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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 [Epílogo de Algo Apesta] Solo quedan los vencidos. (Autoconclusivo)

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Rebecca Logan
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Rebecca Logan


Bando : Villano

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Localización : ¡Yiha, vaquero, mi hogar esta allí donde tengo mi sombrero!
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Humor : ¡Hay una serpiente en mi bota!

Ficha de Personaje
Alias: Cowgirl
Nombre real: Rebecca Logan
Universo: DC Universe

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MensajeTema: [Epílogo de Algo Apesta] Solo quedan los vencidos. (Autoconclusivo)    [Epílogo de Algo Apesta] Solo quedan los vencidos. (Autoconclusivo)   Icon_minitime18th Diciembre 2015, 15:54

La camilla se deslizó sobre el suelo, mientras el equipo se dirigía hacia el ascensor con la marca del puño y la espada que era el símbolo del B.P.R.D. Los agentes empezaron a descargar el Jet, mientras el resto de los implicados, magullados, doloridos y heridos, ponían rumbo hacia la enfermería. Muchos habían recibido las curas en el avión, o su regeneración estaba obrando milagros en sus cuerpos, curándose mas rápido. No era el caso de la mujer que ahora se encontraba tendida e inmovilizada sobre la camilla. Durante el viaje se había despertado dos veces más, una de ellas, tuvieron que volver a noquearla a causa de su repentino despertar, pero finalmente y por precaución decidieron sedarla. Tom Manning salió a su encuentro mientras se secaba el rostro con un pañuelo, con expresión agobiada.

- Bueno, ¿Qué ha pasado? ¿Hemos ganado? - asedió mientras se unía a la comitiva, que bajaba del ascensor.

- Yo no usaría esa palabra. - respondió Abe, haciendo aspiraciones profundas para aprovechar la hidratación extra del collarín, antes de poder meterse en el tanque.

- ¿Qué quieres decir con eso? - preguntó el director, visiblemente alterado.

- Victoria ya no es un problema, para el mundo al menos. - contestó con su tranquilidad habitual.

Manning se tranquilizó, poniéndose una mano en el pecho y suspirando profundamente. Levantó la vista con una media sonrisa, y entonces se dio cuenta de que detrás suya llevaban a alguien en una camilla. Le echó un vistazo sobre el hombro, y al volver la vista se encontró a Krauss andando junto a Azul.

- En... entonces ya esta ¿no? - sonrió con nerviosismo, volviendo a buscar con la mirada. - ¿Donde está Rojo? No lo veo. - el director del B.P.R.D ya se había habituado un poco al comportamiento anárquico del demonio, que a veces no notificaba sus vueltas como debía, y que a pesar de sus continuas represalias seguía actuando a voluntad, saliendo y entrando como quería.

- Se ha quedado en África. Tenía que hacer una investigación importante. No creo que tarde mas de una o dos semanas en volver. - le notificó, con su tono calmo Abe, mientras apretaba más el paso.

- Ah, bien. Bien, bien. - asintió Manning con esa expresión como de enorme bulldog, mirando a la joven en la camilla. - ¿Y que le ha pasado a...?- Intentó hacer un esfuerzo por recordar el nombre, pero tenía tantas cosas en la cabeza que no fue capaz.

- Rebecca sufre una posesión. Está terriblemente afectada, y aún no sabemos las implicaciones que esto tenga. Necesitamos tenerla vigilada. - explicó, convencido.

Manning abrió mucho los ojos, miró a Abe, luego a Krauss, y se vió obligado a separarse un momento cuando dejaron pasar a la camilla entre ellos, que se metió en una zona acristalada, donde empezaron a monitorizarla con un equipo médico de lo mas avanzado. Mientras le atendían, las puertas se cerraron con un suave soplido hermético.

- Quieres decir que tiene... una... "cosa" ¿Dentro? - el director se asomó por encima, para luego encontrarse de nuevo con ambos.

- Aún no estamos del todo segurros de qué es, perro lo mas factible es pensarr que podrrria trratarrse de el caballo Victorria. - intervino Krauss, por primera vez. Un silencio denso se instauró entre todos los presentes.

- ¿Aqui? - preguntó entonces Manning, sin poder creerse lo que oía. - Q... ¿El jinete está aquí? Madre mía... Vale, centrémonos... ¿Hay algo que podáis hacer para sacárselo? Es igual, casi prefiero ni saberlo...- dijo entonces, echando mano a su bolsillo, desesperado. Sacó su bote de píldoras y se tomó un par de golpe, volviendo a guardar el frasco. - Me aseguraré de que no le falte de nada... Cualquier cosa, por favor, notificádmela al instante... Cuento con tu juicio Abe. Me alegro de teneros de vuelta...- dijo, mientras volvía a secarse el sudor con el pañuelo.

