Artemis Crock... ¿Quieres casarte conmigo? (Privado Wally y Artemis)

 
La pesadilla había terminado, y Wally y Artemis pudieron recuperar su vida anterior a los dos años de miedo y soledad. Wally West había muerto el 20 de Junio de 2016, y eso había supuesto un gran cambio para todos. Dick Grayson abandonó la liga y se marchó a Blüdhaven, y Artemis dejó en el olvido su identidad como arquera y se convirtió en Tigress. Los años pasaron, pero para Wally solo fueron un par de meses infernales a caballo entre la Speed Force y el reino de Niflheim. Cuando el pelirrojo por fin encontró la vuelta a casa, Barry se sacrificó para salvarlo de la Speed Force por segunda vez y aterrizó en una Gotham atacada por el gas del miedo mejorado del espantapájaros. Todo parecía indicar que el destino no quería que se encontraran. Hasta la noche del 1 de Noviembre.
 
Después del cálido y apasionado encuentro, la pareja decidió retomar su relación y volvieron a alquilar la casa en la que habían empezado a vivir antes de la temprana muerte de Wally. No era una casa grande, ni la más bonita, pero era SU casa, y el pelirrojo la echaba de menos. Estar de vuelta junto a su novia no podía hacerle más feliz.
 
- Creo que ya he tenido bastante por hoy… - dijo Wally dejando caer el peso de su cuerpo en el sofá. Había terminado de montar el árbol de Navidad, pero aún quedaban cosas que colocar, y el siguiente camión de la mudanza no llegaba hasta mañana.
 
El pit bull paseaba por el comedor como si fuera el rey de la casa, y se acercó al pelirrojo a entregarle una pelota de goma verde. Wally la cogió y la tiró en dirección al pasillo, esperando a que el perro saliera corriendo a perseguirla.
 
-¡Vamos Brucely! ¡Trae la pelota! – el chico empezó a jugar con el perro durante un buen rato, a la espera de que Artemis terminara de cocinar lo que fuera que olía también.
 
Al cabo de un rato, el pelirrojo se asomó a la cocina, y vio como la rubia estaba enfrascada en una complicada receta. Con sigilo, Wally se acercó a su chica y la rodeó con los brazos, sintiendo su cálida espalda contra su pecho. Había deseado tantas veces volver a estar así con ella que creía que iba a morirse de felicidad.
 
- ¿Qué estás haciendo, cielo? – preguntó, mirando con curiosidad el plato que estaba preparando Artemis.

Le iba a costar acostumbrarse a ello. Creérselo. Lo sabía desde el día en que lo había visto aparecer ante ella, como salido de un espejismo.

Las primeras noches se había despertado mil y una veces, acosada por su subconsciente, sólo para comprobar que el pelirrojo estaba profundamente dormido a su lado, su cálido cuerpo entrelazado con el suyo. Otras veces, cuando abría la puerta, seguía esperando un profundo silencio en respuesta a su "ya estoy en casa"... en lugar del "¡bienvenida!" coreado por ladridos que la recibía, y que solía culminar con una carrera entre Brucely y el pelirrojo hacia el recibidor. Y, por supuesto, con Artemis cayendo al suelo bajo el peso de alguno de los dos.

- Wally, tengo bastante con un solo perro. - decía la rubia, fingiendo enfado, pero nunca podía evitar que se le escapara la risa.

¿Por qué iba a hacerlo? Ya no era la adolescente que ocultaba sus sentimientos por miedo. Y no podía negar lo increíblemente feliz que se sentía desde que el pelirrojo había vuelto a su vida. Ni tampoco lo increíblemente que la asustaba, claro, la posibilidad de volverlo a perder.

Por eso, al principio le había costado separarse de él, aunque fuera para cualquier tontería. Artemis se reprendía a sí misma continuamente ("No es como si fuera a abrirse un agujero negro justo encima de su cabeza de chorlito para tragárselo, ¿sabes?"), pero aún así era incapaz de abandonar una habitación sin lanzar una última mirada atrás, por si había desaparecido de repente, o de quedarse dormida sin abrazarlo, por si al despertar ya no estaba allí. Por suerte, la arquera consiguió superar aquella fase tras las cuatro primeras semanas. Ahora iba a cumplirse el segundo mes desde su regreso, y ya empezaba a creerse que no iba a marcharse otra vez.

