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 El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]

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MensajeTema: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime20th Marzo 2016, 12:01

Muerte. Su definición actual acapara “el fin de la vida”. Extinción del proceso homeostático de un ser vivo. En palabras poéticas, que la luz de los ojos desparece para siempre, que el corazón que una vez bombeaba la máquina que es un cuerpo, se detiene. Médicamente, la ausencia de pulso durante el tiempo suficientemente prolongado como para que se imposibilite su ritmo habitual de nuevo. Los asgardianos dirías que asciendes con las valkirias, si eres un valeroso guerrero, aunque lo más probable es que terminases en el Nilfheim bajo el frío abrazo de Hela. Los cristianos quizá incluso se alegrasen… Bueno, a quién pretendemos engañar. Los cristianos odian la muerte aunque la proclamen como el paso a la eternidad y el mundo ideal. Seamos sinceros. Si a cualquier humano le asegurasen otra vida en la que es inmortal, el mundo es tal y como lo desea y tiene a todos sus seres queridos que ha perdido… ¿No firmaría todo el mundo?

El caso es… Hablando de algegrarse… Sí había gente que celebraba la muerte y honraba a los fallecidos con festejos y jolgorio. A día de hoy, en México está una de las celebraciones más importantes a nivel mundial. Si no la que más. El día de los muertos. Y allí estaba el dios vivo y eterno. Legba cumplía trabajo aquel día. Si había algo que respetaba era esa celebración. Y su labor el día 1 de Noviembre era devolver las almas que él custodiaba para que los humanos que ofrecían sus obsequios, pudiesen verlo. El dios tenía motivos personales por los que disfrutar de aquella fiesta, y era tiempo que estaba dispuesto a invertir.

Se plantó en el cementerio. Buscando entre las lápidas los nombres de a quienes custodiaba. Hubo quien le veía y reaccionó con miedo, otros con respeto y cariño, y hubo quien no reaccionó. Pero nadie se atrevía a tocarle. Paseaba todo lo grande que era entre el mármol tallado. Disfrutando el aroma de las flores, las mesas y las lágrimas emocionadas. Acudió impecablemente ataviado, en su estilo. Unos zapatos elegantes a la par que cómodos y un traje rayado azul oscuro con rayas más oscuras. Una gabardina larga hasta los tobillos, abierta para dejar ver el chaleco que reflejaba el granate de la camisa que había debajo. Para quienes le conocían o le habían visto con alguna continuidad, sabrían que ese estilo era demasiado limpio para él, impoluto. No se le podría decir que tenía una mota de polvo sobre los hombros, una gota de barro en los zapatos o un pliegue del traje que no se ajustase a su cuerpo. Al fin y al cabo, lo había hecho él. En el bolsillo del pecho, descansaba un reloj que dejaba asomar la cadena. En su brazo izquierdo, bajo las manga del abrigo, un pañuelo atado con pequeñas calaveras dibujadas en el patrón de la tela. A pesar de ser elegante y estrafalario, había algo que dejaba su toque definitivamente. En su cabeza reposaban aquel día sólo tres rastas, que anudó con el resto del largo pelo en una coleta impoluta, que descansaba debajo de uno de sus mejores sombreros, también hecho por él. Sus ojos brillaban con el mismo tono rojo sangre de siempre, y a su alrededor se veía la calavera blanca que le ocupaba medio rostro, perfilándole por dónde iría su cráneo real, cayendo por los pómulos hasta los dientes dibujados sobre su labio superior. Sólo había un detonante de su identidad aparte de su rostro, y era el interior de sus manos, curiosamente la única parte de su cuerpo en el que se revelaban cicatrices, aquel día. Cicatrices, cortes y quemaduras que siempre habían sido suyas, pero pocas veces se atrevía a recordar. Pero siguiendo con su atuendo, de entre todo ese ropaje elegante y vistoso, destacaba un cinturón sutil con cajas metálicas de distintos tamaños enganchadas a él. Abrió la más pequeña de todas, y se dirigió a una mesa donde una pareja se abrazaba con intensidad. Sacó una baraja de cartas, barajándola con habilidad y pasando las cartas de una mano a otra con una distancia bastante amplia. Seleccionó una carta, cuya imagen era una cuna vacía. Sujetó en una mano el resto del mazo de naipes, dejando esta carta sola entre el dedo índice y corazón de su diestra. Sacudió un par de veces la carta al aire, como rebelando una fotografía analógica y con un último soplo que dio desde el dorso de la carta, como impulsado por su propio aliento, el dibujo salió de la carta, quedando esta en blanco. La silueta de una cuna hecha con un humo muy similar al que el dios utilizaba en ocasiones se apareció ante la pareja. Se escuchó luego un llanto, que salía del interior de la cuna. Ese espectro se situó poco a poco, levitando junto a la pareja que miraba satisfecha y sonriente, pero con los ojos húmedos. El niño, al ver el rostro de sus padres sonrió sólo con la inocencia e ingenuidad con la que ríen los recién nacidos.

El dios asintió con la cabeza a la pareja, y se guardó la carta en blanco en la caja metálica de la parte frontal del cinturón. Sonriendo, guardó la baraja pequeña y sacó una baraja de mayor tamaño, muchísimo más gruesa, compuesta con cientos de cartas. Tomó sólo una porción del mazo, para poder sostenerlo con los dedos y miró a su alrededor. Dejó unas lápidas atrás y se acercó a unas mesas en las que alrededor se veía gente joven, disfrutando del festejo. Algún niño persiguiendo al perro del vecino, niñas jugando a papás y mamás… Los adolescentes echando ojeadas al teléfono de vez en cuando y ocupándose de los críos. Y los adultos mostrando cariño entre ellos. Algún abrazo, un beso en la frente, quizá alguno muy suave en los labios.
Él se acercó a ese entorno. Levantó unas siete cartas que sujetaba sólo con la diestra. Empezó a abanicar el aire con esas cartas y de nuevo las sopló todas, de izquierda a derecha. Salieron de manera mucho más natural, fluyendo de la carta, siete ancianos. Cada uno de ellos y ellas se disgregó buscando a sus familiares, de uno en uno y por parejas. Aunque su cuerpo no era el mismo, aunque sólo fuesen espectros de humo, sus familiares se alegraban de verlos, y verles comer y beber los productos que descansaban sobre las mesas redondas.

Él sonrió satisfecho y se sentó sobre una tumba vacía y abandonada a la que nadie hacía caso. Tenía la lápida resquebrajada y el nombre casi borrado por completo. El dios cortó una rosa de un arbusto cercano, sacando unas tijeras de un set de costura que llevaba en su pechera. Guardó esto de nuevo en su bolsillo correspondiente, y dejó esa rosa sobre la tumba, junto a él. Y súbitamente, esa oleada de calor.

Ella estaba allí.

Tenue, casi apagada. Como la luz de una vela a punto de extinguirse, aportando una luz y un calor que nadie aprecia, pero que todos extrañan cuando no está. Allí estaba ella, haciéndole sentir por primera vez desde que había muerto en vida. Sintió miedo y a la vez nervios, que no dejó salir a la luz. Había mucha gente que necesitaba ver al dios tranquilo y calmado, y cumplir con las expectativas era parte de ser una entidad. Se levantó, buscándola como un loco con la mirada, a su alrededor. Hubiese venido a por él, o a verle... Siempre había querido hablar con ella.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime21st Marzo 2016, 06:20

La noche era cerrada, oscura, y sin embargo, no lo notaria nadie que estuviera cerca del suelo. Musica, luces, calacas y velas entre infinidad de otras cosillas que volvian aquel poblado un lugar de lo mas animado. Las hojas cerca de un mausoleo abandonado comenzaron a removerse suavemente, empujadas por una especie de ceniza negra que se arremolinó con mayor violencia hasta formar un torbellino pequeño. Cai de rodillas y me tuve que sostener con mis brazos para no caer al completo, jadeaba y me dolia la herida del pecho, pero aqui estaba, habia regresado a México, como cada año desde que esta fiesta se celebra. Me puse de pie con algo de esfuerzo, no estaba resultandome fácil hacer esta clase de cosas desde que habia recibido esta herida y perdido mi ankh, pero estaba cerrandose denuevo, poco a poco, y para cuando pude bajar hasta las tumbas iluminadas por las velas, la herida volvia a su tamaño de siempre.

Aun tambaleaba un poco cuando pasaba entre las personas sentadas alrededor de las tumbas, y mas de una me ofrecio ayuda, pero la rechazaba con calma, lo que de verdad me esta haciendo daño no es algo que ellos puedan curar de todos modos. Inspiré hondamente y gire sobre mis talones para mirar a mi alrededor. Este dia era muy importante, era una de esas raras ocasiones donde los mortales mostraban respeto y hasta un extraño afecto hacia mi. Hoy no era "La Parca", "La Segadora", hoy solamente era yo, Catrina, La Flaca, y hoy me querian, me entendian un poquito mas de lo normal, y dejaban que yo me convirtiera en algo positivo, en motivo de hacer pastelitos y poner velas y traer comida para pasar unas horas junto a aquellos que me habia llevado. Me hacia feliz, muy feliz, pero este año no era como los otros, no tenia una herida por la que se estaba escapando la esencia de todo lo que yo era, ni me habia sentido sola, débil o abandonada como lo hacia ahora. Suspiré y retome mi caminata entre las tumbas, creo que la impotencia es lo que menos me preocupa de todo esto.

- Señorita...- Me llamó una anciana, mientras caminaba entre los demás. Estaba sola, la tumba tenia un muy pequeño mausoleo en miniatura sobre ella, seguramente donde guardaban las cenizas del hombre que me estaba mirando con una sonrisa, sentado sobre la tumba y frente a la que en vida habia sido su esposa. - ¿Si? - La anciana me miró largamente, como ponderando un poco, y luego sonrió. - Sientate, come...- - Pero...- La miré a ella, y denuevo a aquel hombre y finalmente asentí y me senté con ellos. - Increible...Pan de Muertos, Mole, Mixiotes...- La mujer me dedico una larga sonrisa y partió un pedacito del pan para ofrecermelo. Lo tomé, le di una buena ojeada y me lo llevé a la boca, estaba delicioso, era increible que fuera la primera vez que de hecho comia algo de lo que dejaban aqui. - Mi Jorge es asi, le gusta su mesa bien servida y Dios nos guarde si su molito no estaba caliente...- Reí un poco, el hombre fruncia el espectral ceño con las indiscreciones de su esposa, ya casi me habia olvidado de por que adoraba estar aqui.

