Visita de cortesía [Marvel]

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Una vez más, las ondas de Cerebro habían pasado por encima de Genosha. Y Magnus lo sabía. No le iba a culpar en absoluto. Después de ese anómalo suceso que había pasado repentinamente y por el que había sido informado a través de su enlace, ¿acaso no era obvio buscar en todo el mundo para encontrar más consecuencias? También significaba algo más : de nuevo, buscaba una generación a la que guiar, a la que ilustrar, a la que exponer su aterciopelada visión del mundo. Que los mutantes podían coexistir con los humanos. Que todos podían caminar cogidos de la mano hacia un bien superior. Hacia un mundo mejor. Alguien que pudiese sobrevivir en este nuevo caos.

A veces, quería creer en ese mundo. Pero los sueños siempre fueron una cosa y la realidad otra. Incontables veces se lo había enseñado a él. También la realidad le había enseñado a Charles cosas dolorosas. Y ese lado, ese peligroso lado contra el que Charles luchaba todas las noches, surgió una vez. En el fondo, Charles y él no eran tan diferentes... salvo por algo primordial.

Erik Magnus Lehnsherr no negaba su lado oscuro. Tampoco lo potenciaba. Simplemente, lo aceptaba como lo que es : algo que vive dentro de cada persona. Tampoco había que dejarlo libre, como alguna vez había hecho. El miedo engendra odio. Y el odio se niega a comprender nada. Por eso, el antaño terrorista Magneto era ahora el gobernante de Genosha, una pequeña isla de Africa donde los mutantes podían ir a coexistir entre los suyos sin tener miedo de los humanos. Eso no significaba que fuera un cuento de hadas, pero al menos, se podía mirar al sol sin tener que preocuparse si te podían clavar una daga en la espalda. Afortunadamente, Genosha no había sido afectada. Las existencias y las apariciones rumoreadas no había afectado a su pequeña isla. El por qué, lo desconocía, pero aún no se había preguntado el motivo. Había cosas más importantes.

Pero eso era lejos, lejos de donde se encontraba ahora. Embutido en un impecable traje gris con corbata a juego, lo que a ojos de muchas personas no era más que un anciano engalanado, se dirigía hacia esa mansión que tantas veces había visto, había atacado, y también había defendido, cuando no era más que Michael Xavier, el "lejano primo" de Charles.

Pero no abrió la puerta. Quizás sobrecogido, o simplemente nostálgico, el hombre conocido como Magneto se quedó simplemente mirando ese "instituto para jóvenes talentos" que una vez fue su hogar. ¿Qué personas habitarían ahora allí?

Apenas habían pasado un par de días desde que se había escapado de casa y unido a la escuela de Xavier para jóvenes mutantes. Seguramente su madre estaría histérica ahora buscándola pues se fue con Nod y el regresó sin ella. Lamentaba la que le caería a su guardaespaldas, pues al fin y al cabo era un buen hombre, pero tuvo que engañarle. Le pidió que le llevar a aun lugar, en concreto allí y una vez habló con el profesor, le pidió que cambiara sus recuerdos de forma que no pudiera decir donde se encontraba ella. Era la segunda vez que se escapaba, esta no se la perdonaría, y más cuando averiguara que había cortado su larga cabellera (algo a lo que tenía especial aprecio su madre).

Se encontraba en su nuevo cuarto. Había ido con una sola bolsa de ropa, su violonchelo y su pequeño hamster Atila quien ahora estaba dormitando en su madriguera de la jaula. Xavier le había facilitado un nuevo uniforme para ella y se encontraba sobre la cama, pero la muchacha aún no se atrevía a usarlo. No, no estaba aún preparada, no sabía si lo merecía de verdad.

Tomó su bastón y salió del cuarto para seguir explorando la enorme mansión. El repiqueteo de su bastón hacía eco por las paredes a medida que avanzaba por los pasillos. En aquel lugar le costaba menos “ver” pues estaba lleno de gente con raíces que observar, cada una diferente a la otra. Y aunque aquel lugar estaba lleno de mutantes como ella, aún no había sido capaz de cruzar palabra con ninguno, solo con el profesor. No era precisamente social. La gente la consideraba tímida, que en parte había algo de cierto, pero no solía confiar en la gente aunque esto se debía a que su contacto con personas era restringido a unos pocos. ¿Como iba a saber hacer amigos?

Bajó las escaleras que daban a la entrada principal dispuesta a ir a los jardines. Le gustaban los exteriores, disfrutaba de ellos y por suerte la mansión tenía uno muy grande. Llegó ante la enorme puerta y movió el pomo hasta abrirla.

Y se frenó de golpe.

Ante ella se encontraba una enorme raíz de poder plateada, brillante. Tan grande y majestuosa como la de Xavier. Tenía una flor en el centro de la cual nacían cada hilo  enraizado. Aquel poder le parecía tan majestuoso como aterrador. Desde luego no era de ningún mutante de la escuela, ¿a quien pertenecía?

-Dis-disculpe...- tartamudeó inquieta sin saber que decir realmente.

Las nuevas caras no se hicieron esperar, de hecho una le sorprendió, ahí como se encontraba momentaneamente paralizado por los recuerdos.

Ah, reconocía esa actitud, ese comportamiento de conejo huidizo. Una mutante que acababa de llegar al lugar. Perdida. Confusa. Probablemente no era capaz ni de orientarse... y teniendo en cuenta que llevaba un bastón, estaba clara su ceguera. ¿Producida por sus poderes? ¿De nacimiento, quizás? Normalmente aquellos mutantes que habían quedado ciegos tenían opciones alternativas para orientarse, así como la mayoría de personajes mudos tenían una forma alternativa de comunicarse.

Lo extraño es que saliese sola... normalmente, la mayoría de los Niños-X terminaban formando una cierta "cuadrilla" que era lo que siempre ayudaba a sentirse mejor. ¿Quizás era demasiado pronto para ella, todavía?

Tardó dos segundos en darse cuenta que estaba en medio del umbral de la puerta. De forma educada, se hizo a un lado completamente para que la invidente pudiera pasar.

- Lo siento, culpa mía. ¿Está el Profesor en la mansión, muchacha? - dijo con un tono de voz muy educado.

Bryndar estaba plantado delante de los controles de la Sala de Peligro, sin saber muy bien qué hacer o decir. El Profesor había empezado a enseñarle las grabaciones de cada uno de sus entrenamientos, y ahora se veía a sí mismo en la pantalla destrozando con ira las máquinas que le atacaban. Era cierto, su autocontrol había mejorado mucho en los últimos meses, pero su ira no había cambiado nada. Observó cómo, en vez de esquivar fácilmente un pistón que se acercaba a toda velocidad para golpearle con dureza, se plantaba en el suelo y le respondía con un puñetazo que hizo saltar la base sobre la que estaba la propia máquina. Técnicamente, Bryndar cumplía con los requisitos de cada entrenamiento, pero lo hacía de una forma violenta y destructiva que no podía realmente reproducir en el campo de batalla. Lo destrozaba todo como un animal, y cuando se frustraba por no poder seguir adelante por algun motivo, soltaba un rayo energético explosivo con más intensidad de la necesaria. En resumen: se estaba pasando, y él mismo lo podía ver en los vídeos.

