Caer y volver a levantarse (James Logan) [2-/12/18]

A medida que su entrenamiento con Logan progresaba, su cuerpo había ido cambiando. Su musculatura se había ido fibrando y bajo la frágil apariencia de muñeca empezaba a revelarse un cuerpo esculpido a base de esfuerzo y muchas horas de sacrificio. Alice casi se había acostumbrado a moverse por la Mansión X vestida en su ropa de deporte, atuendo que a diferencia de la ropa a la que estaba acostumbrada, dejaba ver su pálida y pecosa piel, y sobretodo, su delgada figura.

Casi.

En las ocasiones en que su entrenamiento le permitían alejarse de las curiosas miradas de otros alumnos, prácticamente lograba olvidarse de la vergüenza que le brindaban esa clase de situaciones y su rendimiento era ligeramente más efectivo. Y esta, era una de esas ocasiones. Logan le ofreció que la acompañara a correr, y no dudó ni medio segundo en aceptar. Y aunque era obvio que el profesor mantenía un paso calmado para que ella pudiera seguir sus pasos, no podía evitar una pizca de orgullo al pensar que tampoco le hacía ir más lento.

Se acercaron a una reserva índia, y la joven británica intentó mantenerse cerca de su profesor para evitar perderse o ir por donde no debía. La noche se cerraba, alejando los últimos rallos de sol, pero Alice ni siquiera preguntó a Logan si no era hora de volver. Llegados este punto, Alice ya confiaba plenamente en su profesor, y sabía que si no había iniciado la vuelta hacia la mansión, debía ser por algo, y cuando Logan tendió un brazo para detenerla, pensó que había acertado. Sus ojos empezaban a forzarse para intentar ver a pesar de la escasa luz...

Primero sintió un olor acre, desagradable que le hizo fruncir el ceño y arrugar la nariz. Era sutil, probablemente lejano, pero no por ello era más agradable. Entonces buscó con la mirada aquello que había hecho detener su paseo nocturno, hasta que vio la pequeña batalla que a pocos metros de ellos libraban dos animales.

- Esta es la realidad del mundo. - sentenció Logan, cuando el buho pudo clamar victoria sobre su presa.

Alice sintió que la invadía la tristeza, y un peso se instaló en su pecho. Y antes de poder pensar en lo que hacía, las palabras habían brotado del fondo de su alma.

- Un mundo en el que hay enseñar a niños a matar para que sobrevivan... - Pensó en todos los niños que vivían en la mansión. Había adolescentes, como ella, pero también críos, que probablemente terminarían teniendo que pasar por entrenamientos parecidos a los suyos. Se imaginaba a los más pequeños sufriendo algunas de las experiencias que ella misma había vivido, perseguida y atacada por haber nacido distinta. - Es... - le fallaban las palabras. - Ojalá pudieramos cambiarlo...

Recordaba su infancia, lo feliz que había vivido con sus padres, cuando su mayor preocupación eran los exámenes del instituto.

- Almenos ellos matan para alimentarse... No se puede decir lo mismo de... de nosotros.

Espero con paciencia a que Logan le indicó que podían irse y miró al buho disfrutando de su festín. Por un instante una imagen se iluminó en el fondo de su mente y suspiró, cerrando los ojos para intentar alejarla del recuerdo. Recordaba lo impactante que había resultado para ella ver cómo asesinaban a un hombre. ¿Cómo iba a soportar ser ella quien cargara con la responsabilidad de arrebatarla?

