"Ut sementem feceris, ita metes" [Solaris/Libre] (Pre-omega)

Quería a mis padres con locura, pero no podía permitirles ya ese nivel de absorbencia. Eramos un modelo de familia atípico, porque era muy habitual que al iniciar la universidad, los hijos nos independizáramos y viviéramos por nuestra cuenta, no por nuestros propios medios al principio, claro. Solía ser en pisos compartidos. Pues a pesar de que era el comportamiento estereotípico, cada visita que hacía de vuelta al castillo me caía la charla. Que porqué me había ido a otro sitio a estudiar, pudiendo hacerlo allí, ahora que tenían los nuevos programas universitarios. Que porqué no cursaba el traslado, y así podría participar más en el proyecto. Estaba cansada de intentar explicarles que necesitaba un poco de independencia, de perspectiva. Necesitaba salir del nido, para poder darme cuenta de como mejorar por mí misma, de como crecer como persona y afrontar mis dificultades en la vida real sola. No es que la MKL fuera un lecho de rosas, pero en cierto modo, si tenía algo de burbuja. Allí todos eran bien recibidos, todo convivían en armonía en la medida de lo posible. Pero si al final me planteaba siquiera, como había pensado, meterme como profesora allí, necesitaría tener algo mas que una visión unilateral de la situación. ¿Cómo iba a enseñar a los alumnos a desenvolverse en el mundo real si no lo había experimentado nunca?

Como las clases acababan de empezar, me decidí a alargar unas vacaciones un poco más. me quedaría unos pocos días allí, vería como había ido el inicio del curso con ellos, y trataría de visitar a mis abuelos, etc. La gente estaba de lo más emocionada y poco a poco lo que parecía una idea descabellada llevada a cabo en un pueblo perdido de la mano de Dios se había acabado convirtiendo en algo de repercusiones que no me atrevía ni a imaginar. Hacía pocos años, estaban escondidos en casas pequeñas. Ahora, tenían un castillo. Un castillo entero, sólo para ellos. La idea era tan grande que aún me impactaba.

Me dirigí hacia el gimnasio con mi ropa de deporte de manga larga, lo único que quedaba despejado era mi rostro. Mi melena en una apretada trenza estaba recogida con una goma alta y otra abajo, que mantenía el pelo en su sitio. El gimnasio estaba medio lleno. Un par de chicos se animaba entre sí para cargar mas y mas peso, en una de las salas estaban en pleno proceso de una clase de danza, y algunas de las máquinas estaban ocupadas. Me dirigí al tatami y comencé mis estiramientos, y una vez estuve lista, hice media hora de cardio en la cinta para poner el corazón en marcha. Luego cambié de sección, escogí uno de los sacos de arena, me coloqué los guantes y comencé mi rutina. Traté de aplicar y acordarme de las disciplinas que me habían enseñado durante mis años en la academia militar, aunque el sistema de lucha no se basara en el boxeo, me gustaba combinar golpes libres con lo aprendido. Me concentré en el saco y comencé una tanda de ejercicios que había visto en un video tutorial de un nutricionista y aficionado al deporte al que seguía en su canal "El ying yang del cuerpo". Según decía, el ying era la dieta, y el yang el ejercicio, y según lo que pretendiéramos ser y hacer con nuestro cuerpo, debíamos encontrar la combinación adecuada para conseguirlo. Tal y como lo contaba, a mi me sonaba mas que razonable.

Derecha, derecha, izquierda. Diez repeticiones. Cinco segundos. Otras diez. Cinco segundos, otras diez. Así hasta hacer cincuenta. Luego, invertir el brazo con el que se hacía el golpe doble y volver a empezar. No me gustaba ponerme música para entrenar, el hilo musical ya sonaba de una manera constante, aunque a mi me crispaba los nervios. Al final llegabas a odiar el mismo hilo cuando lo escuchabas de manera constante. De pronto, alguien abrió las ojas de las dos puertas como si fuese a gritar "¡FUEGO!". Me di la vuelta para comprobar quien era. Omar. Como no. Ese chico era un atolondrado. Tenía que aprender a relajarse un poco, por mi parte, estaba convencidísima de que era hiperactivo. Venía acompañado de una chica a la que no recordaba haber visto, pero tenía pinta de tener unos 16 años, o así. Me acerqué hacia la entrada, donde estaban las fuentes de agua, me enjugué la frente y di un trago largo. El agua salía fría y era de agradecer.

