Se coge antes a un mentiroso que a un cojo (John constantine, Nehllon) 21/3/19

Shadowpact. Era la palabra que resonaba con más fuerza dentro de la cabeza del mago, y a su vez era la que generaba más preocupación.

Habían pasado casi dos meses desde que tuvo ese ataque de jaqueca seguido de un pequeño efecto Omega en la cabeza. Nada fuera de lo normal dados los tiempos que corrían... "Gilipolleces". Había sido de lejos una de las peores experiencias que haya experimentado el mago, y de experiencias John podía hablar largo y tendido varias horas sin parar. Lo había salvado un alma cándida - "Más gilipolleces" - de perder la cordura y le costó bastante caro: un favor, ni más ni menos. Un favor, sin excepciones, y dicho favor tenía nombre e historia detrás. Todo aquel dentro del ocultismo que se precie ha oído hablar alguna vez de Shadowpact, y no eran cosas buenas que se diga: un grupo de místicos que no pegan ni con cola que se unen para combatir un problema superior y terminan con un final nefasto. Un castillo de rosas para los oídos de John cuando se dio cuenta que se vería involucrado lo quisiera o no.
Y luego estaban las pelirrojas. No nos olvidemos de las pelirrojas. Ambas marcadas por la muerte y ambas ahora bajo sus enseñanzas. Quién lo hubiera dicho: John Constantine ejerciendo de maestro. Los muertos se estarían revolcando en sus tumbas y desternillándose de la risa si vieran eso.

Con todo ésto más su día a día no había tenido un solo momento de descanso. Todo eran putadas tras otras, por lo que un merecido descanso bien que se lo tenía merecido. Un momento de calma y tranquilidad en un bar de mala muerte donde nadie quería conocer a nadie y donde perderse durante unas cuantas horas sería un regalo de los dioses.

Quedaban unas cuantas horas para la reunión de Shadowpact, y Lissa había sido clara: sé puntual. Esa chica debería aprender a soltarse un poco, pensó el mago. Una reunión que, por cierto, también asistirían sus dos pelirrojas. Había sido bastante claro con ambas: les interesaba pasarse por esa reunión si querían seguir adelante con sus "problemas".

Pero eso era otro momento, y no era el actual. El momento actual se presentaba detrás de un periódico, leyendo la sección de humor mientras se fumaba un cigarrillo con medio vaso de whisky vacío sobre la mesa.

... Hasta que escuchó esa voz.

Con claro desdén, dobló el periódico hacia fuera para descubrir su cara y ver a quien había preguntado su nombre. Era un tipo elegante y con voz de líder. Dos características que no se veían mucho por aquel barrio y que destacaban como un faro en la noche. Y si de algo desconfiaba el mago era de los faros: nunca sabes quién está ahí arriba, haciendo señales de luz ni con qué propósitos.

- ¿Nos conocemos, amigo?

Ese hombre se había ganado un puñetazo en la cara. Uno de esos que no te los esperas. De esos que te levantas de la mesa sin avisar y sin mediar palabra ¡PLAF! entre los morros y la nariz. Ya después que viniera lo que tuviera que venir, pero el puñetazo se quedaba, junto con una mirada punzante.

John Constantine no le dio ese puñetazo. No porque no tuviera ganas, sino porque era precavido: no te levantas y le das un puñetazo en la cara a un tipo que acaba de llegar, es un puto faro y hace que se te ponga el vello de la nuca de punta. Señal inequívoca de que aquel hombre del puño en la cara manejaba o vivía con la magia.
El mago tuvo que contentarse con bajar el periódico y seguirlo con la mirada según se sentaba frente a sus narices, sin pedir permiso, con toda su prepotencia. No había persona que le chocara más que esa clase con la nariz alta y la mirada de desdén. Apartó el periódico para centrarse en la figura del marqués. Lo estuvo analizando largo rato mientras le relataba sus necesidades y pedía una copa para ambos. Le llamó la atención la bolsa con las hierbas, pero no apartó la mirada del hombre para que no se le notara su curiosidad.

- Si estamos hablando de trabajo, te garantizo que no soy nada barato. - Entonces llegó el barman con el pedido del hombre estirado, con una copa nueva para John. Cogió el vaso con el whisky y se lo acercó a la boca, dando un sorbo. Un whisky siempre iba bien para hacer negocios. - Cuéntame cuál es tu interés y a ver qué se le puede hacer.

Aquella conversación se estaba volviendo cada vez más rara, y cuando algo se pone raro significa que es mejor levantarse, coger tus cosas, salir por la puerta y ni mirar hacia atrás no sea que los problemas te sigan al igual que el barman pidiéndote que pagaras la cuenta.

El tipo según decía estaba bastante informado sobre las actividades mágicas, pero aun así buscaba un informante. Eso al mago no le acabó de cuadrar del todo. ¿Para qué un informante si tiene sus propias fuentes? Muy, muy extraño... Y si no había entendido mal, dichas fuentes le habían dicho que John estaba metido en el ajo. ¿Cierto grupo de alto nivel? ¿Se referirá a la Liga de la Justicia Oscura? Es el único grupo como tal que le venía a la cabeza que pudiera haber llamado la atención de aquel tipo a no ser... ¿Estaría hablando de Shadowpact? ¿Le estaba pidiendo que fuera su informante dentro del grupo Shadowpact? Por sus adentros John se estaba desternillando: no serían muy fiables sus fuentes si justamente lo habían mandado a buscar a John Constantine para que le hiciera de informante.