Camino de vuelta a la mansión, caminaron silenciosamente.
-Alice, no te equivoques, no queremos que aprendáis a luchar para sobrevivir. Queremos que aprendáis a dominar vuestros poderes para que no sean un peligro para vosotros y para el mundo. Os enseñamos a luchar como si se os fuera la vida en ello para que siempre podáis tener una alternativa a usar vuestros poderes y con ello que estéis más seguros.-
Ya se estaban acercando a la mansión. Era ya hora de la cena casi, y aún tenían que asearse y vestirse para asistir a la cena.
-Si mañana decidieras marcharte e intentar hacer una vida normal, todos te aplaudiríamos. A veces los tontos parecemos nosotros, que nos buscamos problemas en vez de tener una vida tranquila, con nuestras familias y amigos, celebrando una barbacoa los sábados.-
-Por desgracia en este mundo, los mutantes somos mal vistos, y mantenerse escondidos no es tan fácil, pero ojalá lo fuera. No culparía a nadie que intentase esconderse.-
-De todos modos, a pesar de los sudores, los golpes y los esfuerzos varios, aquí sigues, superándote día a día. Asumo que te gusta esto.-
Logan posó su mano en el brazo de la chica y lo apretó cordialmente mientra le sonreía.
-Y ya sabes que puedes contar contigo para lo que quieras.-
-Bueno, nos vemos en el comedor en un rato.-

-Alice, no te equivoques, no queremos que aprendáis a luchar para sobrevivir.

Presionó los labios, formando una fina línea pálida. Claro, entendía a lo que se refería el profesor, pero... Después de lo que había vivido con Dazzler, le costaba ver esos entrenamientos como nada más que una preparación para sobrevivir. Para proteger a otros de su poder...

Tras la ducha, volvió al comedor, pero no tenía demasiado hambre. Se limitó a recoger dos piezas de fruta y esperó en una de las mesas a que su profesor volviera a reunirse con ella. De nuevo en sus largos y anchos jerséis, se sentía de nuevo cómoda consigo misma y llevaba el cabello todavía algo húmedo, recogido en una larga cola de caballo.

Había decidido no contarle nada. No mencionar a Dazzler, ni a Prophet, ni a los robots. Tal vez era mejor que todos pensaran que Alice era una más, que se entrenaba para ser más fuerte y para controlarse, y no por el miedo constante de saberse perseguida, de que en algún punto del mundo alguien la buscaba para hacer uso de sus poderes. Además... En la mansión se sentía protegida, y se había prometido a si misma que no iba a permitir que el incidente influyera en su modo de vida... Aunque eso no impedía entrenarse para hacerles frente y zafarse si se acababa dando la situación.

En silencio, con la mente divagando en otros asuntos de carácter más turbio, Alice prácticamente se había olvidado de lo que estaba haciendo ahí, a quién estaba esperando.

-¿Te apetece algo de beber?-, dijo Logan al ver a Alice sentada con dos piezas de fruta delante.
-Al menos debes hidratarte bien tras el entrenamiento, eso es mucho más necesario que comer, que ya veo que muchas ganas no tienes.-
Mientras, él llevaba su bandeja hasta arriba, plato de pasta hasta arriba, tres muslos de pavo, ensalada en cantidad y porque no le cabía más. Volvió a por una segunda bandeja, con lacteos y varias cervezas. Seguramente era el que más consumo hacía en comida de todo el lugar. Alguna vez hubo quien bromeó con cambiarle el nombre de guerra por el de "Glotón", cosa que fue inmediatamente desestimada al ver la reacción en su cara al oirlo.

-Estás preocupada, lo veo. Ya lo hemos hablado muchas veces, para tí esto es más una lucha mental que una lucha física, en la que ya estás sobradamente preparada.-
Cogió las manos de la chica entre sus manos y la miró a los ojos.
-Nada de lo que te podamos decir va a valer de nada. Al final todo depende de ti, pero ten siempre presente que la gente de aquí siempre va a estar detrás de ti apoyándote.-

Escuchó las palabras de su profesor con la mirada fija en las piezas de fruta. Tenía razón, sabía que la tenía, como siempre, así que asintió y se alzo de nuevo, acercándose al mostrador de la cafetería para comprarse una botella pequeña de agua. Al volver se dispuso a pelar y cortar las frutas en dados de aproximadamente el mismo tamaño, apartándo el corazón y la piel y colocando todos los pedazos en el plato, separado por tipo de fruta.