- Sabes que no hace falta que entres como Atila a cada clase, ¿verdad?- pregunté mirándole a él. - Hola. No nos han presentado. - al retirarme el guante de boxeo, me dejé tan solo el blanco de algodón que siempre solía portar. - Soy Sieglinde-- dije tendiéndole una mano firme a la jovencita nueva. Tenía un aspecto muy peculiar, hasta el límite en que no estaba segura de si su físico era excepcional, o padecía algún tipo concreto de albinismo. Pero sus ojos eran violáceos, no rojos, lo cual era mas habitual en ese tipo de mutaciones. - Bienvenida a la MKL. - finalicé, soltándole la mano, después de mecerla un par de veces arriba y abajo en un apretón formal.

[FDP: De momento vamos a saltarnos a Omar. Se unirá mas adelante de ser necesario]

Ambos parecieron calmar un poco sus ánimos cuando me presenté. Solía causar ese efecto en los estudiantes, aunque distaba mucho de ser por lo que a mí me hubiera gustado. Tenía claro desde el momento en que empecé a colaborar en la creación de la MKL que yo tenía un enorme handicup para conseguir mis objetivos. Mi familia al completo era la precursora del movimiento, y el pensamiento colectivo ya se había hecho una idea sobre mí que era difícil cambiar, de manera que parecía mas cómodo forjarme una identidad dentro de ese contexto, que luchar día a día por hacer entender a todos que lo que creían no era cierto. Yo era, según muchos, una "intocable". Nadie estaría dispuesto a echarme, era el "ojito derecho" de los profesores y era por eso por lo que habría tenido las mejores notas, y mis padres me procurarían lo que hiciera falta para ser la matrícula de honor. Todo aquello no eran mas que sucias mentiras, especulaciones, y rumores propios de críos de instituto. Llegó a extenderse el bulo de que estar enemistado conmigo era sinónimo de expulsión. Si había algo mas estúpido que eso, yo lo ignoraba. Pero en cierta manera, aquello hizo mella en mi. Mentiría al decir que fue el motivo principal que me hizo buscar formación externa, pero no puedo ignorar que me afectó suficiente como para hacerme dudar sobre ello, y que la decisión de marcharme me pesara algo menos.

Toda esa fantasía parecía haberse suavizado desde que me había ido, pero aún había un aire general que apestaba a pleitesía que me seguía crispando los nervios. Es difícil hacer entender a la gente que esos privilegios que creen que tienes no son reales.

Pero si me esforzaba lo bastante, puede que llegara el día en que comenzaran a respetarme por mis méritos, y no por ser hija o nieta de quien era. Tal vez.

Miré a la joven albina de arriba a abajo, mientras Omar le restaba importancia a lo sucedido. Luego clavé mis ojos azules en Omar. A menudo era dura con él, pero creía de verdad que de vez en cuando necesitaba un toque de atención. Era un chico demasiado intenso, y si nadie le ponía freno, daba la sensación de ir a volar cualquier día directo al sol. Entraba en una clase poniendo patas arriba todo y a todos, y luego se marchaba en un soplido porque se había equivocado de aula. Pero me resultaba refrescante tenerle como amigo y compañero. Él era de los pocos que parecía dispuesto a llevarme la contraria, aunque fuera en broma. Era de los pocos que se atrevían a ponerme de los nervios, o a hablar conmigo sin bajar demasiado la cabeza. Me sacaba de quicio, pero su compañía era revigorizante. Sentía por él una especie de "ni contigo ni sin ti" que convertía en peculiar una de las pocas relaciones que aún mantenía.

- ¿Qué le has enseñado de momento? ¿Que secciones? - pregunté, volviendo al rostro pálido de ella.

