[Mini-Evento] Europe's living an invasion. Deustchland über alles! (Solaris, Jean Grey, Steve Rogers, May Sheen Wo). 28 de marzo de 2019. Berlin.

Hay una diferencia esencial que marca el estátus mutante en la sociedad Europea. Ninguno de ellos tiene derecho a pertenecer a ningún cuerpo para la seguridad del estado. Puede parecer superficial, e incluso frívolo dentro de todos los problemas que tenía la comunidad mutante en todas partes del mundo, pero para nosotros que lo vivíamos de primera mano, eso implicaba muchas cosas. Entre ellas, que de manera oficial, ninguno de nuestros miembros estaba preparado para afrontar emergencias, por lo cual, en un momento como ése, lo único que podían hacer era proceder a la evacuación. Sin embargo, resultaba curioso que la sede de Hohenzollern no tuviera un plan de apoyo preventivo por el gobierno. Muchos conocían de la existencia de un búnker de seguridad en el subsuelo, pero acorde a la documentación, este no daba ni para salvaguardar a la mitad de las personas del castillo. Claro que era falso que no tenían puntos, pues las instalaciones de la MKL se hundían mucho mas allá de lo que delataban los planos oficiales, y quizá sueno rencorosa al pensar así, pero no puedes jugar con información que no tienes, lo que implica que la postura oficial respecto anosotros era un clarísimo "Sálvese quien pueda". Por muy civiles que fuéramos a sus ojos, o muy preparados que estuviéramos al margen de la ley, que era para lo que .

Cabe resaltar que si algo mantenía a la MKL era el I+D con el que habían ganado renombre, clientes potenciales y una situación muy provechosa. No sólo en ingeniería y medicina, si no también en el desarrollo de armas. Era parte del motivo por el cual los gobiernos de Europa les mantenían bajo estrecha vigilancia estricta, pero no dejaba de ser hipócrita que eso fuera uno de los mayores intereses que tenían en ellos. Armas que con toda seguridad no se utilizarían sólo para la defensa de un país que los rechazaba de manera clara, si no para aquellos contra los que luchaban. Por eso vigilaba de primera mano para quién y con qué les dejaba jugar. En los laboratorios del castillo había munición suficiente como para un levantamiento civil, y muchos de los prototipos que ya estaban probados no serían entregados hasta años después. Ir por delante era y siempre sería su baza.

Las noticias no nos llegaron como a todos. Para cuando las imágenes salían por transistores y televisión, nosotros ya nos habíamos organizado y puesto en marcha. Lo que parecía un grupo de profesores que dirigirían la evacuación, no era otra cosa que un reparto de tareas encubierto. Nadie salía a campo sin su apoyo, y a su vez, los apoyos cuidaban de la base y de los que se quedaban en ella. Nuestro primer aviso provino de nuestros sobrenaturales, la mayoría de ellos tenían un instinto natural para ver venir el peligro, y desde el evento Omega, con la fusión de universos, no se había manifestado tanta cantidad de sobrenaturales con la impresión de que algo se avecinaba. Así que habían tomado medidas preventivas.

Soundtrack, con el apoyo de Casanova. Anubis con el apoyo de Rotschreck. Y yo, Solaris, con el apoyo de Memorándum. Podría parecer poca cosa, pero no iba a arriesgar nada mas con las limitaciones con las que contábamos. No teníamos ningún tipo de información, lo que suponía que en este momento, estábamos viviendo la guerra de los mundos. Por lo que a mi respecta, esos tipos podrían ser E.T buscando plantas, o podrían derretirnos de un solo tiro, y no iba a obrar de manera temeraria, aún menos teniendo el equipo a mi cargo. Memorandum se encargaría de mantener las líneas seguras y la búsqueda y filtración de información, Cassanova supervisaría todas las labores de cámara y también cuidaría de los diferentes protocolos de actuación, Rorschreck detección de posibles puntos débiles, y prevención. Yo iba equipada para la ocasión, centai blindado, armas de fuego y corto alcance. Preferiría solucionar la situación con sutileza, en función de su modo de operar. En mis puntos primordiales estaba encontrar la estructura de su jerarquía, y si la había, desacreditar o destruir a los altos mandos.

La calle era un hervidero. En la zona en la que habían desembarcado se oían continuamente explosiones, gritos, y también las marabuntas producidas por la gente que corría como pollo sin cabeza hacia ningún sitio. Durante los primeros minutos me dediqué a evaluar el escenario, y ayudar, tomando la forma de un guardia, a evacuar a los heridos de esa zona. El ejército no tardaría en llegar, dado que se trataba de una confrontación hostil. Con un cambio de ilusión adecuado, me entremezclé con los cuerpos paramilitares, convirtiendo sus ojos y oídos en los míos. Tras salir de detrás de uno de los camiones del que habían desembarcado varios hombres armados,

- Memorándum, pincha las cámaras de seguridad. Unter der Linden. A ver si no las han reventado todas. Tienen un efectivo grueso en esa zona. - dije mientras encontraba un punto limpio tras los escombros de los edificios. Avancé y pisé algo blando. Resultó que era un brazo. Estaba dentro de un montón de escombros que olían a polvo y sangre. Durante un sólo segundo, tuve ganas de salir corriendo de allí. Por muy preparado que estés, siempre hay un instante en el que tu instinto te grita, por encima de todo. Lo importante era no caer en ello. Me arrodillé y recogí su pistola, sujetándola en la mano. Comprobé el cargador y quité el seguro. Intentaría evitar a las bestias lo máximo posible, buscando siempre asegurar las zonas, alejando a los civiles. La reacción estaba resultando demasiado lenta. El apoyo de tierra había llegado, pero y el aéreo. ¿Dónde estaban?

. . .

Dentro del centro comercial, el Capitán América observó como un hombre se presentaba ante ellos. Era de complexión fuerte, y portaba un símbolo en su pecho que había sido capaz de reconocer tras estudiar los datos que concernían a los superhéroes procedentes de dimensiones alternativas. Le congratuló saber que el joven que portaba ese escudo se trataba sin duda de superboy, un joven dotado con un sin fin de cualidades que le serían muy útiles a la hora de enfrentarse con los invasores.

- Es un honor contar con usted, señor Kent. Me alegra que nuestros compañeros de la liga estén dispuestos a llegar hasta aquí. - sonrió, para después levantar un dedo excusándose. Habló por el intercomunicador que tenía adherido a su oído, para después volver con la pareja. - Hay problemas. Según nos notifica el equipo aéreo, varias de esas criaturas se dirigen hacia aquí. Pero esto esta lleno de civiles. ¿Creen que tendrían oportunidad para interceptarlos mientras nosotros tratamos de desalojar el edificio?- preguntó a ambos. Conocía el B.P.R.D de muy poco, pero sabía que se trataba de algún tipo de organización de defensa, que había permanecido oculta por el gobierno. Por lo que le habían informado, la amenaza se había considerado de tipo alienígena, y no sabía si disponían de las herramientas necesarias para enfrentarse a ella. Sin embargo, no estaba en disposición de medir las capacidades de ambos, así que les dejaría una pequeña sección de apoyo terrestre, que les cubriría les espaldas. - Salgan por la parte delantera y traten de interceptar al grupo. Redúzcanlos en la medida de lo posible, si no, tienen orden de eliminación. Traten de localizar al líder, si pueden, y deténganlo con vida a menos que eso suponga una amenaza a su propia seguridad. Quizá podemos conseguir que se detengan, si avergiuamos a qué han venido. - ordenó el mayor Rogers, antes de girarse y dirigir a sus escuadrones elegidos bajo las órdenes de la pareja. - Aquí tienen. Mantengan el canal de comunicaciones abierto en todo momento. - dijo tendiéndoles a ambos un equipo para escuchar y contactar si fuese necesario. - Que tengan suerte. - dijo, antes de hacer un saludo y recoger el escudo del suelo, corriendo hacia la parte trasera del centro, donde una unidad ya estaba retirando los escombros para facilitar la huida.

El centro comercial volvió a temblar cuando el impacto de dos cañones de energía, provenientes de la campaña aérea, chocaron contra una de las enormes columnatas, y la destruyó, provocando que cayeran escombros exteriores y la estructura interna se resintiera. En el exterior un grupo de reptilianos se aproximó trepando sobre los escombros, con las manos en las armas, dispuestos a adentrarse a carrera media en el interior del edificio. Muchos de ellos mostraban unas extrañas sonrisas retorcidas y temerarias. Otros se dedicaban a abrir paso, apartando a patadas los cadáveres del suelo, que estaba cubierto de polvo, y pegajoso a causa de los restos de las entrañas de los que ya habían caído. El ruido de la batalla aérea resultaba ensordecedor sobre sus cabezas, a causa de algunas naves rezagadas que no se habían alejado aún de la zona civil. Cuando los aliados se replegaban, algunas de las naves atacantes volvían a sobrevolar la zona, sin dejarse llevar por el intento de la fuerza aérea por alejarlos de la zona civil. Eso sólo podía significar una cosa. Las bajas, fueran cuales fueran, no eran importantes. O aún peor. Eran su objetivo. Podía suponer que su único interés era producir una guerra, una cruenta batalla campal sin cuartel en la que primaba la muerte de los civiles. Quizá en un intento de demostrar su fuerza o de obligar a la raza humana a una rendición.

Sin importar sus capacidades u objetivos, ese fin era inadmisible.

No muy lejos de allí, las detonaciones de la pistola habían puesto en guardia a la mujer azulada, al hombre verde y también a las tres criaturas reptilianas que les acompañaban. Dos de los tiros alcanzaron a sus objetivos. Uno de ellos cayó fulminado en el suelo, mientras el otro se aquejaba de una herida en el brazo. Todos se giraron, y esgrimieron sus armas, atacando en la dirección donde la alemana se parapetaba tras el coche, dado que no tenían claro de donde habían venido los disparos, mas que de una forma aproximada.

- ¡Id a ver que ha sido eso, inútiles!- exclamó la fémina azul.

Volví a parapetarme y apreté los dientes cuando noté la ráfaga golpear el vehículo, y levantar el suelo a mi alrededor. Cualquier mal rebote podría ponerme en una situación comprometida. Una bala perdida era tan mortal como una bien apuntada, si la suerte o la física no estaba de tu parte. Aguanté el tipo, estoica, tratando de luchar por todos los medios en conservar la calma, y mantenerme bajo control.

