Miqueas 1:7 Todos sus ídolos serán destrozados, y todas sus ganancias serán quemadas (kim) [fecha a convenir]

Normalmente no encuentro ningún placer en causar dolor a mis victimas.
Pero hoy es un caso especial.
No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada .
Las palabras de San Mateo me dan fuerza mientras lanzo lo que queda del sectario sobre dos de sus compañeros.
Sus balas atraviesan mi carne pero su oscura magia resbala sobre mi piel pues el Altísimo me protege de todo mal.
Varios de ellos yacen en el suelo retorciéndose de dolor con miembros amputados o heridas que les matarán lentamente.
No merecen una muerte piadosa aquellos que sirven a Lucifer.
Casi habían completado su oscuro ritual cuando los localicé.
Ahora no son más que alimento para recuperarme del daño que me han causado.

Y sirvieron a sus ídolos que se convirtieron en lazo para ellos.
Sacrificaron a sus hijos y a sus hijas a los demonios.
Y derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas
A quienes sacrificaron a los ídolos de Canaán
Y la tierra fue contaminada con sangre.

Es justo que en pago por lo que habéis llevado a cabo ahora yo tome vuestra sangre en nombre del Salvador.

Avanzo lentamente hacia los dos últimos que quedan capaces aún de moverse.
Uno de ellos ha quedado ya libre del cuerpo que le había lanzado pero no es suficientemente rapido para escapar de mí.
Desgarro su cuello para tomar la esencia que le mantiene con vida mientras sus gritos agónicos resuenan en mis oídos.
Dejo caer su cadáver vacío y seco mientras me giro al último de ellos.
Nunca sabré que intenta decirme mientras me abalanzo sobre él como un animal salvaje.
Siento que saca un arma e intenta clavarmela en un costado.
Iluso.
La plata no me afecta más que cualquier otro material.
Dejo que la daga se hunda entre mis costillas mientras sujeto su mano y la retuerzo hasta quebrar su brazo dejando los huesos al descubierto.
No necesito más sangre.
Ya me he dado un festín con ellos.
Así que simplemente atravieso su estomago con mi mano y busco entre sus entrañas hasta hallar el corazón.
Lo extraigo en un rápido movimiento y se lo muestro mientras la vida desaparece de sus ojos.
Esta es la muerte que merecen aquellos que tratan con demonios.
Esta es la destrucción que llevo a aquellos que los invocan.

Unos segundos después dejo caer el corazón inerte al suelo.
Esta vez nadie habrá oído los gritos.
Todo ha ocurrido lejos de los barrios residenciales.
Miro en todas direcciones dentro de la vieja nave abandonada en la que estaban llevando a cabo una compleja invocación.
Algo me dice que esto aún no ha acabado y el olor cada vez más cercano del azufre y del fuego del infierno me lo confirma.

[¿Para la fecha que tal el 21 de junio? Es la noche de San Juan. ¿EL demonio es a mi elección?]

Alguien está intentando abrirlo. Pudo notarlo en el olor y el fuego. Siempre que un mago llevaba a cabo una invocación olía así de fuerte. A humo. A azufre. Ya había bastantes problemas con los entes demoníacos que salían del infierno sin permiso, como para que el resto de criaturas traten de atraerlos al mundo a propósito. Hay solo una verdad, universal e indiscutible, acerca de los pactos con demonios. Jamás se sale ganando. Los demonios renegados, aquellos cuya naturaleza se inclina hacia el bien, que son los menos conocidos a pesar de que existen, cometen sus acciones por actos desinteresados. Nunca acuden a una llamada, y menos si esta proviene de un grupo de sectarios que pretenden utilizar una entidad poderosa y de mayor capacidad mágica de la que pueden controlar.

