La comedia: Payaso feliz, payaso triste. (Harley)

El mundo se había convertido en algo muy fácil, desde que había pasado todo eso de la colisión. Es difícil pasar desapercibido cuando te creen loco, pero cuando son todos los demás los que se han vuelto locos a causa de los accidentes geográficos, los superhéroes duplicados, y las miles de millones de personas que han aparecido de la nada, resulta sencillo encontrar el modo de moverse entre ellos como si nada. Hacía ya casi tres semanas de eso y el príncipe payaso del crimen seguía concentrado en buscar algo para dar la gran campanada, el toque de apertura del escenario gigantesco que era ese mundo nuevo, lleno de gente a la que pudiera darse a conocer.

Harley podía ser muy, pero que muy pesada cuando quería. Sólo por que llevara un par de semanas sin salir en absoluto de su guarida, y hubiera olvidado la última vez que se había duchado, no quería decir que le pasase nada malo. Sólo quería concentrarse, encontrar esa chispa de inspiración. Por eso había repasado sus planes antiguos, por eso había releído cada plano, cada fórmula, cada número preparado con anterioridad. No podía repetir un viejo Sketch, ahora que había entre el público antiguos seguidores fieles, y nuevos espectadores. ¡Debía ser algo grande, innovador, nunca visto! Pero Harley insistía, e insistía, e insistía, y cuando ni pegándola conseguía evadir su chillona voz en los oídos, era mejor cederle unos minutos de su tiempo.

Robar una sucursal le ayudaría a desentumecerse, y además, necesitaría seguro algo de capital para poder iniciar el plan maestro que se cocía dentro de su cabeza, a pesar de que aún no pudiera acceder a él. Después de una reconfortante ducha en la que la arlequina intentó colarse sin éxito, enfundado en su traje morado y con su flor favorita en la chaqueta, esperaron con paciencia, aparcados en las muchas sombras de Gotham, a que apareciera el furgón blindado. En cuanto lo vieron aparecer, descendieron del coche. El Joker se ajustó la lazada, agarró a Harley por la cintura, atrayendo su menudo cuerpo hacia el de él, y avanzó por el callejón.

- Comienza el espectáculo, Tartita de calabaza. - sonrió mostrando el orgullo de su firma, mientras con la mano izquierda apretaba el gatillo de la ametralladora soltando una salva de balas que chocaron contra el camión, las paredes, el suelo y los guardias.

Harley estaba muy preocupada por el Joker. Habían pasado tres semanas desde la colisión de los mundos, y todo el universo que la Arlequina conocía se había ido al traste. Estuvo más de seis meses encerrada en el asilo de Arkham junto a los otros presos psicópatas y sin saber si su pastelito de calabaza estaba con los mismos problemas que ella. Seis meses sin ver a su novio, definitivamente una terrible tortura. Los portales de la colisión se abrieron también en Arkham, y muchos de los presos lograron escapar; entre ellos Harley. Junto a dos hombres bastante extraños, el empascarado Deadpool y su gran amigo Taskmaster, lograron escapar con vida de la cárcel ayudándose mutuamente. La rubia había perdido toda esperanza de contactar al Joker, pero en un plis plas, el famoso payaso del crimen se presentó con un su colorido coche para rescatar a su princesa y ya de paso llevarse a Deadpool por delante.

Las siguientes semanas tendrían que haber sido de reencuentro y amor pasional ¡Hacía más de seis meses que no se veían! Pero al Joker parecía importarle más bien poco. El villano se encerró en su guardia sin salir ni siquiera para comer. Harley estaba realmente preocupada, la obsesión que tenía con Batman acabaría con la poca cordura que le quedaba (sí aún le quedaba), pero definitivamente acabaría con su relación. El Joker pensaba más en Batman que en ella, y Harley no podía permitírselo.

La rubia entró varias veces a molestarle durante su aislamiento: para traerle la comida, un té, para pasearse en bikini o en ropa interior… pero nada. Al final de cada intrusión, el Joker la sacaba a patadas. Incluso lloriqueaba por las esquinas para ver si su amorcito salía a consolarla al escuchar sus llantos.

- No llores mi pastelito, eres todo lo que me importa en este mundo…- dijo Harley imitando la voz del Joker y abrazándose así misma mientras hablaba- Oh, Sr. J – dejó escapar un suspiro de amor y melancolía y entonces la puerta del jefe se abrió. Harley se levantó en un santiamén y persiguió a su chico hasta la ducha, pero volvió a salir volando de una patada. ¡Ella solo quería frotarle la espalda con la esponja!

Más tarde, Harley Quinn preparó su traje de Arlequín y se empolvó la nariz para estar perfecta al lado de su novio. Verle de nuevo con aquella sonrisa y la seguridad en si mismo le reconfortaba, y no podía gozar más de la alegría que sentía. ¡El Joker había vuelto! ¡Y esta vez para atracar un banco! Cuando el payaso disparó la ráfaga de balas con la ametralladora, Harley tenía una visión de su pastelito a cámara lenta, con esa sonrisa brillante tan sexy y ese cabello verde repeinado que le sentaba de maravilla. ¡Y no hablemos de su traje! Elegante hasta para matar.

Una vez se inició el golpe, Harley sacó su revólver y siguió a su jefe sin rechistar, adentrándose en el banco con una preciosa y brillante sonrisa, que deslumbró a la cajera.

- Buenas tardes, ¡póngame todo lo que tenga!- dijo acercando un enorme saco que la dependienta empezó a llenar con fajos de billetes de 50 dólares.

Algunos hombres buenos cayeron abatidos por la ráfaga de balas en la entrada, en cuanto las puertas acristaladas reventaron los miembros de seguridad les apuntaron con sus pistolas, con los ojos desencajados temblando. El Príncipe payaso del crimen contempló sus sudorosas caras, sus tambaleantes piernas y la falsa seguridad con la que asían sus armas. Con un deje teatral propio de una pelea de espadas volvió a hacer rugir la ametralladora sin objetivo fijo. Ellos dispararon, pero por suerte, erraron los tiros. Una cosa tan burda como unos disparos no iban a detenerlo, de eso podían estar seguros.