- Omar Minué, presentese en la sala de estudio. Omar Minué a la sala de estudio, por favor. - exclamó una voz a través de los altavoces.

- No me lo digas. ¿Te has vuelto a dejar allí los deberes?- pregunté, sin poder evitar un poco de sorna. Le pasaba por ir escuchando música de manera constante. Estaba más a lo que oía, que a lo que hacía. - Si quieres, tomo el relevo. Puedo continuar la visita con Cloe. Vete. - asentí, mientras señalaba la puerta, y me quitaba el otro guante, dispuesta a acabar con mi rutina. Tras la marcha de Omar, comencé a guardar mis cosas en la bolsa de deporte. - ¿Por dónde te gustaría continuar, Cloe? ¿Hay algo que quieras ver?- pregunté, secándome con la toalla el poco sudor que pudiera tener. La doblé y la guardé en la bolsa. - Deja que pase por los vestuarios un momento. - dije señalando hacia las puertas. No pretendía dar por terminada esa sesión de entrenamiento sin tomar en cuenta la higiene.

Procuré enfocarme en ser práctica. Fui directa a la taquilla para sacar la bolsa de deporte busqué los útiles, me cambié con rapidez y aguardé durante un par de minutos a que una de las duchas con mampara quedara libre. Había un lateral con canaletas de duchas abiertas, que sólo solían usar las mayores, y un lateral con duchas separadas por mamparas y cerradas por cortinas. En cuanto estuvo disponible abrí el grifo, me humedecí entera y cerré el grifo. Enjaboné todo mi cuerpo en dos minutos, tiritando un poco por el cambio de temperatura repentino y luego me aclaré. Me sequé y me eché la crema. Me había lavado el pelo, así que después de cepillarlo, preferí dejarlo secar al aire. A causa de que lo tenía liso y lacio solía quedar bastante bien. Me vestí con un vaquero, unas botas de media caña estilo militar, una camiseta de manga larga gris marengo y una camisa negra sobre ella que en lugar de abrochar, anudé a mi cintura. Mi estilo era bastante básico, y respecto a marcas o dibujos, muy indefinido. Si tenía alguna camisa con imágenes, pero eran las menos. En general compraba todo con colores planos. Por último me puse unos guantes. Para quien me conociera, resultaba obvio que el único estampado con el que estaba cómoda, era el militar.

Guardé todo en la bolsa, comprobé que mi imagen era la adecuada, vacié la botella de agua y volví a rellenarla. Luego salí del vestuario preparada para asumir la tarea de Omar. Cuando volví de nuevo al gimnasio, encontré a la novata hablando con acritud a otro de los recién llegados. Había ingresado hacía apenas dos meses y medio, pero ya había hecho buenas migas con el profesor de educación física y había conseguido encontrar en el gimnasio un espacio seguro. Thabith* tenía predilección con él, a pesar de sus constantes choques, y no era difícil adivinar porqué. Ambos eran temperamentales, y se iban de boca con facilidad. Tenían esa forma de interactuar propia de la competición, y habían llegado a encajar hasta retroalimentarse entre ellos.

- No hace falta alzar la voz. - fué lo primero que dije al llegar mirándolos a ambos. - ¿Qué ha pasado Avany? ¿Ya estás marcando a la nueva? - el chico agachó las orejas aún mas y frunció el ceño. Parecía un cachorro enfurruñado. - Cloe es una recién llegada, y en su primer día queremos causarle buena impresión, no montar una pelea de perros. - el chico alzó ambas orejas pero luego las relajó y asintió con la cabeza. Se sintió mas incomodo que molesto con el comentario, aunque a decir verdad pudo sonar bastante cruel. - Gracias por esperar, Cloe. ¿Por dónde prefieres continuar, por tecnología o por medicina? - pregunté, cargando la bolsa de deporte al hombro, y esperando su respuesta para continuar.