- Has hecho dos impactos de tres. Uno de ellos mortal. El resto de criaturas no parecen sentir ningún tipo de afecto o preocupación por la que ha caído. La otra ha sido dañada en el brazo, pero creo que el tercer disparo a rebotado en sus armaduras. Ten cuidado a donde apuntas. - la voz de mi hermano me esclarecía la mente, extraía con su fuerza empírica toda posible emocionalidad de mi cabeza. - Una de ellas se aproxima a ti por la izquierda. Yo te diré cuando. - aguardó durante unos segundos, y entonces, escuché de nuevo su voz. - Ahora. - durante ese timpo, mi única intención había sido estudiar mi entorno con detenimiento. Captando todos los detalles posibles. Luego, me coloqué en la postura mas cómoda que fui capaz, y entonces, al oír su voz, activé mi camuflaje, permaneciendo en silencio total. Las criaturas rodearon el coche entonces, mientras yo mantenía mi respiración al mínimo.

- ¡No hay nada!- exclamaron, tras rodearlo, y continuar avanzando, paso a paso, alejándose de ella, pero desde donde aún podían verla.

- ¡Peinad todo el lugar! Nosotros vamos a bajar ahí abajo. Parece que ha habido algún problema. - exclamó la mujer tras sacarse un intercomunicador de la oreja, cargando una flecha en su arco, y dirigiéndose a la carrera, acompañada del hombre verdoso, hacia el centro comercial.

- Aún pueden verte. No te muevas. - la voz de mi hermano resonó de nuevo en mi oído. - Parece que tendrás apoyo en el centro comercial. El Capitán América está dirigiendo la operación allí dentro, y tiene un par de jóvenes en las puertas que están bloqueando el acceso. Tienen una fuerte capacidad ofensiva. Deberías intentar localizarlos y unirte a ellos en la labor de desalojo. - le indicó su hermano, ofreciéndole un modo seguro de bajar hacia allí. Pero antes, tendría que quitarse a esos dos alienígenas de encima.

[FDP: Están armados con pistolas de energía, láseres, etc. En cuanto lleguen a la parte delantera del centro comercial, intentarán entrar. Disparan a matar, y por diversión, así que tened cuidado. ¡Fuerza, compañeros!]

Llevaba varios días en la nación germana. El centro oeste de Europa siempre había sido un punto álgido de las doctrinas nórdicas. La raza, la lengua, las costumbres de esa zona del globo desde antaño habían estado muy ligadas a la cultura asgardiana. Brunilda había sido invitada a la inauguración de una comunidad de creyentes de los antiguos dioses nórdicos. La valquiria no solo cumplía funciones de emisario de la muerte y guía hasta el más allá, como diosa asgardiana era su deber acudir a los llamados de sus fieles y ayudarlos tanto en tiempos festivos como en tiempos de necesidad. Las celebraciones en su trabajo eran pocas y por eso la guerrera  esperaba esas ocasiones tan inusitadas con beneplácito y alegría. La comida, la bebida, música, el baile y el ambiente de alegría todo en abundancia era lo que caracterizaba las fiestas de su raza y de sus creyentes. Al entrar en el salón, que estaba decorado y preparado con un estilo vikingo modernizado, se sintió dichosa.  Le recordaba a los antiguos tiempos.  A Brunilda le encanta estar con aquellos midgarianos que eran afines a ella en pensamiento y creencias. Además, la vanagloriaban por su labor.  

Tras varios días de celebración, aquel 28 de marzo la asgardiana se acercó a la capital Alemana acompañada de un grupo de fieles que querían mostrarle en lo que se había convertido la ciudad. Hacía muchos años que ella no se adentraba enlas calles de esa ciudad. la verdad es que el progreso midgariano con sus altos edificios y sus ciudades cada vez más tecnologizadas no la agradaba mucho. No obstante, aquel grupo de simpáticos creyentes la había dicho que las cervecerías de Berlín eran grandiosas y ella por supuesto que quería comprobarlo. El ambiente entre el grupo era distendido. Aunque Brunilda era una persona con un carácter un tanto serio no podía evitar reírse de vez en cuando con las ocurrencias de ese grupo. De un momento a otro tuvo un mal un presentimiento. Su ceño se frunció y se notó como el ambiente se volvía terso. Peligro. Instantáneamente notó ese desagradable aroma de ruina y un sabor a metálico a sangre y muerte llenó su paladar. Sus ojos azules adquirieron un brillo peculiar. Un aura cubrió a varios de los fieles que la acompañaban. Sabía muy bien que ellos iban a morir de un momento a otro. La valquiria no dicho nada sobre aquel hecho las personas eran más felices ignorando el día y la hora en que la parca les llevaría al mundo de los muertos. Para las personas de fe nórdica sería más bien el momento donde las Nornas cortarían su hilo en el tapiz de la vida.

Un violento murmullo rompió la tranquilidad que precede a la tormenta. Una luz roja traspasó a uno de los hombres marcados por el aura de la muerte.  Cayó al suelo cubierto de sangre. Tras él otro de los del grupo fue golpeado por una especie de rayo de energía desintegrandolo. Frente a ellos empezaron a surgir múltiples enemigos de un aspecto peculiar. Se puso delante de las personas que la acompañaban, intentando proteger a sus fieles. La valquiria invocó a su fiel Aragorn, ese caballo mutado que tenía aspecto de pegaso, y a su fiel espada colmillo de Dragón. Apeló al grupo a subirse sobre el lomo de su fiel corcel. Con gestos dio órdenes a  Aragorn de llevar a sus creyentes a un lugar seguro. El caballo hizo un asentimiento de cabeza a su jinete y una vez  los fieles estuvieron sobre su lomo, el caballo abrió sus alas y despegó. Uno de los seguidores no se sujetó bien y al momento de surcar los cielos se soltó y su cuerpo se estampó contra el suelo.  tres contó la asgardiana, los que estaban marcados por el augurio. Brunilda se acercó a los invasores y les hizo frente con su legendaria espada, dando mandobles a diestra y siniestra. Una vez que hubo dado cuenta de unos cuantos, se dispuso a llevar a esas tres almas al Valhalla. Inmediatamente la guerrera se teletransportó al lugar donde reciben descanso eterno las personas nórdicas, dejando a aquellos tres fieles en su morada. Una vez estuvieron ubicados ella se volvió a teletransportar al lugar de la acción. Vio cómo un grupo de héroes se apiñaba en un centro comercial cercano. Al llegar al lugar vio el destello de un brillo rojo. Era el fulgor de un arma que conocía realmente bien, el escudo de Steve Rogers. Su compañero de los Vengadores se encontraba allí. Ella presurosa por encontrarse con el hombre que había combatido en mil batallas, corrió a toda prisa en la dirección de aquel reflejo. Brunilda llegó cuando el militar estaba dando los informes de la situación. ella se  cruzó de brazos un poco alejada del grupo, escuchando la perorata que el Capitán Rogers  les estaba dirigiendo.

- Abrir camino, es lo que mejor se me da.-  dijo la guerrera como si estuviera muy cómoda con la situación. después de todo la batalla era su estado natural. Limpió su espada con un trozo de cuero, que siempre llevaba para lustrar el arma. Una vez claras los órdenes y la labor de cada cual, la rubia se dispuso a encarar frente a frente a los enemigos que les estaban atacando miserablemente.

Llevaba bastante tiempo sintiéndose mal a medida que la presencia demoníaca que anidaba en su interior crecía y se iba haciendo cada vez más fuerte. Su salud física se había deteriorado a un nivel alarmante, consumiéndola hasta dejarla demacrada, con las mejillas hundidas, los pómulos marcados y las entradas del cabello cada vez más acusadas. Si alguno de sus compañeros de la Young Justice la viera ahora, no la reconocería, y de hecho había dejado incluso de visitar a Andy en Azarath, pues lo último que deseaba era que la viera en aquél lamentable estado. Por alguna razón, la opinión que el chico tuviera acerca de ella, de algo tan tonto como su físico, le importaba más que la de los demás, y sentía que no podría soportar su expresión de horror si la viera ahora.

Hacía más de dos meses que no veía a sus compañeros, desde que se había trasladado con Andy a Gotham. Su batalla contra la herencia demoníaca de su padre se había vuelto más encarnizada coincidiendo con aquello y había tenido que centrar todos sus esfuerzos en su lucha por mantenerla bajo control. Ni siquiera había podido ir a la boda de su amiga Artemis, algo que lamentaba profundamente. Sin embargo, el comunicador que llevaba prendido en el broche de la capa aún seguía activo, y por eso pudo oír el llamamiento desesperado de Superboy. Había dejado de acudir a las misiones de grupo por sus circunstancias personales, pero aquello... aquello era diferente; Había una guerra en Europa y Superboy estaba solicitando ayuda médica. Habría heridos, cientos... y aunque sabía que aquél no era su lugar, que ella no era ninguna guerrera y que posiblemente no sería más que un estorbo para los verdaderos soldados, sabía que no podría evitar acudir, porque era una émpata, y una émpata no tenía más remedio que ir allá donde se la necesitara.


Dentro del centro comercial, una nube oscura y sulfúrea se formó a muy pocos metros de donde Superboy se encontraba luchando. De su interior emergió una mujer extremadamente delgada que se cubría con una túnica azul y una capucha que mantenía oculto su rostro. La mujer no perdió el tiempo en saludar a Superboy o en tratar de localizar a los aliados en aquella batalla. Por lo que a ella respectaba, los demás podían enzarzarse los unos con los otros si ése era su deseo, pero ella, como émpata tenía una labor mucho más importante: llevarse el dolor de los desamparados.

Sentía dolor en una pila de escombros cercana, así que fue hacia allí y descubrió a un grupo de personas que habían sido sepultadas por los cascotes. Con premura, fue liberándolos uno a uno, y conforme lo hacía, sujetaba sus cabezas entre sus manos y se concentraba. La silueta oscura de un pájaro enorme surgía entonces de ella, proyectándose hacia el herido mientras la azariana absorbía el dolor de sus heridas y éstas se reproducían en su cuerpo durante el tiempo que tardaba en expulsarlas de nuevo. Su frente estaba perlada de sudor que corría y resbalaba por sus mejillas a causa del sufrimiento que le provocaba cada nueva curación. Tan intenso era su dolor, tan profunda su concentración, que le fue imposible percibir a uno de los soldados badoon que había conseguido superar las defensas que trataban de contener la intrusión enemiga en el centro comercial y ahora la apuntaba con su pistola de partículas...

[FDP: Disculpad la tardanza. Motivos personales. Procuraré que esto vaya mucho mas rápido en el futuro. Gracias por seguir colaborando en el tema y permitir que siga abierto.]

