Segundas impresiones: viejos conocidos ¿Nuevos amigos? ...[Clint Barton]

Aquel día la rubia asgardiana se levantó temprano, como era habitual para ella. Antes de prepararse un suculento y apetecible desayuno como los de su tierra natal, estuvo cerca de media hora entrenando en el excelente gimnasio da la mansión de los vengadores. Los ejercicios físicos de esa mañana habían sido más intensos y de menos duración porque tenía asuntos mundanos que atender en midgard. Tenía que reconocer que las instalaciones de ese refugio, que había construido el magnate millonario para albergar a los vengadores, tenía unas muy buenas instalaciones.

Después de realizar sus ejercicios matutinos, se encaminó hacia el patio. En concreto dirigió sus pasos hasta las caballerizas. En el establo reposaba su blanco corcel, Aragorn. La valquiria iba a comprobar el estado de su amigo animal. Acarició la hermosa cabellera y el hocico de su preciado caballo alado. Constatando que el animal se encontraba en un envidiable estado, limpio, sano, enérgico, animado y muy bien alimentado, le dio una zanahoria y se fue a la cocina.

En la cocina preparó un desayuno que constaba de dos huevos, beicon, patatas, una pata de cordero guisada, salchichas al vino blanco, cereales, zumo,  leche, café negro y cómo en la tierra no existía el divino néctar del hidromiel, una cerveza. La mayor parte de los alimentos cocinados, no los había preparado la guerrera pues la cocina no era uno de sus fuertes, los había comprado envasados en un supermercado de cocina gourmet. Brunilda tan sólo los había sacado de la nevera y calentado en el microondas. Esa era una de las maravillas de Midgard, tener la comida caliente en pocos minutos. ¿Cuánto tiempo de tardaba en hacer aquellas cosas en Asgard sin electrodomésticos?  Realmente no tenía ni idea.

Sentada en una posición relajada y holgada disfrutaba de su opulento desayuno. En la mesa junto a los manjares, había una carta. La valquiria suspiró, había tenido bastante contacto con la cultura terreste, sin embargo no entendía muchas de sus pautas. Era una gran representación de la justicia, la honestidad y todo lo honorable, así que no entendía cómo las fuerzas del orden midgarianas la habían llamado la atención por escándalo público. En concreto aquella carta decía que había ofendido al pudor y a las buenas costumbres.  Discrepaba en lo que decían las autoridades sobre que su vestimenta era esa prenda que en la tierra se llamaba traje de baño y que no podía ir por la calle llevando únicamente un traje de baño. Eso la enfadaba peor sabía que los mortales a veces eran cortos de entendederas y pensaban que eran delirios de una mente enferma cuando les explicaba que ella, no era una ciudadana midgariana sino asgardiana.

Dio un golpe en la mesa y suspiró con resignación.  Desde la colisión no sabía dónde hallar a su amiga Patsy Walker. La adorable y alegre pelirroja siempre la ayudada en estos menesteres mundanos. Sabía que tenía que pagar esa multa injusta pero no sabía cuál era el proceder en la tierra.

Mientras degustaba su desayuno pensaba en sus menesteres asgardianos y en cómo poder adaptarse a esa cultura midgariana y a sus reglas. Criada en una cultura más libre y sencilla muchas de las restricciones y directrices terrestres la resultaban de cierta manera extrañas, incomprensibles y complejas. Pero no podía hacer mucho, ella estaba atrapada en ese mundo que no comprendía ni amaba tan bien como quisiera.  Salir a ese mundo tan socializado, jerarquizado y humanizado se la hacía más enrevesado que atravesar un bosque lleno de enemigos en la oscuridad.

Una voz la sacó de su ensimismamiento. Se movió ligeramente de su sitio para poder encarar al dueño de la voz. Era uno de los compañeros de su rey y mejor amigo asgardiano Thor. Brunilda no tenía mala memoria habían coincidido en varias ocasiones allí en la tierra. No era una persona que le cayera particularmente en gracia, ya que, no le hacían gustaban sus comentarios chistosos.

- La cocina no es mía, este lugar es la residencia de los vengadores y los vengadores pueden ir y venir libremente por casa espacio de esta mansión.- Su desayuno era una ingente cantidad de comida para un humano, ella sabía bien que los midgarianos por su constitución no comían tanto como sus compatriotas asgardianos.- No sé si te haría mucho bien comer como lo hacemos Thor y yo.-

Notó la mirada de Clint Barton  sobre ella. No la gustaba saberse observada, no obstante no dijo nada porque no quería llevarse mal con los amigos del heredero al trono, pues él era importante para ella y no le quería hacer daño. Thor era bastante sensible cuando sus amigos peleaban. Sabía que aún le seguía doliendo cuando Steve Rogers y Tony Stark se enzarzaron en una estúpida riña por no sé qué estupideces. La hubiese gustado agarrarles sus gargantas y hacer que solucionasen sus infantiles diferencias, pero no era ni la niñera y ni la madre de nadie para tener que ir a resolverle sus problemas a ninguno de ese mequetrefes.

