaba delante de ella, nuevamente mostrando algo que Caitlin ya había sospechado. Quería ocupar el lugar de power girl, ser ella. ¿Para eso la habían creado? Sopesó las palabras de Divine, el cómo le ofrecía ser su compañera. Ella ya tenía compañeros… Y en ese mundo habían dejado de existir. Porque ese ya no era su mundo.

- ¿En serio? ¿De esto va toda la pelea? ¿Quieres tomar su lugar? - Caitlin bajó los brazos, aunque mantenía la guardia alta. No sabía si estas chicas eran o no conscientes del fenómeno de la colisión. “Deberían, ¿no?” pero si no lo eran, era probable que parte de su pelea fuera por este mismo motivo. ¿y si Divine no era un clon, si no la Power Girl de otra dimensión? Eso tenía su lógica. Retorcida, extraña e improbable, pero lógica al fin y al cabo. - Igual no os habéis enterado, pero… Ambas podríais ser Power Girl. Quiero decir, con todas las realidades y universos mezclados en uno de solo hay suficiente trabajo para ambas, para que cada una tenga las manos ocupadas día y noche y que aun así no os piséis mutuamente. Además, ¿Por qué ibas a querer ser Power Girl? ¿Por qué no intentas ser tu propia persona? Quiero decir, clon o no, seáis o no la misma persona, ¿no es un poco triste intentar ser otra persona cuando tienes el poder y la capacidad de ser tú misma? ¿Qué hace a Power Girl mejor que Divine para que quieras ser ella?

Caitlin no era consciente de qué respuesta buscaba en la morena, o de si buscaba una respuesta en absoluto. Tal vez sólo tiempo, tal vez conocer las verdaderas motivaciones de la morena para terminar de juzgar quién de las dos era la heroína que merecía ser salvada, aunque PowerGirl tuviera más papeletas.
Pero sobretodo porque parte de ella se veía reflejada en Divine. Y tal vez, su intento de hacerle ver a ella que podía ser alguien por sí misma, eran palabras que desearía que le llegaran también a ella.