Reunión extraoficial (Garnet Brooks y Robert Ramirez) [23 de marzo de 2019]

Qué día más largo. Me había levantado temprano con la única intención de tirarme en el sofá y seguir durmiendo, tal vez desayunar pizza fría de anoche y ver dibujos animados en la tele con la única compañía de una cerveza fría. Pero este mundo no es perfecto, y mi mañana soñada se fue al garete muy temprano, cuando recordé que tenía una cita muy importante a la que no podía faltar.

No falté, pero estuve esperando cerca de hora y media al oligofré... al amable "vendedor de alfombras" que me hacía de informador cuando le convenía. Mi gran y amado amigo, aún más amado tras tanto rato esperando en la calle, traía una primicia. Por fin iba a saber algo del artículo que buscaba, o eso decía él. Nada más lejos de la realidad. Acabé en una dirección a las afueras de la ciudad, un gran almacén comercial poco cuidado, cuya fachada metálica presentaba un óxido anaranjado tan típico de los lugares abandonados. Sin embargo, había gente entrando y saliendo. ¿Sería este un lugar clandestino? ¿Estaría oxidado a drede para llamar la atención? ¿Qué me esperaba dentro? Muchas preguntas que no podía contestar desde la valla de aluminio exterior. Tenía que entrar.

Y claro que entré. Efectivamente, era un lugar clandestino, que intentaba pasar desapercibido. Pero no tenía nada que ver con lo que yo estaba buscando. Tras infiltrarme de manera satisfactoria me encontré con una banda de moteros, que tenían un almacén de armas y explosivos más propio del ejército. Supongo que trafican con ellas para abastecer a otras bandas. No me interesa. Para esto están las autoridades y los héroes. Aunque por un día podía ser yo el héroe que evitara un par de muertes de inocentes. Muertes que sin duda crearían estas armas, cargadas por el diablo, como se suele decir. Era el momento de actuar en nombre del bien común.

Es curioso, nunca había utilizado C4 antes. No esperaba una explosión tan potente. Creo que he hecho un bien por la comunidad. Está gracioso esto de ser un héroe. Por un momento sentí un calorcito especial, el calor de la justicia y el bien ganando la guerra, pero lo interrumpió un motero gritando en el interior de las llamas de lo que antes era un almacén. No me dejan disfrutar de lo bueno...

Volvía a la ciudad pensando en que el bastardo de Ahab la había vuelto a líar, que me había dado mal la dirección. Estaba ojeando la tarjeta en la que me había apuntado la información cuando una pregunta se me vino a la cabeza. ¿Eso era un 1 o un 7? Maldita sea, iba a tener que volver a las afueras. Pero ya era casi mediodía, y tenía que cumplir obligaciones biológicas.

A las 14:32 llegué a la otra posible dirección. Era más fácil llamar a Ahab y preguntarle cuál era la correcta, pero para no romper viejas tradiciones, no cogía el teléfono. Pienso regalarle uno que suene tan fuerte como un F-117, acompañado de un cuaderno de caligrafía. Estaba ante otro almacén, bastante parecido al anterior, pero cerrado a cal y canto. Y no sólo con puertas metálicas, sino con algo de magia. Estaba en el sitio correcto. El lugar estaba protegido para evitar que alguien entrara por la fuerza, pero yo nunca fuerzo nada. Es mucho más fácil hacer que la cerradura sea compatible con la llave que llevas encima. No me encontré con ninguna calurosa bienvenida, mejor. Todavía estaba haciendo la digestión, y la combinación de tacos y tequila no es la mejor para combatir. Tampoco encontré nada de valor, porque el almacén estaba vacío. Por los restos de polvo, podría decir que se lo habían llevado todo recientemente. Si no me hubiera equivocado de dirección puede que me los hubiera encontrado cargando un camión.

Volví a casa un poco desanimado. Había perdido una buena pista por una tontería. Ahora tendría que investigar a quién pertenece ese almacén y con suerte no me encontraría con un montón de empresas fantasmas y nombres falsos. ¡Viva la burocracia y el papeleo! Maldita sea mi suerte.

Y así acabé en la barra del bar con la corbata desapretada y una jarra de cerveza en la mano. Me había quitado los guantes para notar mejor el frío de la jarra y la bebida. Me reconforta. Sí, una cerveza fría en un bar de mala muerte cercano a Central Park me reconforta, yo soy así. Tras un largo trago me giro para ver el ambiente en el bar. La verdad es que está bastante lleno y hay gente interesante. El problema es que esa gente luego abre la boca y habla, dejando de ser interesantes. Aunque tal vez haya suerte y esta vez sea diferente. Era temprano y la noche es joven.

Llevaba un año cojonudo. Había sido disparada, había viajado a Japón para terminar metida en un grupo de lo más raro, había estado en un cementerio repleto de sombras y entes sobrenaturales, había estado en un bar lleno de criaturas que no eran de este mundo, había conocido a Anya, había conocido a John.

Tal vez lo más correcto sería decir que desde la colisión de los mundos mi modo de ver la vida y actuar estaban cambiando drásticamente. Encontraba mucha más gente como yo, mi vida se había vuelto notablemente más peligrosa, pero también más emocionante. Trabajar era ahora más difícil con la aparición de tanta gente capaz de detener y hacer frente a mis poderes, y de algún modo ahora me resultaba más fácil encontrar gente a la que me sentía afín. Pensar que había pasado mi vida aislándome y que ahora no hacía si no añadir caras conocidas a la lista... Resultaba desconcertante. Pero no veía el momento de dejar de hacerlo. Supongo que a mi modo empezaba a ver los beneficios de tener contactos y amigos...

Amigos. ¿Cuando había empezado a usar esa palabra?

- Te toca a tí, pelirroja.

Alcé la mirada de mi copa, mirando a la gente que estaba sentada conmigo. Una mesa circular de bar, varios hombres y dos mujeres sentados alrededor de ella, jugando a cartas. Y yo era una de esas dos mujeres. Dejé caer las cartas con desgana, boca arriba, y a mi voz se unió un coro de risas.

— Vale, vale, me toca pagar la siguiente ronda.

Me levanté, sonriendo. Era la cuarta de la noche, la primera que salía de mi bolsillo, y con un poco de suerte, la última. Me acerqué a la barra, sin molestarme a coger la chaqueta o la cartera que reposaban en el respaldo de mi silla. Una vez en la barra del bar, apoyé ambos codos en ella, inclinandome sobre la oscura madera con una sonrisa pintada en los rojos labios. Pedí las cinco cervezas, y esperé con paciencia, tamborileando con los dedos. Fue entonces que me fijé en una de esas nuevas caras conocidas descansaba en uno de los taburetes de la barra.

Lo primero que sentí, fue rechazo. Suelo intentar mantener mi vida privada separada, y si salgo a divertirme, no quiero ver fantasmas, ni hipnosis, ni hechizos, ni mierdas. Cuando salgo a divertirme, quiero parecer humana, y que me pasen cosas de humanos. Así que intenté no mirarle directamente y cuando recogí las jarras, volví a la mesa donde los demás. Dos en una mano, para las dos mujeres, las otras tres en mi derecha, para los hombres. E intenté proseguir con el juego.

Pronto me di cuenta de que no estaba por la labor. La mitad de mi mente seguía sentada en la barra, junto al hombre trajeado. No me había quedado con su nombre durante la reunión, y dudaba que él conociera el mío, pero ni siquiera me atrevía a darme la vuelta para ver si me miraba o me había visto. Al final, esa sensación se volvía agobiante. Lo cierto es que me tenía intrigada. De algún modo, se me hacía dificil plantearme a alguien de ese lugar en el 'mundo real'. Como si debieran limitarse a vivir en ese lugar extraño llamado Bar Oblivion y este mundo no les perteneciera. Así que lo siguiente que sentí, fue curiosidad. ¿Quién era realmente? Me despedí de la mesa - con la consecuente queja de algunos de los ocupantes - y volví a la barra, con la chaqueta de cuero colgada de un hombro. Tras dejarla encima de uno de los taburetes, me senté a su lado, de espaldas a la barra, y apoyando los codos en ella.

— ¿Qué hace alguien como tú, en un antro como este? — Comenté divertida, mirándole directamente a los ojos. Sonreí, invitándole a seguirme el juego, casi desafiante.

- ¿Acaso no encajo en un antro como este señorita? - contesto con otra pregunta, manteniendo el tono burlón - Toda la vida engañado... - Qué ironía, llevaba visitando este tipo de bares desde antes de que fuera legal venderme cerveza. Los años pasan, en aquélla época hacía trucos para ganarme el pan de manera inocente y sencilla, mientras que ahora los hago para intentar que el mundo no se vaya al garete. Se puede considerar un ascenso. Sin embargo, estos bares siguen igual, con su cerveza fría, su barra mojada, sus borrachos ruidosos y sus chicas preciosas.

La había visto pasearse de una mesa a la barra y viceversa no hacía mucho. Sin duda era una de las chicas que estaban en la extraña reunión en la que estuve un par de noches atrás. Pensaba que no me había reconocido, o que no había querido saludar. Tal vez ella y sus amigos eran gente importante y no se mezclaban con recién llegados. O tal vez ella estaba con sus amigos "normales", mantiendo una doble vida lejos del mundo mágico. Hablar conmigo podría crear una fractura, una grieta que comunicara ambos mundos, ambas vidas. Tal vez quería mantenerse en el anonimato. Aunque claro, tal vez estaba pensando demasiado.

Qué novedad.

Eso me recuerda que yo no tengo una identidad secreta. Soy un personaje público. De acuerdo, no soy un actor de Hollywood, ni hago una actuación desde hace años. Pero si cualquiera me busca en internet encontrará datos relevantes sobre mi. ¿Y si me gano un enemigo poderoso? Podría encontrar mi casa mirando en el registro de propiedades. Necesito un nombre artístico, como Spiderman o Daredevil, que represente a la perfección qué hago. ¿Qué tal "Ilusionista"? Demasiado sencillo. ¿Y "El Magnífico"? Demasiado glamuroso. Seguramente este no sea el momento para decidir algo así. Además, esos nombres no debe elegirlo el que lo lleva.

Giré el taburete para devolverle la mirada, saltando una de esas leyes no escritas del alcoholismo. Los taburetes pueden ser muy traicioneros. Por un largo instante me vi reflejado en el color esmeralda de sus ojos. La verdad, me había pillado desprevenido. Ya me había inventado su historia de una doble vida al margen y ahora la tenía aquí, creando la grieta. Tocaba hacer una gran bola papel con todos esos pensamientos, y lanzarla desde el asiento a la papelera, como un oficinista aburrido al que le toca trabajar un sábado. Tocaba hacer un análisis rápido, pero no tenía tiempo. Además me distraía la cicatriz que tenía en un ojo. Es una suerte que, lo que fuera el causante, no dañara el verde. Una suerte para el mundo.

- No nos han presentado debidamente. Me llamo Nick. - dije sonriente intentando causar buena impresión. Ella es una posible compañera de fatigas y hay que llevarse bien con los compañeros - La verdad es que yo tampoco esperaba encontrar aquí a alguien de... Ya sabes. - comenté justo antes de rematar la jarra, que pedía la eutanasia desde hacía un rato - ¿Me acompañas en una ronda? - No esperé respuesta. Empujé la jarra vacía por la barra hacia el interior, haciendo un gesto para que el camarero nos atendiera.

Otro día más de trabajo llega a su fin; un día que para muchos sería el más largo y aburrido de todos los que jamás podrían haber imaginado, pero que para mí es sencillamente otro de esos maravillosos días de tranquilidad perfectamente aprovechados con una fascinante lectura sobre criaturas emergentes del abismo con tantos tentáculos como almas sesgadas por su hambre infernal. Al menos a lo que Robert Ramírez respecta; pues la "otra cara de mi vida", el hechicero conocido como The Rookie Sorcerer, tiene otra clase de criterio con respecto a en lo que consiste la diversión.

Mi álter ego en el mundo mágico y sobrenatural me ayuda a satisfacer una parte de mí, oculta por la inseguridad y el miedo; una parte que desea emerger de lo más profundo de mi ser, y que solo logra florecer cuando el sombrero cubre por fin mi cabeza. Cuando soy Robert, solo soy un funcionario que hace su trabajo e intenta mantener su casi por completo monótono y completamente estable estilo de vida; pero cuando soy The Rookie Sorcerer, el mundo que me rodea es solo un escenario que está destinado a aclamarme.

Y es con esta actitud, quizás para algunos algo egocéntrica, que me adentro en los tugurios, más recónditos y bulliciosos, cercanos a Central Park. De bar en bar, me aseguro de estafar a los más borrachos de cada antro para no acabar pagando ni una sola de las copas que me tomo; algunos a través de apuestas con trucos de magia, que realmente no son "trucos", y a otros arrebatándoles directamente la jarra con alguna distracción o aprovechando un descuido.

Por suerte, la mayoría de ellos ni se acordarán de nada de lo que ha pasado esta noche; así que mucho menos de aquel extraño tipo con sombrero de copa que hacía desaparecer una cartera y convertirla en un conejito. Y así, con la mirada ya algo nublada y un andar que empieza a convertirse en un tambaleo, me adentro en otro bar; en busca de nueva diversión, y por supuesto algo más de alcohol.

Sin fijarme demasiado en el panorama del lugar, tomo asiento junto a la barra en el primer taburete que encuentro libre; echo una ojeada a la barra en busca del camarero, y lo veo acercándose a una hermosa joven de cabellos rojizos y a un trajeado caballero cuya corbata denota que no es la primera copa de la noche.

¡Diablos! Yo a ese tipo lo conozco ¿Acaso no es el castaño de traje de la reunión en el bar Oblivion? Bueno sí, puede ser él o el demonio de Tasmania; porque con esta cogorza, todo se sabe. Pero claro, si no me acerco hasta allí, no voy a salir de dudas; y no soy una persona a la que le gusta quedarse con la duda.

- Perdona, creo que nos conocemos - digo finalmente, acercándome a la pareja e interrumpiendo una posible conversación, con una sonrisa en el rostro; ofreciendo mi mano en señal amistosa - Quizás de cierta reunión que nunca ocurrió en cierto lugar que nunca ha existido

Me disponía a esbozar mi más encantadora sonrisa cuando una segunda voz nos interrumpió.

- Perdona, creo que nos conocemos. - giré lentamente la cabeza, preparándome para mandarle al cuerno cuando reconocí sus cabellos rubios. Éste era uno de los muchachos que antes de la reunión, habían compartido mesa conmigo. Habíamos bebido, hecho bromas... - Quizás de cierta reunión que nunca ocurrió en cierto lugar que nunca ha existido.

— Dichosos los ojos que te ven. — Susurré con media sonrisa en los labios.

Ni puta gracia. Encontrarme con uno, era casualidad. Con dos... Empieza a ser sospechoso. Si me han seguido, algo quieren... pero es mejor no levantar sospechas. No ahora. Así que me calzo de nuevo la sonrisa encantadora, doy la vuelta en el taburete y me encaro a la barra, acomodando en ella los brazos.

— Te preguntaría que haces aquí, pero no me gusta repetirme, así que... ¿Porqué no tomas una copa y nos acompañas?

La verdad es que lejos de sentirme lo cómoda que podía aparentar ser, la situación me resultaba algo desagradable. Estoy acostumbrada a tener la certeza de que si las cosas van mal, puedo simplemente caminar directa a la salida, y nunca nadie podría detenerme. Pero con esta gente no lo tengo tan claro. Son todos como yo, como John, como Anya. Tienen poderes, de eso estoy segura, y no me gusta arriesgarme a enfrentarme a alguien sin saber qué habilidades esconde bajo la manga. Así que la parte precavida de mi mente, a parte de instarme a largarme de allí, me pedía que si me quedaba, que les siguiera el juego. Al fin y al cabo... Ya he dicho que también sentía curiosidad.