Esperaba que el chico no hubiese arruinado la imagen de la chica sobre la institución. En papel, la MKL era un sitio ideal y fantástico. Pero no dejaba de estar lleno de muchísimas razas cuyas principales características les instaban a odiarse entre ellas. Si a eso añades el factor de que había mucha gente en pleno desarrollo adolescente, los choques, peleas y problemas de bulling estaban a la orden del día. Al final, la re-educación era el proceso más esencial que se llevaba a cabo allí. No había otra opción si querían generar esa convivencia. Aunque en cierto modo, la chica se las había apañado muy bien con Alvany. No todo el mundo sería capaz de hacerle frente aun híbrido de hombre lobo.

[*Puedes encontrar las características de Thabit en este post, dentro de un spoiler con el nombre ANUBIS]

A pesar del revuelo inicial, ambos parecían bastante arrepentidos, y enseguida se confabularon para quitar importancia la encontronazo. Era una mecánica que solía funcionar bastante bien, aunque resultara penoso decirlo. No hay modo mejor de instaurar un clima de protección mutua que enfrentarse juntos a un reto o situación difícil de la que no se puede escapar. En este caso, esa situación era yo. De alguna manera, la nueva se sintió impelida a proteger a Avany, lo cual delató dos cosas: La primera, que de verdad lo que había sucedido no tenía mas trascendencia que esa. La segunda, que tenía la misma capacidad de defenderse sola que necesidad por defender a los demás. Eso auguraba una buena disposición para trabajar en equipo que en la institución, era más que valorada. Alcé ambas cejas con la repentina invitación y clavé mi mirada azul en el joven, viendo como pasaba del entusiasmo al apocamiento en un instante. No dejaba de ser un muchacho, que aún estaba intentando encontrar su sitio allí. A pesar de su comportamiento instintivo.

- Aquí siempre hay sitio para uno más. - aclaré, dando un leve asentimiento con la cabeza, que hizo que varios mechones de pelo húmedo me cayeran por delante de los hombros. Volví a retirarlo hacia atrás con un suave movimiento de la mano, y luego, volví a mirar a Chloe. - En marcha. - avancé con paso firme pasando entre ambos, cargando la bolsa de deporte al hombro, y saliendo del gimnasio, saludando con un gesto de la cabeza al resto de estudiantes con los que nos encontrábamos.

Entramos a través de una de las enormes arcadas, hasta salir a un patio interior lleno de plantas que no parecían autóctonas, y además, tenían extravagantes colores. Había tres inmensos árboles que se hacían un nudo entre ellos en las copas, con ramas lo bastante grandes y firmes para que las criaturas aladas pudiesen posarse allí y soportaran sin problemas su peso.

- A causa de que algunos de los fundadores estaban centrados en esos campos, el área científica de esta institución está muy afianzada. Colabora en varios proyectos de investigación, y tiene un profesorado de gran calidad. Contamos con algunos miembros reconocidos en la esfera internacional. Apostar por la ruta científica en esta institución es una apuesta segura, pero hay que tener en cuenta que el estándar de exigencia es muy elevado. Es fácil que si lo estás haciendo por las razones equivocadas acabes muy quemado, y al final lo abandones. Pensar que a futuros es trabajo seguro, o estudiar por presiones de tus padres no son razones suficientes para hacerlo. Es mejor preguntarse de verdad qué quiere uno y ser honesto al respecto. ¿Porqué te interesa este área de estudio, Chloe?- expliqué, mientras avanzaba hacia la puerta que daba al ala que albergaba todo el área de investigación, entre las que estaban también el departamento médico, la enfermería, el centro de prácticas, la sección de pruebas médicas y el laboratorio. Avany dedicó una mirada a Chloe, elevando una sola oreja, sorprendido del discurso de la alemana. En cierto modo su tono era neutral, pero no lo era tanto su contenido, que refería mas a consejos útiles que daría un tutor, o alguien interesado de manera más personal en su futuro.

Cruzaron a través de los pasillos, en los que se encontraban con varios profesores o trabajadores ataviados con batas blancas y chapas identificativas. Algunos pacientes con muletas, piernas escayoladas, alas entablilladas, o cuernos reimplantados. Se asomaron a través del cristal de algunas habitaciones grupales, viendo a los enfermos charlando entre ellos, y pasaron por la sala de cuarentena, que estaba llena de seres híbridos muy parecidos a Avany, que se estremeció.

