Rosas en el cementerio (Libre) [DC, Pre-Omega]

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Los cementerios normalmente tenían un cierto aire de paz. Tal vez fuera el silencio, la extraña capacidad que poseían para que el ruido del mundo mundano más allá de sus paredes quedara atrás. Tal vez fuera la apacible alineación de tumbas. O el hecho de que, en contra de la creencia general, había más bien pocos fantasmas anclados a su propia tumba. Angie podía decir, además, que estos solían ser los más fáciles de convencer para que dejaran las últimas ataduras y siguieran su camino al más allá. El hecho de que hubiera árboles cerca y un buen surtido de psicopompos en la forma de pájaros solía hacer del trabajo una cosa sencilla.

Pero aquel cementerio no era así. Sí, era silencioso, pero era un silencio pesado y cargado, como si en lugar de un espacio abierto se tratara de una habitación pequeña que llevaba cerrada mucho tiempo con muchas personas dentro. Angie lo habría achacado a la propia ciudad, teniendo en cuenta que el ambiente nunca podía ser sano con la cantidad de gente de mente retorcida que habitaba en ella, de no ser porque su “parte contratante” le había asegurado que se había producido un cambio reciente en la zona. Un cambio que él podía detectar, pero no enmendar, aunque no había querido decirle de qué se trataba, más allá de que estaba más en la línea de trabajo de Angie que de la suya.

No podía esperar al momento en que se encontrara en persona con ese tal Jason Blood y pudiera averiguar de qué pie cojeaba. Aunque tenía la sospecha que era de ese tipo de personas que sabían de su presencia apenas ponía el pie en la ciudad. Magos. Si no fuera porque ella tenía un deber como benandante, era probable que le hubiera dado largas a aquel tipo. Pero cuando de muertos se trataba, Angie tenía que hacer algo, por poco que fuera. Así que allí estaba, con Anubis a la zaga, y haciéndole el trabajo sucio a un tipo que esperaba supiera ser agradecido.

Si no se equivocaba, aquel era precisamente el cementerio en el que estaba enterrada su tía, junto a su esposo. Aquel podía ser un buen punto de partida, pensó, mientras seguía el camino lentamente hasta la zona donde sabía que estaba la tumba compartida. En aquel silencio cargado, pudo escuchar la voz del sacerdote que oficiaba un entierro, incluso desde la lejanía. No tardó mucho en verlos, un grupo de hombres con trajes de color negro, todos reunidos frente a una tumba abierta y un féretro. El aire alrededor de ellos parecía más cargado, casi como si sintiera rencor. Pero más allá de esto, no había nada que pareciera relacionar al grupo con lo que estaba ocurriendo, y Angie pasó a su lado, ignorándolos, mientras seguía su camino.

Sin embargo, no llegó a encontrar la tumba de su tía. Apenas había avanzado un poco más allá del grupo en pleno entierro cuando sintió los dientes de Anubis cerrarse sobre la manga de su blusa, solo lo suficiente para frenarla.

-¿Qué es lo que pasa?

Anubis tironeó suavemente de su manga hacia una tumba. Angela se acercó, observando lo que tanto interesaba a su perro. La tumba parecía nueva, la tierra alrededor de la lápida removida y sin rastros de hierba. Miró las fechas que figuraban en la lápida, esperando una muerte reciente. Pero la fecha que constaba era de hacía varios años, los suficientes como para que la tierra no tuviera ese aspecto. Frunció el ceño. ¿Profanadores de tumbas? Bueno, no es como si algo así le extrañara en lo más mínimo. ¿Era posible que esto llevara ocurriendo un tiempo?

-Eso podría explicar que haya un par de fantasmas furiosos. Bueno, Anubis, ya sabes lo que tienes que buscar.

Con un ladrido, el perro negro comenzó a avanzar, adentrándose más en el viejo cementerio, seguido por su dueña. Angie solo esperaba que no hubiera mucha gente ese día, y pudiera solucionar el problema rápido.

Sí, esperaba que el tal Blood fuera MUY agradecido.

La adolescente volvió a pasarse una mano por la frente mientras suspiraba. Si cualquier Titan la viera ahora, seguramente se reirían de ella o harían algún comentario sobre su gusto morboso por las cosas góticas. Y aunque se hacía pasar por una chica algo rarita y aficionada a esas cosas en su alter-ego de Rachel Roth, Raven no disfrutaba demasiado haciendo sesiones de espiritismo en cementerios.

De hecho, no estaba haciendo una exactamente, pero a ojos de cualquiera que no supiera de magia lo parecería. Sentada sobre una lápida, la morena se encontraba en la posición del loto mientras intentaba entrar en sintonía con el lugar. A su lado se encontraba un péndulo y un mapa detallado del cementerio con todas o casi todas sus lápidas.

La razón por la que se encontraba en ese cementerio en ese mismo instante era sencilla: Había oído que algunos miembros del Culto de Sangre habían sido avistados por la zona, e intuyendo que nada bueno podría salir de algo así, se había pasado por el cementerio a investigar. Tras varias noches de búsqueda infructuosa, había decidido dar un paso más allá, y usar la magia para encontrar qué estaban buscando y en qué tumba.

Lo que Angela y Anubis pudieron encontrarse al internarse en la parte más oscura y siniestra del cementerio era a una chica de pelo moreno, cortado a la altura de la mandíbula, de piel cetrina que vestía con una minifalda negra sobre medias de rejilla, un top negro sobre una camisa de rejilla y botas negras con una buena cantidad de correas y algo de plataforma, maquillada con pintalabios y rimmel negro con un collar similar al de un perro al cuello, del que pendía un enorme Ankh plateado. En su frente brillaba una gema rojiza, pequeña, justo en el centro de esta, y parecía estar bastante concentrada en lo que a ojos vista debía de ser algún ritual mágico.

Era eso, o acababan de pillar a una gótica friki in fraganti.

En cuanto notó la presencia tanto de perro como de médium, la hija de Trigon abrió un ojo, rompiendo su concentración. Los estudió unos segundos con cierto desinterés, y estaba dispuesta a volver a centrarse de nuevo en su ritual cuando algo pareció llamarle la atención de la humana. Sus ojos volvieron a abrirse, y esta vez se clavaron de forma incómoda en la figura de la italiana, como si estuviese intentando diseccionarla a distancia

Tenía un poco de frío. No estaba segura de si era culpa del clima o del cementerio, pero me cerré el cuello del abrigo, reprimiendo un escalofrío.

Miré de soslayo a Dick. Para ser él, estaba extrañamente silencioso. Nunca se lo había dicho (y no pensaba hacerlo, por la cuenta que me traía) pero, cuando se ponía de aquel humor taciturno, me recordaba muchísimo a Bruce. Al fin y al cabo, eran muchos años con él. Algo tenía que habérsele pegado.

Le seguí por las silenciosas calles del cementerio, sin decir palabra, con el ramo de flores en la mano. Él conocía el camino. Lo recorría a veces, no tan frecuentemente ni de la misma forma obsesiva en que Bruce Wayne visitaba la tumba de sus padres, pero sí lo suficiente. ¿Cuántos años habían pasado ya? ¿Nueve? Nueve años desde el "accidente" que había arrebatado las vidas de los Grayson Voladores.

Me encogí ligeramente. Me sentía incómoda. Dick Grayson y un cementerio, dos cosas que no casaban nada bien. Un Dick silencioso y triste; otra combinación que parecía fuera de lugar. Y el propio cementerio, que me transmitía una sensación de lo más desagradable. Nada de paz.

Él se detuvo al fin, frente a una lápida, y yo me detuve a su lado. Se inclinó para dejar el ramo de flores que llevaba sobre la tumba de sus padres. Yo esperé a que se incorporara para hacer lo mismo. Hubo un largo silencio; le rocé el brazo con suavidad.

- Estarían orgullosos. - murmuré, como le repetía cada vez que nos deteníamos allí. Bruce rara vez se lo decía, pero Dick necesitaba saberlo.

Y estaba segura de que John y Mary Grayson estarían de acuerdo conmigo. Su pequeño Richard ya era un hombre. Había dejado atrás la sombra del murciélago, al fin, y ahora recorría su propio camino, aunque a veces tropezara en él. Lo veía poco; sus obligaciones con los Titans lo alejaban con frecuencia de Gotham, y nuestra relación no era tan estrecha como lo había sido en el pasado. Aún así, aquella clase de momentos siempre me hacían recordar lo mucho que sabíamos el uno del otro. Hiciera lo que hiciera, pasara lo que pasara, Dick Grayson nunca sería un desconocido para mí.

A veces no estaba segura de si aquello era bueno o no.

Habían pasado casi nueve años desde que mis padres murieron en aquel fatídico accidente, y no había dejado de venir a verlos ni una sola vez. Cada año volvía a estar allí plantado, delante de sus tumbas, trayéndoles flores y recordando. Recordando lo injusto que había sido.

A pesar de que Tony Zucco ya había pagado por todos los crímenes que había hecho, no lograba sentirme mejor conmigo mismo. Nada de lo que hiciera volvería a traerlos de vuelta.

A veces incluso pensaba que si ellos siguieran vivos, seguramente mi vida hubiera sido mejor que la que ahora tenía. Vivir junto a Batman era complicado y llevar el antifaz siempre era una enorme responsabilidad. A estas alturas, sería un trapecista de fama mundial, seguiría en el circo Haley, y maravillaría a millones de espectadores con la actuación más famosa de los Grayson Voladores. 

¿Hubiera preferido aquella vida si mis padres estuvieran vivos? Entonces no hubiera conocido a Bruce, ni a Alfred, ni a Jason, ni a Tim, ni a Kori...ni a Barbara...

No hubiera sido Nightwing.

-Gracias por estar aquí - le dije a mi acompañante. 

Dejé las flores en las tumbas y me quedé mirándolas un rato más. Esta vez no lloré, hacía tres años que ya no les lloraba.

Me coloqué bien las gafas de sol y después me ajusté la chaqueta de cuero, hacía bastante frío en el cementerio.

-¿Nos vamos?

Anubis había tomado un sendero poco transitado. Durante unos instantes había seguido adelante, olfateando el aire de vez en cuando, hasta lanzar un ladrido y echar a correr. Angela, pensando que había dado con la causa del problema, le persiguió hasta llegar a una tumba.

Con una chica con pintas de gótica sentada en la lápida.

-No, Anubis, esto NO era lo que estábamos buscando- le dijo a su perro.

El labrador negro, sentado ahora en el suelo, torció la cabeza con un gesto como de curiosidad, mientras soltaba un ligero gañido. Angie se pellizcó el puente de la nariz en un gesto que hablaba de desesperación. Solo durante unos instantes, claro, hasta que volvió a fijarse en la chica, y vio que la estaba mirando, con una intensidad que le hacía recordar a los rayos láser. Eso la hizo sonreír nerviosamente y observar más detalles. Como la joya rojiza sobre su frente que parecía brillar con luz propia, o el instrumental a su alrededor que parecía preparado para algún tipo de hechizo, de localización viendo el mapa. Y entonces se hizo una idea de por qué la estaba mirando así.