John me había obligado a ir al ShadowPact, había insistido en que la información que pudieramos sacar de ahí podía ser de vital importancia para nosotras. Tal vez, no se refería únicamente a libros y rumores que pudieramos escuchar, si no a aliados o gente que podían terminar siendo de utilidad...

Me costaba imaginar al inglés confiando en otras personas. Así que a punto estuve de descartar esa idea. A punto porque, ¿Desde cuando seguía al pie de la letra todo lo que él me decía? Bien podía decidir por mi cuenta propia que quería evaluar si estos dos podían ayudarme o ser conocidos. Así que busqué en mi chaqueta el paquete de tabaco y prendí un cigarrillo, para ganar tiempo y disimular un suspiro.

Para variar, estaba siendo indecisa. Y también, para no faltar a la costumbre, me terminaba quedando con la peor opción de ambas. Bien por tí, Garnet.

— Lejos de pensar que esto ha sido algún tipo de casualidad, voy a creer que hemos podido coincidir otras veces con gente... que coincidió con nosotros en el encuentro, pero que no nos prestamos atención hasta este preciso instante. Así que... Nick, — sonreí y arqueé una ceja, tentandole discretamente — Voy a aceptar tu ronda. Y tu... No se me ocurrió preguntar tu nombre. Tampoco pensaba que fueramos a vernos una vez terminado... todo. Yo soy Brooks. Garnet Brooks. — Primero a uno y luego a otro, les tendí la mano, ofreciendo encajarlas.

En aquélla reunión, con tanto misterio, con tanta gente que aspecto singular, con nuestro amigo rojo y su gran brazo pululando por allí, el sombrero de copa no parecía llamar tanto la atención. De hecho, parecía hasta normal. Pero aquí, en este antro de mala muerte lleno de alcohol, se volvía demasiado extravagante para mi gusto. Si lo usaba como seña de identidad he de decir que funciona a la perfección. No lo habría reconocido de no ser por el sombrero.

Con él ya son dos los hechiceros que me asaltan esta noche. ¿Debo decir hechiceros? Tal vez tengan una especie de radar para encontrarme. ¿Y si venían juntos pero entran de uno en uno para causar menos desconfianza? Tal vez me he metido en un bar habitual de hechiceros y no lo sabía. Miré a mi alrededor buscando más sospechosos, buscando a algún tipo con túnica, bastón y los ojos dorados. Es demasiada casualidad para ser, bueno... casualidad.

- Te preguntaría que haces aquí, pero no me gusta repetirme, así que... ¿Porqué no tomas una copa y nos acompañas? - invitó ojos verdes al sombrerero, interrumpiendo mi escaneo rápido al bar. No había visto nadie más sospechoso, aunque tal vez esperaran fuera.

- Tres, por favor. - me limité a decir al camarero, antes de saludar o dejar que el nuevo cliente volviera a decir nada. Por su tono de voz no creo que fuera a rechazarla, y si lo hacía, más para repartir. El camarero asintió y no dijo nada, sólo se llevó la jarra vacía se marchó hacia la parte más alejada de la barra, donde estaba el grifo.

Entonces volvió a intervenir la que se presentaría como Garnet Brooks. Garnet, qué apropiado. ¿Su pelo ya tendría ese color al nacer? Me aceptó la ronda, pero parecía tan extrañada como yo por la coincidencia, por la casualidad de este encuentro fortuito múltiple. La diosa fortuna estaba caprichosa esta noche. Hay que mirar el lado bueno, poca compañía más interesante iba a conseguir esta noche. Al fin y al cabo, si estaban en aquélla reunión deben ser mínimamente afines a los objetivos. A no ser que estuvieran allí sólo para conseguir información para un posible rival. Y que estén haciendo lo mismo ahora. Eso sería un giro de guión bastante inesperado. Aunque si así fuera, ya me habría destripado la película.

- Me llamo Nick. - me repetí para que el sombrerero me escuchara, aceptando sendos apretones de manos, y manteniendo el tono jovial - Para no haber ocurrido, hay un montón de gente aquí que ha estado... - comenté irónico y sonriente. Esta situación era muy jocosa, no podía evitar el chiste fácil - Si me permitís preguntar, ¿Qué os hizo quedaros allí? - tal vez era temprano para una pregunta personal, pero quería salir de dudas en el tema de "amigo o enemigo" más pronto que tarde - Mucha gente se fue cuando dijeron, a grandes rasgos, que era un suicidio.

La bebida no tardaría en llegar. Hay que mantener a los amigos contentos, y a los enemigos aún más contentos.

La suerte del borracho, y nunca mejor dicho; y es que, no solo resulta que el tipo es quien había imaginado desde un principio, sino que la joven que le acompaña también es alguien conocido para mí. Pues resulta de que se trata de la misma pelirroja, con la que compartí tanto reunión como un par de copas y una entretenida partida escasos minutos antes de la nombrada.

- Bueno es el tercer...o quizás el cuarto bar...que visito esta noche; así que solo era cuestión de tiempo acabar encontrándome con algún conocido - bromeo ante las palabras de la hermosa joven; quien aparentemente se encuentra satisfecha ante nuestro reencuentro

Luego decide ofrecerse a invitarme a su pequeña reunión y, antes de que pueda siquiera contestar, el joven que lo acompaña pide para los tres la siguiente ronda; algo que, por supuesto, no pienso rechazar. Al fin y al cabo, ese era el objetivo para esta noche; beber y disfrutar de buena compañía.

Con la siguiente copa ya pedida, decido tomar asiento junto a ellos; mientras estos se presentan, y se producen los consiguientes apretones de manos. Al parecer la hermosa mujer de ojos verdes como esmeraldas se hace llamar Garnet Brooks, mientras que el caballero se presenta como Nick; ambos parecen tratarse de sus nombres reales, por lo que decido hacer lo propio a pesar de que apenas los conozco.

Bueno, por eso y por el evidente estado de embriaguez que empieza a apoderarse completamente de mi mente.

- Es un placer conoceros a ambos. Bueno, más personalmente; ya me entendéis - comento soltando una leve carcajada - Mi nombre es Robert; pero los que me conocen por este mundillo, suelen llamarme The Rookie Sorcerer - continúo con una amplia sonrisa; haciendo un leve juego de manos con el sombrero que reposa sobre mi cabeza, y colocándolo nuevamente en su lugar - Bueno, quizás ser lo suficiente estúpido como para querer comprobarlo de primera mano - respondo a la consiguiente pregunta del castaño, manteniendo imperturbable la sonrisa dibujada en mis labios - Además, la mayor parte de los que asistieron a aquella reunión eran solo "marujas" buscando el próximo cotilleo a tener en cuenta; ni siquiera serían capaces de enfrentarse a un demonio menor, ni aunque este estuviese tullido - comento con un ligero toque despectivo, y un notable tono de burla

Mientras hablamos, el tabernero se acerca para colocar las tres jarras sobre la mesa; agarrando así, por mi parte, una de ellas y dándole un largo trago. El refrescante sabor de la cerveza desciende por mi gaznate, mientras una ligera capa de espuma se aloja sobre mis labios; formando así un cómico bigote de color blanco.

— En mi caso, mi maestro. — Respondí sin darle demasiadas vueltas. Ya había decidido seguirles la corriente, y soy consciente de que a veces la cordialidad te puede llevar más lejos que las amenazas. — Me instó a ir y me pareció que si me iba, había ido para nada. Además tengo mis propios motivos para querer indagar más a fondo en la magia, pero con permiso, eso me lo guardaré para más adelante. Es algo demasiado personal para ser contando en la primera cita. — Sonreí, pícaramente mientras tomaba la jarra de manos del camarero.

Una vez cada uno tiene su copa, doy una larga calada al cigarro y lanzo el humo hacia el techo, asegurándome de no molestar a mis nuevos acompañantes. La mesa que había abandonado sigue aportando risas y jolgorio al ambiente. Al fondo hay otra mesa llena, pero allí se hablan cuchicheos, en tono mucho más secreto e íntimo. Finalmente, en la barra, hay algún que otro transeúnte, pero somos sin duda el grupo más numeroso. Y al parecer, Nick es el único que sigue intentando mantener cierto cuidado con las palabras que pronuncia. Robert, en cambio, huele a alcohol. Además, él mismo ha dicho que era su cuarto bar esta noche, así que asumiendo que hubiera bebido en cada uno de ellos, era fácil asumir que iba bastante contento. Lo cual también explicaría su falta de criterio a la hora de, prácticamente insultar a todos los magos y usuarios de poder que habían asistido a nuestra famosa no-existente reunión.

Su fanfarronería y seguridad, resultan tan cómicas como adorables. Pero tanto Nick como yo misma éramos miembros de esa reunión donde la mayoría eran “marujas”. Y a mí, todavía me dolían las costillas de mi primera experiencia con un demonio. Con cuidado alcé mi camiseta de modo que quedara mi abdomen al aire. A mi espalda, a la altura de los lumbares había una gruesa cicatriz, ancha como un pulgar y un dedo de larga, que cruzaba ligeramente inclinada de izquierda a derecha. Otras de más pequeñas surcaban mi piel como finas líneas plateadas, a veces tan sutiles que costaban verlas, y dudaba que la escasa luz del antro permitiera apreciarlas. Había otra en mi vientre un desgarro más que un corte, en el epigastrio, que era bastante escandalosa. finalmente en el vientre había cortes limpios, finos, que dibujan caminos que se perdían más allá del pantalón. Pero la más reciente se mostraba en mi costado derecho, donde la piel justo empezaba a recobrar su tono natural, y se veía en ella el rastro del verde, negro, púrpura y amarillo de lo que había sido un aparatoso y exagerado moreton.

— Querido Robert. Creo que no exagero afirmando que de todos los presentes en aquella reunión, yo soy la más novata e inexperta. Y me he cruzado con uno, hace tres semanas escasas. — Volví a bajar mi camiseta hasta que cubrió mi vientre, y le sonreí con sorna, para picarle a responder, y no por faltarle al respeto. — Pero no me importaría escuchar a qué grandes aventuras te has enfrentado. Al fin y al cabo… Estoy metida en esto para aprender.

Tendí una mano y mis dedos rozaron la piel de su mandíbula. Mi pulgar acarició sus labios, quitando aquella graciosa barba de espuma, que deposité deliberadamente en un pañuelo, antes de tomar mi jarra entre las manos.

— Pero antes, ¿qué tal un brindis? Por esta mágica casualidad que nos ha reunido.

Una pregunta sencilla, con un toque de atentar contra la intimidad, y la verdad sale a la luz. El orgullo de Robert, su desprecio hacia aquéllos que no hacen nada, demostrados por su sinceridad. ¿Tuvo algún problema con esa gente? ¿Sería él mismo uno de ellos? Parece deseoso por actuar. ¿Cuentas pendientes o ansias de gloria? Muchas preguntas me asaltan, pero debo tener paciencia. Se responderán ellas solas, llegado el momento. Por ahora me parece un buen compañero de fatigas, siempre que su orgullo tenga unos cimientos a los que sujetarse y el viento no se lleve sus palabras.

Totalmente distinto a la señorita Brooks, que al parecer, no posee un pesado orgullo que alimentar con elogios. Decía que había ido por órdenes y por motivos personales. Sin perder la sonrisa, se levantó la camiseta para enseñar su abdomen, y con él, una colección de cicatrices. Estas cicatrices parecían apoyar las palabras que decían sus labios, aquéllas que la dejaban como una novata inexperta. Las cicatrices suelen demostrar experiencia, y más ese tipo de cicatrices. Tal vez sea verdad y no tenga experiencia con demonios, pero las cicatrices no aparecen sin dar batalla.

- Ése fue un buen golpe. - dije en voz alta algo que debería haber pensado al ver su costado derecho - Espero que lo devolvieras con aún más ganas. - como si de un boxeador se tratase, no parece que sea el tipo de chica que da un paso atrás tras recibir un golpe.

Era curioso, un "demonio" destruyó mi familia, pero también me convirtió en lo que soy. A día de hoy sé que no era un demonio exactamente, pero ¿a quién le importa? ¿Cómo llamar a un monstruo así? No hay palabras para describir a los horrores que se esconden por doquier. "Ente" y "Ser" son palabras vacías. Al menos, "demonio" te deja claro que no debes esperar nada bueno.

Podía bajar la guardia un poco. No parece que estos dos vayan a darme problemas esta noche, no de los que hacen sangrar. Tal vez haya que llevar a Robert a un taxi. Es un riego que estoy dispuesto a correr.

- Pero antes, ¿qué tal un brindis? Por esta mágica casualidad que nos ha reunido.

- Pensaba que los magos no creían en la casualidad. - comenté, sonriente, alzando mi jarra hacia ellos para brindar - Brindemos, pues, por nosotros, por las marujas que cotillean nuestros nombres, por los demonios que no enseñan el lado duro de la vida y por este bar, pues sin él no nos habríamos reunido.

OFF: Perdonad la tardanza XD

Ante mis palabras, la joven decide mostrarnos su cintura; la cual se encuentra provista de numerosas cicatrices y cortes, producidas al parecer por una diabólica criatura. Tras esto, la pelirroja añade que la catalogan como la más novata de los allí presentes; añadiendo que le gustaría conocer contra qué me he encontrado yo durante "mi recorrido" por el mundo sobrenatural.

Seguidamente, Nick hace un breve comentario respecto a lo mostrado; alegando que espera que la hermosa mujer de cabellera carmesí, le devolviera el "favor" al causante de tales heridas. Mientras tanto, Garnet roza mi mandíbula delicadamente con sus dedos y retira suavemente los restos de espuma pasando su pulgar suavemente por la parte superior de mis labios; haciendo que una sonrisa cómplice se dibuje en mi rostro.

- Bueno, eso no hace sino respaldar mis palabras...¿O acaso no estás aquí para contárnoslo? - le digo sin perder la sonrisa, con un tono bastante alegre y jovial - Solo los fuertes sobreviven a algo así; así que de seguro que los tienes bien puestos - bromeo, soltando una pequeña carcajada

Es entonces cuando la joven decide iniciar un brindis, al que rápidamente se une el moreno.

- Y por todos los demás bares que aún nos quedan por visitar - añado, con mi habitual buen humor; haciendo chocar suavemente mi jarra con la de ambos, y llevándola rápidamente hasta mis labios

— Yo no soy un mago — Sonreí, dando un largo trago a la jarra, para luego pasar con cuidado la lengua por los labios, cerciorándome de que no me quedaba bigote como a mi amigo el rubio.

Una de las cosas que más me llamó la atención, era el carácter tan peculiar de las dos personas que tenía a mis lados. Eran como dos polos opuestos, empeñados en apuntar en la misma dirección. Tal vez tenían una meta común, pero donde Nick parecía cauteloso y precavido, Robert era todo fuego, parecía demasiado dispuesto, casi ávido. Uno era más misterioso, donde el otro era puro espectáculo. Un contrapunto la mar de curioso, que a menudo me hacía preguntarme… ¿En qué punto entraba yo en la ecuación?

ShadowPact… ¿Sería ese el lugar donde iba a pertenecer? No dejaban de hablar de hacer cosas para ayudar y salvar al mundo y más de una vez ha quedado claro que mi posición entre el bien y el mal era más bien… difusa, por ser generoso. De nuevo la misma duda de siempre. ¿Dónde encajo yo? Cerré ligeramente los ojos, dando una calada a mi cigarro. Hoy no iba a ser el día en que encontrara esa respuesta.

— Has evadido mi pregunta, cariño. — Le sonreí a Robert, hablando con la más pura e inocente curiosidad. — ¿Has tenido ya experiencia con… Demonios menores tullidos? Me encanta el tema de… espíritus, fantasmas y todas esas cosas. Así que si tenéis historias que compartir — me giré para ofrecer a Nick una sonrisa tentadora, intentando incluirle en la conversación — podríais tener un detalle hermoso conmigo y saciar mi curiosidad.