- Mija...- - ¿Si? - - ¿Que te ha sucedido? - Me la quedé mirando, algo extrañada. - ¿A que te...? - - Es la primera vez que te veo, flaquita, y llevo años viniendo aqui...- No se por qué, pero eso me puso nerviosa. Pense que nadie sabria quien era, pero también podia estar siendo demasiado inocente, ¿Pasearme por este lugar en esta fecha y que nadie se de cuenta? - Yo...Guadalupe...- - ¿Estas triste? ¿Que sucedió? Se siente todo...diferente, como si se te echara en falta...- Dejé la cuchara en el mole y me puse de pie rápidamente. - ¿Catrina...? - - Yo...esto...tengo que irme...ha sido un placer...- Me giré y me alejé de ellos todo lo rapidamente que pude, pasando entre las personas mientras subia la lomada en la que estaba el cementerio todo lo rápido que mis piernas me permitian. Tenian razón, no podia ver los espiritus en la mitad de esas tumbas, y ya no se si es por mi o porque algo les ha sucedido. Nadie sabe que sucede despues de la muerte, pero cuando yo no lo se...es un problema real.

- ¡Agh! - Me golpeé la rodilla contra una tumba, pero segui caminando lo mas rapido que pude, ya no habian luces, las habia dejado atrás, ahora estaba entre las tumbas mas antiguas, las que nadie queria o podia venir ya a ver. La música se alejaba se enrarecia, el viento agitaba mi cabello. Una rama sobresalia entre las hojas y la tierra reseca, pero no la vi a tiempo, cai de lleno al suelo, sintiendo el chispazo de dolor recorrer mis brazos. Y entonces es que todo cae sobre mi de una sola vez: Este cuerpo fisico al que estoy atada, el dolor que siento, la angustia, la incertidumbre. Apenas he averiguado algo nuevo sobre mi situación en todo este tiempo, y Sueño...¿Donde estas, hermano?. Delirio, Sueño, Destrucción, Destino...demonios, en este momento hasta estaria feliz de poder ver a Deseo, y le besaria la cara a Desespero, lo juro. Me levanté como pude y me arrastré hasta la tumba mas cercana, sentandome en el suelo, espalda apoyada en la fria piedra, y miré al cielo, a las estrellas, y por primera vez derrame una lágrima.

- Te extraño, Sueño...- Sollocé a la noche, que creo que es mi unica confidente ahora. -...los extraño a todos...y...- Mordi mi labio inferior con fuerza, tratando de contener las lágrimas, pero no puedo, es la primera vez que me sucede, solo no dejan de salir, no es algo que puedas controlar realmente. -...y no se que hacer...- Abracé mis piernas mientras decia eso entre sollozos. - Estoy tan sola...tan...asustada...-...y nunca me habia sucedido antes, el no poder usar todo mi poder, estar limitada a la Tierra, sentir este dolor que me reprimia cruelmente cada vez que queria hacer algo para salir de esta situación. - Por favor...- Escondo la cabeza entre las rodillas, ¿A quien engaño? Siempre soy la que esta segura de todo y mantiene la cabeza fria, pero ahora sencillamente no se hacia donde ir, que paso dar, estoy confundida en un mundo que conozco desde siempre, pero que nunca alcancé a hacer enteramente mio.

- Por favor...necesito encontrar una solución...- ¿Esto es a lo que los mortales llaman "Desesperación"? ¿Esto es lo que hace mi hermana? No puedo creerlo, es tan...doloroso, y dificil, este ansia de encontrar una solución a algo que parece imposible. Es...horrible, pero también tragicamente real. No se que hacer, no se hacia donde ir, y no puedo quitarme esa constante sensación de miedo de la mente. No quiero desaparecer...

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime13th Abril 2016, 19:08

Seguía desquiciado, como un loco. Bordeando las tumbas acariciando las lápidas y doblando cada rincón de aquel cementerio mientras la mirada roja se balanceaba por todos los tipos de mármol. No era necesario ser ningún genio para saber quién era. Su presencia era única. Nadie era capaz de infundir tal temor en el dios y a la vez tanta intriga y pasión como para necesitar buscarla. Si existía alguien en el planeta que conociese al dios sabría que lo único que más le atemorizaba en su vida inmortal era la muerte. Papa Legba es la figura que renunció a una vida de esclavo y dolor para permanecer esclavo de lo eterno, de los tres grandes y de una fórmula constante de trabajo a cambio de su invulnerabilidad.
Pero esa sensación no fue aterradora. Si el hombre de ébano hubiese tenido corazón le habría estado bombeando sangre con más intensidad que cuando realizaba aquellos trabajos en vida sin dormir ni comer. Mantuvo las pupilas como agujas en todo momento, concentrándose en encontrarla dejando atrás todo un rito de festejo y celebridad sobre quienes yacían bajo tierra.
Cuando la muerte estaba sobre ella.

Era una figura pequeña, diminuta. Lo más desapercibido de todo aquel lugar. Una controversia blanca y negra en medio de todo el color que estos humanos usaban para representar a quien lloraba sola y queriendo hacerse aún más pequeña. Y a pesar de que el miedo desapareció poco a poco,para su sorpresa,  sí se quedó paralizado. Observó cada detalle que podía apreciar. Su piel blanca y perfecta, el pelo caótico y la ropa totalmente oscura. Legba esbozó media sonrisa. Para él encontrarla había sido como escuchar maullidos de gato en mitad de una tormenta. Y había encontrado a la pequeña cría, abandonada, fría y vulnerable sentada sobre una tumba de quien un día se tuvo que ocupar. Se acercó muy suave, haciendo ruido consciente con sus pisadas entre las hojas secas y las rosas que yacían en el suelo junto con los cadáveres. Carraspeó un par de veces con mucha suavidad y de una forma sinuosa de humo surgió un pañuelo de seda que cayó como una nube sobre uno de los brazos de aquella chica.

Susurró, aprovechando la lejanía del bullicio - Hola pequeña. - No había absolutamente nada del deje controlador de manipulación que el dios guardaba cuando se comportaba de una forma tan compasiva. -Para las lágrimas-  dijo mirando el pañuelo y a ella alternativamente. Legba no comprendía qué aguardaba en su interior. La persona que le mataría. Ese punto y final que significaba que ya no habría nada más… la personificación de su miedo, estaba delante de él y lejos de huir no podía evitar otra cosa más que acercarse a ella como si de una fuerza magnética e inalterable se tratase. La sonrisa del dios brillaba bajo la calavera dibujada en su piel. -Hoy deberías tomarte el día libre, ¿No crees?- añadió analizando ese rostro que salió como de entre las sombras, tímida, temerosa. Tenía una barbilla perfilada que remarcaba los pómulos, interrumpidos por una línea negra y firme de sus ojos, con una espiral negra que ahora se bañaba en lágrimas. Sus ojos, negros como los tuvo él en su forma humana, acogían un conocimiento antiguo y a la vez mucha seguridad. Con las lágrimas le brillaban de una forma preciosa y estaba seguro de que esos labios de carbón enmarcarían una de las mejores sonrisas que vería nunca. Si es que sonreía.

Sin perder el gesto feliz y tranquilo, Legba se sentó a su derecha con delicadeza,asegurando de que ni una hebra de su traje le tocaba lo más mínimo. Cruzó las piernas estiradas una vez se acomodó y fijó su mirada en ella con intensidad. Su voz poco a poco tomó firmeza, recobrando el tono habitual de voz grave y presente - Es un día complicado. Pero no deberías llorar en tu fiesta- Había oído hablar de ella. Su energía era tan tenue y tan débil… como ese leve rastro de tiza restante una vez has borrado lo más intenso de lo esencial. Nada de lo que había oído.

Quiso acercarse más a ella, pero comprendió que le era peligroso. Ella era el final definitivo, su mayor temor. ¿Por qué esa atracción inevitable? ¿Por qué súbitamente su metafórico corazón se había encogido como si hubiese visto una cachorra abandonada?

En medio de esa batalla interna, sin perder el contacto con esos ojos de fondo de pozo, lo comprendió. No era cuestión de temor. El buen trato con ella no era una forma de chantaje y mucho más lejos de la realidad, por ningún interés de conveniencia. Ese volcán de buena voluntad, intriga y atracción surgía de un conocimiento subtérfugo que el dios comprendió de forma inconsciente y no fue capaz de razonar hasta ese instante. Entre sus creencias siempre había estado como un pilar firme el hecho de que nadie es inmortal de una forma inminente y segura. Todo perecerá llegado el día. Y esa realidad con ella delante se hacía más patente. Él perecería, y sería el momento más agónico de su existencia…Los años invertidos, los sacrificios, los amores muertos... El peso de todo eso se haría real. Pero eso no era lo importante. Lo importante era que lo único que le quedaría para morir en su batalla final cuando ese día llegase, todo lo que tendría… sería a ella. Cuando hubiese perdido su cuerpo, sus posesiones, su capacidad de sentir placer… Sólo le quedaría ella con esos ojos húmedos y esa luz apagada. La chica que tenía delante era la responsable de acompañarle en su camino a la peor experiencia que él sufriría jamás. La única que permanecería en constancia hasta que el mundo del africano se desmoronase. Ella, de entre todos los seres, era la persona más importante para él.

-Oh, disculpa mis modales.- Y por tanto, necesitaba hacer real esa sonrisa de marco negro. Se retiró el sombrero para hacerle una reverencia ligera de cabeza - Me llaman Papa Legba- carraspeó nervioso y con muchísima suavidad, como si fuese de papel y tuviese el miedo de doblarla o romperla, dejó el sombrero descansando sobre la melena alocada, sin rozar un mechón de su pelo.