-Genial, otro mago. ¡Me podrían haber dicho que los hechiceros en esta ciudad salían como si fueran setas! Casi me da la sensación de sobrar aquí.

Suspiró y miró a la tipa con pintas de gótica, que en aquellos momentos debía estar pensando que la italiana estaba majara por completo, algo que por otro lado era bastante común. Por un segundo se preguntó qué sería lo que estaba tratando de localizar, si tendría que ver con la tumba con tierra removida que había encontrado, y si era la causante de aquel estropicio. Pero se dio cuenta de que, de estar relacionada, no era porque tuviera culpa alguna. Era cierto que tenía un aire extraño alrededor de ella, más de lo habitual; si tuviera que describirlo, Angie diría que la misma vida se retorcía a su alrededor, de una forma que podía jurar que iba más allá de la propia naturaleza como hechicera. Sin embargo, Anubis, en lugar de mostrar una actitud amenazadora hacia la chica, olisqueó primero el aire y luego el suelo, buscando algo. Angie conocía a su perro. Mucho más que ella, era perfectamente capaz de comprender cuándo alguien había afectado al equilibrio entre la vida y la muerte, y si estaba ignorando a la “maga” frente a ella, no podía ser lo que había causado el problema. O al menos, eso era lo que la italiana deducía.

Angie se mesó el pelo con la mano izquierda.

-Eh… Lo siento si te he interrumpido. Pero te recomendaría que no te sentaras en la lápida, los fallecidos no se toman esas cosas bien- dijo-. Y ahora mismo este sitio probablemente tenga unos cuantos espíritus enfadados.

De haberse tratado de otra persona, no habría dicho nada de eso, y habría recomendado no sentarse en la lápida no fuera a ser que el guarda del cementerio se fuera a enfadar. Pero si era una maga, podía lidiar a la perfección con las rarezas que pudiera soltar Angela. Si es que en el caso de ambas podía considerarse “rareza” una conversación como aquella.

-Dejo de molestarte. Vamos, Anu… ¿Anubis?

Pero Anubis había desaparecido.

-Este día va de mal en peor…- musitó Angie en italiano, llevándose una mano a la cara.


Cuando Dick y Barbara estaban a punto de abandonar la tumba de los padres del primero, al girarse, se encontraron con un perro. Era un enorme perrazo negro, un labrador, que olisqueaba el camino como si buscara algo. El perro se frenó un momento y pareció estornudar, sacudiendo la cabeza. Entonces, se fijó en ellos y, tras unos segundos de pausa, lanzó un alegre ladrido y trotó hacia ellos, sacudiendo le rabo de un lado a otro. Apenas los alcanzó, se puso de pie, apoyando las patas delanteras en los hombros de Dick, y comenzó a lamerle la cara en un claro gesto amistoso.

Fuera de quien fuese el perro, y dueño tenía porque llevaba un collar con una placa, estaba claro que tenía una mascota muy social. Tal vez demasiado.

Raven no apartó su mirada de Angela, y cuando esta empezó a hablar con su enorme perro negro, su ceja derecha empezó a elevarse lentamente, en un movimiento paulatino y reposado, pero lo suficientemente rápido como para que pudiera ser percibido correctamente. Su mirada incomodaba claramente a la médium, pero aún con todo no la varió, permitiéndose percibir las emociones que manaban de la mujer. Al principio era incomodidad y después una cierta curiosidad.

Ambas se estudiaron unos segundos antes de que la italiana volviese a hablar, lo que hizo que ahora la ceja izquierda fuese la que comenzase a elevarse lentamente. Aunque la hija de Trigon parecía incapaz de demostrar emociones con sus músculos faciales, ese sencillo gesto le dio toda una nueva expresión a su cara: La morena acababa de despertar su curiosidad, o mejor dicho, acababa de llegar a la conclusión de que le resultaba cuando menos interesante

Eh… Lo siento si te he interrumpido. Pero te recomendaría que no te sentaras en la lápida, los fallecidos no se toman esas cosas bien- dijo-. Y ahora mismo este sitio probablemente tenga unos cuantos espíritus enfadados.

Parecía muy acostumbrada a tratar con entes sobrenaturales, o al menos con magos, a juzgar por sus palabras, lo que hizo que la muchacha de piel cetrina volviese a una expresión más neutra. No tenía sentido ocultarlo, y la propia Raven no tenía una identidad secreta como tal. Simplemente la gente no quería relacionar a la gótica de piel cetrina que no desmentía ser la hija de Trigon con la heroína extraña que tendía a incomodar a las masas. Aunque en ambas identidades incomodase a las masas.

A veces no entendía a la humanidad, por mucho que se hubiese erigido como su protectora.

De un salto se bajó de la lápida, recogiendo rápidamente péndulo y mapa, llegando a la conclusión de que si había otro mago estudiando lo que ocurría en ese cementerio posiblemente estuviese relacionado con lo que ella misma estaba buscando. O bien era una sectaria, con lo cual sería mejor mantenerla vigilada, por lo que en cuanto Angela se dio la vuelta buscando a su perro, Raven ya estaba caminando hacia ella, guardando con tranquilidad ambos utensilios en su mochila... una mochila con la forma de un osito de peluche verde regalo de Beast Boy que desde luego no pegaba ni con cola con su imagen de gótica chunga y que resultaba extremadamente cantoso.

No me molestas replicó la mujer con esa voz tan característica, similar al graznido de un cuervo Si andas buscando algo en este cementerio es posible que sea lo mismo que yo estoy buscando, y cuatro manos hacen más que dos. Se quedó unos segundos en silencio y después lanzó una mirada en la dirección en la que había desaparecido el animal Aunque viendo cómo has perdido a un perro tan grande, existe la posibilidad de que buscases tu cartera

¿Acababa de bromear? ¿O estaba insultándola? No quedaba claro teniendo en cuenta que su voz adolecía del mismo defecto que su propia cara, es decir, una inexpresividad total. Si había algo que seguramente se le diese bien, eso debía de ser el póquer, sin duda.

- Gracias por estar aquí - me dijo Dick. Sabía que lo decía en serio.

Me encogí de hombros. La familia Wayne era mi segunda familia, que yo estuviera allí con Dick era... ¿cómo decirlo? Natural. Adecuado. Siempre que él quisiera, claro. Sabía que harían lo mismo por mí, si fuera yo la que estuviera ante una lápida con el apellido Gordon grabado en ella.

Reprimí un escalofrío. No eran cosas en las que debiera pensar en aquel momento.

- ¿Nos vamos? - preguntó Dick, después de ajustarse la chaqueta.

Asentí. Nos volvíamos para alejarnos cuando escuché las pisadas por el suelo de grava, y el sonido de alguien que olfateaba. Era un perro labrador, negro y grande. Algún rastro había llamado su atención, porque tenía el hocico pegado al camino, pero pronto se percató de nuestra presencia y nos dedicó una mirada llena de inteligencia.

Debió de gustarle lo que veía porque, a los pocos segundos, ladró alegremente y empezó a comerse a un sorprendido Dick a lametones.

La escena tuvo el poder de conjurar, en un instante, toda la tristeza y el silencio que nos habían acompañado desde nuestra entrada al cementerio. Rompí a reír cuando mi compañero farfulló algo, y me acerqué al enorme perro, que movía la cola con tanto entusiasmo que parecían las aspas de un ventilador. Me fijé en el collar; el dueño no debía de andar lejos.

- Vaya, le has gustado, Grayson - bromeé, divertida, mientras el labrador jugaba con él - Wally tenía razón, eres uno de los suyos...

Wally West, el mejor amigo de Dick, siempre le llamaba cariñosamente perro. ¿Por qué? Pues porque el Chico Maravilla se había convertido en el Atractivo Maravilla al crecer, y las chicas tenían la costumbre de arrojarse a sus brazos por allí por donde iba. La más notoria de ellas había sido la Top Model Interestelar, Koriand'r, más conocida como Starfire. La novia de Dick había aprendido de él la lengua de la Tierra. Lo de lengua, en sentido bastante literal. Al parecer, los habitantes de Tamaran aprendían idiomas mediante contacto físico, pero aquello de dar la mano no estaba del todo extendido en su cultura.

- Bueno, ¿y tú de dónde has salido, chico? - le pregunté al labrador, acariciándole la cabeza. Me encantaban los perros. - Anubis - corregí, leyendo la palabra grabada en su placa -Es un nombre muy bonito.

Estaba distraído con mis cosas cuando me di cuenta de que Barbara clavaba sus ojos en un punto delante nuestro. Pareció sorprenderse por algo que veía en el camino, pero cuando intenté mirar en su dirección fue demasiado tarde, no pude esquivar a la bestia que acababa de echárseme encima.

-¿Pero que nari...? - dije sorprendido tras sentir las patas de un perro negro enorme. ¡Qué alivio! Por un momento pensé que nos atacaban. Eso de dormir cinco horas todos los días no era bueno. Ser Nightwing tanto tiempo no era bueno. Tenía que cogerme un par de días de vacaciones, empezaba a ver villanos por todas partes.

Sonreí al perro, no me había reído en toda la tarde y aquel perro hizo que alejara en un momento de todos aquellos tristes pensamientos.

-¿De dónde has salido? - dije al perro, casi a la vez qué Barbara le preguntaba. Me quedé algo cortado pero luego sonreí divertido. Intenté dejar al labrador en el suelo antes de que terminara de llenarme la cara de babas y me limpié un poco con la manga de la chaqueta.

-¿Anubis? ¿Dónde está tu dueño? - miré entonces a la pelirroja y le lancé una mirada de desaprobación. Maldito día en el que Wally West me llamó perro...

-No me molestas. Si andas buscando algo en este cementerio es posible que sea lo mismo que yo estoy buscando, y cuatro manos hacen más que dos- hubo una pausa entre las palabras de la chica con ropas de gótica-. Aunque viendo cómo has perdido a un perro tan grande, existe la posibilidad de que buscases tu cartera.

-Ja, ja, muy graciosa- replicó Angie-. Si mi cartera desarrolla cuatro patas y la capacidad de correr, serás la primera a la que avise. No, estoy buscando a los espíritus. He encontrado una tumba con signos muy sutiles de haber sido profanada, pero sospecho que no debe ser la única, y si hay algún fantasma por la zona, no debe estar contento precisamente. Sería más fácil si Anubis estuviera haciendo su trabajo, ¿dónde se habrá metido ahora?