Artemis no era la fan número uno de la Navidad; los Crock nunca habían sido la clásica familia que se sentara alegremente alrededor de la mesa a comer pavo y brindar con champán. El padre de Artemis estaba de vuelta en la cárcel tras su último enfrentamiento con Green Arrow y Canario Negro. En cuanto a Jade... bueno, no esperaba que viniera a verla con un regalo bajo el brazo, aunque no podía negar que la había sorprendido la felicitación de Navidad que su hermana le había hecho llegar. Paula Crock había cenado con ellos la noche anterior, pero ya estaba de vuelta en Gotham. Y, después de haber comido con los padres de Wally, la pareja y el pitbull volvían a estar a solas en su piso.

El pelirrojo no tardó en asomar la nariz por la cocina. Artemis estaba distraída con lo que hacía, así que no lo oyó llegar. Dio un ligero respingo cuando lo sintió tras ella, relajándose de inmediato cuando la rodeó con sus brazos. Escondió una sonrisa divertida. Sabía que Wally no podría contener su curiosidad por mucho tiempo.
 
- ¿Qué estás haciendo, cielo?

- Phở, Bánh xèo y Chà Giò Chay - respondió. Todos eran platos típicos vietnamitas, y hacía mucho tiempo que la rubia no los cocinaba. Sabía que a Wally le encantarían. - Ni se te ocurra probarlos antes de tiempo - añadió, adivinando sus intenciones.

Sí, aún le costaba aceptar que su chico había regresado... pero eso no quitaba que estar a su lado fuera tan fácil como respirar.

Wally West olfateó el delicioso aroma que salía de las sartenes y dejó escapar un pequeño suspiro. Todos los platos parecían terriblemente deliciosos, y el pelirrojo ya tenía hambre de todo.

- Phở, Bánh xèo y Chà Giò Chay – dijo Artemis cuando el chico le preguntó. No tenía ni idea de lo que eran esos platos, pero parecían super-ricos - Ni se te ocurra probarlos antes de tiempo –

Wally se detuvo antes de llevarse un trocito de lo que fuera a la boca y volvió a dejarlo en su sitio, fingiendo tristeza y pestañeando dos veces con sus ojitos verdes. Después volvió a sonreír de forma encantadora y estrechó a Artemis aún más fuerte con sus brazos. La besó en el cuello con dulzura y respiró enamorado el aroma que desprendía la rubia. Wally no podía estar más feliz de haber regresado a casa.

- Muy bien, pues voy a poner la mesa – el velocista se separó de su novia y abrió los cajones de la cocina para dejar en el mármol los platos, vasos, copas cubiertos y servilletas. Preparó los refrescos, el cava, el pan y puso el mantel en la mesa. Todo en menos de cinco segundos.

- ¡Tachán! – dijo, sintiéndose orgulloso de haberlo preparado todo y de que aún le sobrara tiempo para seguir molestando a Artemis. - ¡Oh! Casi me olvido… - Wally caminó hasta uno de los muebles del comedor, sacó dos alargadas velas rojas y las colocó una delante de la otra en plan “romántico”. Ahora la mesa de la cena había quedado perfecta. Solo faltaba colocar los tentempiés, los primeros platos, los segundos, los terceros, los cuartos, los postres… ¡madre mía, menudo festín se iban a pegar! Y es que Wally podía comer como cuatro personas por lo menos.

-¿Qué te parece? – dijo el pelirrojo en cuanto su amorcito salió de la cocina y empezó a llevar los platos. – Espera, que te ayudo… - y con dos segundos más de tiempo, la cena ya estaba colocada en su sitio. Wally admiró con ojos vidriosos el festín que Artemis le había preparado, y tuvo que llevarse la manga del jersey a la boca para impedir que se le cayera la baba.