Pero no era culpa suya, se decía a sí mismo. Desde que había visto a Fionna, un poco antes del choque de dimensiones, habían despertado en el islandés muchas dudas acerca de su vida y lo que estaba haciendo. Como agradecimiento al Profesor Xavier, Bryndar formaba parte de sus X-Men y combatía en sus batalla con su logo en el pecho. Pero realmente no creía del todo en sus ideales. Es decir, quería creer en ellos, en la convivencia pacífica entre los mutantes y los humanos, pero Bryndar había visto el odio en los ojos de los últimos demasiadas veces, incluso ahora que ya había salvado a gente. Al principio pensaba que salvar a las personas en vez de robar bancos era suficiente recompensa, pero después de un tiempo, se dio cuenta de que no era placentero salvar a alguien y que te llame "sucio muti".

Y fue con este hilo de pensamientos con el que acabó en la zona delantera de la Mansión X, porque la cocina estaba de camino y quería reponer líquidos después de la sesión de entrenamiento. Al pasar cerca del hall, vio a una chica ciega que le sonaba de algo abrir la puerta, donde un hombre de cierta edad (tenía el pelo blanco pero no parecía demasiado viejo aún) estaba plantado de pie. Bryndar pensó que si el hombre venía a la Mansión ya conocería a los mutantes y tendría al menos el mínimo respeto para mostrarse educado con ellos, así que se limitó a acercarse tranquilamente, cuan largo y anaranjado era, y alzar una ceja.

-Perdone, pero lo normal es presentarse primero antes de preguntar por alguien, ¿no?-comentó, con cierto tono de insolencia que no era capaz de evitar ni aunque le matasen- Bryndar Osvald.

Y le extendió una de sus grandes manos. Bryndar no lo reconocía como Magneto, porque la única imagen que había de aquel peligroso mutante había sido con su traje y casco, y sólo la había buscado porque Fionna estaba viviendo en Genosha y deseaba saber más de aquel hombre. En cuanto a él, su traje de superhéroe era absolutamente necesario para su supervivencia, por lo que llevaba su torso, piernas y pies enfundados en negro y las únicas cosas que rompían semejante monotonía eran las dos gemas brillantes en sus guanteletes y la "X" amarilla en el pecho, sobre la zona del corazón. No era costumbre que los X-Men llevasen su "traje de campo" por la Mansión, pues el Profesor promovía un ambiente relajado y hogareño, pero Bryndar era diferente al resto. No hay nada hogareño en una bomba atómica andante.

Unos pies descalzos se deslizaron silenciosamente, bajando por la escalera. A eso siguió la aparición de un joven como de veinte años, vestido de manera casual (excepto por su hábito de no usar zapatos) y cubierto con una chaqueta de chándal que decía mucho acerca de lo que sabía sobre moda. Kevin observó al recién llegado desde el último escalón, apoyado en el pasamanos. No apartaba de él sus ojos brillantes, en los que a pesar de su seriedad había algo casi infantil.

Había sido el primero en verlo. Llevaba un rato abstraído, escuchando música en un viejo mp4 prestado y mirando por la ventana del piso superior. Desde ella había visto aparecer al hombre de pelo blanco y le había observado con interés. Al principio parecía que dudaba de entrar. Kevin no sabía de quién se trataba, y en el tiempo que llevaba en la mansión nunca había visto a nadie igual. Supuso que podía tratarse de alguien importante, a juzgar por su ropa y su aspecto. Quizá uno de esos... ¿cómo era la palabra...? ¿Políticos? Uno de esos con los que Xavier intentaba mantener buenas relaciones. Al ver que se dirigía a la mansión salió del cuarto y se encaminó hacia el hall. Mientras bajaba le había escuchado preguntar por el profesor.

Se planteó leer su mente. No sabía quién era, ni qué quería del profesor. No obstante contuvo su curiosidad; una de las normas de la mansión era no leer la mente de nadie sin su consentimiento. Y no iba a empezar a hacerlo ahora. De todos modos, era bueno que Bryndar hubiera llegado antes. En caso de problemas, eran dos... No, tres. Una alumna que no le sonaba estaba también allí. Debía ser ciega, y se dijo que era una suerte que no pudiera verle. La primera impresión que dejaba su cara no solía ser demasiado buena. Justo entonces se percató de que no había usado el dispositivo que camuflaba su forma.

De nuevo volvió su atención al hombre canoso. Esperaba una reacción y no precisamente positiva. Por suerte o por desgracia, su condicionamiento no dejaba ver ninguna emoción, ni siquiera nerviosismo. Agradeció que Bryndar fuera el primero en presentarse y hablar. Llegado el caso, Kevin podía hacerse entender con él en vez de con el recién llegado. No creía que comunicarse telepáticamente y a boca cerrada con alguien quizá no acostumbrado a los mutantes mejorase las cosas.

No mucho más tarde, una cuarta figura se unió a las otras, llegando desde otro pasillo que hacía esquina: la de una chiquilla morena, vestida con vaqueros, camiseta y llevando zapatillas de deporte, con unas gafas colgadas del cuello de la camiseta, que en aquellos momentos se encontra ensimismada con una consola portatil. Seguía su camino sin inmutarse y sin tropezar, hasta que llegó a las escaleras que había tenido intención de subir y se encontró con que había alguien allí parado. Levantó la vista para reconocer al "obstáculo" ante ella, colocándose sus gafas en el sitio en el que debían haber estado en un principio.

-Hey, Kevin, ¿qué haces a...?- la chica no llegó nunca a terminar la frase, al seguir la vista y encontrarse con que había visita-. Oh.

Probablemente lo que más le sorprendió del hombre es que no parecía... bueno, alarmado. Quería decir, Kevin estaba allí, con su aspecto real, nada de aparatitos, y Bryndar seguía siendo tan amarillo como siempre. Cada persona era un mundo, lo sabía, pero incluso así, alguien que no supiera lo que había allí no habría mantenido la compostura de una forma tan perfecta como el hombre que estaba en la puerta. Tenía el pelo blanco por completo, pero Irene no se habría atrevido a adivinar la edad, porque tenía ese tipo de facciones engañosas que se mantienen en el tiempo y te hacen parecer tener cuarenta años, tengas cuarenta o noventa.

Llamaba tanto la atención, de hecho, que Irene se dio cuenta de la otra chica como de pasada casi. Creía haberla visto en una ocasión, cruzándose en algún pasillo, pero Irene, que tampoco es que llevara mucho tiempo en la Mansión-X ni era demasiado social, no sabría ni decir qué nombre tenía. Solo sabía que era ciega, porque era un tanto difícil no caer en la cuenta del bastón que llevaba, y que para ser ciega se movía como si viera mejor que ella.

Volviendo al hombre, y al obvio hecho de que aunque no le había visto en todo el tiempo que llevaba allí, estaba claro que sabía qué se cocía en aquella casa al menos por encima. Suponía que había venido a ver a alguien, y que no era cuestión de tenerle ahí esperando como un pasmarote.

-¿Ha venido a ver a alguien? Podemos avisarles de que tienen visita- se ofreció.

Bueno, no es que se teleportara, pero al menos se había aprendido la planta de la Mansión de memoria a base de perderse mil veces por ir con la nariz pegada a la consola como hacía unos segundos.

Estaba tan absorta ante aquella presencia que tardó un poco en reaccionar cuando el caballero le habló.

-Lo siento, culpa mía. ¿Está el Profesor en la mansión, muchacha? 

-¿Uh?¿Profesor?¿Qué Profesor?- Por unos instantes había olvidado donde estaba.-¡Ah! Ese profesor...no...no lo sé la verdad.

Se echó a un lado de la puerta avergonzada, dejando que si así lo quisiera el pasara. Por educación se ofrecería a guiarle pero la realidad es que aún no había memorizado al casa y lo más seguro es que solo consiguiera que ambos se perdieran. Pero aquella idea se borró al escuchar llegar al otro chico, cuya voz le resultaba familiar.

