Pasando revista... [Pre-omega] (Libre)

Espoleó con firmeza a Toffe, obligando al animal a apretar el paso hasta ponerse en un ligero trote. Era un ejemplar magnífico de Saddlebred americano, de un precioso pelaje corto color caramelo que brillaba al sol, pero su firma distintiva eran sin lugar a dudas las manchas blancas, bien condensadas en las patas, y el morro del animal en el que aparecía orgullosamente un perfil en forma de llave antigua. Sus crines eran espesas, sedosas y de un pulcro color rubio tan inmaculado que casi parecía blanco, aunque con atención, se veía el toque de malta que lo igualaba. Era un ejemplar robusto, pero de patas demasiado chaparras, y sus proporciones tampoco eran las mejores, así que había quedado descartado para la monta. Tras su castración, había quedado mucho mas tranquilo, y había encontrado en él a un magnífico caballo de monta, si bien no veloz en las distancias cortas, muy resistente tanto al viaje como al quehacer cotidiano.

Cabalgó con paso firme, subiendo por la pequeña ladera que llevaba a la entrada principal de Arhkam. El trote la hacía rebotar sobre la silla labrada en cuero, pequeños golpes a los que su cuerpo y su cadera, estaban más que acostumbrados. Había hecho ese trayecto en numerosas ocasiones las últimas semanas, desde que los agentes sociales le consiguieran la condicional. Prometió portarse bien, y acudir a las citas que se le impusieran, porque aún estaba bajo vigilancia, y lo que un Sheriff promete, debe cumplirlo. Aunque eso suponga perder casi medio día de trabajo.

Permanecía a la derecha para no perturbar el tráfico. Es cierto que en sus salidas había recibido más de una respuesta impertinente por ir a caballo, nada que no hubiera podido solucionar al momento con una pequeña charla y un par de latigazos. A veces la gente se comporta como un rebaño de ovejas, y como buen perro pastor, hay que controlarlos con un par de mordiscos. Eso siempre funciona.

Entró en Arhkam enseñando su documentación, y después de dejar a Toffe atado a una farola que había en el aparcamiento, pasó por seguridad. Allí siempre era la misma rutina, la cacheaban, le quitaban las pistoleras, los látigos, la fusta, las espuelas e incluso la estrella de Sheriff. Prácticamente la dejaban en cueros, porque no le permitían llevar hebillas en el cinturón, ni las correas con las que solía atar el cuello de su camisa. Hoy se había puesto una fantástica, con la figura del grandioso estado de Texas. Los guardias le habían dicho alguna vez que ahorraría tiempo si viniera algo más "mentalizada" de dónde venía y para qué. Su única respuesta era siempre la misma, guiñarles un ojo antes de entrar. Sólo faltaba que le dijeran cómo vestir y qué ponerse. Esos tipos estaban locos.

Una vez pasado el control, comenzó a caminar, hasta llegar a la galería, andaba buscando a una de las doctoras con las que tenía cita. Era procedimiento rutinario. La miraba, charlaban como unos 45 minutos, que acababan quedando en 20 a lo sumo, y después de firmarle el papel de rigor, volvía a salir.

Y hoy tenía cierta prisa. Ese perro que se había merendado a sus gallinas no iba a despellejarse sólo...

En la hora de la comida mi función principal aparte de soportar tanto tarado era encargarme de las pobres almas inocentes que había dentro de ese horrendo y poco húmedo asilo. Llevaron a todo mi pasillo al comedor. Por orden de celda, cacheo, registro y adelante. Rutina, rutina, rutina… Al llegar allí me encontré con el panorama de todos los santos días. La mujer que no paraba de masturbarse, el pelirrojo que se meaba encima, las guerras de comida… ¿En serio merecía estar allí dentro? Ignoraba aquel panorama, igual que ignoraba el par de rostros conocidos de dentro de Arkham. Mi “comida” consistía en dar vueltas por el comedor, manteniendo con vida las lindas que intentaban alegrar el infierno con su mera presencia. Poco a poco me gané la confianza de los responsables del centro y me permitieron encargarme de todas y cada una de las vidas vegetales que sobrevivían allí.

Aquel día no parecía tener mucho color. Me ensimismé. Lirio estaba preciosa esa mañana y me acerqué a ella, agachándome para poder verla los estambres.

- Estás increíble…- le susurré. Ya se alteraban bastante estando allí dentro como para no tratarlas con suavidad. Me quedaba ensimismada contemplándola, a ella, su equilibrio de colores a la vez caóticos, sus curvas, su textura… Mi dedo índice tocó uno de sus hermosos pétalos. Aquellos pétalos rosados moteados con una purpúrea belleza que gritaba “sácame de aquí”.

Pero no podía. Lo peor de estar en Arkham era saber que cuando llegase el momento en el que yo saliese de allí, tendría que dejarlas atrás.

Me levanté y seguí mi ronda. Amapola… La pobre estaba en un estado crítico cuando yo llegué. Ahora lucía radiante, espléndida y cada vez más guapa. Me agaché para contemplarla de cerca y observar su evolución. En ese momento un dolor punzante me atravesó el corazón, acompañado de un crujido cerámico. Mi cuerpo se puso en tensión mientras me levantaba y me giraba con los puños apretados. Mis ojos se envenenaron en un tono amarillento, oscurecidos por la rabia. Enseñando todos los dientes, con la nariz encogida y el ceño fruncido contemplé la escena. Inmóvil.

-¡¡¡LIIIRIOO!! – aullé desgarrando mi garganta con un grito salido de lo más profundo de mi alma.

Me abalancé sobre el cuerpo, en un futuro inerte, del culpable, sentándome encima suya y sujetándole las manos con las raíces de Lirio.

-Bastardo hijo de puta. ¿¡SABES LO QUE HAS HECHO!? – tenía más ira que cualquier otra sensación , sentimiento, o emoción. Aquel loco no paraba de reírse.

- Vas a pagarlo, oh.. ya lo creo que vas a pagarlo… – mientras mi mano izquierda se apoyaba por completo en su nuez, mi mano derecha se deslizó dentro de su boca y de mis dedos empezaron a brotar raíces que empezarían a enrollarse y a asomar por los oídos y los orificios de aquella bestia. Lirio disfrutaba de su venganza, y yo podía tirarme así todo el día.[/b]

Después de agotarse de dar vueltas por los pasillos sin sacar nada en claro, porque no estaba en el despacho, no estaba en la consulta, no estaba en la sala de descanso, ni en ningún otro sitio, acabó preguntando a uno de los guardas, hasta que resolvió que la mujer debía de estar de turno en el comedor. Le encantaba la eficiencia de ese centro. Tendría que pedir una de esas encuestas de servicio y rellenarla sin falta.

Se encaminó hacia el comedor, y le sobrevinieron recuerdos de las numerosas torturas a las que la habían sometido. Purés de verduras que no debían tener absolutamente nada orgánico, carne de algo que ella no reconocía como de ningún animal, y había comido de todo, y unas patatas que harían llorar al mismísimo Dios. Olió el almuerzo y le entraron retortijones. Menos mal que ella no tenía que comer esas guarradas nunca más. No había terminado de abrir la puerta cuando escuchó un gran estruendo, y se encontró de repente con una mujer pelirroja, que le sonaba bastante, al fin y al cabo destacar en Arkham por la ropa era complicado, pero no lo es tanto si tienes la piel verde. Mantenía sujeto a un tipo con unas raíces y estaba a punto de hacerle tragar su mano o algo así, mientras el pobre diablo lloraba de la risa. Negó con la cabeza antes de dirigirse hacia ella con rapidez. Los guardias de Arkham ya habían intentado acercarse, pero ella llegó primero y ahora, el protocolo era otro. No sabían lo que iba a pasar, y sólo había dos de ellos, al menos aparentemente. Llamaron a alguien por el interfono y esperaron. Tenía poco tiempo. Incluso sin sus espuelas, era imponente su presencia. Al llegar a su altura, posó la bota sobre la mano que ella mantenía en el cuello de ese tipo. No la pisó, si no que lo hizo para llamar su atención.

- Vamos, señorita. ¿Es que ese lirio no ha sufrido ya bastante?- preguntó entonces la vaquera, con un tono de voz grave.

Acto seguido, la contempló a los ojos, azul contra amarillo. Retiró el pie de la mano para apoyarlo en el suelo, y con un gesto calmado puso su mano sobre el sombrero de vaquero que se deslizó hacia atrás y permitió ver una gran trenza ladeada que mantenía su pelo sujeto. Aflojó la cinta y le tendió el sombrero a la mujer clorofílica, para luego mirar el montón de tierra.

- No es una maceta, pero valdrá. - dijo dándole la vuelta, enseñando la concavidad que solía ir sobre la cabeza.

La puerta del comedor se abrió con un estruendo y otros dos guardias se unieron a los primeros, que ahora si se acercaban rápidamente hacia ellos. Contempló expectante a la pelirroja, a la espera de una decisión, que mas valía que fuese rápida.

Sólo veía su cara.... su estúpida risa que tornaba cada vez más y más a expresión de muerte. Una ligera presión en la mano me interrumpió. Levanté la cabeza súbitamente haciendo que varios rizos de mi rostro se retirasen hacia atrás. Con los ojos bien abiertos observé a una chica de rasgos albinos que me miraba calmada. Tenía la piel blanquita. Llevaba un sombrero...¿De vaquero?. Ah. una interna supongo... Bajé la mirada y ví una camisa de cuadros con unos vaqueros oscuros. ¿Sin uniforme? Uh... Pensé que esa chica entraba ingresada aquel mismo día.

-Vamos, señorita. ¿Es que ese lirio no ha sufrido ya bastante?-
Qué sabrás tú cómo se siente o lo que piensa.
Me miró a los ojos, tenía unos grandes ojos azules, sinceros, penetrantes.

Un golpetazo me hizo mirar hacia las puertas, como un animal sobresaltado por un ruido. Los guardias... ya tardaban. Al ritmo que los de seguridad buscaban el jaleo con la mirada, la chiquita se quitaba su sombrero dejando ver unos cabellos rubios y brillantes bien trenzados. En realidad en conjunto era una chiquilla atractiva. Pero no tenía tiempo para pensar en ello, en mi cabeza sólo estaba Lirio. Me ofreció el sombrero.

- No es una maceta, pero valdrá - Me quedé unas milésimas contemplando el hueco donde antes reposaban sus cabellos. En cuanto vi que se acercaban los gorilas, me quité de encima de ese pobre hombre, sacando mi mano enraizada de su boca y apoyé a lirio en el sombrero, sentada en el suelo, dando la espalda a la situación y con el cuerpo mirando a la esquina donde ella solía reposar. Tardé un par de segundos en dejarla lista, susurraba - Gracias, gracias, gracias...-  ya estaban los cuatro detrás mía, los cinco contando con aquel ángel rubio.
Salvó a Lirio, me ayudó muchísimo a cambio de algo suyo... Nadie sacrificaba nada suyo por ayudar a alguien, y menos a mis amores verdes. Cuando Lir estaba lista, me levanté y me di la vuelta mirando a la chica de la camisa de cuadros con una sonrisa apacible en mis labios.