Infiltrado con extremo cuidado en el territorio de la nave industrial, el Fantasma Vengador contempló la reunión de hombres que ya habían comenzado el ritual. Lamentándose de no haber sido capaces de localizar antes el lugar del que procedía el alto nivel de magia demoníaca, no tuvo otra opción que esperar a que acabaran el rito. Interrumpirlo habría sido de lo más peligroso, por que la magia se contenía gracias a los hechizos y cantos, de otro modo el demonio podría haber salido de las retenciones, o incluso, invocar a otros demonios para causar la destrucción y el caos. Pero a pesar de todo, justo al final del ritual, una figura ensombrecida se abalanzó sobre ellos rompiendo el círculo e interrumpiendo la magia. Mordió sus cuellos y abrió su carne, mientras mentaba versículos de la biblia. El Ghost Rider estaba acostumbrado a ver cosas que ni la mente mas retorcida podría imaginar, pero aquello resultó una auténtica sorpresa.

Era sencillo reconocer a un vampiro por el modo de alimentarse, pero lo era aún mas cuando podías percibir con claridad su falta de signos vitales. Se alimentó, pero luego, continuó matando por placer. Eso era más extraño. Algunos si que disfrutaban de la masacre, incluso aunque su hambre estuviera saciada. Quienes conocían el mundo sobrenatural los llamaban "Los degenerados", y ni siquiera entre los de su raza estaban bien vistos. El fantasma vengador salió de su escondrijo, dejándose ver. Caminó pausadamente, mientras sus cuencas negras llenas tan sólo de un brillo interno que recordaba la punta afilada de una aguja se fijaban en el vampiro, analizando una larga, muy larga lista de pecados.

- Hijo de Caín. - su tono de voz causaría terror al mismísimo Lucifer. - ¿Qué es lo que has hecho?- preguntó, sin moverse.

Veía en el terribles actos cometidos. Grandes pecados. Pero también, en algún lugar de entre todo ese dolor, había una búsqueda... El camino hacia la redención.

¿Hijo de Caín?
Podía entender que algunos humanos pensaran esa estupidez.
Pero el ser que surgió de las sombras era un demonio.
¿Acaso un demonio podía ser tan estúpido como para no conocer el verdadero origen de la maldición que anidaba en su cuerpo y en su alma?
A decir verdad desde la colisión se había encontrado con mucha gente que parecía tener esa errónea creencia.
Miro a los ojos al demonio.
Desafiándolo.

He hecho aquello para lo que el Señor me eligió.
Combatir al mal allí donde more y crie.
Destruir a los enviados de Satán.
Impedir sus maquinaciones y devolver a los de tu especie al oscuro lugar al que pertenecéis.
Aunque parece que no he sido suficientemente rápido para evitar que te trajeran.

Quizás no haya impedido que trajeran a un demonio.
Pero o no era este el que esperaban o no había conseguido reunir suficiente poder.
Su cuerpo era pequeño y poco más que un esqueleto.
Sin duda podría ser una argucia.
Pues no sería la primera vez que los demonios pretenden que les subestime en un vano intento de vencerme.
Levanto mi cruz y dejo que la Sagrada Palabra del Señor expulse a este ser de vuelta a los infiernos.

Y Él les dijo:
Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Mirad:
Os he dado autoridad para hollar sobre serpientes y escorpiones.
Y sobre todo el poder del enemigo.
Y nada os hará daño.

Exorcismo:

El Ghost Rider observó con los pozos que eran las cuencas de sus ojos el alma castigada del vampiro. Había muchos nombres para ellos, en miles de lenguas, pero incluso aunque entre ellos hubiera distintas razas conocidas de la misma especie, todas ellas respondían a un único y abominable instinto natural. Precisamente el que era conocido por todos. Estaban obligados a alimentarse de la sangre de sus congéneres, lo cual, a ojos del resto, les hacía ver como monstruos. A la mayoría de quienes les temían no les faltaba razón para hacerlo. Veía en ese nombre un sin fin de pecados. Cuando el hombre se refirió a él como demonio, y comenzó a recitar las palabras de Dios, no pareció haber cambio externo.