En un alarde de capacidad previsora, Superboy utilizó a esfera para conseguir apoyo. Algunas de las emisiones que se llevaron a cabo fueron transmitidas a unidades colindantes, que sin embargo, en su mayoría, remitieron señales negativas. En otros lugares estaban teniendo lugar sus propias batallas campales y resultaba imposible para las unidades abandonar su actual posición sin renunciar a los espacios que estaban tratando de proteger. Las pocas que devolvieron una señal afirmativa, se dispusieron a dirigirse al lugar que señalaban las coordenadas que Superboy les había remitido. Las líneas estaban ocupadas de un modo constante con mensajes plagados de voces que trataban de mantenerse bajo control, pero en las que se notaba una necesidad apremiante. Pero las unidades eran las que eran. La superioridad de esos invasores había quedado clara desde el principio, y para los héroes que se habían prestado a defender las diferentes ciudades asediadas, no había duda de que aquello se había convertido en un último intento desesperado por defender lo que parecía perdido sin la intervención de un milagro.

Pero eso era lo que la gente que corría despavorida, que gritaba por las calles, que se apilaba bajo los escombros y caía de los edificios que abatían los láseres procedentes de las naves que los sobrevolaban a toda velocidad, esperaban de ellos. Esperaban auxilio. Salvación. Esperaban lo imposible.

Las bajas comenzaron a notarse desde el momento en que la escaramuza enviada colisionó contra los dos protectores, a los que se habían unido más manos de última hora, que habían sido mas que bien recibidas. Superboy, a pesar de su gran fuerza, veía limitada su capacidad al encontrarse la escaramuza entre quienes peleaban a su lado, pero evitó que otro grupo de alienígenas se unieran a estos demasiado pronto, dando así una leve ventaja a sus compañeras. Si no hubiera interceptado a ese grupo inmenso, reteniéndolo con el lanzamiento de escombros, estos habrían sobrepasado en número de una manera insalvable a las luchadoras que, cada una a su manera, estaban tratando de resistir.

Las dotes de May impidieron que un grupo reducido iniciara una incursión, pero se encontró con mas dificultades de las que pensaba, pues si bien sus cortes y golpes impactaban en sus enemigos, no hacían todo el daño que debieran, lo cual dejó claro a la mística que se trataba de criaturas con una resistencia muy superior. Invocando la magia en la hoja de su espada, consiguió que el grupo que había empezado a asediarla se dispersara en un choque que los arrojó de espaldas, privándolos de aliento y, en algún caso, produciendo lesiones craneales o espinales que impedía que se volvieran a levantar. Pero no tuvo tiempo de detenerse, ya que los envites de aquellos que continuaban en pié la mantenían ocupada, y su sentido de la precognición recibía una sobrecarga de información de manera constante que acabaría por pasarle factura.

Brunilda, por su parte, encontró que algunos de sus enemigos se habían lanzado al ataque, todos a la vez, sin orden ni concierto. Pretendiendo arroyar a la valkiria, que con movimientos certeros y sagaces, se deshacía de sus oponentes, si no hiriéndolos de muerte, ya que no podía calcular sus golpes con la exactitud que hubiera deseado, debido a su gran número, sí conseguía deshabilitarlos durante varios segundos preciosos, en los que su zona de actuación mantenía un espacio suficiente para que no la cercaran entre todos. Como si los escombros no presentaran dificultad alguna a la hora de apoyar sus pies, dio unos pasos decididos en el momento en que encontró un hueco, y atravesó con su espada en una hermosa filigrana a tres de sus oponentes, rebanando dos cuellos, y abriendo las entrañas de un tercero justo sobre las dos piernas, con brutalidad, haciendo que la criatura soltase un chillido espeluznante. Evitando dos disparos que se habían dirigido al lugar que segundos antes había ocupado su cuerpo, la asgardiana se movió de nuevo entre el grupo, parapetándose tras los enemigos, a los que algunos disparos más atravesaron, dando buena cuenta de lo poco que les importaba a esas criaturas el bienestar de sus propios combatientes.

Raven, que había hecho su aparición, llegó como una bendición sombría a quienes estaban padeciendo el dolor del derrumbamiento que el ataque a la fachada había causado. Mientras la cubrían los soldados, que procuraban mantener a raya a los tiradores del ejército invasor, el ser alma se proyectaba fuera de su cuerpo, absorbiendo el mal que la batalla había causado, y provocando unos momentos de alivio muy preciados entre los heridos. Pero su concentración, que se veía mermada por el continuo dolor que percibía a su alrededor, impidió que viera cómo uno de los aliens se abría paso entre un boquete de los escombros, apuntándola con su arma. Al estar tan próxima a la puerta, May tuvo la suerte de verla, y ser capaz de socorrerla. Pero eso la obligó a retirar durante un instante la mirada de la dirección por la que una cabeza azul asomaba, seguida de una verde.

La flecha silbó en su dirección, y parecía a punto de dar a su objetivo, salvo por que a mitad de camino, con un estallido, explotó haciendo una deflagración, y produciendo una onda expansiva que sin duda produciría un temblor que resentiría la estructura de todo el centro comercial. Los soldados, que no esperaban semejante explosión proveniente de una flecha en apariencia más inofensiva, cayeron sobre el suelo algunos metros de distancia, algunos golpeándose contra las mismas puertas del centro comercial, otros, rodando sobre el suelo, y necesitando algunos segundos para levantarse y formar de nuevo. Más cerca del núcleo se encontraban Brunilda. Algo mas alejada, May. Superboy, desde su actual posición, sin duda habría sido capaz de paliar algo los efectos de esa onda, aunque no habría podido esquivarla por completo, lo que desvió su trayectoria, alejándolo por un instante del núcleo. Raven tenía la suerte de haberse encontrado cubierta por el montón de escombros del que continuaba sacando a la gente, lo que impidió que cayera, pero el estruendo la ensordeció, y todo el ambiente se llenó de calor y polvo, dificultando su respiración.

- ¡QUE ESTÁIS HACIENDO! ¡A POR ELLOS! - exclamó con vehemencia la Centuriana, con un gesto de desdén en su ojos.

Con un grito de guerra ensordecedor, que parecía capaz de enmudecer la continua melodía trágica de los heridos, los aviones sobrevolando la ciudad seguidos de las naves invasoras, y los edificios deshaciéndose en una cacofonía plagada de miseria, el Badoon se lanzó a la carga, seguido de un contingente reptiliano que atacó con una ferocidad que convertía la anterior escaramuza en un mero divertimento. El badoon descargó una salva de balas, tratando de apuntar a las dos mujeres. El auricular crujió.

- Informe de situación, primera línea de entrada. Hemos oído una terrible explosión. - exclamó la voz del capitán Rogers. - Primera línea de entrada. ¿Me reciben? Voy a darles apoyo. - el auricular dejó de crujir.

La Centuriana cargó de nuevo su arco y trató de localizar a Superboy. Le había visto desde lejos, arrojando terribles escombros sobre su ejército, y no pensaba tolerar que un arma de ese calibre continuara suelta. El moreno se había convertido en su prioridad.

Raven pudo sentir mas dolor en el exterior. En la línea de tiradores, un hombre sufría terriblemente. Su columna se había quebrado con la explosión, incluso a pesar de las múltiples protecciones, y su médula estaba vertiéndose a través de las fracturas, dando lugar a un terrible dolor. Nada podía hacer para salvarlo, pero quizá pudiese evitar su tormento el tiempo necesario para que encontrara descanso.

La batalla se intensificó de una manera brutal, mientras el enemigo parecía multiplicar su número, como salido de la nada. En el interior, los alienígenas trataban de retirar el cadáver que May había atravesado por el ojo con una de sus cuchillas, y disparaba contra el boquete, tratando de hacerlo mas grande y conseguir así acceder al interior por un lateral. El láser que había derribado el pilar había venido bien para realizar un punto alternativo de entrada, ahora que el principal parecía oponer resistencia.

Tras la marcha de las criaturas, la alemana no había perdido el tiempo. Había estudiado la situación, y sólo cuando estuvo preparada, y uno de ellos desvió la vista, decidió actuar. Oprimiendo el gatillo en dos ocasiones, atravesó a una de las criaturas en la pierna y el cuello, mientras la otra se daba la vuelta, desconcertada. Sólo tuvo tiempo de observar una figura que corrió a parapetarse tras una calle, y con un chillido furioso, se precipitó en su busca. Lo que no esperaba es que estuviese ahí mismo, tras doblar la esquina.

Haciendo acopio de todo mi saber estar, nada mas desaparecer de su vista, mi di la vuelta, me detube, y levanté el arma a la altura donde la criatura tenía la cabeza. Disparé demasiado pronto, y erré el tiro, pero era complicado para la criatura detenerse tras su carrera frenética, y cuando di los siguientes cuatro, atravesé su cráneo, haciendo que su cuerpo se desplomara a mi lado. Me noté a mi misma sudorosa y jadeante, pero sentía un frío que me subía por el cuerpo, que sólo se convertía en un ardor imparable en mi brazo, a causa del peso y la vibración producida por los disparos del arma. Hasta que no te encuentras en la situación, no sabes lo productivo que puede ser conocer tu entorno, y tener la ventaja táctica de la sorpresa. Es algo que jamás habría hecho si mi enemigo fuese superior a uno. Pero en una circunstancia como esa, nada volvería suceder de un modo tan igualitario.

- Por lo que puedo percibir, la zona está despejada. Si bajas por la colindante, llegarás a tiempo para servir de apoyo al desalojo del centro comercial. - por algún motivo la voz de mi hermano llegó a mi cerebro como si se tratara de un desconocido. Hasta que me dijo lo único que necesitaba oir.- Corre.

Tratando de bombear mis piernas a su máxima capacidad, me había deslizado a través de las callejuelas colindantes, evitando la avenida principal por la que bajaban los enemigos. No podía limitarme a seguirlos o algún rezagado podría descubrirme, y de ser así, estaba perdida. A campo abierto, rodeada, y sin ningún tipo de apoyo mas allá del que pudieran brindarme los parapetos improvisados de los escombros, no tardarían en reducirme, pues me superarían en número con rapidez. Mi objetivo principal era bajar y comprobar la situación en el centro comercial, que parecía un punto de interés para los invasores, y donde yo podría conseguir apoyo y cobertura.

Aquel ataque alienígena la había tomado por sorpresa, como parecía ser para todos los demás de la zona. El aire destilaba ese aroma a sangre y muerte que para ella era tan familiar. Tan solo contaba con la información que le llegaba de sus sentidos. Sin embargo, era suficiente para que Brunilda se hiciera una idea de la situación en la que se encontraba. Era un misión de conquista, una raza sobre otra. Podía percibir los signos para establecer esa premisa. Los habitantes de aquella zona de Midgard estaban siendo atacados por lo que parecían gentes procedentes de otro mundo. Los conquistadores les superaraban en número pero ese nunca había sido un problema para la valquiria. Las cuentas siempre solían saldarse a su favor aunque a primera cuenta parecieran desfavorables.