- ¿Aún no se han podido quitar las chinches? - preguntó, asomándose con las orejas gachas al cristal. Se le erizó el vello en el cuerpo. - Este año ha sido horrible. - Añadió, rascándose la nuca. Sonreí con suavidad, sin darme cuenta. Era gracioso ver la facilidad que tenían para empatizar con ciertas cosas. El joven se rascó las orejas con las manos, más por un gesto nervioso que porque hubiera picor.

La respuesta de Chloe fue satisfactoria, y de alguna manera, también me ayudó a empatizar un poco con su situación. En esas circunstancias comprendía que dentro de las limitaciones que nos reportaba nuestra situación personal teníamos que escoger entre lo que creíamos que era mejor. Pero incluso a nosotros, con nuestro camino marcado por las imposiciones de los gobiernos, las limitaciones de la educación, y las salidas laborales, podía afectarnos mucho lo que nuestra familia opinara al respecto. Yo comprendía muy bien su caso concreto. No es que los padres o abuelos quisieran encaminarla hacia ningún rumbo, pero estaba claro que sus expectativas apuntaban hacia un lugar, al que Chloe estaba valorando si merecía la pena ir por encima de las otras posibles opciones que aún barajaba. Para mi había sido igual de duro tener que tomar la determinación de estudiar fuera de la MKL, a pesar de que mis padres nunca habían entendido esa decisión. Podía comprender su punto de vista a la perfección. ¿Porque iba a salir fuera cuando tenía excelentes profesores, y allí podía estar con ellos? Tras mucha reflexión, había construido todo un discurso sobre ello. Era un compendio de muchas cosas que habían ganado tanto peso que no podía ignorarlas: Primero, sabía que ya me había comprometido con la institución. Tenía la certeza de que en el interior de esos muros estaba mi futuro, y no quería arraigarme a una edad tan temprana, en la que sentía que aún no había experimentado tanto como quisiera. Segundo, estaba el factor de que ignoraba la calidad que tendría la educación externa y la vida fuera. Si la MKL era todo lo que había conocido, no me sentiría cómoda tratando de hacerla mejor o de ofrecerla al resto del mundo, si no disponía de ningún modelo con el que comparar. Tercero, quería comprobar si era factible salvaguardar mi identidad como mutante entre seres humanos, ver si era capaz de reconocer a otros fuera, y cómo sobrellevaban las clases en un lugar que no tenían ningún tipo de protección o aceptación. Por último, y un poco menos importante, estaba el factor de que los fundadores no eran otros que mi familia. Eso suponía un sin fin de habladurías, que de hecho, siempre se habían dado. Aunque yo tratara de no darles importancia, al final habían sembrado una duda en mí, de manera que había empezado a dudar de mis propias capacidades. Ya no estaba segura de si recibía las notas que merecía, si mis logros los había conseguido por mí misma o por quien era, y tenía que averiguarlo.

En cierto modo esa presión que para otros era una condena, en el fondo y mirado desde la perspectiva adecuada era algo de agradecer. La mayoría de los que estaban allí no tenían esa “suerte”. Sus familias les habían abandonado, se habían disuelto, habían desaparecido y otras habían sido asesinadas. En la mejor de las circunstancias, una vez entraban en la escuela, se desentendían, y pasaban de llamar a diario a hacerlo semanal o mensualmente, como si fuera más una tarea desagradable que una labor de paternidad. En el ideal, los padres eran capaces de mudarse a la institución con sus hijos. Otros les visitaban los fines de semana, y en las vacaciones, se marchaban de viaje. Lo penoso de todo aquello, es que esos casos eran los menos. En el peor, era mejor no pensarlo. Avany, por ejemplo, ni siquiera era considerado un caso de gravedad extrema, y eso a pesar de la triste historia que cargaba en su lacerada espalda.