-¡Esta va a ser la mejor navidad de todas!- exclamó el pelirrojo abrazando a su chica. La acompañó como un caballero a la mesa y la ayudó a sentarse en la silla. Después se sentó él y sin pensárselo ni un segundo más empezó a devorar los platos como un perro hambriento. - ¡Efto eshtá delishosho, cariñomp!

- Muy bien, pues voy a poner la mesa.

El pelo de Artemis voló de un lado a otro, arrastrado por la corriente de aire que generaba Wally cada vez que usaba su supervelocidad. La chica arqueó ambas cejas, divertida. Cuando se trataba de comida, su chico era la impaciencia personificada.

- ¡Tachán! – exclamó, en cuanto hubo terminado - ¡Oh! Casi me olvido… - añadió, colocando rápidamente un par de velas rojas sobre el mantel.-¿Qué te parece?– añadió.

Artemis dio su aprobación desde la puerta de la cocina. Llevaba consigo la primera tanda de platos, pero no tuvo ocasión de llegar a la mesa. El pelirrojo había acelerado de nuevo, y ya no había nada más que traer.

- Alguien parece a punto de morirse de hambre... – dijo la chica, cruzándose de brazos, divertida.

-¡Esta va a ser la mejor Navidad de todas!

- Hace dos años que no la celebras, no debería contar.

Se sentó cuando retiró la silla para ella. Wally ya tenía la boca llena cuando Artemis hizo ademán de coger sus palillos.

- ¡Efto eshtá delishosho, cariñomp! - exclamó, entre bocado y bocado.

Artemis rió.

- Deja de hablar con la boca llena, Wallace West - replicó, probando un poco de sus fideos salteados. Lo sabía; estaban demasiado calientes. ¿Es que aquel chico no tenía papilas gustativas? - Y te ahogarás si no respiras entre plato y plato...

Lo cierto era que le gustaba verlo comer. No conocía a nadie tan agradecido como él en cuestión de apetito. Era tan exagerado que resultaba hasta cómico.

- Y bueno, ¿qué era eso tan importante de lo que teníamos que hablar? - preguntó, mientras soplaba los fideos para que se enfriaran más deprisa.

Wallace West estaba la mar de feliz degustando los deliciosos platos que había preparado Artemis aquel veinticinco de diciembre. Estaba tan entusiasmado comiendo, que no se percató de que su comportamiento se veía muy cómico desde fuera.

- Deja de hablar con la boca llena, Wallace West - replicó la rubia.- Y te ahogarás si no respiras entre plato y plato...

- Esh que eshtoy reshpirando a la velocidad de la luch - bromeó el chico entre bocado y bocado. Cuando terminó de masticar y tragar la comida que tenía en la boca, le dedicó una gran sonrisa a Artemis. La chica se estaba divirtiendo con sus tonterías.

La había echado tanto de menos… que deseaba detener el tiempo en aquel instante de felicidad. Desde que había vuelto, Wally West se quedaba en silencio muchas veces mirando a Artemis por un largo rato. Era como si quisiera capturar su imagen para siempre en la retina, como si tuviera que aprovechar para mirarla todo lo que quisiera y compensar esos dos años en los que la pareja se había separado.

- Y bueno, ¿qué era eso tan importante de lo que teníamos que hablar?

La pregunta le provocó un atragantamiento, y Wally empezó a toser para no ahogarse. Cogió su vaso y empezó a beber agua hasta que la garganta se calmó. Eso le dio tiempo a pensar en una respuesta, pero lo que más le intrigaba era que ella supiera que iba a decirle hoy algo importante…

-Perdona...- dijo recuperando la voz tras toser varias veces.- ¿Teníamos que hablar de algo? ¡Ah, sí! Dick me ha dicho que va a pasar las navidades por primera vez en mucho tiempo en la Mansión Wayne. ¡Increíble! ¿No crees? Oh, y Barbara ha llamado diciendo que estará en casa de su padre, el Comisario Gordon. Así que ninguno de los dos podrá venir después a tomar algo y abrir los regalos… lo que quiere decir…- Wally dejó el tenedor en la mesa y se inclinó en dirección a Artemis, con las cejas bien levantadas.- Que esta noche es solo para nosotros dos… nena… - susurró seductoramente, acompañando la frase con un levantamiento de cejas muy divertido.