-Perdone, pero lo normal es presentarse primero antes de preguntar por alguien, ¿no? Bryndar Osvald.

¡El chico del destrozo en el centro comercial!¿Era un estudiante allí? Menuda casualidad. Al menos el podría atender como es debido, bueno relativamente, sus modales dejaban que desear, pero el conocía el lugar, eso seguro. También percibió los deslizantes pasos de alguien más desde el interior de la casa. Había otro mutante allí, observándolos en sumo silencio pero sin interferir. Luego se unieron unos pasos más, pero en esta ocasión , el 5º individuo si habló y poseía la voz de una adolescente.

-¿Ha venido a ver a alguien? Podemos avisarles de que tienen visita.

Ahora ella no sabía que hacer, ¿se iba y les dejaba solos?¿O se quedaba e intentaba averiguar más de aquel intrigante caballero de extraño poder?

Daba igual, acaba  de dar un paso hacia atrás y golpeando la mesilla de la entrada de forma que el jarrón que había sobre ella se balanceó y se cayó de la misma. Oh no no, otra vez no. Haciendo uso de sus rápidos reflejos y de sus sentidos super desarrollados,se tiró al suelo soltando su bastón y atrapando el jarrón antes de que hiciera contacto contra el suelo y estallara en mil pedazos.

Se quedó ahí tirada, roja y muerta de la vergüenza con el objeto decorativo entre las manos.

Y de repente, se levantó la tapa de la caja y salieron todos los grillos al mismo tiempo. O eso pensaba en su interior Magneto, ya que de repente habían aparecido no uno sino hasta cuatro estudiantes, cada uno con una actitud diferente. De los nuevos, obviando a la muchacha ciega, uno le miraba desde la lejanía, otro le pedía presentarse (educadamente, aunque algo rudo a su manera) y una actuaba como si fuera la secretaria. Bueno, era un grupo curioso... le recordaba, en cierta manera a la tercera generación, a los Nuevos Mutantes. La chica con gafas hasta le recordaba a Pryde...

...y entonces Magneto tuvo que poner cara de circunstancias cuando la invidente demostró habilidad excelsa e incompetencia del mismo grado a la vez, tropezando con un mueble y salvando en un momento prodigioso de reflejos (que habría sido extraño para alguien que no puede ver, pero no para un ciego entrenado) el jarrón. Esbozando una sonrisa, se agachó ligeramente y tendió una mano a la muchacha para que se incorporase.

- Creo que deberías preocuparte más por tu estado que por el del jarrón. Lo inanimado puede recomponerse fácilmente, no así las personas - dijo en un tono un poco filosófico. [OOC : Doy por hecho que coge la mano y se levanta en algun momento. Si no, por favor, ignorar esa parte]

Acto seguido, se dirigió hacia el muchacho de piel amarillenta con traje de campo y le estrechó la mano. Parecía en pie de guerra... quizás había estado en Nueva York en ese inusual momento. Parecía ser el que más alerta estaba de todos, si exceptuaba al que le observaba a lo lejos.

- Erik Lehnsherr. Probablemente habréis oído hablar de mi, aunque en tonos muy sensacionalistas - dijo, diciendo las palabras lentamente para dejar que la información fluyese por la mente de los chicos.

No movió ni un músculo a partir de ahí. Sabía que había gente que le temía, gente que le reverenciaba y otros que probablemente le amenazasen, así que lo que no quería era montar una escena en casa de su amigo Charles. (aunque ya lo había hecho) Eso sí, aprovechó para escudriñar a los muchachos. Tenía una sana curiosidad por ellos y por cómo veían la vida. Ya no por reclutarlos, sino porque verles le recordaba lo que fueron los Nuevos Mutantes... una familia. ¿Eran ellos otra familia?

Bryndar giró su cabeza para mirar cómo la ciega había casi tirado al suelo un jarrón y a sí misma en el proceso de rescatarlo de tal caída. En un primer momento no la había reconocido porque llevaba el pelo corto pero el islandés no había conocido a muchas mujeres ciegas con poderes especiales, así que sumó dos y dos rápido. Aún así, no hizo ni dijo nada, porque sabía que esa chica tenía unos poderes excepcionales. Podía debilitar a la gente y crear campos de fuerza extraños e invisibles, por muy ciega que fuese eso le hacía muy fácil de defenderse solita. Por no decir que el ¿anciano? fue a ayudarla. No dijo nada tampoco entonces, hasta que el hombre le estrechó la mano. Bryndar tuvo especial cuidado en no apretar de más, y de hecho hace unos meses atrás probablemente le hubiese hecho daño sin querer. Algo bueno de estar en los X-Men era precisamente aprender autocontrol.

Cuando Magneto dijo su nombre, Bryndar alzó una ceja, mirándolo curioso, para acabar apartando la vista hacia sus compañeros de patrulla. Por sus reacciones, se dio cuenta de que no había oído mal: era Magneto, gobernante de Genosha y un peligrosísimo mutante. Bryndar volvió a mirarlo directamente a los ojos y pensó que no era para tanto. Además, él mismo había sido considerado uno de los más peligrosos de la zona de Nueva York, así que le debía al menos una oportunidad. El hecho de que Fiona creyese en él no tenía nada que ver, obviamente. O se convencía a sí mismo de ello.

-Ah sí, el gobernante de Genosha-decidió decir en un tono diplomático con el que no estaba para nada cómodo-. Es un viejo amigo del Profesor, así que no creo que haya problemas porque entre y le ofrezcamos algo, ¿verdad, chicos?

Entonces se giró un poco hacia los demás. Por la chica nueva no podía hablar, pero por lo menos esperaba que Irene y Kevin fuesen lo suficientemente empáticos (bueno, Kevin lo sería, claro) para darse cuenta de que era mejor seguirle el juego. Lo cierto es que su actitud de siempre, tan agresiva y distante, tan antisocial, no ayudaba mucho a que se le pudiese entender sus motivos, pero por lo menos esperaba un poco de respeto aunque sólo fuese hacia un hombre que bien podría suponer un serio problema. Si el mismísimo Magneto venía a la Mansión X sin su traje y su casco, era obvio que habría algún tema que no podía esperar.

Kevin no apartó la vista del visitante salvo cuando Irene estuvo a punto de chocarse con él. Entonces tan sólo desvió la mirada hacia ella y luego hacia el hombre, algo que, al carecer de iris o pupila, se advertía sólo por el movimiento del punto luminoso que brillaba en sus ojos. La chica se giró entonces hacia él, ofreciéndose a buscar a quien viniera a ver. La otra alumna decía que no tenía idea de dónde se encontraba el profesor. Kevin tampoco... Lo más seguro era que estuviera en su despacho, pero no podía asegurarlo. Cuando se movió hacia atrás, la chica nueva estuvo a punto de tirar un jarrón.

Lo cogió al vuelo, algo que no esperaba que hiciera. No le había dado tiempo de usar el escaso don telecinético que poseía, pero si el susto del jarrón le había puesto alerta, el hecho de que el visitante se acercara a ella lo hizo aún más. Dio un paso hacia adelante, bajando por fin la escalera, pero no avanzó más. Al parecer, su intención había sido la de ayudarla. Tras el incidente, la chica ciega se puso roja, mientras el desconocido le daba un consejo. Entonces dijo su nombre. A Kevin no le sonaba de nada.