Tras la arenga a las tropas de Steve Rogers Aka Capitán América, la nordica tomó posiciones y se dispuso a cumplir con su cometido. se colocó el transistor en su oído imitando a los demás. La verdad es que no tenía ni idea de cómo se usaba aquello. tampoco pensaba que lo fuera a necesitar pero no desautorizó al Capitán delante de sus tropas.  Le hizo un gesto con la mano a su amigo y compañero de mil batallas en los Vengadores como diciendo nos vemos luego. A pesar de que ni sus palabras ni sus gestos lo mostrasen ella confiaba plenamente en quien fue en su mundo el fiel Líder de los Vengadores y después  los Vengadores secretos. Era el hombre que más veces había sido capaz de guiar, reunificar y completar un equipo de héroes para salvar el mundo. Nunca lo dirá pero para ella era uno de los midgarianos más nobles y dignos de admiración, seguramente uno  de los varones  al que le otorgaría su vida.

El suyo no era un puesto de discrección y estrategia. Como era bravía, aguerrida, fuerte, resistente y experta en el combate cuerpo a cuerpo ella siempre asumía la función de abrir camino. Estaba curtida en la lucha en el primer flanco de la batalla. Como un tanque que iba arrollando todo lo que encuentra a su paso. La valquiria era hábil y diestra en enfrentarse cara a cara al enemigo tan sólo haciendo uso de su espada y sus manos. En su rostro se mostró un sonrisa un tanto cínica y presuntuosa. Se sentía en su medio natural.

Sus pasos eran vibrantes y poderosos como si no hubiera fuerza en ese mundo que frenar su avance en las filas enemigas. Inmersa en el fulgor de la pugna, agarró las cabezas de dos individuos que le cerraron el paso e hizo que sus cráneos chocasen fuertemente entre sí. Se oyó el crujir de los huesos y  la guerrera siguió enfrentándose a más adversarios, mientras los cuerpos de aquellos dejando a aquellos dos rivales caían  inconscientes en el suelo salpicado de una sangre que no la pertenecía a ella. Contra el enemigo siempre era fuera e implacable. Aunque se viera rodeada nunca le invadía sensación de miedo o desesperación, simplemente cumplía su función. Había estado en muchas batallas y sabia bien lo que era la muerte como para temerla. Sentía más inquietud de perder su estatus y su honor de guerrera que a cualquier herida o sufrimiento dentro del combate. Aquellos invasores se la acercaban con armas de un tecnología extraterrestre que no entendía, tampoco es que tuviera muchos conocimientos sobre armamento súpertecnológico. No obstante, a la rubia no le preocupaba. Sacó su espada y con una determinación inquebrantable realizó varios movimientos con Colmillo de Dragón. En poco tiempo las pistolas láser de los enemigos quedaron despedazadas. Su mágica arma tenía un filo indestructible que podría cortar casi cualquier cosa que se le pusiera por delante.

Relinchos embravecidos se escuchaban por doquier. Su rocín tampoco se quedaba atrás. No era un simple transporte. Aragorn era la definición más fiel de caballo de batalla. Mordía, coceaba y aleteaba golpeando con rabia y brutalidad al enemigo. Era un animal muy inteligente y sabía la potencia destructura de las armas de los Badoom por lo que tenía siempre mucho cuidado para sus laser no pudieran alcanzarlo. A diferencia de su ama, él no era tan  kamikaze. Valoraba más su cuerpo mortal y su vida.

Un explosión hizo que los cimientos del lugar se tambalearan. Una nube de fuego, gas y polvo cubrió la zona del estallido e hizo que poco a poco ese ambiente turbio fuera impregnando la zona colindante. Alguien había detonado un artefacto. Ella no había podido ver quien había sido. Sin lugar a dudas la persona que tenía esa clase de armamento era peligrosa y sobre todo era cruenta. No le había importado sacrificar a los suyos con tal de causar bajas al contrario. La asgardiana frunció el ceño con indignación. Era un actitud deplorable. La valquiria se agazapó para compensar la escasez de aire respirable. Los gases tienden a subir dejando el aire a ras de suelo más respirable que el se encuentra en las capas más altas. Arrastrarse cuando el aire está viciado era algo que recomendaban siempre las fuerzas del orden para  escapar a incendios y desastres humanos. Sin embargo, la asgardiana no sabía esta información por esta vía sino por la experiencias de la vida. Aprovechó esa distracción para arremeter con más furia contra el enemigo.Steve habló y ella lo escuchó por aquel artefacto que en su mente había tildado de inservible.

- Capitán, hay que detener a la persona que crea esas explosiones. ¿Alguien ha visto cómo ha ocurrido?.-

Llegaron refuerzos para los contrarios y eso significaba que debía redoblar sus esfuerzos. En uno de los momentos es en que se vio menos asediada por los contraataques enemigos, tuvo un instante para  invocar su lanza. Sostuvo a Colmillo de Dragón con su mano derecha  y en la izquierda su afamada lanza. Si bien era hábil con las armas tradicionales vikingas, en especial era experta con la lanza. Brunilda era ante todo una lancera. Lanzó ese arma arrojadiza con tanta fuerza y precisión que insertó a varios soldados contrarios en su arma. A través de los cuerpos de las tropas que la rodeaban venían varios pistaros laser. Eso luz roja primero atravesó los cuerpos del enemigo y luego se dirigió a su verdadera presa, Brunilda. La asgardiana cortó el haz de Luz con su espada mágica.

El dolor del soldado Badoon la inundó en el momento en el que la daga de May encontró su objetivo. Su agonía se sumó al dolor que la rodeaba, invadiéndola, atacándola, atormentándola.

- ¡No, por favor, no lo mates! -exclamó al ver que el soldado sólo estaba malherido-. ¡No conviertas lo que hago en una burla!

Rápidamente corrió hacia el ser reptiliano y le puso la mano sobre el rostro, haciendo suyo su dolor para curarle sin importarle que, en aquella guerra, aquél soldado fuera el enemigo. Aquella clase de distinciones carecían de sentido para ella. Amigos, enemigos... Para ella todos eran lo mismo: almas dolientes necesitadas de su consuelo.

La guerra, sin embargo, no parecía dispuesta a ofrecerle solaz; una súbita explosión esparció una oleada de sufrimiento y muerte por todo el centro comercial, y sólo los escombros tras los que se encontraba impidieron que ella también se viera alcanzada, aunque el repentino estruendo la obligó a cubrirse los oídos y tuvo que cerrar los ojos para protegerse del polvo que se levantó.

Los gritos de los heridos resultantes de la explosión y la escaramuza subsiguiente no se hicieron esperar, haciendo que todo lo demás enmudeciera para la émpata.

- Que Azar me ayude... -murmuró con horror-; Por más que ayudo a ésta gente, por más que curo sus heridas, otros caen ante mí. Por cada uno que salvo, dos mueren, ¡es una locura! Odiar es una locura, ¡matar es una locura!

Un dolor particularmente intenso atrajo su atención; En la línea de tiradores, un hombre sufría terriblemente. Su columna se había quebrado con la explosión, y su médula estaba vertiéndose a través de las fracturas. La azariana llegó hasta él, como un ángel de oscuras ropas, y sujetó su rostro entre sus manos. Era evidente que estaba muriendo, sus lesiones eran demasiado graves y escapaban a su control, pero a pesar de saber que no podría hacer nada para salvarlo, no podía abandonarlo a la agonía del padecimiento. Haría suyo su dolor para que, si tenía que morir, lo hiciera en paz y sin sufrimiento.

- Duele... duele tanto... -gemía el soldado.

- Cálmate -le susurró ella con su relajante voz al tiempo que su ser-alma se proyectaba de su cuerpo y les envolvía en un cálido abrazo-. Siente cómo mi energía se funde con la tuya... cómo mi vida se convierte en la tuya.

Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas mientras hacía suyo el lacerante dolor y las heridas se abrían en su propia carne. Dolía mucho... demasiado. No podría soportarlo durante mucho más tiempo.

Al ritmo de una batalla frenética las bajas comenzaron a notarse en ambos bandos, pero sólo uno de ellos se encontraba sitiado entre la entrada del centro comercial y el interior, plagado de civiles, que el Capitán América trataba de poner a salvo en la medida de lo posible. Tenían diversos problemas referentes a su localización actual, entre ellos que sus frentes a vigilar se habían duplicado. El boquete lateral que habían abierto necesitaba ser controlado, y sólo habían podido conseguirlo en base a mantener una pequeña escaramuza que se encargara de ello. Pero los enemigos seguían tratando de entrar, y los escombros y los cuerpos estaban empezando a amontonarse, generando un extraño parapeto. Lo que debía ser una herramienta estratégica de control se estaba torciendo. Aunque no parecían tener ningún tipo de respeto por la vida de sus semejantes, si eran muy capaces de sacar partido a sus cuerpos inertes.

- Pincha la línea, quiero oírlo todo en cuanto esté en su alcance. - No recibí respuesta. Sentí un instante de angustia, hasta que escuché el frenético teclear de mi hermano al otro lado. Sabía que el silencio por su parte sólo podía suponer dos cosas. O uno de sus ataques de narcolepsia, o una profunda concentración. Me alivió saber que se trataba de lo segundo. Para él, el hackeo era como un reto, y siempre trataba de dar lo máximo posible en el menor tiempo. Como si eso supusiera un reconocimiento a su destreza.

- Ha sido fácil. No se han planteado proteger la línea mas allá de lo estándar. Yo tampoco hubiera perdido el tiempo en eso, dada la situación. La superioridad tecnológica habría hecho el esfuerzo inútil. - no me gustó nada lo que eso quería decir. Significaba que con toda probabilidad, nuestro sistema de red segura también estaba en peligro.

La voz del Capitán Rogers llegó de forma clara a mis oídos. Apoyo. Eran buenas noticias. Una voz femenina interrumpió la transmisión con la fuerza de un trueno.

-Capitán, hay que detener a la persona que crea esas explosiones. ¿Alguien ha visto cómo ha ocurrido?- estaba convencida de que debía tratarse de la mujer. Asegurándome de que la ilusión se mantenía, y que el distorsionador de voz funcionaba de manera adecuada, informé de la situación.

- Ataquen a la mujer de piel azul y cresta roja. Parece la líder y debe ser nuestra prioridad. - mi voz sonaría clara, pero distorsionada en sus oídos, haciendo imposible identificar mi sexo.