Wally estaba muy nervioso, e intentó que la impaciencia no saliera de su cuerpo en forma de tics. Pero no podía evitar hablar más rápido de lo normal, o golpear el suelo con el pie mientras terminaba de comer. ¡Tenía tantas ganas de abrir los regalos!

- ¿Crees que Papá Noel llegará pronto hoy? - bromeó tras pulirse el último plato de comida que había en la mesa.

Rompió a reír con la broma de Wally, con aquella carcajada breve y algo ronca que tanto la caracterizaba. ¿Respirar a la velocidad de la luz? Qué tontería.

Para su sorpresa, el velocista se atragantó con la comida. Tras asegurarse, con un breve vistazo, de que no sería mortal, Artemis se planteó hacer un comentario sarcástico acerca de "tragar a la velocidad de la luz" pero, finalmente, su lado compasivo decidió intervenir para llenar el vaso de agua. Wally recobró el aliento, ya fuera de peligro, y respondió con algo parecido al noticiario de la noche.

- ¿Teníamos que hablar de algo? ¡Ah, sí! Dick me ha dicho que va a pasar las navidades por primera vez en mucho tiempo en la Mansión Wayne. ¡Increíble! ¿No crees? Oh, y Barbara ha llamado diciendo que estará en casa de su padre, el Comisario Gordon. Así que ninguno de los dos podrá venir después a tomar algo y abrir los regalos… lo que quiere decir…- Wally puso su mejor expresión de "seducción", y Artemis se mordió el labio para no reír - Que esta noche es solo para nosotros dos… nena…

- ¿Y qué pasa con Santa Claus? - apuntó.

No era que no la tentara la oferta real. Pero, si no detenía aquella interpretación de Casanova antes de que fuera demasiado tarde, terminarían en uno de aquellos diálogos llenos de referencias a la capacidad vibratoria de los velocistas. Y, además, tenía la sensación de que Wally estaba intentando distraerla. Como buena arquera, Artemis era perfectamente consciente de cuándo su flecha había pasado rozando el blanco.

No sabría decir qué lo había traicionado exactamente. Tal vez fuera lo nervioso que se le veía, o las miradas inquietas que dirigía una y otra vez al reloj, cuando creía que no lo estaba mirando. O tal vez era la forma en que había dicho que aquella iba a ser "la mejor Navidad de todas". O tal vez fuera el hecho de que hubiera querido que cenaran solos, en lugar de invitarse a casa de Barry e Iris (por tercera vez). Pero Artemis estaba segura de que el pelirrojo tramaba algo. Pero... ¿Qué sería? ¿Había invitado a Jade a cenar? ¿Le había comprado algún regalo inesperado?

- ¿Crees que Papá Noel llegará pronto hoy? -dijo, acabando con los últimos vestigios de la cena.

- No creo que pase por aquí. Sólo visita a los niños buenos. - bromeó la chica, que aún iba por la mitad de su plato de fideos - Podríais echarle una mano, ¿sabes? Barry, Bart y tú. Para que no tuviera tanto trabajo. Para vosotros, dar la vuelta al mundo es un momento, y él ya tiene una edad.

Sonrió al pelirrojo.

- ¿Así que Dick vuelve a casa? - comentó, volviendo al tema que habían dejado en el aire unos minutos atrás. - Me alegro. Así cenará algo decente, por una vez. - pensó en los otros Titanes y se preguntó cómo estarían celebrando las fiestas.- Tendremos que llevar los regalos a Roy, Raven, Conner, M'gann y los demás...