La fe era una de las herramientas mas poderosas. Sólo conocer los martirios valía para darse cuenta de ello. ¿Con que otra cosa podría un hombre aguantar que le desoyaran vivo, sin renunciar a sus creencias? No se movió para no evidenciar el peso que estaba atenazando sus huesos. Aunque las magias celestiales lo dañaban, su daño jamás había sido permanente. La regeneración del fuego infernal se encargaba de eso. A pesar de lo cual, por cómo le afectaban sus palabras, el fantasma vengador se hallaba ante un auténtico devoto. Alzando el rostro de calavera desafiante hacia él, quedó en su sitio, con apariencia firme e imperturbable.

- Sin embargo, no os regocijéis en esto, de que los espíritus se os sometan, sino de que vuestros nombres están escritos en los cielos.- completó con voz de ultratumba el esqueleto, causando así, con toda seguridad, un gran estrago en la disposición de su interlocutor.

Un demonio capaz de recitar versículos de cualquier libro sagrado sólo podía ser, o bien uno magnánimo, que había renunciado a su senda , lo cual no estaba en el conocimiento general de la mayoría de seres, ni siquiera los privilegiados que accedían a ese tipo de magias mediante métodos místicos, o uno lo suficientemente poderoso como para que no le afectara la palabra del Señor. Lo cual, sin duda, ponía al vampiro en un gran aprieto.

- Márchate de aquí, Matuselah- replicó con aquella voz como de lava bajo la tierra, utilizando un nombre olvidado incluso para algunos de su propia raza. - No deseo hacerte daño, pero si te interpones entre mi objetivo y yo, te destruiré junto con él. - su afirmación resonó en la enorme sala con la certeza de un destino aciago. Aún podía olerse en el aire el aroma a sangre, coagulándose en enormes charcos alrededor de los sectarios muertos. Nada, salvo el convencimiento en lo que veían sus ojos de Ghost Rider convencía al demonio de que no hubiera oscuras intenciones entre tanta fe.

Los demonios siempre intentan engañarte.
Aunque pocos podrían recitar las sagradas escrituras y menos aún en presencia de alguien como yo sin retorcerse de dolor.
Me acerco lentamente a él mientras dejo que su olor penetre en mis fosas nasales.
El olor del azufre no deja lugar a dudas.
Es un demonio.
Pero nada más.
Ningún otro olor emana de este ser y hasta ahora no he encontrado ningun demonio capaz de enmascarar su olor.
¿Acaso podría ser algo parecido a mi mismo?
¿Acaso un demonio puede escapar del ferreo control de Lucifer?
¿Podría estar aquí por la misma razón que yo?

No me marcharé demonio.
No hasta que mi trabajo aquí haya concluido.
He venido a detener el ritual y a destruir cualquier cosa proveniente de los infiernos que tu creador envie a traves del portal.
¿Qué haces tu aquí?
Normalmente los de tu clase tratan de huir al escuchar los versiculos que he pronunciado pero tú no solo sigues aquí sino que has terminado mis frases.
¿Acaso Belcebú se ha debilitado tanto como para dejar que algunos escapeis a su control?
Y si es así.
¿Cuales son tus intenciones?

El espectro estaba cansándose de dar explicaciones. En realidad, él no estaba hecho para eso. Así que se limitó a escuchar las explicaciones que tuviera que dar. Parecía que estaba interesado en saber todo lo posible de él. Era un exterminador. Siempre que fueran sectarios, era posible que tuviera algo que aportar, pero dudaba mucho que una entidad superior no le fuera a presentar batalla a un no muerto como él.

- Busco a los desequilbiradores. Los encuentro. Los elimino. - respondió con sequedad, antes de empezar a caminar hacia los cuerpos esparcidos por la masacre que había provocado el que decía ser un hombre santo, pero tenía las manos manchadas de sangre.

Observó las runas rituales dibujadas en el suelo, y también, a través del olor a muerte, pudo detectar una presencia que los acompañaba. Aún permanecía informe, somnolienta. Había salido, pero nadie la había reclamado, así que flotaba como un espectro sin conciencia a través de ellos, observando, esperando. La calavera no hizo más esfuerzos por pedir explicaciones. Observó alrededor, tratando de encontrar esa fuente de poder demoníaco de una intensidad muy fuerte. Aunque era normal que para alguien que no reconocía la suya propia la del motorista asfixiara el aroma de muchas otras, ya que era una fuerza poderosa, para el Ghost Rider no pasaba desapercibida la energía demoníaca, por escasa que fuera. Eso era lo que le permitía siempre seguir el rastro de aquellos a quienes tenía que mandar de vuelta al infierno.