Brunilda no tuvo tiempo de prestar demasiada atención a la interrupción. Desde un lateral, surgió una salva de disparos que obligó a la asgardiana a efectuar acciones evasivas drásticas, e incluso con ello, era posible que entre todo el caos, chocara contra alguno de los numerosos enemigos que continuaban rodeándola y no fuese capaz de esquivar por completo el cruento ataque. Teniendo en cuenta que no les importaba atacar a los suyos, la cantidad de enemigos que les rodeaba no sólo dificultaba sus acciones, si no que además la limitaba, convirtiendo la arena en un espacio laberíntico donde las paredes las formaban los soldados reptilianos. Un escenario que no dejaba de cambiar, moverse y mandar continua información a sus sentidos sobre-estimulados por el fragor de la guerra. De entre todos los reptilianos, una silueta inmensa se recortó entre el polvo. Czar Doon el Badoon, empuñó su arma. Miró durante un instante a Brunilda a los ojos, y relamiéndose, volvió a disparar. Parecía muy obcecado en atacar a la asgardiana.

Para May, la situación no mejoró. A ojos del enemigo, el hecho de que hubiera perdido una de sus extremidades la había convertido en un blanco fácil, y sus intentos se volvieron más feroces intensificando las acometidas. Tuvo suerte de que sus aliados aún las cubrieran, pues en el momento en que un reptiliano se acercaba por detrás, fue atacado por el escudo del Capitán América, que pasó silbando para impactar en el rostro del ser, cuyo cuerpo fue perforado por las balas de los soldados apostados en las líneas defensivas de la entrada. Steve Rogers apareció para darle unos segundos valiosos. Eso le permitió retomar una correcta postura con el arma, que le permitiera al menos defenderse, aunque sus ataques tuvieron que reducirse, para poder salvaguardar su seguridad.

A superboy no le había hecho falta la información de Solaris para actuar en consecuencia. Ya había tomando la delantera, con la ventaja que le daba su vuelo, para localizar a la centuriana. Tras despejar arrojando un coche una sección saturada de llegada, lo que aplastó a un buen número de atacantes entre una pared derruida de un edificio lateral al otro lado de la calle, y el coche que había lanzado contra ellos, convirtiéndolos en una masa repugnante de piel, huesos, músculos al descubierto y sangre que se coagulaba sobre el polvo, lanzó sin pensarlo sus rayos láser. Las dos líneas candentes provenientes de los ojos de Superboy impactaron contra el suelo, seccionando el asfalto, mientras la mujer corría a parapetarse, tras los escombros. Aunque su armadura estaba preparada para omitir los rayos láser, puesto que era el arma más común a nivel universal, no era lo mismo un disparo, que un rayo mantenido. ¿Qué Blotz era ese hombre? Era imposible que se tratara de un terrano común. Los rayos láser fundieron todo a su paso, y al alcanzar las tuberías subterráneas, las seccionó. El agua se calentó en un instante, y la diferencia de temperatura y la presión produjo una explosión que lanzó a los contendientes a varios metros, incluídos entre ellos a Brunilda, Czar doon, Rogers y May. La zona se resquebrajó con el enorme agujero en el asfalto, de donde salían las cañerías retorcidas. Brotaban litros y litros de agua y vapor dificultando la visión, mientras todos trataban de recuperar posiciones antes que sus enemigos. No había llegado a afectar a la línea de defensa, sólo al núcleo donde se llevaba a cabo el enfrentamiento más encarnizado.

Superboy pudo escucharlo con claridad. En sus oídos, ese silbido era tan agudo que casi dolía. La flecha trató de impactar en su cuerpo, y haciendo uso de sus reflejos la esquivó sin problema. No habría sido destacable de no ser porque desde el instante en que erró el tiro, la flecha efectuó un giro antinatural, y volvió hacia su cuerpo. Con una melodía de silbidos indescifrable la flecha parecía perseguirle con una velocidad y una insistencia imposible para una flecha normal. Cuando el vapor comenzó a desvanecerse, Delphinia parapetada tras unos escombros y con la mirilla biónica sobre uno de sus ojos, efectuaba toda una sinfonía de silvidos hasta en 6 octavas diferentes. Para superboy aquella única flecha de yaka había pasado a ser un enjambre. Venía de todas partes, avanzaba, le rodeaba, y cuando la esquivaba, daba la vuelta y volvía hacia él. Ni siquiera se centraba en zonas mortales, sólo acometerle sin parar, haciendo el mayor daño posible a cada parte de su cuerpo que le quedaba al alcance.

Me aproximé hacia la primera fila de defensa, en mi ilusión, la idea de un soldado más del ejército. El arma que llevaba en las manos aún tenía alguna bala. Por el camino, me limité a atacar a dos de los seres que trataban de unirse a la escaramuza, para impedir que frenaran mi camino. Dos tiros a uno de ellos en la espalda y el cuello, y uno limpio en la cabeza al segundo, que se había propiciado por que tenía medio cuerpo atrapado y le había encontrado intentando deslizarse bajo los escombros. Mientras me escurría por la parte de atrás, e intentaba plantearme ayudar en la cobertura, el suelo entero tembló. Con el movimiento, empujé sin pretenderlo a una joven que se hallaba junto a un soldado, en el instante en que éste exhalaba su último aliento. Otra de las columnas laterales del centro comercial se desgajó. No fui capaz de percibir nada de lo que ella había estado haciendo con su ser alma. De la increíble labor humanitaria que estaba llevando a cabo, tanto entre aliados como con los enemigos. El sufrimiento que la joven padecía estaba justificado por completo, teniendo en cuenta que era una émpata, y que la vorágine que estaba viviendo sólo la consumía más y más. Algo que pude ver en su rostro desencajado cuando caí junto a ella, en el instante en que la columna se hizo pedazos contra el suelo.

-¡Cuidado!- advertí, aunque eso no impidió que me resbalara.

- Estáis provocando terribles daños estructurales en la zona. El peso del agua y los escombros va a dañar la resistencia de superficie. Si no tenéis cuidado, acabaréis todos sepultados en las alcantarillas. - Traté de localizar a la joven, y la agarré del brazo, ayudándola a levantarse.

- ¡Tenemos que alejarnos de aquí! ¡Si la guerra sigue concentrándose en esta zona, va a derrumbarse todo! - mi voz distorsionada no sólo se dirigía a Raven, si no también a la onda de radio. - ¿Quedan civiles ahí dentro? - pregunté a la joven, que asumí que estaba con nosotros y controlaba la sección defensiva. Aunque me pareció de lo más extraño. Esa joven no tenía defensas, no llevaba equipación de ningún tipo. ¿Qué hacía allí a campo abierto?

Los horrores del campo de batalla era algo a lo que estaba acostumbrada. Las cadáveres, la sangre manchandolo todo, la devastación, los aullantes gritos de los heridos y moribundos era algo casi diario para la valquiria. Por lo que ese escenario no le representaba ningún tipo de problema para seguir combatiendo sin importarle nada más que socavar las filas enemigas. Estaban rodeados por las tropas contrarias, la guerra era fiera y cruenta. El rival se presentaba como casi imparable, belicoso y despiadado hasta tal punto que no le importaba sacrificar  a sus propios soldados por alcanzar la gloria y causar bajas en el oponente.

A cada instante la contienda se volvía más salvaje. El enemigo estaba dispuesto a todo por hacerles caer. Disparaba a diestro y siniestro sin importar quien caía presa y víctima  de sus disparos. Una actitud que para la valquiria era despreciable. ella se olvidaba de sus compañeros de batalla, luchando individualmente pero nunca negaba la ayuda a un compañero de armas, si podía lo socorría y nunca en su devenir se ocurriría atravesar al hermano de batalla en pos de herir a un enemigo.

Una voz que no conocía y parecía claramente distorsionada invadió el cana que usaban para comunicarse. Aquella desconocida voz estaba dándole la respuesta a la valquiria, sin embargo, la rubia no pudo prestarle mucha atención a la respuesta, puesto que, se vio envuelta en una ráyaga de disparos. algunos pudo bloquearlos con Colmillo de Dragón, otros los esquivó con su agilidad de guerrera. Sin embargo, no pudo evitar que algunos impactos la rozaran e hicieran heridas en sus brazos y piernas. Al ser su piel más densa que la de los midgarianos, las heridas no resultaban de gravedad pero le reducían la capacidad de movimiento.  Como los enemigos estaban por doquier y los disparos caían ligeros como gotas en un lluvia densa, la valquiria no tuvo ningún problema en apresar enemigos a los más cercanos a ella y usarlos  para cubrirse.


La rubia había logrado la atención Czar Doon el Badoon, que en aquel momento se convirtió en su némesis. Ambos buscaban eliminar al otro en un fiero combate. Brunilda cada vez se sentía más inmersa en aquella pugna. En ella cada vez era mayor esa rabia e ira controladas que la facilitaban intervenir en el campo y combatir hasta el final de la reyerta sin importar cual fuera la situación.  

Por segunda vez invocó a su lanza apuntando a su contrincante. Trató de ser lo más certera posible, intentando insertarle en esta para terminar con su peligrosa obsesión. No obstante, los enemigos eran muchos y estaba un poco sitiada. Su movilidad se veía terriblemente minada y su tiro no fue certero. Al menos no como ella esperaba. No pudo ensartar al enemigo en su lanza. pero la lanza golpeó con tanta fuerza el arma que le hizo caer y perderse entre el lecho de cadáveres. Sonrió con esa prepotencia que da despojar al rival de su arma. Volvió a invocar a su lanza para esta vez darle un certero final a su “acosador”. Empero, la situación no salió como la asgardiana vaticinaba.  Una inmensa explosión seguida de una  nube de ardiente vapor impregnó la escena, dificultando y anulando la visión y la acción de la valiente valquiria. Un temblor en suelo y a continuación la tierra se resquebrajó y se formó un enorme agujero en el asfalto.

Nuevamente la misteriosa voz volvió a escucharse por el aparato de comunicación. En esta ocasión Brunilda pudo escuchar la totalidad del mensaje. Enarcó una ceja. Lo que decía él/la desconocid/a tenía razón según lo que estaba observando. La nordica no tenía ni idea sobre infraestructuras ni esas realidades arquitectonicas y urbanisticas, su mundo era un mundo casi medieval pero si podía captar cómo la tierra se estaba abriendo y parecía cada vez más inestable.   de  La valquiria silbó para llamar a Aragorn. El Caballo alado se presentó presuroso ante su jinete.