La pregunta del arquero la tomó por completo desprevenida. No sabía muy bien lo que quería decir con aquello. Siempre había vestido de una forma muy similar. Era una ropa que le resultaba cómoda y práctica para desempeñar su cargo y sus labores. Llevaba una indumentaria mucho más moderna que su tradicional vestimenta, aquella que las autoridades terrestres habían denominado traje de bajo negro. Nunca hasta ahora, había escuchado crítica alguna de su forma de vestir antes ni en Asgard, ya que todos vestían de una forma muy similar a la suya, ni de sus amigos de Midgard Aquel día la valkiria se había enfundado su peto negro. Como siempre había adornado sus ropajes con las placas que siempre llevaba con ella y sus cinturones. Su calzado eran unas botas negras estilo Martin que le llegaban hasta la rodilla.

- ¿Qué tiene de malo mi forma de vestir?- dijo levantando un de sus cejas en gesto interrogante. Asintió con la cabeza ante el comentario de las tarjetas de crédito que había hecho el arquero. Brunlda tenía dos, una por ser miembro de los vengadores y otra que la había aconsejado hacer su amiga Jenifer para cambiar su oro por dinero de Midgard.

Miró al vengador unos segundos, quizá no era la persona que más le agradaba en la tierra. Pero seguramente la podía acompañar a hacer los trámites para solventar ese encontronazo que había tenido con la ley midgariana.

- Antes de mirar prendas midgarianas, tengo que pagar una multa que las autoridades mi pusieron de forma errónea.-

Nunca sabía que pensar de ese hombre.  Le miró intentando escrutar si decía las cosas en serio o eran esos comentarios tan típicos de su peculiar humor. Se tomaba la vida a risas y siempre hacía chistes sin sentido. Brunilda por el contrario no tenía un concepto vital tan afable. No creía que la vida consistiese en reírse de todo. Ella era bastante reservada y seria con las personas que no le eran cercanas. En su experiencia vital había pagado un precio muy alto por dejarse llevar y confiar en aquellos que maquillaban su esencia traicionera con belleza, amabilidad, sonrisas y encantos varios. Cayó en ese juego una vez,  Brunilda estuvo mucho tiempo sola y perdida. Dividida literalmente, su cuerpo y su alma separados. Hasta que la bondad de alguien honorable volvió a juntar sus dos mitades.  Más tarde volvió a confiar y fue traicionada de nuevo por una persona cercana.  Con cada nuevo golpe por confiar en quien no debió hacerlo, ella iba a cerrándose más y más. Desde hacía mucho que tan sólo confiaba en aquellas personas que la habían demostrado ser valientes y honorables.

- En Asgard, y particularmente a mi casta, las valquirias, no nos importa mucho la ropa. Nos pasamos mucho tiempo en las batallas y cuando no estamos en la lucha tampoco es que importe mucho que ropa llevamos. –Reevaluando las palabras y los gestos del arquero empezaba a pensar que igual había sido un poco brusca - No, importa. Me han dicho cosas peores.- Hizo un gesto con la mano para restar importancia a lo que había dicho  Clint sobre su vestimenta asgardiana. – No me vendría mal adaptarme un poco a la tierra, posiblemente esté anclada mucho tiempo aquí. -

Le miró atentamente mientras leía ese requerimiento judicial. Ella no entendía muy bien esa jerga jurídica de Midgard. En Asgard no había ese tipo de notificaciones, su rey Odín establecía las sentencias oralmente y de manera clara. Todo el mundo entendía cuál era tu delito y cuál era la pena que debías seguir. No te molestaban con textos larguísimos y palabras enmarañadas sobre cosas que no sabes si has hecho o no, complicándote la vida.

- Tu eres midgariano seguramente las autoridades pertinentes te hagan más caso que a mí. Aunque mi amiga abogada dice que lo mejor es pagar porque sí incurría en un delito. – La última frase la dijo con cierto asco y reticencia. Estaba marcada con ese dolor de corazón que sucede cuando los demás consideran que has hecho algo incorrecto y que dejes salvar tu error peor tu no llegas a ver qué fue lo errado de tus acciones.

Tomó de vuelta su carta y  se la guardó. Una vez terminado su desayuno dejó los platos y los vasos que había utilizado en el lavavajillas de la mansión. Cogió una servilleta del servilletero que estaba encima de la mesa y se limpió los restos de comida de sus labios y sus mejillas.

Luego se dirigió al fregadero y allí, se enjabonó y lavó las manos. Estando más o menos presentable miró a Clint.

