Sin control [Marvel/Pre-Omega] (Steve Rogers/Natasha Romanoff)

Después de comenzar con las noticias, los presentadores reciben una nueva noticia a través de su teleprompter. La profesionalidad de los reporteros es tan alta que de no ser por las propias palabras de los mismos y el cartelito de la parte de abajo, nadie sabría que recibían una noticia de última hora.

- Nos llega una noticia de última hora. Hace escasa media hora, ha habido una fuga de gas en el hotel de cinco estrellas Blackmoon aquí, en Nueva York.
- Así es Tom. Gracias a la rápida intervención del cuerpo de policías de Nueva York y a los bomberos, se ha evacuado el edificio entero. Por lo que sabemos, el escape de gas está controlado, aunque debido a la inmensidad de dicho escape el edificio no está fuera de peligro. Conectamos en directo. ¿Trisha? ¿Qué nos puedes contar?

Las imágenes de la televisión pasan del plató a la misma calle, donde una ENG enfoca a la reportera Trisha, quien está siendo empujada sin querer por la gente que intenta acercarse a la barrera levantada por los policías. Se escuchan algunos abucheos y preguntas no contestadas. Trisha, como buena profesional, se mantiene en su puesto con el micro en la mano y bien encuadrada.

- Estamos ante el Blackmoon, el hotel de cinco estrellas del cual se han evacuado un total de quinientas veinte personas. La policía sigue diciendo que es un escape de gas pero según algunos testigos, el problema podría ser mayorEH! ¡EH! - Una mano tapa la cámara de repente. Se escuchan la voz de Trisha y otra persona discutiendo mientras apartan la cámara. Trisha está alterada pidiendo que la dejen trabajar, mientras que la voz del hombre le dice que tiene que parar.
Se corta la retransmisión.

Vuelta al plató.

- Al parecer tenemos problemas técnicos. Sin embargo les mantendremos informados...

Sloan apagó la televisión, sin ánimos de seguir viendo las noticias. Estaba recostado sobre un sofá, con unos pantalones obviamente de una o tres tallas más grandes, con un sandwich en la mano de... a saber de qué era, pero de no tener un estómago como el suyo, no era recomendable darle un segundo y un tercer bocado como estaba haciendo él.
Las noticias podían decir lo que quisieran, pero la realidad era muy, pero que muy diferente.
Todo había pasado en cuestión de segundos. O tal vez menos. Sloan estaba en una habitación que no era la suya (en realidad, no tenía ni habitación: estaba allí porque se había colado y porque necesitaba un lugar donde dormir). Uno de los botones había acompañado a una pareja de mediana edad hacia su habitación, llevando las maletas. Al abrir la puerta cerrada con llave magnética, se toparon con el hombre comiendo de la mini-nevera y viendo dibujos animados. El hombre de la pareja se puso como loco con la presencia del individuo. El botones llamó a seguridad. Estos llamaron a sus amigos "los Señores Nudillos" para llevarse a Sloan por la fuerza. Entre las súplicas de Sloan por que no le pegaran y los gritos de la mujer, todo se fue a la mierda.

Mientras Sloan se comía su sandwich, una gota de sangre cayó sobre el dorso de su mano. Miró hacia arriba y allí estaban, las dos manchas rojas que una vez fueron los dos miembros de seguridad.

Y el resto de la habitación no estaba en mejor estado: todo patas arriba, con los muebles rotos, las puertas destrozadas, el pasillo hecho añicos... Casi toda la planta había sido pasto del desmesurado cuerpo sin control del ser, buscando formas de vida con las que alimentarse. Para mala suerte de la criatura, en ese momento tan solo estaba la pareja, el botones y los dos miembros de seguridad. No tuvo ni para empezar, y por eso estaba Sloan comiéndose un sandwich de... vale, vamos a analizarlo: lechuga lleva, seguro. ¿Salami? Atún. Vemos también anchoas. ¿Galletas de chocolate? Tal vez mostaza, o mayonesa, o las dos cosas...
Bueno, un señor sandwich.

Cuando volvió a poner las noticias seguían hablando de lo mismo. Se levantó y se acercó a las ventanas para mirar el gentío que había delante de las puertas del hotel.

- Vaya... Y pensar que los tienen a todos engañados. Menudo país es éste en el que vivís, chicos. - Saludó al público con dos dedos de la zurda de forma militar para luego, llevarse el resto del sandwich a la boca e ir a por otro tentempié de la nevera. ¿Qué más habría?