Su arlequina, después de pasar el saco a través de la ventanilla, sonreía como un niño en una tienda de caramelos mientras la mujer llenaba la bolsa de billetes. Siempre era preferible robar grandes cantidades de billetes medianos y pequeños. Te asegurabas de que no tenían marca de tinta. El payaso sacó su elegante reloj de bolsillo contemplando las locas manecillas. Disponían de al menos un minuto y medio mas antes de que la alarma silenciosa que había avisado a la policía diera como resultado un montón de coches con agentes apuntando hacia allí. Con quien había que tener cuidado era con esos, porque no todos respetaban el juego de la misma manera que Batman. Siempre hay mas de uno que no entiende la broma, y quiere venir a pedir explicaciones al genio. Pero no vendrían a modo de críticas o preguntas. Vendrían en forma de un tiro en la cabeza. Desde luego, el populacho puede llegar a ser de lo más vulgar.

Sus hombres limpiaron al resto, que se mantenían tumbados boca abajo. El amago de héroe de turno intentó acercarse a Harley, gateando. Cuando el príncipe payaso se percató, asestó un fuerte taconeo con sus zapatos italianos de charol, y dejó al tipo inconsciente. Ese tipo de cosas le encantaban a Harley.

Por norma no se cogía, robaba, hacía o pensaba nada sin que el Joker diera su permiso primero. Pero hoy se sentía magnánimo y travieso. Sacando un útil que parecía una ganzúa, se acercó hasta la puerta de seguridad, y apretando una pera que había escondida en el mango, soltó un chorro de ácido hacia la cerradura que se disolvió como por encanto. Así es como accedieron mas allá del cristal blindado, haciendo que la mujer que llenaba la bolsa con billetes se quedara mirándolos con la cara desencajada.

- ¿Porqué no vas a coger algo que te guste, pastelito?- ofreció el payaso mientras acariciaba el hombro de Harley ofreciéndole una gran sonrisa.

Le cedió la ganzúa, para que pudiera abrir la pequeña caja fuerte que quisiera. Era como una de esas bolsas de fiesta llenas de cosas, y hasta que no se abrían, no podías saber qué sorpresa había dentro. El Payaso agarró el saco que le tendía la mujer al borde de la histeria. Luego volvió a salir y comprobó los cajeros automáticos interiores, que seguían en funcionamiento.

- Necesito algo de Cash. - Sonrió, mientras del bolsillo de su chaqueta sacaba una tarjeta de crédito metálica, y se acercaba a uno de ellos. La introdujo mientras silbaba de forma cantarina, y luego, se alejó de ellos corriendo y riendo. Diez segundos después, la explosión abrió un agujero que dejó a los presentes estupefactos y gritando, mientras trataban de omitir el pitido de oídos tapándolos con las manos. Una lluvia de billetes chamuscados llovió sobre los presentes, mientras sus hombres trataban de recogerlo. El toque de gracia era que muchos de los rehenes, a pesar incluso del miedo, no evitaron dar un par de brazadas para hacerse con unos cuantos de esos billetes. Las sirenas comenzaron a resonar en la calle, pero eso no era lo que preocupaba al payaso.

Ya había pasado tiempo suficiente, y no había ni rastro de Batman.

- ¡Vamos a prepararnos para el gran final! - gritó, mientras iba poniendo rumbo a la salida, donde las luces rojas y azules iban cobrando intensidad frenética.

Harley canturreaba una animada melodía mientras movía sus pequeños zapatitos negros y rojos, esperando que la banquera terminara de llenar aquel gran saco de fajos de billetes. La Arlequina no se dio cuenta de que uno de los civiles “secuestrado” trataba de hacerse el héroe y pretendía emboscarla. Por suerte, su príncipe violeta con ametralladora apareció para salvarla con un elegante juego de pies. El Joker bailó encima de su agresor y lo dejó inconsciente de un taconazo.

Oh…. Mr. J – suspiró dejando escapar entre sus labios un corazón. Le parecía tan tierno aquel acto de amor verdadero, que la Arlequina se inclinó para darle un sonoro beso en la mejilla y lanzar un gritito adorable.

La banquera siguió llenando el saco de dinero, y Harley siguió de mientras a su pastelito hasta la famosa cámara acorazada. El payaso sacó una ganzúa y Harley lo miró con ojitos, esperando ver su famosa habilidad con las cerraduras. En cambio, un chorro de ácido salió del extremo de la ganzúa, disolviendo fácilmente la cerradura como por arte de magia. ¡Había sido increíble! Su pastelito siempre tenía ideas brillantes y escandalosas cuando trabaja, y eso era una de las muchas cosas que le gustaban del Joker. Lo divertido, lo sorprendente, lo impredecible... Y lo bien que le sentaba esa chaqueta violeta, maldita sea.

- ¿Porqué no vas a coger algo que te guste, pastelito?-  dijo acariciando el hombro de su princesa del crimen. Harley se quedó encandilada, como si la voz del Joker fuera música celestial para sus oídos.

- ¿La que yo quiera?- preguntó emocionada la Arlequina, dando palmaditas con las manos. ¡Aquello parecía una lotería! Hacía mucho que el Joker no le dejaba quedarse con un botín solo para ella. Era un momento especial que no podía dejar pasar. Harley cogió la ganzúa con ácido y entró de un salto en la cámara, con varios cofres cerrados colocados a su alrededor ¿Qué habría dentro de cada uno? ¿Cuál escogería? ¿Qué sorpresa se encontraría? Estaba tan emocionada que dio varias vueltas alrededor de las cajas, sin saber cual de ellas abrir, y cuando pasaba por delante de una trataba de imaginar su contenido. Un diamante rosa del tamaño de un puño… ¡No! Un colgante de perlas que llegara hasta el suelo ¡Espera! Un peine de oro con diamantes incrustados ¡Mejo Aún! Una corona de oro blanco con rubíes y esmeraldas haciendo forma de rosas y corazones… Ayyyy ¡Lo quería todo!