- Cuando estés listo partimos.-

Aunque no se fiaba mucho del arquero no parecía, en general, que tuviera malas intenciones. Era amigo de Thor pero El rubio hacía amigos con mucha facilidad y por su carácter bonachón y amable solían pasársele personas no del todo bienintencionadas.

Había un tanto porciento muy elevado de mujeres que se preocupaban mucho por la apariencia y el aspecto físico. La ropa, el cuerpo, el maquillaje y los tacones eran imprescindibles para ellas. Estar guapa y arreglada era como una especie de mantra. A la rubia asgardiana  le pareció un tanto estúpido el interés que tenían las mujeres midgarianas por la ropa. Era una simple pieza de tela. No le veía que elegir ropa fuera de una importancia vital. Había cosas más importantes en su día a día como para estar pensando en qué ponerse o cómo maquillarse.

- Nunca pensé que la ropa fuese tan importante.- Asintió a lo de que su vestimenta era cómoda para hacer ejercicio. Se pasaba muchas horas al día practicando en las instalaciones de la mansión, ya fuera sola o acompañada.-   Es la ropa que habitualmente suelo llevar, practico mucho deporte. Siempre hay que estar en forma y prevenida. Nunca sabes cuando el enemigo pueda atacar.  Algo más que yo sabes, después de todo eres de aquí. Entiendes esta cultura midgariana. -  Estaba un poco dubitativa ante la idea de vestirse como alguien de la tierra. Por lo que podría ver por la calle, las revistas y las series de televisión las mujeres solían llevar prendas ajustadas y cortas que no parecía que fuesen nada cómodas. Por otro lado era cierto que necesitaba ropa para acudir a las celebraciones a las que era invitada. A esas fiestas acudía como una representante asgardiana y tenía que dejar bien a su patria.- Tienes razón: la mujer es un ser  hermoso con cualquier ropaje que se ponga.-

La valquiria siguió a Clint hasta el garaje de la mansión de los vengadores. Ella no pisaba frecuentemente esos lares, ya que, iba a todas partes o caminando o a lomos de su fiel corcel Aragorn. Brunilda ni siquiera tenía el pertinente carnet de conducir para manejar uno de esos vehículos.  Sonrió a la chica que custodiaba las llaves. Realmente parecía una dama encantadora. Brunilda pensó que Anthony Stark sabía muy bien cómo seleccionar su personal.

-Será interesante, yo no suele ir en estos trastos metálicos. Jennifer es una mujer muy lista, no querría tenerla en contra.- dijo mientras asentía con la cabeza. No creo que le haga mucha gracia a Anthony que malgastemos su dinero. sobre todo en errores que él no ha cometido -

- Debería desconfiar de cualquier regalo de Tony Stark, no es que sea muy desinteresado con las mujeres. - Dijo el comentario medio en broma medio en serio. El moreno tenía una reconocida reputación de casanova y no era muy prudente aceptar regalos de parte de un conquistador. – Bueno… llevo mucho tiempo entre midgarianos pero siempre son viajes intermitentes, nunca me he quedado tanto tiempo en Midgard. Además estos tiempos cambian demasiado rápido y es difícil procesar una cultura y una sociedad en la que no has sido criado ni educado. – cuando habló de su amiga, Brunilda dirigió una mirada interrogante al arquero. Después de todo le parecía un poco extraño que no conociese a Jennifer Walters.

- Jennifer Walters es la prima de Doctor Banner. She-Hulk, ya sabes, la versión atractiva y femenina de Hulk. Pensé que la conocías.- Clint y Bruce parecían llevarse relativamente bien. Por ello, Brunilda supuso erróneamente que el arquero conocía a la prima y también vengadora, Jennifer Walters.- Jennifer está muy ocupada en el juzgado últimamente. Es difícil quedar con ella. Aunque le preguntaré si estás realmente interesado.-

Clint iba conduciendo y Brunilda iba mirando el paisaje. Todo era tan diferente de Asgard. Casi todos los lugares de aquella urbe estaban llenos de edificios y construcciones del ser humano. Era un lugar que había sido completamente transformado por la mano del hombre. Eso era el progreso para los seres humanos, modificar la naturaleza primigenia del mundo y elaborar espacios ocupados por altos rascacielos.

Cuando llegaron a la comisaría reconoció el logo de la policía, pues se había topado varias veces con los vigilantes del orden de Nueva York. Al entrar en las dependencias policiales ella se cruzó de brazos. Tenía una actitud muy seria y desconfiada. Su último encontronazo con la ley había acabado en aquella multa, que ella consideraba totalmente injusta. Debido a esto las fuerzas del orden no la generaban buenas vibraciones ni ningún sentimiento positivo. Suspiró, las leyes de aquel reino la parecían tan incoherentes e incomprensibles. Mantuvo su pose firme y un tanto fiera mientras Ojo de Halcón solucionaba el papeleo y los malos entendidos con los encargados de la justicia en aquella gran ciudad. El tiempo que esperaba permaneció en aquella posición, una posición muy de defensa. Ese lugar no la inspiraba mucha confianza.