Había sido divertido escoger los obsequios para sus compañeros de equipo. Tenía ganas de ver sus caras al recibirlos. Y también se moría por ver la expresión de Wally en cuanto abriera el enorme paquete que tenía preparado para él.

La cara llena de picardía de Wally West fue sustituida por una de decepción en cuanto se imaginó al gordo de rojo interrumpiendo un apasionado beso de la pareja.

— Oh, es verdad, si viene santa Claus nos cortará el rollo...— afirmó, mirando al suelo con ojos realmente tristes. Después volvió a alzar la vista para contemplar a Artemis y esbozó una sonrisa divertida. Adoraba bromear con la rubia a pesar del humor sarcástico y cínico que a veces le dedicaba la vietnamita. Y es que Wallace y Artemis no podían tener personalidades más diferentes, eran dos polos opuestos que se atraían con mucha intensidad. Ahora se amaban y se necesitaban con locura, pero al principio de su relación eran incapaces de soportarse y siempre estaban peleándose. Su relación era fácilmente comparable con el refrán que decía: “los que se pelean se desean”. El que inventó esa frase sabía muy bien de lo que hablaba.

— No creo que pase por aquí. Sólo visita a los niños buenos. — se picó Artemis, y el pelirrojo respondió a la provocación con un alzamiento de cejas — Podríais echarle una mano, ¿sabes? Barry, Bart y tú. Para que no tuviera tanto trabajo. Para vosotros, dar la vuelta al mundo es un momento, y él ya tiene una edad.

— ¿Sabes qué? Tienes razón. No sería la primera vez que ayudamos a una ancianita a cruzar la calle, así que… ¿porqué no ayudar a Papá Noel?— como un torbellino, el chico utilizó la fuerza de la velocidad para enfundarse su traje de Flash y lucirlo como en una pasarela mientras Artemis terminaba de comerse los fideos.

— Mientras acabas de cenar iré a ayudar al viejo, así los regalos llegarán antes de medianoche y todo el mundo estará contento— explicó con una gran sonrisa en el rostro. Dicho esto, el joven velocista salió escopeteado por la puerta, agitando el mantel de la mesa, las cortinas del comedor y el cabello rubio de la chica.

Wallace no tenía ninguna intención de ir a ver a Papá Noel, más que nada porque sabía de sobras que era una invención humana, una forma que tenían los padres de engañar a sus hijos con regalos e ilusiones. De hecho, Wally fue de los primeros de su clase que se dio cuenta de la realidad. Por aquel entonces, ya empezaba a convertirse en un chico con pensamiento realista y científico.

Su intención, más bien, era la de entretenerse y dejar pasar unos minutos antes de volver a casa, como si realmente hubiera hecho un viaje a Laponia y hubiera vuelto. Pero no se fue muy lejos, únicamente se detuvo en el pantano Charlestown, a los límites de Palo Alto, y se dedicó a calmar su nerviosismo mirando el coque de las olas.

Un par de minutos después, Wally volvió a recorrer su ciudad y entró por la puerta de su casa con una amplia sonrisa.

— ¡Cariño! ¡Ya estoy en casa! — exclamó, como si estuviera imitando una de esas sitcoms tan populares de la televisión.—  Ya he repartido todos los regalos de Papá Noel, así que podemos abrir los nuestros… ¿Qué te parece?

El pelirrojo se desprendió de su traje de Flash y su aspecto volvió a la normalidad. Entonces se acercó a Artemis y le dio un dulce beso en la mejilla como saludo.

— ¿Sabes qué? Tienes razón. No sería la primera vez que ayudamos a una ancianita a cruzar la calle, así que… ¿porqué no ayudar a Papá Noel?— haciendo honor a su nombre de superhéroe, Wally estuvo vestido de rojo en un flash. Artemis lo miró con una media sonrisa, intentando decidir si iba en serio o no— Mientras acabas de cenar iré a ayudar al viejo, así los regalos llegarán antes de medianoche y todo el mundo estará contento.

Dicho y hecho. Los palillos de la vietnamita se quedaron suspendidos en el aire, a unos centímetros de su boca. Su coleta rubia ondeó un instante, y luego cayó a peso de nuevo.