- ¡Vamos a prepararnos para el gran final! -- Exclamó el Joker.

El príncipe del crimen y sus matones iban haciendo de las suyas hasta que las sirenas de los coches de la policía timbraron en la calle, amenazando con llegar al banco a tiempo para pillarnos con las manos en la masa. La alarma puso nerviosa a la Arlequina, que se giró hacia una de las cajas fuertes y la gaseó sin pensárselo mucho mas.

- ¡Esta misma!- cogió el contenido de su interior sin prestarle mucha atención, y lo guardó en otra bolsa. Se colocó el saco en el hombro y pegó de nuevo otro salto, corriendo para poder colocarse al lado de su pastelito.  A tiempo para la fuga del banco.

Con el beso de Harley, Joker se detuvo unos segundos a mirar su complaciente expresión contra el cristal, que le devolvió una preciosa cara blanca de melena verda y sonrisa roja sin desperfectos. Si esa desgraciada llegaba a estropearle su impecable puesta en escena con su pintalabios barato se habría enfadado y mucho. Pero por suerte para ella, no lo hizo. Después de arrebatar el saco a la cajera, y que sus hombres hicieran lo propio, pusieron rumbo a la salida.

Fuera, los coches empezaban a apilarse unos contra otros en una maniobra frenética plagada de chirridos de las ruedas, goma quemada y sonido de frenazo. Los policías bajaban de los coches desesperados por encontrar rápido una posición beneficiosa, poniendo los automóviles entre ellos y la posible amenaza que sin duda alguna estaba a punto de salir del banco. Con expresión risueña, el príncipe payaso del crimen observó su reloj de diez manecillas dando vueltas como un loco. Tenían menos de 32 segundos.

- ¡Han sido un público maravilloso! ¡No se olviden de sonreír!-- dijo el payaso, mientras dejaba tras de si cuerpos temblorosos y cadáveres tendidos que no volverían a levantarse.

En la salida, la policía apuntó de manera automática a las figuras que parecían salir por la puerta de cristal, y mientras levantaban sus fusiles, el hombre que tenía el megáfono accionó el cachivache, que apenas le había dado tiempo a comprobar. Un sonido desagradable crujió cuando apretó la tecla que le permitía retransmitir su voz a todo volumen. Dentro de su mente, Joker contaba.

- ¡Les habla la policía de Gotham! ¡Tiren las armas y levanten las manos! ¡Quedan detenidos!- gruñó el hombre, mientras la tensión recorría las calles en forma de susurros que se levantaban hasta quedar en pleno silencio, cuando vieron al Joker alzar ambas manos, tirando al suelo la ametralladora que llevaba. En el momento en que la sorpresa se volvía generalizada, como un bombazo, las alcantarillas de la calle llenaron con un extravagante y cegador humo violeta toda la escena, envolviéndolo todo en niebla. Cundió el pánico. Bajando a través de las escaleras, y haciendo el recorrido previsto, llegaron hasta el inmenso furgón. Le gente corría como lo harían las hormigas después de prender fuego al hormiguero, intentando salir de la humareda violeta. Gritos, caídas, golpes. La banda sonora ideal para un gran final.

Con un crujido, abrieron la puerta del furgón, entró, y el resto se encargó de cerrar una vez hubieron pasado. El payaso del crimen se sentó en la pila de sacas robadas, cruzando las piernas y colocando las manos tras la cabeza, entrelazadas en la nuca, con una inmensa sonrisa. Guardaron absoluto silencio durante varios minutos. Un sonido de derrapaje sonó cerca de ellos, y entonces las sirenas volvieron a sonar, alejándose cada vez más del lugar. Una vez desaparecieron,  estuvieron ahí casi veinte minutos, hasta que el hombre que había esperado vestido de policía arrancó el furgón. Su coche señuelo había alejado a todas las unidades, mientras ellos volvían a casa en una segura y estable furgona policial.

Un éxito, sin fisuras.

Un truco tradicional de humo, espejos y cambiazo. Pero por mucho que el payaso sonriera por fuera, había una turbación enorme en sus ojos verdes, que a medida que quemaban kilómetros se iba intensificando. La estrella principal había aparecido, pero faltaba el incrédulo. Sin él, hacer el truco no tenía sentido. Porqué no aparecía. Dónde estaba Batman.

Los chirridos de los coches, el grito de los clientes del banco y el sonido agudo de las sirenas de policía confundían a Harley, que siguió al Joker sin separarse ni un milímetro de él. Ella confiaba en su pastelito, pero la cara de preocupación era obvia. Había muchos policías que amenazaban con llenar de balas su perfecto cuerpo de modelo, y ella no podría esconderse o defenderse mientras llevara cargando el saco. Miró atrás, y los brutos seguidores del payaso del crimen tenían la misma expresión desconcertada. ¿Qué planes tendría el jefe? ¿Qué harían ahora que estaban rodeados?

- ¡Les habla la policía de Gotham! ¡Tiren las armas y levanten las manos! ¡Quedan detenidos!- los hombres de azul los apuntaron con sus Colt reglamentarias y la Arlequina miró aterrorizada al Joker. El payaso no había dejado de sonreír y ella hizo una pequeña mueca tratando de imitarle, pero no estaba segura de haberlo conseguido.

-¿Vamos a rendirnos? – preguntó Harley al límite de la desesperación, cuando el Joker dejó caer la ametralladora que tenía en la mano. Pero entonces un humo violeta empezó a surgir del suelo y cubrió el cuerpo de los criminales hasta crear una nube opaca que les brindaba una oportunidad de escape. Alguien tiró de la muñeca de Harley y casi la hizo tropezar. Entre toses y trotes, la rubia entró en una furgoneta junto al Joker y un par de matones más.