Logan insistió, alegando que la veía preocupada. Lo mismo de siempre, la incapacidad de Alice por ver más allá de su propia moral. Aunque esta vez había algo más. Habían hablado sobre cómo en la escuela entrenaban a los niños y cómo el caso de Alice era especial. Pero tal vez no lo era tanto.
Lo que finalmente la animó a hablar, fue el gesto de su profesor, que tomó sus pequeñas manos entre las suyas, mirando directamente sus ojos.

- En mi caso... En mi caso sí necesito pelear para defenderme. Hay un... grupo de gente que parece decidido en dar conmigo y... Ya me he encontrado con otros mutantes, o seres con poderes, y robots y... - su tenedor aparta y mueve lentamente las piezas, sin llegar a pinchar ni hacer ademán de comer ninguna de ellas. - Tengo miedo de pensar lo que pueden intentar hacer si lo consiguen. No quiero que nadie me utilice para dañar a otras personas. Y si por mi fuera, desearía no verme nunca en la situación de tener que llevarme una vida por delante... Aunque soy consciente de que a veces no tenemos otra elección.

Recuerda aquellos ojos desprovistos de vida que la contemplaban en un oscuro almacen. El odio en la voz de Mística, las palabras de Magneto. Recuerda el estado en que terminaron Dazzler y Widow una noche que quisieron protegerla, los gritos de una muchedumbre contemplando un incendio.

- Tengo que estar preparada para defenderme a mí misma, y defender a la gente que me rodea. Defenderles... de mí misma.

Tengo que estar preparada para defenderme a mí misma, y defender a la gente que me rodea. Defenderles... de mí misma.-[/b] Dijo la chica con evidente preocupación.

-Precisamente por eso estamos aquí. A más de uno de los presentes nos han intentado captar, capturar, eliminar o alguna variación de lo anterior diversas entidades, ya sean grupos gubernamentales, grupos mutantófobos, criminales con planes para manipularnos, entidades y extraterrestres con aviesas intenciones.-
-No creo que sea necesario que te explique ahora la complejidad del mundo, porque muchos nos temen, nos odian, porque creen que la existencia de mutados es el primer paso para su extinción, pretendiendo eliminar ese peligro quitándonos a nosotros de enmedio.-
-Otros nos admiran, pero es una admiración superficial, que se basa en noticias esceptaculares. Pero también esos están a un paso de transformar su admiración en odio, algo tan sencillo como que haya una pelea de mutantes cerca de su casa y la destruyan, aunque no hubiera daños personales. Son sentimientos viscerales.-
-Ante esto hay dos posturas, o te enfrentas al mundo, si la gente cree que somos superiores y los vamos a extinguir, hay que darles la razón, cosa que harían otros mutantes que no veo necesario nombrar ahora, o bien aceptas la realidad con la que hemos vivido los presentes desde que nos empezamos a ser conocidos.-

Se puso serio.
-En mi caso, a mí también me han perseguido, aunque quizá mi caso sea diferente al tuyo, pero ¿dudas que puedo ser alguien peligroso cuando la rabia me inunda y puedo convertirme en un ser de comportamiento animal?-
-Por eso aprender estas cosas me vino bien, porque la violencia ya la tenía, lo que no sabía era dominarla, y al final lo que importa es que aquellos que te rodean estén a salvo. Todo lo a salvo que se puede vivir en este mundo.-

Finalmente, asintió, dándole la razón a su profesor. Bastante a menudo era difícil recordar que todos allí han pasado por lo mismo, y que su situación, por grave y ansiosa que se viviera desde dentro era posiblemente algo muy pequeño comparado con los problemas que vivían todos los demás. Y de seguro, una minucia en comparación a lo que Logan y el resto de profesores se habían visto obligados a vivir. Pero aun así, consciente de todo aquello, no podía evitar sentirse pequeña y nerviosa afrontando sus propios problemas.