— No me lo puedo creer. — dijo, hablando con el aire de la habitación.

Lo único que se le ocurrió era que Wally estuviera tomándole el pelo, y se preguntó cuánto tardaría en volver. Desde su regreso de la Speedforce, Artemis no conseguía permanecer tranquila cuando el pelirrojo le gastaba aquel tipo de bromas. Sabía que era un temor 50% justificado, y otro 50% irracional, y esperaba (de forma completamente idealista) que con el tiempo pasara a ser un 1% del primero, y un 99% del segundo. Se levantó para recoger su plato mientras suspiraba y se reprendió severamente cuando miró por tercera vez el reloj.  

No podía negar el alivio que la recorrió cuando la puerta se abrió de nuevo y Brucely empezó a ladrar alegremente mientras movía la cola.

— ¡Cariño! ¡Ya estoy en casa! — la voz de Wally sonaba como si pudiera haber formado parte del elenco de Hola, Megan—  Ya he repartido todos los regalos de Papá Noel, así que podemos abrir los nuestros… ¿Qué te parece?

Se materializó a su lado, le dio un beso en la mejilla y volvió a su ropa de calle, todo antes de que Artemis terminara de pronunciar su frase.

— Me parece que voy a matarte — anunció. Y no era cierto, pero sí que se estaba planteando seriamente la posibilidad de hacerse con la pistola de Capitán Frío, o pedirle a Ollie una remesa de flechas de hielo.

Tan pronto el comedor volvió a estar presentable, ambos se acercaron al árbol de Navidad. La chimenea estaba encendida, dotando al salón de una temperatura constante y acogedora. Bajo el abeto descansaban los paquetes destinados a Conner, Raven, Dick, Barry, Bart... La mayoría de ellos los habían escogido entre los dos. Y luego estaban la pequeña caja envuelta en blanco y rosa y la gran caja envuelta en rojo y amarillo, etiquetadas como "Wally West"; y el misterioso regalo llamado "Artemis Crock", que no estaba junto a los demás, y acerca del cual la rubia no dejaba de especular.

— ¿Estás preparado? — sonrió Artemis. Sabía que Wally querría ser el primero en abrir sus paquetes, de modo que extendió la mano hacia el regalo grande, en un elocuente ofrecimiento— Puedes abrirlo cuando quieras.

La caja contenía una chaqueta de aviador auténtica, de color rojo intenso y con el cuello forrado. La había buscado resistente a la fricción, como las que hacía el ejército; la ropa normal de Wally no toleraba muy bien los viajes a la velocidad de la luz a los que la solía someter. Habían perdido dos chaquetas en el último mes y, por mucho que a Artemis no le molestara que su novio adquiriera algunos hábitos de Conner y Roy (como el de acabar descamisado), no podían permitirse estar comprando ropa continuamente.

— Feliz Navidad, Wally West — dijo, con una sonrisa.

Esperó a que el velocista terminara de admirar su primer presente antes de coger el paquete pequeño entre ambas manos y tendérselo.

— Ah, y un pequeño extra, ya que no pude regalarte nada la pasada Navidad...

Cuando el pelirrojo retiró el envoltorio, vio la más puntera forma de tecnología aplicada al campo del desayuno. Artemis lo había visto en una revista, y había sabido de inmediato que la sandwichera y el velocista estaban hechos el uno para el otro. De modo que no había podido evitar comprarlo y añadirlo al regalo que ya tenía para él.  

Entonces, se fijó en que el Wally tenía las manos detrás de la espalda, y arqueó las cejas con curiosidad.

— Oh, vamos, ¡Solo era una broma!— replicó con una sonrisa entre dientes mientras saludaba al animado Brucely, que movía la cola alegremente— Nada de asesinatos en Navidad. Es una fecha que hasta los villanos deberían respetar...