Y mientras una de las naciones más grandes y poderosas del planeta se sumergía en una humareda de pánico irreparable, el dios sonreía con una felicidad que no sentía desde su etapa mortal, superando dos de sus mayores temores. La muerte y el amor.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime1st Mayo 2016, 07:29

En cuanto escuché esa pisada fue como si todos mis sentidos se dispararan. Las lágrimas no cesaron, pero mi energia me rodeo enseguida, alcé mis manos, lista para atacar a quien sea que se acercase, pero cuando lo vi, enseguida baje las manos y me tranquilicé. Un pañuelo se materializó directamente de una voluta de humo, cayendo suavemente sobre mi brazo. Lo tomé y me bajé de la tumba, habia estado arrodillada sobre la rodilla que habia golpeado, ni siquiera habia notado el dolor, pero habia adoptado enseguida una postura de combate como si fuera a saltar sobre él. Me sequé las lágrimas, ensimismada, ¿En que me estaba conviertiendo? Siempre habia visto a los mortales reaccionar asi a una presencia que los amenazara, en constante alerta, pensando siempre que algo vendria a acabar inesperadamente con ellos, pero eso a mi nunca me habia afectado, yo no podia ser eliminada, y ahora, despues de meses de vivir entre mortales, vulnerable, con una herida a cuestas, me habia vuelto como ellos, habia adoptado esa costumbre de estar alerta hasta en los peores momentos. Por primera vez, mi supervivencia estaba en juego, no podia bajar la guardia, es...una sensación tan opresiva y dificil...

- Gracias...- ¿"Pequeña"? ¿Acababa de...ponerme un apodo cariñoso? Me giré mientras pasaba por mi lado y se sentaba en aquella tumba luego de saludar con su galera y de decirme algunas palabras. Me habian llamado de infinidad de maneras, pero "Catrina" era lo mas cercano al cariño que habia escuchado, y no faltaban epitetos de odio hacia mi, en absoluto, pero escuchar esto de su parte...y aquel pañuelo...- Oh...Legba...yo...- Negué suavemente con la cabeza, cerré los ojos y me traté de tranquilizar, nunca habiamos hablado, y claro, habia oido toda clase de relatos acerca del "Que abre la barrera", pero no estaba mostrandome ninguna actitud agresiva, todo lo contrario, estaba siendo increiblemente amable conmigo, y sin embargo, alli estaba yo, con mi humanidad que me descolocaba completamente. Los modales son otros entre seres como nosotros, suspiré y le dirigi una suave sonrisa. - Disculpame, de verdad, es que...han sido unos meses dificiles para mi...-...y siguen siendolo, no hay forma de negar eso. Me acerqué hasta la tumba y me senté a su lado, mirandolo a sus rojos ojos. - ¿Todos los dioses africanos son asi de corteses? - Traté de ensanchar mi sonrisa un poco más, un rastro suave de mi poder me pasa por el rabillo de ojo, perdiendose en la noche, hay momentos en los cuales casi puedo olvidarme de esa herida.

- Creo que no necesito presentarme...aunque me gusta "Pequeña"...-...aunque diria que este cuerpo es de estatura normal, no soy tan pequeña, ¿O si? No, no lo soy, tengo la altura justa, que él sea increiblemente alto es una cosa completamente distinta, ¿Para que elegiría una forma tan incomoda? Aunque no le sienta mal en absoluto. - Estoy tomandome el dia libre, de cierta forma...- Entorné la mirada por un instante, melancólica pero enseguida volví a mirarlo, prefiriendo perderme en la pintura que cubria su rostro, una calabera irregular, pero bellamente pintada, y todo su atuendo tan estrafalario, muy apropiado para una deidad de su tierra. La galera cayó suavemente sobre mi cabello, y la achiqué un poco para que se acomodara al tamaño de mi cabeza. - Gracias, Legba, es...- Me la quité para poder sostenerla entre mis manos y contemplarla, acariciando el suave terciopelo negro, recorriendo las plumas cuidadosamente con las yemas de mis dedos. Las aves de las que venian se habian extinto hacia tiempo ya, aun recuerdo los ojos de la última de ellas, sabia, noble inclusive en su hora final, odiaba tener que llevarme últimos ejemplares de una especie, siempre me dejaba con una sensación terrible. - Lo conservaré, cuidaré de él y cuando lo quieras, te lo devolveré intacto, esa es una promesa...- Le dije, y extendí mi mano, materializando mi propia galera, negra con unas bonitas tahcas metálicas alrededos de la base del cilindro, agrandandola hasta que sirviera para su cabeza y poniendome de pie sobre la tumba para acomodarsela en el cabello. - Oh...¿Puedo? - Dije, viendo una de sus muchas rastas. Como no encontré oposición, la tome en una de mis manos, acariciandola con el pulgar suavemente. - ¿Sabes? Recuerdo bien cuando vi al primer anciano Masai trenzando una de estas, siempre me pareció muy interesante el método, ademas de que son prácticas, y bonitas...- Para cuando me di cuenta, una sonrisa de oreja a oreja me colmaba el rostro. - Cuando llegó su hora, inclusive me dejó tocarla, se habia vuelto algo muy popular en su tribu, y con el tiempo...bueno, tú lo debes saber...- Me encogí de hombros, tengo entendido que las rastas son algo muy común entre los mortales, he visto varios en mi tiempo entre ellos. ¿Estará Robert vivo en esta dimensión? Siempre que pienso en rastas, lo recuerdo, nunca se habrian vuelto tan populares sin él.

- No es mi fiesta, ya no...- Musité, abrazandome las piernas, o al menos hasta que el escozor me obligó a soltarlas. - Vine porque se los debo, lo he hecho cada año desde que tienen memoria...- Suspiré ocultando mi rostro entre mis rodillas, al menos hasta que pude volver a alzar el rostro y mirarlo, tiene una expresión tan suave, tan dulce conmigo...-  Pero ya no es igual que siempre, no se que me sucede...- me bajé de la tumba, caminando unos pasos y dandome la vuelta a mirarlo. - ¿Ves esto? - Dije mientras me subía la pierna derecha del pantalón renegrido hasta la rodilla, habia una herida suave, que pronto se desvaneció, dejando la rodilla intacta. - Desde que llegué...este cuerpo que tengo...se lastima si choca con algo, y tengo todas estas sensaciones extrañas, hambre, sed, sueño, es como si me hubiese vuelto una mortal...-...y no por mi propia decisión, que es lo que me asusta. - ¡Ya nadie me deja tranquila! - Alcé la voz, bajando la tela para que cubriese denuevo mi pierna pálida, caminando en circulos y alzando los brazos. - No puedo estar en un lugar sin que aparezca algún cazador, o un archimago, o alguien tratando de capturarme, estaba acostumbrada a que me despreciaran, pero ahora literalmente me están cazando, como si fuese un animal, y mis poderes...¡Mis poderes! ¡No podria saber cuanto te queda en este mundo aunque quisiera! ¡No veo a la mitad de las almas en este cementerio y no puedo ver mas alla de unos metros de este cuerpo! Que por cierto no puedo multiplicar, es uno solo y adonde vaya, tiene que ir si o si...- Fruncí el ceño, llevandome el puño a la frente con suavidad.

- ¡Ngh! - Gruñí, alzando las manos, pero enseguida respiré hondo y me calmé. - Disculpa, no deberia cargarte con mis problemas...- Disipé el tema con un gesto de la mano y volví a acercarme a la tumba tomando una de sus manos entre las mias, estaban maltratadas, y sin embargo, me encantaba la sensación del relieve en su piel al tacto...- Las cosas me han ido muy mal desde que llegué a esta dimensión, pero ya lo solucionaré, ¿Si? - Compuse la mejor sonrisa que pude. - ¿Puedo ayudarte en algo? Mis poderes están bastante limitados, pero aun puedo serte de ayuda si me necesitas, Bon...- ¿Estará bien si le digo asi? Bueno, ya lo hice, no hay marcha atrás. ¿Por que me siento tan repentinamente en confianza con él? No deberia abrirme ante nadie, pero él...o será que necesito expresarlo, ponerlo en palabras, no lo sé, son todas sensaciones nuevas para mi, sentir como mortal es endemoniadamente dificil.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime21st Mayo 2016, 17:45

Con media sonrisa el dios reflejó la sorpresa de su reacción, su método defensivo, y cómo tomó el pañuelo después. Era pequeña, frágil y vulnerable… Nunca la habría imaginado así. Bien es sabido que nunca debes demostrar más felicidad que alguien que está sufriendo, salvo que eso sea precisamente lo que busques. Así que contuvo una sonrisa más amplia al verla utilizar su pañuelo. El pañuelo que él antes había tenido en sus manos, ahora descansaba sobre sus pómulos.
Legba…
El nombre no podía sonar más bonito con otra voz. ¿Había dicho su nombre? ¿Sabía quién era a pesar de no haber ido a buscarle nunca?
Pero esa sonrisa… Esa fingida sonrisa provocó una herida en el corazón del dios, si lo tuviera. Alzó las cejas en un rasgo de pena y preocupación. Siguió con sus rojos ojos el cuerpo de la pequeña hasta que se sentó a su lado, y le observó a los ojos. - No, querida. Ni por asomo. Deberías conocer al cabrón de Ogún para darte cuenta- sonríe después de la broma, algo más tranquilo. Se acomoda en la lápida, apoyando los codos sobre sus muslos y frotando la palma de las manos, mirándola. Pero entonces se percató. Algo en ella...no estaba bien. ¿Qué diantres le estaba ocurriendo?. Era como ver estelas de quien fue escapándose entre su esencia.
Agitó la cabeza, con el ceño fruncido de extrañeza, para regalarle la sonrisa. Como he dicho, nunca debes demostrar más felicidad, pero mucho menos insistir en que tu dolor es peor que el de esa persona en sufrimiento.
Con esa sonrisa, afianzó su mote -Está bien, pequeña-

A continuación Legba se concentró en saber qué era eso que había sentido. Ese espejismo, como si ella se estuviera difuminando en una tormenta de arena… ¿Sería capaz de verlo otra vez?
La contemplaba manejar el sombrero en sus manos, distrayendo sus lágrimas de existir, para él suficiente. Las manos blancas acariciaban los tejidos que él había tratado. Los dedos bailaban entre los recovecos que el dios había trabajado con muchísimo cuidado y cariño, en su práctica hábil. No alcanzaba a creer que estuviese acariciando su labor y apreciándola de esa manera. -No voy a querlo de vuelta.- “y menos si lo tratas así”- Es un regalo para ti. Es tuyo y de nadie más- añadíó mientras contemplaba con los ojos muy abiertos su sombrero. Le pidio permiso para ponérselo. Ella a él.
Notaría su contacto.
Quedó paralizado unos instantes. En esos momentos recordó como humano a su mujer… Cómo se quedaba helado ante una gracia que sólo ella poseía y notaba el corazón bajo sus huesos latir, golpeando con fuerza por salirse del pecho a vivir las emociones. -Claro- añadió nervioso tragando saliva. Recolocó una de las rastas, provocando un escalofrío en la nuca del dios. Escuchó atento la anécdota y sobretodo, cómo dijo entre las líneas de esa historia que esos pequeños cilindros de pelo le gustaban. Acarició con cuidado su nuevo sombrero. Cerrando los ojos e inspirando hondo. Era suyo… algo de ella iba a ser suyo para siempre. Sonrió, ocultando los blancos dientes hasta que la vio sentarse de nuevo a su lado. Contempló sus brazos  redondeando sus rodillas, deseando sustituir sus finas piernas por el torso propio. Su fragilidad le hacía amarla un poco más. Era el impulso necesario para provocar su sonrisa.