Sin embargo, a Bryndar sí. Cuando su compañero le reconoció, la expresión de Kevin se alteró ligeramente. Sus cejas subieron un poco. Casi no se notaba, pero en él era una manera de expresar sorpresa. ¡Un gobernante, nada menos! El lugar que mencionó su compañero no le sonaba. Le gustaban las clases de geografía, pero no recordaba ningún país con ese nombre. Y al parecer era viejo amigo del profesor.

Pues sí que mantiene buenas relaciones con las altas esferas...

Entonces Kevin se percató de algo. Bryndar estaba siendo educado. Inusualmente educado, y de hecho incluso más de lo que había sido antes de saber su nombre. Y eso solía ser lo máximo que se podía esperar del normalmente rudo islandés. Teniendo en cuenta que nunca había tenido ese trato con otras figuras de autoridad, ¿por qué con aquel hombre sí? Extrañado, Kevin se dijo que era mejor hacer como si nada. A fin de cuentas, él solía ser educado, incluso si prefería quedarse al margen cuando había desconocidos de por medio.

Kevin dijo algo entonces en lengua de signos. Sabía que era muy posible que ninguno de sus compañeros lo entendiese, pero eso no importaba. El tal Lensherr no tenía por qué saber que al mismo tiempo estaba usando la telepatía.

-Voy a avisar al profesor, es posible que esté en su despacho. No tardaré, si alguien quiere venir también adelante... pero que no se quede solo, es una visita, les transmitió. Acto seguido echó una carrera, perdiéndose de vista en el primer recodo del pasillo mientras iba al despacho de Xavier. El ruidillo de los pies descalzos no tardó mucho en apagarse.

Cuando la chica nueva a la que apenas había visto se chocó contra el mueble, derribó el jarrón y se lanzó en plancha a recogerlo, Irene también dio un paso adelante, no porque temiera que el hombre pudiera hacerle algo, sino porque la pobre se había dado un costalazo tremendo y su primera intención había sido ir a ayudarla. Pero no hubo a lugar, y la española volvió a quedarse quieta. Y quieta se quedó, más bien helada en el sitio, cuando escuchó el nombre.

En contra de lo que pudiera parecer, dado que era la que menos tiempo llevaba después de Dianne, Irene sí que lo reconoció. Kitty lo había mencionado días atrás, en la primera excursión desastrosa a Nueva York, cuando casi la habían atracado y había conocido a Fauna. Le había hablado de la Hermandad de Mutantes, de Magneto, de Mística y de Genosha, entre otras muchas cosas. No estaba muy segura de qué conclusiones sacar de lo que le había contado, ni de cuales eran los sentimientos de la veterana al respecto, pero sabía que había estado tantas veces del lado de los X-Men como en su contra. Cambió el peso de un pie a otro en un gesto de nerviosismo. Por lo menos, podía llegar a la conclusión de que no había venido en busca de pelea, porque de haberlo hecho no se habría presentado solo, en la puerta principal, vestido como una persona normal, y haciendo gala de una educación exquisita. Y lo mejor sería, pensó, que la cosa siguiera en ese estado.

No era la única que había reconocido el nombre, algo que dedujo de una actitud diplomática de Bryndar que casi la dejó más anonadada que la presencia del propio Lehnsherr. Más que nada porque Mr. Achicharro Zombis Porque Sí no era, por lo que sabía, una persona paciente y dada a sentarse y tomar un té. Pero Irene estaba agradecida por la variación, porque lo último que quería era meterse en un combate con aquel tipo. Le gustaban sus huesos enteros, muchas gracias.

Kevin les comunicó que iría a buscar al profesor. Lo hizo con el código de los sordomudos, aunque Irene solo podía suponer esto último porque ella no tenía ni idea y el mensaje le llegó por telepatía. Por un instante pensó en acompañar al otro chico, pero se decidió en contra. No era como si Kevin fuera a tener problemas en encontrar al profesor. Y ellos tres no podían meter la pata demasiado charlando con su visitante, ¿verdad?

-Uhm… El profesor estará en seguida aquí, seguro- comentó. Si no era Kevin el que le traía, sería su propio estado al borde de un ataque de nervios-. ¿Quiere tomar algo?

Intentó ofrecerle una sonrisa al “invitado”, pero no estaba muy segura de que fuera a ser efectiva. Bueno, no creía que nadie sospechara demasiado, cada vez que tenía que “socializar” con alguien al que acababa de conocer solía estar hecha un manojo de nervios. No tenían por qué saber que en este caso tenía razones de peso para comportarse así.

Normalmente le daba tiempo a activar un escudo a su alrededor para no recibir daño, pero en aquella ocasión no fue tan rápida o directamente los nervios no le permitieron hacerlo. El costado le dolía ahora bastante, algo normal debido a que se acababa de lanzar en plancha sobre el suelo. Y, por si no fuera suficiente, tuvo que aceptar la ayuda del caballeroso invitado. No es que no le agradara, es que aquello hacía más incapié en su torpeza y acrecentaba su vergüenza (y con ello el rubor de su rostro).

-Creo que deberías preocuparte más por tu estado que por el del jarrón. Lo inanimado puede recomponerse fácilmente, no así las personas – dijo el caballero en un tono un poco filosófico.

-S...si, tiene razón.-balbuceó tímidamente mientras recuperaba su bastón del suelo.- Estoy bien...muchas gracias.

Mientras se sacudía la ropa y la intentaba recolocar bien en su sitio, el invitado se paso a presentar:

-Erik Lehnsherr. Probablemente habréis oído hablar de mi, aunque en tonos muy sensacionalistas.

¿Quién? No tenía ni idea de quién era, aunque al parecer lo debía tener en cuenta. No pudo disimular su mueca interrogante pero tampoco pensó en preguntar. Ya se enteraría de quién era si le seguía escuchando o al menos eso creía.

-Ah sí, el gobernante de Genosha. Es un viejo amigo del Profesor, así que no creo que haya problemas porque entre y le ofrezcamos algo, ¿verdad, chicos?

Bryndar dio algo más de información. Gobernante de Genosha, lugar que desde luego ella no conocía, y, al parecer, amigo del profesor X. Aunque su tono era amable para con su invitado, ella saboreaba la tensión del ambiente.

-Voy a avisar al profesor, es posible que esté en su despacho. No tardaré, si alguien quiere venir también adelante... pero que no se quede solo, es una visita

No pudo evitar llevarse las manos incomoda ante aquello. No lo había escuchado de forma normal, si no en su mente. Uno de los alumnos era telépata y había tomado la iniciativa de ir a buscar al profesor. No le gustaban los telépatas, podían introducirse en su mente y eso era un ataque a su intimidad. Pero con Xavier tuvo que hacer un esfuerzo y, debería hacer lo mismo con los demás alumnos.

-Uhm… El profesor estará en seguida aquí, seguro¿Quiere tomar algo?

La otra chica ofreció algo al invitado mientras el chico de la telepatía desaparecía por los pasillos superiores, aunque ella aun percibía de forma muy sutil sus suaves pasos descalzos, extintos practicamente ya en la lejanía. Ella sabía preparar el té bastante bien, pero no sabía ni donde estaba la cocina y decidió que mejor no decir nada y estarse calladita, no fuera que lo estropeara de nuevo.

Offrol:

La actitud de los muchachos había cambiado en el momento en que había dejado caer el nombre cual pesada losa de plomo, sustituída su confusión por una cierta tensión y rigidez. No les podía culpar - no le conocían, y su "palmarés" era lo suficientemente largo y confuso como para "no saber qué hacer con él". Sonrió abiertamente para reducir lo que se pudiese.