-¿Porqué no nos movemos? ¡Rápido! ¡Van a pillarnos! -  dijo la chica mientras se llevaba las manos a la cara, totalmente alterada por la situación. Pero cuando el humo violeta se despejó, se dio cuenta de que no estaban dentro de la furgoneta con la que habían venido. Estaban dentro del furgón policial. El G.C.P.D. seguía una pista falsa, creyendo así que los criminales estaban en la otra furgoneta. ¡Una idea brillante! ¡Digna del payaso del crimen! ¡Ella no lo hubiera hecho mejor!

-¡Oh! ¡Pastelito! – dijo con una blanca y grande sonrisa en los labios.- ¡Eres el mejor!

Sintió deseos irrefrenables de estamparle otro beso en la mejilla, pero algo en la mirada del Joker no parecía ir bien. Conocía esos ojos como si fueran suyos, y cada gesto, cambio o perturbación en su rostro o en su cuerpo, por muy imperceptible que fuera, no pasaba desapercibido por Harley. Ella era la persona que mejor le conocía del mundo mundial.

- Ya tenemos lo que queríamos, ¿no? – Preguntó esta vez sin sonreír, convirtiéndose por un instante en la comprensiva doctora Harley Quinzel.- ¿Estás bien? – la palma enguantada de Harley acarició levemente la mano del Joker, intentando reconfortarle con el cariñoso roce.

El payaso sentado en la saca se habría quedado sentado pensando en sus cavilaciones, pero resultaba imposible cuando la voz chillona de Harley interrumpía sus reflexiones. Angustiada por la posibilidad de que los pillaran, berreaba dentro del furgón metiendo prisa al conductor y a los integrantes de la banda del Joker con sus expectativas tremendistas. Desde donde estaba, le dirigió una mirada de reproche que iba empeorando por momentos, pero su ánimo estaba tan bajo que ni siquiera tenía ganas de levantarse a callar a la arlequina con una buena bofetada. Cuando el plan encajó por sí mismo, la furgoneta arrancó poniendo rumbo a la guarida después de asegurarse de que nadie sospechaba ni les seguía. La banda hablaba mientras cotilleaba el contenido de las sacas. De entre todos, sólo Harley se percató de la apatía que mostraba el Joker por mucha sonrisa permanente que se mostrara en su rostro.

Cuando la mano de la arlequina acarició la suya, que descansaba sobre su propia rodilla, la estrella del espectáculo dio un respingo encontrando la preocupada expresión blanca y negra de la arlquina mirándole de vuelta. Su expresión se tornó sorprendida, y acto seguido se convirtió en una triste, y después frunció el ceño fruncido que delataba la frustración y la furia que estaba a punto de descargar. Se levantó de la saca con los brazos extendidos hacia arriba, haciéndolos chocar con el techo de la furgoneta.

- ¡PARA QUE! ¡DE QUE SIRVE TODO ESTO SI TODOS ESTÁN DEMASIADO OCUPADOS PARA VER EL ESPECTÁCULO! - chilló en el interior, haciendo que todos los hombres le contemplaran con los rostros desencajados al percatarse de la expresión psicótica que adornaba los labios rojos sobre la cara blanca.

Por un momento todo fue silencio, hasta que por primera vez en mucho tiempo, Joker se lió a patadas con la saca que le quedaba mas cerca. Aquel comportamiento terminaría de confirmar los peores temores de Harley. En cualquier otra situación, su pudding la habría tomado con cualquiera de los presentes, ella inclusive. Alguien habría salido volando de la furgoneta en marcha, o peor, nadie habría sido capaz de salir por su propio pie salvo el propio payaso. Eso era lo menos que cabía esperar. Pero ahora estaba desahogándose con un saco. Como si fuera un vulgar boxeador.

- ¡Hay que pensar en algo mas grande! ¡EL MUNDO SE NOS QUEDABA PEQUEÑO!, ¡¿Y AHORA PRETENDEN HACERNOS CREER QUE SÓLO VALEMOS PARA LA TELE LOCAL?! - increpaba al universo mientras sus zapatos italianos abrían boquetes en la superficie esparciendo todo el contenido por el que la gente trabajaba cada día y se dejaba el pellejo, regando el fondo de la furgoneta con billetes como si no fueran mas valiosos que la mierda de perro. - ¿¡QUE LE HA PASADO A ESTE ELENCO!? ¡ME ESTÁIS LASTRANDO!- sus gritos eran todavía más violentos que sus actos, que se volvieron peligrosos cuando en medio de una transitadísima carretera, agarró una de las sacars y abrió la puerta blindada del furgón, haciendo que todos se agarraran a las paredes como podían. Arrojó la saca que chocó de lleno contra uno de los coches, liberando el contenido de billetes. La confusión inicial duró poco. Después todo se convirtieron en choques y frenazos en seco. Volvió a cerrar la puerta con un chasquido, mientras el conductor cambiaba de vía tomando la salida. Seguro que aquello llamaría demasiado la atención. El Joker miró a cada uno de los integrantes con expresión desquiciada. - ¿SOMOS AMATEURS O PROFESIONALES?

Cuando el Joker se dio cuenta del contacto de la Arlquina, el payaso difuminó su sonrisa hasta hacerla desaparecer y el ceño se le frunció lentamente, hasta dejar ver un rostro de completa frustración. Harley Quinn se había dado cuenta de que algo iba mal en el interio de su pasteliro, y no estaba hablando de su locura temporal, sino de una frustración que no entendía… ¿pero si el robo había ido bien, no? ¿Qué más necesitaba?

Batman.

Siempre era Batman. El estúpido murciélago que se entrometía siempre entre ella y su príncipe. B-man no había aparecido en la escena, no les estaba persiguiendo como era lo habitual, y eso era lo que exaltaba al Joker. Batman era lo más importante para él, mucho más que su dulce Arlequina.