Sonrisa que murió en el instante en el que se acurrucó sobre sí misma. No sabía qué hacer. No debía tocarla, no sin su permiso al menos. No había palabra que pudiese alegrarla. Sí era su fiesta, pero la insistencia no haría que se diese cuenta. Ese día, únicamente ese día era en el que ella dejaba de convertirse en la dramática y trágica Muerte.

Y cuando se levantó, lo volvió a ver. Tenía un cuerpo mortal, o al menos uno que estaba muy cerca de serlo. Los ojos del dios brillaron en un rojo llamativo, abriéndose en preocupación. Ella… ¿podría morir? Cualquiera podría intentar dañarla, hacerle sufrir, utilizarla… Era tan pequeña, tan minúscula y frágil…Definitivamente había sucedido algo. Mantuvo el iris clavado en esa herida que se desvanecía. Poco a poco la consciencia se iba haciendo a la idea del estado de Muerte. Pero su conocimiento no quería hacerse a la idea de que era verdad. La realidad intentaba entrar en la mente del dios que se negaba a asumirla, lo que sólo hacía más lento el proceso inevitable. Su diálogo en círculos no hizo más que inquietar el mar en calma que era la preocupación de Legba. Era real. La perseguían y querían hacerle daño. Cada palabra de realidad se clavaba como los alfileres que solían ser sus aliados. Negó con la cabeza tenuemente aprovechando su distracción.

Y se hizo verídico.
Estaba herida. Muy mal herida. Podía ver cómo ella era la mitad superior de un reloj de arena que drenaba poco a poco su existencia por un centro que no me permitía ver dónde estaba cayendo. Dónde se dirigía toda su energía y su poder. ¿Acaso a nadie más le preocupaba esta situación? La propia muerte estaba muriendo.

Se le partió el corazón. Se llevó una mano al pecho donde solía descansar ese òrgano indispensable y oprimió la tela que lo cubría. Sentía un vacío que no sentía hace mucho tiempo. El único ser del que se había enamorado que sabía que estaría para siempre, desaparecía delante de él sin poder hacer nada. Notó una sensación fría escalar su pecho hasta la garganta, que le retenía la voz. Se sentó a su lado y viendo cómo su mano viajaba entre las suyas, contuvo el amago de apartarla. ¿Cómo iba a acariciar ella las torturadas manos de un esclavo? Cicatrices y callos de trabajo forzoso vivían sobre la palma y el dorso de sus manos, ella lo acariciaba como en comprensión y placer.

Gesto suficiente para que el llanto de los ojos rojos fuese fácil de contener. ¿Bon? Podría haberle puesto cualquier nombre, lo aceptaría con placer sólo por ser suyo y exclusivamente para él. - No necesito ayuda, pequeña…- dijo con su voz grave contemplando ambas manos diminutas sobre su gran zurda.


Quería vivir para ella. Era bondad pura en un mundo de tragedia y dolor. Sabía de primera mano lo que era vivir así y ella era el último ser de todo lo que existe que se lo merecía. La necesitaba feliz. -Pero tú sí- carraspeó y se levantó, no sin echar de menos el contacto de sus manos, colocándose su nuevo sombrero. Se quitó el abrigo, quedando en el traje, el chaleco y la camisa. Le cubrió los hombros con su sobretodo, que sobraba reposando liso sobre la tumba de mármol. - Dime lo que sientes. Qué sensación desagradable te recorre. ¿Tienes sueño, sed, hambre? Qué es lo que quieres, en este mismo instante.- Bien fuese compañía, o una petición de primera necesidad, él la cumpliría. Habría dado cualquier cosa por tener esa ocasión cuando servía a otros en el plano mortal. Además, esa era una de las pocas ocasiones en la eterna vida en la que él podía escoger a quién servir, y cumplir con los favores a propia felicidad. Estaba dispuesto a casi cualquier cosa por ella, y necesitaba ver que podía ayudarla.

- Que puedas sentir todo el dolor significa que también puedes sentir todo el placer. Te enseñaré un recorrido de sensaciones de las que algunas te resultarán conocidas y otras ni habrás oído hablar. Te haré feliz. Aunque sea sólo un día.- Le mostraría lo que el dios conocía de primera vista... No en vano había hecho el pacto que sostenían los tres grandes. Poder disfrutar de los vicios y los placeres a cambio de ignorar todo dolor físico. Era la parte de la vida que quería que ella conociera, su mundo.

Acto seguido le tendió la mano diestra, que no había tenido el honor de conocer su roce. Quería demostrarle que estaba dispuesto y presente en su vida. Él no era un archimago que la buscase por egoísmo o un cazador que quisiera dañarla. Quería sanar sus heridas, no contribuir al mal de su presencia sino todo lo contrario. La mano izquierda la mantuvo en su espalda, tejiendo un Ankh con hilo de plata, pues no había pasado desapercibido a ojos del dios que su pecho lucía desnudo.
-¿Me concederías el honor de disfrutar el vals de la vida conmigo?- realmente su postura era el hombre que espera a bailar en un salón de época. Y eso haría si le tomaba la mano, ceñir su cintura sin tocarla, poniendo la mano donde debería ir sin apoyarla del todo, empezar a moverse en círculos, guiándola a través de las tumbas, evitando que se golpease con nada más. Cubriendo toda la parte frontal de la pequeña con su gran cuerpo - Pero antes… quisiera empezar la noche con un presente- El Ankh se deslizó en el aire hasta presentarle el collar, sostenido por el índice y el pulgar de piel de ébano en cada uno de sus extremos. Era sólo para ella… como él.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime4th Junio 2016, 08:07

El abrigo cayó suavemente sobre la tumba, al igual que las mangas, y claro, la pregunta. Lo miré un instante, pensativa. - Siento muchas cosas…- Y no mentía, este cuerpo estaba repleto de sensaciones, y claro, sentía mucho más intensamente ciertas emociones. Hay mucho que podría querer, demasiado, mas para mi, que he visto y conocido tanto en lo que llevo en existencia, pero creo que las cosas dependen del enfoque muchas veces, de cómo una se las tome, y yo trato de concentrarme siempre en lo importante, de no perder pista de las cosas que son fundamentales. Comer, beber, tener sexo, puede que te den gusto en el momento, que sacien algo dentro de una persona, pero, ¿Qué es eso sin algo que trascienda el momento? No, definitivamente, tenía muy claro lo que quería, asique me puse de pie sobre la tumba para que su abrigo no tocase el suelo y se ensuciara, mirándolo con una sonrisa plena, sincera.

- Lo que siempre he querido, Papa Legba, lo único que la Muerte quiere…- A veces me gustaba referirme a mi misma en esa forma, siento que le da un toque especial a lo que voy a decir, subraya su importancia. - Que todos comprendan lo hermoso que es estar vivo…- Y a continuación, tomé los bordes inferiores del saco y, para no dañarlo, los ate en un cuidadoso y amplio nudo a la altura de mi cintura, cuidando de que se quedara sujeto allí y que el saco no tocara nada mas allá de mi cintura y no arriesgara ensuciarse. Acto seguido, subí mis brazos para que las mangas cayeran y pudiese tomarlas una a una, arremangándolas hasta que mis manos y muñecas pudiesen verse, afirmándolas con fuerza para que no se desenrollaran de improviso. Me bajé de la tumba de un salto y me acerqué a él, perdiéndome en su expresión y su mirada por un momento. ¿Quería hacerme feliz? Aun si era por esta noche, aun si luego desaparecía para siempre, nunca nadie se había interesado en hacerme sentir felicidad, toda la que sentía era producto de mi propia satisfacción, no algo que otros me ayudaran a sentir o me ofrecieran. Otra vez tengo que contener una lágrima, llorar es algo increíblemente complejo. - Claro, estaría encantada, yo…- Pero abrí los ojos con un poco mas de sorpresa cuando vi entre su índice y su pulgar el hilo plateado que terminaba en un ankh tejido con mucho cuidado.  - ¿Para mí? – Mi sonrisa se amplió hasta ser completamente sentida, me acerqué y me di la vuelta mientras tomaba el ankh, dándole la espalda para ponérmelo, para que viera como estaba firmemente colgado de mi cuello cuando me lo pase por la cabeza. Volví a mirarlo, me tragué todo lo desesperada que me sentía, ¿Cómo no hacerlo cuando te dan tu primer regalo verdadero?

- Muchas Gracias, Bon, por todo esto…- Tomé su mano derecha suavemente, y enseguida paso su mano izquierda por mi cintura, sin tocarme, asique le seguí el juego, acercándome sola para que no tuviese que tocarme, pero sobre el final, tome su brazo e hice que pusiera su palma firmemente en mi cuerpo. - Tranquilo, no te haré daño si me tocas, y quizás que alguien me toque sin temor sería el mejor regalo que podrías hacerme…- Y así comenzó nuestro vals, un baile precioso, lo había visto hacia doscientos cincuenta años por primera vez, allá, en Viena, y me había parecido algo armónico y precioso, asique me entregué a que me llevara en aquel baile a través del cementerio, danzando entre espíritus que nos miraban, entre personas que podían vernos y que se sorprendían por algo tan extraño. Yo no pensaba, por una vez, solo seguía la danza, entregándome por completo, dejando que me tomara y me ayudase a escapar del dolor y el temor, que me permitiese volver a ser la misma que siempre fui, tranquila, alegre, sonriente aun en los peores momentos, el saco hinchándose de aire en cada giro, y tras unos minutos, mi risa comenzó a llenar la noche, genuina, hasta que nos detuvimos al borde del cementerio y lo miré emocionada. - Nunca había bailado un Vals…- No porque no supiese más o menos como hacerlo, sino porque nadie quería bailar conmigo, mortal por temor, inmortal por desprecio. Era muy alto para mí, pero eso no me importaba, la forma en la que habia cuidado todo el recorrido que no tocase una sola tumba para no lastimarme y como se habia inclinado siempre para que estuviese cómoda al bailar habían sido encantadoras.