- Está aquí. - fue todo lo que dijo.

Al darse la vuelta, percibió su sombra, abalanzándose contra el cura. Invocando las cuchillas y a extrema velocidad, se abalanzó sobre él, tirándole al suelo rodando sobre él, para evitar que la invocación impactara contra su cuerpo de no muerto. Su pequeño esternón impactó contra la cruz de madera, y eso provocó un grito de ultratumba que haría estremecer a cualquier criatura, viva o muerta. Se levantó sobre el vampiro mientras su mano temblorosa de hueso se agarraba a su esternón, que había adquirido un tono grisáceo y empezaba a deshacerse como si estuviera hecho de ceniza.

- Hijo de puta. - gruño por lo bajo, mientras crujía sus dientes.

No es que no sintiera dolor. El espectro podía regenerar las heridas por terribles que fueran, pero en el estado del Ghost Rider, a menudo el dolor por muy intenso que fuera, servía para encender aún más su rabia, y así quedaba relegado a un segundo plano sin importancia que sólo servía para alentar aún más su sed de venganza. Pero era distinto cuanto se trataba de heridas realizadas con magia sancta. Esas dolían a un nivel que ningún ser humano experimentaría, por fuertes o brutales que fueran sus dolencias.

- ¿Donde esta?- preguntó el Ghost Rider, con un gañido de animal herido, intentando encontrar fuerzas para quitarse de encima del vampiro.

Si.
Cabía la posibilidad de que este demonio fuera un aliado y no un enemigo.
De repente noto una presencia tras de mí.
Intento girarme y evitar el golpe pero se que es demasiado tarde.
Este ser solo pretendía distraerme y he caído en sus garras.
Cuando su señor se abate sobre mi espalda el pequeño demonio hace lo propio cargando contra mí.
Mi cruz le hiere con el contacto.
Incluso a mi me causa dolor de forma habitual a pesar de los guantes.
Pero ese dolor es parte de mi penitencia.
Me pongo en pie y busco a la sombra que ha intentado atacarme sin éxito gracias al pequeño demonio.
Entonces este habla y su voz denota el dolor que le ha causado el poder del Altísimo.
No se donde está la sombra.
Pero se como obligarla a mostrarse.
Levanto la cruz por encima de mi cabeza mientras desenvaino mi espada con la mano izquierda.
Mi voz resuena con fuerza y convicción en la habitación.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Muéstrate engendro de Satanás.
Manifiéstate ante nosotros.
¡El poder de Cristo te obliga!
Te ordeno en su nombre que vengas ante mi.
¡El poder de Cristo te obliga!
No puedes huir hijo de Belcebú.
¡El poder de Cristo te obliga!
Ahora estás ante un siervo de Jahvé.
¡El poder de Cristo te obliga!

La oración estaba dando resultado.
Ningún ente demoníaco por poderoso que fuera podría mantenerse oculto por mucho tiempo ante el poder de nuestro Señor.
Ni el propio Satanás en persona sería capaz.
Ahora solo quedaba por ver si el Altísimo me daría la fuerza necesaria para derrotar a aquello que se manifestase.
Una densa niebla oscura estaba formándose frente a mí.
Seguro que cuando se hiciera corpóreo no estaría nada contento de que le hubiera obligado a venir.

Oración:

Arrastrándose pesadamente mientras el vampiro se levantaba, el espectro se alejó de la fuente de magia sacra que había producido en él una tremenda herida. Cuando pudo apartarse de su influencia, el fuego demoníaco comenzó a surtir su efecto regenerador, y su esternón dejó de doler, si bien comenzó a reconstruirse con un ritmo mas lento al que estaba habituado a sanar el vengador fantasma. La energía demoníaca se condensó, plegándose sobre sí misma, mientras una carcajada salida como del foso más profundo de la tierra se dejaba oír, rebotando su eco en cada esquina de la nave abandonada, llenándolo por completo.