La rubia se echo para atrás, apartándose de su pastelito cuando el Joker empezó a gritar como un psicópata y a pegarle zapatazos al saco del dinero hasta hacerlo reventar. Después abrió las puertas de la furgoneta y lo lanzó a la carretera. Los billetes y las monedas se esparcieron por el capó de varios de los coches, que frenaron en seco ante el golpe. Harley vio como los conductores salían entusiasmados a coger los billetes y se empezaban a pelear unos contra otros por los sucios dólares.

- Y ahí va mi sueldo…- susurró la Arlequina haciendo pucheros cuando el Joker volvió a cerrar la puerta de la furgoneta y empezó a gritar histérico de nuevo. – Somos… ¡Profesionales! Cielo… - empezó a explicar con los labios titubeantes del miedo.- Pero a lo mejor Batman y sus amigos están ocupados con algo… “más grande”, quiero decir… que con lo del choque de universos seguro que están salvando al mundo de monstruos gigantes que tiran rayos por los ojos…

El rostro de Harley se contrajo, temiendo que el Joker le soltara alguna de sus bofetadas por haber hablado más de la cuenta.

La arlequina fue la única capaz de alzar la voz sobre la perorata del Payaso del crimen. En la mayoría de los casos, cuando se ponía así de furioso, sus esbirros tendían a poner pies en polvorosa. Más les valía eso que un tiro en la cara. Pero atrapados tal cual estaban dentro del vehículo blindado como ratones en una ratonera en la que habían soltado también a un gato hambriento, lo único que podían hacer era intentar pasar desapercibidos y rezar por que el conductor al oír todo eso apretara fuerte el acelerador para llegar cuanto antes.

De todos los presentes, la única que se atrevió a frenar el proceso mental del Joker, o mas bien, de participar en él, fue Harley.

Con los ojos inyectados en sangre, el rostro de permanente sonrisa roja se fue acercando al de la arlequina hasta que entre ellos no hubo mas que la distancia de una nariz. Una sombra formada a causa de la cercanía le dibujaba a su expresión sonriente un deje aún mas maníaco. La atrapó contra la pared poniendo ambas manos cada una a un lado de su cabeza, dando dos golpes secos que la obligaron a tragar saliva y desde esa cercanía, contempló cara a cara al Payaso del crímen.

- ¿Qué quiere decir mas grandes? ¿Qué hay mas importante que cumplir con los viejos conocidos? ¡OTROS NOS ROBAN LA AUDIENCIA Y ESTAMOS AQUÍ SIN HACER NADA! - golpeó con el puño la pared metálica, haciendo que la arlequina se estremeciera con el ruido. - ¡NO LO VOY A TOLERAR! ¡NINGUNO VAMOS A HACERLO! HAHAHAHAHA. - retirando los rizos verdosos que habían caídos sobre su frente hacia atrás, se giró poniéndose de cara mirando al resto. - ¡Aún no hemos terminado! ¡Lo próximo que hagamos será tan innovador, tan absolutamente magistral, que hasta los amigos de Batman tendrán que unirse al espectáculo! - de algún modo, consiguió hacer que esa frase que tenía como objetivo motivar a sus hombres sonara aún mas amenazadora.

Dió otra patada a las bolsas restantes de dinero que quedaban, apilándolas en un lado, y se desplomó de nuevo sobre ellas. Apoyando los codos en las rodillas, entrelazando los dedos y colocando ambos índices sobre sus labios rojos, frunció el ceño en una expresión concentrada. Sus ojos se deslizaron de izquierda a derecha como si acabara de acceder a la fase rem.

- Solo tengo que pensar. Necesito pensar. - musitaba una y otra vez, inmerso en sus pensamientos.

Una idea. Sólo necesitaba una idea.

Harley se quedó clavada en el suelo de la furgoneta, con el cuerpo totalmente tieso de la cabeza a la cadera y sacudiendo las piernas como si fueran dos maracas de colores, una roja y una negra. La Arlequina estaba temblando de miedo, y ni siquiera supo apartarse del camino del Joker. El payaso le cerró la salida con sus brazos y quedaron a unos centímetros de distancia. Sus ojos azules observaron la maniática sonrisa del Joker y sintió un escalofrío por todo su cuerpo. En otra situación, aquella sonrisa le hubiera parecido encantadora, pero ahora solo significaba para ella la auténtica locura. ¿Le chillaría? ¿La pegaría? ¿La estrangularía? ¿La lanzaría fuera de la furgoneta? Cualquier cosa era posible tratándose del Joker.
 
- ¿Qué quiere decir mas grandes? ¿Qué hay más importante que cumplir con los viejos conocidos? ¡OTROS NOS ROBAN LA AUDIENCIA Y ESTAMOS AQUÍ SIN HACER NADA! – gritó, golpeando la pared que había detrás de la Arlequín.
 
- No, por favor… -  Harley susurró como una súplica mientras se llevaba las manos a la cabeza, esperando a que el Joker empezara a pegarla. Sus ojos estaban totalmente humedecidos y dilatados por culpa miedo. Por suerte para ella, el payaso sólo siguió gritando.
 
 - ¡NO LO VOY A TOLERAR! ¡NINGUNO VAMOS A HACERLO! HAHAHAHAHA. – entonces se giró y dejó de prestar atención a la rubia. Las piernas de Harley flojearon, inestables, y la chica se dejó caer de culo hasta quedar sentada en el suelo. Todavía sentía el frío el miedo en el cuerpo. 

- ¡Aún no hemos terminado! ¡Lo próximo que hagamos será tan innovador, tan absolutamente magistral, que hasta los amigos de Batman tendrán que unirse al espectáculo! – El Joker pateó de nuevo otra de las bolsas de dinero y se sentó sobre ellas, con aire concentrado.
 

- Solo tengo que pensar. Necesito pensar.