Oyó entonces un ladrido alegre no muy lejos de donde estaban, y sospechó que se trataba de su perro. ¿Tal vez había encontrado un rastro? Era eso, o estaba haciéndole gracias al primer viandante que hubiera encontrado. Para ser un perro entrenado para la labor de portar las almas de los muertos, tenía un caracter la mar de juguetón. Para que te fiaras de las apariencias. Pero eso no importaba, lo que importaba era que tenía una idea de hacia dónde se había ido Anubis, y una vez lo encontrara podrían encontrar dónde estaba el problema en el cementerio, lo solucionarían y se irían todos a casa mucho más tranquilos. Siguió el pequeño y corto sendero que desembocaba en un camino más grande y cuidado.

-Creo que se ha ido por aAAAAAAAAAAARRGGGGGHHHHHH- exclamó cuando una figura negra se tiró sobre ella y la derribó apenas pisó el camino mayor.

El perro labrador había estado disfrutando de los mimos y la atención y, cuando Dick le preguntó dónde estaba su dueño, lanzó un ladrido, como si le hubiera entendido a la perfección, y se dio la vuelta para trotar con energía, lanzándose con alegre abandono sobre la figura que acababa de salir desde detrás de una de las tumbas, derribándola. Cinco segundos después, se pudo escuchar la voz de la dueña del perro debajo de su enorme mascota.

-¡Anubis! ¡Atrás, atrás! ¿Pero se puede saber qué demonios te pasa hoy? ¡Atrás!

El perro obedeció y retrocedió, todavía agitando el rabo a toda velocidad, y la irritada italiana pudo levantarse lo suficiente como para quedar sentada. Desde aquella posición le dirigió una mirada enfadada a Anubis, que lanzo un gemido y puso cara contrita y ojitos de pena. Angie suspiró, cualquier rastro de enfado desaparecido ante la expresión de Anubis, preguntándose cómo lograba su compañero de fatigas que la que acabara sintiéndose culpable fuera ELLA. En serio, era más listo de lo que le convenía. Dirigió una mirada hacia el lugar del que había venido el "ataque" y se encontró con que había otras dos personas, un hombre y una mujer jóvenes. Angie se llevó una mano a la frente, masajeándose. ¿Es que Anubis pensaba presentarle a todos los que estaban haciendo una visita al cementerio?

-Definitivamente, no es mi día- musitó en su idioma, antes de ponerse en pie-. ¿Podemos volver al trabajo, por favor?

Anubis lanzó un nuevo ladrido, antes de volver a pegar el morro al camino, olfateando. Sin embargo, esta vez, antes de que pudiera seguir avanzando, Angie agarró el collar y sujetó una correa al mismo. Odiaba atar a Anubis, y si encontraba su objetivo probablemente acabara llevándola a rastras, pero viendo la cantidad de distracciones que estaba teniendo, tal vez era lo mejor para ambos. Al menos, de momento. Una vez hecho esto, se volvió hacia la pareja con una sonrisa.

-Lo siento, hoy está distraído. Espero que no haya causado problemas...

Ja, ja, muy graciosa Me lo dicen muy a menudo Si mi cartera desarrolla cuatro patas y la capacidad de correr, serás la primera a la que avise. No, estoy buscando a los espíritus. He encontrado una tumba con signos muy sutiles de haber sido profanada, pero sospecho que no debe ser la única, y si hay algún fantasma por la zona, no debe estar contento precisamente. Sería más fácil si Anubis estuviera haciendo su trabajo, ¿dónde se habrá metido ahora?

Eso ya no era motivo de risas. Sospechaba que la Iglesia de Sangre pretendía hacer algo ahí, y si se les relacionaba con profanaciones eso sólo podía significar algo malo: Hacía tiempo habían perfeccionado un ritual para resucitar a los muertos, ritual con el que la propia Raven había vuelto a la vida, y si tenía algo peculiar dicho ritual era que precisamente el ser resucitado estaba, inicialmente, bajo el control del invocador. Eso podía significar o bien que estaban planteándose crear un ejército o resucitar a gente influyente para obtener acceso a ciertas empresas o lugares. Y eso era peligroso en manos de esa secta.

-Creo que se ha ido por aAAAAAAAAAAARRGGGGGHHHHHH

La semidemonio, que había estado siguiendo en silencio a la italiana, se dio un pequeño sobresalto cuando el enorme perrazo la tiró al suelo. De hecho, un ramo de flores cercano estalló tras un estrujón de energía negra que arrojó pétalos blancos y rojos a su alrededor.

No lo tengo ya tan claro, posiblemente la cartera te encontrase a tí replicó la muchacha mientras se quitaba los pétalos del pelo con esa inexpresividad tan característica

Se quedó en silencio, observando cómo el perro seguía lamiendo la cara a su dueña, cómo esta se quitaba al animal de encima y cómo el enorme labrador le ponía ojitos. Era un bicho listo, desde luego, y le recordaba a cierto cambiaformas verde. Posiblemente ambos tuvieran la misma inteligencia, aunque no tenía claro de si eso era un insulto para el perro o un halago para su novio. Desvió su mirada y se encontró con dos de sus compañeros de fatigas. Les miró un par de segundos y finalmente les saludó con un leve cabeceo, antes de continuar siguiendo tanto a la médium como al perro

Te sigo. Si hay alguien profanando tumbas se aseguró de decirlo lo suficientemente alto como para que Bárbara y Richard la oyesen es algo que no puedo dejar pasar tampoco. Además, cuatro ojos ven más que dos

La dueña de Anubis resultó ser una mujer joven y de cabellos castaños que, al parecer, tampoco era inmune a las cargas del labrador. Por un momento, me preocupé al verla desaparecer bajo la mole negra de su perro, pero me tranquilicé en cuanto se incorporó con vida.

Esbocé una sonrisa ante la disculpa de la mujer.

- No hay ningún problema, nos gustan los perros. - la tranquilicé, mientras ella lo ataba.

Lo que no había esperado era ver a Raven aparecer detrás de la recién llegada.

La muchacha nos dirigió un sutil gesto de reconocimiento, y yo miré de reojo a Dick. La presencia de Raven en el cementerio tenía una docena de posibles significados distintos, y dudaba que se tratara de un complemento a la afición de la chica por la ropa gótica. La propia Titán me lo confirmó cuando se puso en marcha detrás de la dueña de Anubis.

Te sigo. Si hay alguien profanando tumbas dijo, en voz alta es algo que no puedo dejar pasar tampoco. Además, cuatro ojos ven más que dos

- Hasta luego - me despedí de la mujer, la chica y el perro, agitando la mano, como si no hubiera oído nada.

Pero, tan pronto como desaparecieron por el sendero, me volví y miré a Dick.

- ¿Hay alguien profanando tumbas? - repetí, frunciendo ligeramente el ceño. - ¿En el cementerio de Gotham? Esto no va a gustarle a Bruce.

Batman siempre se ponía muy posesivo con su ciudad. Para ser sincera, a mí tampoco me hacía ninguna gracia. No es que tuviera un mausoleo Gordon por el que preocuparme; todos mis predecesores estaban enterrados en Chicago. Pero la familia de Dick, y muchos miembros de la familia Wayne, por no hablar de tantos otros a los que había conocido en vida, como los compañeros de la GCPD de papá... todos reposaban en aquel lugar. Y no me gustaba que removieran impunemente mis muertos.

- Deberíamos ir - le dije a Dick. Alfred nos esperaba a la salida del cementerio. Nuestros uniformes estaban en el coche; cambiarnos no nos llevaría más de unos minutos - Puede que a Raven le venga bien nuestra ayuda...

Aunque Raven estaba acompañada... ¿Quién sería la dueña de Anubis? ¿Por qué estaría investigando la profanación de tumbas? ¿Era alguna otra superheroína de paisano? ¿Y quién podría estar detrás de esto? ¿Un brujo, un coleccionista, alguna secta de pirados? Si empezaban a volar conjuros a diestro y siniestro, Nightwing y Batgirl no serían de mucha utilidad...

Tras un instante de duda, me encogí de hombros. Bueno, tal vez ni Dick ni yo fuéramos expertos en artes místicas... pero, al fin y al cabo, un sectario podía recibir puñetazos tan bien como cualquiera.

El perro respondió rápidamente a lo que le había preguntado. Después de dejarme la cara encharcada se diriió corriendo hacia el fondo del camino y abatió a una chica que parecía venir un nuetra dirección.

Seguramente era su dueña. Empezó a reñirle y después a disculparse. La escena había sido graciosa, el labrador había tirado a la morena al suelo de un solo empujón, ¡menuda fuerza tenía el perro! 

-Tranquila, a pesar de las lametones es muy simpático - esbocé una sonrisa para que dejara de preocuparse.

Entonces algo me asustó más que la aparición repentina de Anubis. La semidemonio estaba allí plantada, detrás de la dueña del perro, como si se tratara de algún fantasma o una aparición. ¿Cómo hacía eso? Normalmente era yo el que tenía fama de aparecer y desaparecer, pero el rollo mísitco que se llevaba Raven era lo más.

Estuve a punto de saludarla, pero entonces sus palabras me hicieron pensar. ¿Alguien profanando tumbas? Eso no sonaba muy bien. Noté como Barbara me lanzaba una mirada y pronto se despidió de las chicas como si nada. Entiendo.

-Adiós - me despedí yo también y dimos media vuelta en dirección al coche. 

- Deberíamos ir -me comentó Barbara- -Puede que a Raven le venga bien nuestra ayuda...

Tenía razón, no podíamos dejar las cosas así sabiendo lo que sucedía. ¿Cómo es que aquella chica estaba investigando lo de las tumbas? ¿Sería por algún familiar? ¿alguna noticia del periódico? Estaba claro que había que investigarlo aunque resultara una noticia falsa al final.

Pero no podíamos hacerlo como Dick y Barbara, claro. Suerte que Alfred siempre llevaba uno de nuestros trajes a bordo de la limusina.

-Alfred, tenemos trabajo - indiqué al chófer mientras entraba en la parte trasera del vehículo y empezaba a desvestirme.

-Dile a Bruce que le enviaremos noticias si descubrimos que los rumores son ciertos.

Angie se sintió más tranquila al ver que la escapada de Anubis no había tenido mayor efecto. Pero antes de que el encuentro siguiera por derroteros normales, la hechicera que se había unido a su misión apareció tras ella. Lo supo no porque la viera, sino porque los rostros frente a ella se dirigieron a su espalda durante unos segundos, los que tardó la chica en decir algo en voz alta.

-Te sigo. Si hay alguien profanando tumbas es algo que no puedo dejar pasar tampoco. Además, cuatro ojos ven más que dos.