Al terminar los requerimientos en la comisaría de policía, el arquero expresó lo que ambos estaban pensando. Lidiar con aquellos trámites y esos documentos, a ella como guerrera y persona ajena a todo el mundo de hacer papeles y jergas legales, le parecía realmente tedioso. Prefería mil veces estar en una batalla al borde de la muerte que tramitando esos papeles.
Se sentó junto a Clint y miró aquella revista que äl había comprado. El rostro de la valquiria pasaba de una mueca a otra. No se veía con aquellos ropajes tan extraños y en su rostro se mostraba tanto la indecisión como la incredulidad como la perplejidad. La verdad es que imaginarse con aquella ropa tan midgariana la hacía sentir un poco estúpida y ridícula. Quizá por la extrañeza de verse con unas ropas a las que no estaba acostumbrada. Asiente un poco ante la primera imagen que le muestra Clint. Esa vestimenta no le parece tan mala. Tiene mucho negro además, un color que suele vestir mucho. Además le recuerda al estilo que solía llevar cuando habitaba el cuerpo de Samantha Parrinton.

Se encoge de hombros - Supongo que a Jennifer no le disgustaría. – Mira al segunda imagen. Esa chica rubia con apariencia tan cándida e ingenua. – umm este no me gusta. No creo que sea mi estilo. – El tercer conjunto la causo cierta gracia y se rió ligeramente. Eso era lo que los humanos llevaban en una ocasión elegante. Ciertamente a la modelo la hacía lucir espléndida y glamurosa pero parecía muy incómodo y nada útil. – oh- el último vestido que le enseñó Clint le llamó bastante la atención. Ese vestido azul marino con un corte y estilo más o menos similar a los vestidos que en días festivos y apacibles usaban las doncellas en el cuarto reino. Ese color le llamaba sobre todo la atención, ya que, le gustaban más los colores fuertes y oscuros que claros. – Esta prensa es de mi agrado.- tomó la revista que el otro le ofrecía y se puso a mirar con cuidado la ropa que aparecía en las páginas de aquella revista. Brunilda se vio más interesada en la ropa de tendencia unisex o andrógina, cosas cómodas y sobre todo prefería los pantalones y camisetas a faldas y vestidos.

- Bueno, no es un mal hombre aunque se preocupe demasiado por complacer a las mujeres. -  Como asgardiana que era, no podía criticarle a Stark su exacerbado interés por  las relaciones carnales.  Su cultura era muy tolerante con la sexualidad. Sin embargo, la guerrera sí que le daba más importancia a su deber tanto con Asgard como con Midgar.

No comprendió el porqué de ese gesto de sorpresa expresado en el rostro del arquero. ¿Le parecía que era raro que Jennifer y ella fuesen amigas? Sabía muy bien que su carácter era un tanto frio y brusco en ocasiones. Que solía ser ciertamente desconfiada y un tanto huraña. Pero eso no quería decir que no tuviera amigos o que se llevase mal con todo el mundo. O quizá la reacción del vengador se debía a que no sabía que Jennifer fuese la prima de Bruce Banner Cada día entendía menos a  Clint Barton. Siempre tenía la impresión de que no se tomaba nada en serio. Al darse cuenta de que ese sobresalto le había tenido por pensar que su amiga se llamaba de otra manera, se rió ligeramente. Ese amigo de Thor tenía la extraña capacidad de asombrarla. Nunca podía prever sus reacciones.

- Mira que son raros los nombres midgarianos. – Brunilda se puso a pensar en las diferencias entre la asignación de los nombres en la tierra. La valoración cultural del nombre era muy diferente en los dos mundos. En Asgard la elección de un nombre era muy ritualista y simbólico. Para ellos, un nombre describía en parte quien eras y cómo te presentabas al mundo por eso era algo muy valioso e importante. Desde el momento en que te era asignado uno era una parte de tu mismo ser. Algo que te otorgaba una identidad personal propia y única.  - Es cierto que siempre viene bien un tiempo sosegado para conocer mejor al otro. En las misiones todo va muy deprisa y no se  tiene tiempo para dar los verdaderos nombres o información personal e importante.-  Le resultaba extraño esa familiaridad que iba adquiriendo esa salida. El arquero y ella en su mundo no eran muy cercanos. Eran apenas conocidos, amigos de un amigo. Ambos se toleraban  y coincidían en contadas ocasiones, teniendo siempre un tanto cordial entre ellos.
Cuando acabaron de mirar la revista se levantaron del banco en el que estaban sentados y guiados por el arquero, emprendieron su andanza hasta una zona comercial próxima a la ubicación que tenía. Iban caminando con un ritmo tranquilo y sosegado. La rubia se iba fijando en cada uno de los lugares de aquel rincón de la urbe que para ella era desconocido.