- Si, un té estaría bien, gracias. Será mejor que entremos... nunca se sabe cuándo puede haber un par de ojos curiosos - dijo, restando importancia a su presencia allí.

Así pues, se adentró un poco en la casa, dirigiéndose sin guía (después de todo, conocía esa casa como si hubiera sido la suya) hasta la sala que Charles usaba para las visitas no-mutantes. No quería incomodar al resto de individuos de la casa, y sabía de sobras que esa sala ya era una advertencia siempre para cualquier otro. Si no recordaba mal, había una luz en según que pasillos para indicar que había gente no-mutante allí y que deberían ser sigilosos...

Y efectivamente, en menos de veinte segundos, una cierta figura muy reconocible por Magneto había entrado por la puerta cubierto de un sistema holográfico que le hacía parecer un elegante investigador.

- Buenos días, soy el Doctor McCoy, el señor Xavier está oc... - se paró en seco al subir la vista después de empezar la parafernalia habitual - ...Magnus. ¿Qué te trae por aquí? - dijo mientras pulsaba un botón y volvía a su azulada forma de siempre.

El tono era coloquial, relajado. Quizás ya le habían visto a la legua. O quizás había sido Logan quien le había olisqueado. En cualquier caso, poco importaba ya.

- Vengo a hablar con Charles, aunque cualquiera de la Patrulla me bastaría para empezar - se giró, hablando tanto a Bestia como a los muchachos que le habían abierto la puerta - Supongo que estaréis al tanto de los extraños acontecimientos ocurridos hace muy poco...

[OOC : Al ser Bestia un PNJ, sentios libres de usarlo al gusto]

El hombre parecía moverse por la casa como si la conociese, y seguramente mejor que Bryndar, que llevaba sólo unos cuantos meses allí, a pesar de no ser el más nuevo ni tampoco el segundo. Irene había llegado poco después de su llegada y ahora estaba la chica ciega, cuyo nombre ahora mismo no recordaba bien, ni le interesaba, ya que estaba bien después de la caída y el puto mismísimo Magneto seguía en la casa. Qué coincidencia que Xavier esté ocupado y no lo haya detectado antes de llegar a la puerta, ¿eh? Realmente pensaba que había algún truco esperando tras la esquina, pero no creía que fuese a atacarles. Podría ser poderoso, pero ahora tenía delante suya a varios mutantes e incluso Bestia, que ya tenía experiencia en pelear con él. Además, seguro que no era tan duro.

Lejos de mostrar nerviosismo, Bryndar se apoyó en una pared y se cruzó de brazos, con una pinta de malote que haría las delicias de cualquier serie de instituto americano. Era su propia manera de enfrentar las situaciones incómodas, mostrarse más fuerte e intimidante de lo que en realidad era. Y aquella era precisamente la actitud que había provocado la antipatía de la mayoría de los miembros de aquella escuela, pero el islandés no iba a cambiar su forma de ser sólo porque una pandilla de niñatos no le aceptaban. El mundo entero no lo hacía, así que e podían ir al cuerno. En todo momento no apartó sus ojos de Magneto, aunque si éste era lo suficientemente empático y le dedicaba algunos segundos a devolverle la mirada, notaría en él la curiosidad mal enmascarada.

-Sí, el choque ese de mundos. Toda una molestia, con esos zombis peligrosos y ciudades brotaron de la puta nada-respondió el islandés a lo dicho por Magneto. ¿Era ésa su razón para estar aquí? ¿Qué pretendía, tomar el té y discutir las implicaciones de tal evento? Menudo coñazo.

El estudio del profesor resultó estar vacío. Kevin había llamado a la puerta, y al no haber respuesta sondeó el interior. No detectó que hubiera nadie dentro. El joven mutante esperaba encontrar a su mentor lo antes posible pero parecía que no iba a ser tan sencillo. Probó a buscar en la biblioteca y se acercó hasta la cámara que el profesor llamaba "de Cerebro". Naturalmente, no pudo entrar, pero hizo como en el estudio para averiguar si percibía su mente tras la enorme puerta blindada. Al no ser así, Kevin se dijo que tal vez había salido, quizá durante su entrenamiento, razón por la que no se había percatado.

En vista del resultado de su búsqueda decidió buscar a algún otro profesor, pero el horario de clases había terminado hacía rato y no parecía que fuera a haber nadie en la sala de reunión. La sala del peligro también estaba vacía. Se propuso buscar más ampliamente con la telepatía, y justo cuando empezó a sondear, una mente que conocía resaltó casi al momento. Y justo en la habitación donde se encontraban sus compañeros y el tal Lensherr. Algo más tranquilo, recorrió el trayecto de vuelta sabiendo que podía contar con el doctor McCoy para atender el asunto. Antes de entrar en el cuarto, Kevin vio que Irene y la chica ciega se habían marchado, y sólo estaban Bryndar, el doctor McCoy y Lensherr. Al aparecer en el umbral hizo una serie de gestos mirando hacia Bestia.

-No he encontrado al profesor Xavier, doctor McCoy. Es posible que haya salido a atender algo fuera de la escuela - transmitió mentalmente al tiempo que gesticulaba.

McCoy ya lo sabía y no parecía muy alegre de ello. O tal vez era sólo la presencia de Lensherr la que le hacía mantener esa cara de póker. Luego de un leve asentimiento en su dirección, el joven atravesó el umbral silenciosamente y se puso cerca de su compañero, aunque su postura y actitud distaban mucho de la del islandés. Mientras él aparentaba ser hosco, Kevin simplemente apoyaba su peso en una pierna, dejando una mano en el bolsillo mientras con la otra se rascaba distraídamente la oreja. Como en la entrada, observaba al caballero de pelo blanco, sin emoción aparente. Sus ojos no daban ni esperaban recibir nada, y la boca, cuyas comisuras estaban separadas de las orejas unos cinco centímetros, se mantenía cerrada sin formar ninguna mueca. Entretanto, Bestia se encaró con su... invitado.

-Bueno, como estaba a punto de decir, Charles está fuera ahora mismo, así que espero que no te importe que sea yo quien te atienda. En cuanto a los últimos sucesos, estamos enterados... aunque las causas aún son desconocidas. Hace tan sólo unas horas que empezamos a investigar, usando cada uno su especialidad, pero carecemos de resultados por el momento - admitió McCoy sin perder su mirada seria -. En cualquier caso, sé que tienes tus propios medios para enterarte de las cosas, Magnus. ¿Por qué motivo has venido exactamente?

El hombre frente a ellos sonrió. Estaba claro que sabía el efecto que estaba causando, pero también que estaba intentando aliviar la tensión. Aceptó el ofrecimiento de algo para tomar, pidiendo un té, para luego adentrarse en la casa, avanzando por ella como si la conociera a la perfección. Claro que Irene tenía la idea de que sí, a fin de cuentas debía conocerla. Bryndar iba detrás de él, y segundos después vio la figura de Bestia llegando desde otro punto, así que la española se relajó un poco. Bueno, si estaba uno de los profesores, no habría problema, ¿verdad? Y no es que conociera demasiado al doctor McCoy, pero daba la sensación de ser una persona razonable. Al menos tenía la certeza de que nadie podía meter la pata tanto como para que acabaran a tortazos. Pero era mejor que no lo dijera muy alto, no fuera a gafarla.

Se volvió a la otra chica, intentando parecer calmada, aunque no estaba realmente segura del éxito que pudiera estar cosechando. No mucho, seguramente.

-Bueno, mejor será que vaya a por ese té. ¿Vienes?