El rostro de Angela se torció en un gesto que reflejaba perfectamente la expresión "¡oh, mierda!" ¿Pero a quién demonios se le ocurría decir eso delante de gente normal? Se podía esperar todo tipo de reacciones, desde luego. Como mínimo, horrorizada sorpresa, preguntas incómodas, llamadas a la policía de la ciudad... Pero se llevó una sorpresa cuando los dos jóvenes delante de ella, en lugar de todo aquello, se despidieron como si no hubieran escuchado nada. Estaba casi segura de que era imposible que no hubieran escuchado a la otra chica. Acabó achacándolo al ambiente de la ciudad. Tal vez aquellos dos no querían verse mezclados en ningún problema o crimen que pudiera tener lugar, habida cuenta de la cantidad de locos que parecían rondar por allí. Tal vez simplemente se estaban haciendo los suecos para salir de allí a todo correr y llamar a la policía. O simplemente salir de allí, punto. De todas maneras, cuando se marcharon, suspiró aliviada. No quería tener que dar explicaciones de qué era lo que estaba haciendo, explicaciones que nadie se iba a creer.

Aunque más valía que acabara con lo que tuviera que hacer antes de que la policía apareciera por allí.

-Esto se va a complicar, ¿verdad?- musitó para su coleto, mientras volvía a abrir la marcha, esta vez controlando hacia donde iba Anubis.

Aunque el enorme labrador negro seguía algo distraído, a veces dando un suave tirón de la correa como si quisiera marcharse por su cuenta, esta vez Angie estaba controlándolo, de forma que no se escapara. No estaba segura de qué era lo que le pasaba, no era como si no le diera paseos en los que se encontraba con gente todos los días. Tal vez era el ambiente. O tal vez que estaba intentando compensar el humor un tanto sombrío en el que Angie se había sumergido desde que se había topado con los primeros signos de que algo no andaba bien allí. Estaba claro que a Anubis no le gustaba la correa, pero era la única forma de que se mantuviera en el rastro, y vaya si lo siguió.

Poco a poco, la zona empezó a hacerse más sombría y descuidada, con tumbas mucho más antiguas. Aquí y allá se adivinaban las formas de antiguos mausoleos de corte decimonónico, vestigios de un tiempo pasado, ocultos entre las ramas de los árboles y la hierba que había crecido demasiado. Anubis, que en general había estado con el morro pegado al suelo la mayor parte de las veces, alzó la cabeza y, de pronto, echó a correr. Angie apenas sí tuvo el aviso suficiente como para no verse arrastrada por su perro.

-¡Lo tiene!- fue lo único que pudo exclamar en dirección a su acompañante antes de seguir corriendo camino abajo.

Tras unos cuantos minutos, Anubis se frenó en seco, y Angie a punto estuvo de caer encima de él. Delante de ellos, el camino hacía una T, y en medio de la bifurcación había… una niña. O, mejor dicho, el fantasma de una niña. Angie podía verla, clara como el día, con su aspecto pálido y delgado y su vestido negro de un corte antiguo que la llevaba a pensar en el principio del siglo XX. Lucía una expresión molesta, la que uno se imaginaría de un niño al que han castigado, y Angie sospechó que era ella el espíritu al que había estado buscando. ¿Cuántos años llevaría atada a ese lugar? No era en absoluto habitual que un niño se quedara aferrado al mundo de los vivos de esa manera. Pero antes de que pudiera decir una sola palabra, la niña se dio la vuelta y corrió a adentrarse en lo que había tras ella: un mausoleo, un edificio de planta rectangular, tal vez algo más grande que la media, con unas enormes puertas de bronce.

A su lado, Anubis adoptó una posición agresiva, gruñendo en dirección al mausoleo, las orejas pegadas a la cabeza y el pelo completamente erizado, mostrando sus enormes incisivos. Estaba claro que, fuera lo que fuese que estuviera pasando, era en aquel edificio. Angie se giró hacia su compañera.

-Sea lo que sea que está ocurriendo, es allí- dijo, indicando con un gesto a la construcción funeraria-. Hay una niña, un espíritu… Pero no creo que ese vaya ser el mayor de nuestros problemas.

Anubis solo solía reaccionar de esa manera cuando algo alteraba el equilibrio natural. Y cuando eso pasaba, era mejor que él pudiera moverse con libertad. Angie sujetó al perro del collar mientras le quitaba la correa, pero apenas lo hizo, Anubis salió corriendo como una flecha negra, derribando esta vez sí a su dueña. Ni siquiera las puertas de bronce pudieron frenarlo, ya que no estaban cerradas con llave y el enorme cuerpo del perro negro las empujó, abriéndolas de par en par. Desapareció en las sombras de un salto, y acto seguido se escuchó un grito de sorpresa y dolor, seguido de muchos otros más, esta vez de rabia.

Angie, todavía en el suelo, miró hacia el mausoleo. Se esperaba fantasmas, no a los profanadores.

-Dime que no acabo de interrumpir una misa satánica.

Ambas mujeres comenzaron a andar, acercándose a la parte más antigua y remota del cementerio. Raven no parecía expecialmente impresionada por el lugar, ya fuera porque en el pasado ya había estado por ahí o quizás porque después de morir veías las cosas desde otro punto de vista. Se le perdía algo de miedo al más allá cuando sabías de buena tinta lo que había al otro lado... aunque por supuesto, Raven no tenía ninguna intención de volver.

Finalmente, entraron a una zona oscura, deshabitada y que en general resultaba algo inquietante para la mayoría de la gente. La aparente gótica simplemente se ajustó mejor la mochila al hombro y siguió andando, siguiendo a paso ligero a la pareja compuesta por perro y médium cuando esta salió corriendo siendo tironeada por su fiel psicopompo.

Y finalmente, los tres pararon en seco mientras la Titan sacaba disimuladamente un rastreador del bolsillo, activándolo con tranquilidad. Eso debería ayudar a Bárbara y Richard en su búsqueda del cementerio, y en el peor de los casos, otros Titanes verían la señal y podrían rastrearla.

Sus ojos se clavaron en los de la niña, o mejor dicho, la presencia ante ella. Al contrario que la medium que la acompañaba, Raven no tenía los sentidos lo suficientemente desarrollados como para ver a los muertos con claridad, aunque podía sentir su presencia o percibir aproximadamente sus formas. Claro que si realizaba una proyección astral, podría verla con los ojos de su propio alma y, por extensión, verla como si fuese uno más, pero prefirió guardarse esa carta en la manga aún, observando con atención a su alrededor.

Tras unos segundos, la figura fantasmal salió corriendo, entrando dentro de un mausoleo. La morena miró fijamente al animal, que estaba enfadado, y después centró la mirada en la italiana

Sea lo que sea que está ocurriendo, es allí. Hay una niña, un espíritu… Pero no creo que ese vaya ser el mayor de nuestros problemas.

Así que era una niña... musitó para sí la semidemonio. No es que fuera una información importante, pero... Pero su tren de pensamientos descarriló cuando el animal salió corriendo contra las puertas de bronce, abriéndolas con toda sus fuerzas, desapareciendo en las sombras.

-Dime que no acabo de interrumpir una misa satánica.[/quote]

Acabas de interrumpir una misa satánica la figura que pasó por encima de Angie ya no era la gótica rarita que había encontrado en el cementerio, si no de una figura encapuchada, vestida con un traje azul oscuro, una capa del mismo color larga con capucha... y que flotaba a toda velocidad hacia la entrada, sin mirar hacia atrás.

No le llevó mucho tiempo entrar en el mausoleo, y lo que vio le hizo arrugar la nariz: reconocía las túnicas de los sectarios de la Iglesia de Sangre, con uno aullando de dolor mientras el perrazo le mordía el brazo, y el resto aún intentando entender lo que estaba ocurriendo

¡Es la hija pródiga! exclamó uno de los sectarios, el más cercano a la puerta que no estaba entretenido con varios kilos de labrador enfurecido

¡Alabado sea Trigon! ¡Atrapadla! ordenó el que parecía ser el líder de la secta. Segundos después, el grupo de sectarios que estaban alejados de Raven se hicieron un profundo corte en las manos, comenzando a recitar un cántico que la titan rápidamente reconoció.

La mujer entrecerró los ojos, empezando a arrojar candelabros y féretros contra los sectarios, consciente de que si les dejaba terminar el cántico, tendría varios resucitados encima suya.

Alfred nos esperaba junto a la limusina, impecable en su traje de chófer. Apenas le cambió el gesto cuando Dick entró en el coche como una exhalación.

- Alfred, tenemos trabajo - explicó, mientras veía desaparecer sus pies en el interior del vehículo - Dile a Bruce que le enviaremos noticias si descubrimos que los rumores son ciertos.

- ¿Y qué pasa con lo de "las damas primero"? - pregunté, entre divertida y exasperada, apartando la mirada de la ventanilla cuando vi que empezaba a desvestirse como si nada - Te espero fuera. - concluí, no sin cierta ironía, mientras Alfred enarcaba una ceja.

Aproveché los escasos minutos que Dick tardó en cambiarse para echar un vistazo a nuestro alrededor. El lugar que Alf había elegido para aparcar era perfecto; el coche quedaba oculto de la carretera por la imponente figura de la iglesia, y una tapia lo aislaba del cementerio. Aunque éste no hubiera estado desierto, nadie nos vería salir de la flamante limusina de Bruce Wayne como Nightwing y Batgirl.

Cuando Dick terminó y salió, le dediqué una mirada de reprobación, aunque lucía una sonrisa divertida en mis labios.

- La cremallera, Zapatitos - le señalé, aprovechando la portezuela que él acababa de abrir para entrar en el coche. Desde donde estaba no podía verlo, pero estaba segura de que Alfred había enarcado la otra ceja - Salgo enseguida

Mi uniforme estaba impecablemente planchado y doblado bajo uno de los asientos. Intercambié la camisa, la falda y las medias por el traje de kevlar, me deslicé la máscara sobre el rostro, ocultando parcialmente mi melena pelirroja, y me calcé los guantes y las botas. Lo último fue la capa. Cuando salí del coche, Dick ya había encendido su ordenador holográfico de muñeca, y una señal roja parpadeaba en el centro.

Raven nos había dejado un localizador. La posición coincidía, según el plano, con algún tipo de mausoleo.

- Será mejor que Raven esté equivocada y nadie esté molestando a los muertos - señalé, frunciendo ligeramente el ceño - Sólo nos falta un apocalipsis zombi en esta ciudad...

Esperé a que Barbara entrara conmigo en la limusina pero la pelirroja decidió cerrarme la puerta y esperar fuera. Chasqueé la lengua medio molesto, medio divertido. ¿Dónde habían quedado aquellos días en que nos cambiábamos juntos en el coche?

Has crecido Grayson, otra vez será...

Alfred levantó sus arqueadas cejas pero no dijo nada, ya nada le sorprendía a aquel hombre.

Cuando terminé de ponerme el traje de Nightwing, salí del coche y dejé que Barbara entrara mientras miraba a los alrededores por si aparecía alguien. Por suerte nadie nos vería entrar ni salir de la limusina de Bruce.

- La cremallera, Zapatitos

-¿Eh?- Miré sorprendido mi traje de kevlar y vi que la cremallera estaba en su sitio. ¿A qué había venido ese ataque tan gratuito? ¡Y ya le tenía dicho que no me llamara más zapatitos!