- Ajá - dijo en asentimiento a las explicaciones de Clint Bart sobre aquel lugar de compra-venta  plagado de comercios. – Es buena idea si vas a muchas festividades de aire formal y elegante. - Brunilda sabía el nombre de aquella indumentaria masculina porque ya había acudido en un par de ocasiones a ese tipo de eventos en Midgard.

Como siempre en cualquier lugar del mundo y de la galaxia, los lugares donde se realizaban intercambios de dinero por todo tipo de objetos, eran muy concurridos. La zona de tiendas  a la que llegaron y en la que planeaban adquirir sus ropajes, estaba abarrotada de gente.

- Hay muchas tiendas seguro que podemos encontrar algo de mi agrado y que satisfaga mis necesidades.-

Recapacitó un momento para poder responder de una forma comprensible la pregunta del arquero Midgard y Asgard tenían dos culturas que en muchas ocasiones eran completamente contrarias. Quizá era difícil para un midgariano comprender por qué y cómo hacían las cosas los asgardianos.

- El sistema de nombres en Asgard es muy diferente al de Midgard. Aquí los midgarianos escogéis un nombre que les guste al padre, a la madre o  padres o los familiares del recién nacido.  Es como algo que suena bien y que os gusta. Allí … - La rubia elevó un poco su mirada, viendo ese inmenso cielo azul. Su ser se sintió embargado por la nostalgia. Hacía ya bastante que no pisaba Asgard. Ni siquiera  podía regresar a casa y eso la turbaba.

Había que confiar siempre en los designios y órdenes del rey. Y ella más, al ser parte del ejército selecto y privado de Odín. Pero en el fondo de su ser sentía que algo no estaba bien. Asgard sellado y sus valquirias sin poder acceder a las almas de los muertos. No pudiendo cortar la conexión cuerpo-alma. Un Asgard sin muerte, rompiendo el ciclo natural de vida-muerte. Eso no la resultaba natural pero debía confiar en su rey. En su gesto serio se reflejó un retazo de aflicción y duda. Meneó suavemente la cabeza para no dejar entrever sus pensamientos. No estaba acostumbrada a compartir sus preocupaciones y sus dudas con los demás. Ella era bastante hermética en ese aspecto.  Intentó dejar de lado esos pensamientos y centrase en la conversación que estaba teniendo con el vengador.

- En Asgard los niños toman su nombre de los designios de futuro. El nombre está íntimamente ligado a ti, a tu vida, a tus acciones y a tu futuro. Thor significa el que ostenta el rayo y Brunilda significa  gran guerrera. – Sonrió con alegría y se llevó una mano al pecho, justo encima del corazón. Estaba orgullosa  de su nombre. - En asgardiano Boli  significa arco. Así que tú serías algo así como el que ostenta  el arco, Bolir. -

Mientras conversaban, caminaban en dirección a las tiendas de ropa. Cuando llegaron a una tienda que Clint consideraba del interés de Brunilda, este frenó su paso y la propuso de entrar en el lugar. La asgardiana asintió ligeramente con la cabeza y siguió al vengador al interior del establecimiento.
Miraba esa prenda de ropa que le mostró Clint casi con fascinación. En su hogar no había prendas con tejidos sintéticos que tuvieran esa elasticidad. Acarició con lentitud la pernera del pantalón, un tanto fascinada por aquel material. Ese tejido que parecía adaptarse mejor a las formas del cuerpo que las rígidas telas de lino, piel y cuero que se estilaban en su mundo de origen.

La guerrera se percató de que la mirada de su acompañante se desvió en otra dirección. El ceño de la vikinga se frunció en un gesto interrogante. El arquero estaba observando aquellas prendas minúsculas hechas de una tela sumamente ligera y delicada. En Asgard la ropa interior no existía, por lo que Brunilda no sabía muy bien para que servían ni como se usaban esas prendas. Se hacía una ligera idea por su escasa tela y por lo poco que cubrían y protegían el cuerpo.

Le iba a preguntar que por qué estaba mirando esos ropajes, para qué servían y como se colocaban pero de repente Clint la invitó a buscar por su cuenta ropa que la agradase y probársela en los vestidores y ella no le pudo interrogar. Le  extrañó un poco que inmediatamente se fuese a sentar pero no quería molestar más de la cuenta al arquero, ya que, había tenido la bondad de ayudarla a buscar ropa adecuada para  su estancia en Midgard.

Saludó con la mano al arquero, imitando el saludo de este. Luego se dio un paseo por la tienda. La rubia se dedicó a mirar la ropa que había en los estantes y en los percheros de la tienda. Al ver prendas que coincidían con sus gustos puso un gesto de aprobación en su rostro. Brunilda cogió un par de pantalones vaqueros de color oscuro, unos pantalones de deporte negros y un par de camisas de colores negro, azul marino y blanco.  Cuando hubo terminado de seleccionar ropa, se acercó a donde se encontraba sentado el arquero y le miró fijamente.