Me aparté levemente de la barra, aun con mis dedos en la superficie de la misma, y les dediqué una mirada cómplice a ambos. Tal vez había parecido algo pedante, pero no veía razón alguna por la que pudieran negarse a charlar un rato, y por otro lado… Es mi carácter. Soy jodidamente segura, la mayor parte del tiempo. ¿Porqué me iba a molestar en sugerir o aparentar lo contrario?

Además, siempre he tenido este pequeño punto de mostrar que siempre me salgo con la mía. Tal vez no con quien me conoce un poco más, pero las primeras impresiones hacen milagros, y a veces convencerse a uno mismo de que eso es así, te hace llegar más lejos.

Si tu mismo crees y confías en que puedes hacerlo, ¿cómo no van a hacerlo los demás?

Ojos verdes quería que hicieramos de cuentacuentos, o más bien de militares jubilados, y le contáramos batallitas sobre conjuros y demonios. Sobre cómo bajé al infierno con el único propósito de reunirme con un profeta ciego, sobre cómo arrasé con las hordas infernales con la única ayuda del filo de mi espada y mi habilidad para llegar hasta él, sobre cómo el mismísimo Hades intentó... ¿O eso fue Odiseo? He leído demasiado últimamente.

El caso es que yo no era el mejor para alardear de derrotar demonios, aunque lo haya hecho. Ni para alardear de derrotar nada. Yo no soy un guerrero. Ni siquiera sé lanzar una bola de fuego. Sólo hago trucos, y eso en combate directo es insuficiente. Sí, soy un soldado eficiente, pero sin mis habilidades no sería la creme della creme. Por eso acabé como espía y no como soldado de asalto de una empresa de seguridad. Por eso y porque pagaban más.

- Pues siento decepcionarte chica. - puse una mueca amarga justo antes de dar otro trago. No es que no quisiera contar mi experiencias, pero mis experiencias no son bonitas ni divertidas para una historia. Mi estancia en el mundo mágico es limitada, por así decirlo, y no suele traer nada bueno.

No pensaba decir nada más, pero había creado una expectación inmerecida y ahora el silencio de la espera me obligaba a decir algo. Tendría que explicarme. Ya me toca, todavía no he dicho nada de mí. Tampoco puedo ir siendo un total desconocido para mis posibles futuros compañeros.

- Por mi parte no puedo darte una batallita de fantasmas y demonios. Algunos alzan su martillo y hacen que el poder de la tormenta destroce a sus enemigos, algunos tienen una fuerza y resistencia invencibles, la destreza marcial de otros los hacen máquinas de matar y algunos, simplemente, no han nacido para la primera línea. Yo soy de los últimos. - sonreí. La verdad es que me encantaba la primera línea, siempre que tuviera la situación controlada. Es el mejor lugar para el espectáculo - Yo tampoco soy un mago, al menos no uno corriente. Mis... facultades, son más útiles en otras situaciones. Es por ello que suelo evitar confrontaciones. - me di un pequeño tirón de la corbata. ¿Hacía calor allí o era yo? Tal vez la bebida empezaba a hacer su magia - Seguro que, The Rookie Sorcerer, tiene un montón de aventuras más divertidas qué contar. - terminé con un tono casi burlón.

En realidad, quería escuchar lo que el sombrerero tenía que contar. Dicen que los borrachos nunca mienten. Aunque esa frase la inventó un borracho mentiroso. Me acomodé lo que pude en el taburete, mirando al nuevo centro de atención, esperando sus palabras como un niño espera que inicie la nueva película de Stark Wars. Igual también es ciencia ficción...

Tras el brindis, la joven decide insistir en su interés por conocer mis "batallitas" e insta al otro joven a compartir también las suyas; cual niña pequeña esperando el cuento de buenas noches, denotando una natural y cándida curiosidad. Lo cual hace que una sonrisa divertida se dibuje ampliamente en mis labios.

Su actitud, como en el día en que nos conocimos, desborda una seguridad en sí misma que no hace sino acentuar aún más el atractivo de la pelirroja; uno más que evidente, que bien puede notarse con tan solo echar un leve vistazo a su cuerpo. Sin duda una mujer que, seguro, habrá sido la perdición de muchos hombres; y estoy convencido de que, todos, mucho más sobrios de lo que me encuentro yo en este momento.

Interrumpiendo mis reflexiones sobre la mujer de cabello escarlata, Nick decide responder en primera instancia a esta; alegando que no goza de grandes anécdotas basadas en enfrentamientos con "El Mal". Según sus palabras, no posee habilidades mágicas corrientes; es decir, que no se trata de un hechicero.

Acto seguido, con un notable tono burlón aunque no ofensivo, me cede la palabra.

- Bueno, parece que tengo que salvar el día...¿No? - respondo de forma alegre y bromista - La verdad es que como "conjurador", he tenido que enfrentarme a todo tipo de criaturas - continúo acercándome un poco más a ellos, como para darle cierto secretismo a la conversación; aunque debido al alcohol que ya corre por mis venas, mi tono de voz no disminuye - Desde espíritus con un intenso deseo de venganza... - digo, dejando una leve pausa; para darle cierto misterio y dramatisco a la cosa - ¡LARTSA NOICCEYORP! - recito, en un tono algo más bajo; chasqueando mis dedos

En ese momento, de estos, surge una suave neblina de un color violeta con ligeros tonos rojizos; esta comienza a tomar numerosas formas de criaturas espectrales de un tamaño reducido.

- Hasta criaturas provenientes del Infierno - manifiesto mientras, con un ligero movimiento de mi mano, la bruma toma un tono mucho más azafranado y adquiere la forma de una criatura de largos cuernos - Por suerte, las mandé a todas donde deben estar - concluyo, cerrando la mano de repente; haciendo que el humillo se desvanezca - Aunque claro, todas ofrecieron resistencia...

Tras estas palabras, levanto levemente mi camisa para mostrar la parte derecha de mi cintura; dejando ver una larga y profunda cicatriz en forma diagonal.

Escuchar a Nick hablar, era como escucharme a mí misma. Alguien que dudaba de sus propias capacidades a la hora de combatir, que afirmaba que su poder era más útil para evitar un combate que para realizarlo. Pero había afirmado ser mago, y tener unos poderes. Le miré con interés, ávida de conocer más, pero Nick no parecía muy dispuesto a compartir mucho más sobre sí mismo, y dio paso a Robert.

Este por su parte se inclinó hacia nosotros, como si quisiera tener la intimidad de que nadie más en el local pudiera escuchar nuestra conversación… Salvo que estaba usando un tono de voz demasiado alto como para evitar que nadie le escuchara. Y por si eso no era suficiente malo, como para permitir que la gente pudiera tener un ojo puesto sobre nosotros, conjuró unas palabras cojonudamente extrañas y de sus dedos emergió una niebla, que formó la silueta de pequeñas criaturas en la palma de su mano.

Contuve la respiración. El truco no era tan impresionante, había vivido con John y había visto cosas verdaderamente impresionantes. Pero me sorprendió el momento. Ni mucho menos esperaba que al pedir anécdotas, alguien se dedicara a conjurar hechizos, en público, y sin preocuparse en lo más mínimo en si alguien podía vernos o no.

¿Qué podía hacer? Por un lado mostrarme molesta y separarme de estos dos antes de que me metieran en problemas, intentar alejarme y hacer como que nunca les había conocido.

O podía quedarme. Podía esperar a ver qué sucedía, seguir conversando con ellos y aprender más. Cruzar los dedos y esperar que nadie nos viera y se acercara, por curiosidad o interés. Y si eso pasaba, yo siempre podía negar estar implicada con él. Así que sonreí, intentando aparentar seguridad.

— Vaya, veo que la discreción no es lo tuyo, cielo. Pero la verdad es que eso es una habilidad la mar de interesante. ¿Qué significa LARTSA NOICCEYORP? ¿Es una especie de Mantra? — Cavilé durante unos segundos las palabras… ¿Proyección Astral? ¿En serio? Pero me limité a sonreír, como si no me hubiera dado cuenta de nada. — Qué poder tan práctico. ¿Puedes hacerlo en tamaño real o sólo en miniatura?

Le dediqué una mirada complice a Nick. El que parecía más discreto que Robert, más afín a mi concepto de privacidad, ¿estaría nervioso por la muestra mágica pública de nuestro querido compañero?

Me giré levemente, dándole una calada al cigarro y mirando por encima del hombro, asegurándome de si alguien nos estaba observando...

Yo no tenía problema en utilizar mis habilidades en público, de hecho había llevado un espectáculo de magia años atrás. Sin embargo, una cosa es el escenario y otra muy distinta un garito de mala muerte. Es cuestión de discreción. Pero no a todo el mundo le gusta pasar desapercibido, a algunos le encanta ser el centro de atención. Puede que ese sea el caso de Robert, o puede que sólo esté demasiado bebido.

Era una proyección, una ilusión, una imagen espectral de criaturas. No era una magia impresionante, incluyo yo podía hacerla sin ser un conjurador. ¿Tendría las mismas habilidades que yo? Lo dudo. Ha formulado un conjuro, palabras mágicas, o lo que sea. Sólo es coincidencia.

Garnet hizo muchas preguntas al sombrerero sobre su magia, para luego dedicarme una mirada esperando un comentario sobre la misma. Sin embargo, ella no era la única que dedicaba miradas. El camarero también lo hacía, y no sólo a mi, aunque era una mirada mucho más incrédula.

- Si te ha gustado ese truco deberías venir a nuestra actuación el próximo sábado. - le dije con el tono de un anunciante, como si de verdad existiera esa actuación - Somos los mejores de este estado. - afirmé sonriente, chasqueando los dedos, como si de un gesto universal de la magia fuera.

La magia era el secreto más fácil de ocultar. El gran público no cree en ella y si le dices que es magia de verdad, pensará que le estás mintiendo. Sorprendería saber cuántos telequinéticos y telépatas hay por ahí haciendo de ilusionistas baratos por una miseria.

A pesar del mini espectáculo luminoso, Robert no había hecho más que alardear. ¿Nos estaría vendiendo humo? La ausencia de datos concretos me hacía desconfiar. "The Rookie Sorcerer" no parece el seudónimo de un legendario cazador de demonios. También lucía cicatrices como ojos verdes, pero mientras que ella lo hacía como señal de su inexperiencia, él las luce como recuerdo de su victoria. Y yo sin cicatrices... ¿Soy el único que prefiere no encajar golpes?

- ¿Y cuál de ellos te dejó esa marca de amor? - pregunté burlón, obviando lo sucedido con el camarero una vez volvió a sus quehaceres - ¿El espíritu vengativo, el demonio tullido o alguna borrachera con copas de más?

La joven remarca mi poca discreción, a la hora de usar mis habilidades mágicas en medio de tanta "gente no mágica"; mientras que, por otro lado, el moreno hace un breve comentario en voz alta para que el camarero, quien ha echado un ojo a lo sucedido, se tranquilice pensando que solo se trata de un truco que forma parte de un gran espectáculo.

- Querida, no hay mejor forma de ocultar algo, que ponerlo a simple vista - comento con una amplia sonrisa de lado a lado - Además, la mayoría de los que frecuentan este antro, están tan borrachos que ni se acordarán - continúo, soltando una leve carcajada

Tras esto, la preciosidad de cabello rojizo me pregunta que significan las palabras pronunciadas; y si lo que acabo de hacer, también lo puedo hacer en mayor tamaño.

- Es, simplemente, un conjuro; sencillo y práctico - le respondo, dedicándole un guiño con complicidad - Conozco muchos más...Pero, incluso para el estado de los presentes, serían demasiado "excesivos"

Luego, una vez enseñada la gran cicatriz que adorna mi cuerpo, el otro joven pregunta el origen de esta; o más bien, el causante de ella.

- No, no, no...Las cicatrices por borrachera las tengo en la cabeza - bromeo, mientras entre risas me retiro el sombrero y separo con mis dedos un poco los pelos; como para mostrar alguna clase de brecha - Esta delicia me la hizo un demonio cuando lo arrastraba de vuelta al infierno - le explico; recolocándome el sombrero y señalando hacia esta - No estaba tullido, pero si muy gordo; era como una gigantesca bola grasienta de color rojo

Me terminé lo que me quedaba de cerveza de un trago. No tenía muy claro en qué dirección avanzaba la noche y si quería estar presente cuando eso sucediera. De momento no había sucedido nada peligroso ni especialmente fuera de lugar como para ponerse defensiva o en guardia.

— Lo dicho… Rodeada de magos, sin ser hechicera. Creo que me tocará quitarle el sitio a la chica playboy y vestirme de ayudante de mago. — Sonreí, bromeando para quitarle algo de seriedad al asunto y le hice un gesto al camarero para que se acercara a mí. — Sírveme un Long Island, si eres tan amable.

Mientras esperaba a que me trajeran mi segunda copa, alcé los brazos por encima de la cabeza y estiré la espalda, y tras una última calada, apagué el cigarro en el cenicero más cercano. Se hacía tarde, la noche se cerraba y con ello pronto empezaría la vida nocturna Neoyorquina.

— Caballeros, no sé vosotros, pero yo no pienso terminar la noche en este antro. ¿Qué me deciis de salir a dar una vuelta y buscar pastos más verdes? En cuanto termine mi copa, obviamente.

Les dedicó a ambos una sonrisa radiante, mientras el camarero le servía un vaso relleno de su bebida predilecta. Ron Blanco, Tequila, Cointreau, Vodka, Ginebra, Azúcar y Cocacola. Nada podía salir mal. Era una bebida perfecta, suave y que entraba como un refresco, pero con una gran cantidad de alcohol que subía rápidamente… Si la tomabas en exceso. Que no era mi caso esa noche, teniendo en cuenta que había bebido relativamente poco.

Saboreé los dos primeros tragos y retiré el resto de bebida de mis labios con la punta de la lengua, sin darle demasiada importancia a la bebida o a la gente que estaba conmigo, sintiéndome cada vez más relajada con ellos.

— Y bueno, contadme. ¿Sois NeoYorquinos o vinisteis aquí por el bar? No me suena haberos visto antes y suelo frecuentar los locales de la zona.

OFF: Puesto que finalmente Nick Roberts no va a regresar, lo moveré un poco con su permiso y postearé yo. Ya si quieres seguimos los dos roleando o cerramos tema; como gustes.

La pelirroja decide pedir otra copa, y lanza una sugerencia al aire que ambos aceptamos con gusto; una copa y nos largamos en busca de otro local. Así, mientras nos acabamos nuestra última ronda, la joven se pregunta por nuestra procedencia.

- Digamos que soy como los piratas; de ninguna parte y de cualquier sitio, en general - comenta el joven moreno con una sonrisa algo burlona y un notable tono jocoso

- Yo si soy de aquí, aunque evito repetir los mismos bares de forma frecuente; así que puede que por eso no haya tenido la suerte de verte antes - contesto, dedicándole un guiño cómplice a la hermosa mujer de cabellos escarlatas

Tras estas palabras, le doy un largo trago a mi bebida; saboreando así el dulce y a la vez ardiente sabor de las últimas gotas de alcohol, bajando por mi garganta. La noche es joven

Me reí. No podía si no reírme. ¿Qué iba a hacer? A un paso algo forzado, tal vez sintiendo que algo estaba fuera de lugar, la noche avanzaba, conmigo en su centro. No porque fuera especialmente ególatra y pensara que todos giran entorno a mi persona, sino porque desde mi punto de vista egoísta, mientras yo planteaba mi noche, lo primordial era como yo me sentía. Cuando el rubiales vació su copa, no tardé en seguir su gesto y llevar lo que quedaba de la mía al gaznate, plantando el vaso sobre la barra con un golpe seco, y acto seguido, tamborileé con las manos unos segundos antes de dar una palmada y alzarme.

— Vale, perfecto. ¿Cuál puede ser nuestro siguiente bar de copas? ¿Un lugar con música? ¿Un pub con bebidas raras? ¿O un bar espectáculo? — Me reí, dejé un par de billetes sobre la mesa para pagar mis copas y me levanté de mi taburete y caminé en dirección a la salida, asegurándome de que me seguían. — Conozco uno bastante interesante, cada copa tiene una forma concreta de beberse. Es divertido.