Tuvo que presenciar con impotencia cómo la muerte se llevaba a aquél hombre, cuyas heridas estaban más allá de sus pobres poderes de curación, pero antes de que pudiera lamentarse por no haber podido hacer más, el suelo tembló y la azariana notó que alguien chocaba con ella desde atrás, haciéndole perder el equilibrio. Tuvo que apoyarse con las manos en el suelo para evitar la caída, y el sobresalto hizo que, al mirar por instinto a la persona que la había empujado, no se diera cuenta de que su rostro estaba al descubierto.

Lo que Solaris vería sería algo más que un simple rostro desencajado. Posiblemente en un primer vistazo lo achacaría a la tensión y los nervios por la batalla, pero si se paraba a mirar con mayor detenimiento notaría que aquél deterioro físico iba más allá de la situación en la que se encontraban. Su piel tenía un color ligeramente más enrojecido de lo normal, su delgadez extrema hacía que se le marcaran los pómulos en unas mejillas hundidas a un nivel que resultaba casi desagradable, y el nacimiento del cabello empezaba mucho más atrás, remarcando el pico en forma de "M" de la frente que realzaba la brillante gema roja.

Tan pronto se dio cuenta de su fragilidad expuesta, la azariana se cubrió de inmediato con la capucha dejando que las sombras volvieran a abrazar sus rasgos y asintió ante la pregunta que le hizo la mujer rubia, permitiendo que la ayudara a incorporarse. Sin decir nada, simplemente se desvaneció en una explosión de humo negro y azufre y se dedicó a ir teletransportando fuera tanto a civiles y heridos como a soldados en pequeños grupos de a seis, asegurándose de que los dejaba en lugares protegidos antes de regresar a por más. Esperaba poder sacarlos a todos antes de que el edificio colapsara.

Cuando el suelo tembló bajo sus pies, tanto los enemigos como los aliados se percataron de la peligrosidad de la situación, antes incluso de que la voz de sexo indeterminado diera el aviso. La plaza se había convertido en una nube de vapor plagada de escombros y polvo, en la que era complicado ver mas allá de un par de metros, y donde sin previo aviso aparecían dificultades. Los tiros, al menos por la parte defensora, habían cesado, a causa de que era imposible proporcionar fuego de cobertura en una zona de nula visibilidad sin arriesgarse a dar a sus compañeros. No era un problema que tuvieran los enemigos, cuya intención quedo clara cuando las armas continuaron sonando a través del campo. La línea de defensa se vió en la obligación de replegarse, buscando parapetarse en la medida de lo posible, en una situación de clara desventaja. Sin embargo, también había una alta probabilidad de que en esa jugada kamikaze, el enemigo mermara en gran número sus propias fuerzas.

Brunilda había mantenido una lucha salvaje con Czar Doon, en la que ninguno de los dos escatimó en esfuerzos. A pesar de la maestría de la valquiria, el mercenario le presentó dificultades, a causa de la superioridad tecnológica de sus armas y de su creciente ferocidad. Como si se tratara de un extraño baile cuyo tempo sólo ellos sabían dominar, se retroalimentaron el uno al otro, y a más embates daba él, más se esmeraba la asgardiana en acabar con su enemigo, lo que provocaba una excitación sanguinaria y un deseo irrefrenable de hacerla caer por parte del Badoon. Después de mucho tiempo, había encontrado una adversaria que se hacía merecedora de que la desmembrara con sus propias manos. No había sentido esa necesidad desde hacía mucho tiempo. Sus últimos trabajos habían estado centrados en saqueos y robos, y al final, lo de matar se había vuelto una herramienta de la que hacía uso por puro tedio. Tampoco esperaba encontrar una emoción así con los terranos, a los que apenas le había costado aterrorizar. Pero esa mujer rubia no era como esos monos asustados. Ella merecía ser ahogada en su propia sangre y sentir como le arrancaba las vísceras.

Por eso cuando se vió interrumpido por la explosión y la confusión, el badoon bramó al aire, despojado de su armamento, y con un golpe brutal, partió un brazo a uno de los reptilianos que había cerca de el, arrancándole el arma de las manos y buscando incansable a la mujer rubia. Trató de buscar el sensor térmico, colocando la mirilla sobre su ojo, para localizarla entre la masa tumultuosa que era la plaza.

Por su parte, tras la aparición del vapor, Delphina ya había tomado esa determinación. El vapor ni impidió que localizara a superboy y le atacara sin cesar con la flecha de yaka. Una y otra vez, silbaba haciendo que la flecha le atravesara la piel y le tuviera entretenido, sabiéndose encubierta por el vapor. Ignoró que el hombre cerró los ojos, pero si supo que su cuerpo se había detenido en una postura. Dando su triunfo por supuesto, la centuriana perdió su oportunidad de matarlo, tratando de prolongar su tormento un poco más, y disfrutando así en el proceso. Así que sus ataques se volvieron más encarnizados. Aún evitando puntos mortales, pero procurando ir a donde hacía daño. Superboy apenas se movía, tratando a duras penas de esquivar la flecha. Aquello provocó un escalofrío tardío de inquietud en ella, y con la creciente sensación de que algo iba mal, atravesó de parte a parte uno de sus gemelos, para después dirigir la flecha hacia su brazo... donde la detuvo. Aquello la paralizó durante un instante, al comprobar como apretaba entre su puño la flecha de yaka. Como no se lo esperaba tardó unos instantes preciosos en reaccionar, y lo hizo tratando de liberar la flecha silbando trazos imposibles de seguir, pero ese estúpido no la soltaba.

- ¡Maldita sea!- rumió mientras buscaba en su carcaj la flecha localizadora, apuntando con el arco hacia el cuerpo de superboy, y soltándola de inmediato, en el mismo instante en que sus rayos destrozaban uno de sus recursos mas preciados. Era muy complicado encontrar Yaka, y sobretodo, conseguir las unidades para poder pagarlo. - ¡NOOOO! - gritó la centuriana, cambiando de sitio, aprovechando la superioridad táctica que le daba el sensor. - Hijo de puta. - gruño, mientras encendía el sensor de seguimiento, y comenzaba a disparar sin apuntar.

Superboy caía a velocidad vertiginosa, y la flecha localizadora pasó de largo. Pero volvería. Volvería por él. Y el resto de sus flechas detrás. Cargadas con cabezas explosivas, convertirían a ese capullo terrano en pulpa. Verle muerto se había convertido en la prioridad.

Fue en el momento en que me fijé en la joven cuando su cerebro tuvo un instante de lucidez. La joven tenía un aspecto enfermizo y ojeroso, y parecía a punto de sufrir algún tipo de shock terrible. La gema de su frente, por la que pasearon mis ojos, me devolvieron a la realidad. Esa chica. Esa chica estaba en la base de datos. Lorenzo me había hablado de ella. Se llamaba...

- ¿Raven?- pregunté. La joven se levantó, se cubrió con la capucha, y en una nube de humo negruzco, desapareció. Me dejó allí, alucinada, hasta que escuché las voces en el interior del canal.

- ¡Atentos, hay un objetivo desconocido que acaba de aparecer!- exclamó una voz.

- ¡La tengo a tiro!- se escuchó un crujido, y varias voces a la vez a través del canal.

- ¡Aborten! ¡Es aliada! Repito. ¡Es aliada! Esta ayudando al desalojo de civiles. - sentí que mi corazón se aliviaba durante un instante, al escuchar eso. Al menos hasta que escuché un golpe al otro lado de mi linea personal.

- ¿Memorandum?- pregunté, esperando una respuesta que sabía que no recibiría. - ¿Memorandum? ¿Me recibes? - tenía que ser la narcolepsia. Siempre era la maldita narcolepsia. - Mierda. - exclamé, apretando la carrera hacia el interior del centro comercial. Me asocié a la pequeña brigada de apoyo que estaba cubriendo el lateral de la entrada, por la que aún trataban de entrar algunos enemigos, mientras de manera organizada, algunos soldados guiaban a los civiles restantes hacia un punto, donde la joven a la que acababa de reconocer aparecía como por encanto envuelta en ese humo zaino para hacer grupos y luego hacerlos desaparecer.

De pronto, el vapor y el polvo se introdujeron en el interior del centro comercial, despejando el campo de batalla, impulsados por una ráfaga intensa de aire que venía desde arriba. Una sombra gigantesca se posicionó sobre la plaza, así como sobre la mitad del centro comercial, cubriéndolo todo en penumbra. La voz del capitán Rogers intervino en el canal.

- Houston. Tenemos un problema. - La enorme nave, acompañada de al menos una docena de pequeñas estaba tomando posición sobre esa zona. Si abrían fuego sobre ese terreno ya inestable, acabarían sin remedio convertidos en escombros.

La zona se iba volviendo cada vez más inestable, el campo de batalla estaba a punto de colapsar. La opción más lógica era emprender una acción de retirada y continuar la batalla en un sitio más estabilizado. Sin embargo, estaba segura que al enemigo le daba igual que las vidas de los suyos corrieran peligro o tener un victoria digna. Al contrario, al rival le daba igual que sus soldados perecieran sepultados en las ruinas del lugar si con ello conseguía minar, romper y someter a la resistencia.

De alguna manera tenían que organizarse y realizar alguna acción de salvamento. Sin embargo, Brunilda no estaba preparada para emprender esa misión. La asgardiana era tan sólo una guerrera su lugar era la arena de combate. No tenía ni los conocimientos ni las destrezas para auxiliar, socorrer y ayudar a compañeros heridos y civiles. Ella se situaba siempre en el avance, dando cara a cara al enemigo.

No quedaba otra salida que dejar que todo se viniera abajo junto con los numerosos  enemigos  que estaban en el terreno de combate. Desde el aire podría divisar todo el perímetro  y descubrir  si  quedaban personas a auxiliar. También  podría ver si los aliados necesitaban su ayuda para salir de la catastrófica zona. Por eso, invocó  a Aragorn. Con la ayuda de su montura podría surcar los cielos y hacer un mejor análisis  y balance de la situación.  El brioso y elegante corcel descendió  de los cielos ante el llamado de su jinete. La rubia se subió a lomos de su caballo genéticamente modificado. Cuando la guerrera estuvo perfectamente  colocada,  Aragorn  desplegó con gracia sus espléndidas  y blancas alas y emprendió  el ascenso.