Tras el intercambio de bromas, Wallace y Artemis recogieron lo que quedaba de la cena navideña y prepararon el comedor para la gran repartición de los regalos. A pesar de la pequeña escapada para coger aire, el pelirrojo seguía sintiéndose muy nervioso todavía, y luchaba cada segundo para que sus manos no se pusieran a vibrar en el peor momento posible. Artemis no debía sospechar nada o se chafaría su sorpresa.

— ¿Estás preparado?

El pelirrojo asintió dos veces y cogió aire. Miró con emoción el regalo grande y amarillo, y lo desenvolvió en un abrir y cerrar de ojos. Para su sorpresa, el paquete contenía una chaqueta de aviador chulísima. Wally expresaba siempre con mucha intensidad sus emociones, y una gran sonrisa se alojó en la comisura de sus labios.

— ¡Es una pasada! —  expresó, con el rostro lleno de asombro. Es algo que siempre había querido, y además la pieza estaba preparada para resistir sus velocidades inhumanas. Artemis había pensado en todo. — ¡Eres la mejor!—  dijo, lanzándose de lleno a abrazarla. El gesto fue cálido e intenso. Le hubiera gustado alargarlo un poco más, pero no era el momento. 

Después abrió el segundo regalo, que era más pequeño que el anterior, y estaba envuelto en papel rosa fucsia y rosa más clarito. La elección de colores no pareció convencer al velocista, que alzó una ceja mirando de reojo el regalo. Pero una vez abierto, el pelirrojo no paró de destornillarse de risa al ver una super sandwichera para el desayuno.

— JAJAJAJAJAJA ¡Es geniaaaaal! ¡Ahora podré hacerme cientos de sándwiches para desayunar! — exclamó, quitándose con el dedo índice una pequeña lagrimilla de risa—  No tenías porqué hacerme un segundo regalo… ahora yo voy a quedar fatal porque solo tengo uno para ti…

Llevaba rato que había sacado la pequeña cajita del bolsillo y la había escondido detrás de su espalda. Aún le temblaban las manos, el momento se acercaba. Tragó saliva, e intentó que su voz sonara lo más firme y recta posible.

—  Feliz navidad, Artemis Crock... —  dijo con eterna ternura en su voz. Y de pronto, el chico se agachó, y puso una rodilla en el suelo, sin dejar de mirar los hermosos ojos grises de su compañera. Amaba a Artemis… la amaba con locura… y no había sufrido más en toda su vida que cuando estuvo lejos de ella por casi dos largos años. No pensaba dejar que eso ocurriera de nuevo, había decidido quedarse el resto de su vida a su lado, y esperaba que ella lo deseara así también.

— … ¿Quieres casarte conmigo? — preguntó algo dubitativo mientras extendía los brazos y le enseñaba a Artemis la pequeña caja de terciopelo rojo que guardaba en su interior un precioso anillo de compromiso.

Artemis sonrió abiertamente ante la acogida de sus regalos. Wally estaba encantado con ambos, y además había conseguido hacerlo reír a carcajadas con el segundo. La arquera sintió como una parte de ella, aquella parte que había estado en tensión los últimos meses, mala noticia tras mala noticia, se relajaba un poco al verlo feliz. Pese a la alegría del reencuentro, había sido una temporada muy dura para ambos. La arquera no podía evitar querer a aquel cabeza de chorlito más que a cualquier otra cosa en el mundo. Necesitaba que sonriera más a menudo como lo estaba haciendo en aquel momento.  

— Me alegro de que te guste. - dijo, divertida, mientras ponía a raya su propia necesidad de abrazarlo.

—  No tenías porqué hacerme un segundo regalo… ahora yo voy a quedar fatal porque solo tengo uno para ti…

Ella lo miró con expectación. Al fin iba a darle el misterioso presente por el que llevaba preguntándose toda la noche. El nerviosismo de Wally, que se insinuaba en alguno de sus gestos y que asomaba de vez en cuando en su voz, era contagioso. Sin embargo, una extraña calma pareció apoderarse de él en el último momento, como si fuera un condenado a muerte que se resignara a su destino.  