Salí del local, y el frío de la noche me recibió azotándome las mejillas. Me llevé ambas manos al rostro, y froté levemente para entrar en calor, a lo que finalmente decidí que mi mejor opción era un cigarrillo. Esperé a que los dos hombres salieran y sin pudor alguno, esperé a que se colocaran cada uno a uno de mis lados para rodearles con los brazos a la altura de los hombres.

— Muy bien chicos, escoged dirección. Yo me dejo llevar.

Había algo en esa noche que no dejaba de escamarme. Algo no iba del todo bien, me incomodaba, y me sentía algo nerviosa. Pero la temeridad a veces se sobrepone a todo lo que siento, y la idea de beber hasta perder el norte, pasar una noche con alguien que recordara mi nombre al día siguiente, era tentadora.

Y a menudo, me dejo llevar por la tentación.

La joven parece bastante emocionada con el plan propuesto, expresando una alegría completamente contagiosa; y, tras pagar su copa, enfrasca una serie de preguntas que rápidamente contesta ella misma comentando que conoce un lugar bastante interesante. El moreno y yo hacemos lo propio también, y pronto salimos afuera acompañados de tan hermosa mujer.

La pelirroja, quien parece bastante cómoda con nuestra presencia, se coloca en medio de ambos y apoya ambos brazos sobre nuestras respectivas espaldas; dándonos el aspecto de un trío de amigos que se conocen de toda la vida. Una sensación, a decir verdad, de lo más agradable.

-  Bueno, no sé si podré seguir una dirección concreta; o al menos no en línea recta - bromeo entre carcajadas - Pero, a fin de cuentas, todos los caminos llevan a roma, ¿No?

- Me da la sensación que me tocará a mi dirigir este equipo - comenta con cierta socarronería el trajeado joven - ¿No decías que conocías un local en el que cada copa se bebe de forma diferente? - pregunta finalmente a la de cabellos escarlatas

- Lo secundo - interrumpo alzando la mano libre al cielo

Decidieron dejarme a mí al mando, así que empecé a guiarles por donde yo quería. Serpenteamos por unos callejones que nos harían ganar un par de minutos en lo que era el viaje hasta el local, y cerca de quince minutos más tarde, minutos que habían se habían rellenado de charla insustancial - algo poco sorprendente si teníamos en consideración la cantidad de alcohol en vena - nos encontrábamos en la zona más central de Nueva York. Seguimos caminando, aparentemente sin rumbo fijo hasta que finalmente nos detuvimos a la entrada de un local y tras saludar alegremente al segurata, nos adentramos en el bar que yo había propuesto.

Pese a ser un buen local, lleno de puffs, sofás y mesillas bajas, la mayoría de la gente se agolpaba alrededor de una larga barra que ocupaba la mayor parte del lateral derecho. Había cerca de media decena de camareros atendiendo a los grupos con una destreza y una paciencia digna de elogio.

Guié al grupo al rincón más alejado de la barra y me encaramé a ella esperando llamar la atención de uno de los chicos, que en cuanto me reconoció se acercó a nosotros con una sonrisa de oreja a oreja. Me tendió una mano que estreché sin pensar y le guiñé un ojo.

— Hola, Keith.

— Brooks. — Saludó a su vez sin dejar de sonreír.

— ¿Serás tan amable de servir un Chochete a mis amigos? — Me giré a sonreírles, en parte por el ridículo nombre de la bebida, en parte porque ese local, me gustaba. — Y para mí un géiser.

— Marchando.

Keith desapareció tras la barra, preparando las tres bebidas que yo le había pedido. Yo me acomodé en uno de los taburetes y miré a los otros dos, hablando por encima del murmullo de la multitud, que por todas partes tomaban distintas bebidas. A veces, ocasionalmente, se veía la llamarada de algún flambeado. Di una palmada juguetona para atraer la atención de Nick y Robert.

— Bien, ya os he dicho que aquí cada bebida se toma de un modo distinto. Lamento haber decidido la primera por vosotros, pero aquí se paga la novatada. El vuestro se tiene que beber con las manos a la espalda. Y como bien indica el nombre, trabajarlo como si se tratara de una flor femenina. — La oportunidad quiso que Keith llegara en ese momento y sirviera dos chupitos de color rojo y le pusiera una cantidad ingente de nata montada por encima. — Una vez hayáis terminado con la nata, tenéis que coger el vaso, aun sin usar las manos y beber su contenido.

Entonces Keith colocó una pequeño plato de cerámica y mezcló Pippermint y otros licores en su interior, y finalmente un vaso de chupito vacío, boca arriba, en el centro. Preparándome ya para lo que se avecinaba, tomé una de las pajitas que estaban dispuestas a lo largo de la barra y la retiré de su pequeño sobre de papel. Keith ya había tomado un pequeño soplete con el que se dedicó a quemar el contenido, para después retirar el soplete, tomar un vaso de tubo y colocarlo boca abajo, dentro del plato y cubriendo el vaso de chupito en su interior. Por alguna cosa rara de la calor, la bebida burbujeó y subió por el interior del vaso de tubo hasta llenar en su totalidad el chupito. El último paso era rápido, Keith retiraba el vaso de tubo, cubriendolo con la mano, y yo tenía que usar la pajita para beber el contenido del pequeño. El líquido caliente bajó por mi garganta con un cosquilleo, y Keith me ayudó a reconducir la pajita entre sus dedos, para usarla para inhalar el alcohol que se había quedado en forma de gas dentro del vaso.

— ¡Salud!

Cualquiera que nos vea a estas horas, con la cogorza que llevamos, pensaría que somos un trío perteneciente alguna clase de espectáculo de teatro celebrando el éxito del día; cuando la verdad es que, a pesar de nuestra cercanía, apenas nos conocemos de dos encuentros fortuitos. Aunque sorprendentemente, siento una enorme química entre nosotros.

La belleza que nos acompaña nos guía hasta el lugar indicado; donde nada más entrar, se acomoda como si de su propio hogar se tratara. Por la atención más que familiar del camarero a la joven, puedo sobreentender rápidamente que esta comodidad es fruto de numerosas y seguramente regulares visitas al susodicho local.

- Vaya, el nombre es de lo más intuitivo - comento al oír las palabras de la joven, esbozando una amplia y pícara sonrisa en el rostro - Aunque bueno, no me quejo; no todos los días lo reciben a uno en un local con un chochito - concluyo con una sonora carcajada

Una mueca mezcla de complicidad y burla se dibuja en el rostro de mi compañero moreno; quien parece haberle encontrado algo de gracia a mis palabras. Quizás podamos hacer buen equipo y todo.

Finalmente, el llamado por la joven como Keith, coloca nuestro pedido sobre la mesa, y se pone a preparar el cóctel a la señorita.

- Te apuesto lo que quieras a que me lo acabo antes que tú - le digo a Nick mientras coloco la manos tras mi espalda

- Hecho; que sean 100 - contesta con una ligera sonrisa vanidosa, haciendo lo mismo con las suyas

Pronto, se desarrolla una cómica competición en la que acabo con la mayor parte la boca y la nariz cubiertas de nata; mientras que mi rival consigue salvarse mayormente, quedando solo su boca cubierta de esta. Lo cual es bastante comprensible, teniendo en cuenta que yo llevo un par de litros de alcohol encima más que él.

Acabada la nata, nos ponemos con el chupito; con el que terminamos por empaparnos los dos. Para mi desgracia, el chulito acaba un segundo antes.

- Mierda - me quejo mientras rebusco entre mis bolsillos en busca del dinero

- Tranquilo, me lo compensarás en rondas - concluye, acomodándose ligeramente la corbata con cierta chulería

Una carcajada emerge de nuestras gargantas al unisono.

Contemplé la absurda competición entre los dos hombres con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Y aproveché el rato que dejaron de prestarme atención para apoyar el codo en la barra y usar mi propia mano de soporte para la barbilla. Necesitaba ese pequeño instante de intimidad conmigo misma para valorar lo que estaba sucediendo, y el rumbo que estaba tomando mi vida.


Era la historia de cada día. Una parte de mí luchaba por volver a usar esa máscara de indiferencia y soberbia tras la cual tan a menudo me escondía. La otra no dejaba de gritar deseando que se quedaran ahí a intentar acallar las voces de mi consciencia. La realidad, tal vez, es que me encontraba a caballo entre ambos sentimientos y deseaba encontrar a alguien. Tal vez ellos, tal vez cualquier otro. A lo mejor, ni siquiera importaba el quién.


Me reí. Me reí de buena gana cuando les vi pegando lametazos a la nata, inclinados sobre la barra y con las manos a la espalda. Me reí, me reí por la situación y por mis propios pensamientos, intentando que la risa ahogara todo lo demás, y pudiera ayudarme a olvidar todo aquello que me preocupa. Pero nunca lo consigo del todo. A veces, muy pocas veces, tal vez cuando…


Suspiré para desechar ese último pensamiento recurrente que estos días tanto recordaba. Cuando finalmente se terminaron la bebida, me alzé del taburete y me situé a su lado, dándoles una palmada en la espalda


— Muy bien, chicos. La noche no ha hecho nada más que empezar...


Entonces empezó las rondas de verdad. Pedí otros dos géisers para ellos, para que probaran la sensación de inhalar el alcohol en lugar de beberlo, algo que provoca tos la primera vez pero resulta adictivo. Paellas de flambeados, chupitos que debían tomarse de dos en dos y a la vez, otros que debían tomarse con polvos pica pica… Y finalmente la broma final. El Reflejo.


Este último consistía en un aparato con cuatro mandos. El aparato emitía unos pitidos y llegado el tercero, el último en darle al botón recibía el calambrazo inocente, lo suficiente para sobresaltarte pero que no doliera en absoluto. Si te tocaba ser el último, te tocaba beber y por supuesto, con semejante juego, pedí absenta.


La broma, era sencilla… El aparato no da el calambre al último… Si no al primero. Y es un juego terriblemente divertido de jugar, sobretodo cuando una se conoce la trampa y puede, simplemente no darle al botón.

El pequeño espectáculo de alcohol y nata parece divertir sobradamente a nuestra compañía; quien nos felicita con una breve palmada en la espalda, antes de encargarse de pedir nuestra siguiente ronda.

Uno tras otro, los chupitos van sucediendose; el mareo que me acompaña desde bien entrada la noche, se hace cada vez más intenso. Conforme mi capacidad de visión, o al menos la claridad de esta, se reduce; mi animo y entusiasmo suben, cual cohete a las estrellas.

- Hay que reconocerlo, cariño; realmente sabes como divertirte - digo con una amplia sonrisa en el rostro

Finalmente, llega el plato fuerte de la noche. Un reto de agilidad y reflejos para beber quien será el siguiente en beber.

Frente a nosotros, un aparato con cuatro mandos que va emitiendo pitidos hasta llegar al tercero; el último en darle al botón recibe calambrazo, y le tocaba beber. O eso es lo que me ha parecido entender según las explicaciones aportadas.

- Preparados...Listos...Ya - voy diciendo conforme los pitidos se van desarrollando, concluyendo con una palmada sobre el botón

Off: Te dejo decidir a ti quien quieres que se lleve el calambrazo XD Había pensado que le dieran ambos a la vez; pero no sé si, siendo así, se lo llevan los dos o no

Las sonrisas se ensanchaban, perdían cualquier atisbo de segundas intenciones, cualquier secreto escondido en la comisura alzada a medida que el alcohol en las venas surtía efecto. La noche se veía envuelta en un torbellino de bromas, risas y bebidas cada vez más dificiles de diferenciar entre sí, de la que probablemente nadie sería capaz de recordar enteramente al día siguiente.

Cualquier gilipollez era una buena excusa para romper a carcajadas, las barreras de la desconfianza se difuminaban en el contorno en que se unían con cualquier divagación de borracho, y cada chupito traía consigo una nueva broma sin gracia que caería en el olvido tras hacer brotar la risa de nuestro estómago. ¿Qué bromas eran? Ya ni me acuerdo. Pero eran divertidas, me supongo, o no hubieramos reído tanto.

Llegados al último juego, ya no dejaba de taparme la cara, sujetándome las mejillas con una mano, las lágrimas acumuladas en el contorno de mis ojos de tanto reírme. ¿De qué? De todo. De presión acumulada, la risa boba rellenaba el hueco que había dejado la preocupación y la cautela. Robert y Nick se preparaban para el último paso.

Tres...

Dos...

Uno...

Ambos reaccionaron a la vez, apartando las manos de aparato con el correspondiente improperio, y de nuevo rompí a reír. Me dolían las costillas de tanto reírme, recordando en ese momento las lesiones de mis anteriores clases. Me reí hasta quedarme sin aliento y me froté los ojos para retirar las lágrimas.

Y luego, pagamos nuestra cuenta y nos fuimos. No les dije el secreto del aparato, pues me parecía más divertido guardar en mi manga la posibilidad de repetir esa noche. Una vez en la calle, rechacé la idea de ponerme la chaqueta, y me encendí un cigarro. La brisa fresca se sentía como una bendición en piel. Y sin esperar a ver si me seguían o no, me encaminé hacia el parque del puente de Brooklyn. Quería tumbarme en el césped mientras la cabeza me daba vueltas felizmente, y tampoco me importaba si me acompañaban o no.

Creo recordar que canté por el camino, una gilipollez cualquiera de la radio. Creo recordar que cantaron conmigo, pero tal vez no fuera así. En cualquier caso, terminé con mi propósito. La hierba se sentía perfecta a mi espalda, la brisa fría, el sonido del agua... Era vagamente consciente de que no estaba sola, pero de nuevo, bien podía ser un fantasma.

— Tiiiio... Ahora me da palo volver a casa...

Un calambrazo recorre mis dedos, hasta prácticamente el hombro; y, a juzgar por el rostro de Nick, él parece sufrir el mismo destino. Por otro lado, y como era de esperar, nuestra hermosa compañía se carcajea por lo sucedido; algo que rápidamente emulamos los dos ¿Cuantas posibilidades había de darle ambos al mismo tiempo?  

Tras este momento que roza lo absurdo, decidimos acabar la ronda por ahora y pagar la cuenta; marchándonos seguidamente del local.  La joven se adelanta a ambos, mientras se enciende un cigarro; iniciando una canción que, quizás por la cantidad de alcohol ingerida, encontramos bastante graciosa.

- Bueno, compañero, por mi parte la noche ya está servida - dice el trajeado moreno, con una ligera sonrisa, dirigiéndose a mi persona - Despídete por mi de la señorita - continúa; dedicándome un guiño cómplice, y extendiendo su mano hacia mí

- Será un placer; espero volver a verte pronto, amigo - le respondo con una amplia y sincera sonrisa; mientras le estrecho la mano de forma efusivamente amistosa

Acabadas estas palabras, y el apretón, el de cabellera oscura se desvanece ante mis ojos; como si de un espejismo se tratara. Impresionante; sin duda, espero descubrir ese "truquito" en nuestro próximo encuentro.

Acto seguido, me encamino en dirección a la joven de cabellos rojizos; quien ahora reposa sobre la superficie de un suave cesped, mirando al cielo.

- Dímelo a mí, preciosa  - respondo a sus palabras mientras tomo asiento junto a ella - Uff...Menuda cogorza  - confieso, soltando una pequeña carcajada - Por cierto, Nick ha decidido abandonar ya la noche; te manda recuerdos de su parte  - informo a Garnet con una medio sonrisa dibujada en el rostro

Por una parte, me entristece que el grupo se haya visto disminuido; pues bien es sabido que, para la fiesta, cuantos más mejor. Pero por otro lado, agradezco que mi competencia más directa haya abandonado esta batalla; pues no voy a negar que la joven pelirroja es sin duda una mujer con la que disfrutaría gustoso de acabar la noche.

- ¿Sabes? Mi piso no está tan lejos de aquí, y se me ocurre una buena forma de seguir con la "marcha"  - le sugiero a la joven con unas más que marcadas intenciones, resaltadas por una completa mirada de picardía y complicidad - - ¿Que te parece?