Terminó el resto de su “cena” en silencio, y se despidió del profesor con una sonrisa calmada y un hasta mañana. Una vez en pijama y bajo sus sábanas, seguía dándole vueltas a la conversación, al peso de sus palabras y el significado verdadero tras lo que había dicho el profesor.

No importaba cuanto entrenara. Lo más difícil para ella, era reunir el valor de arrebatar una vida. Y cada vez que pensaba en ello aparecía en su mente el rostro de aquél hombre que Mística asesinó frente a ella. El pensamiento de un cuerpo inerte cediendo bajo su peso, siendo ella la responsable de poner fin a una vida… Le resultaba horrible. Casi enfermizo. Y entonces recordaba a su padre, el pesar que se acumulaba en sus hombros y espalda, dándole el aspecto de un hombre derrotado, como si el tener que llegar a ese extremo para él significaba el fracaso.

Tal vez, eso también lo había heredado de sus padres. Su madre, era médico. Su padre, policía. Para ellos perder una vida era un fracaso, aunque lo aceptaban como un mal natural, y supieran que a veces no podían hacer nada contra ellos. Su anhelo, su vida, se dedicaba en salvar vidas, no arrebatarlas.

Alice cerró los ojos y apretó la frente contra su almohada. Tenía que aceptar, que la muerte era algo natural, a menudo inevitable. Que incluso su padre, a quien admiraba por encima de todo, había llegado a... matar.

Y decidió que aunque le llevara tiempo, aunque le costara, terminaría siendo capaz de, llegado el momento, tomar la decisión correcta. Aunque esta luego, tuviera que pesarle en la conciencia.

Se despertó bien pasada la medianoche. No podía dormir y lo único que conseguía era dar vueltas y vueltas en la cama.

Se levantó y decidió que lo mejor era salir al exterior, ponerse un chandal, las zapatillas de deporte, y correr por los alrededores un buen rato, para despejarse.

Salió al pasillo cerrando la puerta de su habitación. Todo estaba tranquilo, la gente dormía, o al menos aparentaba hacerlo.

Caminó en silencio por el interior de la mansión dirigiéndose a una de las puertas traseras. No es que nadie le fuera a detener si quería salir, pero tampoco le apetecía hablar con nadie a estas horas y que le preguntaran, mejor pasar en silencio, como si nada.

Alcanzó el exterior y comenzó a correr en la oscuridad, bajo la luz de las estrellas y la bruma fantasmagórica creada por las luces de la ciudad, que aún en la distancia formaba un sombrero de luz difusa que abarcaba gran parte de sur del cielo de la finca de la Mansión. Él quería soledad, tranquilidad, y a ser posible oscuridad, y para eso sólo tenía que mirar al norte.

Los pasos de la carrera comenzaron a sonar entre los guijarros que rodeaban la mansión hasta alcanzar la zona de tierra y hierba, y los árboles y matorrales. Necesitaba alejarse un rato de aquello.

Se dirigía al curso de un pequeño riachuelo al norte de allí, un lugar donde apenas sonaba el ruído de la pequeña caída de agua y los sonidos de los animales nocturnos.

Se sentó a unos metros de la caída y entonces pensó.
Alice, no podía saber qué, pero sabía que algo le pasaba, algo más concreto que su escrupulosa preocupación sobre la vida y la muerte, incluso de los más malvados, aunque estuviera en peligro su propia existencia.
No sabía que hacer, ella no era alguien muy dada a hablar, tampoco él lo era, pero si algo le había enseñado Charles Xavier era a que aquel lugar y sus gentes era su familia. Ahora él era el hermano mayor, bueno, en realidad siempre había sido el hermano mayor, sólo que ahora encima debía aparentarlo.

Por eso le preocupaba tanto la situación de Alice. Temía por su seguridad, pero también por el propio sufrimiento mental que podría estar viviendo.

Se levantó más relajado tras un par de horas de descanso en aquel lugar. No estaba más tranquilo por haber solucionado el problema, pero al menos había aclarado su mente y quizá ahora pudiera dormir un rato.