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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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Ficha de Personaje Alias: Nombre real: Universo:
Tema: We're all mad here (Harley Quinn) 15th Agosto 2022, 09:36
"But I don’t want to go among mad people," Alice remarked. "Oh, you can’t help that," said the Cat: "we’re all mad here. I’m mad. You’re mad." "How do you know I’m mad?" said Alice. "You must be," said the Cat, "or you wouldn’t have come here."
Lewis Carroll, Alice in Wonderland
***
La Doctora Harleen Quinzel tiene todo lo que puede desear.
Un despacho amplio, con grandes ventanales, en el interior de la Estatua de la Libertad de Nueva York. Un escritorio barnizado con sillas a juego, su flamante título médico enmarcado en la pared, flores frescas en su jarrón todas las mañanas. Un archivador con las historias clínicas de todos sus pacientes, colocadas en riguroso orden alfabético. Un armario donde guarda, bajo llave y bien etiquetados, los fármacos que puede necesitar. Libros de medicina alineados en las estanterías.
Su puerta se abre cada mañana a las 9AM, y se cierra a las 5PM. Come cada día en un restaurante justo delante del edificio. Por las tardes hace la compra, visita la peluquería, acude al gimnasio. Algunas noches cena en compañía de Luthor.
No hay disparos. No hay persecuciones. No hay muertos, ni hienas, ni dentaduras saltarinas, ni globos de colores, ni químicos corrosivos, ni robos, ni murciélagos, ni pastelitos, ni… nada.
Es una vida buena. Una vida tranquila.
Es maravilloso no estar loca… ¿Verdad?
Hoy es jueves. Un jueves como cualquier otro. Harleen ha saludado al portero al llegar (ese tipo, Barry, siempre está poniéndole ojitos). Ha tomado el ascensor hasta la décima planta, tarareando una canción. Ha sacado las llaves de su bolso y ha abierto la puerta adornada con letras mayúsculas:
"DOCTORA HARLEEN QUINZEL"
Cuando la ha cerrado tras ella, no ha podido reparar en el cambio en las palabras. Al fin y al cabo, los ojos de la Doctora Quinzel son incapaces de atravesar la madera.
"DOcTorCITa HarLEY QuINN <3"
Las letras danzan alegremente mientras, al otro lado de la puerta, y por motivos totalmente distintos, Harleen se queda sin respiración.
***
Su despacho está hecho un desastre.
Cajones que se abren y se cierran en sonoras carcajadas, desenrollando sus lenguas de papel y chasqueando sus dientes de cartón. Los comprimidos de colores están dispersos sobre el escritorio, derramados sobre el suelo; azules, verdes, rosas, blancos, rojos, naranjas. Como si fueran caramelos. Chucherías. Las hojas de los expedientes planean por la habitación, envueltas en lisérgicos remolinos de peces voladores, langostas, mariposas y pajaritos de origami. El título en la pared se ha rasgado para dar lugar a un sinfín de serpentinas y confeti que cae, y cae, y cae hacia arriba.
Por supuesto, también hay burbujas. Las burbujas son bonitas y huelen a piruleta.
Los ventanales ya no dan a la ciudad de Nueva York. Ahora muestran paisajes nuevos. Paisajes imposibles. Un bosque de brochas y pinceles donde la savia se derrama como pintura acrílica. Una sabana que se extiende hasta el horizonte, poblada por seres de varias cabezas y árboles-escalera donde anidan monstruos. Farolas alojadas en la cabeza de animales ya extintos que arrojan su luz sobre el asfalto mojado.
Ella está sentada a horcajadas sobre el escritorio mientras estudia un origami con sus ojos disparejos. Su corte de pelo es tan contradictorio como su mirada. Lleva media cabeza rapada al uno, y el resto del cabello crece salvaje y ondulado, con mechones de todos los colores del arcoiris. Hay docenas de cosas anidando en esa cabeza. Pájaros. Peces. Crayons de colores. Chinchetas. Cuchillas de afeitar. Una jeringuilla.
La muchacha viste con medias y camiseta de rejilla; una falda tejana, botas sin cordones, guantes sin dedos, una cazadora. Maquillaje descorrido. Ahora mira a la doctora, y parece contenta de verla, porque una sonrisa ilumina de golpe su rostro pecoso.
¡HOLiii! ¡HarlEEn! Soy... yO. HAce mucho que No NOs VeO. ¡JUNtas! No VIEnes A JUGar como antEs y EStoy ABUrrida. SU-Per-A-Bu-rriiiiii-dAAa.
La chica salta del escritorio, dejando a medias la papiroflexia. El banco de peces que nada alrededor de su cabeza cambia bruscamente de dirección. En perfecta sincronía, claro, como sólo los bancos de peces saben hacer. Ella los aplaude, encantada. Y después se vuelve a Harleen. Le muestra algo que sostiene en la mano. Es un periódico. La portada está ocupada por la fotografía a todo color de un hombre a quien la psiquiatra conoce muy, muy bien.
La muchacha hace un mohín.
¿QUIén Es el SEÑor SIn peLo?
Se inclina hacia adelante, como si quisiera hacerle una confidencia.