La verdad es que no estaba segura de por qué le había preguntado si quería ir con ella, no es como si fueran a ser necesarias dos personas para preparar el té, pero la chica casi tan perdida como ella lo había estado en su primera semana en aquel lugar. Le daba un poco de cosa dejarla allí sola, pero tampoco es como si fuera a obligarla a ir con ella. Esperó a que le diera una respuesta, antes de encaminarse hacia la cocina.

OOC:

Siguió en silencio a los reunidos hasta la sala de estar o la sala donde solían recibir a los invitados. Lo que estaba claro es que aquel hombre, el supuesto hombre importante, ya conocía el lugar. Quizás formó parte de aquello tiempo atrás, pero no preguntaría, al menos no ahora. Quizás luego indagaría. No siempre podía investigar sobre alguien y al menos eso podría entretenerla.

Allí, una vez todos en la sala, el doctor MacCoy hizo acto de presencia para recibir al invitado y conversar así con el. La rubia empezaba a sentirse incomoda, ¿estaría bien quedarse allí? Seguramente deberían irse todos los alumnos y dejar a los adultos hablar. Bueno, no es que ella fuera una cría pero se sentía fuera de lugar, aunque a la par sentía intriga. El señor Lehnsherr quería tratar los sucesos que acaecieron días atrás y dejaron el mundo hecho un completo caos. Por un momento pensó que las dudas que quedaron tras aquel día quizás, y solo quizás pudieran ser resueltas ahora. Mencionaron zombies y otros bichos, vaya, así que no fue la única que tuvo que enfrentarse a cosas inesperadas. Pero daba igual lo que dijeran, al parecer Xavier no se encontraba allí y MacCoy no creía que esas fueran los verdaderos intereses del caballero en acudir a la escuela aquel día.

Se sorprendió ante la invitación repentina de la otra chica a que fuera con ella a preparar el té. Por un momento sintió que estaba tratando de parecer calmada, pero cualquiera estaría algo inquieto ante aquella situación. Asintió con timidez y se dispuso a seguirla guiándose con ayuda de su bastón.

Ah, el infalible McCoy. Charles probablemente habría sido más diplomático, pero la buena Bestia, como científico que era, le gustaba diseccionar y olvidarse de florituras. O quizás era esa parte feral que le recubría por todos lados... No era quien para preguntarselo, y la verdad, no le importaba. Suspiró ligeramente antes de mirar a Bestia a los ojos, y de refilón a los muchachos. Las chicas habían decidido retirarse en busca del té, mientras que los muchachos habían decidido "hacer guardia", al menos hasta la aparición de McCoy que les hizo relajarse ligeramente... al menos, uno de ellos.

Notó la mirada de Bryndar en su nuca... inquieto, pero observador. Le observaba de forma demasiado directa como para no darse cuenta de ello... Lo anotó mentalmente, quizás debería hablar con él... a solas, más tarde. Reconocía esa mirada en los ojos y no era la primera vez que la había visto... pero eso, para más tarde... hora de quitarse la máscara. Cogió aliento antes de lanzar la verdadera razón por la que había venido a la Mansión X. Había venido como gobernante de Genosha, no como Magneto el Terrorista. Y haría lo que era necesario para su pueblo.

- Ese era uno de los temas de lo que hablar con Charles... porque no sólo es el cambio de mundo lo que nos afecta... No sólo son los enemigos directos que parece que os habéis enfrentado, Bryndar - dijo sin mirarle, sus ojos fijos en Bestia, mostrando que ni mentía ni iba a esconderse - sino aquellos que se agazapan y pueden amenazar no sólo a los mutantes, sino a otros metahumanos, deidades, seres místicos o demonios. Ahmal Farouk ha vuelto, y más poderoso que nunca - terminó, al mismo tiempo que los ojos de Bestia se abrieron de par en par.

- Magnus... ¿estás completamente seguro? La última vez que le vimos, fue absorbido por... - se paró de seco. Claro. Todo tenía sentido - ...un portal a otra dimensión... Oh, rayos.

Magneto asintió con la cabeza... no era complicado sumar dos y dos. Bestia sacudió la cabeza y explicó abiertamente la identidad de ese ser que Magneto había mencionado.

- Ahmal Farouk, también conocido como El Rey Sombra. Uno de los mayores telépatas del mundo conocido, perfectamente capaz de rivalizar con el Profesor. Ni siquiera tiene forma definida, no es más que un fantasma con una mente... pero una mente muy poderosa. Puede sugestionar, volver a los amigos entre sí, incluso poseer a alguien y tener sus poderes. Intentó poseer al Profesor en más de una ocasión pero fue rechazado. En su último intento de dominar a Lionheart, fue encerrado en un colgante y cayó en otra dimensión... ¿Tienes pruebas de lo que dices? - se acercó rápidamente a Magneto, el cual sin inmutarse sacó lo que parecía una pequeña memoria USB que entregó en la gigantesca mano del mutante azul.

Magneto dejó que las palabras de McCoy resonasen en los oídos de todos los presentes antes de proseguir.

- Por eso he acudido a Charles. Necesito proteger a Genosha de los ataques psiónicos del Rey Sombra, y colaborar para acabar con él si es necesario... Sospecho que irá a por la gente que no le conoce o que no pueda defenderse de él, de crear un nuevo ejército, esta vez con superhumanos... Es capaz de volver a la gente entre sí, y lo que es una paz y un lugar para todos los mutantes del globo podría convertirse en una horrible guerra civil entre mutantes. Quiero, al igual que vosotros ofrecéis un sitio protector para aquellos que han despertado, mantener Genosha como un pequeño reducto de órden dentro del horrible caos que se ha formado con esta unión. ¿Acaso no es lo que queremos todos, un lugar al que poder llamar "hogar"? - dijo claramente, como una pregunta retórica... pero cualquiera que tuviera dudas en su corazón pensaría en ellas largo y tendido...

¿Rey Sombra? La lista de sus capacidades se le antojaba increíble. ¿Cómo iban ellos a parar a semejante criatura? Si no tenia cuerpo físico definido no sele podía dañar, así que sólo los telépatas podrían hacerle frente. Kevin y el Profesor eran los únicos que conocían y, aunque el Profe no había dado muestras de poder extraordinarias delante de Bryndar, había oído varias veces que seguramente era el telépata más poderoso de la Tierra. Kevin, en cambio, funcionaba de otro modo, aunque no se le borraba de la mente lo que le había hecho al Ángel-zombie. Si alguna vez se lo hacía a alguien que no se lo mereciese... pues no sabría qué hacer. En ciertos aspectos Kevin era como un niño y no estaba seguro de si se daba cuenta del todo de las implicaciones morales de sus poderes. Para colmo de males, tampoco es como si él mismo fuese una hermanita de la caridad, siempre acababa rompiendo un montón de cosas cuando peleaba. A veces la diferencia entre él y Juggernaut era que él lanzaba brillos de vez en cuando.

El caso es que un ejército de super-seres era algo a tener en cuenta. Bryndar estaba acostumbrado a enfrentarse a algún que otro super-villano (y súper-héroe) y la idea de que tuviese que enrentarse a todo un largo elenco de enemigos con diversos poderes le mareaba. Bueno, también le producía una especie de espectación, ¿hasta dónde sería capaz de llegar? Pero el precio a pagar, su vida, era demasiado elevado. No tenía claro qué podría hacer él para ayudar en este asunto tan complicado, así que se limitó a seguir observando a Magneto, hasta que éste empezó a hablar de nuevo. Si éste hubiese lanzado una granada a sus pies, hubiese conseguido casi el mismo efecto.