El galope de esos salvajes se acercaba tan claro como el de una estampida de toros salvajes. Cuando el sombrero desapareció de sus manos como una exhalación y contempló como las manos de la chica verdosa se afanaban en salvar lo que quedaba de aquel pequeño lirio, tuvo un instante de epifianía, una especie de catarsis, al darse cuenta de que esas manos podrían haber sido suyas, si lo que hubiera entre ellas hubiera sido un pájaro caído. Eso la hizo analizar cada segundo de lo que pasó a continuación, vio las raíces que parecían brotar de sus dedos hundirse en la tierra, ahuecándola para hacer sitio a las pequeñas raíces, que se afianzaron en ella. Todo aquello pasó frente a sus ojos como si estuviera contemplándolo a cámara lenta.

Le dio tiempo a contemplar por el rabillo del ojo cómo se acercaban, cómo ella, después de afianzar la planta en su sitio, se levantaba y corría marcada por la urgencia, para dejar la planta en su lugar. En una pequeña sección iluminada por el sol de una esquina, que arrancaba de ella el esplendor de sus colores. Entreabrió la boca, sorprendida de la instantánea conexión que sintió con la necesidad de esa chica de salvar ese pequeño matojo.

Pronto sus captores estarían a su altura. Analizó la situación con la rapidez de reflejos que la caracterizaba y observó el cuerpo del tipo que aún estaba tumbado boca arriba en el suelo, tratando de recuperar entre jadeos irrisorios la respiración. Ella se levantó y volvió a acercarse, justo en el momento en que los guardas pasaban a la altura de la Sheriff y ésta reaccionaba...

El estrépito a continuación, interrumpió toda marcha de los guardas que ya avanzaban hacia la pelirroja, y les hizo mirar hacia atrás, para encontrar a la vaquera que miraba a los dos hombres en el suelo, con ambas manos en el cinturón. Apenas le había dado tiempo a sacar el pie para hacerle la zancadilla trapera. Uno de los guardias había dado con los huesos en el suelo.

-¡Me has tirado al suelo, mala pécora!- espetó el tipo mientras se levantaba frotándose le cabeza donde empezaba a tener un amago de chichón.

Ella le miró con sorpresa y luego miró al resto de miembros, que siguieron la dirección de sus ojos azules hasta el suelo, donde se veía claramente como el loco tenía uno de los brazos extendido. Percibió la duda en la mirada de los compañeros. Ese simple malentendido valía para hacerles olvidar que habrían embestido a la pelirroja como un toro atraído por el color de su pelo.

- Te habrás resbalado con el brazo.

- ¡¿QUE?! ¿¡Me tomas el pelo?! ¡Me ha empujado te digo! - espetó el caído furioso, tras levantarse con ayuda de sus compañeros y señalarla con un dedo acusador.

Dos de los seguratas levantaron al caído, que había aprovechado el tiempo para retomar la respiración y seguir riéndose. Ella lo miró un instante. Pobre desgraciado. En ese instante la puerta del comedor se abrió de par en par, y fíjate por donde, apareció la doctora que llevaba dándole esquinazo toda la mañana. La miró como si acabara de enterarse de que le había disparado a una de sus vacas, o algo así, y luego miró a los de seguridad. No les dio tiempo ni a empezar a explicarse.

- ¡Las dos a mi despacho, ahora mismo!- espetó de mala gana, mientras miraba a los dos de seguridad que estaban libres y les hacía gestos histéricos con la cabeza, como una ardilla rabiosa. La Sheriff empezó a andar inmediatamente hacia la salida del comedor. Adiós a la hora del almuerzo.

Todo pasó muy rápido y sólo me percaté en que, efectivamente, ella le había derribado. Sólo había algo en lo que me dio tiempo a pensar...  ¿Por qué ayudarme? Los portones pesados del comedor se abrieron de par en par y una voz femenina con ligero exceso de decibelios inundó la sala por completo.
-¡Las dos a mi despacho, ahora mismo!- una mujer con una bata blanca y el pelo semi-recogido en un moño recién hecho nos ordenó ir ,como una profesora de mal humor.  Me dirigí malhumorada hacia la salida de ese circo dejando atrás a los guardias inútiles y a la alimaña intentando recuperar el aliento.

No es justo. Nada de esto es justo. Le he dado lo que merecía, por andar sin cuidado. Ese imbécil... ¿Por qué tenía que pagar yo por esto? No hice nada malo. Todo el mundo defiende a sus seres queridos, y más si están heridos... Pagaría por ver a la "Doctora Perfecta" si uno de los internos le pisara la cara a uno de sus hijos. Porque seguro que ella tendría hijos... ¿Qué mujer fértil con un sueldo de psiquiatra de Arkham no los tendría?...

Volví a la realidad. Me sentí utilizada. Sin moral, sin ganas, abono reciclado y seco. Cuando en medio del desierto aparece un oásis o una pequeña rosa nadie te lo agradece, eso sí, haz pagar a alguien que daña vida que sale de tus entrañas y te cae la bronca.

Aquella impulsiva empleada abrió las puertas de su despacho con las dos manos intentando mostrarse furiosa.
Ni siquiera sabes qué ha pasado ¿Qué te ocurre pedazo de inútil?

Se sentó en su nueva silla de escritorio de cuero negro. Aún olía. Adoptó una pose reflexiva apoyando los codos en la madera de su mesa y juntando la yema de los dedos de una mano con los dedos correspondientes de la otra mano, con la palma bien abierta. Cerró los ojos y suspiró, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo.

-Vais a contarme qué ha pasado, sin mentir, sin contradeciros y a buen ritmo.- No escuché ningún pequeño gesto de buena educación en su lengua manipuladora. Me conocía el proceso de esto. Tocaba decir dos palabras, que ella lo tergiversase todo y pusiera en el informe la historia narrativa que a la Doctora le apeteciese inventar.
Sabiendo aquello necesitaba hablar prudentemente si no quería volver a la camisa de fuerza.

- Un interno me machacó, me hizo mucho daño... Y no puedo contestar con buena cara a eso. - No mentí.

La mujer vegetal no tardó mucho en ponerse a su altura, ambas seguidas muy de lejos por los otros dos tipos de seguridad, que se quedaron fuera del despacho cuando la histérica les hizo pasar. Se sentó haciendo quejarse al cuero nuevo, de olor maravilloso, que desprendía el butacón que tenía. Al menos en lo que a muebles se refiere, tenía buen gusto. Ambas tomaron asiento, una al lado de la otra, pero no se miraron cuando les dio las indicaciones. Para ella, esas directrices y que la doctora se hubiera subido a la mesa y se hubiera puesto a bailar eran lo mismo. Seguramente en Ahrkam habría millas de papel escrito, lleno de diagnósticos, actas y otras paparruchadas, y prácticamente podían cogerlo todo y usarlo de yesca, porque dudaba que hubiera ni una sola palabra real.

La pelirroja habló antes que ella y lo resumió todo en una frase. Optimización de recursos. Si luego la doctora iba a escribir lo que le diera la gana, para qué esforzarse más. No le pasó desapercibido el hecho de que explicó la historia en primera persona. A veces ella también tenía la sensación de que cuando un animal sufría, su propia carne se ponía en sintonía con su dolor. Empezó a sentir cada vez más curiosidad por esa mujer, aunque en su rostro no se veía más que una expresión tranquila y campechana. La doctora la miró con los ojos entrecerrados, y una suave arruga se le formó en el entrecejo. Estaba tensa como el rabo de un semental.

- ¿Que te machacó, Isley?¿Qué hizo, masticar una hoja de lechuga? ¿Deshojar una margarita?- dijo con sarcasmo, dando un golpe en la mesa.

La Sheriff elevó una de las cejas, incrédula del comportamiento de la doctora, que no tardó en poner los ojos sobre ella, inquisidora. Ella no dijo nada, se limitó a mirarla con la misma expresión con la que había mirado a los guardias buscando la explicación a la caída de su compañero. Tras un silencio que prometía ser bastante incómodo, al final volvió a hablar.

- ¿¡Bueno, y tu que?!¿Qué hacías en el comedor?- la increpó.

Se sorprendió abiertamente, abriendo los ojos y dando un pequeño rebote hacia atrás con el cuerpo, como si no se hubiera esperado esa pregunta para nada, y menos en ese tono.

- - ¿Que qué hacía?- preguntó, pestañeando - Pues buscarla, tenía cita con usted, pero no aparecía por ningún lado. Un guarda me aseguró que estaría el comedor. ¿No era su turno?- preguntó, haciendo que sonara a afirmación inocente.

La doctora hizo un gesto que la delató. No estaba donde debiera, y la vaquera lo sabía. Ahora, además, la doctora sabía que lo sabía. No tenía porque darles explicaciones a unas internas, pero si ella iba por ahí diciendo que los doctores no acudían a las citas concertadas, y que tampoco estaban en sus correspondientes lugares de guardia, podía tener que empezar a dar explicaciones. De nuevo un silencio, pero esta vez, la vaquera estaba de lo más cómoda, y así lo demostró, reclinándose en la silla y cruzando las piernas, para adoptar una posición relajada. El juego es así. A ver ahora con qué salía del paso esa farolera...

Su pregunta me puso furiosa y frustrada a la vez. No podía plantarle cara... me encerrarían, volvería la camisa de fuerza, los tratamientos, la tortura... No. Debía intentar contenerme y no sé cómo, pero conseguí permanecer en silencio y morderme la lengua por mi propio bien. Pensar en el dolor del deshojo de Margarita planteado me ayudó bastante.

No reaccioné, no hablé, no la miré. Al ver que pasaba el turno a la rubita me quedé mirando el suelo. Aquellas baldosas mal limpiadas y tan distrayentes... Empecé a pensar en el tiempo que me quedaría allí. No poder hacer las cosas a mí manera me pasaba factura en mentalidad y carácter. Recordé cada vez que en mi celda me había desquitado a base de puñetazos a las paredes y gritos desahogados...

-Pues buscarla, tenía cita con usted, pero no aparecía por ningún lado. Un guarda me aseguró que estaría el comedor. ¿No era su turno?-

Cuando levanté la cabeza la psiquiatra no sabía dónde esconderse con la mirada. La chiquilla parecía cómoda, estirada en la silla jugueteando con la situación, y la doctora cada vez más y más incómoda.

- O... os lo perdono por esta vez, pero como me entere de que volvéis a armar alboroto, alguna de las dos - dijo señalándonos a destiempo con el dedo índice, intentando parecer firme. - no os la pasaré. - Volvió a acomodarse en la silla y suspirando cerró la conversación con un - Ahora fuera de mi despacho.

No quería saber nada y era lo que estaba deseando oír, no necesitaba más motivos para salir a toda prisa por los portones. Ella tenía cita, no sabía si se refería sólo a mí o haría salir también a la nueva interina. Así que avancé unos pasos, apoyé mis manos en las puertas y empujé con mínimo esfuerzo hasta tenerlas abiertas de par en par, me di la vuelta y observé a la muchacha una vez más antes de salir. Tenía buen tipo y ella lo sabía por cómo llevaba su atuendo. Sus piernas y brazos delataban una afición por el deporte y la actividad física. Se había portado bien conmigo y no quería despedirme de ella, pero quizá hubiera llegado el momento. Hubiese salido conmigo en ese momento por la puerta o no, volvería a verla, de eso estoy segura. Esperaría en el pasillo si dependía de eso.

Las sacó del despacho a una velocidad que ni siquiera le dejó disfrutar del regusto de la victoria, y tal cual se había sentado, la vaquera se levantó echándose la trenza hacia la espalda. Hasta entonces había descansado a un lateral. De haberlo tenido, se habría vuelto a poner sus sombrero, pero ahora estaba ejerciendo otra labor, y qué diablos, merecía la pena. Su compañera de arresto se adelantó dirigiéndose hacia la puerta, pero ella se aproximó al escritorio y se apoyó en él con ambas manos.