- Gracias director Manning. Esperemos que se pueda hacer algo... - Agradeció Abe.

- Sí, sí, lo que sea... Señor, voy a necesitar más antiácidos después de esto... ¡Y eso que aún no ha vuelto Rojo!- musitó, mientras se daba la vuelta y empezaba a andar hacia su despacho. - Y agente Sapiens, espero un informe de todo en cuanto puedan en mi despacho. - añadió, antes de que sus gruñidos se distorsionaran a causa del eco.

Ambos agentes se miraron, y luego a Sloan, y Kate, que contemplaron a través del cristal la silueta de la vaquera, ahora reducida a un cuerpo inerte. Manning había sido muy amable, pero se le notaba muy nervioso. Sabía que a pesar de llevar mucho tiempo haciéndose cargo del legado que había dejado Broom, aún se encontraba incómodo cuando se trataba de seres como ellos.

- Deberíamos estar atentos a cualquier cambio que pudiera darse en estas 24 horas. - dijo azul, mirándolos a todos. En ese momento un grito atrajo la atención de los presentes hacia la mujer rubia, que se retorcía en la cama a la que se encontraba amarrada con correas. No fue un espectáculo fácil de ver para ninguno. Haciendo un esfuerzo, los asistentes volvieron a sedarla, haciendo que quedara de nuevo quieta, para asegurar su respiración, le pusieron una mascara de oxígeno, y luego, curaron la hinchazón que los golpes habían provocado en su rostro. Con un suspiro, entraron en la sala contigua, dispuestos a que echaran un vistazo mas profundo a sus heridas.

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- No podremos mantenerla sedada siempre. - suspiró Azul apoyado contra el cristal. Después de un par de horas en el tanque se encontraba mucho mejor, pero su desasosiego le impedía descansar, sabiendo lo que estaba pasando.

Sloan, después de una visita a la cafetería, se encontraba bastante mejor. Había comido, no hasta quedar saciado, claro, porque eso era muy improbable en alguien que tenía en su interior una entidad como la que él había mostrado ser. Había demostrado una devoción a la vaquera que sin duda dejaba claro su respeto y cariño mutuo.

- Creo que lo mejor sería...- Azul carraspeó, tomándose un momento para encontrar las palabras. - Inducirle un coma químico. Algo que asegure que no se despertará y estará fuera de control.- dijo, esperando alguna respuesta de Sloan. El joven se acarició la nuca, durante un momento, mientras parecía divagar. Aunque con él nunca se sabía.

- Consciente, sufre. No sólo lo parece. Es un hecho. - dijo azul quitando su mano del cristal que los separaba de ella. - Existen ciertos riesgos, pero son mínimos si tenemos en cuenta que, a ese nivel, el dolor la matará si permanece demasiado tiempo despierta. - la mano de azul se posó en el hombro de Sloan. - Tu eres su amigo. Eres su "segundo de a bordo". Creo que si alguien tuviera que tomar la decisión...- explicó, sabiendo a lo que le estaba exponiendo. Al hacerlo, estaría decidiendo sobre ella, tomando una responsabilidad muy alta. Aunque incluso si se negara, alguien tendría que tomar la decisión tarde o temprano, a menos que quisieran arriesgarse dejándola consciente. No podían permitírselo. No sin saber qué podría pasar. Después de inspirar, y suspirar muy profundamente, Sloan cerró los ojos durante un buen rato, luego, buscó a Abe con la mirada, se rascó la barba y asintió, sin decir nada. Tampoco es como si hubiese sido necesario hacerlo.

La jeringuilla se introdujo en la vía que tenía colocada en el brazo, y los químicos se vertieron en el interior de su torrente sanguíneo. El equipo médico salió de la habitación, los observó y asintieron con la cabeza, antes de relevarse con otros compañeros. Azul entró en la habitación un momento, colocando una de las manos de Rebecca que pendía a un lado de la cama sobre el colchón, dejándola reposar. No habría que volver a preocuparse por sus ataques. Al menos por el momento.

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- No está remitiendo, no podrremos frrenarrlo. Hace dos días que esta en coma, y lo que sea que tiene en las pierrnas está subiendo porr el trronco. No estamos segurros de lo que es, y si sigue extendiendose acabarrá llegando a la zona de los órganos prrincipales. - la voz de Johan Krauss silbó cuando el traje volvió a soltar la presión. Poco a poco se había ido recuperando, pero el dilema de Rebecca no dejaba descansar del todo a los miembros más activos del B.P.R.D

- Le he dicho todo lo que sé. Hemos probado todo lo que se nos ha ocurrido. Sorbemaleficios, detectores, reikis, limpieza de almas, purificación. Sea lo que sea no reacciona. Un par de nuestros agentes han intentado un exorcismo, y no ha dado muestra alguna de funcionar. Ni siquiera ha reaccionado. - explicó el hombre pez, apoyado en la pared de enfrente de la habitación. Se mantenía con los brazos cruzados, mirando al suelo.