No le respondí inmediatamente. Sólamente estaba allí a medias, con la cabeza perdida en una marea espesa de pensamientos incoherentes e inconexos. No entendí del todo sus palabras, y tuve que centrarme en lo que había dicho para poder encontrar su significado. Sonreí despreocupada, mirando al chico sentado a mi lado, y me incliné para reposar todo mi peso en un costado, un brazo actuando a modo de cojín, el otro entrelazándose en mi cabellera, jugueteando con un mechón que traje al frente, haciendo que mi mirada pasara suavemente del tirabuzón que estaba formando con el dedo a los ojos oscuros.

— ¿Quién eres tú, Robert? — le sonreí, dejando claro la profundidad de la pregunta. — ¿Cómo ha llegado alguien que se llama a sí mismo Rookie Sorcerer a involucrarse en un mundo de magia y qué te llevó hasta ShadowPact?

No dejé de mirarle directamente a los ojos, esperando, tal vez a que se tumbara a mi lado para seguir charlando. Era consciente de que había dejado su pregunta sin responder, pero en ese preciso instante, casi me preocupaba más pensar en hasta qué punto le debía explicaciones si aceptaba o me negaba. Por una parte, no me importaría. Nunca me había importado. El sexo no era más que disfrutar de mi propio cuerpo y pasar un buen rato. Años atrás, incluso, me había servido de herramienta para mantenerme con vida y procurar sustento. Pero por otra parte, nunca había tenido grupos con perspectiva de volver a ver a la gente con asiduidad, relacionarme más allá de las facetas que suelo mostrar a la gente. Si ambos perteneciamos a ShadowPact, significaba que nos veríamos, y tal vez en más de una ocasión, trabajaríamos juntos. ¿Hasta qué punto acostarme con él enrarecía esa relación?

— En cuanto a tu pregunta… — estiré la mano que sostenía mi cabello. El mechón rojo cayó por encima de mi mejilla y cuello, juntándose en la marea que tenía debajo de mí.— Me apetece estar aquí. Ahora mismo no tengo ánimos para volver a encerrarme en un edificio. — Me permití mirar al cielo con aire soñador, buscando unas estrellas inexistentes en un cielo demasiado contaminado por la luz de la ciudad.

Una sonrisa despreocupada se dibuja en sus labios al escuchar mis palabras, mientras su cuerpo se inclina ligeramente a un costado para acabar mirando hacia mí; con uno de sus brazos actuando de apoyo para su cabeza, y el otro jugueteando con su rojizo cabello. Lo que le da una actitud aún más sensual; y que hace que, sin poder evitarlo, me pierda por unos instantes en sus explosivas y generosas curvas.

Pronto, una pregunta emerge de sus labios para despertarme de mi empanamiento; mientras sus ojos se clavan directamente en los míos, con un leve tono de expectación. Se cuestiona quien soy realmente, y como un tipo con un seudónimo tan vistoso acabó en la reunión donde nos conocimos.

Yo, por mi parte, decido acomodarme un poco más; tomando una posición parecida a la suya; aunque con mi otro brazo apoyado en el césped, en lugar de junto a mi cabellera. Entonces, llega el rechazo de mi proposición por parte de la bella mujer; aunque, por suerte, siento en su tono que podría cambiar de decisión si el ambiente lo precisa.

- Si te digo la verdad, no sé muy bien que contestar a eso - respondo a sus palabras, con una sinceridad propia del alcohol que ahora recorre mis venas - Hace mucho que dejé de ser aquel infante que se divertía curioseando entre leyendas y mitos que narraban eventos que era imposible que hubieran sucedido, y que invertía la mayor parte de su ocio en reunir conjuros capaces de realizar cosas imposibles para cualquier humano corriente - continúo; recordando aquellos viejos tiempos de mi niñez, guiados por las palabras que compartía mi amada abuela conmigo - Digamos que, desde que me pasó lo que me pasó, solo soy un joven que intenta cumplir con las promesas del pasado - le digo con una amplia sonrisa de oreja a oreja - Y digamos que tengo...Buenos informantes - comento, con un ligero tono de misterio, refiriéndome a mi capacidad para sentir y comunicarme con los espíritus - ¿Y tú? ¿Como acaba un bombón de cabellos escarlatas en un lugar así? - le pregunto, interesado por su historia - Por lo que comentaste, no eres una maga al uso...Así que ¿Quien es Garnet Brooks?

Escuché con atención las explicaciones del rubio, fijándome en la cicatriz de su ojo izquierdo, y sonreí brevemente al darme cuenta de que íbamos a juego. Pero era consciente de que, probablemente, él recordaba el origen de la suya, como bien indicaba al insinuar que “pasó lo que pasó”, detalle que dejaba entrever que había recuerdos que no querían ser removidos. Pero me mataba la curiosidad, y no quería dejar allí la conversación. Pero antes de que pudiera responder…

— Garnet Brooks... — Mi primer dilema. Ser o no ser sincera. Mentirle, explicarle el cuento de siempre, o decirle quién era en realidad. No tenía por qué explicarle quien era Ruby. Ella era mi mayor secreto, era algo que no podía compartir. Pero mis recuerdos… mi origen. Probablemente esta gente se iba a enterar tarde o temprano, y tendría que terminar por dar explicaciones. Me reí, el brazo que me hacía de cojín encogiéndose hasta mi cuello, dejando mi cabeza levemente inclinada hasta tocar el césped con la sien. — No es nadie, no existe. Podrías decir que es un pseudónimo. Alguien utilizó el granate para dirigirse a mí, y no hace falta ser muy original para entender el porqué. Brooks… Brooks fue una mujer maravillosa que me ofreció vivir con ella durante unos años. Pero falleció. Así que tomé su nombre sin permiso, para dejar de ser un color y empezar a tener un cuadro propio. Pero si me preguntas por el inicio del nombre… No tengo ni la más remota idea. No sé quién soy, ni de dónde vengo, ni sabía qué hacer con mi vida hasta que… — No sabía cómo referirme a él. Jota. Mi maestro. Mi amigo. Un imbécil. — Alguien vio que tenía potencial, y me está dando un propósito. Mis poderes están… sellados. Pero cree que puedo llegar a dominarlos. A eso apunto.

Tendí una mano hasta él, y le quité el gorro, girándome para estar boca abajo y alzando el torso, apoyándome en mis codos y me puse su sombrero. Me iba ligeramente grande, y si no se apoyara sobre mis orejas, probablemente me taparía incluso los ojos. Se sentía cálido, probablemente de calentarle la cabeza a Robert durante toda la noche.

— ¿Cómo te hiciste esa cicatriz? — le pregunté del modo más casual que pude. — ¿es de cuando… pasó lo que pasó o tiene otra historia propia?

Le miré alzando levemente la cabeza y sonriendo socarronamente.

La joven parece sincerarse completamente conmigo, quizás por el alcohol o por cierto sentimiento de empatía; la verdadera razón, no importa demasiado. Al parecer, la hermosa mujer de cabellos rojizos debe su nombre a su cabello y a aquella que la cuidó cuando más lo necesitaba; pues, como explica, la mayor parte de su pasado es un enigma para ella.

Luego, tras la muerte de la ya nombrada cuidadora, quien presupongo es el maestro del que habló en el bar, apareció en su vida; otorgándole así un propósito, y al parecer haciéndole ver que hay un poder escondido en su ser que podría ser usado. No sé que clase de habilidades esconderá la pelliroja; pero sé que por experiencia, si dice que ahora se encuentran selladas, es porque deben ser bastante poderosas.

La verdad es que ahora que me fijo un poco, su esencia se siente extraña; aunque no logro descifrar el por qué. O quizás solo sean suposiciones de un mago borracho.

Entonces, Garnet extiende su mano tranquilamente hasta mi sombrero y, tras arrebatármelo de manera encantadora, se lo coloca sobre su cabeza; dándole un aspecto mono a la vez que sexy. Acto seguido, me pregunta por la cicatriz que decora mi rostro.

- La verdad es que es de antes - contesto con una sonrisa, acariciándola ligeramente con mi mano - Como te dije, pasaba la mayor parte de mi tiempo estudiando cosas sobre magia y hechicería; sobretodo en mi juventud. Pues bien, digamos que, entre esas cosas, se incluyen rituales - continúo, con un tono tranquilo y relajado, sin perder la sonrisa - Mi abuela siempre decía que mi abuelo fue un gran y famoso cazador de demonios; que traía la luz a las tinieblas, enviando a las criaturas infernales al lugar del que pertenecen - comento, haciendo un par de movimientos con mis mano; emulando los gestos que hacía ella, cuando me contaba "aquellos cuentos" - Pues...Uno de ellos...Acabó por arrastrarle hasta casa - digo, cambiando mi tono de forma gradual a uno menos alegre; incluso sufriendo un ligero nudo en la garganta, que me hace detenerme un poco a la hora de hablar - Por eso, yo...intenté traerle de vuelta - confieso, en un tono algo triste; desviando ligeramente mi vista al suelo - En aquellos momentos, no poseía las habilidades mágicas que actualmente poseo...No funcionó...Y guiado por la rabia, provoqué de forma accidental un incendio en el lugar...Los bomberos me sacaron de allí antes de morir ahogado, aunque me quedé este recuerdo - concluyo, señalando mi rostro; mientras una ligera mueca se dibuja en mi rostro

Por unos instantes, los recuerdos de aquel día se aglomeran en mi mente como un torrente de fotografías que inunda mi cabeza; sin embargo, logro frenar esa sensación rápidamente y dibujar en mi rostro una sonrisa alegre.

- Pero bueno, son cosas que pasan; es mejor no pensar demasiado en el pasado - le digo en un tono mucho más animado - El presente y el futuro, es lo único que nos debe preocupar - continúo, dedicándole un guiño cómplice - ¿Y que hay de ese corte tan personal que tienes? - le pregunto, señalando la cicatriz de su ojo - ¿Hay también una buena historia detrás de eso?

Intentó devolver a alguien a la vida. Sentí como un seguido de pensamientos claros, preguntas, se hacían hueco entre la masa espesa de mis pensamientos, y una parte de mí parecía extrañamente sobria. Tal y como yo planeaba intentar revivir a mi hermana. Robert era la prueba viviente de aquello que podía salir mal… Y sin embargo, era esperanzador. Estaba segura de que el chico había tenido suerte, y que mucha gente había salido incluso peor, pero si alguien inexperto y que no estaba en control de sus poderes, había logrado salir del intento con “únicamente” un incendio, tenía la esperanza de que yo podría lograr mucho más… Si Constantine cumplía su parte del trato y me enseñaba a… hacer lo que fuera que yo era capaz de hacer.

Luego insinuó que debíamos dejar atrás el pasado, centrarnos en el presente y el futuro, y le miré, entrecerrando los ojos y esbozando una sutil sonrisa divertida.

— ¿Vuelta al pasado, encanto? — deslicé un dedo por la irregular superficie de la cicatriz que cubría mi mejilla y casi sin pensarlo acaricié también la que tenía en el mentón. — Tu intento de adivinarlo sería tan bueno como el mío. No tengo ni la más menos idea, y hasta donde yo recuerdo, ya vivía con ella. Así que… Lo único que puedo decir de ella es que me acompaña desde que era muy pequeña.

Se sentía extraño, hablar de todo aquello con alguien a quien acababa de conocer. Pero pensar que sería alguien a quien seguiría viendo “a menudo” alguien que formaba parte de “mi grupo” era un pensamiento todavía más extraño que empezaba a hacerse inquietante. Y tenía muy claro el por qué.

— ¿Tu abuelo también era de ShadowPact? ¿O llegaste hasta Oblivion por tus propios medios? Quiero decir, no me imagino a esa gente colgando un anuncio en el periódico, en plan “se reclutan magos para misión suicida, experiencia no requerida”. — Hice las comillas en el aire, con mis dedos, intentando llevar la conversación a un terreno más seguro que charlas sobre nuestros pasados.

No puedo evitar soltar una pequeña carcajada ante su pregunta retórica. Cierto es que le acabo de decir que debemos dejar el pasado atrás; pero mi curiosidad, por conocer el pasado de tan característica y visible marca, se ha impuesto ante esta primera sugerencia.

Desgraciadamente, mis deseos solo se ven parcialmente satisfechos; pues, según palabras de la pelirroja, solo recuerda que la posee desde que tiene memoria. Más no sabe aún cual puede ser el verdadero origen de esta.

- Ya veo; escondes aún más misterios de los que imaginaba - comento, con una mueca divertida y cómplice, dibujada en los labios

Tras estas palabras, la joven desvía el tema nuevamente al día de nuestro encuentro; pues se pregunta si mi abuelo fue miembro de ShadowPact, o si hubo otro "nexo" que me llevó hasta aquella extraña y mística reunión.

- Te sorprendería la cantidad de veces que ocurre de esa forma - bromeo ante las palabras jocosas de la hermosa mujer - La verdad es que no tengo ni la menor idea de si mi abuelo formó parte de algún grupo secreto de hechiceros, o si iba siempre por libre - confieso, con un completo tono de sinceridad en mis palabras - Pero la verdad es que no había oído nada de aquella organización ni de aquel bar, hasta el día de la colisión; lo que me hace suponer que no provienen del universo del que yo vengo - continúo, exponiendo tranquilamente mis deducciones - En cuanto a como los encontré; Digamos qué...Tengo mis recursos - concluyo con una amplia sonrisa pícara; haciendo un par de breves gestos con mis manos, cual mago intentando suscitar el interés de un infante

Mi mirada se pierde en la suya, procurando vislumbrar un esperado interés en sus enigmáticos y cálidos ojos. Está claro que no tengo ninguna clase de problema en descubrir ante ella mis otras habilidades; pero prefiero que se lo gane ella por méritos propios.

De nuevo volvió a extenderse el silencio entre ambos. Yo no tenía mucho más que decir, así que cerré los ojos y dejé que mi cabeza diera vueltas levemente, concentrada en esa ligereza, disfrutando de algún modo esa extraña sensación de ebriedad a la que tan a menudo me sumía y utilizaba de vía de escape. No tenía nada claro lo que tenía que hacer a continuación. Por una vez, y debido a ShadowPact, no quería dejarme llevar por las circunstancias. Esta vez había mucho más en juego y estaba tomando la decisión de cambiar de una vez por todas mi vida y mi conducta. Sabía que no iba a ser un cambio agradable. Mucho menos uno rápido. Yo no tenía un abuelo al que seguir los pasos. Aunque John bien podía entrar en la categoría de uno, no era el mío.

Había decidido abrirme un poco a esa gente. Tal vez porque John me había llevado a ellos y albergaba la esperanza de que, si conocían mi historia, alguien podía descubrir qué hacer. Darme consejos. La ayuda de Constantine era de agradecer, pero me sentía impaciente por encontrar a alguien que pudiera darme una solución más inmediata. Alguien que pudiera regresar a mi hermana a la vida.

Ruby... Era mi mayor secreto. El más bien guardado y el que se encontraba celosamente protegido junto a mi corazón. Algo me llevó a mostrarla a J. Tal vez porque él fue la primera persona que encontré que pudo darme alguna pista sobre lo que podía suceder. Tal vez estaba deseando encontrar a alguien con quien compartir la carga, aunque siempre me lo niegue a mi misma, aunque me cueste de aceptar.

Miré a Robert. Era como ver a una persona a la que sólo veías media cara. Estaban sus palabras, sus gestos y las historias que contaba. Luego estaban sus cicatrices, la idea de que sus palabras fueran vacías. Estaba el Robert que estaba conociendo, y estaba el Robert de verdad. Aquél que era realmente, tras las paredes de su casa. Supuse que sucedía lo mismo conmigo. Estaba la Garnet de las mentiras, estaba la verdadera yo que... ¿Que qué? La verdadera Garnet llevaba tanto tiempo interpretando un papel que se habían difuminado los bordes de la máscara. Ya no sabía diferenciar aquello que había sido un muro de mi verdadero carácter.