- Escuche, ¿y si hacemos por hoy la vista gorda? Al fin y al cabo, en todo este tiempo ya he tenido mi sesión de sobra. - le propuso, en confidencia, mientras echaba una mirada al papel que necesitaba sobre la mesa. Puede que no se percatara, pero había dicho "Hacemos" y no "Hace", porque era una de las pocas oportunidades en las que podía salir a la luz que ella tenía, como se suele decir, "La sartén por el mango" - Eche una firmita. - dijo animándola, al tiempo que la mujer cogía de mala gana la pluma y le firmaba los papeles.

Contempló con asombro al recogerlo que la dama clofrofílica aún mantenía la puerta abierta, y se dirigió hacia ella con una sonrisa agradecida. Al llegar a la puerta, sujetó una de ellas con la mano y se giró hacia la doctora.

- Que pase un buen día, señora.- se despidió, al tiempo que salían y la puerta se cerraba a sus espaldas. Luego comenzó a andar por el pasillo y cuando se hubieron alejado lo suficiente, se detuvo, echó una mirada de arriba a abajo a su acompañante y le mostró una amplia sonrisa. - No nos han presentado como es debido. Soy Rebecca, pero puedes llamarme Sheriff. - dijo tendiéndole una animosa mano, que estrecharía, en caso de que respondiese a su saludo.

Yo pretendía recuperar mi paz, mi tranquilidad... y a ser posible entablar una conversación con mi nuevo descubrimiento tan agradable como lo había sido su presencia hasta ahora. Se paró en seco en mitad de un pasillo. Noté su mirada clavándose en cada rincón de mi figura.

-No nos han presentado como es debido. Soy Rebecca, pero puedes llamarme Sheriff - formalizó con una mano tendida.

Esta vez fueron mis ojos los que detenidamente se tomaron su tiempo para contemplarla más de cerca. Tenía unos ligeros matices en el rostro de niña pequeña. El trastorno por el que la ingresarían no daba mucho lugar a la imaginación, pero tampoco parecía peligrosa.  

¿Que PUEDO llamarte Sheriff? Mírate, lo estás deseando...

Quería llevarme bien con esa chica. Sentía un vínculo empático que no sabría explicar muy bien, pero ahí estaba. No me había puesto una mala cara, aparentaba una sonrisa simpática y me sabía tratar sin conocerme. Acto seguido contemplé su mano paciente. Desde que estaba en Arkham tenía que contener los poderes, y en cuanto tenía la oportunidad liberaba o se me escapaban con demasiada fuerza. No quería darle la mano sin saber si era capaz de controlar las toxinas, espinas y venenos naturales de mi piel

Opté por recogerle la mano cerca del cuerpo, levando su muñeca con el dorso de la mía.

- Gracias.. prefiero no matarte. No te ofendas. - contesté con naturalidad a su amabilidad que parecía genética.  - Llámame Hiedra.- terminé sonriente. Odiaba que me llamasen por mi nombre de pila desde... bueno. Desde mi evolución. Recuperé la marcha para dirigirnos a un lugar menos estrecho donde poder hablar - Bueno y... ¿Cuánto tiempo? - pregunté refiriéndome a la condena aproximada hasta su rehabilitación

En lugar de estrechar su mano, se la devolvió con un gesto que no le pareció un desprecio, si no mas bien un intento por evitar algo. Quizá fuese alérgica a las manos, o le dieran miedo. Había gente allí por tonterías peores, así que nunca se sabía. Pero su frase siguiente la hizo alzar una ceja, perpleja. ¿Matarla? vaya, eso si que era ir directamente al grano. Aunque resultaba bastante interesante saberlo.

- Vaya, prefieres no andarte por las ramas ¿eh? - dijo ella, divertida. Entonces le dijo su nombre, y al darse cuenta de su anterior comentario, soltó una carcajada que no tenía motivo alguno para ofenderla - Hiedra. No he dicho nada. - dijo alzando ambas manos, como quien pretende quitar hierro a un asunto.

Comenzaron a caminar al unísono. Desde luego el atuendo de Arkham no dejaba entrever mucho, pero salvo por el color verde de la piel, que le daba un toque exótico, estaba delante de un buen ejemplar. Su figura era firme, definida, torneada. Cualquier vaquero obviaría la piel para perderse en esos contornos, eso seguro.

- Van para el cuarto año, aunque estoy agradecida de no tener que estar aquí dentro. Es un antro. - respondió como quien habla del tiempo - ¿Y a ti cuanto te echan? - preguntó mientras seguían caminando tranquilamente por los pasillos, aparentemente calmada. En realidad, tenía sus sentidos puestos en todo aquel que se cruzaban, aunque no lo parecía en absoluto. Había mas de uno de esos desgraciados que la esperaba para un duelo a mediodía. ¿Y tu no serás esa Hiedra, o si? ¿Esa que es como una espinita en el culo de cierto hombre murciélago? - preguntó, aunque casi no hacía falta.

Las sospechas se confirmaban. ¿Cuantas mujeres de piel verde obsesionadas con las plantas había en Gotham? No es que ella fuese la más enterada de todo, ya que estaba relativamente alejada del centro de la ciudad, pero vamos... Salvo que vivieras en una burbuja, dentro de una caja fuerte, dentro de un pozo tapado, la fauna local que rodeaba las actividades de ese hombrecillo era claramente reconocible.

¿Se había descojonado de mi nombre? ¿En serio? ¿La "SHERIFF"? Decidí no darle importancia... Necesitaba recuperar mi tranquilidad.

Cierta información pitó en mis oídos. ¿No estaba interna? La vida era injusta... Siembras un parque precioso protegiendo a unos huerfanitos y te tachan de criminal peligrosa. Vas por el mundo creyéndote que vives atrapado en una película Wéstern con armas, tiroteos y escupideras y...¿nada?.

- Yo no tengo fecha. Saben que voy y vengo así que me tienen el ojo bien echado... Estos meses escaparse está más difícil de lo que lo había sido antes. - Seguimos caminando hasta una de las áreas de descanso donde había unas cuantas mesas, sillas y varios sillones.  

A pesar de su rareza, me resultaba llamativa. Tenía un aura de misterio que a la vez gritaba "soy un libro abierto". Era inocente, sensual y encantadora.

¿Y tu no serás esa Hiedra, o si? ¿Esa que es como una espinita en el culo de cierto hombre murciélago?
Mmm... interesante.. me conocía. Era lista.

- La misma. Me gustaría decir que es un placer pero no sé nada de ti. ¿Por qué no me cuentas tus raíces? Charlemos.  - Dije desviando la atención, quitándole importancia al reconocimiento público que me había ganado. Me desplomé estirada en un sofá, acoplando la espalda a los cojines del respaldo con los codos apoyados en el mismo. Me interesaba más saber quién era y qué hacía antes que hablar de lo interesante que había sido mi vida dentro de Arkham, de jardinera y niñera de locos a tiempo completo.

Es difícil no saber el nombre de las mas famosas personalidades de Gotham, siendo un Gohtamita. Sobretodo cuando vivían casi siempre en una espera constante de que algún payaso de rodeo reventara algún edificio, que un espantapájaros envenenara alguna marca de zumos, o que plantas carnívoras de 15 metros devoraran a los principales socios capitalista de una planta de residuos nucleares. Había que estar ciego para no saber de quien se trataba, pero tener ahí a la mismísima Hiedra en persona era distinto. Quería saberlo todo de ella, conocerla, ver cómo veía ella el mundo urbanita que tanto parecía odiar.

¿Y que quieres que te diga de esta humilde vaquera?- preguntó mientras se arrojaba sobre el sofá, quedándose tal cual cayó, con la espalda ladeada, mitad en el respaldo, mitad en el posabrazos. Una de sus piernas se apoyó firmemente en el suelo, la otra estaba medio colgando del asiento. Se recogió la trenza hacia un lado, y miró un instante más a la mujer clorofílica. No se había percatado de los intensos ojos verdosos y embriagadores que tenía. Tampoco de que olía a vegetación salvaje. Un olor muy agradable.

Justo entonces dos médicos pasaron arrastrando a un tipo con camisa de fuerza, que no paraba de berrear que iban a por él. El hombre tenía la mirada perdida hasta que se encontró con la de ella y ambos se reconocieron enseguida. Se quedó en silencio un instante y luego deformó la cara en un chillido de terror.

- ¡EL HORROR TEJANO! ¡EL HORROR TEJANO!- gritó, mientras lo metían dentro de una sala y cerraban las puertas con cerrojo.

Ella miró a Hiedra de nuevo y se encogió de hombros. No lo había olvidado, claro. Ese imbécil se lo pensaría dos veces antes de volver a tirar piedras a los gatos que se colaban por el patio.

- Nací en tejas y estuve allí hasta que me ingresaron aquí. Me he criado en ranchos y granjas, y me encantan los animales. - dijo, por darle una imagen muy general de sí misma. - ¿Hay algo más que quieras saber?- preguntó, como si no hubiera mucho más que contar.

Dispuesta a contestar su pregunta, de la que tenía como respuesta un par de preguntas más... apenas tuve tiempo de susurrar un

-Bueno pues... quería saber un par de- un portazo y un sonido contínuo y siseante interrumpió toda actividad en la sala en la que educadamente intentaba mantener una conversación con la vaquera. Me incorporé para asomarme intentando averiguar de dónde provenía el ruido. No tuve que moverme mucho.

El hombre arrastrado miró el rostro de mi acompañante y su gesto de horror instantáneo podría haber inquietado al mismísimo Espantapájaros. ¿Horror Tejano?

-Vale, ahora son tres cosillas - añadí con los ojos ligeramente abiertos de la impresión.

No es necesario explicar que no dudé que fuese ella. Eso me dio dos bofetadas recordatorias... En Gotham no podías dejarte llevar por las apariencias, por no hablar de Arkham. Esa chica merecía un respeto, o ese hombre era demasiado débil... Pero sus ojos... aquella mirada sumida en el más absoluto terror...

Si instantáneamente de que alguien te acuse, afirmas que correspondes con el sitio en el que te temen... las tienes bien puestas. ¿Texas eh..? Esa gente era dura, podían acostarse con su hermana sin pensar en las consecuencias. Todo machos.

- Sí, hay unas cosillas que quiero saber. Voy a ser directa, me caes bien, hay confianza... -Suspiré - ¿Por qué me has ayudado? ¿Qué haces en Arkham? y... ¿A qué ha venido eso? - dije señalando de espaldas, con el pulgar, la puerta por la que acababan de llevarse al pobre hombre, o lo que quedaba de él. Me replanteé su rostro de inocencia. Eso se ponía interesante... osea que era temida. El destello de sus ojos a mi consciencia fue perdiendo tono ingenuo y adoptó un brillo más firme.

¡Vaya, que sorpresa! Desde luego, tenía que volver a decirlo. Esa chica no se andaba por las ramas, por irónico que eso pudiera parecer. Al final y después del numerito que había montado el recluso, era natural que una pregunta más se sumase a la lista. Pero al menos las hizo sin tapujos, y eso le gustó, por que denotaba carácter y fuerza. Le gustaba la idea de ver algo así, sobretodo en Arkham. Por algún motivo la mayoría de presos eran hombres, y todos se creían muy machos. Había mas de uno que se merecía unos azotes, y porque no decirlo, un pequeño "toque" femenino.

