Hasta que la muerte nos separe (otra vez) [Boda de Wally West y Artemis Crock]

El sol brillaba fuerte aquél luminoso día de Central City, como un cálido reflejo de la resplandeciente alegría que calentaba los corazones de aquellos dos jóvenes llenos de ilusión ante el futuro que tenían ante sí, pero había un lugar al que sus cálidos rayos no podían llegar, ni tampoco la reconfortante luz de las estrellas.

El lugar que se encontraba más allá de los muros de la resplandeciente Azarath era un lugar repleto de oscuridad, tristeza y desesperación, como la que en aquellos momentos oprimía el corazón de la joven émpata.

Se llamaba Raven, y siempre acudía allí cuando necesitaba consuelo.

Hacía mucho tiempo que la habían expulsado del Templo sagrado, cuando se había atrevido a desobedecer las normas del Concejo, y es que, una vez se abandonaba el Templo, ya no se podía regresar a él. Pero había tenido que hacerlo; había tenido que marcharse para advertir a los humanos de la llegada de Trigón, y cuando éstos se habían negado a escucharla, había reunido un grupo de valerosos héroes para combatirle. Y lo habían conseguido... habían derrotado a Trigón, pero el precio había sido la pérdida de su madre, Arella, que se había sacrificado para mantenerle cautivo en la dimensión en la que le habían confinado, y el destierro para ella, que ya nunca podría regresar a su hogar.

Pero aún podía llegar hasta allí, donde los rayos golpeaban sin descanso un cielo de color carmesí; allí donde aún se podía sentir lo que quedaba del alma de Azar, la semidiosa que había cuidado del pueblo de Raven durante generaciones, y que había sido su mentora y casi como una segunda madre.

- Oh, Azar... ¿por qué me has hecho ésto? -se lamentaba la joven que, encogida sobre sí misma, se balanceaba adelante y atrás sobre una retorcida columna de piedra que parecía querer extenderse hasta alcanzar el cielo rojo-. Antes de morir tuviste que saber el sufrimiento que tendría que soportar y los cambios que experimentaría. Sé que lo sabías porque advertiste a mi madre.

Había un motivo claro para tanta congoja; desde la Colisión, Raven se notaba cada vez más inestable, como si a pesar de todos sus esfuerzos cada vez estuviera perdiendo más y más terreno frente a su mitad demoníaca. Tuvo el primer conato serio poco después del choque de universos, cuando había absorbido el dolor por las heridas de Roy. Su padecimiento era tan profundo, el daño recibido tan intenso, que le había costado muchísimo disiparlo, y durante unos agónicos segundos había tenido que luchar contra la parte más oscura que reclamaba el control dentro de ella. Al final lo había conseguido y había vuelto a ser ella misma, pero cada vez era peor y le costaba más trabajo.

Hacía un par de meses, a principios de diciembre, había habido un atentado terrorista en Happy Harbor que había provocado docenas de víctimas y, al verse de repente rodeada de tanta muerte y tanto dolor había perdido el control como no lo había vuelto a hacer después de que Fobia la torturara. Había sucumbido ante su lado demoníaco y había estado a punto de asesinar a los terroristas haciéndoles tragar todo el dolor que habían provocado multiplicado por mil. La voz de Andrew la había hecho regresar, como en su día hiciera Wallace.

Ya entonces había sido malo, pero ahora era peor. Cada día era peor que el anterior, y ya no sabía qué hacer o a quién acudir. Había intentado ir a pedir ayuda al Templo, pero los monjes la habían rechazado una vez más, y sabía que los Titanes no podrían ayudarla... nadie podía.

- Azar... -continuó su desesperada plegaria-: Siento odio. Azar... siento el terrible impulso de... matar... Estuve a punto de hacerlo en la convención... Si Andrew no me hubiera detenido...

En una situación normal, ningún rastro de emoción habría asomado a su semblante, pero Raven se encontraba cada vez más inestable, apenas podía controlar lo que se agitaba en su interior y no pudo evitar que una lágrima solitaria se deslizara por su mejilla.

- Azar... tú me enseñaste que el pacifismo era fuerza, y no debilidad, pero te equivocabas... Siento que la maldad de mi padre crece en mi interior -su mano se crispó sobre su estómago, como aquejada de un terrible dolor que la carcomía desde dentro-. Y los pensamientos que me asaltan a veces... me... me asustan... Pensamientos de muerte, de destrucción, de poder... Lo que me asusta no es tenerlos, sino el hecho de que... cuando invaden mi mente... me provocan placer...