Cuando me giré a replicarle, miré por la ventanilla y me encontré con la espalda desnuda de Barbara y su melena pelirroja cayendo sobre su hombro. Tragué saliva y me giré de nuevo, rezando para ni Alfred ni ella se hubieran dado cuenta. ¿Qué hubiera pasado si se lo decían a Starfire? Se ponía celosa hasta de pequeñas cosas...

Decidí olvidar lo que había visto y encendí el ordenador holográfico. Para cuando encontré la señal de Raven, Barbara ya había salido del coche como Batgirl y Alfred se despidió de nosotros, abandonando así el cementerio.

-Chica lista, nos ha dejado una señal para que sepamos dónde está.  - señalé la pantalla - este es el mausoleo que hay al otro lado del cementerio. Si nos damos prisa, quizás lleguemos a tiempo para la fiesta.

Cerré el ordenador y eché a correr mientras sacaba de las mangas dos bombas de humo. Estaba seguro de que las iba a necesitar.

-Acabas de interrumpir una misa satánica

-Fantástico...- musitó Angie, mientras veía como la chica con la que había estado hablando dejaba de tener el aspecto de una gótica y aparecía ante sus ojos con una larga capa con capucha y un traje que era lo que habría esperado de un hechicero. No tardó ni dos segundos en desaparecer en el interior del mausoleo, y los gritos cobraron renovado brío.

Por los ruidos, casi parecía que se hubiera organizado una batalla campal. No quería meterse en una pelea física, porque ahí llevaba las de perder, pero no podía quedarse allí mano sobre mano, especialmente cuando Anubis estaba dentro. Si había salido disparado hacia el interior, tenía que haber sido por algo. Así que, tras unos segundos de duda, siguió a Raven y a Anubis al interior del mausoleo.

Lo que vio al llegar a la puerta fue un verdadero caos. Anubis estaba mordiendo con verdadera saña el brazo de uno de los cultistas, mientras el resto corría por el estrecho espacio, intentando alcanzar a la hechicera. Varios de ellos habían comenzado a realizar cánticos, aunque con los ataúdes y sarcófagos que volaban por todas partes, parecían estar teniendo complicaciones. Angie sintió un escalofrío, porque veía lo que estaban haciendo... Bueno, más que verlo, lo sentía. Estaban intentando levantar a los muertos, de una forma que nunca había pensado que fuera posible para un hechicero humano, y al hacerlo estaban creando un desgarro en el mundo de los vivos a través del cual traer los espíritus de los fallecidos. Si realmente terminaban el ritual, aquello iba a acabar no mal, sino fatal. Tenía que hacer algo, pero allí de pie acabaría recibiendo algún golpe o, peor, siendo atacada por alguno de aquellos locos.

Y entonces la vio, haciéndole señas desde detrás de una columna: el fantasma de la niña. La italiana lanzó una mirada para asegurarse de que nadie se había fijado en ella todavía, y se lanzó a la carrera, pegada a la pared y esquivando como mejor podía los trozos de madera y piedra que parecían volar por todas partes. Cuando llegó hasta el punto donde había estado la niña, esta estaba acurrucada en un pequeño nicho entre las columnas que había permanecido inmutable a pesar de la batalla que estaba teniendo lugar en esa misma sala. Dentro del nicho había un pequeño ataúd blanco, que era casi imposible de ver desde cualquier punto que no fuera justo en frente. Angela le ofreció una sonrisa al fantasma, todo lo amplia que se lo permitían las circunstancias.

-Tranquila, ¿de acuerdo? En seguida estoy contigo.

A pesar de estar aparentando serenidad, lo cierto es que Angie estaba aterrada. La pelea continuaba, y aunque apenas podía ver nada desde aquel punto, no parecía tener un cariz demasiado agradable. Por no hablar del hechizo. Si conseguían completarlo, estaba claro que ellas tendrían problemas más allá de los propios cultistas. Tenía que hacer algo para detenerles antes de que crearan un ejército de no-muertos que lanzar sobre la ciudad, que sería lo que a esta le faltara ya.

Respirando profundo para intentar calmarse, y procurando ocultarse tras las columnas, alzó los brazos y cerró los ojos. Sintió el hechizo, la rasgadura que intentaba crear en el mundo de los vivos. La magia que estaban usando era desagradable, y dejaba un regusto metálico a sangre en la garganta. A través de la maraña de cánticos, comenzó su hechizo, apenas un hechizo. En aquel escándalo sería casi imposible escuchar lo que estaba diciendo, pero eso no era importante. Lo importante era el efecto de su poder: la brecha que estaban creando dejó de abrirse y, poco a poco, a un paso agónico, comenzó a cerrarse.

No era sencillo. A los pocos segundos, el esfuerzo hacía que Angie sudara profusamente, y los sectarios, al menos los que supieran de magia, no tardarían en darse cuenta de su presencia, más cuando estaba intentando chafarles los planes. Pero la italiana solo podía rezar porque Anubis se diera cuenta de que estaba en peligro y acudiera a salvarla, mientras seguía murmurando entre dientes y haciendo todo lo posible para evitar que levantaran a los muertos. Si los retrasaba lo suficiente como para que la hechicera pudiera darles para el pelo, mejor que mejor.

Con un chasquido horrible, el tórax de uno de los sectarios más desafortunado se hundió bajo el peso del féretro que Raven había arrojado ante las miradas impertérritas de los demás fanáticos. En apenas unos segundos, uno de ellos remató a su compañero, cogiendo la sangre con la mano y lanzándola en dirección a la semidemonio, que rápidamente se cubrió con la capa.

Por desgracia, el cántico que siguió al gesto fue lo que realmente la cogió desprevenida.

Antes de poder reaccionar, los poderes abandonaron a la mujer, que se vio cayendo de bruces al suelo desde una altura de aproximadamente un metro. Los sectarios sonrieron y se lanzaron sobre ella con la clara intención de reducirla por la fuerza, a la par que la morena se incorporaba rápidamente y se colocaba en una postura de guardia de artes marciales

Mientras tanto, y aprovechando la confusión, Angie consiguió pasar desapercibida gracias tanto a la distracción que había causado la hechicera como el hecho de que el perro mantenía a un par de los peligrosos hombres a raya gracias a sus ladridos y su fuertes fauces.

Sin embargo, tan pronto como comenzó a interrumpir el ritual, Angela pudo notar cómo algo la miraba. Algo más allá de ese plano, sobrenatural. Era como si un dios antiguo te estuviese observando, molesto y curioso. Y segundos después pudo percibir cómo el líder empezaba a ladrar órdenes, indicando que había una "segunda intrusa a la que no hace falta mantener con vida".

Con Raven sin sus poderes, y la atención de los sectarios centrada sobre la Berandante... ¿Qué haría?

Si alguien hiciera una campaña para promocionar el turismo en Gotham, tenía que considerar seriamente incluir "¡¡y ahora, con todo tipo de rituales siniestros!!" en alguna parte del eslogan.

Aquello fue lo primero que se me pasó por la cabeza al contemplar, agazapada tras un sepulcro de piedra junto a Dick, lo que nos aguardaba en el interior de aquel mausoleo.

- Raven siempre nos trae a los mejores locales - comenté, con ironía, mientras veía a nuestra compañera flotar en el aire y emplear féretros como si se tratara de proyectiles.

El problema de ser un chico murciélago era que los poderes mágicos (y de cualquier otro tipo) brillaban más bien por su ausencia. De modo que, en aquel campo, Dick y yo íbamos a resultar más bien de poca ayuda para Raven y la chica del perro... quien, por cierto, se encontraba fuera de la vista. ¿Estaría a salvo? ¿Tendría algún tipo de poder que la protegiera? Anubis estaba ladrando, y de vez en cuando podía verlo moverse, atacando a los tipos vestidos con túnicas que habían decidido convertir el cementerio en un festival.

- Tenemos que asegurarnos de que la chica esté bien - le dije a Dick, mientras sacaba un batarang de uno de los bolsillos de mi cinturón y lo posicionaba en mi mano, apuntando cuidadosamente a uno de los sectarios. - ¿Crees que serán lo bastante humanos como para dejarlos inconscientes con esto? - proseguí y, sin esperar respuesta, lo arrojé en dirección a uno de los tipos.

Efectivamente, seguían siendo humanos, al menos el que yo elegí, porque emitió una sonora exclamación de dolor antes de caer al suelo. Crucé una mirada con Dick: podíamos hacernos cargo de algunos de ellos, aunque no tuviéramos ni idea de magia. Del resto tendría que encargarse Raven...

Mi compañero y yo corrimos en direcciones opuestas, ocultándonos cada uno tras una columna distinta para que no nos localizaran por la dirección de mi batarang. El cual, por cierto, ya había regresado a mi mano.

- ¿Por qué no dejarán en paz a los muertos...? - me pregunté, retóricamente, mientras apuntaba de nuevo.

-Mira que le tengo dicho que no vaya a discotecas vampíricas... - sonreí divertido tras el comentario de Barbara acerca de los locales de entretenimiento que solía frecuentar Raven.

Asentí a la chica murciélago y mis ojos azules buscaron a la chica del perro por toda la entrada y el interior de la sala hasta que al final, encontré a la morena detrás de una columna mientras susurraba palabras que no lograba comprender.

-Creo que si no son humanos les harás mucha pupa...- dije, entonces lancé las dos bombas de humo que llevaba en la mano. Al colisionar con el suelo, una niebla blanca se extendió por toda la sala, impidiendo que aquellos sectarios psicópatas pudieran deducir nuestra posición.

Me lancé entonces a dónde se encontraba la morena y la cogí de la mano para indicarle que se agachara.

-Tienes que salir de aquí, es peligroso - susurré mientras estiraba su brazo entre la niebla para que me siguiera a un lugar más seguro que las columnas. 

No salimos del mausoleo, más bien nos adentramos más, dejando que nuestros enemigos nos dieran la espalda mientras nos buscaban en la dirección equivocada.

No estaba marchando bien en absoluto.

Vale, sí, se suponía que lo de las energías místicas y todas esas cosas eran algo a lo que estaba acostumbrada, por más que lo que ella hacía no pudiera considerarse como "conocimiento arcano". Pero lo que no había supuesto es que aquellos cultistas supieran lo que estaban haciendo. Pero cuando notó a... lo que fuera, a esa cosa que no era ni de los vivos, ni de los muertos, y que estaba convencida al cien por cien de que no debería estar ahí, no le quedó más remedio que admitir que al menos una parte de ellos sabía lo que se traía entre manos. Que, en general, no era bueno para absolutamente nadie. Al mismo tiempo que descubría esto, la voz del líder de los cultistas indicando que habían descubierto su presencia le obligó a abrir los ojos.