- Bueno, es mi obligación. Ayudar a la gente en problemas es lo mío. Además, parecías sufrir mucho cuando ese tipo le ha hecho daño a tu planta. Pensé que sería mas útil encontrar el modo de salvarla que dejarte cometer una estupidez que te hubiera asegurado el aislamiento. - lo explicó en una mezcla de sinceridad y la mayor sencillez.

Se encogió de hombros, como queriendo decir "¿qué otra cosa podía haber?" mientras se tomaba un momento para continuar. Sus manos acariciaron la tela vaquera de su regazo, encontrando una postura mas cómoda con una palmada sobre ellos. El talón pie que tenía en el suelo empezó a dar pequeños saltos arriba y abajo. Era bastante activa, y le costaba sentarse y no hacer nada, así que esa especie de tics eran habituales en ella.

- Vengo al chequeo de libertad condicional. Tengo buenos abogados, ya me entiendes. - dijo elevando ambas cejas y cerrando los ojos, para luego volver a asomarse al rostro verdoso de su compañera - Creo que la cosa empezó el día que mi padre mató a mi pony favorito, y yo le apuñalé la rodilla. No debió de hacerle mucha gracia perder la pierna. El caso es que desde entonces se puso un poco paranoico conmigo, y nuestra relación ha ido de capa caída.- explicó negando con la cabeza, haciendo memoria, aunque su tono no era diferente de quien habla sobre el clima.

Miró un momento la dirección por la que se había ido Phil, ese cabrón desalmado que tiraba piedras a los gatos. No volvería a tocar una piedra en su vida, de eso se había asegurado.

- Digamos que hizo algo parecido a lo que le ha hecho a tu plata tu amigo el risueño, sólo que en mi caso nadie tuvo la bondad de darme una opción alternativa, como yo he hecho contigo. - añadió, con una media sonrisa. - Y ahora que estamos en confianza, dime, ¿Cómo es eso de ser reina y señora de las plantas? ¿Divertido? ¿y lo de enfrentarse al hombre murciélago?- preguntó con un tono excitado como el de una adolescente a punto de hablar de chicos con sus amigas.

Su primera aclaración resonó en mis oídos como palabras que diría el propio hombre-rata voladora. "Ayudar a los demás es mi vocación" "Lo he hecho por placer"... HASTA la parte en la que de verdad parecía sentir que no tenía más opción. Me ayudó porque fue su primer instinto... Eso sí era raro. Y más por parte de un paciente de Arkham.

Escuché atentamente la pequeña parte de su historia. El pony, el detallito de apuñalar al padre... Ella reaccionaba con su pequeño pony como yo con... mis niñas. Obviamente los animales no eran tan importantes y no tenían tanto sentido del dolor pero le importaban tanto a la rubia que me hizo replantearme algunas cosas. Todas las buenas sensaciones que estaba teniendo hacia esa chica se cumplieron llegando a la cúspide, dentro del afecto que puedes cogerle a alguien con quien llevas hablando apenas escasos minutos de un día ajetreado. Su sentido de la justicia, sus métodos, sus pasiones y sus delirios.... Se merecía la estrella en el pecho que le daba ese nombre. Había castigado a su padre y a ese tarado chillón por haber maltratado a su animal, y parecía de verdad merecer estar en Arkham. No pude repetir en mi mente la imagen del hombre gritando horrorizado del rostro dulce de la justiciera. E inevitablemente cada espina de mi ser se erizó por la curiosidad y el interés que empezaba a sentir por esa chiquilla. Me percaté de que tenía que despertar de mis pensamientos, era mi turno y debía responder. Observé a Rebecca de arriba a abajo y pareció sacar a la niña ansiosa por navidad que llevaba dentro. Juraría que incluso percibí un brillo diferente en sus ojos.

¿Reina y señora de las plantas? No sé si sentirme alagada u ofendida...

- No me llames así, yo no las gobierno ni mucho menos las ordeno. Puedo controlar ciertos matices de su vida, pero prefiero explicarlo como una buena relación. Ellas me entienden, yo a ellas también y puedo hacerlas crecer, cuidarlas, hablar con ellas... - me percaté de que estaba hablando de más - en fin, como buena madre e hija.- Suspiré mientras estiraba la espalda

- Lo de Batman es... No sé cómo explicarlo. Puede resultar útil si sabes cómo manipularle... pero es un arma de doble filo, suelo acabar aquí si alguien interviene en mi estrecha relación con él... Lo definiría como algo amor - odio. Pero sin amor. - expliqué mientras gesticulaba con las manos. - Le uso cuando puedo, aunque logre atraparme, y él sabe que yo saldré de aquí antes de cumplir. Es... nuestro pequeño secreto a voces. Aunque siento tanta repugnancia por su presencia como cualquier otro que me encerrase en una guardería de piedras molestas, ruidosas y peligrosas. - Me sentí realmente orgullosa. No era falso del todo... Tenía pactos con él. No me capturaba si no tenía motivos "justificados"... No era del todo violento.

En ese momento, asomándose desde la manga de mi uniforme Trepadora se dejó ver. Se enrolló en mi dedo índice y jugué un poco con ella como una niña pequeña con los tirabuzones de su flequillo.

Le prestó total atención. La verdad es que el hecho de que la gente hiciese daño porque si a otro, no lo aprobaba en absoluto. Pero también sabía que a veces es necesario ceder el testigo y que todo tiene su lugar y su momento. Igual que no detendría a dos ciervos que se pelean por una hembra, o a un león joven que echa al macho viejo. Llegó a pensar que algo parecido sucedía en Arkham aunque no tuviera del todo claro quien tenía que irse, y esa era precisamente la cuestión que se dirimía, cada uno, a su estilo. Como las mofetas tienen su olor, las serpientes su veneno, y los ciervos, los cuernos. Aquí lo que tenían era payasos con bombas, espantapájaros con gas, y mujeres con plantas carnívoras. El símil estaba más que claro.

Cuando la mujer le explicó su relación con las plantas, lo comprendió perfectamente bien, al menos en lo que al sentimiento se refiere. Porque siendo sinceros, le resultaba difícil creer que pudiera hablar con la pasión con que hablaba a sus caballos a una lechuga o un cebollino.

- Si, sé lo que es eso. - añadió, compartiendo el sentimiento, y también para que no se sintiera incómoda por ser emocional.

Cuando escuchó lo de Batman, estuvo muy atenta. Nunca se había cruzado con él por motivos como los de ella, evidentemente, pero no dudaba de que había algún que otro esqueleto en su armario que podía acabar atrayéndole hacia su rancho. De ser así, es mejor saber a qué te enfrentas, y si puedes, tener algún que otro aliado no estaría mal.

- Ya, no es el mejor sitio para estar. - afirmó con la cabeza, al tiempo que miraba como jugueteaba con una pequeña planta que había brotado en sus manos, de la nada - Y por curiosidad ¿Como pensabas matarme? Cuando nos hemos presentado has dicho que no querías hacerlo, pero como si te costara. - le preguntó, ladeando la cabeza y aún con una sonrisa. Como si hablar de eso no resultase extraño en absoluto.

Mientras tanto miró el pequeño vegetal enredado en sus dedos. Jamás había visto nada parecido. En una ocasión llegó a ver plantas carnívoras que se movían, pero eso era muy distinto. Era casi como si tuvieran conciencia, o algo así. ¿Lo hacía ella o sacaba a la luz algo existente, pero que ellos ignoraban? Aquello daba que pensar, pero tenía demasiado interés en la respuesta como para ponerse a hacerlo ahora.

La chica tenía buen estar, aunque parecía ligeramente inquieta por estar en actitud pasiva. Me gustaba que me correspondiera y que interrumpiera de vez en cuando para hacerme saber que me estaba escuchando. La muchacha curioseó sobre mi contestación, ahora que lo pienso demasiado directa, de nuestra presentación. No quería describir mis poderes de principio a fin, además seguía siendo para mí una completa desconocida. Agradable. Pero desconocida. Como el descubrimiento de un vicio.

Al fin y al cabo sí le debía una explicación -En realidad soy... literalmente como para morirse. Y cuando estoy alterada no controlo mis poderes. Ahora puedo controlarlo mejor. - Giré la cabeza hacia el lado opuesto donde se encontraba Rebecca y me encontré a Fred, un loco que no dejaba de dibujar espirales en el suelo con la punta de su dedo pulgar. Ya que siempre miraba hacia abajo aproveché su nuca al descubierto y le rocé con la mano derecha. En apenas unos segundos le salió un leve sarpullido, como si hubiese sido Ortiga. Él ni se inmutó, y siguió trazando su locura infinita. - Esto puedo controlarlo, pero estando ligeramente alterada como antes quizá no hubiese sido capaz - le extendí la mano de nuevo - Ahora sí puedo decir que es un placer.


En ese momento el sonido de un portazo hizo que todos los dementes se sobresaltaran.

- ¡Pamela Isley alias Hiedra Venenosa! - era un oficial de seguridad de alto rango. ¿Qué demonios pasaba? No hice nada malo, de eso estaba segura, y la reprimenda por ahogar a ese infeliz ya había sido solventada . Llevaba una carpeta, pero su cara y el tono elevado de su voz indicaban que no venía a solucionar un simple trámite burocrático.

No entendí nada, pero si el ambiente seguía así tendría que levantarme.

La siguió con la mirada mientras se acercaba al pobre Fred. Juntos habían hecho más de un avance en terapias conductivas, se supone que ella extrapolaba (¿se decía así?) sus sentimientos a los animales, mientras que él veía algo de cíclico en las espirales del suelo, lo cual le ayudaba a serenarse. Al final de la terapia ella se había comprado un par de sementales nuevos y Fred había dejado de hablar. ¡Otro gran triunfo para el cuerpo médico del Arkham asylum! De hecho, ella se encargó de enviarle una cesta de frutas a la doctora. No debió gustarle mucho, porque siempre que le preguntaba hacía como si no hubiera ocurrido. O puede que se la quedaran los guardas. Quién sabe.

Pero sus ojos se fijaron mejor en lo que hacía la mujer y de pronto se percató de que al pobre diablo le había salido un sarpullido, parecido a los que le habían salido a ella tras las primeras sesiones de monta. Apretó los dientes y siseó hacia dentro, compartiendo por un momento el picor que a Fred no parecía afectarle en absoluto.

- ¡Eso tiene que escocer!- dijo moviendo la cabeza a un lado y volviendo rápidamente, en un gesto que dejaba claro que había entendido a qué se refería Hiedra. Luego miró la mano extendida que ella le ofrecía, no le haría mucha gracia acabar con una mano inútil llena de urticaria, pero por otro lado aquello era tan excitante como mirar los ojos de un toro. Hay que echarle valor a las cosas.

Justo en el momento en que iba a estrecharle la mano con energía, una voz las interrumpió, dejando las dos manos elevadas sin tocarse. Ambas giraron el rostro hacia la puerta y vieron a un tipo con una carpeta. Luego intercambió una mirada con Hiedra, como una pregunta muda, que buscara explicación, pero por su cara entendía tan poco como ella. Contempló la mano que le tendía, y esta vez, se levantó del asiento como si tuviera un resorte, la sujetó firmemente de la mano, estrechándola con seguridad y firmeza, y ayudó a Hidra a levantarse del asiento. Ahora que lo pensaba, eso de "hiedra venenosa" tenía mucho más sentido.

- ¡Aquí, jefe!- dijo mientras se acercaba al tipo de la carpeta. Miró por el rabillo del ojo a su compañera. Pamela... desde luego no se lo habría esperado nunca.