Apartó la mirada a otro lado, fingiendo estar bien, cuando no pudo evitar fruncir el ceño. Un hogar era algo que no había tenido en muchos años y prácticamente había perdido la esperanza de tener uno. Las palabras de Magneto le calaron más hondo porque hacía poco tiempo se había vuelto a reunir con Fiona, y ésta le había contado las maravillas y excelencias de Genosha. Incluso le dijo que podrían tener una forma de mejorar su traje o estudiar su mutación para que no lo necesitase, porque tenían una tecnología más avanzada. Era todo tan... tan... tenía que ser mentira. Tenía que haber algo malo en todo aquello. Magneto pediría algo a cambio, ¿obediencia absoluta, tal vez? Fiona iba muy por libre, pero nuevamente, Fiona era imposible de atar por los métodos normales. En todo caso, las dudas que tenía desde siempre afloraron y le hicieron mirar hacia la ventana, abstrayéndose unos momentos de la conversación principal que se estaba haciendo.

Al parecer, lo que quiera que le estuviera pasando al mundo no había traído únicamente terremotos y versiones no muertas de gente conocida. Mientras Lensherr relataba lo que sabía, Kevin mantenía la misma cara, pero su mente distaba mucho de estar quieta. Lo cierto es que sabía aún poco de todo lo que había que saber sobre la mansión, sobre sus habitantes y el pasado de ambas cosas, por lo que todo lo relacionado con el Rey Sombra era nuevo para él. En cierto modo, se identificaba con lo que describía McCoy: un fantasma con mente poderosa. Eso había sido él mismo durante un tiempo, aunque tampoco podía decirse que usara mucho ese poder en aquellos tiempos.

La mención de un intelecto capaz de desafiar a Xavier, aparte del de Jean Grey, le inquietó. El hecho de que no tuviera cuerpo no parecía ser impedimento para él. A pesar de sus emociones contenidas, sintió cierto temor. No le atraía nada la idea de que un telépata controlara a sus compañeros, o peor aún, que le controlara a él para volverle en contra de los demás. Había pasado demasiado tiempo solo, y ahora que más o menos empezaba a sentirse bien con gente a su alrededor (al menos gente conocida y que no le juzgaba por su apariencia), no le gustaba la idea de perjudicarles, ni tan siquiera involuntariamente.

Mientras le daba vueltas a todo eso, Lensherr expuso sus sospechas y, de una manera algo rebuscada, parecía buscar la ayuda de Xavier. Kevin no sabía absolutamente nada sobre Genosha, pero si era algo similar a lo aquello en que se había convertido la mansión para él, estaba seguro de que el profesor ayudaría. Y él también.

Bestia seguía sin estar del todo convencido. Magneto había aportado sospechas, no pruebas, pero lo cierto es que si cualquier indicio anunciaba el regreso de Ahmal Farouk, era un peligro a tener en cuenta. Sin embargo, le parecía sincero. Lo suficientemente sincero, al menos.

-No parece que tengas pistas concretas, pero es mejor no correr riesgos innecesarios con un adversario como Farouk. Charles salió para la ciudad hace cerca de una hora. No creo que vaya a tardar mucho en regresar. Puedes esperar aquí, salvo que tengas otros asuntos que atender... - añadió como dejándolo caer.

Ajena a la conversación que se estaba manteniendo en la salita a unos pocos metros, Irene había alcanzado la cocina seguida de la otra chica. No había nadie a parte de ellas dos, lo que resultaba extraño teniendo en cuenta el trajín que solía haber en la casa. Pero antes de comenzar a revolver en la cocina se giró hacia su acompañante, con la que hasta el momento no había mantenido mucha conversación.

-Oye, ¿de verdad estás bien? Te has llevado un buen golpe...

No es que pensara que ella fuera más dura que la otra chica, más bien al contrario, sabía que si hubiera hecho lo que ella para salvar el jarrón, probablemente estaría mucho menos tranquila. Y bueno, era cierto que ella había tirado el jarrón, pero había sido impresionante cómo lo había cogido al vuelo. Tenía muchos más reflejos que Irene, eso desde luego. Pero seguía pensando que había sido un golpe de aúpa, y tal vez lo mejor era que se sentara sin una visita delante y estar tranquila un rato. Luego se dio cuenta de que tal vez no sería muy tranquilizador estar con alguien del que ni siquiera sabía el nombre, y se dio un golpe en la frente en un gesto que indicaba lo estúpida que se sentía.

-Uhm... No me he presentado, ¿verdad? Me llamo Irene. Soy algo nueva aqui, pero si necesitas algo, haré lo que pueda, ¿vale?

Por un segundo, pensó en tenderle la mano, pero luego pensó que el gesto sería estúpido, porque la otra chica no lo vería y se quedaría como un pasmarote con la mano extendida. En cambio, se giró para llevar a cabo la labor que había emprendido: preparar el té para la visita. No tardó mucho en encontrar una tetera metálica, y aunque nunca había tenido que bregar con una, se hacía muy bien a la idea de cómo podía funcionar, y al poco tiempo la tenía en el fuego calentando el agua. Se las arregló también para encontrar algo de té y todo lo necesario para servirlo, por lo que tras unos pocos minutos solo era necesario a que se acabara de calentar el agua para servirlo. Claro que Irene no era una experta en preparar infusiones, ya que solo había tomado café de vez en cuando, y, ¿para qué necesitabas café cuando los refrescos de cola tenían más cafeína? Pero tampoco podía ser tan complicado, ¿verdad?

Por lo menos, podría conversar un ratito con la otra chica.

-Uhm...

Si es que encontraba algo que decir, claro está.

Tras un camino no especialmente largo pero si silencioso, llegaron a la cocina. Una vez allí Dianne se movió por ella, palpando sus muebles, abriéndolos y averiguando donde y en que lugar estaba todo, reconociéndola y aprendiéndola de memoria. El único problema era que en esa casa vivía mucha gente y dudaba que todos fueran ordenados. Ella necesitaba un entorno ordenado para poder “ver” bien y no perderse. Tenía la extraña sensación de que allí le iba a costar...

Escuchó como la chica servía el agua en la tetera para calentar y se acercó a donde estaba.

-Bueno...si ha dolido algo. Creo que tengo el costado algo lastimado. Pero no pasa nada....fue mi culpa. Aún no conozco bien la casa.

Escuchó como apartaba del fuego la tetera de metal y colocaba el té en su interior.

-Deja que repose cerca de un minuto y luego podrá ser servido.- dijo suavemente tras lo cual sonrió amable a su presentación.- Yo soy Dianne. Gracias, eres muy amable.- olfateó brevemente el té.- Es té verde, ¿verdad?

Era la primera vez que hablaba con alguien sin sentirse incomoda o cohibida. Quizás era que Irene no la intimidaba o no le parecía mala persona. Es como cuando sientes a alguien nada más conocerlo sus vibraciones, si son malas o buenas. Las de ella eran buenas y no sentía que debiera ponerse a la defensiva ni mucho menos.

-Llevemos el té, está listo para ser servido.- Tomó su bastón y se dispuso a seguir a Irene de vuelta.- Si podrías hacer algo por mi...¿podrías hablarme un poco d ella escuela y de la gente aquí?Como de los presentes en la sala...

Magnus miró a un lado y a otro y sacudió un poco la cabeza. McCoy estaba deseando darle con la puerta en las narices. Tampoco podía culparle, la verdad. Había perdido la cuenta de las veces que había tenido problemas. Y sabía que Charles nunca había sido el mismo después de aquello. Y él tampoco. [Nota : Se refiere a la saga de Onslaught]

- No va a pasar nada por unas horas... no me irá mal un descanso. Desde que ha pasado ese amalgamiento no he tenido un sólo respiro. Cientos de piratas y embarcaciones de lujo han aparecido repentinamente en las aguas de Genosha... probablemente no se esperaban algo así.