- Esto, no sé muy bien que es. – Dijo mostrándole al vengador un conjunto de ropa interior femenina.

- Uff … niños – Arrugó un poco los labios en un gesto casi de asco cuando Clinton mencionó lo de ser padre.  Esas cosas inaguantables y lloronas que te despertaban, te impedían ir a fiestas, rompían los tímpanos y te dejaban una constante sensación de preocupación. No podía entender la ilusión que le daba a algunas personas dejar descendencia. Nunca se planteó muy en serio tener hijos, si llegaban, llegaban. Te hacías cargo de tu pequeña guerrera, no quedaba de otra. No ibas a abandonar a tu asgardianita en medio de la nieve esperando su fin.

Ese tema no era algo que la generase un particular interés y preocupación. Las primeras etapas de vida de un menor eran insoportables eran ruidosos, sucios y necesitaban atención constante. Podría entender que con el tiempo se llegase a tener cariño por  esos seres diminutos. Quizá la mejor etapa era cuando podía poner una arma en sus manos y le podías enseñar todo tu repertorio de técnicas. Así como su padre y su entrenador hicieron con ella.  Pero de primeras a ella no le hacía nada de ilusión la maternidad.  

-Que no le hagas honor a tu nombre es una deshonra para un asgardiano. Más si entrenas con intensidad todos los días, no creo que se nadie pueda ser malo en ninguna disciplina  de batalla. -

Estando en la tienda ella le mostró lo que había decidido probarse y no se esperó que su pregunta sobre aquellas prendas que en Asgard no se usaban, le causase esa reacción al arquero. El vengador reaccionó como si ella con su simple pregunta le pusiese en un compromiso. No lo comprendía muy bien.

- Ah- soltó mientras escuchaba atenta la explicación que le daba Clint. –Yo tampoco suelo hablar de estas cosas con mujeres- Dijo con una sonrisa dibujada en sus labios rojos-  Te he notado algo terso, tranquilo los asgardianos hablamos con normalidad sobre nuestro cuerpo y sus procesos. um …  entiendo es como una protección. Se usa  para que la ropa no te moleste ni te haga ningún tipo de daño. Siempre olvido de la fragilidad del cuerpo midgariano. Los asgardianos tenemos la piel más densa. La tela no suele hacernos ningún rasguño. – Ahora se preguntaba mentalmente si debía comprar esas prendas midgarianas para adaptarse más al mundo en el que estaba confinada hasta nuevo aviso. También pensó que esos interiores dificultaban desvestirse cuando la ocasión lo requería. Le parecía engorroso cuando se tuvieran que cumplir o satisfacer necesidades fisiológicas. Se preguntaba cómo harían eso los habitantes de la tierra. Porque en Asgard era realmente rápido y fácil falda arriba y pantalón abajo, ya tenías el tema completamente solucionado.

-Te gustan los niños, supongo. Te veo muy interesado en el tema de los nombres. Las valquirias no pensamos mucho en ello. Todo nuestro tiempo y dedicación es para el Rey de Asgard. Por si eso no imposibilitara ya de por sí tener familia, nuestro deber entraña un alto riesgo y morimos pronto. - Brunilda podía decir con seguridad que esa era la conversación más larga que había tenido en su existencia sobre descendencia. Comentó mientras seguía mirando la ropa de la tienda. Decidió comprarse aquellas prendas que había seleccionado previamente. A pesar de que en un principio no estaba muy segura después se lo replanteo. Usar las mismas ropas que las buenas gentes de Midgard seguramente fomentaría que su estancia en ese reino no fuera ni tan vistosa ni tan desarraigada. Seguramente podría adaptarse mejor al entorno si aprendía las costumbres de aquellas gentes y adecuaba su vestuario al de estas.

- En Asgard se aprenden todas las disciplinas de batalla. A mí lo que mejor se da son la espada y la lanza pero también sé de lanzamiento de hachas, uso de de dagas y manejo del arco. No obstante, si su nombre está sujeto a un designio del destino da igual si no sabes manejar el arco, si tus capacidades para ese arma son nulas o si has perdido un brazo, al final acabarás siendo el mejor arquero de Asgard. La fortuna acabará llevándote a tu destino. -

Miró detenidamente la prenda que el arquero le mostraba. Tocó la fina tela de la lencería y puso en su rostro un gesto de desconcierto.  Desde luego que ella no se veía usando ese tipo de prendas para enlucir su cuerpo. Tampoco podía imaginarse llevarlas para seducir a alguien o usandolas para incrementar el sexual. Brunilda no era de ese tipo de mujer que se engalanara. Como cualquier asgardiano que se preciara, ella tenía un físico envidiable y se veía bien con todo. no la ahcía falta realzar su belleza natural, pues ya resaltaba sin apenas usar aderezos.