Me levanté con toda la elegancia posible. Desconocía cualquier motivo lógico como para tener que llamarme la atención, bien como reprimenda o como premio.
Me acerqué al tipo de la carpeta que se me quedó mirando a los ojos con curiosidad, temor y un intento vacuo de firmeza. Todos los demás rostros se fijaron en mi mientras me deslizaba por la sala.  Cuando ya estuve lo suficientemente cerca del guardia, musitó.

-¿Le resulta familiar el nombre de Harvey Dent? -
¿Familiar? Le maldeciré hasta el día en que muera. Noté cada una de mis espinas erizarse en una danza ajetreada alrededor de mi silueta. ¿Por qué seguía implicándome en sus sucios asuntos? Además yo estaba encerrada en Arkham.. se supone que era "inofensiva".

Siempre decía que quería deshacerse de mí, claro que conseguir que se pusiese de acuerdo sólo con él mismo ya era un milagro de la naturaleza.
- A todo Gothamita le resulta familiar, aunque por suerte no todos han tenido la desgracia de conocerle tanto como yo. - canté mientras fijaba mi mirada en las pupilas del oficial.

En ese momento apoyó su mano en un aparato tecnológico que llevaba en su pecho izquierdo haciendo que emitiera un sonidito irritante.
-Confirmado -
¿Confirmado qué?
-Acompáñeme - dijo dándose media vuelta
- No he hecho nada malo - ya me conocía esas cosas, sabía de sobra que terminaría en castigo y que Harv habría hecho de las suyas con tal de desquiciarme. Me planté con firmeza y no quise moverme.
Recordé la compañía de la sheriff, se estaría preguntando qué ocurría. Me giré y sarcásticamente dije entrecortada con una risotada.

- ¡ No te lo pierdas querida! Van a castigarme sólo porque un ex chiflado testifica contra mí. - supuse . Era la opción más viable... Y los picos de oro del bipolar convencerían hasta al más cuerdo de matar a su hijo.

Spoiler:

Al llegar a la altura del hombre de la carpeta, cargó el peso hacia un lado sacando la cadera y cruzándose de brazos, observando con expresión pacífica. Al menos hasta que mentó ese nombre, de sobra conocido por todos. Poniendo un poco de interés por tu parte, acabar conociendo a la fauna (y flora, si era a hiedra a quien te referías) de Gotham no era difícil. Menos aún si te remitías a un sitio como Arkham en el que todos sus especímenes tenían las características lo suficiente diferenciadas como para reconocerlos a simple vista a un kilómetro.

Al escuchar el nombre de Harvey Dent, la mujer hizo un ademán, intercambiando una mirada fugaz con Hiedra. Harvey Dent, Alias Dos Caras por un arreglo bastante chapucero que le habían hecho a la cara del tipo, había sido en su momento el fiscal más tenaz que alguna vez había figurado entre las filas de la justicia de la oscura ciudad. Pero después de destrozarse la mitad de la cara el tipo se había visto un poco "dividido" entre sus sentimientos. Había perdido el juicio por completo, y tenía un tic que todos conocían. Lo de la monedita resultaba gracioso los diez primeros minutos. Cuando llevas tres horas, resultaba del todo irritante.

- ¿Tu y Dent? Qué desperdicio. - opinó abiertamente. La verdad es que a ella los tipos trajeados no le iban nada y Hiedra parecía una mujer con carácter. Se merecía algo mejor que calcetines de ejecutivo y corbatas. - ¿No cortarías tu con él? Los machos alfa llevan fatal el rechazo. ¿Que pasó? ¿Había algún jardín con el césped mas verde?- preguntó sin darse cuenta del chiste, aunque lo que pretendía era calmar un poco a la dama verdosa, que parecía claramente indignada.

Cuando el hombre le mandó seguirla, y empezó a echar mano a la espalda, la Sheriff le mandó una mirada que lo detuvo en seco. ¿No pretendería hacerla ir a la fuerza, verdad? Apenas le había dado tiempo para saborear la oferta. Así no es como se trabaja en el gremio.

- Siempre he querido conocer al "tiburón" Dent. Seguro que tenemos más en común de lo que parece. - se inclinó un poco hacia ella y susurró entre dientes. - Yo también puedo hacer sola el truco de "poli bueno y poli malo". Aunque seguro que con él será mas espectacular. - dijo alzando ambas cejas. La idea le resultaba divertida, para que negarlo. - Ya sabes lo que dicen, no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. - dejó caer encogiéndose de hombros y alzando las cejas en un ademán, mientras echaba las manos a la espalda y se sujetaba la muñeca derecha con la izquierda.

En caso de que Hiedra se diese por convencida, seguirían al guardia. Éste le miraría raro, seguramente, pero no estaba segura de si le diría que no podía acompañarla. Al menos durante el trayecto podría estar con ella. La verdad es que por cómo se había comportado, le molestaba hasta compartir el mismo aire. No iba a negar que había cierta curiosidad morbosa en verlos a los dos juntos. Conocía a Dent de antiguos juicios, fotos, y de haber pasado frente a su celda. Que ellos hubieran salido juntos era como ver un pura sangre intentando fecundar una gallina.

Les llevaron a una sala, y al llegar el guardia entró al interior. Después de un rato en el que ambas intercambiaron miradas, las hicieron pasar. Le sorprendió que la dejaran, pero tampoco iba a protestar. No quería perderse eso por nada del mundo. Iba a ser toda una pelea natural, como dos machos de león peleando por un territorio.

Al entrar a una de las salas, el gran hombre les recibió en persona. El mismísimo Harvey Dent estaba vestido con uno de esos trajes que llevaba, que parecían dos en uno y que ella sólo había visto en comedias antiguas, cuando una sola persona hacía un papel de hombre y de mujer. Al llegarle es imagen a la cabeza, tuvo que reprimir una risa. Había dos sillas frente a una mesa de metal, en la que él estaba. Cuando entraron, el guardia cerró la puerta quedando por fuera. La Sheriff entrecerró los ojos, asociando demasiadas cosas a la situación. Primero, estaban en una habitación preparada para entrevistas. Por otra, el hombre iba vestido con ropa de calle, y no con la habitual vestimenta de calle. Aquello tenía un matiz que le hizo ponerse en guardia, en cuanto a estar atenta a la conversación. Como si aquello hubiese dejado de ser curiosidad y divertimento.

- Pamela... te veo tan disgustada como de costumbre. - dijo entonces, como si hubiese sido educado, tomando asiento. - Me alegro. - añadió entonces con un tono más ponzoñoso que su compañera.

La tensión se generó enseguida, y ella miró a Pamela, en busca de algún tipo de respuesta. El hombre las invitó a sentarse frente a ellas con un ademán, y espero a que lo estuvieran. Luego clavó sus ojos sobre ella y luego, un instante, sobre la Sheriff.

- Veo que vienes en compañía.- dijo revisándola de arriba a abajo Parece increíble que no sea verde ni se muera en invierno. - soltó de pronto. Definitivamente era un desagradable y no sólo por ese ojo que parecía no tener párpado. No le extrañaba nada que Hiedra se hubiese deshecho de él. - ¿No es usted Rebecca Logan? - Aquello la pilló de sorpresa, para qué negarlo. Aquel fullero había hecho los deberes. Demasiados, diría ella. Aunque sus gestos no lo denotaron. Permaneció sentada, con una pierna cruzada apoyando el tobillo sobre la rodilla contraria, y las manos entrelazadas en su regazo. - Si, estoy seguro de que si. Un caso la mar de interesante, el suyo. Lo he estudiado un par de veces cuando apareció en el boletín jurídico. Todo un hito. ¿Pero no estaba con la condicional? - preguntó entonces con condescendiente curiosidad. Parecía estar pasándoselo bien. Definitivamente, ese tipo no era para Hiedra.

FDI: Cómo no... Para Harvey, Rata de dos caras

Canción:

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Harvey Dent... De todos los hombres misóginos sin conciencia capaces de vender a su propia madre por un fajo de falsos verdes, tenía que ser él. En mi cabeza resonaron las trompetas del juicio final. Lo lamenté por la pobre Sheriff que tendría que verlo todo, y no se merecía soportarlo.
No pude evitar fijarme en una fugaz sonrisa que se apagó al instante en los labios de la rubia al encontrarse con la exquisitez hecha moda en el traje del ex-fiscal más heroico de todo Gotham.
-No tiene modista - susurré al pasar a su lado.

Parece increíble que no sea verde ni se muera en invierno.

Y escuché toda la patochada que tuvo que decir sobre el expediente de mi nueva amiga. ¿Cómo? ¿Que alguien que podría bañarse en su avaricia tiene capacidad de sacar información de Arkham? Y yo que creía que sólo lo hacían los niños de cinco años.

- Oh, Harvey querido... ¿Cuál de tus partes es la que tiene autoridad moral para hacer chistes sobre la piel? - Y tomé asiento justo delante suya. Cara a caras. - Hace mucho que no nos vemos y ya desde tan pronto diciéndome esas cosas tan bonitas. Siempre te costó tanto sacarle el lado bueno a las cosas... - me recosté hacia atrás mostrándome orgullosa de mi condición. Dentro de Arkham la única medida que tenía él contra mí era la violencia, para lo que estaban los guardias en caso de que fuese necesario protegerme, e incluso mi defensa propia. Ser elegante y orgullosa no tenía castigo.

Me giré lanzándole una mirada de satisfacción a la sheriff, señalándole con la mano el asiento a mi lado.
Ese sucio saco de carne poco hecha no tenía hobby mejor que el de intentar marchitarme la vida. Y era algo a lo que estaba más que acostumbrada. Incluso convertí sus palabras en juego y su falta de car...isma una diversión.
Apoyé los codos y los brazos en la mesa haciéndole un amistoso recordatorio de la profundidad de un escote que tiempo atrás le obligaba a desviar la mirada. Extendí una mano hacia la suya que aún conservaba uñas.
Al ir a rozarse la retiró a tiempo.

- Yo soy superior a tus trucos, Pamela, veo que el tiempo no te ha ayudado demasiado- dijo mientras recolocaba los brazos en una postura más cómoda y más inmune.
- Está mustia - y soltó una risotada sin sentido justo antes de un carraspeo de garganta.

Si había algo que me retorcía las ganas de sonreír más que la rata voladora era ver su asquerosa sonrisa de medio lado. Ya estaba con la dichosa monedita trucada otra vez. Él me estaba quitando la paciencia y yo le devolvería la jugada en un sólo movimiento. Me levanté rápidamente e intercepté la moneda con mi diestra. Quedándose enredada entre mis dedos bailoteando sin caerse mientras volvía a mi asiento. Cuando hice ese movimiento veloz los guardias de las esquinas hicieron el amago de ir a sujetarme, pero recuperaron la cordura al ver que sólo quería la baratija.
Sabía que eso le desquiciaría más que cualquier palabra.

- Y dime... ¿Qué te interesa de nosotras tanto como para llamarme e investigarla? Somos demasiada mujer para ti. ¿Vosotros? No me acostumbro querido, tratar con una parte desagradable ya era bastante cansado

No le quedaría mucho más que aguantar antes de que se diese media vuelta a la tortilla y estallase en ira mal contenida.

[FDP: Creo que esto no altera, si no que corrobora, una trama que tienes empezada. Si hay algún dato inexacto, lo corrijo sin problema]

Cuando hiedra le hizo ese sutil comentario sobre la apariencia, más que extravagante del ex-fiscal, ella se giró para mirarla con una sonrisa.