- Ven, vamos a comer, tengo hambre…- Le tendí la mano y esperé a que la tomase, llevándolo por aquella callejuela de adoquines hacia una esquina muy luminosa, al doblarla se encontraba una feria tradicional del lugar. Lo miré, estoy segura de que me veo hasta chistosa con la galera de plumas y el gran saco atado por la cintura, pero está bien, si puedo hacerlo sonreír como lo hace cada vez que me ve, es suficiente para mí. - Me fascina la comida humana…- Lo miré mientras lo llevaba entre los puestos de comida y de artesanías, platos pintados a mano, tejidos de todo tipo, y…¡Oh! - Ven…- Lo llevé hasta uno de los puestos, donde vendían unas hermosas calaveras talladas. - Mira, son hermosas…Bon…las hacen pensando en mi…- Kalakas…las adoro, y las Catrinas, y todas estas bellísimas cosas que tallan, moldean y pintan en mi honor, celebrándome, volviéndome algo alegre. Un hombre se acerca, y yo me inclino y tomo una de las kalakas, particularmente pequeña.

- ¿Va a llevar, señorita? – - Oh…eh…no tengo dinero…pero mi amigo realmente necesita una, son preciosas…- - Vea, señorita…- Elevé la mirada para enfocarla en la suya, sonriéndole enigmática. Abrió sus ojos de par en par, y enseguida me llevé un índice a los labios. - Shhh…- Reí suavemente, haciéndolo cómplice del juego. Enseguida sus manos se fueron a la que sostenía la kalaka, se acercó a mí y se inclino para que nada se escuchara fuera de nosotros tres. - Las que quieras, Catrinita, las que quieras, y perdóname si te ofendí…- - Jamás podrías hacer algo asi, Vicente,  te quiero mucho, y sigue cuidando de Pablo tan bien como siempre, ¿Si? – - Claro, gracias, eres compasiva…- Negué suavemente con la cabeza. - Para nada, Vicente, pero tampoco soy injusta, todo tiene su momento, y este no es el tuyo…- Mentía, no tengo idea de si lo es o no lo es, he dejado de poder ver eso hace meses. - ¿Estás seguro de que puedo llevármela? – El hombre asintió fervoroso, sacudiendo un poco mi mano con las suyas, cariñoso. Me separé de su agarre y abri un poco mis brazos, ofreciéndole un abrazo que para mi sorpresa, aceptó de buen gusto. Todo puede suceder en Día de Muertos, ¿Verdad?.

- ¡Adios! – Me despedí con la mano y seguimos caminando, poniéndole yo la kalaka en su mano libre. - Quédatela, realmente la necesitas, trae buena suerte, y simboliza el día más feliz de cada año para mí…seguramente te contagie esa alegría con la que fue moldeada…- Continuamos caminando hasta que llegamos a un puesto de tacos, adonde llevé con insistencia a Bon para sentarnos en una mesita de plástico y esperar a que nos atendieran. - Oh, casi me olvidaba…Ogún…- Habia estado tan dispersa que no me había dado cuenta de que no le habia seguido la conversación. - No es tan terrible, Ares también tiene ese temperamento… ¿Y Olórun?  Ni le menciones a Osiris…- Negué con la cabeza. - Al final de cuentas, todos son parecidos…no disfrutan de lo que viven…- extendí mis brazo derecho sobre la mesa, dejando mi mano abierta para ofrecérsela. - Prefiero a los mortales, ellos entienden mucho mejor el valor de lo vivido, les cuesta ver cuán hermosa es la vida en sí misma, pero sí valoran las cosas que viven durante la misma…salvo tú, claro…se nota que conoces los placeres que el mundo ofrece…- Miré hacia donde estaban cocinando, sintiendo el aroma colarse en mi nariz. - Es la primera vez que comeré esto, siempre venia, pero no me detenía a comer nada, no lo sentía necesario, nunca había tenido hambre antes…- Salvo cuando adoptaba cuerpo humano, pero sería como tener hambre un minuto cada año, nadie le daría importancia luego.

- ¿Harías tú el pedido? Yo no sé que pedir…- Me encogí de hombros.- ¿Esperabas que fuese así? Muchos me buscan, y cuando me encuentran, no pueden creer mi aspecto,  o mi forma de comportarme…- Me llevé una mano al pecho un instante, la herida me molestaba un poco, pero pasó enseguida, él me ayudaba a distraerme, a olvidar. - ¿No hay…nada que quieras preguntarme? – Eso me había llamado la atención. - Siempre tienen preguntas…nunca vienen a mí con algo sin estar buscando otra cosa…y tú me trajiste regalos y una noche de felicidad y compañía…- Le sonreí, ladeando un poco la cabeza para verlo mejor. - Y si no venias buscando nada, o me encontraste de casualidad, ¿No hay nada que te gustaría saber? Quizás no pueda ser de tanta ayuda ahora mismo, pero si puedo decirte algo que quieras…- Al menos puedo hacer eso, después de todo, es lo único valioso que tengo para decir, nadie quiere saber nunca sobre mí, solo por qué existo, cuando llegaré, si formas de alejarme. Todos quieren conocer el por qué de la Muerte, pero no a la Muerte misma.

- ¿Deberíamos ir a buscar a alguien? Quizás no nos vieron…- De todos modos, no sentía prisa. Estaba disfrutando la velada, y claro, siempre puedo esperar.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime3rd Agosto 2016, 03:47

Nunca pensó en ver a la muerte de esa forma tan mundana, cotidiana y normal, cuando la muerte había sido lo único imperturbable a lo largo de la vida, siempre había pensado que sería distinto a todo lo conocido. Pero ahí la tenía. Sonriendo, llorando, herida y amada.
El dios siempre reflejaba en sus placeres la felicidad. Reía mientras disfrutaba de las putas del burdel en su momento, gritaba exhalando placer en los orgasmos de sus múltiples amantes, sentía el éxtasis de consumir cualquier droga… Pero ninguna de esas sensaciones equivalían a las que cuantos amores de verdad había tenido. No hay nada más desgarrador que la presencia que tenía delante. Le había arrebatado poco a poco los corazones que habían acariciado el suyo aun a pesar de ser el monstruo en el que se había convertido. Los ojos ancianos de cada una de ellas le visitaban la memoria en diapositivas. Primero retratos, luego fotografías sepia y grises, más tarde en fotografías a color… Pero todas las pupilas eran diferentes y todas estaban grabadas a fuego en el corazón y en los recuerdos de Legba, así como sus voces. Y tenía delante a la entidad que tanto había temido todo ese tiempo, quien arrebató toda felicidad de su vida más de una vez, por quien se había convertido en el ser que era… Y sin embargo, lejos de sentir odio o repulsión y rechazo el dios… Se enamoró.

Se enamoró de quien huía al darse cuenta de quién era, y al darse cuenta de que era la persona más importante de su vida, si podía llamarse así. Iba a ser la única capaz de estar con él en el momento más traumático de su vida… cuando ella fuese a recogerle. Era tierna, dulce, encantadora y genuina… Y por una vez, sólo por una vez… Sí tendría amor eterno… Para siempre. Lo que sentía hacia esa pequeña de quien se había enamorado a primera vista le ofrecía la posibilidad de mantener un amor eterno hasta el fin de los días de quien fue hombre y por una vez no ser él quien viese unos ojos ancianos apagarse, sino que perecería primero. Que su amor le matase era lo mejor que le podía pasar.

Miraba su forma de hablar, cómo a pesar de estar triste o de hablar de algo horrible sus comisuras se mantenían tensas, como si le fuese imposible dejar de sonreír una vez estaba tranquila. Cómo cuando sonreía esa espiral egipcia de su pómulo se alzaba levemente. Cómo el brillo resaltaba la oscuridad de sus ojos… Era hermosa, independientemente de la cultura o el planeta. Era hermosa por ser quien era y como era. En su naturaleza había algo hipnótico que no le permitía alejarse de ella, pero no le permitía avanzar por miedo a forzar una distancia. Su belleza genuina le paralizaba.

Parpadeó confuso escuchando esa voz dulce y emocional. ¿Las mujeres habían sido siempre tan bellas al hablar…? - Has dado con el ser adecuado entonces…- Murmuró sonriendo. ¿Quién apreciaría mejor lo bonito que es estar vivo más que alguien que entregó su propia vida para estarlo por el fin de los tiempos…? - ...- Alguien que pueda perderla… Pero eso no le importaba. Al fin y al cabo.. Hay quienes apreciaba la vida, él prefería apreciar a su hermana, la cruel verdad inescrutable.
Contempló con calma cómo se ponía su abrigo largo, con qué gracia deslizaba las manos por dentro de las mangas, arrugándola levemente en los codos para poder asomar sus blancas palmas de entre la tela. Había conocido a muchas mujeres que tenían gracia y duende al quitarse la ropa… Pero sólo ella poniéndosela.

Procuró mantener la espalda levemente inclinada hacia delante para amoldarse a su tamaño. No contento con eso, le ofreció apoyar sus pies sobre los elegantes zapatos, encantado de ofrecerle esos pocos centímetros más de altura. Sonreía feliz, en una especie de limbo paradisíaco al que él sabía que nunca podría acceder. Pero entonces la tocó.

Ella quiso que él con su amplia, tosca, herida y ruda mano acariciase esa espalda de blanca porcelana. Se paralizó unos segundos mientras exhalaba aire en un jadeo tembloroso e inesperado cuando notó la textura de la camiseta fina de ella. Pero tragó en un intento de calmar los nervios y acomodó la mano mejor, haciendo una leve caricia con el pulgar.  Hace mucho que no tartamudeaba -No es.. miedo lo que siento… Sino un profundo respeto… t...tal que no podría... - Cerró los ojos con fuerza, buscando las palabras.- No quiero que seas como el rocío de las flores… Me daba pavor tocarte y que te desvanecieras…- Pero ahí estaba, tan real como el suelo que les sustentaba.