Harley quería ayudarle dándole alguna idea brillante. Buscar lo que él necesitaba. Pero no se le ocurrió nada y se sintió inútil, así que  le dejó a solas con sus pensamientos. Todavía estaba asustada, y se llevó las manos a los brazos y los acarició, intentando entrar de nuevo en calor. Lo mejor era no molestar al Joker ahora que estaba ocupado con sus nuevas y posibles ideas. Sabía lo mucho que se enfadaba el payaso cuando era interrumpido, y ya había tenido una dosis suficiente de adrenalina por hoy. Lo único que quería Harley era llegar a la base cuanto antes.

El resto del viaje no fue mucho más tranquilo para el resto de los miembros de "la troupe" que permanecieron inmóviles por miedo a que el payaso decidiera cambiar el objetivo de sus abusos, que de momento se habían mantenido en inofensivos golpes contra paredes o sacos de dinero. Aunque demostraba una violencia desmesurada, al menos ningún ser vivo había tenido que cargar con ella, pero en algún cobarde y recóndito logar de sus respectivas psiques, les aliviaba saber de que en caso de que el Joker necesitara desahogarse, con toda seguridad Harley tendría más probabilidades que ninguno de ellos en ser quien pagara el pato. Eso era sólo una muestra del verdadero carácter del ser humano, siempre disfrutando de su propio y fangoso bienestar.

Aparcaron en la entrada de su guarida, resguardada entre un sin número de naves industriales de carga y descarga. Escondida bajo la apariencia de una más. Aunque eso sólo era por fuera. Por dentro estaba acomodada con todo lujo de detalle. Sonrisas rojas sobre caras blancas en la pared, todos los bártulos que eran necesarios para montar sus shows, su sala de televisores, el laboratorio, las habitaciones. Todo para que un artista de su categoría lograra cumplir con su tan abnegado público. Al llegar abrieron las puertas de la furgoneta y descendieron, y sólo entonces se percataron de que el joker no había salido primero. Se giraron hacia el interior, donde el payaso continuaba rumiando entre dientes, y luego dirigieron una mirada a Harley, como si esperaran que hiciera algo.

Antes de que la arlequina pudiera encontrar valor para hacerlo, se levantó del saco en el que había permanecido sentado durante el resto del trayecto, y bajó del camión, dirigiendo a sus hombres poco más que unas secas palabras.

- Descargad toda esta porquería. - gruñó después de arrojar de una patada uno de los sacos de dinero contra el suelo. Entró en la guarida y se fue directo al enorme trono acolchado que tenía. Las hienas se acercaron a él con sus cálidas sonrisas, ladeando la cabeza. Se desplomó en él y apoyó los brazos en los reposabrazos, agarrandolos con rabia homicida suficiente como para arrancar la parte acolchada. No le venía nada a la cabeza. Su inspiración. Su musa había desaparecido.

Harley tardó varios minutos en recuperar la compostura y abandonar el suelo para sentarse en las butacas de la furgoneta. De su boca no salieron más palabras, no quería enfurecer más de lo necesario al Joker, y prefirió dejar el tema como estaba. Su mirada volvió a la ventanilla trasera y observó la infinita carretera que se perdía por el horizonte. Minutos antes las puertas se habían abierto para dejar escapar varios sacos del botín que habían robado en el banco. Dejó escapar un triste suspiro al pensar que en uno de esos sacos iba el precioso paquete que el Joker le había dado a escoger como regalo. No llegó a ver su interior, y seguramente se quedaría con la intriga para siempre. Podría haber sido un collar, una pulsera, un diamante del tamaño de un puño…

La furgoneta aparcó en la entrada de la base. Harley fue la primera en salir, impaciente por alejarse de la situación de peligro y respirar un poco de aire. El ambiente de mal rollo y el estrés que había sufrido la estaban asfixiando. Al principio no se dio cuenta de que el Joker no había salido de la furgoneta, pero el payaso se levantó de repente y con voz inexpresiva dio una orden y después una patada a otro saco de dinero, que cayó al suelo derramando su contenido.

-¡Ya le habéis oído! Metamos esto en la base.- como si llevara una batuta, Harley empezó a dirigir a los matones sin ni siquiera ayudarles, y les obligó a llevar los sacos dentro de la base y recoger las monedas de oro que habían quedado esparcidas por el asfalto. Una vez dentro, Harley hizo un recuento de los sacos que quedaban y a pesar de haber perdido varios por el camino tenían el dinero suficiente para montar algo grande y divertido. ¡Podrían incluso celebrarlo con una fiesta! Sólo que el Joker no estaba de humor para nada. Se había sentado en su trono de colores chillones y tenía la mirada perdida.

¡Bud!, ¡Lou! – la hienas no tardaron en correr a saludar a su dueña con cariñosos lametones y la arrojaron al suelo de la emoción. Aquel efusivo recibimiento le arrancó una sonrisa del rostro, y se puso a jugar con ellas un rato hasta que se sintió recuperada.

Volvió a tener el valor suficiente para mirar al Joker y acercarse a su trono. Tanteó el terreno y se sentó encima de sus piernas con un grácil movimiento. Sus manos empezaron a acariciar el cabello verde del payaso y a hacerle ricitos en la nuca. Le miró con una sensual caída de ojos y no dejó de sonreír en ningún momento.

- No te preocupes Pastelito… ya se nos ocurrirá algo que hacer. ¿Qué tal si repasas alguna de tus antiguas ideas? A lo mejor te inspiran para hacer nuevos planes… o les das una segunda oportunidad… ¿Qué tal el plan de las pirañas? Esa era bastante divertido…- sus manos siguieron acariciando la sien del payaso mientras con la otra mano le acariciaba el rostro y bajaba hasta uno de sus hombros, masajeándolo con ternura.-  Ahora intenta relajarte un poco… ¿umh?