Apretó los dientes, buscando la manera de evitar a los cultistas que obviamente iban a ir a por su cuello sin tener que dejar de recitar, cuando uno de los tipos cayó al suelo tras un grito de dolor. Aquello fue el anuncio de un caos aún mayor, al llenarse el mausoleo de una neblina blanca y con muy poco de natural, y aún menos de místico. Se echó hacia atrás, pegándose contra la pared y el pequeño sarcófago. Lanzó una exclamación ahogada cuando notó una mano que se cerraba alrededor de la suya, tirando de ella hacia el suelo, pero por fortuna se perdió entre la maraña de gritos, órdenes y ruido de lucha. Por un segundo pensó en luchar contra el agarre, pero se dio cuenta de que, fuera quien fuera, si se tratara de uno de aquellos locos, ahora mismo estaría intentando otra cosa en lugar de hacer que se agachara.

-Tienes que salir de aquí, es peligroso

Angie se encontró parpadeando, mientras dejaba que aquella persona tirara de ella. ¿No había escuchado una voz similar hacía más bien poco? Sacudió la cabeza, en parte porque estaba segura que aquello eran imaginaciones suyas, y en parte porque no podía permitir que la sacara de allí. No todavia.

-Tengo que quedarme- replicó en una voz tan baja como la de él-. Mira, me da igual que no me creas, pero están haciendo un ritual para levantar a los muertos, y creo que puedo pararlos. Pero necesito tiempo.

Su voz casi quedó ahogada cuando un gruñido que pareció resonar por todo el mausoleo fue seguido de los gritos de dolor de otro sectario. Tal vez aquella humareda los estaba confundiendo, pero estaba claro que Anubis no tenía problema alguno en encontrar a sus "víctimas", y que estaba tan poco dispuesto a dejar aquello a medias como su dueña.

Raven se movió como si de una bailarina se tratase, pasando entre las hojas de los distintos cuchillos de sacrificios. Con un par de empujones y dos o tres puñetazos, varios de los sectarios terminaron hundiendo sus hojas dentro de los torsos de sus compañeros, mientras la morena se escabullía. El líder hizo rechinar sus dientes mientras pegaba un puñetazo al desafortunado más cercano

¡¿Es que lo tengo que hacer todo?! ¡No tiene poderes y está rodeada! ¡Vamos, mequetrefes!

Me temo que en eso te equivocas Raven esquivó un navajazo y descargó un manotazo en el plexo solar de uno de los matones, irguiéndose poco después Eres tú el que está rodeado

Y entonces se montó el caos padre: El humo de las bombas de Batgirl y Nightwing llenaron la estancia, y el silbido de batarangs llenó el aire, haciendo caer inconscientes a algunos de los más desafortunados. El líder soltó un gruñido molesto y lanzó varias órdenes en idioma abisal, indicando a sus servidores que era la hora de retirarse. Con un gesto de su mano, canalizó poder hacia los cadáveres de los sectarios y salió corriendo en dirección a Nightwing y Angela, sin ser consciente de ello, mientras los sectarios que no sabían abisal gritaban y lanzaban navajazos hacia el aire...

... y los cadáveres de los desdichados empezaban a volverse rojos y agitarse

Raven por su parte entrecerró los ojos, empezando a correr detrás del líder sin decir palabra. Había entendido las órdenes, y también conocía el hechizo. Si quería evitar que esa sala se llenase de demonios de su padre, tendría que pararle los pies cuanto antes...

Dick y yo nos separamos, y pronto el humo de las bombas de mi compañero inundó la estancia. Por la dirección que había tomado Nightwing, deduje que había ido adonde estaba la chica. Esperaba que pudiera sacarla de allí, o al menos protegerla de aquel grupo tan alegre con el que habíamos decidido juntarnos.

Ahora era mi turno de avanzar.

Mi cuarto batarang regresó a mi mano después de dejar a otro tipo fuera de combate, pero la niebla me empezaba a poner las cosas difíciles. Cuando fue lo bastante espesa como para impedirme acertar ni por casualidad, me moví detrás de otra columna y busqué en mi cinturón las lentes de visión por calor.

En ese momento, Raven salió corriendo de entre la niebla, en la dirección en la que había desaparecido Dick hacía unos instantes, y sus nuevos amigos no tardaron en seguirla. Chasqueé la lengua y evalué la altura a la que estaba el techo. Por suerte, aquel mausoleo había sido construido a lo grande, lo que quería decir que podía utilizar una de mis herramientas favoritas... la batgarra.

La esgrimí como si fuera una ballesta, calculando mentalmente la trayectoria pendular que realizaría mi cuerpo una vez en el aire para poder golpear en el estómago a alguno de los sectarios. Aquella había sido una de las cosas que más me había costado aprender en su momento, pero Bruce había sido insistente. Aún recordaba los largos entrenamientos en la Batcueva, a veces con Dick o el mismo Bruce como conejillos de indias. Reproduje la misma secuencia; apuntar, esperar, saltar, golpear. Mi intento fue recompensado con un grito cuando mis botas contactaron con la túnica de uno de aquellos tipos, arrastrándolo conmigo con toda la fuerza que me daba el impulso. Se golpeó de espaldas con una de las columnas del mausoleo, mientras yo volvía a caer al suelo, de cuclillas, y el gancho de la batgarra se desprendía del techo, regresando a su lugar.

- Diez sobre diez, Babs - me dije, orgullosa.

Pero no había mucho tiempo para los cumplidos, tenía que regresar junto a los míos antes de que me quedara aislada al otro lado de una columna de sectarios que corrían en pos de Raven.

Usando la batgarra de nuevo para pasar por encima de ellos, aterricé pocos pasos por detrás de mi compañera, echando a correr tras ella.

- ¡Raven! Siento el retraso... ¿Qué está pasando?

Al parecer, nada bueno, porque los cadáveres del suelo se estaban volviendo rojos, y se movían...

- ¿Cómo puedo ayudarte? - pregunté.

Los exorcismos y demás no estaban en el plan de estudios de Batman, así que Raven tendría que decidir en qué le podía resultar útil una chica murciélago en una situación así.

No, si lo peor de todo es que yo la creía. Estaba claro que esos sectarios estaban haciendo algo muy chungo en el mausoleo, algo que personas "humanas" como yo no lograrían comprender. Pero estaba la hija del demonio de por medio, y esta chica que al parecer no era una chica normal.

¿Cómo es que había tanta gente con poderes y la liga no les hubiera registrado? Pensé que el mundo de los superhéroes era pequeño, pero resultaba ser más grande de lo que esperaba.

También los sectarios habían escogido el mejor día para ponerse a revivir a los muertos. Me repugnaba el hecho de que esta gente se tomara todas las libertades del mundo para jugar con la vida y la muerte. No podía consentir que hicieran algo así, las tumbas del cementerio de Gotham tenían que descansar para siempre.

-¿Quieres tiempo? Yo te lo daré... - dije, esbozando una sonrisa divertida.

Salté por encima del sarcófago cuando la niebla empezaba a disiparse, y me planté en frente de uno de los sectarios que al parecer se había quedado muy confundido con las bombas de humo. Saqué en un segundo los sticks de mis espalda y le golpeé en todo el cuello con la fuerza necesaria para dejarlo inconsciente. El hombre cayó desplomado después de lanzar un grito agonizante y acto seguido, di una voltereta hacia atrás, al ver que de la humareda salía otro tío feo intentando apuñalarme.

- Hoy no es tu día colega... - me agaché y le hice un barrido. Para cuando cayó al suelo, le golpeé en su estomago con los sticks eléctricos y el sectario empezó a convulsionar hasta perder el conocimiento.

- Dos menos... - me giré en dirección a la chica de las palabras misteriosas para ver si se encontraba bien. Entonces, escuché el grito de otro de los sectarios no muy lejos de mí y vi a Barbara volando por la estancia con la batgarra hasta aterrizar cerca de Raven.

-¿Quieres tiempo? Yo te lo daré...

Angie parpadeó, y de pronto el chico que había estado tirando de ella saltó por encima del sarcófago tras el que la había ocultado y no dudó ni un segundo en darle una paliza a los sectarios en pie más cercanos. La neblina había comenzado a despejarse, pero eso solo hizo que se alarmara más. No solo porque siguiera la lucha, sino porque alguien había lanzado un hechizo y los cadáveres a su alrededor comenzaron a moverse, mientras se tornaban de un color rojizo. Bien, aquello no era el típico hechizo de nigromancia, si es que sabía de esas cosas, y sabía. Se estaban transformando para convertirse en algo distinto. Tenía la sospecha de que no continuarían siendo cadáveres mucho tiempo más, así que sería de lo primero que se tendría que ocupar.

Extendió las manos y se concentró, dando una orden en italiano. Aunque estuvieran cambiando, todavía eran los cuerpos de los muertos, y todavía podía controlarlos y frenarlos. Finas hebras de energía arcana rodearon a los cadáveres, paralizándolos en el sitio. No sabía cuánto duraría, pero esperaba que su propia energía ordenando a los cadáveres que se mantuvieran en su estado, es decir, el de muertos, ralentizara el proceso de transformación, al menos el tiempo suficiente como para completar la siguiente parte de su plan.

Normalmente habría llamado a su perro para que se encargara de protegerla, pero en aquel caos no podía estar segura de lo que estaba haciendo su perro, más allá de estar mordiendo sectarios. No quería que se quedara abierto a un ataque por que obedeciera una de sus órdenes. Aunque si tenía suerte, los sectarios serían lo suficientemente listos como para no acercarse a aquella máquina de golpes que era el chico vestido... ¿en un traje negro con un diseño de rayas azules? Ah... Bien, lo dicho, era estupendo eso de que los héroes locales te echaran una mano cuando el trabajo se iba de madre.

Una vez más, cerró los ojos y se concentró, detectando una vez más la grieta. Aunque ya no estaba alimentada por el hechizo de antes, ya que los sectarios se estaban preocupando de otras cosas, seguía abierta tan solo con la energía mística residual. Y aún podía notar aquella extraña presencia, que estaba observando todo aquello, sospechaba que con algo de molestia. Si quería acabar con aquello sin que esa cosa encontrara la forma de detenerla, debía darse prisa. Sus labios comenzaron de nuevo la suave letanía, y la grieta comenzó una vez más a cerrarse. Durante un par de agónicos minutos, siguió luchando, poniéndo todo su empeño en detener aquel hechizo. No quedaba mucho tiempo, y la grieta por un instante pareció inamovible, cuando no quedaba más que un resquicio.

-¡Ciérrate de una MALDITA VEZ!- rugió, usando todas sus fuerzas en aquella orden.

Como si su misma voz hubiera sido la causa, la brecha se cerró de golpe.