Cerró los ojos, aquejada por los remordimientos, y alzó el rostro hacia el vacío atronador donde relampagueaban los rayos, sombrío reflejo de su interior, buscando una respuesta que no llegaría.

- Ayúdame, Azar... Deseo estar junto a mi amiga en el momento más feliz de su vida... pero no puedo...

Desde que Andrew estaba en su vida Raven ya no pensaba casi nunca en Wally. Era como si la aparición de aquél muchacho la hubiera ayudado a superar aquél antiguo error. Además, Artemis y ella se habían hecho muy buenas amigas en los últimos meses, y eso también había ayudado. Raven había sido capaz de notar lo mucho que se amaban los dos jóvenes, y se alegraba de corazón por los dos. Le habría gustado estar en su boda. Le habría gustado muchísimo. Pero la angustia y la preocupación eran demasiado grandes, tenía miedo de perder el control como le había pasado en la convención y arruinarlo todo. ¿Cómo podía relajarse y disfrutar de una fiesta cuando dependía de ella la responsabilidad de mantener cautivo un mal tan grande que podría destruir la tierra y notaba que día tras día los grilletes que lo contenían se iban debilitando cada vez más?

- Ayúdame, Azar -suplicó, aún a sabiendas de que nadie le respondería-. Dame consuelo o condéname al infierno, porque si pierdo el control, si ella se libera... no podré soportar saber en lo que me habré convertido.

-Creo que cometes el peor error de toda tu vida, Wally- dijo entrando en el cuarto de su primo. Bart se encontraba a medio vestir. Aquella apariencia era fruto de la indecisión. Desde que recibió la invitación a aquella singular y dramática celebración, Kid flash había estado muy confuso sobre si acudir o no al evento. Por una parte era un día especial para su querido familiar pero por otro él no se llevaba nada bien con la novia. Ni siquiera quería que la boda se llevase a cabo.

El castaño llevaba una camiseta de vestir blanca y chaqué de color oscuro sobre esta. Sin embargo de cintura para abajo tenía unos pantalones de pijama de los vengadores. Al castaño, ya fan de los héroes en su mundo, le habían llamado mucho la atención ese grupo de héroes que había aparecido en Nueva York tras la colisión.

-Sabes que soy hijo de Don Allen, que a su vez es hijo de Barry Allen e Iris West. Si Barry se hubiera casado con otra persona impidiendo que yo pudiera nacer ¿Cómo te habrías sentido Wally?- le miró directamente a los ojos. Los castaños luceros del menor estaban vidriosos . - Siempre he sentido que eras como mi hermano mayor y que tu familia era la mía. Que tenía cabida en tu vida pero …- el menor suspiró y en su voz se notaba la congoja.- pienso que si no hubieras sentido rabia y frustración a una situación en la que yo no hubiera llegado a este mundo, quizá yo te tenía mucho más cariño y aprecio del que tú me has tenido nunca a mí. - Le hizo un gesto con la mano para que le permitiera seguir hablando. Sabía lo emocional, lo impulsivo y lo mucho que le gustaba interrumpir al pelirrojo cuando estabas dando un discurso serio.

- Esos niños eran como mis sobrinos. Les quería, jugaba con ellos cada tarde. Estaba con ellos cuando su padre no podía estar. Siempre los voy a recordar y estaran en mi memoria y en mi corazón hasta que me muera.  Linda era y sigue siendo muy importante para mí. Ocupa un lugar muy especial en mi vida y no puedo reemplazarla por nadie. No me puedo obligar a sentir cariño por la nueva mujer de tu vida porque ni la conozco ni la quiero conocer. Sé que es tu decisión no la mía. Pero no puedo aceptarla.  La puedo llegar a soportar y tolerar a esa mujer porque es la que tú has elegido. No obstante, no me puedes obligar ni forzar a quererla. Ella siempre va a ser para mí como un escollo. Lo siento y espero que de verdad seas muy feliz Wally.- Abrazó a su primo un corto instante y avanzó con la intención de volver a la base y quedarse allí todo el día tirado en el sofá viendo películas y comiendo helado y chucherías.