- Os gusta mucho jugar a los midgarianos. -Brunilda se rió y su risa era jovial. Cuando se permitía reír por algo, su carácter se asemeja bastante al de su carismático y alegre  amigo Dios del Trueno. -   Quizá lo prueba algún día. Nunca está mal aprender en asuntos amatorios.- asintió con la cabeza.- Si se lo que es un bañador. Es la prenda que los midgarianos usan meterse al agua; en la playa o en las fiestas de la piscina.- Tony y Janet de su universo daban muchas fiestas en la piscina y hacían muchos planes en la playa. También con sus amigos los Defensores había ido al mar y había llevado ese ropaje para nadar.

-¿Los varones llevan también esto para seducir a sus mujeres?- Porque si las féminas llevaban esos conjuntos tan poco prácticos y más visuales que otra cosa, los hombres llevarían , según el pensamiento de la valquiria algo similar. Eso si que la suscitaba cierto interés.

Una vez mirada la tienda, se dispusieron a ir a la caja para que la valquiria pudiera comprar lo que había escogido. el tiempo había pasado de forma rauda y ya era pasado el medio día. La valquiria como buena asgardiana que se precie, empezó a sentir hambre.

- ¿Qué dice el medidor del tiempo?- la guerrera asgardiana se refería al reloj- Creo que es la hora de buscar un lugar donde nos den de comer.-

La valquiria no llevaba muy bien lo de integrarse y encajar en esa sociedad que era tan diferente a la suya. En su universo sus amistades, generalmente las femeninas, eran quien la ayudaban a limar sus peculiaridades asgardianas para no destacar tanto. Pero en Omega a falta de ellas, la mujer se veía francamente perdida en muchos aspectos esenciales como qué ropa usar. Por eso , agradecía que el arquero se hubiera ofrecido ayudarla.

- Aceptaré gustosa tu ayuda.- En Asgard ella no usaba ropa de baño. Cuando se refrescaba en algún lago o manantial de su tierra siempre se quitaba sus vestimentas. Pero el nudismo o naturalismo parecía que estaba bastante penado socialmente en Midgard. Tenían ropa casi para cada cosa y a la asgardiana le resultaba complejo entenderlo.

Por cortesía le iba a haber preguntado qué tal estaba su novia actual pero no estaba muy puesta al día en la situación sentimental de sus compañeros vengadores y no sabía el nombre. No tenía muy claro si seguía con Bobby o estaba con Jessica Drew o alguna otra fuera totalmente del grupo o alguien completamente nueva. Como era un universo diferente tampoco se podía fiar mucho de sus conocimientos previas.

-No pierdo nada en intentarlo cuando me consiga una pareja.- Miró de nuevo la prenda de lencería.- Espero que las prendas masculinas sean menos incómodas que esto.-

Estaba claro que ella no iba a llevar todo el día puestas aquellas indumentarias que parecían realmente engorrosas. Esa prenda debía usarse en algún encuentro sexual programado de antemano con el novio o la novia de turno.Hacía mucho que no tenía una pareja estable. No había nadie por el que sintiera una clase de afecto para llevarlas cosas más allá del plano físico. Para la valquiria era fácil tener encuentros sexuales. Ella era destacablemente atractiva y con eso hoy en día era muy fácil encontrar alguien con quien tener sexo. Un poco de coqueteo, un par de copas y al lío. Lo difícil era encontrar a alguien con quien compartir la vida. Brunilda era alguien realmente muy cerrada y casi inaccesible. Era una mujer que no se mostraba nada accesible. No le gustaba la gente ni compartir sentimientos, emociones o gustos con los desconocidos. Era desconfiada y le costaba las interrelacionarse de manera profunda e íntima con los demás.

Brunilda habitualmente comía lo que Jarvis la preparaba. El mayordomo siempre solía cocinarla cosas de su tierra con afán de que la valquiria se sintiera como en casa y estuviera feliz y cómoda en su estancia en Midgard. El leal hombre de confianza de Stark siempre procuraba que los Vengadores estuvieran en la mansión lo más a gusto que se pudiera. Cuando había salido con alguien a comer por ahí siempre dejaba que esa persona decidiera, ya que, ella no tenía mucha idea de las variedades de la comida midgariana.

- Cualquier sitio está bien.- comentó con simpleza. No el importaba mucho el tipo de comida pues estaba acostumbrada a comer casi de todo.

La cultura asgardiana era similar a la de un reino de fantasía medieval. Seguían teniendo concepto, preceptos, comportamientos y engalanadas fórmulas que para los midgarianos habían quedado en el olvido. Aunque en apariencia eran similares, en modos de vida eran muy diferentes. Las personas solían pensar que era eran culturas afines o que los asgardianos se amoldaban muy rápidamente a lo que se estilaba en la tierra. Pero no era así. La rubia agradecía que el arquero la explicase este tipo de cosas. Lo que se daba por hecho que se sabía.