No pudo apenas disfrutar de su triunfo. El cierre de la brecha y la acumulación de energía mística que intentaba canalizarse por algún sitio fueron como un golpe físico para ella, y la única razón por la que no quedó inconsciente fue porque preveía que aquello iba a ocurrir. Cayó redonda al suelo, chocando contra la pared detrás de ella. Intentando recuperar aire, con la vista desenfocada, no fue consciente de que el líder de los sectarios, amparado por la poca neblina que quedaba, acababa de llegar hasta ella.

¡Raven! Siento el retraso... ¿Qué está pasando?

La versión resumida es que la Iglesia de Sangre estaba intentando realizar el mismo ritual que sobre mí en algunos de los cadáveres y su líder ha sellado mis poderes. Raven desvió la mirada hacia Batgirl y asintió suavemente, en un gesto de aceptación. Si Richard no estaba corriendo a su lado era porque o estaba peleándose contra los otros sectarios o, más que posiblemente, salvando a la otra muchacha.

Sólo esperaba que la italiana no se terminase encoñando de él, o sería una más para la larguísima lista

¿Cómo puedo ayudarte?

Estoy persiguiendo al líder que me ha sellado. Si consigues pararlo, podré deshacer el hechizo y cancelar la otra invocación sus labios se convirtieron en una fina línea Espero que Nightwing esté listo para enfrentarse a siervos de mi padre

Apenas acababa de terminar esa frase cuando los cadáveres se agitaron. La brecha se cerró, pero justo antes de lograrlo, Irene pudo notar cómo esa entidad que la miraba le dedicaba una sonrisa sarcástica, casi divertida.

Segundos después, los cadáveres de los sectarios (es decir, los asesinados a sangre fría por Raven) convulsionaron, estallando en géiseres de sangre y dando pie a tres demonios de Trigon. Eran del tamaño de un ser humano, con apariencia masculina, con cuernos y púas por todo su cuerpo, con unas garras afiladas y partes del cuerpo endurecidas como si fueran armaduras. Sonrieron y se lanzaron a por él con una fuerza y resistencias sobrehumanas.

Afortunadamente, los cuerpos inconscientes de los sectarios no se transformaron aún, pero empezaron poco a poco a adquirir la misma tonalidad que los cadáveres antes de cambiar. La transformación parecía más lenta, pero igual de inexorable...

Genial, rituales y cadáveres, mi tema favorito. Hice una mueca de desagrado. Como Bruce me había inculcado desde la adolescencia, detestaba que hubiera muertos. No podía aprobar lo que Raven había hecho, aunque fuera para prevenir la aparición de demonios. Pero ya discutiría con mi compañera de equipo en otro momento. Ahora teníamos que detener a aquél sectario que huía de la hija de Trigon.

Aceleré mi carrera, sacando de mi cinturón un cable terminado en dos bolas metálicas, cortesía de Robin durante mis primeros años como Batgirl. No podía ni contar la cantidad de veces que había dado empleado aquel objeto con la misma utilidad que pensaba darle ahora.

El cable giró en el aire con un sonido característico mientras las bolas en sus extremos lo ayudaban a rodear los tobillos del sectario en un firme lazo. El hombre perdió el equilibrio, cayendo al suelo ruidosamente mientras emitía una maldición.

- ¿Por qué tanta prisa? ¿Pierdes el autobús? - dije, burlona.

Me volví a mirar a mi compañera.

- Todo tuyo Raven. Pero... no lo mates, por favor. - añadí, incómoda.

Entonces me volví. Como había dicho la hija de Trigon, Nightwing estaba a punto de enfrentarse con varios siervos del Archidemonio, y la muchacha a la que habíamos conocido en el cementerio parecía encontrarse en serias dificultades, tras el fuerte golpe que se había dado en la espalda al chocar contra la pared. Aún quedaban algunos sectarios que se dirigían amenazadoramente hacia ella.

Tenía que hacer algo.

Tras asegurarme que en la zona de Rae estaba todo bajo control, me acerqué corriendo al lugar donde mis otros dos compañeros se enfrentaban a sectarios y demonios. Los primeros deberían ser más accesibles que los segundos, o eso me dije mientras lanzaba un batarang contra un atacante de Angela, buscando arrancarle el arma de las manos.

- ¿Habíais pedido refuerzos? - pregunté, colocándome entre la médium y su atacante, empuñando otro batarang con el extremo cortante hacia mis enemigos, como si se tratara de una daga.

En cuanto a luchar contra demonios, no tenía ni la más mínima idea de cómo hacerlo, pero cuando Raven recuperara sus poderes debería ser más fácil...

O eso esperaba.

Pude escuchar un trozo de la conversación de Batgirl y Raven, al parecer su padre volvía a hacer estragos en nuestra ciudad, el tío era incansable. Desde que conozco a Rachel, no ha habido ni un solo año en el que su padre no hubiera intentado capturarla. No estaba seguro si era más peligroso tenerla fuera del equipo o dentro.

El grito de la mística me distrajo de mis pensamientos, mientras terminaba de abatir al último sectario suicida que quería enfrentarse a mí. Me giré para ver que estaba pasando y vi como la muchacha descendía por la pared del monasterio, agotada. Uno de los malos se acercó a ella, y pondría la mano en el fuego de que no era para ayudarla a levantarse.

En cuanto dí un paso en frente con intención de ayudar a la misteriosa chica, el cadáver que yacía bajo mis pies empezó a alzarse y a convertirse en algo horrible y espantoso. Me quedé tan sorprendido que no me dio tiempo a esquivar el zarpazo de otro demonio que tenía a mi izquierda. 

Demonio + puñetazo en el estómago + garras + fuerza sobrehumana = volar varios metros hasta estamparme contra una pared y romperme una costilla.

- Oh, joder... ¡el traje estaba recién planchado! - me llevé la mano y la apreté fuertemente en mi estómago, intentando aliviar el dolor mientras me incorporaba ayudándome por los sticks. 

Esto de ser un simple humano, con debilidades normales no molaba nada cuando te comparabas con el resto de tus compañeros místicos o alienígenas. ¿Había sido entrenado para combatir demonios? No ¿Podía darles un paliza? Podía intentarlo...

Apreté los dientes intentando no pensar en el dolor y me lancé sobre los tres demonios que iban directos hacia mí. Rodé por el suelo esquivando sus rápidos y fuertes manotazos y giré sobre mí mismo con los sticks en paralelo para golpear a los tres bichazos uno por uno. La electricidad estaba a tope, así que no les debió de gustar nada de nada.

Las tres criaturas se derrumbaron en el suelo y pude prestar atención a lo que pasaba a mi alrededor. Raven y Barbara estaban con el líder de los sectarios y la otra chica, eso me tranquilizaba. Volví a mirar al suelo rápidamente para ver como los tres bichos volvían a levantarse como si nada.

- Veo que queréis una ración más de bastonazos...-

¿Serían inmortales? ¿Había alguna forma de matarles? Tenía el presentimiento de que me cansaría yo antes que ellos, así que recé para que Raven pudiera recuperar sus poderes pronto y echarnos una mano.

Angie recuperó la capacidad de ver qué era lo que estaba pasando a su alrededor a tiempo para ver cómo el líder de aquella panda de locos acababa derribado en el suelo cortesía de la que era sin duda otra de las heroínas locales. Bueno, había vivido lo suficiente en aquella ciudad como para saber que los murciélagos eran una temática recurrente en lo que respectaba a los justicieros que habitaban en ella. La chica se puso entre ella y varios de los sectarios que todavía conservaban la conciencia, dándole suficiente tiempo a la benandante como para recuperarse y ponerse en pie, llevándose una mano a la dolorida cabeza. Observó como los cadáveres de los muertos que había intentado frenar habían... explotado probablemente fuera la frase más correcta, y que había el mismo número de demonios atacando al chico, que se estaba defendiendo como mejor podía.

-Demonios. Genial. Blood no dijo que habría demonios...- musitó.

Si lo hubiera dicho, probablemente le habría contestado que se podía encargar él del trabajo. Ella solo tenía capacidades para tratar con los muertos, los demonios eran cosas que estaban más allá de su esfera de capacidades. Y cuando miró a su alrededor se dio cuenta de que los que habían quedado inconscientes estaban empezando a tomar el mismo tono rojizo que habían tomado los cadáveres antes. Dio un respingo al darse cuenta de que, aunque el proceso era más lento que con los cuerpos de los fallecidos, parecía que acabaría de la misma manera. Y estaba claro que eran infinitamente más resistentes que los sectarios, viendo como tres estaban aguantando unos golpes que habrían tumbado a luchadores profesionales. Si en vez de ser tres, eran todos los sectarios, estaba claro que no iban a durar una siesta.

-¡Anubis! ¡Muerde!- ordenó al aire.

Y de pronto se escucharon las pisadas del perro a plena carrera, antes de que la enorme mole negra se lanzara sobre uno de los sectarios que todavía estaban a su alrededor, obedeciendo la orden de ataque. El sectario aulló de dolor cuando la potente mandíbula le destrozó el brazo armado. Anubis se apartó rápidamente y se puso frente a su dueña, mostrándole los dientes con un gruñido a los pocos sectarios que todavía quedaban en pie, las orejas pegadas al cráneo, y muy dispuesto a romper todos los huesos posibles.

-Ve a ayudar a tu amigo. Anubis puede protegerme de los humanos- le dijo a la chica que ahora la estaba defendiendo-, pero van a aparecer más demonios y yo no tengo poder sobre ellos.

Lo único que podía en aquellos momentos era causar los menos problemas posibles hasta que encontraran la manera de frenar a esas cosas.

- Todo tuyo Raven. Pero... no lo mates, por favor.

No puedo prometer que le haré algo mejor Raven, inexpresiva, se echó encima del sacerdote que empezó a aullar furioso. Le dio dos fuertes puñetazos en la cara que lo dejaron atontado y rápidamente recogió la daga de sacrificios, sentándose encima del torso del hombre. Los ojos de la hija de Trigon brillaban

¡No, espera! ¿Qué haces?

Sin embargo, Raven no dijo nada, empezando a murmurar en un idioma desconocido para todos los presentes... excepto para los demonios, que rápidamente centraron su mirada en la hija de Trigon. Soltaron algo parecido a un aullido de furia, pero la descarga eléctrica de Nightwing los dejó postrados de rodillas durante unos segundos, aturdidos.

Las criaturas centraron sus ojos en los dos héroes y la médium, y pronto se echaron hacia atrás, convocando llamas en sus manos. Con una mirada cruel, sonrieron y empezaron a lanzar rayos de energía calorífica contra los dos justicieros, mientras uno de ellos se escabullía, corriendo a cuatro patas hacia Raven.

La muchacha le hizo un corte en la mejilla al hombre, pasando sus dedos por la herida mientras seguía murmurando por lo bajo. Se llevó la sangre a los labios y...