Durante unos minutos, todo lo que era externo a él había dejado de ser percibido, ni siquiera lo que era capaz de ver a un palmo empezaba a tener nombre o forma determinada de ningún tipo. Tal era la fijación del Joker por hurgar en su propia mente y ser capaz de encontrar algo que le sacara de ese asfixiante vacío que le estaba dejando sin nada. Convirtiéndolo en una sombra de lo que era, en un artista fracasado, en el ser central de un cartel que se desgarraba en la puerta de algún teatro clausurado por falta de público.

Piensa, piensa. Todo es cuestión de darle la perspectiva adecuada. No es cuestión de competir, porque nadie puede hacerlo. Nadie está a la altura de tu genio, nadie es tan visionario. Entonces, dónde está la chispa.

¿¡DONDE ESTA?!

Por todas partes del mundo surgían personas duplicadas. Quizá pudiera usar eso. Duplicados. El espejo. El término del espacio. Los juegos de espejos.

¿El gemelo malvado?

Si, si, podría hacer algo con eso. Convertirlo en un enfrentamiento, o mejor, en una cooperativa. Personas duplicadas que interferían en la vida del otro sin percatarse hasta que se veían afectados por su propio yo. ¿Era suficiente?

Con un poco de genialidad... Sólo un poco de tiempo para gestarlo bien.

Si consiguiera...

La línea de sus pensamientos se cortó de manera repentina y observó lo que sucedía a su alrededor como si acabara de enterarse de que existía algo mas allá de él. Con las palmas boca arriba percibió el peso sobre su regazo, y los labios negros sobre fondo blanco que se movían en una cara que tenía allí. Miró a Harley a la cara, cayendo en la cuenta de quién era y qué hacia.

En otras circunstancias se hubiera enfurecido hasta que la arlequina acabara en urgencias, pero estaba tan, tan, tan enfadado que se rindió. Suspiró con expresión ceñuda, agotado de las constantes atenciones que siempre le prodigaba esa payasa pesada. Dejó caer la cabeza hacia atrás en el trono, dejándose a sí mismo inerte como un muñeco de trapo, mientras las manos de la mujer le paseaban por la cara estropeándole el maquillaje, seguro y luego enredaba esos dedos pequeños en su sedosa y ensortijada melena verdosa.

- ¿Cuántas veces te lo he dicho ya, Harley? - le apartó la mano del hombro dejándola sobre su regazo. - Si tienes que explicar el chiste no tiene gracia. - apartó la mirada, apoyando su rostro ensombrecido sobre el brazo flexionado sobre el posabrazos, con la mano enguantada en un puño que sostenía su mentón.

Como una mala caricatura del pensador de Rodin.

La sonrisa de la Arlequín se desdibujó en cuanto el payaso la miró por primera vez a los ojos y se percató de su existencia. El Joker se echó hacia atrás y apartó las manos de la rubia, manteniéndolas lejos de él. Ese rechazo provocó que Harley se sintiera todavía más triste, viendo como su novio estaba cansado de ella. De hecho estaba tan cansado que ni siquiera reaccionaba como siempre, es decir; o de forma efusiva y entusiasta, o de forma ofensiva y violenta. A veces ninguna de las dos era la mejor opción, pero prefería cualquier tipo de reacción por su parte que una completa ignorancia.

El Joker apoyó el codo en el posabrazos del ridículo trono y dejó descansando su cabeza encima de su puño, con aire desganado y aburrido. Harley le miró mordiéndose el labio y entonces sus ojos empezaron a empaparse de lágrimas, brillantes y cristalinas. No podía soportarlo. No podía soportar verle así. Sentía una terrible pena por él, una compasión que provenía del amor que la rubia le profesaba. No le importaba que casi la hubiera golpeado al arrinconarla en la furgoneta, y había olvidado el miedo que sentía cuando se acercaba a ella con la mirada turbada. El amor que sentía por el Joker era tan profundo que obviaba todos los momentos en los que lo había pasado mal durante su relación.

- Pastelito… -susurró con angustia mientras trataba de impedir que las lágrimas salieran de sus ojos.- ¿Qué le ha pasado a tu sonrisa? ¿Qué puedo hacer para que vuelva? Para que seas feliz…

A ella solo le bastaba estar al lado de su amado para ser la persona más feliz y enérgica del mundo, y no entendía porqué el Joker siempre necesitaba algo más…

Algo estaba fallando, qué, era lo que no estaba del todo seguro de dilucidar. La idea de que un montaje como el de hoy hubiese acabado en poco más que un ensayo le mantenía crispado, y su nivel de interés, bajo mínimos. Porque lo interesante no había tenido lugar, porque la actuación que había exigido una preparación minuciosa, que habría dado lugar a un despliegue colosal, no había tenido cabida. El dinero no era más que una herramienta que en ocasiones había que usar, como se usa un lápiz para señalar el punto correcto de un mapa donde colocar explosivos, como se usan las probetas para mezclar los componentes del gas de la risa. Pero sí que existe un punto de inflexión, y en la comedia, la farándula y el espectáculo, supone ese instante en que el descreído cree. Cuando el incrédulo se deja engañar por el truco.

Entre sus múltiples cavilaciones, pudo percatarse del problema esencial, del único y verdadero. Su público objetivo no había estado allí. La rata con alas ni siquiera había dado señales de vida. Toda la calaña que había tenido la suerte de verlo actuar, en realidad se perdía más de lo que comprendía. No eran capaces de percibir la sutileza, no valoraban en modo alguno la exquisita visión de lo que hacía.

