Reunión extraoficial (Garnet Brooks y Robert Ramirez) [23 de marzo de 2019]

Escuché con atención la historia que Robert me contaba y me di cuenta entonces, de que podía evitar todas las preguntas que yo no quería, formulándolas yo antes. Primer amor. ¿Cuántas posibilidades había de que Robert escogiera la misma palabra que yo para el juego? Pocas, si intentabas ser original e impresionarme, como esperaba fuera el caso del rubio que tenía delante de mí. Así que ya había decidido mi siguiente palabra antes de que terminara de contarme la historia de Betsy.

Historia, que más que historia, parecía que hubiera respondido a mi palabra contándome quién había sido su primer amor. Pensamiento que se confirmaba si tenemos en cuenta que no había pronunciado la palabra en cuestión dentro de su historia. Lo cual me daba a entender dos cosas. La primera, que Robert Ramirez podía estar todavía bajo los efectos del alcohol, lo cual me daba ventaja sobre él, me hacía sentir en control y me aliviaba. Lo segundo, que probablemente se había olvidado del juego y me estaba respondiendo con certeza. Así que mi decisión estaba más que clara.

— Es una verdad como un templo, — Sonreí, y para restregar lo segura que me sentí de mi propia victoria, llené su vaso y lo alcé para que se lo bebiera. — ¿No has vuelto a saber de ella todo este tiempo? Tal vez se ha divorciado y tienes la oportunidad de volver a por ella. Aunque igual tienes que aguantar a sus críos, que eso siempre es un coñazo.

Primer amor. Había esgrimido contra Robert una de las cosas en las que menos me gustaba pensar. ¿Quién habría sido el mío? Probablemente Johnny. Pero teniendo en cuenta que desconocía mi propio pasado, bien podría haber otra persona, mi Betsy personal, que tras desaparecer yo del mapa estuviera casado y con hijos, jamás recordando a alguien que le había amado de un modo incondicional, infantil y fantasioso.

Pensé en esa persona imaginaria, a quien tal vez había volcado ilusiones infantiles de una familia feliz y alguien que me amara. Pensé en ello, y me encontré haciendo un mohín. Desagradable. Si alguna vez había existido mi Betsy, esperaba que jamás volviera a mi vida.

Como era de esperar, la astuta joven no erra por segunda vez en sus conclusiones; demostrando una seguridad en su respuesta casi desbordante. Así, con un leve cabeceo afirmativo, acepto el vaso ofrecido y me lo bebo de un solo trago.

- Bueno, seguro que con un par de mis truquitos los tengo entretenidos  - le contesto, con una amplia sonrisa de complicidad; haciendo un rápido, y algo teatral, movimiento de manos

Tras esto, me inclino ligeramente hacia atrás con actitud pensativa; centrando mi mirada en algún punto inconreto de la pared. El alcohol hace mella más que notable en mi capacidad de concentración, así como en mis habilidades cognitivas más elaboradas; por lo que, la tarea de pensar en una nueva palabra para continuar el juego, se hace aún más compleja.

- Bien, bien, bien - digo, casi más para mi mismo que para mi hermosa compañía; al mismo tiempo que me reincorporo - ¿Que tal..."Primera vez"? - pregunto, con una amplia mueca de satisfacción - Y sí, estoy hablando de ESA primera vez - aclaro, sin perder la sonrisa que ahora se dibuja en mis labios

Al fin y al cabo, la pelirroja ha demostrado ser muy astuta; y no quisiera que ahora me engañase valiéndose de tecnicismos. Puede que esté considerablemente borracho, pero no es la primera vez que lo estoy; y espero que tampoco sea la última, claro.

— Y ahora llega la pausa para publicidad en que yo me voy al baño~

Me levanté y le dediqué a Robert una sonrisa de oreja a oreja. Discretamente, le dejé algo más cerca la botella de alcohol, a ver si le daba por dar algún trago y animarse. Caminé por aquel piso hasta dar con el cuarto de baño y una vez dentro cerré y apoyé la espalda contra la puerta, suspirando.

Primera vez. Mi primer robo, había cruzado peligrosamente el límite en que el hambre dejaba de ser un peso muerto en el estómago, cuando la pared de tu abdomen ya se ha unido a la de la espalda y cambias esa sensación de querer comer por los delirios. Ese día robé y me llevé mi primera paliza. Me pillaron y me castigaron por ello, pero por suerte había logrado comer un poco. Fue la primera vez, que tras recibir varias hostias, pensé que valía la pena.
La primera vez, que había besado a alguien, me habían pagado por ello. Había cerrado los ojos con fuerza y había deseado que terminara pronto. Se rió de que lo hacía mal, se regocija en mi inexperiencia, pero aprendí. Pronto dejé de sentir nada. Aprendí que el valor de un gesto se lo da quien lo recibe y quien lo ofrece, y así los besos dejaron de ser importantes para mí. Y mi primera vez… Un callejón tras un restaurante, intentar dormir al calor del vapor, aquellos hombres que me despertaron y lo que hicieron conmigo, la llegada de Brooks… Alcé la mirada y me sorprendí ver mi reflejo en el espejo. Parecía molesta. Parecía enfadada.

Parecía otra persona y eso no me gustaba.

— Fraternizar no te pega. — me susurré, sin perder de vista lo cabreados que parecían mis propios ojos. La pregunta es una mierda, sí. Pero yo ya sabía que me había metido en el estercolero yo sola. Lo que me hacía dudar, era, ¿que me retenía allí? — Ya había decidido quedarme… — Pero si dudas tanto, es que no estás segura con la decisión que has tomado.

Tal vez quedarme dentro, después de todo, un error. Uno que podía ser corregido fácil y eficazmente, sobretodo para alguien con mis cualidades. Pero hacía falta valor. O más bien… Hacía falta valor para no hacerlo. Para quedarme, responder esa pregunta, seguir adelante con el juego, estableciendo lazos de algo parecido a una amistad.
Aunque eso no era exactamente lo que buscaba Robert. De hecho, no era lo que buscaba nadie que se acercara a mí. Nunca lo había sido, y a estas alturas ya no buscaba ni esperaba que nadie fuera a sorprenderme. Así que tenía dos opciones, tan sólo tenía que escoger entre abrir de nuevo la puerta, o utilizar mi poder para atravesar los muros y perderme en la noche.

Era la tercera vez que me las planteaba. Quedarme o huir. En las otras dos veces, había decidido quedarme. Dicen que a la tercera va la vencida. Si decidía volver a entrar en el comedor, probablemente ya no volvería a plantearmelo. Sería demasiado tarde, si no lo era ya. Mis botas descansaban en el suelo, frente al sofá. Mi chaqueta seguía, probablemente, colgada en el respaldo del mismo.

Cerré los ojos, intenté relajarme y pensé en mi situación y en lo que estaba haciendo. Puse en balanza todos los dolores de cabeza que estar ahí me suponía, las complicaciones que conllevaba. En contra del precio de una chaqueta y unas botas nuevas…

...y 10 minutos más tarde, seguía corriendo, descalza y en tirantes, a las tantas de la madrugada. Corriendo dirección al apartamento, con el corazón bombeando desesperado en mi pecho y una sonrisa de oreja a oreja pintada en el rostro.