Cerré los ojos cuando decidí que ya había pensado lo suficiente por esa noche. Respiré, feliz y contenta de sentirme borracha, y de haber llegado a la conclusión de que ya era suficiente. No tenía otra cosa que hacer, no tenía rumbo, estaba en un punto muerto. Pero por una vez, esa sensación no me desconcertaba. Tenía la sensación de que era una época de paz antes de tomar un nuevo camino. Y no veía ningún motivo por el cual eso debía preocuparme.

Tiene una mirada enigmática y seductora que, acompañada a su rostro, la hacen una mujer tan deseable como peligrosa; seguro que, con esa cara y esos ojos, nueve de cada diez hombres le consentirían cualquier cosa. Y eso sin mirarle esas curvas de infarto que tiene.

Pero bueno, centrándonos en el momento, la pelirroja parece bastante cómoda al oírme hablar de mis cosas; tanto como para acomodarse y cerrar sus ojos. Yo, por mi parte, decido emular sus acciones; y acomodarme junto a ella, sintiendo la brisa del aire y el césped en mi nuca.

Sin embargo, en lugar de cerrar los ojos, centro mi mirada en el cielo; observando las estrellas del firmamento. Recordando viejas historias sobre constelaciones y deidades; viejos cuentos de libros, y relatos que me contaba mi abuela cuando era un infante.

- Oye...Tú y el "cigarritos"...¿sois...? - le pregunto, con cierto interés; dando a entender por donde van los tiros de la pregunta - No es que...bueno, ya sabes,,,Por curiosidad - continúo, en un tono algo nervioso; como el típico adolescente que intenta hablar con la chica que le gusta

Tras una breve pausa, y un ligero rubor, a la espera de una respuesta; desvío mi mirada ligeramente hacia la joven.

- Ya sé que me has dicho que no recuerdas mucho de tu pasado...Pero me has comentado que has estado investigando y tal, ¿No?...¿Has descubierto a algún familiar cercano? - le pregunto, en un tono tranquilo, con intención de no parecer una especie de cotilla - Si no es algo demasiado íntimo o personal, para tí; claro. No quisiera extralimitarme - concluyo con una amistosa sonrisa

La voz de Robert interrumpió la ligera duermevela en la que perezosamente me estaba dejando caer. Sin embargo sus palabras no eran en absoluto lo que yo esperaba, mucho menos algo que quisiera oír.

John y yo.

Decidí entonces que era el momento de despedirme y separar nuestros caminos, que allí era cuando marcaba la barrera y decidía cortar la relación. Esbocé mi sonrisa más encantadora, y me acerqué levemente a su oído, recostandome sobre un lado de mi cuerpo. Reseguí levemente la curva de su mandíbula con mi índice.
— Curiosidad… ¿Es ese el verdadero interés tras tus palabras? ¿O deseo?

Vi su rubor, y me contenté con ese gesto como punto final para la noche. Iba a levamentarme, iba a irme, perdiéndome tal vez una noche encantadora, pero aquí terminaba mi relación con Robert Ramirez y no volveríamos a…



Me quedé un instante con la boca entreabierta, sintiendo mis propios dientes contra el labio inferior. No podía quedarme con esa cara de desconcierto, iba en contra de mi propia naturaleza. Era algo que había pensado durante toda la noche, y aunque lo había olvidado momentáneamente, ahora había vuelto. No iba a perder de vista. No podía. Formábamos parte de un mismo grupo, uno que mantenía mis intereses. Uno en el que también estaba John. Y teniendo estos nuevos factores en consideración, la ausencia de respuesta era tan reveladora como la afirmación en sí.

Terminé de rodar sobre sí misma. Mi brazo estaba ahora en contacto con el suyo y no me molesté en apartar mi cabello, dejando que parte de mi roja melena acariciara también su pelo, como si se tratara de un pequeño manto.

John y yo...

— Me he acostado con él, alguna vez. — Varias veces. Más de las que nunca había repetido con un sólo hombre. — Pero ahí termina nuestra relación. Es mi maestro. Me interesa tenerle cerca porque hay cosas que quiero conocer. Yo me aprovecho de su sabiduría. Él de mi cuerpo y el refugio que le ofrezco. — De algún modo, pronunciarlo en voz alta me dolió, pese a ser algo que había repetido incansable en mi fuero interno.
Aun así, pensaba en él con cierto aprecio. Algo que no me gustaba, me incomodaba. No, no quería pensar en él de otro modo que no fuera ese. Era una relación de provecho, que iba a terminar en cuanto tuviera lo que quería. Sentí algo… Pena, ira. No me gustaba ese tema. No nos gustaba, ese tema. Así que aunque no me gustaba tampoco su segunda pregunta, la recibí con los brazos abiertos.

— No descubrí nada. Empecé mi búsqueda en Cold Springs, donde tuve mi primera caja. — Me mordí la lengua. Estar borracha no es excusa para dar información de más. Tenía que tener más cuidado. Le dediqué una sonrisa despreocupada, esperando que eso le hiciera pasar por alto ciertas cosas. — Así que… Mi primera ciudad fue Cold Springs. Busqué en registros civiles, cartas de natalidad y defunción, periódicos… todo lo que se me ocurrió. Como tampoco conozco mi nombre real… — Me quedé callada. ¿Cómo iba a decirle que buscaba gemelas que pudieran coincidir con la década anterior, sin contarle que tenía una? Qué podía contar de Ruby. Cuándo llegaba el punto en que ya había dicho suficiente y era mejor callar. Todavía no lo sé. — Busqué todas las niñas que pudieran coincidir con mi edad… Y sí, niñas. Tuve una gemela. — Y a continuación un deja vu. ¿Le había dicho ya esto en algún punto de la noche? Fruncí el ceño y tras el instante de confusión arquee ambas cejas, restándole importancia. — Falleció. Pero la cuestión es esa… Busqué con todos los medios que me fueron posibles.

Mentira. Porque al no saber leer me veía obligada a confiar en aquello que me habían dicho los policías y los trabajadores del ayuntamiento. Bien podrían haber mentido, pero no tenía porqué contarle a Robert que era analfabeta. Tal vez se habría dado cuenta de que… pero daba igual. Además, me había dado la oportunidad de guardar para mí aquello que no quisiera compartir. Opción que había desestimado sin pensar, porque me ayuda a alejar otros pensamientos de mi propia mente.

— No importa. Tarde o temprano saldrá todo a la luz. Es estúpido intentar guardar secretos en un grupo donde todos saben hacer trucos de magia. Seguro que alguien sabe de clarividencia o cualquier otra gilipollez del palo y os acabaréis enterando. — O alguien verá a Ruby. O podrá descubrir que tengo algo raro dentro. Suspiré, sintiéndome ligeramente descorazonada ante el pensamiento.

Si hay algo a tener en cuenta de una mujer sexy, es cuando esta ya sabe que lo es; en ese momento, la misma puede tomar dos opciones completamente dispares. Una sería disfrutar de esa cualidad con un toque de superioridad y arrogancia, y otra aprovecharse de ella; y la pelirroja, puede verse claramente, es como estas ultimas.

Pronto, la hermosa joven de cabellos rojizos, me dedica unas susurrantes y dulces palabras al oído; mientras sus dedos recorren suavemente mi rostro, concretamente la curva dibujada por mi mandíbula. Algo que no hace sino aumentar mi enrojecimiento; e incrementar mis deseos de disfrutar de los placeres que solo una diosa, como ella, puede ofrecer.

Tras esto, la joven se acerca un poco más mí; rodando levemente sobre sí misma. Lo que provoca que nuestros cuerpos tomen algo más de contacto; haciendo que el palpitar de mi pecho se acelere de forma considerable

Seguidamente, contesta a mi pregunta; desvelando que efectivamente, hay algo más entre ellos que una simple relación de maestro-alumna. Aunque, según comenta, bien parece que no se trata nada formal; e incluso comenta que no desea algo más allá de un par de "encuentros esporádicos".

- Vaya, que envidia - comento, con una amplia sonrisa, al oír de los asombrosos privilegios de los que goza el inglés - Quien pudiera...

Tras estas palabras, la conversación se desvía a sus descubrimientos familiares; momento en que la joven me habla sobre su investigación Cold Springs. También comenta algo de ¿Una caja? Eso no tiene mucho sentido; debo hacer oído mal, o algo. No me extrañaría después de todo lo que he bebido esta noche.

Sin embargo, lo más sorprendente de todo lo que me cuenta es lo de su hermana ¿Tiene una hermana? No puedo disimular mi gesto de sorpresa, ni evitar que se abran mis ojos como un par de platos, al oír semejante noticia.

- Espera, espera, espera, espera - digo, frunciendo el ceño; mientras llevo una de mis manos a mi frente, y otra hacia delante a un par de centímetros del rostro de la pelirroja

Un leve refunfuño resuena levemente de mi garganta antes de apartar ambas manos, y volver a dirigir mi mirada en los ojos de la joven.

- ¿Tenías una hermana gemela? - pregunto, notablemente impresionado - Y, realmente, ¿Estas segura de que no se encuentra entre nosotros? Quiero decir, no sería la primera vez que registran a alguien como difunto cuando no lo está - continúo, con cierto interés por conocer más sobre el asunto - Aunque de ser así, probablemente es que alguien no quiere que sea encontrada; quizás, incluso, ella misma

Pronto numerosas ideas conspiratorias recorren mi mente movidas por el alcohol que recorre mi cuerpo ¿Y si se trata de la hija de alguna especie de espía ultra secreta, y le borraron la memoria para que no recuerde el entrenamiento mortal al que le sometieron de pequeña? Eso explicaría la cicatriz, e incluso la desaparición de su hermana y el resto de su familia; aunque de ser el caso, también la estarán buscando a ella.

Por un instante la lucidez se abre paso entre la marea espesa de pensamientos. Recuerdo al joven, divertido y soberbio que hablaba de la magia con grandeza, como si fuera especial, con la seguridad de estar por encima de todos. Y ahora, tengo ante mí al joven, pequeño y vergonzoso que parece debatirse entre las ganas de desnudarme y de huir. Mis caricias le estremecen, veo como mi físico, o mi carácter me da la superioridad. Parte de mi se siente halagada y orgullosa, y siento el instinto instigándme a aprovecharme de él. Aquí y ahora, parece que podría pedirle lo que quisiera, y el pobre lo haría si hubiera la promesa de mi compañía en lo que queda de noche.

Qué envidia, había dicho, refiriéndose a John. Como si hubiera algo que envidiar... Aunque bien podía ser una clara alusión al aparente deseo de acostarse conmigo. Era una idea que empezaba a ser bastante certera, incluso entre la borrachera. Se sonrojaba a mi tacto, envidiaba a quien compartía mi cama... y eso sin mencionar la clara alusión a invitarme a su piso a terminar la noche juntos.

Así que tenía delante de mi la promesa de seguir la noche en una compañía que me admiraba y probablemente me ofrecería más alcohol. Una noche con alguien que parecería encantado en complacerme y permitirme un par de caprichos para terminar en una divertida noche de sexo desenfrenado. Tan fácil como decir que sí, inclinarme y darle un beso para sellar el trato... Sería tan sencillo como eso.

No pude hacer el ademán de inclinarme hacia él, que su voz me interrumpió de nuevo.

Miro su mano tambalearse frente a mis ojos mientras me pide que me espere, y entonces... Pregunta por ella. Tonta yo por mencionarla, aunque de algún modo, tenía la impresión de que ya lo había hecho. Aunque podía ser que no, y me confundiera el alcohol.

— Estoy... bastante, bastante segura de que no se encuentra... — Bueno, sí, pero tampoco voy a decirle eso. — Entre nosotros. No en el mundo terrenal, para que nos entendamos. Es algo de lo que me he asegurado. Tampoco sé cómo se fue. Aunque sospecho que no fue una muerte natural. Estoy intentando descubrir más y... por eso me uní a ShadowPact.

Y de repente, me sentí molesta. Fruncí los labios y entrecerré los ojos un instante, pero sin mirar a Robert. Me estaba sobrepasando. No tenía porqué hablar de ella. No aun. Pero tal vez él podía ayudarme... Y tampoco había dicho nada que no debiera. No había compartido la verdadera naturaleza de Ruby. Eso debería ser suficiente. No tenía porque decir más.

Pero me estaba pasando de nuevo. Mis pensamientos me enfrentaban a mi misma, quería hablar y enmudecer a la vez, quería compartirlo y esconderme. Quería pedirle ayuda y apartarle al mismo tiempo. Y aunque era algo que sucedía a menudo, era algo que me incomodaba. Aunque ahora, consciente de que esa dualidad moral podía deberse al carácter de Ruby, me hacía en cierto modo feliz... Y me seguía molestando. Dos en una. Ninguno de mis pensamientos son míos, son de ambas, se mezclan y entrelazan, se convierten en únicos. No soy Garnet Brooks, pero lo soy y lo somos.

Fijé la mirada en Robert, consciente de que, una vez más, me había quedado un instante en silencio, con la mirada perdida y sin aportar demasiado. Era el momento para actuar con sutileza y discreción para cambiar de tema. Para desviar su atención a cosas más interesantes y que le alejaran de mi vida íntima. Sonreí.

— Bueno... ¿No decías que tu piso estaba cerca?

Sí. El colmo de la sutileza.

Según las palabras de la atractiva pelirroja, es más que seguro que el destino de la mencionada hermana ha sido la muerte; aunque, según parece, este fallecimiento no fue debido a causas naturales. Lo que supone que cabe la posibilidad de que aunque no siga "oficialmente" entre los vivos, su alma se encuentre vagando por el limbo; justo mi especialidad.

Entre pensamientos y divagaciones, mi mirada se posa en el hermoso rostro de Garnet; centrándome en las bellas facciones que lo componen, y en esos preciosos ojos esmeraldas. Sin duda, es la mujer más hermosa que he visto en muchísimo tiempo; por no hablar de la personalidad tan explosiva que tiene, y su actitud despreocupada y alegre.

Sin embargo, algo extraño sucede durante mi breve abstracción personal. Yes que, una extraña sensación, recorre todo mi cuerpo; como un extraño presentimiento que, ahora que la cantidad de alcohol en sangre ha empezado a descender, empieza a invadir lo más profundo de mi ser.

Incluso me parece ver una especie de aura que rodea a la joven, y...¿Que ha sido eso? Me ha parecido ver a alguien, a una chica, justo detrás.

- ¿Qué? - pregunto, despertando de mi ensimismamiento, al escuchar la armoniosa voz de la de cabellos escarlatas - Ah, si; claro - respondo a su pregunta con una amplia sonrisa

Tras estas palabras, me reincorporo con toda la agilidad que me permite mi embriaguez; estirándome un poco, para prepararme a la futura breve caminata que nos espera.

- Será un placer enseñarte mi modesto hogar - comento, de forma caballerosa, ofreciendo mi mano a la joven para ayudarla a levantarse del suelo

Una vez ambos en pie, le ofrezco mi brazo; en un intento por caminar más apegados, e imitar a la forma que acostumbran a pasear las parejas enamoradas. Al fin y al cabo, mi intención es acabar la noche como suelen hacerlo este tipo de "uniones"; aunque, por supuesto, sin que suponga nada más allá de disfrutar de un apasionado momento.



Por fin, llegamos a mi apartamento; un edificio bastante modesto, aunque en muy buen estado. La calle en la que se encuentra, por otro lado, no se encuentra con un aspecto tan agraciado; pues apenas está iluminada por la luz de una sola y tintineante farola.

Dedicándole una mirada mezcla de complicidad y disculpa, atravesamos el portal; entrando, seguidamente, en el interior del ascensor. Presiono el botón numero 5 y, tras un breve traqueteo, el elevador asciende hasta la planta indicada.

Una vez en el quinto nivel, me dirijo hasta la puerta y la abro de par en par; apartándome a un lado, con una reverencia y una amplia sonrisa pícara, para dejar paso a mi magnífica compañía.