- Y si lo tiene, alguien debería apiadarse de ese pobre diablo y librarle de su sufrimiento.- susurró ella de vuelta, y se le encogió el estómago a punto de soltar una soberana carcajada, que consiguió reducir a una sonrisa divertida.

Cuando ambas tomaron asiento y comenzó la conversación, en la que ella prefirió mantenerse al margen, se encontró con que el único veneno que Hiedra tenía no era sólo el que decía llevar en la piel. Por los revólveres de Wayne que la mujer tenía una puntería especial para devolverle a ese hombre (¿U hombres? No estaba segura) toda la ponzoña que tanto se esmeraba en arrojarla. Nota mental sobre Hiedra, es preferible que te atragantes con una lechuga, antes de hacerla enfadar lo suficiente como para que sólo quiera hablar contigo. Aquella mujer tenía pero que mucho peligro, y para qué negarlo, eso iba de la mano con su profesión.

- Buena pregunta, letrado. - dijo ella, aunque sin responder al fin y al cabo a la pregunta del fiscal.

Se dio cuenta de la jugada fallida de su compañera, al tiempo que dibujaba una sonrisa. Harvey Dent se las había tenido que ver con la dama clorofílica en más de una ocasión al parecer. La verdad es que, tal cual había ofrecido ella ese delicado contacto, la Sheriff no estaba segura de que, de haberse encontrado en el lado de Dent, hubiese retirado la mano. Sus movimientos eran sugerentes, lo bastante como para invitarte a dejarla hacer. Eso era precisamente lo mortal en ella. cuando se atrevió a insultarla con semejante ligereza, la sheriff alzó una ceja incrédula. ¿Mustia? y lo decía un tipo al que parecía que habían atropellado con una podadora.

Cuando Hiedra le quitó la moneda de las manos hizo un ademán de recuperala, pero no pudo evitar que cayese en sus manos, y esta jugueteara con ella. Imaginó, por la cara de rabia, más dramática en uno de los lados que en el otro, que aquello era para él lo mismo que para ella ver a uno de esos enamorados deshojando una margarita. Sobrepasando los límites. Golpeó la mesa con un puño cerrado, y la vaquera alzó ambas cejas, contemplando la escena. Sí que se le volaban los cartuchos por nada. Pero se obligó a tomar asiento, se recolocó el nudo de la corbata, que era en realidad dos corbatas, pero no valía ni por media. Aquel gesto, medido, ensayado, obligó a la Sheriff a entornar los ojos. Aquel tipo estaba tramando algo, y cuanto más tiempo pasaba, más le daba la sensación de que Hiedra iba a salir de aquella reunión de lo que había entrado. Era una corazonada.

- En realidad, ha sido pura casualidad. Yo ya estudiaba su caso antes de que ella empezase a formar parte de nuestra maravillosa comunidad. - dijo dirigiéndole una sonrisa condescendiente. Ella se mantuvo impertérrita. Los dos sabían a qué estaban jugando. Al fin y al cabo, en cierta manera, compartían una parte del gremio. - Pero no es ella quien me interesa, si no tu, preciosa - dijo, haciendo que su mirada se tornara peligrosa - Al fin y al cabo ella es libre de ir a donde quiera.- no pudo evitar buscar la moneda con un brillo desesperado en ambos ojos - Tómate esto como un buen gesto por mi parte. Se trata de una visita de cortesía profesional. - añadió, esta vez si, sonriendo, aunque parecía poder hacer ese gesto con sólo la mitad de su cara.

La Sheriff entornó los ojos y su ceño se frunció levemente. Intercambió una mirada con el rostro de Pamela, que pareció congelarse durante un instante. Al menos para ella así fue. Lo sabía. Las piezas encajaron en su mente con rapidez. La sala, los guardias, la ropa, el horario de visita...

- Aún hay gente que aprecia tener asesoramiento de quien fue el mejor fiscal de la ciudad. Al menos mientras la suerte esté de su parte. - añadió, haciendo el gesto nervioso con el dedo de lanzar la moneda al aire. Habría quedado hasta poético, si la moneda todavía bailara en sus manos. - Ha llegado a mis oídos que hay problemas de expropiación a las afueras de Gotham. Al parecer, varios terrenos privados destinados para pastos ganaderos han sufrido un interesante aumento de la vegetación, y esto ha atraído las miradas de expertos, ingenieros ambientales y toda una tropa de investigadores. Algunas muestras se han llevado a laboratorios y han sido comparadas con algunas de tus creaciones anteriores, "querida". - explicó el hombre matizando la última palabra, que era como Hiedra solía referirse a los demas, para luego clavar sus ojos en ella. La cara se le deformó en una expresión de superioridad- Los verdes se te van a echar encima. - musitó entonces, haciendo renquear una risa en el fondo de esa boca. Una risa extraña, como un eco cambiante que golpeaba primero un lado de la cara y luego el otro, mezclando ambos en un tono perturbador.

Patochada, patochada patochada... Espera, ¿qué?
Escuché aún con la moneda rodando entre mis dedos. ¿Selvas en campos de ganadería? Yo era la única que tenía el poder y privilegio de controlar a mis pequeñas. Y eso me sonó a cuento barato de abogado por todas partes.

- Vives demasiado en el pasado, Dent. ¿Intentas culparme? -

Lo pensé mejor. Mis parques, mis pequeños pedazos de belleza Amazona estaban lindando con las estaciones ganaderas. ¿Y si habían seguido su propio camino ya que yo no podía controlarlas? Oh, chicas... Os adoro.
Solté una carcajada mientras apretaba la moneda en mi puño con fuerza. Soltando parte de mi veneno sobre ella. Miré sus dos manos. Sus desnudas manos.

- Sigues sin aprender nada QUERIDO. ¿Con qué se supone que vas a debatir mi coartada? Sólo como curiosidad. Lo digo porque los miles y miles de vídeos que habrá de las videocámaras instaladas por todo Arkham contradirán casi seguro tus falsas acusaciones de "mejor fiscal de.." ah, lo siento. EX mejor fiscal de la ciudad -

Se le veía repetir el gesto de la moneda. La ansiedad no había hecho más que comenzar para él. Me levanté suavemente para que los guardias no se inmutasen, agarré la silla de plástico por el respaldo y le di media vuelta, sentándome con las piernas abiertas, una a cada lado del mismo, apoyando mi pecho por encima de la silla y apoyé mis manos en el hueco entre el polímero que hacía de asiento y el que servía para apoyar la espalda. Un sudor frío le recorrió la frente y pude ver cómo su mirada luchaba contra su mente en un intento de no mirarme. Mal conseguido.
Estaba casi segura de que tenía el corazón a punto de salir de su pecho. Terminé de bañar la moneda en Ginseng y un par de afrodisíacos naturales de lo más potente.
Sin duda al lanzarla la cogería y sólo faltaba un gesto en el que tratase de rascarse los ojos, la nariz o se frotase los labios en gesto pensativo.
Era todo lo necesario para que la prensa tuviese un nuevo escándalo.
"Harvey Dent se abalanza sobre una presa de Arkham en un intento de violación"
Sabía que la sheriff se las podía apañar, y de mí no cabía duda.
Sin contar con los 4 guardias en el interior de la sala.
Y con una sonrisa en mis labios le lancé la moneda al aire viendo cómo describía pequeñas circunferencias sobre si misma antes de llegar a él.

- No tengo ninguna necesidad. Esto no es un robo, ni un asesinato. Es Terrorismo ambiental. Varios laboratorios están trabajando ahora para cotejar algunas de las muestras con las que hay en sus bases de datos. El hecho de que hayas soltado especies invasoras en un habitat y las hayas dejado crecer hasta invadir propiedades privadas se considera un atentado hacia las especies autóctonas y el medio ambiente. - explicó, siendo repentinamente muy correcto en sus alusiones. Desde luego, alguna de esas dos caras entendía bastante del negocio. - Si una sola de esas muestras da positivo, te van a caer unos cuantos años más, y pienso estar aquí para disfrutarlos. - musitó, bastante agresivo de nuevo.

La vaquera alzó una ceja y se mordió el labio por dentro, con una suave expresión de aparente hastío. Aquello estaba resultando un pulso de lo más complicado y aunque estaba teniendo varias corazonadas, se le escapaba hasta qué punto estaban escondiendo segundas que, por no conocer ella la historia completa, se le estaban escapando. Observó que la Hiedra jugueteaba con la moneda en su mano, y que hacía algunos movimientos que dejaban ver una sensualidad de la que hasta ella se habría hecho partícipe, si hubiera sido el blanco. Aunque sabía perfectamente si una mujer era atractiva o no, nunca había sentido deseo sexual por ninguna, pero debía admitir que si alguien podía hacerle dudar de eso, sin duda sería Hiedra.

- De todas formas, no tienes forma de salir de esta, Pamela.- dijo, soberbio - Sé cuanto te molesta que corten el césped sin tu permiso. - añadió apoyando ambas manos entrelazadas sobre la mesa, sujetándolas para aguantar la necesidad de recuperar su moneda, seguramente. - El juez acabará dictando sentencia pronto. Son muchos los que se han quejado, y puedo asegurarte de que, pase lo que pase, las especies serán retiradas de los campos.- su rostro volvió a aderezarse con esa sonrisa - Van a arrancarlas, pisotearlas, masacrarlas y quemarlas. Ojalá pudieras estar allí para verlo. - dijo de nuevo, esta vez haciendo que la violencia saliese de un modo mucho menos agresivo. Mucho más calculado. Parecía estar disfrutando.

Podía parecer que la Sheriff no estaba haciendo nada, pero realmente, su cerebro cabalgaba a toda velocidad, maquinando, poniendo todos sus conocimientos y capacidades en base a conseguir algo. Aunque evidentemente, no jugaría sus cartas delante de Harvey Dent, y menos sin estar convencida de que lo que decía era cierto y no una treta para tratar de fastidiar a la mujer que le había dado calabazas. Curioso. Si alguien podía darte calabazas en condiciones, sin duda sería la horticultora numero uno de la ciudad de Gotham.

Hiedra le lanzó la moneda, y él la recogió con ansiedad en un gesto desesperado. La contempló por ambas caras, y luego la cogió entre el indice y el pulgar de la mano en la que solía sostenerla, la acercó a sus labios y la besó, mirándolas con una expresión peligrosa pero extrañamente agradecida. Luego volvió a hacerla bailar, aunque eso apenas le duró unos segundos... Algo se desencajó en el ya de por sí bastante perjudicados rostros del famoso ex-fiscal.

La moneda hizo un ruido muy nítido cuando cayó al suelo, rodó hasta chocarse con el pie de uno de los guardias, y rebotó varias veces hasta quedar totalmente tendida con, cómo no, una cara boca arriba...

[FDP: Prefiero que tu decidas lo que hacen tus compuestos en el desdichado Dent.]

Ese hombre era idiota. Por lo que parecía también la mitad del cerebro se le echó a perder. ¿No se daba cuenta de que tenía la coartada perfecta? ¡Me encerraron a mí sin mediar palabra! ¿CÓMO voy a evitar un golpe si me detienen antes de poder remediarlo?
Repitió que muchas personas se habían quejado y tal como me había explicado, Rebbeca era ganadera. Me giré mirándola con indiferencia. Me había caído bien pero aún estaba a tiempo de cabrearme. Con el tono más neutro que pude le repliqué.