- Magnus, no me dirás que los has hundido todos, no?

- Claro que no, la ONU habría puesto el grito en el cielo. Pero salvar a la gente y dejarlos en Madagascar ha sido agotador. Eso y cambiar las corrientes marítimas...

- Definitivamente, no creo que te hagan un reportaje en el National Geographic, Erik - dijo la Bestia soltando una sonrisa de suficiencia. Estaba claro que podía soportar a Magneto, pero eso no significaba que no metería las pullas cada vez que pudiera.

Magneto se irguió lentamente, para que le siguiesen con la mirada, y se empezó a encaminar hacia el jardín. No es que la mansión fuera mala, pero si seguía más tiempo allí, recordaría otros momentos y no quería. Además, Logan era capaz de querer meterle una paliza, y no le apetecía que Charles tuviera que redecorar la habitación. Reorganizar la tecnología Shi'Ar era un asco.

- Me quedaré en el jardín, no quiero romper la rutina de los alumnos, después de todo. Aunque soy todo oídos si queréis escuchar de Genosha - dijo con una ligera sonrisilla, ya que McCoy saltó casi al momento poniendose en su cara. Uno a uno.

- NO.VAS.A.LLEVARTE.NINGUN.ALUMNO.DE.AQUI.PARA.TU.EJERCITO - recalcó muy lentamente. No estaba furioso, pero sí molesto. Los chicos estaban en una etapa jóven y eran como hojas al viento. Cualquier empujón en la dirección equivocada y podían ser otro Da Costa. O una Moonstar. o incluso una  Sinclair. A veces no soportaba que la Reina Blanca estuviera al cargo con los chicos jóvenes... y ahora que Charles los había tomado, tenían que cuidarlos, ni siquiera sabían cuántos mutantes había ahora en el mundo...

Magneto simplemente sonrió, se apartó y salió al pasillo, lentamente, dejando que su presencia impregnase la Mansión. Pero se detuvo en el dintel de la puerta. Después de todo, no iba a hacerles el feo de rechazar el té...

[OOC : Magneto puede ser llevado si queréis al jardín para salir del post y que sea más rápido. O que el té llegue en otro post con alguien, al gusto]

-De modo que no están ahora. Muy bien, perdona que te haya molestado, Jarvis.

-¿El Doctor Extraño no está ahora? Entiendo, gracias por las molestias, Wong.

-¿Que los Cuatro Fantásticos no están? Pero ¿Cuánto tiempo llevan...? No pasa nada, perdona las molestias, Roberta.

Ni el amable mayordomo de la Mansión de los Vengadores, ni el obediente ayudante de Stephen, ni siquiera la sorprendentemente emotiva recepcionista robótica del edificio Baxter habían mostrado signos de haberse enfadado en absoluto, pero Xavier podía notar su preocupación. Además, sabía que no le habrían mentido por una buena razón. Desde los eventos de los últimos días, daba la sensación de que todos los héroes se habían ido a resolver la crisis a otro lugar del mundo. Incluso Spiderman parecía ausente, y eso no había pasado nunca, al menos que Xavier pudiera recordar. Por otra parte, no había tenido tiempo de contactar con ellos: todo el asunto del asalto de Nueva York por esas....criaturas había absorbido su tiempo en el momento, y después, había tenido que ocuparse de muchos más mutantes de los que creía. Por enésima vez, se preguntaba si los extraños sucesos habían acelerado el proceso de recuperación de la población mutante.

Sin embargo, una cosa que le había agobiado los últimos días era no haber podido contactar con Magnus. No es que esperase una respuesta de él (desde que fuera gobernador de Genosha, Erik había tenido poco tiempo para mantener el contacto), pero esperaba al menos saber algo de Genosha en general. Sin embargo, ninguna de las cosas que se habían dado en el resto del mundo parecían repetirse en la pequeña isla africana. Xavier recordaba con claridad todos los eventos que habían llevado a la constitución de la nación: de sus siniestros orígenes como dictadura racista hasta el no muy democráctio sistema que Magnus intentaba erigir en medio de tantas dificultades. No ayudaba el hecho de que, desde la dramática reducción de la población mutante, Genosha parecía estar viviendo una etapa de crisis que no le debía en nada a lo que venía sucediendo recientemente. Naturalmente, Magnus no había tratado de contactar en ningún momento con la Escuela: aún quedaba la animosidad y el recuerdo de los viejos combates. Aún así, a pesar de estos problemas, Xavier esperaba haber recibido al menos alguna noticia de su viejo amigo, en especial tras los hechos de Cíclope. En vez de eso, había recibido la misma respuesta una y otra vez: silencio.

Sumido en sus pensamientos, Xavier condujo su coche desde las apretadas (mucho más apretadas que antes, notaba Xavier) calles de Nueva York hasta su escuela. Era evidente que la población habia aumentado dramáticamente en solo unos días, pero lo más extraño de todo era la aparición de los nuevos rascacielos. Charles no había tenido tiempo de verlos hasta ahora, y aunque la mayoria eran imposibles de distinguir de los viejos, otros destacaban de un modo especial: estaba aquel extraño con forma de T en un islote de la costa (aunque, según había oído, llevaba abandonado desde hacía años) y el campus nuevo de la Universidad de Hudson, ese que llamaban Nueva Cartago. Se preguntó cómo serían las ciudades que habían aparecido de la nada en las señales de tráfico (¿Metrópolis? Vaya un nombre extraño para una ciudad de la Costa Este).

Algún día tendría que visitar esos sitios, se dijo Xavier, aunque fuera para asegurarse de que no suponían ningún problema. Mientras tanto, había llegado ya a la Mansión y aparcado el coche en su garaje. Andando con calma a través de de la entrada principal, no se dio cuenta del alboroto hasta que casi se le vino encima. Ahí estaban todos sus jóvenes alumnos: la pobre Dianne parecía estar avergonzada por algo (desde los últimos días había tenido problemas para acostumbrarse a vivir en un lugar ajeno a su hogar familiar, y no podía culparla); Kevin estaba sumido en sus pensamientos, y parecía expectante por algo; Bryndar estaba aún más agitado por alguna razón; e Irene parecía estar un poco avergonzada. Todos parecían moverse de aquí para allá; Dianne e Irene hablaban entre ellas y llevaban una jarra de té. Mmmm, quizá hubiese venido alguien y no lo hubiese notado. Mientras concentraba su mente para rastrear las mentes en torno a la Escuela, se dirigió a Kevin:

-Hola, Kevin ¿Podrías decirme si ha venido alguién? Da la impresión de que tenemos un invitad...

En ese momento, detectó los patrones tradicionales de pensamiento, las ondas que reconocería en cualquier lugar, fuera donde fuera, desde hacía años: Magnus había venido a la Mansión.

-Magneto. Así que ha venido...y está con Bestia. Perdona, Kevin, tengo que dejarte.

Sin saludar a nadie más, Xavier se dirigió a toda prisa a los familiares jardines de la mansión. No sabía las intenciones de Erik, ni si pensaba hacerle algo a Bestia o a sus alumnos, pero una cosa que tenía clara es que no le iba a dejar solo por la Escuela.

[OOC: A partir de ahora, Erik y yo habíamos pensado crear un tema con nuestra conversación, pero quizá vuelva más tarde a este hilo, según el rumbo que tome el nuestro ^^].