—  Feliz navidad, Artemis Crock... — manos tras la espalda. Rodilla en el suelo. Las alarmas empezaron a sonar en algún punto de la mente de Artemis. "Oh Dios, oh Dios, oh Dios". — … ¿Quieres casarte conmigo?

La rubia se quedó completamente quieta unos instantes. Era una suerte que su corazón no dependiera de su cerebro para funcionar, o habría sufrido el mismo destino que sus músculos, su voz o incluso su respiración. Su parálisis la protegió de hacer algo completamente cliché, como llevarse la mano a la boca, dar saltitos, o echarse a llorar. Aunque, en cierto modo, ahora comprendía por qué la gente hacía todas aquellas cosas.

Su silencio le pareció largo incluso a ella. Probablemente eterno para Wally. Se sintió culpable de inmediato al comprender que lo estaba haciendo esperar.

— Sólo si me prometes no llegar tarde a la boda... - susurró, tan pronto como fue capaz, arrodillándose frente a él y tendiéndole la mano izquierda para que pudiera ponerle el anillo en el dedo.

— Te quiero, Wally West.

Su voz sonó extraña, algo ronca y estrangulada por la emoción, y la ahogó lo antes posible abrazándose a él, con tanta fuerza que hizo caer a Wally con ella, hacia atrás, sobre la alfombra. La situación fue el vivo reflejo de su reencuentro tras dos años de separación y, como entonces, Artemis buscó sus labios y se fundieron en un largo e intenso beso.

Y de pronto, se hizo el silencio. Un largo silencio. Un eterno silencio…

Wally West empezó a sentir un temblor incontrolable en todo su cuerpo debido al nerviosismo previo a la pedida de mano. Los nervios le llegaron al estómago, donde le presionaban con fuerza, y la postura, con la rodilla en el suelo, no le ayudaba mucho a mantener el equilibrio. Y es que aunque solo habían pasado dos o tres segundos como mucho, el tiempo para el hombre más rápido del mundo funcionaba de manera diferente. Para cualquier velocista, la vida de los demás pasaba por delante de sus ojos a cámara lenta. Y ese instante en concreto, se le estaba haciendo más eterno que nunca.

Al fin llegó la respuesta.

— Sólo si me prometes no llegar tarde a la boda...  — susurró, con una voz que denotaba nerviosismo. Artemis se arrodilló frente al pelirrojo y le ofreció su mano izquierda— Te quiero, Wally West.

El rostro del pelirrojo se iluminó a la vez que una gran sonrisa nacía de su boca. Se sentía tan feliz y tan aliviado de que la respuesta fuera positiva, que no se dio cuenta de que la cara que ponía resultaba un tanto cómica.

— Esta vez, seré el primero en llegar, lo prometo… — confesó Wallace. Miró a Artemis como un hombre enamorado miraría a su futura esposa, y le colocó el anillo de compromiso suavemente en el dedo anular de la mano izquierda.  

De golpe, la rubia se abalanzó sobre su futuro marido y ambos cayeron hacia atrás. La espalda de West chocó contra la alfombra, y lejos de poder incorporarse, el pelirrojo sintió el dulce e improvisado beso de Artemis.

Rodeó el cuerpo de la vietnamita con un cálido abrazo, y la estrechó con fuerza contra su propio cuerpo. Buscó con sus dedos la espalda de Artemis y deslizó sus manos por debajo de la camiseta para acariciarle la espalda desnuda. Correspondió el beso con cariño, y después con necesidad, atrapando sus labios con los suyos sin casi dejarla respirar. La había echado tanto de menos… que quería compensar todos los días y todas las noches en las habían estado separados. Deseaba más que nada en el mundo compartir el resto de su vida con ella, y pronto podría cumplir su deseo más atesorado.

— Te quiero, Artemis Crock...

Dicho esto, el joven velocista se levantó de la alfombra lentamente y cogió en brazos a su amada, llevándola tranquilamente hacia el dormitorio sin separar sus labios de los de ella.

En aquellos instantes, Wally West se sentía el hombre más feliz del mundo.