- Entiendo. No tienes porqué cerrarte puertas aún. Habla con otros alumnos que ya estén cursando los programas. Eso puede darte una idea de cuál de ellos se adapta mejor a lo que quieres hacer. Creo que aún tienes tiempo para planteartelo. - saludé con la cabeza a una pareja de criaturas reptilianas que sacó su lengua bífida al verme, y erizó las escamas de la cola, en un gesto que según me habían dicho se trataba de alegría.

Mientras Avany relataba su historia, de una manera muy genuina que no había presenciado hasta ese momento, me mantuve en silencio. Quizá jamás se hubiera dado de no ser por que la nueva había conseguido plantarle cara, haciendo que fuese mucho más hablador que de costumbre. O quizá por fin estuviera dando los primeros pasos para ir compartiendo cada vez más cosas de sí mismo. Cualquiera de las dos suponía un avance que le vendría muy bien. Estaban empezando a conocerse, y los dos tenían un modo extraño y agresivo de interactuar entre sí. Parecían retarse, y aunque las palabras que se decían eran duras, parecían finiquitar el asunto con una sonrisa cómplice, dejando todo lo dicho en el aire. Mis comisuras se torcieron un poco hacia arriba. No tanto como para pensar que me hacía gracia, pero si dejando claro que tenía seguridad suficiente para marcar los límites si me daba la impresión de que se pasaban de la raya. Me mantuve distante respecto a la conversación, ya que en cierta manera me pareció que el lobo estaba compartiendo esas confesiones con Chloe, y no conmigo.

- Si os encontráis bien, continuaremos. La universidad está ligada a nuestro programa de estudios, y hay un programa de traslado, por si quieres marcharte de manera definitiva. Si estás pensando en hacer una combinación, las becas de reintegración están a la orden del día, y si aceptan a uno de nuestros alumnos, la universidad en cuestión recibe una subvención por cada uno. El tiempo mínimo es de un semestre dentro de terreno nacional, y un año para la erasmus, que es en cualquier universidad europea. Para el resto, te aconsejo que eches un vistazo al listado internacional, está disponible en la web de la institución. - traté de llevar la conversación a otro lugar cuando detecté la incomodidad, preparada para aliviar esos casos. Durante los años, Iron Maiden había insistido mucho en que la cordialidad, la buena educación, el protocolo y ser capaz de mediar solucionaban la mayoría de problemas, tanto allí como en el mundo exterior. Sólo para los más extremos se reservaban otras medidas. - Debes tener en cuenta que cuando un alumno hace este tipo de estudios mixtos, en la mayoría de los casos es mejor que no se diga que procedes de esta institución, si quieres evitar posibles problemas de abusos y acoso. Así que se te asigna un expediente de una universidad pública cuyo orden se suele sortear de manera aleatoria por zona, y luego se realiza el traslado. - no era una persona que quisiera endulzar la realidad. Teníamos muy pocos erasmus, o trasladados. Los que lo eran, en la mayoría de los casos, habían pedido el traslado a la MKL, y no a la inversa. Tampoco contábamos como tal otras instituciones a las que los alumnos podían ir, porque en algunos casos, se trataban a su vez de grupos clandestinos, que se creían extintos, o no tenían una sede oficial. En esos casos, se estudiaba uno por uno en un tribunal que debía contar con la aprobación de al menos dos de los fundadores, y se ejecutaban unos exámenes para adquirir los grados en las diferentes materias. Era similar a estudiar a distancia, donde sólo había que presentar trabajos cada cierto tiempo, y presentarse a unos exámenes finales que ponían a prueba las capacidades de manera que debían cumplir unos requisitos mínimos para dar las diferentes materias por aprobadas.

- Chloe, ¿Ya has aprendido a identificarte? - sentía curiosidad. A muchos les llevaba más tiempo de lo que se pudiera imaginar, por mucho que se habían esmerado en simplificar el proceso.  - ¿Y tu, Avany? ¿Ya te has ido aclarando?- el chico llevaba ya dos meses allí. No saber hacerlo aún no tendría excusa.

Nuestro encuentro se desarrolló con sus altibajos. Sin embargo pude tener la seguridad de que tanto Chloe como Avany acabarían por levarse bien, y por ser grandes aliados en la MKL.