El pelirrojo se encontraba inmensamente feliz esa mañana. Era un día muy especial. Se casaba uno de sus mejores amigos. En su mundo Wallace y Roy tenían una relación con muchos altibajos pero se querían mucho. Eran como hermanos. La forma habitual del tercer flash preocuparse por ti era decir todo lo que pensaba en forma de recriminaciones. El Wally que Roy se había encontrado en Omega era un tanto diferente, pero esperaba que aquel sentimiento de hermandad no hubiera muerto con el choque de mundos. Menos ahora que el arquero rojo había recobrado sus recuerdos del velocista con quien había crecido. También se encontraba feliz por Artemis, aquella joven por la que tenía un cariño especial y que ojalá pudiera catalogar en la rama fraternal. Hacía mucho tiempo Ovidio había dejado dicho que Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed. Y es que ahí residía el problema. Roy apreciaba la amistad de Artemis pero quería más. Sus sentimientos se veían muy desajustados en la balanza y sufría.  La amistad le era insuficiente y el trataba de deseas sólo lo que se le ofrecía pero era imposible. Le era muy difícil apagar la llama de su amor romántico por la otra arquera. Ambos pelirrojos siempre tenían un gusto muy parecido en mujeres, en un principio a ambos les había interesado Donna y ahora Artemis era el nuevo interés de ambos. Pero Roy nunca iba a confesar sus sentimientos hacia la arquera. Menos sabiendo que ella no sentía lo mismo y que podía poner en una situación muy grave su amistad con Wallace. Él ya estaba muy acostumbrado a fingir que no le ocurría nada. A sonreír cuando no te apetece.

Además, no podía dejar de sentir cierta nostalgia y tristeza al tener muy presente que algunos de sus entrañables amigos como Donna  no se encontraban en aquel acontecimiento feliz. Dick, Donna, Garth, Wally y Roy eran el grupo de cinco que desde los doce años habían sido mejores amigos. Habían estado juntos en los peores momentos y dificultades. Habian pasado la adolescencia siendo inseparables y ahora en ese acontecimiento afortunado no se encontraban todos juntos. Si bien Roy no era del grupo primigenio de los titanes, sí que había estado con ellos casi desde el principio. Al arquero le llegaron reminiscencias de la boda de Wallace en otro universo con otra mujer, Linda, y como en esa ocasión sí que estuvieron reunidos el Club de los Cinco.

Recordar a la mujer del velocista en otro universo le hacía pensar  en el importante e ingente cúmulo  de sentimientos que había en ese enlace. Esperaba de corazón que todo el evento saliera bien. Por un lado, estaba la tensa relación entre el novio y su primo. Para el jovencito era muy pronto. No se llevaba bien con Artemis y Wallace intentaba metérsela por los ojos en todo momento sin respetar las emociones de Bart. Cuando intentas que una persona acepte a otra por la fuerza, la termina aborreciendo. El arquero estaba muy seguro de que toda la animadversión del segundo Kid Flash estaba provocada por eso. Roy les había recomendado sutilmente que posposieran la boda. Pero Wally era muy cabezota y él pasaba de discutir con él. Porque si le seguías el juego al velocista en sus discusiones habías perdido la partida. Lo mejor era pasar, dejar que el pelirrojo te gritase un poco, decirle que sí que sí, que tenía razón en todo, descargase y luego hacer lo que a tí te viniera en gana.

Había que sumar a todo ese buen caldo de cultivo, que la relación de Roy con su mentor Oliver Queen, quien era el padrino, no era la más buena del mundo. Hacía mucho tiempo que no se veían. Sus diferencias habían quedado solamente parcialmente resueltas. Tenían muchas cosas de las que hablar y muchas cuestiones que aclarar. El pelirrojo ni siquiera había presentado formalmente a su hija, al que sería para él como un padre.

Un gritito muy eufórico de su bebé le hizo salir de su ensimismamiento. Miró a la niña que estaba sentada en su cochecito, se agitaba inquieta. Indagó hacia el lugar que la infante estaba mirando para averiguar qué era lo que causaba tan agitación a su princesa. A escasos metros pudo divisas a una bella y bien proporcionada fémina que el arquero conocía muy bien.

-Dinah, no sé qué haces que me la revuelves siempre.-  Sonrió el pelirrojo, feliz de encontrarse con la rubia. - Me ha vomitado encima todo el desayuno pero mírala que feliz.  - la niña volvió a chillar queriendo llamar la atención de Canario negro.- ¿Seguro que no estáis emparentadas sangíneamente?-

El pelirrojo lucía un poco cansado. Ser padre nunca es fácil y menos cuando todo el cuidado del menor recae en tu figura. Obviamente Roy no podía contar con la madre de Liam para absolutamente nada.El arquero llevaba un blazer color naranja ribeteado en negro, unos pantalones de traje negros, una camiseta blanca y una pajarita negra. Liam llevaba un vestido de corte princesa en color blanco adornado con flores rosas y hojas verdes, una lazo rosa en la cintura y una sobrefalda de color rosado.  

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