Ellos habían sido engañados por la bomba de humo, donde quedaban un montón de hombres sin saber donde mirar, Batman sí habría sabido. Habría percibido y admirado su fantástico juego de espejos. Pero esa chusma no. Como diría ese pajarraco gordinflón y petulante del pingüino: "No está hecha la miel para la boca del asno"

- Cree que puede ignorarme, y hacerme perder el tiempo...- Los ojos húmedos de Harley entraron en su campo de visión, mientras gruñía con una voz tan grave que le hacía daño en la garganta. - Cree que ha encontrado nuevos jugadores que se unan al espectáculo. No importa. Estoy acostumbrado a la sana competencia, haha, hahahaha. - Rió mas como si se tratara de una tos que de una verdadera risa. Miraba mas allá de la arlequina, mas allá de Bud, de Lou, de la guarida, y de la mismísima Gotham. El mundo era muy grande, todo podrido, deseando que dejaran de tomarlo tan en serio. Intentando por todos los medios encontrar una manera de reírse de sí mismo, y de dejar de creerse tan imprescindible, tan importante. Su mano se alzó sujetando a la arlequina por la cara, la hizo a un lado con un gesto mientras se levantaba, y la soltó después, dejándola sola frente a un trono vacío. - ¿Sabes que hay que hacer ante las malas críticas, Harley? - el sonido de las zancadas de sus tacones italianos se escucharon a través de la guarida, en cierto modo, recordaban las manecillas de un reloj, hasta que se detuvo frente a su mesa, plagada de planos y un surtido juego de química, donde humeaba una gran botella redonda colocada sobre la llama amarilla de un mechero bunsen. - Sonreír. - asomó la cabeza sobre el mejunge hirviendo e hizo el amago de olfatear el vapor que emanaba de la botella. - Hahahaha, si-siempre, SONREIR, HAHAHAHAHAHAHAHAHA- continuó riendo como un desquiciado, durante mas de tres minutos, sin parar mas que para coger aire. Después volcó la mesa hacia delante y con ella, todos los planos y químicos, haciendo que una nube de color pardo se elevara hacia arriba después de mezclarse todo. La botella de gas se golpeó contra el suelo, provocó una llamarada y prendió fuego a la mesa, a los planos volcados, a las probetas, a todo en lo que había trabajado. Su elenco se puso en marcha, tratando de localizar las mangueras y extintores, claro que había que comprobarlos antes. Algunos de ellos echaban espuma, otros serpientes de goma, otros serpentina en spray. Otros, a saber porqué, si apagaban el fuego. Todos ellos buscaron el modo de apagarlo. Él reaccionó. A pesar del crepitar, del calor, de las llamas que estaban a escasos metros de él. Sus ojos verdes se perdieron en las cenizas de sus múltiples proyectos, y el fuego amenazó con expandirse prendiendo un trozo de un escenario pintado a mano en el que Harley había trabajado muchas horas, y a dos de las sacas de dinero que habían dejado allí.

El permaneció impertérrito, hasta la primera pequeña explosión. Algún dial que no se había abierto se había calentado, y había hecho estallar una probeta. Dio un salto hacia un lado, tratando de esquivar la amenaza de ese estallido en miniatura. Luego, volvió a reír. Eso es todo lo que hizo mientras sus hombres y Harley se encargaban de que no murieran todos asfixiados o consumidos por las llamas. Reír. Reír. Reír.

Las primeras palabras que dijo el payaso tras despertar de su anonadamiento no iban dirigidas a la arlequín. Ella lo sabía, no era la primera vez que lo hacía. Hablarle al aire aunque ella estuviera delante y escuchara todo su monólogo de principio a fin. También sabía de quien estaba hablando. Batman. Ese energúmeno de orejas picudas que obsesionaba tanto a su pastelito. El Joker todavía seguía traumado por el hecho de que su mayor fan no hubiera asistido al baile de esta noche. Harley maldijo entre susurros al hombre murciélago, por su culpa el Joker se había trastocado, más de lo que ya estaba normalmente, y le había dejado sin inspiración, sin ganas de sonreír. Si el Joker era un pintor, Batman era su musa. Y eso era lo que más frustraba a Harley, que por culpa del justiciero ella no tendría jamás el papel de protagonista en la vida de su amado. Siempre Batman. El primero en todo. Batman. Batman Batman.

- ¡Aghhhh! ¡Estoy harta de ese estúpido B-man! ¡Pienso retorcerle ese cuello negro que tiene! – dijo la rubia entre gritos y sollozos. Estaba furiosa con el murciélago, y triste a la vez. No sabía como lidiar bien aquellos sentimientos. Pero entonces el Joker detuvo su torrente de sentimientos con un brusco gesto. La cogió de la cara, y la apartó de él hasta dejarla sola en el ridículo trono del rey payaso.

- Ha…haha… -se río la chica fingiendo sonreír de verdad. Su jefe se había vuelto loco otra vez. ¡Pero estaba sonriendo de nuevo! Eran buenas noticias, aunque su aspecto y su repentina risa transmitían una sensación de frustración y discordia. - Hahahahahahahaha

Harley trató de sonreír de forma más convincente, llevándose los dedos anulares a las mejillas y estrechando los ojos. Pero tenía ganas de llorar. Llorar y comer helado de chocolate. Y puede que después patear algo y tirarle dardos a la fotografía de Batman que tenía colgada en su habitación. Pero no pudo hacer nada de eso, porqué el Joker volvió a reír de forma incontrolable y tenebrosa, y empujó con violencia su mesa de trabajo hasta hacerla caer. Los planos y los químicos se perdieron con el fuego, que rápidamente se acrecentó al devorar la madera del mueble. Harley lanzó un grito ahogado y se escondió tras el trono, esperando a que los matones sacaran rápidamente una manguera y apagaran el incendio. Desde su posición, vio como los ojos del payaso estaban encendidos con la llama de la locura, que se reflejaba en su verde iris. Aquella visión del Joker la aterrorizó. Nunca lo había visto tan desesperado.

De pronto, las llamas lamieron el escenario en el que había estado trabajando la Arlequina, y parte del dinero que habían ganado aquella noche.

- ¡Nononononononononononononono!- la chica pegó un salto desde el trono hasta el origen de las llamas, y uno de los matones le pasó por fin un extintor que no estaba trucado. Pasaron un par de minutos hasta que el fuego se extinguió, y solo quedó el olor a papel quemado y la risa histérica del Joker.