Tus NUEvoS noVios No ME guSTan. No SoN mÍOs...
La joven ya no sostiene el diario. Ahora tiende a Harleen lo que sería un ramo de rosas, si las rosas tuvieran cabezas de animal en lugar de pétalos. A la chica le brillan los ojos.
¡MIra! ¡tE HE hechO COneJItos!
Entonces, parece recordar algo de golpe. Poniéndose muy seria, la muchacha vuelve a trepar al escritorio, donde se sienta cabeza abajo, como si colgara de un columpio. Su mirada se posa de nuevo en la psiquiatra, con aspecto solemne.
UhM. Es VERdad, lO olviDAba. TeNEmos que HAblar. De CosAs SúperImporTANtes. PoR eso He VeNiDO.
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Harleen Quinzel DC Universe
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Mensajes : 125 Fecha de inscripción : 23/11/2013 Localización : Arkham Asylum Empleo /Ocio : Psiquiatra Humor : I love you puddin <3
Ficha de Personaje Alias: Harley Quinn Nombre real: Harleen Frances Quinzel Universo: DC Universe
Tema: Re: We're all mad here (Harley Quinn) 8th Marzo 2023, 21:45
Aquella mañana amaneció como cualquier otra.
El cálido sol de Nueva York acarició los cabellos dorados de Harleen, despertándola con una aterciopelada caricia en las mejillas. Su nuevo piso era amplio y estaba bien iluminado por dos enormes ventanales. Era otro de los muchos regalos con los que le había obsequiado el presidente por haber firmado aquel contrato.
La señorita Quinzel se había acostumbrado rápidamente a la buena vida. Se tomaba su tiempo para asearse en su amplia bañera que nada tenía que ver con la sucia ducha de la milla de la diversión, y después se decidía por un bonito atuendo de su enorme repertorio de trajes que tenía en el vestidor. Después de maquillarse y vestirse salía a desayunar a la cafetería de al lado de su nueva casa, donde un apuesto camarero le servía un delicioso sándwich mixto y un espumoso capuchino con dos cucharadas de azúcar.
Con la tripa feliz y una enorme sonrisa en los labios, la psiquiatra entraba en las instalaciones que el gobierno había construido exclusivamente para el proyecto Prometheus, en el interior de la nueva estatua de la libertad. No podía sentirse más satisfecha al ver su nombre en letras grandes marcado en el centro de la puerta.
Por fin había cumplido su sueño como Psiquiatra y ya nada podía impedir que…
— ¡AHHHHHHHHHH!—gritó de pronto la doctora ante el caos de su alrededor. Sus ojos bailaban alterados por las cajoneras saltarinas, los expedientes de sus pacientes convertidos en aviones de papel y los ventanales que reflejaban imágenes bizarras de mundos imaginarios.— No, no puede ser. No puede estar pasando esto…
Por un instante, la doctora creyó que estaba sufriendo algún tipo de brote psicótico, y acudió a las pastillas que llevaba guardadas en el bolso. Fue a tomarse un tranquilizante cuando su atención recayó en la figura femenina con peces de colores bailando sobre sus cabellos.
—¡Esto es un desastre! ¡Un completo desastre!—quiso recoger las medicinas que había dispersas por el suelo para guardarlas en sus correspondientes botes de cristal. Cerró los cajones para detener el sonido de las alegres carcajadas y echó las cortinas para evitar caer en la tentación y dejarse arrastrar por esa repentina… locura.
Pero nada de lo que hacía resultaba el efecto deseado.
— ¿Quién eres? ¿Qué está pasando? — preguntó la joven doctora, con un pequeño temblor en la voz. Su cabeza debía de estar haciéndole una mala pasada y se preguntó si aquella muchacha también formaba parte de su delirio. Pero fue mucho más que eso…
— ¿Nos… conocemos?— aquella manera tan particular de hablar… esos ojos de cada color… juraría haberlos visto antes. ¿En un sueño, quizás? Ahora mismo era incapaz de recordar.
— ¡No es mi novio!— protestó la psiquiatra, arrancándole de las manos el periódico tras sentir un leve rubor trepar por sus mejillas. Lex la estaba tratando como una princesa y eso era todo un halago por su parte, pero no había nada más entre ellos que no fuera estrictamente profesional.— Es el presidente de los Estados Unidos… ¿Cómo es que no lo conoces?
Pero cuando Harleen dirigió la vista de nuevo al periódico, se encontró sosteniendo un ramo de rosas con cabezas de delfines, jirafas, leones, gatos, conejos…
De la sorpresa, la doctora dejó caer el ramo al suelo y rápidamente se arrepintió al ver que aquellas pobres criaturas empezaban a llorar desconsoladas por el abandono sufrido. La rubia tragó algo de saliva antes de recoger su ramo y después acarició la cabeza de un perrito que había empezado a ladrar de pronto.
— Gracias… — susurró, pensando en que era el regalo más extraño que le habían hecho jamás.—¿En qué puedo ayudarte…?—consiguió decir por fin, de forma coherente. Parecía que el tranquilizante estaba empezando a hacer su efecto…