El demonio, ante la llamada de presencia del exorcista no pudo eludir más su forma corpórea, y mientras el vengador se levantaba, de nuevo en pie, contempló el cuerpo que se formaba ante ambos sobre el círculo de invocación plagado de muerte. Una monstruosa figura de piel grisácea, músculos abultados y al menos tres metros de alto se construyó ante ellos, sus piernas recordaban a las deformadas articulaciones de un carnero, mientras que su frente estaba cornada por un cuerno que luego se volvía bífido. Tenía largas uñas, colmillos mortales que dibujaban una sonrisa siniestra, y dos luces rojas en sus cuencas vacías, en lugar de ojos. El ghost rider conocía a prácticamente la totalidad de las criaturas demoníacas, puesto que se veía obligado a vivir en el infierno salvo cuando era cedido a un portador, y supo que estaba frente a una que podría darles problemas. De todas las criaturas que podrían haber sido invocadas, tenían que haberle escogido justo a Elzegán.

- Tus siervos han sido destruidos. Ya no hay nadie a quien corromper aquí. - el demonio fijó las luces rojas sobre ellos, y volvió a reír, se inclinó hacia delante, con cierta condescendencia, casi a modo de saludo, antes de mirar al Ghost Rider. Su verdadera intención con ese gesto no era otra que hacerles sentir lo pequeños que eran para él.

- He sido invocado, y con siervos o sin ellos, he de cumplir un propósito. No abandonaré este mundo, renegado. - dijo con una claridad que parecía difícil que saliera de una boca dentada como la suya. Luego contempló al vampiro, espada en mano.- Lo imposible, reunido en este punto. ¿No eres tu un no muerto? ¿Qué haces portando ese absurdo amuleto?- comentó con sorna, mientras volvía a alzarse en toda su altura. La capa que llevaba siseó, mientras palpitaba en ella unas extrañas luces, como venas que palpitaban magma volcánico. Estaba hecha de su propia piel.

A veces me gustaría saber por qué los seres de tu estirpe habláis así de los símbolos de Cristo.
Ven hijo de Satanás y comprobarás lo absurdo que es cuando te decapite y atraviese el negro carbón que llamas corazón con esta Sagrada Cruz.
Comprobarás que hay más de una forma de regresar a los infiernos.
Si tan poderoso te crees vil demonio.
Explicame por que las palabras de un simple no muerto como yo te han obligado a manifestarte frente a nosotros.

Normalmente ya me habría lanzado sobre mi enemigo sin importarme las consecuencias.
Cualquier batalla contra un ser de este poder solo podía acabar en victoria para mi.
Podía destruir su cuerpo y enviar sus pútridos restos al infierno del que había surgido con la ayuda de Dios.
O bien podía morir enfrentándome a él.
En ese caso tenía la oportunidad de redimirme a ojos de Nuestro Señor y ser de nuevo aceptado en su rebaño.
Pero no estaba solo.
Si me precipitaba ahora posiblemente perdería la oportunidad de averiguar algo sobre ese otro demonio.
El renegado.

Yo te lo diré engendró de Belzebú.
Porque no han sido mis palabras o mi voz lo que te ha obligado.
Sino el poder del Altísimo.
Un poder contra el que ni siquiera osas enfrentarte porque puede destruirte.
No solo tu cuerpo.
Sino destruir tu misma esencia.

Aunque pase por el valle de sombra de muerte.
No temeré mal alguno.
Porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me infunden aliento.
Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos.
Has ungido mi cabeza con aceite.
Mi copa está rebosando.
Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida.
Y en la casa del Señor moraré por largos días.

Finalicé mi breve discurso con uno de mis Salmos preferidos.
Este en concreto solía infundir el miedo en los corazones de mis presas con eficacia.
Solo esperaba que todo esto no fuera un truco de ese demonio renegado.
Los caminos del Señor son inescrutables.
Si había tenido a bien servirse de mi como herramienta.
¿Por que no iba a hacer lo mismo con un demonio?