Cansado del canal de las noticias, Sloan fue haciendo zaping, saltando de canal en canal. En uno hablaban sobre la seguridad ciudadana no solo en Nueva York, sino en el resto de los Estados Unidos. Eso sin saberlo estaba mostrando la mentalidad de la mayoría de estadounidenses hacia el resto del mundo: mientras mi sala de estar esté perfecta y como siempre, ya se pueden dar de ostias.
En otro canal retransmitían la repetición del partido del día anterior. Los comentaristas narraban el pase de uno de los jugadores antes de recibir el choque de su vida. Al saltar a otro canal, teletienda. Otro salto y... ¡dibujos! Al fin, algo entretenido. Sloan sonrió dejando el mando a un costado ya que de momento no iba a necesitarlo más. Emitían un episodio que no había visto (aunque siendo francos, no había visto casi ninguno) y era bastante divertido. Tronchante incluso. Estaba a punto de echarse a reír cuando algo del techo cayó delante de él y le dio el susto de su vida. Tiró hacia atrás dándole la vuelta al sillón y cayendo de espaldas.

- ¿Qué puñetas...? ... Pfff... habría que limpiar un poco ésto.

Se lo decía al trozo de carne con ropas que le dio la oportunidad de ser una campana dando vueltas. Volvió a poner bien el sillón y apartó aquella cosa de una patada. Lo malo es que se volvió a quedar pegada, pero ésta vez en la pared. Al menos no volvería a darle otro susto.

Levantó la cabeza de la televisión cuando le pareció escuchar pasos por el pasillo. Eran pasos ahuecados. No se giró hasta que escuchó aquella voz hablarle desde su espalda. Se giró y se levantó de su asiento, viendo a un tipo enfundado en un traje tan chillón como el escudo. Le pareció ver una sombra en la puerta, un poco más allá del umbral. pero no le hizo caso.

- ¿Capitán América? Yo creía que en ésta país había un presidente, y no un capitán. - Se lo quedó mirando, extrañado. Le recordaba a algo, pero no sabía decir a qué. Miró la televisión y vio en los dibujos a los personajes ponerse antifaz y mallas, con una capa ondeando al viento y peleando contra bichos enormes. Volvió la mirada hacia el Capitán, empezando a comprender lo que se le había escapado: le recordaba demasiado al tipo aquel que le frió el culo una vez cuando perdió el control en aquel barco. La sensación de los rayos partiendo en dos su cuerpo no era para nada agradable. Dio un paso atrás, mirando la ventana y la puerta como posibles salidas. Si ese tipo era lo que creía que era, no veía la necesidad de seguir en aquel hotel. - Mira, no quiero problemas, ¿vale? Así que, si no te importa, yo iré tirando, y como si no hubiera estado, ¿vale?

Que la pelirroja le apuntara a la cara no era motivo para estarse tranquilo, ni sentirse a salvo. No es que las balas le pudieran hacer mucho daño (bueno, escocía que daba gusto, pero no llegaba a ser letal), pero igualmente, nadie quiere recibir uno o un par de tiras a la cara así, "by the face" (nunca mejor dicho), sin comerlo ni beberlo. Además, la presencia del Capitán, por mucho que guardara su escudo (¿por qué iba a sentirse más tranquilo al ver guardar su escudo, cuando éste tendría que servirle para protegerse de él?) seguía inquietandolo. Le recordaba demasiado al tío del martillo y los estragos que le hizo pasar como para calmarse.

- Vale, se nota a la legua que eres una mujer de armas tomar, pero si yo fuera tú, bajaría esas pistolas. - Sonó tranquilo, pero no por ello dejó de ser amenazadora su advertencia. No era conveniente ponerle nervioso.

Miró por la ventana al escuchar el sonido de varios motores llegando ante el hotel. Miró por la ventana y vio varios vehículos negros, reforzados y lo que parecía ser una camioneta que tiraba mucho de ser militar, pero no lo era. El negro no solía ser el color de los militares. Más bien era el color de los agentes secretos, gubernamentales y todos esos. Vio como bajaba un montón de gente en traje y otros ataviados como si fueran las S.W.A.Ts. Los uniformados formaron un perímetro alrededor del edificio, y los entrajados se dirigieron al camión más grande. Parecía que iban a descargar algo.

Sloan se apartó de la ventana, viendo que si saltaba por ella recibiría un par de balazos. En su lugar, se puso contra la pared, con las manos y la espalda pegados a ésta. Esperó a ver sus verdaderas intenciones.

- Si, me llamo Sloan. ¿Y vosotros? ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué me apuntáis con armas cuando no os he hecho nada? Y tú, ¿por qué vas con ese uniforme?

Steve Rogers... ese nombre no le sonaba de nada, pero lo que estaba intentando hacer si le sonaba, y mucho. Se llamaba negociación, o más bien persuasión. El individuo intentaba persuadir al sujeto para que bajara el arma, se tranquilizara, no saliera corriendo, etc, etc. Simplemente era una sugestión mediante la muestra de debilidad o la exposición del primero ante el segundo, mostrándole que era humano, que era vulnerable, etc, etc.
Pero Sloan no era que no se dejaba engañar: directamente esas muestras de "vulnerabilidad" o "exposición" las encontraba del todo ilógicas. Si tienes una criatura delante que puede arrancarte la cabeza de un solo bocado, no te quitas la armadura, sino que te cubres mejor. No entendía esa manía que tenían las personas de exponerse porque si, por confianza en la otra persona/criatura. Los comprendía si, pero seguía siendo ilógico.