- ¿Tú sabes algo? - le dije mirándola con los labios apretados. Si era una encerrona saldría a mi modo, y eso era evidente que alargaría mi condena. No iba a regalarle eso a Harvey.
Sin hacer esfuerzo en sus cuerdas vocales la rubia directamente agarró el ala de su sombrero con el pulgar y el índice y lo levantó tirando de la muñeca. Su rostro me respondió. Una ceja arqueada, los ojos bien abiertos y media sonrisa. Era primera noticia, también para ella.

Los discursos de Harvey no merecían un minuto de mi tiempo. La venganza sí. Cogió la moneda y la besó. Ese hombre es idiota. No pensé que fuese a condenarse tan pronto. Sus rostros se desencajaron en una  muesca peculiar, como aquel que recuerda haberse dejado el fuego encendido tras haber cogido un avión.
La mano le empezó a temblar y en un momento de debilidad en un sonido dulce, se le resbaló entre los dedos. Lo que le quedaba de labio empezó a enrojecerse en un tono carmín, la piel quemada de alrededor de su boca empezó a estallar en efervescencia. El sabor amargo de la metilendioxipirovalerona. Nunca he sido muy fanática de las drogas de diseño pero... tengo que reconocer que esta era de mis favoritas. Y poder sintetizarlas en tan poco tiempo era útil, y se hacía mercado.

Sus ojos perdieron la luz y la pupila se contrajo aparentando un punto en mitad de una historia de terror. Se le colocó una sonrisa digna de cierto compañero de pasillo. La piel visible se le puso de gallina y me miró como un... Bueno, estábamos en Arkham. Digamos que estaba bien integrado. No le temía, pero me preocupé por el miedo que pusiese estar pasando la sheriff. Más rápido que una bala vino a mi cabeza la imagen del preso aterrorizado por "el horror texano". Nah, estaría bien. De todos modos convendría darle un aviso y cuando mi reloj de arena mental llegó a los cinco segundos le apoyé mi mano izquierda sutilmente sobre su muslo derecho, apretando con cada dedo en la tela vaquera. Fui quitando un dedo por cada segundo. Tres.... dos.... uno....
En un estruendo golpe metálico se abalanzó sobre nosotras entorpeciéndose con la mesa. Los cuatro guardias fueron a por él al tiempo que me echaba hacia atrás llevándome la silla conmigo. Se retorcía, gritaba y se mordía su propio labio, desgarrándoselo.
La droga caníbal funcionaba bien.
Alargaba su mano intentando tocarme, enseñando los dientes. Forcejeaba con los cuatro guardias y noté que les costaba.

Aproveché y abrí la puerta de la sala de interrogatorios. Ganaría mi propio Óscar.

- ¡SOCORRO! ¡Alguien, ayuda por favor! ¡Ese hombre ha intentado matarnos!- Al igual que el fiscal, los guardias de Arkham no asumían que si eres poderoso, no necesitas ayuda. Y picaron como idiotas. Tres guardias más llegaron entrando en la sala y placando al hombre que segundos antes había estado jactándose, tratando de hacerme perder los nervios.

Los hechos estaban ahí. Ese hombre mordía a los policías, intentaba arrancarles la carne para comérsela. Nos miraba desquiciado y en las cámaras se veía como esos bocados en principio iban destinados a nosotras. Y sí, he visto reclusos por motivos mucho más suaves que ese. Mirándole a los ojos, saboreando una sonrisa entre mis labios me dediqué a disfrutar de mi victoria con la banda sonora de sus gritos.

No tenía idea de lo que estaba hablando. Desde luego si había tantas quejas, no sería por su territorio. Si lo era, es que estaba moviéndose demasiado bien entre todas las estaciones de pasto, porque desde luego ella no se había percatado de nada parecido. Aunque claro, tampoco es como si supiera identificar todas las especies vegetales. Pero tanto como para no darse cuenta de que había flores amazónicas y cosas así en las zonas de ganadería. Resultaba bastante inverosímil.

Cuando Hiedra le preguntó, percibió el enfado en ella, tan transparente como el de un gato arqueado con el pelo erizado, a punto de soltar un garrazo para dejar ciego a su oponente, y ella respondió de la única manera que se le ocurrió. Con un solo gesto de sinceridad desbordante. Levantó el sombrero como si no supiera ni cómo se llamaba, con una ceja elevada y media sonrisa. Parece que se dio por satisfecha porque volvió a prestar atención a Hervey.

Lo que ocurrió después fue difícil de describir. La moneda se fue rodando, y el fiscal quedó como en estado de Shock. La vaquera se quedó mirando, y su alarma interna se disparó, poniéndola totalmente en guardia. Algo estaba pasando ahí. Algo muy serio, y nada bueno...

Sintió entonces la mano de hiedra sobre sus vaqueros, con la mano extendida. Su tacto era suave, delicado, como si en realidad solo apoyara las yemas de sus dedos sobre la tela, aunque era capaz de percibirlo claramente. Entonces eliminó un dedo, luego otro, y no le hizo falta más para saber que aquello se trataba de u segundero improvisado para la cuenta atrás. Despegó la mano de su muslo cuando aquel chalado de dos cara se les echó totalmente encima. La Sheriff se impulsó hacia atrás, y aún tuvo tiempo de arrearle una patada en la mano con la bota, que le lanzó el brazo hacia atrás. Luego, tres de los guardias se le echaron encima. Ivy salió corriendo a pedir ayuda y ella se levantó de la silla, observando anonadada al desquiciado Harvey Dent, que intentaba liarse a dentelladas con todo lo que pillaba. Más guardias entraron para reducirle y prácticamente les echaron a ambas, cerrando luego la puerta para impedirle pasar.

Así que sin comerlo ni beberlo se encontraron fuera, la una a la otra, mirándose como esperando que les dijeran que hacer. Estuvieron así unos segundos, hasta que la Sheriff se echó las manos en torno al cierre del vaquero y se encogió de hombros, mirando la puerta que daba al interior de la sala y al barullo que aún se oía detrás. Volvió a encontrar sus ojos con los de Hiedra.

- Hiciste bien. No me gusta para tí. - dijo, sin más, como si su opinión fuese a ser algo definitivo. Entonces comenzó a andar por el pasillo, sin más, para alejarse de todo aquello. No podían decir que Hiedra había provocado nada, porque ni siquiera había tocado a Dent, aunque estaba convencida de que había tenido algo que ver con ello. - En serio, ¿que diablos ha sido eso? - dijo negando con la cabeza. Continuaron caminando hasta llegar casualmente hasta el patio. Las puertas estaban abiertas así que ella salió, captando de nuevo el aire fresco y el sol. Estuvieron paseando durante un rato hasta que al final se acercaron a un enorme roble que había. La Sheriff siguió su recorrido con la mirada, desde las raíces hasta las ramas como manos extendidas que parecían dispuestas a hacerle cosquillas a la gran barriga azul del cielo. - ¿Qué territorios?- preguntó entonces, directa. No había acritud en su tono. Sólo quería saber.

Salimos de la sala con naturalidad.
Hiciste bien. No me gusta para tí. -
Ni a mí
En serio, ¿que diablos ha sido eso? ¿Qué territorios?
Hice un gesto con la mano como quitándole importancia - ¿Has oído hablar de la droga caníbal? Hace unos años un hombre le comió la cara a un indigente por una droga de diseño.. la MDPV. Básicamente te convierte en un zombie, y eso es lo que llevaba su querida moneda tras haber pasado por estas preciosidades - alcé las dos manos e hice un abanico con los dedos. Eché a andar hacia la sala de descanso donde nos encontrábamos antes y le hice un gesto para que me acompañase.

- Lo de los terrenos... Verás, yo antes vivía cerca de zonas ganaderas, entre otros sitios. El abono me favorecía y mantenía a los herbívoros lejos de mis tierras. El problema es que yo estaba experimentando con una hormona de crecimiento acelerado invasivo cuando me encerraron, y no me dieron opción ni voz para avisar ni para cambiar las cosas. ¿Es culpa mía? Es un terrorismo que han provocado ellos mismos. Es como si mezclas mentos con cocacola, le pegas un trago y le echas la culpa a tu médico, no tiene sentido. Y la verdad no me importa.
Pensé en ella, en sus tierras... Si tenía tanto poder y dinero como decía y aparentaba seguramente parte de sus tierras se hubiesen visto afectadas y si me lo decía ahora podría perdonarla.
Sólo ahora.

- Ahora en serio...- añadí volviendo a sentarme en el sofá donde nos encontrábamos antes. - ¿No sabes nada de eso de verdad? ¿No te has quejado ni has notado nada en tus plantas? Puedes contármelo, somos amigas y puedo darte algo para controlarlas.


A lo lejos se escuchaban los pasos del revisor que debía indicar que el horario de visita dela mañana había terminado. ¿Ya? Para una vez que tenía una visita humana... Y encima estropeada por Dent.

Droga caníbal. Era la primera vez que escuchaba una cosa así, pero desde luego, no quería estar en el lugar de Dent ahora mismo. No es que le cayera bien, sobretodo después de lo que había visto, pero tampoco le deseaba pasar por eso a nadie. Parecía verdaderamente desesperado, sobretodo cuando estuvo a punto de comerse su propio labio. Todo empezaba a encajar despacito en su cabeza. Ya había visto no sólo lo que era capaz de hacer con las plantas, si no lo que de su piel verdosa podía emanar. Iba a tener que ir con mucho, MUCHO cuidado.

Cuando volvió a preguntarle, ella intentó hacer memoria. De verdad que no había oído nada al respecto, aunque claro, hacía tiempo que había cambiado de terrenos, y se había hecho con unos en los prados mas bajos. Allí no había pasado nada de lo que el paisano dicotómico les había comentado, pero si se refería a los que había en la zona alta de las montañas, entonces seguramente iba a expandirse sin control. De hecho, si esas zonas estaban bien delimitadas no era solo por las verjas, si no también por el control que los animales hacían del crecimiento vegetal.

- Yo no he visto nada en mi zona. Vivo en las afueras, en "Relinchos al rojo". ¿Ese que tiene el logotipo de un caballo en llamas a la entrada? - indicó. Quizá le sonara. - He estado llevando mis vacas a los pastos bajos, pero si estas por ahí estaría bien saberlo. No quiero encontrarme con sorpresas. - añadió.

La verdad es que sería muy desagradable levantarse una mañana y encontrar que unas plantas carnívoras habían devorado a alguna de sus vacas, o que hiedras estranguladoras estaban convirtiendo a sus animales en potitos. Una idea le cruzó por la cabeza, al tiempo que esperaba respuesta, pero no se la dijo a Hiedra. No por el momento.

- Has dicho que podrías darme algo para controlarlas. ¿Lo harías en serio? - preguntó la Sheriff, haciendo que el tono de la conversación se tornara de repente profundamente serio. Quería saber hasta donde sería capaz de llegar. Para hacer lo que pensaba, tenía que conseguir de ella una respuesta, y quería tener la certeza de que, llegado el momento, cumpliría. Así es como funcionaba la confianza. Sobretodo entre amigas.

Nos deslizamos al patio interior de Arkham.. pocas plantas, mucho espacio y demasiados hombres. Se escucharon los silbidos y gimoteos de gran parte de los reclusos, el consejo más inteligente era ignorarlo. Incluso las palabras desagradables tanto a mí como a la Sheriff. Me paré delante de un fresno que se erguía potente y victorioso al cielo y acaricié su tronco con la mano mientras charlábamos.