Cita? - Era un concepto nuevo para ella. En los pueblos asgardianos no existía la idea de quedar para conocerse y ver si pasaba algo. Las cosas iban mucho más rápido para la gente de Brunilda. Cuando alguien te atraía eras muy directo y enseguida se llegaba a la carnalidad. El cortejo no tenía tiempo para citas ni organización, todo era más impulsivo, rápido y caótico. Podías morir en una batalla al día siguiente, no había mucho tiempo ni para artificios ni para dar giros y vueltas.

Había entendido la última frase de Clint y se rió. Ese día había aprendido que aquella prenda sin mucha gracia que protegía el miembro en los midgarianos eran los boxers.

El castaño llevó a la fémina a un restaurante de aspecto familiar. A la rubia le gustó aquel ambiente hogareño y cercano que inspiraba. Los modales asgardianos se caracterizaban por ser un mezcla entre rudeza y elegancia. Muy peculiares para los midgarianos. Por ello, un lugar sofisticado no pegaba con la guerrera.

- Soy más de carne que de hierbas.- Al hacer mucho ejercicio y debido a su cuerpo asgardiano, la rubia consumía mucha proteínas. -Entonces, tomaré ese manjar que describes y una hidromiel para acompañar.-

Antes era más difícil encontrar esa bebida. Pero ahora, debido a que antaño los asgardianos se habían establecido en Broxton y tiempo después Asgard cerró sus fronteras dejando a miles como ella en la tierra, era bastante común encontrar esa delicia asgardiana en muchos locales. También estaba el hecho de que los cultos asgardianos y nórdicos estaban proliferando. Los seguidores de Odín, Thor, Balder y demás dioses asgardianos eran un buen mercado para las empresas licoreras.

Clint la había llevado a comer al típico restaurante familiar americano. En ese tipo de sitios más del populacho y sin tanta pompa como en un restaurante fino, era donde la valquiria se sentía más cómoda. La mesa que les había tocado estaba cerca de la ventana por lo que tenían buenas vistas y buena iluminación. El ambiente parecía muy agradable.

La gente se la quedaba mirando por las ropas tan estrafalarias que llevaba. Pero eso a ella le daba un poco igual. No le afectaban para nada las críticas o comentarios de los demás.

-No tengo ni idea de qué es eso.- dijo la rubia sin ningún tipo de reparo. - miró el menú y leyó lo que había. Brunilda tenía el don de poder entender cualquier lengua tanto oralmente como de forma escrita.

Pero aunque entendía el idioma no estaba muy acostumbrada a la comida midgariana. Por lo que las imágenes de la carta le eran muy útiles para poder decidir qué comer.

- He comido hamburguesa otras veces. No estoy muy acostumbrada pero si que las he comido alguna vez. - Sopesó la opción que le proponía Clint.-  Voy a pedir una completa con doble de queso y carne.- Porque seguramente se quedaría con hambre si no pedía algo contundente. - La hidromiel es algo más fuerte y el sabor es diferente. Sí en este establecimiento no lo tienen, puedo llevarte un día a unas tabernas donde lo tienen-

Tomado el pedido el camarero se fue a la cocina para darle la comanda a los cocineros y Clint y Brunilda se quedaron a la espera de la comida.

- Aquí, en Midgard hacen uno en pequeñas botellitas de cristal que es bastante similar al de Asgard. -

Lo que primero llegó a la mesas fueron las patatas que venían con las hamburguesas que habían pedido. Brunilda empezó a degustar las patatas fritas mientras miraba por la ventana el devenir de la gente. La valquiria no era una persona de por sí habladora. Por lo que iniciar una conversación no entraba dentro de sus prerrogativas. Tampoco si la persona era de un mundo tan ajeno como el arquero. La asgardiana era muy diferente del agente de Shield y no había ningún tema que tuvieran en común. Siguió comiendo y le resultó peculiar el silencio. Ya que, el Clint que conocía de su universo rendía a hablar hasta por los codos.

Al cabo de un rato llevaron sus encargos. Brunilda le dió un gran bocado a su hamburguesa, disfrutando del intenso y agradable sabor de cada uno de los deliciosos ingredientes. Se tomó un largo trago de cerveza. Para ella esa bebida era como agua. Clint le ofreció probar la extraña hamburguesa que había pedido y la valquiria asintió. Brunilda había decidido probar ese nuevo manjar por la emoción que parecía despertar en su acompañante. Dió un mordisco a la comida de su compañero de equipo y sus papilas gustativas captaron un sabor extraño. El dulzor del Donut se mezclaba con la carne, el queso, la lechuga y el tomate produciendo un sabor diferente. A la hermosa rubia no le agradó mucho esta conjunción de sabores y puso un gesto de disgusto.

- La verdad, no es un plato de mi agrado.-