Tomó aire una vez, hondo, como si le fuese necesario o útil… Y sus pies empezaron a moverse. En un compás perfecto del un, dos, tres movía sus cuerpos mientras sonó un vals, de procedencia desconocida pero la mar de oportuna. Poco a poco se desplazaban en círculos alrededor de las tumbas, cuidando siempre que ni un atisbo de piedra rozase su cuerpo. Procurando que una roca fuera de lugar no les pagase una mala pasada, haciéndole disfrutar del vaivén del vals. De entre sus piernas empezó a surgir un humo veteado entre grises y negros. Se deslizaba inteligente, de forma fluída pero antinatural. No flotaba sino que más bien permanecía sufriendo el peso de la gravedad hasta que pasaban junto a una lápida, y entonces esta cambiaba de nombre. La primera lápida en la que giraron se vio invadida por el humo como en una filigrana de tinta acuarelada mientras las letras se transformaban en un brillo blanco. La fecha desapareció y brillaba el nombre de Marie Laveau hasta que se quedó latente sobre la escritura original. Siguió la métrica terciaria y en la siguiente tumba ocurrió lo mismo, con el mismo humo difuminado con el nombre levitante de Tammany Nank. En otra lápida en la que había también un pequeño retrato de la difunta en una esquina apareció el nombre de Sarabi Meziane , y la imagen del retrato dejó atrás una mujer de rasgos finos y piel clara para colocar un rostro diferente… Y en la última tumba que giraron para quedar junto a la puerta, el humo dibujó el último nombre antes de desvanecerse por completo. Ubuhle Carabali.
Poco a poco se detuvieron, cesando las vueltas hasta quedar en completo silencio el uno frente a otro, ya separados y sonriendo con leve tristeza que luchaba por ocultar.

De nuevo sintió su contacto en la mano que tiraba de él hacia una comida. Asintió a su petición,  retirándose la galera y haciendo una reverencia típica de fin de baile para volvérsela a poner. Siguió el camino a la feria dejando atrás el recuerdo de los amores que la muerte terminó.

Los pies se movían hábiles entre los puestos, sin soltar su mano y sin apretar con demasiada rudeza, ya que los callos y restos de cicatrices podrían resultarle ásperos e incómodos, y él no quería eso. Sonrió con su completa inocencia, dejándose llevar por un día a las riendas de la muerte. El aroma de la comida impregnó el olfato y activó su paladar mientras que las diferentes canciones y gritos de jolgorio eran visitantes a su oído, pero por encima de todo eso resonaba su voz. - No se parecen a la original..- dijo a modo de gracia, tratando de hacerla sonreír de nuevo cuando le enseñó las calaveras talladas. Se quedó contemplando los recovecos de la escultura y el perfilado de la pintura. Sin duda ese hombre había empeñado horas de su vida en esa figura. Granos de arena del reloj que le acercaba a la muerte invertidos en hacer esa pequeña kalala…
Y reflexionó mientras observaba la situación. Resultaba curiosa la forma en la que la había reconocido, y aun más cómo había reaccionado. Legba ya tenía la mano en la cartera que llevaba en el bolsillo de la pechera en el chaleco, donde había más dinero que el que ninguno de los hombres presentes podía imaginar junto. Nunca le gustaba andar con tanto dinero, siempre sintió que se convertía en patrón, pero el día de los muertos estaba hecho para recompensar a los fieles de la fiesta. Los abrazos y cómo el hombre tenía empatía… pero también temor.
Deslizó su castigada mano por entre las telas de la ropa y dejó tres billetes grandes sobre el puesto -Sé que ella no tiene dinero, pero soy artesano y entiendo el sudor y el tiempo invertidos en una pieza tan magnífica como esa- añadió rotundo mientras se alejaban del puesto. El hombre miró el dinero tan estupefacto que apenas le dio tiempo a reaccionar para sostener el papel entre sus dedos comprobando que era real con una sonrisa de sorpresa.

Entonces ella le entregó esos granos de arena de la vida de Vicente. La contempló entre sus dedos, dándole ligeros giros para observar cada ángulo. No tenía ni una tara, ni un defecto. Detuvo el caminar, sonriendo pleno de felicidad. -No era necesario, pequeña... - Sin embargo, esa innecesidad bondadosa le llenó el corazón, si lo tuviera, de un jolgorio difícil de definir. Sacó una aguja de un bolsillo escondido del chaleco y la clavó en el cráneo, doblándola con los dedos para hacer una especie de gancho. Luego entrelazado en sus dedos surgieron varios caminos lisos y rectos de hilos, que enhebró por el hueco de ese gancho improvisado, y la cosió a una de las presillas del pantalón de traje. Colgaba tranquila sobre uno de los muslos de Legba mientras este, lo miraba sonriente tras mostrar su habilidad costurera. Le miró a los ojos tranquilo y tomó ambas de sus manos, sosteniendo su palma con el dorso para que no notase las heridas del pasado y sonrió. Era una cosa únicamente de ella, que ahora era únicamente para él. Como el sombrero o ese día. - La cuidaré y la llevaré siempre conmigo… La restauraré siempre que sea necesario y me acompañará en todo el trayecto que me quede de vida- así selló una de sus primeras promesas a ella. Y la cumpliría sin fallar. Sonrió dejándose embargar por esa felicidad, y siguieron su camino.

Se sentaron en una mesa y dos sillas, a ella le sobraba mesa y a él le faltaba silla. Habló sobrepasando varios nombres de mitologías dispares. No pudo sonreír de medio lado al pensar que en un cuerpo tan pequeño, en unos ojos tan sinceros y en una voz tan dulce cupiese tanta sabiduría ancestral. Ella había estado ahí desde que la vida empezó… y eso era difícil de comprender hasta que se disfrutaba de un tiempo a su lado.

Y entonces dijo la frase sobre la que él había reflexionado antes de bailar. Sólo con esas palabras le demostró hasta qué punto le conocía y él… enmudeció. Lo único que pudo hacer fue contemplar esos ojos perfectamente perfilados y cómo le miraban atentos mientras descendía una de las manos a las suyas, con temor a resultarle demasiado rudas. Suspiró de nuevo como si los sentimientos se lo llevasen por delante. Cada roce con ella era melodía y magia en el corazón del Esobala que había muerto. Por un instante… casi sintió que lo notaba latir.

Alzó la mano cuando ella le preguntó sobre el pedido, y un camarero se acercó a paso rápido pidiendo disculpas -Claro…- Musitó una vez fue capaz de hablar y sonrió pidiendo una amplia variedad de comida para que ella probase de todo. Algo le decía que el picante no sería su punto fuerte y pidió dos platos sin picante, una fuente de queso Huitla con setas y cochinita pibil. Dos tingas con salsa picante suave y unas fajitas de carnitas que tenían una tarrina con la salsa picante de grado medio, así ella podría comer sin picante si así lo deseaba. Y para beber,solo agua.
Sonrió amable. No recordaba la última vez que pidió tan apacible y sin preocupaciones, como si se tratara de una salida rutinaria… Y fuese cuando fuese, le hizo sentir feliz y le hacía incapaz de cesar la sonrisa que mostraba sus blancos dientes.

- Respecto a tus dudas…- Dijo perdiendo la mirada en su pecho, en esa herida mortal que eran también granos de arena para ella. El rostro de él se tornó a preocupado y se levantó de la silla un instante para arrodillarse a su lado y apoyar el dorso de la mano en su pecho, para que le resultase más suave. -Me he llevado una grata sorpresa contigo… No te imaginaba así.. Ni tu actitud, ni tu ropa, ni tu físico… Nada - Musitó mirándola a los ojos con algo de inseguridad… Nucna la había tenido tan cerca - He tardado más de lo que me gustaría en conocerte y ahora que te veo… No puedo evitar mirar ese dolor que sientes y... - Apretó su mirada haciendo intenso el gesto, como si a él también le doliera. - No lo puedo coser todo… Pero no dudes de que si pudiese obtener una sola oportunidad de suturar esa herida… - Y en un acto de valor, estiró su otra mano para acariciar la suave mejilla con los nudillos - Dejaría que me llevases si te curase el dolor- Dijo con firmeza, acentuando la voz grave en otra de las grandes importantes promesas que le hizo a esa mujer. Sonaba decidido y firme, no había un atisbo de duda en sus palabras y sin embargo, le ofrecía todo por lo que había sufrido y pagado el triple de su precio.
Suspiró de nuevo, fingiendo más calma después y se separó de ella poniéndose en pie, preparado para sentarse ya que el primer plato y el agua se apresuraba a su mesa. - Mil disculpas si te he incomodado… Tenía que sacarme eso del pecho…- Y después de ver su mirada y de seguir sintiendo el tacto de su piel en las manos, a pesar de no seguir tocándola, pudo volver a sonreír de verdad.

La comida llegó y sirvieron la fuente de queso y las tingas con salsa suave, sonrió y se acomodó una servilleta sobre los muslos, mirando la calavera de un modo sorpresivo mientras le hacía sonreír. - Eso de ahí pica un poco. Quiero que lo pruebes poco a poco a ver si te gusta…- Sirvió agua con su amplia mano en la botella de cristal poco a poco en ambas copas. Dicen que brindar con agua trae mala suerte, así que ni lo intentó. - Espero que disfrutes de la velada, querida…- dijo mientras empezaba el banquete de comida y de miradas furtivas sobre el aroma a los ingredientes bien cocinados.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime27th Septiembre 2016, 08:59

Tengo diez billones de años. He visto la primer criatura nacer y morir, cada cosa en este universo crecer y desfallecer, cada mundo evolucionar, y por primera vez, estoy azorada. Lo miro, pero en verdad no estoy viendo nada, solo mirando en su dirección, entre la comida, sus aromas, ligeramente boquiabierta, paralizada por completo, el calor del dorso de su mano aún en los bordes de mi herida. No sé cómo reaccionar, nunca me habían dicho cosas así, jamás habían mostrado tanto cariño y empatía conmigo, ni tan siquiera quienes eran capaces de tratarme bien. Cuando abracé a Vicente, pude ver respeto, alegría, y sin embargo, había miedo, un miedo reverente, como el que habita en todos, salvo en él. No es temor lo que me muestra, lo siente, sí, pero no es eso lo que imprime en la forma en la que me trata, cuando me acaricia, cuando me habla, hay temor en él, pero no puedo sentirlo, no puedo notarlo, solo deja salir al afecto y al respeto, me trata...como si fuera hermosa, valiosa, única en una manera positiva. Me llevo una mano lentamente a la mejilla derecha y paso mis dedos perdidamente sobre mi piel blanquecina, mirándome las yemas húmedas de los dedos como si fuesen la cosa más increíble del mundo. - Lágrimas...- Musité, estupefacta, mientras sentía más y más deslizarse por mi rostro, las primeras en mi existencia, las que no derramé por nada en la historia, lágrimas que parecían llevar sentimientos dentro, como si estos se cristalizaran y se saliesen de mi cuerpo para mostrar cómo me sentía. He visto lágrimas, y llanto, son mi elemento, me muevo entre personas que lloran a gritos, en silencio, estoica y desesperadamente, pero como quien lo ve desde el otro lado de un denso cristal, no podía terminar de comprender como se sentía, por que expresaban la angustia de ese modo, pero ahora todo es tan claro como el agua que me inunda las mejillas. me entrego por completo, ¿Qué otra cosa puedo hacer? Esto se siente imposible de detener, y a la vez tan natural, tan necesario.