La muchacha aparentaba preocupación... pero saber que su mote era "el horror tejano" y haberlo corroborado no me inspiraba mucha confianza. Parecía realmente interesada y evidentemente sería obvio pero había algo que no terminaba de gustarme.
Esos ojos...
Pero tengo que reconocer que me había caído bien desde el principio. Me ayudó a salvar a Lirio y supo reaccionar a todas las historias posteriores. Pero necesitaba hacer las preguntas pertinentes.

Dirigí una mirada sinuosa a sus ojos cielo - Puedo, siempre y cuando me hagas saber que no vas a hacer ningún daño a las plantas salvo devolverle su ritmo de crecimiento natural. Y quiero una promesa seria. Si no lo cumples te acabaré encontrando y me dolería hacer sufrir a una buena amiga. - quizá era demasiado directo, pero no mentí en ninguna palabra.

- ¿Podrías decirme qué especie es o una descripción de la zona en la que pastan tus vacas? ¿Quieres que las potencie con algún digestivo natural o alguna hormona? - La miré con los brazos cruzados haciendo un gesto nervioso con el dedo índice zurdo. - Y a cambio... querría pedirte un favor

Esperé a todas sus respuestas con una ceja levantada para finalmente pedir el precio. No quería algo tan inútil como dinero. Pero tenía que saber si lo que ella quería era posible y si lo era, podríamos hablar de negocios

La clorofílica tuvo un momento de introspección. La verdad es que era lo más adecuado. Acababan de conocerse y ambas habían compartido momentos que seguramente necesitarían de una buena explicación posterior. Estaban valorándose la una a la otra, como los dos tiradores de un duelo a mediodía a pleno sol, intentando averiguar si acaso el otro era más hábil, mas rápido o tenía mejor puntería. Cosa que al final, sólo se averiguaría cuando llegara el momento de la verdad. Así que cuando Hiedra la miró, ella le devolvió una serena mirada, aderezada por esa sensación de imperturbable tranquilidad que sólo un Sheriff podría transmitir.

- Hiedra, sabiendo lo que te importa, jamás le haría daño a propósito a ninguna de tus plantas. Salvo que ellas trataran de hacérmelo a mí. - contestó, cargando sus palabras de determinación y total sinceridad.

Lo que no estaba dispuesta era a permitir que le hicieran ningún daño, y se refería a éste en el más amplio de los sentidos. No permitiría que un jazmín se comiera a sus animales, por mucho amor que Ivy sintiera por él.

- Bueno no se tanto como tu de plantas, pero se con qué se alimenta mi ganado. Suelen buscar las zonas mitad leguminosas, mitad gramíneas. Sé que donde las llevo ahora, el pasto que tienen es de cebada. Cuando las llevo a la parte alta comen hierba, cerca de un campo de coles naturales. - indicó, tratando de buscar algo que ayudara a Ivy a localizarlo. - De momento no tienen problemas, y me gusta criar a mis vacas cuanto más natural, mejor. Pero es bueno saber que puedes hacer esas cosas. Seguro que se me ocurrirá algo...- añadió, poniendo las manos en el cinturón. Luego fijó sus ojos azules en ella, cuando habló sobre el favor. Tras pensarlo durante un instante, un amago de sonrisa se posó en sus comisuras, producido más por curiosidad que por diversión.- Claro, Dispara. - fue todo lo que dijo.

Me respetaba. Eso era nuevo en alguien que me conocía hace menos de 12 horas. Sonreí al escucharlo pero mi rostro recuperó su normalidad  cuando empezó con la descripción de la zona y de los alimentos.
"Cuanto más natural, mejor" dijo.
Me hizo sonreír de nuevo.
Respiré hondo analizando todo lo que me había descrito. Hace tiempo tuve una plantación ahí pero se supone que debía estar  bajo control, así que supuse que era cierto que ella no se habría quejado. ¿Había dicho leguminosas...? Esos brotes eran nuevos.. No estaban antes. Seguramente serían Fabaceae... difícil que creciera otra especie en este clima. Y las poáceas estaban por todo el llano de los montes, las vacas se hartaban y les hacía echar un abono mucho más fértil. A la larga todos ganábamos pero por si mis recién nacidas dejaban de hacerlo, o por si surgía algún rastro de mí por allí le hice un pequeño regalo.

Me agaché hundiendo el puño en la tierra del árbol, llenándolo. Algunas hojas se dejaron caer del árbol y las cogí al vuelo, eran de las más grandes. Envolví  la tierra en las hojas y me metí un trozo de corteza, debidamente prestado, en la boca mientras lo masticaba crujiendo e intentando evitar poner una cara desagradable al mascar fuerte. Noté el sabor a humedad y a frescura. Mis glándulas salivales segregaron un compuesto astringente de  manzana e hice de la corteza un puré para poder diluirlo. Lo escupí sobre la tierra y cerré las hojas entre sí.

- Sé que no es muy agradable de ver. Esto - dije extendiendo el recipiente - Si lo diluyes con agua destilada mezclándolo bien y lo echas con un difusor debería hacer que se controlasen PERO - dije retirando un segundo el contenedor ,acercándolo a mí - Sólo debes usarlo en caso de que notes un crecimiento del 50% de la planta en menos de 24 horas. Ah, les he añadido una sustancia por si tus vacas lo comen antes de que puedas remediarlo. Bueno, tus vacas o cualquier animal o humano - Y le extendí de nuevo el producto hasta dárselo, finalmente. Desconocía muy bien el por qué, pero confiaba en ella.

-  Y mi favor... - cerré los ojos y suspiré. Volví a perderme en sus ojos celestiales -   Necesito.. Me gustaría que te encargases tú si lees en los periódicos o te enteras de algún modo de que lo de Harvey sale a la luz y se maquina. No quiero meterme en problemas y sería injusto que me condenasen ¿Te crees que le gusta a una madre saber que sus hijas van por el mundo sin control corriendo peligro?  Yo soy la primera que quiere controlarlas. Pero no me dejaron... Es un favor que lleva mucho dinero para conseguir un abogado que quiera defenderme pero... ¿Podrías? - La verdad, sabía que manejaba dinero. Relincho al rojo era una de las potencias más importantes de Gotham pero aun así era dinero para invertir en una amiga recién conocida.

La Sheriff aguardó expectante, aunque templada. Ivy desarrolló frente a sus ojos un extraño ritual del que apenas llegaba a discernir el significado. Pero tuvo un momento en el que casi pudo percibir hasta qué punto la información que se había dado siempre sobre ella era del todo errónea. No vio a una peligrosa ecoterrorista radical que dominaba las plantas a su antojo, como los periódicos sensacionalistas de Gotham le había hecho creer a un montón de aterrados demagogos en sus poltronas. En su lugar, contempló a una mujer a quien esas criaturas no parecían tener ningún problema para satisfacer sus deseos por propia voluntad. Así, cuando lo pidió, el árbol tuvo la deferencia de ceder algunas de sus hojas para ella, la tierra fue amablemente cosechada y una ofrenda en forma de corteza le permitió desarrollar lo que, supuso, debía tratarse del antídoto. No lo cogió enseguida, permitiendo que explicara todo lo que considerara necesario.

- Sólo si crecen el doble en menos de un día. Entendido. ¿Cuántos litros de antídoto puedo hacer con esto? - preguntó, reconsiderando luego la pregunta, segura de que podría malinterpretar su intención - Los pastos son grandes, y preferiría llegar yo antes que ellos. - seguro que Hiedra sabría de a quién se refería, y después de explicarse, también lo estaba de que no tendría problemas en darle todas las indicaciones que fueran necesarias.

Le ofreció el paquete, y ella lo cogió con cuidado. Sus manos no hicieron contacto en ningún momento. Ella sujetó aquello entre ambas manos, con tanta delicadeza como si Ivy le hubiera ofrecido las reliquias familiares más importantes que tenía. En cierta manera, seguro que era así.

Entonces llegó el momento del favor. No le extrañaría nada que, a pesar de no conocerla, sí conociera el poder económico de un lugar como "Relinchos al Rojo". Aunque la gente no se lo creía, era una de las más fuertes potencias de todo Gotham, junto con "Industrias Wayne", aunque no entendía cómo podía continuar amasando dinero ese condenado playboy. Ella movía dinero no solo de reses, si no de la crianza, carreras y algunos otros negocios derivados. Así como los que permanecían en la sombra. Hubiera preferido tener su sombrero, pero a falta de éste, lo mejor que pudo hacer fue colocar una de sus manos colgando de su cintura, sujeta a un amarre del vaquero donde iría el cinturón.

- La Sheriff está en el caso. - añadió, chasqueando la lengua y guiñándole un ojo.

En ese mismo momento, sonó la última bocina que advertía a todo ser viviente que era momento de volver a confinarse en las asfixiante y suave blancura de las paredes acolchadas. Intercambió una rápida mirada con Hiedra, hizo un último gesto con la cabeza y tras acompañarse por los pasillos un tramo, ambas se despidieron sin decir nada. Se vio obligada a esconder el paquete en el interior de su camisa al salir. No estaba permitido entrar ni sacar cosas del psiquiátrico, aunque había que admitir que gracias a la perezosa ineptitud de algunos de sus trabajadores, esa norma no se seguía muy a rajatabla. Cuando la vaquera, de nuevo completa, montó en su caballo, miró por un momento el ala de los reclusos más peligrosos, que aún tenía las luces encendidas, antes de sonreír de medio lado y volver al galope a casa, haciendo al caballo apretar el paso con urgencia. Tenía asuntos que atender.


Por norma general, los reclusos mas peligrosos no recibían correo. No es por que estuviera prohibido, pero normalmente las citaciones, documentos legales y todo lo que a ellos pudiera referirse e interesarles lo llevaban sus propios médicos y agentes legales. Por eso seguramente, Hiedra Venenosa no esperó el paquete que había sobre su catre.

Envuelto en su interior un expediente, una especie de dossier. Al abrirlo, podría observar todo un currículum y casos de una de las abogadas mas brillantes, y también sin escrúpulos, que había ejercido jamás en la ciudad de Gotham. Victoria Kent. En más de una ocasión había ejercido presión para que liberaran a cierta arlequina de Arkham, eludiendo al hecho de que su recuperación iba a ser imposible si se veía obligada a compartir institución con el Joker, quien la había transformado de brillante doctora en una, palabras textuales, víctima del síndrome de estocolmo de un payaso demente. Había defendido lo indefendible y ganado. Era una mujer de éxito, de inmensa aunque no menos polémica reputación, y sus casos a menudo tenían que ver con la defensa de su sexo.

Pero no sólo eso. Envuelto y plegado con mimo, un mapa con las zonas delimitadas del modo en que los escaladores o terratenientes solían hacerlo, estaba unido a una carta cerrada con un lacre rojo, con la herradura de un caballo en relieve. El mapa tenía marcado en ese mismo color rojo varias zonas, que sin duda, serían mas que reconocibles para Hiedra. Al abrir la carta, encontraría letra manual perfectamente legible.

"Puede que no llegue a hacer falta, creo que no tienen caso. Resulta que las tierras no son terreno ganadero, si no que pertenecen a una propiedad privada, escriturada y perfectamente legal. Si ésta no demanda, no tienen nada que rascar. Son terrenos bastante buenos. Tierra fértil, agua en abundancia y sol a buenas horas del día. Creo que te gustará.

Parece que la primavera llegará antes este año.

PD- Tus chicas de añoran. Al menos, eso creo."

Desde luego, la emisaria de tal misiva seguía siendo la dueña en papel de todos esos acres... pero tenían por objetivo algo muy distinto a engordar la lista de sus propiedades. Solo el tiempo diría si la simbiosis había merecido la pena...