- Amigo, me muevo en varios círculos... pero digamos que te sigo. Pongamos que sé de lo que estás hablando. ¿Qué consigo yo a cambio de darte esa información?

Ante todo, sacar tajada. El mundo no es un lugar justo y si no eres tú el primero en exigir algo a cambio te darán gato por liebre o simplemente, no te darán nada y te quedarás con las manos vacías por un trabajo que te ha costado la vida. Se dice que si no sangras no hay gloria. Lo miso se podría aplicar a las recompensas por el trabajo bien hecho: si no hay paga, no hay trabajo.

Ya. Se acabó. Fin de la partida. Fin del trayecto. Monta las maletas, súbete al coche y arranca el motor.

Si hasta el momento le estaba dando muy mala espina ese hombre, acababa de enmarcar la peor imagen que pudiera tener. Esa sonrisa que se dibujó en su cara hizo que John deseara no haber bajado nunca el periódico, y más cuando le enseñó el dinero que llevaba encima. Aquel hombre tenía recursos. ¡Los tenía! Y la confianza con que sacó el fajo de billetes era prueba inequívoca no sólo de ello, sino también de su supremacía. John había sufrido muchas experiencias en su pasado, unas malas y otras no tan malas, y esa experiencia le decía a gritos que quemara el fajo de billetes, se acabara el whisky y saliera por la puerta.

Luego otra voz se elevó mucho más fuerte, eclipsando a la otra. Una voz que siempre que la seguía, acababan mal.

- Hmmmm... está bien, amigo. Me has convencido. Haré ese trabajito para ti. - Tras decir ésto, John sacó un trozo de papel de la gabardina, lo abrió y lo puso delante del "cliente". - Ante todo, soy un hombre metódico y cauteloso. No hace falta que me digas el trabajo. Tan sólo escríbelo en ésta hoja con todas las condiciones que necesites y yo me haré cargo fuera de éste lugar de mala muerte. - Quiso jugar con la desconfianza y el asco que mostró el hombre al hablar sobre el trabajo y sobre aquel bar. Si no quería decirlo en voz alta, tal vez fuera más propenso a ponerlo por escrito.

No se fiaba de aquel tipo, eso estaba claro. Y tampoco se fiaba de lo que fuera que quería pedirle. Sin embargo, quería tantear con una vara desde la distancia a ver qué se cocía.

- ¿Necesitas un boli?

Las letras aparecieron, sin más, en el papel que tenía John.............. Vale, el nivel de teatralismo iba en aumento. En magos como Zeta lo pasaba por alto porque, seamos sinceros, Zeta tiene estilo y mucho carisma, además de unas piernas de infarto para llevar ese modelito... pero el tío que tenía delante sólo hacía que sumar puntos en su arrogancia y su prepotencia. Sólo le faltó hacer una postura exagerada y decir una frase cliché para que John terminara por marcharse sin querer saber nada más.

Una vez espantado los malos pensamientos, se centró en lo que había escrito en el papel............ y la verdad es que era una buena oferta, cabía decir. Pudo escuchar la voz de varios Constantines gritándole a la oreja que aceptara el trato. Era mucho dinero, además de un deseo. ¿El que fuera? Eso daba un gran margen para la imaginación. Demasiada tal vez.

Levantó la vista del papel tan sólo para escuchar al hombre que tenía en frente, el cual usaba el nombre de Nehllon di Avalonis. "Avalonis... venga, no jodas. ¿En serio?" Avalonis... ¿Avalon? ¿Iba en serio? Eran solo historias y leyendas, pero las historias y las leyendas suelen tener cierta verdad en sus orígenes, y de alguna forma u otra terminaban siendo reales. Si ese tío era lo que John pensaba que era...

- Hmmm... - fue su único comentario entre que se rascaba la barbilla y cogía la pluma que le prestó Nehllon y firmaba:



Si, había escrito mal su nombre adrede, pero lo bueno de los nombres era que, hasta que el propietario no lo escribía con su puño y letra, no se sabía cómo se escribía en verdad. Y es que los nombres tienen mucho poder. Demasiado incluso. El nombre es algo irremplazable y que en malas manos podría ser un arma terrible. Sólo hacía falta tinta, el propietario y mucha ignorancia. Y John tampoco había mentido: había gente que se llamaba Jonn y otros con Constantyn como apellido, no era nada raro. El Oswarld sólo era un añadido para dar veracidad: los nombres compuestos se suelen revelar tan sólo en las firmas importantes.

- Y con ésto, cerramos el trato. De hecho, aquí tienes un adelanto. - John cogió una servilleta, escribió una dirección y se la tendió a Nehllon. - El lugar de la primera reunión, a las cuatro de la tarde. Cuatro en punto, o se cerrarán las puertas. - Tendida la dirección y devuelta la pluma, John se termino su vaso y se levantó. - Encantado de hacer negocios con usted. - tras lo cual, se dirigió a la salida.

Avalon... mucho dinero... un deseo... John se atrevió a sacar el papel el cual había firmado, releyendo los requisitos y la forma de contactar con él. Se llevó un cigarrillo a la boca y encendió una cerilla para prenderlo. "Mucho dinero de por medio". Estaba ya a punto de subir al ático de Garnet cuando se quedó en la entrada, pensativo.
Era un buen trato.
Era un muy buen trato.
Acercó la llama de la cerilla al papel y éste empezó a quemarse.

- Ya tengo suficientes problemas.

John esparció las cenizas y subió al ático, sin saber los acontecimientos que acababa de desatar.