Me llevo las manos al rostro y gimo suavemente, es la primera vez que hago un sonido como aquel, mundano, lastimero, tan increíblemente normal, asombroso, y me mancho las manos con mis lágrimas, sigo llorando por primera vez, dejando esto salir, pero a medida que lloro, ocurre lo imposible: Siento todo más intensamente que antes de llorar, como si dejar salir los sentimientos cristalizados en gotas solo provocara que se sintiera con doble intensidad, como si los sentimientos se volviesen un manantial inacabable. Gimoteo, la nariz se me tapa, estoy moqueando ligeramente, ni siquiera sabía que este cuerpo podía llegar a ese estado. Lo más increíble de todo, igualmente, no es todo ese llanto, sino la enorme sonrisa que viene acompañándolo desde que ha comenzado. No he perdido la sonrisa, no lloro con la expresión de los que están despidiendo a un ser querido, lloro como los que reciben a uno que ha pasado mucho tiempo lejos, lloro como en los mejores momentos de los mortales, como las madres cuando ven a sus recién nacidos respirar y vivir, acunados por primera vez en sus brazos. Me paso unos instantes que me parecen otra larga eternidad hasta levantar mi rostro y tomar una servilleta de papel, entregándome a soplarme la nariz, algo que había visto incontables veces, pero que hacía por primera vez. - Ja...ja...-...poco a poco eso se convierte en una risa alegre, que nada tiene que ver con la forma en la que estoy llorando, estoy confusa, aturdida de tantas emociones, pero eso es lo otro curioso de sentir, y es que cuando te dejas ir, se siente natural, fluye, como un río, asique solo lloro y rio de una alegría sincera, tomando una de las tingas que me había mencionado el camarero al traerlas y llevándomela despreocupadamente a la boca, sin preguntarme para que servirán las tortillas de harina a un lado y sin preocuparme por ensuciarme los dedos en absoluto. Estoy plena, feliz, me siento viva, no hay nada tan intenso, complejo y maravilloso como sentir, es algo que nunca quisiera...

- ¡Ahh! Cof cof...cof...-...¡Arde! ¡Tengo la lengua en llamas! Tozo una y otra vez, pero no se va, es como tener un poco del infierno en la boca y no poder hacer nada para apagarlo, salvo tal vez...- ¡Agua! Agua...- Tomo ese bendito vaso y me trago la mitad del agua sin pensármelo, sabe amarga, el picante afecta su sabor, vuelve cada trago amargo, pero sin embargo, cuando acabo de apagar el fuego, empiezo a mover la lengua, saboreando un sutil regusto, el verdadero sabor, el tomate, el ajo, el pollo que habían desmenuzado para preparar este platillo. Unas pocas toces más, una risilla aquí y allá, y siento como eso que había manado desde dentro mío vuelve a acomodarse, y me siento cálida, cómoda, completamente a gusto. - Es lo mejor que he probado, Bon...- Me seco unas lágrimas más hasta que mis mejillas quedan secas y lo miro a los ojos con una mirada radiante como pocas veces había podido dirigirle a alguien, me siento completa en este momento, aunque la herida en mi pecho arda de a momentos, siento que por primera vez puedo dejarla estar y olvidarme de ella por un rato. ¿Eso que está en el suelo es...? - ¡Oh! - ¡Su galera cayó de mi cabeza cuando estaba tosiendo! - Disculpa...- Me inclino y la alcanzo, realmente apenada de que se haya caído, la acerco y trato de limpiarle un poco los o tres rastros de polvo que le quedaron de su viaje al suelo con la mano, y sin darme cuenta, la acerco a mí, atraída por su aroma, no el de la prenda, sino el suyo, que impregnaba la tela por siglos de uso. No sé bien porque me atraía, pero decidí olfatearla suavemente, como cuando los humanos huelen perfumes, y fue casi mágico notar como la sonrisa se me ensanchaba de nuevo cuando el aroma me invadió. - Ahora si...- Me puse la galera, pero cuando volví a mirarlo, otro sentimiento se apoderó de mí sorpresivamente. Me bajé de mi silla y rodeé la mesa hasta donde estaba sentado, mirándolo durante unos segundos antes de tomar con mucho cuidado sus manos y atraerlas hacia mí, con las palmas hacia arriba.

- Gracias...- Comencé a acariciar los lados de sus manos con mis pulgares, como hacían los humanos cuando querían expresar cariño por el otro. - Nunca...me había dicho cosas como esas, las promesas, las palabras que usas...todo eso es nuevo para mí...- Lo miré a los ojos, y en ellos, yo veía a un hombre, simplemente eso, un hombre, uno que había sufrido, uno cuya historia me negaba a ver, porque quería que él me la contase si algún día deseaba hacerlo, solamente veía su dolor pasado, su alegría presente, dejándolo ser un extraño Dios, como a él le hacía sentir cómodo, pero mirando directamente al mortal, haciéndole saber que lo valoraba. - ¿Puedo contarte un secreto? Les tengo envidia...- Miré a las personas que caminaban por la calle, apresuradas algunas, tranquilas otras, pensando en una infinidad de cosas y sintiendo otras tantas, cada uno a su ritmo, con sus penas y sus glorias, y luego, vuelvo a mirarlo a él. - Si sigo mucho tiempo más sin encontrar una manera de solucionar este problema...las consecuencias podrían ser catastróficas...- Y desaparecer para siempre es la menor de mis preocupaciones, imposible ser así de egoísta cuando es el destino de una de las fuerzas más grandes del universo lo que está en juego. Miles de millones de almas, todas ellas sin guía alguna hasta donde yo sé, un reloj terrible que nunca deja de correr, y el sonido imperturbable de su segundero se volvería enloquecedor de no ser por mi infinita paciencia para estas cosas. - Vicente podrá pasarse los próximos tres días sin trabajar gracias al dinero que le diste...- Claro que lo sé, querido Bon, en el fondo, tampoco deseo que olvides quien soy, si vas a quererme tan sinceramente, no puedes perder eso de vista. - Y tú...- Miro hacia abajo un momento, elevando sus palmas lo suficiente como para poder verlas a ellas y a él al mismo tiempo, comenzando a recorrer cada una con las yemas de mis dedos. Difícil saber si mantenerlas fue parte del trato que haya hecho con sus señores, pero estas marcas las conozco perfectamente, tienen formas parecidas en multitud de rincones del universo, y he visto millones, no hay manera de que no sepa lo que estoy acariciando. Mas sabe la Muerte por vieja...- Eso es lo maravilloso de ser un mortal, o de haberlo sido...- Suspiro, repasando cada cicatriz con cuidado en la caricia más suave que soy capaz de darle, noté que no le agrada mostrar sus palmas. - Pueden sufrir, y pueden llorar, y pueden arrastrarse, y luego ponerse de pie, y sonreír, y ser felices, o puede que eso nunca suceda, puede que todo salga mal, y que todo acabe en mi sin más, puede que incluso nunca vivan más que unos instantes, pero Bon...- La expresión se me apaga por unos instantes, y vuelvo a mirar en sus ojos, esperando que pueda comprender a donde quiero llegar. - El universo no depende de ti, ni de Vicente, y por eso, ustedes pueden elegir, pueden vivir, no solamente...existir...- Recorro sus dedos en caricias suaves, sin dejar de mirarlo, pero tratando de grabarme el tacto y la forma de sus manos renegridas en mi mente, recorridas por esos finos dedos blanquecinos que poco parecen tener que hacer en contraste. - Yo no puedo extraviarme, no puedo enfadarme de verdad, no puedo ser parcial, o injusta, no puedo pasarme una noche bebiendo jugo y escuchando música...- ...Y cada vez que quiero experimentarlo tengo que...oh, no, mejor no, es algo que merece ser contado en otro momento.

- ¿Ves la Luna? Ella no aprende cosas nuevas, no puede tampoco caminar estas calles, o comer estas tingas tan deliciosas...- No es lo mismo las diosas de la Luna que la Luna. - Tenemos una función, un trabajo, uno que de no atenderse sería catastrófico para todos, uno del que no podemos escaquearnos, aburrirnos, del que no podemos tomar descansos...en el fondo, estamos atados a lo que somos, no podemos realmente construirlo, porque no somos enteramente libres...- Me acomodo un poco la galera, sonriendole una vez más con calidez. - No te avergüences nunca de quien eres y de lo que has vivido, siéntete dichoso, porque todo, lo bueno y lo malo, han sido experiencias, y te han formado, y si hoy vivieras una nueva experiencia, también te cambiaría, y podrías decidir libremente intentar dirigir a donde te llevara esa nueva situación, buscar tal o cual resultado, y en eso, hay una libertad, y una dicha, que yo no conocí por completo hasta hoy, que puedo verla de la misma forma que lo hacen ellos...- ...Y aún esta posibilidad de hacerlo tendrá un precio en el futuro, yo no puedo estar separada de mi reino y de mi tarea sin que eso tenga un costo, esa es una certeza, una terrible, terrible certeza.

- Yo tampoco puedo realmente curar tus heridas, no de la manera que realmente te aliviaría...tampoco puedo entregarme a desaparecer, pero sí puedo hacerte una promesa...- Atraje sus manos callosas y heridas lentamente hacia mis labios, besando cada marca, cada cicatriz, cada diminuto pozo, resabio de piel reseca, cada rincón y cada cambio de relieve, durante dos o tres minutos, sin dejar nada de sus manos sin alcanzar. No se curaron milagrosamente, pero es porque lo que acabo de hacer no es algo que se pueda ver, y ahora lo comprendo bien. - Pase lo que pase, sea lo que fuere de mi, aprovecharé esta oportunidad, y viviré experiencias contigo, y estas nos cambiarán, y cambiaremos juntos, no estaré detrás del velo mirándote, estaré viviendo contigo esas circunstancias, y cada vez que quieras compartir algo, podrás tenerme allí para compartirlo contigo...- Mi expresión recupero todo su calor poco a poco a medida que decía aquellas palabras. Quiero hacerlo, quiero cumplirle esa promesa. Solamente soy una pasajera, quizás desaparezca, quizás recuperarme me separe de nuevo de este plano, me imponga de nuevo estar detrás de ese velo mirando a todos existir, y por eso este tiempo de poder sentir intensamente, de poder sufrir dolor, cansancio, hambre, es precioso, y es esta oportunidad increíble la que quiero compartir con él, con el primer ser en quererme de verdad.