- Ponte comoda; como si estuvieras en tu casa - le sugiero, una vez dentro; cerrando la entrada tras de mí - ¿Quieres algo de beber?

Para con él, y por desgracia, para conmigo. El camino a su piso se sume en silencio, en él, expectativas, en mi, dudas. Shadowpact me ha expuesto a unas relaciones a las que no estoy acostumbrada. Suelo venderme al sexo como una salida de escape, sin pensar en nada más que el placer que me da, el sentirme entre los brazos de otra persona, envolverme en calor humano en un encuentro esporádico. Es el mismo error que cometí con John.

Hasta este punto mi vida ha sido un escape constante. Sobrevivir a toda costa, usando cualquier método o cualquier arma que estuviera a mi alcance, para cuyo fin mi cuerpo había sido mi mayor instrumento. A veces una sonrisa desarmaba mejor que un cuchillo. Decirle a alguien lo que quería oir, era tan efectivo como cualquier chantaje. Me camelaba a la gente, me acostaba con ella, sacaba lo que me interesaba y me iba. Esa era la misma intención que había tenido con Constantine, me repetía una y otra vez. Pero con él no. Era peor. Me escondí en él como refugio, tras la primera sesión que habíamos compartido, en la cual había estado muerta unos minutos y necesitaba recordar a mi cuerpo que seguía viva. Y como no, lo hice acostándome con él. Como había hecho cientos de veces con otras personas, como iba a repetir tantas otras con él.

Miré a Robert, y no pude evitar que una sonrisa algo triste se escapara de mi cofre de sonrisas. Normalmente están celosamente cuidadas y cuando dejo salir una, es por interés. Las pocas que se escapan, aquellas que son sinceras, me dañan a mí más que a nadie. Esta era una de ellas y procuré borrarla con rapidez antes de que Robert la atrapara al vuelo. Pocas veces me rompía tanto la cabeza por otra persona. Pero siempre que lo hacía, era para con alguien cortado bajo el mismo patrón. Un hombre rubio, más o menos joven, que me hace reír y olvidarme por un instante de lo jodida que me siento en realidad por dentro. Alguien cuyo calor me atrae como una puta polilla a una linterna, que me hace sentir como un gato buscando una caja bien oscura y cálida donde dormir.

No quiero esto. Nunca lo he querido. Nunca me quedo el tiempo suficiente como para crear lazos y buscar relación. Dejar mi corazón en un sitio durante demasiado tiempo es únicamente pedir a gritos que me lo dañen, y mi vida es lo poco que tengo. Brooks consiguió hacer de mi quien era. No, no del todo, pero había sido capaz de inculcar unos mínimos valores dentro de mi cabezota, y temporalmente había logrado que intentara querer a alguien más de lo que me quería a mí misma. Y en momentos como estos, en los que me arriesgaba a dejar mi corazón expuesto, la recordaba a ella más que a nadie.

A ella, a Johnny y a John. Brooks, mi principio y mi final, mi madre aunque no compartamos lazo de sangre. Quien me dejó tan pronto como me sentí preparada para pronunciar mi primer "Te quiero". Johnny, de las primeras personas a quienes había querido realmente, y quien me había abandonado sin una sola palabra de despedida, sin nada con lo que yo pudiera recordarle, más que el amargo sentimiento de sentirme olvidada. Y ahora John. El maldito inglés, a quien había recurrido en un acto desesperado por volver a tener a alguien en mi vida, en volver a tenerla a ella. La realidad de mi condición me golpeaba ahora como una losa de piedra cargada a mi espalda. Pese a no querer crear lazos, me aferraba a ellos como a un clavo ardiente, intentando a alguien que supliera el vacío que me había dejado Ruby. Pero no era sólamente eso.

Como siempre, mi problema era mi propia indecisión, la dualidad de mis pensamientos. Quiero y no quiero, puedo y no debo. Busco y deshecho lo que encuentro porque no me satisface como yo quiero. No me conformo con lo que consigo y siempre busco más, y el karma me la devuelve cuando quiero quedarme con algo y me lo hace perder.

Me había pasado con Ruby. Me había pasado con Brooks. Me había pasado con Johnny y me pasaría otra vez con John. Y de repente iba a añadir a Robert, un quinto nombre en mi lista.

¿Por qué? Porque desde un principio sabía que con Robert no podía ser un encuentro esporádico. No podía desaparecer, abandonarlo como había hecho con tantos otros a lo largo de mi vida. Un segundo John, alguien con quien podía acostarme sin pensar y que tendría que seguir viendo al día siguiente. Pero ahí terminaban las similitudes. John era el maestro cínico, un constante juego de palabras y duelos de agudeza mental en el que disfrutábamos dándo vueltas sin dejar claro lo que queríamos con palabras esquivas, pero que estaba completamente claro una vez pasábamos a los actos. Robert era todo lo contrario. Era un crío, en el buen sentido de la palabra. Rebosaba entusiasmo, el típico chico divertido que siempre tiene algo que decir, y dice todo lo que piensa con una inocencia típica del que cree que tiene un mundo por comerse delante. Si era una fachada o realmente su manera de ser, todavía estaba abierto al debate. No le conocía lo suficiente.

Pero la perspectiva de que iba a tener tiempo para descubrirlo, que íbamos a volver a vernos, era un muro que se alzaba imponente.

Mi mayor miedo.

Llegamos la piso y agradecí por un momento el tener algo en lo que distraerme. La calle parecía de estos lugares de película en que un detective con gabardina marrón y sombrero fedora quiere ofrecerte un buen trato. Por un momento el caballero de la gabardina de mi mente era John, recordándome fieramente en la posición en la que me encontraba, mientras caminaba dentro de la boca del lobo. Subí por la garganta en ascensor, sacando una de mis cuidadosas sonrisas de dentro del cofre. Aquella que parecía segura y despreocupada, pero que era en realidad un telón bajo el que pensaba en dónde me estaba metiendo. El quinto piso se me hizo frío, aunque probablemente era mi propia paranoia y el efecto del alcohol desvaneciéndose tras tanto pensamiento. Robert me abrió las puertas del piso y me invitó al interior sin disimular las ganas que tenía de llegar a este punto.

Su invitación a ponerme cómoda, funciona como una pauta a seguir, y me dejo caer sobre un sofá cualquiera, quitándome las botas y, efectivamente, poniéndome cómoda, sentándome sobre mis propios tobillos y ligeramente inclinada sobre el reposabrazos.

— Cualquier cosa que tengas me sirve, realmente. Siempre y cuando tenga alcohol. Se me está pasando la borrachera y eso nunca es bueno. — Bromeo, intentando quitarle hierro a un asunto que sólo esta en mi propia cabeza.

Tal vez, estoy pensando demasiado. Pero no puedo evitarlo. ¿Cómo reaccionará Robert si volvemos a vernos tras esta noche? Sobretodo si cuando despierte, yo ya no estoy por ninguna parte. ¿Qué esperará de mi? ¿Qué clase de relación mantiene una persona tras un encuentro como este? No estoy muy segura de si quiero averiguarlo, o prefiero quedarme con la duda. Y se me acaba el tiempo para retirarme, si es lo que termino escogiendo.

Al final, me quedo con una única idea en mente. Una estúpida fantasía que para mí es tan irreal como pensar que en algún lugar tengo una família que me quiere y espera a que vuelva. Y esa idea, es pensar que por una vez, me gustaría tener un amigo a quien poder contarle todo esto.

Bueno, hemos llegado hasta el apartamento y no se ha pirado; la noche no pinta nada mal ¿Quien me iba a decir a mi que la noche tal cual empezó iba a acabar en mi casa; y, aún más sorprendente, con una chica hermosa en ella? Sin duda, algo así no se ve todos los días.

La joven, como era de esperar, se deja caer sobre el sofá y deja caer sus botas de forma despreocupada sobre el salón; una razón más para convencerme de que no va a salir corriendo del piso a las primeras de cambio.

- En realidad era más un ofrecimiento cortés, que una verdadera invitación a ofrecerte lo que quisieses; más que nada porque solo me queda Tequila - comento en tono jocoso, ante las palabras de mi invitada - ¿Ya sabes? Soy hombre y soltero; suerte que hoy tocaba día de limpieza - bromeo, soltando un breve carcajada; mientras saco de uno de los cajones la mencionada botella y la llevo, junto a dos vasitos de pequeño tamaño, hasta la mesa situada frente al sofá

Tras tomar asiento junto a ella, lleno ambas copas y le ofrezco una a la pelirroja; quedándome yo con otra, y dejando la botella a un lado.

- Por las casualidades - le digo; guiñándole un ojo y alzando mi vaso, a modo de brindis, antes de acabarlo de un trago - Me encanta el sabor del tequila - continúo, resoplando ligeramente por el agradable quemazón que recorre mi garganta - Por cierto, ¿De que estábamos hablando? - le pregunto, intentando retomar la conversación que manteníamos antes de llegar hasta mi apartamento

Por desgracia el alcohol me impide acordarme exactamente de, en que punto de la misma, nos habíamos quedado; aunque si creo recordar de que se trataba de algo bastante curioso e interesante. Aunque lo cierto es que, la mayoría de cosas que salen de los labios de la de melena escarlata, lo son; pues se nota a la legua, que se trata de mucho más que una cara bonita.

Lo cual, por otro lado, es algo de lo que preocuparse; aunque dudo mucho que, de intentar aprovecharse de mí, logrará conseguir cualquier cosa que me perjudicase. Al fin y al cabo, el sueldo de bibliotecario no da para una vida de demasiados lujos; la verdad es que, prácticamente, para nada de auténtico valor.

Lo único que tenía, era tequila. Miré a Robert con fingida decepción y una sonrisa divertida en los labios.

— No tienes muy buen armario para seducir a una dama. Pero te lo perdonaré, por ahora.

Y se me ocurrió el cómo. Era una gran idea. De esas ideas que en realidad no son buenas, ideas que no pensaría en circunstancias normales, pero que parecían muy buenas y solía aferrarme a ella en situaciones como aquellas, en que la cordura y mi poco juicio decidían entrar en juego y dictar qué debería hacer. Aquellas en las que, mi a menudo inexistente conciencia venía a visitarme. Era uno de esos momentos en que tenía mis grandes y absurdas ideas. Y como siempre; involucran alcohol y un juego.

— Te perdonaré si me consigues un dado. — Repetí, sonriendo, sin probar todavía el vaso de tequila que Robert me había servido. Y es que cuando se me metía algo entre ceja y ceja era poco probable que cambiara de opinión. — Se me acaba de ocurrir un juego. Vamos, será divertido. Consiste en… verás, por rondas tenemos que contarnos una historia. La otra persona escogerá algo que tenga que salir en ella. Por ejemplo… coche. Tiraremos el dado, y si sale un número par, tendremos que contar una historia verídica que nos haya sucedido con un coche. Si sale impar, deberemos contar una mentira. Y la otra persona tiene que adivinar qué tipo de historia es. Si lo adivina, quien ha contado la historia, bebe. Si no acierta, es él quien bebe. Y si alguien tiene que beber tres veces seguidas, paga prenda. Si uno de los dos se niega a pagar prenda, propondremos un reto. ¿Te apetece probar?

Sonreí una vez más. Para variar, era un juego que me ponía en cierta ventaja. Yo parecía más despejada que Robert en aquél momento, y las mentiras y el engaño eran mi pan de cada día. Dudaba que Robert se hubiera planteado que había metido en su hogar a una ladrona con cierto renombre… y, en el fondo, tenía mis razones para querer jugar y distraerme.

Una vez más, me refugiaba de todo aquello que me producía malestar refugiándome en aquello que me producía cierto placer. Cualquier cosa que me pareciera divertida y me impidiera pensar objetivamente en aquello que, minutos antes, me mareaba de tanto darle vueltas. Una pizca de remordimiento amenazó con intentar hacerme cambiar de idea... Pero no. Las buenas intenciones pueden amenazar en querer hacer que cambie mi forma de vivir. Pero un cambio así no sucede de la noche a la mañana. No lo hacía para la mayoría de las personas, no iba a funcionar distinto conmigo. Además...

Todavía no tenía claro que yo, fuera capaz de cambiar.

Me froté las manos y terminé el gesto con una sonora palmada. Entonces tomé el dado entre mis manos y las cerré, agitando el dado. Cuando lo dejé caer sobre la mesa, tapé el resultado con las mismas. Vi el número y sonreí.

— Perfecto~ En realidad es tan sencillo como taparlos con las manos. — Alcé las manos y destapé un 5. — Ahora me tocaría mentirte. Pero me has dejado a mi primera así que... Mi primera palabra será~

Dejé un instante de tensión, mientras mi mirada vagabundeaba por el piso, buscando inspiración. Podía intentar decir uno de los objetos más cercanos y basarme en lo que veía en su apartamento o conocía de él para intentar adivinar si la historia era cierta o no. O podía dejarme llevar y decir una palabra totalmente aleatoria para ver qué se le ocurría a mi compañero.

— Paraguas. — Sonreí. Era una palabra corriente, así que dependería de pura intuición para adivinar cual era la historia. — Sobra decir que cuanto más disparatada, más divertido es el juego... Pero siempre puedes hacerlas sonar coherentes para engañarme. Dejo la decisión en tus manos, Robert... Eso sí. Nada de trucos de magia aquí.

Tenía que recordar eso. Los magos chapuceros podían engañar con los dados tanto como quisieran. Y eso me dio una nueva idea. Empecé a dejar caer mi dado aleatoriamente para asegurarme de que el mío no estuviera trucado.

La pelirroja hace una tirada de prueba para explicarme el "método" que vamos a usar. Tirar, y tapar; sencillo.

Tras esto, la joven piensa detenidamente la palabra que debe encajar en la historia; siendo esta, finalmente, "paraguas". Alegando que cuanto más bizarra sea la historia, más emoción le dará al juego.

- Está bien, está bien - respondo, con una sonrisa de lado a lado, antes de lanzar los dados; tapando los mismos antes de que se desvele el resultado



Tras unos breves minutos, pensando en como empezar la historia, comienzo a hablar.

- Voy a contarte una historia, que me sucedió hace ahora ya bastantes años. Me encontraba investigando un suceso relacionado con una casa endemoniada; según los rumores, en aquella casa habían sucedido cosas realmente extrañas desde que su último inquilino conocido desapareció sin dejar rastro - le digo, en un tono bastante más serio al de hasta ahora. acercándome ligeramente a la joven y bajando un poco la voz; en un intento por darle cierto misterio a mis palabras - Según decían, se trataba de un viejo huraño que nunca salía de su hogar; siempre hacía la compra a domicilio, y nunca abría sus puertas a nadie que no fuese el repartidor. A quien atendía con la puerta entre cerrada - continúo; gesticulando enormemente cada palabra que digo, y emulando las acciones que narro - Un día su repartidor habitual llegó con la compra mensual, y la puerta estaba medio abierta; entró a inspeccionar que sucedía, y se encontró con que no había ni rastro del viejo. En su ausencia, había un enorme charco de lo que parecía ser una especie de brea - comento en un tono mezcla de misterio y terror - No sé si lo sabes, pero el alquitrán se suele relacionar con Lucifer; y en general con la mayor parte de demonios importantes provenientes del Infierno. Algo que, como puedes imaginar, atrajo mi interés enseguida - le explico, haciendo referencia a lo que le expliqué sobre lo ocurrido con mi abuelo y mi "obsesión" con los originarios del inframundo - El caso es que cuando fuí era un día lluvioso y, como puedes imaginar, llevaba paraguas - menciono, con una particular sonrisa de complicidad al pronunciar su palabra escogida - No sé si estaría encantada o no, pues en aquellos momentos aún no había obtenido mis poderes; lo que sí descubrí es que las probabilidades, por mínimas que parezcan, pueden ocurrir...

Dejo una breve pausa, para darle algo más de interés al asunto y dejar a mi hermosa compañera con un par de segundos de intriga.