Aragorn relinchó y a Brunilda le extraño el comportamiento de su fiel compañero. Era una especie de aviso. La asgardiana  miró  al frente intentando dar un contexto y significado a la exclamación  del inteligente animal. Miró  al horizonte y de inmediato se dio cuenta de lo que el caballo alado trataba de decirle. Ingentes naves se aventuraban en la zona de conflicto. La bravía  guerrera  se quedó  paralizada. No había nada que ella pudiera hacer. Ninguna de sus estrategias o su experiencia en combate comprendía  el tema hacer frente a artefactos metálicos  voladores. La asgardiana  estaba versado en el combate cercano y cuerpo a cuerpo. No tenía ninguna idea de cómo hundir la flota enemiga. Tampoco  disponía  de ningún  arma del que pudiera hacer uso. Su espada, aunque poderosa e indestructible, no podía enfrentarse a aquellos aparatos. No sabía qué hacer, lo único que sabía es que no podía ni rendirse ni desfallecer. Lo más conveniente sería pedir refuerzos al organismo indicado para este tipo de amenazas.  Pero la valquiria  a pesas sabía manejar en un uso básico  el teléfono móvil. Además  tampoco  tenía una relación  estrecha con S.W.O.R.D . ni siquiera sabía cómo contactar con Nicholas Fury o S.H.I.E. L. D. para que pudieran prestar sus medios tecnológicos y hacerse  cargo de la situación. Quizá el Capitán supiera que hacer en aquella situación.

- Capi, el cielo está infectado de esos artilugios mecánicos. - comunicó por el intercomunicador. - ¿Se te ocurre cómo proceder?-

Dicho y hecho, Superboy se arrojó sobre el inestable edificio, atravesándolo de parte a parte y destrozando los cimientos y las vigas que contenían toda la estructura, haciendo que ésta se desplomase en mitad de la zona de guerra donde tanto aliados como enemigos luchaban por defender sus posiciones.

La visión de lo que ocurrió después fue estremecedora: la gente caía gritando desde las ventanas del edificio para estrellarse contra el suelo donde, segundos después, terminaba de colapsar la estructura aplastando a parte del ejército enemigo, incluyendo a Czar Doon y Delphina, que quedaron enterrados bajo los escombros.

Instrucciones frenéticas brotaban de los comunicadores de los aliados mientras éstos daban orden de replegarse hacia el interior del centro comercial para escapar al armazón de acero, cemento y muerte que opacaba la luz del sol con su caída, pero no todos lo lograron. Muchos no consiguieron encontrar refugio a tiempo, y entre ellos se encontraban Steve Rogers y May. Muchos de aquellos soldados dependían de las instrucciones del Capitán América, entre ellos Brunilda, que, a salvo desde las alturas, sintió que algo se helaba en su pecho al no recibir respuesta alguna del Vengador.

Sin embargo, ni siquiera el momentáneo refugio que ofrecía el precario centro comercial resultó ser suficiente, pues la ya de por sí afectada estructura terminó de derrumbarse en cuanto el edificio impactó contra el suelo. Se dio la voz de emergencia, pero ya era tarde; toda la zona se hundió y el techo colapsó sobre las cabezas de los que aún se encontraban en el interior, levantando una enorme humareda irrespirable repleta de cascotes y polvo.

Y, de entre todo aquél desastre, una silueta oscura con la forma de un enorme cuervo negro se alzó en el aire, imponente. Raven había estado ayudando a desalojar a los civiles junto a Solaris y un pequeño grupo de soldados, así que, cuando vio lo que se les venía encima, tuvo el tiempo justo de cubrirles a todos con su ser-alma haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban. Dentro de su ser-alma lo que había era oscuridad, una oscuridad helada, terrible y total que, sin embargo, en aquél momento fue vista como una bendición por aquellos afortunados que consiguieron entrar en su interior, pues fueron los pocos que no resultaron aplastados por el derrumbe... El enorme pájaro negro se elevó en el cielo hasta alcanzar un lugar seguro, lejos del núcleo de la batalla, y entonces se replegó una vez más en el interior de su dueña, permitiendo salir a Solaris, los pocos civiles que aún quedaban dentro del centro comercial y los soldados que habían estado ayudando en la evacuación.

- Se... señorita... -uno de los soldados, impactado, intentó tocar a la azariana, que yacía en el suelo cubierta por su capa. Estaba consciente, pero parecía incapaz de levantarse-. ¿Se encuentra bien...?

Pero Raven no podía hablar, y casi ni siquiera podía respirar. Desde que había llegado allí había estado poniendo continuamente a prueba sus límites, rodeada por el dolor y la muerte, pero aquello ya era demasiado... Tantas pérdidas, tantas muertes que se podrían haber evitado, y todo de golpe... Ahora mismo todos sus sentidos se encontraban sobrecargados; no experimentaba un dolor tan grande desde la Colisión, y, ya entonces, había entrado en coma. En el estado debilitado en el que se encontraba no podía permanecer allí un segundo más o la mitad demoníaca de su alma la devoraría.

- No... no estoy bien... -musitó, apenas con un hilo de voz en cuanto fue capaz de articular palabra-. No podéis comprender lo que toda ésta locura ha supuesto para mí... El precio que tendré que pagar... Lo siento... Me gustaría quedarme y ayudar a los heridos, pero... no... no puedo... No puedo quedarme. Perdonadme...

Y desapareció, en mitad de una nueva explosión de azufre.

Superboy no recibiría respuesta alguna de su parte aquél día.


FDI: Todas las acciones de éste post han sido narradas en connivencia con la narradora del evento. Raven desaparece de escena.

Estaba a punto de suceder una hecatombe. Ninguno de ellos pudo prever sus efectos. Quizá porque en la guerra se conservaba la vana esperanza de que la situación no podía ir a peor. De que tenía que mejorar. Nadie habría esperado que la mayor amenaza no proviniera de los aliens invasores, sino del alienígena que caminaba entre ellos. Que había vivido bajo su mismo cielo durante todo ese tiempo. Cegado por la ira, superboy realizó a gran velocidad una maniobra de ataque de una brutalidad sin límites. En su mente sólo se encontraba acabar con Delphinia. Esa irreflexión fué lo que le llevó a cometer un acto catastrófico, que tanto aliados como enemigos sufrieron en su propia carne. Tomando un impulso imposible de seguir con los ojos, atravesó un edificio, destrozando dos habitaciones de casas colindantes. En su interior, ese paso resonó como una explosión, ensordeciendo a Janin, la anciana de ochenta y dos años que vivía en el interior de la casa y se encontraba hecha una bola en el armario donde se había encerrado temiendo por su vida. El edificio entero tembló, y cuando sus cimientos se resquebrajaron tras la patada a la viga, que sonó como un cañonazo, el vértigo se apoderó de las familias que residían en el interior del edificio mientras el suelo que los sustentaba se resquebrajaba en pedazos. Los gritos ensordecieron el fragor mismo de la batalla. De una forma retorcida y horrible, sonaba como los que se escuchan en los parques de atracciones, cuando la montaña rusa descendía por su recorrido en una aceleración que hacía martillear el corazón en el pecho, y llenaba de la claridad que sólo proporciona la adrenalina. Uvie, una gata persa de color tostado desesperada se retorcía en las manos de su dueña, Wilma. Una joven estudiante de 26 años, que acababa de independizarse. Clavaba sus uñas en ella mientras hacía lo posible por escapar. Atacó su cara, alterada y muerta de miedo, haciendo que la joven mujer la soltara, se resbalara por la inclinación súbita del edificio, golpeándose contra la encimera de la cocina, abriéndose la cabeza. Fué la única afortunada de morir de manera inmediata. Niklaus trató de agarrar a Ingo, su hijo de seis años antes de que se cayera, pero lo hizo demasiado tarde. El cuerpo del pequeño, preso del llanto, se deslizó a través del pasillo. Él corrió detrás, sin pensar en otra cosa más que en salvarlo. Ingo se agarró con desesperación al marco de la puerta, tirado en el suelo mientras el edificio se precipitaba sobre la zona. El padre temió aplastarlo cuando trastabilló, y trató de saltar su pequeño cuerpo, se resbaló sobre la alfombra, golpeándose con el vidrio de la ventana, y cayendo al vacío. Lo último que ese hombre vió fue el cuerpo de Superboy ascendiendo hacia el cielo. Lo último que ese niño vió a través de sus ojos cargados de lágrimas fue a su padre, desapareciendo a través de la ventana. No fué el único. Al menos otras tres personas cayeron a través de las ventanas. Todas ellas con nombres, apellidos, vivencias y familia. Todas ellas sorprendidas por la invasión, asustadas, llenas de miedo, impotencia y rabia. Para alguien con superoído, no habría pasado desapercibido ese abrumador sonido, como si la muerte hubiese abierto con sus huesudas manos una grieta misma en la cubierta de la tierra. Por mucho que estuviera centrado en matar a su enemiga. Quizá ahora sería consciente del genocidio que había cometido.

El edificio cayó a plomo. Cascotes se desplomaron sobre todos los contendientes del campo de batalla. En cuanto Steve Rogers contempló la devastación que el Kriptoniano había causado en el edificio, sus ojos veteranos se cubrieron de horror.

- ¡RETIRADA! ¡RETIRADA INMEDIATA! - gritó desesperado a través del canal de comunicaciones. Trató de correr, pero la gran cantidad de enemigos lo convirtió en tarea imposible. Ni un milagro habría podido salvarlos. Cuando la sombra se cernió sobre los combatientes, hubo un instante de estruendo que parecía capaz de ensordecerlos para siempre.

Un instante de silencio vacío y horrible.

En el canal por el que Brunilda aguardaba respuesta. En los ojos de los aliados que contemplaban los cascotes, bajo los cuales se mezclaba la sangre de los reptilianos, de Delphinia, de Czar Doon, de los aliados, de May Shen Woo, de Steve Rogers, de los soldados...

De los civiles inocentes, asesinados por la vehemencia descontrolada de un niño con el poder de un Dios.

Los siguientes crujidos, no hicieron sino empeorarlo. La tierra entera tembló y se hundió. La falla que ya habían anunciado a través del canal de radio se partió, hundiendo parte de los escombros en el subsuelo, anegando la zona de alcantarillado con los restos de asfalto, coches, cascotes y cadáveres. El centro comercial, en precario sustento, se desplomó generando aún más confusión entre los que quedaban aún vivos. Las casas en el entorno se resquebrajaron, por el terrible daño arquitectónico que había sufrido la que en otro tiempo fuera una de las calles más visitadas de la ciudad, convertida ahora en una fosa común viviente.

Los reptilianos se replegaron, intentando accionar con vehemencia sus intercomunicadores. La inmensa nave sobre ellos varió el rumbo, con el estallido de los motores, mientras las pequeñas descendían a tierra, proporcionando fuego de cobertura. Retumbaron los cascotes, y después hubo una serie de explosiones. Como un géiser a punto de brotar. Al menos seis esferas cristalinas ascendieron a gran velocidad. En su interior, Delphinia, cuatro reptilianos y Czar Doon inconsciente, ascendían hacia la nave más grande con rapidez vertiginosa. La centuriana observó las siluetas que quedaban atrás. Si no hubiera tenido esos dispositivos protectores, ese mísero terrano habría acabado con ellos. No. No era un terrano. No sabía lo que era, pero no podía ser de la tierra. Se aseguraría de que en el universo se conociera su existencia. Muchos estarían interesados en él. Ese cabronazo se convertiría en el objetivo de muchos señores de la guerra. Empezando por Thanos. Eso, si el inútil de Czar Doon conseguía reponerse a todo lo que había sucedido.