El silencio se instauró entre ellos, como una niebla densa. Fue tan sepulcral que por encima del zumbido de las máquinas de la habitación contigua, se escuchaban los taconeos lejanos de alguien caminando por un pasillo, fuera de su vista. Estuvieron sin decir nada durante unos minutos, hasta que al fin, alguien rompió el silencio.

- Podría intentarlo. - sugirió Abe, mirando al alemán. El silencio volvió. Últimamente tenía la sensación de estar exigiendo a sus compañeros todo lo que podían dar de si. Nunca había sido partidario de ir pidiendo a los demás, ni tampoco de imponer sus creencias, pero la situación se volvía desesperada, y como rezaba el dicho, “Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas”.

- Ya se lo he explicado, agente. No es posible. Incluso si me prrestarra parra algo de esta índole, la situación es demasiado compleja parra contrrolarrla. Podría desencadenarr efectos muy desfavorrables parra ambos. En el mejorr de los casos, quizá no llegarra a matarrla. - explicó por fin el alemán, con una voz severa, con cierta reserva.

- Si no lo hace, va a poseerla por completo. - expuso Abe, mirando intensamente a Krauss.

- Agente Sapiens, porr favorr. Entienda la situación. Los cuerrpos orrgánicos tienen unas capacidades concrretas parra rresistirr las prresencias. Ya me ha dicho que Rebecca sigue consciente en su interriorr, y si tal cual crree usted, Victorria también está ahí, su cuerrpo no serría capaz de admitirr una terrcerra prresencia. Incluso si lo consiguierra, convertirríamos su cuerrpo en nuestrro campo de batalla. ¿Crree de verrdad que es lo mejorr?- preguntó, no como una recriminación, si no buscando una opinión sincera.

- Doctor Krauss, créame, si hubiera otra opción, ni se lo plantearía. Pero he analizado sus datos. Las ondas T siguen activas. Incluso en coma está sintiendo dolor. - Abe negó con la cabeza, lamentándose.

- Podrría serr otrra cosa. - musitó el doctor, nada convencido.

- Es dolor. - aseguró Azul.

El silencio volvió. Tan sólo se escuchaba el ruido del equipamiento médico, y los silbidos que a menudo producía el traje de Krauss al dejar escapar la presión.

- Nos hemos quedado sin opciones, ¿verrdad?- preguntó el alemán, con un tono poco acostumbrado en el. Azul no respondió, pero le remitió una de esas miradas negras y profundas. Con un suspiro, que esta vez no provenía del traje, comenzó a andar uniéndose al paseo de Abe. - Entiende las posibles rreperrcusiones, Ella podrría morrir. - hizo una pausa. - Yo podrría morrir. - aseveró, haciendo que detuvieran su marcha. Azul tenía un ictus que era serio hasta para él. Reflexionó durante varios minutos.

- Hablaré con Sloan. Lo prepararemos todo. - dijo, después. El alemán hizo un gesto afirmativo. Luego se dió la vuelta y puso rumbo a la biblioteca.

- La agente Sherrman volvió anoche. Deberría inforrmarrla también. - añadió, dispuesto a pasar unos minutos reflexionando sobre la decisión que acababan de tomar. Se disponía a buscar toda la información posible, aunque claro. Eso no era una ciencia exacta. No sólo arriesgaba su vida. Si no también la de ella.

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Todos se encontraban en la sala que habían preparado. El cuerpo de Rebecca estaba tendido en la camilla, con sólo el camisón. Permanecía atada a la cama, por prevención, y estaba monitorizada con un equipo externo, que seguía sus constantes, su actividad cerebral y sus niveles de aura sobrenatural. Aquello era un experimento en toda regla, pero después de contemplar la situación no habían visto otra opción. Aquellas extrañas ramificaciones casi habían subido hasta el ombligo.

- Bien. Si estamos todos de acuerrdo y prreparrados, vamos a comenzarr. - dijo el alemán. En torno a la camilla se encontraba Abe, Liz, el equipo médico, y Sloan, que se había volcado en la recuperación de la chica. Había tomado decisiones difíciles por ella, y era difícil verle separado de su lado, salvo cuando iba a comer. - Sujétenla con fuerrza. Crreo que estarré demasiado atento a lo que suceda como parra contrrolarr su cuerrpo. - advirtió el alemán, antes de dirigir la mano hacia la válvula que habría paso a la llame principal de paso. Durante unos segundos permanecieron parados, observando atentamente al doctor Krauss. Con un crujido, activó la palanca.