- ¡UN RAYO ME GOLPEO DE PLENO EN TODO EL PARAGUAS! - interrumpo, rompiendo el silencio; soltando seguidamente una breve y sincera carcajada - Desperté tres días después, en el hospital del pueblo - concluyo, con una amplia mueca de diversión pintada en el rostro

Una tirada de dados, y dio inicio el juego. Robert empezó su relato, y la voz seria que empleó me pilló bastante desprevenida. Se suponía que era un juego para reírse y abstraerse, así que cuando le escuché fruncí bastante el ceño y entorné los ojos. No tardé en darme cuenta del porqué. Casas con demonios, historias sobrenaturales.

Sentí un nudo en el estómago anticipándome a la emoción de la historia. Por eso me había unido a ShadowPact, para adquirir conocimientos de todo aquello fuera de lo común y corriente, y si bien no esperaba encontrar ninguno de ellos en el piso de Robert, bebiendo tequila, era una idea a la que no iba a negarme. De hecho, iba a recibirla con los brazos abiertos, así que me incorporé en el sofá, apoyando los codos en las rodillas y le escuché con mucha atención. Otra cosa que me llamó la atención, fue aquello que dijo de la compra a domicilio. Por una parte, no me sorprendía teniendo en cuenta la de cosas que podían hacerse desde casa, pero pensaba que podías llamar a restaurantes para que te llevaran comida, no todo lo demás.

Pero esa no era la parte importante de su historia, así que me obligué a apartar ese pensamiento y seguí centrándome en aquello que narraba.

El hombre desapareció, y en su lugar, un charco de... ¿Qué es la brea? Imaginé que tal vez era algo... viscoso, en plan moco, como en las pelis. Intenté disimular como bien pude el desconcierto de encontrar palabras que no conocía, puesto que era algo que pasaba a menudo y no solía dejar que eso me descentrara. Al fin y al cabo, tengo mi incultura bien aceptada. Aunque por esta vez, no tuve que dudar durante mucho tiempo. Era alquitrán. ¿Por qué entonces lo llamaba Brea y no alquitrán?

— No tenía ni idea, la verdad. — apunté esa información mentalmente. Alquitrán, igual a Lucifer. Lucifer sí me sonaba, y si no recordaba mal, tenía algo que ver con John... Ya se lo preguntaría más adelante. — Y por supuesto, comprendo tu interés...

No me había dado cuenta hasta entonces de hasta qué punto me había metido en su historia. Estaba sentada al borde del sofá, con la vista fija en los ojos de él, mordiéndome la cara interna del labio inferior a la espera de saber qué había pasado. No por la historia en si, si no por... Bueno, por la información que pudiera sacar de ella. La verdad, es que no se me pasó por la cabeza que pudiera estar mintiendo o inventándose la historia. Me aferraba demasiado a todo cuanto pudiera acercarme a la verdad de Ruby. Pero cuando mencionó la palabra, cuando remarcó el paraguas, sentí que aquél mismo nudo de antes, se desenvolvía en decepción. Era un juego. Tendría que haberlo recordado en todo momento y no hacerme esperanzas de encontrar nada. No estaba allí por eso. Estaba allí por...

...por nada.

Aun así, la historia era interesante. Fuera verdad o mentira, Robert había sabido contarla de manera que captara toda mi atención, así que no dejé de prestársela. Hizo una pausa dramática, en la que contuve el aliento, convencida de que aparecería de nuevo el viejo y todo tendría una explicación lógica... Pero fue como si el rayo que describía Robert me hubiera dado a mi, en lugar de a él, y me hubiera dejado aturdida y sin entender sus palabras. Esta vez no por un desconocimiento de vocabulario, si no porque a mi modo de ver, una no tenía absolutamente nada que ver con la otra.

Es como cuando en la radio te cambian de una canción a otra sin dejar que la primera termine, y si te has despistado, te quedas perdido, intentando buscar el final de una melodía que ya no suena. Mi cara de póker debía ser perfecta, pues estaba intentando procesar lo que había sucedido.

— Un rayo. Te golpeó en el paraguas. — No sabía si hacer un mohín o reírme, así que me quedé a medio camino, con el ceño fruncido y la sonrisa en los labios. — ¿En serio? Venga ya... ¿Y qué pasó con el viejo? — Todo sonaba demasiado interesante para tener un final así de... no sé, raro. — Eso es mentira. — afirmé con convicción. — Te lo has inventado.

OFF: Primero de todo, perdona la tardanza; he tenido unos días que se me ha hecho imposible postear en todo cuanto he querido

Un gesto extraño se dibuja en el rostro de mi hermosa acompañante; como si el mismo rayo, del que hablo, cayese sobre ella. Uno mezcla de risa y molestia; un ejemplo perfecto de la frase "No sé si reír, o llorar".

Algo bastante comprensible, teniendo en cuenta que esa fue la misma sensación que yo sentí cuando desperté aquel día.

- No, no; lo siento, de verás - respondo ante su errada afirmación, con ligero pesar; haciendo un leve gesto, con las palmas de mis manos hacia delante - Es completamente cierto - comento, con total sinceridad; esbozando una triste sonrisa - A veces, la vida es así...Absurda, y ligeramente cruel - continúo, en tono de resignación, encogiéndome de hombros - Cuando desperté, fui de regreso allí; pero todo cuanto quedaban eran escombros - le explico a la de melena escarlata - Según algunos testigos, un segundo rayo cayó sobre ella y le prendió fuego; ya puedes imaginarte lo que le hicieron las llamas a una casa de madera tan vieja - le digo; haciendo que una leve llama emerja de mis dedos, y se extinga al momento - Aunque me da la impresión de que hubo mucho más en todo aquello - concluyo, en tono pensativo

Acabada la explicación, le hago un gesto a la pelirroja para que beba; al mismo tiempo que una pícara sonrisa de satisfacción se dibuja en mis labios. Uno a Cero.

- Bueno, bueno; y ahora me toca a mi, ¿No? - cuestiono de forma retórica, llevando una de mis manos a mi mentón; dándome, así, un aire pensativo -  Mmmmm...Que te parece...¿Sombrero? - le pregunto, sonriente; señalando mi particular chistera

Dicha la palabra, espero, con cierta impaciencia y notable emoción, la tirada y posterior historia de la joven de melena rojiza y curvas de ensueño.

Bufé, sin poderme creer lo que estaba escuchando. Cierta. ¿Le había caído un puto rallo en la cabeza y seguía tan fresco? ¿De qué estaba hecho? Pero luego prendió una pequeña llama entre los dedos, y entrecerré los ojos. Qué tendrán los rubios con el fuego... Tal vez el hecho de tener la magia corriendo por sus venas le había hecho resistir el impacto del rayo sin tantas repercusiones. Del mismo modo que un cuerpo normal no resistiría bien una posesión prolongada tanto tiempo y aquí estaba yo, con dos corazones, uno de carne y otro ficticio.

Lancé el dado delante de mí, cubriendo el resultado con las manos para que no viera el número seis y acto seguido lo volví a recoger. Una historia cierta... Algo que fuera real y tuviera relación con un sombrero. Para ganar algo de tiempo, tomé el trago que me correspondía por mi primer error. Me relamí los labios, saboreando el alcohol y tomando unos instantes para pensar en qué historia podría contar yo, que involucra un sombrero... Y que fuera cierta.

El problema es que no se me ocurría ninguno. ¿Había robado alguna vez a alguien que sí llevara…? No podía contarle que robaba. Con las mentiras, podía lidiar. Las verdades… Se me hacían más preocupantes. Pero tampoco tardé demasiado en encontrar la ideal. Tal vez, no fuera totalmente cierta, pero era como yo la recordaba. Y para mí, era tan verdadera como cualquier otra.

— Está bien, querido Robert… Ya se me ha ocurrido qué historia voy a contar. En un día y mes irrelevantes para este caso, decidí moverme al país de las baguettes y los crusanes… Me hospedé en Paris, ciudad de las luces y el amor durante varias semanas. Y un día, tranquilamente y por la calle, un hombrecillo pareció percatarse de mi presencia… Era un joven artista callejero que embelesaba a los transeúntes con sus números de magia… Y me utilizó para sus trucos. Me vistió de manera adecuada para llamar la atención del público y terminado su número, fui también la encargada de pasar a recoger las propinas, llevando como recipiente el sombrero del peculiar muchacho. Encima el chico se fue sin cobrar su mitad… Así que me largué con todo el dinero.

Sonreí satisfecha, no tanto por la historia en sí como por el hecho de haber logrado pensar en una que fuera verdad… Porque, normalmente, hacía trampas. No me gustaba hablar de mi misma, así que la mayor parte del tiempo, inventaba historias de verdad. ¿Por qué estaba siendo legal esta vez? Tal vez porque quería demostrarme a mí misma que podía.

Estaba cambiando.

Tras arrojar el dado y cubrir hábilmente el resultado, la joven da el trago que le corresponde; manteniéndose un par de segundos en silencio, sospecho que pensando la historia que contar. Algo que, afortunadamente, no le lleva demasiado tiempo.

Así, la atractiva pelirroja, comienza una historia ambientada en la ciudad del amor. En ella, la susodicha alega haber participado en espectáculos callejeros de magia; donde ganó una cierta cantidad de dinero.

Según comenta, su socio, desapareció sin cobrar su parte; lo cual es cuanto menos sospechoso. Por no hablar de que, según comenta, no lo conocía con anterioridad.

- No digo que no tengas encantos suficientes como para atraer la atención de cualquiera - comento, con una amplia sonrisa de complicidad - Sin embargo, dudo que un completo desconocido decida convertirte en su ayudante; así como así. Por no hablar del hecho de marcharse sin cobrar - continúo, con cierto aire pensativa; arrugando ligeramente el rostro - Yo digo que es falsa - concluyo, con una amplia sonrisa; haciendo chasquear ligeramente los dedos de mi mano derecha - Es más, aseguro que ni siquiera estuviste en París

Al fin y al cabo, de no ser por mis poderes mágicos, yo no habría visitado ni la mitad de sitios en lo que he estado; mi sueldo de bibliotecario no me permite semejantes lujos.

— Vous perdez le pari, mon chéri — respondí, imitando perfectamente el acento francés. Aunque no tenía pajolera idea de hablar en gabacho sí había visitado la ciudad un par de veces, y tal vez por mis dotes de actriz tenía facilidad para imitar los acentos. De hecho, ni siquiera podía hablar otros idiomas, pero siempre acababa aprendiendo dos o tres frases en los países que visitaba. Normalmente, todos relacionados o con el juego o con follar, pero, ¿quién va a juzgarme? — He visitado Paris tres veces, dos por trabajo, una por placer. No recuerdo exáctamente cuál fue esa, pero fue una mierda. Fue la primera, y no entendía un pijo, pero encontré a un tio hablando en inglés y resultó estar haciendo magia en mitad de la calle. — No podía contarle la verdadera historia sin revelar la naturaleza de mi propia persona. Y como ya no estaba contando la historia por el dado, me permití pasar por altos ciertos detalles innecesarios. — Supongo que mi aspecto le llamó la atención. Ganamos bastante dinero ese día. Y hasta aquí puedo contarte por un juego. Tu turno, Robert… Y tu palabra va a ser… — Sonreí, con malicia. No lo hacía a mala fe, pero tal vez por lo que habíamos hablado antes, era algo que no me quitaba de la cabeza. A veces, no podía evitar ser como soy… Y debo admitir que soy bastante traicionera. — Primer amor. No es una palabra, es un concepto, pero seguro que puedes con ello, ¿verdad~?

Me recosté en el sofá, cruzando las piernas. Inconscientemente, me llevé una mano al paquete de cigarrillos y me llevé uno a los labios, deteniendome en el preciso instante en que iba a prenderlo, mirando a Robert desconcertada. ¿Él fumaba? No le había visto hacerlo en toda la noche. No recordaba si había fumado la noche de ShadowPact, borracha y distraída como estaba. Y además, no solía preocuparme por esas cosas. Normalmente, si llegaba a entrar en un piso ajeno, o iba a robar, con lo cual dejaba el mínimo de pruebas posibles, o había ido a acostarme con alguien, para luego robarle, lo cual me dejaba en la misma situación. Pocas, por no decir ninguna, eran las situaciones en las que me encontraba ofreciendo una visita de cortesía y como tal, no tenía ni puta idea de si debía o no. Me volví a apartar el cigarro lentamente, pero sentí como todavía sentía su presión sobre mis labios, deseando por saborear la nicotina, por suspirar exhalando el humo entremezclándose con mi aliento…

— ¿Te importa que fume? — Sonreí, desplegando todo mi encanto contra Robert. Era una pregunta trampa. No le estaba pidiendo permiso, le estaba exigiendo una respuesta positiva, dejándole ver que daba por hecho que me lo iba a permitir. Era una afirmación que llevaba implícito cuanto deseaba ese cigarrillo y las consecuencias que se podían derivar de denegar ese placer. Era una jugarreta, pero como dicen los gabachos, c'est la vie, mon ami.

En un perfecto acento francés, la joven me deja bien claro que esta vez he errado en mis complicaciones; porque, aunque no tengo ni pajolera idea del idioma, es obvio que "perdez" debe significar perder o algo parecido. Según comenta, mi atractiva acompañante, ha visitado la Ciudad de la Luz hasta en tres ocasiones; y curiosamente, la vez que nos atañe, fue en la que peor se lo pasó.

Aclarado el asunto, la joven me dice la palabra que deberé usar en mi historia; aunque se trata más de un "concepto", que una palabra en sí misma.

- Así que "Primer Amor", ¿Eh? - repito, en voz alta, con una sonrisa cómplice dibujada en los labios - Y yo era el celoso, claro - continúo, en tono burlón, agitando el dado en el interior de mi mano - Veamos si hay suerte - concluyo, antes de soltar el dado y taparlo

Tras observar el resultado, y encontrar otro dos sobre la mesa, alzo mi vista hacia la pelirroja; quien, con un cigarrillo entre sus carnosos labios, me pregunta si me importa que fume.

- Por favor, cariño - comento; chasqueando los dedos, y haciendo emerger una tenue y constante llama entre estos - Como si estuvieras en tu casa - le digo; acercando la misma hasta su cigarro, para encenderlo, y extinguiendo la misma con solo cerrar la mano - Tú solo acomódate; y disfruta del espectáculo

Dichas estas palabras, me recuesto un poco sobre mi asiento; al mismo tiempo que agarro el vaso de alcohol, y me bebo su contenido de un solo trago. Acto seguido, cierro los ojos un par de segundos; concentrando viejos recuerdos de mi mente, que me dispongo a exponer en breve.

- Hace ya un par de años, cuando aún estaba en el colegio, me enamoré perdidamente de una compañera; Elizabeth Evans. O,
como todos la conocían, Betsy - comienzo, en un tono tranquilo y relajado, perdiendo mi mirada ligeramente en el techo; al mismo tiempo que una sonrisa, propia de la nostalgia, se forma en mi rostro - Betsy era la típica niña mona, con melena castaña tirando a naranja, y gafas de pasta; tímida, medianamente agradable, y con unas notas que rozaban la matrícula. Vaya, todo lo contrario que yo - confieso, soltando una breve carcajada - Estuve colado por ella hasta prácticamente acabado el instituto; aunque nunca fui capaz de decirle lo que sentía. Una vez estuve apunto de dejarle un sobre en la taquilla; pero al final me acobardé ¿Ya sabes? Cosas de críos - continúo, encogiéndome ligeramente de hombros - Tiempo después, escuché que se casó y formó una familia; lo cierto es que ya no sé que ha sido de ella...

Recordar historias del pasado, me hace darme cuenta de lo mucho que he cambiado en estos años; cuando era un crío no era capaz ni de dirigirle la palabra a una chica, y ahora no me imagino una vida en la que no lo haga al menos un par de veces al día. Aunque es cierto que mis intereses hacia el genero femenino son mucho menos "románticos".

- Bueno, dime ¿Verdad o Drama Romántico-Adolescente? - le pregunto, con notable socarronería

OFF: Siento la tardanza, encanto. Espero que te guste