- Te quiero mucho, Papa Legba...- Solté poco a poco sus manos y me regresé a mi asiento, llevando mis dedos hacia el queso con setas y hundiéndolos, es una forma curiosa de comer queso, pero...- ¡Au au au! - ¡Quema! El dolor es horrible, me llevo rápidamente los dedos a la boca para comerme el queso y las setas, que están deliciosas, pero ahora me arderán los dedos al menos unos instantes más. - Disculpa...esto del dolor es nuevo...pero me acostumbrare, lo prometo...- Tomé una tortilla de harina y la hice un rollo para comerla, no tiene mucho sabor, pero supongo que está bien. Forma extraña de comer tienen estas personas, pero supongo que será porque no estoy acostumbrada. Qué bueno es comer, pero mejor aún es compartirlo con él.

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MensajeTema: Re: El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018]   El corazón de un hombre muerto (Death) [1 - Noviembre - 2018] Icon_minitime14th Noviembre 2016, 21:52

El dios repasó su memoria y no recordaba haber sentido más miedo en la vida, salvo cuando la vió llorar por primera vez. Pensar que podría haberla dañado en lo más mínimo hacía que la posibilidad de disfrutar de su compañía se volviese cada vez más translúcida y menos real. Se acercó a ella, alarmado, clavándose en sus rodillas como hacía siglos que no lo hacía por nadie. Sin tocarla, sólo mirando sus manos como cortinas para su rostro. Intentó buscar las palabras, preocupado, pero pensó que si su boca le había hecho llorar, era mejor callar. Poco tiempo después descubrió su sonrisa. Las lágrimas dejaron de ser agua amarga para convertirse en rocío sobre su piel blanca. Él suspiró aliviado y le volvió a dejar el mismo pañuelo que le cedió en el instante en el que la vió, esta vez reposándolo suavemente sobre su muslo sin rozar su ropa siquiera. -¿Te encuentras bien…?- preguntó para asegurar mientras se ponía en pie y tras recibir la carcajada a modo de confirmación recuperó su posición.


Pero la agitación volvió a la templanza del dios cuando la vio toser, sirviéndole de un modo automático el vaso de agua -Debías… haber ido algo más despacio- ¿Tengo el derecho a decirle a la muerte lo que debe o no hacer…? De qué servía… ya se lo había dicho. Además ella parecía disfrutar cuando se la trataba como a un ser mundano más, así que se relajó, bajando levemente los hombros y siendo un poco mas él. Dejó entrever sus dientes blancos entre los gruesos labios oscuros. La siguió con la mirada en un leve gesto de confusión cuando la vió inclinarse hacia el suelo, entonces vio su sombrero, del cual ni se había percatado de su caída. Vio cómo lo cuidaba, cómo se tomaba la molestia de deslizar sus dedos sobre la tela suave y… cómo disfrutaba del aroma con los ojos cerrados. -¿A qué huele?- preguntó curioso y ciego de la propia realidad. Es impensable que lo haya hecho por mi fragancia. Es de ella de quien estamos hablando


Los ojos carmesíes siguieron el cuerpo de la chica, ahora erguido que se acercaba a él. Sonrió con la muestra de gratitud pero ésta desapareció cuando notó el contacto en sus manos. Llevaba las vendas que eran habituales en él cubriendo cada cicatriz, quemadura y desfiguración. Pero nunca era suficiente precaución cuando se trataba de las manos. Ella alzó la mirada y clavó esas perlas negras directamente sobre los ojos sangre de él, viéndolos como en la época en la que eran de Ébano. No estaba viendo a la entidad que conocía, sus ojos viajaban a través del dios. Esa mirada se deslizó por los rincones más humanos del hombre que tenía en frente hasta que consiguió dejar de ver a Papa Legba y empezó a ver a Esobala. Con ese sencillo gesto tan cotidiano, ella consiguió tocar una parte de él que llevaba sin ser vista mucho tiempo. Y cuando un ser inmortal habla de mucho tiempo, quiere decir mucho tiempo. La expresión del dios era indescifrable. Aguardaba confusión, calma, tensión e incertidumbre aun cuando lo más extraño ocurría al margen de su conocimiento. La única piel blanca que descansaba sobre el dios, esa calavera perfilada en los pómulos cuyos dientes yacían sobre el labio superior de Legba, fue poco a poco evaporándose en el humo blanco más puro que ha habido jamás. Se desprendía de la piel oscura como si hubiese un fuego detrás de ella y fuese natural que se la llevase el viento. Finalmente, quedó solo el rostro de un Esobala mejorado, sin las mejillas hundidas ni la falta de bello facial. Sin rastros de enfermedad,hambre o heridas… Pero tampoco tenía los rasgos de Legba. El día del trato los tres grandes le ofrecieron un cuerpo totalmente apuesto, lo que significaba eliminar esas “taras” del cuerpo mortal, pero también mejoraron su aspecto, ofreciéndole unas cejas más pobladas, una mandíbula más ancha y unos ojos menos cansados y más penetrantes… Cosas que entonces, en el rostro de Legba y cuando ella la miró así, dejaron de existir.


En el instante en el que cortó el contacto visual, el rostro del dios recuperó su normalidad. O al menos a lo que había estado acostumbrado los últimos siglos. El atractivo y la calavera blanca. Mientras habla, Legba sólo la oye a ella, sólo la mira a ella y se queda en la preocupación de su herida hasta el punto en el que no nota cómo los dedos blancos desatan los vendajes y rozan sus nudillos machacados, los huesos rotos y las cicatrices prominentes. Las quemaduras resaltan bajo la pureza de sus dedos en comparación a todos los desperfectos de sus manos. Aparta las manos Esobala Se repetía una y otra vez. APÁRTALAS. Pero nada funcionaba. El cuerpo no le respondía a la voluntad de su mente y por todo lo contrario, reposaban las manos en las suyas, permitiéndole un desfile de vista y tacto que nadie había tenido desde su nueva vida. Se quedó completamente paralizado, observando y sintiendo esas caricias en las manos maltratadas. Cada cicatriz que ella repasaba hacían surgir cicatrices y marcas nuevas, algunas incluso conservando los puntos de sutura de la sanación, otras abiertas y completamente visibles donde debería estar borboteando la sangre. Todas las heridas de todas las vidas que había tenido surgieron sobre sus manos, acoplándose unas sobre las otras conformando una aberración. Las heridas sanadas, las que ya pertenecían al pasado, volvieron a hacerse presentes con su tacto, acompañando a las que descansaban siempre sobre su piel.


“Pueden sufrir, y pueden llorar”


No, no puedo Quiso decir. Sus palabras cayeron como una losa sobre la conciencia del hombre culpable. Cerró los ojos con fuerza, buscando unas lágrimas que no iban a salir, que no salían desde hace milenios. Sus manos empezaron a moverse directas a sus labios. Reacciona. Apártalas. No permitas que te bese las manos, ella no merece tocar algo así, y mucho menos merece pasar por algo tan horrible como besarlas Pero no pudo moverse.


Durante los minutos que estuvo besando sus manos el dios mantuvo una conversación. Una que, inconscientemente formuló en voz alta. -Quiero llorar- dijo como el niño que pide un juguete frente al escaparate. Sentía un nudo emocional ensordecedor y asfixiante. Automáticamente una voz llegó a la consciencia del dios -Ya lo sabes… Nuestro pacto no lo permite- Tú lo quisiste así - Y así fue. -No me importa. Quiero llorar- dijo sintiendo la rabia e impotencia de quien no puede sentir. -Imposible, guardián.- ¡QUIERO PODER LLORAR!-gritó al aire frunciendo los párpados aún más, buscando esas lágrimas. Pero a esa exigencia ni siquiera hubo respuesta.

Quería llorar con la fuerza de su corazón. Expresar lo miserable que se sentía por permitirle besar esas sucias y deformes manos. No se sentía digno de que siquiera clavase sus pupilas en él. Recuperó poco a poco esa sensación de no ser nadie y de ser impuro para que alguien pudiese siquiera tocarle. Ella, sin embargo, estaba ahí besando ese castigo al que llamaban vida. No comprendía los motivos. Nadie jamás en su sano juicio lo habría hecho. ¿Por qué ella? ¿Por qué con él? Ella era perfecta en todo su ser, era la única cosa pura y certera de todo lo que existe y ha existido y estaba derrochando su tiempo con algo como él.
Abrió los ojos, mirándola con preocupación justo al escuchar esa promesa. -Te amo…- dejó resbalar sencillamente entre sus labios víctima del dolor de un preso y emocionado por ser amado. Porque para él no había mayor amor que una promesa eterna.

Se quedó levemente inerte, viéndola comer. Él no volvió a probar bocado salvo de vez en cuando, sólo cuando percibía que a ella le preocupaba o entristecía no verle acompañarla. Permaneció inexpresivo, como si las emociones hubiesen escapado de ese cuerpo. Todo el tiempo que quería llorar lo pasó así, como viviendo la realidad desde un tercer plano. Esperó a que ella terminase de comer. Eludió toda pregunta posible sobre su estado y cuando ella terminó, se puso en pie, invitándola a hacerlo ofreciéndole la manga para levantarla. No iba a permitir que tocase sus manos nunca más.

Observándola desde arriba y con toda la parsimonia y armonía con la que fue capaz, retiró el pelo de sus hombros, acariciando sus orejas en el sendero. Deslizó los brazos lentamente por sus clavículas hasta rodear su cuello, todo a un ritmo muy decelerado para mostrar su respeto virginal hacia ella. Para hacerla sentir dueña del control de la situación, y así lo era. Lentamente la atrajo hasta él, en un abrazo de alturas desproporcionadas. La acurrucó en su pecho, alzando las cejas y mordiéndose el labio como si aún pudiese llorar. Tocó su mejilla, haciéndole reposar su oreja en el pecho del hombre.. Suspiró, pero nada se oía, lloró, pero ninguna lágrima caía… Y mientras sentía su amor le demostró a ella que ningún corazón latía bajo ese pecho. El corazón inexistente de un hombre exánime se había enamorado de la mismísima muerte.

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