El humo grisáceo se deslizó desde el traje, que cayó desinflado al suelo, mientras la niebla densa se vertía a través de la boca, los ojos, y la nariz de Rebecca. El cuerpo de la joven rubia comenzó a temblar, obligando a los presentes a sujetarla con fuerza. Un instante después abrió los ojos, con apariencia de estar plenamente consciente a pesar de las drogas que, se supone, la mantendrían dormida. Con una tensión inmensa, su boca se abrió y profirió un grito terrible, hasta que se quedó sin aire. Luego respiró como si ni todo el aire del mundo pudiera calmarla, y volvió a chillar aún mas fuerte. Sus ojos se plagaron de lágrimas, y se revolvió intentando librarse de los agarres, asediada por el dolor. Desde dentro accionaron el micrófono que comunicaba la sala de monitorización con esa.

- ¡Los marcadores están por las nubes! ¡La tensión está en ciento ochenta!- iban diciendo los datos, mientras las maquinas pitaban.

- ¡Mirad!- exclamó Liz, mientras sujetaba la cintura de Rebecca. El camisón hecho un burruño mostraba claramente la zona de sus caderas. Los extraños brillos habían comenzado a apagarse.

- Remite...- murmuró Azul. - ¡Está remitiendo!- exclamó.

Rebecca se contorsionó de un modo extraño, y como si una fuerza externa la hubiera impulsado, sacó fuerza para levantarse y golpear a uno del equipo médico, que cayó inconsciente con una ceja partida. Los ojos de la chica estaban en blanco. Antes de que Sloan hiciera gala de su fuerza, volviendo a colocarla, arrancó una de las correas, desencajándose el hombro.

- ¡AGUANTAD!- pidió Azul, aunque fue mas una súplica en voz alta que una orden.

La chica comenzó a sufrir un ataque. Levantó la cabeza, y comenzó a echar espumarajos por la boca, mientras su cuerpo sufría estertores cada vez mas brutales, encogiendo los músculos de su cuerpo, y sus extremidades, comos si hubieran cobrado vida y pretendieran alejarse cada uno por un lado. El brillo sobrenatural continuó replegándose de su piel, hasta llegar a la ingle.

- ¡La tensión sigue subiendo!. Las ondas cerebrales anuncian un shock ¡La saturación le está bajando! ¡Va a tener una hipoxia! ¡HAY QUE PARAR!- les indicaron los que permanecían atentos a los monitores.

- ¡Sólo un poco más!- dijo Liz, mientras observaba como repentinamente el brillo descendía a un nivel mas rápido por el muslo, hasta llegar casi a la rodilla. - ¡Lo está consiguiendo! ¡LE ESTÁ ECHANDO!- incluso entre todos los que estaban, empezaba a hacerse difícil resistir los movimientos dela mujer. La nariz comenzó a sangrarle a chorro, salpicando a los presentes.

- ¡NO HAY MAS TIEMPO! Tenemos que darle oxígeno, o va a sufrir daños. - por los altavoces, se oyeron los pitidos alarmantes de los monitores.

Todos observaron como las ramificaciones de su pierna continuaban descendiendo, empezando a bajar por la pantorrilla. En ese mismo instante en que llegaba casi a los tobillos, la mujer se detuvo por completo. Su cuerpo cayó inerte, y un pitido constante se escuchó retumbar por toda la sala. Fue un instante de pánico general hasta que Azul se oyó a si mismo.

- ¡SE HA PARADO!- gritó, al tiempo que el equipo médico mandaba apartarse a todos, y comenzaban a realizarle un masaje cardiovascular. Una densa nube de humo emergió de la boca de Rebecca y buscó errática el traje que se encontraba tirado en el suelo. Después de volver a su ser, Johan trastabilló y cayó hacia atrás.

- ¡Cargalo a 130!- exclamó el hombre, mientras abría el camisón, y le alcanzaban las palas del desfibrilador. - Cargando. ¡FUERA!- dijo mientras daba la primera descarga, haciendo que el cuerpo de Rebecca se sacudiera en la cama.  A la primera descarga, su corazón volvió a funcionar. Mientras el equipo médico volvía a proporcionarle oxígeno, y le recolocaba el hombro luxado, Abe, Liz y Sloan se acercaron a Krauss, intentando ayudarle a levantarse.

- ¿Johann? ¿Como estas?- preguntó Abe, visiblemente preocupado. Durante unos segundos, el alemán no dijo nada, hasta que finalmente su traje volvió a silbar.

- Tenía razón, agente Sapiens...- susurró Krauss, con un tono de voz agotado pero emocionado. - Se puede...- añadió después, desplomándose por completo en los brazos que le sujetaban.

Mientras el equipo médico sacaba a Rebecca de la sala, para pasarla a observación, donde podrían volver a enchufarla a los monitores, todos observaron el claro brillo espectral que ahora sólo le llegaba hasta los tobillos.

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