- No es cuestión de estar en peligro o no. Es cuestión de si seguís vivos o no.

Pero Sloan no tenía ganas de pelear. En realidad no le gustaba pelear. Demasiado dolor para una tontería como mostrar los puños y medírsela ante el contrario. Creía que sería más fácil salir por la pared, bajar por las escaleras o a través del suelo-techo. Incluso si la pelirroja le pegaba un par de tiros, no sería...

Pero sus pensamientos e intenciones se cortaron cuando de repente escuchó el sonido de un millar de pasos subiendo por las escaleras. Y por si no fuera poco, lo que parecían unas hélices se estaban acercando a su ventana. Tuvieron tiempo de escucharlas y girar la cabeza antes de que un francotirador disparara un arma tan extraña como grande. En lugar de balas, salieron despedidas cuatro cilindros ligados entre sí por medio de unos cables, los cuales se enrollaron en el cuerpo de Sloan cuando chocaron, girando y girando hasta que se clavaron en su carne con un ligero chasquido. Sloan intentó quitárselo de encima pero era tarde: aquellos cilindros inyectaron un líquido en su cuerpo que empezó a enfriarlo hasta casi congelarlo. Sloan dejó escapar un ligero siseo antes de caer redondo y duro contra el suelo. Parecía una estatua de cera.

Las mil pisadas llegaron al piso donde estaban Steve y Natasha. Eran soldados de SHIELD que inmediatamente rodearon a la criatura.

- Objetivo confirmado. Captura de la criatura efectuada. Esperando órdenes.

Uno de los soldados se acercó al Capitán, saludándolo de forma militar.

- Señor, esperamos órdenes.

El viaje fue movidito, pero tan solo un simple parpadeo para Sloan. En el estado en que se encontraba no podía saber si se estaba moviendo o si alguien le estaba dando una paliza para dispersar su frustración. Lo único que sentía eran los sueños. Recurrentes y molestos por igual, los sueños lo mostraban en medio de un sin fin de universos, perdido y a la vez sabiendo exáctamente dónde se encontraba. Se miraba y era ciego. Podía notar su cuerpo y a la vez era intocable. Algo tan extraño como familiar, y aun así, tan solo un sueño.

Al abrir los ojos, la escarcha de sus párpados le impidió ver más allá de unas simples sombras y luces. Sin embargo, pudo escuchar su voz perfectamente.

- Buenos días señor Jenkins. Espero que haya dormido plácidamente porque tenemos cuestiones que tratar.

Cerró con fuerza uno de sus ojos para poder levantar la otra ceja y tal vez, con un poco de buena fe, su ojo podría ver con quién estaba hablando. La sombra terminó de definirse y se encontró de frente con un tipo que llevaba un parche en el ojo y una gabardina. Lo más sorprendente de todo era dónde se encontraba: una sala grande, blanca con mamparos y más mamparos, pero ninguna ventana ni luz. Estaba sentado por lo que pudo ver, pero sentirlo... no podía sentir su propio culo sobre la silla. De cuello para abajo seguía congelado y metido en un estanque que no dejaba de echar nitrógeno líquido a su alrededor.
Cuando tuvo suficiente capacidad visual para darse cuenta de su situación, sonrió.

- ¿Le hace gracia, señor Jenkins?
- Con Sloan es suficiente. Y no, la verdad. Lo que pasa es que me resulta curioso que se tomen tantas molestias en contenerme en nitrógeno líquido cuando podría escaparme con tan solo mi cabeza.
- Lo tenemos en cuenta. - Señaló hacia arriba con un dedo, y pudo ver una mira láser que lo apuntaba, saliendo de un cañón tan grande como camuflado. Podría escaparse si, pero el daño sería considerable. Así pues, se lo pensó dos veces antes de separarse de su cuerpo y crear otro. - Entonces, ¿colaborará?
- ¿Acaso tengo elección?
- No. Está claro que no se te puede dejar solo y sin control como has estado haciendo toda tu vida, así que vamos a hacer algo al respecto: desde mañana mismo vas a formar parte de la plantilla de SHIELD como agente de campo, y nos ayudarás mediante las misiones que veamos apropiadas para tus facultades. A cambio te alimentaremos: tenemos un tratamiento experimental para mantener provistos de alimentos a nuestros miembros en misiones de larga duración. Contigo... habrá que hacer unos cuantos reajustes, pero podremos con ello. ¿Qué te parece? Y antes de contestar te dejo unos segundos para pensar en qué situación te encuentras.
- No me hace falta pensarlo. ¿Comida de por vida por unos cuantos trabajos? ¿Dónde firmo? Eso si, tengo una petición: quiero un traje.