Las naves recogieron con rapidez al ejército en tierra, aunque no tuvieron problema alguno en dejar a varios miembros de su ejército atrás. Las naves despegaron con velocidad, elevándose sobre el cielo de Berlín, y aquellas que habían sobrevolado zonas sin ningún orden, parecieron adoptar algún tipo de formación, siguiendo la estela de la nave más monstruosa. Los motores tronaron, cuando se elevaron desapareciendo en un parpadeo, dejándoles a los presentes la terrible ilusión de un mal sueño, hasta que observaban a su alrededor, y los horrores que creían propios de una pesadilla continuaban allí presentes. Los invasores se habían desvanecido, pero el terror no volvería a abandonarlos jamás.

Contuve el aliento, más allá de la negrura helada que me había envuelto, a mi y a otros tantos soldados y civiles. Sentí que mi cuerpo pesaba una tonelada, y mis articulaciones se habían soldado como si estuvieran hechas en piedra. Estaba paralizada. Asustada y agobiada por el repentino escalofrío que producía en mí el miedo de no saber qué estaba pasando, o qué era esa extraña fuerza negra y vacía que me rodeaba. Me aterraba pensar que me había quedado ciega, aunque la sensación durara tan sólo unos meros momentos. En esas circunstancias no podía utilizar mi astucia, mi estrategia, mi improvisación o mi mi propiocepción para tratar de buscar la salida. Sólo había un gran vacío.

Cuando la energía proveniente de la Azariana se replegó de nuevo hacia su cuerpo, la luz volvió a mis ojos, y contemplé horrorizada en mi interior, pero con una máscara intacta en mi ilusión, como esa negrura me había abandonado sólo para mostrame algo aún más desolador. Ya no estábamos bajo la cúpula rasgada del centro comercial, si no a una distancia de varios metros, sobre la azotea de uno de los edificios colindantes. Las naves sobrevolaban el terreno, y donde había estado el centro comercial no había más que una gigantesca pila de escombros, humo y fuego. Una almenara que había sido destruida hasta los cimientos, en un desolador paraje consumido por la guerra. Contemple a la joven, desfallecida. Los soldados trataron de ayudarla, esfuerzo al que me sumé. Con mis manos enguantadas, sujeté una de las suyas, arrojado al suelo el arma.

- Gracias, Raven. Gracias. - mi tono distorsionado transmitió a pesar del tono mecánico la urgencia de mi agradecimiento. - Te debemos nuestras vidas. - La joven tenía un aspecto aún más enfermizo. Si me hubieran preguntado, habría apostado porque de un momento la habríamos visto exhalar su último aliento. En lugar de eso, nos rogó que la perdonáramos… por no poder ayudar más. Me quedé en Shock, viendo como su silueta desaparecía en una nube de humo sulfuroso. Mirando la mano que había sostenido la suya. Los hombres se asomaron sobre el murete del edificio, lo único que les mantenía alejados de una caída mortal, echándose las manos a la cabeza, tratando de contactar por radio, alzando la voz en un quejido lleno de miseria. Aún sin creerme lo que estaba viendo, observé todo desde la lejanía y la seguridad que Raven nos había regalado.

- Solaris. ¿Me recibes?- la línea privada reverberó de nuevo en el interior de mi oído.

- Te recibo, Memorandum.

- ¿Dónde estabas? La señal se había perdido. - parecía una recriminación, pero no lo era. No al menos al uso. Había preocupación en su voz.

- Te envío la localización de mi posición. Nos han evacuado del edificio.

- ¿Evacuado? ¿Qué quieres decir? Las cámaras han quedado inutilizadas, el polvo impide la visión. No puedo ver nada desde la avenida hasta...

- No queda nada.

- ...- el incesante sonido de las teclas se detuvo durante un instante de silencio. Absoluto. Sepulcral.

La escena, incluso a pesar de la lejanía, era sobrecogedora.

Las lágrimas se vertieron a través de mis ojos, mientras hacía lo posible porque la necesidad de hipar no alterara mi tono de voz. Se habían marchado. Sin aparente motivo, ni cambio, ni patrón posible. Habían llegado, extinguido miles de vidas, y se habían marchado dejando detrás millones de ellas destrozadas por las pérdidas y hechas trizas por el pánico a que algo así pudiera volver a repetirse. Yo solo podía repetirme una sola cosa. Había estado a punto de perder mi vida en ese lugar. ¿Y porqué? ¿Para qué? Nada de eso había tenido sentido u objetivo.

Sólo era barbarie. Una orgía de sangre y muerte.

Y la idea de que el universo estuviera lleno de monstruos así… de compartir el planeta en el que vivían con seres como ese chico al que había visto en el último segundo arrojando un edificio sobre las tropas, sin importar amigos o enemigos. Poder sin control desatado en la tierra. Todos ellos a su merced…

Aquella idea se instauró en su mente, transmitiéndose a cada célula de su cuerpo, como un veneno. No había que subestimar el temor. Era un arma poderosa. Un arma que seguro que acabarían esgrimiendo contra esos dioses.

- Solaris. ¿Solaris, necesitáis apoyo médico?- no recibió ninguna respuesta. - Solaris. ¡Qué necesitas!- era extraño oír la voz de mi hermano con tal confianza. Continuó pidiendo respuestas, aún cuando mi mente estaba lejos de allí, y mi cuerpo actuaba tan sólo de forma mecánica. Siguiendo las órdenes de uno de los hombres que había asumido que todos nosotros éramos soldados y que podía ponernos bajo su mando. Buscando las líneas que pedían a gritos ayudas con el desescombro, para atender a los heridos, o para detener a los invasores en su huída.

Yo no fui capaz de reponerme. No supe estar a la altura. No me quedaba fuerza después de vivir de primera mano los horrores de una batalla en mi propia casa.

Ese día, la voluntad de la dama de Hierro se abollo bajo el peso de una realidad que no estaba dispuesta a asumir, pero que había golpeado con la mayor de sus fuerzas.

[FDP: Tenéis un último turno para responder lo que consideréis oportuno. Aún hay gente viva bajo los escombros tanto del centro comercial como del edificio que ha tirado superboy. La zona está hundida hasta las alcantarillas, y  hay escapes de agua que están inundando la parte baja. Muchas gracias a todos por participar en el evento. Nos vemos en la próxima aventura]

En las alturas Brunilda tenía una visión panorámica y privilegiada de la situación. En su posición podía observar lo que acontecía en un rango amplio del territorio. Desde el lugar donde se encontraba la valquiria la perspectiva no parecía muy halagüeña. Las perspectivas no eran muy favorables para el equipo local. Todo indicaba que la situación estaba más que perdida. La tierra colapsaba y el cielo estaba plagado de enemigos. Las batallas aéreas no eran su especialidad. Su terreno de juego era aquella superficie  que se estaba derrumbando debido a las acciones imprudentes de la contienda. No podía hacer nada y apretó  fuertemente los puños debido al enojo. Sentía fluir la frustración  por sus venas. Como guerrera no tener la oportunidad de combatir una amenaza la generaba una gran quemazón interna.  No podría hacer frente a aquella oleada de cachivaches voladores venidos de otros mundos. No tenía  ni la preparación ni el arsenal armamentístico para poder efectuar alguna acción  de batalla que resultase significativa.

En todas las guerras había pérdidas. Tanto de los enemigos como de los amigos. Unas eran fruto de la lucha y otras eran accidentales como lo que le había ocurrido al joven moreno al no controlar por completo sus poderes. Nunca podías pronosticar quién iba a permanecer con vida tras la batalla. Aunque a las Valquirias les llegaba la información sobre la muerte mucho antes de que fuera a acontecer. Tenían tiempo de impedir que alguien dejase el mundo físico. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones las diosas aliadas de la muerte no hacían nada. Ya que, contrariar al destino y robarle las almas que le pertenecían y reclamaba en un determinado momento tenía siempre un coste altísimo. Romper el orden natural de las cosas generaba una ingente cadena de acontecimientos que traía un castigo y una devastadora condena para aquel que se atrevía a ir en contra de los designios del universo. La asgardiana lo sabía por demasiado bien por experiencia propia.

Quizá  debió  dedicarle unas palabras de consuelo y apoyo al joven Kriptoniano. Pero no lo vio necesario. En su cultura  se aprendían  esas cosas a muy temprana  edad y consideró  que seguramente  el joven ya lo habría aprendido. En su mente se dibujó ese un brillo de decepción  que siempre tenía  la mirada de su amigo Steve cuando no podían proteger a civiles. Por esa clase de situaciones era por las que Rogers se negaba encarecidamente a que los héroes  jóvenes o sin control en sus poderes tomasen partido en las contiendas peligrosas.

La valquiria espero en su situación mientras esperaba alguna respuesta de Steve. Seguramente, él con su cargo militar y sus influencias en diversas vías gubernamentales pudiera ponerse en contacto con alguien más capacitado para batallas intergalácticas. Pero una vez que la hecatombe tuvo lugar, supo lo que debía hacer. No había en la zona ninguna entidad más de los de su rango, así que imperiosa dio la orden a su corcel y se aventuró a la zona donde las víctimas yacían sin vida. Con toda la delicadeza y dedicación del mundo, se arrodilló y tomó cada cuerpo, iniciando así el tránsito de cada alma a su lugar de descanso. Las almas salieron de los cuerpos inertes y destellaron como luminosas esferas de dorada luz. La rubia asgardiana estaba ejerciendo su labor como guía espiritual del más allá dando tranquilidad, confortando y encaminando las esencia espiritual de los dignos caídos. Otra faz de la asgardiana se desvelaba cuando cuidaba de las almas. Quedaba al descubierto su lado más amable y cálido, dando consuelo y ayudando a los espíritus a llegar al otro lado.  

Mientras Brunilda llevaba a cabo su cometido, el enemigo se iba retirando del cada vez más peligroso territorio. Las naves recogían a las tropas enemigas que habían tenido la fortuna de no perecer tras la lucha y la catástrofe. Una vez atendidas y encauzadas todas las almas se dispuso a prestar ayuda a las personas que aún quedaban en la zona. Pidió al capitán que le facilitara un lugar donde evacuar a esa gente porque ella no sabía muy bien en donde reubicarlos.