El demonio no consiguió llegar hasta Raven, porque una onda de energía oscura lo golpeó, lanzándolo contra una pared. El golpe la desconchó y enterró a la criatura entre escombros, mientras Raven empezaba a cargarse de energía negativa. El líder empezó a abrir mucho los ojos y a negar con la cabeza, aterrado

¡No! ¡No, por favor! ¡Haré lo que sea! Raven centró sus ojos en el hombre y negó con la cabeza, trazando un símbolo con la sangre del sectario en el aire.

Entonces, todo se llenó de silencio durante unas décimas de segundo que parecía una eternidad. Con un sonido de succión, un portal se abrió, engullendo la energía rojiza que había animado a los seres infernales. Estos se deshicieron en llamas mientras aullaban de dolor, y después... después el líder empezó a aullar de terror mientras era engullido por el portal.

Cuando la brecha se cerró, Raven suspiró, dejando caer el cuchillo de sacrificios.

Y después, desmayándose en el sitio. Afortunadamente, sólo quedaban un par de sectarios, que intentaron darse a la fuga aprovechando la confusión...

¿Qué acababa de pasar? No tenía ni idea.

Tenía en los labios una réplica para Angela, algo en la línea de: "¿estás segura de que estarás bien?"; tenía en la mente el itinerario para llegar a Dick, haciendo varias paradas estratégicas (en sectarios y demonios) por el camino; tenía en las manos un batarang con el que pensaba dejar inconsciente a alguno de aquellos tipos antes de correr en auxilio de mi damisela con mallas.

Pero, al parecer, nada de eso iba a hacer falta, porque Raven acababa de recordarme por qué no me pasaba mucho tiempo en la sección de la biblioteca dedicada a Poe y Lovecraft. Sea lo que sea lo que hizo, la energía roja desapareció tragada por una especie de... ¿portal?, y el líder siguió el mismo camino que su humo de colores. Esperaba que aquello significara que no era humano. Aquello ayudaría a que pudiera dormir aquella noche.

Tras la intervención de mi compañera, parecía que el peligro había pasado. Rae cayó al suelo, aparentemente inconsciente, mientras los sectarios que quedaban se daban a la fuga. Decidí que una Titan herida me preocupaba más que unos tipos con túnica, así que corrí junto a la hija de Trigon.

Aparté la capucha para poder tomarle el pulso. Sólo estaba inconsciente. La incorporé un poco, con suavidad.

- Está agotada. Por el hechizo, o lo que fuera eso - les dije a los demás, mientras dirigía una mirada de desagrado al cuchillo que había en el suelo. - ¿Vosotros estáis bien? - pregunté, mirando a Angela y a Dick.

Por culpa de la confusión del combate, no me había dado cuenta de que mi otro compañero también estaba herido. Nightwing respiraba raro, y una de sus manos hacía presión sobre su costado, en un gesto que hablaba a gritos de una costilla rota. Tras dejar a Raven al cuidado de Angela, quien por suerte parecía estar bien, me acerqué a Dick, preocupada.

- ¿Cómo estás? - murmuré, analizando su traje y sus gestos para decidir si le habrían herido en algún sitio más.

Las cosas feas no dejaban de levantarse como si nada y a mí se me estaban agotando ya las energías. ¿Es qué no conocían eso del combate uno contra uno? ¡Estaba claro que era una gran injusticia! Pero si Batman hubiera estado allí, observando a sus dos pupilos, seguro que después de esto nos echaba a la calle...

Por suerte, Raven parecía haber encontrado la manera de hacerles desaparecer a todos, ¡y qué manera! No desearía estar en el lugar del líder sectario ni que aquel portal me succionara (a saber a dónde conducía).

La hija de Triggon cayó agotada del esfuerzo y el mausoleo quedó casi vacío de nuestros enemigos. Algunos de los sectarios con vida quisieron huir del lugar, pero no tenían ni idea de a quién se enfrentaban. Raven no era la única que podía hacer cosas guays.

Antes de que ninguno de esos inconscientes sectarios salieran corriendo del mausoleo, lancé varios batarangs al aire, conectados entre si con un hilo metálico. El metal se enganchó en sus pies y se cerraron alrededor de ellos, haciéndoles perder el equilibrio y tirándolos al suelo. Así seguro que se les quita las ganas de salir corriendo.

Me acerqué a ellos y les até bien fuerte, a la policía le iba a encantar esto. Batgirl por otro lado había ido a comprobar la seguridad de Ravem y la otra chica parecía no haber sufrido ningún daño.

-Nada que no pueda solucionar con una ducha, un par de vendas y un sándwich de pavo - dije, señalando a mi estómago.

Y de pronto, sin previo aviso, un enorme vórtice se abrió en medio de la sala, llevándose por delante a los demonios y al desdichado líder de los sectarios. Tan rápido como se abrió, se volvió a cerrar, y Angie no tenía que ser un genio para darse cuenta de que la responsable de dicho vórtice era la hechicera que la había acompañado hasta allí, y que acababa de caer redonda al suelo. No quiso pensar en el destino del hombre, pero sospechaba que el tipo hubiera preferido la muerte a lo que le esperaba allá donde hubiera acabado. Tampoco se preocupó por los sectarios que corrían hacia la salida, en parte porque ella no podía detenerlos, y en parte porque poco más podían hacer. Lo que sí podia era ayudar a la hechicera, así que se acercó, aunque la otra chica ya se le había adelantado.

-Está agotada. Por el hechizo, o lo que fuera eso. ¿Vosotros estáis bien?

-Solo tengo un chichón- respondió Angie. Teniendo en cuenta lo que había ocurrido, casi podía considerarse como haber salido ilesa de aquella.

El chico, por otro lado, no parecía haber tenido tanta suerte, pero estaba demasiado ocupando atando a los dos sectarios que habían intentado escapar como para responder. De esa forma, Angie acabó al cuidado de la hechicera. Efectivamente, solo estaba agotada, sin una sola marcha de que hubiera recibido una sola herida. Podía figurarse que el hechizo que había usado no estaba planeado para hacerse rápido o con una sola persona. Y probablemente había sido mucho más sofisticado que lo que ella había hecho con la grieta, que era la causa de su chichón, de su dolor de cabeza, y de las ganas que tenía de meterse en la cama y dormir tres días seguidos. Y probablemente eso era lo que necesitaba la otra chica: dormir. Lo mejor era dejar que lo hiciera.

Volvió su mirada al resto de la habitación, y no pudo evitar que un gesto de desmayo se apoderara de su rostro. Era un desastre, con sarcófagos volcados o incluso rotos, cuerpos esparcidos, adornos tirados, y restos de sangre y vísceras de los sectarios transformados en demonios manchándolo todo. En cuanto a los espíritus de los sectarios muertos, no había ni rastro de ellos. Estaba claro que ya habían sido reclamados, y se podía figurar quién lo había hecho. Sacudió la cabeza. Tendría que volver más adelante a aquel lugar, a ser posible cuando la policía hubiera acabado sus investigaciones, para purificarlo. Si no lo hacía... No quería saber lo que podría salir de un sitio como ese.

Anubis se acercó a ellas y olfateó tranquilamente la cara de la hechicera.

-Anubis, déjala tranquila- musitó ella.

El perro lanzó un bostezo, antes de tumbarse al lado de la chica, como si intentara ofrecerle calor... o al menos algo blando en lo que poder apoyar la cabeza.

- Sí, una ducha nos irá bien a todos - respondí a Dick.

El gran perro negro se había tumbado junto a Raven, y Angela la había examinado también. Por la mirada que dirigió al mausoleo, la mujer tenía más razones para preocuparse por el lugar que por la Titán, lo cual me dejaba bastante más tranquila con respecto a mi compañera. Y, sabiendo que todos estábamos enteros, parecía quedar poco más por hacer en aquel lugar.

- ¿Puedo ayudar en algo...? - pregunté, siguiendo los ojos de Angela y tomando verdadera conciencia del desastre que habíamos provocado entre los sectarios y nosotros.

Ayudaría a la médium en lo que necesitara, pero ya había tenido bastantes elementos sobrenaturales para un día. En cuanto todo terminara, nada me haría más feliz que regresar a casa y tomarme un buen chocolate caliente.

- Me alegro de que estéis todas bien... - dije echando un breve vistazo a la Raven desmayada. Miré entonces a mi alrededor, el mausoleo no había quedado en muy buen estado pero no me tocaba a mi reparar aquello. Yo no esparcí ni la mitad de sesos que la hija de Trigon. 

- Será mejor que nos vayamos de aquí antes de que llegue la poli... - dije terminando de atar al resto de sectarios en una de las columnas del mausoleo. 

Creo que era el que más ganas tenía de volver a la mansión a recuperar un poco las fuerzas. En cuanto volviera a Blüdhaven, tenía que seguir con el trabajo. 

FDI: Cerramos ya, o queréis hacer algo más?

OOC:

Angela sonrió a la chica cuando preguntó si había algo en lo que pudiera ayudar.

-Creo que habéis ayudado en más de lo que podría siquiera pedir. Pero si puedes ocuparte de tu amiga un momento...

El chico tenía razón, tenían que marcharse de allí si no querían dar explicaciones. Angie ni siquiera sabía cómo podría empezar a explicar lo que había pasado allí sin parecer una lunática aún más de lo normal. Eso quería decir que lo siguiente que tenía que hacer, lo tendría que hacer todo lo deprisa posible.

De un vistazo, localizó al fantasma de la niña, todavía situada al lado del pequeño nicho. De algún modo, esa zona había recibido menos daños que el resto. Eso era bueno, no quería tener que tratar con un espíritu furioso porque hubieran desperdigado sus restos por toda la cripta. Se acercó, y con una sonrisa calmada, se arrodilló a su altura y le tendió una mano.

-Gracias por traernos. Lamento todo lo que ha pasado.

Durante unos instantes, la niña dudó, pero luego tomó la mano que le ofrecía la italiana. En ese momento, la figura fantasmal se hizo clara a los ojos de las personas que todavía estaban conscientes. Angie ni siquiera se giró para ver las expresiones de los presentes. Simplemente se puso en pie, con la mano del fantasma todavía en la suya.

-No puedes quedarte aquí. Lo sabes, ¿verdad?- la niña asintió con la cabeza en un gesto casi imperceptible, aunque su expresión reflejaba el miedo que le daba esa idea-. No te preocupes. No puedo saber a qué lugar vas, pero estoy segura de que será un sitio mucho mejor que este. Además, vas a ir bien acompañada hasta ahí.

En aquel momento, Anubis, que hasta hacía unos segundos había estado al lado de la hechicera inconsciente, apareció al lado del fantasma. Como si hubiera una comunicación entre espíritu y animal, la niña se soltó de Angela y se aferró al perro. Y el enorme perro negro y su pequeña acompañante desaparecieron entre las sombras, como si nunca hubieran estado allí. Apenas Anubis se marchó, Angie lanzó un suspiro y se volvió hacia los demás.

-Ahora sí, creo que es un buen momento para irnos.

OOC:

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